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HOMIILIA DEL I DOMINGO DE CUARESMA

(Mc 1, 12-15)

CRISTO NOS LLAMA Y NOS AYUDA EN EL CAMINO DE LA CONVERSIÓN.

Este domingo quiero detenerme solamente en la riqueza del mensaje del evangelio según
san Marcos. Mencionaremos 3 puntos que nos ayuden en el camino cuaresmal y en el
crecimiento de nuestra vida espiritual-cristiana.

1.- “El Espíritu llevó a Jesús al desierto”. El valor de esta frase inserta en el evangelio de
este domingo, está en que nos manifiesta la relación de Cristo con el Espíritu Santo. Cristo, el
Verbo del Padre hecho hombre, se encuentra en relación inseparable con el Padre y el Espíritu
Santo. Cristo no actúa por su cuenta, sino movido por el Espíritu. Cristo está siempre sometido
al Padre y relacionado con el Espíritu. Cristo obra aquello que el Padre manda y el Espíritu
inspira. Toda obra salvífica llevada por Dios es trinitaria. La acción de Jesús en relación con el
Padre y el Espíritu Santo, nos manifiesta su naturaleza divina. Esta relación puede ser para
nosotros modelo de nuestro actuar. Todas las obras buenas que podamos realizar deben ser
inspiradas por el Espíritu Santo y ofrecidas al Padre por el Hijo. Nuestra vida, también debe ser
trinitaria.

¿Qué inspira el Espíritu Santo a Jesús? Nos dice el texto: “le llevó al desierto”. El desierto
es un lugar inhóspito, es un lugar de abandono, lugar de soledad, lugar de fieras salvajes, lugar
de carestía total, pero al mismo tiempo es lugar de encuentro con Dios. Jesús se quedó en el
desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás. El maestro se dejó tentar como fue tentado
el pueblo de Israel en el desierto; se dejó tentar como es tentado cada uno de nosotros. Pero la
diferencia es: Jesús sale vencedor sobre toda tentación. Si Adán y Eva cayeron en la tentación
si Israel cayó en la desgracia, si nosotros caemos frecuencia en pecado, JESÚS VENCE, vence
al demonio, al diablo, vence a las tentaciones. Jesús es vencedor como verdadero hombre y
verdadero Dios. vence al mal en la naturaleza humana. Así nuestra naturaleza herida es curada.
Vence el pecado como modelo de la victoria que cada uno de nosotros debe alcanzar sobre toda
tentación. A ejemplo de Jesús y con su ayuda somos capaces de vencer el pecado y las
tentaciones. No tengamos miedo al demonio, Jesús la ha derrotado.

2.- Jesús “se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios”. Tras su estancia en el
desierto, Jesús se dirige a Galilea a predicar, a proclamar la Buena Nueva, que Juan el Bautista
había anunciado inminente. Jesús comienza la predicación. Y fíjense donde comienza a
predicar, en Galilea. Este lugar era conocido como “Galilea de los gentiles”, porque era la
ciudad en la que hacía hogar la corrupción, el desenfreno, los vicios, los malos negocios, la
idolatría, el culto falso a Dios, etc. era un lugar en la que el pueblo judío se había mezclado con
los extranjeros hasta el punto de adoptar sus costumbres. Jesús para que se cumpla aquello de
“no he venido por los sanos, sino por los enfermos”, comienza su predicación en este lugar.
Jesús busca al pecador, a quien piensa estar perdido. Cristo se compadece del miserable, de
quien piensa que ya no tiene solución. Si nuestra desgracia llega al punto extremo, confiemos
en su misericordia y clamémosle: “conviértenos Señor y nos convertiremos a ti”.

3.- Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: conviértanse y crean en
el Evangelio”. Si es verdad que Cristo busca al pecador, al hombre perdido, exige una condición
una disposición irrenunciable: LA CONVERSIÓN. El Reino de Dios exige la conversión. Con
Cristo llega a su fin el tiempo de la espera. Todas las generaciones de la humanidad ansiaron la
salvación, la curación de todos los males. La peor desgracia del hombre es el mal moral y no
hay quien lo cure si no es el perdón, la misericordia. El Mesías que Israel ha ansiado de
generación en generación ha llegado y anuncia la Buena Nueva, una gran Noticia digna de ser
escuchada y aceptada: El Reino de Dios está cerca, el Reino de Dios está entre nosotros, y es
Reino de Perdón y de Misericordia. Jesús, cuyo nombre significa “Dios Salva”, es el Reino de
Dios, Jesús es el Mesías, Jesús es Dios con nosotros que nos trae la salvación. Lo único que nos
pide es convertirnos y creer en el Evangelio.

Convertirse es cambiar de estilo de vida, dejar las obras que desagradan a Dios para
comenzar a practicar la justicia, la virtud y toda clase de obras buenas. El primer paso de la
conversión es encontrarnos con Jesús y con su Evangelio y aceptarlo tal como es y no como
nosotros queramos que sea. El Evangelio de Jesús es radical no permite concesiones. El segundo
paso de la conversión es aceptar que estamos mal, que estamos en pecado, aceptar que
necesitamos de Jesús, que necesitamos de su perdón. El tercer paso es cambiar, dejarlo todo en
la misericordia de Dios y pedir perdón. El cuarto paso de la conversión es entregarnos a la obra
buena. La conversión no es eficaz si simplemente se reduce a pedir perdón y a la lamentación
de las malas obras. La conversión se ha ce eficaz en los buenos frutos. La conversión es diaria,
continua. La conversión como tal es obra de Dios y nuestra. Dios nos atrae hacia sí, solo si nos
dejamos atraer por Él. Convertirnos es volvernos a Jesús.

El camino Cuaresmal nos ayude vivir estos 3 puntos que hemos mencionado: Reconocer en
Jesús al vencedor del demonio y el pecado, ayuda a no tener miedo y seguir luchando; ver en
Jesús al Salvador de los pecadores, de lo que está perdido, nos ayuda a tener esperanza;
encontrar en Jesús a la Persona que nos invita a la conversión y nos ayuda en ese camino nos
invita a la confianza. ESPERANZA, CONFIANZA Y CONVERSIÓN se relacionan. Ave
María Purísima.

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