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VIVIENDO LA POESÍA

La visión poética de la cotidianidad y del cambio cultural

LUIS WEINSTEIN
Editor

Colección Escritos Testimoniales

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© Editorial Universidad Bolivariana S.A., Santiago de Chile, 2006.
Viviendo la poesía. La visión poética de la cotidianidad y
del cambio cultural.
Inscripción Nº 157.792
ISBN 956-8024-41-7
Foto de portada: Margarita Ovalle.

Primera Edición: Octubre 2006.

Editorial Universidad Bolivariana.


Huérfanos 2917 - Santiago, Chile.
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http://www.revistapolis.cl
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Diseño y diagramación: Utopía diseñadores, elutopista@mi.cl


Impresión: LOM Ediciones Ltda., Concha y Toro 25 - Santiago, Chile.

Este estudio está protegido por el Registro de Propiedad Intelectual y


su reproducción en cualquier medio, incluido electrónico, debe ser
autorizada por los editores. El texto es de responsabilidad del autor y
no compromete necesariamente la opinión de la Universidad
Bolivariana.

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Tabla de contenidos

Palabras de bienvenida:
La Dimensión Poética de la Vida
Luis Weinstein 7

Había una vez...


Anita Isla 9

Creavisión. El trabajo humanizador de un colectivo juvenil 13

Sueños y fascinaciones: El camino propio


David Molineaux 53

De la vida a la muerte y vice/verso


para sanar a través de la espiritualidad y la poesía
Eduardo Yentzen 69

“Otro mundo es posible”


Fermín Estrella 79

Marosa Di Giorgio y la afirmación de la vida (1932-2004)


Graciela Rubio 91

Grupo Sueños.
Médicos escritores chilenos 101

Biografía CreArte
Hanne Marcelo 117

Un avestruz huye por Insurgentes Sur


Herman House Escobar 123

Caminata
Jaime Hales 127

Vida y Poesía
Jaime Valdivieso 145

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La Tierra Baldía: Memoria y Desvanecimiento Poético
Jorge Osorio Vargas 151

Hacia una Convivencia de Integración y Aprendizaje


Juan Vicente Ortiz 157

Un solo cuerpo sagrado: Una meditación ecofeminista


Mary Judith Ress 167

Los niños y los libros en el arco iris de múltiples colores


Lucy Fernández 173

La Poesía de la Vida
Luis Weinstein 177

Matriz Cultural, poesía y visiones de mundo


Margarita Ovalle Vergara 201

Para que nunca cuente nada


María Novo 219

San José
Marina Zolotoochin 229

Infancia, cultura y ecología interior


Marisol Berríos 241

Ser, poesía, salud y espiritualidad


Moira Brncic 245

Imaginando un Tiempo de Volantines


Sebastián Claro 275

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DEDICADO

A todas y todos las personas y los proyectos que


contribuyen a que este mundo sea más humano, más
poético… y que no son citados ni aparecen en este libro.

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Palabras de bienvenida
La Dimensión Poética de la Vida

Luis Weinstein

Este libro es una invitación, que quiere ser amable, a sentir y a pen-
sar sobre la relación entre poesía y vida. No creo estar en desacuerdo con
ninguno de los autores en suponer que, dentro de nuestra diversidad, que-
remos la poesía, y deseamos que la vida sea más poética.

Poesía y Vida… Algunos de los textos ponen el acento en la forma


en que discurre la vida por ciertos poemas, los propios o de autores que
aman y han estudiado. En otros casos, lo central es tomar la poesía como
medio de promocionar la salud de enfermos o de presuntos sanos. El otro
ángulo de miras es el proyecto de realización personal y social con enjun-
dia poética, la poesía en la vida, el que, por supuesto, parte del sentir el
asombro por el ser, por la vida, por el ser humano. Coexisten, así, amistosa
y creadoramente, énfasis en comprender la poesía como un género litera-
rio, como una dimensión del arte, como el fondo de ciertas vivencias, como
un sentido, como una forma de entender o de encauzar la vida.

Vivimos en riesgo. Los avatares de cada existencia, personal, grupal,


comunitaria, nacional, mundial, descansan sobre los cimientos minados de
la guerra y las armas de destrucción masiva, del ecocidio, de la pobreza
económica y de la pobreza espiritual. En este contexto, va emergiendo la
búsqueda, el hallazgo, la creación de un nuevo sentido común, humanizador,
ecológico, espiritual, abierto a la diversidad. Es el llamado nuevo paradig-
ma al que confluyen diversos movimientos culturales, sensibilidades, orien-
taciones científicas, miradas al desarrollo humano y a la transformación de
las conciencias. Es una ética, es la gran responsabilidad por salir del desen-
canto, por volver a cantar, por reencantar, por poetizar.

Poesía y Vida… La poesía, la del poema, el arte, la vivencia del


amor, de la amistad, de la ternura, del encuentro, la solidaridad, el servicio,
el descubrimiento, la creación, el regalo…, el sentido…, siempre ha sido
una conjunción de despertar y soñar, deslumbramiento, emoción
estremecedora, que todavía no tiene nombre, pero que llama a profundi-
zar, a cambiar la vida.

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Este libro es una pequeña contribución para la gran tarea, ética y
poética, de integrar al ser humano consigo mismo, con el otro, con los
otros, con la naturaleza, con el ser con el trascender. Un libro de propues-
tas y testimonios, escrito para empezar o seguir conversaciones.

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Había una vez…
Anita Isla

Nací el 27 de Julio de 1955.

Madre, profesora waldorf, cuentacuentos, recopiladora de imáge-


nes que sirvan para ponerlas a disposición de niños y adultos.

Me interesa mucho que la educación sea un camino de interés y


entusiasmo para el hombre en devenir, más que el hecho de que sea una
fórmula mágica que sature la cabeza sólo con conocimientos.

Por ello creo en la poesía diaria, en la que se escribe con cuidado


y devoción, en la que se saca del bolsillo y provoca asombro.

Amo lo que hago, y los seres con quienes lo construyo.

Doy clases en un seminario para la formación de profesores Waldorf.

Había una vez…


escuchamos estas palabras y de inmediato abrimos el libro interior,
lo desempolvamos y esperamos que se descorra el velo que cubre el cuen-
to. Estos tesoros arcaicos nos revelan a través de sus imágenes, secretos
custodiados con gran celo durante largos periodos de la historia, en algu-
nos casos en templos de misterio, y que posteriormente fueron transmiti-
dos en forma oral a través de las generaciones.

Al entrar al mundo de los relatos de las hadas en la edad adulta,


tenemos la posibilidad de intimar profundamente con nuestra biogra-
fía, ya que en ellos vamos descubriendo las fases de nuestro desarrollo
como seres humanos, etapas que coinciden con la evolución de la hu-
manidad. A través de estas imágenes recibimos fuerzas que contribu-
yen a la renovación de nuestras almas. Los seres espirituales que han
inspirado estas imágenes arquetípicas, esperan pacientemente que des-
cubramos lo que subyace, ya que no siempre es evidente para quienes
lo escuchamos o leemos.

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Felices aquellos que tuvieron la oportunidad de escuchar junto a un
fogón estas narraciones, formando la vida de su alma con estos alimentos.
Si de niño uno no tuvo esta posibilidad, como adultos debemos buscar la
llave para abrir estos cofres maravillosos. Debemos ser perseverantes en
esta búsqueda, ya que se debe desarrollar en nosotros el órgano para com-
prenderlo. Lo mejor es leerlos una y otra vez a la espera de que las imáge-
nes empiecen a mostrarnos “el camino”, nos ayuden a resolver los enig-
mas del mundo, el sentido de la vida sobre la tierra y la meta del hom-
bre y del universo.

Cuentos como: “La caperucita roja”, “La bella durmiente del bos-
que”, “La Cenicienta” ,“Los ducados caídos del cielo” etc.., cuentos de la
recopilación de los hermanos Grimm que nos pueden iniciar en esta
ruta imaginativa.

Después de observar meditativamente estas obras, podemos descu-


brir un día, con certeza, que aquella crisis por la cual estamos atravesando
es similar a la idea de estar cruzando el oscuro bosque, donde ya hemos
superado en parte el miedo a las fieras y el dolor de sabernos solos en este
ámbito. Al salir de él, intuimos que algo en nosotros se ha transformado y
en el mejor de los casos traemos en nuestro cesto frutos y setas que en el
bosque a veces podemos encontrar.

El cuento del pobre cestero nos presenta al personaje principal


como un joven bobo, torpe, cojo y tuerto de quien la gente del pueblo
se mofaba. ¿Acaso no es esta la imagen de nuestro ego, poco desarro-
llado e ingenuo, que tiene que atravesar por muchas dificultades para
convertirse en príncipe?

A la muerte de su madre, el “bobo” sale a recorrer los caminos. Va


tejiendo sus canastos, frutos de la voluntad, y tras un largo recorrido llega
a la primera fuente, se baña en aguas de belleza y emerge convertido en un
hermoso joven. Podemos comprender mediante esta imagen como el yo se
desprende de su corporeidad y se manifiesta ante el alma en su verdadera
figura. Esto es lo que nos sucede cada noche cuando nos vamos al mundo
del sueño, nuestro yo abandona el cuerpo físico y al despertar en la maña-
na vuelve a su morada, quedando inevitablemente prisionero en él. Luego
el “bobo” cruza el bosque encuentra aguas de riqueza, fruto del conoci-
miento adquirido en nuestro paso por la tierra y finalmente se encuentra
con el anciano y es cubierto por las aguas de la sabiduría ¿no es una de
nuestras aspiraciones llegar a la vejez convertidos en seres sabios y gene-

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rosos, capaces de entregar todas las riquezas obtenidas en esta encarna-
ción a los hombres en devenir?, ¿no es nuestra tarea sacar de nuestras
arcas los ducados de oro y regalarlos para hacer de este mundo un me-
jor lugar para vivir?

Las tres transformaciones del joven que debió primero ser cestero,
culminan con el matrimonio; desposa a la más bella de las mujeres. Con
este matrimonio el yo conquista la libertad, sus vestiduras metamorfoseadas
ahora se muestran puras y transparentes, el amor que surge tras un largo
camino de sufrimientos deviene en la unión de estirpe real, alma y espíritu
se unen dejando atrás las envolturas que los atan a la tierra.

Relatos como estos son regalos imperecederos para el alma de un


niño, alimentos que al igual que el pan lo harán crecer, en este caso espiri-
tualmente. Además son semillas que germinarán en el tiempo y probable-
mente saldrán en su auxilio cuando la vida les ponga algún obstáculo. A
nosotros los adultos se nos presentan como amigos celestiales que nos apo-
yan en nuestro camino evolutivo personal, vertiendo luz sobre los aspec-
tos desconocidos de nuestra vida, y dándonos consuelo en épocas de sufri-
miento. Nos sitúan ante el gran escenario universal, donde una y otra vez
nos encontramos ante estas imágenes

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Creavisión
El trabajo humanizador de un colectivo juvenil

Síntesis Preliminar

La experiencia realizada por estudiantes de las Universidades de


Valparaíso y Playa Ancha, Chile: Colectivo Cultural Creavisión, surge de
la necesidad de complementar la formación biomédica, otorgada por la
universidad, carente en aspectos socioculturales y éticos, deshumanizada,
en un contexto universitario abúlico. Los estudiantes deciden organizarse
en una instancia de participación y colaboración sinérgica, con espacios de
creatividad, reflexión y acción. Se articula una red de colaboración con
organizaciones externas. Algunas acciones realizadas son: Tertulias “El
hombre, el amor y….”, lecturas de poesía y cuentos a pacientes hospitali-
zados. Taller de Bioética, Fiestas de la salud, ciclos de cine, actividades en
toma de terreno, etc. Creavisión propone una alternativa de organización-
acción horizontal, autogestada, abierta, crítica, de valores, sentimientos e
ideas. Rescata lo propio de las carreras de la salud y una preocupación
general por lo humano. Formadora de líderes comprometidos con la co-
munidad, capaces de crear proyectos, trabajar en equipos multidisciplinarios,
respetando al otro y su particularidad, nutriendo lo general desde la diver-
sidad, a partir del aprendizaje entre pares y una crítica hacia el modelo de
sociedad que propone la academia en Chile.

La esencia de Creavisión es su colectividad. Surge a partir de la necesi-


dad generalizada de complementar la formación exclusivamente académica
otorgada por la universidad. Las personas que se hacen cargo de tal necesidad,
se hacen cargo en primera instancia de sus propias inquietudes. Este hecho
determina un mayor compromiso consigo mismo al reconocerse como parte
de la vida, parte de algo que trasciende los límites individuales. Surge entonces
la propuesta de apropiarse de un espacio propio y colectivo a la vez, en donde
se aprende a transitar en la tensión existente entre pertenencia y autonomía.

Creandovisión

Creavisión es una agrupación de estudiantes de las carreras de Me-


dicina, Enfermería, Obstetricia y Kinesiología de la Facultad de Medicina

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de la Universidad de Valparaíso y de la carrera de Diseño Gráfico de la
Universidad de Playa Ancha. En este grupo participan tanto personas que
inician su formación académica, como estudiantes en práctica. En la Fa-
cultad, los estudiantes de las distintas carreras de salud se reúnen casi ex-
clusivamente en instancias académicas que obedecen al modelo biomédico
de formación de especialistas de rubros delimitados. Las iniciativas que
fomentan la integración, participación y discusión de temas comunes son
excepcionales.

En este escenario, con autoridades que apoyan las iniciativas de los


estudiantes, comienzan a surgir en el año 2000 pequeños proyectos aisla-
dos, de diferentes ámbitos: un ciclo de cine arte, lecturas de poesía a los
pacientes hospitalizados, la propuesta de construcción de un espacio físico
para reunirse durante el tiempo libre, talleres recreativos en un hogar de
niños, un taller de “Hip-Hop” en una toma de terreno.

La mayoría de los gestores se conocen, y participan en varios de los


proyectos. En el año 2002 deciden organizarse en torno a un propósito
común: generar una instancia de participación y colaboración sinérgica en
la cual existieran espacios de creatividad, reflexión y acción organizada.
Se realizan discusiones acerca de la realidad académica, compartiendo vi-
vencias e inquietudes. Se generan ideas de nuevos proyectos, se hace cons-
ciente la necesidad de diálogo y participación activa dentro de lo que es la
vida universitaria. Así se consolida el grupo entorno al primer gran pro-
yecto colectivo, la organización de un ciclo de tertulias cuyo tema cen-
tral es el hombre y el amor. Los otros proyectos se desarrollan y crecen,
además se articula una red con organizaciones externas a la facultad. A
través de las distintas actividades se produce una estrecha relación con
varios académicos de la facultad, quienes participan de la gestión de
algunos proyectos.

Espontáneamente, la organización es horizontal: la principal co-


hesión del colectivo consiste en la solidaridad, la responsabilidad hacia
sí mismo y hacia los demás y las confianzas mutuas. Periódicamente se
realizan reuniones participativas de discusión crítica, intercambio de
información, ideas e inquietudes. Se fomenta el desarrollo personal a tra-
vés del trabajo con personas externas a la universidad, y que tienen expe-
riencia en el trabajo comunitario y el desarrollo a escala humana. En el
grupo se permiten las distintas opiniones, las diferencias se perciben como
enriquecedoras, los conflictos se enfrentan, y activamente se insiste en la
horizontalidad como estructura organizacional, todo lo cual lleva a un ma-

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yor compromiso de los integrantes, quienes cada vez más se hacen respon-
sables de sus proyectos. Los que inicialmente fueron más pasivos co-
mienzan a crear sus propios proyectos y los gestionan apoyados por el
colectivo.

Los protagonistas

Alejandra Voigt Amion (Ale)

Alejandra Voigt Amion, nacida en 1979 en el mes de piscis, en


Frankfurt am Main, dado el exilio de su padre chileno en Alemania. Hace
12 años vive en Chile, estudió medicina en Valparaíso donde formó parte
del grupo fundador de Creavisión. Ha hecho trabajo comunitario desde su
ingreso a la universidad, trabajó con el colectivo Rayuela pintando luches
en las calles de ciudades chilenas y está vinculada desde el año 2001 a los
guías poéticos de Isla Negra. Actualmente trabaja como médico general
en el Consultorio Amigable Las Torres en Viña del Mar, y hace docencia en
antropología médica y bioética en la carrera de Medicina de la Universi-
dad de Valparaíso.

Creavisión…

El inicio de un movimiento universitario a escala humana

¿Cómo escribir de Creavisión?

Aparecen muchas preguntas, ¿Cómo definirlo? ¿Qué decir? Hablar


del grupo, de experiencias personales, de su historia, del impacto que cau-
só el movimiento, de su proyección. Quizás debería hablar de todo un poco,
para entregar una visión más completa, más íntegra, más comprensible.

Pienso que mi propia historia puede contribuir a comprender mejor


algunos puntos de vista.

Soy hija de Fernando, médico formado en esta misma facultad, fue


Presidente del Centro de Alumnos y militante del Partido Comunista cuan-
do se produjo el Golpe en 1973. Participó de las inquietudes políticas de la
época, fue conocido entre estudiantes y académicos, y explícito partidario
de la Unidad Popular. Después del 11 de Septiembre se sumergió en la
clandestinidad, se refugió en la Embajada de Alemania donde vivió duran-

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te tres meses. Desparecieron compañeros y profesores de la Escuela de
Medicina, amigos y funcionarios de los hospitales, médicos y no médicos.
Él mismo llegó en el primer avión de exiliados políticos a Frankfurt am
Main en Alemania. Allá, terminó sus estudios, ayudó a conformar una red
de apoyo importante en ayuda para los asilados chilenos, y luego, en la
ayuda internacional para Chile en dictadura. Mi Mamá, Rose Marie, lo
siguió en 1974, terminando sus estudios de Odontología en la universidad.

Yo nací en Frankfurt en 1979, y crecí con padres que siempre me


hablaron de su país, acompañé a mi papá a fiestas de la “Solidaridad por
Chile”, recuerdo mercados de invierno con venta de empanadas, pisco sour
y vino navegao. A los tres años vi por primera vez a Mercedes Sosa en
vivo, en un recital para la “Solidaridad por Chile”, estaban los Inti Illimani,
otros cantautores latinoamericanos importantes que apoyaron la lucha in-
ternacional por restablecer la democracia en los países latinoamericanos
en dictadura. Hasta aquí, impresiones hasta los seis años de edad aproxi-
madamente.

Viví en una pequeña ciudad de Alemania Occidental y crecí al cui-


dado de una familia chilena que se insertó lo que más pudo en la sociedad
alemana. El fantasma del regreso a Chile apareció sólo una vez durante mi
infancia. Sin embargo, conocí el dolor de perder un país, la pena de mis
padres y su dolor por la separación de familia y tierra. No conocí a mis
primos y tíos hasta los nueve años, las conversaciones políticas en todas
las reuniones con chilenos, marcaron una sensibilidad especial, una histo-
ria. La conexión con “la larga y angosta faja de tierra” se materializaba
a través de las visitas de mis abuelas, quienes vivían ahorrando para
poder hacer el costoso viaje. Constantemente juntamos ropas para los
primos en Chile.

En la medida que pasaron los años, Chile se alejó para mí, era ale-
mana, iba al colegio, participaba de todas las tradiciones alemanas que se
celebraban cada año de mi infancia: la Navidad y todos sus ritos, la Pascua
de Resurrección. Conocí otros países, mis padres viajaban a menudo a Ita-
lia porque les traía recuerdos de Chile.

Cuando tuve 12 años se separaron. La nueva pareja de mi padre era


alemana, así que comencé a hablar sólo en alemán, las costumbres germanas
se consolidaron cada vez más, las chilenas ya no aparecían. Me cambié de
casa, era adolescente, hice un curso de baile y tenía un grupo de amigos
consolidado.

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Apareció la idea de volver a Chile. Fue como un terremoto; por fin
tenía identidad alemana, y de esa ciudad, con amigos, viviendo cam-
bios propios de la adolescencia, pero con raíz clara y definida; ahora
debía partir…

Se inició un año de mucho trabajo, de organizar un cambio de casa


a otro continente, lejano física y emocionalmente. A los 15 años llegué a
Chile, al Colegio Alemán de Valparaíso, donde terminé mi Enseñanza Media
durante tres años. Me encontré con una sociedad totalmente diferente a la
alemana. Muchas cosas me sorprendieron: no conocía los colegios particu-
lares, la sociedad arribista chilena, el asunto de los apellidos importantes.
No entendía muchos códigos, ni menos los chistes de los chilenos.

Me refugié en una burbuja de alemanes del colegio, mis compañe-


ros de curso eran más germanos que chilenos, todas mis clases eran en
alemán. Logré conformar un pequeño grupo de amigos, cantábamos en el
coro, hacíamos teatro, giras por los colegios alemanes de Chile. Pertenecí
a un grupo que no era querido por los otros compañeros: los preferidos de
los profesores alemanes, los hijos de retornados, los “rojos”. Poco enten-
díamos nosotros de las tensiones, no reconocíamos la dificultad para los
compañeros de aceptarnos, de intentar comprender las diferencias cultura-
les en un país, en que lo dominante era la exclusión, el silencio, la no soli-
daridad, el peso del más poderoso, un medio excluyente, no incluyente.

Luego, salí del colegio. Crisis existencial: me di cuenta que real-


mente no había llegado a Chile. Ahora, sí estaba sólo entre chilenos, me
costó entender cómo funcionan. Me costó visualizar que todavía estába-
mos en dictadura, llenos de miedo, llenos de silencios. Y la historia de mi
familia causaba incomodidad; no la contaba, se convirtió en un secreto que
mencionaba sólo a los más cercanos.

Ingresé por un semestre a la carrera de Enfermería. Sentí el autori-


tarismo, la educación a la obediencia, no quise seguir ahí. Reconocí que no
soportaría tener que seguir las indicaciones de otros, quería ser yo la que
diera las indicaciones. Salí y me preparé por segunda vez para la Prueba de
Aptitud Académica.

La época escolar inicial fue dura, en un medio nuevo, que no com-


prendía, con mucha hostilidad. Lo pasaba bien en el coro y haciendo tea-
tro, incluso fui Pantomima durante un año. La expresión corporal me hacía
sentir plena. A la salida del colegio, hecho muy esperado, comencé a estar

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verdaderamente en el Chile de los años noventa.

Llegué a la Escuela de Medicina en el año 1999, tras rendir por


segunda vez la P.A.A.

En esta institución de la Universidad de Valparaíso se había produ-


cido, a lo largo de los años un lento despertar de los estudiantes, quienes,
sumergidos en un currículo sobrecargado de materia, sin espacio ni tiempo
para el libre pensamiento, seguían un devenir achatado e inerte por su vida
universitaria. Sus momentos álgidos eran fiestas en discotecas de la ciu-
dad, algún partido de fútbol u otro deporte. Las instancias de participación
social solidaria eran aisladas y ligadas en su totalidad a la Iglesia Católica.
Existía un ambiente de autoritarismo desde la Dirección, heredera del le-
gado dictatorial. Imponía todas las reglas, no existía un verdadero diálogo
entre estudiantes y académicos, se producían amistades personales aisla-
das que no conllevaban una apertura al debate o a la reflexión.

En este contexto, un pequeño grupo de jóvenes logró organizarse


para producir un paro en la Escuela de Medicina, cosa inédita en los últi-
mos años. El motivo era la rigidez imperante; se trató de obtener derechos,
libertades. Se conformó un grupo muy cohesionado, crítico, de amigos,
quienes encabezaron un giro en el ambiente de la escuela. De aquél mo-
mento en adelante, la palabra de uno de los líderes más importantes de la
escuela, ligado estrechamente a las Fuerzas Armadas, comenzó a perder
autoridad. Se le criticaba cada vez con menos miedo. Un grupo de acadé-
micos jóvenes, quienes se formaron en la misma Escuela durante la dicta-
dura militar, comenzaron a dar clases en distintos ramos de la carrera. Ellos
se interesaron por contribuir a la consolidación de una escuela abierta y
democrática. Se buscaba hacer perder poder a quienes ellos mismos tuvie-
ron que aceptar durante el autoritarismo fascista, y mejorar la calidad de la
enseñanza, renovar a los académicos, algunos tan añejos como el conteni-
do de sus clases.

En estas circunstancias, tras el histórico paro en “democracia”, lle-


gué a la Escuela. La sensación imperante era la de un alumnado poco des-
pierto, preocupado de estudiar, poco creativo, inmóvil. Me llamó la aten-
ción la ausencia de actividades sociales, siendo esta una facultad de medi-
cina, tan constitutivamente social –¿o no? La única ventana de respiro
para un currículo tan exigente como el de la carrera de medicina, era el
deporte. Los equipos se comenzaron a formar de a poco: la única rama
organizada.

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Ya me sentía con el primer gran logro en el bolsillo, la entrada a la
carrera de medicina, a pesar de las dificultades de idioma y las diferencias
culturales. Hay un ambiente más distendido que en el colegio. La gente es
más amplia de criterio, mis compañeros provienen de distintas ciudades,
de distintos hogares, tienen historias diversas, el prejuicio no existe en un prin-
cipio. Sentí mucha potencialidad, acá soy libre, libre de la historia con la cual
tuve que cargar en el colegio y que me cortó alas, relaciones, posibilidades.

Conocí a José, compañero y primer amigo de proyectos sociales. Le


expliqué mis diferencias con la Iglesia Católica, la posibilidad de tener
sentido social sin pertenecer a una religión, conversamos críticamente. Él
me entendió, respetamos nuestras posturas, sacamos conclusiones propias.

Notamos la necesidad de hacer trabajo social en primer año, quería-


mos trabajar con niños. Aparece la idea de asistir a un hogar de menores
perteneciente al SENAME, con niños bajo protección, entre 3 y 12 años.
Organizamos un grupo de veinte personas en nuestro curso, los compañe-
ros se mostraron interesados. Solicitamos apoyo financiero a la Escuela de
Medicina. Al director, Benjamín Subercaseaux, le conmovió nuestra ini-
ciativa y nos guió, exigiendo la elaboración de un proyecto; cumplimos y
obtuvimos una suma considerable de dinero para material.

Paralelamente, Juan, Presidente del Centro de Alumnos, crítico y


con inquietudes, nos citó frecuentemente a asambleas, hablando de cosas
que yo no entendía: la organización de las escuelas de medicina. Invitó a
Humberto Maturana quien habló del “Amor y la Ciencia”. Lo fuimos a
escuchar, me sentí embelesada, por fin escuchar a alguien grande, tenía
miles de inquietudes. Me sentí bien allí, con libertad, muchas veces con-
versé con Juan en los pasillos.

Logramos hacer un trabajo con los niños que duró dos años. En ese
tiempo, la esposa de un profesor de Anatomía se me acercó. Sabía de nues-
tro proyecto gracias a las campañas que hacíamos al iniciar las clases, so-
licitando apoyo también a los profesores para nuestro proyecto en el hogar.
Alexandra es psicóloga y me propone un trabajo conjunto. Iniciamos un
taller de desarrollo personal para los alumnos que participasen del trabajo
con los niños del hogar. La idea era evitar la deserción, lograr elaborar las
vivencias con los niños abandonados, trabajar lo grupal. Logramos mante-
ner el grupo hasta que nos sobrepasó la exigencia académica, los compañe-
ros comenzaron a optar por el camino académico, el grupo se agota con los
viajes a Playa Ancha; las tardes largas y el currículo pesado.

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Me interesa mucho el trabajo con niños de la calle, leí varios libros,
y encuentro colaboraciones entre Chile y Alemania. Con Sergio, nuevo
amigo, queríamos seguir trabajando. Nos dimos cuenta que el grupo se
hacía insostenible, las reuniones cada vez más desérticas. Decidimos cam-
biar de lugar, queríamos trabajar con niños que vivieran en sus casas, ele-
gimos una toma de terreno en Viña del Mar. Íbamos de a cuatro durante
todo el 2001 a la toma. Dirigíamos un taller de Hip Hop con baile y taller
de dibujo para los más pequeños. Entablamos una buena relación con los
niños, eran cerca de veinte, entre 5 y 21 años.

Ya en tercer año de medicina, entramos al hospital y vimos a los


primeros enfermos desde la perspectiva médica. Viví la parte fea de las
relaciones humanas en el nosocomio, me cargó la manera de tratar a los
enfermos, me sentí acosando su intimidad, no quería estar ahí. Afortunada-
mente, mi tutor propuso una ventana: leer poesía a los pacientes en la tar-
des. Quise ser parte del grupo que se formó el año anterior. Era mi única
razón para ir al hospital: las lecturas semanales. Conformamos un grupo
estable, iban varios amigos, otros que no eran cercanos y que a lo largo de
los años se convirtieron en los más íntimos, los más importantes.

Paralelamente, conocí a Luis Weinstein, psiquiatra y escritor, poeta


y guía comunitario. Impartió un curso de desarrollo personal en Isla Negra,
a través de la literatura y el compartir en grupo. En vez de ir a clases de
fisiopatología, me escapé todos los lunes del año para allá, y conocí una
red de personas que se hacían preguntas fundantes, que cambiaron sus vi-
das tras mirarse y reflexionar. Además, Lucho me invitó a su casa en San-
tiago, donde participé en varias reuniones de Multiversidad, donde com-
parten sus experiencias comunitarias personas de los ámbitos más diver-
sos: gente que trabajó en la resistencia, una monja de la teoría de la libera-
ción, una psicóloga social, un sociólogo, un médico de familia, son algu-
nos de los que recuerdo. Las conversaciones eran respetuosas, todos admi-
raron el esfuerzo que hacía por venir desde Valparaíso. El grupo me esti-
muló, aprendí a conformar un grupo de conversación en que cada uno im-
porta y entrega desde sí mismo.

En la Escuela, conocimos a gente de cursos menores que querían


trabajar con niños, tal como ya lo habíamos hecho. Además, había gente
preocupada de la precariedad de la infraestructura: “No tenemos acceso a
Internet ni a computadores”, otros preocupados del espacio público, “los
estudiantes no tenemos dónde estar, dónde compartir, sólo existe la biblio-
teca donde debemos guardar silencio”. En un bar conversamos acerca de

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las diferentes inquietudes que existían, salió la idea de reunirnos, sólo
para potenciarnos y apoyar proyectos para la obtención de computado-
res, un espacio para los estudiantes, apoyar a la poesía en el hospital y
el taller de HipHop.

Nos apoyan, desde afuera, los estudiantes mayores, el grupo que


lideró el paro de la Escuela, antes de nuestra llegada. Ponen cine todas las
semanas, nos impulsan, se detienen a conversar con nosotros.

Citamos a la primera reunión de Creavisión en mi casa, confeccio-


namos invitaciones a mano y las repartimos entre las personas que pensa-
mos tenían sensibilidad y ganas de participar. Por primera vez, invitamos a
personas de otras carreras y a gente de inquietudes diferentes para conver-
sar, sin alcohol, un viernes en la noche.

En la primera reunión se fundó lo que de ahí en adelante caracteri-


zaría a este grupo, que ha logrado mantenerse durante años en la Facultad
de Medicina, que se ha convertido en una suerte de fantasma que está en
todo lo que sucede y que no tiene una clara definición. Nos consolidamos
como grupo abierto, respetuoso de la opinión y del sentir del otro, que
escucha y propone alternativas, permite la creatividad, potencia las forta-
lezas individuales, permite el tejido de redes.

Inicialmente, notamos la necesidad de un espacio como éste, con


personas de diferentes carreras, que se reúnan a dialogar, a contar acerca
de las visiones de cada uno, sin más pretensión que ésa. Sin las responsabi-
lidades de un centro de alumnos, sin las luchas de poder de una federación
de estudiantes, sin la influencia de partidos políticos. Lo que necesitába-
mos era anterior a todo eso; era un espacio donde existiera la verdad, la
solidaridad, la acción positiva, la sinergia, la libertad. Pienso que esas fue-
ron las fortalezas del grupo que hicieron plantearnos un trabajo como equi-
po, de consolidación. No sólo apoyaríamos los proyectos individuales, no
solo compartíamos las experiencias del trabajo en la toma de terreno, las
lecturas hospitalarias, la lucha por un espacio propio en la facultad, la or-
ganización de un ciclo de cine; sino que además, apareció la idea de rela-
cionarnos como estudiantes con grandes pensadores de la esfera intelec-
tual y científica nacional. Reconocimos nuestra ventaja por ser universita-
rios, el potencial para organizar ciclos y hacer invitaciones.

Organizamos, por primera vez, una jornada de contenido político


en la Facultad de Medicina. Carlos, de primer año, se comprometió e invi-

21
tamos a personas del Colegio Médico, de los servicios de salud, del Con-
greso Nacional, para que nos explicaran el Plan AUGE, de reciente apari-
ción y discusión en boga. La hora de almuerzo de aquel día atrajo, por
primera vez en los últimos años, a más de 250 personas. Sólo la exhibición
del “Rey León” había logrado tal asistencia de público. Las autoridades se
sorprendieron, se comenzó a preguntar por los organizadores, todos res-
pondimos: “Fuimos nosotros, el Colectivo Cultural Creavisión”.

Discutíamos todo en lo absoluto: que es importante que tengamos


un nombre para identificarnos con el movimiento, que nos reuniríamos
cada tanto, que las reuniones serían tal y cual, que queríamos invitar a
hablar sobre un determinado tema a Fulano y por esta razón. Cada uno de
los miembros desarrolló su propia área de intervención, todos éramos im-
portantes, si alguien faltaba se notaba su ausencia. Fuimos respetuosos con
los tiempos, no se reprochaba la ausencia en reuniones, todos conocíamos
el peso de nuestros currículos.

Trabajamos intensamente para desarrollar un ciclo de tertulias cuyo


tema central fue el hombre y el amor. Invitaríamos a pensadores que po-
drían proponer un tercer tema. La lista de los posibles invitados era larga,
incluyendo a Pablo Neruda, a Víctor Jara, a Gabriela Mistral, también a
personas del ámbito científico. Raúl Zurita, poeta Premio Nacional de Li-
teratura; Marta Colombo, neuróloga infantil que estudió la sustancia libe-
rada en el amor; Luis Weinstein, amigo y confidente, fueron los elegidos
para el primer ciclo. Resultó como un sueño, vino gente de otras faculta-
des, de la ciudad, una amiga diseñadora confeccionó carteles que se repar-
tieron por toda Valparaíso. Cada paso nos hizo vibrar, el primer diseño del
cartel, la versión definitiva, las reuniones intercaladas para fijar los presu-
puestos necesarios, la difusión con ayuda de textos de Felipe, el mayor de
mis hermanos y estudiante de periodismo. La Facultad se llenó de nuestro
entusiasmo, había fuerza, vida. Los funcionarios nos apoyaron y nos faci-
litaron todo lo que requerimos en cuanto a material, los profesores nos
notaban y estimulaban, nos miraban con simpatía. Una profesora, Eva, nos
entregó su oficina y su computador como sede oficial de trabajo. Los pro-
yectos fueron todos confeccionados en su escritorio.

Aprendimos a relacionarnos a través del diálogo, entrelazando infor-


mación que cada uno traía. Aparecieron voluntarios para cada tarea, las redes
se tejieron con facilidad. También nos pasó lo que probablemente en todos los
grupos pasa: algunas personas se sobrecargaron de responsabilidad, se agota-
ron, pero aun así, existía confianza y podíamos, también eso, conversarlo.

22
Paralelamente al proceso colectivo, a consolidarnos como grupo de
referencia, en el cual nuestros tiempos libres se llenaron de personas y
actividades del grupo, reuniones y tareas, faltamos a clases y dejamos estu-
dio de lado por Creavisión. Yo seguía tejiendo vínculos con Lucho y sus
redes. Después del primer ciclo de tertulias, ya se convirtió en uno de los
amigos de Creavisión.

En nuestro proceso hubo importantes personas que nos dieron el


espacio y apoyo necesario para crecer, entre ellos, el señor Bastidas, Don
Pepe, Luis Weinstein, Mario Parada, Eva Madrid, Luis Maldonado, Henry,
Benjamín Subercaseaux, tantas personas que apoyaron cada proyecto en
particular…… nuestros compañeros que nos han acompañado, los profe-
sores, los perros, las murallas, el sol, la lluvia, el viento....

…las caracolas.

Carla Ferretti Céspedes (Carlita)

Carla… pero con el transcurso del tiempo para algunos me he vuelto


Carlita, Carli, Carlo, etc, (para mi mamá siempre Carlota)… nombres que
me definen un poco, y que creo defino en mi mayor o menor cercanía con
quienes comparto.

Nací hace 21 años en la ciudad de Viña del Mar, estudio Kinesiología


en 4° año y desde que tengo memoria me he sentido atraída por la magia
que me rodea; la de todos los días y la nueva…por ahí dirían “la dimen-
sión poética de la vida” (que bonito fue descubrirle un nombre).

En mi vida existen momentos importantes y mágicos que pueden


ser comunes a muchos…pero lo que me trae a estas líneas es haber cono-
cido a los Creavisionarios, hace tres años…cuando me encontré una cara-
cola llena de poesía...

¿Por qué Creavisión?

“Es la emoción desde donde surge una conducta lo que le da a ésta


su carácter como acción. Así, si queremos saber la emoción en que una
persona se encuentra, miramos sus acciones, y si queremos saber cuáles
son sus acciones, miramos sus emociones”
(Humberto Maturana)

23
Muchos escritos comienzan con un contexto general, con una defi-
nición… quizás una base concreta desde donde explayarse….debo admitir
que me resulta imposible; para mí, la base de estas letras no pueden ser
sino la sensibilidad y el instinto.

…las sonrisas, las risas, las miradas, el cariño por el brillo en los
ojos de quien está en frente o al final de un pasillo, o a kilómetros de
distancia….las complicidades, las críticas como caricias, el abrazo de quien
te conoce, el encuentro y desencuentro en el diálogo… la emoción por el
otro, el aprendizaje en el compartir del otro vivido…del otro que espera y
sueña….de los creavisionarios…

Desde que tengo memoria he sido del hacer, del participar. Lo más
antiguo que recuerdo es estar, como a los 7 años, recitando un poema fren-
te a todo mi colegio; lo cual ahora me parece muy significativo, conside-
rando que la poesía fue mi primer acercamiento a Creavisión. Con los años
siguió el deporte, el teatro, las peñas y la danza, los cuales siempre me
hicieron sentir plena, porque me significaban convivencia, trabajo, un pro-
ceso que iba más allá de mí, y que generaba un producto colectivo, una
nutrición de la cual no era muy consciente. No es extraño entonces, más
que haber llegado, haberme quedado en Creavisión.

Siempre me he cuestionado sobre las motivaciones, las de otros y


las mías… el porqué de las acciones o de lo estático. Entonces no puedo
evitar pensar en la interacción con las personas, en que leer un poema no es
una acción bonita y caritativa, sino una entrega propia, una confianza, un
riesgo, un compartir; y lo más importante, que es así como muchas veces
es entendido por quien escucha; y que es capaz de retribuirlo de una infini-
dad de formas que crean algo nuevo cada vez…que crea una energía, un
algo indefinible.

Un algo indefinible que ejemplifico a través de la lectura poética en


un hospital, porque para mí es lo más sensible, pero que me parece está en
nuestro vivir, en nuestros encuentros cotidianos, en nuestros trabajos, en el
espacio que todos llenamos a diario, en todos y cada uno de nosotros, y que
es parte de nuestra esencia; que nos empuja, nos guía, nos sensibiliza, que
se expresa de mil formas…que nos motiva y que es inherente al ser humano.

Pero aunque creo en esta motivación esencial, muchas veces me he


sentido desesperanzada, desilusionada de no encontrarme con los otros, no
porque pretenda que sus motivaciones se manifiesten como las mías, sino

24
porque veo una inercia en las acciones del resto, un dejarse llevar por lo
que los rodea (lo cual no siempre me es ajeno), y que en general no com-
prendía. Sin embargo mi desesperanza no es en la esencia de lo humano,
sino en el contexto que puede mitigarla. Puesto que, así como me parece
que es inherente al ser humano, también creo que esta motivación esencial
es un potencial que requiere de una retroalimentación, de un convivir con
los otros, de un convivir con uno, de aceptación y curiosidad, de crecer en
las motivaciones comunes y diferentes …. de construir.

Y si hablo sobre todo esto, es porque es lo que para mí representa


Creavisión….esa parte de la esencia humana…que Creavisión es eso, esen-
cialmente humano….

……..el jardín donde la motivación y la emoción se vuelven acción.

Carmen Astargo Vega

Estudio enfermería, tengo 21 años nací el 20 de diciembre del año


1984 en la ciudad de Quillota; pero he vivido casi toda mi vida en Noga-
les. Siempre me ha gustado escribir, aunque no lo hago con regularidad, más
por una cuestión de “autocensura” o quizá por miedo a que los demás sepan
qué hay dentro de mí; en realidad sé poco de poesía, me marcó el leer un
pequeño poema en una sala del Van Buren, animada por un amigo, mientras
leía algo mío yo iba saliendo con cada palabra. Eso se sintió bien.

Creavisión y Fiesta de la Salud

Todavía no sé bien qué es Creavisión...


Un grupo de gente loca
Un grupo de gente distinta
Un grupo de gente humana
Un grupo de estudiantes raros
Un grupo de amigos con incansables ganas de trabajar por los de-
más, de hacer cultura, de expresar, de conocer, de CREAR…

Parece un círculo cerrado, compuesto por un grupo de entes inquie-


tos o una secta como la llaman algunos, pero es aire que fluye por una
facultad vieja y fría, cuadrada y a veces indiferente; por salas de hospital
heladas, desamparadas, llenas de almas curiosas y tristes, entregando ale-
gría, escuchando, mostrando diversidad a través de la poesía y la música;

25
en “fiestas de la salud” compartiendo con la comunidad; en Isla Negra
reflexionando, conociendo, conociéndose; en ciclos de cine ofreciendo a
los estudiantes sumergidos entre libros, clases y hospitales, un respiro, un
escape, una alternativa distinta un momento para sí mismos; en una revista
jugosa en la que todos pueden escribir lo que se les ocurra. En fin no sé
definir qué es Creavisión, solo sé que está en todos lados, que tiene inago-
tables ganas de hacer cosas nuevas, o simplemente, hacer cosas.

Qué es Creavisión… todavía no lo defino

Colores, música, baile, malabaristas, comunidad, adultos mayores,


estudiantes, consultorio, Bresky, Creavisión; todo se mezcló ese día, todos
lo hicimos, salió de nuestros corazones, era un sueño, ver la salud como
una gran fiesta, lo que todos queremos…

Estábamos ahí, los “abuelitos” bailando, mostrando sus bordados y


sus artesanías; me acuerdo del grupo antitabaco compartiendo sus expe-
riencias con la gente, mostrando esas dramáticas fotos de los efectos del
cigarro; las niñas del Hogar mostrando sus dibujos, Bresky con su revista,
la cerámica, los trabajos en vidrio, las bolsitas; un grupo de malabaristas
haciendo volar formas y colores; la capoeira, movimiento, tambores y rit-
mos invitando a dejarse llevar y compartir…

Estábamos todos ahí, en ese parque casi abandonado, en ese lugar


hermoso que espera pacientemente que lo ocupen, que lo llenen de vida, un
punto de unión necesario.

Se respiraba tranquilidad, felicidad, todos compartiendo en un am-


biente creado para todos, no salió todo excelente pero para nosotros fue un
éxito, no imaginamos que todo resultaría tan bien.

Y para terminar, más música, y en nuestros corazones siguen so-


nando los tambores, y quedaron huellas que no se borrarán…

Darío Vásquez Zuloaga (Daro)

Darío Vásquez Zuloaga, nacido el 28 de marzo de 1979, mago pla-


netario de 10 lunas, surfista amateur, proyecto de poeta, músico frustrado,
médico cirujano, científico en potencia, amante de la naturaleza y cons-
tante asombrado de la vida. Llegó a la poesía a través de Vicente Huidobro

26
y a la dimensión poética de la vida por defecto, porque sencillamente se
vive poéticamente o no se vive. Creando y siendo visionario. O al menos
intentándolo a diario, perramente.

Sobre algunos creadores y visionarios

Desde los primeros días en nuestra universidad supimos que algo


no iba bien. Demasiada violencia en una supuesta bienvenida amistosa.
Huevos podridos y cabezas de pescado en el frontis de nuestra facultad.
Luego, en las primeras semanas de clases, tanto silencio y caras desconoci-
das por los pasillos. Poco debate, pocas ideas, poco encuentro y mucho
estudio. Mucho dogma y poca creación. En fin, poca Universidad y mucha
Academia.

En este escenario el nacimiento de Creavisión fue prácticamente


inevitable.

Fue una tarde en Cuarto año cuando comenzó el plan. La idea: una
bienvenida diferente, participativa, creativa, o al menos entrete. La gente
se fue sumando en el camino con mucho entusiasmo, aportando ideas, de-
jando por algún tiempo su rol de estudiante receptivo por el de un universi-
tario participativo.

Así nació “el viaje” como una bienvenida no-violenta a los alumnos
de primer año, con música, disfraces, maquillajes y mucha improvisación.
Fue un éxito total, los estudiantes emocionados, todos felices y mezclados,
perdiendo los inútiles límites entre cursos o edades. Lo último que recuer-
do somos todos nosotros, bienvenidos y bienvenidores, saltando del esce-
nario gritando nuestro propio nombre sobre el aplauso de la multitud.

Luego hubo tanta energía en este grupo de personas que una parte
se constituyó en lo que ambiciosamente nombramos Colectivo Cultural
Creavisión, con una organización transversal, no jerárquica e independien-
te de todo interés partidista o particular. Nos juntamos porque queríamos,
así de simple. Nunca tuvimos cargos ni estatutos, nunca los necesitamos
tampoco.

Nuestro poder estuvo siempre en la gente que nos constituía, un


“todos juntos” con carácter y dinámica propia, caracterizado por el diálo-
go, la acción y los sueños, y que superaba con creces el valor y el alcance
de sus partes constituyentes.

27
Alrededor de cinco años de actividades culturales, encuentros de
reflexión, diálogo y debate de temas universales, lecturas poéticas en los
hospitales de nuestra región, preuniversitario solidario autogestionado,
zancos, capoeira, política y juego, fueron el resultado del trabajo y los sue-
ños aunados de un grupo heterogéneo de personas, en su mayoría jóvenes
estudiantes universitarios del área de la salud que generaron lo que creo es,
en realidad, Universidad. En este colectivo, por definición no excluyente,
participaron activamente académicos y administrativos dando apoyo vo-
luntario a las iniciativas de los alumnos.

Dentro de este dinamismo, en el que personas iban y venían, su-


mándose a proyectos existentes en desarrollo o proponiendo sus nuevas
ideas, se generaron grandes amistades y algunos romances que perduran
hasta el día de hoy...

Aunque algunas personas se han alejado del colectivo en estos días


por motivos importantes, y aunque algunos dicen que ya no existe activa-
mente, lo visionario y creativo que nos unió todo ese tiempo, en una histo-
ria en común, sigue vivo y creciendo en cada uno de nosotros que vivimos
esa experiencia, y seguirá dando frutos en nuestras vidas o en las vidas de
las personas que nos rodean.

Diego Eguren Ibacache

Me llamo Diego Elías Eguren Ibacache, nací el 19 de Septiembre


de 1982 en Viña del Mar, Chile. Mi vida se desarrolló cercana a las que-
bradas de la Quinta Vergara, donde los pájaros, las palmas, los aromos,
los ágaves y las estaciones me llenaron de alegría y energía. Luego en
Valparaíso, conocí la calle, los perros, los tambores, las gaviotas. Mi poe-
sía nace del Universo y de mi Amor. Mis versos buscan la paz, el amor y el
entendimiento. Las rimas son juegos y las metáforas camaleones. Mi poe-
sía es para el Todo.

Restos camaleónicos de escarabajos y caracoles cósmicos


El tiempo pasa desde que respiro
la rueda del cosmos muta cada vez
nadie comprende las velocidades
ni las edades o las atracciones,
efectos con causas desconocidas
y Causas con potenciales efectos.

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Nos enlazamos por motivaciones
o explosiones de energía, Fé
AMOR y más, en planos y no planos.
Sueños de una imaginación
más “voluntades traducidas” (acto)
se complementan en la Armonía.
El tiempo es vida desde ese latido
¡Felicidad porque estamos unidos
y la intención es la Evolución!

Metáforas o “Coincidencias”, donde


caminos, líneas, curvas y espirales
se cruzaron para y por el caos
¿o el Orden? ¡confusión! en este choque
tiempoespacioconceptosalmacuerpos
en la incógnita de los mecanismos

Volar hacia el futuro abrazados


gaviotas por el mar de la conciencia
que al fin del ciclo volverán a tierra.

Gabriela Krisam Romero (Gaby)

25 años, sobreviviente de medicina 7º año, U. Valparaíso. Viva, en


reproducción, perdida (navegando), enamorada (de la vida, de Matías, del
canto, de la búsqueda, etc.)… Hija de Günter (hombre, electrónico/loco,
transmutado a otro plano) y María Angélica (mujer, madre, santera de la
Iglesia N. Sra. de Lourdes, católica/dirigenta poblacional), hermana de
Matías (¡distinto del anterior!) (hombre, diseñador, ojos de miel, enamo-
rado de Valeria). Amiga (gracias a la vida) de vari@s, que me enriquecen
todos los días… Aficionada del canto, la actuación, la poesía (escrita y
leída) y el arte en general, asombrada del pensamiento humano en todas
sus formas… creavisionaria.

Creavisión: colectivo, red, personas…

“No Quiero, a los veinte años, sentir que la mejor época de mi vida ya
quedó atrás” dije aquella noche fundante. Una invitación de marcalibros en papel
de color, escrita con lápiz metálico, con una caracola dibujada al final. La seguí
pasando, como siempre, pero insistía en volver a mis manos. Cosas que pasan.

29
Despertando de tiempos oscuros, en aquellos días. Y, ciertamente,
Creavisión me ayudó a despertar. Un respiro fresco de mañana húmeda por
el rocío, desvestirse de la apatía, y de esa extraña sensación de ir a contra-
pelo, que el estudio de la medicina me inspiró durante tanto tiempo. La
sonrisa llena de Alejandra, los lengüetazos de saludo de Fanny, los ojos de
poesía de Sergio, las conversaciones parsimoniosas con Darío, el rabioso
contacto de Beatriz, la profunda tranquilidad de Violeta, la gracia inteli-
gente de Paulina, la dulzura inacabable de Lily, la eterna disposición de
Claudia. Luego vino el trabajo, tan embebido de la sensación de hacer algo
útil con mi energía. La transgresora opción por el hippismo de la
horizontalidad y el compromiso sin más que los propios límites, al
consensuar la promesa de no escribir ningún documento de organización,
de especificación de principios.

Tantas ideas nos convocaron, y la satisfacción de sentir que crece el


espíritu en cada una de las actividades. Ir viendo cómo los vínculos se
hacen más fuertes y se van expandiendo hacia el ambiente tiñendo el aire
de los colores que quisimos forjar. Y Carlos con su pasión tan encajada en
la estructura de sus principios, con el aporte certero en todo lo que quiso
intervenir. Luego fueron llegando nuevas generaciones, Pato con sus cáli-
dos abrazos, Marcelo con su tan auténtico estilo de hacer las cosas, Genoveva
con su belleza entera, Carla y Sarita con energía inacabable y presencia
fiel. Quizás a cuántos estoy olvidando en este momento, pero las ideas no
son claras y quizás ni siquiera son tales, sino un torrente de sensaciones
llevando imágenes de la mano; la inocencia con la que contactamos a per-
sonajes de renombre nacional, sin ofrecer más que una tertulia amena, y la
desinteresada respuesta de quienes aceptaron la invitación. ¿Qué es eso
que se mueve entre los corazones, eso que convoca Creavisión? Quién sabe.
Yo lo he vivido y no sé si podría explicarlo mejor que en el actual intento.
Sólo sé que Ale y yo lloramos en la calle una tarde fría en que comentamos
el cierre de nuestro ciclo en el colectivo. Y no lo hemos cerrado. En reali-
dad, ni ganas tengo. Creavisión me creció en el pecho desde el primer día y
sus frutos me iluminan a cada momento. Creavisión para mí ha sido la
supervivencia a la medicina, una ventana hacia mi propia humanidad, aque-
lla que no pudo ser ahogada. Tal vez por eso significa tanto.

Genoveva de la O Chamorro (Genu)

Mi nombre es Genoveva de la O Chamorro, nací en la ribera sur de


la desembocadura del río Maule, límite de la resistencia indígena nativa

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hacia el colonizador Inca, Tierra de Promaucaes. Pueblo chico y ventoso,
en que cada paisaje es mi hábitat más íntimo, cada cerro tiene mis cami-
nos, cuentos y canciones. Mi familia entera, amplia y cariñosa, habita en
esa tierra y es parte de ella. Decir que el pensar poético está en mí sin
razón objetivable, sería lo más franco quizá, pero muy egoísta olvidar mis
raíces en la lluvia y el viento, en el campo y el bosque, en el río y el mar y
en mi familia que me abriga como un manto de oveja.

Creando y creyendo y bailando y soñando

¿Por qué trabajo en Creavisión?, es la pregunta, y me ronda por la


cabeza sin yo darme espacio -consciente- para contestarla, por una cosa de
tiempo y sobrecarga de pensamientos...

Pero bueno, la cabeza o el corazón o el cerebro que nos late en el


pecho, el aparato éxito/conductor ese, me responde en sueños, se realiza a
sí mismo en ellos, y me despierto feliz, llena de amor y de luz, abro los
ojos y miro por mi ventana hacia el espacio y por fin pienso: soy
creavisionaria porque es una manera de hacer realidad mis sueños

(O jugar a soñar despierta)


De vuelta al mundo primitivo
O Creavisión, la tribu
Floreció en mi corazón un gran amor y un gran deseo de paz para
todos,
brillaron mis ojos y fue como una llama que se encendió en mi aden-
tro,
una luz tibia y cariñosa.
Luego empecé a Ver.
A ver que en todo, o en mucho, había también esa luz y ese calor
que mucho brillaba también así y que otros ojos me decían mensa-
jes parecidos
y a veces, cuando una ventolera remecía mi llama,
yo andaba friolenta y tristona
enfermiza y adolorida
y mis ojos percibían lo gris y lo frío
lo violento y lo hermético.
Entonces,
cuando conocí ambas polaridades,
aprendí que son ambas expresiones de Uno
y desaparecieron las polaridades!

31
desaparecieron las contradicciones
desapareció lo hermético y se hizo líquido
lo lejano se hizo consecuente,
lo constante inherente,
lo más complejo fue el otoño con su coreografía de hojas volando
perfectas
y sus bordados amarillos
y sus nubes fosforescentes,
lo más simple el beso que me diste en la mañana,
antes que saliera el sol,
cuando todavía andaba en los sueños.

La evolución es el retorno,
a la casa, a la tribu, a la comunidad
lo sagrado está en el trabajo y en cada esquina de este universo
círculo
en cada mano abierta está la Magia
y en cada aliento va la Vida
y respiramos,
sin darnos cuenta,
al unísono
porque la conciencia se hizo inconsciente
y la labor un juego,
todo se confundió,
con la música del universo,
en la danza del Amor.

Hoy es día de fiesta


la Tierra entera baila de júbilo
porque se completó otro ciclo
porque la Semilla está brotando
cantan los pájaros y celebran las olas
con los peces saltando de alegría
y celebramos nosotros en nuestros corazones
danzando ancestrales alrededor de nuestra llama
eufóricos, esplácnicos, entéricos, en trance, elípticos…
y cada vez que nos abrazamos,
nos anudamos fuerte con nuestros 4 brazos,
nuestros corazones bailan juntos
alrededor de esta nueva llama fusionada,
de nuestra fogata común

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en honor al regreso a este mundo “primitivo”.

Basado en los textos de Fermín Estrella, “Otro mundo es posible” y


Judith Rees “Sorpresa sin fin”.

Matías Casanova Bustos

Matías Casanova, estudiante de Medicina de Segundo año, nacido


en 1984, en busca de un equilibrio, de respuestas que no llegan, de la
integración que responda por sí sola al eterno ¿por qué? En la poesía, en
la música, en la Medicina, ¿en Creavisión?

Preuniversitario popular de los estudiantes de la Universidad


de Valparaíso

Crear-visiones desde el Preuniversitario Popular es incluir lo social


y lo solidario en el colectivo. Agrupando a estudiantes secundarios sin los
recursos necesarios para pagar un preuniversitario formal se les entrega la
posibilidad de ingresar a la educación superior, una alternativa que el siste-
ma por sí solo no les da. Quizás la rama más académica del colectivo, que
lo retroalimenta desde la Responsabilidad Social Universitaria.

Primero como una iniciativa con una motivación clara: trabajar en


lo comunitario con menos caridad y más solidaridad. Luego, incorporando
los planteamientos de Paulo Freire y su método de enseñanza que tanto
iluminaría la primera mitad del siglo XX, en un mundo desigual, clasista,
marcado por la analfabetización y la poca conciencia de los derechos y
deberes ciudadanos.

Ciertamente los tiempos han cambiado, la instrucción ha mejorado,


pero aún así subsisten los problemas de inequidad en la calidad de la edu-
cación entre los colegios particulares y los liceos municipalizados, y, por
ende, los problemas de acceso a la educación superior.

Los principios de la Educación Popular nos compelen a concientizar


a un alumno bombardeado por los medios de comunicación de masas, des-
preocupado de su desarrollo personal más allá del hedonismo, víctima de
un sistema que lo encasilla y empaqueta bajo un molde preconcebido.

Con el Preuniversitario, se confirma uno de los determinantes más

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importantes en el colectivo, el Crear opciones que los estudiantes o cual-
quier participante puede tomar o dejar voluntariamente. Artistas, profeso-
res, escritores, políticos, profesionales; todos individuos que convergen en
la potencialidad de marcar la diferencia en su entorno, de potenciar la pers-
pectiva ecológica desde la subjetividad y la conciencia plena. Cada uno
responde a sus fueros internos y conforme a estos ritmos, se compenetra
con otros, partiendo desde lo individual a lo comunitario, donde se encuen-
tran las motivaciones dispares y las acciones integrativas.

En sus motivos, el Preuniversitario Popular es la alternativa a la


lógica imperante, injusta e individualista, un esfuerzo constante por com-
binar la gracia del educando y del profesor, quien es, a su vez, alumno
universitario. Es la Universidad de Valparaíso el centro de estudios que
cobija en sus aulas esta brisa de lucha e ideales.

Al más puro estilo Creavisionario, la transdisciplinareidad es el ór-


gano vital del funcionamiento del preuniversitario: estudiantes de más de
doce carreras, que van desde el derecho hasta la medicina, desde la historia
hasta la ingeniería, desde los cerros hasta el plan, del profesor al alumno,
una y otra vez.

Patricio Donaire Oyanedel (Pato)

Patricio Donaire Oyanedel (24), nacido en Quillota, estudiante de


quinto año de Medicina de la Universidad de Valparaíso, en respuesta a
sus descontroladas ganas de participar se integra al grupo que lo sorpren-
diera dándole una bienvenida mística a su llegada a la Escuela, el Colec-
tivo Cultural Creavisión, en donde participa casi desde sus inicios en
2002. En este grupo encuentra una manera de canalizar las energías en un
trabajo serio, responsable y sobretodo colectivo, hacia una intervención en el
propio desarrollo y en la apertura de visión dentro de la formación académi-
ca. Actualmente se desempeña como uno de los editores de la Revista Univer-
sitaria Trepanada y como Vocal de Cultura del Centro de Estudiantes.

Jornadas de Medicina Integrativa

Las jornadas de Medicina Integrativa surgen de la necesidad de ten-


der puentes entre los distintos abordajes terapéuticos que han surgido y
siguen surgiendo como islas de archipiélagos desde nuestra cosmovisión
occidental. Apelan a la búsqueda constante de distintos complementos que

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llenen el muchas veces peligroso vacío que la medicina alópata ha genera-
do. El progreso tecnológico ha logrado un nivel de precisión en el diagnós-
tico de la enfermedad humana que es histórico en nuestra civilización. Sin
embargo, y como síntoma innegable del confuso síndrome en el que se
debate la sociedad actual, este progreso no ha sido a escala humana.

Los crecientes costos de la Medicina industrializada, felicidad en


pastillas que auguran el fluoexitínico éxtasis de una curación artificiosa,
generan un contexto altamente prohibitivo, no garantizando el acceso y la
calidad por igual, en un mundo y país cada vez más inicuos. La vuelta
hacia un sistema médico holista escapa el dominio de la Medicina y la
ciencia, para transformarse en un requerimiento de responsabilidad social.

Esa misma apertura de la medicina alópata en considerar al Ser


Humano de manera más completa e integral, dando cabida a todas las vo-
ces posibles, da cuenta que la concepción de medicina en sí debe transfor-
marse en la de una Gran Enciclopedia del conocimiento humano que inclu-
ya las bases biológicas y espirituales de nuestra estructura y funcionamien-
to en el sentido más amplio. Un gran libro, una sola gran Medicina, que
nos permita ver cómo se levantan nexos, cuando la marea alta de nuestros
prejuicios (occidentales) se retira y nos permite acceder a nuevas parcelas
de la realidad. Esta integración nos convoca desde el pluralismo y la hete-
rogeneidad, nos recuerda el porqué de lo colectivo, nos recuerda que entre
los puntos diametralmente opuestos existe una equidistancia dinámica, un
integrar haciendo, un Crear Visión.

Paula Araya Herrera

Esta poesía está en todas partes, desconcertante y cruda, calando


huesos y perfumando mi alma. Delicioso delirio que comenzó hace algu-
nos años, el 30 de julio de 1985 en Viña del Mar, y sigue tan contestadora
como mi espíritu travieso y de ojos bien abiertos. Estudio para ser
kinesióloga y otras cosas más, en la Universidad de Valparaíso. A través
de estos jardines, mares, poesía y hospital, te descubres leyendo a escondi-
das en fríos pasillos, afirmando la mano del cuerpo débil, ayudando a sentir...

¿Por qué no dejar la hebra sin unir?

Perdonar lo mío y lo tuyo y ver más allá. Un espíritu inquieto, que


su pasión transforme todo lo malo en caminos sólidos donde otros puedan

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andar, dejar todo y largarse para luego sembrar en otros lugares. Dejar
soluciones y nuevos problemas antes y después de ser, de estar, de pertene-
cer y aprehender. Dejar ser lo que será una vez liberado y permitirse amar
con hondor todo lo amable y lo existente.

Haber disfrutado todas las voces, besos y caricias entregados. Abra-


zos tímidos, que recién aprenden a soltarse y comienzan a alimentar ese
hambre tan olvidado por la persona sola. Brazos se balancean sin la mano
tomada y mantienen la hebra sin unir.

Cómo hacerles entender que a veces no pienso en que las cosas


caigan bien, sino que sólo caigan. ¿Qué tal si un día nos vamos y quedamos
dormidos por siempre, cerca, pero a la vez tan lejos? En ese lugar donde no
podrás agradecer las palabras y miradas risueñas que te alimentaron una de
tus más buscadas intenciones, aquella que te hizo quedar despierto hasta
muy tarde, sudar hasta por los ojos y aún seguir mirando. Aún seguir intac-
to al final del camino. Aún quedar bien, aún embriagar a otros con tus
palabras, después de todo.

Para mí, lo que me hizo entrar a Creavisión hoy no es mi fuerza de


empuje. No dejo de observar y agradecer desde aquí adentro. Aún así los
nortes cambian y las cartas al viento van hacia otros buzones, con todas sus
fibras y sabores deliciosos. Y espero dejar mi verbo, curioso y hambriento, por
todos los espacios abiertos y rincones exquisitos, mortales e imperfectos.

Lo que alguna vez me impulsó por aquel sendero donde siempre


quise estar, despierta y protegida, es lo que más me atemoriza perder, y me
hace retroceder ante todos ustedes. Es contarles una, dos y mil veces lo
feliz que me hace escribirles acerca de los pocos caminos que he recorrido,
y sentirme tan pequeña, aquí, entre aquellos de piernas largas y veloces
trotes. Tan salvaje, que al voltear, veo cuatro patas en mi sombra.

Y las ideas de cerrar la puerta por fuera más de alguna vez estuvie-
ron, pero convencida de la dulzura de los sabores agrios y los caminos
paralelos, es cuando comienzo a unir. Este proceso tan lento, que aunque
fuera a ciegas, cualquiera con el corazón vivo reconocería como válido.
Cada fibra expectante, consume distancia y energía. Deambula en ritmos,
algunos sensuales, otros ácidos, que buscan queriendo unir.

Y aquí se encarna el deseo de haber nacido antes para haber sentido


más. Porque aunque existan áreas de diferencias naturales siempre habrá

36
manos que querrán comunicarse. A veces sólo para encontrar la confianza
de un lugar tibio, otras el lugar de desarrollo.

Y es tan hondo el lugar de aterrizaje. Entrañas de cerca, con sus


olores y texturas en primer plano, casi inaguantables, mas no vergonzo-
sas, pues son la verdad desnuda, imperfecta del nosotros. El sentir, el co-
municar.

Y es así como actúa esta poesía: adormeciendo mi final, dejándome


libre. Remueve las cosas, me vuelve intranquila y sensible. Me abre el
corazón frío y aumenta los ladridos en el camino. Vivir aquello que me
hace conocer qué hay más allá de los límites entre el nosotros y el yo.

Conociendo otros nortes, donde la razón y la lógica no son más que


palabras al amar y desnudarse. Donde el amarse es montarse en el miedo,
criarse sobre el árbol y mamar de ese hilo tan frágil que te da la conciencia
de este movimiento oportuno, tan nítido como la madera sin pintar. Con la
alegría de enhebrar la aguja que tanto costó encontrar y tejer la espalda que
soportará mundos enteros.

Sarita Gálvez Donoso

Me suspendo en el mundo desde el 7 de octubre de 1984…Me pu-


sieron un nombre bastante exótico y fifí, que me parece divertido. Sucedo,
desde esa fecha con el nombre de Sarita. Y luego, en esta otra existencia
me movilizo en segundos invisibles, en dimensiones paralelas, en sonidos
indescifrables… en un mundo, en ocasiones demasiado ajeno…Para mí,
cuando alguien habla de aquello subyacente, de lo invisible, paralelo e
indescifrable o más aún cuando lo vive, su palabra, letra o sentir no es
sino una actitud poética, un pulular etéreo en las membranas líricas del
ser. Hoy soy SaraLara, Creavisionaria y, entre otras cosas, estudiante de
4º año de kinesiología en la Universidad de Valparaíso.

Sin título

Se mueven las vísceras, revuelve la sangre, el corazón se agita y las


palabras salen eyectadas, por una fuerza que aún no descifro adecuada-
mente, por la energía que me mueve.

Creavisión como punto de partida y convergencia, el colectivo de

37
las ganas e ideas, el conjunto de ojos y soles, ese creador de mundos para-
lelos, que todos somos. Me sucede así, me cala hondo, me hinca los dientes
con un frenesí indecible. No es sino emoción; no es sino poesía.

Estoy en creavisión como curso natural, sin pensarlo nadé y me


encontré nadando con este cardumen (el de los peces raros). Coinci-
dencia significativa diría Lucho, y yo concuerdo, pues para mí no hay
cosas tan simbólicas como encontrarse en las ganas, poner las tensio-
nes en puntos equidistantes y construir desde ahí, desde todos… hacia
todos. Suena grande pero se hace de a poco, de los pulsos a las manos,
de las manos a los otros. Yo pongo mis manos y mis pulsos. Yo quiero
que esto se prolongue y exista, reinvente y varíe. Porque este colectivo
es parte de la cosas en las que creo. Creo en el trabajo comunitario y
horizontal, en la movilización en base a proyectos concretos, en una
educación distinta e integral, en el respeto y el amor, creo en los
creavisionarios, creo en nuestras búsquedas, y también creo en mí, des-
de aquí. Desde lo que somos.

