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EL ESTADO EN LA HISTORIA DEL

CAPITALISMO
(Extractado de: BIASIZO, Rogelio José y otro. TECNOLOGÍA Y ESTADO. Aspectos conceptuales e
históricos. Tendencias. Editorial Universidad Nacional de Entre Ríos. Concepción del Uruguay. 1999).

El nacimiento del Estado-Nación, como forma de organización socio-política-


económica de una comunidad, ocurre desde el decaimiento del feudalismo, y coincide con la
era del Mercantilismo, donde es posible fechar la génesis del Capitalismo (a través de sus
formas comerciales, luego financieras y finalmente industriales). Es la génesis de esta
institución (Estado-Nación) connatural con el Sistema económico naciente y con una de sus
instituciones fundamentales: el mercado. Estado y mercado, Estado y capitalismo son
inseparables. Por lo tanto, la historia del Estado va acompasada con la historia del sistema.

La Era del Mercantilismo.


El capitalismo mercantil o mercantilismo va desde fechas bastante inciertas del siglo
XV hasta mediados del siglo XVIII, coincidiendo su final con los comienzos de la Revolución
Industrial, la revolución norteamericana y la publicación de la Riqueza de las Naciones, de
Adam Smith1.
“El mercantilismo era cualquier cosa menos un “sistema”; fue fundamentalmente el
producto mental de los estadistas, los funcionarios públicos y los líderes financieros y
comerciales de la época”2
La participación del Estado en la economía era activa, con políticas a favor de la
industria, la protección arancelaria y el fomento de las exportaciones con el objeto de lograr una
balanza comercial favorable. No se trataba de principios doctrinarios sino de un pragmatismo,
de un conjunto de políticas proteccionistas, con gran influencia de los mercaderes en el
gobierno, siendo en muchos casos ellos mismos el gobierno.
El mercantilismo evaluaba el trabajo como la base de la riqueza de las naciones. Pero
dado que era necesario mantener la capacidad competitiva de las naciones, no podía aumentarse
los costos a través de beneficios sociales para los trabajadores, e incluso se consideró que las
políticas para pobres eran malas dado que fomentaban el vicio de la holgazanería, y la única
propuesta social aceptada se fundamentaba en el trabajo de esa franja de la población.
“Si bien este contexto de trabajo represivo no supuso un mejoramiento del nivel de vida
de las capas deprivadas (pobres), tuvo a su vez, fuertes implicaciones en el futuro desarrollo de
la seguridad social. En primer lugar, generó sentimientos de responsabilidad social por parte de
los grupos gobernantes. Y en segundo término, promovió un reconocimiento de los derechos de
los pobres a disponer de medios de subsistencia”3.
En esta era mercantilista se cita a Francia como uno de los países que menos se sometió
a los intereses de los mercaderes. También es de citar a Alemania donde no solo se trató de un
conjunto de políticas sino que se tradujo en estudios de las Finanzas Públicas, o sea de la
actividad financiera del Estado, y de allí el nombre de Cameralismo que recibe el mercantilismo
alemán. El Cameralismo fue una modalidad, precursora del desarrollo de las finanzas públicas,
que se difundió en los reinos y principados del débil Sacro Imperio Romanogermánico, que
luego de la Guerra de los Treinta Años se presentaba desmembrado en más de trescientas
unidades. El cameralismo trató las formas prácticas de administrar de manera eficiente las
finanzas de estos territorios. Se incluían en estos intereses temas de política económica,
legislación fiscal y administración de haciendas y recursos. La denominación “cameralismo” se
generó del hecho de que se administraban las tesorerías del Estado (reinos o principados)

1
GALBRAITH, John Kenneth. Historia de la Economía. Ariel Sociedad Económica. Buenos Aires,
1994.
2
GRAY, Alexander. The Development of economic doctrine. Londers. Green, 1948.
3
MIDAGLIA, Carmen. “Reforma del Estado: un análisis alternativo”en “Revista Fronteras Nº 1”.
Edición Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de Trabajo Social. Universidad de la República.
Montevideo, 1995.
denominadas kammer (equivalente a la caisse de los franceses o la camera principis de los
romanos)4. Autores alemanes prestaron atención a la administración financiera, abarcando la
Cámara real y la casa del príncipe, para que éste pudiera sostener su rango de nobleza y
satisfacer sus deseos. Su estudio fue denominado “Ciencia Cameral”. Es de citar a Gaspar
Klock (“Tratado económico político de las constituciones”, 1634), Veit Ludwig
Scheckendorff (1626-1692), Johann Becher (1635-1682), Johann H. Von Justi (1720-1771) y
Jospeh von Sonnefels ( 1733-1817).

Consolidación del Estado-Nación. Teorías que lo justifican.


