Sei sulla pagina 1di 2

Qué bonito! ¡Qué interesante!

Pocas personas conozco que no estén de acuerdo (porque


no han pensado demasiado) con este principio, tan antiguo casi como la humanidad.
Platón ya lo recibió de otros anteriores, con eso digo todo. Y lo tenemos asociado a la
justicia. Con lo que definimos, y así lo recoge incluso el diccionario, que es la justicia es
“dar a cada uno lo que le corresponde”.

¿Qué es eso de “lo que le corresponde”? Dice González-Carvajal que “dar a cada uno lo
que le corresponde podría significar, por ejemplo: dar a cada uno lo mismo que vayamos
a dar a los demás; o bien, dar a cada uno según su nacimiento; o bien, dar a cada uno
según su inteligencia; o bien, dar a cada uno según sus esfuerzos y sacrificios; o bien, dar
a cada uno según la contribución efectiva que haga a la sociedad; o bien, dar a cada uno
según sus necesidades… y mil cosas más.” Y saliendo un poco del asunto, si
consideramos la justicia de este modo, nos percatamos rápidamente del exceso de celo
que hemos puesto en el establecimiento de un principio común ante la diversidad de
realidades, de modo que se convertirá en lo menos práctico, en lo menos útil y en lo menos
beneficioso para la humanidad. Puede que exista algún caso en el que de forma general
se pueda aplicar, dentro de un ámbito, pero de continuar aplicándolo en todo y para todo,
seremos poco menos que animales o bestias. Y tendremos la oportunidad de justificar la
indecencia o mediocridad de nuestros actos por la respuesta del otro.

Pongo ejemplos, a propósito de un tweet que he podido leer esta mañana. Alguien decía
que “hay que sembrar aquello que queramos recibir.” Y lo ha dicho, y otros lo han
retwiteado, de modo que ha llegado hasta mí en un momento en el que pensaba
exactamente lo contrario: que si espero para dar a otros aquello que quiero recibir yo,
probablemente nunca encuentre aquello que estoy buscando; porque los demás no son
seres que pueda utilizar ni en los que pueda mermar o tomar desconsideradamente su
libertad. Es decir, que si quiero algo tengo que hacerlo, independientemente de lo que
luego venga, a consecuencia de mis propios actos. Por ejemplo, respecto a hablar bien de
la gente, a no criticar a los demás, a intentar ayudar en todo lo que pueda; esos ámbitos
son mundos tan humanos, donde la libertad se expresa de tal manera y las heridas del ser
humano proliferan tanto, que si espero recibir a cambio muchos bienes, y si hago
depender mi acción y decisiones de los demás, realmente nunca haré nada bien. Porque…
¿quién no ha sufrido hablar bien de alguien y preocuparse por él, y recibir a cambio dolor,
sufrimiento y críticas? ¡Está a la orden del día! Y rota la cadena por un sitio, puede seguir
haciéndose añicos devolviendo a cada uno “lo que le corresponde” o elegir otro camino,
y mantenerse fiel a aquello que habíamos descubierto que era realmente bueno.

Dando a cada uno “lo que le corresponde” se cometerían injusticias tan grandes a nivel
mundial que la pobreza en África, Asia, América, Oceanía y Europa sería un asunto
irrevocable humanamente. Porque para salir de la pobreza por la vía de los méritos nadie
tiene fuerza suficiente. Lo mismo con cuantas personas se están quedando en España (y
otros países) sin pisos. De hecho, bien pensado, este principio moral sería el mejor
principio moral para no tocar nada y que continuase como está, favoreciendo a unos en
detrimento de otros, castigando sin más miramientos a quienes no han tenido las mismas
posibilidades que otros, y haciéndoselo “pagar caro” a los que precisamente “menos
tienen”. Y más aún cuando no tenemos en cuenta, y olvidamos con demasiada frecuencia,
que el ser humano está herido en su interior, y que esa inclinación necesita ser curada,
atendida y salvada. De esto, evidentemente, no oiremos hablar ni a economistas que creen
que todo puede “irles mejor”, ni a políticos que intentan ganar votos, ni a familias
encandiladas y superprotectoras con los suyos… de vez en cuando a algún profesor, pero
sólo de vez en cuando.
Si aplicásemos a otros círculos este principio “dar a cada uno lo que le corresponde”
entraríamos en una familia en la que el juego peligroso sería dar a cada uno de sus hijos
por igual, independientemente de su esfuerzo, de su rendimiento, de su sacrificio, de su
trabajo, de su comportamiento, de su crecimiento, de su edad… y de tantas otras variables
que hacen que en la casa no se quiera oír realmente de la justicia de esta manera. En la
casa son más sensatos, algunas veces y no todas, y procuran a cada uno “lo que necesita”.

Y llegamos finalmente a la conclusión, en la que “lo que necesita” y “lo que corresponde”
ni son lo mismo, ni pueden compararse. Porque lo que necesitamos sí que es ámbito de
justicia real, y toda la sociedad debería hacer un esfuerzo por esto, de reflexión por una
parte (poniéndose en la situación del otro) y de generosidad por otra (dando más allá de
lo que luego esperará recibir como beneficio).

Potrebbero piacerti anche