Los espacios íntimos del cómo sucedemos. Los abordajes profun-


dos del desarrollo del ser. La energía de los abrazos y encuentros. La risa,
la salud desde espacios poco saludables. La lectura de poesía en el hospi-
tal, la búsqueda que se repite incesante. La comunidad en tiempos agónicos
de individualidad sistémica. El cine arte en el auditorio abúlico. La
horizontalidad en tiempos de jerarquías oligárquicas. Las ideas. Las tertu-
lias. Las personas. La expresión consistente de Trepanada (revista local).
De nuevo la búsqueda y el ser.

Caracola que se mueve entre flujos acuáticos… Que se esconde y


reaparece… Porque siempre estará y ha estado, porque no necesita nombre
para existir.

Sergio Jiménez Rojas (Checho)

Me llamo Sergio Jiménez Rojas, me dicen a veces Checho, nací una


mañana primaveral de octubre 11 del año 1979, mi afán poético me persi-
gue desde la niñez, soñador, con tendencia a la poesía explosiva y
convulsiva, fundador creavisionario, ahora por fin médico con sólo
meses de ejercicio, trabajando en el Norte de Chile y cooperando con
la Universidad de Valparaíso, poeta hospitalario, hip-hopero y
capoeirista de corazón.

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Una búsqueda a través de la poesía

La poesía siempre forma parte de nuestras vidas como personas o


ciudadanos, hombres y mujeres, lo queramos o no estamos ligados a ella
desde su génesis, en tantas pequeñas cosas que nos pasan todos los días,
desde que comenzamos a vivir.

Uno siempre encuentra la manera de expresar lo que siente, aquella


válvula de escape, o esa pasión pujante que nos desborda, dibujada con el
fervor de un pincel impregnado de talento, la maravillosa melodía que ha-
bla desde el fondo de un rítmico corazón, o la capacidad de crear imágenes
y puentes fabulosos hacia otras realidades con sólo tinta y letras en un
pedazo de papel, la magia del movimiento trasmitiéndose en plenitud, el
cuerpo pincel, instrumento de un corazón ejecutor, para mí es la poesía en
su dimensión amplia y vertiginosa.

Pude descubrir en plena adolescencia una dimensión de la poesía,


que para mí en ese entonces fue muy completa e intensa, incluía mi identi-
dad con un grupo, la capacidad de percibirla con un ritmo y algo que me
impacto fue la posibilidad de darle una forma con el propio cuerpo, fue en
ese entonces cuando descubrí el Hip-Hop y su diversidad cultural, algunos
pintaban murales ilegales, otros creaban rimas que daban formas a cancio-
nes de Rap, y estaban los hombres de la danza de extrañas piruetas quienes
dibujaban con movimientos la expresión de su propia critica a veces tan
intensa y transgresora que superaba los límites, empujándolos a la violen-
cia, todo inserto en un clima de lucha de transgresión de lo establecido.

Antes de entrar a la universidad tras un año de preparación, redes-


cubrí la magia de lo instintivo, lo significativo y diverso del lenguaje, en el
estar, el observar, el sentir lo que sucede y entender lo que le pasa a otro sin
necesidad de explicación, acompañando a un amigo enfermo, descubrí lo
importante que se esconde en los silencios, la soledad de los hospitales, el
dolor, la implacable lucha por vivir.

Llegue a la universidad movido por una vocación intensa que me


dejaba sin aliento, quería ayudar, luchar contra todo eso que viví de los
hospitales, las largas esperas, la frialdad de sus pasillos y rincones, la profun-
da soledad y el dolor mas allá de las heridas más allá de la enfermedad…

Así me encontré con mi vida entre el “mateo” estudiante de medici-


na y el loquito poeta de los movimientos y las voces nostálgicas.

39
Años con movimiento, un taller de hip-hop, en un hogar en playa
ancha, Alejandra con su fuerza y su silencioso liderazgo poderoso, de nuevo
otro taller de hip-hop ahora en una toma de terreno, trabajando con niños,
creciendo al lado de mi amiga Alejandra, la Viole, la Paulina, acostumbrándo-
nos a esto de compartir, vivencias, actos, emociones…penas y frustraciones…

Empezaba a vibrar en el hospital de Viña la lectura de poesía a


pacientes hospitalizados, incentivados por Julio Carmona en ese entonces
profesor de semiología; algunos amigos participaban.

Era ya mi segundo año de hospital, hacía ya varios meses que ha-


bíamos dejado de ir a la toma, recién empezaba a entender en qué estaba
metido, le perdí el miedo a los pacientes y pude entrar en sus mundos, pude
reencontrarme con la soledad y el dolor pero ahora no como espectador
sino que de alguna manera como responsable.

Una tarde otoñal me integre al grupo que cada viernes se reunía


para leer a sus pacientes; ya no estaba con ellos Julio, que dejó este legado
de versos y poemas en los pasillos del hospital. Los acompañaba en ese
entonces un dulce anciano “Don Eliseo” que de paciente oyente y especta-
dor, se transformó en poeta hospitalario, con su media calvicie, sus manos
grandes, su voz lenta y melódica, que recitaba de memoria a Neruda dán-
dole un aire solemne y místico a la lectura.

Así llegué, así varios llegamos, por voluntad propia, con una fuerza
invisible que no puedo explicar con palabras, entramos… en una sala, en
un corazón, en una historia.

Me sorprendí un día, del año 2002 cuando por primera vez entraba
a una sala, llena de personas “enfermas”, no para preguntar por un sínto-
ma o tomar la presión. Abrí un libro, tímido me sentía observado por esos
ojos que me recordaban el lamento, el miedo, sólo cosas obscuras, eso era
para mí la sala de un hospital, un ambiente hostil lleno de dolor donde
teníamos que aprender a ser médicos. Fue curioso: empezamos a leer y
pese a los gemidos de alguna ancianita moribunda, pese a esas miradas tan
duras, el aire se ablandó, algo cambió alrededor nuestro y en nosotros
mismos, mi corazón poco a poco comenzó a palpitar tranquilo como si
cada palabra llevara un pedazo bueno y desconocido de mí mismo, enton-
ces se escucharon otras voces, y otros poemas, más miradas diferentes, las
nuestras más tranquilas, las de ellos más atentas y frescas. La tensión des-
apareció y hubo quien habló de su soledad o quien contó los muchos meses

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que ya llevaba en ese encierro, aquella que sacó la foto de su hijo y lo
enseñaba orgullosa, o ese hombre emocionado que te apretó la mano al
despedirse mirándote fijamente, también aquella señora que no entendía
cómo un grupo de jóvenes podía perder el tiempo con unos viejos en un
rincón oscuro de un hospital. Surgieron historias, quejas, cuentos, fragmen-
tos de poetas olvidados, viejas canciones y melodías que juntas se tomaron
uno que otro rincón gris, uno que otro pasillo frío, y al despedirnos, otras per-
sonas tan distintas nos decían adiós, florecidas desde su dolor, compartiendo
una intimidad, dejándonos llevar parte de su karma en nuestros corazones an-
siosos, embriagados de tanta apertura, de tanta sencilla y profunda sinceridad.
Y todo eso estaba allí debajo de esas sábanas sucias, en el alma del cuerpo
enfermo que se sale por todos los poros para ser escuchada.

Con el paso del tiempo nuestra relación con la poesía o con lo poé-
tico se hizo más intensa; en lo personal impregnó todo en mi vida, mi
relación con los pacientes, con mis amigos, con mi familia, como mi pro-
pia forma de ver la vida; era la primera vez que dos cosas -que me pare-
cían tan opuestas- mi secreto espíritu poético por un lado y mi vocación
por ayudar y luchar por el otro, encontraban una comunión maravillosa y
tremendamente sinérgica.

Nació el colectivo cultural Creavisión, conocimos a Lucho en Las Co-


incidencias y todo esto tomó mucho más sentido. Junto a algunos amigos deci-
dimos hacernos cargo de la poesía hospitalaria e intentamos algunos nuevos
proyectos como la lectura de cuentos infantiles en los servicios pediátricos
apoyados por amigos de kinesiología que le dieron vida a esta aventura, el
proyecto de diseño de nuestra amiga Claudia basado en la poesía hospitala-
ria. Así llegamos a aprender de este espacio y colaboramos enriqueciéndolo
con música, con payas, con canciones de todo tipo, con relatos y cuentos cor-
tos, con emociones, con caras nuevas, con invitaciones abiertas y esperanzas
compartidas, formamos parte de este grupo de soñadores Creavisionarios y
desde nuestros propios intereses participando en otros proyectos, creciendo,
creyendo, luchando por esta misión común de recuperar la belleza en su senti-
do más amplio de crear espacios desde lo más íntimo de cada uno, desde esa
poesía que se mueve en el minuto mismo en que empezamos a respirar.

Vicky Andrea Araya Saavedra (Vicky)

Dicen que nací un día 14 de Agosto del año 1984 en la Tierra,


específicamente en el Cerro Alegre de Valparaíso en el Hospital Alemán…

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Me pusieron por nombre Vicky por mi mamá que se llama Victoria; Andrea,
porque le venía (sin comentarios)… Araya Saavedra porque son el apelli-
do de mis progenitores (mis papás).

Actualmente estoy estudiando Obstetricia y Puericultura en la Uni-


versidad de Valparaíso, lo cual considero que más que una coincidencia,
forma parte de mi destino… creo firmemente en el destino.

El Delirio de Vivir

“Lo que me contaron, lo que supe, lo que escuché, lo que vi,


y ahí estaba, una vez más clavada dentro de mí la curiosidad.

Quería saber quiénes eran realmente, qué hacían, hacia donde iban,
así que me senté a su lado y oí y vi, pero sobre todo sentí, nada común, era
algo agitado y vertiginoso que me impulsaba, que me mantenía, que me
abría a los matices cotidianos y de pronto, caminé casi sin darme cuenta, a
“la negra”, y una vez más escuché, vi y sentí.

Curiosidad, madre de todas mis ciencias, aquí me tienes... qué mie-


do y qué emoción estar creando, siendo y sintiendo, pero sobre todo bus-
cando entre este grupo de colores y sabores que quien sabe dónde irán a
parar, que quien sabe dónde me llevarán.

La curiosidad se remite al momento, le hace el amor al impulso y


viola al anquilosamiento. Muriendo y renaciendo una infinidad de veces
desde besos, versos, deseos y cuanta cosa se le atribuya al hombre.

Espero nunca te vayas de mí para no caer bajo la sombra de la cer-


teza cuyo fatal objetivo es hacerte dejar de buscar y preguntar.

Ella me ha demostrado que las cosas pequeñas son las más grandes,
que el abrazo fuerte de uno es más que suficiente, que el silencio dice más
que mil palabras, que libertad no es más que una gran palabra si no la
sientes y que si no hago al menos una locura diaria enloquecería”.

Aclaración final: la curiosidad no mató al gato, es que tenía la certe-


za de que le quedaba una vida más.

Hace una semana estuve en la casa de ese particular amigo que nos
convoca. Todos leyeron sobre lo que para ellos es “Creavisión”, yo sólo

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presenté este escueto escrito sobre la curiosidad…ahora algo más hace
“click” en mi cabeza, y es querer compartir la experiencia desde éste pun-
to, desde el punto de alguien que todavía no vive y que, aún así, cree tener
cosas que contar.

La intensidad de las reales vibraciones que estremecen el mundo,


los momentos, y poder conocer el destello de colores de un beso sincero
son cosas a las que hoy me lanzo con todo lo que soy y que quiero llegar a
ser, sin miedo.

Tengo el privilegio de ser persona y una que goza de los cinco sen-
tidos básicos, dos pie y dos brazos…hay tanto por ver y conocer…oir y
tocar, que anclarme a una sola cosa a estas alturas casi parece un crimen
y una traición a uno mismo. No hay mejor muestra de que estamos vivos
que crecer.

Disfruto del casi divino derecho a elegir y, ¡qué bien se siente! Es


por eso que me pregunto por qué hay tantos que escogen ser la marioneta o
simplemente no hacen nada por resignio (resignio es diferente de aceptar).
Puedo elegir quién ser mañana y qué hacer de mi vida en el próximo se-
gundo. Así, escogí unirme al grupo de creavisionarios, y, es que hasta hace
una semana no sabía realmente por qué ni para qué…es cierto, no todo
tiene siempre una respuesta, pero ésta sí y, es por el hecho de la experiencia
que me entrega, por la oportunidad de probar algo nuevo. Y, lo reconozco
como tal, como una experiencia. Para bien o para mal no me quedaré siem-
pre aquí, porque ahora estoy aprendiendo de ellos y con ellos, pero mañana
voy a probar otros sabores y a agregar otros colores a mi paleta… son
muchos a los que todavía no conozco.

Veo a los creavisionarios como un refugio y a Creavisión como un


espacio para hacer.

Brindamos, nos reímos, creamos, compartimos.

Para algunos es una secta, para otros es un grupo de amigos que se


juntó para apoyarse y, para muchos ni siquiera existe…; para mí es una
experiencia que no se puede describir con cordura porque es un sentimien-
to… algo que se lleva dentro.

A mis 21 años creo con firmeza que vivir es un delirio, que no hay
mejor sensación y, que quiero ser el testimonio de mi vida.

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Como frase final me gustaría dejarles el lema de una película que
pude ver hace poco, llamada “Habana Blues” que dice: “vivir es elegir”.

Javier Zelada Bacigalupo (Celaya)

Me llamo Javier Zelada, tengo 25 años y nací en Santiago el 8/12/


80. Siempre muy cercano a la poesía, inicié mi participación en la poesía
hospitalaria en el año 2002 y en el 2004 lancé mi primer libro de poemas:
“Amores en tierras fantasmas”; participé en el taller literario “La Tras-
tienda” con Alejandra Basualto, y ese mismo año escribí la obra poético-
musical “Las Voces del Viento”. Actualmente me hallo escribiendo mi se-
gundo libro de poesía y terminando el último año de la carrera de Medicina.

La poesía hospitalaria

Si la poesía, así tal como es, desnuda, opalescente, como abrupto


estrago de los elementos, fuese causa y efecto en las acciones que he toma-
do, sería fácil plantearse que mi afición originaria por la poesía hospitala-
ria se basa solamente en una tendencia hacia ella, la maestra interna: la
poesía. Mas si fuese así, buscaría manifestarme en bares, encuentros lite-
rarios, talleres, buscando quizás la alternancia de los egos. La masividad
gris de las camas y sus grietas podrían así solventarse en manifestaciones
más estructuradas del arte.

Pero eso no responde, porque participo en la poesía hospitalaria.


Parte de la respuesta estaría en porque llegué a estudiar una carrera rela-
cionada con la salud… ¿Alguna vez han pensado qué es para ustedes un
hospital? Para mí, es un lugar mágico, dinámico, para los que estudiamos en
el área de salud es nuestra segunda casa. Un lugar que acoge al que sufre, al
moribundo, al que ansía la lluvia por última vez, al que lucha… al que se da
por vencido. Es por momentos un lugar oscuro, lleno de congoja, lamentos y
gritos por los pasillos que nadie escucha, a veces traicioneros y deshumanizados.

Donde a veces ayudar resulta tan fácil: hay que ver cómo se ilumi-
na el oscuro y arrugado rostro de un anciano al saludar con una sonrisa y
cómo se alivia el dolor con una mano acogedora en el hombro y una mira-
da que escucha.

Y es que en este clari-oscuro lugar, más que expresarse con supe-


rioridad y jerga técnica, basta con hablar con la lengua materna del alma: la

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poesía, y que ella nos guíe por esos caminos recónditos de estos ángeles
que sufren, a quienes llamamos pacientes, que de otra manera no podría-
mos transitar. Pasa a ser la poesía un medio… no un fin. Como lo es tam-
bién la risa, el cariño.

Pero la poesía hospitalaria no es necesariamente un momento masi-


vo en las noches lleno de papeles y poemas. Alguien dijo por ahí que la
poesía está en las calles. Es por eso mi concepto que hacer poesía no se
limita solamente a escribirla o recitarla. Eso es sólo una parte. La poesía se
vive a diario. Desde cuando la brisa nos acaricia entre los ojos bajo los
almendros hasta el observar los ojos vidriosos de un anciano pidiendo al
vacío que lo atiendan en una abandonada noche en un hospital. En cosas
mínimas como perder las manos por un instante en el cabello de la mujer
que se ama o en el sentir en los dedos la piel dura, mallugada por los golpes
de la vida del cuerpo de un paciente. Y se hace poesía a diario. En el salu-
dar con una sonrisa y ver iluminar el rostro de un niño que pasó una de las
peores noches de su vida. Al dar una caricia y estremecer a quien uno toca;
para mí, hacer poesía en el hospital es algo que se hace en forma diaria, tal
como uno hace poesía en su diario quehacer. En el hablar con cada pacien-
te, conversar, escucharlo y ver cómo la oscuridad previa en su mirada se
convierte aunque sea por un vago momento en vida y júbilo. Prefiero a
veces hacerlo al decir un chiste y que toda la sala explote en una carcajada
o al secarme las lágrimas al soltar las manos de un moribundo.

Más, el entregar tanto no desgasta. Al contrario. El hacer reír a un


paciente, calmarle el dolor de su alma (a ese que no le hace efecto el
paracetamol) puede transformar una semana terrible de pruebas y turnos
en un momento de paz y alegría. Y ese es el porqué me encanta hacer
medicina y poesía juntos. Y de verdad creo que nunca deben separarse…

… Si vamos a un hospital y sólo vemos enfermedades… sólo sal-


dremos llenos de ellas, agotados, enojados con nosotros y con el mundo; si
en cada cama viéramos a cada ser humano que se esconde allí entre su
dolor y las sábanas, saldríamos llenos de vida… cuántas historias, cuántos
dolores, cuántas alegrías; faltarían libros para escribirlas…si es que nos
damos el tiempo de descubrirlas.

Cuando estoy muy cansado y abatido, converso con los paciente


sobre su vida, mi vida, sus miedos, mis preocupaciones…al terminar ellos
me dicen gracias…, yo les digo “no, gracias a usted”, de alguna forma me
han ayudado más a mí.

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(Un dato; no está basado en evidencias, pero yo creo que es una
verdad en medicina cuánto nos pueden enseñar nuestros pacientes. Sobre
todo a nosotros, los más jóvenes).

Nuestro Proyectos

Ciclo de Tertulias: El Hombre, el Amor y…

Las Tertulias realizadas entre los años 2002 y 2003 nacieron como
una necesidad de enfocar varias y diferentes miradas sobre lo humano,
para demostrar lo importante de alcanzar una visión multidisciplinaria de
ello en un mundo que, a pesar de su complejidad, se somete a reduccio-
nismos.

Cada invitado colocaba el tercer tema en un diálogo abierto a la


opinión y la crítica, con un modelo de presentación distinto al clásico
expositivo; algunos invitados: Raúl Zurita “El hombre, el amor y Paulina”,
Luis Weinstein “El hombre, el amor y el Asombro”, Dra. Marta Colombo
“El hombre, el amor y la química”, Dr. Erick Goles “El hombre, el amor y
la ciencia”. Este proyecto actualmente no se encuentra activo, sin embar-
go dio la apertura a una serie de inquietudes que permitieron el levanta-
miento de otros proyectos.

Poesía Hospitalaria

La iniciativa comienza el año 2001, cuando un docente de semiolo-


gía plantea la idea a sus alumnos de visitar a los pacientes hospitalizados
por la tarde, para leerles poesía; ésta fue acogida por los alumnos, y desde
entonces y hasta ahora, existe la poesía hospitalaria. Ninguno de los parti-
cipantes era un experto en poesía ni literatura, la motivación fue la incerti-
dumbre de buscar algo nuevo, de conocer y entregar poesía, mientras ésta
se transformaba en un puente hacia nuevos espacios.

Al formarse Creavisión la poesía se integra como uno de sus pro-


yectos, adquiriendo mayor difusión hacia otros alumnos y otras carreras,
enriqueciéndola con música y otras lecturas como cuentos, relatos cortos,
etc. aumentando su convocatoria también hacia otros hospitales y servi-
cios clínicos.

Actualmente este proyecto se encuentra en vigencia.

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Preuniversitario Solidario

La idea de crear un Preuniversitario para los alumnos de los Liceos


públicos de Valparaíso de menor nivel socioeconómico nace en el seno del
Colectivo Cultural Creavisión como una forma de aprovechar los recursos
disponibles: el nivel académico universitario de nuestros integrantes, la
posibilidad cierta de formar redes dentro de nuestra Universidad y la es-
tructura proporcionada por nuestra Facultad. Nace así a principios del año
2003 como una iniciativa conjunta de las Escuelas de Medicina (a través
del Colectivo Cultural Creavisión), Derecho, Pedagogía en Matemáticas y
Pedagogía en Historia de la Universidad de Valparaíso. Este proyecto se
encuentra ahora funcionando en forma independiente.

Taller: “aproximaciones a la Bioética”

Desde la necesidad de compartir la realidad vivenciada en los hos-


pitales durante la práctica profesional, en el año 2003, dos estudiantes de
medicina organizan un taller de bioética desde el Colectivo Cultural
Creavisión. Uno de los objetivos centrales es otorgar un espacio de conver-
sación abierta y de entrega creativa de los conceptos de la bioética.

Estructurado en 8 sesiones, en las cuales un alumno voluntario y un


docente preparan cada uno de los temas en forma creativa y con el apoyo
de medios audiovisuales apelando a la creatividad, se activa la dinámica de
la discusión abierta de los distintos temas, dándole énfasis a la riqueza de
la discusión en sí más que a alguna conclusión particular; algunos de los
temas tratados: consentimiento informado, decisiones al final de la vida,
calidad de vida, etc.

Jornada de diálogo acerca de Salud y Cultura

A partir de la importancia de abordar el concepto de salud como


una noción amplia, de integración y de trabajo multidisciplinarlo. Surge,
entonces, la necesidad de abrir la discusión a otras formas de pensar la
salud, de pensar al ser humano, desde la praxis de esos términos, pensarlo
a partir de la dimensión cultural. Esta jornada se realizó el año 2004, con
una duración de dos días, y estuvo dirigida por estudiantes, docentes, pro-
fesionales, dirigentes y personas cuyo quehacer se relacionaba a la salud y
lo social. Se invitó al diálogo e intercambio de experiencias e ideas en relación
a las diferentes perspectivas, trabajándose en base a dos preguntas: ¿Cuál es la
relación que existe entre salud y cultura?, y ¿Cuál queremos que sea?

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Ciclos de cine en la Facultad de Medicina

La organización de ciclos de Cine en la Escuela de Medicina de la


Universidad de Valparaíso obedece a una necesidad latente de los alumnos
de expresarse más allá de una dimensión académica. Permite crear un mo-
mento de encuentro entre los alumnos; un espacio en el cual poder reír o
emocionarse en torno a una película. Es algo que permite proyectarse ha-
cia la comunidad en la cual estamos insertos, ofreciendo la posibilidad a
quien quiera de acercarse a la universidad y disfrutar de películas que no
suelen ser exhibidas con frecuencia en pantalla grande. Y para quienes or-
ganizan los ciclos, es además una forma de expresarse, es una forma de
mostrar qué es lo que les apasiona. Proyecto actualmente en vigencia hoy
en día, se trabaja en la posibilidad de crear una videoteca y se han comen-
zado a abordar temas de incidencia en profesionales de la salud, como el
ciclo de cine de “la Muerte”.

El muro disidente

El muro disidente nace como una necesidad de abrir el diálogo entre y


sobre los habitantes de la Facultad de Medicina y su manera de mirar el mun-
do. Este medio de comunicación pluralista y no censurado viene a exigir un
segundo de atención, lectura y reflexión. Se ubica en un pequeño panel en el
hall principal del edificio de la Facultad de Medicina en donde cada persona
tiene la libertad de expresarse a su manera: recortes, poemas, declaraciones,
etc. Actualmente no se encuentra vigente pero no ha muerto ya que el espíritu
del muro palpita ahora en la nueva revista Universitaria “Trepanada”.

El Viaje

Es un Rito establecido como una nueva forma de dar la bienvenida


a los alumnos que ingresan a primer año, nace como un intento por cam-
biar la tradicional bienvenida impuesta entre las universidades, conocida
como “mechoneo” donde los novatos son sometidos a situaciones
denigrantes, Por otro lado existe la intención de darle un sentido trascendente
a este hecho de iniciar una carrera con todos los cambios que ello implica,
devolviéndole un carácter ritual a la iniciación de una nueva etapa. En éste se
crean estaciones dentro de las cuales por medios audiovisuales, danza, música,
teatro, poesía y experiencias sensoriales se intenta recrear experiencias vividas
a largo de la carrera, estrés físico, mental, la cercanía con la muerte, la debili-
dad frente al dolor, la necesidad de expresar nuestra diversidad. Finalmente al
terminar este “viaje” por las estaciones, se les hace saltar desde un escenario

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gritando su nombre mientras el público conformado por alumnos de distintos
años de la carrera, los recibe con unos aplausos y gritos.

Intervenciones de Espacios Públicos

Esta iniciativa nace en la necesidad de expresarnos frente a temas


que para nosotros son de interés, además de comunicarnos a través de la
trasgresión física del espacio irrumpiendo la monotonía en la cual a veces
nos vemos envueltos. Algunas intervenciones: “carnaval intercultural lati-
noamericano”, “Presentación Diaporama Poesía Hospitalaria”, “Presen-
tación Proyectos realizados por el colectivo”.

Fiesta de la Salud

En un intento por generar un trabajo en red entre el consultorio ale-


daño a la Facultad de Medicina, la comunidad, la Universidad y otras redes
como la corporación Bresky, nace este proyecto a mediados del año 2005,
la idea es recuperar un espacio físico de interés común, conocido como
“parque El Litre”. Para ello se realizó una fiesta en conmemoración a “lo
saludable de vivir” en la que participaron distintos grupos de acción comu-
nitaria: grupos antitabaco, grupos de gimnasia senil, pacientes de salud
mental de la Corporación Bresky, universitarios de las carreras de Enfer-
mería, Kinesiología y Medicina, trabajadoras sociales del Consultorio...
Todos presentaron muestras de sus trabajos. Se repartió información de lo
que cada grupo hacía, todo acompañado por los colores de los malabaristas
al son de grupos de música en vivo y danza Capoeira.

Jornadas de Medicina Integrativa

Surge comienzos de este año desde la iniciativa de un par de alum-


nos de segundo y quinto año de la carrera de medicina, respondiendo a la
necesidad de respuestas frente a los espacios generados y reproducidos por
el mercantilismo occidental de nuestra medicina alópata impartida en las
Universidades, estructuradas a modo de curso, en dos sesiones semanales,
sin exclusión por carreras, con una expositora y material bibliográfico de
apoyo, contando con la participación de un público relativamente diverso
y una apertura al diálogo profundo.

Revista Trepanada

Proyecto que nace a fines del año 2005, comandado por un par de

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alumnos de primero y cuarto año de la escuela de medicina desde la fuerza
motivadora de una escuela abúlica, poco participativa, sin espacios para la
expresión de la diversidad propia del individuo, nace esta revista, profun-
damente abierta, donde el único límite es la tolerancia al otro; de allí la
diversidad de las publicaciones: poemas cuentos, ensayos, textos; acom-
pañada de la participación integrativa de otras carreras, como Enfermería,
Obstetricia y Kinesiología, le dibujan un rostro por primera vez Universi-
tario a una “Facultad de la Salud”, con opinión, con crítica, con participa-
ción. Actualmente va ya en el cuarto número, el último publicado reciente-
mente en mayo 2006.

Nuestras Reflexiones

Creavisión nace en una Facultad de Medicina de la ciudad de


Valparaíso, recientemente nombrada Patrimonio de la Humanidad, con su
peculiar disposición que permite desde cualquier punto observar por com-
pleto su complejidad y, a la vez, obliga a percibir hasta los detalles más
ínfimos que nos expone en todo momento; en donde una maraña de cerros
desordenados se abalanza contra la bahía para reunirse finalmente con el
mar. Una ciudad donde sus ciudadanos, repitiendo su entorno, han creado
una maraña de múltiples redes pequeñas, interconectadas algunas, otras
aisladas, constituyendo un núcleo de actividad cultural. Forma parte de
esta ciudad, en un país que sigue viviendo y respirando los retazos de una
dictadura militar que duró demasiados años. País que se sumerge en las
leyes de mercado reinantes, en la búsqueda de la democracia, en el cual la
creatividad, la espontaneidad, la solidaridad, lo íntimo y lo colectivo surgen
con mucho esfuerzo y se mantienen marginales a la estructura dominante.

Es en este espacio en donde se desarrolla el Colectivo, casi por una


tendencia natural a repetir la mirada dicotómica de lo ínfimo y lo completo
que ofrece Valparaíso. Nos conformamos pues en un bucle que parte de lo
pequeño para llegar a lo grandioso y de ahí nos devuelve hacia el mismo
punto, para volver a lanzarnos a la diáspora, una y otra vez. Lo maravilloso
de este juego es que cada vez que retornamos al punto de partida, la mirada
desde lo ínfimo ya es otra…; es por esto que el símbolo que representa a
Creavisión es la Caracola.

La experiencia de Creavisión ha resultado una instancia de forma-


ción de nuevos líderes, comprometidos con la comunidad y los seres hu-
manos que la componen, capaces de crear y autogestionar proyectos, tra-

50
bajar en un equipo multidisciplinario de manera igualitaria respetando al
otro y su particularidad que nutre lo general desde la diversidad. A partir
del aprendizaje entre pares y la crítica hacia el modelo de sociedad que
propone hoy día la academia formal en nuestro país.

Para algunos, llegar a Creavisión es el paso siguiente en una bús-


queda individual y personal de instancias de desarrollo humano, de cono-
cimiento, diálogo, comunicación y proyección. Es emocionante para quie-
nes no fueron parte del origen de Creavisión el encontrarse con personas
que piensan, sueñan y comparten las mismas inquietudes y sentimientos,
los cuales parecieran conjugarse creando un nuevo contexto en que las
ideas se integran en la sinergia que caracteriza al grupo y que trasciende
los objetivos individuales.

Este colectivo cultural contribuye con la creación de una visión


más completa de la realidad.

51
52
Sueños y fascinaciones:
El camino propio
David Molineaux

David Molineaux es educador y escritor. Practica la agricultura


orgánica y observa las estrellas, las aves y los árboles. Da cursos sobre
ecología y cosmología en Chile y en el extranjero, combinando los temas
con música, danza, y encuentros interpersonales. Es autor del libro «Pol-
vo de Estrellas: Valores humanos para un planeta vulnerable» (1998), y
«En el Principio era el Sueño: El Cosmos y el Corazón Humano» (2002).
Nació en Nueva York, EE.UU. en 1943.

Había una vez un reino lejano, gobernado por un rey justo y sabio.
El reino sufrió el ataque de un ejército enemigo... Para garantizar la segu-
ridad de su joven hija, el rey la manda a un castillo distante.

Cuando llega al castillo, la princesa se pone a explorar sus múltiples


pasillos y piezas. De repente, en una torre remota, encuentra a una anciana
que pasa sus días hilando. Luego de una larga conversación, la anciana le
revela que es su bisabuela y que lleva años esperando la llegada de la niña.

Saca un anillo de oro y lo coloca en el dedo de la princesa. Luego


ata al anillo un hilo invisible. Le explica que el hilo le servirá de guía frente
a todos los desafíos que enfrentará en la vida, conduciéndola siempre por
el camino acertado.

Vimos que el Universo es una totalidad integral, una «holarquía» de


múltiples niveles, imbuida de una extraordinaria creatividad e incluso de
una profunda dimensión espiritual.

¿Cómo vivir nuestras vidas a la luz de este inmenso despliegue de


belleza emergente? ¿Cómo hacernos partícipes de su asombrosa sabidu-
ría? ¿Cómo encontrar cada uno su camino personal, y discernir, día a día
los pasos a dar?

Frente al vasto tramo de posibilidades que enfrentamos, necesita-

53
mos una orientación, algún hilo conductor que nos guíe. Y los razonamien-
tos de nuestra mente consciente no son suficientes para señalarnos el cami-
no acertado.

Encanto y destino

¿Qué forma toma en nuestras vidas concretas el hilo invisible de la


bisabuela? Mi propuesta es que seguimos sus tironeos cuando prestamos
atención a nuestros sueños y fascinaciones, a aquello que nos encanta. Las
inquietudes transformadoras del universo entero se expresan en los más
hondos anhelos de nuestros corazones.

Son nuestras fascinaciones las que nos mantienen en contacto con


la sabiduría de las profundas corrientes creativas que hacen de nuestro
mundo un Cosmos emergente.

Somos mucho más de lo que aparentamos. Recordemos, por ejem-


plo, que en nuestro ADN está la memoria de nuestros antecesores, desde
los primeros microbios unicelulares hasta los primates de la selva africana.
Todos los elementos de nuestro cuerpo son una memoria viviente del
proceso de formación del Universo desde sus inicios. Donde más se
siente el movimiento del Universo en su conjunto es en el centro mis-
mo de nuestro ser.

Somos inmensamente más de lo que pensamos; también sabemos


inmensamente más de lo que pensamos. Recordemos que según la física
cuántica, todos los integrantes del mundo natural, a todos los niveles y a
pesar de cualquier distancia, están en contacto inmediato los unos con los
otros. Nuestro «pensar» consciente es la mera punta del iceberg de una
conciencia corporal interconectada con todos los niveles del mundo natu-
ral. Los signos de los tiempos se revelan en lo más íntimo de nuestro ser.

Si examinamos nuestra historia personal nos daremos cuenta que


las transformaciones que nos han conducido de una etapa a la otra -de la
adolescencia a la vida adulta, por ejemplo-, no se basan tanto en procesos
racionales de planificación y decisión consciente. Surgen, más bien, de
nuestras intuiciones y fascinaciones: provienen de impulsos vitales que a
menudo sobrepasan a nuestra razón pensante.

Cuando entramos en una nueva etapa de la vida, ésta se hace pre-


sente en forma intuitiva mucho antes de que tengamos la capacidad de

54
ponerle nombre. Pensemos en el caso de un joven o una joven que empieza
a vivir la adolescencia. Descubre toda una gama de vivencias y sentimien-
tos nuevos, pero a veces transcurren años antes de que se dé plenamente
cuenta de lo que le está pasando.

Los cambios más obvios tienen que ver con la maduración física y
el despertar sexual, pero simultáneamente suceden muchas otras cosas.
Empieza, por ejemplo, a sentir la necesidad de más independencia, de ex-
presar puntos de vista propios y tomar decisiones que en años anteriores
habrían correspondido a sus mayores. Ni siquiera puede explicar los brotes
de rebeldía que de repente alteran su relación con los padres o los profeso-
res. A la vez, le empiezan a interesar nuevas actividades y temas; se alteran
incluso sus preferencias musicales y su sentido del humor.

A todas las edades sentimos impulsos y atracciones que emergen


desde el inconsciente, señalándonos el camino hacia el futuro. Sólo cuan-
do les hacemos caso tenemos la posibilidad de realizarnos como personas
y hacer nuestro aporte al mundo que nos rodea. Por esto decimos: tu encan-
to es tu destino.

La génesis de los encantamientos es intuitiva: surge de la sabiduría


del cuerpo y supera ampliamente a nuestra razón pensante. Por lo mismo,
requiere la disposición de escuchar inquietudes profundas, también requie-
re dejarnos guiar por capacidades perceptivas que nuestra cultura moderna
suele negar o menospreciar.

C. G. Jung cuenta en su autobiografía que en 1924 visitó a los in-


dios Taos del sudoeste de Estados Unidos. Se hizo amigo de un joven
cacique que, después de varios días de conversaciones, le confidenció que
su gente consideraba que todos los blancos eran locos. Cuando Jung le
preguntó por qué, explicó:

«Es que dicen que piensan con la cabeza.»


«Pues claro que sí», le contestó el psicólogo. «¿Con qué piensan
ustedes?»
«Pensamos por aquí», dijo, tocando su pecho.1

No es sólo a través de los cinco sentidos que nos relacionamos con

1
C.G. Jung, Memories, Dreams, Reflections, recorded and edited by Aniela Jaffé (New York:
Vingage Books, 1965), p. 248.

55
nuestro entorno, hay niveles de presencia en el mundo que nos abren a
vastas dimensiones de la realidad a las cuales la mente consciente sólo
tiene acceso indirecto.2 En los niveles más profundos de nuestro ser, y en
nuestros genes mismos, hay impulsos emergentes que nos invitan a la am-
pliación continua de nuestros horizontes.

Dejarse desviar

Leonardo da Vinci fue un genio multifacético: músico, pintor, es-


cultor, arquitecto, inventor y científico. Influyó tal vez más que cualquier
otro individuo en el emerger de un nuevo momento de la historia: el Rena-
cimiento Italiano. Emprendió grandes proyectos y fue consejero de prínci-
pes y gobernantes. Pero si de repente, caminando por la calle, veía un ros-
tro que lo fascinaba, era capaz de abandonar cualquier compromiso. Se-
guía a la persona durante todo un día si era necesario, estudiando su cara y
dibujándola hasta que la podía reproducir de memoria.3

La intuición de Leonardo era que seguir el encanto es mucho más


importante que cumplir con un programa predeterminado. Los planes y
proyectos se formulan a partir de nuestro nivel actual de conciencia; pero
nuestras fascinaciones son el futuro que irrumpe en el aquí y ahora. Nos
señalan nuevos horizontes, nos invitan a superar nuestro actual nivel de con-
ciencia y a descubrir mundos nuevos. De allí la importancia de seguir el ejem-
plo del gran genio renacentista y dejarnos llevar por nuestras fascinaciones.

En innumerables mitos y cuentos tradicionales, es en el momento


en que el héroe o la heroína se desvía de su rutina diaria que se le abre un
mundo nuevo. Está cazando y sigue a un venado más allá de su recorrido
acostumbrado; de repente se encuentra en una región llena de maravillas
sobrenaturales. O está caminando y se topa con una anilla que sobresale de
la tierra. Al tirarla, se le abre un mundo subterráneo de habitantes fabulo-
sos y poderes desconocidos.

La curiosidad es una cara del encanto: nos llama a la exploración.

2
Gerda Verden-Zöller, «El juego en la relación materno-infantil,» en Humberto Maturana
R. y Gerda Verden-Zöller, Amor y Juego, fundamentos olvidados de lo humano (Santiago:
Instituto de Terapia Cognitiva, 1993), 81-2.

3
Brian Swimme, El Universo es un dragón verde (Santiago: Sello Azul, 1997), 91.

56
«No tengo ningún talento especial», dijo Albert Einstein una vez, «lo que
tengo es una curiosidad apasionada”.

Somos integrantes de un Universo emergente, de un Cosmos que


continuamente da a luz algo nuevo. En el mundo humano esta novedad se
hace presente en nuestras fascinaciones. El encanto es el que siembra en
nuestras vidas las semillas del futuro; hacerle caso es la clave de la realiza-
ción de nuestro destino.

Nuestras fascinaciones son la expresión de algo mucho más grande


y amplio que nuestro «yo» consciente. Sentir el encanto es sentir la inquie-
tud transformadora que guía al Universo desde el principio y que impulsa
la evolución en todos los niveles, desde la aparición de los primeros áto-
mos hasta la llegada de los humanos a la superficie lunar.

Identificar lo que añoramos más profundamente es descubrir nuestra


verdadera identidad. Los Upanishad -textos tradicionales de la sabiduría hin-
dú- lo expresan así: «Tú eres lo que son tus deseos más fuertes e insistentes».4

Tu encanto es tu servicio

Quienes prestan el servicio más grande al mundo son los que siguen
sus anhelos profundos. Cuando caminamos por los pasillos de algún hospi-
tal, universidad, o institución de beneficencia y vemos, colocada en algún
lugar destacado, la imagen del fundador o la fundadora, estamos viendo la
imagen de alguien que siguió sus grandes fascinaciones.

Aquí está la noción de «vocación»: es el encanto que señala a cada


cual su misión en la vida. Es un llamado que nos invita a participar en una
tarea cuyas dimensiones sobrepasan en mucho nuestra existencia indivi-
dual y nos convierte en instrumentos de un proceso mucho más grande que
nosotros mismos.

Es a través del encanto que evocamos la vida en nuestro entorno. La


tarea principal de cada uno es «descubrir el lugar donde su alegría profun-
da se encuentra con el hambre profunda del mundo».5

4
Phil Cousineau, The Art of Pilgrimage (Berkeley: Conari Press, 1998), 27.

5
Cita atribuida al escritor Frederick Beuchner.

57
Nuestro trabajo sólo tendrá sentido si está alineado con las hondas
corrientes que impulsan la evolución de la cultura humana, de la vida en la
Tierra, y del Universo mismo. Lejos de ser una actitud individualista, la
disposición a seguir el encanto asegura que nuestro trabajo se realizará en
consonancia con aquellas corrientes, las cuales sobrepasan nuestro «pen-
sar» consciente e incluso nuestra individualidad humana.

«El secreto de la vida es tener una tarea», decía el escultor británico


Henry Moore. «Tiene que ser algo que ocupe toda nuestra vida, algo a lo cual
le dediquemos todo, cada minuto del día y de la vida entera. Y, lo más impor-
tante: que sea algo que no tenemos la más mínima posibilidad de lograr».6

Vivir el encanto es encontrar el sentido en la vida, es estar en co-


nexión profunda con el Cosmos que nos rodea y que nos impulsa desde lo
más íntimo. Es lo que garantiza la nobleza de nuestra presencia y actividad.

Inquietudes transformadoras

Lo que se manifiesta en el humano como encanto es, en realidad,


uno de los poderes más grandes del Universo. Es una fuerza tan fundamen-
tal como la gravedad. Lo que en el mundo físico llamamos gravedad, en el
mundo humano lo llamamos «eros». Está presente desde los inicios. Sin
ello, las galaxias se desintegrarían; la Tierra no daría vueltas al Sol; y el
proceso evolutivo se estancaría.

En la frase culminante de la obra literaria más grande de la Edad


Media: La Divina Comedia, Dante se refiere al amor «que mueve al Sol y
las demás estrellas».

El encanto juega un papel clave en el proceso evolucionario. Veamos


por ejemplo, el caso de un grupo de mamíferos carnívoros, algo parecidos a
grandes lobos, que vivieron hace unos 50 millones de años.7 De repente algu-
nos -sin duda un grupo relativamente pequeño- eligieron un nuevo estilo de
vida: empezaron a cazar en el mar. Poco a poco, generación tras generación,
fueron quedándose en el agua hasta que dejaron de salir a tierra firme.

6
Cousineau, 26.

7
Ver Kate Wong, «The Mammals that Conquered the Seas,» Revista Scientific American,
Mayo 2002, 52-61.

58
Se habían aislado de los demás miembros de su especie en un me-
dio para el cual no estaban preparados ni anatómica ni síquicamente. Y ese
medio los fue transformando.

Siendo mamíferos, estos animales se convirtieron en animales ma-


rinos. Sus cuerpos crecieron y pasaron por una serie de alteraciones; luego
de millones de años, sus descendientes se habían transformado en ballenas.

La fascinación de estos animales por posibilidades jamás explora-


das los llevó a integrarse a un mundo nuevo, y ese mundo los fue moldean-
do. Los descendientes suyos son los animales más grandes que jamás han
vivido en la Tierra.

Cuando nació su interés por cazar criaturas marinas, estos animales


terrestres jamás imaginaron lo que llegarían a ser. Pero se había activado
aquel impulso primordial de explorar un mundo nuevo. Se había activado
un sueño, la intuición de posibilidades inéditas.

Seguir el encanto es abrirnos a nuevos horizontes, a transformacio-


nes que sobrepasan nuestra actual conciencia. Fue el encanto que impulsó
las acciones de los microbios que, explorando sus potencialidades quími-
cas, inventaron la fotosíntesis; como también impulsó al primer vertebrado
marino que se aventuró a salirse del mar. Fue el encanto que incitó a un
grupo de homínidos atrevidos a «jugar con el fuego» en medio de las llanu-
ras africanas —e incontables milenios más tarde, a algunas mujeres a enterrar
semillas en la tierra y dar inicio a una nueva etapa de la trayectoria humana.

Incluso la ciencia, tan eminentemente racional, está enraizada en


fascinaciones que surgen desde el inconsciente. Fue el encanto lo que llevó
a Galileo a construir su telescopio; a Marie Curie a pasar incontables horas
en su laboratorio; y al joven Darwin a emprender un riesgoso viaje alrede-
dor del mundo.

El Premio Nobel de Química Tadeus Reichstein habla desde su pro-


pia experiencia: «Estas ideas inspiradas no vienen de tu voluntad, te tiene
que nacer una fascinación. La energía que te motiva a emprender la inves-
tigación no es algo racional, es algo emocional».8

8
Dr. Tadeus Reichstein en el documental Matter of Heart, (C. G. Jung Institute de Los
Angeles, California, EE.UU, 1977), página 22 de la transcripción.

59
Es el encantamiento lo que ha inspirado a tantos hombres y mujeres
a la creación artística, a la investigación sistemática y a la exploración de
mundos nuevos.

Marcando el paso

A menudo el primer paso en el descubrimiento de un nuevo rumbo


en la vida es el aburrimiento: lo que antes nos apasionaba empieza a perder
su brillo. Sentimos que estamos marcando el paso.

Es imprescindible hacerle caso a esta sensación: significa que algo


se está muriendo en nuestra vida para dejar que nazca lo nuevo. Si segui-
mos repitiendo lo que nos aburre, estamos trabajando a contrapelo de las
corrientes más profundas que impulsan el despliegue cósmico.

Cuando el Universo está haciendo algo nuevo, genera abundante


energía; pero simultáneamente se la resta a lo que está caducando.9 Un
signo de que estamos realizando nuestra verdadera misión en la vida es la
energía desbordante, el goce visible.

Vivir el encanto es hacer las cosas sin pensar tanto en un objetivo o


una meta: es hacerlas sólo porque las sentimos como válidas y atrayentes
en sí mismas. Es vivir en el presente, y vivir el presente como transforma-
ción continua.

Pensemos en una madre que juega con su hija pequeña: lo hace sin
ningún propósito específico. Obedece a los impulsos más naturales, go-
zando con el arrullo, los cantos y el ritmo del contacto entre los dos cuer-
pos. No piensa ni en el pasado ni en el futuro, está plenamente inmersa en
el presente. Pero sin jamás reflexionar sobre ello, está sentando las bases
de la autoestima de la niña, de su sentido de dignidad y su valor personal.10

Cuando seguimos el impulso del encanto, no sabemos exactamente


a dónde nos va a llevar. Al igual que la evolución biológica, no tiene metas
prefijadas: es más bien una gran aventura, una inmensa exploración de
posibilidades inéditas.

9
Brian Swimme en la serie de videos Cántico al Cosmos, Unidad 10.

10
Verden-Zöller, 75-136.

60
Un futuro rigurosamente planificado es un futuro cerrado. Si nues-
tras metas están predefinidas con mucha exactitud, estamos intentando
construir el futuro sobre la base de nuestro nivel actual de conciencia. En
cambio, el encanto nos llama siempre desde más allá de nuestros horizon-
tes actuales.

La tiranía de los «deber ser»

Sentimos estos impulsos vitales, pero no siempre les hacemos caso.


A menudo tenemos la convicción de que para ser «gente buena» es necesa-
rio cumplir con exigencias inculcadas por autoridades que tuvieron un pa-
pel importante en etapas anteriores de nuestra vida.

A un nivel más o menos consciente, todos tenemos una voz interior


(puede ser la de un padre, por ejemplo, o de algún profesor o autoridad
religiosa) que nos enuncia una serie de prohibiciones y de «deber ser».

Esta voz es la presencia de lo que algunos sicólogos llaman el


«superego» o «super-yo», una especie de juez o censor interior que critica
nuestra conducta diaria. Representa las expectativas de nuestros padres y
de la sociedad que nos rodea.

El superego es un componente necesario de nuestra vida síquica: ofre-


ce pautas esenciales para la conducta, sobre todo en la etapa de la niñez. A
menudo va acompañado de sentimientos de culpabilidad y de temor al castigo.

Consciente o inconscientemente, la culpa es utilizada con frecuen-


cia para controlar los comportamientos de los niños. Obviamente, hay sen-
saciones de culpa que son sanas y necesarias; pero muchas veces los senti-
mientos que nos inhiben son remanentes de la etapa infantil de nuestra
vida, de una época de dependencia en la que todavía no éramos capaces de
asumir una vida responsable y adulta.

Como adultos, a menudo seguimos sintiendo que nuestra seguridad


depende de la aprobación de figuras que representan la autoridad paterna o
materna. Estas figuras ni siquiera tienen que ser personas concretas: pue-
den ser figmentos imaginarios apenas reconocidos que nos exigen actitu-
des y comportamientos determinados o que se burlan de nuestros esfuer-
zos por seguir el camino propio. Suelen inhibir nuestros impulsos más
creativos e inducirnos a continuar haciendo lo que nos carga y agota.

61
Los ideales de antaño
Algo similar sucede con la adherencia a movimientos e ideales de
antaño: causas políticas, sociales, o religiosas que en su época fueron
nobles e incluso heroicas, pero que con el tiempo han ido perdiendo su
vigencia.

Hay lealtades de las que es difícil desprenderse. A veces nos cuesta


admitir que ya estamos hastiados de la repetición de los mismos esquemas.
Y si seguimos perteneciendo a los mismos grupos de camaradas o devotos,
la presión social hace todavía más difícil reconocer que hay nuevos hori-
zontes que nos están llamando.

Guiarse por el encanto es una de las claves de la buena salud men-


tal. Un psicólogo amigo, de vasta experiencia clínica, suele repetir que no
hay nada más dañino para el crecimiento personal que construir la vida en
torno a los «deber ser». En vez de impulsarnos a la aventura de una vida
creativa, impiden que nos realicemos como personas y que hagamos nues-
tro verdadero y exclusivo aporte al mundo que nos rodea.

En general, la culpa y los «deber ser» son muy malos consejeros; de


igual manera, vivir de acuerdo a «principios» impuestos desde fuera signi-
fica no vivir la propia vida. Sólo en la medida que alcanzamos una autono-
mía adulta podremos establecer una relación más equilibrada entre el
superego y los impulsos más profundos de nuestro ser.

Vocación heroica

Hay innumerables mitos y cuentos tradicionales donde el héroe o la


heroína, para realizar su destino, debe infringir alguna regla o contravenir
una orden emitida por la autoridad. Recordemos el mito griego de Prometeo,
el titán que entrega el fuego a los humanos. Prometeo no recibe el fuego como
regalo de los dioses: lo tiene que robar, y paga un alto precio por su delito.

En muchos otros mitos, la aventura empieza cuando el protagonista


hace algo que le ha sido prohibido: «No entres jamás a aquél bosque...»
«No abras por ningún motivo aquella caja...» «No coman nunca de la fruta
de aquél árbol...» Pero el héroe transgrede el mandato. Reconocemos su
imprudencia, pero admiramos su valentía; y con mucha razón, porque es
sólo a partir de esa transgresión que puede comenzar su odisea.

62
Esta fórmula mítica encierra una profunda verdad: que hay situa-
ciones en la vida en que sólo transgrediendo las instrucciones expresas de
los guardianes del orden, podremos empezar a vivir nuestra vida.

Esto está confirmado en estudios acerca del desarrollo infantil. Es


un dato de la experiencia que alrededor de los dos años los niños, en su
mayoría, empiezan a decir «¡No!» Entran en una etapa de autoafirmación
necesaria para su desarrollo psíquico normal, que incluye una especie de
rebeldía sistemática. Otro momento de rebeldía y de desafío a la autori-
dad es el que ya mencionamos: la adolescencia. Ésta también es una
etapa necesaria para la maduración de la personalidad y la llegada a la
autonomía del adulto.

El encanto nos invita a la transformación, a la superación de nues-


tros horizontes personales, a ir dejando atrás elementos de nuestra identi-
dad y autoimagen impuestas por los que dictaron las normas en otras eta-
pas de nuestra existencia.

Seguir el encanto siempre exige, en alguna medida, romper los la-


zos que nos atan a costumbres y formas de pensar convencionales. Vivir
desde nuestro propio centro a menudo implica rupturas, dolor y riesgos.

También puede significar largos años de aparente fracaso. Joseph


Campbell, el gran estudioso de la mitología universal, contaba que a veces
se le acercaba algún estudiante a consultarle sobre una carrera para el futu-
ro: «¿Le parece que puedo hacer esto?», le preguntaba. «¿Le parece que
podría hacer aquello? ¿Le parece que podría ser escritor...?»

«Bueno, no sé», le respondía Campbell. «¿Puedes soportar diez años


de decepciones sin que nadie te responda, o acaso piensas que de entrada
escribirás un best seller? Si tienes agallas como para persistir en lo que
realmente quieres, sin importarte lo que pase, entonces adelante».11

Dicho de otra forma: para seguir el encanto hay que ser más que un
poco porfiado. «¡Nadie me va a desviar de esto!» Es esta determinación,
esta persistencia, la que marca a los que a la larga logran prestar su verda-
dero servicio al mundo.

11
Joseph Campbell en diálogo con Bill Moyers, El poder del mito, (Barcelona: Emecé Edi-
tores, 1988), 175.

63
En el fondo, seguir el encanto es seguir el camino del héroe o la
heroína, esa figura que deja su casa y sus seguridades para emprender una
aventura de descubrimiento y de transformación. Es vivir el verdadero des-
tino humano.

Alimentar los sueños

Pero no es suficiente sentir el encanto o intentar vivir los sueños:


hay que alimentarlos. Sobre todo en el mundo moderno, con su constante
apuro y la gran cantidad de actividades a las cuales nos habituamos, hay
que aprender a desacelerarse. Tenemos que tomar el tiempo para escuchar
los profundos anhelos de nuestros corazones.

En los años 20 del siglo pasado, un grupo de europeos estaba visitando


el África. Finalizada su estadía, se encaminaron a pie hacia un puerto donde se
iban a encontrar con el buque de retorno a Europa. Iban acompañados por
cargadores africanos que llevaban a sus espaldas los bultos y maletas.

El buque tenía un día fijo y una hora de partida, por lo que los euro-
peos apuraron a los cargadores para asegurarse llegar a tiempo. Durante un
lapso de tiempo la marcha se aceleró, pero de repente todos los cargadores
se pararon. Se sentaron durante un buen rato, conversando tranquilamente
hasta que los viajeros, preocupados, les pidieron por medio de un intérpre-
te la explicación de aquella demora.

«Es que nos hemos apurado mucho», contestó un portavoz. «Esta-


mos esperando que nuestras almas nos alcancen».

Esta simple explicación evoca otra etapa de la existencia humana: el


mundo tradicional, pre-moderno, pre-urbano. Una época en que nos dábamos
tiempo en abundancia para contemplar y vivir nuestro mundo sin urgencias,
para cultivar nuestra conciencia de la gran red de relaciones de la cual somos parte.

En el mundo moderno es muy difícil evitar una vida llena de activi-


dad frenética, generalmente acompañada por una excesiva dedicación al
trabajo. Tendemos a sobrevalorar la productividad y menospreciar la re-
flexión, la contemplación, la «incubación creativa».

El gran místico moderno Thomas Merton describió el problema


de la siguiente forma:

64
«Hay dos tipos de violencia moderna que son omnipresentes y que
muy fácilmente absorben las energías de la persona idealista: el activismo
y el exceso de trabajo. Destruyen los frutos de su trabajo porque matan la
raíz de la sabiduría interior que hace que el trabajo rinda frutos».12

El espacio contemplativo es esencial para hacer posible el emerger


de lo nuevo. Sin ello, será muy difícil llevar una vida de realización perso-
nal y de aportes creativos al mundo que nos rodea.

La hora del encanto

Por consiguiente ofrezco una sugerencia: que el lector busque la


forma de guardarse para sí cada día una «hora del encanto» y que la dedi-
que única y exclusivamente a sus grandes fascinaciones.

Esto es muy difícil para la persona moderna. Vivimos tan atareados


que arrebatarle al día una hora para uno mismo parece casi imposible. Y no
sólo es difícil sino que es algo que en el mundo moderno, tan abocado a las
tareas exteriores, ni siquiera se entiende.

Sin embargo, puede ser la hora más fructífera del día. En palabras
de Campbell:

«Hoy en día... es una necesidad absoluta para cualquier persona.


Debes tener una pieza, una cierta hora o rato del día, donde no sepas lo
que dicen los periódicos de la mañana, ni quiénes son tus amigos, ni
qué te deben. Es un lugar donde simplemente puedes experimentar y
sacar a luz lo que tú eres y lo que podrías ser; es el lugar de la incubación
creativa. Al principio puede parecerte que ahí no sucede nada. Pero si
tienes un lugar sagrado y lo usas, con el tiempo algo sucederá...

«Pon una música que realmente te encante, aún cuando sea algo
que a nadie más le guste. O lee el libro que más te gusta. En tu hora sagrada
lograrás el sentimiento de comunión con toda la vida que tuvieron los pue-
blos primarios respecto del mundo entero donde vivían».13

12
Revista Earthlight, Primavera de 2001, 20.

13
Campbell y Moyers, 140-141.

65
Guerra y experiencia visionaria
En muchas tribus indígenas norteamericanas el adolescente era lle-
vado a un lugar aislado, como el bosque o las montañas. Se quedaba a solas
a la intemperie durante varios días, sin comer ni beber. El ayuno le provo-
caba un estado psíquico alterado, y el joven solía tener una visión, un en-
cuentro personal con algún espíritu-amigo, tal vez de un animal o un ave.
Cuando regresaba, los mayores emitían su juicio sobre esa visión y la in-
terpretaban.

Las visiones eran decisivas para la vida futura del joven: jamás se le
apartaría la compañía de su espíritu guardián, el cual le daba indicaciones
sobre múltiples situaciones prácticas en su vida. De no haber tenido visio-
nes, mal podía esperar ser un gran cazador, y mucho menos un buen gue-
rrero.14

Entre los pueblos originarios de todo el mundo, prácticas similares


eran consideradas normales y necesarias.

Para la persona moderna, tal vez no se trate de visiones inducidas


por experiencias ascéticas extremas. Sin embargo, necesitamos espacios
en los cuales puedan ir aflorando intuiciones e inspiraciones profundas.

Las personas creativas siempre han tenido prácticas similares, no


importa cómo se las denomine. En una entrevista televisiva se le preguntó
a Pablo Picasso cuál era su método de trabajo. «Bueno,» contesto, «de
repente salgo al jardín de mi casa y me siento. Me quedo un buen rato, tal
vez unas dos o tres horas, gozando del sol, de las flores y las mariposas. De
repente me surge una imagen, y entonces es hora de sacar los pinceles».

Los amigos de C. G. Jung contaban algo similar. Le gustaba pasar


mucho tiempo a la orilla del lago suizo donde había construido una casa de
descanso. Solía llevar una pequeña pala, y jugaba a solas con las corrientes
de agua que entraban al lago, creando riachuelos, túneles y puentes. Antes
de empezar una nueva obra escrita, pasaba días o hasta semanas en este
juego, hasta que se sentía listo para trabajar.

En su importante obra, El camino del artista, la autora y productora

14
Thomas Merton, Ishi (Santiago: Pomaire), 29-34.

66
de cine Julia Cameron insiste en que el tiempo a solas es esencial para la
creatividad. Sugiere hacer una cita con uno mismo: un par de horas una vez
a la semana para alimentar la imaginación. Se pueden utilizar para visitar
un museo o el mercado persa, ver una película antigua, caminar por la
playa, o simplemente practicar la «vagancia interior».15

Darse tiempo a solas a menudo requiere la capacidad de decir «no»


a las expectativas del mundo familiar, social o laboral. Otras veces, puede
que sea necesario ponerse un poco porfiado, mostrar lo que parece egocen-
trismo, resistir la tentación de ser tan «buena gente» que nos privamos de
esta fuente de creatividad y de realización personal.

Hay que alimentar los sueños. Sólo si los cultivamos, si les dedica-
mos tiempo, podremos dar pasos hacia su realización.

15
Julia Cameron, The Artist’s Way (New York: Putnam, 1992), publicado en castellano por la
editorial Troquel de Buenos Aires.

67
68
De la vida a la muerte y vice/verso
para sanar a través de la espiritualidad y la poesía

Eduardo Yentzen

El autor es un señor de edad mediana, quien ha escrito este texto


con un carácter bastante autobiográfico, como para andar diciendo aquí
más cosas de sí mismo. Se dice que la poesía le recorre la sangre, pero no
se ha sabido que hable mucho de ello. Trabaja actualmente como coordi-
nador de la Editorial Universidad Bolivariana. Nació en Santiago, el 8 de
Diciembre de 1952.

Cuando se pasan los cincuenta, los años se comienzan a vivir sin/


cuenta, y cuando se aspira a inspirar lo profundo de la vida, lo mismo. Con
cuenta se administra el mundo y se gana dinero, sin cuenta se vive lo que la
vida tiene de regalo. Crear nuestra propia vida como dios creó el universo
es nuestro derecho y nuestra misión. La espiritualidad es el anuncio y el
método. Creatividad, espiritualidad y vida son compañeras de viaje. La
poesía es una de sus hijas predilectas, o a veces su espíritu santo. La poesía
es, desde el camino del lenguaje, la ventana a las emociones; y es también,
desde su profundidad existencial, la ventana al mundo del espíritu. La crea-
ción, la espiritualidad, la poesía y la vida, son ‘lo que es’, y buscan tocar el
ser de las cosas. Pero se nos olvida. Y cuando se nos olvida vivir, cuando
dejamos de buscar el ser de lo que es, cuando nos trivializamos y
rutinizamos, entonces surge, como aliada de la vida, la sagrada muerte. Y
vaya si el rostro de la muerte no nos devuelve las ganas de vivir.

Por ello fue una sincronía significativa encontrarme, tras los cin-
cuenta, con el libro de Óscar Hahn “Sin cuenta” poemas, donde algunos de
sus textos nos acercan tanto a la muerte que nos hacen sentir más vivos que
nunca. Tanto interrogan sobre el sinsentido de la vida que la llenan de sen-
tido. Así leemos:

Palabras de un fantasma anterior a su nacimiento

Si muero antes de nacer


si muero aún antes de haber entrado en un cuerpo

69
suplico no disolverme en la nada
suplico conservar mi forma
de fantasma anterior al nacimiento
y asomarme sin cuerpo al mundo de los nacidos
a ver qué hacen, cómo viven y qué sienten
cuando comprenden que sus cuerpos
un día serán sólo ceniza
y no sabrán qué hacer ni a dónde ir
Entonces
yo los recibiré en mi casa y les diré:
Bienvenidos hermanos fantasmas
aquí están los espectros de los que aún no han nacido
sincérense con nosotros
dígannos si valió la pena nacer
dígannos si la vida tuvo algún sentido
o si ser o no ser da exactamente lo mismo.

En el epígrafe a su breve libro dice Hahn: “como el universo, tam-


bién la poesía se expande... pero hacia adentro”, haciendo un contrapunto
con la ciencia que hace surgir al universo de un big bang que se expande
hacia fuera. Coincidentemente, el maestro espiritual George I. Gurdjieff
postula, al relatar la creación del universo -como lo hace el poeta- que éste
también es un proceso que se realiza hacia dentro.

Otro poema de Hahn interpela más directamente al lector en su rela-


ción con la muerte:

Reloj de arena

Desdichado lector tuya es la mano


que puso en marcha este reloj de arena:
las sílabas ya caen grano a grano
allá abajo palpita tu condena.

Estas líneas que miras ahora mismo


son columnas de arena vertical:
vas con ellas fluyendo hacia el abismo
vas goteando hacia el fondo del cristal

Ay cómo entre los versos te deslizas


mira cuán bajo has descendido ya

70
de peldaño en peldaño viento pisas
casi vacío el otro vaso está

Se te acaba la arena: no hay demora


Despídete lector: llegó tu hora.

Este lúdico coqueteo con la muerte me evoca unos pasajes del


libro “El camino de la autoasistencia sicológica”, de Norberto Levy,
cuando relata que cada día vivimos en nuestro interior tantas muertes
sin que nos permitamos vivificarnos en ellas, y cómo por esta evitación
vamos convirtiendo en única y enemiga a la última muerte, la muerte
de las muertes. Levy argumenta que si un individuo pudiera experi-
mentar que todas las células de su organismo devinieran autoconscientes
–sabiendo que las células tienen un ciclo vital propio y los glóbulos
rojos, por ejemplo, viven ciento veinte días para luego morir- recono-
ceríamos que en nuestro organismo la vida y la muerte de nuestros com-
ponentes es un hecho cotidiano y permanente al interior de nosotros
mismos. Se suele hablar de la vida –señala- como opuesta a la muerte,
pero es la vida individual la que muere, no La Vida. Muere una particu-
l ar organización individual. Pero a la vez, una vida individual es el
resultado de múltiples ciclos de vidas-muertes de los subsistemas que
la constituyen. Entonces, nuestra vida individual tiene a la muerte como
su final y su opuesto, pero a la vez nuestra vida tiene a la muerte como
un componente cotidiano. Conviven la vida que es negada desde el ex-
terior y desde el tiempo, y la vida que es vivida como ciclos de vida y
muerte de su materia interior. Y sin embargo a nuestra vida la llamamos
vida, aunque hay simultáneamente en ella vida-muerte.

No hacemos lo mismo con la respiración, o con el ritmo cardíaco,


añade Levy. La respiración describe el ciclo completo, y sus fases son la
inspiración y la espiración. En el latido cardíaco, el proceso se descompo-
ne en sístole y diástole. Están lingüísticamente distinguidas las fases del
ciclo global. La misma confusión de llamar vida al movimiento doble
vida-muerte se da con el concepto día, que se ocupa tanto para la fase
como para el proceso global de veinticuatro horas que contiene al día y
a la noche. Lo mismo también con el hombre, que significa tanto géne-
ro humano como varón. En nuestro contexto normal, la muerte aparece
no como el diástole o la espiración de la vida, sino como el opuesto y el
enemigo mortal de la vida”.

71
Mis múltiples muertes: apuntes de introspección
En mi historia personal creo haber iniciado mi vida sin/cuenta a los
dieciocho años, cuando decidí que no iba a hacer aquello que se había
programado para mí. Salí de lo que en esa época se llamaba “el sistema”. Y
comencé a buscar. Al vivir fuera del engranaje, sin sus plazos fatales, la
vida y el tiempo se viven de otro modo. La muerte también. La poesía, la
psicología y la espiritualidad surgieron para mí como caminos y promesas.
Creí en las promesas y seguí los caminos. A lo largo de mis sin/cuenta he
explorado la galaxia de mis personajes interiores, habitantes insolentes de
mi personalidad. Conociéndolos, amigándome con ellos, ayudándolos a
conocerse entre ellos. Juntos hemos ido comprendiendo la vida y la muer-
te. Recojo y escojo antiguos apuntes de introspección, de búsqueda de com-
prensión y significado, para compartirlos con los que se adentran más allá
del libreto. La terapia es poesía, es un acto de creación de uno mismo. La
poesía es terapia, fluye en ella la savia más profunda, en sus versos cons-
ciente e inconsciente coquetean, se abrazan, se desnudan, se funden, se
hacen uno.

“Cuando no hay poesía hay prosa. Prosaica es la culpa, la acusa-


ción, la desconfianza, la inseguridad. Aquél que toma la punta del palo del
acusador hace al otro culpable. Quien es acusado siente inseguridad. Quien
acusa, siente desconfianza del otro. Si el otro es culpable, si no es confiable,
me produce inseguridad depender de él. No me culpen. Hay un límite por
sobre el cual no puedo cumplir el deseo, la exigencia, y eso no me hace
incapaz, o más bien, todos somos incapaces pasado cierto nivel”.

“Temo mucho a la falta de tiempo, porque es mucha la exigencia y


no me alcanzará una vida para cumplirla. La angustia me angosta. Pero
también me gusta, me hace sentir vivo ese desafío, esa excitación. Hay que
planificar todo bien para no ser atolondrado ni impulsivo, ni olvidarse de
nada ni equivocarse”.