Se cita al tratado de Paz de Westfalia (Alemania) como un punto de inflexión en la
historia europea, y la consolidación de los nacientes Estados-Nación.
En el siglo XVI se dá la rebelión del hombre frente a la Iglesia. Esta última como
institución de ordenamiento y regente de la vida social, pierde cierta vigencia. Se manifiesta a
través de la crisis del protestantismo y lo que se llama la Reforma Religiosa. Frente al
decaimiento de la Iglesia en este sentido, se consolida otra institución que es el Estado quien
comenzará a regir la vida social con más fuerza. El principio de un bien común político de la
cristiandad5 ha sido sustituído por el principio de la razón de Estado.
Westfalia (entre 1648 y 1660) ha sido el primer ensayo de un orden europeo basado en
el equilibrio (referido al poderío de cada país y al dominio que unos podían ejercer sobre otros),
y la paz basada en el reconocimiento de las razones de cada Estado.
En el siglo XVII se desarrollan doctrinas absolutistas fundamentadas en una teología
política –protestante y católica-, que hacen progresar en el proceso de secularización del
pensamiento político (separando al Estado y la vida política de la órbita religiosa), lo que es
fruto del racionalismo individualista, que como idea filosófica privilegia la razón humana por
sobre, o en planos diferentes, a la fé religiosa, en tanto ordenamiento social. En lo referido al
pensamiento político se señala como expositor destacado a Maquiavelo como defensor del
absolutismo monárquico.
Se destaca también Bodino (Juan Bodin) quien considera que la soberanía es el único
elemento de cohesión en la sociedad, y que la tolerancia religiosa es posible y deseable dentro
del estado. O sea que lo que nuclea a toda la comunidad como una sola, con identidad propia,
es la autoridad soberana, en este caso ejercida por el Estado de la monarquía absoluta (limitada
según el propio Bodino por las leyes naturales de la propiedad privada).
Entre 1640 y 1651 en Inglaterra fue una época de revolución y guerras civiles, y en ese
contexto aparece Tomás Hobbes, y dentro de sus obras se destaca “Leviatán6 o materia, forma y
poder del gobierno eclesiástico y civil” (1651).
El Leviatán es un análisis racionalista de la filosofía política que parte de una
concepción puramente materialista de la naturaleza humana, egoísta y cruel. El hombre en
estado natural no es un ser sociable (Aristóteles por el contrario sostiene que el hombre es un ser
gregario por naturaleza), sino por el contrario tienden a guerrear unos contra otros, y por lo tanto
la vida social no es mas que algo artificial y consecuencia de un cálculo interesado. Sostiene el
principio del poder total en manos del Estado, descartando toda posibilidad de disentimiento,
ejerciéndose un control absoluto tanto de la sociedad civil (instituciones privadas, autónomas y
no estatales, como son iglesias, escuelas, hermandades, etc) como de la misma vida privada de
los ciudadanos, que sólo podrá desarrollarse dentro del marco definido por el Estado.
Frente a la posibilidad de enfrentamiento constante de unos hombres contra otros, por su
propia naturaleza, Hobbes idea el Leviatán como forma de organizar la sociedad, a través de un
organismo superior que es el Estado. El Banco Mundial en su Informe 1997, en referencia a la
crisis del Estado (a fines del siglo XX), expresa: “El Estado implosiona, dejando a los
ciudadanos despojados de las condiciones más básicas para una existencia estable: leyes y

4
ZALDUENDO, Eduardo A. Breve historia del pensamiento económico. Ediciones Macchi. 2da
edición. Buenos Aires, 1994.
5
Cristiandad es un término que se usa habitualmente para significar el dominio hegemónico de la Iglesia
Católica y los principios cristianos, sobre toda la vida social.
6
Leviatán es aquel monstruo marino que aparece en el libro de Job, y que simboliza el diablo del poder.
seguridad, confianza en los contratos y un instrumento de cambio sólido. Esas crisis nos
recuerdan la visión de Thomas Hobbes en su tratado Leviatán (1651), en el que describía la
vida sin un Estado capaz de mantener el orden como una existencia “solitaria, pobre, cruel,
embrutecida y breve”.
Pero, el estado absoluto del Leviatán entra en contradicción con el individualismo
absoluto que lo limita. Así surge la preocupación de defender al individuo del Estado que
“todo lo abarca”. En este contexto surge en Inglaterra la figura de John Locke (1632-1704).
Ya los tratadistas españoles (católicos y protestantes) habían preparado el camino a estos
pensadores que defendían los derechos del individuo contra la autoridad arbitraria.
Todos los pensadores de la época (Rousseau, David Hume, Smith) defienden la libertad
del individuo, entre ellos Locke sostiene que la sociedad civil surge de un pacto para instituir
una justicia legal. Sostiene que la propiedad privada es un derecho natural, en lo cual se vé el
propósito de independizar al individuo de las potestades del estado, y es la forma de consolidar
la libertad (así como para Rousseau la libertad se afianza a través del sufragio universal).
Locke incluso plantea que el Estado no solo debe respetar, sino que debe tutelar o proteger estos
derechos naturales (propiedad). Se afianzan los derechos civiles como son el de la libertad y el
de la propiedad.
Locke tiene influencia sobre el pensamiento de los fisiócratas cuando sostiene el
derecho a la propiedad privada y la vinculación entre esta y la libertad del individuo. En casos
como el de los pobres, Locke abogó por la intervención del Estado en asuntos económicos.
Su obra “Ensayo”, pronto tuvo resonancias europeas. Es la primera pieza maestra del
individualismo antiautoritario o liberal. En el siglo XVIII iban a aprender en él todos los
tratadistas. Con Montesquieu las ideas de Locke se esparcirán por la Europa del “antiguo
régimen”, socavando sus cimientos, preparando el terreno intelectual para la revolución
(francesa). Sin duda que están en germen los derechos políticos.
Es de destacar el aporte de Rousseau en “Contrato Social” (1762) a través del concepto
de voluntad general y en la distinción entre el soberano y el gobierno. El soberano es el pueblo
en comunidad, que hace efectiva su participación a través de un ente abstracto que denomina
“voluntad general”7. El concepto de soberanía viene del siglo XVI en referencia al proceso
que tendía a disolver el poder de dos grandes potencias universales de la edad Media: la Iglesia
y el Imperio.
“El Estado moderno es anterior al mercado, en la medida en que Hobbes y el contrato
social preceden a Adam Smith, y al principio individualista de que, si cada uno defiende su
propio interés, el interés colectivo estará garantizado a través de la concurrencia de mercado”8.

