Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
No soy abogado ni experto en leyes. Soy cineasta y antes que cineasta soy un
ciudadano dominicano. Escribo esta carta sin más pretensión que la de hacer
preguntas en aras de abrir un diálogo y de poder relatar mi experiencia.
El pasado viernes 25 de mayo a las 6:00 a.m. me dirigía al gimnasio de un club a
unos metros de mi casa cuando la policía me detuvo y me preguntó por mi cédula.
Mi única identificación en ese momento era el carnet del gimnasio/club frente al que
me detuvieron (había decidido dejar de llevar la cédula al hacer ejercicio ya que
hace aproximadamente un año me asaltaron a punta de pistola mientras lo hacía).
No sirvió de nada que estuviera vestido con ropa deportiva frente al gimnasio/club,
que tuviera la identificación de membresía de ese lugar, o que tratara de explicarle
al policía que estaba muy cerca de mi hogar donde podíamos pasar por mi cédula.
Su respuesta fue tajante y sin dar espacio alguno al diálogo: “móntese”.
Asimismo, de nada sirvió que a los 10 minutos de que me ingresaran al
destacamento de la Cayetano Germonsén llegara un familiar con mi cédula de
identidad, pues el oficial a cargo dijo que su superior no se encontraba en esos
momentos y que, por tanto, no podría salir.
Una vez en el destacamento, me quitaron los cordones de los zapatos, mis
pertenencias y me metieron en una celda con 20 hombres más, en un lugar donde,
en mi opinión, no deberían de haber más de cuatro. En ese espacio insalubre, con
poca ventilación, escasa luz y donde nos encontrábamos hacinados, uno de los
detenidos me pidió dinero para la “limpieza”—un eufemismo para decir que tenía
que pagarle para que no me pasara nada—. Pude manejar la situación dado que
trabajé en la filmación de la película Carpinteros, período en el cual tuve contacto
cercano con el sistema penitenciario dominicano, así como con ciertos códigos que
utilizan los internos.
Sin embargo, uno de los del grupo de detenidos que ingresó a la celda minutos
después no tuvo la misma suerte. Éste, al negarse a pagar “la limpieza”, recibió
varios golpes por parte de dos detenidos, además de ser amenazado con dos
cuchillas (gilletes) por los atacantes. La disputa se disolvió minutos después al
aparecer la policía.
Luego, la policía nos sacó a todos al frente, nos colocaron en línea como en un
paredón y nos hicieron fotos grupales con sus celulares sin darnos ningún tipo de
explicación. Cuando pregunté para qué eran, me dijeron que ya me darían los
motivos (los cuales nunca llegaron), y nos volvieron a meter en la celda.
Tras aproximadamente cuatro horas encerrado logré salir de la celda gracias a que
apareció el director de cine José María Cabral, quien cuestionó directamente a los
oficiales sobre mis derechos como ser humano y ciudadano. Sin embargo, seguí
detenido en el destacamento porque los policías dijeron que no podría irme hasta
que no llegara la fiscal y aprobara mi liberación.
Al preguntarle a uno de los policías presentes qué delito había cometido, pues el
problema era mi cédula y ésta había sido llevada al destacamento pocos minutos
después de que me ingresaran, él me respondió textualmente: “Usted es culpable
hasta que se demuestre lo contrario”.
Luego de mucho insistir y hacer varias llamadas, a eso de las 10 de la mañana los
oficiales me dejaron libre antes de que llegara la fiscal que estábamos esperando.
Curiosamente, el mismo día del incidente, a las 2:26 p.m. la Policía Nacional
contactó a José María Cabral vía Twitter para “investigar y darle respuestas”, en
lugar de comunicarse conmigo, el afectado. Tras yo contactarlos por esa misma vía
quedaron en “llamarme en la mayor brevedad posible” para darle seguimiento al
asunto. Ya han pasado tres días y sigo sin recibir noticia alguna por parte de la
institución.
Andrés Farías
Cineasta