“Si me necesitan para algo importante, de vida o muerte, yo estoy


ciento por ciento disponible. Aun para hacer todo eso que no me gusta si
otros lo necesitan, si es súper importante para ellos. Entonces soy impor-
tante, ayudando a los demás en sus necesidades importantes, en sus episo-
dios de vida o muerte”.

“Muero a mis gustos. Soy estoico. ¿Por qué no se va a justificar que


ocupe tiempo y energía dándome gustos?, ¿contra qué atento dándome

72
gustos?, no le hago mal a nadie, no privo a nadie de nada, ¿por qué tiene
más valor satisfacer necesidades y gustos de otros?, ¿cómo sé si los demás
no llaman necesidades a sus gustos?, ¿a sus deseos? Soy ávido, ansioso,
porque siempre estoy carente, no recibo lo que necesito, lo poco que consi-
go tengo que aprovecharlo bien, no me vayan a quitar lo poco que tengo,
en cualquier momento puedo perderlo todo, al final, todo lo bueno es para
los demás. No me doy en el gusto porque es un signo de debilidad, una
evidencia de necesitar; es un derroche”.

“Que nadie me venga a decir cómo hacer las cosas, yo no me meto


en la vida de nadie. Lo único que quiero es vivir tranquilo sin que nadie me
moleste, sin tener que andar rindiendo cuenta a nadie. Que cada uno se
procure lo suyo. yo no tengo por qué andar preocupándome de los demás.
Que cada quien se las rasque con sus propias uñas. No pienso estar dispo-
nible todo el tiempo, tengo mis cosas que hacer”.

“No pretendo eludir esfuerzos, sólo aspiro a que tengan sentido,


que se justifiquen, que no sean pérdida de tiempo. Tienes que convencer-
me que no me estás exigiendo sólo por exigirme, sólo por molestarme,
para probarme, para hacerme rendir. Tienes que convencerme que sabes
algo que yo no sé para obedecerte. Yo acepto obedecer siempre que tenga
entera confianza en tu guía y conceda validez a tu exigencia. Si no, no.
Sólo lo hago por mi comprensión y convicción de que tiene sentido”.

“Llegará un día mi muerte. ¿Qué me falta para irme con la frente en


alto?: dejar de ser tan ambicioso de bienes y fortuna, de éxito y conquistas;
no vivir juzgando a los demás y creyéndome superior e intachable; no sen-
tirme en competencia y rivalidad con todo el mundo; no sentir que cargo
con la responsabilidad de salvar, ayudar, proteger, a todo el mundo; no
pensar que tengo la responsabilidad de que se haga justicia; no considerar
que tengo que ser mejor que todo el mundo en todo; no creer que todas mis
ideas y descubrimientos son una maravilla que hay que comunicarla cuan-
to antes al mundo; dejar de necesitar que todos me quieran, acepten y apre-
cien; dejar de creerme una persona especial. Reflautas que me falta”.

“¿Cómo vivir? No entiendo la pregunta. Veamos, ¿materialmente?,


puedo. Finalmente creo que puedo. ¿Me puedo morir? Sí, en cualquier
momento. ¿Qué dejo por hacer si muero? Tanto, pero lo que viene por
delante, no dejo nada pendiente para atrás. Lo que más fuerte y básicamen-
te me mueve en la vida es el sentimiento de inseguridad. Conozco gente,
me preparo en distintos campos, analizo posibles negocios, me desarrollo,

73
me conecto, seduzco, complazco, evito afrentar. Y todo ello para tener a
quién acudir frente a la eventualidad de quedar en falencia, en carencia, en
necesidad, en abandono -económico y afectivo. Esta eventualidad la tengo
como un hecho posible y probable, como una amenaza real y vigente. Ten-
go un doctorado en descubrir la fragilidad, los vacíos, de todas las supues-
tas razones de la autoridad, de sus verdades. Entonces inconscientemente
me planteo: ¿por qué habría de estar libre yo de estos vacíos y sinrazones?,
¿cómo afirmar algo con certeza? Al mismo tiempo, anhelo esa certeza com-
pleta para liberarme de esta inseguridad atormentadora”.

Me ha enternecido recuperar estos textos, este reencuentro con mi


juventud, mi adolescencia, mi fragilidad pretérita y presente, mi cariñosa y
gradual desfragilización. La debo a mi búsqueda. Cada uno es su propio
universo. La galaxia de nuestros personajes interiores que se debaten en
estas interrogantes existenciales es nuestra zona primera y más visible.
Conociéndola y armonizándola esta vida se hace bastante llevadera. Pero,
¿y la otra? De la otra vida sé poco, poquito, nada. Sobre esa otra vida, la del
espíritu, tanto desde la mitología católica como desde la promesa de las
tradiciones espirituales, mi mayor seducción provino de esa promesa de
vivir más allá de la vida sobre la Tierra. Pero cuando la muerte deja de ser
tan temida, cuando ya no se cuenta el tiempo, y la muerte está tan cerca y
tan lejos, ¿cuál es la otra vida a la que uno aspira? ¿Cuál es la creación de
uno mismo posible más allá de la creación de la propia vida en esta Tierra?
Si viniéramos de vuelta, de la muerte hacia la vida, si el asunto fuera viajar
de viejos a bebés, y de ahí a fusionarnos con el universo en un orgasmo; si
al momento de morir tuviéramos la mente de un recién nacido y por tanto
no nos preguntáramos nada; quizás entonces la muerte y la vida serían un
vice/verso, y en esa experiencia de vida sin preguntas sobre la muerte, la
muerte dejaría de existir. Y la vida sería eterna.

Cada uno es su propio universo, es cierto, pero hay más allá un


universo magnífico e insondable, que nos trasciende. ¿Cuál es para mí la
trascendencia posible? Es una pregunta abierta. Uno toca la pregunta y
siente esa otra dimensión en brazos de la poesía y de la espiritualidad.

Poesía y espiritualidad en la enseñanza sufi


Pregunté a un niño que iba con una vela;
“¿De dónde viene esa luz?
Al instante, la apagó.

74
“Dime a dónde ha ido y te diré de dónde vino”.

Esta es una estrofa de Hassan de Basra, citado por Idries Shah en su


libro Los Sufis, que abre el corazón de la mente a lo misterioso. Quiero
compartir con ustedes, a través de algunas citas de este magnífico libro,
ese sabor a infinito que podemos tocar con la poesía y la espiritualidad.
Nasrudin es el personaje creado por la tradición sufi para poner en su boca
la sabiduría popular, que en este caso es sabiduría metafísica o trascenden-
te. Así, en una historia este personaje está buscando en la calle una llave
que perdió y un amigo le ayuda. ¿Dónde se te cayó?, le pregunta el amigo.
En mi casa, responde Nasrudin. ¿Y por qué la buscas acá? Porque aquí hay
luz. Con esto ilustra que no sabemos donde buscar el conocimiento tras-
cendente, dice Shah.

También ironiza en otro relato sobre los falsos místicos que decla-
ran poseer todo tipo de poderes. Un rey le dice que lo hará ahorcar si no da
prueba de las percepciones especiales que se le atribuyen. Nasrudin le dice
al rey que puede ver un pájaro de oro en el cielo y demonios bajo tierra.
Pero, ¿cómo puedes verlo?, le pregunta el rey. Miedo, le responde, es cuanto
necesito.

Así el sufismo toca los límites de nuestra forma simple de estar y


de ver la vida, y nos hace sentir que hay algo más allá. Que administrar la
vida es útil, pero no alcanza para aplacar la sed. Lo que el sufismo hace es
intentar liberarnos de las garras de quien llama “el Viejo Villano”, que no
es otro que el burdo sistema de pensamiento en el que vivimos casi todos.
Nasrudin, se señala, contaba chistes, lo que provocaba las iras del Viejo
Villano. El sufismo vio en el humor una fórmula para escapar del pensa-
miento burdo, e hizo que sus historias fueran simultáneamente formas de
humor, y fuente de significaciones metafísicas que iluminan la mente, la
que en ese momento parece sonreír, como en la historia en que declara que
la luna es más útil que el sol, porque alumbra de noche, en tanto el sol
alumbra de día, cuando cualquiera puede ver.

El humor es una forma de creación hermana de la poesía, pues le


hace una voltereta a la mente lógica y nos sitúa en un espacio iluminado,
incluso cuando nos muestre a través de una historia que los seres humanos
sin búsqueda espiritual, sin tocar lo trascendente, no tenemos nada. La mujer
de Nasrudin le dice que escucha ruido de ladrones en la casa, a lo que él le
responde: no tenemos nada que puedan robarnos... si tenemos un poco de
suerte, tal vez nos dejen algo.

75
El humor y la poesía son dos poderosas herramientas sufi para des-
pertar al espíritu. “Los sufis creen que en el seno de la humanidad existe un
elemento, activado por el amor, que ofrece los medios de alcanzar la ver-
dadera realidad, llamada significado místico”. Esto está dicho en un poe-
ma de Omar Khayyam:

Cuando la Causa Original determinó mi ser,


Me dieron la primera lección de amor.
Fue entonces cuando se hizo el fragmento de mi corazón,
La Llave del Tesoro de Perlas de significado místico.

Idries Shah cita en su libro el poema The Kasidah, escrito hace más
de un siglo por el explorador Richard Burton, quien –sostiene Shah- era
sufi. De ese poema, la siguiente estrofa:

Todos tenéis razón, todos estáis en un error


-oímos decir al despreocupado sufi-
porque cada uno cree que su trémula lámpara
es la deslumbradora luz del día.

La poesía y el humor son señales en el camino para que la mente se


abra a la existencia de lo trascendente, al paso de nuestra trémula lámpara
hacia la visión de la luz del día. Ahora bien, realizar la trascendencia, eso
ya es otra cosa. Afirman los sufis que en ciertos lugares y bajo maestros
individuales, aparecen escuelas que se dedican a una actividad destinada a
promover la necesidad humana de perfeccionamiento del individuo. Agre-
gan que el verdadero maestro es aquél que sabe cuidar de sus discípu-
los de modo que el despertar de las sutilezas tenga lugar
coincidentemente y de acuerdo con lo que el individuo pueda soportar.
Ya lo dice el proverbio: da al niño un caramelo, y será feliz. Dale una
gran caja de caramelos, y caerá enfermo.

Así advierten a los buscadores que no buscan a través de un maes-


tro, en una estrofa de Sheikh Saadi:

Me temo, ¡oh, Nómada!, que no llegarás


a la Meca, pues el camino que sigues
conduce al Turkestán.

En todas estas joyas sufis encontramos el sonido de una mano al


aplaudir, como dice hermanamente un koan zen, la sensibilización al mis-

76
terio y al asombro que nos indican que el otro mundo existe, que en algu-
nos momentos más que en otros ha estado más vivo nuestro impulso a
buscarlo. Nos dicen que es difícil. Pero no nos resignemos.

En el libro de Shah se narra que un hombre visitó al maestro sufi


Libnani, y dialogaron lo que sigue:

Hombre: Deseo aprender: ¿quieres enseñarme?


Libnani: No creo que sepas cómo aprender
Hombre: ¿Puedes enseñarme a aprender?
Libnani: ¿Puedes aprender cómo dejar que te enseñe?

Así, al final siempre el desafío parece recaer de nuestro lado, por


más disposición a la ayuda que exista allá, lista para ofrecerse. Y para estar
a la altura del desafío, señalan, no hay mejor amiga que la muerte. Sólo la
sensación de su presencia nos dará el impulso necesario para anhelar bus-
car. Así, cuando creíamos ir de la vida a la muerte, descubrimos que es
vice/verso, pues es la cara de la muerte la que nos da la fuerza para desear
la vida, la vida rica y plena, la que trasciende nuestra condición de muer-
tos-vivos, la de seres dormidos en nuestras pautas rutinarias, tal como lo
señalan todas las tradiciones. La muerte no está al final, ya está entre noso-
tros. Mirémosla a la cara, y tendremos la oportunidad de ganar la vida.

La poesía utópica de los proyectos concretos

Como un breve epílogo, aterrizaré la poética al ámbito de los pro-


yectos pácticos. Al tratar de vivir esta vida como vida/muerte y vice/verso,
en ella intento expresarme en lo que llamaré una poética de los proyectos
concretos, a través de los cuáles participo y trato de encarnar lo que esta-
mos buscando como cambio cultural o paradigmático. En mi vida tuve dos
grandes retiros del ‘sistema’. El primero –que mencioné antes- a los die-
ciocho años, y que fue relativamente drástico, con la imagen de ‘salirme de
todo’. En esta salida viajé, estudié, busqué, me neuroticé, volví. Intenté
encontrarme de nuevo dentro del sistema, estudiando algo que pensé a
mitad de camino entere mis queridas matemáticas que me habían llevado
el 71 a Ingeniería, y mi vocación por las ciencias sociales. Avancé hasta un
tercer año de Ingeniería Comercial. Pero aquello no servía para el propósi-
to que me había formulado. Me retiré, pero ya no para ‘salirme de todo’.
Me había afirmado en lo personal con mi acceso a la psicología y a la
espiritualidad, y estábamos en dictadura. Ahí encontré entonces un ‘cami-

77
no medio’, que fue el de realizar proyectos de contracultura que eran a la
vez proyectos de cultura alternativa. Y al mismo tiempo, busqué que ellos
me generaran una sobrevida material. Si ello se dificultaba, no me repro-
chaba apuntalar la sobrevida material en el sector ‘blando’ del sistema.

Como proyectos independientes alternativos, puedo consignar la


revista La Bicicleta y El Utopista Pragmático, mi participación en los talle-
res culturales de la ACU y de la Universidad Católica, en la Campaña Com-
partiendo la Mesa, en la Iniciativa Planetaria y en el proyecto Universidad
para la Paz. Creé un Instituto de la Creatividad y un Club 30/40 de
reencuentro generacional. También estoy en los sucesivos grupo Azul y
Azul Profundo. Visualizo mi participación en la editorial de la Universidad
Bolivariana como un proyecto independiente de cultura alternativa. En el
sector ‘blando’ del sistema, participé en la creación de las Historias de
Patos Buenos, y en el Día Nacional de la Creatividad, proyecto este último
que me lo traje al sector independiente. Desarrollar las bases de una demo-
cracia creativa o democracia espiritual es algo que me motiva muy fuerte-
mente. Todos estos proyectos son a su vez hermanos de múltiples otros
proyectos, con los que estamos siempre encontrándonos.

No hay muerte para una vida que se vive en proyectos de vida; no la


hay porque no se la piensa, o porque ya está, o porque de venir, va a venir.
O bien vendrá un gran nacimiento cósmico.¡Oh qué será qué será! La vida
lo dirá. O la muerte. O vice/verso.

78
“Otro mundo es posible”
Fermín Estrella

Fermín Estrella G. nació el 21 de diciembre de 1937 en Buenos


Aires, escribe desde los 15 años y publica desde los 40. Tiene varios libros
de versos, entre ellos «Versos de Amor en el Exilio» 1984, «Tus ojos se
cerraron» 1992, La vida continúa» 1993, «Nosotros los de entonces» 2003,
«Retrato de Ana», 2005.

Es arquitecto, dedicado por entero desde el comienzo a las necesi-


dades populares de educación y vivienda; su obra, desde 1964, se encuen-
tra en su libro: «Arquitectura de Sistemas al servicio de las necesidades
populares» Tomo I, y en el Tomo II en preparación.

Cree en el principio vital de diversidad biológica, espiritual y de


pensamiento, en la solidaridad y lucha que anima a toda forma de vida y
en la creatividad de la raza humana frente a los problemas que le acosan.

Cree en la necesidad de repartir todo lo producido por los seres


humanos entre todos los seres humanos.

Cree en un futuro sin violencia, ni guerras, ni fronteras; en la posi-


bilidad de superación de los conflictos que hoy padece el planeta y en la
resolución pacífica de las diferencias.

Cree que el afecto y el amor seguirán siendo siempre el motor fun-


damental de la vida.

1
Derrumbe y construcciones
2004

Derrumbar hasta llegar al hueso del derrumbe


limpiar
hasta el cimiento de la vida
en el filo de la noche detener la entrada de la luz

79
arribar a la estación primera
al impulso primero
a la búsqueda aún no presentida
y seguir removiendo
en el presente del presente
querer hacer de nuevo las historias
construirle las puertas a la nada
remover
las piedras
los restos
las cosas que se van
los desechos de lo que fue
sentir que todo
pasa a un nuevo estado de la materia
que “nada se pierde”
y “todo se transforma”
y “la relatividad es el estado del presente”
y en el infinito infinitesimal de lo pequeño
ver que surge de nuevo un universo
que atrae y que repele
algo que mantiene continuo al movimiento
a la partícula primera
al impulso inicial
al olvidado primer momento oscuro de la vida
al antes de la luz
a las tinieblas
y ser un átomo apenas
de lo antiguo
una partícula concreta de infinito
una penetración en la tiniebla primera
sentir que llegamos hasta el límite desconocido
o a un antes ignorado por la vida
a la danza anterior al mineral
a todo lo anterior a la materia,
y ver
ver sin la luz
ver en lo oscuro
una gota de tiempo que se infiltra
por dentro de la historia
sin manchar el presente pasajero
que limpia la intemperie

80
que lava la memoria
hasta dejarla casi transparente
y no hay nada dónde aferrarse
y recomienza la danza eterna de los átomos,
es un antes
y un después de las cosas primeras
vamos descendiendo en el tiempo
hasta los bordes del comienzo
donde la sombra comienza
a iluminarse
y vemos
casi ciegos
sin darnos cuenta
que existen otras cosas antes de la existencia de las cosas
y que todas las nubes eran agua
eran vapor
eran temperatura inmaterial de la materia
la nada llenándose de cosas
sonidos a lo lejos
una luz que se apaga al encenderse
un destello
una chispa
una pulsión del universo
y sentir que somos la nada y sus entrañas
la nada y sus sucesos
seguimos al planeta en su camino
alrededor de un sol que nos permite
orbitar sin saber nada de la nada
dejar solo al instinto a que arrastre las cosas adelante
ver que todo de nuevo se organiza
que es otra cosa
que es algo nuevo de nuevo
en nuestra historia
y la órbita sigue su camino
pasa de nuevo por un punto
quizá no muy distinto del antiguo
pero completamente distinto
hacia el futuro del pasado
que pudiendo ser
solo dejó sus rastros
no sabemos por qué ni para qué

81
alimentando lo que aún no existe
lo que no sabe si será algún algo
lo que es y no es en este instante
lo que vendrá con su presente propio.

2
Comunidades “como-unidades” del siglo XXI
Nuevas utopías para iluminar la construcción del presente

30 de mayo 2002

DESDE HACE MUCHOS AÑOS CRECE UN RUMOR


EN LAS ENTRAÑAS DE LA SOCIEDAD
UN SORDO RUMOR QUE VA CRECIENDO LENTAMENTE
sordo como la lenta gestación de un terremoto
con la lentitud inexorable de los cambios climáticos
como los lentos movimiento de las placas tectónicas
o los imperceptibles cambios en las especies
como la liturgia colorida de los amaneceres
como ritos ancestrales
que vinieran a despertar remotas esperanzas
como genes que resistieran latentes
en el fondo de miles de hombres y mujeres
durante las últimas glaciaciones de la conciencia

Debe de haber crecido


en forma imperceptible como un rumor magmático
como un niño en el seno de una madre
como una oración o un rezo interminable
que va surgiendo ronco de la conciencia humana
lentamente como la composición y la descomposición de la materia
curioso como el sentido hermético del verbo
o de antiguas verdades que encontraron su nuevo sentido
inmaterial y eterno
como la angustia del investigador
que llegando al resultado último de su búsqueda
encuentra un universo nuevo de preguntas

Como un mantra holográmico


que eternamente disgregado

82
recompone su todo en cada grano de su arena
común como el sentido de las cosas
con la profundidad misteriosa
de los universos que gestan universos

Comunidad es ...
Comunidades: Como-unidades
Comunidades: Como-unidos
Comunidades: Común-identidades
Comunidades: Común-inmunidades
Comunidades: Como-munidos...
de la serenidad
de ser parte de un todo
de la comunidad de nuestra la especie

Han pasado cientos de años desde la última glaciación de la con-


ciencia
hombres sin rostro ni afecto habitan aún torres abigarradas
en grandes megalópolis
tratan de clavar al horizonte en la punta de sus narices
lo confunden con la globalización de sus caprichos
en sus reuniones hablan y especulan sobre un mundo hecho a su antojo

sobre una mecánica celeste manejable


una globalización mundial donde los gobiernos
acatan sus órdenes, sus planes, sus dictados
con la lógica irrefutable de los mercados
como hace muchos siglos lo habían hecho
no piensan “con altura”
divagaban “en las alturas de sus torres ”
como aquellas que caían destruidas cada tanto
por sus archienemigos inventados
fantasmas nacidos de la contaminación de sus fiebres

Mientras abajo los pueblos y ciudades siguen viviendo,


yendo al colegio, al mercado,
haciendo el amor, abrazándose en los parques,
trabajando en los talleres, las fábricas, los laboratorios
se alejan de las grandes torres
porque les hacen sombra sobre sus pastos
sobre sus flores, sobre sus niños.

83
Los pueblos y ciudades siguen avanzando
dándole la espalda
antiguamente le daban la espalda a los palacios
a las torres de las iglesias
y ahora
les dan la espalda cuando meditan en la vida
cuando hacen el amor les dan la espalda
cuando trabajan alegremente les dan la espalda
cuando pasean les dan la espalda
siempre les dan la espalda
porque carece de interés para su gente
esas torres sin escala humana
donde la gente no puede asomarse
por las no-ventanas para tomar el fresco
o poner una planta.
porque algunos seres humanos
hicieron un mundo humano para pocos
y un mundo inhumano para muchos

Son recuerdos heredados de la infancia humana


recuerdos arqueo-ilógicos de una cultura ya pasada
de estadios anteriores de la conciencia
de estados cerrados de conciencia
de in-conciencias del pasado
de grandes negaciones culturales
compradas en los mercados de cultura de aquellos grupos
para ser rápidamente consumida por ellos mismos

Mercados multinacionales que pretendían


manejar al mundo en moldes rígidos
incapaces de contener la riqueza de las diversidades

de los seres humanos


tenían una idea perversamente sencilla
fragmentar a todo ser humano en partes inconexas:
productor y consumidor
y ponerse en el medio para cobrarle el peaje para unirlo

como las cosas inútiles


fueron cayendo en la papelera de reciclaje de la historia
las grandes torres y sus habitantes son una raza en extinción

84
las conservamos porque somos misericordiosos con los pobres
de espíritu
y como toda raza en extinción merece ser bien tratada
sabemos que de ellos quedaran los que deserten
y que se incorporen a la cultura humanista de hoy

nos costó varios siglos aprehender


que nadie es más que nadie
que todos tenemos derecho a la diversidad
que solos no existimos
que nos gusta estar juntos pero no revueltos
que gozamos con el gozo del otro
y sufrimos con su sufrimiento
que nos gusta estar juntos para que cada uno haga lo que quiera

Por eso la gente habita hoy en comunidades


COMUNIDAD
es la forma natural de vida que siempre tuvo el ser humano
antes de esa época oscura
pero corta en el largo camino de la humanidad
la “Época de las Multinacionales Globalizadas”
pero esa glaciación de la conciencia ya pasó hace mucho tiempo
la conciencia ha regresado a las conciencias

Las COMUNIDADES donde volvimos a vivir


son muy diversas
dependen del grupo que la conforma
los arquitectos y urbanistas antiguos
carecían de sentido común
sabían de automóviles y semáforos, de frentes y formalismos
pero no tenían en cuenta a la gente que vivía,
a sus gustos, sus diferencias, sus costumbres, sus utopías, sus
esperanzas
creían que todos éramos iguales
como máquinas salidas de una larga cadena de montaje
algunos de ellos han aprendido a escuchar a la gente
y ser sensibles al imaginario humano, a las necesidades reales
no a las impuestas por una u otra moda

Cada COMUNIDAD... ES... su propia gente


tiene su identidad grupal y sus formas individuales de respetar a cada uno

85
comunidad es bien común y bien común es respeto a la privacidad
es la forma superior de ser libre y de ejercer la privacidad
es diferente a los antiguos “kibutz”
y a las antiguas “granjas colectivas”
porque en las comunidades cada grupo o “familia”
vive y produce lo que desea y como lo desea:
cada una en una casa......
o varias juntas

unas preparan la comida en su cocina


otras comen en el Centro Comunitario Urbano-Rural
porque las COMUNIDADES son urbano-rurales:
ya no hay aquella antigua antinomia de LO URBANO o LO RURAL

Desde hace mucho vivimos


con lo que nos gusta más de las antiguas ciudades
y lo que nos gusta más de los antiguos campos
porque hubo, hace muchísimos años ,
un movimiento social cuya bandera fue
“por la ruralización de las ciudades y la urbanización de los campos”
y las ideas se fueron transformando.
nuestras ciudades gozan de lo más lindo del campo
y nuestros campos gozan de lo más lindo de nuestras ciudades
y vivimos agrupados
en casas o departamentos
de pocos pisos rodeados de jardines útiles
algunas quieren tener todas las casas iguales...
otras quieren tener todas distintas .....

Pero casi todas las COMUNIDADES tienen cosas similares:


no son edificios, ni actividades,
ni formas físicas, ni reglamentos
Lo que tiene de parecido es
una filosofía sencilla para la vida:
“mejorar la calidad de vida y de trabajo de todo”
“alejarse de fundamentalismos y verdades reveladas”
“construirse a sí misma, a su manera, a su identidad”
“no imponerse los unos a los otros”
“vivir y dejar vivir”
“ayudarse y respetar los unos a los otros”
unas familias forman grupos .....otras trabajan individualmente

86
algunas trabajan en tareas del campo... otras en producir cosas:
computadoras... ropa... alimentos... bienes y servicios diversos....
unas familias trabajan para el mercado interno
otras para el mercado externo a la comunidad
unas trabajan en las comunidad otras trabajan fuera.
pero todas las comunidades
tienen transporte propio, casa de niños, casa de ancianos.
para que los matrimonios jóvenes puedan trabajar o salir y entrar
cuando quieran
tienen escuela propia cuando hay niños, o de jóvenes que lo
amerite
pero siempre tiene un Centro de Capacitación
donde cada uno puede aprender
lo que quiera aprender
artes, oficios, técnicas,
capacitarse en las cosas más diversas
si una familia quiere criar abejas
el Centro le da un curso práctico y concreto,
que lo lleva de la mano hasta que saque su primera miel
y le ayuda al “qué hacer” con ella
si otros quieren fabricar computadoras
equipos, o servicios: los capacita para el
cómo producirlo y el cómo comercializarlo

Porque en las COMUNIDADES


la gente tiene el deber de vivir y trabajar feliz
muchas familias pueden lo que pocas no pueden
la cuestión de la escala

la salud, el dinero para salir de algún apuro,


una máquina nueva, algún arreglo
se resulve con un fondo de acción comunitaria
porque en una comunidad actual, como en las antiguas comunidades
nadie esta solo
nadie crece ni envejece solo, abandonado
no hay hambrientos ni pobres
todos se ocupan que a nadie le falte
cada uno como quiere y puede......
sin que esto sea una religión intransigente
ni una política rígida..
que compulse a una solidaridad obligatoria.

87
Todas las COMUNIDADES tienen:
viviendas para todos
un Centro Comunitario
donde poder comer, trabajar o comprar lo necesario
un Centro de Capacitación
para niños y para grandes
Talleres comunitarios
de tecnologías de punta y sus hermanas alternativas .............
Internet para desarrollar agricultura orgánica ..........
o máquinas numéricas pequeñas
para matricería compleja o riego por goteo.
a ninguna Comunidad le falta El Salón de Uso Múltiple
donde hacer los eventos, y festejar la vida.

Y tienen muchas cosas más


juegos y plazas públicas,
casa de los abuelos y casa de los niños,
centro de jóvenes y club
dormitorios para visitas ....
centro de información y de salud.... correo.. etc.y etc...
Además una calle Principal Jardinada
une a todos los módulos de vivienda
le da una identidad a cada barrio
y orienta a la gente en el conjunto.

Porque las COMUNIDADES no son masas informes de viviendas


se agrupan de 10 a 40
alrededor de una placita semipública
que le da identidad al grupo de viviendas
y es el Espacio Común de cada grupo

Es el Espacio Semipúblico,
donde la escala humana permite y facilita
que la gente se encuentre y se salude
que se atreva al cotidiano diálogo
que nos da posibilidad para expresarnos
y expresarnos nos permite
el primer escalón de democracia.

Porque una COMUNIDAD


no es una mancha de gente amontonada

88
las familias se visitan,
se conocen
forman sus grupos

construyen amistades
se reconocen y se ignoran
se aman y se odian
se apoyan y se envidian
se avecinan

El avecinarse en grupos facilita


la cohesión de la trama social
la que produce
el Valor Agregado Social
y eso produce la sinergia
hace que un grupo sea más
que la suma de partes
el valor económico-social
más importante y genuino de la gente
aunque muchos economistas desconocen
las curiosas virtudes de la unión de la gente

También un Cinturón Verde Productivo rodea a algunas


donde hay espacio para el campo y de la industria
artesanías, o bienes y servicios
la gente puede producir en su casa o en su Verde Productivo
porque nuestras COMUNIDADES
han superado la antinomia de RURAL o INDUSTRIAL
mezclamos, como siempre lo rural y lo urbano
lo urbano y lo industrial
el espacio verde es un Parque Productivo
para hacer cada cosa en el mejor lugar
con mayor alegría.

Varias comunidades usan naturaleza


para mover sus máquinas
el sol, el viento, los desechos
“nada se pierde todo se transforma”
recursos renovables
que no nos contaminan
y calientan el agua, producen energía

89
acondicionan las viviendas al clima,
purifican el agua.
el viento puede enfriar alimentos y viviendas
con el curioso efecto chimenea
reactores de desechos orgánicos
producen gas, fertilizantes, tierra
cría de especies para alimentación
fertilizantes.

Porque estar en onda con la ecología del lugar


es hacer una economía sustentable
usar correctamente el clima, el sol, el agua
para mejorar la calidad de vida
es seguir avanzando en un mundo mejor al alcance de todos
es cuidar esto para nuestros hijos
y sus nietos y los nietos de sus nietos
hasta el fin de los tiempos y algo más....

Hacer más con menos como la misma naturaleza


porque es posible armonizar las dos naturalezas:
la natural con la naturaleza artificial que hace las gente
para demostrarnos que lo pequeño y económico
puede ser mucho más hermoso que lo grande y costoso
y poner nuestros modestos conocimientos al servicio
de mejorar la vida de todos.

COMUNIDADES... una antigua... y ...nueva forma de vida.

Fermín Estrella

P.D.:
Confieso sin pudor que mi búsqueda siempre fue la misma:
arte, ciencia y tecnología al servicio de las necesidades populares
porque
trabajar para mejorar las condiciones de vida de la gente sencilla
me permitió aprender, con humildad, todas las cosas que aprehendí
porque no hay nada que alegre más al corazón
que compartir
y el afecto sigue siendo siempre
el motor fundamental de la vida.

90
Marosa Di Giorgio
y la afirmación de la vida
(1932-2004)

Graciela Rubio

Graciela Rubio, nacida en Valparaíso en 1965, es profesora de His-


toria de la UCV, y magister en Historia de la U. de Chile. En la actualidad
cursa doctorado en Educación en la U. de Granada y ejerce como docente
en distintas universidades. Ha desarrollado líneas de trabajo que procu-
ran un análisis crítico de la historia, el conocimiento, la memoria y la
textualidad, opción que involucra una vinculación estética y reflexiva con
la experiencia. Desde allí, la poesía se vuelve un“lugar habitable” para la
creación y deslizamiento de la palabra que configura mundos dispuestos a
abrirse a la vivencia de la temporalidad . La presentación de Marosa Di
Giorgio se enmarca dentro de esa “línea de vida”.

Su obra ha sido calificada como acción de audacia imaginativa, en


la que el lenguaje configura mundos únicos. Marosa Di Giorgio es una de
las grandes letras de Uruguay que ha logrado con maestría plasmar en el
verso el devenir de la existencia.

Estaba parada en medio de la luz de la luna. A lo lejos, seres increí-


bles: Mario, los unicornios, los lobizones, la paloma de la paz, la liebre de
marzo

Deleuze nos afirma que Ariadna es el Ánima, ella se encuentra


en medio de dos mundos: la mistificación humanista y racional repre-
sentada por Teseo y aquella que deviene como “afirmación pura y múl-
tiple” desde el encuentro con Dionisos-Toro 1. Aquella que histórica-
mente se ha negado a sí misma desde la “unicidad” del sujeto racional
moderno. En una encrucijada, Ariadna se presenta como una mediadora
que “sin saber” abre paso al diálogo entre estos dos mundos. “Eterna-

1
Deleuze Gilles. El Misterio de Ariadna. Nietzcheana.com.ar/deleuze.htm. Publicado en
Magazine Litteraire,n298,1992. Traducido para cuadernos de Filosofía por E. Gutiérrez.
Deleuze nos afirma que Dionisos-Toro, esa unión, es la afirmación pura, aquella existencia

91
mente afirmación del ser; yo soy eternamente tu afirmación”. Así dia-
loga una vez unida a Dionisos2 . Esta referencia nos parece pertinente
para aproximarnos a la obra de Marosa, toda vez que su voz lírica está
dispuesta a ser la afirmación de otro.

La voz de Marosa abre el mundo que afirma la vida y dialoga con la


razón desde el deseo. A diferencia de Ariadna, Marosa abre voluntaria-
mente este mundo (no lo construye, pues existe) y se transforma en la me-
diadora que nos “lanza” el hilo de la memoria /deseo para transitar por el
laberinto/bosque de su infancia y juventud. La memoria es la red que con-
figura el relato en el cual, seres “corpóreos” y mágicos transitan su propia
temporalidad para abrirse a la transformación permanente y a la ruptura
del espacio tiempo, cada vez que la intensidad de la vivencia demande el
encuentro entre estos dos mundos. “A veces, en la madrugada, llovía dul-
cemente, y parecía que un enjambre caía del cielo, que los muertos volvían
a la vida, que todo estaba bien.

Yo me asomaba a la ventana, y a la media luz, ya todas las hojas


eran granates y amarillas, livianas y fragantes; como uvas o amapolas.

Y entre los grandes árboles, los monjes en sus casetas, pequeñas,


entre las ramas. El nuestro salía a mirar la lluvia, los relámpagos, ano-
tar en su Cuaderno del Tiempo, el monje de astas larguísimas y sedosa
pelambre.” 3

que no “carga” el conocimiento y la moralidad como lo hace la racionalidad moderna.


“Laberinto del conocimiento y de la moral”.Dionisos representa la existencia como devenir
en estado puro y Ariadna su “eterna afirmación” (El Sí). Ariadna viene a ser en su experien-
cia de transmutación, el alma desdoblada, “El sí que responde al si”. Dionisos teme estar
solo, porque teme al eterno retorno de las fuerzas “reactivas” (Teseo) que niegan la vida,
pero al encontrar a Ariadna se percata de que el eterno retorno es selectivo y que, “No hay
eterno retorno sin transmutación”. Nosotros agregamos no hay recuerdo (retorno) que no sea
selectivo y sin transmutación. Marosa, enuncia la permanente posibilidad de recordar como
otro. Antes de encontrarse con Dionisos, “…Ariadna enamorada habría acompañado al
héroe e iluminado el recorrido con el fulgor dorado de la corona que llevaba en la cabeza o
con una guirnalda luminosa. Los antiguos vieron en ello un añadido a la ignominia de
aquella traición.1 Ver texto laberinto. Santarcangeli. Paolo. (2002) El Libro de los Laberin-
tos. Ediciones Siruela.

2
Deleuze, op cit. Yo soy tu afirmación. Introduce el yo como otro. La reflexión de Deleuze
nos invita a comprender la identidad como otro, aproximación divergente de la racionalidad
moderna, centrada en el sujeto. Deleuze pretende continuar la crítica a la modernidad racio-
nalista iniciada por Nietzsche para “afirmar la vida”.

92
Mundo dialógico
Este mundo dialógico se caracteriza por la perpetua transmutación
de sus seres, de lo que se infiere un permanente estado de liberación del
cuerpo, el espacio, el tiempo y la razón así como de la infinita creación.”
Livianísimas mariposas estaban adosadas al tronco. Parecían una decora-
ción; eran mi alma, dividida en varias figuras (que no existían), tornasola-
do; los ojos de algunas, redondos, grandes, negros, planos. Los de las otras,
hechos con montículos de brillantes, sobresalían mucho.”4 La voz desdo-
blada en y a través de los eventos que se suceden intempestiva y
abruptamente, sin dejar de reconocerse a sí misma, teje el diálogo posible
que configura mundos nuevos pudiendo la existencia y la no existencia
devenir en un mismo presente ya.

Cada episodio recordado es vivido como un presente que se ma-


nifiesta en estado de realización, sin orden, sorpresivo e inquietante.
La escritura, sus lenguajes y expresiones estéticas se deslizan en un
mundo en que el tiempo se desplaza a través del lenguaje como posibi-
lidad emergente, como acto puro, es decir,”todos los acontecimientos”.5
El fluir permanente del mundo dialógico de Marosa configura una par-
ticular temporalización de los significantes, en que las formas conjuga-
das del pasado presente y futuro aparecen trastocadas por la propia tem-
poralidad, configurando diversas presencias en un mismo instante, o
volviendo el pasado un presente deviniendo sorpresivo, determinando
así una existencia particular de sujetos y verbos en el espacio. Desde
este redimensiona-miento de la realidad, la poesía cruza los umbrales
de la racionalidad moderna para situarse en el “instante” en que todo
sucede y todo puede suceder. En el momento en que relato y deseo se
vuelven actualidad en la pura palabra. De allí deriva la estructura de su
poética que puede ser leída como totalidad en el fragmento, y como
totalidad en el poema relato, pues Marosa logra incluir el todo en la
parte y la parte en el todo. Es junio y de tarde en los tiempos druídicos,
el techo empieza a irse, a volar como una nube. El zapallo se entreabre,
da su olor a rosa, el extraño aroma a clavel de los zapallos. Mamá está
cerca del fuego, labra un pastel, grande. Yo voy de hache para allá. El

3
Di Giorgio M. (2004) La Flor de lis. (poemas a Mario). El cuenco de Plata/latinoamericana.p7

4
Di Giorgio M. op cit p12

5
Deleuze, Gilles (1994) La lógica del sentido. Paidos Barcelona. p25-28

93
pastel parece un hombre, es como un fantasma, tiene ojos azules y ca-
bello largo. Me acerco al aparador, enumero las tacitas una a una, todas
son livianísimas como cáscaras de huevo; la dulcera es rosada como
una rosa. Mama me llama, voy hacia a ella; el pastel gime un poco,
conversa con mama. Afuera va a caer la noche; las plantas se quedan
inmóviles, hamacan.6

II
El bosque/laberinto

El bosque, jardín secreto de los recuerdos en Marosa, es el fondo


memorial en el cual se entreteje el pasado, aquel que permite reunir en un
mismo y múltiples sujetos, todos los tiempos y todas las experiencias a la
vez. El bosque se configura como un no lugar disponible, para ser transita-
do sin temor a ser cruzado a diferencia del mito del laberinto, hasta para
recordar en él lo que no sucedió. “Te apoderaste de todo, hasta de los re-
cuerdos de cuando no te conocía”7 .

Los versos del bosque están llenos de “erotismo afirmativo”, de


voluntad erótica que se manifiesta en niñas-mujeres las que nutridas
desde la vivencia del deseo, actúan prescindiendo de toda moral para,
afirmar toda posibilidad. “Era de noche cuando apareció el Animal,
hecho sólo con Hibiscos. Estaba absolutamente quieto y mudo. Y todo
hecho con hibiscos. Hibiscos rojos, morados, blancos, lilas, color oscu-
ro. Desde lejanísimos cielos caía una llovizna finísima, celeste, que no
mojaba, iluminaba. Yo mire al Animal hecho sólo con Hibiscos y no
sabía cómo nombrarlo, llamarlo. Y creí que no debía hablar pues él
estaba mudo, inmóvil mi voz rompería una ley. Le observé las flores
que lo conformaban, en la cabeza, el lomo, los pies, la cola, todas sus
flores... Me tendí a su lado y empecé a vibrar… Entonces, me levanté y
arranqué unas de las flores más íntimas del Animal hecho sólo con
Hibiscos, me volví a tender, puse las flores adentro de mi vulva, las
empujé más adentro…”8 Este mundo libre de moral y razón, se presen-
ta desde las ansias puras, como afirmación de todos los eventos posi-

6
La guerra de los huertos. Papeles salvajes (1989) Adriana Hidalgo, editora Vol. 1, p150

7
Di Giorgio M. op cit p10

8
Di Giorgio M. op cit p30

94
bles, y como un descubrimiento permanente.

Un gran eje articulador, el deseo/vida es el que “ordena” a disposi-


ción del momento, el espacio. “Es la tarde del verano; estoy en el jardín, en
los higueras, ¿por qué ando por ahí? Tengo puesto el delantal casero, llevo
canastillas y tijeras. Corto, higos, rosas.

Pero si no me moví del lecho. Igual devoro un higo, una flor.

De lejos custodio a Mario; allá lejos, ojos verdes, fuego de sol. De


luna, fuego.

Sigo a Mario, soy una armiña, un blanco animal. Sedoso el pelo, el


paso. Ando con cautela desafiante: llevo esto por el lomo, entre las patas,
camelia ágata.

Soy un armiño, una rosita.

Con esas máscaras sigo a Mario. Con esta máscara y a cara limpia..

¿Qué paso?… ¿qué…?


Acaso, nada.

Los ejércitos de Dios cruzaban la tormenta; impávidos brillaban.9

De allí que la erótica en Marosa se vuelva carne, vida y muerte a la


vez, añoranza y desfallecimiento. “El pensamiento del león se hizo espeso.
Como una mancha de aceite grueso. Luego la arrastró al lugar más hondo
de la cueva. Le lamió la cara. Ella se sonrió. Le hizo los mimos íntimos
muy adentro. La médula de ella dijo ¡ay!...¡aaaay!.. Cantó cual mandolina,
se la oyó en el aire. Ahí le comió la cabeza. De golpe y a pedacitos. Luego,
se durmió un rato sobre el corazón”.10

Marosa nos conduce sin mediar al fondo de la experiencia deseosa


procurando actualizarla en la palabra/instante, ajena al conocimiento y la

9
Di Giorgio op cit p29

10
Fragmento del Camino de las Pedrerías. Obsérvese la relación entre los dos mundos y la
sorpresa “imposible de nombrar por aquella que fue devorada” para luego transitar al gesto
amoroso del reposo de quien (el animal) se cobija en el que ama.

95
moral, en cualquier contexto, y en la conciencia individual11 .

Las acciones en este mundo laberíntico se vuelven devenires en pro-


ceso de transformación en la voz lírica, a la vez que totalidades sustantivadas
en las que la atención se fija guiada por la intención de Marosa de enunciar
el desconcierto que provoca la vivencia del recuerdo desde el tiempo. “Yo
en vez de cabello tenía víboras. Salían de las sienes de la frente, e iban
mucho más debajo de los hombros. Y eran hermosas, la base blanca y, el
largo lomo, verde con pintas punzó o plateadas. Abrían la boquita
escintilante y hacían Sh Sh…Era intraducible lo que decían las víboras.

Todos se aterraban un poco y las maestras, sin que yo tuviese culpa


alguna, me ponían en penitencia detrás del pizarrón, mas luego me vol-
vían al banco con mi melena brillante y silbante.

Algunas noches, acostada yo tenía miedo aunque no lo dijese. Sola


con ellas en la cama. Pero no podía sacarme el cabello (ellas).

Creo que en ocasiones una creció y se introdujo en el pezón, otra en


el otro. Me extraían la leche. Y fueron mucho más lejos.

Yo quedé inmóvil. ¿Qué será eso que inventaban las víboras? ¿O


estaría yo soñando?

……………..Cuando conocí a Mario una noche de agosto, ¿qué le


iba a decir?

¿Yo soy la mujer de las víboras y las víboras de la niña?

11
Había desde el árbol un sonido. Ella parecía estar ajena a todo. Pero seguía viniendo un
leve rumor de pericos y de lirios. ¿No escucha nada? dijo, El. ¿Es todo de flor, señora?
Acabo de comerle la cosita. ¿Le gustó .Veo que tiene muchas. Vaciló, subió a mirarle los
senos había olvidado, de eso que nunca se olvidaba. Grosos bellos. Y habían quedado fuera.
Con ellos no copuló. Le miró la cara que se mecía un poco. Estaba dormida. Tenía un ojo
cerrado. El otro ojo confuso abierto, le decía: Prosiga señor, no siga. Señor, prosiga. El misal del
árbol p25/26 Misales (2001) LOM op cit.Este corto relato ofrece una multiplicidad de identida-
des-voces en la que los personajes se desdoblan en sus roles eróticos hasta el punto de perder la
identidad configurada al inicio del diálogo amoroso. Es interesante destacar el desdoblamiento
de la voz y el rol que asume desde la erótica como un carácter trasgresor de la identidad, de la
forma y obviamente de la moral. El ser “se despega” del árbol en su afán de copular y encuentra
a la señora Una. Ver análisis más detallado en Osorio Jorge y Rubio Graciela. (2006) “El Deseo
de la Memoria. Escritura e Historia.” Escuela de Humanidades y Política. Santiago.

96
No se podía entender.12

Al mismo tiempo, la voz que transita por el tiempo se deja llevar


por los eventos, narrando en el propio proceso, vivenciando el instante de
la transformación intempestiva y perpetua, a la vez que es capaz de dete-
nerse en un pulso siendo una con el instante, para luego decidir desde allí
su orden del relato.

(…) Ella despertó. Arriba de ellos bramaba el maizal, una música


como un funeral. Parecía que estaban en una iglesia. Que la sacrificaban
por primera vez.

Él se atrevía a más. Él parecía un santito derribado en el suelo.

Bramaron mucho. Él la miraba a través del maíz si no venía el


patrón. Ella tendía una mano y tocaba una sandía, cuando no sabía qué
hacer transida hasta el fin.

Él se separó un instante, pensó en irse, disparar, pero volvió a la


labor. Señora Azucena.

Ella dijo-Bien, señor, no puedo más.

Y temblaban los ojos opalinos, los senos que parecía iban a dar le-
che como los higos. Váyase, ahora, señor.

Espero la otra parte. Mándela, de lejos.

Él quedó absorto. Pensó se habría enloquecido.


………………………………………………………………………………………………………………

Él se asustó, se puso detrás de una planta, alta de maíz con mazor-


cas, que parecía un militar que lo prendía, que lo iba a encarcelar, que ya lo
llevaba preso.

Ahí entró la mariposa, volvía del infinito. Plegó sus alas, se aplicó,
temblaba en el delito.13

12
Di Giorgio M. Op cit p 39

13
Misal final con alitas. En Misales (2001) Editorial LOM Santiago, sp55

97
III
Recordar deviniendo otro
Marosa evidencia que cada vez que recuerda lo hace como otro.
Efectivamente, su voz se desplaza libremente a través de espacios, estados,
deseos, pensamientos, sólo palabras, liberando al significante de normas
que indiquen cómo y desde quién recordar. Su voz dispuesta a abrirse a lo
otro fluye como si se estrellara gustosa a sí misma sobre los sujetos (ani-
males, Ángeles, plantas, hombres y, mujeres, objetos, todos los seres) en la
intención de develar la intensidad de un hecho puro manifiesto. “Mi alma
es una gasa inmensa, livianísima; está por todo; es una mariposa espesa,
cuyas firmes piernas de hilo asen lo que fue o es de mí. Y para siempre.
Tiene apretados los vestidos antiguos, las trenzas, las caravanas en forma
de trébol; y lo de ahora, dijes, figuritas de vidrio o porcelana, que me ro-
dean. No quiebra nada.

Mi alma va a la chacra y trae cosas, visita la bodega, el altar, la


cocina, la casa, y trae cosas, tinajas, pomelos, zapallos y demás, y los ven-
de por el camino en los días de necesidad, y me trae los resultados.

¿Cómo? ¡Ella, tan leve y tan magna! ¿Cómo?, si ya voló hace tiem-
po, la chacra, si no hay nadie, nada sólo un vacío campo con matas de
frambuesas salvajes.

Pero ella va y me trae cosas.

En esta noche de asiduos relámpagos y tormentas ocupa un peque-


ño sitio, parece un tul arrollado. Veo a mi alma. En la onda oscuridad están
sus ojos brillantes, fijos, celestes, de muñeca”.14

Puede también abrir relatos aparentemente biográficos, como si


nos contara lo que sucedió para luego en el contexto de la misma narra-
ción, como si la voz estuviera observando a la vez que contando, incor-
porar los eventos emergentes a su propio ser, esto es, ser la afirmación
de la existencia plena; todas las existencias posibles, incluidas las au-
sentes de claridad:

“Así que me casé con Mario, pero él está en la casa; es de noche

14
Di Giorgio. M op cit p23-24.

98
y yo en esta rama, y soy una mariposa, blanca, con alas grandes y vapo-
rosas, creo que cuatro, de diversa extensión, la cara plateada, las manos
de hilo negro.

Mamá, como siempre, me supervisa desde las violetas. (¿Pero cómo


voy a estar yo cazada?!). De seguro, mamá prosigue ahí en el violetario.

Yo, entonces, ¿no cuido la mesa, la cama, la silla, no prendo una


lámpara?

En el cielo cruza un pájaro y hace rag rag.

Cae una estrella y parece que va a haber un incendio.

Pero todo queda en paz.15

Marosa se ha lanzado voluntariamente a dialogar con su propia


memoria y las presencias y ausencias que son posibles de abordar en el
recuerdo. Dicho diálogo/recuerdo manifiesta lo que hemos llamado la afir-
mación de la vida que libera a la palabra para hacerla transitar por un
laberinto inquietante, y dramático (así ella define su poesía), vital y alegre,
que se abre a subvertir la relación previsible y conocida entre significante
y significado.

Si al recordar necesitamos transitar a través de otros, pues cada vez


que recordamos lo hacemos con otros, (aludimos a ellos) Marosa, apode-
rándose de esta consideración fenomenológica eleva la experiencia del re-
cuerdo a una liberación del tiempo y espacio que remite a un sujeto solita-
rio (el racional moderno), para crear un mundo como otro desde un re-
conocimiento de la experiencia vivida. Tal como Ariadna lo habría mani-
festado al “unirse” al Dios–Toro.

Yendo por aquel campo, aparecían, de pronto, esas extrañas


cosas. Las llamaban por allí, virtudes o espíritus. Pero, en
verdad eran la producción de seres tristes, casi inmóviles,
que nunca se salían de su lugar.
Estancias al parecer, del otro mundo, y casi eternas,
porque el viento y la lluvia las lavaban y abrillantaban, cada
vez más. Era de ver aquellas nieves, aquellas cremas,
aquellos hongos purísimos... Esos rocíos, esos huevos,

99
esos espejos.
Escultura, o pintura, o es16 critura, nunca vista, pero, fácilmente
descifrable.
Al entreleerla, venía todo el ayer, y se hacía evidente
el porvenir.17

15
Di Giorgio. Op cit p78

17
Clavel y tenebrario» 1979http://amediavoz.com/digiorgio.htm

100
Grupo sueños
Médicos escritores chilenos

El Grupo Sueños, sigue ya, por impulso propio rodando por las
letras y las amistades cultivadas a través de ocho años de encuentros
poéticos.

Formado por médicos escritores del norte a sur de Chile, el Grupo


Sueños se reúne anualmente, desde que naciera en Rancagua en su primera
reunión el 28, 29 y 30 de abril de 1999, por la iniciativa y el impulso del Dr.
Juan Villalobos Narvona, quien era en ese momento director del departa-
mento de arte y cultura del Colegio Médico Regional Rancagua (ha ocupa-
do también este cargo a nivel del Consejo Nacional del Colegio Médico) y
era (y sigue siendo) coordinador del grupo Los Inútiles, formado por Óscar
Castro, de cuyos preceptos fundamentales, y no documentados, nos hemos
inspirado, nutriendo el estilo organizativo de nuestro grupo desde enton-
ces… con su sueño en sopor vigil se han canalizado las diferentes iniciati-
vas emergentes, como la publicación del Primer Recitario Nacional y la
creación de la revista Insomnio.

Este es un grupo abierto, donde nuevos miembros pueden llegar


cada año y quienes retoman el curso de las reuniones, tras alguna ausencia,
lo hacen con la misma sonrisa cómplice que mostraban en un comienzo.

Estos encuentros –que tras nuestra visita al Tercer Congreso Lati-


noamericano de médicos escritores en Buenos Aires realizado este año, los
días 4, 5 y 6 de mayo, bien podrían llevar el nombre de Congresos Nacio-
nales (así nos lo hicieron ver los organizadores locales y el representante
Latinoamericano, el brasileño Dr. Flerts Nebó)– duran dos a tres días, en
fechas entre abril y mayo de cada año. Se viaja por las letras a una ciudad
anfitriona, donde la organización del encuentro recae en el o los colegas
residentes y su Colegio Médico. Tras nuestra reunión inaugural en Rancagua,
se han realizado encuentros en Valparaíso, La Serena, Temuco, Chiloé,
Santiago, Viña del Mar y recientemente, el último, en Talca, los días 29, 30
de abril y 1 de mayo, donde nuestra anfitriona, la Dra. Ximena Bizama O.
directora del Hospital de Talca, gran poetisa y amiga, nos brindó un reco-
rrido con olor a vino por sus parronales y viñas, a cueca bien bailada, a
cantautores, talleres literarios y exposiciones pictóricas de colegas, artistas

101
del color y la forma… En cada reunión, se comparte con poetas locales, no
médicos, consagrados o principiantes, buscando adentrarnos más, en dis-
tintos mundos...

¿Cómo, tú, sientes el mundo?... se destilan letras desde distintos


emisores, hacia los oídos atentos, entretejiéndose imbricados sentires con
líneas en diversas direcciones y de diferentes matices, las que van confor-
mando la última reunión, dejando un sabor a renuevos…

¿Tienes ocultos, en un cajón, poemas?, ¿algún cuento?, ¿en hojas


de recetas?, ¿servilletas?, ¿trozos de papel?, ¿en boletas?, ¿limpiamente
presentados?... Aquí llegan, se desdoblan y toman vida… para lo que fue-
ron escritas: ser compartidas.

Una muestra:

Dra. Ximena Bizama O´Kingtons

Talca

Equipaje

Es un canasto de mimbre
el que te ofrezco.
Rústico y sencillo
pequeño y cierto.
Al fondo van las penas
en una esquina.
Entre lágrima y lágrima
una siempre viva.
En un hueco chiquito
van los secretos.
Apretados los ojos
ya casi secos.
Encima las sonrisas
pueden quebrarse.
Cuidado con los besos
pueden volarse.
Cuatro hijos me caben

102
y algunos cuentos
un poco de memoria
y tantos recuerdos.
Entre olvido y olvido
un trozo de infancia
ovillada en el huso
de la esperanza.
Para tí no hay cabida
en este canasto
Pués tú eres el mimbre
para mi canto.

Dra. Katia Velásquez

Ancud, kvelasquezm@gmail.com

Katia Alexandra Velásquez Martínez, nació en Ancud, Chiloé, el 16 de


Enero de 1956, médico internista, desde 1994 trabaja en el hospital de Ancud.

Eterna enamorada de la naturaleza, su tierra y su gente. A través


de la prosa, el verso y el cuento aborda temas como la vida y la muerte; la
ecología, el respeto a la persona humana y el amor. La suya es una escri-
tura sencilla, vivencial y con la profundidad que le da el haber conocido y
palpado cercanamente muchas vidas a través de su profesión.

Cuatro estaciones para un...

Climaterio

Una

Misterioso y lejano,
calvario de otras,
oculto en el incierto mañana.

Dos

Clima,

103
Clímax,
Clítoris,
climatizado, climatrín, climatrón
¿climaterio?,
a mí no me tragarás con tu fuerte desazón.
Me esconderé en la fuente de la juventud,
en el altillo de las sílfides,
de las siempre lindas, sinarrugas y estiradas
tan contentas y bienamadas.
Clima, climatrín, climatrón
¿climaterio?,

seguro que a mí no me hallarás.

Tres

Un calor me toca la cara,


me despeina el rubor,
ese calor me toma el corazón.
Llegaron ansiedad, incertidumbre y desazón.
Una nube de dudas se apodera de mi ser,
se agiganta bien nutrida de culpas, de torpes desvaríos
¿quién dijo asertiva?
se perdió la cintura y a ratos la cordura,
es que la vida se hizo oscura
y este mal no tiene cura.
Que nada vale la vida,
que ha sido todo tan vano,
que he hecho poco y mal hecho,
que ni sabia, ni buena,
ni siquiera he sacado provecho.

Cuatro

Me río del desvarío,


me siento en la lozanía,
veo el cielo tan cercano
como cerca están la razón y la sinrazón,
que ahora me acerco a la esencia,

104
a la humilde comprensión,
que somos pequeñas y a veces
conciencia tenemos de hormigas.
Aprender y agradecer es una cuita,
que más importa el camino que llegar a la misma meta.
Me río del desvarío,
y a ti agradezco clima, climatrín, climatrón,
climaterio y buen señor,
este balde de humildad
y quizás un poco de razón.

Laura Caballero Canales

Santiago, doctoracaballero@yahoo.es

Pediatra del Hospital Luis Calvo Mackenna. Nací en San Felipe, V


Región y estudié en la Universidad de Valparaíso. Empecé a escribir
cuentos infantiles para mis hijos y seguí con poemas y cuentos breves.
Escribir me permite reinventarme y vivir situaciones diferentes al mundo
real. Además soy autodidacta en diversas manualidades y fabrico mis pro-
pias joyas, con las que hago trueque por otros productos naturales o he-
chos a mano. He ganado premios en poesía en Congresos de la LISAME,
Liga Sudamericana de Médicos Escritores y en el grupo Sueños, de Médi-
cos Chilenos.

Femina ludens

(o los otros derechos humanos)

Reivindico mi derecho a escribir


a elegir los mundos en que quiero habitar.

Quiero atesorar las palabras, bruñirlas


soplarlas al viento como un diente de león
y a veces, en días de suerte, verlas brotar.

Más que países o nombres,


más que libertad de papel,
necesito plantar la tierra

105
sentarme a esperar que germine
y amar, y reír y bordar
en la espera.

Sólo porque sí,


porque la vida es juego.
Y en este breve tiempo he elegido amar y reír
y contar historias.

Juan Villalobos Narvona

Rancagua, almacenpoetico@gmail.com

Nací en Salamanca el 10 de abril de 1922. Crecí entre fiambres y


encurtidos del Almacén Los Pelambres de mi madre y sus adelantadas ideas,
para la época, de lo que sería la reforma agraria. Se me llenó la cabeza
pronto de poemas al escuchar declamar a Víctor Domingo Silva… Estudié
medicina en la Universidad Católica y ya en Rancagua conocí al grupo litera-
rio Los Inútiles, en el que Raúl González Labbé me ensartó, al morir, con la
coordinación. Grupo que sin plata, directiva, reglamentos, estatutos ni local,
funciona desde hace más de 70 años, y del que nació nuestro Grupo Sueños.

Depresión

Estoy tratando de correr hacia ti


y amarrarme a tu cintura evanescente.

Hoy que la luz de mayo me encaleta


podrido el corazón y la conciencia abierta
el vuelo porcentual de tus quimeras
tiñe de paradojas mi esperanza
y al levantar mi pupila iconoclasta
es africana la luz angustiada de mi marcha

mañana volveré
cuando septiembre ponga trinos castizos en mi alma
y remando contra el verano
pueda juntar al amigo
la tristeza

106
la soledad
tus caricias
y mis ansias

Valerio González Rodríguez

Temuco, valeriog@surnet.cl

Médico por influencias no bien comprendidas, poeta por vocación


y por necesidad de agradecer el hecho de ser humano, nací en San Fer-
nando el 28 de diciembre de 1943. Estudié en escuelas y liceos fiscales en
Linares y Santiago, y tuve la fortuna de acceder a la Escuela de Medicina
de la U. De Chile. Hombre de Izquierda, fui recluido en las cárceles de
Pinochet de septiembre a diciembre de 1973. Escribo poesía desde mi ado-
lescencia. En el año 2001 edité el libro “Un silencio de Miles de Pala-
bras”. Casado con Margarita Guevara Sánchez, tengo dos hijos y dos pre-
ciosas nietas.

Prisionero de guerra

I
Cuando estuve en la cárcel
mi sueño se hizo trizas muchas veces.

Cuando estuve en la cárcel


muchos sueños se rompieron de una vez.

Cuando estuve en la cárcel


lo que más me dolió fue el cuerpo ausente de mi amada.

Cuando estuve en la cárcel


lo que más me dolió fue la ausencia de mi cuerpo en mi amada.

II
Cuando estuve en la cárcel
cambiaron de color las hojas de los árboles,
los murmullos se hicieron aullidos,
terminó la inocencia en muchos niños,
la belleza se hizo más urgente y necesaria.

107
Cuando estuve en la cárcel
me asaltó la vocación de pasos y distancias,
de polvo de caminos,
de sonrisas de ancianos,
de revuelo de faldas.

Cuando estuve en la cárcel


no había disparado un solo tiro,
no había planeado una estrategia,
no había visto un enemigo.

Cuando estuve en la cárcel


el mundo fue infinito desamparado.

Víctor Molina Fuente-Alba

Santiago, vimimofa@hotmail.com

Nativo de Concepción, sísmico, arborícola, pediatra de profesión,


padre de 5 varones. Escritor insomne, fraguado en la insolencia de la opre-
sión, al servicio de los gozos y las deudas.

Prisionero de la poesía desde niño, cultivo con ella una relación


intumescente de ráfagas e intermedios. He dicho respecto a ella que es un
continente de diversos tiempos, y por esa conjunción de espacios distintos,
un juguete perverso. Un juguete construido con las piezas de baquelita de
las diversiones infantiles, pero también un juguete de vigilias, un engen-
dro de fábula, un resumen de embargos. Un embutido de visiones y ficcio-
nes que, entremezclados, siento que semejan el apareamiento entre la con-
fesión y el remedo.

Alex en el día del silencio

Alex:
la idea de tu libertad
pulula hirsuta
en las manos de Ariadna.

108
Ese es el hilo
cuando te une
a nosotros,
a la vieja sonrisa postulando en las ventanas,
la madeja asida a tus dedos
(a tus arpegios de pájaro niño:
a tu impoluta versión de los jacintos).

Sueño de nuevo que me sumo a tus juguetes,


que cuelgo magias de mis manos,
que amaestro monedas,
que descubres el bolsillo secreto
donde oculto los conejos.

Pero la ciudad nos desmiente a ratos,


nos plaga de minotauros
la trastienda.


has creído que la risa no muere,
que trasmata nuestras muecas
aduciendo la amistad
imberbe.
Como advirtiendo
que alguien miente:

¡que el amor no depende de la muerte!

Tu pequeña sombra sobornando columpios


entrecava un dolor bruñido de sosiego.

Tu mirada
final
despidió
su aroma
a siempre.

109
Alberto Hernández V.
Rancagua, alhernandez6@gmail.com

Esto no es poema

Fuentes autorizadas
bien informadas
eruditas e ilustradas
aseguran
que un poema
se encuentra
se escondió
se generó y
se desplegó
AHÍ —>

Fernando Retuert de la Torre

La Serena, feret@entelchile.net

Casado infiel con la poesía, abrazó en sus mocedades la Medicina,


como la mejor de las amantes.

Morirá tomado de la mano de ambas, convencido que son siamesas


imposibles de separar, pues comparten un mismo espíritu.

De horóscopos y escrituras

Que no puedes vivir sin mí


Que no soporto
Tu ojo sobre el mío

Que fue la química


Que la física
Los designios impenetrables

Yo sólo te propongo

110
Un inocente juego de magia
Desvanezcámonos
sin culpas

total
lo peor que podrá ocurrir
es que
por esos ciclos
de la tierra o del aire
volviéramos
a juntarnos.

Mario Latorre Quintanilla

Rancagua, demeter@adsl.tie.cl

Y si damos sencillamente con el lugar exacto donde ya toda dife-


rencia se hace inexpresable, si desde el silencio mismo nos tomamos de las
manos y vemos el rostro del «nosotros» vivo y muerto para siempre.

Si desde allí caminamos un instante amándonos, para despedirnos


luego en la vorágine del tiempo, si damos ese paso, ese pequeño paso mi-
rándonos el alma y vemos la delgada fibra de la vida sostenida en la
eternidad de cada verso, entonces seremos simplemente el mismo perso-
naje infinito y humano en sus transformaciones.

Avanzamos
avanzamos es cierto
caminamos como el agua sobre el frontal del mundo que se seca

Al interior del cráneo


las palabras mueven los barcos oxidados
Amanece
avanzamos

Flotamos de una mirada a otra


a veces en el mismo meridiano
que se rompe en el silencio
Avanzamos

111
como avanza la noche sobre el norte
En la ceniza nuestros nombres encuentran una mano
que emerge como araña desde el plasma eterno del espíritu
Avanzamos como una letra que levanta sus falanges
y palpa las huellas de los muertos en el aire
para seguir su jornada de mil líneas
Como la rueda del sol avanzamos cayendo desde el día
hasta el primer aullido de la sombra en el pantano
Entonces nuestros brazos, el ojo y la retina
avanzan por la avenida principal de las noticias
alambradamente seguros
avanzamos
hermanos míos.

Juan Idiáquez

Viña del Mar, idiaquez@123.cl

Juan Idiáquez Cabezas. Nací el 6 de Octubre de 1950 en el puerto


de Valparaíso. Mi niñez y juventud estuvieron influenciadas por la vida
porteña; hombres de mar que llegaban de lejanos continentes, la pobreza
presente en cada rincón, los extranjeros dedicados al comercio, un mundo
cosmopolita y a la vez provinciano. Estudié en la Universidad de Chile y
por intermedio del British Council estudié Neurología en Inglaterra.
Actualmente trabajo en la Universidad de Valparaíso y en el Hospital
Naval.

Conferencia del Monstruo en nuestra Universidad

Lejos del perfume del firme helecho


En sala repleta con ojos de sorpresa
La bestia hedionda refiere los hechos
Habla de caricias su voz de carroña

Por el temor tiembla nuestro sentido


Entonces la voz de la luz nos susurra
Este ser ignora los lirios del campo
Tampoco conoce cantos ni penas.

112
Catherine Fieldhouse A.
Rancagua, catherinefieldhouse@gmail.com

Mis raíces son de Osorno, Santiago y Rancagua.... Mis hojas, de


todas partes.

Soy mamá de dos niñas y dos niños caleidoscópicos, y una enamo-


rada de mi marido, al que no le he encontrado límites.

Parezco psiquiatra de pensamientos bizcos y juego con las letras…


sólo juego.

A Hermann

Caigo con una sonrisa


en medio del mar de vida...
se producen ondas iridiscentes silenciosas.

Me recojo y estiro,
la risa se me agolpa en la cara
y la detengo como inoportuna
por consideración al que no lo supo.

Grita así el silencio en mi boca


y me enrosco por mil años
esperando,
esperando tu tiempo
para reír juntos.

Enrique Escobar Fernandoy

Rancagua, enriqueescobarfernandoy@hotmail.com

Ex médico internista por desuso, actual médico psiquiatra por ma-


yor vocación, bastante cargado de años y de sueños aunque estos últimos
no estoy dispuesto a regalarlos; protestatario, chileno, hijo de argentino,
pero también venezolano y latinoamericano a rabiar, a pesar de mi piel
asquerosamente blanca, antiantisemita y antiantiárabe. Mi mayor motivo
de orgullo no son títulos ni premios, tampoco mis menguados aciertos

113
profesionales y menos mis cuentos trasnochados, sino el haber sido
exonerado, preso político y exiliado sin haberme contaminado con el virus
podrido de la renovación acomodaticia.