La Ciencia Económica y su consideración del Estado-Nación.


Los fisiócratas, con su doctrina del “orden natural” y la vigencia de las “leyes naturales”
ordenadoras de la vida social, encarnaron la expresión “laissez faire, laissez passer”. Esto
significa que el Estado no debe intervenir en lo económico y en lo social, pero es diferente la
consideración de los fisiócratas, a la que posteriormente darán los Clásicos de la no intervención
estatal. En el pensamiento fisiocrático el Estado debía ser un intérprete del orden natural, y
salvo en cuestiones de defensa nacional, no debía intervenir pues podía entorpecer el normal
desenvolvimiento de estas leyes de la naturaleza. Para los Clásicos no son las leyes naturales
las que gobiernan la economía y sirven de ordenamiento económico-social, sino que es la
“mano invisible” o leyes del mercado, y el Estado no debía intervenir pues distorsionaba las
fuerzas del mercado.
La Escuela Clásica limita la acción del Estado a la satisfacción de las necesidades
públicas absolutas (Estado Gendarme), y la construcción de obras públicas necesarias. No
7
PALACIO ATARD, Vicente. Manual de Historia Universal. Tomo IV. Edad Moderna. Segunda
Edición revisada y ampliada. Espasa-Calpe S.A. Madrid, 1970
FIGUERAS, Alberto José. “El Estado y su función político económica: evolución del concepto desde el
siglo XVII” en “Revista de Economía Nº 79”. Banco de la Provincia de Córdoba. Córdoba, Octubre-
Diciembre 1995.
8
BRESSER PEREIRA, Luiz Carlos. “La Reforma del Estado de los años noventa. Lógica y mecanismos
de control”, en “Desarrollo Económico Nº 150. Vol. 38”. IDES. Buenos Aires, Julio-Setiembre 1998.
obstante eso, Adam Smith no es tan dogmático respecto a la intervención del Estado, pues
considera que hay en los capitalistas una tendencia natural al monopolio, de manera que se
puede ver allí una justificación de la intervención del Estado con el objeto de asegurar la libre
competencia en el mercado. Otra de las famosas conclusiones de Smith, es que la división del
trabajo se ve limitada por el tamaño del mercado. Esto arguye a favor de un área de libre
comercio lo más vasta posible, que proporcionaría la máxima eficiencia posible del trabajo, con
lo que se consagra la doctrina del librecambio (y es uno de los aspectos de estructura económica
en donde el Estado abandona el liberalismo, en la primera guerra mundial). Smith no es
rígidamente dogmático tampoco con relación al comercio libre; admite la conveniencia de
aranceles en industrias esenciales para la defensa y, dado el caso, con carácter de represalia por
la aplicación de otras abusivas en el extranjero, aconsejando a la vez que vaya retirándose
gradualmente el apoyo a las empresas protegidas y a sus trabajadores9
La obra de Smith (publicación sobre el Origen de la Riqueza de las Naciones), apareció
en el año 1776, el mismo de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de
América. Una de las relaciones entre ambos acontecimientos es que se trata de una reacción
contra las políticas y las prácticas económicas del mercantilismo.
Dentro de los clásicos, como pensador progresista, John Stuart Mill distinguió entre dos
tipos de leyes económicas: a) las que gobernaban la producción, que eran naturales e
inmutables; b) las leyes que gobernaban la distribución, las cuales eran sujetas al control
humano. A partir de este concepto bregó por una libertad en la cual lo fundamental era que
todos los individuos partieran de una situación equivalente.10 Es posible deducir de ello una
justificación para la intervención estatal.
Dentro de la Escuela Clásica se destaca J.B. Say, con la famosa Ley de Say que todos
aceptaron, si bien algunos se opusieron como es el caso de Malthus. Say sostenía que toda
oferta crea su propia demanda, de manera que toda producción se traduce en un ingreso y que
todo el ingreso se gasta (demanda agregada). Un aumento de la producción (oferta agregada)
provoca un aumento de la demanda agregada (de consumo o de inversión), de manera que el
equilibrio y el pleno empleo estaban asegurados. Si bien Malthus no coincidía con esta, la Ley
de Say estuvo vigente hasta la Gran Depresión de 1930. En esta concepción no era admisible
la intervención del Estado en la economía.
Dentro de la Escuela Clásica también David Ricardo sustenta que no debe intervenir el
Estado, cuando afirma incluso que los salarios deben quedar librados a la libre competencia del
mercado, sin interferencia de la legislatura.

Importancia de la tradición alemana.


En Alemania, a principios del Siglo XIX, subsistían todavía vestigios de los anteriores
principados, y hay una tradición de respeto y consideración hacia el Estado poco usual en otras
naciones del continente europeo. Se consideraba que el Estado brinda protección al individuo y
la posibilidad de una existencia civilizada ininterrumpida, siendo un puente que va del pasado al
futuro.
Economistas destacados fueron Adam Müller (1779-1829) y Georg Friedrich List
(1789-1846). Existieron antecesores de List que propiciaron una economía estatista. List
pensaba que el libre comercio no haría sino perpetuar el predominio industrial inglés,
constituyéndose en el mayor defensor del proteccionismo.
La tradición alemana habla de un respeto hacia el Estado, del prestigio de los
funcionarios públicos, y de la ausencia del debate sobre lo que el Estado debía realizar, siendo
característico el pragmatismo en ese sentido.
En List se encuentran los antecedentes del institucionalismo americano (nacido con T.
Veblen y sustenta una marcada tendencia intervencionista). Como representante de lo que se
dio en llamar la Escuela Histórica Alemana, List resalta un debate que puede sintetizarse en dos
preguntas: ¿Buscan y encuentran los economistas, en consecuencia, verdades eternas como lo
hacen por ejemplo, los químicos y los físicos? ¿ O acaso, las instituciones de que se ocupan los

