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Arquitectura religiosa en Oriente Próximo.

TEMA 5. LA CASA DE LOS DIOSES: TEMPLOS Y


SANTUARIOS

1. El templo en la sociedad mesopotámica:


Los templos sobre plataforma en la tradición sumeria: de Eridú a los templos del
periodo Protohistórico
El zigurat o «torre escalonada»: el modelo de la III dinastía de Ur.
Las torres escalonadas en los grandes imperios de Asiria y Babilonia
Los «templos bajos» en la arquitectura mesopotámica
Los templos bajos de Asiría y Babilonia: diversidad de plantas y modelos
2. Los templos y santuarios de las áreas periféricas
Los templos hititas
Los templos sirios y fenicios
Los hebreos y el Templo de Salomón

.1 El templo en la sociedad mesopotámica.


Aunque se puedan establecer un elevado número de variantes tipológicas,
ya que fueron muchos y muy diferentes los templos construidos por las
diferentes culturas, se ha optado aquí por realizar una clasificación más
sencilla, que reconoce la existencia de dos modelos básicos de templos
mesopotámicos:
- los elevados sobre plataforma, que culminarán en las torres
escalonadas
- los templos bajos.

Cada uno de ellos posee numerosas variantes obedece a procesos


históricos, culturales y religiosos distintos, aunque basados en unos mismos
principios que se irán explicando a continuación. Junto a estos templos
deberemos estudiar los de las llamadas «áreas periféricas); que desarrollan
tipologías diferentes a las mesopotámicas, entre los que se encuentran los
hititas, sirios, fenicios y hebreos.

La construcción de templos fue una constante entre las comunidades


mesopotámicas desde sus primeras fases de desarrollo urbano. La
explicación debemos buscarla en el importante papel que desempeñó la
religión en la formación de dichas comunidades y de su pensamiento
político, articulado desde un principio en torno a un régimen teocrático que
partía de la existencia de una teogonia de dioses relacionados con las
fuerzas de la Naturaleza, de los que dependía el mantenimiento del orden y
la subsistencia de la ciudad que ellos mismos había fundado.

En este sistema, el rey fue considerado como un ser directamente


engendrado por la divinidad, al que correspondía el papel de intermediario
entre ésta y los hombres, y al que se atribuía la misión de edificar templos
en señal de gratitud a los dioses. El templo pronto se convirtió en sede del
poder secular y sacerdotal, ostentado en los primeros tiempos por una
misma persona, siendo el verdadero eje vertebrador de la vida religiosa,
política y social de las primeras ciudades mesopotámicas.

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Este proceso determinó la evolución de la arquitectura religiosa:

- en época protohistórica el templo es ya el elemento identificador de las


comunidades agrícolas sumerias. Su composición arquitectónica, todavía
muy sencilla, empieza a adquirir rasgos propios que le distinguen de los
edificios que le rodean.

- a partir de aquí la arquitectura religiosa evolucionará complicando


progresivamente sus estructuras para adaptarse a las necesidades
práctica y representativas de unas comunidades también complejas.

- el templo llega así a convertirse en un gran conjunto monumental en el


que se almacenaba los excedentes de la producción y desde el que se
organizaba la actividad artesanal, agraria y comercial del país,
afianzando su posición de dominio en el espacio urbano.

.1.1 Los templos sobre plataforma en la tradición sumeria: de


Eridú a los templos del periodo Protohistórico
La primera referencia en el proceso de formación que conducirá a la
construcción del ziggurat o torre escalonada, que constituye la tipología
básica del templo mesopotámico, debemos buscarla en la llamada «fase
de Eridú» (h. 5000 a.C), correspondiente todavía a la etapa de desarrollo
prehistórico de la cultura sumeria. La ciudad de Eridú, considerada la más
antigua del sur de Mesopotamia, se organizó en torno a un templo que fue
renovado hasta en 17 ocasiones. Su estructura primitiva consistía en un
sencillo edificio cuadrado compuesto por una sala a modo de capilla, en la
que existían dos únicos elementos reseñables:

- un nicho abierto en uno de sus muros para señalar el lugar de


aparición del dios

- una mesa de ofrendas ubicada ante él, los cuales pervivirían desde
entonces asociados a este tipo de edificios.

En los estratos superiores de Eridú,


concretamente en los niveles VIII y
VII, la estructura inicial descrita se
complica para adquirir una forma que
perduraría a partir de entonces
asociada a los templos. Consistía
ésta en una planta rectangular
tripartita compuesta por una
espaciosa nave central y otras dos
laterales divididas en capillas, el
ámbito central ya aparecía
claramente diferenciado de los
laterales tanto en su forma como en Planta del templo de Eridu. Nivel VII.
sus funciones.

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Junto a ello, incorporó otro de los


elementos típicos de los templos
mesopotámicos: la tendencia a la
elevación y la obtención de formas
macizas articuladas verticalmente
mediante unos contrafuertes que
daban lugar a una fachada de
entrantes y salientes, dotando al
templo de un aspecto de fortaleza
elevada sobre una plataforma, a la
que se accedía a través de una
escalera abierta en uno de sus lados
mayores.
Reconstrucción hipotética del templo de Eridu.
.