El juez

Yo soy el juez, no uso librea blanca ni dispongo de una peluca


decimonónica que me identifique como tal, sin embargo dicto sentencias y
por lo tanto condeno y libero. La mayoría de los casos son demasiado fáci-
les, y los resuelvo de acuerdo a derecho, sin meterme en problemas. No
cabe otra alternativa tratándose de rateros o violadores comunes, es algo
equivalente al frutero de la esquina: son dos kilos de tomates, a tres pesos
cada uno, un kilo de papas a dos pesos y una docena de naranjas, cuatro
pesos más, en total doce pesos, sin ninguna diferencia significativa con
mis casos comunes: un robo a mano armada cumple tres años de presidio,
más un año de agravante por delito practicado en despoblado, más dos
años por lesiones graves, en total una condena de seis años, menos un des-
cuento de diez por ciento como consecuencia de conducta anterior irrepro-
chable (qué frase más imbécil) deja la condena en cinco años y medio.
Otros casos son más complicados, no por su naturaleza sino por las presio-
nes anexas que para resolverlos me obligan a desoír peticiones o sugeren-
cias veladas, ignorar llamados a la memoria por favores pasados, ya perdi-
dos en la bruma del tiempo e incluso mantenerme impertérrito frente a
amenazas anónimas. Mi norma es ignorar todas estas intromisiones y man-
tenerme inflexible. Así he llegado a adquirir cierta fama de imparcialidad,
claro que mis críticos potenciales y enemigos declarados no se han dado
cuenta, dada su escasa capacidad de análisis, que un pequeño número de
mis sentencias sufren de un sesgo definido. Cuando me enfrento a cierta
categoría de delitos, independientemente de quien sea el malhechor, tiendo
a dar la absolución o a imponer sentencias muy benignas, sobre todo en
casos de robos a entidades bancarias. ¿Cuál es el motivo? Aguanten un
poco la curiosidad.

Ahora bien, cuando se trata de un sobrino del Presidente de la Corte


Suprema, es otra cosa, en ese caso no hay sentencia justa ni el menor sesgo
por el tipo de delito que sea, y por una razón simple, muy elemental: el
sobrino del presidente de la Corte Suprema es nada menos que el sobrino
del Presidente de la Corte Suprema ¿O no? En circunstancias distintas
habría procedido de otra manera, pero sucede que estoy a punto de mi
primer ascenso, lo que me significa nada menos que dejar para siempre

114
este maldito pueblo donde vegeto, remoto e insignificante, frío y sucio,
aquí no hay otra cosa que hacer sino ahogarse en alcohol, si la única forma
de conversar es ponerme ante el espejo. La alternativa, después de favore-
cer al sobrino, ya al alcance de la mano, es una plaza en una de las capitales
de provincia más hermosas del país. No la podía perder por un maldito
borracho, con carnet para conducir y matar. Además que habría sido segura
su liberación en la corte de apelaciones por motivos similares a los míos, si
bien a otro nivel. Debo absolverlo no sólo por mi conveniencia, también
por la de mis hijos. No, no tengo hijos todavía, pero algún día llegarán
después de que por fin haya disfrutado algo de la vida. A ellos tengo que
ofrecerles algo mejor que esta aldea y sus profesores semianalfabetos. No
puedo permitir que mi hijo crezca en el barro por joder a un hijo de puta
con palco preferencial. Por eso tuve que darle no una mera manito sino que
hasta poner el cogote.

Fue aquel mi último invierno aterido. Así como hay secuestros


express también en un país que aspira al desarrollo debemos contar con
ascensos express. Este es el primer peldaño que subo en esta carrera triun-
fal que algún día me convertirá en el primer hijo de puta de la nación.
Ustedes se imaginarán que mi vocación jurídica es muy fuerte, hasta an-
cestral. Nada más lejos de la realidad. Estudié derecho, aunque ustedes no
lo crean, nada más que para satisfacer el mayor anhelo de mi padre, él
quería y necesitaba un miembro de la familia montado en un estrado judi-
cial por haber sido durante buena parte de su vida un famoso monrero que
terminó su carrera delictiva como un honorable asaltante de bancos. Yo era
el último de la camada, su postrera esperanza. no podía defraudarlo. A él se
le ocurrió morirse antes de mi graduación, pero eso es lo de menos, total mi
padre siempre me está mirando desde arriba. En eso de darle el gusto ya
me pasé de la raya pues él se conformaba con un hijo abogado y heme aquí
convertido en todo un juez de alzada. Sin embargo mi meta se proyectaba
mucho más allá de sus sueños pretenciosos y se materializó a poco de ha-
ber llegado a mi nuevo estrado. Al día siguiente de asumir mi nuevo cargo
he asaltado sin cómplices uno de los principales bancos de la ciudad, ob-
viamente a rostro cubierto. Por supuesto dejé registrada mi autoría ese mis-
mo día ante un notario público, para ser dada a conocer ante la prensa el día
de mi muerte. El delito está prescrito y no tengo que devolver un centavo
Lo que usted lee en este momento es una copia de dicho documento y
como comprenderá ya no tengo derecho a resucitar, pero mi padre será el
papá más feliz y orgulloso de todo el firmamento. De acuerdo con el dra-
maturgo Bertold Brecht, soy menos ladrón que el fundador del banco, me-
jor dicho un redistribuidor de riquezas.

115
116
Biografía CreArte

Hanne Marcelo

Nací el 13 de Mayo de 1981, en la ciudad de Cochabamba, Boli-


via. Junto a mis padres, ambos de nacionalidad Belga, y mis hermanos,
llegamos a Chile en el año 1991. Mis estudios superiores los cursé en la
Escuela de Economía y Negocios de la Universidad de Chile.

Luego de realizar por varios años trabajos voluntarios en los


alrededores del Lago Budi, llegué a CreArte a través de un afiche ins-
talado en mi universidad. Allí me desarrollé como monitora voluntaria
de un taller de “Arte y Reciclaje” durante cuatro años en una escuelita
ubicada en Recoleta. Actualmente me desenvuelvo como directora eje-
cutiva de CreArte.

CreArte tiene sus orígenes en el año 1992, gracias a la iniciativa


de un grupo de ocho jóvenes que cursaban su primer año de universi-
dad, quienes se organizaron para trabajar de manera voluntaria con ni-
ños y niñas de sectores populares, realizando semanalmente talleres ar-
tísticos, complementados con paseos a museos y parques y con presen-
taciones de grupos artísticos. Experiencias previas (Apoyo escolar,
Colonias Urbanas) realizadas en sus colegios, los motivaban a conti-
nuar un trabajo de características similares. Pero, en esta oportunidad,
quisieron integrar como motivador principal del trabajo el promover la
actividad creativa de los niños.

Una de las principales razones que llevaron a organizar la iniciativa


fue la ventana de oportunidad dada por la Reforma Educacional impulsada
por el gobierno de Chile, en la que se amplió la jornada escolar a jornada
completa. Sin embargo, las escuelas más pobres no tenían recursos sufi-
cientes (ni humanos ni financieros) para utilizar de buena manera el tiem-
po extra de los niños y niñas en los establecimientos.

Con este problema en mente, y junto con un ideal común de acción


social, es como nace CreArte, corporación sin fines de lucro, independien-
te, que busca fomentar el desarrollo de factores resilientes en niñas y niños

117
en vulnerabilidad psicosocial entre 6 y 14 años de edad, por medio de la
realización sistemática de Talleres anuales de diversas áreas artísticas en
escuelas básicas de la Región Metropolitana.

En la actualidad, CreArte realiza su Programa de Educación Artísti-


ca en La Pintana, Peñalolén, Puente Alto, Quilicura, Recoleta y San Joa-
quín, apoyando a más de 1.200 niñas y niños, con el objetivo de que en-
frenten de mejor manera la dura realidad en que viven. Para esto, 150 vo-
luntarios universitarios son capacitados para desarrollar su labor incondi-
cional como monitores de talleres.

Texto Voluntario

Era Mayo, 14 niños y dos jóvenes, un espacio, una ilusión, quizás


darles cariño, quizás hacerlos jugar, quizás cambiar el mundo, partiendo
por el mío…

Lo importante era estar ahí, con ellos hacerlos sentir importantes en


un mundo y una sociedad que muchas veces parece dejarlos de lado, por-
que viven en situación de pobreza, porque son de barrios marginales, por
que te miran a los ojos y te dicen la verdad… una verdad tan diferente a la
tuya que muchas personas no son capaces ni de entender ni de aceptar.
Cuando en realidad sólo les falta que alguien los motive y que los guíe, ni
siquiera que haga las cosas por ellos, así logran cosas como estas poesías.

Por ser un taller destacado, los niños recibieron la visita en el se-


gundo semestre de la premiada poetisa chilena Astrid Fugellie. Con ella,
en una sesión hermosa que dejó huellas tanto en los niños como en la mis-
ma poetisa, nacieron los primeros poemas, el resto vino del trabajo poste-
rior que se pudo hacer en un taller de literatura de CreArte.

Una vida también llena de logros existe para el que no tiene nada
material. De un ambiente agresivo, un corazón puro puede hacer poesías
como éstas y también alguien expuesto a maltratos puede ser la persona
más cariñosa del mundo si tú le das un abrazo…

Mi vida con ellos cambió para siempre y espero haber dejado un


grano de arena, mejor dicho letras volando en su imaginación de niños,
en sus corazones, para que con ellas y con sus ilusiones construyan un
futuro mejor.

118
Ricardo G. Jiménez Llaña
Monitor Voluntario CreArte

Sueños de Niños

(IMAGEN VACIA)
Los niños usan su imaginación
En los talleres de CreArte
En cada mente de niño
Hay una idea genial

No se necesita mucha información


Solo ganas de soñar
En cada rincón de un colegio
Hay ganas de trabajar

Soñamos con una mejor formación


Hasta conseguir lo que queremos lograr
Gracias CreArte por darnos una oportunidad
Y permitirnos soñar.

“El aire toca a la tierra y la tierra toca al agua”

Siento el aire y toco la tierra


Corro por ella y siento la frontera.

Y por tanto te siento viento


Y contigo me enredo…
En cambio en la tierra no lo siento

El agua me lava la cara


Y mis sentimientos.

Hoy pasó el viento de norte a sur


Por mientras estaba jugando con tierra
Yo sentí una brisa suave y lenta.

Y sintiendo la brisa y la tierra junto a mí.

119
Cuando me estaba yo bañando con el agua caliente
Sentí un aire que llegó a mi espalda
Y en el viento venía Dios.

El agua helada
La tierra caliente.

El agua llueve y la tierra se moja.

Oda al Espacio

Taller de Literatura “La Magia de las Letras”


Escuela “Escritora Marcela Paz” Recoleta

Tiempo y espacio infinito


Frío y oscuridad infinita

Tienes estrellas que sólo vemos de noche


Pero tú, espacio mío las tienes siempre.

Tus meteoritos son como lágrimas


Que golpean tu corazón

Millones y millones de galaxias


En tu alma tienes,
Adentro hay planetas…
Grandes y pequeños que piensas tú.

El sol ilumina los planetas


El sol ilumina con su luz
El sol es tan grande…
Como el amor que tienes tú
(IMAGEN VACIA)

- Isaac Hernández
- Vania Mena
- Patricio Ramírez
- Melanie Aceitón
- Michelle Henríquez
- Pamela Díaz

120
- Rodolfo Olate
Niños y Niñas del Taller de Literatura
Taller: “La Magia de las Letras”, 3º y 4º básico.
Escuela: “Escritora Marcela Paz” Recoleta.

121
122
Un avestruz huye por
Insurgentes Sur
Herman House Escobar

Ingeniero Civil U.de Chile. Distinción Unánime, 1950.

a) Escribo desde los 9-10 años. Instituto Nacional: Miembro Aca-


demia de Letras. Algunos cuentos en el Boletín del Instituto;
b) “Entre el Vuelo y la Ceniza”, libro de poemas. Taller Literario.
Santiago, 1962;
c) “Tener un Corazón de Siete Leguas” (a Víctor Jara), “Revista
Diálogos.”
d) Colegio de México, 1978;
e) “En la Última Selva”, Cuento: Revista “Cuadernos America-
nos”, México, 1984.
f) “De Barro y de Palabras”, Libro de Poemas. Editorial Nordan
1986 , Suecia;
g) “Un Árbol Para Descubrir América”, cuento, 1990, Canasta de
Cuentos, CEPAL;
h) Numerosos poemas y cuentos inéditos.

En marzo de 1974 empecé a trabajar en el “Plan Nacional Hidráu-


lico de México”

A medio día del viernes necesité ir al Banco, pedí a un colega mexi-


cano el favor de anotar si hubiera recados… Tardé en volver, me preguntó
cómo me había ido y yo le dije que bien en el Banco, pero que por Insur-
gentes iba corriendo un avestruz enorme…

Se levantó asombrado con cara de pregunta…, entonces empecé a


imaginar el recuerdo de lo que podría haber visto. Concentrado en lo que
estaba “recordando”, de pronto me di cuenta que había un gran grupo
escuchando (como yo mismo) lo que había ocurrido y aún seguiría qui-
zás cómo….

Por Insurgentes Sur, la avenida más larga de Ciudad de México, un

123
gran avestruz corría velozmente, saltaba sobre los vehículos con sus fuer-
tes y nudosas patas. Detrás de ella dos automóviles trataban de alcanzarla.

Por las ventanas de los vehículos asomaban los perseguidores im-


plorándole a gritos que se detuviera; le hacían promesas y ofrecimientos
que el avestruz, quizás decepcionada por compromisos incumplidos, no
consideraba.

Un tipo con medio cuerpo afuera de la ventanilla, con cara de em-


presario de circo, mofletudo, con mejillas infantiles coloraditas y grandes
bigotes pelirrojos, suplicaba al avestruz que se detuviera, pero la enorme
ave, inconmovible, no se detenía.

Una muchacha preciosa, se abrió los botones, entre los bordados


de la blusa, mostrando al avestruz un par de senos deslumbrantes, capaces
de tentar hasta a los santos, pero el avestruz siguió corriendo.

Sobre el techo de uno de los autos el avestruz picoteaba el semáforo


de la esquina y se tragaba, con deleite, los vidrios rojos, verdes y amari-
llos. Al poco rato había tres mil autos atascados en la calle, pero el avestruz
siguió corriendo.

El empresario, sentado sobre un banco de piedra, lloraba sin con-


suelo frente a la cuenta por daños y perjuicios que le cobraba la policía.

Mientras tanto, el avestruz se había detenido y entrado al Parque


Hundido. Picoteaba el pasto, avisos de “¡Cuidado con el césped!”, las
grandes cabezas Olmecas, mientras escuchaba la “Sinfonía Inconclusa”
que no terminaba de tocar el Orfeón Municipal en el Escenario del Parque.

Una madre sorprendida, atónita al ver el avestruz imprevisto, soltó


al niñito que llevaba de la mano, el que se elevó rápida y suavemente le-
vantado por los veinte globos de colores atados a su cintura.
¡Pobre madre! Cuando se dio cuenta que su hijito volaba estiraba
los brazos tratando de alcanzar a su pequeño que se mecía a unos tres
metros de altura y seguía elevándose.

En pocos instantes había una multitud de madres solidarias, gritan-


do espantadas, mientras el volátil muchachito, ahora a unos trece metros,
era acercado y alejado, por la suave brisa, de los cables de alta tensión que
cruzaban graciosamente el parque.

124
El niño, distraído, chupaba un helado. El avestruz picoteaba las bal-
dosas decoradas. La Sinfonía Inconclusa había concluido
.
El viento aumentó levemente su rumor sobre las hojas, varios va-
lientes treparon a los árboles para tratar de rescatar al niño, pero el chiqui-
llo, divertido y sonriente con su vuelo, estaba ya fuera de alcance. Mientras
se alejaba y se perdía entre las nubes, un grupo de mariachis cantaba Las
golondrinas, con los ojos llenos de lágrimas.

En el parque el avestruz, indiferente, picoteaba los bronces de la


orquesta….

México DF., Marzo 1974.s

125
126
Caminata
Jaime Hales

Escribir es mi pasión, comunicar es mi tarea. Nací en Santiago de


Chile el día 21 de Marzo de 1948. Tengo tres hijos, una nuera y dos nietos.
Comencé a escribir desde que pude, junto con hacerme incansable lector.
A los 6 años escribí mi primer cuento y a los 9 mi primer poema. Ya a los
10 años fundé una revista y escribía crónicas semanales que publicaba en
el diario mural. Desde entonces fui elaborando textos literarios ligados al
amor. Abogado de Derechos Humanos durante la dictadura, columnista
de varias revistas, fundé universidades, tuve cargos e hice clases. En 1995
fundé Syncronía para hacer exotérico lo esotérico. Hoy me dedico al Tarot,
el desarrollo personal y la escritura de diversos géneros, pero todo marca-
do por la poesía.

Nadie sabe lo difícil que es escribir encerrado en las paredes del


silencio y la congoja, como si caminara desnudo hacia ninguna parte, so-
portando un calor persistente y pegajoso en lugar del conveniente frío de
Nueva York.

Era verano cuando la vi soberbia en la calle, pero me demoré hasta


el otoño -haciendo todos los esfuerzos por apurar el otoño- antes de invi-
tarla a conocer mis secretos. Supuse que una mujer como ella, con esos
ojos y ese ritmo al caminar en las calles, debe empezar sus verdaderas
relaciones en otoño y ahora sé que tenía toda la razón.

Cuesta mucho caminar por mi pasillo sin hacer ruido.

Trato de hacerlo. Avanzo mi pie izquierdo (¿has tratado de empezar


a caminar con el pie izquierdo?), flecto lentamente las rodillas mientras
afirmo mis manos en los muros. Es una ventaja que el pasillo sea estrecho,
porque así puedo apoyar las dos manos sin necesidad de abrir los brazos y
separar los codos del cuerpo.

Pongo el pie en el suelo -delicadamente, para no borrar sus huellas-


y sin afirmar suficientemente el talón izquierdo, levanto el pie derecho y
luego empiezo un movimiento constante, lento y sucesivo, un pie primero,

127
luego el otro, avanzando siempre, convencido que ésa es la forma correcta
de hacerlo, endureciendo los músculos del cuello hasta cansarme, tensan-
do los muslos y con las nalgas apretadas.

Ha pasado el tiempo y quizás sea por el mar, el viento o simplemen-


te la puesta de sol, pero tengo esperanzas de que ella regresará, aunque
haya sido tan categórica antes de irse y yo tenga muy claro que nuestra
felicidad duró sólo lo que debía.

Dije en la carta que nunca mandé: La aventura tenía que terminar


para que volvieras a él, a morir entre sus tragos amargos y la opulencia del
éxito y el bienestar.

Intento escribir desde aquí, pero todo es muy difícil...

Entonces salgo a la calle, voy a la costanera cerca del mar, donde


las rocas reciben el impacto y los habitantes de la ciudad pasean todas las
tardes.

Mi caminata es agotadora, porque llevo no sólo horas y días, sino años


dando vueltas por el mismo punto, sin poder alcanzar respuestas definitivas.

Pienso en la historia que contaba mi abuelo, aquella del hombre que


lanzaba un terrón a un gallo, indignado porque cantaba demasiado tempra-
no. Sobre el lomo del gallo, se deshacía el terrón y se extendía un terreno.
En el terreno descubría una plantación de sandías y al abrir una, se metía
dentro donde descubría una ciudad... Y así empezaba a encadenar historias
intermedias, las que siempre mostraban una búsqueda. Porque él buscaba,
buscaba incansable. Y yo, como él, busco, busco, busco. Nadie lo tuvo
claro hasta que se murió: lo que él buscaba era el amor, ni más, ni menos. Y
esa fue la bandera que tomé.

Así como el abuelo era un viajero, yo también lo soy. Siempre pen-


sé que él no se cansó jamás, hasta que murió esa noche a las nueve en
punto (el día nueve del mes nueve). Me avergüenzo de cansarme.

Pero…, sucede que una caminata tan larga es agotadora. ¿Cómo se


llamaba la película aquella del caminante eterno?

Recorro la costanera, frente a las rocas empapadas de mar, veredas


y asientos húmedos. Las piernas duelen, siento confusa mi cabeza, porque

128
sé que ya ha pasado la mitad de mi vida y creo que jamás habré de esclare-
cer qué es de verdad en mi recuerdo y qué es fruto sólo de la imaginación.
O del deseo.

Sopla suave el viento tibio, anunciando lluvias para esta tarde.

Nada mejor -dijo mi primera amada una tarde en la calle, sin saber
lo que decía- que un buen paseo en la sombra y el silencio para inspirar un
poema. Y es verdad, la pura verdad. Pero ahora yo me voy a la orilla del
mar, para sentir la brisa y buscar la inspiración más allá de todo, más allá
del horizonte, do remonta la verdad. Y en desnudo de mujer, contemplar la
realidad. Dijo Serrat: una mujer desnuda y en lo oscuro.

He leído el tarot a cuatro personas antes de iniciar el paseo.

Todas habían venido antes y me han dicho que les ayudó la lectura
anterior. Suspiro. ¿Quién está detrás de mis lecturas? Yo invoco a dios
antes de cada lectura, aquél que se expresa concreto en la imagen de un
Jesús terreno; de mi Ángel de la Guarda, que yo sé que no es uno sino
varios; de mi maestro espiritual o guía superior, que responde al mágico
nombre de Enael (según me dijo Rosita una tarde en San Esteban. Esa
tarde de domingo, los nevados de San Esteban se veían grandiosos y me
asaltó el peligroso deseo de no moverme de allí, abandonando incluso la
probabilidad de volver a ver el mar o de encontrar el amor perdido).

¿Por qué puedo hablarle de sí y de sus secretos a alguien que se


sienta frente a mí y que no he conocido hasta ese preciso instante? Una vez
me lo dijo una bella muchacha: esto es la poesía. Y yo quedé pensando. En
eso precisamente, en la poesía. Síntesis y creatividad, dijo mi profesor de
Literatura en el sexto de letras (lo que ahora es cuarto año de enseñaza
media humanista). Y eso es. Entonces pongo mi creatividad y mi capaci-
dad de síntesis al servicio de una sabiduría que me supera y me usa de
canal. Me entrego a ella.

Me duelen las piernas de tanto caminar. Ya es hora de tomar un café


a la vista de las olas. Y vuelvo a divagar: porque en mi cabeza se oye una
melodía. Distingo un fagot, un cello, un piano (¿Qué será de Roberto Bra-
vo? ¿Y de Mahani Teave? Sonia Viveros murió. El doctor Boccardo murió.
Muchos han muerto y otros seguimos haciendo música, poesía, arte, inter-
pretación. Diana sigue viva. Con ella podría compartir mi epitafio: “La
muerte lo sorprendió mientras vivía”).

129
El personaje de la película Fuga dijo tengo una orquesta en mi cabe-
za y eso mismo es lo que me pasa desde los catorce años. Pero jamás he
podido expresar la música. Aprendí a tocar la guitarra, armé conjuntos
musicales, compuse algunas canciones y jamás fui capaz de reconocer una
nota al oído, sacar una canción en la guitarra o cantar sin desafinar de
modo horroroso. Tanto, que cuando estaba en el seminario Javier Cerda me
pedía que evitara cantar durante la misa.

Y también quise jugar al fútbol, pero la lesión de la pierna izquierda


por un accidente premortal me lo impidió. No pude ser futbolista. Pero si
hubiera sido futbolista no habría sido poeta y si hubiera sido músico no
habría sido tarotista ni abogado de los derechos humanos. Habría parti-
do al extranjero para dirigir orquestas como Maximiliano o me hubiera
muerto como Pelayo, antes de la hora. ¿Se puede morir antes de la hora
asignada?

Como abogado de derechos humanos -en plena dictadura- corrí ries-


gos, pero no era una gracia muy difícil pues estaba protegido por el mismo
ángel que luego me encaminó hacia la lectura de tarot y que me ayuda
todas las mañanas.

La poesía se deslizaba por mis manos desde muy niño y en cada


caricia, en cada escrito judicial, en cada contrato, iba construyendo un nue-
vo poemario que se plasmaría en numerosos libros con el correr de los años.

Había escrito, diez años antes de la dictadura, luché, luché, luché y


vencí la gran batalla, sin saber que la verdadera victoria del poeta y del
combatiente por los derechos humanos no es el poder ni los oropeles, sino
tener la certeza de que se luchó hasta el final aunque otros llegaran a admi-
nistrarlo todo, hasta la poesía y los premios de poesía, hasta los derechos
humanos. Y todo lo demás.

Las piernas se cansan, no sólo por caminar, sino por la injusticia


instalada en todos los rincones.

Me hice poeta con mi primer desamor forzado de los seis años. Esa
fue una injusticia atroz: arrancado de mi habitat natural (los parajes de
ñuñohue), llevado a Traiguén primero, la tierra donde vivían mis abuelos y
a La Paz de Bolivia después, como si no importara que mi amada quedara
con sus ojos abiertos y una pregunta que jamás nadie habría de contestar.
Con su delantal blanco y su pelo negro, aprendió a escribir muy pronto

130
para poder mandarme una carta. Pero no fue posible enviarla, pues ni si-
quiera supo mi apellido ni a dónde me habían llevado.

Dicen que muchos años después escribió Te fuiste, amado mío, sin
una lágrima ni un beso, etéreo e infantil, pensando en mí, en mis besos
nunca dados, en las palabras jamás dichas, en las promesas no formuladas,
en las respuestas vacías de preguntas, anticipando la raíz de todas las injus-
ticias que azotarían la patria y que a ella la conducirían a una muerte pre-
matura (aunque todas las muertes son prematuras si uno no sabe que va a
morir esa misma tarde. ¿Se puede morir antes de la hora asignada? pregun-
té más arriba y no he contestado).

La injusticia no es nunca la misma. En un momento fue de un tipo;


luego de otro y hoy tiene que ver con la marginalidad social, la desolación
de los viejos, la impudicia televisiva, los silencios en vez de palabras, la
pobreza donde podría haber riqueza, más riqueza donde ya la había produ-
ciendo acumulaciones insanas.

La poesía se me abría paso por las manos y los ojos.

Por eso, no tuve más alternativa que irme haciendo poeta. No dije
buen poeta. Sólo poeta. Porque hay poetas buenos y poetas malos, poetas
inteligentes y poetas estúpidos, poetas ingenieros y poetas abogados, poe-
tas fracasados y poetas victoriosos, poetas ricos y poetas pobres, poetas
amargados, resentidos y difamadores y poetas gentiles, silenciosos,
traslúcidos, poetas carnales y poetas efímeros.

Ay, ay, qué agotador. Hay que justificarlo todo. Poeta, simplemente
poeta. Nada más que un poeta que por añadidura está circunscrito al amor.

Concursaba en el colegio y ganaba siempre. No era gracia alguna,


porque la poesía se forja en el dolor. Yo era el único de todo el colegio al
que le habían arrebatado su primer amor a los seis años; a quien se le había
casado su siguiente enamorada –con un tío carnal- cuando recién tenía sie-
te y ella veinte. Esa era mi ventaja. Ningún otro de los concursantes había
sido despatriado dolorosamente, había padecido un desvanecimiento en
pleno carnaval boliviano disfrazado de príncipe francés o había sufrido un
accidente que debió ser mortal, pero que no lo fue por la intervención de
los ángeles, en particular del ángel de la guarda personal y que me impidió
ser futbolista, entrenador profesional, y dejó esas frustraciones y otras se-
cuelas para siempre.

131
Gané muchos premios, pero en el mejor momento, cuando publica-
ba mi primer libro con Ricardo Salvador, la mujer a quien dedicaba mis
poemas me abandonó por otro. Dejé de concursar, decisión ratificada des-
pués de haber sido jurado en dos o tres eventos, con pésima experiencia.

He decidido: no seré jurado ni concursaré más. No seré candidato al


Premio Nacional de Literatura.

¡Poetas de mi generación, podéis dormir tranquilos!

Hace 20 años hice una declaración: A veces quiero, cuando te veo


con ganas de llorar, renunciar a todo: al premio nóbel de la paz, al diploma
de mejor recitador, al título de orador profesional, a los amigos del futuro y
a las manos sucias de tanto trabajar en la ciudad. No serviría de nada: por-
que -lo sepas o no- tú amas mi energía incontrolable, mi candidatura a
todos los premios del amor, mi ambición de cosas lindas, mi pasión por ti,
mi inexplicable admiración por tus pezones, mi deseo de estar de tarde y de
mañana bañado en tu sexo y enredado en tus ojos.

Miro el mar desde un promontorio de rocas, sintiendo la humedad


del suelo, pronto a tomar mi café y me digo que en verdad la única candi-
datura que mantendré será la de los premios del amor: ojos, sonrisas, cari-
cias, pasiones, palabras. Es cierto que estaré rodeado de angustias y temo-
res, de posesiones y renuncias. Pero finalmente todo será amable y caliente
en el recuerdo. Que es lo que queda.

Pero he tenido tres premios literarios maravillosos.

El primero lo recibí un mediodía invernal en los años ochenta. Ha-


bía sido invitado a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile para
hablar sobre un caso específico de violaciones de los derechos humanos.
De pronto, mientras estaba con los alumnos, irrumpió un secretario de es-
tudios apellidado cruz o crucificador o algo así, rodeado de guardias de
seguridad, que me conminó a abandonar el local. Se produjo un cierto tu-
multo, agitación, pero decidí irme y le dije a los estudiantes sigan luchando
pues no vale la pena gastar energías en este sujeto y mucho menos defen-
derme a mí o a mis derechos, sino que cautelen los suyos y guarden, jóve-
nes queridos, las energías para el momento de la gran rebelión, hasta pron-
to. Salí y cuando caminaba hacia el río Mapocho sentí pasos detrás y el
grito de una muchacha que me llamaba. Me detuve y ella, luego de mirar-
me, sacó de su cartera un ejemplar de mi libro Encuentros y me dijo ¿Es

132
usted? Nunca me separo de este libro. ¿Me lo dedicaría? Y entonces me
sentí premiado, reconocido, universalizado. Bella mujer, que ahora debe
ser abogada. Tal vez jueza de garantía o subsecretaria de algo.

Parecido fue lo que sentí cuando Jaime, mi amigo gerente, me invi-


tó a comer para decirme copié un poema tuyo y se lo mandé a la Pilar como
si fuera una carta mía. Es que lo dices como yo hubiera querido decirlo. Y
yo me sentí orgulloso, pues el poema no sólo adquirió una dimensión uni-
versal, sino que fue útil en un acto de amor.

El tercer premio literario fue una votación popular de mujeres en la


Estación Mapocho, que eligieron mi texto Compañera –publicado en el
libro Cautiverio- como el poema del hombre del Siglo XXI para la mujer
de este tiempo:

En el frío, tus ojos


en el miedo, tu abrazo
en la ansiedad, tus piernas

abierta tú, hermosa


esperando mi cuerpo
mi humedad,
la dureza interrogante.

Gracias, amada
por tu mano
ahora mismo
puesta aquí en esta espalda mía
ahora, aquí
en esta hora de dudas
en esta mañana de chubascos
y dolores.

En la mesa dura
en la inmensidad pendiente,
toda tú, amada compañera.

Poeta y tarotista, con mis piernas cansadas, escribiendo poemas eso-


téricos y recitando en cada mañana la historia mágica de la vida de los que
vienen a verme.

133
Lector circunstancial: ¿Crees en la magia? ¿En esa capacidad mara-
villosa de transformar la realidad y de hacer del dolor alegría y del odio
amor?

Pues bien, yo sí. Por eso camino por el borde costero tarareando la
canción que resuena en mi interior y que nadie conoce porque la he creado
yo mismo, con una orquesta secreta (la que vive en mi cabeza).

Escribo la letra de la canción. Mi amigo Eduardo Le Noir escribió


un borrador porque quiere ganarse el Festival de Viña del Mar. Yo escribo
otro, porque sólo quiero ganar el corazón de una mujer (qué frase tan cursi,
pero tan verdadera).

Si crees en la magia
si sientes que el amor y el tiempo
se unen en mis ojos…

No sigo: escribo la letra de la canción en secreto porque sólo es


posible entenderla por aquellos que entren en la correcta sintonía. Para
todos los demás las palabras no serán claras. Sé que nadie la habrá de can-
tar. Y la música ha de morir conmigo. Eso la hace más bella, porque es
misteriosa.

Han pasado muchos años desde que besé por última vez a la mujer
que cambió mi vida. Ella se me apareció en una multiplicidad de espe-
jos murales en el borde del río Tevere, entre Roma y Providencia, cuan-
do yo simplemente buscaba un espacio tranquilo para sentarme a escri-
bir una carta de amor. Con su rostro multiplicado, su sonrisa un poco
triste y lejana, sus ojos tiernos y un poema escrito en la piel. Toda ella
junto a mí, trasladada desde las telas renacentistas y las cortes papales
a mi mesa, de los sueños locos y misteriosos a mis besos, del Tevere al
Mapocho.

Para ella escribí versos y canciones, hice dibujos de osos y flores,


inventé mensajes en clave. Y ella me amó con la fuerza y la imprudencia de
la juventud, sin medir sus riesgos ni los míos, construyó retablos, armó
muñecas clásicas, inventó cajas forradas en vidrios de colores. Del mismo
modo terminó todo, cuando descubrió que nunca obtendría mi dedica-
ción total.
Ese fue el comienzo del drama, y cuando pude entenderlo ya era
demasiado tarde. La he visto pasar ante mí y, como dije a los 15 años en mi

134
primer poemario, ya no hay nada que surja entre los dos. Por eso ella sigue
su camino y yo paseo solo –en la ciudad o en las playas de agua fría- hasta
que mis piernas no resisten de cansancio y no tengo más alternativa que
tomar café. Y mirar el paisaje. Y suspirar.

Miraba el mar una tarde muy parecida a la de hoy, pero hace algu-
nos años ya, cuando vi a Ana Claudia sentada frente a mí. Portaba con
dignidad sus casi 90 años. Tengo un secreto para usted, me dijo con los
ojos dorados. Habló y habló palabras sin aparente sentido, pero para un
poeta transeúnte como yo todo era claro: amores circunstanciales y furtivos,
amistades prolongadas y mensajes que llegan tarde a las manos adecuadas.
Me entregó un sobre. Poeta, poeta, repetía la palabra como si la sabo-
reara, si muero mañana, abra esta carta que recibí un día, hace años y
nunca he podido leerla. Y si no muero mañana, ábrala cuando sepa que
me he muerto.

Ella no murió al día siguiente y no abrí la carta. Me picaban las


manos de curiosidad y deseé la muerte de Ana Claudia, a quien no conocía
más que por esa tarde misteriosa, sólo para satisfacer mi ansiedad. Pero
pasó mucho tiempo, hasta que al terminar el verano de este año supe de su
partida acaecida un 28 de febrero.

No pude abrir el sobre de inmediato. Una fuerza misteriosa me lo


impedía. Han pasado muchos meses, hasta que esta mañana en que estoy
solo recién puedo leer todo lo que estaba contenido en ese sobre.

Trataré de explicar lo que pasa.

El mes de febrero es un tiempo complicado para mí, desde que era


niño. Nunca pude entender esta historia de los bisiestos y el agregado de
un día en el segundo mes del año. ¿Por qué no hacer los agregados que
faltan al día siguiente del último? Absurdo. Más aún si se considera que
eso podría dar un mes de 32 días, que es la suma de los puntos del árbol de
la vida con los caminos que los unen. Claro. Lo que yo no sabía era que
febrero era efectivamente el último mes del año, ya que todo debía comen-
zar en marzo, con Aries.

Mi familia veraneaba en enero, porque era más barato arrendar ca-


sas en la playa. Febrero se pasaba en Santiago. Espacio de tedio infinito.
Más de un febrero lo pasé estudiando, pues reprobé en diciembre los exá-
menes escolares y debía repetirlos en marzo.

135
Siempre me han pasado circunstancias significativas en febrero.
¿Será porque nació mi madre?

En vísperas de cumplir los cincuenta años, febrero era uno más de


los tantos febreros vividos.

Pero, si usted , mi paciente lector, revisa los diarios de Santiago del


Nuevo Extremo o Santiago de Chile correspondientes al 27 de febrero de
ese año, verá que informan de un hecho inusitado: un temporal de viento,
con algo de lluvia, pero sobre todo vientos, no sólo impropios para la épo-
ca, sino para una ciudad con clima mediterráneo. Los árboles se doblaban
hasta tocar el suelo con sus copas; los más resistentes y menos flexibles
vieron sus ramas quebradas arrastrándose por el pavimento de la ciudad,
golpeando a los automóviles y a los caminantes. La tierra de las calles se
levantaba en remolinos y las ventanas de los edificios de departamentos
-dejadas abiertas por los santiaguinos para que el calor no los agobiara a la
hora del regreso vespertino– se golpeaban contra los vanos dejando caer
los vidrios quebrados sobre los transeúntes.

Alguien pensó que era la antesala de un cataclismo mayor e incluso


un grupo de esotéricos reunidos en calle Antonio Varas caviló si acaso el
error de dos años de Nostradamus era hacia adelante o hacia atrás. (Pero
era hacia adelante).

Nada de eso. Lo que sucedió es algo de lo cual soy de cierta manera


responsable. Todo era más mágico aún. Después de muchos años de espe-
ra, el 26 de febrero, cuando recién se daban las 2 y poco más de la tarde,
habiendo aún calma en los cielos de Santiago, apareció ante mí un hada
mágica, una maga encubierta, una semilla de frutos insospechados, una
mujer vestida de sorpresa.

Ella, con sus ojos como el color del mar en invierno y cambiando
los tonos según su alma, como sucedía con José el Peregrino de los Ojos
Brillantes, se instaló frente a mí revestida de una sonrisa inocente. O
pretendidamente inocente.

No resistí la luz de su silueta. No, no era de la silueta. Tampoco de


su aura. Era una brillantez que sólo yo podía ver.

Cuando estábamos en el primer segundo o quizás entrando en el


siguiente, todo pasó de pronto. Un rayo brilló en el cielo, un trueno hizo

136
retumbar los vidrios y se desató un viento monumental.

En un tiempo brevísimo –menos de un segundo, de todas maneras-


se produjo una enorme descarga eléctrica que descompensó la presión at-
mosférica y desató los vientos.

Después de cientos de años, después de quizás cuántas encarnacio-


nes, ella y yo estábamos frente a frente, con la posibilidad de cumplir el
destino de amor que nos juramos hace muchos pero muchos siglos.

Era la señal de que llegaba la hora de sellar el más grande amor que
la historia de occidente haya podido producir. Cientos de autores,
Shakespeare incluido, hablaron de nosotros (sin clara conciencia, por su-
puesto de que éramos nosotros) y dejaban para la posteridad la idea del
fracaso y del amor pendiente.

Podría decir la amé desde ese mismo momento, pero eso no sería
verdad, porque sólo sucedió que encontré a la persona que amaba desde
siempre. Yo lo sabía, pero ella no.

Podría agregar que ella no entendía lo que estaba pasando. A los


pocos días comenzó a comprender todo esto, pero aún siguió viviendo la
situación como si fuera un misterio.

Era así, aunque cuando nos mirábamos a los ojos –después de ha-
bernos ya expresado el amor- podíamos darnos cuenta que nada nos sepa-
raría, que de ningún modo podría romperse el lazo de amor, ni siquiera con
sus reiterados intentos de terminar la relación, sus pertinaces manifestacio-
nes de libertad, su persistente negativa a construir conmigo la vida para la
cual estaba destinada. Escribí a mi amigo Juan hablándole de ella: Trata de
que me enoje, me quiere sacar de su vida, me prohibe verla los fines de
semana y se niega a salir conmigo de noche. Su riesgo es volver a abando-
nar todo lo que hemos construido por tantas vidas y que habíamos poster-
gado hasta ahora, al inicio del tránsito hacia acuario.

La naturaleza celebró con escándalo el encuentro de estos seres lla-


mados al amor: nosotros.

El desconcierto en Santiago del Nuevo Extremo era total y los


meteorólogos no podían dar explicaciones. El Doctor Maturana hablaba de
las medidas tomadas en la Oficina de Emergencias del Ministerio del Inte-

137
rior. Como era amigo del Ministro Vocero del Gobierno me sentí obligado
a llamarlo e informarle de lo que sabía sobre la causa de tan extraño tempo-
ral. Dada la explicación, me respondió que eso no podrían decirlo pública-
mente y que, aunque se alegraba de lo que me esperaba (y me envidiaba,
sin duda), al país habría que ocultarle la verdad.

Porque tampoco era posible culpar a la dictadura ya que hacía de-


masiado tiempo que había terminado ni a grupos de facciosos de cualquier
tipo. Por la naturaleza del evento, no se corría el riesgo de que la oposición
de derecha lo vinculara al fracaso de la lucha contra la delincuencia ni que
la de izquierda aludiera una vez más a la intromisión extranjera en el país.

Todo esto le parecía un poco ridículo, ya que no hay cómo explicar


una circunstancia así. Entonces decidió no explicarlo, sacando una confusa
declaración.

Cuando mi amada kármica salió de mi oficina y mientras la miraba


caminar por la plaza de enfrente, una certeza surgió desde mi corazón: Ana
Claudia estaba a punto de morir.

Y las lágrimas salieron sin esfuerzo.

Antes de que se cumplieran cuarenta y ocho horas del encuentro, la


anciana había fallecido. Y yo me enteré de inmediato.

Era febrero cuando me entregó la carta allí frente al mar. Fue febre-
ro cuando murió.

Resuena mi música, convertida ahora en canción. Escribo en mi


mente el resto de la letra de esta canción con palabras que son claras sólo
para quienes entren en la sintonía correcta. Eso ya lo dije antes. Difícilmente
alguien la cantará, ya que la canción existe un solo día cada cuatro años.

El 29 de febrero.

Y leí el texto.

La ventana de la locura se abre para todos nosotros que, como dijo


el poeta, amamos demasiado.

Cada cuatro años somos capaces de levantarnos seguros de que el

138
mundo inicia una etapa novedosa y particular, intensa y eterna, aunque
breve como la certeza.

Sólo cada cuatro años celebro el aniversario de aquel día en que te


vi hermosa y cimbreante por la costanera, jugando con el mar y la puesta
de sol que ya venía, para quedar prisionero de inmediato y para siempre.

Tú sabes, amada Ana Claudia, cuál es la verdad de todo esto: la


locura del amor es una enfermedad de la que es imposible recuperarse.
Sobre todo cuando el enfermo no quiere curarse, pues la mejoría significa
olvido.

Nuestro camino es correcto. Como en la Rueda de la Fortuna, la


línea que separa la verdad de la locura es tenue y muchas veces ni tú ni yo
estamos seguros del lado en el que tenemos nuestros pies. Querida mía, te
amo. Como circunstancia del verano. Cada uno tiene un pie en cada lado
de esa línea. Tú lo has dicho y yo lo sé. De lo contrario, jamás podrías
haber accedido a grabar en tu corazón esa melodía de amores turbulentos
en una noche calurosa pero de fría perspectiva. Justo la última noche del
mes, aquella en la que estaba programado que nos conociéramos.

Una tarde, hace tres o cuatro aniversarios y mientras hacíamos el


amor, dijiste: «es la música del alma». Te hice callar, porque nadie podría
entenderlo. No hables, lo mismo diría hoy, que ninguna palabra salga de
tus labios, ni siquiera digas que me amas. Cada palabra es una energía
que se pierde, es un segundo menos en este amor mágico, de buhoneros
extraviados en el tiempo. ¡Nos vemos tan poco! Pero cuando me he ido,
sé que no quisiera verte más y así recordarte dramáticamente durante
tantos días, con esa ansiedad maravillosa, igual a la que viví antes del
primer aniversario. Nos vemos sólo cuando celebramos el aniversario
del encuentro.

Terminaban las vacaciones. Era el 29 de febrero, un verano con un


día más. Yo me disponía a regresar a la ciudad y tú habías ido a la costanera
para despedirte del mar. De pronto te vi. Me viste. Nos acercamos. ¿Cómo
fue? Parece que yo te hablé, que pasó una gaviota o una ola dijo palabras
de amor… Tú y yo solos, como pareja solitaria en medio de la muchedum-
bre. Tú, querida mía, conmovida por un súbito amor. Yo, arrebatado por la
pasión y la ternura. Nada nos separó hasta la medianoche. Como cenicien-
ta rediviva, tal vez recordando que sólo tenías 16 años, debiste partir. «Te
veré aquí mismo, al amanecer del próximo 29 de febrero.»

139
Cuatro años después, salí de mi cama muy temprano. No había po-
dido dormir. Escribí esa noche:

«Falta poco para besar tus manos


y sentir desde la tierra el sabor salado del amor
será el momento inevitable, la promesa que se cumple
será el encuentro ineludible aunque me asuste
con el cual he soñado desde siempre.
Ya falta poco y tengo mucho miedo
Porque, si llega la hora y me retraso
si acaso tú te olvidas
si acaso en la noche te dormiste
si acaso me muero y no despierto.
Ya falta poco, el mar se ha desbordado.»

Allí estabas amada, cuando el sol despuntó en los cerros y el día


aquel fue enteramente nuestro, hasta la propia medianoche. Desde enton-
ces, cada 29 de febrero, en el mismo lugar. Organizando el tiempo, año
tras año, planeando vacaciones, postergando viajes, apurando regresos,
ocultando verdades a quienes forman nuestra vida cotidiana, abriendo
espacios en la selva, todo para celebrar ese amor trascendente y pasar
el día más grande, más ansiado, con esa relación maravillosa, mágica,
que nos une aunque nadie lo comprenda y sólo tú y yo sepamos que nos
hace más libres.

Cada cuatro años y ya tenemos en nuestra vida 14 encuentros. Nun-


ca hemos fallado, hasta ahora. Pero tú sabrás entenderlo. Se abrirá el día
junto al mar y no me verás llegar. Pensarás que me he retrasado. Tal vez
recuerdes mi poema del primer aniversario. Pasarán los minutos y nadie
llegará hasta ti. Nadie sabe de lo nuestro. No lo supo ella, no lo han sabido
mis hijos ni siquiera mis amigos. Tal vez lo sabrán cuando descubran las
cartas que escribí y jamás envié, porque no tenía el dato elemental de la
dirección.

Nadie llegará. Pero cuando se acerque el mediodía y quieras irte,


unas lágrimas saldrán de tus ojos. Sabrás que te amo, que te he amado
siempre, que te seguiré amando en la fugacidad de los instantes.

No llegaré amada, pero un ángel te visitará, tal vez interpretando la


música del alma, tuya y mía, para decirte que mi amor seguirá viviendo y
que te espero en otra costanera. No es falta de consideración ni de memo-

140
ria. Sólo que he muerto temprano esta mañana, antes de que amaneciera el
29 de febrero.”

Esta era la carta. Y lloré.

Ahora el recuerdo de Ana Claudia me trae una brisa refrescante. En


este paseo frente al mar, aun sintiéndome cansado, puedo remontarme a
mis momentos mágicos, los del desborde y la poesía suelta por las estre-
llas, de la música circulando mientras yo brindo y celebro:

¡Feliz año nuevo!


Feliz año, amor
feliz por ti
por tu cuerpo más joven esta tarde
y mi sexo más loco y más presente,
por tu pezón erecto
por tu mirada triste
por todo
el año pasado con amor y por todo
el año que habrá de venir.

Brindo
por la noche y por tu amor
un trago por tu llanto
por el amor postergado
por el pecho desnudo
por mi pasión desmedida
por la penetración heroica
por mi beso en tus muslos
por la despedida augusta
por la respuesta del beso.

Brindo
por tí y tus pecados.
Brindo
por mí y por tu pasado.
Brindo por el siquiatra.
Brindo por si acaso
Brindo con vino negro
para darte gracias en silencio.
Brindo, amor, por mí y por brindar.

141
Estoy solo en medio de la noche.

Todos estos recuerdos me han conmovido. Miro el mar y el cielo.


Es mi pasado el que se abre paso. Mientras mi razón me ordena hacer un
balance, mi corazón prefiere un testimonio.

Ha brotado mi encuentro radical con la poesía, con la creación esen-


cial, con la síntesis y las palabras nuevas. Porque hacer poesía es vivir el
amor: allí está todo.

Me siento solo, con los recuerdos recorriendo el paisaje.

Sólo un amor transita por el mar y siento que puedo seguir avan-
zando por la vida si está conmigo. He vivido momentos de magia y de
sorpresa.

Un día mi amada se fue.

La magia existe, seguiré estando con ella.

Se fue y es probable que olvide todas sus promesas que tuve que
escuchar mientras hacíamos el amor o descansábamos a la sombra de un
sauce más hermoso que nuestro amor. Aunque parezca difícil.

Muchas veces se fue y siempre la tuve de regreso. Ahora, cuando


partió, creí que volvería. Hoy entiendo por qué estaba tan triste cuando
celebramos el primer aniversario del encuentro: tú sabías que no regresa-
rías jamás. Entonces no fue el primero, sino el único aniversario.

Y ahora me escribe diciendo que no volverá.

Y yo le quiero responder, pero no tengo su dirección y ni siquiera sé


cómo se llama su marido, porque si lo supiera lo llamaría para decirle ¿se-
ría tan amable de darme la dirección de su esposa en Nueva York para
mandarle una carta de amor? Y como eso podría darle mucha ira, yo ten-
dría que explicarle que se trata de una carta de MI amor, porque ella no me
ama, aunque lo haya proclamado tantas veces, ya que si me amara no se
habría ido echando al tacho todas las veces que nos acostamos y repetías
que era curioso que un poeta fuera capaz de hacer tan bien el amor; enton-
ces, señor, no debe usted preocuparse de nada... Pero no lo puedo llamar
porque no sé su nombre.

142
Quizás debería sentirme culpable, pero no me es posible. Si yo
mantuve el secreto fue por ella, por sus miedos y sus culpas, probable-
mente muy legítimos. Yo no tengo compromisos desde hace tantos in-
viernos.

Yo, ocultando mi amor, para que ella, luego, huya hasta Nueva York
diciendo en una carta que no piensa volver más, como si fuera tan fácil.

Le he de dar una oportunidad: construiré un lugar especial para los


dos, con todo lo que ama en silencio, con todo lo que nadie podrá darle
jamás porque sólo yo soy capaz de crearlo. Allí te esperaré en silencio
sepulcral, hasta el día en que comience el otoño.

Y si no vuelves, mujer...

... y si no vuelves, tomaré todo lo que he escrito y lo publicaré, para


que nuestro amor ya no sea nuestro sino de todos, como un día lo dijiste,
sin saber lo que estabas diciendo.

Se vuelve a repetir la historia. Esto lo he vivido tantas veces.

Y si no vuelves, te escribiré un libro que sé que llegará hasta Nueva


York, donde un librero armenio te lo entregará porque se trata de un autor
chileno como tú, sacado desde el río Mapocho y la epopeya araucana, como
tú. Entonces, mujer, sabrás que no tuve más alternativa que publicar mis
escritos para que tú los leas junto a miles de personas.

Se vuelve a repetir la historia. Esto lo he vivido tantas veces. Por


eso ahora escribo lo mismo que hace tantos años, como una advertencia:

Cuando vayas a la librería del armenio, ¡ten cuidado!

Si no he muerto y logro salir de mi castillo de sombras y penas de


amor, te estaré esperando en la caja de fondos para saltar sobre ti, tomar tus
pechos desnudos y hacerte el amor allí, sobre las tarimas de autores suecos
del siglo diecinueve.

El clima no cambia. La brisa suave y las nubes indican que pronto


lloverá.

Desde el mar escucho el llanto de mi hija, las risas de mis nietos.

143
Algo ha cambiado en mí.

El paseo ha terminado. Y ahora estoy sentado en las rocas, recibien-


do el agua salada que salpica, con la serenidad de los años, sabiendo que
mi diaria caminata será siempre y por sobre todo, mi locura de amor y un
grito heroico de nueva libertad.

144
Vida y Poesía
Jaime Valdivieso

Soy autor de seis libros de poesía, desde el tema político al erótico,


y he escrito ensayos sobre poetas chilenos: Escritura encadenada, ocho
poetas desde Gabriela Mistral y Pablo Neruda hasta Elicura Chihuailaf.
Soy profesor de Literatura Latinoamericana en la U. Finis Terrea, nací en
Valparaíso en l929.

Mientras pasaba una temporada con Elicura Chihuailaf en el campo


de sus padres en Quechurewe a unos quince minutos del pueblo de Cunco,
hacia la cordillera desde Temuco, lugar lleno de majestuosos árboles y de
bosques todavía vírgenes, donde los árboles son parte del espíritu de los
hombres, allí, debajo de un gigantesco nogal, recuerdo haberle preguntado
cuáles fueron sus primeras y más importantes influencias en su poesía.
Pensaba por supuesto en los poetas que habrían podido pesar sobre él como
Jorge Teillier o Luis Vulliamy, y más atrás Juvencio Valle, poetas de la
Araucanía. Para mi sorpresa no me nombró ningún poeta, sino el ruido del
estero al golpear las piedras, el canto de los pájaros, el viento entre los
robles y los ulmos.

Más tarde, ahora, a propósito de estas mismas reflexiones, recordé


que tanto Gabriela Mistral como Neruda hacen observaciones semejantes
respecto a su niñez y su contorno natural del lugar donde vivieron:

“Somos la gente de esta zona de Elqui, mineros y agricultores en


el mismo tiempo. En el valle el hombre tomaba sobre sí la mina, porque la
montaña nos cerca de todos lados y no hay modo de desentenderse de ella;
la mujer labraba en el valle. Antes de los feminismos de aldea y de refor-
mas legales, 50 años antes, nosotros hemos tenido allá en unos tajos de la
cordillera el trabajo de la mujer hecho costumbre. He visto de niña regar a
las mujeres a la medianoche, en nuestras lunas claras, la viña y el huerto
frutal; las he visto hacer totalmente la vendimia; he trabajado con ellas en
la llamada «pela del durazno», con anterioridad a la máquina deshuesadora;
he hecho sus arropes, su uvates y sus infinitos dulces llevados de la bonita
industria familiar española.

145
El valle es casi un tajo en la montaña. Allí no queda sino hambrearse
o trabajar todos, hombres y mujeres y niños”

También fue el caso de Neruda:

“Yo tendría unos diez años pero ya era poeta. No escribía versos
pero me atraían los pájaros, los escarabajos, los huevos de perdiz. Era
milagroso encontrarlos en las quebradas empavonados, oscuros y relucien-
tes, con un color parecido al cañón de una escopeta. Me asombra la perfec-
ción de los insectos. Recogía la madre de las culebras. Con este nombre
extravagante se designa el mayor coleóptero, negro, bruñido y fuerte, el
titán de los insectos de Chile.”

En ambos la naturaleza definió, al menos, lo más importante de su


poesía. Y si vamos más hacia atrás hacia las primeras culturas de Occiden-
te, veremos que el origen de la poesía en Grecia se halla íntimamente co-
nectada con la naturaleza y el cosmos como lo vieron los poetas y filósofos
presocráticos como Heráclito de Efeso, época cuando surgió el poeta como
principal formador y educador, como trasmisor de lo que ellos llamaron
areté, de los valores más altos del individuo, la política y el Estado forma-
do por distintas clases sociales, la aristocracia, los campesinos y los hom-
bres del mar. Según el más grande estudioso de la cultura griega, Werner Jaeger,
en su libro clásico “Paideia: en los ideales de la cultura griega”, la poesía es el
vehículo fundamental de la enseñanza de los valores y de la tradición:

“La vida posee plenitud de sentido, pero sus experiencias carecen


de valor universal. Se hallan demasiado interferidas por sucesos accidenta-
les para que su impresión pueda alcanzar siempre el mayor grado de pro-
fundidad. La filosofía y la reflexión alcanzan la universalidad y penetran
en la esencia de las cosas. Pero actúan tan sólo en aquellos para los cuales
sus pensamientos llegan a adquirir la intensidad de lo vivido personalmen-
te. De ahí que la poesía aventaje a toda enseñanza intelectual y a toda ver-
dad racional, pero también a las meras experiencias accidentales de la vida
individual”.

Y esta fue la misión de Homero en la Ilíada y la Odisea, y la de


Hesíodo en sus obras: Los trabajos y los días y en la Teogonía, y más
delante la de Tirteo y Solón en Esparta, con sus elegías.

Luego en el siglo IV, Platón al tratar de trazar en las Leyes, el es-

146
quema del pensamiento político y pedagógico de la antigüedad helénica,
parte con los poetas.

Vemos entonces hasta qué punto la poesía y los grandes poetas como
Pablo Neruda, Gabriela Mistral y otros como Saint John Perse, y entre
nosotros Efraín Barquero, en la misma línea que ahora el poeta mapuche
Elicura Chihualaf y muchos otros cuya poesía está cargada de enseñanza
sobre la vida, el alma y el cosmos tal vez sin conocer profundamente la
cultura griega, siguen por temperamento y sensibilidad este misma con-
cepción de la poesía como paideia, como educadora, pero también como
organizadora en la línea del filósofo Heráclito. Porque en ellos existe igual-
mente un pensamiento que abarca toda su obra, están bajo el sentido de una
cosmogonía, de una ética; el alma individual se halla unida al interés co-
lectivo y al cosmos, a la naturaleza. Así cuando Neruda en los Veinte poe-
mas, utiliza metáforas relacionadas con la tierra.” Cuerpo de mujer, blan-
cas colinas/ te pareces al mundo en tu actitud de entrega/ mi cuerpo de
labriego salvaje te socava/ y hace saltar al hijo desde fondo de la tierra ” . Y
así, igualmente Elicura, en su poema :

El silencio de los bosques

Mi padre y yo solemos charlar hasta


La madrugada
Bebiendo el vino de la pena y la esperanza
¿Alguien puede evitar el otoño del oeste?
Me dice
Los ríos van perdiendo su profundidad
El caudal de la sabiduría
Y comienzan a añorar el silencio
De sus bosques
Nosotros pensamos en el hijo, el hermano
Aún en el exilio
Hablamos de luchar, mientras los zorros
Cruzan gritando nuestros campos

Mi padre y yo envejecidos
Ahora nos miramos entre lágrimas.

Vemos en este poema que poesía y naturaleza, poesía y enseñanza


son una sola cosa.

147
Igualmente se hayan cercanos a Heráclito cuando dice: “La multi-
plicidad del conocimiento no produce sabiduría”, produce erudición agre-
garíamos nosotros, pero no sabiduría como lo podríamos comprobar en
muchos casos; o bien aquella profunda sentencia del mismo filósofo, llena
de sabiduría: “Me he investigado a mí mismo”. Es decir, es allí dentro de
mí, en lo que se integra a la respiración de mi espíritu, en lo más funda-
mental del mundo exterior que la estremeció, allí debo indagar, de allí sal-
drá lo más auténtico de mí.

Según Jaeger:
“el acaecer cósmico pasa a través del ser del filósofo. Tiene la con-
vicción de que, aunque la mayoría de los hombres no sepan que son meros
instrumentos en las manos de un poder más alto, todas sus palabras y todas
sus acciones son el efecto de aquella fuerza superior. Pero también su vi-
sión de la materia y del cosmos: El proceso entero del mundo es un true-
que. La muerte de uno siempre es la vida del otro. Es un camino eterno
que sube y baja. Descansa en el cambio, la vida y la muerte, la vigilia y
el sueño, la juventud y la vejez son, en el fondo uno y lo mismo. En el
cambio esto es aquello y aquello, de nuevo, esto. Si alguien ha com-
prendido no a mí, sino a mi logos, verá que es sabio confesar que todo
es uno y lo mismo.

Neruda en dos instancias define su poesía a partir de su temprano


encuentro con la naturaleza

«Para saber y contar y contar para saber. . . tengo que comenzar así
esta historia de aguas, plantas, bosques, pájaros, pueblos, porque esto es la
poesía, por lo menos mí poesía». . .

Y más adelante, es esta misma naturaleza la que le dicta cuál debe


ser el verdadero comportamiento ético del poeta y así salvarlo de la egola-
tría y la vanidad:

«Es el poder de la edad o es, tal vez, la inercia que hace retroceder
las frutas al borde mismo del corazón, o tal vez lo «artístico» se apodera
del poeta y en vez del canto salobre que las profundas olas deben hacer
saltar, vemos cada día al miserable ser humano, defendiendo su miserable
tesoro de persona preferida».

Para estos poetas igual que para Chihuailaf, hijo y nieto de loncos
que nació y se formó entra las plantas, aguas, bosques y animales, como

148
los poetas primitivos, el gran maestro, más que la tradición literaria, es la
naturaleza y la observación de los objetos provenientes de ella.

«Es muy conveniente en ciertas horas del día o de la noche observar


profundamente los objetos en descanso: las ruedas que han recorrido lar-
gas, polvorientas distancias, soportando grandes cargas vegetales y mine-
rales, los sacos de las carbonerías, los barriles, las cestas, los mangos y
asas de los instrumentos del carpintero. De ellos se desprende el contacto
del hombre y de la tierra como una lección para el torturado poeta lírico.
Las superficies usadas, el gasto que las manos han infligido en las cosas, la
atmósfera a menudo trágica y siempre patética de estos objetos, infunde
una especie de atracción no despreciable hacia la realidad del mundo. La
confusa impureza de los seres humanos se percibe en ellos, la agrupación,
uso y desuso de los materiales, las huellas del pie y de los dedos, la cons-
tancia de una atmósfera humana inundando las cosas desde lo interno y lo
externo. Así sea la poesía que buscamos, gastada como por un ácido por
los deberes de la mano, penetrada por el sudor y el humo, oliente a orina y
azucena, salpicada por las diversas profesiones que se practican dentro y
fuera de la ley.

Tal vez de todas estas plantas, soledades, vida violenta, salen los
verdaderos, los secretos, los profundos tratados de poesía, que nadie puede
leer porque nadie los ha escrito. Se aprende la poesía paso a paso entre las
cosas y los seres, sin apartarlos, sino agregándolos a todos en una ciega
extensión de amor».

Conclusión

¿Por qué tiene tanta importancia la poesía para la vida del hombre y
de una cultura? ¿Por qué es ella la primera en aparecer en la historia y en la
vida individual cuando la soledad y la angustia estremecen nuestra alma?
Creemos, por eso, que la poesía es más que un simple género literario, es
un producto exacerbado del alma en busca de sentido y significación, en
busca de compañía. Y en este sentido más que la persona individual lo que
se expresa es la naturaleza y sus múltiples manifestaciones o fenómenos,
representaciones la llama el filósofo Shopenhauer. Del valor que le demos
a estas representaciones, a la materia y al trabajo, “de ellos se desprende el
contacto del hombre y de la tierra como una lección para el torturado poeta
lírico ”. E igualmente para el torturado lector. Para la torturada sociedad,
podríamos agregar.

149
Es por ello que en momentos de crisis de la humanidad, de una
civilización, la poesía nos vuelve a lo más genuino y valioso de nosotros, a
la belleza que siempre hay que compartirla, y que por eso crea solidaridad.

150
La Tierra Baldía:
Memoria y Desvanecimiento Poético
Jorge Osorio Vargas

Nació en 1955, en Valparaíso. Estudió en el Colegio de La Salle,


luego en la Universidad Católica de Valparaíso, donde egresó como licen-
ciado en 1977. Formó parte de la Izquierda Cristiana y fue dirigente de
movimientos pastorales universitarios durante la dictadura. En 1977 creó
el Servicio Paz y Justicia y desde 1984 trabajó en el Consejo de Educa-
ción de Adultos de América Latina (CEAAL), hasta 1997, ocupando los
cargos de Secretario General y Presidente de esta red continental. Realizó
talleres, elaboró artículos y libros en el ámbito de la formación en dere-
chos humanos y educación para la ciudadanía. Desde 1997 es el Secreta-
rio Ejecutivo del Consejo de las Américas. Actualmente es Director de la
Fundación Ciudadana para las Américas y de la Escuela de Humanidades
y Políticas. Su más reciente libro es El Deseo de la memoria, que recopila
artículos sobre la relación entre escritura e historia.

Desvanecimiento: presunción, vanidad, altanería, soberbia.


Desvanecimiento: debilidad, flaqueza, perturbación de la cabeza o
del sentido.

La Tierra Baldía es una vía para indagar los motivos fundadores, en


la poesía contemporánea, de la crítica del desvanecimiento, que T. S. Eliot
elabora acerca de la solidez mórbida de la modernidad. Entendemos que
nos enfrentamos a un tema complejo que ha generado una literatura espe-
cializada y polémica1 . En nuestro caso, no aceptamos aquella apreciación
de que el poema de Eliot deja al propio lector en una condición baldía, seca
y abandonada su esperanza2 . En este ensayo deseamos mostrar un efecto
distinto, promisorio, a la manera de una invitación a incursionar en un tex-
to complejo, buscando hilvanar la crítica a la memoria moderna del poe-

1
Moody, David (ed), The Cambridge Companion to T.S. Eliot, Cambridge University Press,
Cambridge, 1998.

2
Seferis, Giorgio, El Estilo Griego I: K.P. Kaváfis – T.S. Eliot, FCE, México, 1994, p. 27.

151
ma, el malestar de Eliot ante la sociedad occidental de la post-guerra y su
re- lectura de la tradición poética.

Una forma de leer el texto es buscando el “sentido” del mismo y su


valor poético, a la manera de Seferis, planteando una aproximación ra-
cionalista a la obra3 . Aceptaremos este modo racional para una primera
lectura. No obstante ha sido, paradojalmente, esta vía la que nos ha llevado
a comprobar la esterilidad del análisis del poema a partir de su supuesta
“oscuridad”, pues, si bien existen en él referencias a claves arquetípicas
universales, La Tierra Baldía no es un poema “ocultista”. Más bien es una
producción en cascada de imágenes presentadas con precisión y cuya últi-
ma clave parece ser la de una historia y una memoria en brumas, pero
altamente emotiva, de un sentimiento radical de cuestionamiento a la deca-
dencia y sequedad de la cultura occidental.

No es el momento de argumentar si acaso Eliot es un poeta de la


decadencia en la misma corriente crítica o restauradora de Spengler, de
C.S Lewis y otros. Al respecto, hay un debate significativo en los textos de
Herman4 , Magris5 , Burrow6 y Bloom7 . Lo que sí nos parece importante
decir en vista del propósito de este ensayo es que La Tierra Baldía es un
poema de los escenarios de la memoria occidental, un mapa poético de la
decadencia, como fenómeno de la historia universal, y desde cuyas fuen-
tes emblemáticas Eliot construye un discurso crítico de la decadencia con-
temporánea. A la manera de un flaneur hermético describe no sólo el
Londres de postguerra, sino una ciudad global que es también Jerusa-
lén, Roma, Viena o Cartago, a partir de la cual deshilvana un discurso
convencional sobre los “ocasos” de las civilizaciones, para poetizar la
historia de un cierto desencanto, que es su propia crítica a la cultura,
explorando un “discurso de profundidades”, superador de las “aparien-
cias” y desarrollados en claves. De ahí que es acertado llamarlo flaneur,

3
Seferis, ibid, p. 28.

4
Herman, Arthur, La Idea de Decadencia en la Historia Occidental, Editorial Andrés Bello,
Santiago, 1997.

5
Magris, Claudio, El Anillo de Clarisse. Tradición y Nihilismo en la Literatura Moderna,
Península, Barcelona, 1993.

6
Burrow, John, La Crisis de la Razón. El Pensamiento Europeo 1848 – 1914, Crítica, Barce-
lona, 2001.

7
Bloom, Harold, El Canon Occidental, Anagrama, Barcelona, 1997.

152
pues como lo hicieran Baudelaire, Rilke o Benjamin, Eliot recorre poé-
ticamente la memoria crepuscular de las ciudades a través de un poema
intenso y comprimido.