9
GALBRAITH, John K.. Ob. Cit.
10
FIGUERAS, Alberto. Ob cit
economistas se encuentran en permanente proceso de transformación al cual deben adaptarse en
una evolución constante el tema de su estudio y, más particularmente, las políticas que
preconizan?11. Con ello quiere destacar la importancia del estudio de las instituciones, y la
característica cambiante de la realidad y lo que ello plantea como necesidad a la Ciencia
Económica (esto es aplicable a la institución Estado, como a otro tipo de instituciones).
Desde Viena, una trilogía de economistas –Friedich von Wieser, Ludwing von Mises y
Friedich von Hayek-, se constituían en virtuales fundadores de la denominada “escuela
austríaca”. La esencia de la misma también tiende a reactualizar las postulaciones clásicas,
acentuando su preocupación sobre la forma de evitar la creciente intervención del Estado. Von
Hayek propugna imponer drásticas limitaciones constitucionales al avance del Estado, incluso al
margen de y por sobre la opinión mayoritaria de la población, dado que la amplísima
concepción de libertad individual que propugna sería axiomática y no susceptible de ser
expuesta a opciones de grados. La preocupación máxima se expresa contra la magnitud del
gasto público pues implica la forma más indeseable de modificar la asignación de recursos que
se confía exclusivamente al mecanismo de precios. Llega a propugnar la eliminación de la
facultad monopólica del Estado para emitir moneda y sostiene la privatización de dicha función.
Este esquema de ideas, a partir de fines del siglo XIX, comenzó a denominarse “neoclásico”12.
No obstante, dentro de la liberal Escuela Austríaca pueden encontrarse opiniones
marcadamente intervencionistas, tal el caso de Friedrich von Wieser (1851-1926), quien
aprobaba la “planificación del Estado” y su intervención en determinados proyectos que
producen un valor individual pequeño pero una gran utilidad social merced a sus
externalidades13.

Génesis del Estado de Bienestar (Welfare State).


Sin duda que políticas de bienestar existieron con diferente intensidad desde el
nacimiento del estado-nación, pero recién se puede comenzar a hablar de Génesis del Estado
del Bienestar o Estado Benefactor en la segunda mitad del siglo XIX. El tipo de necesidades a
que tuvo que ir haciendo frente el Estado fue variando en cantidad e intensidad durante el
tiempo. En la segunda mitad del siglo XIX se inicia la intervención del Estado en la
satisfacción de las necesidades infraestructurales de la comunidad, que se satisfacen a través de
la provisión de Bienes Públicos. Los bienes públicos o colectivos son bienes indivisibles, no
aptos para la apropiación privada dado que nadie puede adjudicársela, y de difícil recupero por
parte de la inversión privada. Son bienes cuyo suministro es de gran importancia para la
sociedad, pero no pueden producirse demandados o remunerados con base en individualidades.
Se diferencian de los bienes privados por su característica especial de que sólo pueden ofrecerse
con base en necesidades sociales, públicas o colectivas. La intervención del Estado, en este
aspecto tiene su fundamento en la Segunda Revolución Tecnológica (Segunda mitad del siglo
XIX) y el tipo de innovaciones que la configuran: acero, química, motor a explosión interna,
petróleo, frío, comunicaciones.
A medida que se van consolidando los derechos políticos (liberalismo democrático), en
las sociedades más avanzadas comienzan a engendrarse los derechos sociales que están
referidos a la aceptación pública de un mínimo de bienestar social (seguridad social, salud,
vivienda, alimentación, educación) para los integrantes de la comunidad. Su sanción supuso la
constitución de un conjunto de servicios de bienestar (tanto públicos como privados) encargados
de su instrumentación. Si bien estos derechos fueron los últimos en consagrarse (siglo XX), su
aprobación no sólo posibilitó el ejercicio real de los anteriores (civiles y políticos), sino que a su
vez, imprimió cambios en los marcos culturales de las sociedades modernas, ya que legitimó
patrones básicos de responsabilidad y solidaridad social14.

11
GALBRAITH, John K. Ob. Cit.
12
TREBER, Salvador. La Economía Argentina Actual. 1970-1987. Capítulo VII “Aspectos
Doctrinarios”. Segunda Edición. Ediciones Macchi. Buenos Aires, 1987.
13
FIGUERAS, Alberto. Ob.cit.
14
MIDAGLIA, Carmen. Ob. Cit.
Como un hito que marca este cambio cultural respecto a las funciones del Estado se
destaca una vez mas Alemania, a través del Canciller Otto von Bismarck (1815-1898), donde se
consagran legalmente los Servicios de Seguridad Social a cargo del Estado. Si bien se
considera que en la realidad no se trató de una conquista social en ese momento histórico (ya
que se conferían derechos que muy pocos podrían usufructuar), sirvió como antecedente de
gran valor y como un símbolo de la preocupación estatal por la satisfacción de este tipo de
necesidades públicas, con características de universalidad (las leyes para pobres que ya existían
en Europa desde antigua data, y que dieron lugar a agudas controversias ideológicas, eran
políticas focales, es decir focalizadas a un sector determinado de la población y no tendiendo a
la cobertura universal).

