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c o l o n i z a c i ó n Am a z ó n i c a

i 884- 1 900

HISTORIA
•SEMIMARIO

A W D IH A

María Belén Soria Casaverde

i
TVlaHa S e le n S o Ha tSasave^de

(Zolonización A m a zó n ica
1884-1900

Seminario de Historia Rural Andina


U N IV ERSID A D N A C IO N A L M A Y O R DE SA N M A R C O S
© D.R. Colonización amazónica 1884-1900
María Belén Soria Casaverde

© D,R, Io edición Seminario de Historia Rural Andina

SEMINARIO DE HISTORIA RURAL ANDINA-UNMSM


Rector; Luis Fernando Izquierdo Vásquez
Directora: Nanda Leonardini
Director Fundador: Pablo Macera
Jr. Andahuaylas 348-Lima 1 Teíf. (51-1) 619-7000 anexo 6158
Correo electrónico: shra@unmsm.edu.pe
Página web; http://www.unmsm.edu.pe/shrural/
Lima-Perú, setiembre 2007

Edición: Sara Castro García


Carátula: Camino al Pichis, Campamento Grana. Grabado siglo XIX. En Fray Gabriel Sala. Apuntes de
viaje del R.P. Fr. Gabriel Sala: exploración de los ríos Pichis, Pachitea y Alto Ucayali y de la
región el Gran Pajonal
Contracarátula; Chanchas con pampanilla. Grabado siglo XIX. En Bernardino Izaguirre. Historia de las
Misiones franciscanas y narración de los progresos de la geografía en el oriente del Perú,
relatos originales y producciones en lenguas indígenas de varios misioneros.
Escaneo: Juan Zárate Cuadrado
Impresión: Miguel Pinto Huaracha

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2007-09425


ISBN: 978-9972-231-18-6
INTRODUCCIÓN

Este trabajo estudia el proceso de ocupación del territorio amazónico por el Estado peruano durante
el período de la Reconstrucción Nacional posterior a la guerra del Pacífico y los primeros años de la
República Aristocrática (1895-1900). En ese sentido, abordaremos cómo la clase política durante
esta época vuelve su mirada al Oriente buscando allí los recursos naturales y territorios necesarios
para reemplazar aquellos perdidos con la firma del Tratado de Ancón de 1884. En los primeros
años del decenio de 1880, el debilitamiento de los mecanismos de control político ejercidos desde
Lima permite cierto ejercicio autónomo del poder local en las cuencas amazónicas. El
descubrimiento y explotación del caucho desde el decenio de 1870 ofreció a esta región los fondos
para un relativo desarrollo, despertando el interés capitalino por asegurar la peruanidad en la
frontera con la república federativa del Brasil. El Estado, en su afán de obtener un porcentaje de la
riqueza oriental mediante los impuestos aduaneros, renuncia al control y castigo de los abusos y
crímenes de los señores amazónicos procurando alivio mediante el estímulo del trabajo misionero.
Nuevas generaciones de exploradores y colonizadores ingresan por el norte, centro y sur
de la Amazonia para encontrar rutas transversales capaces de conectarlas con las principales
ciudades andinas y litorales. El discurso político reincorpora la cuestión oriental en el imaginario
peruano, pero paradójicamente aun cuando adopta elementos modernistas apela a los mismos
prejuicios étnico-culturales coloniales para desconocer los derechos territoriales de los pueblos
indígenas. Aferrados a un vergonzoso darwinismo social, los proyectos colonizadores de la elite
querían entregar las montañas a inmigrantes europeos para formar allí colonias blancas como
portadoras de la civilización1. La reducción del nativo fue encargada a los religiosos, dejando
abierta la posibilidad del uso de la fuerza cuando estos fuesen incapaces de “domesticarlos” y
ponerlos en condiciones de mano de obra explotable por las autoridades y señores locales.
Misioneros tan perseverantes y sacrificados como el padre Gabriel Sala asumieron en ciertas

1 El artículo 12o del proyecto de ley reglamentario de inmigración y colonización, presentado al Congreso en octubre de
1890, decía lo siguiente: los colonos deben ser estos hombres de raza blanca, de buena y robusta constitución física,
gozar de salud completa, y ser trabajadores y de buenas costumbres". “Proyecto de ley reglamentario de inmigración...”,
p. 76,
circunstancias el papel de furgón de cola de la inhumana política colonizadora impuesta por
caucheros y comerciantes.
Por su cercanía a la capital, los gobiernos favorecieron la colonización de la selva central
desde el valle de Chanchamayo hacia las cuencas navegables tributarias del Amazonas. De esa
manera, pensaban conseguir dos objetivos, uno geopolítico basado en la vinculación del Oriente
peruano con Europa y Norteamérica mediante la salida fluvial al Atlántico; y otro económico
mediante la formación de mercados regionales en Loreto con volúmenes de comercio capaces de
sostener una extensa red de colonias. Como los recursos fiscales eran insuficientes para financiar
dicho proceso, la responsabilidad quedó fundamentalmente en manos de empresarios privados y las
propias poblaciones de ceja de montaña. No obstante, la precariedad de las vías de comunicación
impedía asegurar la logística indispensable para mantener la provisión de víveres, herramientas y
demás utensilios entre los colonos. Por otro lado, la política de concesiones gratuitas de tierras de
montaña estimuló la codicia de muchos especuladores y traficantes, cuyo único fin era conseguirlas
para cederlas al mejor postor. En el decenio de 1890, la empresa británica Peruvian Corporation
recibió la más grande concesión de terrenos amazónicos en el Perené para fines colonizadores. Sin
embargo, las esperanzas del gobierno se vieron frustradas, pues los británicos no realizaron la fuerte
inversión de capitales anunciada por diversos analistas limitándose a explotar una pequeña parte de
las tierras recibidas. Ni siquiera manifestaron verdadero interés por construir el anhelado ferrocarril
oriental, el cual conectado con el de La Oroya aseguraba la salida de los productos amazónicos a los
mercados del Pacífico.
La prensa limeña y la literatura de los nuevos viajeros presionaron constantemente al
Ejecutivo con la publicación de proyectos de rutas, sistemas de colonización y cultivos apropiados
para los climas tropicales, entre otras recomendaciones de carácter social y económico. Muchas
veces hubo conflictos entre los propios proyectistas, pues sus propuestas favorecían unas regiones,
pero perjudicaban a otras. En el caso de las comunicaciones, por ejemplo, existían tres proyectos
ferroviarios: uno desde Paita al Marañón en la selva norte, otro desde el Callao a un punto
navegable en la región del Chanchamayo, y un tercero entre el litoral arequipeño y las montañas del
Urubamba. Y si esto ocurría en la escala de los grandes proyectos, en el campo de los circuitos
viales regionales había incluso mayores desavenencias. En el norte, Pacasmayo creía ofrecer
mayores ventajas que Piura para darle salida a un circuito amazónico integrado por Amazonas y
Caj amarca. En el centro, la disputa era intensa entre Huanuco, Junín y Pasco por constituirse en el
punto final del ferrocarril oriental. A su vez, en el sur, las regiones de Sandia y Carabaya
reclamaban tener las mismas posibilidades que el eje Urubamba-Madre de Dios. Si bien estos
proyectos terminaron generando discusiones bizantinas, por la penuria fiscal para desarrollarlos, no
puede negarse su importancia como mecanismo integrador de la Amazonia al resto del país.

6
Similar importancia tienen los debates animados en el Congreso por los legisladores
amazónicos, muchos de ellos respaldados con memoriales enviados desde la montaña. La ausencia
de un criterio realista en este aspecto motivó en ocasiones la dación de leyes utópicas. Por parte del
Ejecutivo, la creación del Ministerio de Fomento en 1896 manifiesta el interés de otorgarle un
tratamiento particular a la política vial como mecanismo modemizador, especialmente en las
aisladas regiones orientales. No en vano, desde esta dependencia fue manejada la construcción del
camino a Chanchamayo con relativo éxito, igual sentido tuvieron las diversas comisiones, sujetas a
disposiciones precisas, enviadas a las cuencas o caminos selváticos para darle al Estado un
conocimiento preciso de las obras allí requeridas con sus respectivos presupuestos.
Los comisionados sabían bien los problemas que podían enfrentar en el cumplimiento de
su trabajo, como la falta de cooperación de algunas autoridades y el desacato de las mismas a ciertas
órdenes contrarias a sus intereses. Dada la naturaleza ignota de muchas regiones selváticas, el
gobierno incluso recomendaba a sus comisionados, de acuerdo con los lugares y circunstancias,
valerse más de los jefes tribales que de los alcaldes, párrocos u otras autoridades. El objetivo de
estos trabajos, según lo expuesto por el gobierno de Remigio Morales Bermúdez en 1890, consistía
en mejorar la administración y vigilancia del espacio oriental, pues los informes “vagos e
incompletos” de las autoridades locales no permitían adoptar medidas reparadoras. De igual forma,
el acopio de información sobre la vida económica, comercial e industrial de los pueblos y sus
relaciones con los países vecinos permitiría definir un plan integral de desarrollo para la Amazonia12.
Es importante destacar el contenido darwinista social como sustento del proceso
colonizador impulsado por el Estado. Esta mentalidad se encuentra en la mayoría de discursos
oficiales referidos a este hecho, y un claro ejemplo de ello podemos encontrarlo en el mensaje leído
ante el Congreso en 1893 por el Ministro de Gobierno, Pedro José Zavala, quien apelando a la
“evolución trascendente de la fusión de razas” para fundar “nacionalidades homogéneas” solicita
estimular y proteger la inmigración europea como sucedía en Brasil, Argentina y Chile3. Todos
estos sueños se vinieron abajo cuando mestizos y chinos comenzaron a internarse en la selva para
ganar terrenos en medio de la tenaz resistencia de las poblaciones nativas. Las reducidas colonias
europeas se mantuvieron en sus posiciones, mientras las oleadas andinas abrían nuevos frentes para
la colonización. Al final, los gobiernos asumieron con realismo la visión de la Amazonia como un
territorio mestizo y no el paraíso europeo construido por su prejuiciosa mentalidad decimonónica.
Este trabajo se divide en tres capítulos. El primero expone las causas que motivaron la
decadencia misionera oriental y su vinculación a los proyectos colonizadores oficiales o

1 “Instrucciones a las que deberá sujetarse la comisión encargada de organizar la administración del departamento de
Loreto y de estudiar aquella región fluvial”, p. 483.
3 Zavala, Pedro José. “Memoria que presenta el Ministro de Gobierno, Policía y Obras Públicas al Congreso Ordinario de
1893”, p. 226.

7
espontáneos impulsados por los señores amazónicos de fines del siglo XIX. En el segundo capítulo,
detallaremos los nuevos exploradores y rutas a partir de las cuales son redefinidas las fronteras
selváticas y la organización administrativa encargada de manejar los recursos regionales y elegir las
zonas favorables para la colonización. El tercer capítulo analiza la legislación referente a la
concesión de tiernas de montaña poniendo énfasis en cuanto al tamaño de éstas y las zonas
preferidas por los solicitantes. Todas estas informaciones nos permitirán tener una perspectiva
adecuada sobre el patrón colonizador amazónico entre 1884 y 1900, estableciendo la conñictiva
dinámica entre el centralismo limeño y las aspiraciones regionales, cuya expresión más radical fue
el federalismo loretano de 1896.
CAPITULO I

COLON! ZANDO LA AMAZONIA


Y RECONSTRUYENDO LA PATRIA

Dos fueron las grandes consecuencias de la Guerra del Pacífico para el Perú: la mutilación
territorial y la pérdida del guano y salitre como principales fuentes de recursos fiscales. Reconstruir
la patria exigía incorporar a la economía nacional nuevas regiones con abundantes recursos
naturales. La elite limeña volvió entonces la mirada al Oriente donde había tierras y productos
suficientes para establecer pueblos prósperos. Nuevos exploradores recorren entonces la selva
buscando puertos fluviales y zonas de colonización. De esa manera, la cuestión amazónica se
vuelve referente ineludible en los discursos políticos destinados a levantar el país de la postración y
recuperar el abatido orgullo nacional. Para iniciar la campaña colonizadora Estado e iglesia católica
emprenden trabajos mancomunados. Los misioneros, a pesar de sus avances y retrocesos, eran los
únicos con una presencia continua en las cuencas orientales. En ese contexto, los padres Gabriel
Sala y Bernardino Gonzáles abren el camino colonizador durante los años de la reconstrucción
nacional. Ciertamente este trabajo resultó tan fatigoso como el realizado por sus pares coloniales.
A pesar de los esfuerzos franciscanos, varios pueblos nativos desaparecían pocos años después de
haberse formado. Los neófitos, como eran llamados los indios convertidos, fugaban a la montaña
rechazando el estilo de vida impuesto por los frailes. En otros casos, las misiones eran saboteadas
por codiciosos hacendados, comerciantes y caucheros, quienes veían en las misiones una traba para
esclavizar y traficar la mano de obra de los indígenas.
El Estado, por su parte, favorece la colonización de la selva central. Desde 1873 existía
un proyecto para prolongar el ferrocarril central hasta Chanchamayo, pero la crisis fiscal impidió su
realización. Más tarde, entre 1885 y 1896, privilegia la apertura de una vía carretera hacia algún
punto navegable en las cuencas del Pichis (Pasco) y Mairo (Huánuco). Para favorecer la ocupación
de los espacios descubiertos el Ejecutivo vuelve a establecer guarniciones militares en puntos
selváticos estratégicos, y posteriormente dicta en 1893 una ley destinada a fomentar la inmigración
europea a dichas zonas. El Congreso llegó incluso a votar partidas para este fin, pero estos
proyectos fracasaron. En otras regiones, como el sur andino, los pueblos y las autoridades locales
promovieron entradas espontáneas a la ceja de montaña organizando incipientes circuitos
económicos amazónicos. El Ministerio de Fomento, creado en 1896, fue encargado de vincular
estos trabajos regionales con la política colonizadora nacional. Detrás de todos estos proyectos
estaba presente el deseo de brindar a las colonias una salida al Atlántico mediante la navegación del
río Amazonas. El crecimiento demográfico, impulsado por la colonización en Loreto hacia fines
del siglo XIX, trajo consigo además el fortalecimiento de Iquitos como capital de la Amazonia
frente a la decadencia de Moyobamba, la formación de movimientos federalistas y la respuesta del
centralismo para afirmar la unidad nacional desde las instituciones gubernativas capitalinas.

1.1 LA NUEVA CAMPAÑA MISIONERA AMAZÓNICA


Las misiones de los dos últimos decenios del siglo XIX tenían los mismos propósitos que sus
antecesoras coloniales, esto es reducir a los indios a vida “civilizada” y llevarlos por el camino de la
fe cristiana. El padre Gabriel Sala, superior del convento de Ocopa, y el misionero Bemardino
Gonzáles asumieron dicha tarea en los años de la posguerra del Pacífico. Empresa harto difícil,
según manifestaba en 1883 el padre Gonzáles durante su ingreso al Palcazú, pues aunque los
nativos podían ser reunidos en pueblo e inducidos a construir sus casas valiéndose de palos de
diversos árboles y hojas de palmera, así como rozar terrenos para formar chácaras y tener
comestibles, no por ello se conseguía que abandonaran sus antiguas moradas en la selva, a las
cuales se retiraban después de haber vivido algunos días con los frailes. Más tarde, para volverlos a
reunir, el misionero debía obsequiarles machetes y otras dádivas4.
En esas condiciones, el panorama de las misiones era desalentador, sobre todo porque los
proyectos de inmigración y colonización también habían fracasado. Ciertas autoridades políticas no
estaban conformes con la conducta de los misioneros, a quienes acusaban de mantener abandonado
el servicio religioso en sus parroquias para dedicarse a la venta de sacramentos. La Memoria del
Prefecto de Loreto, Benjamín Medina, fechada en marzo de 1885, refiriéndose al estado de las
misiones del Ucayali, decía que estas:
no han hecho el más pequeño beneficio, pues no han conquistado hasta ahora
una sola de tantas tribus salvajes que existen en sus afluentes. Su tema incansable,
durante largos años, ha sido formar dos o tres pueblos céntricos, internando con
seducciones gente ya civilizada, segregándolos de la parte comercial y sin permitir
que negociante alguno toque a ellos, razón porque han vivido en continua pugna
con los ribereños, quienes han hecho constantemente lo posible por deshacerse de
los titulados misioneros”5.

En 1887, Carlos Lissón, puso énfasis en el fracaso de los sistemas colonizadores


impulsados por los empresarios y los misioneros. En el caso de las misiones, si bien produjeron
sacerdotes venerables, sabios y mártires que derramaron su sangre en la selva después de hacer

4 Gonzáles, Bemardino. “Ojeada sobre la montaña...”, p. 773.


5 Medina, Benjamín. “Memoria que el Prefecto del Departamento de Loreto, presenta,.,”, p. 94,

10
grandes servicios a las ciencias con sus descubrimientos, nada importante habían dejado en cuanto a
civilización amazónica, pues de todo su trabajo misional hasta 1886 sólo quedaba en pie el
moribundo caserío de Sarayacu. Dominado por prejuicios racistas, Lissón decía que la palabra
evangélica no encontraba acogida entre los “salvajes”, porque estos sólo hablaban el idioma de la
fuerza. El gobierno, por tanto, debía poner al lado del colono un soldado, pues sólo juntos el fusil y
el arado llevarían paz y trabajo a la selva6.
La expansión de las haciendas de montaña constituía otro factor contrario al rescate de las
misiones. En enero de 1884, el explorador José Samanez y Ocampo constató como la misión de
Santa Rosa o Sapani había desaparecido por la acción de comerciantes y tempranos explotadores
del caucho. Estos solían internarse en el bosque por los ríos principales llevando a los nativos
como bogas, y no había quebrada o afluente libre de sus exploraciones. Mucha veces permanecían
semanas y hasta meses ocupados en sus negocios, sirviéndose de los nativos como peones para toda
clase de trabajos. En las zonas visitadas por Samanez y Ocampo, cuando el colonizador encontraba
un lugar aparente se asentaba e imponía, sin control de ningún tipo, su férula sobre los nativos7.
Como es lógico suponer, el nuevo proyecto misionero no encontraría buena acogida por parte de
estos violentos colonizadores. Con todo, la decisión de evangelizar la selva central había sido
tomada renovando los ánimos de la generación de misioneros liderados por los padres Gonzáles y

En 1883, Gonzáles toma el camino del Palcazú (Pasco)


tratando de ganarse el apoyo de la opinión pública y el gobierno.
Como paso previo al trabajo misionero debía comprometer la
inversión de fondos públicos para convertir la antigua senda,
estrecha y accidentada, en un camino cómodo y libre de peligros.
Este audaz misionero se había propuesto llevar adelante el
grandioso proyecto de construir un ferrocarril desde los llanos de
Junín hasta las faldas de la cordillera, para subir luego cortando
con ríeles las nieves perpetuas de las montañas de Huancabamba
o Chontabamba, bajando seguidamente a Yanachaga y Palcazú. El padre Sala, en cambio, tenía
otra perspectiva. En su opinión, la zona escogida por Gonzáles no era la más apropiada, pues se
hallaba estorbada por las alturas cordilleranas y en medio de la brumosa atmósfera de Yanachaga y
las turbulentas aguas del Palcazú. Largas exploraciones lo convencieron de que el valle de
Chanchamayo, accesible y próximo tanto desde la costa como de la tranquila cuenca del Pichis,
tenía que cumplir el papel de arteria principal hacia los ríos navegables amazónicos. Por eso, y
reconociendo la importancia de los trabajos del padre Gonzáles, trató en 1887 de vincularlo con su

6 Listón, Carlos. Breves apuntes sobre la sociología del Perú en 1886, p. ó 1.


7 Samanez y Ocampo, José. Exploraciones de los ríos peruanos..., p. 112.
11
propio proyecto, sugiriendo abrir una nueva senda entre Oxapampa (Pasco) y la confluencia de los
ríos Chanchamayo y Paucartambo.
Durante su viaje al Cerro de la Sal, el padre Sala encontró
diversas familias amueshas. Años antes, en 1880, el padre
Bemardino Gonzáles había llegado hasta esa zona siguiendo el
camino de Huancabamba. Poco después, en 1882, el padre Juan
Pallás, prefecto de misiones, había pasado también por
Huancabamba y el Cerro de la Sal hacia Chanchamayo. En febrero
de 1886, el padre Sala ingresa al Cerro de la Sal invitado por el
curaca de dicha región. Habiéndose ganado la confianza de éste decide
fundar allí un pueblo con su respectiva capilla. De inmediato aseguró las comunicaciones
construyendo un camino de herradura entre la misión del Buen Pastor y el Cerro de la Sal. El
obstáculo puesto por las caudalosas aguas del río Paucartambo fue vencido mediante la
construcción de un puente rústico de palos. Debido a la buena disposición de los nativos para
recibir la doctrina cristiana, funda en junio de 1886 la misión de San Luis de Shuaro8 entre la
margen derecha del río Paucartambo y la boca de la quebrada de Shuaro, la cual era la penúltima
que vaciaba sus aguas al citado río. Allí establece un convento para evangelizar las regiones
adyacentes a la confluencia de los ríos Paucartambo y Chanchamayo.
Las noticias sobre el éxito de la misión llegaron pronto a conocimiento de las autoridades. A
fines de 1886, los señores Denegrí, Bermúdez y el ingeniero Juan Elias Bonemaisonn, acompañados por
vecinos de Pasco recorrieron la misión acompañados por el padre Sala. Al año siguiente, en abril de 1887,
los ingenieros de Estado, Federico Wakulski y Enrique Silgado quedaron conformes con los avances vistos
en el trabajo misionero del padre Sala9. Ese mismo año, el corresponsal de El Comercio llega a San Luis
de Shuaro describiéndolo como un pueblito naciente compuesto por la capilla y el conventillo de los padres
descalzos, y un caserío de treinta a cuarenta infieles catequizados, pero no bautizados. Estos vivían en dos
hileras de casitas formando una calle frente a la capilla. Vestían como la gente “civilizada”, hablaban
algunas palabras en castellano y trabajaban sus chacras con las herramientas proporcionadas por los
misioneros. Estos nativos amueshas provenían principalmente del ángulo fonnado por los ríos
Paucartambo y Chanchamayo, y la zona extendida hacia la cuenca del Palcazú. Mantenían buenas
relaciones con los campas y algunos los confundían con estos a pesar de que su idioma era distinto.

8 El pueblo de San Luis de Shuaro, nombre dado en honor de San Luis Gonzaga, fue fundado el 21 de junio de 1886. En
ei curso de algunos meses, los misioneros edificaron una iglesia y convenio de tapial, una casita u hospedería del mismo
estilo y diez casas en la calle real, en donde vivían de treinta a cuarenta personas. Por estas razones, la misión de San Luis
de Shuaro atrajo colonos de Tarma y Chanchamayo. Hubo especialmente gran presencia de chinos. Para entonces el
padre Sala decía con orgullo "... que el pueblo de San Luis ya no se puede considerar como una reunión de chunchos, sino
más bien como una pequeña colonia de gente civilizada”. Amich, José O.F.M. Historia de las misiones..., p. 450.
9 Sala, Gabriel. “Una mirada histórica sobre el cerro de la Sal”, p, 4.

12
Mapa de las misiones y exploraciones franciscanas, S. XIX. Bemardino Gonzáies.
Historia de las misiones franciscanas,.., Tomo 10, s/p.
Antes de fundar San Luis de Shuaro, los misioneros desconocían la existencia de poblados
amueshas, si bien veinte años atrás hubo varios en los confines de Chontabamba y las llanuras del
Palcazú. Por su parte, los campas, estaban reducidos en el pueblo de Santa Rosa, muy cerca de La
Merced. Ellos no estaban catequizados, sin embargo, vivían ordenadamente y trabajaban como
peones en las haciendas de Chanchamayo. Conocían incluso el valor de los billetes de banco y
habían reemplazado las flechas por las escopetas. Quienes hablaban castellano se mezclaban
indistintamente y hasta hacían vida comunitaria con los colonos mestizos de La Merced10. Cuando
parecía asegurado el éxito de San Luis de Shuaro, los amueshas comenzaron progresivamente a
dejar la misión. Este despoblamiento fue resuelto por los frailes mediante la introducción de
chinos, a quienes concedieron terrenos para su cultivo.
Hasta 1889 los esfuerzos por
atraer la población nativa fueron
infructuosos. Es allí cuando el alza del
precio del café produjo una inmigración
masiva a la selva central. Numerosas
partidas de colonos ingresaron a la zona
montañosa del Chanchamayo y
Paucartambo buscando tierras donde
San Luis de Shuaro. Grabado siglo XIX. Fray Gabriel Sala,
Apuntes de viaje.... s/p. cultivar sus cafetales. Las tierras de los

misioneros no fueron respetadas, y rápidamente los recién llegados se las repartieron formando
seguidamente un pueblecito en los llanos de San Luis de Shuaro. Pero no se quedaron allí, pues
continuaron avanzando hasta hacerse de nuevos terrenos cerca de los pequeños ríos de San Antonio,
Tapsás y Achiote. En los siguientes años se unieron a los anteriores migrantes, otros venidos de la
colonia inglesa del Perené y hasta chilenos partidarios del Presidente José Manuel Balmaceda, los
cuales habían huido de la guerra civil desatada en su país a comienzos de 189111.
En dicho año el gobierno de Remigio Morales Bermúdez emprende la construcción del
camino al Pichis. Favorecido por su ubicación como punto obligado de paso en esta ruta, San Luis
de Shuaro recibe nuevos contingentes de colonos. No obstante, la caída en los precios del café
afecta el proceso de colonización en toda la región de Chanchamayo, y con ello se detuvo el camino
al progreso del naciente pueblo misionero. La furia de la naturaleza terminó de arruinar a San Luis
de Shuaro, cuya próxima ubicación a las cuencas de los grandes ríos había sido su principal ventaja

10 El Corresponsal. “El Cerro de la Sai”, pp. 4-5.


1! Durante el gobierno del Presidente chileno José Manuel Balmaceda Fernández (1886-1891) se produjo una de las
mayores huelgas en dicho país, en la cual participaron alrededor de 10 000 obreros. Estos exigían el pago de sus salarios
en dinero efectivo y no en fichas de cambio utilizadles sólo en las pulperías. El gobierno respondió violentamente a estas
demandas, y posteriormente debido a desacuerdos con el Congreso inició una guerra civil culminada con el derrocamiento
del Presidente Balmaceda y la persecución de sus partidarios.