Es en esta “intensidad”, en el viaje a las profundidades, donde en-


contramos el valor más atrayente del poema: la apropiación de los discur-
sos de “otros” para elaborar un entramado propio, a través del cual se ma-
nifiesta el sentimiento poético como una rebeldía, aparentemente muda,
que, sin embargo, da lugar a un texto que busca poner las cosas en “su”
lugar. La Tierra Baldía es un poema de “lugares”, otra vez: de escenarios
de la memoria; que se nutre de la cartografía existencial y urbana de Eliot,
revisitada y reelaborada desde las tradiciones poéticas mayores. Una epo-
peya de la decadencia del mundo, narrada desde el mito universal de la
fertilidad. Un drama de la ciudad contemporánea contado desde el mito del
Rey Pescador del ciclo artúrico. Un poema del dios muerto. La “tierra
baldía” o el reino del rey Pescador es un país de muertos. Eliot construye
desde ahí su poema memorial de la decadencia, la muerte y la sequedad.
Y con ello, manifiesta su sentimiento de impotencia propia, de esterilidad,
de riesgo y aniquilamiento. La ciudad es la memoria de lo moderno en
ruinas, y alegoría de la caducidad, como sostiene Magris8 .

En esta perspectiva, La Tierra Baldía es un poema antimoderno,


expresa una desconfianza ante el futuro, es una especie de historia de
repitencias, de vuelta a lo mismo, una narración del destino humano a vivir
períodos de decadencias, sólo que esta vez pareciera que la fuerza
restauradora -que en el Eliot post La Tierra Baldía es la religión- no se
configura como potencia iluminadora. La “obscuridad” del poema, “des-
vanecido”, soberbio e impotente, a la vez, parecieran probarlo. El poema
de Eliot no deviene esperanza. A lo más, refiere un recado al ascetismo y
una evocación al poderío de la redención agustiniana y al orden del Dante.
Esta estrategia ascética quedará más evidente en los Cuatro Cuartetos, donde
la poesía de Eliot se hace más “doctrinal” y propone casi una metódica
espiritual9 .

No queda claro si Eliot poetiza una ciudad-memoria perdida (con-


denada), o una ciudad distante. No se sabe cuál es el presente o el tiempo

8
Magris, ibid, p. 26.

9
Pujals Gesali, Esteban, Eliot, Yeats, Pound y la Modernidad en Poesía, Introducción a
Eliot, T.S. Cuatro Cuartetos, Cátedra, Madrid, 1999.

153
de la decadencia de La Tierra Baldía. Cuando Magris elabora su análisis de
los Cuadernos de Malte Laurids Brigge, concluye que Rilke solidifica en
este texto una escritura autobiográfica y que su planteamiento sobre el caso
de la metrópolis es una táctica defensiva para descubrir dentro de la crisis
de sentido de la cotidianidad urbana una búsqueda de un vislumbre de vida,
un destello10 . No podemos llegar a una conclusión similar en la lectura de
La Tierra Baldía. La sequía en el poema de Eliot es la muerte, es el desplo-
me de la memoria, el aniquilamiento de lo humanamente habitable, la im-
potencia del Rey Pescador, que por extensión es la muerte del reino todo.

No es convincente saldar esta temática señalando, como en un mo-


mento escribió Octavio Paz, que lo sombrío en Eliot era el resultado de
nostalgias feudales y que su crítica a la modernidad y al imperio del dinero
se expresaron por lo mismo, y sin vuelta, en un discurso conservador11 . El
mismo Paz, en otro de sus textos, da una posibilidad alterna, y que nos
permite seguir argumentando en la línea del ensayo. Si se trata de entender
las fuerzas que sustentan el poema de Eliot no es desacertado hablar de su
sentido de escisión, de distanciamiento y de desvanecimiento frente a la
decadencia de época 12 , de su emoción de deriva y de una actitud
contemplativa que no aspira al poder de transformar las cosas, sino sólo a
ponerlas en “su” lugar, como ya hemos dicho más arriba. Sería exagerado
decir que Eliot en La Tierra Baldía es un renegado de la civilización, pero
algo de ello hay, a mi entender, en su crítica a la “ciudad”, como cosa des-
ubicada, extraviada. Lo más sorprendente es que Eliot radicaliza su crítica
a tal extravío también con un lenguaje aparentemente “extraviado”, deshil-
vanado, sin “sentido”, como si sólo de tal forma consiguiera dar cuenta
cabal de un mundo extraviado, seco, romo, extraño, sin sentido y muerto.

Si Eliot fuese el poeta del desvanecimiento, del “sin fondo”, podría-


mos emparentarlo con todos los pensadores críticos de la “experiencia de
la modernidad”, con el propio Marx cuando sentencia que ella no es sino el
sentimiento de que todo lo sólido se desvanece en el aire13 . ¿Es entonces

10
Magris, ibid, p. 218.

11
Paz, Octavio, Excursiones / Incursiones. Dominio Extranjero. Obras Completas, Vol. II,
FCE, México, 1995, p. 301.

12
Paz, Octavio, Los Hijos del Limo, Seix Barral, Barcelona, 1998.

13
Berman, Marshall, Todo lo Sólido se Desvanece en el Aire. La Experiencia de la Moder-
nidad, Siglo XXI Editores, México, 1989.

154
La Tierra Baldía el poema de la desconstrucción, condición metódica del
Eliot posterior, doctrinario y ascetista? ¿Es La Tierra Baldía un poema
reactivo, expresivo, de táctica desconstructiva, una especie de genealogía
de la decadencia, del mal y de lo seco en la historia-memoria a manera de
un paso heurístico y sus Cuatro Cuartetos la culminación sólida (no desva-
necida) y definitiva de su discurso restaurador neocristiano, como lo
adjetiviza Bloom?14 .

Cuando hablo de La Tierra Baldía como un poema desvanecido,


quiero decir también que la sensibilidad en Eliot es una especie de inhibi-
ción de la vida15 , que se expresa en una poética de ruinas (las ruinas de las
grandes ciudades en el ocaso). Eliot sería un conspirador, desde lo “oscu-
ro” y lo ruinoso, y que, sin embargo, no logra dar a la religiosidad un carác-
ter salvífico evidente16 , desarrollando un entramado de referencias a gran-
des monumentos de la palabra, que al fin no sabemos si están recuperados
para ser fuentes de redención, o bien para evidenciar la impotencia. En esta
perspectiva, Eliot puede entenderse como un conspirador de una poesía
fatalista. Un autor (¿actor?) de un descenso a los infiernos sin redención.
¿Es La Tierra Baldía una performance poética como señala Bloom17 ? ¿Una
elegía del mismo Eliot? ¿El poema de una peregrinación a través de la
tierra seca y condenada, del infierno? ¿La transición por un escenario de-
cadente como el pretexto de una obra redentora y sólida posterior, es decir
como un poema propedéutico, iniciático, preámbulo de sus Cuatro Cuarte-
tos y de su obra dramática?

Tiene razón Ruth Nevo cuando expresa que la razón de ser de La


Tierra Baldía es desunir, vaciar, desvanecer18 y que su fuerza está en ser
un grito del malestar de época, lo que muchos seguimos vivenciando en
este principio de siglo.

14
Bloom, Ibid, p. 88.

15
Kenner, Hugh, The Death of Europe, en Bloom, Harold (ed) T.S. Eliot’s The Waste land,
Chelsea House Publishers, New York, 1986, pp. 14 y ss.

16
Dick, Bernard, The Waste Land and The Decensus of Infernos, en Bloom, nota 16, p. 67 y ss.

17
Bloom, Harold, T.S. Eliot, Bloom’s Major Poets, Chelsea House Publishers, Broomall,
1999, p. 16.

18
Nevo, Ruth, The Waste Land: Ur-Text of Deconstruction, en Bloom, Harold, T.S. Eliot,
Modern Critical Views, Chelsea House Publishers, New York, 1985.

155
156
Hacia una Convivencia
de Integración y Aprendizaje
Juan Vicente Ortiz

Dirige el Centro de Desarrollo de la Educación Crecer Educa, ins-


titución que desde el año 1987 trabaja en la exploración y aplicación de
metodologías y caminos orientados a dinamizar el protagonismo de las
personas, grupos y comunidades en los procesos de desarrollo comunitario.

La historia de la humanidad se explica, en gran parte, en torno al


ejercicio del protagonismo de una fracción limitada de las personas, conte-
nidos, anhelos y estilos relacionales que han formado y forman parte del
conjunto de la sociedad. El desplazamiento e invisibilización de múltiples
sentidos y horizontes han sido y son una constante en los procesos de “de-
sarrollo” de la vida en el planeta. Deseos, analogías, experiencias, indica-
ciones, interrogantes, miradas y tonalidades perdidas, relegadas y sepulta-
das en las propias fronteras de miles de millones de personas que sostuvie-
ron el mismo cielo en sus cabellos, que abrazaron, contemporáneamente o
en épocas distintas, el mismo aire, el mismo silencio.

Más amplia es aún la brecha entre humanidad y desarrollo, si


nos conmovemos en una relación de correspondencia y equilibrio con
árboles, pájaros, ríos, animales, peces y montañas. La posición de la
naturaleza en los procesos de desarrollo es comparable con la posición
de los niños. Ambos, naturaleza y niño, se desplazan, sobre esta reali-
dad minimizada de la luminosidad del ser, como elementos utilitarios,
moldeables, disponibles para la consolidación de un camino hacia itacas
soñadas por un grupo de seres humanos que cabe en un lago y que se
pierde en la imaginación de un solo niño.

Si es la armonía y disposición de todo el cuerpo lo que da plenitud y


provoca el asombro en los movimientos de un atleta, de una bailarina o de
una mariposa, bien podemos preguntarnos si, efectivamente, la humanidad
ha transitado, de peldaño en peldaño, hacia estaciones más altas del desa-
rrollo; si hemos avanzado; si estamos cada día más cerca de aquel horizon-
te común donde la tibieza de la existencia dirige sus miradas con admira-

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ción y ternura. Las personas que cada tres segundos mueren de hambre en
el mundo, dirán que no, y quienes las lloran dirán que no, aunque suelan
buscar la explicación de la muerte frente a sus propios ojos, pegada a su
piel o en sus recuerdos. Porque, claro, esta forma de desarrollo que cono-
cemos en la mayor parte del mundo, sedimenta además su propia estructu-
ra, su propio cuerpo, con espíritu y todo, y se inclina para verter esa oleosidad
de la que tanto cuesta desprenderse.

Hemos modelado demasiado silencio


y con la boca abierta, día tras día,
reconocemos el peso de las nuevas esculturas
como si fueran heridas aún inexploradas.

Que no nos vean llorar, decimos,


que no nos escuchen gemir,
que no se ondule nuestra piel
cuando apenas podemos contener nuestros latidos.

Nuestros duelos descienden como ramas de sauce,


flexibles, temerosos
y antes de golpearse contra el agua
la duda penetra la sed y mirando hacia la luz
nos detenemos.

Como ramas de sauce, como restos de volantín,


como destellos van y vienen, palidecen,
se apagan nuestros gritos.
Son tan inmensas, elocuentes, luminosas
las palabras que a diario nos abrazan. Tan festiva es su verdad
que la voluntad de nuestros ríos
va hacia ella
como una hebra de aceite hacia una hoguera.

Cómo reunir las sombras que nos hieren


frente a quienes levantan tanta luz.

Tal vez nuestra amargura ni siquiera sea cierta.


¿Por qué nos va a doler lo ridículo, lo nimio, lo lejano,
la imposibilidad de levantarnos abrazados a una estrella,
de rodar en las flores de un naranjo, de soñar el pan,
el aire y el anhelo en la boca de todos?

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La movilización del mundo en torno a los anhelos de una inmensa mi-
noría, ha estructurado un conjunto de dominios, discursos, respuestas, indica-
ciones e indicadores que consolidan una red, un tejido cultural que da sentido
al desarrollo de nuestra sociedad, y sobre él el tránsito de lo oportuno, de lo
adecuado, de lo eficaz y lo rentable. Hay quienes operan esa red, y quienes se
equilibran en ella con el temor pavoroso de caer. Un puñado exclusivo de
soñadores y unos cuantos puñados de asustados, le dan vida, la sostienen.

En torno a la extensión y reparación, cuando es necesario, de ese


tejido cultural, transita la educación. A su servicio se despliega el tipo de
conocimiento, el estilo de las relaciones y la forma de calmar la sed de
quienes buscan el agua internado en las aulas. No es la búsqueda del ser y
sus anhelos, una manera de beber, lo que se expresa en las escuelas, sino el
anhelo, la visión y la ascendencia de los protagonistas, sustentados en el
tejido constante de una red incuestionable y selectiva, lo que se manifiesta
en ellas. Desde afuera del ser provienen los contenidos de la luz, y el alum-
no se ve enfrentado a esa luz con el requerimiento de disponerse ante su
composición como un continente vacío y oscuro.

La educación y la escuela, espíritu y cuerpo, conforman, en este


contexto, el órgano reproductor fundamental de una cultura definida de
manera externa a la correlación de los seres que conforman la experiencia
educativa, supervisada por una porción atenta y comprometida con una
selección de metas e intereses. No vaya a suceder que, de pronto, surjan
soñadores que, con otros, construyan sueños propios y les dé por convocar
al mundo a sembrar en las calles avellanos, naranjos, girasoles y después,
más encima, quieran regarlos. Imaginen si los niños reconocen su ritmo de
personas y pretendan tocar la vida con sus manos. Es mejor que avancen
sintiendo que son ellos el futuro, porque la movilización de su presente es
tan vago, tan inmanejable, tan incierto. ¿Qué haríamos, si la red se va ce-
rrando y queda convertida en una mesa tan amplia como el mundo, donde
todos puedan subir y nadie tenga miedo de caer?

Los niños son el futuro... ¿no el presente? Los estudiantes son alum-
nos... ¿no tienen luz?. Los adolescentes...¿adolecen?. Lo que entrega la
educación son contenidos... ¿los estudiantes, entonces, continentes?. De-
masiada coherencia en el discurso para negar que el proceso educativo no
está orientado a descubrir y movilizar la luminosidad del ser, a relacionar a
las personas en torno al descubrimiento de sus inquietudes, sentimientos,
motivaciones y capacidades para imaginar ítacas y en torno a ellas cons-
truir senderos comunes.

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La expresión fluye en el ejercicio educativo formal como un pretex-
to. No es el amar y ser amado, la vocación de los abrazos, el revelar con
colores, con palabras o con la disposición de hojas secas la movilización
interior frente a los hechos, lo que da sentido al acto de plasmarse, día tras
día, en un sector de aprendizaje u otro, respecto al mar y a la familia, a las
calles y plazas, al cerebro y los astros. Las aulas operan como el mayor
basurero de la expresión humana. En ellas se pierden y son relegadas al
olvido, minuto a minuto, millones de obras en las que seres humanos han
puesto en tensión sus emociones, sus formas de ver el mundo y sus latidos.
Millones de dibujos, soluciones, poemas, diseños, opiniones, perecen tras
ser convocados a materializarse como un pretexto para evaluar la limpieza
de las líneas, la posición de las comas o el temblor de las manos al hablar.
Desplazada la realidad más cercana, la que fluye del espíritu del ser
analogándose en el mundo, se sentencia lo importante y se relega el valor
de la expresión hacia el futuro. El sentido de complementariedad de estar y
ser es dibujado con pinceladas de vapor, como detalle transitorio, fugaz,
irrelevante. Desagregación tras desagregación se acumula una vocación de
nutrientes que alimenta la apatía, el temor por el otro, la despreocupación
por lo otro, la evolución de los jardines separados por cuchillos, de ríos
convertidos en cloacas, de ilusiones imposibles colgando en las vidrieras,
de medicamentos y leyes que se multiplican como muestras de la dedica-
ción e inteligencia que nos abraza y nos guía.

Aves que crecen en los criaderos


sin revolotear
alrededor de su propia vida un momento.
Tratadas como pulpa,
sus ojos nos reclaman,
sus alas vencidas nos hablan de nosotros
que, como ellas, sobre la misma ruta
hacia el mismo mantel
hemos sido ablandados,
apartados de geranios y picaflores,
del abrazo en los charcos
donde podríamos hablar con las libélulas
y llamar al vecino y vibrar con sus ojos.

Vivimos el curso de esta práctica, atendiendo, sin mayores sobre-


saltos aparentes, cómo, silenciosamente, los contenidos que conforman la
cultura selectiva van desplazando los propios y se va instalando en noso-
tros una forma complaciente de transitar por el mundo. Pero, hay en quie-

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nes la realidad se dibuja con la textura de una herida; niños, jóvenes, adul-
tos a los que resulta imposible contener sus gritos y entonces la nitidez de
la expresión, donde el estar y el ser se evidencian con el ritmo de la
complementariedad, se convierte en amenaza para el curso del desarrollo y
sus procesos. Esa fuga expresiva, que no puede ser absorbida como pretex-
to, se torna demasiado intensa y la educación entonces se desnuda, expo-
niendo la fragilidad del espíritu que la domina y, fiel a la defensa del curso
cultural, recurre a uno de sus mayores contenidos; la división. Quienes han
empezado a evidenciarse como personas que tienen sus propias reacciones
ante las fuerzas que en ellos imprime la realidad, son desplazados por vio-
lentos, por débiles, por lentos, por ensimismados, por ilusos, por traviesos,
por pretender resolver los conflictos de la misma manera que los padres de
la patria, por dedicarse a pintar sobre un cielo amarillo una enorme luna
verde, cuando el mundo entero les exige memorizar un poema de Huidobro.

Por qué si respiro


y pienso en el mar, en el aleteo
del viento en las colinas,
en correr al encuentro del sol
como si anidaran en ellos
los brazos de mi madre.
Por qué me siento solo
si vuelo en tantas cosas.

Si en tantas cosas tiemblo,


si en tantas cosas sueño,
por qué son tan distintas
y en nidos tan lejanos
se cobijan
las cosas que vuelan a mi lado.

Y sobre esta tensión educativa se pretende, en gran parte de los paí-


ses del mundo, resolver la inequidad, y el estado de vulnerabilidad y exclu-
sión que se presenta en su población. Basta con observar cómo los niños
que por razones conductuales son percibidos y tratados por los sistemas
educativos como amenazas, para identificar el curso práctico de la educa-
ción, su posición frente al ser y a sus motivaciones y problemáticas. Frente
a ellos, una versión externa agudiza siempre sus sentidos y responde.

Esa fuga expresiva, ese llanto coherente con la extensión de la heri-


da, se dilata como la visibilización de una realidad que pone en peligro el

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clima relacional adecuado a la construcción de sujetos sostenidos en el
eje de adaptabilidad a los cambios. La escuela, como laboratorio de
producción de competencias, actúa inhibiendo la posibilidad a que la
genuina movilización del ser se pregunte y responda qué o quiénes ge-
neran esos cambios, qué o quiénes proyectan del presente la enverga-
dura de sus alas abiertas para instalar las cualidades del individuo del
futuro.

Este modo de educación, que sin embargo es transversal a los diver-


sos estratos sociales, encuentra en los grupos que ostentan el poder en la
sociedad una disposición de abdicación efectiva, coherente con su posi-
ción de reales beneficiarios, materializando el presente como una práctica
constante de las realidades que les abrazarán en el futuro. La soledad y el
desplazamiento del ser se resuelve en ellos de una manera distinta, y cur-
san el sometimiento de sus niños con recreos sostenidos y abundantes. En
los sectores mayoritarios en tanto, la educación se esfuerza en arrancar,
fragmentar, el presente, vaciando la posibilidad de que la multiplicidad de
situaciones y relaciones que presenta la realidad se convierta en una forma
de sentir y proyectar y proyectarse en el mundo. Por lo general, los niños
“amenazas”, en el mejor de los casos, son separados de sus pares y tratados
con programas marginales a la posibilidad de sentir y abordar los proble-
mas del otro como propios. Es más importante que los niños y jóvenes, y
quienes participan con ellos en el proceso educativo, avancen en el domi-
nio de las competencias que les harán correr en el futuro, a permitir que
“quienes van por un buen camino” se detengan a pensar en los problemas
del otro y en torno al despliegue de sus afectos, curiosidades y vínculos se
resuelva la movilización de sus aprendizajes.

En este contexto, la disposición del docente, del directivo de escue-


la, del “buen alumno”, del apoderado comprometido con la educación de
su hijo o hija, del sostenedor de colegios, se manifiesta coherentemente
con el ejercicio de ir transitando en una red precaria, competitiva, con am-
plios vacíos y tensionada por ataduras de indicadores ajenos. En lugar de
conmoverse ante un niño que expresa sus dificultades, se ven convocados
a temblar, a sentir amenazados su trabajo, su cargo, su futuro, sus esfuer-
zos o la imagen de su empresa y sus ganancias.

Esto, sin embargo, es una grito evidente de un estilo general de edu-


cación que, con otros detalles, aparentemente subterráneos, transversaliza
una dinámica, una forma de operar, de alinear el sentido de los ojos sobre
el mundo, de conducir voluntades, de anticipar al ser y sus anhelos. No por

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nada, en Chile, el veinte por ciento de los escolares de entre 12 y 14 años
ha pensado en suicidarse. No por nada es en los jóvenes en quienes los
adultos menos confían. No por nada la violencia aumenta en las aulas del
mundo como los envoltorios plásticos en las aceras, sobre el césped y en
las playas. No por nada las depresiones y ansiedades se multiplican como
los espacios vacíos en los bosques nativos. No por nada la droga constituye
cada día más ventanas para contemplar nuevos paisajes, mientras en las
poblaciones las plazas ruegan para que alguien se les acerque y volver a ser
motivo de contemplación y convivencia. No por nada las leyes se modifi-
can para condenar también a quienes podrían estar jugando al trompo, a las
naciones, o elevando volantines. No por nada las cárceles están llenas de
asesinos, ladrones, violadores, que un día fueron niños percibidos y trata-
dos como amenazas. No por nada los presupuestos militares son tan altos,
tan amplios, tan profundos. No por nada, los gestos de amor, de solidari-
dad, de integración, se han anquilosado en ciertas instituciones y no en la
forma de vivir y organizarse en cada hogar, en cada calle, en cada barrio.
No por nada, cada tres o cien palabras, después de dos o diez caricias, o al
mismo tiempo de aprender y utilizar un dato nuevo, sentimos otra vez que
estamos solos, que algo falta en nosotros, una duda, el aletear de algo,
algún incendio, el sentido de una voz, una batalla.

Para muestra un destello. Justo antes del último punto seguido, hoy
seis de julio de 2006, el Ministro del Trabajo sustenta la posibilidad de
otorgar más de un día libre a un trabajador o trabajadora que ha sufrido la
pérdida de su cónyuge o de un hijo, indicando que, inmerso en el dolor, la
concentración y capacidad laboral disminuye. Dos, tres, cuatro veces lo
repite, con un temblor en los labios, porque tal vez es otra cosa lo que
quisiera decir y lo que siente. Tal vez, pero el desarrollo exige otra respues-
ta, un fundamento imparcial, reproducible, compatible con una práctica
que reconoce la vulnerabilidad del ser como amenaza. Producir amor,
curvarse de inquietud ante el dolor del otro o encantarse, son puentes de
ríos improbables, no hay competencias evidentes en el ejercicio de ensam-
blar sus estructuras. Dicho de un modo menos cursivo, no es rentable. El
amor, la textura del espíritu analogándose en el otro, en el aire y los astros,
es algo transversal, es otra cosa. El desarrollo, en cambio, es vertical, viril,
irreductible, y ante su edificación se inclinan la pena, el hambre, la dulzu-
ra, la contemplación, la magia, el asombro y sus deshielos. De lo contrario,
otras serían las preguntas y otras las respuestas. No se hubiera podido re-
orientar el sueño de tocar la luna hacia la elaboración de fatídicos misiles,
ni el anhelo de conocer la esencia de las cosas hacia la consecución y el
estallido de una bomba de neutrones.

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Sobre este mar, con olas que van y vienen perforadas, el aprendiza-
je adquiere su ritmo y personalidad. Esclava de una dinámica cultural que
sustenta un estilo de desarrollo protagonizado por unos pocos, la educa-
ción sedimenta una manera de aprender, de mirarse y de mirar, de compa-
rar, de legitimar que el techo de unos se proyecte en las estrellas y los de
otros se cierre justo encima de su pelo. Un aprendizaje atiborrado de res-
puestas, henchido de tantas anticipaciones que la expresión del ser se ex-
tiende en un relato de fuegos fatuos, de esporádicos encantamientos que
nos hacen llorar y recordarnos.

Y, sin embargo, cuánta dulzura


piel adentro, abrazada a los huesos,
adherida a los paisajes de nuestras células
que alguna vez compusieron una flor,
la corteza de un cerezo, la respiración de una alondra
y que mañana
trepada en otros párpados
o fluyendo bajo tierra, pacientemente,
preparará su nuevo canto
en la evolución de una cigarra.

Cuánta nieve encendida en el alma


de los que cruzan los valles abrazados,
cuánto beso oportuno, cuánta lengua
trepidante. Cuántos braseros, a las diez de la noche,
con naranjas encendidas y palabras ardiendo.

Qué incesantes deseos


de volcar nuestros pasos sobre nuevos abismos
con una flor en las manos, con un enjambre de luz,
con una palada de tierra, con un hacha.

Cuántas veces al día, en silencio, con los ojos cerrados


derribamos estatuas, perfeccionamos molinos,
transparentamos ventanas. Gloriosos instantes
que creímos perdidos. Llamaradas
otra vez nuestras manos
y desconcertados por fin nos detenemos,
agrupamos los recuerdos, los miramos
y una tras otras las nuevas montañas se levantan.
De tierra, de agua, de avena, de sudor, de polen,

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de saliva o de lágrimas, rodeadas de sí mismas
y en torno a otras se extienden y se abrazan.

Era entonces cierta nuestra pena, decimos,


y la intención de nuestros dedos
de habilitarse en el vuelo de los pájaros
o en el sonido del agua filtrándose en la arena.

Era cierto que la tierra nos amaba


y que su sed de ti, de mí, de todos
agudizaba su impaciencia en nuestros labios.

Somos cierto entonces, nos decimos


y al mirarnos sólo un gesto, un brisa ligera
nos delata. El momento lejano
ya es ahora.

¿Cómo avanzar hacia la transformación de la educación, para cons-


truir una nueva cultura y, a partir de ella, transitar un proceso de desarrollo
sustentado en el ejercicio del ser relacionado con el protagonismo de todos
los que conformamos la vida en el planeta? ¿Cómo fluir del estar esclavi-
zado al ser poético, despierto, desplegado en los otros y en lo otro, sensible
ante la herida que se abre en cualquier sitio del mundo, demandante de la
trayectoria del agua, del viento, de las aves, del sentido de la luz y de la
sombra, abrazado a preguntas que surgen de la inquietud manifiesta de
caminos comunes?

Es hora de responder como valientes al temblor y a las señales de


nuestras experiencias.

Es hora de vitalizar la convocatoria a soñar el país y el mundo que


queremos, con los sucesos, complicidades, abrazos y estaciones que de
sólo imaginarlas navegables, nuestro espíritu tiembla.

Es hora de proyectar el camino y, en torno a él, la educación, la


pedagogía, el estilo relacional y la organización que demanda, que exige la
esencialidad de un país y un mundo que se construye con la movilización
del ser y el protagonismo del conjunto de personas, experiencias, conteni-
dos y anhelos de quienes lo pueblan.

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166
Un solo cuerpo sagrado:
Una meditación ecofeminista
Mary Judith Ress

Mary Judith Ress, teóloga ecofeminista, es una de las fundado-


ras del colectivo feminista Con-spirando. Nació en Ohio, Estados Uni-
dos, en 1942.

Introducción

No hay duda que estamos viviendo en tiempos de crisis. Estamos


dándonos cuenta que hemos destruido nuestros ecosistemas a tal punto que
están muriendo frente a nuestros propios ojos. En informe tras informe, los
biólogos, los físicos y los ecologistas están entregándonos datos alarman-
tes sobre el deterioro acelerado del planeta.

Según el geo-teólogo Thomas Berry, un sacerdote pasionista norte-


americano, «no estamos simplemente experimentando otro periodo de cam-
bio histórico o modificación cultural. Lo que está pasando es de un orden
de magnitud geológico y biológico. Estamos desequilibrando el sistema
entero del planeta que ha sido formado durante algunos mil millones de
años». Y concluye que «en este momento tenemos una presencia
distorsionada de la especie humana sobre la tierra».1

Una respuesta a esta crisis es el ecofeminismo.2 La intuición funda-


mental del ecofeminismo es la convicción de que la opresión de la mujer y
la destrucción del planeta vienen del mismo sistema patriarcal —de «po-
der sobre»— que niega la unión primordial de todo el cosmos. El
ecofeminismo invita a redescubrir quienes somos como especie humana.

1
Thomas Berry, The Dream of the Earth. (San Francisco: Sierra Club Books, 1988), pp. 53-54..

2
El término «ecofeminismo» fue utilizado por primera vez en 1976 por la filósofa francesa
Francoise D’Eaubonne. Tiene sus raíces en el ecología profunda y del feminismo crítico o
radical. Ver Miles, Marie y Shiva, Vandanna, Ecofeminism. (London: Zed Books, 1993), p. 13..

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Invita a reubicarnos dentro del tejido de la comunidad de vida de la tierra
como una respuesta de detener la destrucción del planeta. Propone un nue-
vo paradigma, una nueva cosmovisión que está más en armonía con los
ecosistemas del planeta y con las fuerzas del universo. En síntesis, el
ecofeminismo propone una nueva perspectiva para percibir la realidad. Pero
a la vez, el ecofeminismo no es más de una nueva palabra para una sabidu-
ría muy antigua que todavía duerme dentro de nuestras memorias genéticas.
Intuimos que no somos los «masters of the universe» sino una hebra dentro
del gran tejido de la vida. Somos, en un sentido profundo, como dijo Carl
Sagan, «polvo de estrellas contemplando las estrellas».

La metáfora del ecofeminismo es el cuerpo: formamos parte de un


solo cuerpo sagrado. Estoy convencida de esto. Quiero ofrecerles una me-
ditación que he hecho sobre esta gran intuición fundamental del
ecofeminismo:3

Sorpresa Sin Fin

El universo está lleno de sorpresas. Más aún, es Creatividad


Continua, Sorpresa Sin Fin. Está constantemente involucrado en una
dinámica de sobrepasarse a sí mismo. Está impulsado siempre hacia
una complejidad major, a más diversidad. Y tú y yo formamos parte de
este proceso.

Estabas tú y estaba yo cuando nació el universo hace 15 billones de


años, en una gran fulguración. Energía, fuego, luz y calor estallaron en
todas las direcciones creando el universo, el tiempo, el espacio. La materia
de todo lo que alguna vez existiría —galaxias, estrellas, planetas, océanos,
montañas, árboles, hormigas, elefantes, Buda, Jesús, Teresa de Ávila,
Quetzalcóatl, Sor Juana Inés de la Cruz, tú, yo— estaba presente en la
energía de esa inimaginable fulguración primordial.

Estabas tú y estaba yo durante los siguientes billones de años de


noche fecunda cuando los átomos se juntaron para formar hidrógeno y helio.

3
Esta meditación estaba publicado en Con-spirando No. 7, (marzo, 1994) bajo el título «¿de
dónde viene nuestra creatividad?: una respuesta cosmológica» y está basada en el prólogo
del libro The Universe Story de Brian Swimme y Thomas Berry (San Francisco: Harper,
1992).

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Estabas tú y estaba yo cuando en un instante de esta noche fecunda,
el universo, en un gran estremecimiento, dio a luz a más de 100 mil
millones de galaxias —incluyendo la nuestra, la relativamente insigni-
ficante Vía Láctea. Cada galaxia tenía su propia dinámica interna; cada
una creó millones y millones de estrellas. La inmensa creatividad que
produjo el nacimiento de las galaxias fue un evento único: nunca nace-
rá otra galaxia.

Estabas tú y estaba yo cuando hace unos 5 billones de años, en


una esquina de la Vía Láctea, nació nuestra estrella desde la materia
estelar de la explosión de una supernova. Una vez nacido, nuestro sol
mostró los mismos principios de auto-organización presentes en el
universo entero y creó su propio sistema de planetas, incluyendo al
nuestro.

Estabas tú y estaba yo cuando la tierra, debido a su posición en


relación al sol y a su propia dinámica interna, mezcló dentro de su vien-
tre los minerales, los gases y líquidos a partir de los cuales creó, hace
unos 4 billones de años, la primera célula orgánica. Poco a poco, estas
células aprendieron a recordar, a juntarse, a adaptarse. En un gran sal-
to, aprendieron a “comer” la energía del sol. E inventaron el sexo para
reproducirse; y, también, inventaron la muerte a medida que algunos
seres vivientes aprendieron a comerse a otros.

Estabas tú y estaba yo cuando hace 600 millones de años, nacie-


ron una variedad asombrosa de organismos multicelulares: gusanos,
corales, insectos, almejas, estrellas de mar, esponjas, arañas, vertebrados,
etc. —además de otras especies hoy extinguidas. Los gusanos apren-
dieron a culebrear para cazar, mientras otros seres desarrollaron alas.
Algunos inventaron los dientes, mientras otras criaturas inventaron la
concha.

Estabas tú y estaba yo durante el milenio siguiente, cuando las olas


del mar fueron dejando algunas plantas enredadas en las rocas y éstas apren-
dieron a vivir a la orilla del mar; cuando poco a poco, algunas de estas
plantas se convirtieron en árboles y fueron capaces de llenar de vida verde
los continentes vacíos.

Estabas tú y estaba yo cuando los animales siguieron a las plan-


tas hacia la tierra y en algunos milenios más los continentes fueron
habitados por anfibios, reptiles, insectos y dinosaurios.

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Y también estabas tú y estaba yo cuando hace unos 67 millo-
nes de años, una colisión astronómica cambio la atmósfera de la tierra a tal
punto que casi todas las formas de vida animal tuvieron que reinventarse a
sí mismas o desaparecer. Esta destrucción también abrió nuevas posibili-
dades: las aves y los mamíferos —que no habrían podido desarrollarse en
presencia de los dinosaurios— florecieron como el resultado de este su-
puesto desastre.

Estabas tú y estaba yo cuando los mamíferos, al establecerse de


manera permanente en la tierra, hace unos 60 millones de años, empezaron
a desarrollar una sensibilidad emocional —una nueva capacidad del siste-
ma nervioso para sentir el universo. Tanto la belleza como el terror del
mundo se incrustaron profundamente en la psique de los mamíferos, in-
cluida la de los humanos. En algunas instancias muy raras, sobre todo en
los primates, esta sensibilidad emocional se combinó con una capacidad
neural de conciencia consciente de sí misma —éste fue el caso de los ma-
míferos humanos.

Estabas tú y estaba yo cuando hace 4 millones de años, nuestros/as


ancestros/as se pararon en dos pies; cuando hace 2 millones de años, he-
mos empezado a usar nuestros manos para moldear la materia de la tierra
en herramientas y a controlar el fuego; cuando hace unos 35.000 años,
hemos alcanzado un nuevo nivel de conciencia que expresamos festejando
con danza y música y realizando ceremonias en torno al paso de las esta-
ciones y a la muerte de nuestros seres queridos; cuando hace unos 20.000
años, hemos empezado el ciclo de domesticación de plantas y animales
que también nos fue domesticando a nosotros en la medida en que ya no
teníamos que seguir cazando y recolectando en tribus nómades.

Estabas tú y estaba yo cuando, con un aprovisionamiento seguro de


alimentos, empezamos a vivir en aldeas. En este nuevo contexto, pudimos
desarrollar la cerámica, el tejido, la arquitectura; pudimos construir tem-
plos y hacer ritos a la Gran Madre. Entre el período que va desde 10.000
hasta 5.000 años atrás, creamos las estructuras del lenguaje, la religión,
la cosmología, las artes que definirían a la civilización humana hasta
hoy en día.

Estabas tú y estaba yo cuando hace 5,000 años, hemos establecido


las grandes civilizaciones urbanas como los nuevos centros de poder:
Babilonia, París, Roma, Jerusalén, Atenas, Cairo, La Meca, Delhi,
Tenochtitlán, Cuzco. Estas grandes ciudades se caracterizaron por sus rela-

170
ciones jerárquicas y por el énfasis en la especialización de los trabajos. Fue
una época de muchas transformaciones: los ríos y los mares podían ahora
ser navegados y usados como vías de transporte; los bosques y los minera-
les podían ser explotados como recursos. En esta época la civilización hu-
mana creció en número y en riqueza: construimos grandes catedrales, pala-
cios y templos. Para proteger esta riqueza, creamos la fuerza militar con
armas cada vez más sofisticadas. Las guerras empezaron a ser crónicas.
La Diosa Madre de los tiempos neolíticos, más vinculada con la agricultu-
ra, fue reemplazada por un Dios Padre que como rey, gobernaba desde el
cielo.

Estabas tú y estaba yo cuando durante los siglos 19 y 20, hemos


desarrollado el estado-nación con su mística del nacionalismo, el progreso,
las libertades democráticas y los derechos individuales a la propiedad pri-
vada y al lucro económico; cuando hemos desarrollado tremendos poderes
científicos, tecnológicos, económicos hasta que podemos —en nuestra for-
ma humana— controlar los procesos mismos de la tierra y usarlos para el
bien de nuestra especie.

Estabas tú y estaba yo cuando recién en estos últimos años estamos


descubriendo que el universo no es un “lugar”, un telón de fondo para
nuestro actuar, sino una comunión-en-evolución constante de seres cada
vez más complejos.

Estás tú y estoy yo cuando la vida misma nos hace recordar lo que


la memoria de nuestros cuerpos, las células de origen, siempre han sabido:
que nada existe, ni ha existido, ni existirá, por sí mismo, sin todo el resto de
lo existente. Todo es parte de un mismo Misterio. Somos un eslabón en una
cadena de ADN que se reformula y transforma en cada momento.

Acuérdate bien: estabas tú y estaba yo presente en la bola de fuego


al principio del universo; después, en las galaxias; luego, en los planetas;
más adelante en el culebrear de los gusanos, en el volar de las aves, en las
ramas gigantes de las araucarias; y aun más adelante, en ese primer ser
humano que se paró en dos pies y usó sus manos para recoger el fuego;
después en la tribu recolectando fruta en el bosque; luego en la aldea cele-
brando los ciclos de la Gran Madre y más adelante en la ciudad dominada
por la catedral donde fuimos para rezar al Dios Padre.

Y luego, estarás tú y estaré yo presente en los seres que vendrán


después de nosotras/os quienes, como dijo H.G. Wells, “extenderán la mano

171
y tocarán las estrellas”.4 Estaremos en las nuevas especies, más complejas
que la especie humana, que alcanzarán modos de ser aún más íntimamente
relacionados entre sí. Nuevas sorpresas en esta danza cósmica de la Sor-
presa Sin Fin.

4
H.G. Wells, «The Discovery of the Future» (1902), citado en IDOC Internazionale 6/89,
«After Death: Earth as Matrix,» p. 2.

172
Los niños y los libros
en el arco iris de múltiples colores
Lucy Fernández

Lucy Fernández Rivera, 59 años, santiaguina, que luego de ser di-


bujante en oficinas de arquitectura, se traslada a Valparaíso donde vive
actualmente con su familia. La belleza del puerto la cautiva, efectuando
recorridos turísticos luego que conociera el Centro de Desarrollo Huma-
no Las Coincidencias de Isla Negra, donde se acerca a la poesía en los
cursos para formación de Guías Poéticos. Desde Marzo del 2001 se en-
cuentra trabajando voluntariamente en el Centro Chileno Nórdico de Lite-
ratura Infantil de Valparaíso.

Cuando uno dice que es afortunado, hay gente que se da vuelta y te


mira de arriba abajo, buscando el motivo de tanta fortuna. Y en la medida
que empiezo a contar bajo que concepto me siento afortunada, una luz
violeta comienza a recorrer lentamente mi cuerpo, matizando cada pa-
labra que pronuncio con hermosas tonalidades de rosa y azul toda vez
que explico a qué me dedico desde hace algo más de cinco años en
Valparaíso, luego de que un buen amigo y maestro del litoral de los
poetas, me presentara a una profesora danesa jubilada, que en esa fecha
había logrado traer un gran cargamento de cuentos desde su país, para
habilitar una biblioteca para niños, con sólo libros de cuento, destinada
a sembrar el placer por la lectura entre los niños de la zona, permitién-
doles conocer otras dimensiones y costumbres a través del excelente
material llegado desde Dinamarca.

Conocerla y encantarme con el lugar lleno de estanterías abarrota-


das de libros fue todo uno. Quedé muda al ver tanto material maravilloso.
Me acerqué a una de las repisas comenzando a leer con impaciencia los
títulos. Son libros desconocidos por mí, no se trata de cuentos clásicos de
hadas y príncipes encantados. Son modernos y actuales, con temas atingentes
a las dificultades y alegrías que tiene cualquier niño en su crecimiento,
otros que no tienen texto, siendo el ilustrador quien interpreta magistral-
mente una idea, cuyo hilo conductor nos remonta a sueños fugaces. Son
tantos los libros y juegos que se encuentran en las dos salas habilitadas,

173
que a pesar de mis años, sentí la alegría de una niña que descubre un gran
tesoro, asombrada de ver tanta variedad de temas, tamaño y color. Muchos
de ellos no habían sido traducidos aún, tarea a la cual se encontraba aboca-
da de lleno la creadora del proyecto luego que recolectara en colegios,
bibliotecas y editoriales de Dinamarca libros de autores reconocidos en el
mundo de la literatura infantil contemporánea con el propósito de atraer a
los niños y que no han tenido la oportunidad de conocer este tipo de mate-
rial de excelente calidad gráfica.

Provocar la alegría de un niño leyendo un cuento, es una labor


tan afortunada, que gustosa me ofrecí para acompañar a esta europea en
sus constantes visitas a los cerros del puerto donde acudimos desde el
comienzo a jardines, escuelas y colegios con mochilas cargadas del
valioso material que leeríamos. Nuestra llegada provocaba mucha cu-
riosidad entre los niños, sobre todo al explicar que les contaríamos cuen-
tos. Se acercaban a nuestro cargamento para tocar y mirar lo que portá-
bamos eligiendo ellos mismos los libros que deseaban escuchar, desde
donde iban saliendo cual caja de pandora, una variedad de aromáticas
flores, peces de distintos tamaños y colores, animales de variados ti-
pos, aves tropicales y personajes que los transportan tanto a exóticos
parajes, como a vivencias cotidianas, similares a las que ellos viven,
sintiéndose identificados con los protagonistas, quienes validan sus
experiencias dándoles a conocer otras soluciones, provocándoles ale-
gría al ver que hay niños de otras culturas que se enfrentan a las mismas
situaciones que viven ellos. Libros como “El día que Leopoldo se le-
vantó malvado” o “Estoy que reviento de rabia” despiertan mucho inte-
rés en ellos, pidiéndonos a gritos -¡Otra vez, tía, otra vez!!- a coro, lo
que hacemos con más gusto, para luego conversar sobre el tema que les
llamó la atención, produciéndose un diálogo tan transparente, que nos
acerca a la inocencia y al candor de los niños, potenciando nuestra la-
bor de tal manera que en vez de estar 20 minutos, vamos alargando la
jornada. Leemos otro par de cosas y luego al despedirnos, nos aplauden
y gritan: ¡bravo, bravo! ¡Qué mejor regalo a nuestros oídos! Nos va-
mos con una sonrisa dibujada en los labios, aunque al salir, la pobreza y
la vulnerabilidad del sector nos oprima el corazón. Esto es lo único que
podemos hacer por ellos: leerles con cariño los mágicos libros que nos
acompañan. Cómo quisiéramos usar nuestras varitas mágicas para trans-
formar el barro en calles aterciopeladas y pintar sus casas con colores
que reflejaran los novedosos nombres de algunos cerros: Alegre, Flori-
da, Mariposas, Placeres... aumentando la imaginación y creatividad de
sus complejas vidas.

174
Desde que estoy dedicada a esta actividad, siento que la vida tiene
más sentido. La distancia desde mi hogar a la biblioteca se acorta conside-
rablemente cuando evoco las reacciones de los niños con los libros. Miro
hacia mi derecha y veo el mar con ese intenso color azul turquesa que me
acompaña en el recorrido haciendo más suaves las curvas del camino y al
empezar a subir, cada día siento menos escarpados los cerros. Una vez que
llego a Miramar 316, giro la llave para abrir la puerta que me permite in-
gresar al mundo lúdico que tanta felicidad me ha traído, ya sea atendiendo
un turno en la biblioteca, visitando un hogar de niños, o algún colegio de
las comunas del interior. Hoy me toca atender en el local a 23 niños entre 4
y 5 años. Mientras abro las persianas de nuestro local y escojo el material
que usaré para la visita que tendremos ese día, pareciera que los personajes
de cada libro buscaran el protagonismo moviéndose nerviosamente en las
estanterías buscando mi atención. Luego tocan el timbre. Siento un enjam-
bre de vocecitas que charlan intranquilas. Acudo presurosa a abrir, salu-
dando a una serie de niños que vienen de la mano con sus tías educadoras.
El lugar nuevamente se llena de vida y de alegría. Los niños se sientan en
las sillitas que esperan ansiosas esta visita, mientras otros se acomodan en
los cojines sobre la alfombra. En ese momento les doy la bienvenida y
junto a la selección de libros que he hecho para la ocasión, comienzo a leer
y mostrar las imágenes del libro que me pareció atractivo para la edad de
los visitantes. De acuerdo a la respuesta que recibo de ellos, sigo con el
próximo cuento, apreciando el momento mágico y único de empatía que se
da junto a un grupo de niños que no sé si volveré a ver, sé poco o nada sé de
sus vidas, lo mismo ellos de mí, pero juntos nos hemos divertido, a lo
mejor alguno acercará a su madre o padre a conocernos. Es probable que
más de alguno cuente en su hogar lo que vio y escuchó. Habrá otros que no
recordarán esta actividad, pero me atrevo a decir en nombre de todo el
equipo que trabajamos voluntariamente en este proyecto, que el gozo de
sus caritas inocentes junto a sus expresiones de asombro, son el gran rega-
lo que la vida nos ha entregado. La cercanía con la poesía me trae a la
memoria la bella cita que tanto me impactó cuando descubrí la musicalidad
de las palabras en una parcela del litoral: “La monedita del alma se pierde
si no se da”, frase mágica que sintetiza el significado de mi fortuna. Y
aunque el número de integrantes ha crecido en la medida que nos conocen
en la región, nuestro proyecto tiene el gran problema de no ser sustentable,
teniendo el estigma de no saber hasta cuándo permaneceremos en esta ac-
ción comunitaria. Pero mientras tengamos la posibilidad de seguir tenien-
do ese público maravilloso que nos pide ¡otra vez tía, otra vez! con sus
voces infantiles tan queridas, las dificultades se resolverán seducidas por
el protagonismo de la gran cantidad de personajes que cada día danzan,

175
cantan y viven en el gran escenario que la biblioteca ha preparado para
cada libro enviado desde las lejanas tierras escandinavas a provocar estí-
mulos en las emociones y sentimientos de nuestros niños.

176
La Poesía de la Vida
Luis Weinstein

Luis Weinstein, 1931, médico, educador, poeta y ensayista, coordi-


na el Centro de Desarrollo Humano Las Coincidencias y trabaja en diver-
sas redes y proyectos educacionales con una orientación humanista,
existencial y social.

Manifiesto

El tiempo y el espacio, la energía, las leyes del cosmos, la compli-


cidad del mar y la memoria, de la historia, del amor y del poder, de la
lucidez y la sombra,
silenciosos, conspiran en arco iris.
liban sobre el vivir humano.
Al interior, hay inasible, azul, marginado a los bordes, extraño.
Es lo nuestro.
Es misterio, es magia, es poesía…
Poesía de palabras y miradas,
de momentos y de gestas,
de lágrimas y sonrisas,
de encuentros y de sueños,
de montañas y de flores,
de reverencias al sol y de cavilaciones con la luna
Poesía como el nombre del sentir atónito ante el hecho de estar en
este planeta.
Poesía, reconciliación por no llegar al absoluto.
Poesía como el trueque de la muerte por la creatividad
Poesía, militancia en el sentido mágico de la vida
Poesía: puente entre lo profano y lo sagrado
Entre la sabiduría y la belleza
Entre el verdecer del tiempo, el instante y la eternidad
Entre la utopía y la primera sonrisa del niño
Entre la trascendencia y la raíz estremecida del diálogo
Entre el secreto de la vida y el rubor de algunas miradas

177
Poesía como aquel tañido donde se encuentran la confianza y el
asombro

Miradas a la poesía en preguntas y esquemas

¿De dónde viene la palabra poesía?

-Del griego, poiesis, creación. Por allí discurre la opción, en biolo-


gía, de Maturana y Varela, de considerar a la vida como un “auto-poiesis”,
auto-creación.

¿Se habla de poesía, de “lo poético”, de los poemas, qué tipo de


ordenación se podría establecer sobre la extensión de la “cobertura”
del concepto de poesía?

Lo más difundido, actualmente, es llamar poesía a un género litera-


rio, caracterizado por una cierta forma, particularmente el uso del verso, en
una conocida clasificación de géneros en que acompaña al cuento, la nove-
la, el ensayo, el teatro, la crónica…

De allí se pasa a niveles más amplios de consideración:

La poesía como un género no sólo escrito, sino también oral, recita-


do y cantado. Poetas eran los rapsodas, narradores de tradición de los grie-
gos, los bardos, poetas místicos celtas, nuestros poetas populares y
payadores, los tlamatinimes, poetas-sabios de la antigua sociedad mexica-
na, y muchísimos personajes en toda clase de culturas.

Es la poesía como dimensión de toda literatura, ubicando como tal


no sólo los llamados poemas en prosa, sino, también, a numerosas novelas
y ensayos.

La poesía como trasfondo del arte, en general, por lo que se habla


de música, pintura, escultura, fotografía o danza poética.

La consideración de instancias o vivencias poéticas, más allá de


los poemas o del arte, incluyendo momentos expresivos del amor, la
amistad, la comunicación profunda, visiones de la naturaleza, de fanta-
sías, de sueños, de acciones colectivas, de descubrimientos teóricos o
científicos.

178
Lo poético como sinónimo de la situación humana, de nuestro lugar
en el cosmos como testigos del universo y su belleza, como copartícipes de
la creación. Lo emblemático, a ese respecto, es la frase de Hölderlin, “poé-
ticamente habita el hombre…”.

¿Qué es lo poético, cuál es su esencia, su fondo?

Hay una especie de gran división entre quienes ponen énfasis


en el lenguaje, particularmente poetas y partícipes del mundo literario y los
psicólogos, filósofos y el público sensible, en general, más propensos a ver los
“radicales” poéticos en diversos rasgos del psiquismo y la conducta humana.

Para gran parte de la ciudadanía, como para algunos pensadores, lo


esencial es lo afectivo, la poesía “conmueve”, es pensamiento unido a sen-
timientos.

Otros ponen el acento en la relación entre la búsqueda poética y el


conocimiento. Se explora, se descubre, a través de la poesía.

Hay quienes dan un relieve especial al papel de la poesía concer-


niente a lo misterioso, a lo inefable y, al mismo tiempo, a su capacidad para
producir un “encantamiento”, dando así una percepción que aúna las da-
das con anterioridad, poesía como un conocer-sentir lo enigmático. Del ser
y de la situación humana.

Para muchos virtuosos en este arte, la poesía es expresión lúdica,


goce de un cierto hacer.

Por fin, la referencia al lenguaje, artesanía, descubrimiento, respon-


sabilidad, dotes para dar brillo y desarrollo al lenguaje.

Tomando la poesía como proceso, viene la pregunta sobre dón-


de situar lo poético, ¿en el afuera, lo externo, en la vivencia del poeta,
en la obra, en la recepción?

Para los “realistas”, lo poético es el mundo, sus colores, sus mares,


sus pueblos o montañas. Es el emblemático “poesía eres tú…” de Gustavo
Adolfo Becker.

Los románticos se identifican con el sentir, la intuición, la imagina-


ción de los poetas.

179
La poesía como producto, como obra, es cercana a la visión acadé-
mica y al arte por el arte.

La orientación social se proyecta en el dar importancia a la recep-


ción, a la llegada de la poesía como educación, como crítica y propositividad
social.

Vecina a la consideración anterior es la pregunta sobre el origen


de la poesía, ¿cómo se explica, de dónde viene?

Para Platón, la inspiración es reminiscencia, recuerdo de otra exis-


tencia, del plano de las “ideas”.

Para Aristóteles, la poesía es mimesis, imitación de la naturaleza.

Según Schiller, hay dos poesías, la ingenua, directa, expresión de la


naturaleza, junto a la sentimental, la de la añoranza, nostalgia de una uni-
dad perdida.

Psicológicamente, se ha visto la poesía como contacto con lo in-


consciente y lo preconsciente, como una dimensión del desarrollo creativo,
como fijación infantil entre muchas visiones diferentes.

Desde la neurofisiología, se insiste en la participación del hemisfe-


rio cerebral derecho, intuitivo, analógico, afectivo.

Siempre se da el interrogante sobre el sentido y la valoración de


la poesía. ¿Para qué se vive o se escribe la poesía?

Caben detractores y afines, partidarios de la poesía “aséptica” y acé-


rrimos defensores del compromiso social o educativo. Una sistematización
provisoria podría ser:

Una expresión de inmadurez, de incapacidad de asumir la realidad.


“La poesía es escapismo, incapacidad…riesgo”.
La capacidad de expresión, de creación. Allí se puede situar el
creacionismo de Huidobro y Reverdy.
Es una manera integrada, amplia de ver la realidad, como afirma el
surrealismo.
Participa de capacidades extrasensoriales. El poeta es vate, vaticina,

180
es vidente.
Es una forma de conocer, equivalente a la razón, o más profunda
que ella.
Es una actividad centrada en sí misma, poesía pura, poesía por la
poesía.
Es una forma de explorar, de desarrollar, de preservar el lenguaje.
Es un medio de alcanzar estados superiores, elevación, trances mís-
ticos.
Es una forma de aportar a la educación, a la capacitación en cual-
quier área de la vida.
Es una manera de contribuir a los cambios, a la conciencia política,
a la crítica social, a cambiar la perspectiva cultural.

Las polaridades en la forma de evaluar el posible aporte de la poesía


están posiblemente simbolizados en Platón, filósofo poeta y en Shelley,
poeta filósofo. El filósofo griego dejó a los poetas fuera de su utopía, su
República, por ser “poseídos”, ajenos al control de la razón. En el otro
extremo, el poeta romántico inglés Shelley definió a los poetas como los
verdaderos legisladores de la humanidad.

Poesía, vivencia, creatividad, obra


Cursos de Guías Poéticos

Las Coincidencias

Lo poético

Algunas referencias Bibliográficas Generales

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Económica. México. 1963
2. Abrams, M H El espejo y la lámpara. Ed. Nova. Buenos
Aires. 1962
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Cultura Económica. México. 1982
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9. Bassare Fernández, A ¿Qué es la Poesía? Fondo de Cultura
Económica. México. 2002
10. Bauchard, C Poesía, mucha poesía en la educación
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11. Beguin, A El Alma Romántica y el Sueño Fondo de
Cultura Económica. México. 1974.
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13. Bloch, E The Utopian Function of Art and Poetry. The
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21. Dilthey, W Poética. Ed Losada. Buenos Aires. 1961
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23. Fernández Moreno Introducción a la Poesía. Fondo de Cultura
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24. Ghiselin, B The Creative Process. U. of California. 1964
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29. Ibáñez Langlois, J M Diez ejercicios de Comprensión Poética. Ed
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31. Juarroz, R Poesía y Creación. Ed Carlos Lohle. B. Aires.
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32. Isaacson, J El Poeta en la Sociedad de Masas. Ed
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36. Maritain, Situación de la Poesía. Ed. Desclee. Buenos
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38. Montes, H De Platón a Neruda. Vice rectoría de
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México. 1962
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Barcelona. 1997
48. Santayana, J Tres Poetas Filósofos. Fondo de Cultura
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51. Schiller, F Cartas sobre la Educación Estética del
Hombre. Ed .Aguilar. Madrid. 1963
52. Schiller, F Poesía Ingenua y Poesía Sentimental. Ed.
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55. Thomson, G D Marxismo y Poesía. A. Redondo Editor.
Barcelona. 1969
56. Ulloa, O Guía para los talleres populares de poesía. Ed
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57. Vattino, G Filosofía y Poesía. Gedisa. Barcelona. 1999
58. Xirau, R Poesía y Conocimiento. Ed. Joaquín Mortiz.
México. 1978
59. Zambrano, M El Hombre y lo Divino. Fondo de Cultura
Económica. México. 1955
60. Zweig, S Los Creadores. Ed. Tor. Buenos Aires. 1956.

Las Coincidencias.
Un proyecto para el nuevo paradigma

(Revisión 2006)

Los viajeros que llegan por primera vez a Isla Negra provenientes
de Talca o de París, de Sal si Puedes o de cualquier confín del Globo,
tienden a sorprenderse, en primera instancia, porque en la calle principal
del “pueblo elegido” por una de las cumbres de la poesía de todos los tiem-
pos emerge, en primer término, un paisaje, no demasiado próximo a la
inspiración poética, de pequeños negocios, de bajo perfil y estética no ex-
cesivamente exigente, con personas que atienden con simpatía, amabilidad
y parsimonia . Es la calle llamada en el libro de los años sesenta de Carlos
Rozas, “Isla Negra”, la “Wall Street” de la localidad. Está sin grandes cam-
bios a pesar de los avatares de la vida nacional en las alrededor de cuatro
décadas transcurridas desde entonces

184
Si al bajar del ómnibus en el paradero o al descender con cierto
cansancio de un auto, moto o bicicleta, se pregunta por Las Coincidencias,
nuestros visitantes encontrarán una sonrisa de complicidad y recibirán orien-
taciones que empiezan siendo claras, precisas, predecibles, del tenor de:
por la calle grande hacia el interior, Avenida Central, después por Santa
Luisa, la Parcela 30… Luego, lo que puede variar, la concepción de la natura-
leza del lugar: “un centro ecologista”, “la casa de los poetas”, “un lugar para
sanar locos”, “ un criadero de cactus”, “donde están las llamas”,” un local de
las bordadoras de Isla Negra”, “una escuela para adultos,” “un lugar interesan-
te para pasear”, “donde hacen cursos de turismo”, “ahí donde enseñan astro-
nomía “, “donde se conversa con el doctor psiquiatra”…

¿A qué obedece esta variedad de percepciones sobre el sentido del


proyecto Las Coincidencias? Una primera explicación es que, efectiva-
mente, todo lo dicho es cierto, o aproximadamente así, y, como Centro de
Desarrollo Humano, en Las Coincidencias se dan una diversidad de acti-
vidades; los vecinos hacen su propia ordenación, atendiendo, poniendo
énfasis, en unas u otras. En otro plano, es dable interpretar lo dicho como
consecuencia de la propia orientación de Las Coincidencias como propuesta
de foco cultural alternativo que, en forma no confrontacional, abierta, amis-
tosa, se inscribe en toda una perspectiva de “sentido común”, de paradig-
ma cultural básico, diferente al de la cultura realmente existente.

Las Coincidencias es un proyecto privado, sin fines de lucro, cuyo


propósito último es contribuir, en red con quien sea posible hacerlo, a un
cambio hacia una cultura humanista, participante, en que el progreso tec-
nológico se module con la justicia social, con la armonía con la naturale-
za, con el ahondamiento espiritual sin rigideces dogmáticas ni exclusiones.

Se trata de un Proyecto autónomo, que se integra en relaciones de


red que se han ido haciendo orgánicamente en base a la confianza básica
con diversas instituciones y proyectos, dentro y fuera del litoral, como
Artistas pro Ecología, el Colectivo Creavisión de jóvenes de Valparaíso, la
Corporación Ayún, la Casa Museo Pablo Neruda, el grupo Sueños de
médicos poetas, la Universidad Bolivariana, La Corporación de Estudios
de la Calidad de Vida, la Orquesta de Campanas de Luz Albert, la agrupa-
ción de Bordadoras de Isla Negra…

El Programa se lleva a cabo en una parcela de dos hectáreas, en que,


desde el inicio de los 90, se complementan las iniciativas de larga data de
muchas personas, grupos e instituciones en el llamado Litoral de las Artes

185
o de los Poetas, con talleres, cursos, encuentros y visitas en que se tiende a
colaborar a la apertura de las conciencias y a que se asuman proyectos de
vida críticos, solidarios, constructivos.

El contexto está dado por una combinación de mensajes destinados


a establecer contacto, empatía, recepción emocional, que los visitantes se
sientan acogidos cualquiera que sea su nivel de abstracción, su ideología y
su formación previa.

En el plano más elemental, el contacto se establece al acercarse a


unas simpáticas llamas; al recorrer un invernadero con variedad de cactus
y otras suculentas, en que generalmente se regalan plantas con nombres
simbólicos que aluden a la amistad, a la alegría, a la unidad, a las redes, al
compañerismo, a la nobleza… Se dan unos primeros diálogos de apertura a
propósito del por qué se han conferido esas denominaciones en un juego,
de alcances didácticos, de construcción de vínculos. Luego viene, en gene-
ral, la vuelta a ver algunas plantas emblemáticas como el Copihue, el Ca-
nelo, las Alstromerias. Esta primera etapa de una visita podría terminar en
un paso a otro nivel con la aproximación a un Jardín de plantas medicina-
les: “El Jardín de Goethe”.

La parcela es una especie de jardín de nombres, de citas de pensa-


mientos y poemas. En un segundo plano de introducción al proyecto, los
que tienen el tiempo y el deseo correspondiente y han concertado las visi-
tas, conversan sobre el sentido de la señalética. “¿Por qué se llama Las
Coincidencias?” “¿Por qué las salas se denominan El Asombro, El En-
cuentro, La Búsqueda“? Se sigue, según el tiempo y los intereses, la tarea
es larga. Existe un Mirador llamado de “Altazor, Alsino y El Hondero En-
tusiasta”, dos puentes que atraviesan una quebrada, el de “La Integración”
y el de “La Superación”, diversos caminos en que, en contacto con la natu-
raleza, se procura abrir el espíritu a la reflexión, la imaginación, la intui-
ción de sentido y el diálogo, con la lectura de citas de pensamientos y
versos. Allí están los caminos llamados: “Camino de las aproximaciones
al Ser Humano”, “Camino de la Salud Integral,” “ Camino de la Amistad”,
“Camino del Principito,” de “Antonio Machado”, de “Novalis,” de
“Whitman”, de “ William Blake”, de “César Vallejo”, “de Roberto Juarroz”,
de “Gabriela Mistral”, de “Pablo Neruda”, de “Vicente Huidobro,” de
“Nicanor Parra,” de “Pablo de Rokha”, de “Pedro Prado”, de “Gonzalo
Rojas”, de “Óscar Castro”. Existe el Jardincito de Juan Ramón Jiménez, el
Huerto de Federico García Lorca, el Rincón de la poesía Mapuche, el Ce-
rro de Pezoa Véliz. Hay cuatro “plazas”. Dos llevan nombres de homenaje

186
a cercanos importantes para Las Coincidencias que ya han fallecido, Ri-
cardo Mesa y María Paz García Huidobro. Las otras aluden a unas formas
de definir “Las Coincidencias”: Multiversidad y Diálogo.

Por Multiversidad se entiende una entidad formativa abierta, sin


más requisitos de ingreso que la capacidad de dialogar y trabajar en equi-
po, vertebrada en torno a temas y no a disciplinas, comprometida con las
redes afines, dispuesta al cambio de instalación territorial.

El diálogo atraviesa la propuesta de Las coincidencias, como suge-


rencia de diálogo entre las subpersonalidades de cada uno, diálogo
interpersonal, grupal, entre redes, entre corrientes culturales, entre
paradigmas…

Hay un sector, todavía en desarrollo, adecuado para el juego de los


niños, concurrido por la niñez cronológica y la que ya no lo es tanto.

Los nombres, las citas, los puentes, los caminos, las plazas…, son
el complemento, el punto de partida o una ilustración para conversaciones
en cursos y talleres. Lo inicial es, generalmente, percibir una vivencia es-
pecial que los visitantes describen como de encantamiento, como de haber
llegado a un espacio que les conecta con su propio centro, como una emo-
ción que quisieran que también experimentaran las personas más cercanas.

En este momento hay cuatro actividades centrales: los ensayos de la


Orquesta de Campanas de la profesora Luz Albert, el curso de Poesía, Sa-
lud y Espiritualidad de la escritora y terapeuta Moira Brnsic, el curso de
formación de Guías poéticos, en su décima versión, y un seminario abierto
sobre Desarrollo Humano, los dos últimos coordinados por el suscrito.

El curso de formación de guías poéticos, de duración anual, avala-


do como un Diplomado por la Universidad Bolivariana de Santiago, cons-
ta de una reunión semanal a la que asisten fundamentalmente personas de
la Provincia de San Antonio. Se orienta a abrir caminos a una mirada
integradora al ser humano, a la realidad, al nuevo paradigma cultural bási-
co, apoyándose en tres corrientes básicas de sentido: a) el trabajo con la
noción de salud integral como articulación de puentes entre la cultura ac-
tual y una visión más amplia de la realidad, la cultura y el ser humano;
b) nociones prácticas de desarrollo personal especialmente orientadas a la
autonomía, la creatividad, la formación de vínculos, el trabajo con las dis-
tintas vertientes de la situación humana, la comunicación interpersonal en

187
profundidad, a la manera de los grupos de encuentro; c) la sensibilización
a la vivencia poética, al asombro, a la amistad, al amor, a la gratuidad, a la
comunicación profunda, a la ternura, a la naturaleza, al misterio. Trabaja-
mos todos los años distintos autores claves. El año pasado fueron El Qui-
jote y Gabriela Mistral. Este año ha correspondido hacerlo con “Los Her-
manos Karamasov”, la poesía de Quevedo y la orientación de María
Zambrano hacia la racionalidad poética.

El año pasado empezamos una versión virtual del curso, con una
correspondencia mínima con el facilitador de una vez al mes.

El Seminario, de duración indefinida, fue iniciado igualmente el


año 2005, también bajo el patrocinio de la Universidad Bolivariana. Com-
prende sesiones mensuales a las que asisten personas de las Provincias de
San Antonio, Valparaíso y Santiago. Su núcleo básico está formado por
jóvenes del colectivo Creavisión de Valparaíso y los propios guías poéti-
cos. Trabaja visiones del ser humano en diversas culturas y propuestas es-
pirituales y temas antropólogicos básicos como el amor, el poder y la paz.

Los cursos, talleres y la señalética expresan la propuesta propia del


Centro, lo eferente, lo Yang. Existe la otra dimensión, receptiva, Yin, en
que se acogen talleres, cursos, visitas guiadas portadoras de valores afines.
Lo principal, a ese respecto, en este momento, es el taller de un grupo
considerable de las Bordadoras de Isla Negra, continuadoras de la histórica
iniciativa que guiara la señora Leonor Sobrino, contemporánea de Neruda,
hija del primer veraneante, don Eladio Sobrino

En este apresurado recorrido por un texto necesariamente escueto


podríamos terminar la visita a Las Coincidencias conversando sobre el
nombre. Una vez un vecino preguntó con prepotencia y ánimo descalificador
por qué se llama Las Coincidencias. Alguien respondió con prontitud: por
coincidencia… En el nombre está sintetizada un intuición de fondo: la im-
portancia del diálogo de paradigmas. Coincidencias alude en nuestra cul-
tura actual, en sus valores a co-incidir, actuar, incidir en conjunto. Un poco
en los bordes está un contenido que se asume en plenitud bajo otro referente,
más amplio, el del paradigma integrador: las coincidencias significativas. Lo
que ocurriría si justo en el momento en que lee estas líneas, el o la lectora que
nunca ha escuchado hablar de Las Coincidencias recibe un llamado de una
persona cercana indicándole que en Las Coincidencias se va a realizar una
cierta actividad. Sería una vivencia cercana al asombro, favorecedora de bús-
quedas y encuentros, de caminos de oportunidades para el desarrollo personal.