Paradigma Marxista.
En el año 1848 se da el Manifiesto Comunista y en el año 1867 se publicó El Capital.
Con estos dos hechos irrumpe la figura de Carlos Marx y un nuevo paradigma dentro de la
Ciencia Económica. Marx consideraba que el Estado era una superestructura (instrumento de
la clase capitalista), y por lo tanto un factor de poder, y en su concepción de la Sociedad
Comunista habla de una sociedad sin propiedad privada y sin superestructuras (por consiguiente
sin Estado). No obstante ello, el agudo cuestionamiento al capitalismo liberal imperante,
hace que muchos de los beneficios sociales que fueron configurando el Estado del Bienestar, se
hayan conferido por miedo a la revolución.
En forma paralela, si bien con una institucionalización y formalización posterior,
irrumpe la Doctrina Social de la Iglesia (el Papa Leon XIII en 1891 da la primer encíclica social
“Rerum novarum”15), que se ocupa inicialmente del problema de los trabajadores y las
condiciones laborales y sociales en las que vivían.
En Octubre de 1917 se produce la Revolución Bolchevique en Rusia. Como sucedería
mas adelante en levantamientos similares en Lejano Oriente y en América Central, el de Rusia
tuvo lugar contra un sistema agrícola arcaico y represivo, y contra un gobierno que había
servido los intereses del mismo en forma despótica y corrupta. De modo que las causas de la
revolución no fueron los trabajadores contra el poder y la explotación capitalista, sino que
estuvo en la agricultura y los terratenientes (si bien Marx consideró que la eliminación de los
residuos del viejo feudalismo era la primera etapa de la revolución).
La importancia de la revolución rusa en cuanto a sus efectos, es que anunciaba que la
revolución era posible, y esto desencadenó diferentes actitudes y orientaciones en materia
económica, dentro del mismo sistema capitalista16.
Las raíces de los Socialismos europeos del Siglo XIX y del marxismo en particular,
están en la filosofía política iluminista. El “socialismo utópico” francés primero y el
“socialismo científico” marxista luego, dieron lugar a fines del siglo XIX y en las primeras
décadas del siglo XX a una diversidad de interpretaciones teóricas y prácticas políticas.
Tomando como base al propio Marx, se derivan disímiles corrientes tales como la Social
Democracia alemana y rusa (Kautsky), el anarquismo de Bakunin (1814-1876), el
espartaquismo germano de Rosa Luxemburgo (1870-1919), el Leninismo (Lenin y Stalin: 1879-
1953), y el Trotskysmo (Trotsky: 1877-1940). Lenin es quien intenta y logra crear un sistema
inspirado en las macroconcepciones de Marx y Engels. Surge así el Marxismo-Leninismo, que
se encarna en un país determinado –Rusia-. El Marxismo-Leninismo constituye la columna
vertebral de las formas concretas de realización histórica del comunismo17.
En Gran Bretaña, después de la iniciativa de Bismarck en Alemania, se da una etapa de
gran influencia en lo relativo a servicios sociales. En este caso se trataba mucho menos del
miedo a la revolución sino por la agitación concienzuda e informada de hombres, mujeres y

15
Rerum novarum protestó por la “acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de
la inmensa mayoría”, señalando que “un número sumamente reducido de opulentos y adinerados (había)
impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios” (RN 1).
16
GALBRAITH, John K. Ob. Cit.
17
Centro de Investigación y Orientación Social. Comunión y Participación. Editorial Guadalupe. Buenos
Aires, 1982.
organizaciones preocupadas por el destino de la sociedad. Es de citar en este sentido a Sidney y
Beatrice Webb, H. G. Wells, George Bernard Shaw, la Sociedad Fabiana y los sindicatos
obreros, que eran en aquel entonces influyentes y tenían objetivos bien formulados. En 1911,
bajo el patrocinio de Loyd George, ministro de Hacienda de Gran Bretaña, se adoptaron leyes
mediante las cuales se implantaron los seguros oficiales de enfermedad y de invalidez, y
posteriormente de desempleo. El subsidio por desempleo británico superó las proporciones de
su precursor alemán, ya que recién en 1927 Alemania implementa un seguro de desempleo
propiamente dicho. Gran Bretaña era la patria de la ortodoxia clásica, pero había llegado a
aceptar, aunque fuera con renuencia, una transformación muy importante del sistema, o al
menos una atenuación sustancial de sus rigores. Se trataba de un ejemplo que Estados Unidos
bien podían emular.
En 1920, en Gran Bretaña, Arthur G. Pigou (1877-1959), sucesor de Alfred Marshall
(en la Universidad de Cambridge), publicó su obra básica de economía política titulado “The
Economics of Welfare” o “La economía del bienestar”. Si bien continúa dentro del
pensamiento clásico, propone una alternativa a esta línea de pensamiento, apoyando la
redistribución de la renta a través de las medidas de bienestar18.

Siglo XX. Se inician grandes cambios.