Este sistema pronto empezó a ser empleado con fines decorativos,


explotando los juegos que las luces y las sombras de entrantes y salientes
ejercían sobre las fachadas para dar dinamismo a la imagen exterior del
edificio y suplir así el pobre efecto que provocaba el adobe sobre la
apariencia de la construcción.

De esa misma época es el


conjunto religioso de Tepe
Gawra, compuesto por tres
templos dispuestos en U, con
contrafuertes tanto en el
exterior como en el interior. Al
parecer estos primeros
templos estaban destinados
exclusivamente a la clase
sacerdotal y no permitían el
acceso de los fieles al culto, lo
que puede justificar su
organización interna. Otra
característica fue la escasez de
vanos, existiendo únicamente
alguna puerta de acceso y una
ausencia total de ventanas.

Los rasgos desarrollados en el templo de Eridú constituirían el fundamento


de la estructura tipológica del templo mesopotámico, que adquirirá una
forma prácticamente definitiva en la fase de Uruk (3500-3200 a.C), con
la llegada al sur de este ámbito geográfico del pueblo sumerio. Fue
entonces cuando surgieron las primeras ciudades propiamente dichas,
cuando se inventó la escritura y cuando aparecieron algunas de las
novedades más importantes en el campo del urbanismo y de la
arquitectura, confirmándose el protagonismo del templo en la vida de la
ciudad.

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El templo se convierte ahora en elemento aglutinante de la comunidad y


ello se trasladará a su imagen arquitectónica, que adquirirá unas
proporciones monumentales y dominará con su presencia la ciudad. Así se
observa en Uruk, habiéndose localizado varios conjuntos religiosos con
templos superpuestos, de entre los que destacan desde el punto de vista de
la evolución tipológica el Templo de Inanna o «casa del cielo» y el
denominado Templo Blanco.

Templo de Inanna o «casa del cielo». Su principal rasgo distintivo es la


construcción total o parcial de su estructura a base de sillares de piedra
caliza, un material inexistente en la zona que debió ser importado desde
lejos. Desde el punto de vista tipológico, podemos considerarle como una
variación de lo ya visto en Eridú, si bien introduce novedades interesantes
en la articulación de su espacio interior: se organizó mediante una nave
central en forma de T que terminaba en una cabecera dividida en tres
capillas, y dos naves laterales muy compartimentadas abiertas al espacio
central.

Formando parte del conjunto religioso de Inanna se hallaba otro templo


más pequeño pero de estructura prácticamente idéntica que, aportaba el
empleo de un recurso funcional y decorativo llamado a tener gran éxito en
la arquitectura mesopotámica; se trataba del enriquecimiento escultórico de
sus muros mediante la aplicación de un mosaico de pequeños conos de
arcilla cocida y coloreada que formaban sobre la pared bandas
geométricas, contribuyendo a su embellecimiento y a la protección de la
estructura arquitectónica de los agentes externos.

Planta de los templos de Inanna de Uruk. Nivel IV.

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Templo Blanco de Uruk. Tomando de


nuevo como base lo ya realizado en el
templo de Eridú, dio un paso más en la
disposición exterior del edificio,
acentuando la tendencia a la elevación
del templo mediante la disposición de la
construcción en lo alto de una montaña
artificial, orientada a los cuatro puntos
cardinales y elevada casi 13 metros
sobre el nivel del suelo. Una escalinata
construida en uno de los flancos de la
montaña daba acceso a una gran
terraza sobre la que se ubicaba el
templo, al que se llegaba mediante una
rampa que cruzaba el acceso anterior.

Desde el punto de vista tipológico


la importancia del Templo Blanco
reside en constituir el paso previo
a la configuración del zigurat
propiamente dicho. Su elevación
parece estar relacionada con el
significado trascendente que los
sumerios otorgaban a la
montaña, a la que veían como
una representación de la tierra,
en cuyo interior residía el origen
de la vida y de los ciclos de la
naturaleza.

A la Gran Madre se la llamaba Ninhursag, «Señora de la Montaña». La


montaña era el lugar de manifestación de lo divino, punto de encuentro
entre los dioses y los hombres y lugar especialmente dotado para la
ubicación del templo, pues constituía un espacio sagrado por sí mismo.

Por otra parte, la construcción de grandes los sobre elevadas plataformas


que imponían su presencia en la ciudad, se convirtió en un símbolo del
poder de la Monarquía, que actuaba como interlocutora entre la comunidad
y la divinidad, tendencia que experimentó un gran auge y que tuvo su
continuidad en la siguiente fase de la historia sumeria, la conocida como de
las primeras dinastías o del dinástico arcaico (2900-2330 a.C.), momento
en el que surgiría una nueva tipología de conjunto religioso: el del templo
bajo inscrito en el caserío urbano

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.1.2 El zigurat o «torre escalonada»: el modelo de la III dinastía


de Ur.
La fundación del Imperio Acadio bajo Sargón de Acad (2340-2180) supuso
un paréntesis en la evolución de las novedades tipológicas sumerias. El
sistema de ciudades-estado se vio interrumpido, inaugurándose un nuevo
sistema político de corte absolutista que centralizaba el poder del estado en
manos del monarca. La ciudad ya no servirá en estos momentos a los
intereses económicos del templo, de modo que experimentó un proceso de
decadencia.