188
Una pregunta que suele salir en el diálogo abierto y profundo con
los visitantes es qué es lo que nos ha llegado más en la experiencia de Las
Coincidencias, lo más cercano a las expectativas. Son tres cosas que eran
impredecibles. La primera, la maravillosa relación que se tuviera con los
dos colaboradores fallecidos, Ricardo Mesa, gran educador; Pachi García
Huidobro, alumna excepcionalmente comprometida del curso de guías,
aquejada de un cáncer terminal. Lo segundo es el lanzamiento, en el día
nacional de la Creatividad, de cuatro libros de poesía de personas cerca-
nas, entre ellos el de una niña de 10 años que se presentó diciendo que
seguramente los asistentes se extrañarían de que ella hablara de amor, pero
que ella iba más allá porque …estaba casada con la poesía. Lo tercero es
ver como las personas que participan en actividades formativas van expe-
rimentando cambios, toman iniciativas y empiezan a inscribirse en activi-
dades comunitarias con autonomía, con creatividad, con compromisos.
Coincidiendo con otros. Abiertas al asombro.

Notas sobre el Guiar Poético1

Para la Enciclopedia Británica2 , la función de guiar, “guidance” está


asociado a dos aspectos básicos propios de la cultura democrática, que son:

a) El que cada individuo tiene el derecho de conformar su propio


destino.

b) El que los miembros relativamente maduros y experimentados


de una comunidad son responsables de asegurar de que cada persona tome
sus opciones atendiendo a sus propios intereses como a los de la sociedad
a la que pertenezca.

Los diccionarios suelen hacer especificaciones neutrales en el sen-


tido valórico y engloban al término guía en sus diversas acepciones que
incluyen distintos instrumentos de uso cotidiano.

1
Material de apoyo utilizado en los cursos del Proyecto Las Coincidencias, Isla Negra.

2
Enciclopedia Británica. W. Benton. Publisken Chicago 1962 “Guidance”.

189
Así, el diccionario Etimológico de Roque Barría3 apunta a la
función de “encaminar y dirigir”.

El diccionario de la Real Academia4 define guía como: “Persona


que acompaña y enseña a otra el camino, fig. Persona que enseña y dirige a
otra. Mil. Sargento o cabo que dirige la alineación de la tropa. Lo que
dirige o encamina. Libro en que se dan reglas y preceptos para encaminar o
dirigir en algo. Despacho que lleva consigo el que transporta algunos gé-
neros y sin el cual no pueden circular libremente. Sarmiento o vara que se
pone en las cepas y en los árboles para dirigirlos. Pieza que sirve para
obligar a otra a que siga en su movimiento camino determinado. Cada una
de las puntas o extremos del bigote cuando están retorcidos. Caballería que
va delante de todas en un tiro fuera del tronco. Mas. Voz que va delante en
la fuga. Amér. En Colombia, gamarra del mes de un caballo, pl. Riendas
para gobernar los caballos de guías”.

Ambos textos enumeran una serie de medios, de “cosas que guían”,


incluyendo las “guías de despacho”, las guías, mechas de pólvora, las guías
varas para dirigir el crecimiento de las plantas.

Rodolfo Oroz señala, en su Diccionario de la Lengua Castellana5 ,


que guía es:
El que acompaña a alguien para enseñarle el camino.
Es persona que enseña y dirige a otro.
Despacho que lleva consigo el que trasporta algún género.
Documento que acredita el envío de una mercadería.
Lo que dirige o encamina.
Baquiano, conocedor de una regla.
Pauta, norma, jefe, cabeza.

Nicolás Abbagnano6 en su Diccionario de Filosofía, hace equipara-

3
Barría, Roque. Primer Diccionario General Etimológico de la Lengua Española. F. Seix,
Barcelona, Tomo 2, 1879.

4
Enciclopedia Concisa, Sopena, Tomo2, Editorial Ramón Sopena, S.A. España, Barcelona
1974.

5
Oroz, Rodolfo, Diccionario de la Lengua Castellana, Ed. Universitaria, Santiago 1942.

6
Abbagnano, Nicola, Diccionario de Filosofía. Fondo de Cultura Económica, México 1963.

190
ble “guía” con principio. A su vez, especifica que en la tradición filosófica
principio equivale a inicio y a fundamento o causa.

Sintetizando y recurriendo a nuestra vida cotidiana, nos encon-


tramos con el término guía en relación a una serie de objetos de uso
corriente y en la consideración de un determinado rol personal, la fun-
ción de guiar.

Contamos, efectivamente, con guías de despacho, guías telefóni-


cas, la antigua guía de los caballos que ahora conocemos como rienda, las
guías turísticas, los libros que “guían” para múltiples propósitos. Basta
recordar los cursos en que se planteaba que el marxismo es “una guía para
la acción”, textos como el de Schumacher presentado como una “Guía
para perplejos”, el gran acopio de guías de diferentes dominios culturales
y, en especial, su presencia en el ámbito de la formación espiritual.

La Enciclopedia Británica hace hincapié en la inscripción de la fun-


ción de guías en la cultura democrática. A ese respecto, podríamos descri-
bir tres formas de guiar, tres dimensiones, susceptibles de ser llamadas,
con todas las relatividades del caso, mecánico-práctica, autoritaria y de-
mocrática.

Hay instancias neutras desde el punto de vista de la tensión autori-


tarismo-democracia. Cuando mostramos un camino, “es por ahí señora…”
estamos entregando un dato, ni forzamos a alguien a realizar algo ni entra-
mos en diálogo, estamos informando. Puede, por supuesto argumentarse
que en la realidad siempre hay un tono, más o menos amable, de mayor o
menor compromiso y respeto con el otro, pero es innegable que hay una
función humana próxima a la de los “objetos que guían”, en el sentido de
que decir esa es la calle Narciso Aguirre no está muy alejado de ubicar esa
dirección en un croquis de la localidad de El Quisco.

Lo complejo, lo que prepara para la discusión sobre el perfil de un


guía poético es el componente “formativo”, no “informativo” del guiar.

El Guiar Democrático:

Hay un guiar autoritario y un guiar democrático. Es cierto, se trata


de modelos ideales que en la función de guías se dan en forma cambiante,
relativa a circunstancia, a temas. Sin embargo, en el guiar se presentan
matices más o menos democráticos y autoritarios.

191
Se llama modo de ser autoritario a un conjunto de rasgos7 que va-
mos a esquematizar.

1) lo predominante es la separación neta entre el mandar y el obede-


cer, con poco lugar para la crítica y la cooperación. La formula es: “en esto
mando, a aquel lo mando, aquí obedezco, a ese lo obedezco”. Cuando se
manda no hay lugar a espacios de interacción, de escuchar a la otra parte.
La obediencia es también ciega, sin discusión.

2.- Un tono de rigidez general, de encuadres sin flexibilidad, de


nociones aprendidas que se generalizan no importa cuál sea el contexto.

3.- Intolerancia por lo subjetivo, por lo confuso, por lo ambiguo, lo


ambivalente, lo frágil, por las minorías.

4.- Adhesión a la fuerza, a los prejuicios; a lo establecido.

Por contraste, en el modo de ser democrático hay un rescate de la


igualdad básica de los seres humanos, de la importancia de los derechos
humanos, de la participación, de la riqueza de la subjetividad, de las visio-
nes de conjunto, del espíritu crítico.

Una relación democrática padre e hijo no admite dudas, réplicas,


opiniones. El padre “sabe” hacia donde va, no requiere la exploración de
los intereses y características del niño, no se abre a la consulta de otras
personas.

En un caso hay un guiar democrático. En el otro autoritario.

Los guías turísticos muestran, hacen “tours”, explican, enseñan.


En la función del guía turístico se da el consabido aspecto informativo.
También, nuestro distingo temático, la tensión entre democracia y au-
toritarismo. Hay guías omnisapientes, reacios a toda pregunta, suge-
rencia, sugerencia, crítica. Son personas que se refugian en su pauta,
rehusan todo innovar, no estimulan la participación de los grupos. Por
otro lado, el polo de la apertura, el aceptar que las personas “guiadas”
pueden aportar algún dato útil, que tienen el derecho legítimo a pregun-
tar y discrepar.

7
Weinstein, Luis. Autoritarismo o Creatividad Social, Ed. Minga, Santiago 1982.

192
Hablamos de tendencias y no de condiciones absolutas. El trabajo de
guía se enmarca en un tiempo, en una pauta. Está sujeto a una supervisión. No
sólo no cabe la degeneración de la democracia en un “dejar hacer”, sino que la
apertura a la participación y la creatividad están forzosamente limitadas.

El elemento clave es, siempre, el contacto, la afectividad. Puede no


haber tiempo para un discutir algo, para entretenerse más en un lugar, de
acuerdo a los deseos de los participantes en el “Tour”. El tema es que la
explicación sea respetuosa, se procure un buen contacto. Hay maneras
“sintónicas”, no agraviantes, agradables, de decir no, de poner límites.

¿Guías Poéticos? Consideramos al “guía poético” como un desarro-


llo dentro del “guiar democrático”, en que no hay sólo un respeto por el
otro sino una labor de promoción humana…

Más allá del respeto, del escuchar, existe un interesarse en la subje-


tividad del otro, en su intimidad inefable, una complicidad con su sensibi-
lidad, con su apertura a la belleza, a la emoción profunda.

En ese sentido, el guiar poético, es distinto al ser guía en el aprendi-


zaje de técnicas de escribir poesía, en el estudio de autores o en el recorrido
por instituciones dedicadas a la memoria de un autor.

Ponemos el subtítulo entre interrogantes. Estamos en un camino de


búsqueda, de hipótesis, de preguntas.

Partimos de una distinción entre poemas, formas literarias y poesía.


La poesía, en esta lectura, discurre por la música, por las artes plásticas,
por las vivencias de los enamorados, por instancias de estremecimiento
social, por momentos de plenitud espiritual.

Los poetas no son poseedores exclusivos de la poesía, son intérpre-


tes. Son asientos de florecimiento de lo poético. Sin embargo, en ánimo
pluralista, democrático, decimos que hay poesía en muchas vivencias de
personas que no escriben, mientras contemplan el mar, reconocen un bos-
que, miran a alguien a los ojos, escuchan a Bach, rezan o leen a Shakespeare.

¿Cómo se guía prácticamente, qué es ser guía poético? De partida,


un objetivo nunca alcanzado plenamente, en consonancia con las profun-
didades de las vivencias poéticas. Sin embargo, el guiar democrático no
implica jerarquías. Una persona puede ser guía poético, en el sentido ins-

193
trumental, sin ser alguien de una sensibilidad o de una creatividad poética
excepcional. Lo importante es que, necesariamente, entre a orientar, a for-
mar, en un sentido determinado.

Un guía poético, por ejemplo, muestra donde las olas se elevan en


un roquerío, dando la emoción de la fuerza y de un colorido inusitado, sin
tener que dictar cuál es la vivencia que debieran necesariamente despertar
en el otro. Muestra, a lo mejor cuenta algo de sí, escucha, se interesa en lo
que le ocurre al visitante.

Un guía poético destaca la presencia en el campo de una astromelia,


flor silvestre de especial belleza, entrega algunos datos generales al modo
de que en esta zona las hay de un color naranja y de un rosa pálido, que son
flores cultivadas en otros países. Luego, escucha, conectado, el comenta-
rio, pone atención en el rostro, en la emoción de la persona del grupo.

Un guía poético señala la casa de un pintor o un poeta, da alguna


referencia sobre su obra y su conexión con el lugar, pregunta si alguien
tiene algo que contar. No da la impresión de un cierre, de una verdad abso-
luta. No es omnipotente. Por supuesto, no es autoritario.

Los guías poéticos no son, necesariamente poetas ni eruditos en


poesía, son personas que facilitan, democráticamente, que se expresen las
vivencias poéticas, diversas, propios de cada grupo y de cada participante.

Es evidente que para poder cumplir esa función los guías poéticos
requieren ser sensibles, querer lo poético. Es una condición necesaria, pero
no suficiente. Además de tener proximidad con la poesía, deben ser perso-
nas que ayuden, que faciliten, el que otros entren en contacto con la poesía.
Eso significa ser comunicantes, abiertos a los otros, susceptibles de engen-
drar confianza, confiados.

Sobre esa base, de personas que están dispuestas a trabajar como


guías, que empatizan con lo poético, podemos aventurarnos a hacer una
tipología de los guías poéticos posibles.

Como todo lo planteado en este artículo, estamos en un terreno muy


preliminar, hilvanando supuestos, esperando la confirmación en el diálo-
go, en la práctica, en los procesos formativos por realizar.

Anticipamos, según se puede presumir de lo esbozado, dos énfasis

194
en este guiar poético, ambos referidos a la “vivencia poética”.

Por una parte, la experiencia poética directa, la naturaleza, las per-


sonas, el encuentro, no mediados por el arte. Es un acercarse a instancias
“naturales” y “sociales”, de difícil diferenciación.

Podríamos llamar “momento natural” la visión de un cielo estrellado,


sin nubes, con la majestad de la vía lactea, la cruz del sur, Venus apareciendo.
Sería “momento social” la compenetración con la forma como un grupo entra
en un silencio, recuerda, se emociona, tiene deseos de contar su vivencia…

En todo caso, siempre estableciendo hitos provisorios, hay un con-


junto de “objetos poéticos”: el atardecer, la aurora, la noche, el mar y su
contorno, las plantas, las montañas, ciertas viviendas, pueblos, carruajes,
animales, canto de pájaros…; podemos, igualmente, apuntar a instancias
humanas poéticas, una ronda infantil, un diálogo adolescente, miradas de
enamorados, personas mayores ayudándose y acariciándose, el despedirse
de un moribundo, la alegría de un nacimiento…

Pueden existir guías poéticos naturales y guías poéticos sociales. A


ellos habría que agregar lo clásico, los guías “artísticos”. Allí, para facilitar
la comunicación, podría establecer la subdivisión, la poesía del arte, en
general, y la poesía del género poético.

Poesía del arte, más allá del poema, la sensibilidad de la prosa de


Gabriela Mistral, Neruda, Huidobro, Manuel Rojas, poesía nuestra de Las
Campanas de la Esperanza, de las “gordas” de Ricardo Mesa, de las
bordadoras de Isla Negra, o de los ponchos campesinos. La “poesía del
género poético”, puede, por supuesto, ser facilitada desde la perspectiva
del incentivar la creación propia y a partir del conocimiento, la aprehen-
sión, intuición, fantasía de los poetas que se deban acercar.

Cuando hacemos estos distingos provisorios estamos pensando en


los énfasis, en las fronteras de los guías potenciales. No es necesario elegir.
La experiencia demuestra que tienden a darse mayores o menores facilida-
des. En los hechos, en primera instancia, emergen con vocación y con tra-
yectoria los guías “naturales”, enamorados de ríos, rocas y paseos, junto a
los apasionados por el género poético, deseosos de compartir a Whitman,
Gabriela o Neruda.

En el objetivo de facilitar el desarrollo humano, será importante

195
sensibilizar con todo el campo de lo poético, legitimarlo como un todo y
diferenciarse, comprometerse, de acuerdo a la vocación, a las capacidades,
sin una exigencia a priori de excluir o de integrar nada.

Cuando hablamos de “guiar”, en un sentido democrático–poético,


no presumimos superioridad sobre los “guiados”. Es sólo la oportunidad
de facilitar procesos. A veces será un simple saber elegir qué mostrar, con
qué contacto, con qué adaptación a los interlocutores. En otras ocasiones,
se estará en condiciones de llevar a cabo una exposición, un taller, con
juegos, con expresión corporal, con instancias de imaginería, con recitales.

Detrás del guía poético tiene que haber la “virtualidad” de una gran
diversidad de quehaceres. Lo común está en la búsqueda de una no muy
común capacidad de aliar la democracia y la belleza, el respeto a lo inson-
dable de la poesía y el arrojo para buscar la veta personal, la dimensión en
que sea dable hacer un “servicio” poético.

En el fondo, siempre es indispensable tener presente la adver-


tencia de Shakespeare “no tratéis de guiar al que pretende elegir por sí
su propio camino”.

El concepto de integración

Empezar por el afecto

Guías y guiados se integran entre sí. ¿Cuándo? Tal vez cuando los
guías se sienten guiados y los guiados experimentan la sensación de guiar.
Por ahí va la integración profunda, la de participar del otro, a diferencia de
lo que es solamente externo, sentarse juntos, pasarse papeles, contarse lo
que a uno no le importe, lo anecdótico, datos fríos.

Para el guía los guiados son los “otros”, hasta el momento del acer-
camiento, del borramiento de fronteras, en que emerge el “nosotros”. Es un
chiste, es el contar algo personal, es que alguien necesitó una ayuda, por
diversos lados pueden caer los muros y aparecer esa emoción especial del
sentirse juntos. Por supuesto, no caben planificaciones, nadie puede prever
cuándo se producirá ésta u otra integración. Llega. Claro, los guías se sien-
te más seguros cuando las distancias se acortan en el hilo de lo substantivo,

196
mirando un amanecer escuchando un poema, recogiendo un testimonio.
Lo que vale es esa vivencia, abrirse a la misma, ser capaz de elaborarla y
conservarla, en cualquier momento colectivo.

Para jugarse por el valor, por la importancia de la integración, este


auto vacunarse con el propio grupo de trabajo, allí, en ese entonces, es
esencial. Necesario, pero no suficiente. También hay que profundizar en el
concepto de integración.

Los Dos Cerebros

Como siempre, el juego de los dos cerebros, el derecho, afectivo,


intuitivo, el de las metáforas, el femenino, el ying. El izquierdo, lineal,
lógico, masculino, yang. Integramos sintiendo, intuyendo, comparando, y,
también, razonando, analizando, esclareciendo.

La Superación de los Opuestos

Hay muchas formas de integrar. Una, importante en educación y en


salud es la de la superación de lo que se tiende a dar como opuestos opues-
tos. Veamos algunos, en el cuadro siguiente:

Contradicción Forma de Integrarse

Prevención - Curación La curación es una prevención


“secundaria”. La prevención es un
inicio de curación.
Consecuencia: Los sanitarios deben
saber “clínica” y los clínicos requieren
un sentir “sanitario”
Pensar y Sentir Pensar sintiendo
Sentir pensante
Base = Pensar que conoce y crea en lo
afectivo.
Afectividad que se explora, se analiza,
se cuenta.
continúa

197
Poesía por la poesía y Poesía clásica - romántica - lírica -
Poesía por la vida social.
Camino: la poesía es vida...
Desarrollar la poesía y la opción de
apreciar la poesía.

La lista de los “opuestos” a integrar, las llamadas dicotomías, es


interminable. Pensamos en veinte de los más cercanos.

Acción y Sentido Mirada ecológica y contenido ecológico


Compromiso y desapego Crítica y apoyo
Lo universal y lo individual Diálogo y discusión
Lo femenino y lo masculino Soledad y vinculación
Lo infinito y lo finito Arte y naturaleza
Orden y desorden Ética y estética
Creatividad y seguridad Mente y cuerpo
Programación y espontaneidad Estado y sociedad
Firmeza y ternura Razón e intuición
Paciencia y urgencia Creencia y poesía

La Relación de la Parte con el Todo

La realidad se nos da como un todo armónico. Es un universo con


una historia común. Son leyes que lo siguen iguales en todas partes. Hay
niveles de organización que no pueden ser entendidos a nivel de las partes
aisladas, llámense átomos, moléculas, células, tejidos, plantas, animales,
seres humanos, grupos, instituciones, comunidades. Lo saben los reloje-
ros, los entrenadores deportistas, los animadores familiares. Un reloj no es
una mera suma de piezas; éstas, puestas en cierta posición muy determina-
da, pasan, de ser pequeñas manecillas, pilas, vidrios o indicadores, a esa
realidad nueva que mide el tiempo. Los equipos requieren afiatamiento,
ajuste, experiencia, para poder construir un todo, integrarse. Una pareja,
sus hijos, son una familia en la medida que se han integrado de una cierta

198
manera, tan única, tan nueva, como lo es cada persona vista en sí misma.

En un curso se lleva la parte al todo juntando las lecturas, lo que se


conversa en casa, la práctica de las “tareas”, el contenido de una clase con
el resto de los constituyentes de la formación.

La integración como asimilación. Escuchamos decir: mira tus fortale-


zas, sácales partido para tu estudio y futuro trabajo; decimos: claro, como no,
es obvio y... de improviso vemos que contactamos con una emoción de proxi-
midad cuando contamos algo que nos ha pasado, que no afecta mucho. Los
otros nos escuchan conmovidos, movidos por nosotros... Integramos, asimila-
mos, si es el caso, que nos es importante abrirnos a compartir emociones y no
estar siempre protegidos por una máscara de imperturbabilidad.

A veces integramos la poesía de la naturaleza y no la poesía de los


artistas. En ocasiones integramos el verso y no la poesía de la novela.

Integramos asimilamos, según nuestras tendencias, nuestros momen-


tos. En ocasiones escuchamos cantar el verso de Serrat “se hace camino al
andar” como un sonido, una voz, una combinación de palabras, una leta-
nía. De repente lo “aplicamos” a lo nuestro, nos hacemos guías, guiando...
y hemos integrado el verso, lo hemos hecho nuestro.

Integrar, es también, la dimensión ética de ser íntegros. “Por inte-


gridad” ese guía reconoció que no sabía algo, que había olvidado mostrar
una parte del trayecto, que le costaba mucho hablar con alguien determinado...

Se dice que hay poemas que nos ayudan a ser más consistentes, más
íntegros. Son textos que hacen un llamado ético. A veces son muy directos,
como los “piecesitos de niños” de Gabriela Mistral... “piecesitos heridos, por
los guijarros todos”; o el lobo de Rubén Darío con San Francisco... hermano
Francisco, no te acerques mucho... En ocasiones, el efecto integrador es mu-
cho más difícil de entender como en el poema de Unamuno: “sufro yo tu costo,
Dios no existente, pues si tú existieras existiría yo también de veras...”

La Integración en Poesía

Como puede desprenderse de nuestros ejemplos, una de las mane-


ras de entender la poesía es situándola como una “razón” integradora. A
través de la metáfora asociamos realidades. “El sol como un vasto cristal
azogado...” Más allá de eso, intuimos como todo está relacionado. La cien-

199
cia separa, la poesía integra nuestros sentidos de fondo, devuelve el asom-
bro, la sensación de maravillas. Eso nos da una integración abierta, múlti-
ple, superamos la tensión entre sueño y realidad, nos sentimos unidos a la
gaviota, a la espuma, a la pena del otro, asimilamos la pureza de una carca-
jada, de un amarillo, de una artesanía noble, vemos la vida con menos
adornos inútiles, menos aspereza, nos sentimos más personas, más ínte-
gros. Es la integración que se experimenta en un concierto, al ver una obra
de Shakespeare, el escuchar el Monumento al Mar de Vicente Huidobro...

La Integración y el Nuevo Paradigma

Así, desde la poesía, la integración no es mera cáscara, repetición


vacía, la versión retórica de la integración: “conviene que se integren todos
los habitantes de la Comuna”. “Hay que integrarse”... sin el sentimiento, la
confianza las razones de la integración.

Hay una integración claramente “interesada”, integrar a los consu-


midores de mis productos, a los que votan por mí. También existe la inte-
gración que dicta la razón técnica administrativa, integrar esos programas
para bajar los costos, para más eficiencia. Lejos de la integración “intere-
sada”, más allá de la técnica administrativa, el nuevo paradigma, la nueva
visión de la realidad, ve la vida, el ser humano, el universo, integrados. La
suerte de unos y de otros está asociada. Nadie está aislado, nos continua-
mos con lo otros. Somos los otros.

Paradigma y modelo. Paradigma básico es el modelo con que ve-


mos la realidad. El paradigma moderno asume el aislamiento, mente y
materia, objetividad y subjetividad, razón y emoción, individuo e indivi-
duo. El llamado Paradigma Fundamentalista niega la razón, la ciencia, los
individuos, todos los junta en la fe, en una fe ciega.

El nuevo paradigma integra, rescata la diferencia entre persona y


persona, cultura y cultura, razón y espiritualidad, afectos, intuiciones. Sin
embargo, junto a esa distinción, se establecen los puentes, la integración,
la unidad en la diversidad.

La poesía es como un gran terreno común de lo integrativo. Por


algo muchos científicos afines al nuevo paradigma tienen una visión poéti-
ca de la realidad. Por algo los libros fundantes de las grandes religiones, de
la visión integrada, del religare,de la realidad, son textos de forma poética,
como el Bagavad gita, el Tao Te King, la Biblia.

200
Matriz Cultural, poesía y
visiones de mundo
Margarita Ovalle Vergara

Artista Visual. Nace en 1968. Estudia Sicología en la Universidad


Católica. Realiza un Magíster en mitología comparada y posteriormente
obtiene la beca Avina y la beca de la Joseph Campbell Foundation. Ac-
tualmente dirige la fundación “Museo Vivo” que ella misma fundó.

Su tema es la mitología chilena. Realiza instalaciones a gran for-


mato basadas en la mitología ancestral de nuestro país, en las cuales uti-
liza materialidad orgánica como piedra, barro y madera. Laberintos, es-
pirales y círculos nos ofrecen su visión que busca encontrar lo extraordi-
nario en lo ordinario, promoviendo así el impacto social. Su actividad la
desarrolla preferentemente en la Isla de Chiloé.

Metáforas culturales zurcidas por hebras inmateriales


Me interesa discutir el tema de la cultura como una metáfora que
toma diversas formas históricas. Formas que amarran los sueños, visiones
y contingencias (demográficas, climáticas, sociales, económicas) de un
grupo de seres humanos en un tiempo y un espacio dado. Formas que van
urdidas por intangibles hebras cargadas de poesía y se expresan en códi-
gos tanto tangibles como intangibles. Entendiendo por tangibles la arqui-
tectura, moda, artesanía, íconos, utensilios como también la coreografía de
pueblos o habitares aislados pero que en su reunión forman parte de un
entorno que le da sustento, sentido y realce. Y entendiendo por intangibles
las costumbres, hábitos, tradiciones, folklore, historias locales, visiones de
mundo o mitología que articulan esos elementos cargados de materia. Es
así como sería parcial o por lo menos incompleto realizar una apreciación
de elementos propios de la matriz cultural sin mirar la dinámica que existe
entre las expresiones tangibles e intangibles. Por ejemplo dejamos de apre-
ciar mucha riqueza si no consideramos que además de la arquitectura de un
pueblo y/o monumento, estamos notando su visión de mundo, su simbolismo
a través de la puerta de entrada que nos ofrecen esas imágenes. Habría

201
entonces que re-conocer que lo intangible habla más de interno, profundo,
poético, simbólico que de inaccesible o lejano. Para lo cual es necesario re-
conocer que las imágenes constituyen una apertura hacia un mundo trans-
histórico y su símbolo permite revelar la realidad total. Guardándonos de
creer que éste se refiere únicamente a las realidades espirituales ya que
para el pensamiento menos «cristalizado» carece de sentido semejante se-
paración entre lo espiritual y lo material. Ambos son complementarios. Por
ejemplo la minga, además de ser una instancia de reunión de los miembros
de una comunidad de Chiloé con el objetivo de crear vivienda, provee de
fiesta, encuentro y tiempo no ordinario a quienes se re-unen bajo el alero
de antiguas tradiciones que de no ser observadas en su presente son
intangibles para el observador.

¿Qué es la edad?
¿Dónde se diferencia el mayor del menor?
¿Cuál nace y cuál muere?
¿Cuánto es de ayer y cuánto es de hoy?
Eternidad...
La que está siempre
La que alberga al tiempo
al tiempo como lo que transcurre
dentro de un todo
permanente, estable, único
Tiempo sin tiempo.

Cultura inmaterial y contacto con el ser poético

Me parece que sólo al revertir la mirada, aparecen las hebras


inmateriales que han dado continuidad a nuestro transcurrir cultural.

Sólo se puede hablar, pesquisar lo intangible traspasando lo tangi-


ble, atravesando el velo de lo aparente, de lo evidente para acercarse así a
lo que está oculto, lo que esta mas allá de lo obvio. Con esto también creo
referirme a que existen niveles de salida a flote de lo intangible al mundo
de lo pesquisable, perceptible, evidenciable. Hay niveles, gradaciones en
el intento de asir lo que está mas allá de lo evidente y concreto. Hay niveles
de asombros frente a lo que da sentido a un ser humano pueblo o cultura.

Es por esto que hay elementos de este patrimonio o matriz cultural,


que sólo son aprehendidos al excavar en estratos muy profundos.

202
Sólo cuando nos permitimos sentir hondo, dejando traspasar las ca-
pas de la propia socialización, y recibimos estas sutiles nomenclaturas ubi-
cadas detrás de los rótulos, aparece lo intangible.

Lo intangible se siente. Se huele, se respira, se come, se late, se


teme, se curiosea, se lleva entremezclado con una leve cuota de
categorización racional y la expresión que surge cuando nos es dado ver
detrás de lo tangible; es un exhalar, un suspiro, un escalofrío, un apretón
en la garganta, en el cuello, un calor súbito que reclama aire, o simplemen-
te una gran sensación de quietud... de plenitud poética.

Hunda y honda es el alma mía


Oceánico y florido el paraje nuestro
Llenos y craquelados van mis pasos.
Hondo y hundo son mis ojos ante ti,
Chiloé mío.
Ancho y tónico mi sentir
Humilde y verdes mis intenciones.
Sueños inabordablemente simples
me pueblan
Y suspiros redondos
me visitan.
No me gustan las espadas!
Me gustan las vacas y las ovejas,
Se comen el color.
Sin detención engullen lo verde.

Lo extraordinario en lo ordinario del diario vivir:


Museovivo

La idea de Museovivo me recorre desde escolar en donde sentí fuer-


te carencia/necesidad de amplitud a todo nivel:

Religiosa y política por razones obvias. Geográfica, siempre ubica-


dos en valles entre cadenas montañosas. Antropológica, llenos de iconos e
imágenes propios de un folklore relacionado al huaso que pocas veces tuve
oportunidad de ver en su contexto y nunca conocer su modo de pensar y sentir.

Desconexión temporal, en donde lo que había ocurrido hace muy


poco era necesario olvidar si queríamos adherir al progreso. También sentí

203
que éramos parte de una seguidilla de rituales distantes del espíritu que una
vez los originó.

Con todo esto nace una seudo identificación con lo que son nues-
tras/mis raíces y cierta apatía o desesperanza frente a las alternativas o
modos de hacer y realizar el vivir cotidiano y comunitario.

Años después me llega el regalo de conocer y percibir en profundo


otra forma de hacer cultura. Es decir poder ver, comer, beber, tocar, oler
una realidad cultural hasta ese momento desconocida para mí, pero vigente
desde hace mucho.

Sentí alegría y alivio de que existieran otras muchas formas cultura-


les, otras formas de hacer vida. Me pareció desde mi oficio de psicóloga
social que era necesario hacer algo más allá de mi experiencia inmediata,
había que difundir estas riquezas culturales y así permitir que desde peque-
ños conozcamos la gran gama de experiencias de hacer el vivir que contie-
nen una propuesta silente para el mundo, pero compleja y viva desde su
mirada local. Creí que desde niños, todos debíamos gozar del privilegio de
conocer acerca de lo propio como de lo otro. Contar con un amplio espec-
tro de alternativas de realizar lo nuestro y así continuar construyendo en
libertad y riqueza. Era necesario generar un espacio donde las diversas
visiones de mundo y modos de vida que constituyen a los grupos humanos
tengan una presencia real desde su entorno local. Y así abrir conciencia
colectiva frente a las múltiples maneras de apreciar el mundo que nos rodea.

Respuesta a Walt…

«Lleno de vida ahora, concreto, visible,


Yo de cuarenta años de edad en el año octogésimo
Tercero de los Estados,
A quien viva dentro de un siglo, dentro de cualquier cifra de siglos,
A tí que no has nacido aún, a tí te buscan estos cantos
Cuando los leas, yo que era visible seré invisible.
Ahora eres tú, concreto, visible el que los lee, el que
los busca
Imaginando lo feliz que serías si yo estuviera a tu lado y fuera tu
amigo;
Sé tan feliz como si yo estuviera a tu lado. (No estés tan demasiado
seguro de que no esté contigo)»
Walt Whitman

204
Llena de vida ahora, algo concreta y muy visible
Yo de treinta y dos años de edad, en el año primero
del tercer milenio,
quien vivo aproximadamente a siglo y medio del
lanzamiento de tus cantos eternos,
tú que me eras invisible te has hecho visible.
Ahora eres tú, eterno y colectivo, el que los trae
Ahora soy yo y todos mis semejantes efímeros y
vulnerables, los que los buscamos.
Recuerda lo cercano que estamos
al tenerte de nuestro lado, al ser tu mismo espíritu.
Estoy plena de esta seguridad de saberte conmigo.
¡Estoy plena de saber que los cantos son los mismos!

En búsqueda de una poesía viva

Museovivo es una puerta de entrada a la poesía viva en donde las


diversas visiones de mundo y modos de vida que constituyen a los grupos
humanos tengan una presencia real desde su entorno local. Y así abrir con-
ciencia colectiva frente a la existencia de múltiples maneras de apreciar el
mundo que nos rodea.

Una poesía viva que esté alerta frente a la escindida realidad en que
vivimos, en donde se desdibuja lo humano, como el punto en común entre
pasado, presente y futuro.

Una poesía viva que busque el intercambio de visiones de mundo


que hay detrás de las diversas zonas geográficas, con sus poblaciones, sus
monumentos, viviendas y utensilios cotidianos, así como del folklore, mi-
tos e historias locales de los distintos grupos humanos.

Una poesía viva que permita el asombro y ensalce de la tradición oral, las
costumbres cotidianas y las visiones de mundo que sustentan y reflejan la
esencia de una sociedad y así destacar lo extraordinario en lo ordinario del
diario vivir.

Una poesía viva que se permita explorar las riquezas de lo


intangible, aquello que no se toca pero que expresa el espíritu de un
pueblo.

205
Una poesía viva al servicio de lo popular y lo cotidiano. Sus comi-
das, la música, pasatiempos, historias, mitos, deidades dejando ver en todo
esto, su calidad de irremplazable.

Una poesía viva que abra “galerías de encuentro” a portavoces que


usualmente no tienen mucho que decir, ofreciendo oportunidades para com-
partir lo propio y para sentir orgullo por aquello que somos.

Muchas veces, detrás de una historia falta de recursos eviden-


tes, habita un manantial de riquezas y de recursos intangibles que pue-
den ser destacados y difundidos sólo cuando dejamos sentir hondo, cuan-
do dejamos traspasar las capas de la propia sociabilización para acercarnos
a lo desconocido y recibir las intangibles nomenclaturas ubicadas detrás de
lo obvio.

Una poesía viva que visualice el patrimonio intangible como algo


profundo más que inasible. Como una mirada hacia lo íntimo y cotidiano
de lo humano en plena era de globalizaciones.

Añañuca, Copiapó

Añañuca es niña aún, todavía no conoce lo que hay detrás del atarde-
cer del desierto... Se desplaza con libertad, como si su liviana inocencia
fuera suficiente para llenar de color y primavera el seco escenario.

Uno de esos días en que se encuentra aún llena del ensueño de la


dulce mañana y desprevenida ante la roja tarde que se le viene encima,
pasa cerca un joven minero con la vista puesta en minas y riquezas. Cuan-
do advierte a la niña morena, se olvida de su anterior empresa y sin pensar-
lo siquiera, ambos deciden pasar juntos largos días en aquel árido valle.

Promete él: “Llenos de alegría”.

Transcurridos tres años de completa y delicada compañía, el ena-


morado se levanta una mañana decidido a partir hacia tierras desconocidas
y, como llevado por un trance, se aleja en busca de nuevas riquezas.

Semidormida, ella se estremece al ver que su minero parte…


Descorriéndose un velo de sus ojos, ve por primera vez la aridez del paisa-
je que la rodea y que ahora comprende.

206
Quiere volver a arrullarse sobre su terrosa cama y despertar cuando
la pesadilla haya pasado. Pero el tiempo nada hace. Muy pronto muere
sobre el lugar en que él la miró un día.

La niña es ahora una intensa flor roja... Añañuca, hasta nuestros


días.

Leyendas Clasicas Chilenas, Margarita Ovalle, 2002.

Kooch, Cosmogonía tehuelche

Incluso antes de antes, Kooch también existía.


Sin forma aparente ni morada fija, el gran espíritu creador vivía
junto a las tinieblas. Éstas eran una y eran muchas.
De pronto, sin explicación ni deducción, comenzó a inquietarse. Se
alargó, se deformó, se hizo presente en medio de la niebla.
Sintió la no-unión de su compañera.
Sintió ausencia, sintió ceguera y lloró...

Lloró mucho
Lloró tanto...
Lloró toda el agua que en su espíritu cabía.

Cuando finalmente volvió a la calma, vio que sus saladas lágrimas


habían formado enormes charcos de agua sobre la tierra.

Aguas que corrían de un lado a otro


Aguas con ánimo propio
Aguas que marcaban el pulso de la vida.

El sol entibió sus lágrimas: ellas se evaporaron y elevaron hasta


formar las nubes. El viento, al no reconocer estas formas grises que se le
interponían sin vergüenza alguna, las arrastró hasta hacerlas crujir. Incluso
Kooch llegó a estremecerse con este crujido y lo llamó kant. Luego obser-
vó que kant, el relámpago, devolvía sus lágrimas al mar, al agua de todos.
Kooch le agradeció y lo respeta desde entonces.

Leyendas Clásicas Chilenas, Margarita Ovalle, 2002

207
Agua
Vida humana
Humana necesidad
90% nos compones
90% nos derramas
90% nos mojas de
humana nostalgia
Tierra
Tierra fértil
Fértil embriaguez regenerativa,
Tierra de lombrices y de azucenas.
Fuego
Vivo pulsar de lo efímero
Quemante ir y venir de lo humano.
Humano deseo.
Aire
Aire sutil
Aire hábil
Aire que seduces
estados superiores
superiores al homo, superiores al sapiens.

La condición humana, leasing divino

El gran desafío de llegar a ser humano,


llegar a aceptar nuestra vulnerabilidad temida
en donde
las cosechas son inciertas
las siembras son costosas
las esperas eternas
las dichas pasajeras
los días son contados
los años temidos
los segundos ignorados
los minutos transgredidos
las décadas catalogadas
y los siglos revertidos
los milenios celebrados
los momentos enceguecidos
la historia sobrevalorada

208
la prehistoria disminuida
y la brújula sugerida.

la nueva era embrujada.

Fiesta de los sentidos

Hoy vamos a recordar nuestros sentidos de siempre


sentidos milenarios, arcaicos, cavernícolas, paleolíticos, mesolíticos,
indígenas, imperiales, medievales, románticos, renacentistas, industriales,
tecnócratas, comunicacionales, cibernéticos... nuevomilenarios... alterna-
tivos, re-evolucionarios
Que más da, estos son los sentidos de siempre
de mañana, de ayer, de hoy.
Y esta noche los vamos a celebrar...
Extendiendo el canto eterno que Walt Whitman comenzó
Y que hoy continuamos con nuestras palabras

Celebro mi cuerpo y todo cuerpo que hoy festeja


Celebro mi boca
Celebro mi piel, órgano eterno
Celebro y llamo a mi sangre
Celebra mi oído, lo que escucha y lo que no
Celebro mis manos y lo que éstas tocan
Celebro mis pies, su andar descalzo
Celebro mi olfato y todos los aromas que me despiertan
Celebro mis ojos sobre todo cuando se apagan y aún ven
Celebro mi espalda y las miradas que no vi
Celebro mi aliento, el que irrumpe
Celebro mis codos cuando éstos topan a sus semejantes
Celebro mi pecho y su expansión
Celebro mis gotas y cuanto suman
Celebro mis articulaciones, me han hecho flexible
Celebro mi lengua quien sabe de dulce y de amargo
Celebro mi alma y mis pliegues, ambos se retuercen y distienden
Celebro mi espíritu y todo lo que con él se exalta
Celebro mis tobillos y cuanto sostienen
Celebro mis caderas y su ritmo sorpresivo
Celebro mi cuello, como se elonga y como se hace humilde
Celebro mi materia gris y mis uñas, me han defendido por igual

209
Celebro mis cabellos, también otros bellos, todos me cubren
Celebro, comparto y brindo por todo lo que me tiene vivo
Y digo de veras vivo

Más poemas para compartir

Intimidad

Intimidad tú llenas de sentido,


de norte mi existencia
Intimidad te pareces a mi grito cómplice
te pareces al encuentro silencioso del medio día
o al inesperado rapto enamorado
en medio de la muchedumbre dormida.
Inti.mi.dad.
Dad.mi.inti.
Dad.me.sol
aquel que me calienta

Entre aviones

Me vi en tierra baldía
tierra de nadie
tierra plastificada
Nada que hacer sin visa
qué frío tuve
Fue largo ansioso
fue solo.
Luego subí
a mi medio de transporte
me entró el alma al cuerpo
cuanto la extrañaba
cuanto me calienta su compañía.

Peticiones

“Aquí llena de ahora” escribí

210
y hoy reclamo.
Que esto sea lo único
lo medular, lo último
que nada me saque
que nada me provoque
que nada me derrumbe
que nada me descentre
que nada me clave
que nada me arrastre
Que todo me arrulle y nada me arrolle
Que todo me des-nude.

Antes de la Primavera

Nada, aparentemente nada


Ningún brote, ningún signo de vida, además de la vara,
del axis
del eje que dispersó la distribución de los frutos
Todo seco, todo escueto
Todo introvertido
Nada que compartir en forma exuberante
Todo recuerdo,
Todo confianza en un nuevo ciclo
como si se hubiera hecho un pacto,
en donde se aseguren muchos brotes
a cierto tiempo, a cierto color, a cierto aroma...

Nada, nada que asegurar desde un corte efímero del presente


por ejemplo hoy
por ejemplo “ahora mismo”
“de inmediato muéstrame tus frutos, tu gracia,
tu aroma, tu color, tu porte,
tu estilo, tu caída, tu talle...
Muéstrame hacia donde te inclinas”

Y nada, solo silencio


Silencio, sustentado en otros tiempos abundantes, festivos
Solo el tímido anhelo a que eso se repita

211
Pareja

Pareja... pareja... gran palabra.


¿Qué es?
¿Qué esboza?
¿A dónde va?
¿Cuántas hay?
¿Las hay?
¿A dónde miran?
¿Se miran?...
Me apasioné por vivirla,
por conquistarla, mantenerla, gozarla
¿Qué es pareja?
Me apasioné por sentir....
¿qué es pareja?
par-eja
par de orejas, par de quejas, par de ovejas...

Anoche tuve un sueño

Soñé que vivíamos


en un mismo manzanal
cargado de vida, de savia, de esperanza...
Mientras tomábamos el néctar
olvidamos las abejas, la glucosa,
la concentración calórica y su frenesí energético.
Solo sabíamos del maravilloso contacto entre
nuestro paladar y el refrescante encuentro.

Pre - Historia

Me despierto y recuerdo
mi condición, mi historia.
Sin embargo por segundos
antes de esto, soy sólo un ser
que despierta a un nuevo día...
Es un momento cargado de
cristalina existencia.
Gran conciencia superior

212
que te haces demasiado exquisita
para olvidarte
y demasiado sublime
para quedarte.

A dos hemisferios

Mientras aquí el sol se hace tenue


el tuyo va alto.
Tú estás aún lleno de furor
y aquí quedan sólo recuerdos de
una tarde caliente y brillante.
Puedo notar que comienza
la calma y la frescura del día sobrante.
Ya se cerraron los cuadernos
los ordenadores
y tú
no te me cruzas por delante.
Recojo mis ilusiones
las cuento
las repaso
me cercioro de que estén todas
y luego... quedo vacante.
Es tiempo de dar paso a la existencia
si no quiero llamar a la monotonía itinerante.

Jardín de diosas

¡Ahora comprendo cómo lo haces!


Tú me dices si es sólo un malentendido...
Te encierras en tus sueños
te dejas una ventana
para salir a nuestro jardín de amor.
Aquí te perfumas con Venus
te encierras con Percéfone
te codeas con Hera
para luego regresar y soñar con Dafne.

213
Complicidad

¡Qué complicidad la nuestra!


Complicidad por etapas
complicidad acompasada.
Complicidad a ratos
a conveniencias
a saltos
a nuestras.
Complicidad cómplice
de nuestras tantas complicidades.
¿Podrá una complicidad estirarse
por toda una vida?
Verde y turquesa
¿Te acuerdas qué inocentes fuimos?
me puse mi chaleco azul
y partimos a recorrer mundos
todavía temidos por desconocidos
Recuerdo por ejemplo recorrer arenales tan bastos
rodeados por aguas a sus costados
Aguas esmeraldas y aguas turquesas
preciosas piedras marinas más allá de tierras baldías.
Recuerdo tierras inexploradas
arenas uniformes y extensas
También recuerdo tierras interiores
muy húmedas, cargadas de verde vida
Atajos al centro del mundo
rodeado de parques naturales
árboles de toda especie y
campos de flores que recién florecían
Recuerdo asómbrame por esta belleza introvertida!
Majestuosos campos silvestres
Majestuosa aleatoriedad coordinada
Todo en su sitio, todo en su libre albedrío;
Plantas, flores, piedras, gusanos, ríos
valles, cuencas, esteros, chanchitos, zorzales, lirios.
Nada me parecía más serio
más sinfónico que esta silvestre melodía
orgánicamente generada al pulso de la vida.

También me dijiste

214
“Margarita, ten cuidado que los poetas sufren”
Y ahora te respondo
que no sufro porque soy poeta,
Soy poeta porque siento
porque me dejo invadir
porque me dejo inundar
porque me dejo asombrar.
No soy lo que hago,
sino que
hago lo que soy,
lo que busco, lo que me toca...
También hago de hija, de madre, de amiga,
de enamorada, de bruja, de musa
de jefe, de súbdito
de incógnita, de maestra
de sacerdotisa, de ama de llaves
de osa y de diosa

Día de votaciones

Mi pueblo que no me puebla


que no reconozco
que me sorprende
Hay tanto presente
obediencia, paciencia
inconsciencia.
¡Mi región metro-politana!
No sé cuánto nos separa
pero me cuesta creer en la misma camada.
Todos es una palabra que no me anda!!
Quisiera adentrarme
no sentirme tan distante a esto que
llaman patria
...pero es que esta, no es la que sueño
no es la que veo de pueblo en pueblo
no es la que huele a humo, a marisco, a manta.
Como tampoco me suena a web ni a red...
Más bien me suena a respuesta dormida
a labor acotada.
ay de este día!

215
ay de estos vocales!
ay de estas aulas!
He sido nombrada ¡comisario!
Habrase visto barbaridad igual?
Aquí en estas mesas de votación para
la elección de concejal,
habemos un presidente, un secretario y un comisario.
Este último soy yo, me hacen responsable de materiales y demases...
Y por consiguiente me he entregado por entero
a los demases.

Cuando estoy en Chiloé


Tierra Huilliche 2

Cada vez que me desplazo de Chacao al sur


lo verde y lo humeante
se va metiendo poco a poco en mí.
Recién ahí entiendo de matices entre color pasto, color hoja y color
matorral.

Pasado Castro comienza un camino de curvas,


de monte gentiles que suben y bajan
hasta quedarme claro que más de lo mismo es siempre una novedad
y que cualquier no verdad estorba.

Sobre la cóncava y verde pampa


el bullicioso silencio no descansa
y la brisa se en-cabrita de tantas ovejas sumisas.

Al llegar a Quellón la ferretería recuerda el gran esfuerzo por domi-


nar la materia
salen y entran pinturas, sierras, cuerdas, tapas, clavos, latas, serru-
chos y niveles…
Pero no es más que una estridente avenida que se encurva hacia la
costanera.
Y como rodando los ánimos me encuentro de frente con la embar-
cación chilota;
”Marcelita”,”Melinka” y “Lunática”.

216
Tras zarpar hacia tierra de Chonos,
los volcanes, Puntiagudo y Corcovado, testigos inamovibles de
inmáculas vestimentas
nos saludan y despiden como si nada.
¡Qué despreciable parece el tiempo cerca de ellos!

Navegamos sobre mares calmos


y en la mitad de un dos por tres se levantan.
Surge el movimiento que parece que no se acaba,
no hay más que hacer desde esta pequeña embarcación a tabla torci-
da y clavada.
Pasada la raya de marea cualquier susto de esos que no se te iban ni
con nada,
están absolutamente saneados
¡La vida es una! arriba o abajo del agua
Así que siempre llegas “salva y sana” a Isla de Coldita, tierra
alejada.

Coldita aislada entre aguas esperas, toda calma, toda sur el ser
visitada.
El elixir de lo verde te comprende en pampa, monte y nalcas.
Bosques llenos de especies te acompañan, en donde canelo y tepú
son tu carnada.
Lo atestiguan viejos alerces, arrallanes y ciruelillos que se asoman
y chorrean
hasta la playa.

De pronto vientos ciclotímicos se levantan


y se retiran cambiando el color y sonido
de lo que creíamos no cambiaba...
y así como en va y ven
el ánimo se impregna de sabores ambientales
conocidos como extraños.
Corre el día mientras el sol se va desplazando
de pampa en pampa
hasta cortar detrás de la suave altura que mi mirada no alcanza.
Luego todo se hace rojo, hasta mi olla
que en su último estallido multicolor
da paso a la fiesta de lucecitas celestes...
¡¡Asisten todas!!
Algunas cercanas, otras lejanas

217
unas muy tímidas, otras radiantes y orgullosas van poco a poco
llenando la bóveda principal
Sorpresivas luces fugaces se desplazan con tanta decisión que des-
de aquí abajo cuesta notar dónde van a parar...

Cuando estoy en Chiloé, en tierra sagrada,


todo lo que supe se me escapa
parece que el misterio se me des-entraña
y se me vuelve a entrañar

218
Para que nunca cuente nada
María Novo

Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación. Escritora. Artista


plástica. Titular de la Cátedra UNESCO de Educación Ambiental y Desa-
rrollo Sostenible. Consultora de la UNESCO en materia de medio ambien-
te, educación ambiental y desarrollo sostenible. Desde hace varios años
dirige el Proyecto ECOARTE, para la integración de la Ciencia y el Arte
en el tratamiento de la complejidad ambiental.

Ha publicado diecisiete libros, entre los que se incluyen tratados y


ensayos sobre medio ambiente, desarrollo sostenible, globalización y teo-
rías de la complejidad; textos poéticos, y también narrativa. Como artista
plástica ha realizado diversas exposiciones, nacionales e internacionales.

Es madre de un hijo y una hija, y amiga de sus amigos, todos ellos


buena gente, de cuya mano camina día a día. Le gusta bailar, con el cuer-
po y con el alma, y también compartir una buena mesa, una conversación
lenta, una mirada, un paseo por el campo, y los pequeños proyectos que
contribuyen a hacer algo más cálido el mundo.

mnovo@ecoarte.or
http://www.ecoarte.org

Sobre el conocimiento, la Ciencia y el Arte


(Las razones de mi proyecto ECOARTE)

Dudar y conocer son, probablemente, dos de las actividades caracterís-


ticas del ser humano. Gracias a la duda, al asombro, nace la necesidad de cono-
cer cómo funciona el mundo, qué papel ocupamos nosotros en él. La pregunta,
la búsqueda, están en la esencia de la construcción de conocimiento, a través
de distintas vías. El saber construido ofrece la posibilidad de alcanzar y elabo-
rar representaciones aproximadas de la realidad -imágenes, escritos, mapas,
teorías- que permiten a la especie humana transmitir su información por vía no
genética. Así crecemos como personas. Así negociamos con la soledad, el mie-
do, la utopía. Así nos hacemos científicos, filósofos, artistas.

219
Entre las distintas formas de conocimiento que utilizamos para des-
velar el misterio de la vida, la tarea artística y la actividad científica son tan
antiguas como cautivadoras. Ciencia y arte transitaron en diálogo fecundo
durante siglos para después separarse y más tarde comprender que se nece-
sitaban, asemejando en su trayectoria a esos viejos amantes que persiguen
una misma tarea y, en la necesaria soledad, no pueden mirar la extrañeza
del mundo sin ampararse y tomarse de la mano.

La ciencia es un camino de búsqueda de verdades que se basa, entre


otros, en los principios de objetividad e inteligibilidad, es decir, en el su-
puesto de que el mundo, en sus distintas manifestaciones, puede ser com-
prendido tal cual es y representado mediante signos. Su grandeza reside en
su debilidad, en el hecho de que una verdad sólo es científica precisamente
cuando puede someterse a falsación, cuando se arriesga a ser derribada por
la prueba de la experiencia y sustituida por otra verdad que explique mejor
el objeto o el proceso de que se trata.

La historia de la ciencia es, así, un largo itinerario jalonado de «ver-


dades provisionales» que tiene mucho de aventura. Un diálogo con el mun-
do en el que cabe la discusión, la pregunta, el cuestionamiento. La evolu-
ción del saber científico no es, por supuesto, lineal, no supone sólo un
aumento y extensión del conocimiento. Lleva también aparejadas transfor-
maciones revolucionarias, rupturas, transiciones de unos paradigmas a otros.

Decía Ramón y Cajal que «en la ciencia, como en la vida, el fruto


llega siempre después del amor». O sea, después de una convulsión, de una
entrega, de dejar de ser lo que somos y aceptar que lo que sabemos resulte
cuestionado. Los verdaderos científicos conocen bien esa tensión: cuanto
más avanzan en el conocimiento, más comprenden la imposibilidad de lle-
gar hasta el final. Tal vez por ello muchos se asoman, necesariamente, al
terreno del arte.

Éste, el arte, también ha dotado a la humanidad de representaciones


del mundo, representaciones distintas, no sujetas al compromiso de objeti-
vidad ni a la necesaria «compresión» que exigen las leyes y las teorías
científicas. La tarea del artista se ha extendido a la expresión de lo invisi-
ble, lo intuido, lo que existe pero no se manifiesta; nos ha permitido am-
pliar el conocimiento por otros medios, conocer y comunicar emociones,
sentimientos, complejidades que resultan ininteligibles desde el mero aná-
lisis racional. El arte ha sido y es también un buen medio para imaginar
mundos posibles, para salir del acoso de lo real y encontrar cobijo en el

220
escenario de los sueños, sin el cual seguramente la vida sería difícil tarea.

Científicos y artistas nos han legado, así, distintas formas de cono-


cimiento del mundo basadas en la pregunta, la búsqueda, la intuición crea-
dora, para intentar hacer algo más llevadero el hecho de estar vivos. Cien-
cia y arte, razón e imaginación, tienen en nuestra historia, a contracorriente
del modelo mecanicista del mundo, multitud de sueños compartidos. Hoy
vivimos tiempos estimulantes. La ciencia del siglo XX ha transitado hacia
un nuevo paradigma en el que tienen cabida el azar, el desorden, la com-
plejidad de lo vivo. Un paradigma que habla más de probabilidades que de
certezas... Estamos ante un saber que hace suyo el reconocimiento de Niels
Bohr: «cada frase que pronuncio no puede considerarse una afirmación,
sino una pregunta», cuestión ésta sobre la que ya el viejo Sócrates nos
había advertido siglos antes al proclamar que la ciencia humana consiste
más en destruir errores que en descubrir verdades.

Son muchos los científicos que sienten la necesidad de acudir al


arte cuando los límites del conocimiento analítico flaquean, cuando se ven
confrontados con la diversidad, ante al reto de lo único, lo irrepetible, lo
que no puede ser sometido a la regularidad de las leyes o no cabe, como el
amor, en una probeta. Del mismo modo, muchos artistas han traspasado las
fronteras de sus saberes para asomarse al mundo científico y acceder, de su
mano, a espacios no ocupados por la conciencia cotidiana. También en este
acercamiento somos herederos de algunos proféticos maestros, como el
Magritte que, al advertirnos que «esta pipa no es una pipa», nos está seña-
lando la diferencia entre mapa y territorio, tan esencial como olvidada por
la moderna tecnociencia.

En este contexto, y comenzando este tercer milenio, el encuentro


entre la nueva ciencia emergente y el arte que la busca también por incom-
pleto es la ocasión de ruptura de tantas fronteras artificiales, el estímulo
para un mestizaje creador que ofrezca a los seres humanos un discurso
integrado sobre el mundo. Ahora sabemos y sentimos que el conocimiento
más necesario, el que habla de la vida, se produce en las interfases entre
razón y emoción, entre lo que sabemos y lo que sentimos, en la relación
cuerpo-mente, que es, al fin, la relación de lo visible con lo invisible.

En lo que yo pueda haber transitado por ambos territorios, la mía es


una trayectoria de largos años de asombro: asombro científico, que me
empujó una y otra vez a buscar explicaciones causales a la vida; asombro
artístico, que me fue llevando a la expresión de emociones, intuiciones, a

221
la imaginación de escenarios inéditos, con medios y métodos distintos.

Muchas veces he pensado en afirmaciones como la de Walter


Benjamin: «He conocido tres mujeres diferentes en mi vida y tres hombres
diferentes dentro de mí»; la de Pessoa: «sé plural como el universo»; o la
vieja hipótesis nietzscheana del sujeto como multiplicidad. Porque, cuan-
do menos, en este largo período vital que transcurre desde que, adolescen-
te, me enamoré del conocimiento, conviví con dos Marías dentro de mí: la
que indagaba y pedía respuestas a la ciencia, y la que experimentaba la
pulsión creadora del arte. Así aprendí, por necesidad, el inevitable diálogo
entre mente y corazón, entre lo que la razón anuncia y ese movimiento del
alma del que no puede dar cuenta ninguna ley o teoría.

En tales condiciones, el proyecto de relacionar las visiones científi-


cas del mundo y la expresión artística (ese proyecto que ha ido tomando
forma bajo el nombre de ECOARTE) surgió hace dos décadas no como un
producto de la reflexión, ni siquiera adoptando una forma precisa, sino
como una instancia vital, como el enunciado de un proceso cuyo devenir
yo misma desconocía. Se trataba, en esencia, de aunar a las dos personas
que (entre otras...) llevo en mi interior: la que interroga a la ciencia para
explicar y explicarse el mundo, y la que intuye, ama y sueña a través del
arte para dejar que el mundo sea a la vez un lugar de sentimientos, de
emociones, de hallazgos, donde el conocimiento, cuando llega, acaso nos
sorprende con respuestas a preguntas no formuladas.

En el año 1986 mi vida cambió radicalmente. No sin dolor, tomé


opciones que abrían las puertas a ese encuentro. Nació entonces el primer
cuadro de este proyecto de conectar ciencia y arte que era, al fin, mi propio
proyecto de vida. Amo esa pintura, aunque no sea lo mejor que hecho.
Anuncia y contiene en germen cuanto se desvelaría en ese largo camino: la
búsqueda de la luz, del movimiento, del cambio; la imposibilidad de los
límites y, por tanto, la inútil tarea de pretender acotar la realidad.

En mi actividad artística de los años siguientes -pintura y poesía-


está el desarrollo de esa propuesta, el intento de esbozar desde el lenguaje
del arte, algunas ideas, siempre retadoras, siempre inalcanzables en su com-
plejidad, de Einstein, de Heisenberg, de Bateson, Freire, Prigogine... y tam-
bién de algunos sugerentes científicos vivos: Murray Gell-Mann, Edgar
Morin, Lazslo y tantos otros. Ellos me enseñaron que el pensamiento, como
la vida, sólo crece y se regenera cuando se somete al fuego, a la posibilidad
de su destrucción purificadora. Y que el tiempo que viene después abre la

222
puerta a la reconstrucción, nos asoma a lo inédito, a la utopía. Ahora sé que
la única forma de no quemarse es seguir ardiendo.

No menos aprendí de mis maestros artistas. Del Paul Klee que me


advertía cuán precioso es el conocimiento de las leyes con la condición de
precaverse de todo esquematismo que confunda la ley desnuda con la rea-
lidad viva. Del visionario Hölderlin que luchó por restablecer el diálogo
entre el ser humano y la naturaleza. Del Whitman para quien una hoja de
hierba es tan perfecta como la jornada sideral de las estrellas. Del Zobel
empeñado en mirar al río Júcar para nombrarlo con su luz... Después de
tantas preguntas, ellos me ayudaron a comprender que, como intuyó María
Zambrano, a los claros del bosque no se va a preguntar, que lo invisible nos
pasa rozando, llega cuando menos se espera, es tan sólo un susurrar que se
vislumbra en un instante de gracia y se desvanece.

Unos y otros lograron, así, conmover mi mente y mi corazón. Y


precisamente desde esa conmoción encontré las fuerzas y las señales para
ir avanzando, día a día, en el encuentro entre el saber construido y el saber
que se construye, que es, al fin, el encuentro de la imaginación, la gran
maestra de la vida, con la realidad. De su mano comprendí que, por fortu-
na, el conocimiento no es reproductor, sino creativo, que «creamos» reali-
dad con la misma intensidad con que creemos conocerla.

El camino ha sido en sí mismo el puerto. No hubo en él mapas pre-


cisos, senderos de anticipo. En ese ir y otear el paisaje, a veces con cierto
sobresalto que no niego, el corazón iba indicando por dónde y a qué ritmo.
Y la meta era tan solo un horizonte desposeído de la fijeza del lugar, al que
no se podía arribar cualquier día, a cualquier hora. La imposibilidad de
pintar una estructura disipativa o de escribir un poema sobre la incertidum-
bre por el mero afán de hacerlo impedían todo objetivo organizado, se apro-
piaban del tiempo y del deseo. Por ello, detrás de cada cuadro, de cada
poema, creados a lo largo de estos años, no están solamente las ideas cien-
tíficas o la voluntad de expresarlas; está la espera, a veces larga y lenta,
para aguardar la llegada del momento en el que esas ideas se encarnaban
sin permiso en mi yo interior, se aposentaban en mi cuerpo y en mi alma,
como en un allanamiento de morada.

Eso explica que mis libros de poemas se produzcan de tarde en tar-


de, como también han ido surgiendo así mis pinturas, sin un ritmo preciso.
Fue necesario tantear el camino sin prisa para llegar a la esencia de
ECOARTE, una propuesta destilada en torno a un mensaje ilusionado y

223
provisorio: el abrazo de la ciencia con el arte, abrazo vivido, abrazo que
puede ser contado. Pero, felizmente, el proyecto sigue vivo, es la palabra
pronunciada que al decirse nos dice. Se asemeja a esas largas caminatas
que hemos de recorrer pacientes, iniciadas con un primer paso que, por
fortuna o necesidad, no tiene pretensiones de ir a ningún lugar seguro.

Primer paso que tal vez ni siquiera haya sido el que asumí hace
veinte años de modo consciente. Que se escondía agazapado, ahora lo veo,
en mi primer libro de 1975, cuyo título –Yo no sé- ya anunciaba la duda, la
intuición de que el conocimiento absoluto sobre nosotros y sobre el mundo
resulta una aventura imposible. Aquellos poemas de juventud no sólo ex-
presaban un estado del alma sino también, comienzo a comprenderlo, anti-
cipaban toda la búsqueda que habría de seguirles, búsqueda que cada vez
me iría remitiendo con más fuerza a la aceptación activa del misterio, a ese
«estar atentos» que precede a la llegada inadvertida de la luz, cualquier
luz, para después marcar el regreso al silencio, recomponer la pregunta,
enseñarnos de nuevo la espera sin señales.

Treinta años más tarde, y ya en la madurez, mi obra poética y plás-


tica sigue estando habitada por el saber imposible, por la presencia del azar
y de lo incierto, por el diálogo con el tiempo y la historia, tan fugaces como
inaprensibles. Así me voy moviendo en uno y otro campo, el de la razón
que analiza y el de la imaginación creadora, sin querer separarlos, en una
trayectoria tan única como única es mi vida, como lo son mi mente y mi
cuerpo, mis escasas y provisionales certezas y mis dudas.

Parece, pues, que mi destino sea no saber. No es mal destino. Al fin


y al cabo, es el que me mueve a mirar con asombro la vida, a imaginar... y
también a asumir su misterio, el exilio que precede a cualquier presunción
de evidencia. Creo que voy a preferir seguir no sabiendo por mucho tiem-
po; no saber del todo hasta que, andados los años, me cruce a la otra orilla,
a la que llegaré, espero, como se llega a los claros del bosque: sin preguntas.

Y es ahora, al redactar estas notas, cuando me viene al recuerdo el


final de mi último libro de poemas, Microcosmos, que concluye, en diálo-
go con el lector o lectora, retornando a la antigua intuición primera:

«lo que quise contarte: lo que no sé del mundo»...

224
Creamos realidad cuando creemos conocerla

Retornar,
retornar a la mirada primera
y ver en ella cuanto creímos conocer
cuando posábamos
nuestros ojos en el todo exterior:
una manzana,
la risa de una niña,
o el océano, que quisimos tan manso y con fronteras.

Descubrir,
descubrir que no era tan cierto lo que vimos
como el apodo con que nos lo apropiamos,
ni sus leyes eran ya nuestras leyes,
ni su sitio un lugar tan seguro,
inasible vacío,
donde naufraga, ahora, nuestra inquieta memoria.

La nuestra,
la memoria que recuerda y descubre,
la que construye a un tiempo aquello que aposenta
-el ayer y el ya mismo- ,
se viste de palabra, le da nombre a las cosas,
que es nuestro propio nombre
hecho noticia, voz, de imposible distancia.

Mirar,
mirar entre lo visto y lo intuido,
ver como se hacen uno.
No hay representación,
sólo apareo, encuentro enamorado
del mundo y tu sonrisa
y si crees pisar algo fijo es que olvidas tu huella.

O tu eco,
el rítmico latido que acompasa

225
naturaleza y pensamiento a dúo,
cuando anhelas saber y el modo en que conoces
se tiñe sin permiso de tu yo inaprensible
que interpreta, rehace,
inventa en el afuera lo que está en el adentro.

Y la evidencia,
la única posible, la vista en la ventana,
es la imagen de un mundo que resiste, sin prisa,
a todas las miradas que quieren conformarlo,
miradas que escudriñan
y crean, al mirar,
aquello que descubren al tiempo que imaginan.

Sin murallas,
sin límite preciso y a destiempo,
así se mezclan juntos
lo que es y el deseo,
construyendo la imagen que esperábamos ver,
mestizaje tejido de aromas y de sueños,
y aquello que tocamos es nuestra misma mano.

Desconfía,
desconfía si el día y la hora son tuyos,
porque habrás apresado lo que no tiene forma,
juego inútil, hacer simple lo que nació tejido
de infinitas maneras:
una manzana,
la risa de una niña,
o el océano, tan falto de límite y frontera.

El pueblo

¿Por qué corremos, madre?

Nadie lo sabe, hijo, que es un llanto


el que nos guía, con lápidas de muerte

226
sembradas a la espalda.

Y, ciega la memoria,
somos nadie.

¿Quién nos persigue, madre?

El mercado global de las mentiras,


que nos compró la vida, antes y ahora,
al precio del olvido.

Ven de mi mano y anda,


se hace tarde.

¿Con quién viajamos, madre?

Vamos a grupas del dolor y el silencio,


nos acompañan el hambre y la desdicha,
olemos a destierro.

Ten cuidado al pisar,


llegó la noche.

¿Qué es nuestra vida, madre?

Un sueño roto, no una telenovela,


pero nos ven de lejos, no huelen nuestro espanto,
imagen de pantalla.

No mires hacia atrás,


no queda nada.

¿A dónde vamos, madre?

Al venero del miedo, desde el miedo,


no hay horizonte que se pueda palpar,
sólo embarrarse.

227
Descálzate y camina
cruza aprisa.

¿Y si morimos, madre?

Nadie sabrá ni tu nombre ni el mío,


sólo saldremos allá en las estadísticas
de daños no queridos.

Agárrate a mi brazo
que hace viento.

¿Por qué nosotros no podemos hablar?, dímelo madre.

Hablar es para otros, nosotros respiramos simplemente,


somos el pueblo, bebemos el cansancio,
nuestro silencio son todos los silencios.

Cúbrete con la manta,


¿Y qué es el pueblo, madre?

El pueblo son los ojos de la espera,


un derramarse y darse para nada,
el eco de la vida.

No me hagas más preguntas, hijo,


tengo miedo.