14
sobre otros pueblos orientales. En enero de 1901, una extraordinaria creciente del río Paucartambo
destruye el puente Capelo y todos los demás que comunicaban la colonia con el resto del país.
Sobrevino entonces la decadencia y dispersión de los pobladores, quedando en pie sólo las
propiedades de las familias Chilara, Claretán, Al faro, Yupanqui, Canana, Ortega, Calderón, Castro,
Meza, Peralta, Anatolio, Portillo, Leguía, Valle, Expósito, Brenner, Soto, Yupanqui, Buffí, Díaz,
Silva, Cuyayzán, Sanet, Castañeda, López, Tramontana y Torterola. Hacia 1902 solo algunas de
ellas estaban dedicadas a la producción cafetalera, pues los bajos precios no ofrecían rentabilidad12.
El padre Sala fundó en 1891 una segunda misión en esta zona llamándola Sogorno.
Situada en las orillas del Paucartambo distaba pocos kilómetros del Cerro de la Sal. Las
comunicaciones entre San Luis de Shuaro y Sogorno se hacían a través de las montañas de Santa
Cruz, Frente a las oleadas migratorias vinculadas al cultivo del café, beneficiosas para la economía
local, pero perturbadoras de las costumbres y derechos de los nativos sobre las tierras, el padre Sala
creyó conveniente establecer en Sogorno una misión donde los neófitos pudiesen vivir y cultivar sus
chacras sin sufrir el acoso y las molestias de los colonos y hacendados. En este refugio misionero,
los nativos reconstruyeron sus viviendas y costumbres recibiendo asimismo apoyo de los religiosos
para salir a trabajar en las cercanas haciendas del Perené, situadas a solo media jornada de la
misión.
En 1896 el padre Sala reconocía la necesidad de establecer misiones en el Gran Pajonal, y
otras regiones de la selva central, empero dicha empresa resultaba casi imposible mientras no
existiese una línea ferroviaria en las cercanías de Paucartambo. Según el misionero cuando la
locomotora haga oír su silbido en las inmediaciones del Cerro de la Sal, entonces habrá llegado el
tiempo de tomar pacífica posesión de dicho territorio, y de formar allí hermosas, ganaderías y
viñedos no habiendo quien pueda impedirlo. Ajuicio del religioso, cuando fuese propicia la
oportunidad de posesionarse y colonizar la región del Gran Pajonal debía tenerse presente que la
mejor y más fácil entrada era por el cauce del río Aporoquiali, afluente del río Pichis. Las
quebradas de Nazaretegui, Antes, Aotsiniy o cualquiera otra estaban llenas de grandes dificultades.
Por otro lado, el río Aporoquiali podía navegarse con canoas y balsas hasta muy cerca del mismo
Pajonal. Sobre el mejor modo de reducir a los nativos señalaba que:
“... los chunchos son pocos, no pueden ni quieren tener cabeza y carecen de armas
de fuego. En todo el trayecto desde el Ucayali hasta Paucartambo, que no baja de
40 leguas, solamente hemos encontrado cuatro escopetas, algunas sin chimenea, y
todas sin municiones. De modo que si se reuniesen todos los chunchos (lo cual es
moralmente imposible) no pueden hacer frente ni presentar combate contra 50 rifles
de precisión, A los primeros tiros que se den en su blanco, huirán, se escaparán, y
se retirarán a lo más profundo de los bosques, dejando para siempre a los colonos
en paz.

12 Tamayo, Augusto E. Informe sobre las colonias de Oxapampa..-pp. 4-9.


15
Los numerosos traspiés e inconvenientes ocurridos con las reducciones de los infieles
convencieron a los misioneros que la única forma de evangelizar y civilizar a estos nativos era
mediante las reducciones forzadas aplicadas por los caucheros, y frente a esta situación la
preocupación de los misioneros debía dirigirse tanto hacia los indios como a sus patrones para que
estos permitieran adoctrinar a sus peones. En tono pesimista, Sala decía que aún no era el tiempo
de que los nativos entraran por completo a la Iglesia de Dios. Sin embargo, pensaba que tratándose
de la conversión y civilización de las tribus del Ucayali no había que desesperar tanto de los indios
sino del blanco wiracocha, en cuya casa cumplían servicio los primeros. En ese sentido, el padre
misionero podía presentarse en cualquier puesto o aglomeración de nativos, generalmente fonnados
al lado de las casas de algún patrón o cauchero. Esto ocurría en Masisea, Cumaria, Mishahua y
otras partes. En esos lugares pedirían a sus patrones edificar capillas para que los nativos y demás
peones aprendieran a rezar. Si dicho patrón o cauchero respondía afirmativamente, entonces todo
estaba resuelto, pues de lo contrario el padre misionero no podía hacer nada sino retirarse hasta
mejor oportunidad.
En los casos que el patrón aceptaba debía actuarse con prudencia, caridad y sagacidad,
pues convirtiendo a éste, el cual según Sala necesitaba de la religión más que cualquier fiero
salvaje, lo demás caería por su propio peso, pues los nativos y peones imitaban como “monos” o
“carneros”, los movimientos, vicios y virtudes de sus patrones. Cuando ellos vieran como el padre
misionero era tratado respetuosamente, y la manera humilde con que el patrón escuchaba sus
amonestaciones, y ponía en práctica sus consejos, entonces harían lo mismo. De esa manera, con la
mayor facilidad y suavidad se habría conseguido la conversión pacífica de los pueblos y la
salvación de muchas almas. Estaban equivocados quienes creían reducido el número de grupos
nativos en esta región. Por el contrario, estos eran
muy grandes, especialmente los Cunibos y Mipiros,
consideradas los más morigerados del Ucayali. La
cantidad de peones manejadas por cada patrón no era
homogénea, sino que variaba de uno a otro. En
Cumaria, por ejemplo, el patrón Franquini poseía
1 000 nativos, mientras otros como Fermín Fitzcarrald
superaban el millar, pero los menores como Aladino
Recibimiento del padre Sala. Grabado siglo XIX. Fray
Gabriel Sala. Apuntes de viaje..., s/p.
Vargas, y Manuel Cota estaban por debajo de esa cifra.

En cuanto a la conversión de los Campas y Amueshas, Sala prefería usar otro sistema.
Como algunos de estos nativos aún no habían sido explotados, engañados y subyugados por los
caucheros, y mantenían pocas relaciones con los blancos era más difícil y arriesgada su conversión,
no habiendo otro medio que la observación hasta encontrar la oportunidad propicia para atraerlos.

16
Mapa de El Gran Pajonal. Bemardino Gonzáles. Historia de las misiones franciscanas...'Toma 10, s/p.
En ese sentido, convenía colonizar sus tierras, rodearlos y absorberlos, obligándolos por la fuerza a
que siguieran las costumbres de la “gente civilizada” en medio de la cual se hallaban. Esta práctica
se presentaba como la más fácil y provechosa, pues llegar hasta sus casas y guaridas dispersas por el
monte para instruirlos era muy trabajoso y de poco provecho, por lo que sólo cuando los nativos
estaban in articulo mortis debía realizarse.
La conversión de los Cashibos, temidos por sus prácticas antropofágicas, era sin duda un
caso especial Estos indígenas moraban en todas las quebradas de la banda izquierda del río
Pachitea, y como habían tenido poco o ningún trato con los blancos, y aun con otros pueblos nativos
vecinos, se necesitaba adoptar medios más rudos, los cuales calificaba el padre Sala en tono irónico
como apropiados para domar a los elefantes. Por esta razón, el padre misionero no podía ingresar a
sus territorios sino escoltado por soldados o gente armada. Ellos debían obligar a los Cashibos, en
nombre de la humanidad, a dejar sus feroces costumbres y vivir como “gente racional”, de lo
contrario podían autorizar su exterminio. Cuando sintieran el terror y el castigo moderado, estos
nativos se verían obligados a recurrir a la piedad del padre misionero, y éste entonces podría con
gran caridad y prudencia ejercer su divino ministerio sobre aquellas infelices criaturas, haciendo las
veces de padre, maestro, medico, amigo e intercesor ante Dios y los hombres. No debe
sorprendemos el maquiavelismo de Sala, pues desde los tiempos de la conquista no había existido
otro método para reducir a los llamados “infieles”'3.
Esto explica porque los religiosos esperaban ansiosamente la internación de los caucheros
en el Pichis, Pachitea y sus quebradas laterales, pues detrás de ellos los ministros evangélicos tenían
campo extenso y lleno de espinas, pero del cual podían recoger muchas ñores, es decir conversos.
La obligación de los misioneros era trabajar, sembrar y regar esperando que Dios incrementara su
valor, paciencia y constancia. Eso era lo requerido para llevar a cabo la conversión de la Amazonia.
Una vez que el cauchero hubiese subyugado por la fuerza al temido Cashibo, entonces sería el
tiempo oportuno de que ingresaran los misioneros para ofrecerle los servicios y consuelos del
cristianismo. Por ello, Sala pedía a sus religiosos no desesperar, pues los nativos por más fieros que
fueses terminarían rindiéndose a la superioridad material de los blancos. En ese sentido, para dar el
debido impulso y consistencia a esta obra, Sala creía necesario la creación de un Vicariato
Apostólico amazónico, pues sólo una institución de esa jerarquía episcopal podía conseguir
religiosos de distintas regiones y los recursos pecuniarios con mucha más facilidad y éxito que un
simple prefecto misionero'4.134

13 Manuel González Prada criticó acremente esta conducta maquiavélica de los misioneros con los nativos. Citando las
propias palabras del padre Gabriel Sala, recordaba cómo a éste le daba igual “mejorarlo, utilizarlo o exterminarlo, dado el
caso de que así conviniese a la civilización y bien general de la sociedad”. Sala, Gabriel. Apuntes de viaje..., p. 130.
14 Sala, Gabriel. Apuntes de viaje,.., pp. 150-155.

18
Por otro lado, en 1896 se habían producido varios fracasos en la fundación de las misiones
de Pangoa*5. Los campas de dicha zona habiendo expulsado a los misioneros y colonos, quemaron
la capitanía, la casa-misión de los padres y las casas de los colonos, acordando no consentir en
adelante la entrada de ningún “civilizado” al Pangoa. Los colonos serranos de Andamarca (Tarma)
que se animaron a penetrar nuevamente en aquellas regiones pagaron con su vida tal atrevimiento.
Más tarde en un segundo intento de entrada fueron rechazados a balazos por campas armados con
carabinas. En estos hechos trágicos había sido victimado el padre José María Romaguera, habiendo
logrado huir los padres Hormaeche y Navarro, quienes pasaron de Andamarca a Ocopa, y luego
continuaron sus tareas como misioneros en San Luis de Shuaro. Perdida la misión de Pangoa, los
misioneros infatigables siguieron la norma evangelizadora y tradicional que les mandaba salir de la
ciudad donde eran perseguidos para continuar su ministerio en otras zonas hasta poder volver al
primer sitio. Estos fracasos convencieron a los padres de que la única forma exitosa de colonizar y
evangelizar a los nativos era mediante las correrías y reducciones que practicaban los caucheros y
las llamadas guarniciones militares, una mezcla de misiones acompañada de fuertes militares.
Ese mismo año, bajo la administración del presidente Nicolás de Pierola, y hallándose al
frente de la Dirección de Fomento, el ingeniero Joaquín Capelo, se despertó en el Perú un
entusiasmo febril por conocer en detalle la potencialidad de los territorios orientales, con el deseo
de obtener de los mismos una visión sobre los beneficios que podrían obtenerse llevando allí la
industria y comercio. El entusiasmo era efecto de las publicitadas exploraciones del padre Sala, la
apertura de la Vía Central que estaba llevándose a cabo, y la necesidad de compenetrar los
territorios de la costa y sierra del Perú con la inmensa zona oriental. Las miradas ansiosas de la
nación se dirigían entonces al rió Pichis, termino de la vía central terrestre y comienzo de la vía
fluvial oriental. El gobierno de aquella época comprendió que serviría grandemente para el logro de
aquella gran empresa, la presencia simultanea en el Pichis de la autoridad civil y religiosa,
representada por los padres misioneros. Estos últimos en su condición de moralizadores y
protectores del indígena, eran los más adecuados para conseguir la confianza de las tribus locales.
Con este fin se estableció en Puerto Bermúdez una comisaría con su respectiva guarnición,
procurándose que los misioneros de Ocopa fundaran en el mismo lugar una residencia permanente.
El Supremo Gobierno dio prontamente los decretos que le correspondían, estableciendo la citada
comisaría y autorizando la erección de una casa misionera en el mismo punto; señalando además
una subvención mensual de 10 mil libras peruanas para sostenimiento de los misioneros.15

15 A pesar de estos problemas en Pangoa, el Prefecto de misiones, Fray Tomás Hernández, solicitó al gobierno en octubre
de 1895 la concesión de mil hectáreas en el valle de Paucartambo (Pasco) para fundar una misión. El Ministro de
Fomento, Eduardo López de Romana, satisfizo la demanda de los religiosos, pues según dijo: “esta concesión es de
conveniencia nacional, puesto que contribuye a la enseñanza, conversión y reducción de las tribus de infieles que existen
en la región de montaña, en cuyo orden mucho debe el país a los RR.PP. misioneros”. López de Romana, Eduardo,
“Memoria que presenta el señor Ministro de Fomento D. Eduardo L. De Romaña al Congreso Ordinario de 1896”, p. 195.

19
Esta asignación de dinero era
exigua tomando en cuenta los altos precios
de los artículos indispensables para la
subsistencia y los gastos de transporte de los
mismos a un punto tan alejado de los centros
civilizados. Esta asignación por otra parte
ocasionaba muchos disgustos a los
misioneros, pues todos los viajeros que
pasaban al Oriente por esta ruta en aquella
época, exigían a los misioneros hospedaje,
alimentación y facilidades para seguir su
viaje alegando que el Estado les había dado
rentas para dicho fin, y cuando no eran
atendidos difundían calumnias y maldiciones
contra los religiosos causando perjuicios a su
prestigio entre la población16.

Demarcación eclesiástica del Perú, 1904. Pilar García Jordán.


Las campañas misioneras hicieron
“Las misiones católicas en la amazonia peruana,.,”, p. 54.
varios esfuerzos desde mediados del decenio
de 1880, pero el movimiento se consolida recién hacia fines del siglo XIX con la fundación de la
Obra de la Propagación de la Fe en 1896. Más tarde, en 1898 el gobierno acudió en auxilio de las
misiones con una subvención de tres mil soles anuales, así como la concesión gratuita de terrenos
urbanos y agrícolas para establecer nuevos centros misioneros orientales1718. Finalmente, en 1899 se
crearon tres prefecturas apostólicas entregadas a distintas órdenes religiosas. La misión Agustina de
San León de Amazonas tendría sede en Iquitos. La misión descalza San Francisco del Ucayali tuvo
como centro el convento de Ocopa, A su vez, la misión dominica de Santo Domingo del Urubamba
tendría asimismo su residencia en el Cuzco. Con esa organización ingresa al nuevo siglo la
r ' i
administración eclesiástica amazónica

1.2 EL OCASO DE LA COLONIAS DEL ORIENTE


Los gobiernos de la posguerra del Pacífico realizaron varios esfuerzos financieros, políticos y
administrativos para impulsar programas de inmigración y colonización, no obstante, los resultados
fueron poco alentadores. Los colonos del oriente peruano fueron inmigrantes andinos y extranjeros,

16 Izaguirre, Bernardino. Historia de las misiones franciscanas..., pp. 373-376.


t7 “Ministerio de Fomento” (II), p. 205.
18 Esta nueva organización eclesiástica fue adoptada en consonancia con el proyecto evangelizado)- del padre Francisco de
Sales Soto “Sección del Cuito”, p. 404,

20
pero no siempre los inmigrantes terminaron convirtiéndose en colonos. Muchos inmigrantes venían
en busca de trabajo, pero no estaban dispuestos a radicar para siempre en nuestro país. Estos
golondrinos extranjeros se alquilaban o contrataban por cierto número de años con los patrones para
explotar las riquezas naturales. Otros, en cambio, venían con el verdadero espíritu colonizador, y
por ello hicieron grandes sacrificios internándose con sus familias en la selva para rozar la espesura
montañosa y establecer sus chacras. Ellos exigieron reiteradas veces el apoyo del Estado para
mejorar los cultivos, abrir caminos y defender sus terrenos de los ataques de los nativos.
En el norte y sur oriente peruano las oleadas de inmigrantes no llegaron a formar colonias,
porque estuvieron compuestas básicamente por comerciantes, aventureros y especuladores cuya
presencia se limitaba al tiempo necesario para hacerse de pequeñas fortunas expoliando los recursos
gomeros y mineros de la región mediante los enganches, correrías y esclavitud de los indígenas. En
el caso de la selva central, especialmente las regiones de Junín y Eluánuco, las colonias surgieron en
gran medida por la participación del Estado a través de subvenciones o privilegios en cuanto a la
propiedad de las tierras. Con todo, a fines del siglo XIX, asistimos a un vertiginoso proceso de
doblamiento temporal o definitivo, según fuese el caso, en la Amazonia peruana. Ciertamente, las
primeras incursiones de colonos se iniciaron desde el decenio de 1850 en la selva norte cuando se
despertó la fiebre del oro. Más tarde, el caucho amplia la presencia del hombre blanco en esta zona,
empero, conforme los gomales fueron agotándose se produjo una avanzada hacia la selva central y
sureña. La dinámica colonizadora del caucho presenta tres etapas diferenciadas según la
importancia productiva de la zona, la resistencia de los indígenas a la penetración de los patrones, y
el conocimiento de los ríos navegables y demás características geográficas del bosque.
En el caso de la selva norte, podemos observar cómo entre las décadas de 1860 y 1870,
cuando el caucho no constituía aún el principal producto de exportación de Loreto, los
colonizadores se hallaban asentados en las riberas de los afluentes septentrionales de los ríos
Marañon y Amazonas, especialmente los ríos Pastaza, Tigre, Itaya, Nanay y Ñapo, y de uno de sus
afluentes meridionales, el río Ucayali. En estas cuencas habían descubierto sus primeros gomales
dedicándose a la extracción del jebe en pequeña escala. En un segundo momento, entre los
decenios de 1880 y 1890, el auge gomero estimula la realización de nuevas entradas a la selva en
búsqueda de bosques de caucho. Por estos años, el 75% de las exportaciones loretanas estaban
constituidas por dicha resina.
Esta explotación desordenada y excesiva del caucho condujo a su agotamiento en el norte
loretano. Pronto comenzaron los caucheros a desplazarse hacia la cuenca del Yavarí y la frontera
brasileña en un desesperado intento por asegurar nuevos mánchales (campo de árboles caucheros).
Por otro lado, los patrones distribuidos a lo largo del río Ucayali comenzaron a moverse hacia sus
afluentes. De este modo, hacia 1884 se había registrado el ingreso de no menos de 1 500 caucheros
a la cuenca del río Pachitea. A partir de 1890, nuevas oleadas comenzaron a desplazarse rumbo el
21
este. Estas incursiones fueron favorecidas por el descubrimiento de varaderos o pasos terrestres
entre las cabeceras de los afluentes derechos del Ucayali y las de los ríos Yavarí, Yurúa y Purús,
Gran parte de estos caucheros se concentraron en los alrededores del Tapiche, un afluente del bajo
Ucayali. En 1904 esta zona, habitada hasta 1894 solo por pueblos nativos, había sido tomada por
más de 5 000 caucheros. Otro grupo de estos prefirió dirigirse hacia el río Yaquerana, un afluente
del alto Ucayali, alcanzando en 1893 la impresionante cifra de no menos de 20 000 caucheros
trabajando simultáneamente19.
Hacia 1890 la explotación intensiva de recursos naturales y la mano de obra indígena en la
región oriental del norte peruano había borrado del mapa a incontables pueblos de mestizos e
indígenas formados desde principios del siglo XIX. Estas pequeñas poblaciones de raíces
coloniales fueron reemplazadas por los nuevos asentamientos, muchos de ellos esporádicos
repartidos por los caminos del caucho. Como es lógico suponer, estas poblaciones corrieron la
misma suerte del producto que les dio origen, y así en unos pocos años pasaban del dinamismo
comercial a la miseria absoluta. De esa forma, extensas zonas de la región oriental cayeron bajo el
sombrío panorama de la pobreza extrema. Hacia finales del siglo XIX cerca de cuatro a cinco mil
pobladores habían sido movilizados por los caucheros fuera de la provincia de Mainas, un territorio
entonces ubicado entre las riberas del Huallaga, Ucayali, Yavari y el Alto y Bajo Amazonas. Este
fenómeno demográfico fue muy bien descrito en 1892 por el coronel Palacios y Mendiburu cuando
comentaba la poca fortuna de las antiguas poblaciones de Loreto. Por ejemplo, el antiguo y
próspero caserío de Omagua no era más que una pequeña ranchería sin importancia alguna.
Asimismo, Nauta, de gran importancia comercial en décadas pasadas yacía abandonada, si bien
parecía capaz de renacer como el ave fénix20.
Con respecto al estado de los asentamientos en el curso del Ucayali, no existía ninguno de
especial referencia, a pesar de que esta zona producía el 60% de las exportaciones gomeras de
Loreto. La población se calculaba en 20 000 habitantes, pero dispersos como estaban por los
diversos afluentes ucayalinos pasaban desapercibidos en medio de la espesura del monte. Las
familias se organizaban básicamente en las haciendas, pero éstas se hallaban muy lejos unas de
otras. Por otro lado, los pueblos formados por los misioneros y que alcanzaron gran importancia en
la segunda mitad del siglo XVIII eran sólo recuerdo, pues apenas quedaban pequeños caseríos como
Contamana, Pucallpa y otros con apariencia de agrupamientos de viviendas rústicas y
desorganizadas.

19 Véase: Butt, Gualterio. “Exploraciones de los ríos Nanai.,.,” p. 103-109; “Memorial de ¡os caucheros...”, pp. 496-497;
Stiglich, Germán. “Viajes...” pp. 301-302; Raigada, Eduardo. “Exploraciones del rio Ñapo..., p. 171; Samanez y
Ocampo, José. Exploraciones de los ríos peruanos..., p. 75; y García Roseli, Ricardo. “índice de los
descubrimientos... ”, p, 631.
20 “Conferencia dada en la Sociedad Geográfica de Lima, sobre la colonización de Loreto, por el señor Coronel Palacios y
Mendiburu”, pp. 1-4.