Pero esta fase fue superada a finales del III milenio con la caída del Imperio
Acadio y la fundación de la III dinastía de Ur (período neosumerio, 2125-
2025), con la que las ciudades sumerias recuperaron su papel. Los
monarcas de esta dinastía asumieron la tradición sumerio-acadia:
gobernaron un estado centralizado y desempeñaron un importante papel
político y religioso. En consecuencia, el templo recuperó su protagonismo
entre los edificios públicos, siendo en estos momentos cuando se dieron las
condiciones necesarias para que se configurase, a partir de las experiencias
que venían ensayándose desde época protohistórica, la tipología que gozó
de mayor tradición en la cultura de Mesopotamia: el zigurat.

La construcción partía de la idea ya desarrollada de la montaña artificial


escalonada, que había dado lugar a los templos sobre. La tipología era, en
realidad, muy sencilla: consistía en una construcción maciza, construida con
adobe y recubierta de ladrillo, de planta cuadrada o rectangular, cuyas
paredes estaban dispuestas generalmente en forma de talud. Sobre esta
base se iban levantando sucesivamente terrazas en número impar y de
forma decreciente, configurando una estructura en torre escalonada a cuyos
módulos se podía ir ascendiendo a través de un sistema de escaleras
construidas en ladrillo. Aunque algunos textos (Herodoto) han hecho
suponer que en la cima de estas estructuras se ubicaba un templo, la
arqueología no ha permitido comprobar su existencia.

El zigurat de Ur, realizado por el rey UrNammu, lo podemos considerar


como prototipo de esta modalidad de construcción.

Estaba ubicado en medio de


un patio, como el templo de
Jafache, y tenía planta
rectangular con los ángulos
orientados a los cuatro puntos
cardinales. Constaba de tres
terrazas, a la primera de las
cuales se accedía mediante
tres escalinatas que conducían
a un espacio del que partía a
su vez otra escalera que
llevaba al templo que
supuestamente se ubicaba en
su cima.

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Parece ser que este zigurat, como el resto de los que se construyeron en
Mesopotamia, estaba delimitado por murallas, dentro de las cuales
existían patios y dependencias anejas, siguiendo la tendencia que ya
hemos visto desarrollarse en los templos sumerios del período dinástico.

Muchas son las cuestiones que desconocemos respecto al zigurat


mesopotámico, entre otras la de la función precisa que desempeñaba. Las
teorías al respecto son diversas y van desde las que atribuyen su forma a la
necesidad de buscar un lugar seguro para proteger a la divinidad de las
inundaciones, hasta las que consideran que simplemente se trataba de
articular una estructura en forma de altar desde la que hacer ofrendas a los
dioses y realizar determinadas ceremonias, pasando por otras menos
aceptadas para las que el zigurat era en realidad un observatorio
astronómico. Quizá la idea que ofrece más fundamento es la que relaciona
la forma del zigurat con la religión mesopotámica: la montaña (concepto) es
un lugar religioso, sagrado, para el pueblo mesopotámico. Los atributos
son:
- es el lugar donde se concentran los misterios de la vida,
- de ella proceden las lluvias, que hacen brotar la vegetación; por lo que
se la llama Diosa Madre.
- es el escenario donde tiene lugar lo sagrado, es sobrehumana. El
medio de comunicarse con lo divino. El zigurat representa una escalera
de unión del cielo con la tierra: es la entrada.

.1.3 Las torres escalonadas en los grandes imperios de Asiria y


Babilonia
Las tipologías arquitectónicas configuradas a partir de los precedentes
sumerio-acadios, constituyeron la base de una tradición arquitectónica que
sería continuada en sus rasgos básicos por los pueblos que habitaron
Mesopotamia en los dos milenios siguientes, llegando a constituir los
grandes imperios de Babilonia, al sur, y Asiria al norte. La explicación
debemos buscarla en el deseo de continuidad respecto al substrato cultural
y las prácticas políticas precedentes, lo que repercutió en la pervivencia de
unas creencias y un culto religioso que, junto al papel económico y
administrativo, fue en buena medida el responsable de la estructura de los
templos.

El zigurat, pasó a formar parte del paisaje habitual de Babilonia y Asiria,


convertido en símbolo arquitectónico del respecto de sus ciudades hacia las
creencias religiosas del país. La mayoría de ellos han desaparecido
totalmente o conservan solo la parte más baja de su estructura. Sabemos,
sin embargo, que existieron algunas variantes pero que no aportan
novedades substanciales y afectan únicamente a su elevación, al número de
estructuras escalonadas, o a la ubicación y forma de sus accesos. No
podemos dejar de referimos, sin embargo, a dos variantes de este tipo de
construcción que se realizaron, respectivamente en Asiría y Babilonia.

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La primera se refiere al zigurat de Jorsabad, (Imperio Asirio Tardío,


primera mitad del I milenio a.C.). Contaba con más de tres pisos, cada uno
decorado en un color, enlazados por una rampa helicoidal continua que
ascendía en torno a su núcleo y que rompía con el tradicional acceso a
través de escaleras. Los deberes rituales de los monarcas asirlos, que
seguían representando el papel de mediadores entre la sociedad y los
dioses, constituyeron parte importante de sus actividades, de modo que los
templos pasaron a integrar el conjunto del palacio.