¿Cuándo sea mayor seré pueblo?, dime, madre.

Serás refugio de besos en destierro de muerte,


serás aire, primavera, canción, tendrás comida,
oración sin saber de religiones.

Cierra los ojos y duerme,


cabalga por el sueño

228
San José
Marina Zolotoochin

Marina Zolotoochin Matveenko (casada, 4 hijos), de origen ruso,


llega a Chile -a temprana edad- el año 1958 junto a sus padres y herma-
nos. De formación matemática (UC, UTE), diplomada en Administración
de Salud (DEGIS, UCH) ha desarrollado durante su vida profesional di-
versos proyectos vinculados al arte y a la salud. El año 1999 fue asesora
de la Dirección del Servicio de Salud Metropolitano Norte y, posterior-
mente, Encargada del Proyecto “Antiguo Hospital San José” (marzo del
2000 – octubre del 2002). Actualmente es Directora de la Corporación
Centro de Estudios para la Calidad de Vida (CECV).

Tengo el recuerdo de un domingo 30 de mayo del año 2000 toman-


do un café cortado en el Tavelli. Era un día de lluvia.

Ricardo Lagos Escobar, Presidente de Chile en aquel entonces, ha-


bía tenido la buena idea de abrir al público el palacio de La Moneda, que
estaba cerrado para visitas desde el Golpe Militar del 73. Ese Monumento
Nacional junto a otros edificios cargados de historia, se ofrecían al visitan-
te dominguero que; saturado de tanto mall y hamburguesas, necesitaba un
poco de aire criollo. Hacía unos meses, uno de esos edificios, el ex Hospi-
tal San José, había sido declarado Monumento Histórico. Sin embargo, ese
día estuvo cerrado. La maleza y las palomas invadían cada uno de los rin-
cones que conservaban el olor típico de los hospitales. Imponente. Triste
por su soledad y por su abandono, pero solemne en su magnitud e historia.
A cuestas con sus leyendas y mitos, con sus fantasmas reales e imagina-
rios, con los recuerdos de aquellos que lo habitaron en ese ambiente acoge-
dor e inspirador de cuanta fantasía es capaz el ser humano, con sus largos
corredores, en su tiempo seguramente cubiertos por tejas coloniales y hoy
reemplazadas por planchas de zinc, parecía estar en un momento de re-
flexión y quizás, hasta de letargo, preparándose para otros tiempos.

Esa tarde, al no ver su nombre en el folleto que promocionaba el día


del Patrimonio Nacional, sentí pena mientras miraba distraídamente por
la ventana hacia fuera, donde la lluvia torrencial no cesaba de caer.

229
Han pasado seis años. El Monumento Histórico ex Hospital San
José ha sido visitado por muchas personas, no sólo el último domingo de
mayo de cada año. Lo han visitado miles de jóvenes y los que ya no lo son
tanto: en los cuatro “Recorridos por Arte, Cultura y Salud” actividad cultu-
ral anual que conjuga los conceptos de cultura y salud; en los dos Encuen-
tros de Convergencia de Medicinas Humanizadas e Integrativas, donde se
ha establecido un diálogo entre la medicina convencional, la medicina al-
ternativa y la complementaria, en numerosas exposiciones de artistas plás-
ticos, las cenas bailables de los primeros viernes de cada mes con música
en vivo de tangos y boleros, presentaciones de teatro y danza, reuniones de
médicos y otros profesionales que han discutido la Reforma de la Salud y
los Modelos de Atención.

Ha sido visitado por abuelas paseando sus nietos en coche y fami-


lias disfrutando el teatro infantil los sábados en la mañana. Están aquí los
fines de semana, jóvenes en las reuniones de catequesis y gente de las co-
munas aledañas en los cursos de Chile Califica. Están aquí agrupaciones
“Voces de Mujeres” y los que asisten a múltiples talleres de desarrollo
personal. Han ensayado los muchachos y muchachas de la agrupación
Plancton, de La Patogallina, de la Compañía Óscar Olavarría dirigida por
Mario Bustos, presentando su obra de crítica a la sociedad actual y su que-
hacer oportunista: “Los Caballeros” de Aristófanes; de la companía Gran
Reineta y, los primeros visitantes, aquéllos del tiempo en que el ex Hospi-
tal estaba en la etapa de restauración del Teatro de los Sentidos creación y
dirección del colombiano Enrique Vargas. Se han reunido los empresarios
de pequeñas y medianas empresas, artesanos y juntas de vecinos y si va-
mos aún más atrás, a la etapa de su letargo y despertar, podemos recordar a
más de mil personas cesantes, contratados a través del Programa Pro Em-
pleo para Jefes y Jefas de Hogar, quienes con su trabajo fueron fundamen-
tales en la recuperación patrimonial.

“San José de la Independencia”, se propuso como nombre para el


lugar, pomposo suena al parecer, a contra pelo con la natural modestia que
tenemos en el país, con el “no se preocupe” y “me tomaría un cafecito si no
es mucha la molestia”. Suena casi arrogante. Esta modesta construcción
colonial de adobe, que albergó penas y alegrías, que creció con el tiempo,
que no se improvisó, que fue acumulando experiencia y energía a través de
tres siglos (el XIX, el XX y ahora el XXI), que se ha ganado su lugar en la
historia por el hecho de no haber sido trasformado en un montón de escom-
bros producto de la modernización (como muchos de nuestros edificios
patrimoniales), “esa casa de campo que no termina nunca” al decir de Raúl

230
Ruiz (quien filmó una de sus películas en los patios del viejo hospital), si
se considerara en su real dimensión, el nombre no sonaría pomposo.

El viejo Hospital con el correr del tiempo se ha ido poblando de


otros habitantes, partes importantes del “Proyecto Antiguo Hospital San
José” iniciativa de la Dirección del Servicio de Salud Metropolitano Norte
de buscar un nuevo destino al viejo hospital: el Hogar de Cristo, el Servi-
cio Evangélico para el Desarrollo, Corporación de Amigos del Roberto del
Río, Universidad de la República, Cetram y otros proyectos que están en
proceso de desarrollo. Dentro del inmueble está la Unidad de Patrimonio
Cultural del Ministerio de Salud; entidad que ha velado a nivel nacional
por la conservación y recuperación patrimonial relacionada fundamental-
mente con salud y que tiene en el Antiguo Hospital San José un proyecto
para crear el “Museo de la Medicina”.

Por la ventana de mi oficina, aquí en el “San José de la Independen-


cia”, veo a estudiantes y profesores, grupos de capacitación, malabaristas y
actores, a los setenta niños y niñas de escasos recursos del jardín infantil
“Estrellas de San José”, personas que acortan el camino pasando por los
jardines y disfrutando del paisaje del avanzado otoño con sus hojas caídas,
a parejas de pololos, que creen que dentro de ese paisaje su atracción mu-
tua es menos notoria, a fotógrafos que buscan el mejor ángulo para su foto
o a estudiantes universitarios, al coche de guagua con su ocupante protegi-
da del frío cuya mamá seguramente está haciendo hora para llevarla a dor-
mir su primera siesta del día y al grupo de escolares visitando la exposición
recién inaugurada. Ellos son el alma nueva del viejo ex San José, muchos
no conocen la historia del lugar pero todos; absolutamente todos, disfrutan
de este pulmón colonial de la zona norte de Santiago que está a un lado
del Cementerio General, frente al nuevo y moderno edificio del hospital
San José, climatizado y debidamente iluminado.

La historia del Hospital San José no comienza en julio de 1999 cuan-


do ocupa el nuevo y moderno edificio, su historia empieza poco después
de nuestra Independencia, en 1841, cuando en los terrenos del Cementerio
General a las afueras de Santiago se forma el “Lazareto El Salvador” para
albergar a los infectados de cólera y otras enfermedades contagiosas, en-
fermos que fueron cuidados por Hermanas de La Caridad y pocos eran los
que sobrevivían, los principales medicamentos eran el buen aire, la luz
solar, el cuidado y oración de las hermanas. Superada la crisis, y detectan-
do las autoridades sanitarias de la época la necesidad de dar solución a un
problema de salud publica no menor, el arquitecto Henry Villenueve pro-

231
pone la construcción de pabellones en disposición de “peineta”, que hoy
conocemos como el Monumento Histórico ex hospital San José.

La invitación del Dr. Luis Weinstein a escribir la experiencia del


“Proyecto Antiguo Hospital San José” es una tentación a la natural falta de
modestia que tenemos los seres humanos, en algunos casos disimulada por
una modestia aparente; pero las tentaciones por algo existen: para tentar,
para provocar a realizar aquello que creemos que no podemos hacer, que
no sabemos hacer o que no debemos hacer, las tentaciones sirven para pro-
bar a las personas en cuanto a sus seguridades e inseguridades.

En fin. Qué bueno que existan.

Aceptando el desafío, cuento como un testimonio desde la visión


del que estuvo en él desde el comienzo, sesgada obviamente por la subjeti-
vidad propia, pero la memoria es frágil y quiero aportar a aquellos que no
estuvieron y se sumaron durante el proceso, sobretodo a los jóvenes que
con la vertiginosidad de la vida moderna pueden creer que la historia del
San José la están escribiendo ellos; lo más probable es que sea cierto, pero
hay que recordar que la están escribiendo porque hubo otros, antes que
ellos, que hicieron posible su quehacer de hoy, sobretodo la decisión y
voluntad de la Dirección del Servicio de Salud Metropolitano Norte de
conservar el lugar y darle un destino que aporte a la calidad de vida de las
personas, preservar el patrimonio histórico y promocionar el arte y la cul-
tura, instituciones que velaron por resguardar el patrimonio arquitectóni-
co, como fue el caso del Departamento de Patrimonio del Ministerio de
Obras Públicas y personas sensibles desde el sector salud que soñaron con
proyectar este lugar a un nuevo quehacer, después de trasladarse a las
modernas instalaciones con que fue reemplazado.

Recuerdo otro día de lluvia, unos meses antes al del café cortado en
el Tavelli, cuando por primera vez pisé el viejo San José. El silencio, ese
silencio que se escucha, invadía las cinco hectáreas y media del viejo Hos-
pital de adobe, ladrillos y de construcciones más o menos sólidas según las
épocas, modas y necesidades del momento en que fueron construidas, el
cambio desde la calle hacia el interior traspasando la sólida puerta de raulí
era notable, se pasaba del bullicio urbano a un silencio que formaba una
armoniosa complicidad con la lluvia y el aleteo de palomas que anidaban
en los cobertizos o en las altas ventanas de los pabellones abandonados. El
San José parecía un gigante dormido, extenso, lleno de recovecos, cubier-
to de maleza.

232
Nuestro amor fue a primera vista y... no me ha dejado ir hasta ahora.

La experiencia de la recuperación del ex-hospital vale la pena de


ser contada, además porque fue como si existiera un sino, como si estuvie-
ra predestinado que sucediera en la forma que ocurrió, como si a las perso-
nas involucradas se les pusiera a prueba durante el proceso; las dificultades
y las facilidades no tenían ninguna lógica, no correspondían a lo planifica-
do ni a posibles imprevistos, como si manos invisibles movieran hilos para
que la realización del proyecto fuera algunas veces ridículamente fácil y
otras absurdamente difícil.

El primero de Julio del 2001, otro día de más de lluvia, con mucho
frío, se le dio la bienvenida a los 270 convocados a empleo mínimo: jóve-
nes, viejos, con y sin experiencia laboral, veían en esa mañana de invierno
una posibilidad de llevar algo de plata a sus casas, se sentían resentidos,
enrabiados, tomaban ese trabajo por no tener otro, sabían que podían no
hacer nada e igual se les iba a pagar el mínimo. Las pifias eran intermina-
bles cuando les anuncié jornada de trabajo a horario completo, con control
de entrada y de salida. No teníamos herramientas, habría que conseguirlas
rápidamente, teníamos que dar señales de credibilidad y creíamos en la
dignificación del ser humano a partir del trabajo, por tanto si exigíamos
cumplimiento teníamos que dar el ejemplo.

Las otras organizaciones, que en este momento ya están instaladas


con sus proyectos, apoyaron la iniciativa de la recuperación del ex Hospi-
tal a través de dar trabajo a los cesantes, algunas con aporte a la alimenta-
ción, otros con recurso humano técnico, otras con actividades recreativas
para los trabajadores. Todos éramos testigos de la transformación que em-
pezaba a sufrir el histórico lugar. Nuestras reuniones eran cálidas, genero-
sas y productivas, cada uno aportaba en la medida de sus capacidades y su
criterio. Hubo problemas y no pocos, pero los enfrentábamos en equipo y
en cada solución crecíamos como institución y en cada tropiezo crecíamos
en experiencia. Masones, jesuitas, evangélicos, académicos, empresarios,
empleados públicos, médicos, ingenieros, hombres y mujeres teníamos el
mismo norte y avanzábamos hacia él con alegría sabiendo que estábamos
produciendo un bien.

Se formaron cuadrillas de aseo, cocina, control de entrada, de jar-


dín, de demoliciones, cerrajería, se organizaron grupos para conseguir ví-
veres para hacer los almuerzos, se habilitaron antiguas salas de hospitali-
zación como comedores. Encontramos bandejas, ollas, teteras, sartenes,

233
utensilios de cocina, se compraron gorros, delantales paños de cocina y
todos los días entregábamos cerca de trescientos almuerzos a este grupo
humano deprimido por la falta de oportunidades de trabajo y de dinero.
Capataces, maestros y jornales era la estructura de las cuadrillas. Los capa-
taces cada miércoles tenían el Taller de Líderes, lugar de encuentro y de
desarrollo personal donde cada cual tenía un espacio de libertad y de aco-
gida, donde se aprendía a nivel personal con los recursos de cada uno a
relacionarse con los subalternos, con los pares y con las jefaturas, donde
cada persona era importante por el solo hecho de ser.

Se empezaron a raspar los pilares de oregón , se definió un procedi-


miento por etapas: “primero con golpes suaves para remover la pintura
suelta, después se le coloca diluyente, para sacar las capas de pintura vie-
jas, después se raspa, después se lija y finalmente se barniza” dijo un viejo
carpintero, y así avanzamos, investigando, descubriendo y aplicando téc-
nicas ya olvidadas.

“¿Qué hace usted maestro?”, le preguntábamos al hombre que esta-


ba raspando los pilares de los pasillos. “Raspo palos”, contestaba huraño.
El trabajo en equipo, buen trato, talleres de desarrollo, cursos de capacita-
ción no cambiaban la realidad de estos trabajadores, sus carencias seguían
siendo las mismas la misma falta de plata, las mismas cuentas impagas, las
mismas quejas de la familia y sobre todo de los niños, sin embargo, la
visión sobre esa dura realidad desde otro ángulo, cambia a los trabajado-
res, ya no se sienten tan solos, están entre sus pares con los mismos proble-
mas y sus necesidades son compartidas y comprendidas. Tres meses des-
pués, le preguntábamos al mismo maestro que seguía raspando los pilares
de los pasillos del San José, y la respuesta era otra: “Estoy recuperando
los pilares de pino oregón”, ese maestro encontró sentido a su trabajo,
estaba orgulloso de hacerlo, aprendió algo de este Monumento Históri-
co, no solamente era un viejo hospital; tenía historia, tenía un pasado
del cual ese vecino se sentía orgulloso y con el cual se sentía identifica-
do. Se escribieron poemas, cuentos, reflexiones, recuerdos, anécdotas
en torno al viejo hospital, se fue creando una instancia de comunica-
ción y participación real activa de ciudadanos comunes y corrientes a
los cuales se les escuchaba y se les consideraba, se publicó un libro
donde todos éramos escritores, se vivió una democracia interesante
donde los porteros saludaban de beso a la directora, donde los partidos
de fútbol eran de camaradería, se hicieron asados, ferias de las pulgas,
trueques, asistíamos a recitales, veíamos películas y ... recuperábamos
el viejo edificio con cariño y esperanza.

234
Sabíamos que todo esto era temporal, no dejábamos de recordar a
nuestro trabajadores esa temporalidad, todos aprendíamos algo, ellos y
nosotros, la atmósfera era grata y saludable, sólo la incertidumbre en rela-
ción al trabajo bajoneaba a la gente que se la estaba jugando de tres en tres
meses y tener o no tener pega dependía de los indicadores de desempleo
que arrojaba el país.

En primavera la flor de la pluma, de una forma salvaje y desordena-


da llenaba los pasillos de flores lilas y de aromas que se mezclaba con
otros aromas de hierbas y flores silvestres produciendo una atmósfera úni-
ca, inspiradora a soñar, a trabajar y a amar; amar lo que estábamos hacien-
do por nosotros mismos y por los demás, amar el lugar que se erguía cada
día un poquito más para nuevamente estar al servicio de la gente, esta vez
desde la salud y no desde la enfermedad. Los últimos domingos de mayo,
las Fiestas Patrias, la Pascua, los Recorridos por Arte Cultura y Salud y
miles de otras actividades se iban implementando con alegría. El desarro-
llo de proyectos sociales unidos al concepto de cultura y las artes resulta-
ban amigables, matizados. Recuerdo que alguien me dijo una verdad que
me ha servido en la vida: “hasta la melodía más linda si se toca de una
forma continua termina por cansar”, lo mismo pasa con la cultura y tam-
bién con el trabajo, la propuesta seria pero lúdica es hacer las cosas con
alegría, hacerlas con agrado, sin sufrimientos. Los trabajadores después
de la colación descansaban en los bancos, al principio se complicaban cuan-
do alguien de la Corporación pasaba al lado de ellos, pero cuando se les
explicó que en la media hora que tenían después de la colación eran libres
de hacer lo que les pareciera; por ejemplo: dormir, la complicación se ter-
minó, unos jugaban al naipe, otros conversaban, otros dormían. Don Samuel,
Samuelito a las 2 p.m. tocaba la campana y seguían con su trabajo orienta-
do por arquitectos que a su vez vivían una experiencia interesante de traba-
jar en programas de empleo de emergencia. Cerca de mil jefes de hogar
pasaron por la Corporación recuperando el viejo San José o haciendo tra-
bajos en algún hospital del sector público, sólo pedíamos colación para los
trabajadores y si querían un trabajo específico, materiales. La recuperación
no solamente era material, patrimonial o de infraestructura, la recupera-
ción era a nivel humano de personas, personas que estaban deprimidas y
cesantes y a las que se les ofrecía una ventana de ayuda para mejorar su
calidad de vida y la de sus familiares.

Los jardines destartalados y salvajes iban tomando una forma más


civilizada, se diseñaron senderos, se fabricaron “in situ” solerillas para
colocarlas en la delimitación de los senderos. Manteniendo lo agreste de

235
nuestra flora y recordando el tiempo de otrora cuando el adobe era el mate-
rial de construcción único y el estilo colonial predominaba en la arquitec-
tura, las enredaderas, arbustos y macizos en flor, hacían juego con el adobe
recuperado y pintado adecuadamente.

Un lugar sanador decían unos, un lugar mágico me parecía a mí


cuando estaba desocupado en su descansar transitorio, un lugar para soñar.
Donde los pájaros de rapiña anidados en la cumbre de una conífera de
cerca de cuarenta metros de altura le daban la bienvenida al sol de la maña-
na gritando y aleteando como queriendo advertir a los animales pequeños
el mal que pueden llevar consigo. Las bandadas de choroyes, las tórtolas y
los zorzales sin considerar el peligro, con tanto silencio hacían sus nidos a
la altura de un niño de diez años.

Plantadas ya las lavandas, los hibiscus, el romero, la salvia, las chilcas


y otros arbustos aromáticos y ornamentales, el entorno comienza a ser más
acogedor más amigable. Pareció ser que teniendo una casa más limpia,
más ordenada, hasta la salvaje flor de la pluma intentó ordenarse un poco,
pero en cada septiembre como todas las cosas en primavera, da rienda suelta
a una loca floración, entremezclando la tibieza de sus flores lilas y el aro-
ma con los aromas de las hierbas y azahares creando un entorno sensual
propio de la estación estival.

Recuerdo con claridad y pena la suspensión de las asignaciones para


el sueldo de los trabajadores, decisiones que llegaban de un día para otro y
que la gente asumía con mucha dignidad, la dignidad del pobre que está
acostumbrado a las carencias, y cuando éstas ceden espacio a cierta holgu-
ra se siente la desconfianza y la pregunta de cuánto va a durar eso. La
dignidad del pobre es una dignidad auténtica, no le tiene que vender la
imagen a nadie, lo que se es y lo que se tiene no entra en contradicción.

Se recuperó mucho, se trabajó más, en muchos frentes y el más


importante de todos fue la batalla por el desarrollo personal, y de a poco
implementando casi como un contagio inminente el concepto de la cultura
y el arte en salud. Hoy, todos se sienten propietarios de la iniciativa del
concepto de arte, cultura y salud y qué bueno que sea así, sólo teniendo el
sentido de pertenencia e identidad los proyectos se toman, se sienten y son
propios, la simultaneidad de las iniciativas produce sincronías y, en este caso,
con una propuesta positiva y con beneficio, sin ninguna duda, para la gente el
proyecto de mejorar la calidad de vida a la gente va de menos a más, donde
todas las fuerzas convergen no para competir sino para complementarse.

236
Se desarrollaron otros proyectos sociales y de capacitación, unien-
do la iniciativa de la empresa privada con las necesidades de la gente y
buscando la forma de seguir avanzando en la recuperación y la mantención
del lugar, se formó un jardín infantil para las familias más necesitadas de la
comunas aledañas, con participación activa de los papás, con actividades
variadas: títeres, conciertos, cine y teatro para los pequeños que están en-
trando en este mundo desde la pobreza y a su temprana edad pretendemos
que tengan acceso a la cultura y las artes, sembrando así una semilla que
quizás dé fruto en su edad adulta.

Se formaron a partir de las organizaciones comunales agrupaciones


en torno a la cultura, actividades de mujeres, de desarrollo, de discusión
sobre diversos temas que deberían preocupar a la ciudadanía pero que en
medio de tanto mercadeo el tiempo se hace escaso, entonces desde la igno-
rancia se delega, se cree, se desconfía y finalmente se frustra. Estas orga-
nizaciones lideradas generalmente por mujeres, abrían un espacio de dis-
cusión y de información ciudadana.

Las capacitaciones permitieron a algunos insertarse en el mundo


laboral, discutir durante su formación temas que son de interés común,
como relaciones personales, relaciones de parejas, relaciones laborales que
de alguna forma ampliaban el horizonte de los involucrados en un contexto
de arte, cultura y salud.

Interesantes han sido nuestras incursiones en el mundo de la gastro-


nomía; viernes en la noche con música en vivo, conviven los vecinos del
lugar junto a los que buscan un lugar seguro donde se come bien, se baila,
donde las mujeres solas pueden llegar a un lugar familiar y compartir qui-
zás con la nostalgia de los tiempos vividos, donde el mundo era más ami-
gable, sin violencia y con la tranquilidad del esparcimiento.

Emocionante es observar este lugar en las noches, sobre todo en


verano o avanzada la primavera, cuando la wisviria florece, en aquellas
noches cuando se inaugura alguna exposición o se lanza un libro, la in-
mensa pared del cementerio se ilumina, los pasillos con faroles de corte
colonial entregan su luz tenue no invasiva, la música del grupo de tangos
se escucha los viernes en la noche, o un conjunto de cámara corta con sus
melodías el aire quieto. La capilla invita con su misticismo a la meditación
y un pájaro tardío lanza su último grito antes de dormirse en su nido, segu-
ramente cuidando a sus polluelos ya creciditos y prontos a salir hacia el
mundo exterior a vivir lo que les depara el destino. Esas noches

237
fantasmagóricas son maravillosas en el viejo San José, con sus leyendas de
fantasmas y de energías que movilizan cosas y prenden y apagan luces,
abren y cierran puertas. Más de alguno, seguramente siendo todavía este
lugar como hospital, se habrá desviado del camino inspirado en ese miste-
rio indescifrable de estas construcciones coloniales que guardan los secre-
tos de tantas penas, alegrías y misterios que nunca se van a aclarar pero que
contribuyen a ese encanto que tiene el lugar.

El 19 de marzo del 2003, sorpresivamente, aparece la Hermana Silvia


en representación de las Hermanas de la Caridad regalándonos una peque-
ña estatua de San José para la protección del proyecto; una coincidencia
tal vez, pero ese día era el día del San José.

Encanto indiscutible tiene este lugar, encanto que sienten los que lo
visitan, como el grupo de estudiantes de la Universidad de Londres, futu-
ros actores, quienes con su entusiasmo juvenil realizaron la performance
“Tiempo Indómito” convocando a más de mil personas para presenciar su
interpretación del lugar mezclando con los “Cien años de soledad” de G.
Márquez. Obra que marcará la huella de estos estudiantes de teatro produ-
cida en este rincón del mundo en un hospital que ya dejó de ser tal. Encan-
tados están aquellos que con generosidad han aportado su trabajo de for-
ma voluntaria sin recibir nada a cambio, como es el caso de la señora
Guacolda, que empezó a trabajar en el pro-empleo y ahora dirige un grupo
de mujeres del sector; como la artista plástica que viendo los azulejos
quebrados en la vieja cocina pintó uno a uno con motivos precolombinos
azulejos que se pegaron sobre los rotos quedando un diseño que llama la
atención a los que lo ven. Encantados están los grupos de teatro ganadores
de los Fondart, que año a año realizan sus obras en las diferentes salas del
San José.

El viejo inmueble de adobe cumple su nuevo cometido con digni-


dad y solidaridad.

Hoy, a siete años de inicio del proyecto “Antiguo Hospital San José”,
podemos afirmar con toda propiedad que se trata de un proyecto exitoso.

Con la sabiduría que le dan los años vividos observa con tranquili-
dad las tensiones que un proyecto de esta envergadura produce y espera
vivir su próximo siglo con este nuevo espíritu rejuvenecido abierto a los
niños y a los jóvenes y a la comunidad de la zona norte de la Región Metro-
politana. Desde que el hospital San José se trasladó al nuevo edificio, se le

238
ha identificado como: el Viejo Hospital San José, el Antiguo Hospital San
José, Centro Cultural Antiguo Hospital San José, la propuesta ahora es San
José de la Independencia, quizás habrá nuevas, lo que parece que se man-
tiene es la imagen de San José que nos trasmite como personaje histórico
y religioso el símbolo de generosidad, de humildad y de sabiduría.

Independencia, San José, julio 2006

239
240
Infancia, cultura y ecología interior
Marisol Berríos

Marisol Berta Berríos Ahumada, nacida el 11 de julio de 1964 en la


ciudad de Quilpué. Educadora de Párvulos y licenciada en Educación,
carreras que cursa en la Universidad de Playa Ancha y en la de Ciencias
de la Educación. El año 1993 obtiene el segundo lugar en categoría poe-
sía lírica organizado por la sección de literatura de la Universidad de
Playa Ancha. 1994; colabora en el prólogo poético del libro “Última Dé-
cada” de Cidpa. Actualmente se desempeña en FOSIS, como apoyo fami-
liar y en SERPAJ de Limache como educadora.

Aludir a lo humano desde el borde, desde el revés, rehaciendo


signos olvidados, seduciendo a la memoria. Comprender para entrar al cír-
culo, para tocar madera y quedarnos en medio de ese latir.

La convocatoria a recorrer imaginarios comunes de efectos


reflectantes desde la poética del existir, la tentación de querer contar una
historia notable, un orgullo cuidadano para encontrar aquello que nos dis-
tingue como humanos. Humanos que se relacionan en redondo o en declive.

Humanos que buscan entre gritos extendidos, algo que trascienda


desde nuestro nuestro corazón de pájaros dormidos entre la sal.

Esperando hallar pasos blancos, avanzando sobre la piedra solita-


ria. Queriendo un acomodo desde todas las sangres, desde todas las aguas.

No obstante formo parte de un número importante de personas, que


transitan y se hacen cargo de tales exploraciones sensoriales. Al borde de
ambos escenarios, entre el discurso y la realidad de bruces, entre lo dado y
lo esperado, entre el amor y el desamor.

Mi ser esencialmente femenino otorga extrema distancia ante la


parafernalia de gestos regulados con decretos que suenan muy bien al inte-
rior de un par de oídos completamente sordos.

Permítanme traer a la memoria colectiva ciertas experiencias con el

241
fin de atisbar la profundidad del desafío.

Ése de vernos así como somos, acercándonos a la hoguera, quitán-


donos para podernos mirar.

Verano del 2000, conmemoración de la red de la infancia, comuna


de Quilpué. Acto convocado a las 10.00 hrs. en su plaza principal, inicio
real 12. 30 hhrs.

Un centenar de infantes entre 3 y 6 años permanecieron de pie, a


pleno sol durante largas horas, mientras las autoridades de turno y los en-
cargados de accionar dicha red, proclamaban sendos discursos en torno a
la protección de los derechos.

Verano del 2001, al menos unos doscientos niños y niñas en edad


preescolar disfrutaron por una tarde de la estridencia del equipo de audio,
preparado para la ocasión. Esto sumado a la aventura de soportar
lúdicamente, flamantes trajes de esponja -tras bambalinas, espera aparte-
con el fin de representar un buen papel ante las autoridades locales, que
expectantes tras sus bostezos, aplaudieron las gracias infantiles (cabe re-
cordar que al interior de la quinta región se alcanzan las más altas tempera-
turas durante estos meses).

Día lunes, 8 hrs,. escuela x, al son de un micrófono que viola todas


las leyes de la acústica. El señor Fernández , un niño de cinco años de edad,
es groseramente interpelado por el hecho de jugar en la fila. Se le reitera al
alumno la orden de tomar distancia, mano derecha al hombro del compa-
ñero a la cuenta del fatídico tres.

Puro chile es tu cielo azulado;


la mirada infantil circunda la posibilidad del juego.
Puras brisas te cruzan también,
El pipí, el pipí.
Y tu campo de flores bordado,
¿Cuántas flores se siembran al
interior de los colegios?

Cuando hablamos de cultura, pareciera ser que nada relaciona


este noble concepto a los hechos descritos. Es así que se le considera
asociada sólo al ejercicio de ciertas disciplinas artísticas o a referencias
de orden sociológico. Tal reducción contribuye a desorientar nuestro

242
accionar en cualidad y significado.

La cultura se grafica en hábitos de relación, forjados en la manera


en que una sociedad piensa, organiza y dirige el mundo según ella lo ve.

Ahora bien, los contenidos psíquicos que vamos reforzando a tra-


vés de hábitos de carácter mecánico, violentan la esencia del alma infantíl,
caracterizada por la fuerza de lo espontáneo y en su naturaleza primordial,
violentan de igual forma su poesía.

La palabra poesía (poiseis) en griego quiere decir “hacer que


ocurra algo extraordinario”, para los húngaros e irlandeses la poesía
era un medio para conservar el poder, sobre todo el mágico poder del
amor.

Pareciera ser que el llamado a recuperar la gracia en el sentido de


la integración de la mente individual y colectiva para Aldous Huxley con-
sistía en recuperar en alguna medida nuestra naturaleza animal y de esta
manera comunicarnos con nuestra esencia sistémica.

Cuando dejamos de ver a nuestros niños y niñas, perdemos la posi-


bilidad de mirarnos desde nuestro ser esencial, desde lo primogéneo que
nos habita. Es por esto que luego no reconocemos nuestro linaje de seres
altamente creativos y amorosos.

Para cierto análisis sería útil reconocer que nuestra sociedad mo-
derna adolece de la profundidad filosófica y espiritual con que las culturas
originarias organizaron la vida.

Los niños y niñas eran educados por la comunidad en continuos


lazos de cuidado mutuo. Qué distancia existe entre nuestras artificiales
celebraciones y ese mundo lleno de pertenencias y correspondencias.

Los ritos de pasaje (paso de una etapa de vida a otra) ayudaban en


el proceso de pasar de una espiral de conciencia a otro, Nuestra manera
incidental de abordar estas etapas, resta la posibilidad de descubrir en con-
junto el núcleo esencial de cada una de ellas.

Una sociedad que no valora a sus infantes es una sociedad malsana,


pues se niega a sí misma en ese acto de invisibilidad. Olvida sus orígenes y
su integridad al no confiar en su reacción ingenua.

243
Como realidad poética y simbólica de igual manera lo que hacemos
a nuestros niños, se lo hacemos a nuestro propio niño interior que es rele-
gado al olvido, y con ello a nuestra ecología interior que es la representa-
ción de la divinidad, el entusiasmo vital, la capacidad de asombro, la curio-
sidad, el valor, la espontaneidad.

Ecología interior es sentirse sumado, congregado. Es pensar en re-


dondo, a la manera yagan, salina, fueguina. Es creer que de tanto tumbo
tenemos huesos fuertes.

Nuestros niños no son un detalle, nuestra palabra no es un centro de


adiestramiento.

Aludimos entonces a lo humano que nos habita tomando las cir-


cunstancias para incidir en los hechos.

El respeto por la infancia y nuestra ecología interior no es entonces


un ejercicio intelectual que se deba practicar a veces, es recordar nuestro
origen en belleza, equilibrio y sabiduría.

244
Ser, poesía, salud y espiritualidad
Moira Brncic

Moira Brncic Isaza nace en Santiago de Chile, un 24 de enero


de 1951. Terapeuta holística, psicopedagoga en el área de las Ciencias
Sociales, su relación con la poesía nace estimulada por su padre, poe-
ta, lingüísta y músico, profesor de Castellano, Zlatko Brncic; obtenien-
do en Humanidades un primer premio literario por su coro hablado
“Canto a Latinoamérica”. Dirigente estudiantil y creadora de iniciati-
vas culturales, sociales y educativas, ha publicado quince libros, entre
los que se cuentan cuento infantil, novela corta y ensayo biográfico
(“Marmaduke Grove, Liderazgo Ético”), poesía (“Te extraño País, te
extraño”, “El Tao de los Padres”, Poemas del Esfuerzo Humano”,
“Propagación”) y libros de Educación. Su última obra -“Ronda en
Espiral”- fue editada por la Universidad Bolivariana donde cursa su
Doctorado. Actualmente se dedica a dirigir y coordinar grupos de De-
sarrollo Humano con proyectos de intervención en la Salud y Educa-
ción a través del Arte, la Poesía y la Música, tanto en el San José como
en el Centro de Desarrollo Humano “Las Coincidencias”.

Poesía.., ¿Quién de niño no se acurrucó al alero del rumor poético


de las voces maternas y paternas, al amparo de la sombra del sueño? ¿Ce-
rró los ojos confiado al susurro del abuelo? ¿Enlazó las cobijas a las manos
de la abuela y «verso a verso», como antaño clamó Machado, se durmió
entre las palabras? ¿Quién, de niño, no escuchó leyendas contadas alrede-
dor del fuego, enlazadas al poético hablar de la apertura del silencio?¿Quién,
infante, no sintió susto e hizo de su miedo una metáfora?

Pensar en poesía es el contacto agudo, penetrante, inolvidable con el


misterio, pero sentir en poesía es el manto caluroso de la comunidad que te
abraza, ancestral, afectivo, pasional, sufrido, amoroso, revolucionario. Poesía,
ternura y conocimiento forman la cúspide... Cuando quiero definir la poesía, o
el sentir poético, me vuelco a la belleza. ¿Qué es la belleza? Aquella que nos
inunda, nos desgrana, nos desnuda ante la emoción arrobada del enamora-
miento sin dueño. Un instante cúlmine donde perdemos los límites y nos su-
mergimos en la comodidad total del cosmos, placenteramente.

245
Poesía..., la que nos hace perder la cabeza, nos desliza por la metá-
fora, nos despierta intensamente al sufrimiento, nos enaltece, nos corrige
el camino, se instala en nuestras células, paso a paso, vertiéndose en nues-
tro torrente mental como arena, sal, cielo perenne, pueblo, destierro, resu-
rrección, regreso, color, asentamiento, utopía, comunidad. Definirla no le
quitaría su garbo. Verso y prosa se apropian de la poesía, es formal y simul-
táneamente caótica, compleja hasta la claridad, el alba.

¿No cantan los pajarillos al clarear? Así lo hace la poesía. Contiene


su propia música: ritmo, altura, intensidad, suena y resuena. Cada vez que
la belleza toma como consorte al sentimiento, entonces la palabra común,
la cotidiana se queda muda, calla.

Poësis, el latín la trae del griego, del verbo poiéó, crear, produ-
cir, el quehacer más allá de la palabra, y con la palabra: una paradoja
metafórica.

Crear es poesía. El hacer, el producir es poesía. Comencé descu-


briendo la poesía no sólo en aquellos versos de Gabriela Mistral de su libro
«Ternura»; tuve poesía cuando mis padres nos permitieron a mis hermanos
y a mí, dormir en la terraza del departamento a la intemperie, una noche
fresca de verano. Sacamos las camas, todo una revoltura excitante. Las
armamos a la luz de la noche y una vez tendidos sobre los mullidos colcho-
nes y frazadas, contemplamos el cielo: estrellas, sólo estrellas. Trato de
recordar, cada vez que me encuentro con mi memoria, el detalle más ínti-
mo del cielo donándose a nosotros tres embelesados. Salto sobre la cama
como cualquiera, feliz. Me aproximo al instante en que tengo mis manos
tras la cabeza, mi pelo rubio, largo, flotando por la brisa, a ratos se me va a
la cara, lo despejo con un soplido para no moverme, no interrumpir los
destellos que van hacia mis pupilas, el cielo se sumerge en tintas, manchones
azules azabaches mientras las estrellas parpadean y me duermo con esa
sensación de vivir allá arriba, no tengo más de tres años, y no aquí abajo;
los contornos se hacen difusos, las cabeceras de mis hermanos, los techos
de los vecinos, los plátanos orientales que alcanzan la altura de un segundo
piso, el vaivén de la puerta que da a la cocina, para dormirme envuelta en
estrellas.., hasta que vemos la fugaz, la que cae, la que nos despierta ar-
mando una algazara a la voz de mi hermano mayor, que nos lanza un almo-
hadón, respondemos con otros; una segunda fugaz cae desarmándose en el
silencio del estío. En el suspiro sin aliento nos quedamos, gloria, esto es
poesía, desde la sala asoman tímidas las notas de la sonata Kreutzer de
Beethoven, amanecemos.

246
Así me toca recitarle a la parentela los domingos «A Margarita
Debayle» de Rubén Darío, luego les hago una reverencia tomándome muy
en serio esto del énfasis en los elefantes, «un gran kiosco de malaquita, y
un gran manto de tisú», y «al amigo sincero...» los versos de Amado Nervo,
para finalizar en José Martí: «Yo soy un hombre sincero/ de donde crece la
palma/ y antes de morir yo quiero/ echar mis versos del alma». Lo canté
con entusiasmo en mi adolescencia tocando mi guitarra, a dos voces junto
a mi hermana. Hubo, en estas escaramuzas, un libro precioso de poemas
para niños que nos regaló la abuela, grueso, críptico. Cuando la ocasión lo
ameritaba, el libro abría sus páginas emocionado como si hubiese sido lla-
mado por nosotras.

Más tarde encuentro que los poetas son vivos. En el teatro Caupolicán
hay una proclamación de Salvador Allende. Por alguna razón mi padre me
lleva de la mano caminando sobre el escenario. Pablo Neruda me alza en
sus brazos. Apenas tengo seis años cuando él me deja en el suelo, cariñosa-
mente luego de darme un beso. Observo la cantidad de cabezas expectan-
tes antes de descender del proscenio para ocupar mi asiento. La multitud
aguarda su palabra. Se me pierden sus versos, sus odas, «Rojas Jiménez
viene volando», pero atesoro que los poetas vuelan. Recojo a la gente en
mi oído, cómo lo aplaude sin contención. Algo parecido experimenté cuando
mi abuela me llevó, un año antes, a montar guardia en la calle para ver
pasar el féretro donde iba Gabriela Mistral. Miles de pétalos de rosas caen
desde lugares insospechados, de rincones de las callejuelas adyacentes, de
balcones, cubriéndolo. Para mi tierna edad, es un instante trascendente,
lloré. En mi adolescencia, conozco a Eugeni Evtuschenko de quien me
traigo un autógrafo a casa.

Yo había escrito poesía a un gato. Como coautor, mi padre. Y un


dibujo. Así continué expresándome, gané premios en el colegio, en el dia-
rio «El Siglo», por mi relato del parto de mi coneja Isabel, observación de
madrugada. ¿El premio? «Un viaje por las estrellas», de un autor ruso.
Aprendí que en la forma, podía crear versos, pero mi llamado fue la prosa
poética. A ella me arrimé, a su calor primigenio, al encanto de las palabras,
a los susurros del espacio-tiempo.

Vi a la comunidad rodeando a Neruda, sollozé por la pérdida de


Gabriela Mistral, euforizada escuché la declamación de Evtuschenko.¿Qué
desplegaba la poesía perteneciéndole al pueblo? Me quedó más claro cuan-
do admiré los versos de Maiakovski, el relato del incendio del granero que
privó de trigo a los campesinos.

247
También evoco mi adolescencia, el momento justo del despliegue de
Walt Whitman: No soy sentimental ni miro desde arriba a hombres ni a muje-
res de los que no me aparto. / No soy más orgulloso que humilde.../ Me humilla
quien humilla a los otros, / y nada se hace o dice que no recaiga en mí....»

Formé un coro hablado con «Canto a mí mismo», y fuimos, de oca-


sión en ocasión, recitándole con liberación, con aire, con pasión, con en-
tendimiento en cada acto matinal en que necesitábamos la fuerza de creer
en un mundo nuevo, denunciando el capitalismo a ultranza, la injusticia, la
explotación. Los aplausos tronaban cuando, de los cuatro, unos de noso-
tros daba un paso adelante para tomar en la voz, el espíritu de Whitman,
declamando. Eran los tiempos del Che Guevara que invadía el ideario es-
colar. «Me celebro y me canto a mí mismo/ - así comenzábamos a coro - Y
lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti / porque lo que yo tengo lo tienes
tú / y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también. - Enseguida nos
intercambiábamos los versos. // Vago...e invito a vagar a mi alma. / Vago y
me tumbo a mi antojo sobre la tierra / para ver cómo crece la hierba del
estío./ Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí, / de esta
tierra y de estos vientos./ Me engendraron mis padres que nacieron aquí /
de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.// Tengo treinta y
siete años. Mi salud es perfecta. / Y con mi aliento puro / comienzo a cantar
hoy / y no terminaré mi canto hasta que muera./ Que se callen ahora las
escuelas y los credos. / Atrás. A su sitio./ Sé cuál es su misión y no la
olvidaré;/ que nadie la olvide./ Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al
bien que al mal;/ dejo hablar a todos sin restricción, / y abro de par en par
las puertas a la energía original de la naturaleza desenfrenada.» Terminá-
bamos emocionados, a través de los micrófonos encendidos: «Dije que el
alma no es superior al cuerpo,/ y dije que el cuerpo no es superior al alma,
/ y nada, ni Dios siquiera, es más grande / para uno /que lo que uno mismo
es, / y quien camina una cuadra sin amar al prójimo /camina amortajado
hacia su propio funeral, y yo o tú podemos comprar la flor y nata / de la
Tierra sin un céntimo, sin un céntimo/ en el bolsillo, / y mirar con un sólo
ojo o mostrar un grano / en su vaina, desconcierta las enseñanzas / de todos
los tiempos, y no hay oficio ni empleo en el que un joven / no pueda con-
vertirse en héroe,/ y el objeto más delicado puede servir / de eje al univer-
so,/ y digo a cualquier hombre o mujer: que tu alma se alce tranquila y
serena / ante un millón de universos.»

Actualmente, y sin afán de análisis literario, Whitman me habla de


física cuántica, de libertad, de creación, de salud integral, de la crítica a
dogmas e instituciones, del significado del yo ecológico, de la misión con

248
sentido en la vida, de la energía y las posibilidades de innumerables uni-
versos, una exploración consciente donde somos Uno, yo y tú, por asocia-
ción. Escucho a Bateson, a Víctor Frankl, a Manuel Rojas, especialmente
su «Gusano de seda»: «Lo mismo que un gusano que hilara su capullo /
hila en la rueca tuya tu sentir interior./ He pensando que el hombre debe
crear lo suyo / como la mariposa sus alas de color.»

¿La poesía tiene la voz de la comunidad cuando el poeta habla por


ella, socialmente? Por supuesto, la poesía inunda el silencio de los oprimi-
dos, destroza las cadenas a las que han sido atados por los trust internacio-
nales, dueños de la comunicación «informativa» que «desinforma». ¿Qué
se podría esperar de la serialidad publicitaria que cuenta cuentos a la po-
blación en cada matinal o bloque noticioso? Otra cosa sería despertar con
poesía en la televisión, en las radios, creando mundos posibles, territorios
libres de la contaminación mental, imbuidos en una actitud renacentista.

Ayer visité a unos queridos amigos a quienes no había visto hace un


par de años. Yo venía pensando en poesía. En escribir este capítulo. Se los
comento. Ellos ya son bisabuelos. ¿Por qué deseaban verme? Para solici-
tarme que los ayudara en casarse de nuevo. Mientras imaginábamos cómo
sería aquella solemne ceremonia, la conversación se desvió a sus experien-
cias como educadores, el período del ejercicio profesional como profeso-
res y directores de una escuela rural en el sur de Chile. Los niños caminan-
do siete a diez kilómetros a pie pelado golpeados por el viento, con la
lluvia tenaz en sus rostros, sin abrigos, chalecos o gorros, casi desnudos
para asistir a la escuela y en tropel arrimarse al «pollo» de cemento calien-
te, de donde colgaba la marmita. La noche anterior ellos mismos habían
tapado las brasas con tierra para conservarlas. Por la mañana las removían
obteniendo despertarlas. Ateridos, secabánse los cuerpos esperando la le-
che que preparaba la directora, Julita, mientras Caupolicán cortaba leña.
Todo el día se trabajaba en el campo. La leña se arrimaba, con la colabora-
ción de los alumnos, bajo algunos árboles cercanos que aún conservaban la
fronda en pleno invierno, para que no estuviese húmeda mientras se apren-
día a leer, a escribir, a sacar cuentas. Los patrones le exigían a los inquili-
nos que tuviesen cuatro vacas, si no las tenían, no podían quedarse a las
faenas ni menos instalarse, propiciaban el analfabetismo. Además cobra-
ban las asignaciones familiares: cuando Caupolicán preguntó qué se ha-
bían hecho éstas, para beneficio de los niños, en el camino habían desapa-
recido, durante meses, yendo a parar nuevamente al bolsillo de los latifun-
distas. Caupolicán y Julita lucharon incansablemente contra los abusos de
los patrones de fundo, que al final dañaban a los niños, a través del maltra-

249
to a sus padres... -¿Que acaso esto no es poesía?- me pregunta ella con
cariño. -¡Por supuesto que es poesía!- exclamo. Cuando el poeta canta la
injusticia despierta del silencio a la comunidad. Fulguran las palabras, es-
tremecen sus versos, no contienen clases filosóficas y son la filosofía, no
transmiten un mensaje y son la clase magistral del alma, no nos dicen qué
hacer sino que nos donan aprisionar la hebra del Ser.

En el lector pasivo brota el desvelo luego de la poesía, arremete el


insomnio, el pensamiento está a punto de develarse. Si antes la poesía era
contemplada como la deslumbrante belleza, no sólo por su sonoridad sino
por el caos, ahora en manos de la comunidad adquiere el sentido, el pro-
yecto solidario, el juicio. Siempre recuerdo una cita de Kafka que me ha
impactado mucho en mi vida de escritora: «Si el libro que leemos no nos
despierta como un puñetazo en el cráneo ¿Para qué leerlo? Un libro tiene
que ser el hacha que rompa la mar congelada en nosotros».

Así los versos, la prosa poética. El poeta prende la palabra creadora,


como una antorcha, en la humanidad, al Big Bang. Y con esta luz, derrota
su propia obscuridad. Porque es la poesía que contiene ese capricho: de lo
privado, de la intimidad más honda emerge el observador y lo observado
simultáneamente, acrisolando al prójimo. Su sentido al escribirla, escu-
charla, declamarla, descifrar sus figuras literarias, su rima, su forma, se
pierde si no fuese por los sentimientos universales que involucra.

Siendo la poesía el arte más antiguo, provoca en quien la escucha


apropiarse de su creador, ser artífice de una propiedad común de los afec-
tos y la belleza. Aceptamos el mundo del creador como propio, nos remece,
nos toca en alguna fibra desconocida, nos alerta entonces en vernos a noso-
tros mismos y en descubrir nuestro mundo interno reflejo del externo, al
unísono. Tan diferente a la novela que nos brinda un mundo externo ya
tramado, construido, podemos creer o no en la invención o realidad que
nos relata su autor, permitiéndonos aceptarla o rechazarla, como si ésta
fuese un material literario puesto en un microscopio. Con la poesía sucede
lo contrario. Es un regalo que aceptamos sin miramientos, sin análisis, al
intuir que el poeta tiene un doble mérito: su desgarro al crearla sin saber
que será ni siquiera homenajeada por un público vibrante, al mismo tiem-
po que su visión del mundo obliga a quien la lee o declama a responsabili-
zarse por él.

Creo que la poesía es el arte más complejo y caótico que existe, no


sólo porque el creador padece (aunque esté alegre, existe el dolor de su

250
alegría, la emoción traspasante de sus versos) sino porque es la belleza
penetrando en las carnes de los seres humanos. Y ese instante es estreme-
cedor. Estimula, vivifica, afectivamente sana. No es lo mismo recibir un
poema que una carta. Los poemas en las manos de los hombres, la palabra
poetizada en las comunidades, la creación en los pueblos originarios toca
el cielo. Imágenes, emociones, ideas, reflexiones, intuiciones, afectos, de-
claraciones..., es la poesía. La libertad se pierde en la poesía, una paradoja,
porque somos la metáfora. Aunque clamemos por la liberación, es el uni-
verso el creador evolutivo, en desarrollo, naturaleza poética que nos insta
al asombro; no la representamos, somos su palabra.

¿Cuál es el milagro de la poesía? Conmovernos. Tanto si la escu-


chamos de los labios de su creador, o un recitador, la escribamos como
creación personal, ingresamos a un ámbito de conmoción donde la belleza
se muestra. Conmocionarse, conmovere, del latín, mover por dentro. En
los interiores personales y sociales se mueve lo impensable, lo soñado, la
utopía, los ideales, la realidad de la cual no se está consciente. Ese intangi-
ble social y personal, ya sea por el verso fervoroso declamado por el poeta,
la escritura desgarrada de la prosa, un soneto.

El conmovernos entra en la conciencia. ¿De qué nos conmovemos?


¿Cómo nos conmovemos? Hay en la estructura de la poética un milagro.
Dentro de ella nos encontramos con la conciencia impoluta. Somos y sin
mácula. El cambio que provoca individualmente la pureza, el material so-
cial inmerso en el rizoma de su forma, ser la metáfora de la naturaleza,
deriva en un cambio cultural: la poesía es afluente y fuente. Origen y cau-
ce. Montaña y faldeo cordillerano. Los tres estados del agua. A ratos los
poetas nos sentimos sólidos, a ratos vaporosos y también tristes, agónicos,
donde nuestro mundo no puede sino expresar en llanto, el obstinado silen-
cio social. Nos convertimos entonces en napas subterráneas, dando de beber
al explotado, al mutilado, al que clama justicia, al enamorado sin esperanza.

He visto la construcción de la poesía desde lo caótico al orden que


le impone la belleza, un orden inconsciente, surgido de un interior en co-
munión con el exterior, en concordancia de la unidad con el mundo. Tam-
bién como el vehículo para aumentar la conciencia. Enraizada en la música
del origen, interpretando el silencio, en un diálogo con el oyente que se
hace poeta cuando la escucha, e incluso conmovida y conmoviendo sincró-
nicamente. ¿Cuál es la poesía del cambio? El arte de crearla en la comuni-
dad, de levantarla en cada ser humano, de abrigarla en los corazones del
hombre, de ensamblarla libremente a la actividad personal del busca-

251
dor, del inquieto buscador, del incesante, de hacerla humilde con la fuer-
za de un ciclón.

¿Se relaciona la poesía con la historia? Por supuesto que sí. No fue
creada para hacer historia, el hombre la requirió para construirse su propia
historia, para ubicarse en el asombro de la vida. La poesía épica da cuenta
de las zozobras del héroe en todas partes del mundo, de los dioses creando
a la humanidad, que es otra manera de mostrar las epopeyas personales con
belleza, derramando el sentimiento, defendiendo los valores universales
de los Derechos de los hombres, engarzándose a la rebeldía y la creativi-
dad de las mujeres, permitiéndoles sufragar los versos, mostrar sus padeci-
mientos por obtener la libertad.

La poesía forma la red autónoma, independiente de los tratados de


libre comercio, vinculando a los pueblos a la memoria original humana.
¿Es memoria? Se templan en su seno las cuerdas constitutivas del univer-
so, rasguñadas, percutidas, raspadas, melodiosas, alteradas, armónicas,
disonantes, atrevidas, pacifistas.

¿Tiene que ver la poesía con la salud? Recuerdo mi año de trabajo


(2001), en la Posta Central, Hospital de Urgencia «Alejandro del Río»,
sala de medicina traumatológica de hombres y mujeres, el Taller de Poesía
que creé y dirigí. A una niña, de no más de dieciséis años. Muy bonita, con
las piernas amputadas, víctima de un ebrio al volante que se subió a la
vereda. Hasta ese instante en que nos conocimos, permanecía muy bien
tapada. Un día, luego de mi trabajo recitándoles a todas las mujeres de la
sala, ella echó hacia atrás las cobijas de su cama para mostrarme sus muñones
a la altura de la rodilla y del muslo, respectivamente. Fue un acto de con-
fianza generado por la poesía. Yo llevaba cinco a seis sesiones leyéndoles
a Gabriela Mistral y esta hermosa chica exclamó, al unísono con destapar-
se: -¡Por fin la entiendo!- Hubo algo similar en ambas existencias. Nunca
sabré qué, pero produjo este resultado. La chica cursaba Tercer año Medio,
estudiaba para contadora en un Liceo Técnico Profesional. Me comentó
solamente que en la escuela nadie le enseñó a entender la poesía de nuestra
premio Nóbel. De allí hacia adelante participó en los diálogos que se gene-
raban en torno a sus versos, a los de Alfonsina Storni y Andrés Sabella.
Con tanta inteligencia opinó de mi lectura semanal, que renunció a la idea
del suicidio y pronto se incorporó a su familia que la fue a buscar en una
silla de ruedas cuando la dieron de alta. De su sensibilidad aprecio el es-
fuerzo que ella hizo para entender, para entenderse, para querer continuar
estudiando su carrera, para recibirse. Cuando partió nos abrazamos cariño-

252
samente, también con el personal, una suerte de reconciliación entre la
salud y la poesía, con aquellos que nunca creyeron en el poder sanador de
la creación, de la pöesis.

Yo no podía llorar al contemplar a los traumatizados, a veces se me


nublaba la voz recitándoles y en mis ojos temblaba la pena. En ocasiones,
médicos y enfermeras, que en un principio me dejaron sola en las salas,
comenzaron a incorporarse a estos recitales donde flotaban, espiritualizados,
los poetas chilenos y otros, de la literatura universal. Así fue el taller, en-
fermos que iban y venían, algunos instalados meses y meses en sus camas,
ya escribiendo su diario, un cuento, sus memorias. Hubo uno que recordó
su experiencia como trapecista en un circo pobre. A esta altura edité un
Boletín Poético que repartía semanalmente por las salas. Los traumatizados
además tuvieron sus carpetas, con las fotocopias de los poemas y textos
para leer o intercambiarlos, en mi ausencia. Los pacientes que se quedaban
más tiempo contaron con el privilegio de ser leídos por sus compañeros de
infortunio y, hasta por los facultativos. El hombre del circo pedía más y
más papel, escribía un testimonio, pero ya no en torno a sí mismo, sus
evocaciones se trasladaron mágicamente a relatar las historias personales
de los artistas circenses. Más tarde leí su crítica social en torno a sus mise-
rables vidas, tristes y sacrificadas, de los amaestradores de perros, de los
que saltan sobre los caballos. Yo continuaba investigando. Las horas que
pasaba en el hospital me fueron sagradas. Les recité a Diego Dublé Urrutia
(«En el Fondo del Lago») a Manuel Magallanes Moure («Amor»); a Car-
los Pezoa Véliz («Tarde en el Hospital» ); a Jorge González Bastías («El
poema de las tierras pobres»); a Pedro Prado («Los pájaros errantes»); a
Carlos Mondaca ( «Los Pianos Viejos»); a Jorge Hubner Bezanilla («El
Arbol»); a Vicente Huidobro ( «Arte poético») de los que yo recuerdo, no
tengo ahora mi bitácora de este viaje revolucionario por el establecimien-
to. Lo cierto es que mi postura no era maternalista. No se trataba de recitar-
les poemas que disimularan las condiciones físicas y psíquicas en que se
encontraban, o endulzaran falsamente su estadía. Los enfermos no querían
lástima. Yo tampoco deseaba entristecerlos con ciertos poemas escritos en
momentos muy depresivos de los poetas, pero de ahí a no poder leer de
verdad, -es que la poesía tiene que ver con la Verdad- los versos «más
tristes esta noche» de Pablo, había una diferencia. Desde el inicio acorda-
mos que deseaban poesía de verdad, nada que les fuera empalagoso, «es-
pecialmente» seleccionado para ellos. Trabajé entonces con la nostalgia,
con la pesadumbre de no estar viviendo en Temuco, Los Ángeles, Tierra
del Fuego, en Copiapó. Me convertí, en esas horas, en ciudadana de sus
sentimientos, de su lealtad, de su niñez, de sus adolescencias. Ciudadana

253
de la enfermedad, del accidente, de la mala hora, del destino, del cáncer;
ciudadana de los sueros, las transfusiones, de las extremidades impedidas,
de los medicamentos, del dolor, de la vejez. Cada enfermo recordó su tierra
de origen, a sus padres, los ríos, los Andes, sus trabajos, Chile, el carbón,
los bosques, el cobre, el campo, donde la pobreza se ve involucrada al
votar por un presidenciable, con el salir a las calles y ser reprimida por la
policía. Ciudadana del ser golpeado, torturado, abandonado, adoptado,
encarcelado, arrastrando sus secuelas; me transformé en ciudadana de
sus sueños.

Llegué a la conclusión, con todos los antecedentes que me aporta-


ron las enfermeras y mis observaciones particulares, que la poesía estimu-
laba el acto sanador individual y colectivo: el ánimo de los pacientes se
elevaba, y con ello los neuropéptidos, las endorfinas; fortalecía el sistema
inmunológico, los pacientes sanaban un poco antes del tiempo en que se
demoraba un yeso o un fármaco en reparar sus huesos, algunos se anima-
ban a caminar por el pasillo, a usar muletas, a salir de su cama, a utilizar la
silla de ruedas, aceptaban el recibir visitas, el apoyo al comer, al orinar,
disminuían su rabia luego de una cirugía, comenzaron a hablar, a reírse, a
confiar, acompañados con la poesía.

La idea de salud ha variado en estas últimas décadas. Yo la asocio a


la espiritualidad y a la educación. El concepto ha cambiado en plena adap-
tación a los conocimientos nuevos, el uso de la tecnología y los descubri-
mientos científicos. En nuestro devenir evolutivo, la concepción de salud
ha roto con los límites de la sociedad mecanicista para privilegiar al ser
humano. Nos hemos metido en los límites borrosos para entender el verda-
dero «arte de sanar», tanto a nosotros mismos como a los demás.

La poesía fue para nosotros una instancia dialogante, un período de


apertura, un narrar «desde adentro», en el Hospital de Urgencia. Yo conta-
ba con el respaldo de su director, pero con el tiempo aumentaron las nece-
sidades de la poesía en las salas traumatológicas, y disminuyeron mis re-
cursos ( los había puesto todos a favor de la experiencia), y el estableci-
miento asistencial no poseía ítems para editar un libro de los enfermos, mi
máxima aspiración. Quise combinar los poemas de los médicos, las enferme-
ras y auxiliares, quienes se inspiraron al escucharme relatar las biografías de
los poetas en las salas comunes, con aquellos creados por los enfermos. No
había fondos. Me quedó la satisfacción que vi a muchos de ellos retornar a
casa, al sur, al norte, a su terruño, sentirse importantes escribiendo, elevando
su autoestima, aumentando su calidad de vida como pacientes, y sanos.

254
Antiguamente, y hablo de hace cincuenta años atrás solamente, se
concebía «curar» como una suerte de agresión corporal, intervención frag-
mentada de un segmento enfermo del cuerpo tratando por supuesto de ver
el organismo como un reloj que funcionara bien, óptimamente, sin reflexio-
nar en la relación holística entre el «alma y la enfermedad», o «la mente y
el cuerpo». Hubo, claro está, una vanguardia que pensó otra cosa. Recuer-
do, a modo de ejemplo retrocediendo aún más en el tiempo, que Robin
Hood murió por el exceso de sangrías que le hicieron -según la narración
anónima-. Comprendí que se las efectuaron también para que se desangrara
y no tuviese un rol protagónico en la historia del poder, en defensa de los
pobres. Holísticamente todo tiene que ver. Cuando leí aquel libro, a los
diez años, me impactó muchísimo que mi héroe muriese de tal forma. Si-
lenciosamente expresé mi rabia exclamando -¡Cómo fue posible que
aceptase tantas sangrías!- Mi héroe, mi amor. -¿Acaso aquel médico no se
dio cuenta que se desangraría?- Más adelante entendí, en mi adolescencia,
al estudiar filosofía, que las formas de «curar» tienen que ver con el con-
cepto histórico de sociedad, y las formas de matar también. Los Robin
Hood no prosperan en el mundo ni los Quijotes o Ché Guevara, si no cam-
biábamos esta sociedad. Se habían «inventado» drogas muy poderosas para
matar a la población: los medicamentos químicos, la guerra bacteriológica,
el hambre, el narcotráfico, la farmacología con sus efectos secundarios y el
terrorismo de Estado.

Hay otros ejemplos increíbles de cómo era el concepto de la salud


de antaño en pleno siglo XX: el encierro de los enfermos mentales, muchas
veces, de los creadores. (Ronald Laing los defendió para que adquiriesen
su libertad con otros tratamientos.) El factor psicológico en la producción
de enfermedades, el «estado del alma» del paciente, no estaba contempla-
do en el mundo cartesiano, indicándonos una concepción de mundo que
había alcanzado el culto a la mecánica newtoniana, sin comprender aún las
magnitudes subatómicas, nosotros, en relación a los mundos infinitos del
universo, formados por partículas impresionantemente más pequeñas, en
un juego de interrelaciones constantes.

La experiencia en el hospital terminó de la manera más extraordina-


ria que yo hubiese podido imaginar. El programa finalizaría por falta de
recursos, pero esto no es nada. A pesar de la buena voluntad de la Jefe de
Personal, del director y otros funcionarios administrativos. La jornada en
que tuvimos una reunión por la mañana, comenzó a morir uno de los pa-
cientes en la Unidad de Tratamientos Intensivos. Entonces me llamó una
amiga enfermera para que lo fuese a ver, debido a que éste había escucha-

255
do, en una ocasión, la lectura de mis poemas en la sala común, donde per-
maneció unos cuantos días, medio dopado, con suero y enyesado. Me diri-
gí a la UTI. Lo reconocí. Fue él, en esas horas, quien había musitado en mi
oído -«léame, no más. Aunque no participe porque no tengo fuerzas para
hablar, puedo escucharla». Al rato dormía. ¿Qué deseaba ahora? Antes de
morir que le leyera un poema. Mi mente rápidamente buscaba el adecuado.
¿Habría uno «adecuado» para tal transición? No me sabía ninguno de me-
moria. Andaba con mi carpeta, fotocopias de algunos que me sobraron en
la repartición a los pacientes. Me dije: -elige al azar, sólo el destino sabrá
cuál es el suyo-.

Como nuestra vida es cambio, es transformación, segundo a segun-


do, comprendí que yo también buscaba una nueva forma de entender la
medicina. Se lo agradezco a este dirigente sindical moribundo. El universo
late, se expande. Me aproximo a entenderlo cuando el mundo de las partí-
culas subatómicas bulle, lo intuyo en la complejidad de las estructuras.
También el concepto de salud ha cambiado, remodelándose igual que la cien-
cia, continua y permanentemente. Sus consecuencias nos han confrontado con
el ideario del universo, con nuestra concepción de la realidad, el entendimiento
del Sí Mismo, y las relaciones con la Naturaleza. A medida que la física se ha
enfrentado a la dualidad del electrón en su comportamiento como onda o par-
tícula, el principio de incertidumbre de Heisenberg, la salud como ciencia ha
variado sus respuestas en torno al concepto de enfermedad, la mirada del ob-
servador -ahora dentro de lo observado-, de la vida y la muerte, plantéandonos
la necesidad de la construcción de un nuevo paradigma.

La mecánica clásica no funcionó en el mundo subatómico. Nos es-


pera la construcción de una nueva teoría, más grande que la que Newton
edificó. La salud y la educación tendrían que integrarse -de hecho lo están
haciendo- a la teoría de unificación cuántica con la relatividad donde la
concepción de la energía queda por resolver, es el misterio del hombre. Si
la energía es todo aquello que se necesita para producir cualquier cambio,
la energía como partícula o como onda tienen directa relación con la salud
y la educación, en el nuevo paradigma.

Así me encontraba, al lado de este obrero, macizo, macilento, oje-


roso, enyesado, con el corazón en un vilo, rodeado de máquinas. Palpé los
poemas, él me hizo una seña para que acercara mi oreja a su boca...

Platón fue el primero en utilizar el concepto de paradigma. Para mí


es un patrón, un modelo, una gestalt histórica. Thomas S. Khun en su libro

256
«La estructura de las revoluciones científicas» propone que un paradigma
es el modelo sobre el cual se sustentan las formas de ser y de pensar de la
sociedad dentro del marco avalado por la comunidad científica. ¿Cuál es el
marco actual en el que se sustentan las formas de ser y pensar de nuestra
sociedad en relación a la salud? Como los patrones históricos no son está-
ticos y nacen descubrimientos y postulados que enjuician la sociedad des-
de los puntos de vista filosófico, teológico, económico, político, aplicando
la dialéctica, novedosos planteamientos surgen de esta mirada de la ener-
gía, que produce un nuevo paradigma en la salud.

A veces hay cosas que están fuera de los límites de nuestro entendi-
miento, no sólo personal (construcción socio-cultural), sino que también
del paradigma que se pretende cambiar. Son nuestras experiencias energé-
ticas que rompen los límites de la sociedad rígida, excesivamente
estructurada y especializada en la fragmentación (paradigma actual). Los
miedos, las adaptaciones impiden muchas veces aventurarse a lo metafísi-
co, espiritual o al rescate étnico del concepto de salud. Conforme nos
adentremos más allá, al Todo, a la unificación, a la Unidad, a la traslación
de masas, distancias y tiempos del mundo newtoniano, al mundo subatómico
de la física, nos quedan grandes cosas que descubrir creativamente, con la
esperanza que nuestra sociedad moderna avance hasta un punto crítico lue-
go que su modelo ha sido cuestionado. Son momentos de confusión por
cierto, de confrontación de realidades paradigmáticas, de replanteamientos
socio-políticos, de un cambio cultural. Siempre me he preguntado cómo
podría ser nuestra cultura si todos hubiésemos comenzado entendiendo el
comportamiento del electrón, haciéndonos parte de ser vacío y del funcio-
namiento como onda y partícula, o del vivir en la incertidumbre sin afe-
rrarnos a los dioses.

De hecho se trataba de una especie de «extremaunción», pero con la


fe puesta en el ser humano. Fui sacando una hoja. El me susurró: -¿No le
importa que mantenga mis ojos cerrados? -Como si fuese vital abrir los
ojos ante la poesía. Comencé a leer: «De Juvencio Valle, Manzana: Eres el
Sur florido, la ágil manzana verde / eres la buena tierra preparada con tiempo
/ y eres el gajo blanco y el racimo de oro / y eres también la estampa de los
naipes silvestres...// ¿Qué centauro ardoroso con sus cascos de plata / holló
el musgo ligero donde estabas tendida? / ¿Quién se tendió a la orilla de tu
río de sueño/ para pescar tu luna y morder tus mañanas// Corre, corre tus
lomas...», hasta alcanzar este punto. Una enfermera se aproximó a mí, para
pedirme que me retirara. Necesitaba controlar los equipos, no recuerdo
bien, fui retrocediendo hasta la puerta, sin quitarle la vista a este amigo.