22
En resumen, la colonización del norte amazónico no estaba asentada en grandes núcleos
urbanos y sus efectos civilizadores sobre los nativos eran imperceptibles. Estos habían optado por
huir de la explotación cauchera, reconstruyendo sus sociedades en el fondo de las selvas con cierta
autonomía respecto de los colonos. En esas zonas, vivían de la caza, pesca y cultivo en pequeña
escala de la yuca, plátano y otras plantas. Continuaban haciéndose la guerra entre sí, robándose las
mujeres y los niños para comerciarlos con los civilizados. Ofrecían además canoas, algunas resinas
como caucho y copal, demandando a cambio armas de fuego, herramientas de agricultura y
aguardiente. Otra era la condición de los nativos influenciados por la doctrina cristiana, y
vinculados con los comerciantes. Estos “catequizados” habitaban los pueblos, caseríos y las
haciendas formadas en las márgenes de los ríos, y se habían adaptado casi completamente a los
patrones culturales de la civilización. Los comerciantes y hacendados explotaban su trabajo
mediante formas sutiles de dominación como el enganche por deudas ofreciendo compensaciones
mínimas que no satisfacían completamente las necesidades de los nativos. Las labores en las
ciudades y en los campos inmediatos descansaban sobre los hombros de estos indios servilizados
por los colonos.
De la misma manera, podía distinguirse un grupo colonizador heterogéneo compuesto por
mestizos y los extranjeros de diversas nacionalidades arribados a Loreto. Estos se ocupaban del
movimiento comercial interno y la importación de mercaderías europeas fomentando su consumo
en las clases inferiores y extrayendo con auxilio de ellas los productos de la selva para mandarlos a
otros países. Este grupo dedicado exclusivamente a la especulación y esclavitud de los aborígenes
competía con sus pares brasileños por el control de los mercados amazónicos peruanos. Esta
dinámica daba origen a una extendida jerarquización comercial según la disponibilidad de capitales
y medios de comunicación. Esta clase de especuladores no tenían interés en afianzar el progreso
local, ellos sólo deseaban realizar sus aspiraciones en poco tiempo, querían hacer fortuna a costa de
los consumidores. Desde el punto de vista social no cumplieron un rol integrador, pues su
individualismo no les permitía tener una visión de los intereses comunes. Por eso, como decía el
coronel Samuel Palacios y Mendiburu, la sociedad loretana asemejaba una inmensa caravana en
permanente lucha por la vida, la cual se detuvo allí donde los comerciantes pensaban factible
realizar sus fantasías pecuniarias.
Esta transformación económica producida por el crecimiento comercial, a su vez
sostenido por la explotación del caucho, dio origen a varías poblaciones nuevas en la provincia de
Mainas. Ejemplo de ello fueron los pueblos ribereños de Iquitos y Yurimaguas. Este último fue
elegido por varios comerciantes como centro de sus actividades debido a su estratégica posición.
Allí almacenaban gran cantidad tabaco, ganado, frijoles, sombreros, aguardientes y café, etc.,
productos todos procedentes de Moyobamba, Tarapoto y de otros pueblos del departamento de

23
Amazonas, que luego eran enviados hacia Iquitos e incluso Brasil. Por su parte, Yurimaguas era
una zona monoproductiva, pues no tenía más industria que la fabricación de aguardientes realizada
en varias haciendas situadas en ambas márgenes del Huallaga, en donde se molía la caña en
trapiches movidos a vapor. Desde Yurimaguas podía internarse mercaderías para las provincias de
Moyobamba y San Martín, sirviendo al mismo tiempo de salida a los inmensos valles de
Moyobamba, Jeveros, Tarapoto y Saposoa. No en vano, en 1894, Pedro Dávalos y Lissón, actuando
como corresponsal del Comercio en Loreto la consideraba el principal rival de Iquitos21.
De igual forma, Iquitos no tenía más industria y comercio que aquella proporcionada por
la extracción y comercio de las gomas elásticas, pues el pingüe rendimiento ofrecido por dicho
producto no podía hallarse en ninguna otra especulación. Por ese motivo, los capitales estaban
concentrados en manos de los caucheros, no existiendo recursos para el establecimiento de otras
industrias. La actividad agropecuaria prácticamente no existía, y los principales artículos de
consumo diario, importados de Europa y especialmente de Portugal alcanzaban subidos precios a
pesar de su pésima calidad. El sector más importante del departamento se encontraba en la región
fluvial, éste se había poblado paulatinamente por individuos acudidos a ella para adentrarse a las
montañas ricas enjebe, y a ellos les seguían los comerciantes llevando los artículos necesarios para
el negocio de las gomas. Braceros indígenas de las inmediaciones sostuvieron el trabajo de los
primeros, mientras los extranjeros conformaban en su mayor parte el grupo comercial. Esa fue la
fisonomía social de Iquitos y demás caseríos ribereños de Loreto hacia fines del siglo XIX.
La presencia del Estado peruano en la zona nororiental loretana se reducía a las
autoridades portuarias de Iquitos y pueblos inmediatos, existiendo una ausencia absoluta de ellas en
la zona de várzea del Bajo Amazonas bañada por el río Yavarí en la frontera con el Brasil, y en
Leticia cerca de la frontera con Colombia. La principal actividad en la cuenca del Yavarí era la
explotación de caucho y jebe, producto de mucha demanda en Europa y los Estados Unidos de
Norteamérica, y de relativa extracción y movilización fáciles a lo largo de este río. Esta zona era
conocida además como el paraíso de los contrabandistas. Existían tres bocas para entrar al Yavarí,
siendo preferida la última de bajada, pues poseía un mejor canal para el paso de los vapores
grandes, Estas naves solo podían entrar en dicha cuenca hasta el poblado de Nazareth, situado en la
confluencia del Yavarí con el Ytecuaí, Hasta 1894 los peruanos no pudieron fonnar ningún pueblo
en ninguna de sus orillas, sólo establecieron casas comerciales agrupadas en campamentos
compuestos por la casa residencia del patrón y sus empleados, y numerosas rancherías techadas con
palma donde recibían alojamiento los peones indígenas. Las principales casas comerciales
distribuidas entre las bandas peruana y brasileña del río Yavarí eran las siguientes:

21 P.D.L."Loreto” (III), p. 2.

24
Casas comerciales asentadas en el rio Yavari-1894 22

Atahualpa, de Demetrio Torres


Islandia, de A. Fernández y James Cohén.
Ubicadas en la banda peruana
Perseverancia, de Morey y Aguila
Nazareth, de Mourraille, Hernández y Cía.
Mozamenes, de Márquez, Valente y Compañía
Esperanza, de M. Remedios.
Loncepción, de L. Garrido
Ubicadas en la banda brasileña
Santa Cruz, de Carballares
Remate de Males, de A, Bastos y Marins y Levy

Todos los comerciantes peínanos tenían sucursales en la banda brasileña del Yavarí, para
mayor ensanche de sus negocios, pues allí estaban concentrados los mayores capitales y stocks
mercantiles de esta cuenca amazónica2223. Dávalos y Lisson, lamentando el abandono social y escasa
presencia del Estado peruano en la frontera, recomendó a los representantes de Loreto solicitar en
su cámara la creación de una aduanilla en el pueblo de Nazareth. A su juicio, no había otra forma
de que el fisco asegurase la recaudación íntegra de los derechos de importación y exportación en el
Yavarí. En Leticia, el último punto peruano en el curso del Amazonas, se reproducían las mismas
precarias condiciones. Formado por unas pocas casuchas, este pueblo daba residencia a los empleados
del resguardo peruano y a una pequeña guarnición militar. Esta situación
difería notablemente con la del poblado brasileño de Tabatinga24, el punto
más adelantado de dicho país en la Amazonia. Dicho lugar poseía una
casa sólidamente construida donde trabajaban muchos empleados y
soldados, todos bajo las órdenes del Presidente del estado de Manaos25.
Esta agresiva presencia brasileña preocupaba a las autoridades
loretanas. Ello dio motivo para que en 1897, el ex-Ministro de Guerra,
coronel Juan Ibarra, visitara la región en calidad de comisionado especial. Coronel Juan Ibarra

22 P.D.L. “Loreto’’ (II), p. 2.


23 El dominio brasileño de los mejores afluentes del Yavarí y las altas tarifas aduaneras fueron la causa de! generalizado
contrabando en dicha región. El Perú cobraba B y 5 centavos por derechos aduaneros sobre el caucho y jebe
respectivamente, mientras en el Pará (Brasil) llegaba a 42 centavos por kilogramo de jebe. Igual cosa sucedía con los
derechos en las mercaderías de internación. Esta enorme desproporción de impuestos ocurría en dos países apenas
separados en toda su extensión por un canal de 800 metros. Por ese motivo, los comerciantes del Yavarí, recibían sus
mercaderías y embarcaban sus productos por la banda peruana. Con este sistema la situación fue muy favorable a las
rentas loretanas, hasta que un señor. Pinedo, ex-Administrador de la Aduana de ¡quitos, ordenó que todas las mercaderías
que vinieran para la banda peruana del río en cuestión, pasaran primero a Iquitos para su aforo. A partir de ese momento,
pese a las correcciones hechas por la nueva administración de aduana los comerciantes peruanos del Yavarí comenzaron a
enviar sus gomas por la banda brasileña privando a Loreto de importantes ingresos (P.D.L. “Loreto” (II), p. 2.
24 Tabatinga antes había pertenecido al Perú, pero las malas gestiones de nuestro políticos, donde campeaba en ese asunto
la negligencia peruana y astucia de don Pedro II, dieron por resultado el fatal tratado de 1851, cedió al Brasil los enormes
territorios comprendidos entre Yavarí y el Tefe , entre ellos Tabatinga. Por el entonces se decía en Lima ¿Por qué vamos
entrar en cuestiones por un territorio poblado de monos y loros? Pues bien, esos territorios cedidos entonces por el
Ministro Herrera en aquel tratado, produjeron al Estado de Manaos algunos millones de soles.
25 P.D.L. “Loreto” (II), p. 2.

25
Como resultado de dicho trabajo presentó una memoria recomendando concluir la demarcación de
límites con la joven república federativa del Brasil, tomando como referencia el paralelo que corría
desde la semidistancia del Madeira hasta la orilla oriental del Yavarí. De igual forma, debía recabarse de
esta república en nombre de la política internacional, el cumplimiento de los tratados destinados a
fomentar la reciproca libertad de navegación fluvial. Asimismo, Ibarra propuso al Supremo
Gobierno instalar en el breve plazo una aduana mixta en el Yavarí, como prueba de reciprocidad
entre Perú y Brasil solucionando con ello los retrasos producidos por una doble administración. Por
falta de dicha oficina, el Brasil se excusaba de cumplir los tratados de navegación, no solo en los
ríos de su exclusivo dominio, sino también en aquellos cuya soberanía estaba compartida con el
Perú, violando así gravemente los principios del Derecho Internacional acerca de la navegación
fluvial bajo doble bandera.
Brasil impedía a los buques peruanos el acceso sin su previo consentimiento a los ríos
Yuruá, Farahuaca o Embína, Purús y Madeira por el sur, mientras por el Norte restringía la
navegación del Putumayo. Esto sucedía aun cuando estos ríos pertenecían en gran parte de su
recorrido al Perú. Estos abusos obligaron al comercio nacional a cambiar la bandera de sus
embarcaciones, izando la brasileña para navegar por esos ríos a los lugares en donde tenían
radicados valiosos capitales. Además el uso de la bandera brasileña obligaba a contratar tripulantes
(navieros, capitanes, etc.) de la misma nacionalidad hasta en dos tercios del total. Los peruanos
sufrían de ese modo no sólo la interdicción del paso por su propio territorio y la reducción de su
flota mercante, sino también el desempleo de sus marinos que eran expulsados de los barcos que
cambiaban bandera; menoscabando con ello la navegación y comercio nacional, y trayendo con ello
la lenta ruina de los mismos.
Las exigencias del mayor desarrollo comercial en Iquitos requerían el establecimiento de
líneas directas de vapores nacionales entre dicho puerto y los de Europa y Norte América, pues
hasta entonces toda la carga ultramarina con destino a Iquitos era almacenada obligatoriamente en
la Aduana del Pará, ocasionando fuertes gastos de reembarque en los pequeños vapores de la
Compañía Brasileña del Amazonas. Estas circunstancias impulsaron a don Carlos Mouraille,
comerciante con treinta años de residencia en Iquitos, a ensayar la navegación directa entre dicho
puerto y los de Liverpool, Havre y Vigo, mandando construir para dicho fin y bajo condiciones
especiales el vapor nacional "Huáscar", de más de 500 toneladas de registro. El mismo durante tres
viajes consecutivos de prueba había cubierto ya las dos terceras partes de su costo26.
Con todo, El Comercio señalaba que más allá de las buenas intenciones de los estudios
realizados sobre el potencial económico de las regiones orientales del norte, y las medidas

26 Ibarra, Juan. “Memoria , p. 2.

26
administrativas del gobierno durante los últimos años, muchas de ellas más o menos eficaces y
acertadas para el gobierno político de los departamentos de Loreto y Amazonas, la mayoría de
dichas reformas habían sido estériles y hasta perjudiciales. En opinión del diario, la ineficacia de
estas medidas respondía a dos razones fundamentales: la falta de conocimiento exacto sobre la
situación y necesidades de estas regiones, y la ineficiencia de la mayoría de autoridades de los
departamentos de Amazonas y Loreto que no hacían esfuerzos para ejecutar los propósitos del
gobierno central. Debido a ello, casi todos los meses se producían cambios de prefectos y
subprefectos, jueces y empleados de aduanas. Los vicios de estos empleados eran conocidos, pues
casi todos descuidaban el cumplimiento de sus deberes para fomentar polémicas y rivalidades entre
ellos y con personas del vecindario. La necedad llegaba a tal grado, que muchas autoridades
sancionadas no querían entregar el cargo a sus reemplazantes aduciendo tener pendiente
consultas y reclamaciones ante el gobierno, todo ello con el único propósito de ganar tiempo
y burlar las órdenes superiores27.
Otro de los graves problemas de la colonización del oriente provenía de la
corrupción y las malas autoridades, sobre todo en Iquitos, Este puerto fluvial, sobresaliente
como emporio de riqueza, y adonde concurrían ingentes sumas de recursos fiscales no había
contribuido a mejorar la situación regional. Los hombres de importancia que habían ido a
servir en esa plaza, con pocas excepciones, eran tristemente recordados por el saqueo de la
caja fiscal. Esto ocurría, según el citado ex-coronel Juan Ibarra, por los bajos sueldos dados
a los empleados, los cuales no permitían mantener un estilo de vida digno por la creciente
carestía de los artículos de primera necesidad28. En el caso de los guardias y policías,
encargados del orden y la represión del crimen, apenas recibían un sol diario, cantidad
insuficiente para cubrir las necesidades diarias de alimentación que no podían costearse con
menos de un sol $0 centavos. Esta exasperante situación explicaba las diversas formas de
pillaje entre los empleados menores. Empero, lo mismo ocurría con las principales
autoridades, pues un subprefecto recibía un sueldo de 140 soles mensuales y un capitán 100
soles, cuando solo en hotel gastaban 70 soles al mes, y con el sobrante debían sobrevivir en
medio de grandes estrecheces, y soportando la tentación de obtener rápidas ganancias a
expensas del fisco con las trapacerías ofrecidas por los caucheros y malos comerciantes.
Para tener una idea aproximada de los altos precios de víveres en el mercado de
Iquitos, podemos observar el siguiente cuadro elaborado por Pedro Portillo en 1899, durante
una de sus visitas a esta región:

27 “Editorial” (IV), p. 2.
n Ibarra, Juan, “Iquitos”, p. 2.

27
Precios de diversos productos en Iquitos-189929

Café, 50 centavos la libra


Azúcar, 50 centavos la libra
Aguardiente caña 1 y 2 soles la botella.
Una gallina, 1 sol.
Papas, 3 soles la arroba
Carne, 50 centavos y 1 sol libra.
Una res, 100 soles.
Un par de botines, 20 soles.
Un par de botas, 40 soles.
Vino extranjero, 3 soles botella.
Un chancho, 100 soles.
Manteca, 50 centavos libra.
Cigarros del país, 40 centavos cajetilla

En 1897, el Padre Sala contemplando estos problemas sugirió la residencia permanente en


Iquitos de un Vicepresidente o Delegado del Supremo Gobierno, el cual sería investido con amplias
facultades para poner y deponer prefectos, subprefectos, comisarios y gobernadores, según lo
exigiesen las circunstancias, así como también castigar con fuertes penas a los insignes
malhechores, sin tener que acudir todos los años a la capital con la condición de rendir cuentas de
su conducta al Supremo Gobierno. Con mucha perspicacia, Sala reclamaba el ejercicio de la
autoridad eclesiástica sobre las misiones y pueblos de indios recién formados, o por aquel hombre
que los religiosos juzgasen y propusiesen como más aparente para desempeñar dicho cargo, hasta
cuando ellos mismos pidiesen al Prefecto el establecimiento o nombramiento de un Gobernador o
Teniente Gobernador como era usual en los demás pueblos civilizados.
En Iquitos el negocio del caucho y venta de peones y muchachos estaba dominado por el
crimen y la injusticia. Todos los días eran maltratados y vejados los indios por las autoridades y
traficantes, haciéndolos trabajar gratuitamente en su beneficio, arrancándolos para ello de sus
yucales o sus casas, y muchas veces incluso profanando a sus hijas y mujeres. El padre Sala
recomendaba frenar estos abusos prohibiendo a los jueces y autoridades tener fincas o propiedades
sobre la tierra, pues únicamente debían vivir de sus sueldos, porque cuando poseían haciendas como
los demás ciudadanos era sorprendente observar cómo de alguna u otra manera encontraban forma
de enriquecerse a costas de los indígenas. La injusticia era una cosa cotidiana en la Amazonia, por
eso mientras todos los vecinos y colonos se lamentaban de los mil abusos que soportaban,29

29 Portillo, Pedro. Las montañas de Ayacucho..., pp. 35-36.


En junio de 1899, durante su viaje a las confluencias del Tambo y Urubamba, Pedro Portillo se encontró con el convoy
dirigido por Erasmo Benavidez, empleado de Fermín Fitzcarrald, quien llevaba mercaderías ai establecimiento de su
patrón en la desembocadura del río Mishagua en la selva del Urubamba. El señor Benavidez facilitó a Portillo los precios
de los productos en el mercado de Iquitos.

28
solamente los jueces y autoridades estaban tranquilos, aumentando sus chacras, fabricando sus casas
y paseándose como auténticos señores feudales3031.
En el caso de la Selva Central, especialmente en Junín y Huánuco, las incipientes colonias
ya fuesen espontáneas o formadas con apoyo e inversión parcial del Estado apenas lograron
sobrevivir. Los gobiernos hicieron adelantos a los colonos para sus gastos de viaje e instalación,
pero estos fueron insuficientes para alcanzar los objetivos propuestos debido a la falta de
condiciones viales adecuadas en la montaña. El Estado no había previsto subvenciones a largo
plazo, necesarias para atender con prontitud los estudios climáticos y de los terrenos donde debían
asentarse los inmigrantes y abrir los caminos de herradura, que garantizaran a las colonias no
perderse en el aislamiento. Una propuesta para apoyar la inversión estatal en la Amazonia fue
presentada en 1888 al gobierno de Andrés A. Cáceres por Juan C. Landreau. Esta pasó al Senado
para su discusión donde sería patrocinada por Agustín de La Torre Gonzáles.
El artículo segundo de dicho proyecto puso como requisito para autorizar las empresas
colonizadoras orientales la presentación al gobierno de estudios, presupuesto y garantías respecto de
la obra que pensaban ejecutar. Asimismo, en su artículo cuarto pidió al Poder Ejecutivo dividir en
pequeños lotes las propiedades estatales a fin de entregarlos individualmente a los inmigrantes
europeos, los cuales recibiéndolos temporalmente deberían pagar posteriormente una pequeña
anualidad. Estas medidas no fueron bien recibidas por los defensores de las empresas
colonizadoras. Los detractores del proyecto opinaban que La Torre Gonzáles estaba cerrando
herméticamente las puertas del Perú a las compañías, pues las exigencias y compromisos exigidos
eran inmoderadas, más aún cuando el Perú no tenía un catastro de sus territorios orientales, y más
que cualquier otro país necesita entregarlos a brazos y capitales
extranjeros, facilitándoles el desarrollo de sus colonias y no
entorpeciéndolas con trámites y retrasos administrativos3'.
Pero esta idea de anteponer el estudio de los terrenos
amazónicos a la colonización reaparece poco después con el
senador Luis Carranza. Éste pidió en 1892 realizar estudios
topográficos de las regiones orientales antes de entregarlos a los
inmigrantes. Estudios serios sobre los climas y relieve
montañoso no podía efectuarse en pocas semanas, ni apelando
al envío de una o dos comisiones desprovistas de elementos. Para Carranza era necesario lograr el
concurso de muchos exploradores inteligentes y con medios suficientes de observación. En su
opinión:

30 Saia, Gabriel. Apuntes de viaje,.,, pp. 156-157.


31 “Irrigación y Colonización”, p. 7.

29
“No.debemos traer colonos antes de haber preparado las cosas de esa manera.
Proceder de otro modo es exponemos al fracaso que desacreditaría por muchos años
toda idea de proyecto y colonización en nuestro territorio (...) las leyes no sirven
sino para favorecer o impulsar el desarrollo de las cosas que por sí mismas pueden
desenvolverse más o menos lentamente, por eso que las leyes protectoras que para
este objeto han dado estas repúblicas (EE. UU y Argentina) habrían sido inútiles si
la naturaleza de los territorios y su estado político no hubiera sido favorable32”.

Pero otros consideraban de mayor importancia para asegurar la inmigración de colonos


dictar una reglamentación conveniente, ofreciendo garantías positivas y facilidades de toda especie
e impidiendo el maltrato y las arbitrariedades con los colonos que se permitían algunas autoridades
de provincia33. El inmigrante era visto con recelo por los hacendados y sus allegados, las
autoridades provinciales, quienes pensaban que ellos constituían un semillero futuro de potenciales
hacendados que con el tiempo les harían la competencia. Por otra parte, la colonización que
buscaba el país estaba basada en el pensamiento darwinista social. No en vano, El Comercio decía:
“La colonización tiene que venimos del extranjero, como ha sido hasta ahora en las
demás secciones americanas que han sabido atraerlas; y tienen que ser de raza
blanca, es decir europea porque solo en ella se encuentra las condiciones de
civilización y de adelanto que puedan impulsar a nuestro país” 34.

Similar opinión dominaba al gobierno y la clase política, muchos de cuyos miembros


fomentaban esta visión prejuiciosa de la realidad a través de artículos de opinión en los diarios El
Comercio y El Peruano. Hasta entonces tres habían sido los ensayos realizados para traer
inmigrantes a Sudamérica ajustados estos a diversos sistemas y medios. En el Perú, sobre todo en
las zonas orientales de Junín y Huánuco, fueron aplicadas en forma indistinta estos tres modelos35:
1) la inmigración por cuenta del Estado, donde el gobierno costeaba el transporte del inmigrante, su
manutención durante cierto tiempo y la cesión gratuita o condicional de los terrenos de labranza
hasta dejar al inmigrante en condiciones de atender su propia subsistencia. 2) la inmigración por
cuenta de compañías dedicadas a la explotación de tierras compradas al Estado, las cuales traían
inmigrantes contratados llevándolos hasta la montaña por su cuenta o por otras compañías anexas.
3) La inmigración mixta, es decir en sociedad entre el Estado y particulares. En este sistema el
gobierno se limitaba a pagar una'prima por cada inmigrante, o costear su transporte marítimo
garantizando sus medios de subsistencia durante algunos días en nuestro país, mientras las empresas
particulares daban ocupación al inmigrante.

32 “Documento Parlamentario. Discurso . . pp. 2-3.


33 Opinión de los señores Ross y Sinclair, comisionados por la Peruvian Corporation para observar las mejores
condiciones para la colonia del Perene. “Irrigación y Colonización”, p. 4.
34 “Editorial” (II), p. 1.
35 En julio de 1888 sucedió un hecho excepcional en materia de inmigración extranjera. Un grupo de colonos suizos
asentados en Chile solicitó apoyo al cónsul peruano en Valparaíso para trasladarse a nuestro país para fundar una colonia
“siempre que las condiciones que se les ofrezcan sean satisfactorias”. El Ministro de Gobierno, Aurelio Denegrí, pasó esta
solicitud a la Comisión especial de Inmigración, integrada por Francisco Rosas y Manuel Candamo, sin que hubiese
resultados satisfactorios. “Ministerio de Gobierno, Policía y Obras Públicas”, p. 12.