En este punto hay que hablar del desarrollo de la ciudad de Babilonia


bajo el mandato de Nabucodonosor Las fuentes documentales conservadas
hablan de un elevado número de construcciones religiosas —casi dos mil—
entre templos, capillas, puntos de rezo, etc., ubicados en el interior de la
ciudad, donde se realizaban suntuosas ceremonias religiosas que
culminaban en la fiesta del año nuevo, con procesiones que enlazaban el
templo principal de Marduk y, tras atravesar la Vía de las Procesiones y la
Puerta de Ishtar, llegaban al templo de la fiesta, fuera de la ciudad. Pero de
todas las construcciones religiosas de Babilonia, solo los restos de diez de
ellas han llegado hasta nuestros días.

El zigurat más destacado es el conjunto


que recibía el nombre de Etemenanki
(«casa fundamento del cielo y de la
tierra») descrito por Herodoto e
identificado con la mítica Torre de Babel.
Las reconstrucciones que se han realizado
revelan que se trataba de una gran mole
construida de adobe y recubierta de
ladrillos, de 90 metros de lado y otros 90
de altura, que se alzaba sobre un
grandísimo terraplén en forma rectangular
cerrado por una muralla con 12 puertas,
que albergaba en su sector meridional un
conjunto de edificios auxiliares.

Parece ser que el zigurat constaba de siete pisos, supuestamente de colores


diferentes, así como de una gran escalera exenta que daba acceso al
segundo piso. Desde allí, según los autores, debía accederse a la cúspide,
en la que existía un templo al que según narran los textos Nabucodonosor
II decoró con ladrillos esmaltados en azul claro.

Además de en Babilonia, los reyes de las dinastías caldeas erigieron zigurats


en otras ciudades. Uno de los más destacados es el que Nabucodonosor II
mandó erigir en Borsippa, el cual recibió el nombre de Eurmeiminanki (casa
de los siete conductores del cielo y de la tierra), y fue durante mucho
tiempo considerado como la verdadera torre de Babel.

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.1.4 Los «templos bajos» en la arquitectura mesopotámica

-> Las novedades sumerias: los templos fortificados de época dinástica y


el acceso en eje acodado.

Durante el denominado período del «dinástico arcaico» o «de las primeras


dinastías» (primera mitad del III milenio a.C), la ciudad-estado se convirtió
en la gran protagonista. Continuando el proceso de urbanización,
comenzaron a surgir importantes núcleos urbanos —Kish, Ur, Lagash,
Ummna o la propia Uruk—, adscritos a diferentes dinastías y divinidades,
los cuales entraron en pugna por la hegemonía del territorio. La fortificación
de los núcleos urbanos para protegerse de los ataques vecinos fue una de
sus consecuencias,

En esa época, en Mesopotamia y el Próximo Oriente aparece otra modalidad


de construcción religiosa: la de los templos bajos o templos a ras de
suelo, que tipológicamente parte de la tradición sumerio-acadia. Introducía
como novedad el aislamiento de su recinto mediante una doble muralla de
planta oval característica de este momento —por lo general los conjuntos
adoptarán forma rectangular o cuadrada—, rompiendo con la disposición
abierta que habían mostrado estos conjuntos hasta el momento. Esta
práctica era consecuencia, probablemente, del intento de proteger al templo
de las posibles amenazas derivadas del clima de inestabilidad política y de
continuos enfrentamientos en el que vivían las ciudades-estado, pero
también puede interpretarse como una consecuencia derivada de la
ubicación del templo en un recinto urbanizado, en medio de la ciudad, lo
que exigía su diferenciación con respecto al resto de las construcciones.

El templo de Kafadye, dedicado a la diosa lanna, constituye el más claro


exponente de esta disposición. El templo constituía un amplio conjunto que
comprendía, además de la construcción destinada al culto situada sobre una
plataforma, un gran número de estancias destinadas a almacenes, cocinas,
talleres, tiendas y otras dependencias administrativas. Tal diversificación de
espacios no era sino un reflejo del papel que había adquirido en estos
momentos el templo, convertido en una unidad económica que basaba su
poder en la agricultura y la ganadería, funcionando también como un activo
centro de comercio, a cuyo servicio se hallaba la ciudad entera.

Al primer recinto se accedía mediante unos escalones de piedra que


conducían a una puerta en forma de arco rematada por dos grandes torres.
En su interior, un gran edificio a modo de casa, albergaba probablemente
las estancias administrativas. Junto a él, un gran patio daba acceso al
segundo recinto amurallado. Vemos, pues, como la gran terraza sobre la
que se ubicaba el Templo Blanco de época protohistórica se ha convertido
aquí en un patio cerrado que antecede al templo, en el que se ubicaban
unas pilas y un pozo destinadas probablemente a las abluciones rituales, así
como un altar de ofrendas al pie de la escalinata por la que se ascendía a la
plataforma superior, de tres metros y medio de altura, donde se hallaba el
templo propiamente dicho.