Hasta principios del siglo XX, la dimensión del Estado en todo el mundo era reducida.
El punto de inflexión se produjo como resultado de una serie de acontecimientos
transcendentales que se inician con la primera guerra mundial.
En 1914 se marca un hito histórico de suma importancia pues el Estado, debido al
conflicto bélico, interviene en el comercio exterior y las relaciones económicas exteriores, a
través de formas proteccionistas. La importancia de este hecho radica en que se termina la era
del librecambio, pilar fundamental del andamiaje clásico (que se inicia con Adam Smith
aproximadamente 150 años antes), y que rige durante todo el siglo XIX. A partir de este corte,
se comienza a hablar de Capitalismo Reformado o Reglamentario, en aspectos no solo sociales
sino estrictamente económicos, que sustituye al Capitalismo Liberal, y a partir del cual no hay
retorno a la era del librecambio.
Ocurren una serie de acontecimientos posteriores a la primera guerra mundial. El
primero de ellos fue la revolución rusa de 1917, que llevó a la abolición casi total de la
propiedad privada y confió al Estado el control de toda la actividad económica a través de la
planificación centralizada. El segundo, la Gran Depresión de los años treinta, causó en el
mundo no comunista una catástrofe económica de tal magnitud que impulsó a los gobiernos a
experimentar políticas anticíclicas para restablecer la actividad económica. El tercero,
desencadenado por la segunda guerra mundial, fue la rápida disolución de los imperios
coloniales europeos. Ese cambio geopolítico –unido al clamor de seguros sociales en los países
industriales- abrió la puerta a cincuenta años de debate sobre la conveniencia de ampliar la
intervención estatal19.
En 1929-1930 ocurre la Gran Depresión, crisis económica que se manifiesta como una
crisis de superproducción (parte de la producción se destruía mientras había contingentes de
personas con hambre), de desempleo, de aguda recesión. En este contexto, la ley de Say no
rige, y no logra explicar las características de esta crisis, y mucho menos la salida de la misma.
Esta ley de Say ya había sido criticada por Thomas Robert Malthus (dentro de la escuela
clásica) cuando sostenía la posibilidad de una superproducción generalizada como contrapartida
a una escasez de la demanda.
Al perder vigencia la Ley de Say, se desmorona otro de los pilares de la construcción
clásica, que preconiza la no intervención estatal en el quehacer económico.

Paradigma Keynesiano.

18
GALBRAITH, John K. Ob. cit.
19
BANCO MUNDIAL. Informe sobre el Desarrollo Mundial 1997 “El Estado en un mundo en
transformación”. Washington, 1997.
Se da en la realidad el equilibrio con subempleo, la necesidad de promover la demanda
recurriendo a gastos públicos, más allá del límite de los ingresos disponibles, y estos son los
elementos básicos del planteo de Keynes, y lo que se dio en llamar la Revolución Keynesiana.
Galbraith sostiene que hubo keynesianos antes de Keynes. Uno de ellos es Adolf Hitler,
quien emprendió un gran programa de obras públicas (de ingeniería civil antes de los gastos
armamentistas) en Alemania en 1933 cuando asume el poder. Este proceso no impresionó al
mundo económico dado que Hitler y los nacionalsocialistas no eran un modelo a imitar. Otro
antecedente notable fue el de Suecia donde un grupo de economistas (durante dos generaciones)
había venido desarrollando un examen crítico de las ideas económicas en su relación con los
asuntos públicos. Uno de los aspectos centrales de esta corriente sueca es la utilización
deliberada del presupuesto del estado para respaldar la demanda y el empleo, abandonando la
esperanza de que el banco central, solo reduciendo los tipos de interés podía aumentar
efectivamente la inversión, el gasto y la demanda. Estas ideas fueron penetrando lentamente
(en el decenio del ’20) en Gran Bretaña y Estados Unidos. Incluso, Suecia fue presentada como
la “Vía Intermedia” a un mundo perturbado por la idea de que el socialismo y el comunismo
eran las únicas alternativas a un capitalismo rigurosamente ortodoxo20.
En Estados Unidos se da en 1933 el cambio de gobierno, de Hoover a Franklin D.
Roosevelt, quien aplica lo que se ha dado en llamar el New Deal, plan que instrumenta muchas
de las medidas que Keynes vendría a proponer formalmente a través de su teoría (esbozada
anteriormente a través de intervenciones personales y de artículos publicados).
En 1936 se da la publicación de la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, de
John Maynard Keynes, acontecimiento solo comparable con la publicación de Adam Smith en
1776 y de Carlos Marx en 1867.
Así como se señaló que debido a la publicación de El Capital de Carlos Marx en 1867
se inauguraba un nuevo paradigma dentro de la Ciencia Económica (después del paradigma
clásico), es posible afirmar que con Keynes irrumpe el tercer gran paradigma. Figueras21
sostiene “sin duda, que la revolución de la política keynesiana explica la extensión del concepto
del Estado de Bienestar desde los ’30 (aún cuando, puede decirse, que las recomendaciones
keynesianas recién se aplicaron como un plan económico coherente en los años ’60, bajo la
Administración Kennedy)”.
Después de 1946, en Francia, se establecen planes de modernización y equipamiento. El
Estado intenta influenciar las magnitudes estratégicas (inversión, consumo, gasto total) pero
deja que, lográndose una cifra global dada, intervengan libremente los cálculos de los
individuos y de las empresas. Utiliza todos los procedimientos indirectos de intervención,
esforzándose en no dificultar ningún mecanismo esencial de la formación de precios. Lo que
antes era privativo de las economías colectivistas (la planificación), empieza a ser moneda
corriente dentro del sistema capitalista, y se comienza a hablar de planificación indicativa,
propia de las economías descentralizadas. Los Países Bajos y Francia han sido los primeros en
emprender esta vía, por eso se la conoce como “planificación a la francesa”. Gran Bretaña
también comienza con esta práctica a través de la creación del Consejo Nacional de Desarrollo
Económico, mas tarde Italia, y hasta la entonces Comunidad Económica Europea propuso a los
seis países miembros (en ese momento) que adoptaran una “programación comunitaria” para el
período 1964-196822.
Las ideas keynesianas tuvieron una amplia repercusión, y aplicación generalizada en el
período posterior a la segunda guerra mundial. La excepción fue Alemania Federal donde se
implementó lo que Müller-Armack llamó “economía social de mercado” (a partir de 1948). Se
destacan como principales expositores Walter Eucken y Fraz Böhm, y quien llevará a cabo este
tipo de política hasta 1960 fue Ludwing Erhard. Se trata de un esquema heterodoxo (síntesis
de libre competencia e intervencionismo), pues procura conciliar “la libertad de consumir los
ingresos según la imaginación individual y de organizar la vida privada de acuerdo con propios
planes”(Erhard, en “El orden del futuro”), con la concentración y oligopolización de las