30
En el valle de Chanchamayo de la provincia de Taima, como consecuencia de la inserción
de los inmigrantes europeos en la actividad comercial tarmeña y del impacto de la guerra con Chile,
gran parte de las propiedades de las familias terratenientes tarmeñas, formadas en el decenio de
1860, pasaron después de 1879 a manos de extranjeros, muchos de los cuales se hallaban
establecidos en la zona desde décadas atrás36. El desplazamiento de los tarmeños del control de las
tierras tropicales fue posible porque los inmigrantes europeos junto con los asiáticos, comenzaron a
copar el movimiento comercial del valle, tanto desde Chanchamayo como desde Tarma, Debemos
recordar que desde el decenio de 1870 fueron asentándose italianos y chinos en Tarma y
Chanchamayo. Los primeros llegaron a través de un proyecto de colonización dirigido y solventado
por el Estado, pero ejecutado por empresarios que trajeron a los colonos desde su lugar de origen.
Los segundos, por el contrario, sin ningún tipo de subvención o ayuda estatal, formaron pueblos de
asiáticos en forma espontánea, muchos de estos huían de las plantaciones costeñas del norte debido
al injusto trato que se les daba en los cañaverales.
Basándose en un registro de comerciantes contribuyentes por patentes industriales del
distrito de Chanchamayo elaborado en 1908, Nuria Sala i Vila constata el predominio de los chinos
sobre los europeos y nacionales. Estos últimos constituían sólo el 35.5% del total y aportaban el
28.1% de las recaudaciones, mientras que los primeros formaban un sector mayoritario en términos
de numero y volumen de contribuciones. Sin embargo, los chinos no tuvieron facilidades para
trasladar sus capitales mercantiles a las actividades productivas, debido a la marginación de que
fueron objeto en el proceso de adjudicación de tierras en el valle de Chanchamayo, o quizás por una
estrategia conscientemente elegida por los miembros de esta colectividad37. Sea como fuere, lo
cierto es que las familias chinas no aprovecharon su capacidad económica para adquirir grandes
extensiones de tiernas en la montaña tal como lo hicieron sus similares italianos.
En ciertas ocasiones, y por causa del desarrollo paralelo de la colonización civil y la
evangelización, colonos y misioneros coincidían en determinados valles. Ese fue el caso de la
misión de San Luis de Shuaro, fundado en 1886 por el Padre Sala, ubicada en la prolongación
del río Chanchamayo y cuya población era mayoritariamente amuesha. Esta misión distaba
cinco leguas de la colonia de La Merced siguiendo las aguas de Ocsabamba hasta su
confluencia con el Paucartambo, el camino era bastante bueno gracias a los infatigables trabajos
de los religiosos. Al poco tiempo de su existencia esta misión se convirtió en colonia, debido a la
llegada de inmigrantes europeos mediante pequeños proyectos de colonización impulsados por el
Gobierno. Hacia 1889 la colonia de San Luis de Shuaro estaba formada por una veintena de

30 Wilson, Fiona. “Propiedad e ideología: estudio ...”, pp. 44-51.


37 Sala i Vila, Nuria. Selva y Andes: Ayacucho (i 780-1929p. 63.

31
familias, las cuales sumaban cerca de 200 habitantes. La mayor parte de estos eran indígenas,
existiendo también algunos europeos, pero menos que los asiáticos. Los colonos y los
indígenas estaban exclusivamente dedicados a la agricultura, siendo sus principales cultivos el
café, arroz y la coca.
Hubo mucha expectativa sobre el progreso de la colonia de San Luis de Shuaro, y más aún
porque el gobierno estudiaba proyectar por este territorio el camino hacia el Pichis. Por otro lado el
avance de la frontera colonizadora causó el repliegue de los nativos Campas y Amueshas. Pero no
siempre este repliegue fue pacifico, en ocasiones se desataba una guerra a muerte contra los nativos,
a tal extremo que algunos ingenieros como los mismos padres misioneros recomendaban usar
medios violentos para reducirlos si estos rechazaban someterse o cesar sus ataques sobre las
colonias. La resistencia indígena se había convertido en una espada de Damocles para los proyectos
colonizadores. Al respecto, desde 1875, el ingeniero Félix Giordano, responsable de la colonia
italiana en Chanchamayo, propuso organizar y entrenar suficiente tropa para adueñarse del terreno y
empujar a los “chunchos” hasta el interior de la selva, o capturarlos para luego llevarlos a otros
lugares donde pudieran vivir tranquilamente cultivando sus tierras .
Esta idea tomó cuerpo años mas tarde como el medio más conveniente para proseguir la
colonización. Nuevamente fueron los misioneros franciscanos quienes se encargaron de facilitar
ese avance formando nuevas reducciones de indígenas. Este hecho inicia un proceso seguido por la
formación de reservas y la utilización de espacios restringidos bajo la fónnula de comunidades
nativas. Este mecanismo legaliza el despojo de sus tierras para entregarlas a los colonos. De igual
forma, permitió incorporar en las colonias a la población indígena como mano de obra barata,
particularmente destinada a la tumba y rozo de terrenos para obtener nuevas parcelas3
839. En efecto,
una vez que la colonización había trascendido los límites de La Merced avanzaron hasta San Luis
de Shuaro. Allí, el padre Gabriel Sala había solicitado terrenos al gobierno para la reducción de
familias Amuesha de los valles de Chanchamayo y Paucartambo. Pero después de 1885, los
colonos chanchamayinos fueron instalándose cerca de la Misión forzando el retiro de los Amueshas.
Indudablemente la construcción del camino al Pichis, que cruzaba al otro lado del río Paucartambo
precisamente por San Luis, cumplió en esta avanzada un importante papel.
A mediados de 1888, el Ministro de Gobierno, Aurelio Denegrí, dispone establecer una
colonia militar en la vía central del Pichis conformada por cuatro compañías de colonos40. El

38 Giordano, Félix. “Memoria del ingeniero F. Giordano ...” pp. 223-224,


39 Barclay, Frederica, La Colonia del Perene..., p. 72.
40 En su Memoria, presentada al Congreso el 28 de julio de 1888, el Ministro Denegri solicitó la asignación de una partida
fija para ios trabajos de inmigración y colonización con europeos, arreglándolos a las leyes dictadas bajo el gobierno de
Manuel Pardo (1872-1876). Denegri estaba obsesionado en comprar “civilización y cultura europeas”, únicos elementos
capaces de impulsar el progreso en la Amazonia. Denegri, Aurelio. “Memoria referente a los ramos de Gobierno, Policía
y Obras Públicas que presenta al Congreso Ordinario de 1888 el Ministro D. Aurelio Denegrí”, p. 139.

32
gobierno pensaba utilizar este asentamiento como punto de entrada y abastecimiento para la futura
apertura del camino de San Luis de Shuaro hasta el río Pichis. Con ese motivo, en 1889, parten
desde Lima nuevos colonos con el objeto de establecerse en la región del Pichis, e intentar
continuar el antiguo camino de la Misión hasta el embarcadero del río del mismo nombre. Sin
embargo, las escasas provisiones de la tropa y falta de experiencia en los trabajos de monte dio
como resultado que la tropa solo pudiera dejar expeditas unas cuatro a cinco cuadras de camino. El
corresponsal de El Comercio lamentaba este fracaso, pues consideraba que se había gastado en esta
empresa varios miles de soles dejando frustradas las fundadas esperanzas de los colonos por
conseguir la apertura del camino al Pichis. Como esta obra no podía quedar abandonada, invocaba
el espíritu patriótico de los senadores y diputados del departamento de Junín para que acordasen la
formación de un proyecto de ley solicitando la inclusión en el presupuesto general de una cantidad
fija aplicables a los gastos de la Misión de San Luis y el Cerro de la Sal, pero quedando
especificado de que dicha suma, inicialmente fijada en 6 000 soles anuales, sería entregada al padre
Sala en su calidad de jefe misionero.
Este religioso, un hombre dedicado por mucho tiempo a la exploración amazónica, quería
asegurar la comunicación vial entre San Luis de Shuaro y Chanchamayo, pues de esa manera daba
salida fácil al tabaco de Oxapampa ampliándose igualmente la frontera de la colonización.
Precisamente en esta ruta, Sala fundó la Misión de Sogomo, la cual también terminó convirtiéndose
en poblado de colonos donde quedaron residiendo algunas pocas familias indígenas. Con previsión
había tramitado la reserva de estas tierras cuando los precios del café estaban en alza, y los nuevos
colonos avanzaban por esta ruta estableciendo sus cafetales. Simultáneamente San Luis de Shuaro
soportaba la invasión de los colonos y la fuga de los Amueshas, quienes para evitar convertirse en
criados y peones de los mismos colonos europeos huían monte adentro41. En este hecho también
influyeron las epidemias cuyos estragos eran terribles sobre la población indígena a lo largo de todo
este territorio.
Ciertamente el padre Sala fue un personaje importante en
los planes colonizadores de la selva central, pues abrió nuevos
derroteros a ella. Dedicado a la exploración geográfica, este religioso
buscó los auspicios del gobierno para establecer la comunicación
entre diversos valles orientales y participó en las discusiones sobre
el futuro trazo del ferrocarril de La Oroya hacia un punto navegable
en la cuenca de Chanchamayo. La ruta sugerida por Sala, que el
gobierno aceptó finalmente, dio origen posteriormente a la Vía
Central del Pichis, construida por los ingenieros Carlos Pérez

4iIzaguirre, Bernardino. Historia de las misiones fr a n c is c a n a s T. XI í, pp. 32-33,


33
y Joaquín Capelo. De acuerdo con ella, partiendo de Chanchamayo cruzaron la cadena del Cerro de
la Sal hasta las cabeceras del río Pichis estableciendo allí un puerto en la desembocadura del río
Chivis.
Por otro lado, a principios de la década de 1890, aparece un nuevo frente colonizador en
Oxapampa (Pasco). Hacia allí se dirigieron algunas familias de la antigua colonia del Pozuzo, la
cual había tenido un comienzo con muchos contratiempos y frustraciones. Dadas las circunstancias
de aislamiento, carestía de víveres y otras causas, los colonos nunca pudieron desarrollar cultivos
exitosos. Sin embargo, el gobierno estimuló el surgimiento de esta colonia utilizando los medios a
su alcance para propagandizar las supuestas ventajas de la colonia del Pozuzo42. La prensa
capitalina difundió en varios artículos la visión oficial de dicha colonia, pero la realidad era distinta.
El desencanto por el Pozuzo estimuló una intensa campaña en la ciudad de Pasco y los pueblos
asentados en las pampas de Junín orientada a estimular la migración hacia las montañas de
Huancabamba y Chorobamba, resaltando sus riquezas, buenos caminos y cercanía a centros de
consumo. De igual forma, los misioneros se hallaban sumamente interesados en que esos bosques
fueran explotados por los ex-colonos pozuzinos. Por su parte, el alemán Enrique Bottger, asentado
varios años en Huancabamba, desde comienzos de 1891 realiza una intensa campaña en los diarios
El Comercio y La Nación solicitando apoyo para el traslado masivo de sus compatriotas del Pozuzo
hacia la zona comprendida entre el valle de Huancabamba y el Cerro de la Sal43. Esta solicitud fue
recibida con indiferencia en Junín, y con fuerte rechazo en Huánuco. Este hecho reflejaba la intensa
pugna entre la gente notable de estos departamentos por favorecer sus propios procesos
colonizadores con exclusión de los otros.
El traslado de los pozuzinos provocó reacciones en la prensa limeña y entre los propios
antiguos colonos del Pozuzo. Estos últimos mediante un memorial remitido al subprefecto de la
provincia de Huanuco en julio de 1891, acusaron a Enriquer Bottger de haber mentido cuando decía
haberse llevado treinta y tantas familias de esta colonia para establecerlas en Oxapampa, pues sólo
logró trasladar cinco familias de reducidos miembros, sin recursos y marginadas por su conducta
perezosa y de mal ejemplo para el resto de colonos. Estos pozuzinos aseguraban sentirse conformes
con los abundantes recursos de la zona, su exuberante vegetación con terrenos de asombrosa
fertilidad capaces de dar en poco tiempo cosechas de arroz, café, coca, tabaco, algodón, maíz,
zapallos, fréjoles, caña dulce, papas, yucas, camotes, pitucas, plátanos, frutas, cacao, además de

42 En mayo de 1886, el Prefecto de Junín, Antonio Rizo Patrón, lamentaba el decadente estado de la colonia del Pozuzo,
“errante y disminuida por entre incultas montanas, lejos de todo centro civilizado y separada de ellos por salvajes
senderos”. Rizo Patrón, Antonio. “Memoria administrativa del Prefecto de Junín”, p. 35.
43 En enero de 1891, la Dirección de Obras Públicas ordenó a la Prefectura de Junín adjudicar lotes de terrenos a los
colonos trasladados por Enrique Bottger a ¡a zona citada. Además debía prestar todo tipo de facilidades para la
construcción de un camino hacia Junín, “Dirección de Obras Públicas" (lí), p. 55.

34
ofrecer ventajas para la crianza de gallinas, patos, pavos, chanchos y vacas44. Sin embargo,
lamentaban la carencia de peones, el mal estado de los caminos, y sobre todo la inercia de las
autoridades huanuqueñas. A pesar de estas limitaciones exportaban anualmente a lomo de muía
hacia Pasco y Huánuco muchas cargas de café, tabaco y cigarros puros, obras de carpintería y arroz.
La coca además se hallaba en proceso de industrialización con el fin de colocarla en los mercados
internacionales45. Para solucionar el problema de incomunicación los colonos solicitaban una
subvención fiscal de 20 mil soles. Con ese fondo debían construir dos caminos de herradura, uno
desde la ciudad de Huánuco pasando por Panoa, Tamairica y Huairuro hasta llegar al Mairo, y otro
directamente del Pozuzo al Mairo cubriendo una distancia de 24 leguas hasta llegar al primer punto
navegable46
Estos pozuzinos criticaban las malas intenciones de Bottger al difundir falsas noticias
sobre el estado de su colonia con el único propósito de convertirse en dueño absoluto del valle de
Oxapampa, Revisando los expedientes de tierras de montaña hemos constatado la veracidad de las
acusaciones contra Bottger en cuanto a haber exagerado la migración hacia Huancabamba.
Ciertamente, no fueron 32 familias las que dejaron Pozuzo, sino sólo algunos miembros de las
familias Meiller, Waller, Morier y Frey, los cuales de manera independiente extendieron poder a
Bottger, para que este tramitara ante las autoridades respectivas la adjudicación de 120 hectáreas de
tierra para cada uno en las inmediaciones de los valles de Huancabamba y Chorobamba del distrito
de Oxapampa47.
Después de vencer varios contratiempos, estos desertores del Pozuzo lograron instalarse
en el valle de Oxapampa hacia 1891. Más tarde, se dieron cuenta que desde allí no podían
establecer comunicación con el valle de Chanchamayo, porque estaban separados por espesos
bosques jamás transitados antes por el ser humano. Abrir una ruta por ese infierno verde les
demandaría muchos años de sacrificios. Esta colonia debió esperar hasta 1919 para conectarse con
la carretera de Chanchamayo, construida bajo el gobierno del Presidente Augusto B. Leguía. Sólo
Oxapampa, cuyo nombre significa "pampa de paja", pudo alcanzar prestigio como pueblo
colonizador48. Como hemos visto, sin caminos las colonias no podían sacar sus productos ni recibir
apoyo oportuno del ejército para hacer frente a los ataques de los indígenas. Hasta la década de
1890 los intentos de colonización de la zona oriental de Junín, no pasaron de ser reacomodos de

44 E! memorial estaba suscrito por José Randolfo, Nicolás Withing, Francisco Sckuler, Cristóbal Johann, Josde Egg, Luis
Yaeger, Andrés Rosner, Jacobo Muelle, Teonar Randolf, Jorge Schmidt, Jorge Wunderlich, Luis Egg, Laureano Rengifo,
Luis Schuler, Enrique Mueller, José Noegging, Andrés Gotin, Luis Shuler, Juan T. Randolfo, Francisco Gestin. Randolfo,
José y otros. “La Colonia alemana en el Pozuzo”, p. 1.
45 La elaboración de cocaína creció de manera acelerada durante el decenio de 1890 en Huánuco. Muchas fábricas llegaron a
instalarse incluso en pleno centro de la ciudad. Por ello, en diciembre de 1896, la Junta departamental huanuqueña ordenó su
retiro hacia los suburbios en medio de las protestas de los empresarios. “Dirección de Gobierno”, p. 513.
46 Randolfo, José y otros. “La Colonia Alemana en el Pozuzo” p. 1.
47 AGN - Sección Tierras de Montaña, 1890. Legajo 35, Expediente 687.
48 Ortiz, Dionisio Padre O.F.M. Oxapampa. Visión histórica y desarrollo..., p. 352.

35
inmigrantes, los cuales por propia voluntad o influenciados por las autoridades se reinstalaban en
otros lugares buscando un futuro mejor: Los chinos vinieron del norte costeño a Chanchamayo
huyendo de los maltratos de los hacendados. De igual forma, una parte de los alemanes asentados
en Pozuzo desde 1860 migraron a Oxapampa tratando de escapar del aislamiento en que se
encontraban intentando acercarse sin éxito a las rutas que los conectaban con las ciudades andinas y
del litoral.
La legislación orientada a favorecer la entrega masiva de tierras a cambio del surgimiento
de colonias, así como la ayuda económica estatal destinada a subvencionar los gastos de instalación
de los migrantes europeos no pasaron de buenas intenciones. Durante el período de Reconstrucción
Nacional, el fisco careció de recursos para sostener proyectos colonizadores de vasta escala, pues
apenas cubría las obligaciones del Presupuesto Nacional Sin embargo, en 1890, muchos tuvieron
esperanzas de ver poblada la región del oriente peruano cuando el gobierno otorga dos millones de
hectáreas en el Perené a la empresa británica Peruvian Corporación. Para definir las condiciones
de colonización dicha empresa encarga la exploración de la zona a diversos especialistas. El área
de Chanchamayo parecía ser, a primera vista, la más conveniente para establecer la primera colonia
debido a diversos factores: el largo proceso colonizador de la zona, y los proyectos para desarrollar
una infraestructura vial en los cuales la propia Peruvian Corporation estaba comprometida a
participar.
En julio de 1891, el representante de la citada empresa solicita al gobierno determinar, en
cumplimiento del artículo tercero de la ley del 28 de noviembre de 1889, los lugares en que debía
hacerse la adjudicación de terrenos para iniciar la colonización. Poco después, en conformidad con
el informe del Ingeniero de Estado, Manuel A, Viñas, se resuelve autorizar al representante de la
Peruvian Corporation establecer colonias en los siguientes lugares: En el lado derecho del camino
que estaba construyéndose entre el pueblo de San Luis de Shuaro y Puerto Tucker. En otra zona,
desde las cabeceras del Cerro de la Sal hasta el río Palcazú, siguiendo después la misma margen de
este río hasta su confluencia con el río Pichis, en una zona de cinco kilómetros comprendiendo un
total de 50 mil hectáreas. Por la margen derecha del río Pichis, desde las inmediaciones del puerto
Tucker hasta la unión con el Palcazú, en una zona de diez kilómetros abarcando 60 mil hectáreas.
Por la margen derecha del Pachitea, desde la unión del Pichis con el Palcazú hasta su afluencia en el
Ucayali, en una zona de diez kilómetros formando 101 mil hectáreas. Por la margen izquierda del
río Perené desde diez kilómetros antes de la confluencia del río Pangoa y la misma margen del río
Tambo, hasta su confluencia con el Urubamba y el Ucayali en un zona de diez kilómetros haciendo
un total de 110 mil hectáreas. Por la margen izquierda del río Urubamba en una extensión de treinta
kilómetros, desde su confluencia con el Ucayali y diez kilómetros de ancho conteniendo treinta mil
hectáreas. Por la margen izquierda del río Ucayali hasta su confluencia con el Pachitea, en una zona
de diez kilómetros incluyendo 200 mil hectáreas. Por la extensión de diez kilómetros por las
36
Elaborado en base a Santos 1980: 33

Territorio tradicional Amuesha

Territorio tradicional Ashaninca

Misiones y pueblos de conversión

Wi-' Poblados actuales

Mapa de los territorios tradicionales Amuesha y Ashaninca concedidos a la Peruvian Corporation.


F. Barclay. La colonia del Perene, p, 55,
Mapa del área concedida a la Peruvian Corporation F. Barclay. La colonia del Perene, p. 45.
márgenes de los ríos Ununi, Sipiri y Sampoya, afluentes del Ucayali, con un ancho de cinco
kilómetros alcanzando treinta mil hectáreas, y finalmente la extensión de treinta kilómetros por diez
kilómetros de ancho en ambas márgenes del río Tamaya, afluentes del río Ucayali, formando un
total de 60 mil hectáreas.
Confiado el gobierno de Remigio Morales Bermúdez en que la Peruvian Corporation
impulsaría la colonización de Chanchamayo con migrantes europeos, estudió la posibilidad de hacer
lo mismo en otras zonas orientales. En noviembre de 1890, el gobierno contrata con el empresario
C. Romer la introducción de 30 familias alemanas en el Mayro (Huanuco), pero nunca destinó los
fondos para costear el viaje a pesar de la insistencia de los congresistas huanuqueños49. Al año
siguiente, en octubre de 1891, la Dirección de Obras Públicas estudió la posibilidad de introducir
120 familias alemanas en Iquitos, pero los altos costos de los viáticos hicieron fracasar nuevamente
este proyecto50.
El Gobierno concluyó el trazado de la Vía Central en noviembre de 1891. La coyuntura
de los altos precios del café convirtió a Chanchamayo en un distrito cafetalero con cierta estabilidad
social gracias al trabajo de las misiones franciscanas en el valle. Antes, en julio de 1891, la
Peruvian Corporation había enviado la misión de San José para elegir terrenos adecuados en
Chanchamayo y Pichis donde pudiera fundarse una colonia española. Esta misión estuvo
compuesta por los agricultores vascos, Santiago Calvo, Bemardino Morán, Manuel Olcina y Juan
Oleína, el Conservador del Real Jardín Botánico de Peradeniya (Ceilán), P.D.G, Claclc, y el ingeniero
Eulogio Delgado. Antes de visitar el Pichis y las tierras adyacentes al río Perené, la comisión
recorrió rápidamente la región de Chanchamayo visitando diversas haciendas para conocer la
tecnología empleada y la problemática de la zona. Luego ingresaron por la Vía Central hasta el
Pajonal de Metraro y bajaron seguidamente hasta la ribera del río Perené en la desembocadura del
río Yurinaki o Eñeñas. Esta última zona fue elegida como la más propicia para establecer la colonia
española. En opinión de los comisionados:
los terrenos desde Chanchamayo hasta San Luis de Shuaro, cultivados ya por
personas civilizadas, es de admirar la inmensa riqueza de sus productos, a pesar de
la escasez de brazos, causa por la que no pueden dedicarse al cultivo de otros
productos que podrían constituir una riqueza inmensa, porque criándose silvestres
como con frecuencia se encuentran en muchas partes de esta regiones, mucho más
producirían bien cultivados como son: añil, vainilla, cacao, algodón, el árbol de
caucho y otros muchos, que solo en estas zonas puede producirse (...) Aquí se
encuentran minas de sal que un día pudiera ser de mucha importancia, minas de
fierro muy bueno y de cobre, que en la actualidad nadie se ocupa de su
explotación”51.

“Representantes por el departamento de Loreto”, p. 231.


50 “Dirección de Obras Públicas” (IV), p. 354.
51 Calvo, Santiago y otros. “Colonia en Chanchamayo. Informe de la comisión española”, p. 3,
39
El entusiasmo puesto por P.D.G. Clack sobre las posibilidades de cultivar café en esta
zona, motivó el envío de una segunda comisión a principios de 1892. Ella estuvo integrada por los
experimentados caficultores de Ceilán, Alexander Ross y Arthur Sinclair. Ellos escogieron la zona
formada por el eje de la confluencia de los ríos Paucartambo y Perené, y la margen izquierda de este
ultimo, para iniciar las plantaciones de café, pues las numerosas quebradas existentes en la zona
aseguraban el abastecimiento del agua. Ross y Sinclair tenían mucho optimista acerca de la futura
colonia, y estimaban alcanzar allí una extensión cultivada mayor a los 200 000 acres. Con
suficiente mano de obra importada y construyendo el proyectado ferrocarril oriental esperaban
colocar el café peruano a precios competitivos en el mercado internacional.
Reforzando las anteriores observaciones, el ingeniero Ernesto Malinowski en una carta
dirigida a Clinton E. Dawkins, representante de la Peruvian Corporation, señala la necesidad de
prolongar el Ferrocarril Central Trasandino hasta aquellos puntos en que los ríos orientales
comienzan a ser navegables, pues sólo de esa manera prosperarían los trabajos para la colonización
en los valles del Chanchamayo, Pichis, Palcazú, Perené y algunos territorios del Alto Ucayali52.
Atendiendo estas recomendaciones y sugerencias la Peruvian Corporation, decidió comenzar la
ocupación territorial por la cuenca del Perené. Los planes de la empresa contemplaban producir
café de una calidad superior a la del valle, para lo cual debía desarrollar una moderna
infraestructura productiva y vial, así como poseer abundante mano de obra para las labores de
cultivo y la cosecha oportuna. A pesar de estos esfuerzos iniciales para impulsar la colonización
europea en la zona, la Peruvian Corporation no parecía muy dispuesta a realizarla.
A causa de diversos factores, como la caída de los precios del café, las condiciones poco
ventajosas del asentamiento en las tierras del Perené, y la marginalidad del proceso colonizador en
los proyectos iniciales de la empresa británica, la empresa británica había colocado escasos de
colonos en su primero año de existencia. Informes de la época revelan el fracaso sufrido en sus
intentos de introducir agricultores andaluces. Por ese motivo, y dada la relativa estabilidad de la
colonia italiana en La Merced, parecía más conveniente traer migrantes de esa nacionalidad al
Perené. Este trabajo fue encargado a Robert Fowler Mackenzie, un escocés con 20 anos de
experiencia laboral en Italia, pues había vivido en dicho país durante la construcción del ferrocarril
de Sicilia por una empresa británica. Mackenzie viajó a Roma para buscar inmigrantes, pero entre
tanto la urgencia de mano de obra obligó a la Peruvian Corporation a contratar peones en los países
vecinos del Perú.
En 1892, con la ayuda de Bal tazar García Urrutia, procedieron a introducir migrantes de
nacionalizada francesa y suiza radicados en Chile. Con esta actitud la empresa creyó haber
cumplido las condiciones de su contrato sobre colonización. De estos inmigrantes no se tiene más

52 Malinowski, Ernesto, “inmigración”, p. 3.

40
información que aquella proporcionada por el relato de J.W. Lloyd en el West Coast Leader, quien
los describió como "la escoria humana de los puertos”53. Este caso comprueba la poca seriedad de
la Peruvian Corporation en cuanto a la colonización. De cualquier forma, estos colonos fueron
instalados provisionalmente en Puerto Pardo, en el tambo de un asiático sobre la orilla derecha del
Paucartambo y al borde de la Vía Central. Como nunca más fueron mencionados podemos suponer
que desaparecieron en las mismas condiciones misteriosas con que fueron introducidos.
Mientras tanto, Mackenzie había logrado reunir en Génova un grupo de italianos, y otro
de ingleses en Liverpool. Con ellos partió hacia el Perú en agosto de 1893 vía el Estrecho de
Magallanes. Para estos inmigrantes, probablemente impresionados por la publicidad y folíetería
lanzada en Europa, y el ofrecimiento de apoyar su residencia oriental con una carretera de primera
clase, el viaje a Chanchamayo debió parecerles una pesadilla. Llegados a Lima fueron embarcados
en el ferrocarril central, debiendo soportar los aterradores precipicios, el movimiento bullicioso de
la locomotora y el pesado soroche de la cordillera. Luego, en muía y a píe, continuaron hacia
Chanchamayo. Lima estaba a 56 leguas de dicho valle, y solo 35 de ellas eran servidas por
ferrocarril. Desde la Oroya hasta la montaña el viaje demoraba unos seis días. Varios autores, los
cuales probablemente reproducen similares informaciones, mencionan la llegada de 100 italianos
entre estos inmigrantes. El grupo estaba integrado por mecánicos, sastres, zapateros, herreros,
curtidores, ladrilleros, ganaderos y jardineros, y aparece también mencionado un médico. Otro
grupo, conformado por inmigrantes anglosajones, tenía también la misma composición heterogénea
en términos de sus ocupaciones y estrato social.
Con la esperanza puesta en que el camino del Pichis pasaría por Metraro se formó allí una
colonia. Como hemos señalado ese lugar había sido designado por la anterior Misión española de
San José. Los terrenos de la zona de Metraro estaban ubicados a tres leguas (unos 15 kilómetros)
de San Luis de Shuaro, importante punto de comunicación con el “mundo civilizado” facilitando así
la provisión de víveres necesarios. Además el suelo era bueno y abundante en pastos para fomentar
la ganadería, y muy fértil para la agricultura poseyendo incluso madera fina para la construcción de
casas. Los linderos de Metraro eran los siguientes: por el norte el río Puiñas, por el oriente los ríos
Eñeñas y Huayos, por el sur el río Perené, y por el occidente el río Paucartambo. Tenía un
perímetro de 14 a 16 leguas cuadradas y estaba en condiciones de recibir unas 500 familias. En San
Luis de Shuaro, el primer punto navegable del río Pichis, los ingenieros del gobierno comenzaron la
construcción de un camino de herradura con sus respectivos puentes para comunicar esta región con
el río Ucayali. En 1891 los trabajos estaban ya próximos a Metraro, punto central de los terrenos
escogidos para la colonización54.

