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CLASICOS

H6lderlin reivindicado
z G30
Friedrich Nietzsche

ntre 1850 y 1869, es decir, entre sus doce y sus


F veinticinco años, Friedrich Nietzsche escribió nume-
rosos textos autobiográficos*. De entre ellos destacan su
adolescente «De mi vida», los fragmentos del diario de
Pforta, el relato de unas vacaciones de verano en Goren-
zen y la «Mirada retrospectiva a mis dos años de estu-
diante en Leipzig». Junto a estos textos de mayor enver-
gadura existen también esbozos y textos «menores»; sin
duda alguna, uno de los más interesantes de este grupo
es el que presentamos a continuación. Se trata de un tra-
bajo escolar en forma de epístola dirigida a un amigo
imaginario. El Nietzsche de diecisiete años ha descubier-
to a su poeta favorito: Hólderlin. En la época en la que
Nietzsche lee las obras del poeta suabo, éste era un des-
conocido; se le consideraba una figura menor y extrava-
gante dentro del panorama literario alemán. No sería
hasta después de la Gran Guerra cuando, al reivindicarlo
la generación de los vencidos, los alemanes se dieron
cuenta de su grandeza. Nietzsche da pues muestras de
una gran perspicacia al reconocer ya en aquel tiempo la
enormidad del talento de Hólderlin y luchar también
Estos textos aparecen reunidos en un libro (Friedrich Nietzsche,
Escritos autobiográficos de juventud) de inminente publicación por la edi-
torial Valdemar.
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contra los prejuicios que lo mantenían en la sombra. El tros griegos! ¡Dios mío! ¿Es ésta tu única alabanza? Esos
trabajo dejó un tanto perplejo a su profesor, que tan sólo versos (y sólo por hablar de su forma externa) manan del
le concedió una calificación mediana y anotó al margen: más puro y dulce de los ánimos, estos versos que en su
«Quiero dar al autor el consejo amistoso de que preste naturalidad y originalidad oscurecen el arte y la perfec-
su atención a un poeta más sano, claro y alemán.» ción formal de un Platen, estos versos que bien se alzan
majestuosos al ritmo de sus odas, bien se pierden en los
Luis Fernando Moreno Claros tonos más dulces de la melancolía, estos versos, ¿no pue-
des alabarlos más que con el insípido y vulgar término
«correctos»? Y, ciertamente, no es ésta la mayor injusti-
cia. ¡Oscura palabrería y, a veces, pensamientos que pa-
recen sacados del manicomio! De tus desdeñosas pala-
bras concluyo, en primer lugar, que eres víctima de un
absurdo prejuicio contra Hólderlin, y, segundo, y sobre
Carta a mi amigo todo, que sólo posees de sus obras una idea muy vaga,
en la que le recomiendo la lectura pues tú ni has leído sus poemas ni el resto de sus obras.
de mi poeta preferido Parece ser que crees que Hólderlin sólo ha escrito poe-
sías. Por tanto, ni siquiera conoces su Empédocles, ese
fragmento dramático pleno de significado, en cuyos to-
19.10.1861 FW Nietzsche nos melancólicos resuena el futuro del infeliz poeta, la
tumba de los largos años de locura, pero no como dices,
«con oscura palabrería», sino en el más puro lenguaje de
Querido amigo: Sófocles y en una plenitud infinita de profundos pensa-
Algunos comentarios de tu última carta, a propósito mientos. Tampoco conoces el Hiperión, que con el movi-
de Hólderlin, me han sorprendido mucho, por lo que me miento armonioso de su prosa, con la sublimidad y belle-
siento impulsado a salir a la palestra, y, en pugna conti- za de las figuras que en ella emergen, produce en mí una
go, defender a mi poeta preferido. Quiero poner una vez impresión similar a la que produciría el choque del olea-
más ante tus ojos tus duras e injustas palabras (tal vez je de un mar embravecido. De hecho, esa prosa es músi-
sostengas ahora otra opinión): «Que Hólderlin pueda ser ca, una fusión de dulces tonos interrumpidos por doloro-
tu poeta preferido es algo que no logro explicarme. En sas disonancias, rematada finalmente por melancólicos e
mí, al menos, ha producido esos tonos confusos y semi- inquietantes cánticos funerarios. Pero lo dicho se refiere
delirantes, surgidos de un ánimo desgarrado y destruido, ante todo a la forma externa; permíteme ahora añadir al-
una sensación de tristeza, e incluso, a veces, de repug- gunas palabras sobre la plenitud del pensamiento de