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En su interior este santuario


incorporaba el denominado «acceso
de eje quebrado», que consistía en
la ubicación de la estatua del dios,
dentro de la cella, en ángulo recto
respecto a la puerta de entrada,
recurso que había sido ya ensayado
en otras construcciones (Templo de
Ishtar, en Mari, Templo de El
Obed). La tipología del templo de
Kafadye determinó un modelo
básico que sería aplicado con
algunas variantes, como la doble o
triple cella, la substitución del
recinto ovalado por otro cuadrado o
Reconstrucción templo oval de Kafadye
rectangular, en numerosos templos
del dinástico arcaico, así como en
otros construidos en períodos
posteriores de la historia de
Mesopotamia.

-> Los neosumerios y el templo de cella ancha

Sobre la modalidad arquitectónica de los templos bajos se fueron


incorporando novedades. En época neosumeria, por ejemplo, se incorporó
otra nueva e interesante tipología: la del templo de cella ancha. Podemos
estudiar su configuración a través del templo-palacio de Gimislin, o
Shusin, en Tell-Asmar. Se trataba de una construcción cuadrada que
continuaba la práctica de fortificar los muros al exterior mediante
contrafuertes. Principales novedades:

- El acceso se realizó directamente desde la calle y no desde un patio,


inaugurando una tendencia que reaparecerá en templos posteriores.
Dicho acceso estaba constituido por una puerta flanqueada por dos
gruesas torres con entrantes y salientes que se harían también
características de este tipo de construcciones.

- Su disposición interna: todo el edificio fue organizado en un solo eje


principal que se iniciaba en la puerta de acceso, cruzaba un patio central
en torno al que se distribuían todas las estancias del templo, y finalizaba
en el santuario propiamente dicho, de modo que desde la misma puerta
del templo era posible contemplar la estatua del dios.

- La cella era más ancha que profunda, constituyendo un espacio


plenamente diferenciado con el que se señalaba el lugar más sagrado del
santuario. A este espacio se accedía desde el patio, que desempeñaba
aquí las funciones de una antecella, en el intento de crear una
separación entre la zona ocupada por los fieles y el lugar donde se
situaba la estatua del dios y el altar. En torno al patio central se
distribuían las diversas estancias del templo, confiriendo al conjunto una
disposición regular y ordenada, nueva en este tipo de construcciones.

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Junto a este templo se edificaría posteriormente un palacio que albergó a su


vez un templo se similares características al descrito, si bien en este caso se
incorporó una estancia a modo de antecella que precedía a la cella misma.
Desde el palacio se podía acceder también a los templos, en este caso
respetando la tradicional disposición en «eje acodado» de los templos
sumerios.

Planta del templo de Shusin y del palacio de los gobernadores. Tell-Asmar.

.1.5 Los templos bajos de Asiría y Babilonia: diversidad de plantas


y modelos
La tipología de templo bajo de tradición sumerio-acadia continúa en el
Imperio Babilónico. Es éste un período caracterizado por el resurgimiento
de la ciudad-estado, que de nuevo recupera ahora su independencia y su
poder frente al anterior estado centralizado. El protagonismo será asumido
por la ciudad de Babilonia, que vivió en estos momentos su primera edad de
oro, convertida en capital y en eje artístico de un nuevo imperio que había
conseguido fundar el rey Hammurabi con la reunificación territorial de
Mesopotamia. Los datos que conocemos son todavía escasos, pero
suficientes para saber que el templo continuó desempeñando un importante
papel económico y administrativo, si bien en estos momentos su
protagonismo fue desplazado por el palacio, convertido ahora en la
estructura central de la ciudad y del Estado.

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Buen ejemplo de templo bajo los


constituye el templo de Ishtar-
Kititum. Como el de Kafadye, se
ubicaba en el centro de la ciudad, y
repetía unos mismos patrones de
estructura y disposición, aunque en este
caso sobre una planta cuadrada:
elevación sobre una plataforma, doble
patio rodeado de dependencias, recinto
fortificado con entrantes y salientes, y
puertas de acceso flanqueadas por dos
torres monumentales.

La novedad más importante consistió en


la combinación del eje acodado con la
disposición axial, pues el acceso a los
dos santuarios que tenía podía hacerse
bien desde la calle, en cuyo caso la
estatua del dios se hallaba en el eje
axial, o mediante un ángulo recto si el
acceso se realizaba a través del patio
interior.

Por otra parte, los dos santuarios de que constaba el templo articularon su
estructura interior de acuerdo con el modelo de cella ancha iniciado ya con
los acadios y que se había desarrollado con la III dinastía de Ur.

La gran cantidad de dioses existentes exigió en asirios y babilonios la


construcción de un gran número de templos que adoptaron en ocasiones
formas diversas (zigurat, templo bajo) según la importancia del dios o su
ubicación, si bien el prototipo sobre el que se trabajó fue nuevamente el de
los templos sumerios, sobre cuya base los diferentes pueblos fueron
introduciendo novedades, algunas de ellas bastante interesantes.