53 Barclay, Frederica. La colonia del Perené..., p. 75.


5,1 Calvo, Santiago y oíros, “Colonia en Chanchamayo. Informe de la comisión española”, p. 3.
41
Debido a la carencia de caminos, algunos ingenieros creyeron conveniente colocar grupos
de colonos en pequeñas distancia de dos a tres leguas unos de otros, partiendo desde San Luis de
Shuaro, porque así fácilmente podrían ayudarse mutuamente conservando al mismo tiempo los
caminos en perfecto estado de íransitabilidad. A su criterio, la colonización no despegaría mientras
las autoridades persistieran en el sistema de colocar colonias aisladas a una distancia de 20 leguas o
más de los centros abastecedores de recursos, pues dicho trayecto no podía hacerse en menos de
cuatro a cinco días, atendiendo las condiciones especiales de los caminos de montaña, los cuales
aun cuando recibieran una fuerte inversión demorarían dos años antes de ponerse en buen estado.
Asimismo, recomendaban aumentar las guarniciones para asegurar la buena marcha administrativa
y seguridad de las colonias recién formadas, porque los pequeños destacamentos de diez hombres
eran incapaces de hacer el servicio en una zona extensa y boscosa55.
Pero los caminos eran construidos lentamente y mientras tanto las colonias se
desintegraban. En 1892, el corresponsal del Comercio en Tarma anunció la deserción de los
recientes colonos establecidos en Asupizu, la mayor parte de ellos franceses, quienes habían
abandonado sus lotes embarcándose algunos de ellos en balsas con dirección a Iquitos. Esta
decisión había sido impulsada por la falta de víveres según lo aseguraba un colono llegado a Tarma
donde dio información de lo ocurrido al Prefecto56. Los encargados de suministrar alimentos, por
negligencia o debido a las dificultades de los caminos habían dejado sin provisiones a la colonia
dando lugar a la ruina de ésta. Los críticos exigían al gobierno no permitir el fracaso de los
esfuerzos y gastos hechos para colonizar una región por irresponsabilidad de los encargados de
proveer víveres a las colonias. Para librar la responsabilidad estatal en la desaparición de esta
colonia francesa, Joaquín Capelo, ingeniero a cargo del camino del Pichis, dijo en noviembre de
1892, que:
no había palabra de verdad en que los colonos franceses se hallaban
abandonando sus colonias por descuido en entregarle sus provisiones. El miércoles
22 de octubre esta publicado un oficio que envié a la Dirección de Obras Publicas.
Allí anuncié que el viaje de los franceses tendría lugar el día 15 fecha señalada para
la salida del primer correo a Iquitos por la vía del Pichis, allí también avisaba que
dejaba víveres en la colonia hasta el día 20 y que se había despachado ya nuevas
provisiones que llegarían antes de esa fecha. Los hechos posteriores han sido los
siguientes: los cuatro franceses salieron con el correo para Iquitos el día 18 del
pasado y los víveres de repuesto llegaron ese mismo día en la tarde al Asupizú,
habiendo regresado los operarios que los condujeron en cinco días de viaje que es lo
corriente”57.

En 1893, una comisión enviada por la Peruvian Corporation a las colonias del
Chanchamayo y Perené, presentó un informe negativo sobre los grandes obstáculos encontrados en

55 El Corresponsal. “Tarma” (ÍIÍ), p. 2.


56 Idem.
57 Capelo, Joaquín. “Los colonos de Asupizú”, p. 1.

42
el camino de Tarma a Chanchamayo. En esa comisión participaron G.M. Lecca, diplomático
peruano, acompañado por Clinton E. Dawkins, representante de la empresa. Ellos fueron al
campamento de la nueva colonia, la cual debía ser el embrión y el núcleo de la vasta colonización,
bajo la dirección del ingeniero Mackenzie. La impresión de Lecca ratificaba el mal estado de los
caminos y la condición de aislamiento de la región. La empresa británica había abierto un camino
carretero desde La Merced al campamento señalado para servir de colonia modelo. Los colonos se
encontraban mayormente en buenas condiciones y tenían mejores ingresos de los que podrían
conseguir en Lima, pues al menos ganaban más que cualquier artesano, A pesar de todo esto, Lecca
consideraba riesgoso hacer venir nuevas familias inmediatamente, siendo preferible esperar unos
dos años, pues solo entonces la Peruvian Corporation habría invertido capitales en esas regiones
ofreciendo amplio campo a la industria y la agricultura y condiciones apropiadas para recibir mayor
población58.
Por estas circunstancias, la empresa no mandaba aún sus colonos a la montaña, y prefería
retenerlos en las proximidades de Chanchamayo ocupándolos en preparar caminos orientados a las
ciudades vecinas, que en los primeros tiempos proveerían a los colonos de víveres, utensilios y los
materiales necesarios para su subsistencia y labores agrícolas. De acuerdo con sus planes, solo
cuando estuviesen concluidos el camino entre La Merced y el campamento de la Peruvian
Corporation y el puente sobre el río Paucartambo, la colonia se movilizaría hacia los terrenos
escogidos, extendiéndose a lo largo de las riberas del Perené. Como es evidente el problema vial
desincentivaba los planes colonizadores de esta empresa.
En 1894, Juan Pagador en correspondencia enviada a El Comercio ofrece una vivida
impresión de los caminos en Chanchamayo. Allí señalaba:
“...que al penetrar la quebrada, desde ese momento empieza esa rezada e
insoportable jomada sobre Tarma, que no pasa de 37 kilómetros, pero que ofrece lo
bastante para desmoralizar al viajero mas sufrido. Estos pésimos camino no son
sino la lógica continuación de ese abyecto puente del Mantaro. Se proclama que en
Chanchamayo esta el porvenir del Perú, pero a cualquiera que recorre estos
perversos caminos, se le ocurre la idea de que a la Municipalidad de Tarma no se le
da un ardite de tal porvenir59”.

Pagador no encontraba razones para explicar el pésimo estado de las vías, porque estas
contaban con recursos y administración propia y autónoma. El peaje había sido rematado en 50 mil
soles durante dicho año, y cómo esta cifra no incluía la ganancia del rematista era evidente que las
rentas de esta contribución debía ser notablemente superior. Probablemente no bajaba de los 60 mil
soles anuales, lo cual daba referencia de la importancia y volumen del tráfico, considerando que la
cuota mínima de peaje era de 10 centavos por cada muía y cinco por cada borrico a la salida del

58 “Prensa. Editorial de la Voce D'Italia", p, 2,


59 Pagador, Juan. “A Chanchamayo y el Perené por la Oroya” (I), p. 3. Juan Pagador era el seudónimo del historiador
Rómulo Cúneo Vidal
43
valle, pues la entrada no estaba sujeta a contribución. Estos derechos se cobraban en la garita de
Punta Yacu (Chanchamayo)60.
Las primeras haciendas del valle, también las más antiguas e importantes, se dedicaban de
preferencia al cultivo de la caña sin omitir el café. Estas haciendas de montaña no producían azúcar
por la competencia que les hacía la cultivada en la costa norte, pero destilaban aguardiente de caña
o chacta. Esta chacta era un cañazo o licor fuertemente alcohólico y embriagante, con un marcado
sabor a la caña de que era extraído. Agradable en su primera degustación, el resto del trago era
recio y raspante para la garganta. En los tambos del camino de Chanchamayo no se vendía sino
chacta. Un vaso comente de mesa costaba cinco centavos, y tenía suficiente alcohol para embriagar
a dos indígenas. El comercio mantenía su dinamismo gracias a este aguardiente, pues las tres
cuartas partes de las exportaciones del valle estaban compuestas por el citado producto. El término
chacta significaba cuatro en aymara, tal vez haciendo referencia a los cuatro reales pagados por los
indígenas por cada botella de 80 centilitros de este licor, cuyo único efecto era embrutecerlos y
acortarles la vida. Este vicio de enorme daño social, constituía el veneno más estimado por la
Municipalidad de Tarma, la cual aplicaba impuestos sobre él pretextando necesitarlos para
incentivar la producción del café61.
Como consecuencia del mal estado de los caminos, la colonización de la selva central
sufría constantes ataques de los nativos. En mayo de 1896, las misiones franciscanas de la banda
derecha del Perené, en el valle de Pangoa, fueron atacadas por los campas. Las autoridades de San
Luis de Shuaro, en previsión de nuevas incursiones, alistaron y enviaron un destacamento de
hombres armados en protección de los misioneros62. Un mes después continuaban llegando noticias
sobre ataques de los campas, quienes estaban ocupando el camino que iba mas allá de La Merced,
en la prolongación de la cadena de cerros en dirección a Santa Rosa, al oeste del río Chanchamayo
después de su confluencia con el Tulumayo. Los nativos ocupaban las cumbres más altas
dominando posiciones estratégicas para el control de La Merced y los caminos hacia distintas
quebradas. Por esta razón, el vecindario de esta colonia solicitó al Prefecto de Junín, recursos para
armar una guardia urbana y contener el avance de los nativos. Asimismo, en el Perené corrían
rumores sobre la formación de grandes partidas de campas, creando un ambiente de nerviosismo y
pánico entre los colonos. El comisario local contribuyó al desaliento, pues dijo que las fuerzas
enviadas de Lima en auxilio de las colonias amenazadas no llegarían a tiempo63.
La colonia del Píchis sufría los mismos problemas que su similar del Perené. Esto se
comprueba con los informes de Ramón García. Éste, como segundo jefe de la colonia, informó en

60 Pagador, Juan. “A Chanchamayo y el Perené por la Oroya” (II), p. 2.


ói Pagador, Juan. “A Chanchamayo y el Perené por la Oroya” (10), pp. 2-3.
02 “Regiones del Perené: Hostilidad de los campas”, p. 2.
63 “Los salvajes de las montañas”, p. 2.

44
agosto de 1896 sobre la presencia de malos elementos en la colonia vinculados al ocio y vicios, los
cuales rehusándose a trabajar habían desertado llevándose cada uno un hacha, o machete, carpas y
algunas cosas que no pudo quitarles. Este robo no pudo castigarse porque los desertores desaparecieron
en el camino. Según este mismo informe
residían en La Merced más de 60
personas, a cada uno de los cuales se les
atendía con 15 centavos diarios por
' .%
jC „;.r; persona, proporcionados por el proveedor
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al colono Pedro Alcázar, nombrado por la
colonia para tales efectos. De los 60
Poblado de La Merced colonos 35 tenían ya rozado algún terreno
con una extensión aproximada de 90 metros cada uno de ellos. Las autoridades además habían
puesto a su servicio y durante algunos días a varios peones procedentes de las obras viales, a los
cuales pagaba el Estado las tareas realizadas64.
Poco después, García fue desmentido por los colonos, quienes dieron una versión distinta
de los hechos. A través de una carta dirigida al gobierno, ellos protestaron contra el parte oficial del
citado jefe interino de la colonia, denunciando la escasez de alimentos, y negando que fuesen
ladrones, pues su regreso a La Merced tuvo como única causa no pasar hambre, pues hasta
entonces:
"Nosotros con una resignación evangélica trabajando sin descanso tan solo con
arroz y sal y en poca cantidad y a veces sin ella , lo suficiente para morimos de
necesidad , otros comiendo cogollos de los árboles; tanto sacrificios para nada. Por
repetidas veces sucedía que nos quedábamos sin comer hasta que al fin tomamos
una resolución el DIA 19 de agosto de 1896: no quedando sino 5 libras escasas de
arroz para 21 personas que éramos, fuera de los que estaban con permiso, que
debían de llegar de un momento a otro, y resolvimos todos en Junta regresar a La
Merced el día 21 de agosto a las 1,30 pm., habíamos andado ese día como 8 a 10
kilómetros donde encontramos unos cuantos peones que llevaban víveres, pero
para la división de Jessup que estaba quizás en peores condiciones que nosotros.*65”

Frente a esos reiterados inconvenientes en las colonias, el gobierno, los misioneros y los
entendidos consideraban como única garantía para continuar la colonización establecer un sistema
de colonias militares, distinto al de las guarniciones puestas en práctica inicialmente junto a los
pueblos de civiles. En febrero de 1896, José Manuel Pereyra planteó constituir un cordón de
colonias militares en el oriente, las cuales no serían fortines de soldados al servicio del Estado con
la sola misión de prestar protección a las colonias, sino auténticas compañías mercantiles agrícolas
en la cual los soldados colonos pasaban a ser socios con derecho a las utilidades obtenidas por la

04 García, Ramón. “Situación de la colonia del Pichis”, p. 3.


65 “Colonia de! Pichis”, p. 3.
45
compañía en proporción a su clase militar, desde el último soldado hasta el comandante general al
último soldado. Así, todos los colonos trabajaban comunitariamente como asociados.
De preferencia estas colonias debían agrupar varios cuerpos militares de la siguiente
manera: un cuerpo de Artillería, uno de Caballería y dos de Infantería, con su Estado Mayor
correspondiente compuesta de las necesarias secciones de personal, material, comisaria,
administración, sanidad, justicia, con el auditor de guerra la Maestranza y un capellán por cada
cuerpo para que estos sacerdotes atendiesen la instrucción primaria y el adoctrinamiento de los
nativos. Para mantener ejercitados a estos colonos, conservar el orden e implantar la más severa
moral y disciplina, cada cuerpo llevaría 25 rifles con sus respectivas municiones y el resto de la
tropa llevaría herramientas y víveres etc. Las leyes de esta colonia estarían sujetas a las ordenanzas
militares dadas para el Ejército peruano en la década de 1850, pues un territorio tan lejos de los
centros civilizados y ocupado por fuerzas militares, únicamente podía gobernarse por las leyes
vigentes en la capital y demás departamentos civilizados del Perú. En consecuencia, todos los
delitos serían juzgados militarmente y castigados conforme a las citadas ordenanzas.
El gobierno mediante un reglamento ordenaría las distintas actividades sociales, y todo lo
referente a la justa administración de los intereses de la colonia. Correspondía al Estado hacer los
gastos de organización, traslación, establecimiento y manutención de los colonos, abonándoles un
sueldo según su rango militar. Los soldados destinadas a la colonización por orden superior,
recibirían subvenciones, desde la fecha en que fuesen dados de alta, para cubrir sus gastos en la
montaña hasta el día en que se cumpliera un año posterior al inicio de la construcción de sus casas.
En ese momento, la subvención variaba de condición convirtiéndose en préstamo estatal a los
colonos. Funcionarios estatales y el Comisario de la colonia llevarían cuenta documentada de estos
recursos. Deducidos los gastos presupuéstales por sueldos y otros destinados a la conservación de
la colonia, el sobrante líquido sería devuelto al gobierno por trimestres vencidos y partidas iguales.
De esa manera, los colonos cubrían progresivamente los gastos de organización, traslación, sueldos,
compra de útiles y cualesquiera otros desembolsos que dicha colonia hubiese demandado del
Tesoro Público.
En la colonia militar el tiempo iba a distribuirse de tal forma, que todos los días habría dos
horas para realizar ejercicios, una hora en el día y otra en la noche. Este sistema resultaba ventajoso
porque permitía al gobierno contar con un ejército disciplinado, instruido, voluntario y sobre todo,
interesado en la conservación del orden y de la paz, pues de ello dependía la prosperidad de sus
intereses materiales como socio de la colonia. Igualmente, en caso de guerra exterior el país podría
recurrir a estos colonos, pues se habrían mantenido entrenados durante los tiempos de paz sin
gravamen para la nación. Formado cuerpo de línea o actuando como guardia nacional, los colonos
militares representaban una importante reserva para la defensa de la Patria. Finalmente, las colonias
militares darían trabajo al elevado número de militares excedentes y sin esperanza de encontrar
46
ocupación, reduciendo a menores proporciones el cuaderno de indefinidos, convirtiendo además ese
numeroso personal en ciudadanos productivos alejados de las conspiraciones políticas66.
Recogiendo estas ideas, a comienzos de 1896, la prensa anunciaba la creación de una
sociedad autodenominada "Colonizadora". Sus integrantes provenían de la gran asociación
"Confederación de Artesanos”, conocida también como “Unión Universal”, y se habían propuesto dar
un nuevo impulso a los proyectos de colonización orientales. Con este objeto, organizan una reunión
el 19 de abril del año citado, a la cual invitaron a los ministros de Guerra y Fomento. Allí conversaron
largamente sobre la conveniencia de organizar expediciones colonizadoras sobre la región del Pichis
con las poblaciones desocupadas de la costa. Por entonces, Gumercindo Rivera, encabezando un
grupo de 50 artesanos estaba próximo a emprender una expedición por la vía de Chanchamayo para
formar una colonia contando para ello con la protección gubernamental. El mando de esta futura
población fue entregado al teniente coronel Miguel Zavala, y los expedicionarios recibieron una
subvención de 5 000 soles para los gastos de viaje y primeras necesidades de la colonia67*.
En 1897 frente a la creciente
ofensiva de los nativos en la zona del Pichis,
un articulista de El Comercio urgía el
asentamiento de colonias militares en el
puente Capelo y en los caminos Capelo y
Graña, lugares donde comenzaba la zona
despoblada. Estas colonias debían tener
Puente Capelo
espacio suficiente para formar chacras y cuarteles,
y al mismo tiempo albergar a los migrantes arribados para formar las futuras colonias planificadas
por el Ministerio de Fomento. Otras colonias serían necesarias en el centro y final del camino
Graña en Puerto Pérez, y en las zonas de Puchalini, Acochine y Pichis. De manera paralela debía
emprenderse la reparación de los caminos y puentes en esta jurisdicción. Opiniones como ésta
persuadieron a la opinión pública de que el gobierno no podía continuar haciendo grandes
concesiones de terrenos amazónicos, mientras estas no fuesen acompañadas por colonias militares,
las cuales podían integrarse con soldados y ciudadanos sin ocupación .
A fines del Siglo XIX, el estado de las colonias en la región del Pichis no era ciertamente
alentador. El Estado tenía una presencia simbólica en esta región, pues sólo existía una comisaría
rural cuando se requerían no menos de ocho. Para un mejor cumplimiento de sus funciones estas
dependencias debían elevar su dotación a 50 hombres, así como facilitarles las herramientas
necesarias para mantener en buen estado los caminos. Estas comisarías deberían colocarse cada 20

66 Pereyra, José Manuel. “Colonias militares” (lí), p. 2.


67 “Editorial" (VI), p. 1.
Menelik, “Camino al Pichis”, p. 3.
47
kilómetros en la ruta conducente a Puerto Bermúdez. En opinión de José Manuel Pereyra, cada
comisaría serviría de base para la fundación de pueblos con nuevos migrantes, o incluso mediante el
traslado de pobladores de los vecinos valles de Chanchamayo a los nuevos campamentos69.
En 1899 el gobierno expresaba su compromiso de prestar amplia protección a los vecinos
de las colonias de Oxapampa y Chontabamba, se había dispuesto entregarles lotes de terrenos. Esos
lotes fueron demarcados según un plano catastral levantado por el oficial Carlos Alvarez, y
ocupaban zonas conocidas como Nogalpalma, Naranjal, La Unión y La Esperanza en el norte;
Cochabamba y Yanaquizú en el sur; Cazú en el este; y San Francisco en el oeste. La comisión
encargada de adjudicar las tierras, estaba integrada por el teniente gobernador, el juez de paz y el
agente municipal de la Colonia, y reservó en la urbe proyectada tres manzanas, las cuales serían
destinadas a la construcción de oficinas públicas. Así, el gobierno comprendió que cualquier plan
de colonización debía articular homogéneamente tres aspectos: acceso a la propiedad territorial,
explotación de los recursos naturales y contratación de mano de obra.
En la zona selvática sureña la colonización durante la posguerra del Pacífico estuvo
concentrada en las regiones auríferas de Sandia, Carabaya y Macusani del departamento de Puno, y
en menor medida en las montañas del Cuzco. Las primeras incursiones en dicha zona comenzaron
en 1891, cuando la empresa norteamericana Chunchusmayo Gold Placer Cía. se asienta en la
confluencia de los ríos San Juan del Oro y Huan-Huari para empezar sus trabajos de exploración y
explotación aurífera provocando cambios en este valle amazónico. Para 1892, donde antes todo era
monte la empresa había formado un pequeño poblado constituido por las casas de los empleados,
almacenes, talleres y demás edificios necesarios para sus actividades mineras. Los empresarios
además construyeron un camino entre Sandia, Masiapo y Chunchusmayo. Para estas obras el
gobierno dio toda clase de facilidades, sin embargo, las autoridades de Sandia y Carabaya
desobedeciendo órdenes superiores constantemente estorbaban los trabajos de la empresa. A pesar
de estos contratiempos, fueron importadas máquinas especiales para la explotación de estos ricos
lavaderos dando ocupación a casi un centenar de trabajadores.
Las provincias de Sandia y Carabaya estaban situadas en la antigua cuenca del río Huari-
Huari, la cual tomó después el nombre de Inambari. Sus melancólicos pobladores,
mayori tari amente indígenas, cultivaban la coca y el café y participaban en la extracción de oro en
los ríos. El precio de este metal oscilaba entre 28 ó 30 soles la onza, siendo necesarios unos dos
días de trabajo para obtener esta cantidad. Entre Sandia y Chunchusmayo había una distancia de 16
leguas, encontrándose en todo esa gran extensión muchos terrenos disponibles para la agricultura y
ganadería, pero solo existían pequeñas chacras en Azalaya, Huascaray, Pacaisaman, Iparo,
Pucaramayo, Masiapo, y Santiago Pata.