257
La multiversidad en que ahora nos vemos envueltos nos muestra
que vivimos en la encrucijada del cambio de paradigma. Más bien se está
dando. No necesariamente cambiaremos un paradigma por otro. Por el con-
trario, nos acercamos al misterio del Todo, inalcanzable. Es un hecho que
cuestionamos el modelo en que vivimos. No basta calificarlo como
neoliberal. Más bien yo diría antiecológico, antiétnico, discriminatorio,
consumista. Paso a paso, vemos manifestaciones del nuevo paradigma,
superpuestas en el paradigma neoliberal: la democratización y la participa-
ción de las comunidades en asuntos ciudadanos, la decadencia de las es-
tructuras religiosas, el elevamiento de los conglomerados espirituales, las
novedosas apreciaciones en torno a la integración de relaciones humanas
viables, solidarias, sensibles, afectivas, intuitivas, las denuncias y
movilizaciones en torno a las gestiones gubernamentales y contra los polí-
ticos corruptos. Me parece más bien un Renacimiento. Se alzan gobiernos
con líderes mujeres. Se despiertan las ansias de conocimientos en las co-
munidades sin más aspiraciones universitarias que ayudar a los niños y
adultos mayores, se alientan los anhelos de la cultura concebida como auge
de la música, de las artes,de la expresión popular. La nueva conciencia
comenzó a pertenecerle al ser humano. Él es el vínculo con la salud. Se
trata de que cada hombre, mujer o niño sea el vínculo para el desarrollo, no
se conciba como el sujeto con herramientas de experticia para la interven-
ción de la naturaleza, sino sean la naturaleza. A la luz de este nuevo para-
digma los seres humanos son la totalidad que interactúa solidariamente,
son la relación de las interrelaciones, con amor entre los suyos: son la roca,
la planta medicinal, el sembradío, el animal, la inteligencia, el lenguaje.
Son la construcción espiritual. El nuevo paradigma florece permeando la
empresa, la escuela, las organizaciones, las comunidades. Cambia el con-
cepto de la salud y la educación. La poesía del universo es el vínculo. A
través de ella emergen los mundos personales creando interrelaciones más
profundas, cálidas y significativas con la comunidad. La poesía nos mues-
tra mejor las tendencias mundiales, más certeramente que como lo ejecuta
la mera información y las estadísticas.

Larry Dossey, en su obra «Tiempo, Espacio y Medicina» declara:


«la salud es algo mucho más complejo de lo que puede explicar el compor-
tamiento de las moléculas». Una forma de pensar holística opuesta al idea-
rio cartesiano. Einstein nos lega: « Un ser humano es parte del mundo,
llamado por nosotros «Universo», una parte limitada en tiempo y espacio.
Experimenta sus pensamientos y sentimientos como algo independiente
del resto, una suerte de ilusión óptica de la conciencia...». Porque la con-
ciencia lucha contra esta ilusión óptica, nos estamos acercando al nuevo

258
paradigma donde no nos consideramos «independientes» del resto, pro-
puesta totalmente contraria a Descartes. Este último, al considerar antes de
Einstein, que la Naturaleza estaba separada en dos estadios irreconcilia-
bles: lo material y lo espiritual, instaló al hombre en la casilla de lo»material»
y lo sometió a las leyes de la mecánica: una «máquina» bien hecha y cuyo
comportamiento es predecible a esas leyes. De este modo se concibió la
salud: un cuerpo bien engranado, limpio de colesterol y toxinas, en buen
funcionamiento de sus piezas (órganos). Si alguna se desajustaba, se podía
reparar, dando origen a una concepción de la «enfermedad» y la «cura»,
fragmentada. En el mundo cartesiano la poesía no hubiese entrado jamás
como fenómeno sanador, activador, mejorador de las relaciones con el en-
torno y reconstrucciones humanas. ¿Dónde se encontraba su mística, en
qué parte de su alma, de su mente? ¿En qué parte del cuerpo, de la «máqui-
na-poeta», podía hallarse la «falla» de sus pioneros? Fue penetrado igual
por ella, porque los pioneros del nuevo paradigma vieron el arte como fe-
nómeno sanador. Lentamente la poesía enfermó al poeta, lo caotizó, lo
sanó, resucitó y simultáneamente fue reflejo de una sociedad industrial
despiadada, que denunció. La poesía instó a los pueblos, a las comunida-
des, al individuo, a ser, a sentir. Imposible fragmentar la poesía. Desafió la
mecánica clásica. Yo creo que la poesía es lo único integral, holístico que
poseemos, por eso la amamos: congruente, sólida, completa, hiriente, en-
tera, sin disecciones, sin cirugía. A ratos se intenta analizar sus figuras
literarias, cuestionar sus raíces, intervenir en las agrupaciones litera-
rias comunales, «enseñar» poesía (cuando ésta únicamente surge de las
entrañas), perseguir a los poetas. La poesía ni se mueve, son roces su-
perficiales en su lomo peludo de «Platero y yo» de Juan Ramón Jiménez,
como la brizna de hierba incólume, ante la caricia de la brisa suave de
un caluroso verano.

Hasta el día de hoy especialmente en Occidente, se considera que el


luchar contra la enfermedad es intentar que la «máquina» vuelva a funcio-
nar correctamente. Por ello las especializaciones cunden por doquier en los
programas de estudio de las carreras de medicina de todas las universida-
des. Mientras más especialistas, más segmentados tenemos el cuerpo hu-
mano alejándonos de un concepto de salud integral. Kepler, Bacon, Des-
cartes y Newton influyeron en la segmentación cada vez más prolija de la
Naturaleza. Se dividió al organismo en sistemas, los sistemas en órganos,
los órganos en células, las células en moléculas y éstas en partículas. ¿Dónde
quedó la poesía en el mundo cartesiano? Sufrió. Fue perseguida, se hizo
peligrosa. Cosa de «locos». Revolucionaria desplegó las «Nanas de la ce-
bolla» de Miguel Hernández, testimonial; se hizo gitana en García Lorca,

259
tolerante; cantó al espíritu escondido de la materia, en las odas nerudianas,
comenzó a plasmarse en miles de idiomas, buscó la derrota de la máquina,
quiso terminar con las formalidades, se perdió en los límites borrosos. Aven-
turera abandonó los cánones, se reintegró a la síntesis, se rió de los frag-
mentos, democratizó sus plumas, quiso ser ciudadana, pueblo, azúcar, pe-
tróleo, deseó ser cantada sin ser rimada, también fue fusilada; se atrevió a
traspasar realidades, abrir fosas, fue acusada; se instaló en los cafés, fue
relegada a campos de concentración, se transformó en sabia, fue todos los
seres, fue la enfermedad misma, con energía.

Mientras más fármacos específicos inventamos, más «piezas» del


cuerpo podemos poner de nuevo en funcionamiento, superando sus altera-
ciones, pero la poesía es de una sola pieza. La cirugía llega a ser incluso
devastadora cuando los cuerpos son invadidos por prótesis, segmentos de
titanio y bypass. La poesía no requiere de dudas, de plásticos. En referen-
cia a las intervenciones en la «máquina corporal», no quiero que se me
entienda que soy contraria al progreso que salva nuestras vidas utilizando
alta tecnología, pero el pensamiento cartesiano al inmiscuirse en nuestros
cuerpos «restaurándolos», luego de accidentes o enfermedades catastrófi-
cas, despojó a los organismos de su propia capacidad sanadora buscando
hacerlo dependiente de la farmacopea y con ello aumentar el caudal de los
negocios médicos. No se la pudo con la poesía. Ésta apareció aun en el
enfermo, como una señal de su potencia. La poesía consideró que ser, aún
en la enfermedad más cruel, era el puente, el mensaje y la unificación.

Apoyándose en el desarrollo de la tecnología y la informática, la


Medicina logró grandes avances, sobre todo en el terreno de la investiga-
ción genética al intentar encontrar los orígenes de las enfermedades. Sin
embargo, convencionalmente, sigue adoleciendo de parcialidad, todo lo
que es validado científicamente tiene validez en la reparación del organis-
mo. ¿Y la poesía qué? La medicina continúa concibiendo al ser humano
como un mecanismo ideal regido por la mente, identificando ésta con el
cerebro. No contempla las emociones, los sentimientos, el sentido de la
transcendencia de nuestra evolución en la tierra, o la influencia del medio
ambiente en el organismo, según nuestra percepción intuitiva. Sólo la poe-
sía capta qué sentimos, la vertiente oculta, liberadora, gota a gota, en nues-
tro ánimo; la reparadora, la que se teje en la teoría de las supercuerdas, la
que ama al ser que la cobija.

La revolución científica, luego de los postulados de Einstein con su


teoría de la Relatividad y complementada con el grupo de Copenhague, ha

260
influido en el cambio de paradigma y con ello en la salud. Tanto los crite-
rios cartesianos -que el hombre es una máquina reparable- y el criterio de
la parcialidad están retrocediendo en la comprensión del mundo. Con ellos,
todas las fuentes históricas de sanación integral derivadas de las culturas
ancestrales, los experimentos de un desarrollo sustentable donde el médico
adquiere otro rol, (el de sanador del barrio, el que sabe qué tiene su pacien-
te porque lo conoce de años, el que lo valora como ser humano) y la poesía,
no tendrían cabida. El criterio de «parcialidad», sinónimo de respeto por lo
que «todo lo que es científico es bueno», inspirado luego del obscurantis-
mo del medioevo para resaltar y defender todo lo que es medible, pesable,
estadístico, capaz de reproducción en laboratorios como óptimo, inmejora-
ble, libra ahora una dura batalla con el paradigma cuántico emergente, que
confía en que la salud natural está imbricada estrechamente con una ecología
del desarrollo, de la evolución, que nos hace sentirnos totalidad. Somos la
naturaleza, instaurando la cultura de la relación de las interacciones, no
meros observadores de la misma a punto de intervenir en ella para investi-
garla hasta su médula y al final, destruirla.

Al construir una cultura de la relación de las interacciones la poesía


es fundamental, mirando la existencia con el ojo intuitivo y contemplando
la belleza del todo relacionado, del universo como una compleja manifes-
tación energética donde están permanentemente interactuando cada uno de
sus diferentes planos vibracionales. Por esto los expertos en cada discipli-
na, al revisar sus fundamentos, lo primero que están haciendo es replantearse
nuestro concepto del ser humano, con los aportes de disciplinas como la
Psicología, la Psiquiatría o la Antropología, así como de otras, que ya en el
mundo griego eran igualmente consideradas «ciencias», la Filosofía, la Ética
y las Artes. Aquí está la poesía, relevante. Generando un estado especial de
energía, librándonos de los pesares al crearla. Del caos se torna luminosa,
trastoca el espacio-tiempo. Cada vez que la escuchamos o leemos, vivimos
en otro mundo. Nos brinda la sensación de apertura, baña nuestras células de
maravillas naturales, de prodigios indómitos.»...de techo en techo vivo / de
alero a tijeral hago el camino...» («Yo soy un carpintero», de Juvencio Valle).

Prueba de ello son los descubrimientos recientes de muchos facul-


tativos, en sus investigaciones, que se han abierto a las consideraciones de
«remisiones espontáneas» de cánceres incurables, a las ideas menos agre-
sivas en cuanto a la intervención del cuerpo humano, evitando los efectos
secundarios de tantos fármacos que por lo general, son tóxicos. Otros mé-
dicos e investigadores aplazan hasta el último momento las cirugías, ayu-
dando a sus pacientes a obtener un estado emocional proclive a aumentar

261
las defensas, a reforzar su sistema inmunológico y a aprender a
interrelacionarse de otra forma, tanto consigo mismos como con los de-
más. De allí la apertura a estimular en ellos la escritura, llámese llevar un
diario de vida, escribir poemas, o narrar experiencias personales. El con-
cepto de «enfermedad» va cambiando. «Cuerpo» y «mente» son un todo.
Cada célula es nuestra mente, -yo diría, con un sentir poético-, una totali-
dad milagrosamente relacionada, armónica y musical, con interacciones
diversas, una memoria de la poesía universal.

La salud cuenta en el nuevo paradigma cuántico, con el término


«medicina sicosomática». Tanto las actitudes, las emociones y los pensa-
mientos influyen en nuestra fisiología, en cómo vivimos. Al «enfermar-
nos», perdemos la poesía de nuestro ser, su memoria. La educación que
tuvimos marca una notable influencia en cómo moriremos, inclusive. Si ha
sido traumática, de resiliencia, depresiva, o no tuvo mayores contratiem-
pos, la cuenta final se realizará según sus características propias, con o sin
poesía. Por eso el arte de educarnos tendría que ser la primera prioridad de
la sociedad del cambio. Quien escuchó poesía desde pequeño, quien tuvo
cerca la leyenda, la fábula, el cuento, la narración de sus ancestros, quien
palpó la posibilidad de una escritura poética tendrá más ventajas, más po-
sibilidades de vivir incluso «enfermo» que aquél que careció de ella. Lo
más probable es que el nuevo paradigma nos obliga a ser poesía, a ser
música, a ser inventores perennes sin saberlo; a expresar nuestra
emocionalidad, a madurar, a nadar en la mar espiritual comenzando a desa-
rrollarla a partir de la paz interior, y con los otros.

Las experiencias médicas de vanguardia han descubierto el enorme


universo sanador que se expande sobre la persona misma cuando está en el
Arte, comprobando que los procesos de curación de una misma dolencia
en enfermos, aplicándoles el mismo tratamiento varían, de unos a otros,
según su estado anímico y la calidad de su pensamiento positivo. La poesía
es positiva, que no nos quepa duda. Se empieza a entender que la mente no
sólo se circunscribe al funcionamiento del cerebro, sino que hay una reper-
cusión clarísima que se manifiesta a escala celular. La poesía nutre nues-
tras células. (Experimentos con bebés así lo demuestran. La madre le ha
recitado una poesía al hijo que viene en camino. Cuando éste nace y crece,
reconoce el poema en cuestión si se lo recitan nuevamente, con risas y
algaraza). Con estas investigaciones el cuerpo es un organismo unificado
que deja de ser una máquina «reparable». Es la naturaleza misma que está
dentro de nosotros. Se ha descubierto que el cuerpo es la expresión densa
de energías sutiles que se concretan en el plano físico, donde los niveles

262
vibratorios se interrelacionan unos con otros, influenciándose. ¿Qué papel
juega la poesía en los niveles vibratorios? Cambia nuestra densidad. Al
considerar nuestra corporalidad como energías sutiles interrelacionadas,
vibrando e influenciándose unas a otras, nuestro modo de concebir el mun-
do también cambia. Estamos vibrando en el todo porque somos el Todo. La
incertidumbre de Heisenberg (onda o partícula) puede tornarse, con este
fundamento, una breve certidumbre de ser en el Ser, en el universo vibrato-
rio, musical. Trascender nos da algo de certeza, no en la permanencia, sino
en el camino: música, poesía. Podemos crearla mientras nos vamos. La
evolución de las energías sutiles me despiertan, a nivel espiritual, mayor
conciencia, pero la incertidumbre continúa. Vemos que la unidad de con-
ciencia, en evolución, es la conciencia que utiliza cualquier medio para
desarrollarse. Si somos conciencia en evolución somos la poesía.

Vernos de este modo revoluciona nuestra cultura. Revoluciona nues-


tro concepto de salud porque a la enfermedad nos acercaremos desde otra
perspectiva. Somos seres propensos a vernos afectados por desequilibrios,
producidos por cualquier expresión energética de niveles superiores, lo que
en nuestro plano podrían llamarse irrupciones psicológicas, emocionales o
físicas. La «enfermedad» no se generaría -cartesianamente- por factores
endógenos o exógenos, como causas, produciendo ciertos efectos. Estaría-
mos en una permanente comunicación de interrelaciones vibratorias. La
enfermedad nos envía señales, las cuales debemos escuchar pues represen-
tan un mensaje. Y éste al ser comprendido por nosotros, nos permite poner
a nuestro alcance los mecanismos para restaurar el equilibrio de las ener-
gías sutiles. Si tenemos la poesía podríamos elevar nuestro estado vibrato-
rio, bajando la densidad. Concebida así la «enfermedad», no nos queda
otra cosa que entender que su comunicación dinamiza nuestra conciencia.
El sólo hecho de producirse una comunicación dinámica entre los campos
de energías sutiles, la que nos alerta para la sanación, viene a ser el darse
cuenta de las influencias que ejercen nuestros pensamientos en tanto orga-
nizan las señales (enfermedad) como el darse cuenta del mensaje (la
sanación). Se ha constatado en este ámbito que la meditación como relaja-
ción y vibración con el vacío, poniéndose en «onda» como quien dice con
el ser subatómico, es sanador al conducirnos a la mejoría. Asimismo la
calidad de nuestros pensamientos, la concentración en ellos, buscando un
objetivo predeterminado; la intencionalidad positiva de sanación, la visua-
lización creativa en nuestro organismo, el deseo imperioso de sanar, todos
tienden a la salud integral utilizados en forma consciente, estimulando el
sistema inmunológico, reparando los órganos dañados, potenciando la ca-
lidad de vida, armonizando el entorno donde nos desenvolvemos. Puede

263
que la poesía siempre nos entregue el equilibrio perdido, a pesar de prove-
nir creadoramente de un instante complejo. En último término sanamos
con la poesía, una vez creada por nosotros mismos, o nos acercamos a
la sanación leyéndola, escuchándola, o estimulando su irradiación en la
comunidad.

Yo creo que la poesía es la pregunta. Ella nos interpela. ¿Qué te


sucede a ti conmigo? No alcanzamos a responderle cuando de nuevo nos
encuentra en la rememoranza, la soledad, el nacer bajo su follaje abrigán-
donos, y risueña mueve nuestro mundo tan «estable» para trasladarnos al
vórtice de la incertidumbre. Tenemos un censor extremadamente sensible
cuando leemos o escuchamos un poema que está escrito con excelencia,
con arte, con belleza. Este nos inunda de encanto, de paz, de admiración.
Ante un poema «mal» escrito, sentimos un chirrido, un frenazo, la conta-
minación acústica, luces inarticuladas. No es lo «mal» o «bien» escrito del
poema por lo cual tendemos a rechazar la poesía, sino por cuánto nos pre-
gunta aquella, cuántas respuestas nos pide, nos conmina a entregarle, cómo
es el diálogo que anhela que entablemos con ella, cuánto nos sostiene.
«Bien» escrita nos sana, porque es intrínsecamente nuestra. «Mal» escrita
nos frustra, no indaga en el alma nuestra, no la hace vibrar, se olvida de lo
que esperamos de ella, nos deja fuera de la conversación. ¿Hay poetas «bue-
nos» y «malos»? Yo creo que nó. Sólo cada cual sabe cómo hacerse las
preguntas, cómo brindarnos un regalo. «Mala» o «buena» poesía, ella es
del ser. Las frustraciones, la escasez de sus preguntas, o que el regalo no
venga envuelto en papel multicolor no son argumentos para rechazarla.

Hay más sobre salud y poesía. Mientras más conscientes somos acer-
ca de nosotros mismos, mientras más poéticos, alegres, comunitarios,
expansivos, afectuosos nos comportamos, el megaholograma que es el uni-
verso recibe de nosotros la dicha de «contenernos». A la vez influimos en
el bienestar de todos los demás: animales, plantas, minerales, polvo galác-
tico, estrellas, nuestros semejantes, la humanidad. Nuestra preciosa
corporalidad es la que nos proporciona los avisos correspondientes de sa-
tisfacción o malestar, al enfrentarnos a cualquier desequilibrio físico. For-
taleciéndonos en la satisfacción, el buen humor, el entusiasmo, la alegría,
la solidaridad, en actitudes amorosas, fisiológicamente desencadenamos
neuropéptidos, que nos impulsan a defendernos de invasiones agresivas
generadas por nosotros mismos en ausencia de conciencia.

La medicina es una palabra que el nuevo paradigma cambia como


Salud Integral o Salud Holística. La poesía también lo es. Los enfoques de

264
diagnóstico, localización y erradicación de enfermedades en distintos ór-
ganos se transforma de «focalizada» (centramiento en los síntomas) a glo-
bal (centramiento en el ser humano que ha enfermado) al cual habrá que
atender en interrelación afectiva e inteligente. Ya no es médico y paciente,
(dualidad cartesiana) sino amistad, vínculo de amor, de compasión, de com-
pañía cósmica, religiosa o espiritualizada. Lo comprendemos cuando nuestra
conciencia se torna holística. Si este paradigma emergente se hace cargo
de una nueva forma de desarrollo personal, la poesía será su modus operandi.
¿Quién no ha escuchado de los labios del amado un poema original, leído o
aprendido de memoria, para conquistarnos? ¿Qué amado no ha retenido en
sus pupilas una carta de amor de su elegida? ¿Quiénes no han experimen-
tado la palabra como fuente de afectos incondicionales? ¿Quiénes no se
han sentido seguros si no fuese por aquel creador, por el poeta, que ha
tomado en sus manos las vidas de otros, en su vida? Cuando «enferma-
mos» la poesía puede tomar el rol protagónico. La sentimos como metáfo-
ra del cosmos, en sintonía con la naturaleza. La poesía de la existencia
empalidece, y la que estaba invisible, se torna trascendente. Revitalizarse
significaría ser la naturaleza y sentir en poesía. Al sanar sentimos la crea-
ción, pensamos en poesía. Bajo la niebla, las minúsculas luces de las casas
vecinas parecen huellas de estrellas; cuando amamos, los frutos son bri-
llantes, el sol nos entibia, nuestra luz interna se hace visible, la ternura es la
dulce aparición de dioses benévolos que nos auspician, y los días amargos
se transforman en la madera sin pulimentar.

El cambio de medicina a salud integral es maravilloso. Se concibe


al hombre planetario, a la humanidad proclive a prestar servicio a la huma-
nidad resonando en el cosmos, la música de la primigenia obscuridad (mo-
mentos antes del Big Bang). Entonces las bacterias, los bacilos, los virus
de última generación, a los cuales un médico puede acusar de enfermar a
un organismo, pasarán a ser investigados en segundos y terceros planos,
porque previamente la atención se prestará a los procesos mentales, emo-
cionales y afectivos que contribuyeron o condujeron a la persona a volcar-
se a ese estado energético de minusvalía, adquiriendo la poesía el rol de
antídoto a la dualidad.

¡Qué poético mundo se asoma cuando aparece la física cuántica! En


un principio, se descubre la gran explosión, el Big Bang. No conocemos
los límites de lo más grande y tampoco de lo más pequeño. Ostriker y
Steinhard en uno de sus libros muestran algo realmente misterioso: la ma-
teria visible que vemos en nuestro mundo ocupa el 0.5% de lo que contiene
el universo, la materia invisible no luminosa, el 3.5% y la materia negra, el

265
26%. ¿Qué pasa con el resto? Es poesía y música, tiendo a afirmar. La
realidad que concebimos es el misterio. En directa relación con la salud,
con la educación, con la cultura.

¿Es la poesía algo real? El nuevo concepto de salud es más real que
el cartesiano a ultranza. Me parece más real la idea de lo «real» al sanar
con la poesía, lo que ésta nos despierta en el interior tanto más que la ma-
teria física que palpamos, que vemos. Una poesía es tan real como una
mesa desde este punto de vista. (me refiero al sentimiento, a la emoción
que provoca). Hamlet y El Quijote podrían llegar a ser tan reales al
leerlos, porque podrían salvar vidas, si los interrelacionamos con la sa-
lud. La meditación es tan real como la constelación de Orión y la músi-
ca es tan real, no porque el sonido se propaga por el aire y lo percibi-
mos por el oído, sino porque puede haber sido el compuesto creador del
universo en que vivimos: somos el sonido. Si nos adentramos a la teo-
ría de las supercuerdas que constituyen el universo, éstas podrían estar
sonando para nosotros con sus multidiversas melodías. Dos cosmólogos,
Wayne Hu y Martín White, analizando el momento previo al Big Bang
nos señalan: «El resultado es un espectro de sonido muy parecido a los
que produce un instrumento musical. Esta melodía contiene armonías
con longitudes de onda que son fracciones integrales de la longitud de
onda fundamental».

¿Seremos música los seres humanos?¿Seremos poesía? Yo creo


que sí. La música y la poesía (no la concibamos como un trabajo inte-
lectual del hombre sino como la primigenia esencia de la belleza y la
emoción de la creación en cada uno de nosotros), está en nuestros áto-
mos, en las partículas más ínfimas de nuestro ser, en nuestras células,
en el electrón. Viajan como partículas o como ondas: música y poesía,
esto somos nosotros. Si sentimos ser música, ser poesía, nuestras rela-
ciones humanas, interacciones sutiles de energías resonando, son la sa-
lud integral. Al encontrar las señales, percibirlas, recibir el mensaje (la
«enfermedad»), tomamos conciencia de nuestros pensamientos genera-
dores de nuestros desequilibrios y mejoramos al concebirnos como
musicales y poéticos, los hados de la mano, del poeta Yeats, donantes
de belleza, emoción y sonoridad esencial. «¡Márchate, oh niño huma-
no! / A las aguas y lo silvestre / con una hada de la mano / pues hay en
el mundo más llanto del que puedes entender».

El Dr. Laskow nos dice: «Las semillas de la enfermedad se siem-


bran cuando, lo sepamos de un modo consciente o inconsciente, nues-

266
tros actos cotidianos entran en conflicto con nuestro objetivo espiri-
tual». Entiendo que la poesía tiene su objetivo espiritual, no podemos
dejarla de lado. Cuando cada ser humano entra en conflicto con su ar-
monía interna básica, con su verso interno, en conflicto con la emoción
poética, dejando fuera la naturaleza, no sintiéndola dentro de sí mismo,
expulsando el canto interior, apagándolo, la calidad de vida corre peli-
gro. Cuando el ser humano deja el coro de las mesetas, de las cordille-
ras, el coro de la creación, de la luna y el sol, la música de las
supercuerdas y su conciencia ya no escucha, su darse cuenta es débil,
aumenta su sordera, no oye las señales, se vuelve cada vez más denso,
tiene roturas energéticas. Quien no actúa de acuerdo con su propia con-
ciencia, es congruente, somatiza cualquier conflicto en su cuerpo físico
y «enferma». La salud integral es entonces nuestra decisión, nuestra
responsabilidad. Antes de las «señales» o inmersos en ellas, la poesía
puede protegernos de la intervención de un facultativo, entendiendo
por ello la contemplación del mundo poéticamente. Somos el caminan-
te y el verso al mismo tiempo.

La curación -afirma el doctor Leonard Laskow- se da de un modo


natural. Podemos usar nuestros pensamientos, nuestras manos, el cora-
zón y la conciencia elevada para inducir la curación. Las energías pue-
den aprovecharse y amplificarse para propiciar una transformación en-
caminada a la salud y la integridad en nuestra vida y en las vidas de los
demás. En mis veinticinco años ejerciendo la medicina he desarrollado
una idea bastante aproximada de cómo puede tratarse eficazmente la
enfermedad con procedimientos médicos. No obstante, he visto con cla-
ridad meridiana que si el médico se limita a tratar, es la naturaleza la
responsable de la curación propiamente dicha. Con esto quiero decir
que el impulso natural de la vida es curarse, recuperar su integridad.
Cada vez que he recurrido a la cirugía dependía del proceso curativo
del propio paciente para conducirle hasta su pleno restablecimiento.
Impulso curativo natural sin el cual hasta el médico mejor capacitado
del mundo se vería impotente para devolver la salud al enfermo».

William Butler Yeats nos legó: «Pienso que la renovación de las


creencias que es el principal movimiento de nuestro tiempo liberará
cada vez más a las artes de su edad y de la vida, dejándoles cada vez
más libres para perderse en la belleza y para ocuparse, como toda la
gran poesía del pasado y como las religiones de todas las épocas, de las
viejas creencias, mitos y sueños; en suma, de la acumulada belleza de
la época. Creo que todos los hombres rechazarán cada vez con más

267
fuerza la opinión que considera que la poesía es una crítica de la vida, y
estarán cada vez más convencidos de que es una revelación de la vida
oculta y, tal vez, lleguen a pensar que pintura, poesía y música son los
únicos medios dejados al hombre en la Tierra para conversar con la
eternidad».

Actualmente la Medicina convencional está abocada a la investiga-


ción. Sus pilares fundamentales son los progresos tecnológicos y genéticos.
Avances notables se han producido en este campo a partir de los científicos
Crick y Watson que descubrieron la doble hélice de ADN, lo que implica ir
desentrañando el mapa genético del genoma humano, mapa que probable-
mente quede completo en los próximos años. También los adelantos en
clonación de órganos que pueden crecer en laboratorios a partir de una
célula madre y ser transplantados a los mismos dueños de la célula, con lo
cual estos no experimentarían el rechazo en los transplantes. En el 2004
escribí el siguiente poema:

Im memoriam de Francis Crick


(Premio Nobel de Medicina 1962)

«Algo esperaba en mi ciudad, a mediodía.

Después de la masacre de la escuelita rusa

ni siquiera la palabra justicia..,

reflexionaba

a una intuición borrosa de Watson

Francis Crick reconstruyó su imagen en la incertidumbre del modelo.

Imaginó una escala de cuerda

en el núcleo celular girando

como una doble hélice

de perpendiculares peldaños...

268
y tres niños solos cruzaron la calzada

en la ciudad donde yo vivo.

Me pregunté por sus madres

dónde estarían

las descubrí caminando a media cuadra de distancia,

conversación confiada.

Los pequeños adelantaron su aventura y gozosos

al otro lado de la calle

en la ciudad del mar donde yo habito

continuaron abrazándose y riendo

con sus cinco y seis años

atrevidos...

Si pudiésemos ser la doble hélice de ADN solamente


impresos en el medio ambiente
científicos y distantes
cromosomas, genes,
pensados por la molécula de la vida...
y los niños pasan frente a un árbol
sobre sus raíces, echados, dos enormes y peludos perros dormitando
ellos miran
y continuan su trayecto

hay algo en sus rostros, de travieso...

Si pudiésemos visualizar a un ser humano

como bases nitrogenadas en parejas

y moléculas de azúcar en barandas

269
no alcanzaríamos al misterio.

Secuenciar el ADN del sapiens sapiens

obtener un mapa del sujeto

conocer normalidades y atributos

identificar enfermedades...

Uno de ellos de improviso retrocede,

los otros por el mismo rumbo se contagian

danza en su gentil manera una idea

contemplando a los somnolentos canes

ese mismo saca del bolsillo una armónica,

llevándola a sus labios

interpreta un concierto a los perrazos

el sol se debilita

los niños gozan,

inclinados, con sus ojitos incrustados en los perros

y la música

armónica latiendo

canción de sauces

indulto

inédita

270
en las manos del pequeño observador

los animales bostezan, se estiran

los niños se dan cuenta que despiertan

guarda la armónica el morenito risueño

a la mirada atenta de sus amigos

luego prosiguen

los tres camaradas...

Si se pudiese...¿y por qué contar la historia

con Ciencia?

Con la física cuántica, la consciencia del ser humano ha evolucio-


nado hasta el punto de hacerlo comprender que existen otros campos más
sutiles que la materia. De allí que los postulados de una Psicología
Transformacional, de un Aprendizaje del Cambio y de una Medicina de la
Energía tomen ahora protagonismo.

La Medicina vibracional o energética desde principios de siglo se


permeó, no sin dificultad, con los avances de la física, y apoyándose en la
tecnología producto de la física experimental, de la revolución de las co-
municaciones que siempre tiene relación con las guerras, y de las influen-
cias de Oriente, trajo al Occidente una serie de terapias encaminadas a
influir sobre lo que se considera la energía vital: el Ch’i de la medicina
china, el prana como la medicina hindú y el ki japonés.

En Occidente se han realizado experimentos en hospitales sobre


la transmisión y curación energética, mediante la imposición de manos
o la llamada anestesia de guante, por mostrar un área de su desarrollo.
Al mismo tiempo, al incorporar el conocimiento de que todo vibra, de
que todo es vibración, la educación espiritual ha hecho hincapie en la
difusión de la música y la palabra poética. También se ha experimenta-
do con la aplicación de cargas de energía electromagnética dirigidas a
la cicatrización de tejidos y a la regeneración celular. Sin olvidar ade-

271
más, las nuevas técnicas de microcirugía o la utilización del bisturí de
rayo láser.

La salud puede tener una respuesta distinta cuando se unifica la


física, la medicina y la psicología como un estado de calidad de vida ópti-
mo para cada ser humano. No es sólo bienestar físico, emocional y social.
Es un Todo como calidad de vida y con derecho a la evolución. El estado
de ánimo de una persona en desequilibrio de sus vibraciones energéticas
recién se empieza a considerar dentro de su sanación, la influencia de sus
pensamientos, su capacidad de superar situaciones traumáticas, la resiliencia
y la capacidad de fortalecer el sistema inmunológico, por ejemplo, para no
somatizar los conflictos intrapsíquicos. La Medicina psicosomática tra-
baja fortaleciendo los lazos energéticos positivos -ondas o partículas
de pensamientos que conllevan la sanación- en contraposición al
negativismo, la tristeza, la falta de esperanza. Explora las causas de los
desequilibrios como originados por las emociones, también sus efectos
citoquínicos y el funcionamiento de la mente en la sanación, al consi-
derar que todas nuestras células son mente.

La Medicina del siglo XXI llega a ser paradójica: por un lado la


alópata se desvive por poner la tecnología y la biotecnología al servicio de
grandes trust internacionales, es la globalización occidental. No siempre,
hay esfuerzos de países y médicos humanistas por el cambio. Por otra parte
los pueblos originarios rescatan de sus ancestros las formas de curación
más primigenias y efectivas, sin gasto para una población empobrecida por
el neoliberalismo a ultranza. También la energía toma su rol protagónico
como agilizador de la conciencia, individual y colectiva. El panorama que
se extiende ante nosotros es asombroso. La enorme cantidad de aspectos
en los que se ha fraccionado el estudio de la salud ha generado un auténtico
maremagnum de terapias en ocasiones difíciles de reconciliar, de creer:
tarot, runas, mandalas, laberintos meditativos, reiki, flores de Bach, etc,
pero empezamos a admitir que no debe hablarse ya de medicinas alternati-
vas sino de complementarias.

¿Será la poesía una medicina complementaria? Las nuevas tenden-


cias abogan por la conciliación de los aparentes opuestos, la unión en lugar
de la fragmentación, la búsqueda de lo común en detrimento de las particu-
laridades, la aceptación tolerante de la multiversidad, la necesidad de con-
templar al hombre como un ser integral dotado de aspectos físicos, energé-
ticos, emocionales, mentales e, incluso, transcendentes a la hora de atender
al mantenimiento de su estado de salud. Las nuevas generaciones deben

272
ser educadas desde la cuna con un concepto de salud del nuevo paradigma.
Respeto por las etnias, por las sabidurías antiguas, por el despertar energé-
tico, por los fenómenos parapsicológicos, por el aprendizaje del espacio-
tiempo, por su sanación constante ante permanentes desequilibrios y esta-
dos vibratorios. La poesía es palabra, la palabra es vibración. Vibra el
poeta creándola, vibran los seres escuchándola, vibra nuestra
corporalidad al sentirla. Somos energía al ser poesía. El ser humano de
final de milenio será otro en su paradigma ecológico-energético. Lo
impulsará el renacimiento de sus capacidades, es decir, a extraer de
ellos lo mejor, lo más bello, sus habilidades relevantes, sus capacidades
plenas para su felicidad personal ampliando, de este modo, la mirada al
universo, encontrándolo a través de la poesía, liberándolo de miedos y
de las inseguridades, la prisión perpetua de quien ha enfermado en esta
sociedad moderna por no atreverse a ser poesía, quiero decir, no la obra
del poeta, sino el poeta en la gran obra. David Bohm afirma: «La física
me enseñó la necesidad de comprender que el mundo es un todo, que la
fragmentación que observamos en todas las áreas del mundo contem-
poráneo es peligrosa, y que hay que entablar un diálogo serio a fin de
evitar mayor fragmentación y reparar la que hay en curso. Este tipo de
diálogo no es una discusión, discusión quiere decir lanzar la pelota y
cogerla, como en el ping pong. Se trata de crear una situación en que
podamos dejar de pensar en nuestras opiniones y en nuestros juicios y
seamos capaces de escucharnos mutuamente.En un movimiento dado
la gente reconoce que ese campo común es más importante que los cam-
pos individuales. A partir de ahí se desarrolla un estado de inteligencia
superior, de inteligencia social. La inteligencia que se genera con el
diálogo y posibilita que exista algo nuevo en las relaciones humanas».

En suma, la poesía es la superación de la fragmentación. Parece ser


la mejor medicina. David Bohm planteó que detrás de un orden explícito,
existe un orden implicado que se va abriendo en la medida que se va en-
trando al todo para llegar a él. Así es la poesía. Cuando nos desequilibra-
mos, el orden (dentro de la situación caótica) es explícito para la medicina
alópata, hay causas y efectos, diagnóstico, procedimientos y pronósticos,
remedios y tratamientos, pero ésta no trata aún con las posibilidades de
sanación cuando desde el orden explícito se despliega aquel orden implíci-
to. ¿Será la poesía que logre desplegar la sanación? ¿El arte?¡Qué gran
aporte sería profundizar a Bohm en la medicina que yo llamaré renacentista!
Pienso que tal vez la poesía pueda permear las capas energéticas impulsan-
do el despliegue del orden implícito. Sanar sólo escuchando poesía. Habría
que hacer la prueba.

273
Nivel

«Si inyectáramos de ideales a la obscuridad

la muerte no sería nuestra incertidumbre,


la certeza se iluminaría,

vendría a ocupar el papel de la transición.

Ese pensamiento de cómo morimos, para quiénes y para qué,

esa indagación del proceder, de la espera...

se nos da antes en la vida

cuando sólo somos poesía...»

(2005, Moira Brncic)

274
Imaginando un Tiempo de Volantines
Sebastián Claro

Sebastián Claro, nació en enero de 1973 en la ciudad de Santiago,


Chile. Desde su época estudiantil inició trabajos con niños, motivado por
compartir espacios y tiempos de creatividad y de encuentros afectivos. Entre
los años 1991 y 2002 estudió medicina y el post-título de medicina familiar.
Desde el año 2000 desarrolla en la comuna de Puente Alto un trabajo orienta-
do a facilitar un desarrollo más integral y amable de los niños en edad escolar.

Si te propones alcanzar el tiempo,


no lo lograrás,
tus brazos batirán en el aire,
dejando estelas de sudor y sal.

“Has perdido tu tiempo . . .”

Apresamos el tiempo, jugamos con él, lo depositamos como un ob-


jeto. Somos capaces de perder el tiempo. En nuestra humilde condición
de seres humanos, de pronto ganamos tiempo. A veces, dadivosamente,
damos de nuestro tiempo: “te doy una hora de mi tiempo”. El tiempo se
aprovecha, se busca el mejor tiempo, se cambia, se enriquece. En nuestra
época, una frase cotidiana es: “no tengo tiempo para nada”.

Por momentos, sentimos impotencia frente al tiempo. Queremos


modificar su curso, enlentecerlo, apurarlo o, más radicalmente, detenerlo.
Sin embargo, el tiempo parece seguir su propio curso.

Descubriendo el lenguaje cotidiano, cuando nos referimos a la


temporalidad, se puede presumir que nuestra concepción del tiempo se ase-
meja a la que tenemos de objetos que ponemos ante nosotros: un átomo,
una piedra, el aire. Y, al igual que esos objetos, el tiempo pasa a tener
propiedades físicas que provoca los efectos de un objeto sobre otro. En el
caso del tiempo, éste nos puede pillar, pasar por encima, se nos acaba, lo
perdemos, lo ganamos, nos agobia.

275
Pero, si calmadamente nos preguntamos por dichas propiedades,
probablemente, la idea que estamos concibiendo se nos escurra entre los
dedos y podremos notar que hemos creado un monstruo de siete cabezas, a
través del mero ejercicio de nuestra imaginación. Si eso nos pasa, nos
quedaremos con una idea de tiempo vacía, dispuesta a ser imaginada nue-
vamente.

Cuán importante puede ser eso. Más allá de cualquier concepción


de tiempo que tengamos, ésta no será una concepción sobre algo más de la
condición de ser humano. “A través” del tiempo o, al menos en el tiempo,
el mundo se da al ser humano. El mundo humano se da desenvolviéndose
temporalmente. Es inconcebible sin su condición temporal. Por eso, ima-
ginar el tiempo de una u otra forma, afecta en lo más básico nuestra con-
cepción de mundo. Y, cuando hablamos de mundo, hablamos también del
ser humano. Eso, porque la referencia al mundo o al ser humano, así como
se nos dan en nuestra experiencia, no se conciben en forma aislada. Es lo
que Martín Heidegger (1889–1976) señala con la expresión estar-en-el-
mundo1. Siendo así, nuestra imaginación acerca del tiempo, si ella tiene
consecuencias prácticas, será de mucha relevancia.

Este breve ensayo se trata de un ejercicio de la imaginación, imagi-


nación acerca del tiempo. Se propone como la voz de un diálogo, abierto a
ser parte de conversaciones urgentes, pero pausadas, que nos permitan con-
cebir una idea de tiempo y encarnar una concepción de tiempo, que nos
lleven a desenvolver un mundo distinto al que se da en estos tiempos. Por-
que, valga señalar, sentimos profundamente que el mundo que estamos
desenvolviendo no permite la manifestación del ser humano al cual aspira-
mos y de una sociedad de seres humanos que desenvuelvan una cotidianidad
creativa, solidaria con cada cual, respetuosa de las diferencias y compro-
metida con su porvenir.

Aunque las cualidades señaladas, de esa sociedad que hoy no se da,


pueden parecer meras ilusiones, imposibles y hasta caprichosas, no son
menos válidas que otras cualidades que se puedan señalar. Y, se sustentan
en un anhelo, tan legítimo como otros. Lo importante es que señalan un
rumbo posible y se abren a un espacio de diálogo para que otros rumbos

1
Martín Heidegger señala: “La expresión compuesta “estar-en-el-mundo” indica, en su for-
ma misma, que con ella se mienta un fenómeno unitario. Lo así primariamente dado debe
ser visto en su integridad.” (“Ser y Tiempo”. Editorial Universitaria. 1997. Pág. 79).

276
posibles se encuentren y nos permitan a los seres humanos ir construyendo
una sociedad a partir de las conversaciones y los gestos, a partir de lo que
cada uno está dispuesto a abrazar.

***

Antes de volver a imaginar el tiempo, antes de darle forma a ese


imaginario que nos quedó vacío al descubrir un impostor, propondremos
ciertas generalidades que comporta. Con ello, nos importa insistir en lo
relevante de nuestra imaginación acerca del tiempo y, por otra parte, nos
permite dejar que el tiempo se empiece a oler, motivando dicho aroma el
imaginario al cual nos referiremos más adelante.

No hay una sola de nuestras experiencias donde el tiempo no se da.


Hay una generosidad básica del tiempo, manifestada en el permanente dar-
se. Pero no podemos referirnos a algo así como un manantial de tiempo,
desde donde se nos da, sino, solamente constatamos que se da, sin una
fuente más allá de lo que es.

A su vez, el tiempo no se acumula. No hay recipiente que lo pueda


contener, no hay lugar donde se pueda guardar. Es un simple darse, sin
olor, sin forma, sin cuerpo.

Finalmente, constatamos que el tiempo no se da en soledad. No se


da el tiempo puro, es el fiel compañero de cada suceso, de los objetos, de
las mentiras y de las piedades. Pero, compañero que no acompaña, no es
comparsa, no se retira antes ni llega antes. Siempre aparece consustanciado,
ni con ni en, plenamente consustanciado.

Esas tres cualidades ponen en evidencia lo que antes señalamos.


Aquello de que el tiempo no puede ser concebido como un objeto, el que
ponemos delante de nosotros, al que analizamos, le adjudicamos propieda-
des, así como lo hacemos con otros objetos con los cuales nos encontramos
en la vida diaria. Si así lo hacemos, no se nos dará el tiempo, así como se
nos da en nuestras existencias, sino algo muy distinto, algo que construi-
mos con materiales impropios para dar cuenta del tiempo. Eso, porque en
tanto el tiempo no se da desde algo, no se puede acumular, no se puede
separar de nuestras vidas, entonces, tampoco se puede configurar como
una entidad, como un objeto que está ahí para ser analizado.

El tiempo se descubre en plena oposición a ese monstruo de siete

277
cabezas que cristalizamos en el lenguaje cotidiano. Entonces, nos queda
dejar que el tiempo se desborde de nuestra imaginación y esperar lo que
suceda. En eso, habrán otros recursos de la imaginación puestos en jue-
go. En lo siguiente, recurriremos a imágenes para tratar de señalar un
tiempo distinto al que concebimos en nuestra sociedad. Aunque sea así,
estas imágenes serán sólo soportes, banales metáforas, para compartir
acerca de eso tan esquivo para el lenguaje, eso que se da como nuestra
temporalidad.

***

Todo lo que nos sucede, se da en el mundo, donde se da el tiempo.


Pero este tiempo que se da, se da para nuestra comprensión, sólo como una
ausencia plena de sentido. Ese sentido, fiel sustituto del tiempo, es tam-
bién evanescente, se deshace si se busca atrapar. Pero, esa ausencia, no lo
es tal, sino para nuestro lenguaje y nuestra forma de mostrar lo atrapado.
Es raro dudar de que algo muy “real” mienta esa palabra: “tiempo”, del
mismo modo, como es raro dudar de que algún sentido, por leve o breve
que sea, tiene lo que hacemos en nuestra cotidianidad. Entonces, queda
imaginar esa ausencia-presente para ofrecer ciertos aromas de lo que se
nos escapa. Y, como señalamos más arriba, no da lo mismo cuál aroma es
el que ofrecemos acerca de algo que se da sin tregua en nuestras vidas. No
da lo mismo, que el aroma que hemos ofrecido acerca del tiempo sea, se-
gún nuestro parecer, el aroma de un monstruo.

En el breve camino que recorreremos, intentaremos darle una nue-


va figura al tiempo, sacarle la camisa de fuerza que lo ha cristalizado en un
objeto, al que se fantasía controlar, como si fuera simplemente un objeto
más . . . aunque se constate, una y otra vez, que no se deja alcanzar, atrapar
y, menos, controlar. Trataremos de ofrendarle una nueva imagen y esperar
para ver si el tiempo se siente cómodo. Este texto es sólo la ofrenda. La
espera, es asunto de la vida cotidiana de nosotros, seres que nos desenvol-
vemos-tiempo.

***

Cuando los últimos rayos de luz resbalaban por sus cuerpos,


la mujer y el hombre dejaron las palas,
aprovechando la brisa, encumbraron unos graciosos volantines.

El presente nos descubre encorvados mirando la tierra, proyectando

278
largas sombras, buscando tesoros, acumulando riquezas; cuales sísifos2 ,
sacamos la tierra de un lugar para acumularla en otro. Nos pasamos la vida
temerosos de la muerte. Una fría uña nos rasca la cabeza y el pavor de
volver la vista, nos tiene corriendo hacia el sin-lugar; la carrera es una
Huída, en ella no se da la Búsqueda, no hay Esperanza, no hay Asombro.

Pero, si nos erguimos y miramos hacia arriba, si la mujer y el hom-


bre dejan de encorvarse y se entregan al espacio abierto, al juego de los
ritmos, a dejar que la vista vaya descubriendo las infinitas figuras y formas
que dan los volantines en el Alto Cielo, si nuestras miradas se abrazan y se
dejan mecer por la brizna, si se embarcan en hojas levantadas por una ven-
tolera, si acercan su sombra y dejan que la luz repose sobre la tierra, enton-
ces, nuestra imaginación descubrirá nuevos mundos y nuestras manos
construirán nuevos mundos y nuestras piernas abrirán nuevos caminos, en
nuevos mundos, y nuestra mirada se dejará asombrar por nuevos mundos y
nuestro corazón será más rojo, en nuevos mundos.

En la imagen de elevar un volantín, como el desenvolvimiento de


un ser humano que se extiende más allá de su piel, imaginamos el desen-
volvimiento de un tiempo que se deja seducir por nuevas formas y nuevos
mundos.

Si, erguidos, volvemos a posar nuestra mirada en la tierra, sembra-


remos nuevas semillas, desde donde brotarán nuevos mundos.

En lo siguiente, le daremos forma y sustancia a ese mundo que se


desenvuelve “a través” de un tiempo de volantines. Para eso, recurriremos
a tres imágenes: la conciencia como explosión, las cinco pieles del ser
humano y la falta como sustancia del testamento. Estas tres imágenes di-
bujan lo humano en ese espacio que se abre a través del vuelo de los volan-
tines, a través de un tiempo que se desenvuelve como extensión de los
gestos, de los abrazos, de lo que sucede en el espacio de los encuentros (o
desencuentros).

***

2
En “El Mito de Sísifo” (Alianza Editorial. Año 1981. Pág. 167), Albert Camus (1913 –
1960) escribe: “ Los dioses habían condenado a Sísifo a subir sin cesar una roca hasta la
cima de una montaña desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Habían
pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y
sin esperanza. ”

279
Nos detendremos, primero, en lo que Edmund Husserl (1859-1938)
concibe como la conciencia humana. Para él, la conciencia conforma la
esencia de toda vivencia humana. No distingue entre vivencias concientes
e inconcientes, el transcurrir humano se da permanentemente “desde” la
conciencia. Por su parte, esa conciencia está “lanzada” hacia el mundo.
No tiene un interior, donde los “objetos” de la conciencia quedan atrapa-
dos y son engullidos. La conciencia husserliana, en palabras de Jean-Paul
Sartre (1905-1980) se asemeja a “. . . la imagen rápida y oscura del estalli-
do”3. Con ello se da cuenta de lo que Husserl señala al decir4: “En la esen-
cia de la vivencia misma entra no sólo el ser conciencia, sino también de
qué lo es y en qué sentido preciso o impreciso lo es”. Es decir, hay una
entidad indivisible, cual es la conciencia, y aquello de lo cual es conciente.
Husserl lo resume en su frase “Toda conciencia es conciencia de algo”.

La conciencia referida es ese permanente ir hacia, ir hacia el árbol


percibido, ir hacia la mujer amada, ir hacia el recuerdo de un amigo. Ob-
viamente, no es un ir hacia material, es un estar allá, más allá del yo, “des-
de” donde se da la conciencia. Esta conciencia inaugura la posibilidad del
mundo, imaginado, real, soñado, mundo dado en la corriente de las vivencias.

Es esta comprensión de la conciencia humana la que posibilita la


expresión de Heidegger referida más arriba: estar-en-el-mundo. El ser
humano deja de ser imaginado como un ente encerrado en sí mismo. Aho-
ra, se descubre algo evidente en nuestra vida cotidiana, el fenómeno de
nuestra complicidad con el mundo. No es una complicidad elegida ni nece-
sariamente satisfactoria; es una complicidad propia e innegable de nuestra
condición de seres humanos. No hay experiencia humana que no se dé en-
el-mundo, no es concebible un ser humano sin-mundo.

Sartre imagina esa complicidad o entrega de la conciencia al mun-


do, señalando: “Si por un imposible entraseis “en” una conciencia, seríais
presa de un torbellino que os arrojaría afuera”. Porque, insisto, la compli-
cidad con-el-mundo no es una elección, nuestra condición de seres huma-
nos se da arrojados-en-el-mundo.

3
Jean-Paul Sartre. “Una Idea Fundamental de la Fenomenología de Husserl: la
Intencionalidad”, en “El Hombre y las Cosas”.

4
Edmund Husserl. “Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía
fenomenológica”. Fondo de Cultura Económica. Segunda edición en español, año 1962
(primera edición en alemán, año 1913). Pág. 82.

280
Nos importa esta imagen de la conciencia humana, porque nos pa-
rece que da muy bien cuenta de lo que son nuestras vivencias. En lo coti-
diano podemos constatar esa condición de arrojados. Se puede recurrir a
situaciones muy sencillas para dar cuenta de eso: el hambre nos arroja al
alimento o a su escasez, el amor nos arroja a la mujer amada, el frío nos
arroja al abrigo o a su ausencia, la imaginación nos arroja a la imagen
imaginada. Hasta el silencio, el reposo, un estado de meditación profunda, se
da como arrojo a la quietud del mundo. Ya nuestro cuerpo no puede ser conce-
bido sin el mundo. Cuando nuestro cuerpo inaugura el espacio, en tanto dis-
tancias, lejanía, fatiga, ansiedad, ya nos encontramos arrojados-en-el-mundo.

Por lo señalado, es difícil entender lo que se mienta con eso del


“interior” del ser humano. Es como si se concibiese una bóveda en la cual
suceden cosas que no están arrojadas, que se mantienen protegidas, ya sea
por la piel, por el silencio, por las caretas. No dudo de que algo mienta esa
expresión, pero, insisto, es difícil comprender con exactitud qué es lo que
señala. Imagino que se podrá comprender como una forma de arrojo que
comporta cualidades peculiares, las que le dan una condición de oculta-
miento. Pero, este ocultamiento no se da en medio de las neuronas, ni de
las tripas, sino arrojado-en-el-mundo. Entonces, es en medio de ese arrojo
donde puede ser descubierto.

Estamos arrojados. Nuestro cuerpo no nos protege del arrojo, nuestro


cuerpo se da como arrojo, su condición de organismo biológico exige del mun-
do para darse, exige de la posibilidad del espacio, las distancias, el alimento, la
procreación, todo lo cual se da en-el-mundo. Y, si quisiéramos guardarnos en
nuestra conciencia o en algún recóndito “lugar” de nuestra existencia inmate-
rial, sea como sea que la concebimos, igualmente seríamos arrojados al mundo
que se da como condición elemental de todas nuestras vivencias.

Hemos recurrido a la imagen de la conciencia como explosión.


Hemos quedado arrojados-en-el-mundo. Ahora veremos cómo se da el ser
humano en ese mundo, desde el imaginario de las cinco pieles.

***

“El sonido del agua dice lo que pienso”


Chuang Tzu

En el texto citado más arriba, Sartre señala a propósito de la con-


ciencia que arroja al mundo “. . . imaginaos que somos rechazados y aban-

281
donados así por nuestra naturaleza misma en un mundo indiferente, hostil
y reacio; habréis comprendido el sentido profundo del descubrimiento que
Husserl expresa en esta frase famosa: “Toda conciencia es conciencia de algo”.”5

De lo señalado por Sartre, nos interesa la calificación que hace del


mundo: indiferente, hostil y reacio. No sabemos si se plantea como un
mundo necesario o sólo posible. Igualmente, creemos que descubre lo que
muchos seres humanos imaginaríamos si nos sintiéramos arrojados al mun-
do. Porque es distinto, mencionar desde la filosofía, la idea de arrojo
en-el-mundo y padecer la sensación de arrojo en-el-mundo. En un mundo
como el que se desenvuelve en la actualidad, se reitera en las personas
la desconfianza, el temor al otro, el miedo al abandono; es como si el
“peligro” nos acechara en cualquier rincón obligándonos a desplegar
diversos recursos para protegernos de esta amenaza constante. Valdría
la pena detenerse en esos recursos, en sus despliegues, pero excede los
propósitos de este ensayo.

Lo que nos interesa, es imaginar cómo el tiempo de volantines nos


puede proponer un camino que descubra un mundo donde padecer el arro-
jo no es más que la constatación básica de que nos damos como seres hu-
manos. Y, desde ahí, que se desenvuelva la disposición de asumir nuestro
compromiso con ese existir y actuar en consecuencia.

Cuando imaginamos un tiempo de volantines, debemos disolver las


imágenes bien dibujadas que pueden aparecer, dejando el paso a la sensa-
ción de elevar un volantín. Una sensación que nos arroja más allá de los
contornos de nuestra piel, extendiendo nuestra existencia hacia el volantín
que se eleva, juega, pinta de colores el cielo, se deja llevar, cambia su
rumbo, danza en el Alto Cielo.

Para ampliar lo que queremos señalar, recurrimos a una imagen que


Pierre Restany utiliza para dar cuenta de la obra y vida del pintor-arquitec-
to Friedensreich Hundertwasser (Viena 1928, Océano Pacífico 2000). En
sus palabras, Hundertwasser imaginó al ser humano provisto de cinco pie-
les6 : la biológica, la vestimenta, el hogar, su identidad y los confines de la

5
Jean-Paul Sartre. “Una Idea Fundamental de la Fenomenología de Husserl: la
Intencionalidad”, en “El Hombre y las Cosas”.

6
Wieland Schmied. “Hundertwasser”. Editorial Taschen. Año 2005. Pág. 394 (texto: Pierre
Restany. “The Five Skins of Man”).

282
tierra. Desde esa imaginación, la intimidad del ser humano, lo que está
“más-acá” de su piel, se amplía sin contención, la intimidad llega más allá
del horizonte, más allá, incluso, que el vuelo del volantín. Entonces, enre-
jar las ventanas, poner portones eléctricos y alambre púa, elevar los muros,
protegerse en “recintos privados”, se convierte en una espesura en medio
de la intimidad. Son coágulos de sangre que provocan isquemia en tejidos
vitales para nuestras vidas.

Nos queda señalado un rumbo para la acción. Con nuestros ojos


miramos nuestro entorno, nuestro mundo... y más allá está nuestra Última
Piel. Descuidar el Mundo es descuidar nuestra intimidad. No será de ex-
trañar que en un mundo donde no prevalece el Cuidado, el ser humano se
sienta enfermo, y que, por más empeño que haga en buscar bajo su piel, su
primera piel, la causa de su morbo, no encontrará más que espejismos o
rendijas para leves paliativos.

En este imaginario de las Cinco Pieles, imaginamos la encarnación


del espacio que se inaugura al ser arrojados al mundo. Pero, a su vez, ima-
ginamos ese arrojo como mera ilusión. Habiendo sido arrojados, miramos
a nuestro alrededor y descubrimos que más allá se encuentran otras pieles,
hasta donde alcanzan nuestra mirada, olfato, esperanza y temor, sigue siendo
más acá de esa Última Piel.

Conviene señalar que las pieles no encierran propiedades, sólo cons-


tatan espacios de intimidad, o lo que es lo mismo, espacios vitales para la
existencia humana. Por eso, no se trata de proteger lo que hay más acá de
alguna piel, sino de cuidarlo. Ese cuidado será distinto según el espacio
vital circunscrito por la piel. En este imaginario, se vuelve relevante com-
prender cómo el ser humano se da con-los-otros. Si mi intimidad se da
más allá de mi primera piel, de mis vestidos, de mi hogar, no sólo compar-
tiré la intimidad con mi familia, mis amigos, sino, con el Otro, con la Co-
munidad, mi existencia de pronto se ha vuelto solidaria con la humanidad.
Y mi propia salud, la vitalidad de mis órganos, la sangre que me recorre, el
aire que respiro, explotan junto con mi conciencia, y quedamos Allá, toda-
vía en el “interior”, más allá hay otra piel, y quedamos vitalmente compro-
metidos con el mundo en el cual estamos arrojados.

Es arduo imaginar, lo dicho, en nuestra sociedad. Ya nos parece


difícil cuidar el interior de nuestros organismos, lo que “yace” bajo nuestra
primera piel, sin caer en las tentaciones de aquello que lo contamina o lo
degrada. Cómo, entonces, imaginar un interior más extenso, un espacio

283
mucho más amplio, el cual somos responsables de cuidar.

Sucede, sin embargo, que no basta con el libre flujo de la imagina-


ción. Imaginar las cinco pieles, encorvados, moviendo tierra de un lado
para otro, sólo se convertirá en una fuente de amarga-frustración. Pero, si
levantamos la mirada, si nos entregamos al movimiento gracioso del vo-
lantín bailando en el Alto Cielo, si nuestra Última Piel se comprende más
allá de ese movimiento, si nuestros ojos son el volantín, nuestras manos
son el volantín, si nuestro tiempo se desenvuelve, se da, en un espacio
abierto, si es una ventolera que juguetea ahí donde nos encontramos con
otros, si somos nosotros que nos damos en ese espacio abierto, entonces,
somos Nosotros quienes cuidamos de la intimidad. El Cuidador de la inti-
midad es el Nosotros, a través del diálogo que se abre para acariciar la
pregunta, del contacto de las pieles que se da para calmar la inquietud, de
las miradas que se encuentran, para compartir el orgullo, de las manos que
dibujan moradas en el aire para cobijarse del frío, de los aromas que nos
envuelven en el interior de esa tercera o cuarta piel, de la música que se
expande hasta más allá del horizonte, viajando al interior de la intimidad,
la que no se termina de des-cubrir.

En un tiempo de volantines, la palabra brota desde un simple gesto


que se abre más allá de su estrecha piel.

Arrojados-en-el-mundo, desenvueltos en nuestra intimidad, intimi-


dad que es también de otros, sentimos la urgencia, sin apuros, de imaginar
esa relación con el otro. Eso lo haremos a través de una tercera imagen, la
Falta como sustancia de nuestro Testamento.

***

“Como la muerte anda en secreto, y no se sabe que mañana, yo voy


a hacer mi testamento, a repartir lo que me falta, pues lo que tuve ya está
hecho, ya está abrigado, ya está en casa, yo voy a hacer mi testamento, para
cerrar cuentas soñadas.”
“El Testamento”. Silvio Rodríguez.

Tratamos de imaginar un mundo donde se da un tiempo que evoca


aromas de volantín. Un mundo, un tiempo, donde el darse del Otro se
constituye como condición de vida, dado que mi-intimidad es también la
del Otro. Cuando se señala “Otro”, no se mienta este-otro y no aquél-otro,
sino, el Otro como cada cual. Por eso, implica un desenvolverse en la

284
radical Solidaridad, mi-vida es esencialmente solidaria a la vida del Otro.

En el texto citado del cantautor cubano, Silvio Rodríguez (nacido


en 1946), encontramos una hebra que nos puede ayudar a imaginar ese
mundo con-el-Otro.

El ser humano, en nuestra sociedad, utiliza el testamento para dejar


constancia acerca de quién merece y pasa a ser el dueño de los bienes que
ya no podrá utilizar. Lo acumulado en la vida se reparte cuando el ser
humano muere. A veces, esos objetos están “cargados” de sentido, histo-
rias y recuerdos. A veces no. Lo importante, para nuestra reflexión, es que
son objetos materiales, de los cuales un ser humano es dueño y, ante el
lecho de muerte, hereda su posesión.

Desde esa concepción, parecerá muy raro imaginar que el testamento


sea un medio para heredar lo que falta. Lo que falta es justamente lo que
no se tiene, lo que no se posee, lo que no se podría heredar. Sin embargo,
si volvemos sobre esa imagen, con la buena disposición de descubrir la
falta como sustancia de nuestro testamento, quizás algo se descubra. Y no
será cualquier algo, ya que el testamento, sea cual sea nuestra concepción
de éste, es el vehículo que lleva lo más precioso que dejamos para que
otros puedan hacer “uso” de eso.

En la misma canción citada más arriba, Rodríguez detalla sus deu-


das. Son cantos que le debe “a lo que supe y no pudo ser más que silen-
cio”, “a las fronteras humanas, no a las del misterio”, “al compañero de
riesgo, al de victoria”, “a un proyectil que debió esperarme en una selva”,
entre otros. Rodríguez detalla sus deudas o faltas. Éstas, no son las faltas
de cualquiera, son las que Silvio Rodríguez, en su vida, descubrió como
caminos que se pueden transitar, pero que aún no transita. Y, a su vez, los
señala como caminos que otros pueden transitar, que otros pueden heredar.

Silvio Rodríguez termina la canción con la siguiente estrofa:

“Le debo una canción a lo imposible


A la mujer, a la estrella, al sueño que nos lanza,
Le debo una canción indescriptible
Como una vela inflamada en viento de esperanza.”

Si comparamos la herencia de canciones a lo imposible, a la mujer,


a la estrella, al sueño que nos lanza y la herencia de casas, dinero y otros

285
bienes acumulables, parece no haber comparación posible, parece que son
herencias que se dan en dos mundos muy distintos.

En el mundo donde se da el Testamento de Rodríguez lo más pre-


ciado son caminos señalados, es el futuro que se abre desde un lugar singu-
lar, pero que se abre para otros, es la esperanza de que “vale la pena hacer
esto o lo otro”, es un sentido que se puede formar en una canción que falta.
En ese mundo, lo que se tuvo “ya está hecho, ya está abrigado, ya está en
casa”. En ese mundo, lo que se tuvo, lo que se tiene, son bienes que se
encuentran bajo la segunda y bajo la tercera piel, bajo las vestimentas y en
el hogar. Quedan en un espacio de intimidad compartida, volviendo super-
fluo el requerimiento de heredarlo. Eso no es necesario, son bienes que están
ahí, en-el-mundo, ese que comparto con-otros, ahí donde mi intimidad es la de
otros; son bienes de un ser humano que, al quedar desnudo en el lecho de
muerte, se reparten simplemente, se dan a la intimidad de los otros.

A diferencia de esos bienes, lo que falta son los estallidos de la


conciencia que aún no se dan porque no se está preparado para que se den;
pero es un darse de la conciencia que se anhela, es un donarse de la con-
ciencia esperado. Heredar lo que falta implica dar lo que no está bajo nin-
guna piel, lo que no se descubrirá con la desnudez, lo que se llevará irrevo-
cablemente si se consume en el lecho de muerte. Heredar lo que falta, es
un acto de creatividad supremo, es donar a la comunidad mi historia, mi
muy particular historia, a través de esos caminos que mi historia me ha
dado señalar.

En el mundo que se abre a través de este Testamento, Testamento


que regurgita hasta el nacimiento del ser humano7 , la vida se abre desde
ese esencial donar aquello para lo cual no se está preparado pero que se
anhela, desde el compartir y arrojar al mundo los sueños y esperanzas. En
este mundo, el tiempo se da abierto, no pasa, no se pierde, no se gana, se
“dona” a un espacio compartido, donde se descubre dándose, sin espesu-
ras, abierto a darse creativamente, a crearse desde esa donación que los
seres humanos desenvuelven a través de la falta.

Disponerse a repartir lo que falta, en vida, implica mantener la mi-

7
La “muerte”, el “momento” por el que se concibe el Testamento, la imaginamos como
aquella a la cual hace referencia R. M. Rilke (1875-1926): “La muerte es el lado de la vida
que no está vuelto hacia nosotros”. Por eso, se da en la vida y señala un momento de la vida
que, aunque no está vuelto hacia nosotros, integra la misma “sustancia” de la vida.

286
rada limpia, sonreír con simpleza, dejarse llevar por lo anhelado, lo vital,
lo que consustanciando sangre lleva a la sangre fluir más allá de sus san-
guíneas fronteras. Implica, consumar la sangre en evanescencias que des-
pejan el espacio donde se da el que reparte. En ese espacio despejado, las
pieles dejan de ser Fronteras y pasan a ser meras indicaciones de la
facticidad. Ahí, se participa en la vibración de las sangres, de los huesos y
de las pieles, que se abrazan y traspasan.

En ese mundo que podemos desenvolver, las relaciones humanas


encarnan la solicitud de Rilke: “Sé para mí una ventana al anchuroso uni-
verso de la existencia... no un espejo”. Así, el mundo al cual estamos arro-
jados en-conciencia es un mundo que se nos abre dispuesto a ser habitado
por los seres humanos, seres que se abren los unos a través de los otros, los
que se imaginan por medio de imágenes como explosiones, pieles y faltas,
imágenes que se convierten en meros andamios para abrir un nuevo mun-
do, un mundo por descubrir, el que se da a través de un tiempo que se desen-
vuelve como el venturoso y sencillo vuelo de una miríada de volantines.

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