Comenzando por el Imperio Babilónico tenemos que hablar en primer lugar


del Templo de Karaindash (1440 a.C.) construido durante la etapa de
ocupación del pueblo cassita. Era de pequeñas proporciones y reproducía el
habitual esquema de planta rectangular, con disposición de las estancias en
torno a un eje axial. El rasgo más destacado del templo consistió en el
modo en que fue articulado su muro exterior, construido mediante un
zócalo que formaba parte de la propia estructura arquitectónica del templo,
realizado a base de pilastras y nichos adornados con figuras de dioses y
diosas en altorrelieve, de dos metros de altura y dispuestas
alternativamente, que habían sido construidas con ladrillos moldeados, una
novedad cassita que sería posteriormente aplicada a los templos
neobabilónicos del I milenio a.C. El empleo de este recurso tenía una clara
finalidad decorativa y religiosa.

La arquitectura casita incorporó alguna que otra novedad a través de


construcciones como el Templo de la diosa Ningal, en cuyo centro se
construyó una sala cuadrada cubierta por una cúpula sobre pechinas, que
representa el prototipo más antiguo construido de este tipo de estructuras.

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En la Babilonia del I milenio a.C. se edificaron también algunos otros


templos bajos que reproducían la tradicional estructura de los recintos
amurallados en cuyo interior se encontraba el santuario, uno o dos patios y
recintos anejos. El más destacado fue el denominado Esaglia, que constaba
de un santuario principal y dos patios en torno a los que se ubicaban
numerosas dependencias auxiliares. Quizá lo más sobresaliente del conjunto
consistía en la rica y efectista decoración de su cella, recubierta de maderas
preciosas revestidas de láminas de oro y plata y de un pavimento a base de
alabastro y lapislázuli.

-> Arquitectura religiosa del Imperio asirio: substancialmente se


mostró continuadora del modelo creado en Babilonia. Un ejemplo lo
constituye el Templo de Ishtar, en Asur, La novedad principal de este
templo consistió en que la estatua del dios se ubicó en una estancia
prácticamente independiente, a la que se accedía a través de una
escalinata, rasgo que se convertiría en elemento distintivo de los templos
bajos asirlos. Lo que se intentaba, al parecer, era crear un ámbito especial
para la divinidad y separarla física y simbólicamente de los fieles, dando un
paso más en la evolución que se había iniciado con los primeros templos
sumerios, donde la estatua del dios se ubicaba sobre un pedestal, y que
había tenido su continuidad con la III dinastía de Ur, momento en el que la
construcción de estatuas más grandes dio lugar a la construcción de nichos
para albergarlas en el interior de los templos a los que se accedía ya a
través de unas escaleras estrechas.

Los templos bajos asirnos, especialmente los del Imperio Asirlo Medio, van
a mostrar una gran variedad de plantas que refleja un deseo de
experimentar con la arquitectura e introducir deliberadamente novedades
sobre los modelos tipológicos ya creados. Ejemplos:

- El templo de Sin y Shamas que presenta ya todas sus estancias


distribuidas en torno a un eje axial, convirtiéndose en prototipo de los
templos asirios posteriores, especialmente los del I milenio.
- El Templo doble de Anu y Adad, levantado en Assur entre 1115 y 1107,
formado por dos zigurats gemelos de tres pisos conectadas a través de
dos capillas y un amplio patio rectangular con un contorno de almenas.

.2 Los templos y santuarios de las áreas periféricas

.2.1 Los templos hititas


El pueblo hitita, hizo su aparición en la Península de Anatolia durante el
segundo milenio a.C., ocupando el denominado «país de Hatti», y viviendo
su primer momento de esplendor hacia los años centrales del mismo,
cuando se consigue unificar el país bajo una fuerte monarquía e iniciar un
proceso de expansión. Es entonces cuando se constituye el Imperio Hitita,
convertido en gran potencia dominadora de todo el Próximo Oriente y del
Mediterráneo, con el que mantuvo una intensa actividad de intercambios
políticos y comerciales hasta la invasión de los pueblos del mar en torno al
1200 a.C., momento en el que se inicia la decadencia consecuencia de las

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luchas y conflictos por las que atraviesa el Mediterráneo Oriental, así como
por la propia crisis interna que vivían sus estructuras políticas. Algunas
ciudades del sur consiguieron, no obstante, sobrevivir a estos conflictos,
constituyendo lo que se ha dado en llamar período neohitita (1200-700
a.C.), aunque su denominación más ajustada es la de periodo de los
principados «luvio-arameos».

La arquitectura hitita desempeñó un papel destacado por sus


aportaciones, incorporando nuevas técnicas de construcción y un uso
también novedoso de materiales como la piedra, la madera y el adobe. La
construcción de bóvedas de piedra, de arcos parabólicos o de pilares en los
sistemas defensivos de las ciudades, la integración de la arquitectura y la
naturaleza, el empleo de los llamados ortostatos —grandes bloques de
piedra con relieves tallados de animales fantásticos que flanqueaban las
entradas de los principales edificios—, así como las novedades introducidas
en las tipologías de templos y palacios, constituyen algunas de sus
principales aportaciones arquitectónicas, todas ellas con representación en
las construcciones de Hattusa, la capital del Imperio Hitita.

Los templos y palacios de época imperial son edificios grandiosos,


construidos sobre un zócalo elevado de grandes bloques de piedra de sillar
sobre el que se erigían unos muros realizados a base de adobe y de un
entramado de vigas de madera, que seguían por lo general un trazado
asimétrico en la disposición de sus plantas.