69 Pereyra, José Manuel. “Colonias militares” (I), p. 4.

48
Mapa de la región aurífera de la región oriental de Carabaya y Sandia - Puno.
Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, Tomo VIH, N° 1,2 y 3. 1898, s/p.
El camino de Sandia a Masiapo, construido en tiempo de los incas, tenía tramos peligrosos
como las cuestas empinadas de Sillacunca o los grandes zig zags de la de Lifón, debido a que con el
objeto de acortar las distancias y evitar rodeos, fueron separados de la antigua ruta y posteriormente
cubiertos por la exuberante vegetación de estas montañas. Por otro lado, el trayecto entre Masiapo
y San Juan del Oro, cuya extensión aproximada era de tres leguas, presentaba también cuestas
donde había casi que escalar para seguir avanzando, encontrándose a veces pequeños trechos de un
magnifico camino, hecho según los lugareños antes de la conquista, y destruido por orden de los
Incas con el objeto de impedir la entrada de los españoles a esos ricos lavaderos trabajados desde
dicho tiempo en gran escala,70
Entre los colonos integrantes de la empresa aurífera asentada en el río Chunchusmayo de
la provincia de Sandia, destacaban: Franz Germann, norteamericano, director general; Dago F.
Thomas, norteamericano, gerente; Eliver Rosenquist, noruego, ingeniero; Chistian Trampe,
noruego, ingeniero; Guillermo Alaiza, peruano, ayudante de ingeniero; Armando Hohagen,
peruano, ingeniero; Ignacio Romero, peruano, teniente gobernador; George Middleton, norte
americano, empleado; Andrés Ramos, peruano, empleado; L, O, Ovalle Arrieta, peruano, contador;
Alejanro Parró, peruano, empleado; Simón Ballén, peruano, empleado; Abrahan Honney,
norteamericano, minero; Hearth Mix, norteamericano, minero; Emilio Honner, norteamericano,
minero; John Thomas, norteamericano, mecánico; Roberto Thompsion, peruano, ayudante de
ingeniero; Carlos Thompson, peruano, ayudante de ingeniero; Luis Terrier, francés, mayordomo de
campo: Henry Brown, ruso, almacenero; Sebastián Garay, peruano, agricultor; Juan Tonna, suizo,
carpintero; Agustín Doric, austríaco, picapedrero; José Doric, austríaco, picapedrero; Joye Sutta,
austríaco, picapedrero; José Soto, peruano, agricultor; Manuel Pomareda, peruano, agricultor;
Rafael Cáceres, peruano, cateador; Bernabé Revilla, peruano, mayordomo; José Ramos, peruano,
balsero; y Felipe Rubin, peruano, cocinero. Estos colonos llegaron acompañados de 50 peones
indígenas71.
Durante 1892 numerosos aventureros atraídos por la fiebre del oro estaban asentándose
tanto en los lavaderos de San Antonio de Poto, como en la quebrada de Chunchusmayo72. Mientras
tanto, la citada empresa norteamericana dedicaba sus esfuerzos a abrir dos nuevos caminos: uno
hacia la extensa llanura del gran valle de Azata, habiéndose trabajado 28 kms. de vía hasta el punto
llamado La Cumbre, y otro hacia la capital del departamento, que iniciándose en el punto de
Santiago Pata llegaba ya hasta Amantala encontrándose afumados unas 4 millas de camino
calculándose su próxima culminación en unos cuantos meses. Asimismo, por datos recogidos del
colono, Benancio Aparicio, la empresa estaba reconociendo una nueva ruta utilizada por los

70 Alayza, Guillermo. “Sandia y Carabaya”, p. 2.


71 “Sandia y Carabaya”, p. 1.
72 El Corresponsal. “Sandia”, p. 2.

50
extractores de cascarilla para ingresar a Azata. Finalmente, M. Germinan estaba haciendo el trazo
de una vía entre Pucarmayo y el puente Huari Huari para empalmarlo con el camino grande. Para
estos trabajos solicitó a la autoridad local apoyar el enganche de peones indígenas, los cuales
recibirían jornales de 20 centavos tal como recomendaba el gobierno. La culminación de este
camino permitiría ahorrar los 3 000 soles que iba a costar un proyectado puente sobre el río
grande73.
Desde principios de la década de 1890 el Estado comienza a recibir muchos denuncios de
terrenos potencialmente auríferos en la selva puneña. Nuevos colonos extranjeros aparecen a partir
de 1893. Por ejemplo, Francisco V. Pike y Guillermo Aygler denunciaron los terrenos auríferos de
"Rosita Inca" y "San Blas", ubicados en el río Churumachaya del distrito de Quiaca74. Las
autoridades rápidamente atendían estas solicitudes, y por ello muchos especuladores hicieron
práctica común apropiarse de terrenos para traficar con ellos. Al respecto, la prensa criticaba esta
proliferación de denuncios sin que el Estado exigiera a los beneficiados emprender los trabajos de
explotación. Ciertamente, el gobierno daba mayores comodidades a las empresas extranjeras,
menospreciando en cierta manera el emprendimiento de los nacionales. Eso pudo notarse en el caso
de las compañías peruanas Ananca y Restauradora. El principal obstáculo para darle actividad e
importancia económica a las ricas zonas auríferas amazónicas, provenía del alto costo y excesivo
trabajo requerido para abrir nuevas vías de comunicación. Para realizar estas obras, las empresas
nacionales buscaban asociarse con capitales extranjeros.
La resistencia y ataques de los nativos contra los colonizadores impedían la expansión de
las zonas de lavaderos. Estas incursiones contra los campamentos eran muy continuas dado el
interés de los “chunchos” por adueñarse de las herramientas. En 1893, la prefectura del
departamento de Puno remitió al Ministerio de Gobierno y Obras Publicas, un informe elevado por
el Gerente de la Sociedad Chunchusmayo dando cuenta de combates librados contra los nativos. En
julio de dicho año, los empleados de esta hacienda minera rechazaron un asalto ocasionando
algunas bajas a los nativos, pues por los alrededores podía observarse rastros de sangre. Los
empresarios solicitaban al gobierno remitirles tres carabinas sistema Marting para cambiar otras
tantas obsoletas y de sistema diferente, pues informes recogidos entre los viajeros anunciaban
nuevas y más violentas incursiones de los nativos, quienes tenían conocimiento de la gran cantidad
de herramientas existentes en la hacienda y se habían propuesto robarlas a cualquier precio
negándose rotundamente a entablar negociación alguna75.

73 En diciembre de 1888, el Presidente Andrés A, Cáceres fue autorizado por el Congreso para contratar con empresarios
ia construcción de caminos entre el ferrocarril del Cuzco y las montañas de Sandia y Carabaya, De acuerdo con este
contrato, el Estado otorgaría tierras y exoneración de derechos aduaneros al contratista, obligándose éste a efectuar una
inversión de tres millones de soles en un plazo de cuatro anos. "Dirección de Obras Públicas” (í), p. 523.
7í! Idem.
75 Hudtwal L.R. “Sociedad Chunchusmayo”, p. 2.
51
Similar actitud beligerante asumieron los nativos de las montañas cuzqueñas. En abril de
1894, El Comercio citando al periódico cuzqueño El Anunciado, daba cuenta que en Marcapata
(Cuzco) un grupo de Sireneires había atacado las posesiones de los señores Hilfiker, Eguileta y
otros, dando muerte al peón Mariano Cayo, hiriendo con flechas a otro apellidado Rojas, y
provocando la desaparición de los peones Luna, Muñiz, y Cuba. Frente a estos hechos, los
redactores cuzqueños hicieron la siguiente reflexión:
“Dolorosos recuerdos han dejado en departamento las invasiones de los Sireneires
salvajes cuyos malos instintos, son proverbiales y contra los cuales se debe tomar
algunas medidas enérgicas. La medida radical y provechosa sería la introducción
de un numero respetable de inmigrantes, suficientes por los elementos con que
cuenten y por la fuerzas de cohesión que los una para rechazar los rudos e
imprevistos ataques76”.

Empero, nada detuvo la ofensiva indígena, pues en enero de 1896 los Tuyunires también
cayeron sobre las haciendas de Marcapata. Las carias enviadas desde esta zona narraban cómo
sorpresivamente después de estas violentas embestidas, salieron de la montaña unos 10 Tuyunires,
siete hombres y tres mujeres rubias y jóvenes, probablemente secuestradas en años anteriores,
pidiendo amistad en la finca Siniaca de los señores Dellachiese Grosso y Cía. Las primera
expediciones en estas selvas habían comenzado dos décadas atrás dirigidas por Fructuoso Eguileta,
seguido por los señores Hilfiker y Cía. Ambos establecieron las primeras haciendas existentes hasta
entonces. En agosto de 1895, los señores Ramón Herrera Hnos. y Cía. deciden internarse en la
montaña para formar nuevas haciendas, y después de haber soportado constantes ataques de los
indios Tuyunires lograron hacerlo. La compra de armas modernas había favorecido el triunfo de los
hacendados sobre los nativos, quienes estaban prevenidos del poder destructivo de los colonos77”
En la provincia de Macusani la explotación del oro se remontaba a épocas prehispánicas.
Para llegar hasta allí, los colonos transitaban por peligrosos caminos construidos en los tiempos del
Tahuantisnuyo. En cuanto a la industria aurífera nada se había avanzado desde la Colonia, y
seguían usándose procedimientos primitivos. Así, los indígenas llegaban a las orillas de los ríos
para cernir la tierra en bateas circulares hasta reunir pequeñas cantidades de oro. Luego el metal
recolectado era molido en quimbaletes78, y lavado en los aventaderos. El mineral de Santo
Domingo había conseguido construir cuatro pisones79 de media arroba cada uno, y aun cuando esto
sólo permitía trabajar en pequeña escala se lograban buenos resultados. Por esta época, existían en
Puno cerca de 100 pertenencias empadronadas, entre las cuales destacaban los minerales de Palta,

76 “Irrupción de salvajes”, p. 1.
77 “Tuyunires”, p. 1.
78 El quimbalete consiste en una piedra de gran tamaño a la que se adecúa una baranda para agarrarse y otra tabla para
pararse y moler el mineral a manera de «batán» gigante. En un quimbalete pueden trabajar uno o dos hombres.
79 Los pisones son instrumentos pesados y gruesos, generalmente en forma de cono truncado provistos de un mango. Son
usados para moler tierra o piedras.

52
Pampeña, Parico, Cacachacara, Pichacani, San Antonio de Esqnilache y otros menores como
Yanahcerco, etc. En Azángaro existían otras cuatro Asimismo, Sandia tenía más de un centenar
entre vetas, lavaderos y aventaderos, siendo los más importantes: Poto, San Juan de Oro, Aporoma,
Capac Ores, Pucaramayo, Villacabamba y las orillas de Huari Huari. En la provincia de Carabaya
sobresalían Santo Domingo, Bendítam, Titirani, Mata caballo, Gucuri Macho, Tacohuma, Huayna
Tacohuma, Mucumayo, y Ancocala. Lampa poseía el rico cerro de Pomasi, Paratia, Colini,
Pocomoro, Coyanchaco, y otros minerales argentíferos de menor importancia. En Chucuito estaban
ubicadas las vetas de plata de Harpajatata, mientras Huancané ofrecía algunas reservas de petróleo.
A pesar de esta enorme variedad de recursos mineros, los colonos tenían preferencia por los
lavaderos auríferos de Carabaya, siendo estos los de mayor importancia y producción en el sur
oriental .
En enero del 1896, Waílace Hardison8
081, un rico y
hábil empresario norteamericano vino al Perú con el objeto
de estudiar los campos petrolíferos del norte. A su paso por
Lima tuvo ocasión de ver algunas muestras de oro
provenientes de Carabaya, y rápidamente cambió de planes
emprendiendo viaje a la selva puneña. En dicha provincia,
Hardison visitó el mineral de Santo Domingo de los señores
Manuel Estrada82 y Francisco Velazco, encontrándolo en
plena boya. Conviene aquí hacer una breve historia de este
waílace Hanjison rico mineral. En 1889, Estrada estaba dedicado al cultivo de
cocales en las márgenes del Inambari. Precisamente durante sus viajes a la montaña para recoger la
cosecha pudo observar la extracción del oro de los ríos decidiendo participar en dicha actividad. En
1891, atraviesa el Inambari, subiendo luego por el lecho del río Huayna hasta su confluencia con el
torrente Santo Domingo donde había unas pequeñas cascadas. Al pie de estas tuvo la suerte de
encontrar un "toro”, nombre dado por la gente de Carabaya a los rodados grandes de cuarzo. De
estas piedras logró extraer 32 onzas de oro. Este descubrimiento dio origen a una sociedad con el
minero Francisco Velazco, para adueñarse de la mina y comenzar los trabajos en pequeña escala83.
Entre fines de 1895 y principios de 1896 sus trabajos prosperaron logrando construir una pequeña
batería de 4 pisones. Además localizaron dos nuevas zonas auríferas designadas con los nombres

80 “Carabaya”, pp. 2-3,


81 En 1890, Lyman Stewart y Waílace Hardison, se asociaron con Thomas Bard, un prominente empresario califomiano,
para formar la Union OH Company de California. Tres años después, en 1893, Hardison se asocia con Waston Blanchard
para fundar The Linoneira Co., empresa dedicada a la producción y exportación de cítricos.
82 El Corresponsal, “Carabaya”, p. 2.
88 El 2 de setiembre de 1891, Manuel Estrada y Francisco Velazco, denunciaron vetas de oro en el cerro Huayna-Taccuma
y la quebrada de Santo Domingo en el distrito de Coaza. Balta, José. Informe sobre las pertenencias de la mina..., p. 4.

53
de Sucho y San Luis. Estas contenían tanto oro, que en unos pocos meses, y a pesar de la
imperfección de los medios pudieron extraer más de media tonelada del codiciado metal.
Hardison entusiasmado con las cantidades de metal extraídas diariamente de Santo
Domingo, propuso a los señores Estrada y Velasco comprarles sus propiedades en 45 000 libras
esterlinas en un plazo máximo de seis meses. La noticia del alto precio ofrecido por esta mina
circuló rápidamente entre los colonos generando numerosas expediciones y el denuncio de nuevas
pertenencias, cuyos dueños confiaban poder venderlas en precios muy altos a compañías
extranjeras. A mediados de 1896, la compañía minera norteamericana patrocinada por Hardison,
denuncia y toma posesión, a través del ingeniero de minas, Adolfo Hilííker, de nuevas pertenencias
mineras en Carabaya. El citado empresario se había propuesto efectuar trabajos en vasta escala, y
para ello funda la Inca Mining Company con un capital social de un millón de soles plata.
Finalmente compra las minas de Santo Domingo, ubicadas en los valles de Sandia y Carabaya8485.
Hacia fines del siglo XIX los especuladores controlaban el negocio de las concesiones de
minas, pues sólo dos o tres compañías operaban efectivamente en pequeña escala, mientras las
restantes yacían abandonadas esperando algún postor. El ingeniero Fernando Fuchs advertía sobre
los perjuicios causados al país por este tráfico de minas, pues si una persona comparaba la
producción total del oro en Carabaya con el número de minas inscritas en el Padrón, y suponiendo
que no conociera la particular situación de las posesiones, llegaría a la conclusión de que las minas
eran pobres. El gobierno estaba obligado a frenar estos abusos, pues muchas de estas falsas
compañías llevaban tan lejos su ambición, que estaban denunciando y adquiriendo pertenencias en
lugares donde pensaba expandirse la Inca Mining Company, con el único ñn de obligarla a
desembolsar fuertes sumas de dinero para venderles las tierras .

84 En enero de 1897, Wallace Hardison fortaleció su poder en Coaza comprando al Estado peruano 1 500 hectáreas de
tierras en las montañas próximas a Santo Domingo. “Ministerio de Fomento” (II), p. 19. Ese mismo mes, ofrece al
gobierno comprar 100 hectáreas en las márgenes del Inambari, desde su confluencia con el Pallani, para establecer allí una
población. “Dirección de Obras Públicas e irrigación”, p. 84.
85 Fuchs, Fernando. Conferencia sobre la región aurífera de Santo Domingo. .., pp. 5-8.

54
CAPÍTULO II

EXPLORACIONES Y VÍAS DE COMUNICACIÓN

A finales del siglo XIX, el oriente peruano era por tamaño la más importante región del
territorio nacional. No obstante, se hallaba completamente apartada del movimiento político,
económico y comercial de la capital y principales ciudades del país. Esta situación había sido
creada por las enormes distancias y la escabrosidad de los caminos entre la costa-sierra y los
territorios amazónicos. Para los viajeros decimonónicos resultaba más fácil y barato trasladarse
del Callao a Europa que a cualquier punto de Loreto o Amazonas. Diversos analistas señalaron
entonces como principal problema para colonizar la montaña, la carencia de una red vial
transversal entre las cuencas orientales, los andes adyacentes y el litoral. Bajo el gobierno de
Ramón Castilla se dieron los primeros pasos para construir caminos hacia la selva.
Posteriormente, durante la posguerra del Pacífico, algunos gobiernos manifestaron interés por
abrir nuevas rutas amazónicas. Hubo entonces varios proyectos para organizar circuitos viales
en el norte (Marañón), centro (Chanchamayo) y sur (Urubamba) de la selva.
Durante los primeros años de la Reconstrucción Nacional poco pudo hacer el Estado
para mejorar el estado político de la Amazonia, especialmente de Loreto. La acción
administrativa sufría entonces los efectos del debilitamiento y postración del país. Sin
embargo, en medio de la estrechez económica fueron tomadas medidas de suma importancia,
como la creación de la Aduana de Iquitos en 1882. A mediados del decenio de 1890 el
comercio del caucho inaugura una época de efímera prosperidad en Loreto, que hasta entonces
solo había sido una carga para el erario. Desde aquella época, los loretanos tuvieron suficientes
recursos para satisfacer sus requerimientos y proyectar el desarrollo de su región como entidad
política. El negocio del caucho vino a dar cierta vida ficticia a los ríos de la selva, y peor aún
sin mayores ventajas para el Perú. Los gobiernos ni siquiera tuvieron la iniciativa de aplicar
estos recursos a la apertura de caminos de penetración, por esta causa continuó aislado el
llamado departamento fluvial de Loreto. Ni siquiera durante el boom del caucho cambió esta
situación, pues la actividad comercial estuvo concentrada a lo largo del río Amazonas con
grandes ventajas para el Brasil.
Hasta esa época la ruta de la selva norte comenzaba en el puerto de Pacas mayo,
atravesando luego Caj amarca y Moyobamba hasta llegar al poblado de Yurimaguas en el río
Huallaga, entrando luego en el Marañón para desembocar finalmente al Amazonas. Este camino
fatigoso y extremadamente largo no facilitaba las comunicaciones. Por ello, otros preferían la ruta
entre Paita y el pongo de Manseriche hasta el Amazonas, como la de mayores ventajas comerciales.
En el sur, Moliendo era el punto inicial de un camino inconcluso hacia las montañas de Cuzco
donde debía alcanzar la cuenca del Urubamba. Demasiado distante de Iquitos esta ruta no podía
integrarse con la cuenca oriental norteña. Quedaba entonces como última opción la ruta del centro,
que iniciándose en Lima iba directamente hasta el Ucayali o algunos de sus afluentes navegables.
En este caso existían también otras rutas alternativas. Desde 1845, el padre Manuel Plaza había
establecido la vía de Huánuco y Cerro de Pasco hasta el Pozuzo. El Presidente Castilla atendió su
solicitud y dispuso prolongar ese camino hasta el Mairo. Empero, los gobiernos posteriores
prefirieron apoyar la construcción de una vía segura y rápida a través del fértil valle de Chanchamayo.
Esta zona, colonizada durante el decenio de 1850, actuaba como puente entre la capital y los afluentes
navegables del Ucayali. Al mismo tiempo fueron definiéndose circuitos regionales como el del Cuzco
al Urubamba, Huánuco al Pozuzo y Pichis, Pataz al Huallaga, Chachapoyas a Cahuapanas y
Moyobamba a Yurimaguas. Ciertamente todos ellos expresaban un positivo afán de unidad territorial,
pero como cada uno creía tener preferencia en la satisfacción de sus demandas por el gobierno central,
surgieron grupos parlamentarios regionalistas que dieron duras batallas en el Congreso para conseguir
leyes viales a favor de sus departamentos en perjuicio de otros.
Al margen de estas discusiones, el gobierno de Remigio Morales Bermúdez86, mediante la
ley del 27 de noviembre de 1890, ordenó concluir el camino a Chanchamayo, y luego aplicar los
fondos sobrantes a la construcción de otro entre La Merced y el Pichis. Las obras para este camino
fueron inauguradas solemnemente en 1891 por comisiones del Congreso y del Ejecutivo,
convirtiéndose progresivamente en la única ruta utilizada como puente entre Loreto y la costa.
Antes de optar por la prolongación del camino de Chanchamayo, hubo varios intentos de alcanzar el
Perené, caudaloso río cuya unión con el Ene daba origen al Tambo, uno de los dos componentes del
Ucayali. Empero, no siendo satisfactorias las condiciones de navegabilidad del Perené por las
frecuentes cascadas que interrumpían la normalidad del perfil horizontal de su cauce, hubo
necesidad de dirigir la vía en la dirección señalada87.

86 En mensaje leído ante el Congreso el 28 de julio de 1891, el Presidente Morales Bermúdez definió su vocación
orientalista en los siguientes términos: “Solícito afán he empleado en que se implanten y continúen los trabajos, en las vías
de comunicación que nos deben poner en contacto con las regiones amazónicas y de montaña. Me asiste el firme
convencimiento de que por esas arterias recibirá nuevo vigor y fuerza nuestra patria, sirviendo útilmente para la fácil
explotación de las inmensas riquezas que allí ha acumulado la Providencia, y para fomentar la inmigración”, “Mensaje
del Presidente del Perú, general Remigio Morales Bermúdez, al Congreso Nacional, el 28 de julio de 1891”, p. 90,
87 Tizón y Bueno, Ricardo. "El progreso de! oriente, por el ingeniero don Ricardo Tizón i Bueno", pp. 541-557.

56
Ni la crisis de la post-guerra, ni los conflictos con los tenedores de bonos impidieron el
surgimiento de proyectos ferroviarios amazónicos. Aunque la lista es bastante larga conviene
detallarla. En el norte fue propuesta la línea Piura-punto del río Marañón (1890). En la región
central tenemos las líneas Pasco-Puerto Salvación (1887), La Oroya-río navegable amazónico
(1889), Tarma-La Merced (1895). Finalmente, en el sur se planteó construir la de Cuzco-Carabaya
(1889) y Juliaca-Huarihuari (1895). La mayoría de estos proyectos recibió apoyo mediante
concesión de tierras, exoneraciones tributarias, extensos privilegios de explotación, y algunos
incluso contaron con la criticada garantía fiscal. Ninguno de ellos pudo realizarse, pues los postores
carecían de capitales.
Existió asimismo desde 1873 un proyecto para construir un ferrocarril oriental como
prolongación del ferrocarril central88. Una década después, en 1883, el padre Bemardino Gonzáles
sugirió entregar dicha obra a la empresa privada, porque:
"... en los grandes apuros en que se halla el Estado, por la situación financiera y por
otras mil causas, imposible es que ni siquiera piense en la gran obra del ferrocarril,
para realizarlo a sus expensas, ni por su cuenta, ni en manera alguna que pueda
afectar al erario nacional, por cuya razón le es necesario dejar esta obra para una
empresa particular, única que pueda llevarla a cabo. Proteger esta empresa dándole
todas las posibilidades y facilidades, deber es del Estado, y por esto de esperar es,
que tanto el Gobierno como el Congreso se decidan favorablemente por aquella
empresa que ofrezca llevar a cabo esta importante obra, bajo condiciones aceptables
y equitativas"89.

El religioso era partidario de llevar el ferrocarril hasta Cerro de Pasco, para continuar
luego hacia un punto donde los ríos de esta región fuesen navegables. Por otra parte, el negocio del
caucho vino a dar cierta bonanza a los ríos de la selva, pero aparente y deslumbrante y sin mayores
ventajas para el país. Al respecto, Ricardo Tizón y Bueno haciendo un balance sobre la vialidad
amazónica en el siglo XIX critica el descuido de los gobiernos en cuanto a la apertura de caminos
de penetración habiendo dejado la selva en un aislamiento espantoso. El caucho convirtió al río
Amazonas en el principal camino oriental con grandes ventajas para el Brasil, pues éste controlaba
la salida al Atlántico. Recién a fines del siglo pasado se abrió el primer camino de herradura desde
la costa hacia la hoya amazónica: la vía del Pichis, la cual aunque deficiente, larga y penosa, sirvió
bastante para comunicar Lima con el Oriente90.