20
GALBRAITH, John K. Ob. cit.
21
FIGUERAS, Alberto. Ob. Cit.
22
BARRE, Raymond. Economía Política. Editorial Ariel. Barcelona, 1971.
empresas, el creciente peso en la planificación privada por parte de los grandes bancos, la
permanencia de elevados subsidios y una fuerte protección a la agricultura.
En la evaluación de este tipo de políticas (“el milagro alemán”) hay que considerar otros
factores como es la necesidad geopolítica de Estados Unidos de reconstruir la Alemania
Occidental de la postguerra, y por otro lado, y relacionado con lo anterior, los aportes recibidos
por Europa a través del Plan Marshall (plan de reconstrucción de la Europa de la postguerra,
desde Estados Unidos)23.
Otro tipo de derivaciones que tuvo la intervención del Estado son experiencias
corporativas, nacionalizaciones y el dirigismo.
Mientras Francia y Estados Unidos emprenden el camino del dirigismo, otros países
establecen una reglamentación más estricta y completa de sus economías mediante una
organización “corporativa”. Una experiencia corporativista es aquella que Oliveira Salazar
llevó a cabo en Portugal (década de 1930). Se trata de un corporativismo de estado y no de
asociación. Las dos experiencias más importantes son Italia (con Mussolini) y Alemania (con
Hitler). Lo mismo ocurre con las medidas de organización de la economía tomadas en Francia
por el gobierno de Vichy durante el período de ocupación (1940-1944).
Especialmente en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial se difundió en
Europa una forma de política económica que propiciaba la injerencia oficial en los mecanismos
de mercado. El Estado actuaba directamente fijando precios, cantidades ofrecidas, el acceso a
los mercados. El Estado dirige la economía mediante resoluciones oficiales que afectan las
principales variables de la economía, pero sin quitar a los particulares la titularidad de los
medios de producción. A esto se le llamó dirigismo.
En cambio, en las nacionalizaciones sí hay un traspaso de propiedad de medios de
producción desde los particulares al Estado. Estos procesos estuvieron sustentados en
diferentes principios que los justificaban, tales como el de industrias estratégicas, áreas de
defensa, fomentar el empleo, etc24.

La Segunda postguerra.
“Las teorías del desarrollo posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que surgieron en
las décadas del ’50 y ’60, partieron de la premisa de que el aparato del Estado podría emplearse
para fomentar el cambio estructural. Se suponía que la principal responsabilidad del Estado era
acelerar la industrialización, pero también que cumpliría un papel en la modernización de la
agricultura y que suministraría la infraestructura indispensable para la urbanización” (Evans,
1996). En los años ’50 se sustentaba la idea de que el Estado tenía un papel estratégico en la
promoción del progreso técnico y de la acumulación de capital, además de caberle la
responsabilidad principal de garantizar una razonable distribución del ingreso. A este tipo de
Estado se les llamó “Estados Desarrollistas” o propiamente “Estado Benefactor”25.
“El Estado benefactor desarrollado, que pasó a ser una de las marcas distintivas de la
próspera ‘Edad de Oro’ de la posguerra, implicó algo más que una mera actualización de las
políticas sociales vigentes en el mundo industrial avanzado. En el más amplio de los sentidos,
representó un esfuerzo de reconstrucción económica, moral y política. En lo económico, se
apartó de las ortodoxias de los mecanismos de mercado y apuntó a la ampliación del nivel de
ingresos y de la seguridad laboral como derechos de la ciudadanía. En lo moral, promovió las
ideas de justicia social, solidaridad y universalismo. En lo político, formó parte de un proyecto
de construcción nacional que procuraba reafirmar la democracia liberal contra los peligros
gemelos del fascismo y del comunismo”26.