Por lo que respecta a los templos, la arquitectura hitita creó un tipo


especial, diferente al mesopotámico, cuyas características eran:
- planta más o menos cuadrada compuesta por numerosas estancias
- patio principal con la cella abierta en uno de sus lados, sin respetar el
eje de simetría
- accesos abiertos en cualquiera de las fachadas.

Siguiendo este modelo básico fueron


construidos los cinco templos hallados en
la ciudad de Hattusa, de entre los cuales
destaca el Templo I. El conjunto estaba
compuesto por un anillo de largas
habitaciones dispuestas en batería y
dedicadas a archivos y almacenes que
formaban una especie de muralla, en cuyo
centro se situaba el santuario propiamente
dicho, aislado de las construcciones
mencionadas mediante una especie de
pasillo enlosado que le rodeaba. Al templo
se entraba por una puerta monumental de
grandes bloques de piedra que daba
acceso a tres vestíbulos, desde donde se
llegaba a un patio central rodeado de
estancias, al final del cual existía un
pórtico que daba entrada al sancta
sanctorum, compuesto por varias cámaras
o cellae dedicadas a los dioses.

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Arquitectura religiosa en Oriente Próximo.

Práctica frecuente y característica de la arquitectura hitita será abrir en el


muro ventanas al exterior, al contrario de la arquitectura mesopotámica
donde era habitual que las estancias recibiesen la luz principal a través del
patio central.

Funciones de las diversas partes de este gran conjunto: los templos


desempeñaban en la cultura hitita una función que iba más allá de lo
meramente religioso, lo que explicaría la ubicación de los almacenes y
talleres que rodeaban al santuario propiamente dicho, cuyas estancias
parecen estar más vinculadas que las demás con lo puramente ceremonial.

Junto al Templo I, en la parte sur de la ciudad de Hattusa se edificaron


otros cuatro conjuntos religiosos bastante parecidos entre sí: la diferencia
consistía en que, en estos casos, los templos no disponían de almacenes ni
de talleres. Además, en estos conjuntos la planta aumentaba su asimetría y
complejidad, compuesta ahora por un gran número de estancias con
entrantes y salientes cuya disposición resultaba un tanto caótica. Sin
embargo, la disposición general del conjunto mantuvo el respeto por
algunos rasgos comunes, como la ubicación de la cella en uno de los
extremos del patio, la apertura en el mismo de pórticos desde los que se
accedía a las diversas estancias, convirtiéndole casi en un claustro, y la
ubicación en dichas estancias de ventanas abiertas al exterior.

En las afueras de la ciudad de Hattusa se construyó también en época


imperial hitita (siglo XIII a.C.) un santuario que poseía algunas
peculiaridades que merece la pena destacar. Se trataba de un santuario
rupestre, el santuario de Yazilikaya, adosado a una montaña, en cuyo
interior se ubicaban algunas de sus estancias, concretamente las cellae de
los dioses.

El santuario resulta interesante por la integración que se produjo en este


caso entre arquitectura y naturaleza. Dicha integración formaba parte de los
hábitos constructivos del pueblo hitita, pero en este caso adquiría un
significado especial, puesto que la elección de un lugar montañoso y rocoso
para la construcción de un santuario estaba directamente relacionada con el
significado mágico y religioso con el que la mentalidad hitita relacionaba a
estos espacios naturales.

Como también hicieran en otras


construcciones, en el santuario de
Yazilikaya los arquitectos hititas
consiguieron aprovechar las
características del terreno para ubicar
una construcción que se adaptaba
perfectamente a sus condiciones. Al
templo se accedía a través de un
propileo con unas escaleras que
desembocaban en un patio rodeado de
estancias, en cuyo frente se ubicaba el
sancta sanctorum, aunque en este caso
el pórtico habitual en este tipo de
construcciones se situó en otro de sus

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Arquitectura religiosa en Oriente Próximo.

lados, que daba acceso a un sistema de


galerías, excavadas ya en la roca.

Ambas galerías reforzaron el carácter simbólico que ya de por sí tenían las


rocas y las montañas para este pueblo con la realización sobre las mismas
de un destacado conjunto de relieves en los que se representaron
procesiones de dioses y reyes, traduciendo en imágenes su pensamiento
religioso y dando lugar a una particular fusión entre arquitectura y escultura
que se convertirá en uno de los rasgos más destacados del arte hitita.

.2.2 Los templos sirios y fenicios


La franja de terreno que discurre a orillas del Mediterráneo oriental, entre
las actuales Siria y Jordania, constituye otra de las llamadas «áreas
periféricas» desde las que se hicieron relevantes aportaciones al arte del
Próximo Oriente Antiguo. Si bien no gozaron de una unidad geográfica y
una continuidad histórica similar a la de las grandes culturas de este
ámbito, si consiguieron desarrollar su propia personalidad artística, con
claras influencias mesopotámicas, egeas y egipcias, a partir de las cuales
realizaron interesantes aportaciones en el terreno artístico, incluido el de las
tipologías arquitectónicas. Su importancia residirá, en gran medida, en el
valor que adquirieron como instrumento de difusión y enlace entre la
cultura y el arte del Próximo Oriente y el del Mediterráneo en la Antigüedad.