88 En i 873 fue debatido también un proyecto ferroviario oriental alternativo al de Chanchamayo. El gobierno de Manuel
Pardo propuso entonces conceder garantía estatal del 7% de interés sobre un capital no superior a 16 millones de soles
para financiar un ferrocarril del Cuzco a las montañas del Urubamba.
89 Gonzáles, Bernardino. "Ojeada sobre la montaña...", p. 775.
90 A mediados de 1890, el Ministro de Gobierno, Aurelio Denegrí, puso énfasis en la necesidad de unir Loreto con el resto
de pueblos amazónicos peruanos, sacándolo así de la hegemonía brasileña, pues: "si el comercio de Loreto sigue
haciéndose como hasta ahora [por el Brasil], el señorío del Perú en ese territorio será nominal; y esta consideración es
origen de dos aspiraciones fundamentales: es la primera, concentrar todas las rentas de aquel territorio para atender a la
segunda, que es, emplearlas en comunicarlo con todos los departamentos limítrofes, ya sea por sus ríos o vías terrestres”.
Denegrí, Aurelio. “Instrucciones a las que deberá sujetarse la comisión encargada de organizar la Administración del
departamento de Loreto y de estudiar aquella región fluvial”, p. 483.
57
2.1 LOS CONFLICTOS POR NUEVAS RUTAS Y CAMINOS AMAZÓNICOS

En las dos décadas posteriores a la Guerra del Pacífico, la Amazonia fue escenario de vertiginosos
cambios socio-económicos cuyas consecuencias se reflejaron en el ascenso de algunas localidades y
la decadencia de otras. En ese contexto, diversas regiones trataron de construir sus propios ejes
viales para insertarse en las nuevas rutas comerciales. Como es lógico suponer, las propuestas
conjugaron la potenciación de la vialidad fluvial con el arreglo de caminos ya existentes y el trazado
de otros complementarios. Eso hizo en setiembre de 1886, el senador loretano, Jerónimo Lamas,
quien apoyado por sus colegas Portal y Cox, presenta un proyecto solicitando la construcción de
una vía entre Moyobamba y Yurimaguas. Lamas solicitó la opinión de Antonio Raymondi para
respaldar su propuesta. El sabio italiano puso énfasis en las ventajas humanitarias y políticas del
citado camino. Lo primero, porque evitaría el extenuante sacrificio impuesto a los indios para
transportar las mercaderías en sus espaldas por senderos inaccesibles. Lo segundo, porque
poniendo la autoridad cerca del puerto podrían controlarse los abusos de los patrones sobre los
nativos, a quienes obligaban a servirles como cargueros, los cuales solían abandonar las cargas por
el camino y emigrar al Brasil con toda su familia despoblando el territorio peruano. Por otro lado,
mientras existiesen rencillas entre los pobladores de Loreto y Amazonas los planes viales de ambos
departamentos continuarían retrasándose o cayendo en el olvido. El
camino de Cahuapanas (Amazonas) era tan necesario como el de
Moyobamba a Yurimaguas (Loreto), pero la guerra desatada entre sus
impulsores había paralizado a ambas partes consumiendo energías que
hubiesen rendido mejores frutos mediante la mancomunidad de intereses91.
El camino de Cahuapanas tuvo en Arturo Wertheman su principal
defensor. En carta escrita a Mariano Albornoz en junio de 1887, el citado
explorador alemán recordaba cómo en 1878 durante un recorrido del río Arturo Wertheman

Cahuapanas pudo comprobar su apropiada profundidad (un metro veinte centímetros) para
navegarlo con lanchas a vapor. De igual forma, su posición era sumamente ventajosa, pues se
hallaba a tres leguas del pueblo de la Barranquilla, a cuatro del caudaloso río Sillay, y a nueve
leguas de la confluencia de los ríos Cahuapanas y Marañón. A su juicio, las denuncias sobre falta
de agua potable en esta zona y las dificultades para navegar en ciertos meses del año eran
inconvenientes de menor importancia, pues Iquitos en temporada veraniega tampoco podía recibir
los vapores brasileños debido a los bancos de arena formados en el cauce del Amazonas, y sin
embargo, el comercio encontraba forma de seguir operando.
Por lo demás, cada año durante dos meses los vapores surcaban el Huallaga hasta el pueblo
de La Laguna. Las microcuencas de los afluentes del Cahuapanas ofrecían buen clima e importantes

91 Raymondi, Antonio. “Camino de Moyobamba a Yurimaguas”, p. 1.


58
Mapa del camino de Cahuapanas. Mariano Martín Albornoz. Breves apuntes sobre las regiones amazónicas, p. 48.
recursos naturales. La zona alta ubicada en las cabeceras de los afluentes era favorable para la
agricultura, mientras la pantanosa zona baja contenía mucho caucho y zarzaparrilla. Asimismo, la
ganadería tan escasa en toda la hoya amazónica encontraba cerca de Cahuapanas terrenos
apropiados para convertirlos en pastizales. Según Wertheman el viaje entre Chachapoyas y
Yurimaguas tomaba diez a doce días siendo ineludible atravesar dos cordilleras y muchos ríos, por
tanto no era favorable para la exportación de productos. En cambio, el camino entre Chachapoyas y
Cahuapanas podía recorrerse en cinco o seis días de viaje. Con todo, Wertheman estaba convencido
de que ambos caminos, el de Yurimaguas y el de Cahuapanas, eran ventajosos, pero pasaría mucho
tiempo antes de que el gobierno entregara recursos para realizarlos, siendo entonces lo más realista
entregar dicha responsabilidad a los propios pueblos92.
En julio de 1887, el Prefecto de Loreto, Jerónimo Lamas escribe a Mariano Albornoz,
excusándose por no haber incluido en su proyecto vial presentado en la última legislatura el camino
de Chachapoyas a Cahuapanas. Descartando cualquier favoritismo con Loreto, apelaba a razones
geopolíticas para destacar las ventajas del camino de Yurimaguas sobre el de Cahuapanas. Lamas
defendía los beneficios del eje Moyabamba-Balsapuerto-Yurimaguas, calificándolo como el mejor
camino para comunicarse con las márgenes del Amazonas, a pesar de que presentaba algunas
imperfecciones. Esta ruta era vital para la provincia de Moyabamba, pues a través de ella recibía el
pescado salado traído del Amazonas, y exportaba sus sombreros de paja al imperio del Brasil.
Chachapoyas, por el contrario, podía prescindir temporalmente del camino de Cahuapanas, pues
éste no era más que un proyecto cuya dirección, longitud y costo eran desconocidos, más aún
cuando no se había considerado los gastos adicionales propios de los difíciles caminos selváticos93.
Al respecto, Mariano Albornoz sugirió a Lamas reconocer las ventajas del camino de
Cahuapanas para Loreto, pues abriéndolo podría abastecerse de carne de ganado vacuno procedente
de Chachapoyas, y así dejar de consumir las conservas traídas del Brasil y otros productos llegados
de Iquitos a precios carísimos. No en vano, en 1885, los loretanos habían financiado una
expedición con el objeto de buscar una salida directa por el Marañón hacia Chachapoyas, y el
coronel La Torre realizó posteriormente otra con el mismo fin. Las propias autoridades de Loreto y
el pueblo de Tarapoto a través del concejo municipal estaban interesadas en apoyar la conclusión de
este camino. Empero, apenas existía una inconclusa trocha, combatida por quienes se obstinaban en
afirmar la imposibilidad de navegar por el río Cahuapanas, a pesar de que Wertheman había
demostrado lo contrario94.

92 Wertheman, Arturo. “Cahuapanas”, p. 3.


93 Lamas, Jerónimo. “Cahuapanas”, pp. 2-3.
94 Albornoz, Mariano, “Cahuapanas”, pp. 1-2.

60
estimular el desarrollo comercial en el oriente peruano. En 1886, Gaspar Carrera volvió a explorar
esta zona publicando sus notas en el diario La Época. Enterado Proaño de los trabajos de Carrera,
reclamó para sí la condición de descubridor de dicha ruta, la cual permitía conectar los océanos
Pacifico y Atlántico. Expresando las pretensiones de su país por acceder a la Amazonia peruana,
propuso construir un ferrocarril desde el puerto de Guayaquil hasta cualquier punto navegable del
Morona cubriendo una extensión de 135 millas (aproximadamente 217 kms.). Durante su viaje,
Proaño estableció la isla de Potro como punto de referencia en el curso del Morona. Desde allí salió
en diversas exploraciones hacia el pongo de Manseriche, los ríos Santiago, Zamora, Paute, Potro y
la confluencia del Aychayaco con el Apaga. Los Guambisas y Aguarunas con quienes tuvo
contacto le dijeron en aquel tiempo lo mismo que dijeron dos décadas después a Carrera, es decir
que a través de estos ríos podía abrirse un nuevo camino hacia Chachapoyas.
En aquel tiempo, los nativos mostraron a Proaño varios lavaderos de oro en las cabeceras
del Miazal, Zamora, Santiago y otros ríos originados en la cordillera oriental del Ecuador y otros
puntos del Alto Amazonas. En 1861, el Prefecto de Loreto, la Sociedad Patriotas del Amazonas y
el Obispo de Chachapoyas, Pedro Ruiz trasmitieron al gobierno de Ramón Castilla su opinión
favorable a esta vía. Proaño coincidía con Carrera respecto de la mala ubicación de Iquitos,
asentado en un lugar pantanoso, malsano y lleno de plagas. Un error similar o de mayor
trascendencia fue haber establecido allí el dique, la factoría y otras oficinas administrativas
importantes, pues de haberse colocado en cualquier punto de la margen derecha del Alto Amazonas,
habría brindado mayores posibilidades para el pronto desarrollo de los departamentos del oriente.
Por ese motivo, Proaño, asumiendo el discurso oficial ecuatoriano solicitaba al Perú definir sus
conflictos de límites y firmar luego un acuerdo binacional para dejar expedita esta vía para la
colonización de la selva vinculándola con el mercado mundial95.
En 1892, el coronel Samuel Palacios y Mendiburu, en conferencia dada en la Sociedad
Geográfica de Lima, analiza el problema de la colonización de Loreto y se muestra partidario de
privilegiar la apertura del camino entre Moyobamba y Yurimaguas, pues traería grandes utilidades
al departamento de Amazonas integrándolo al circuito comercial de Iquitos adonde podría exportar
ganado lanar y vacuno, azúcar, que entones se importaba del Brasil; papas traídas de Lisboa, y los
quesos, verduras y mantecas venidas de Burdeos. Aplicando una tarifa proteccionista sobre los
artículos nacionales podría fomentarse el arrieraje, y aumentar el comercio y la navegación por
Yurimaguas. Palacios había proyectado el siguiente itinerario de viaje entre Lima e Iquitos: Lima
Pacasmayo en dos días. Pacasmayo a Cajamarca en tres días. Cajamarca a Chachapoyas en siete
días. Chachapoyas a Moyobamba en cuatro días. Y Moyobamba a Yurimaguas en seis días, y
finalmente de Yurimaguas a Iquitos tres días en vapor. Como vemos el viaje total requería unos 25

95 Proaño, Víctor, “Alto Marañón”, p. 4.

61
días. De otro lado, descalificaba la ruta del Pichis considerándola inútil mientras el sur de Loreto
estuviese despoblado. En el norte, por el contrario, había fértiles terrenos en las orillas del
Huallaga, Ucayali y Yavarí, así como carios pueblos y haciendas libres del acoso de los “salvajes”.
Las comunicaciones fluviales eran servidas diariamente por una flota de más de 20 lanchas y una
línea a vapor de gran calado. La colonia del Pichis se encontraba a una distancia de 150 kms. de
Iquitos, ello unido a la difícil navegación del Pachitea hacía imposible realizar el viaje desde la
capital al extremo norte oriental en menos de 25 días96.
Después de varios años de conflicto entre los partidarios del camino de Cahuapanas con
sus similares de Yurímaguas, la balanza se inclinó por estos últimos en 18 8997, cuando el gobierno
mediante la resolución suprema del 24 de julio manda hacer los estudios y presupuestos respectivos
por “prácticos del lugar, si es que no hubiera técnicos competentes”98. La construcción del camino
Moyabamba-Balsapuerto-Yurímaguas fue encargada al ingeniero Carlos Pérez, quien se
comprometió a concluirlo en un plazo de cinco meses siguiendo una senda trazada por el lugareño
Francisco Acosta introduciendo las rectificaciones necesarias para evitar accidentes topográficos,
ahorrar gastos y colocar con mayor facilidad los puentes. Esta ruta solo tenía 45 leguas, 15 entre
Moyobamba y Balsapuerto, y 30 entre Balsapuerto y Yurímaguas. La obra demandaba una
inversión de 8 690 soles y un contingente de 50 peones. No obstante, Pérez prolongó ilegalmente
los trabajos hasta 1893 consumiendo 20 000 soles no habiendo realizado sino poco más de la mitad
del camino. La prefectura loretana solicitó entonces un informe sobre el estado del camino.
Hábilmente, el citado ingeniero ofreció terminar la obra en un plazo máximo de cinco meses con
una inversión adicional de cinco mil soles y el mismo número de peones.
En setiembre de 1894, después de cuatro años de trabajos, la prefectura solicita un
segundo informe a Pérez, sin embargo, éste se niega a presentarlo limitándose a prometer que con
50 operarios constantes terminaría el camino en el mes de enero de 1895. Al vencimiento de este
tercer plazo, y suponiendo la prefectura concluida la obra, encargó a Enrique Espinar, realizar una
inspección de ella. Este inspector comprobó asombrado que aún no estaba abierta la tercera
sección, la peor de todas porque recorría la cordillera y los contrafuertes. De esta parte no existía
plan alguno desconociéndose su longitud exacta, la cual Espinar calculaba en 41 kms., tomando
como referencia el tiempo empleado en recorrerla. De igual forma, las secciones abiertas a uno y
otro lado de la cordillera no eran transitables y necesitaban nuevos tambos porque los construidos
eran insuficientes. Asimismo, la tercera sección no podría entregarse al tráfico mientras no fuesen

96 “Conferencia dada en ia Sociedad Geográfica de Lima, sobre la Colonización de Loreto, por el señor Coronel Palacios
y Mendiburu”, pp.M .
97 Perdidas las esperanzas de alcanzar apoyo del gobierno central, las autoridades de Amazonas decidieron construir por
cuenta propia un camino de herradura entre Chachapoyas y el puerto de Balzas sobre el río Marañón “Prefectura del
departamento de Amazonas”, p. $95.
98 Larraburre i Correa, Carlos. Colección de leyes, decretos.. T. I, p. 474.

62
colocados seis puentes de alambre de 25 metros cada uno". Por todas estas objeciones, el
comisionado Espinar propuso declarar interminable, costoso, lleno de defectos y completamente
inútil este camino debiendo suspenderse los trabajos. La Junta departamental, la municipalidad y el
gremio de comerciantes loretanos acusan al ingeniero Pérez de haber descuidado la construcción del
camino de Cahuapanas para participar en el de Lima-Pichis y otras obras en Iquitos99100.
Hasta fines del Siglo XIX no existía ningún camino de importancia en la selva norte. En
1894, cuando Pedro Dávalos y Lissón recorrió Loreto desde el pongo de Manseriche hasta el río
Yavarí, llegó a la firme convicción de que solo había dos rutas para viajar a Iquitos: la marítima,
que iniciándose en Panamá seguía por Colón, Barbados y el Pará entrando luego a la selva peruana
a través del río Amazonas; y la terrestre, que comenzando en Pacasmayo subía hasta Cajamarca
bajaba luego a Chachapoyas, Moyobamba y Yurimaguas, siguiendo por el Marañón hasta ingresar
al Amazonas. La primera, no solo costaba la enorme suma de 800 soles, sino que estaba supeditada
a la disponibilidad de conexiones entre los vapores de Colón, Barbados, Pará e incluso Manaos. La
pérdida de uno de esos vapores obligaba al viajero a permanecer unos quince días en los citados
puertos. Mayor incertidumbre causaban las constantes suspensiones de servicios de la Compañía de
Vapores Americana que hacía la carrera entre New York y el Pará pasando por Barbados. Estas
paralizaciones podían prolongarse por varios meses, como en 1893 donde no se efectuaron viajes
durante el primer semestre.
La vía terrestre, aunque más penosa, costaba apenas 30 soles. El primer tramo de 65 kms,,
entre Pacasmayo y Yonán, se hacía cómodamente en ferrocarril. Proseguían diez días de viaje a
lomo de bestia, tres hasta Cajamarca y siete hasta Chachapoyas, por un terreno sumamente abrupto,
pues atravesaba tres ramales cordilleranos. Entre los dos últimos de ellos se abría paso el peligroso
río Marañón hasta el Pongo de Manseriche. La profundidad de su cauce impedía utilizar sus aguas
en el regadío de las planicies formadas en sus márgenes. Este río era el principal obstáculo puesto
por la naturaleza en el norte peruano para comunicar costa y montaña. Cuatro días se necesitaban
para bajar y subir el Marañón, tiempo excesivo porque en línea recta, de uno a otro punto e ambas
cordilleras no había más de 15 leguas. La falta de puentes sobre este caudaloso río en todo el
departamento de Amazonas forzaba su navegación en balsas preparadas para tal fin en el pueblo del
mismo nombre. En tiempo de vaciante, el tránsito se hacía seguro y fácil, pero en tiempos de
creciente los naufragios eran frecuentes. Dávalos y Lissón recordaba la trágica muerte en esas
aguas del diputado Feliciano Hernández dos o tres años antes. Este penoso suceso persuadió al
Gobierno sobre la urgencia de construir un puente, encargándose al ingeniero Federico Hohagen
realizar los estudios correspondientes para tender uno en el punto llamado Jupen.

99 Vásquez, Antonio. “Desahucio del camino de Herradura . . pp. 2-3.


100 Verítas. “El ingeniero D. Carlos A. Pérez, Desahucio del Camino de herradura de Yurimaguas a Moyabamba”, p. 4,

63
El viaje hasta Chachapoyas, salvo el paso del Marañón, no presentaba mayores
obstáculos. Los caminos hasta allí eran aceptables, pero los que partían hacia el Oriente solo habían
sido senderos trajinados por los indios anderos desde épocas remotas. El temor a lo desconocido y
la dificultad de pasar los llamados atolladeros, suelos cenagosos y traicioneros sobre los que eran
construidos largas calzadas de palos redondos, desanimaba a muchos viajeros. Las gradientes en las
subidas y bajadas de los cerros variaban de 30 a 40 por ciento y tenían generalmente forma de
escalones. Los lugareños les daban el nombre de saltos porque entre los escalones había una altura
de 50 centímetros, lo cual obligaba a subirlos dando brincos. Vencer todas estas dificultades
retrasaba tanto el viaje entre Chachapoyas y Moyobamba, que a pie demoraba cuatro días, mientras
a lomo de muía no bajaba de ocho.
Debido a la carencia de puentes, los viajeros buscaban el punto llamado Zalas donde se
guarecían durante horas y a veces muchos días esperando una merma en el nivel y fuerza de las
aguas para vadearlas. En tiempos de creciente, el correo quedaba detenido allí generalmente ocho a
quince días atravesando el río solo cuando sobrevenía una ligera variante. El tramo más difícil del
camino en esta zona se hallaba en el rápido descenso de los últimos contrafuertes cordilleranos de
Sihco Huayana para entrar luego a las planicies regadas por el río Mayo y sus afluentes. El punto
culminante de este paso era conocido como Ventana, porque de allí podía contemplarse la
exuberante llanura amazónica. Desde este punto la bajada tenía una pronunciada pendiente en
dirección a unos rústicos tambos.
La Compañía de Navegación Amazonas
mantenía comunicadas a Yurimaguas y Moyabamba,
mediante un servicio mensual a través de su vapor
Sabia. El pasaje de Yurimaguas a Iquitos costaba 30 y
15 soles en primera y segunda clase respectivamente.
En el trayecto entre Yurimaguas y la boca del Huallaga
existían numerosos haciendas cañaveleras, en donde las
naves recogían la cachaza, un aguardiente obtenido de la
Puerto de lquitos-1900 caña. Entre esta zona y el Bajo Marañón, habían surgido
varios centros agropecuarios dedicados a la cría de ganado y la extracción del jebe, copaiba,
bálsamo peruano y marfil, estos últimos en muy pequeña escala. Varios de estos centros reunían
condiciones para convertirse en pueblos.
Los colonos asentados en el Marañón procedían mayormente de Moyobamba, Tarapoto,
Lamas, etc. Asimismo, los nativos cuasi esclavizados procedían de distintas zonas amazónicas.
Los patrones de estas haciendas eran hombres ricos, poseedores de vastos terrenos de cultivo y una
gran legión de peones y allegados. Iquitos era su principal mercado adonde enviaban sus productos
mediante el servicio regular de vapores. La hacienda de Parianari tenía lanchas a vapor, un buen
64
trapiche para moler caña y una fabrica de tejas y ladrillos. Además explotaba el jebe en la cuenca
del Samiria. El arribo a Iquitos decepcionaba a cualquier viajero, pues allí no existía muelle ni algo
parecido a un desembarcadero. Los vapores atracaban a lo largo de una orilla, desde donde subía
un barranco alto y erosionado por la acción de las lluvias. Las calles de la ciudad tenían como
único pavimento las veredas construidos por los mismos vecinos con tierra aplanada o ladrillo.
La mayoría de las viviendas estaban cubiertas con techos de palma, y sus paredes
blanqueadas con cal. Sin embargo, comenzaba a notarse nuevos estilos decorativos, a partir del uso
de azulejos en las fachadas, de la misma forma que lo hacían algunos templos y conventos de Lima.
En los techos estaba usándose tejas, y las puertas y ventanas se fabricaban al estilo europeo. Las
casas comerciales y de algunas particulares notables eran construidas de acuerdo con este nuevo
patrón arquitectónico101.
En la selva central los misioneros determinaron el rumbo elegido para las vías de
penetración. En esta tarea destacaron las exploraciones de los padres Bernardino Gonzáles y
Gabriel Sala. Durante 1886 el padre Gonzáles abre un paso hacia el Palcazu atravesando las
cumbres de Yanachaga. Quiso entonces convencer a la opinión publica y las autoridades sobre las
ventajas de esta ruta, a fin de obtener recursos para transformar la estrecha y accidentada senda en
un cómodo camino. Este audaz misionero ansiaba encaminar la veloz locomotora desde los llanos
de Junín a las faldas de la cordillera, para luego subir cortando con sus ruedas la nieve perpetua del
Huancabamba o del Chontabamba y después de comunicarle vida y movimiento ingresar a
Yanachaga bajando seguidamente al Palcazu.
La propuesta de Gonzáles dio motivo para que el gobierno, mediante el Decreto Supremo
del 11 de octubre de 1886 sometiera a deliberación del Congreso la propuesta para construir un
ferrocarril a Chanchamayo102. Como este proyecto requería una fuerte inversión de capital, el
gobierno opta por contratar con Julián Tomás Muñoz la obra de un camino de herradura entre
Tarma y Chanchamayo. Este contratista realizó un pésimo trabajo, pues habiendo tomado una
inadecuada ruta no pudo concluir la obra causando serios perjuicios al Estado. Estas y otras estafas
sufría con frecuencia el gobierno debido a la vaguedad de los contratos, los cuales no exigían a los
empresarios estudios previos o referencias sobre sus conocimientos técnicos dejando amplio
margen para las actividades especulativas de gente inescrupulosa.
Al respecto, el 31 de marzo de 1887, cuando Oscar Heeren asume la presidencia de la
nueva Junta Administradora del camino de Tarma a Chanchamayo, informa al gobierno que:
. .viéndose obligado a asumir el compromiso contraído por la Junta anterior de un
contrato celebrado con don Julián Tomás Muñoz para la construcción de una
sección del camino entre Schicsa y Pulperiyayoc, contrato de cuyo funesto
resultado podrá US. juzgar de los informes de los ingenieros señores Wakulski,

101 P.D. y L. “Loreto”, p. 3.


102 Larraburre i Correa, Carlos. Colección de leyes, decretos..., T. I, p. 378.
65
Silgado y Bonnemaison. La nueva Junta nombró como su delegado en Tarma al
señor don Salvador Piedra y como ingeniero a don Juan Elias Bonnemaison.
Acordó con el primero todo lo referente a la buena marcha de la administración y
ordenó al segundo la ejecución de los trabajos que ella juzgó de más urgencia y de
mayor importancia, ó sea: 1) El estudio prolijo y conveniente para la construcción
de un camino de herradura de Pulperiyayoc a Huacapistana; y 2) el referente a la
construcción de un puente denominado La Herrería, disponiendo a la vez, las
refacciones necesarias e indispensables en el camino”103.

Esta nueva Junta dedicó su preferente atención a preparar los estudios de la sección de
Pulperiyayoc a Huacapistana, pues el contrato con Muñoz lo obligaba a llevar el camino hasta
dicho. En cuanto al puente de La Herrería resolvió reconstruirlo, pues hace años un incendio lo
había destruido dejando a los hacendados y la importante colonia establecida en la margen izquierda
del río Chanchamayo y en La Merced en completo aislamiento. Durante ese tiempo pagaron
onerosos peajes para transitar sobre puentes particulares, de lo contrario daban inmensos rodeos por
caminos intransitables la mayor parte del año. Heeren se propuso garantizar la calidad y solidez de
los trabajos que iban a ser recontratados. Ciertamente, la escasez de recursos limitaba sus
iniciativas, pues como estaba pendiente una propuesta para construir un ferrocarril de Tarma a
Chanchamayo con los productos del impuesto sobre los aguardientes extraídos de las haciendas
chanchamayinos, el gobierno dio un decreto supremo el 17 de agosto de 1BS6 ordenando a la Junta
no celebrar contrato alguno que pudiera afectar dicha renta.
Los miembros de la Junta manifestaron su desagrado con esta medida, pues aunque
elogiaban los deseos del gobierno por apoyar la construcción del ferrocarril a Chachamayo, dicha
obra por las enormes dificultades geográficas demandaba un alto costo, siendo imposible para el
país financiarla, pues el crédito extranjero era inaccesible, y el producto del impuesto sobre los
aguardientes jamás podría proporcionar el capital necesario. Con respecto al proyecto del
ferrocarril a Chanchamayo presentado por Federico Blume, enviado a la Junta por el gobierno para
su análisis, decidieron descartarlo porque carecía de claridad y los estudios indispensables para tal
objeto, corroborando de esa manera el parecer de la comisión de ingenieros, la cual manifestó que la
construcción del mencionado ferrocarril importaría más o menos dos y medio millones de soles de
plata, y que aun en el caso de llevarse a efecto siempre sería indispensable la construcción de un
camino de herradura por los motivos referidos en su informe.
En medio de estas discusiones, el gobierno a través de la resolución del 27 de abril de
1887 convocó nuevamente postores para construir y administrar dos caminos: uno entre Tarma y La
Merced, y otro hacia el Cerro de la Sal para comunicar La Merced con la red de afluentes del río
Amazonas104. Empero, aún no daba por perdido el proyecto ferroviario de Chanchamayo. Por ello,

!0Í La nueva Junta resolvió perseguir a Muñoz, que fugó a Tarma abandonando sus trabajos. Heeren, Óscar. “Memoria
presentada al Supremo Gobierno por ¡a Junta Administradora del camino de Tarma a Chanchanayo”, pp. 3-4.
t0it Resolución Suprema dada por el Gobierno. Larraburre i Correa, Carlos. Colección de leyes, decretos..., T. I, p. 336.