23
TREBER, Salvador. Ob. Cit.
24
LAJUGIE, Joseph. Los Sistemas Económicos. Eudeba. 26ª. Edición. Buenos Aires, 1995.
25
Bresser Pereira lo cita como “Estado social-burocrático” en la medida en que, para promover el
bienestar social y el desarrollo económico, contrataba directamente, como funcionarios públicos, a
profesores, médicos, enfermeras, asistentes sociales, artistas, etc.
26
ESPING-ANDERSEN, Gosta. “Después de la edad de oro: el futuro del Estado Benefactor en el
Nuevo Orden Mundial” en “Desarrollo Económico, vol. 36, Nº 142”. IDES. Buenos Aires, Julio-
Setiembre 1996.
Este conjunto de ideas respecto a las funciones del Estado es lo que se da en llamar la
Primera Ola.
En la postguerra, el modelo de producción imperante en forma casi hegemónica, era el
fordismo, que como todo modelo de producción está definido por un paradigma tecnológico, un
régimen de acumulación y un modo de regulación. Una de las instituciones básicas de este
modelo de producción (y de desarrollo) imperante, era el Estado Benefactor (Welfare State),
uno de los vértices de este modelo (Estado, Empresarios y Trabajadores), quien a través de la
regulación y la intervención en forma directa e indirecta, de sus políticas redistributivas,
garantizaba que se diera el régimen de acumulación que el modelo requería (aumento del
mercado interno, basado fundamentalmente en la mayoritaria clase media trabajadora). En
este sentido Lipietz expresa: “Creo que el fordismo es el tiempo en que la importancia del nivel
nacional es la mayor de toda la historia del capitalismo. En realidad, cuando estudiamos la
historia del capitalismo tenemos la impresión de que es la historia de la internacionalización,
pero desde el punto de vista histórico, especialmente en Europa, la historia del capitalismo es,
por el contrario, la historia de la construcción de su mercado interno”27.
Merece una breve consideración el proceso de descolonización, que fue al nivel
internacional el equivalente de lo que al nivel nacional era el Estado del Bienestar. Esto es así,
pues a través de ese proceso se ofrece a las masas del mundo entero una pequeña porción de la
tarta, unida a una esperanza reformista. Esta estrategia es lo que algunos denominan
“wilsonianismo”, tomando el nombre del Presidente Wilson28 que propuso repetir a escala
mundial lo que se había hecho a escala nacional. El wilsonianismo ofreció una analogía del
voto en el derecho a la autodeterminación nacional, o sea la paridad política de todos los estados
en las estructuras supranacionales corría paralela a la paridad política de todos los ciudadanos
dentro del estado. Además, ofreció una analogía con la legislación social y el Estado de
Bienestar mediante el concepto de desarrollo económico de los países subdesarrollados
auxiliados por los países centrales (es decir el Estado del Bienestar a escala mundial). También
este proceso tuvo su crisis en la década de 197029. Es decir, el proceso de incorporación política
propia del Estado del Bienestar a nivel nacional a través de la participación política (derecho de
voto), se tradujo en el derecho a la autodeterminación a nivel internacional, y el proceso de
incorporación social (del Estado del Bienestar) a nivel nacional , se tradujo a nivel internacional
en el proceso de desarrollo para las economías atrasadas o subdesarrolladas.
La Segunda Ola de ideas viene cuando se comienza a ver en el Estado un problema
mas que una solución. Este cambio se da en la década de los ’70, y tiene como detonante la mal
llamada Crisis del Petróleo. Hay varias razones que explican este cambio, las que serán
consideradas al analizar la Reforma del Estado.
Cobran preeminencia las teorías minimalistas, que sostienen el achicamiento del Estado,
teorías apuntaladas por un impresionante aparato analítico “neoutilitarista”. Fue en la década de
los ’80 cuando se habla de ajuste estructural, y que está definido claramente en lo que se dio en
llamar el Consenso de Washington. Si bien esta visión es coincidente con la concepción
neoclásica tradicional del Estado, avanza en algunos sentidos ya que no considera al Estado
como un árbitro neutral, sino que reintroduce aspectos políticos, al considerar que las políticas
públicas reflejan los intereses existentes en la sociedad.
A fines de la década de los ’80 comenzó a cristalizar una “tercera ola” de ideas al
respecto. Hasta el Banco Mundial evalúa las recetas aplicadas a rajatablas en la mayoría de los
países (fundamentalmente los países deudores) como exageradas, no siempre apropiadas a las
realidades, sin posibilidad de corregir los verdaderos problemas, y comienza por lo tanto a
considerar que los verdaderos problemas de las economías se debían a deficiencias
institucionales a ser corregidas únicamente en el largo plazo. Una característica de la tercera
27
LIPIETZ, Alain. “El posfordismo y sus espacios. Las relaciones capital-trabajo en el mundo”.
Programa de Investigaciones Económicas sobre Tecnología, Trabajo y Empleo. PIETTE del CONICET.
Buenos Aires, Seminario del 12 y 13 de abril de 1994.
28
Wilson (1856-1924) fue Presidente de los Estados Unidos desde 1913, siendo reelecto en 1916, y tuvo
una participación relevante en el tratamiento de las reparaciones de guerra, posteriores a la primera guerra
mundial (1914-1919).
29
WALLERSTEIN, Immanuel. El futuro de la civilización capitalista. Icaria Editorial. Barcelona, 1997.
ola de ideas acerca del Estado y el desarrollo es la admisión de la importancia de la capacidad
del Estado, no simplemente en el sentido de la pericia y de la perspicacia de los tecnócratas que
lo integran, sino en el sentido de una estructura institucional perdurable y eficaz30.
El Banco Mundial en su Informe sobre el Desarrollo Mundial 1997 expresa: “Las
consecuencias de un rechazo a ultranza del sector público han hecho que se abandone el estéril
debate sobre el Estado frente al mercado para analizar una crisis más fundamental de la eficacia
estatal. En algunos países, la crisis ha desembocado en un colapso total del sector público. En
otros la erosión de la capacidad de éste ha llevado a las organizaciones no gubernamentales
(ONG’s) y populares –a la sociedad civil, en términos más generales- a tratar de ocupar su
lugar. En su aceptación de los mercados y su rechazo del activismo estatal, muchos se han
preguntado si el mercado y la sociedad civil podrían en último término suplantar al Estado. Sin
embargo, las enseñanzas de medio siglo de continua reflexión sobre el papel del Estado en el
desarrollo son más matizadas. Han fracasado los intentos de desarrollo basados en el
protagonismo del Estado, pero también fracasarán los que se quieran realizar a sus espaldas.
Sin un Estado eficaz, el desarrollo es imposible”31.

30
EVANS, Peter. “El Estado como problema y como solución” en “Desarrollo Económico, vol 35, Nº
140”. Buenos Aires, enero-marzo 1996.
31
BANCO MUNDIAL. Informe sobre el Desarrollo Mundial 1997: “El Estado en un mundo en
transformación”. Washington, 1997.

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