Por lo que se refiere a la arquitectura siria, la arqueología ha puesto de


manifiesto la importancia que tuvo durante el III milenio a.C. la ciudad de
Ebla.

En ella debemos destacar el


Templo (catalogado como D)
dedicado a la diosa Ishtar. Se trataba
de una construcción sencilla, de
planta rectangular edificada con
gruesos muros de adobe sobre un
zócalo de piedra, en cuyo interior las
estancias se distribuían en torno a un
eje longitudinal, contando
únicamente con una antecella y una
cella en la que se ubicaba el nicho
para la estatua del dios.

El acceso al templo se realizaba


mediante un pórtico «in antis», es
decir, con dos columnas adosadas a
los muros de la entrada principal,
siguiendo una estructura que gozaría
de gran aceptación en los templos
fenicios y hebreos del I milenio a.C.

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Arquitectura religiosa en Oriente Próximo.

El pórtico «in antis» se convirtió en


una estructura fija de los templos
sirios, también aplicada a otra
tipología del II milenio a.C., la de los
templos en forma de torre de varios
pisos; en todos ellos el acceso se
realizaba a través de pórticos «in
antis» desde los que se llegaba a una
pequeña cámara a partir de la cual
se ascendía a la torre, siguiendo una
disposición que, al parecer, tenía una
justificación religiosa basada en la
costumbre ya documentada en la
Siria del III milenio a.C. de celebrar
ceremonias sobre una terraza o
superficie elevada.

Reconstrucción hipotética del templo de Baal.


Ugarit.

Por lo que se refiere a los fenicios, la disposición del acceso a los templos a
través de pórticos «in antis», también fue frecuente. Sabemos que la
arquitectura religiosa fenicia alcanzó un gran desarrollo, si bien no ha
llegado hasta nosotros ningún templo debidamente conservado.
Refiriéndose a uno de los templos construidos en la ciudad fenicia de Tiro,
Herodoto hablaba de las dos resplandecientes columnas de oro y esmeralda
que flanqueaban su entrada, haciendo con ello alusión a esa disposición de
pórtico «in antis» al que nos venimos refiriendo, el cual aparece también
reproducido en algunas monedas con representación de templos de la
ciudad de Biblos.

Asimismo, un modelo en terracota de la isla de Chipre nos da una idea de lo


que debía ser la estructura básica, simplificada además en este modelo, de
un templo fenicio, constituido por una cella a la que daba acceso una puerta
flanqueada por dos columnas con decoración vegetal. Sobre dicha
estructura, los estudios arqueológicos han revelado la construcción de
templos con mayor complejidad, formados frecuentemente por una
estructura longitudinal, similar a la de los templos sirios, en torno a la cual
se disponían una cella, una antecella, y algún patio.

.2.3 Los hebreos y el Templo de Salomón


El templo de Salomón fue construido en el siglo X a.C. por los hebreos, un
pueblo que había ido instalándose durante un amplio período de tiempo en
el llamado «país de Canaán» que ocupaba los territorios de Fenicia y
Palestina. Vivió sus momentos de máximo esplendor en el siglo X a.C. con
reyes como David, Saúl y Salomón, hasta que la falta de unidad entre las
diferentes tribus acabó por provocar una ruptura política que daría lugar a
la formación de dos nuevos reinos: Israel, al norte y Judá, al Sur.

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Arquitectura religiosa en Oriente Próximo.

Jerusalén se convirtió con David en el centro político y religioso de Israel.


Salomón en el 950 a.C mandó erigir el Gran Templo de Jerusalén que se
convirtió en símbolo de la civilización hebrea y de sus creencias religiosas,
así como en la obra más destacada de su arquitectura. El proceso de
construcción del templo, así como su significado, se encuentra descrito en la
Biblia, de donde proceden la mayoría de los datos con que contamos para
su reconstrucción.

De ella podemos deducir que el templo


seguía en lo substancial la tipología de
los templos sirios y fenicios. Así,
parece ser que constaba de una
estructura rectangular dividida en tres
partes: el vestíbulo en el que se
hallaba el llamado «mar de bronce»
(un gran pilón lleno de agua destinada
a las abluciones rituales), la sala de
culto con diversos altares para
sacrificios, y el sancta-sanctorum en el
que se guardaba el Arca de la Alianza y
al que solo tenía acceso el sumo
sacerdote.

Además, el templo contaba con una entrada flanqueada por dos columnas,
muy parecida a la de los templos fenicios, y con algunas otras estancias
secundarias.

Aunque todavía hoy día resulta un tema controvertido, parece ser que los
arquitectos que participaron en la construcción del templo fueron en su
mayoría hebreos, si bien algunos autores atribuyen la ejecución del
proyecto y la realización de la obra a artistas fenicios que Irma de Tiro,
suegro de Salomón, puso a disposición de éste para llevar a cabo una obra
que pretendía ser un símbolo de su poder y riqueza .

.3 PRÁCTICAS
En las siguientes ilustraciones se reproducen dos templos representativos de algunas de las
tipologías más significativas de la arquitectura religiosa mesopotámica. Identifícalos y comenta
cuales son sus rasgos estructurales básicos, el origen de los mismos y su evolución en el
tiempo, teniendo en cuenta los factores del contexto que hayan podido influir en su evolución.

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