nancia. Oscura palabrería y, a menudo, pensamientos Hólderlin, que tú consideras, según parece, embrollado y
que parecen sacados del manicomio, violentas invectivas oscuro. Aunque tu crítica se ajuste a algunos poemas de
contra Alemania, idolatría del mundo pagano, tan pronto la época de la locura, y de igual forma, si en el período
naturalismo, tan pronto politeísmo sin orden ni concier- anterior su profundidad de espíritu tiene que luchar a
to... ésta es la impronta de sus poemas, por lo demás es- veces contra la irrupción de la incipiente noche de la lo-
critos en correctos metros griegos.» ¡En correctos me- cura, la mayor parte de sus poemas son, en general, y
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con mucho, las perlas más puras y preciosas de nuestra hombres, por náusea de la tierra y por panteísmo. Siem-
poesía. Basta con que te cite poemas como «Regreso a la pre me conmueve de forma especial la lectura de esta
tierra natal», «El torrente encadenado», «Ocaso», «El ae- obra; en el Empédocles se encarna una divina sublimidad.
da ciego», y tú mismo puedes observar las últimas estro- En Hiperión, en cambio, aunque resplandeciente de un es-
fas de «Fantasía del atardecer», en las que el poeta ex- plendor que lo transfigura, es todo insuficiente e incom-
presa un profundo, melancólico e inmenso deseo de paz. pleto; las figuras que el poeta evoca como por encanta-
miento son «aéreas criaturas que con su vibración musical
Por el cielo crepuscular la primavera abre; suscitan en torno nuestro la nostalgia, nos seducen y em-
rosas innúmeras florecen; quieto semeja palagan, pero también nos dejan un deseo insatisfecho».
el mundo áureo. Oh, llevadme hacia allá, Sin embargo, en ninguna otra parte se manifiesta con tan-
purpúreas nubes, y que allá arriba ta pureza la nostalgia de Grecia como aquí, en lugar algu-
no se muestra tan clara la afinidad espiritual del alma de
en aire y luz se aneguen mi amor y sufrimiento. Hólderlin con la de Schiller y Hegel, su fiel amigo.
Pero como ahuyentado por inútil pregunta Demasiado poco he podido decir hasta aquí, pero,
el encanto se va. La noche cae. Y solitario querido amigo, he de dejar que tú mismo te formes una
bajo el cielo, como siempre, estoy yo.
idea del infeliz poeta con los rasgos que aquí te he ex-
Ven ahora tú, dulce sopor. Anhela demasiado puesto. El hecho de que no responda a las objeciones que
el corazón; mas ahora ya, oh juventud, le haces a propósito de lo contradictorio de sus puntos de
también vas apagándote, soñolienta, intranquila. vista religiosos es algo que debes achacar a que mi cono-
Quieta y apacible es entonces la vejez 1. cimiento de la filosofía es menor del que se necesita para
proceder a una consideración más detenida de este aspec-
En otros poemas, especialmente en «Recuerdo» y en to. Quizá algún día te tomes el trabajo de acercarte a este
«Peregrinación», el poeta nos eleva hasta el más alto punto, y, mediante su esclarecimiento, arrojar algo de luz
ideal, y sentimos con él que ese era su elemento genui- sobre las causas de su derrumbe espiritual, que, por otra
no. Finalmente, hay además una buena cantidad de inte- parte, difícil será que sólo aquí tengan sus raíces.
resantes poemas en los que el autor manifiesta a los ale- Espero que sepas perdonarme el hecho de que, debi-
manes verdades amargas que, por desgracia, están más do a mi entusiasmo, haya utilizado a veces duras pala-
fundamentadas. También en Hiperión arroja agudas y bras contra ti; sólo deseo -y éste es el propósito de mi
cortantes palabras contra la «barbarie» alemana. Sin carta- moverte mediante ellas a una valoración libre de
embargo, en realidad tamaño desprecio es conciliable prejuicios del poeta de quien la mayor parte de su pue-
con el mayor de los patriotismos, que Hólderlin poseía, blo apenas sólo conoce el nombre.
ciertamente, en alto grado. Pero odiaba en el alemán al Tu amigo
simple especialista, al filisteo.
En el drama sin concluir Empédocles el poeta nos reve- FW Nietzsche
la su propia naturaleza. La muerte de Empédocles es una
muerte causada por orgullo divino, por desprecio a los Z. B.
Traducción de Luis Cernuda. Traducción: Luis Fernando Moreno Claros

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