66
el 26 de mayo, acepta provisionalmente las especificaciones técnicas señaladas por los ingenieros
Federico Blume y Francisco J, Wakulski, a fin de utilizarlas en las bases para la licitación de dicha
obra. De acuerdo con ellas, el contratista se comprometía a construir una vía férrea entre la ciudad
de Tarma y La Mercedes pasando por las poblaciones de Acobamba y Palca, respetándose los
planos preliminares levantados por el ingeniero Francisco Paz Soldán, aceptándose introducir las
modificaciones que fuesen pertinentes. El primer tercio de la línea debía concluirse dentro de los
18 meses posteriores a la aprobación de los planos definitivos; el segundo tercio dentro de los dos
años subsiguientes: y el tercer tercio en el plazo de otros dos años. Una de las bases facultaba la
introducción de peones extranjeros, siempre y cuando no superase la mitad del total, la cual estaría
compuesta por peruanos. La futura empresa tendría privilegio exclusivo por 25 años para el
transporte de pasajeros y carga entre Tarma y La Merced y puntos intermedios conservando el
dominio de la línea, accesorios y dependencias por 50 años, después de los cuales entregaría todo,
sin remuneración alguna, a poder del Estado en perfecto estado de servicio.
El gobierno cedía a la empresa el pleno dominio sobre un lote de 100 kilómetros
cuadrados en Chanchamayo, con sus, árboles y demás productos naturales de la superficie o incluso
debajo de ella si los hubiere. La empresa podía escoger terrenos en distintas partes sin exceder la
cantidad fijada, entendiéndose que la explotación de estos quedaban sujetos a las leyes vigentes y
las posteriores modificaciones de ellas. Quedaba autorizada además para formar dentro o fuera de
la República una o más compañías encargadas de construir y explotar del ferrocarril, así como de la
colonización y explotación de los terrenos, pudiendo incluso emitir bonos y acciones sin garantía
fiscal, hipotecando y transfiriendo en todo o parte los derechos adquiridos en virtud del contrato.
La empresa quedaba asimismo exenta de todo gravamen existente. Como este contrato estaba
sujeto a ratificación por el Congreso, en caso éste fuese rechazado el empresario quedaría en
condición de administrador de los fondos recibiendo por dicho trabajo honorarios equivalente al
10% de éstos, debiendo rendir cuenta documentada de la recaudación y gasto de los mismos105.
■ El padre Gabriel Sala persuadido de que en el corto plazo no podría construirse el
ferrocarril a la Oroya o cualquier ofio en dirección a las montañas del centro, sugirió no perder más
tiempo y poner expedito un camino de herradura entre la Merced y las cabeceras del Pichis, río cuya
navegación comenzaba a desarrollarse. Este camino podía conectarse posteriormente con el
proyectado ferrocarril constituyéndose en la vía más corta y conveniente entre la capital de la
República y las regiones del Ucayali. Esta ruta vincularía Tarma, La Merced, el Cerro de la Sal, y
las cabeceras del río Pichis, La distancia entre Lima y el indicado puerto sería de 62 leguas (310
kms.), mientras que por la ruta de Huánuco aumentaba a 82 leguas (410 kms.). Estos caminos
facilitarían la fluida navegación a vapor en el Ucayali, Pachitea y Pichis, permitiendo al gobierno

105 De] Solar, Pedro A. “Ferrocarril a Chanchamayo. Bases p. 2.

67
ejercer jurisdicción efectiva en todo ese territorio y aprovechar las innumerables riquezas allí
contenidas. Por otro lado, reducía la distancia entre Lima e Iquitos, pues hasta entonces se
empleaban 35 a 40 días, pero siguiendo la nueva ruta solo tomaría quince, pudiendo incluso bajar a
ocho cuando estuviese terminada la línea de la Oroya y su prolongación hacia el Pichis.
Los méritos del intenso trabajo exploratorio del padre Sala en las montañas del Pichis
fueron reconocidos por El Comercio, Este diario saludaba los informes proporcionados por el
citado fraile al Ministerio de Gobierno, destinados a motivar la apertura de un camino entre el Cerro
de la Sal y las cabeceras del Pichis. Con esa vía los mineros podrían llegar hasta lasvetas de sal
gema recientemente descubiertas en el Cerro de la Sal, y explotarlas con ventaja para el consumo de
toda la región del Ucayali y del departamento de Junín, en el cual había gran demanda de ella, no
solo para uso doméstico sino también para el beneficio de la plata. Además, fundando un pueblo en
el Cerro de la Sal podía brindarse apoyo al tráfico comercial y facilitar la conversión de los nativos
que regularmente llegaban hasta allí para proveerse de sal. De esa manera, mediante el progresivo,
pero permanente contacto con las tribus estarían los frailes en condiciones de lograr su conversión
pacifica y sometimiento a las leyes del país.
Este pueblo, por su posición estratégica, serviría de puente para emprender la conquista
del Gran Pajonal, cuyos terrenos eran aparentes para el cultivo de la cascarilla y la cría de ganado
vacuno. De acuerdo con El Comercio, los datos suministrados por el padre Sala para la apertura del
camino entre el Cerro de la Sal y el Pichis fijaban el costo de la obra en quince mil soles y el plazo
de ejecución en 60 días. Al margen de que esta información tuviese algunas imprecisiones, el
gobierno podía tomarlas como punto de partida para realizar sus propios estimados. Considerando
la estrechez de los recursos fiscales, incapaces de cubrir los gastos del citado camino, existía la
alternativa de ordenar a la Junta Administradora del camino de Chanchamayo la entrega de algunas
partidas para iniciar los trabajos viales en el Pichis106.
Con el tiempo fue surgiendo un enojoso conflicto entre el proyecto ferroviario de
Chanchamayo y las demás obras viales en cuanto al uso de los fondos públicos. Por ejemplo, en
junio de 1888, el corresponsal de El Comercio en Tarma comentando el retraso en los trabajos
realizados en el punto de San Félix para los futuros rieles del citado ferrocarril, consideraba inútiles
los dineros allí gastados, pues manteniéndolo como camino de herradura no ocasionaría gastos en la
reparación de desniveles. A su juicio, con el costo de un pequeño trecho nivelado habría podido
componerse el puente Ocsabamba o limpiarse el trayecto entre éste y el puente de Vanini, obstruido
entonces por ramas que ponían en riesgo el tránsito forzando a los viajeros a tomar atajos más o
menos penosos para llegar hasta Vanini donde pagaban diez centavos plata por atravesar su puente.

106 “Editorial” (ni), p. 2.

68
Cuando el gobierno emprendiera esa clase de mejoras, obtendría gran provecho con
pequeñas inversiones, abandonando la errada política de contratar caminos costosos donde casi
siempre los dineros eran gastados sin resultados satisfactorios. El corresponsal expresaba también
su rechazo por las actitudes intransigentes de algunas autoridades. Eso sucedía en el caso de la
sección de Sicsac a Carpapata contratada con Juan Monier, la cual se había paralizado cuando
faltaba muy poco para concluirla, porque un delegado de la junta del camino a Chanchamayo exigía
sin razón alguna el corte de una roca, lo cual no estaba estipulado en el contrato y además no
afectaba la obra en su conjunto107.
En ocasiones los planes para apertura de los caminos eran cuestionados por algunos
pequeños y medianos hacendados de la región, quienes veían en ellos una intromisión en sus
señoriales territorios. Asimismo, la población nativa veía con creciente desagrado la ocupación de
sus territorios, pues como decía el citado corresponsal:
“...las tribus salvajes mas allá de Paucartambo se encuentran alarmados con los
trabajos emprendidos por el padre Sala del Paucartambo a San Luis abriendo un
camino porque un italiano y dos chinos que moran entre ellos le han hecho entender
que dicho padre les llevara pronto gente armada que los destruirá y quiten sus
terrenos”108.

Ante todos estos problemas, el gobierno de Andrés A. Cáceres creyó conveniente vincular
los esfuerzos del Estado con los proyectos misioneros. Esta decisión recogía los ofrecimientos del
padre Sala, quien en nota enviada al Ministerio de Gobierno en julio de 1889 dijo lo siguiente:
si nuestras misiones se protegieran como en el Brasil, Ecuador y otras
repúblicas, vería el Supremo Gobierno como sin ningún gasto considerable y con la
mayor velocidad, se le abrirán caminos y pueblos por todas partes. Pero hoy que
las misiones no tienen ningún recurso ¿cómo quiere la República que los padres
franciscanos hagamos milagros, haciendo obras y gastos ingentes sin tener un
centavo?”109.

Los reclamos de Sala encontraron acogida en el gobierno, el cual dispuso en agosto de


dicho año atender la solicitud del religioso poniendo a su disposición dos mil soles de plata para
construir un camino de Chanchamayo a Huancabamba, y su prolongación hasta un río navegable
conducente al Pachiíea110. Estas excelentes relaciones con el padre Sala disentían con las constantes
reconvenciones hechas al ingeniero Carlos Pérez para el cumplimiento de su trabajo en el camino
del Pichis. En octubre de 1889, el Prefecto loretano, coronel Luis Wolf y el ingeniero Pérez,
Presidente de la Comisión Especial del Departamento de Loreto, enviaban desde Iquitos la memoria
y planos hechos sobre la exploración realizada desde San Luis de Shuaro hasta los ríos Palcazu y

107 Ei Corresponsal. “Tarma" (I), pp. 4-5.


108 Idem.
109 “Dirección de Obras Públicas. Prefectura de las Misiones de Infieles", p, 222.
' 10 Resolución Suprema del 21 de agosto de 1889. Larraburre i Correa, Carlos. Colección de leyes, decretos.. T. 1, p. 347.

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Pichis. Según dichos documentos en esta zona los terrenos eran idóneos para el trabajo agrícola,
pues los bosques no constituían un obstáculo insuperable. Esta ruta, detallada en el siguiente
cuadro, sólo requería dos puentes y tenía una distancia máxima de 70 lcms. entre San Luis de
Shuaro y el río Chuchurras. El costo total de esta obra se calculaba en 8 074 soles.

Ruta San Luis de Shuaro-Palcazu-río Chuchurras111

1. De San Luis al Convento de Quillasú en el valle de Oxapampa.


2. Del Convento de Quillasu a Tingo en el valle de Huancabamba.
3. Del Tingo a la confluencia de los ríos Palcazu y Chucchurras

En noviembre de 1889, persistiendo el gobierno en su proyecto de llevar un ferrocarril de La


Oroya a un afluente del Ucayali, obtuvo autorización legislativa para negociar con los tenedores de
bonos de la deuda externa la realización del mismo, dando a cambio 6 000 Hás. de terreno por cada
kilómetro de ferrocarril construido112. Este acuerdo fue formalizado en el contrato cancelatorio de la
deuda externa de enero de 1890, estableciéndose allí que los terrenos entregados serían distribuidos en
lotes con una extensión máxima de 300 000 Hás113, En cuanto al ferrocarril oriental el gobierno
resolvió lo siguiente: 1. el comité ingles de tenedores de bonos construiría dicha obra en un plazo de
tres años contados desde el día en que se iniciaban los trabajos; 2. los concesionarios quedaban
obligados a realizar los estudios necesarios para determinar el punto navegable; 3. conceder a los
tenedores de bonos o las empresas por ellos organizadas la propiedad completa del ferrocarril y de los
elementos de navegación que establecieran en los ríos del interior del país; 4. el gobierno cedía
gratuitamente a los tenedores de bonos, los terrenos estatales necesarios para construir el ferrocarril
obligándose a entregarles en plena propiedad 6 000 hectáreas de tierras baldíos por cada kilómetro de
ferrocarril construido; 5. los colonos que se asentaran en los terrenos cedidos no pagarían
contribuciones durante diez años, ya fuesen estas civiles, eclesiásticas o judiciales.114.
Hubo entonces muchas esperanzas en mejorar la economía mediante la integración de los
recursos naturales amazónicos a la nación peruana. Los publicistas del capital extranjero
aprovecharon la ocasión para construir un discurso donde los tenedores de bonos convertían al
ferrocarril en agente civilizador del oriente. No obstante, el contrato no daba al gobierno mayor
injerencia en la realización de estos propósitos, pues solo podía hacer recomendaciones generales115.
Aun antes de que los tenedores de bonos decidieran por donde llevarían este ferrocarril, numerosas

m Wolf, Luis y Carlos A. Pérez. “Comisión Especial del Departamento de Loreto”, p. 2.


112 Ley 23 de noviembre de 1889. Larraburre i Correa, Carlos, Colección de leyes, decretos,. T. 1, p. 384.
1,3 “Resolución Suprema del 18 de enero de 1890”, p. 386.
!l4 Solar. “Ferrocarril de la Oroya a las Montañas”, pp. 2-3.
115 Resolución Suprema, Larraburre i Correa, Carlos. Colección de leyes, decretos..., T. 1, p, 388.

70
propuestas comenzaron a circular. En abril de 1890, J.M. Vega plantea construir un ramal del
ferrocarril entre La Oroya a Huancayo para luego llevarlo hasta Pangoa, región montañosa de Junín
insuperable para la colonización, pues poseía un río navegable conectado con el Ucayali a través del
Tambo según observaciones de Antonio Raimondi, De esa manera, las colonias fundadas en
Pangoa tendría salida a Iquitos, Europa y EE.UU., pudiendo exportar sus productos en los vapores
peruanos que recorrían el Ucayali. Según Vega, el pueblo de Pangoa tenia como ventaja su
cercanía a las provincias de Jauja y Huancayo, grandes zonas civilizadas desde donde podía
organizarse la defensa contra los constantes ataques de los nativos. Para emprender la colonización
de esta zona, los tenedores de Bonos sólo debían alistar unos cuantos vapores para llegar al puerto
de Jesús María en las orillas del río Pangoa en su confluencia con el Perené. Más adelante, con el
objeto de dar mayores facilidades a la inmigración, resultaba conveniente tender un ramal hasta
dicho punto inmediatamente después de concluido la línea de La Oroya116.
Otros, en cambio, proponían llevar la línea férrea por la Pampa del Sacramento, El
Comercio haciendo referencia a esta inmensa llanura de 180 000 m2, destacaba su feraz suelo
apropiado para establecer un centro de colonización. Esta pampa, ubicada entre el pequeño ramal
de la cordillera que separa el río Pachitea de las vertientes del Aguaytia y Marañón, y la cordillera
que corría al oriente del río Huallaga hasta hallarse al este del Ucayali, podía albergar una vasta
población. Quienes objetaban la colonización de esta zona advertían sobre el elevado costo del
transporte de víveres, sin tomar en cuenta que la competencia entre productores, empresas de
transporte y la política protectora del gobierno permitiría rebajar los fletes abaratando las
mercancías. El diario limeño consideraba de suma importancia estudiar detenidamente las
condiciones geográficas para favorecer la aclimatación de la raza europea en esta región selvática.
Por lo demás, el éxito de esta colonia dependía de la construcción del ramal hasta la línea de la
Oroya, mediante el cual se pondría en contacto con la capital. Solo con esa línea podría conservarse
y estrechar los vínculos de nacionalidad en territorio tan lejano a la influencia peruana117. Según un
articulista anónimo las distancias entre las secciones del ferrocarril oriental eran las siguientes: 200
kms. del Callao a La Oroya: 32 kms. de La Oroya a Tarma: 70 kms. de Tarma a la Merced; 35 kms.
de La Merced al Cerro de la Sal; 66 kms. del Cerro de la Sal a Puerto Tucker, en línea recta (100
kms.); de Puerto Tucker a la Pampa de Sacramento 100 kms, en línea recta (150 kms.)118
Durante el segundo semestre de 1890, J.M. Vega continuó publicitando la ruta de Pangoa,
calificándola como la más importante región montañosa del centro. En ese sentido, anunciaba con
entusiasmo el arribo de ocho alemanes y un peruano a Huancayo dispuestos a emprender el camino
a Pangoa. Estas personas debían ser apoyadas por un ingeniero del Estado para realizar

M6Vega, J.M. "Montañas de Pangoa”, pp- 1»2.


1,7 “Editorial" (VIH), p. 2.
1IKF.B.O. “Colonización", pp. 4-5.
71
adecuadamente los estudios básicos para construir un camino carretero. Mientras se efectuaba el
citado estudio, el Ministerio de Gobierno estaba obligado a refaccionar el camino existente, ya fuese
destinando una partida de cinco mil soles, u ordenando a las comunidades y propietarios locales
realizar dicho trabajo conforme a los preceptos de la ley municipal. El gobierno no podía
abandonar a los citados expedicionarios y verlos fracasar por el mal estado de las vías de
comunicación frustrando indirectamente el surgimiento de una pequeña colonia, desalentando con
ello futuras expediciones119.
En noviembre de 1890, estas críticas dieron como resultado una ley ordenando la
construcción de varios caminos en la ruta de Tarma a La Merced y de La Merced hasta un punto
navegable en el río Pichis120. En marzo del 1891, el gobierno organiza una expedición con un
presupuesto de cinco mil soles para abrir un camino provisional de herradura entre San Luis de
Shuaro y Puerto Tuclcer, lugar donde el río Pichis era navegable121. De esa manera, quedaba
convalidado el criterio de que la comunicación de la capital con las áreas fluviales de las regiones
amazónicas por la vía de Chanchamayo era la que ofrecía mayores facilidades122. Empero, las
autoridades no habían reparado en que la construcción de caminos sin colonias estaba condenado a
perecer.
A fines de 1891, el corresponsal de El Comercio informaba sobre la apertura de un
camino entre Metraro y Asupizú, éste último uno de los más caudalosos ríos que formaban el
Pichis. Estos loables esfuerzos resultaban finalmente estériles, pues en menos de seis meses los
derrumbes y el exuberante crecimiento de la vegetación cubrían el camino provisional perdiéndose
así el trabajo y capital invertido sin ningún provecho. Colonias y caminos constituían un binomio
fundamental en la política colonizadora, pues:
"Si traemos colonias y las dejamos sin vía de comunicación, se morirán de hambre
o quedaran sin vigor para progresar. Sí hacemos caminos sin traer colonias, los
caminos acabarán por perderse (...) El camino da vida a la colonia, como la colonia
al camino”123.

Por ello, algunos analistas sugerían establecer un cordón de pequeños grupos de colonos a
lo largo de los nuevos caminos para comunicar entre si los puntos extremos de San Luis de Shuaro
y el Ucayali. Cuando menos se necesitaba fundar cuatro colonias en esta ruta, colocando 290
familias en las tres primeras y 40 en la última dada su ubicación extrema. De esa forma, las
familias de colonos beneficiadas con el camino se ocuparían de conservarlo con gran ahorro para el
fisco. Pero esta ruta no excluía la construcción de otras solicitadas insistentemente por diversos

1,9 Vega, J.M. “Montañas Amazónicas. Pangoa”, p. 3.


no Ley 27 de noviembre de 1890. Larraburre i Correa, Carlos. Colección de leyes, decretos ..., T. I, p. 348.
!2! “Dirección de Obras Públicas” (III), p. 215.
m Decreto Supremo 3 de marzo de 1891. Larraburre i Correa, Carlos. Colección de leyes, decretos., T. í, p. 350.
123 El Corresponsal, “Tarma” (II), pp. 1-2.

72
grupos regionales. Así, en. noviembre de 1891, una ley dispuso emprender la obra de un camino de
herradura entre Huánuco y un río navegable afluente del Amazonas124. Por su parte, los misioneros
continuaban presionando por la apertura del camino del Pichis, el mismo que estaba a cargo del
ingeniero Joaquín Capelo. Para ellos esta ruta era vital para conquistar el Gran Pajonal, y
administrar la región del Ucayali proyectándose sobre el propio río Amazonas. Los misioneros no
construían caminos debido a su escasez de recursos, por ello veían con buenos ojos los trabajos
viales del gobierno, pero consideraban indispensable colonizar las zonas recorridas para facilitar
víveres y refugio a los viajeros asegurando al mismo tiempo el buen estado de los caminos. En el
lugar donde fuese abierto el puerto convenía establecer una pequeña guarnición para seguridad del
comercio de subida y bajada, pues los belicosos Campas amenazaban constantemente a los colonos.
En setiembre de 1891, el padre Sala en carta dirigida al ingeniero Capelo, informaba sobre
el próximo arribo de 25 familias alemanas para colonizar el Mairo. El religioso estaba preocupado
porque estos colonos necesitarían la habilitación inmediata de Puerto Tucker para aprovisionarse de
víveres y herramientas, pues desde Iquitos y el Pozuzo resultaba muy difícil. Insistía, por ello, en
establecer una pequeña guarnición en el citado puerto y atraer a los caucheros, los cuales
aseguraban un fluido tráñco y numerosa población. Asimismo, trasladándose familias españolas a
Metraro (Perené) quedaban aseguradas las comunicaciones y el comercio entre los valle del Pichis y
Chanchamayo125.
Dos años después de haberse firmado el contrato con los tenedores de Bonos, casi no
había esperanza de que estos iniciaran la construcción del ferrocarril oriental. En diciembre de
1892, Felipe Barreda y Osma, miembro de la Sociedad Geográfica, criticaba la indecisión del
gobierno para lograr la realización de dicha obra. El citado analista había señalado anteriormente
los inconvenientes del trazo para construir un ferrocarril hacia Pasco según el proyecto oficial,
recomendando hacerlo por la ruta Chicla a La Oroya, y luego al Chanchamayo, buscando la
comunicación con los ríos navegables. Esta propuesta no encontró acogida en los círculos políticos
y prevaleció el funesto principio de diseminar por todo el Perú la construcción de kilómetros de
ferrocarril sin señalar las preferencias algunas. Barreda deploraba la vaguedad de la cláusula 13 del
citado contrato con los tenedores de bonos, porque repartía sin criterio alguno la construcción de
kilómetros de ferrocarril en todas las regiones del país, a sabiendas de que no había recursos
suficientes para terminarlos, y que en última instancia quedarían inconclusos como sucedió con los
ferrocarriles del decenio de 1870.
Sin duda, los tenedores de bonos aceptaron esta cláusula, pero nunca se propusieron
cumplirla, pues sólo les interesaba llevar el ferrocarril de La Oroya al Cerro de Pasco para explotar

124 Larraburre i Correa, Carlos. Colección de leyes, decretos ..., T, I, p. 352.


125 Sala, Gabriel. “Opinión del P. Sala sobre el camino al Pichis”, p. 2.

73
los minerales. Esta sección había sido contratada por £ 191 000, y representaba una inversión anual
progresiva de £ 16 000, las mismas que serían separadas de la subvención anual de £ 80 000 pagada
por el Estado peruano a los bonistas. El gobierno había cometido un craso error con este acuerdo,
pues con su propio dinero, es decir las subvenciones anuales, dejaba a criterio de los bonistas
construir 160 kms. de ferrocarril donde mejor Ies conviniera por no haber reservado su derecho a
intervenir en dicha decisión.
Para Barreda y Osma lo ideal era prolongar el ferrocarril central hasta la confluencia del
Paucartambo con el Chanchamayo, porque ese lugar actuaría como avanzada de la colonización. La
progresiva ocupación del espacio animaría un circuito mercantil indispensable para proyectar
nuevas ramificaciones a la línea principal. De igual forma, construyendo un camino de 20 kms.
podría accederse al punto donde el Perené era navegable dándole salida hacia el Amazonas a esta
colonia. Incluso mediante un sistema de tranvías, los pobladores llegarían en dos jomadas hasta los
cercanos puertos fluviales. Más adelante, cuando la región tuviese mayores se emprendería la
prolongación del ferrocarril hasta los mismos citados puertos. Barreda y Osma concluía
reconociendo que nada de esto era posible sin modificar antes la citada cláusula 13, hecho que
como sabemos nunca sucedió126127.
Ajeno a las sugerencias de los analistas sobre la conveniencia de proyectar una ruta
unificadora, el gobierno persistía en su política de impulsar caminos en diversas zonas de la selva
central. Así, en marzo de 1892, basándose en la propuesta de Carlos Gang, licita la apertura del
camino entre el Pozuzo y Maño’27. En cuanto al camino de Tarma a Chanchamayo, en julio del
mismo año, el ingeniero Enrique Silgado, en carta publicada en El Comercio expuso que si bien este
camino trató de construirse según los rectos principios de ingeniería aún no podía declararse
concluido, pues presentaba largos y angostos trechos en pésimo estado, los cuales en lugar de tener
nueve pies de ancho no llegaban ni siquiera a cuatro. En varios puntos, los derrumbes y la humedad
del terreno impedían el tránsito obligando a los viajeros a dar largas vueltas para retomar camino
bueno. Los colonos reclamaban constantemente su reparación, especialmente los inmigrantes
italianos allí establecidos.
Sucesivos decretos habían dispuesto la inversión de considerables sumas en esta obra.
Las últimas disposiciones además establecieron el cobro de un impuesto de 40 centavos sobre cada
arroba de ron exportada por ese camino a fin de costear los gastos de mantenimiento. Por dicho
concepto estaban recaudándose más de tres mil soles mensuales, dinero suficiente para mantener
expedito el camino, sin embargo, sucedía lo contrario. Ciertamente, los excesivos gastos
administrativos equivalentes a cinco sextas partes de las rentas, explicaban este problema. El

m Barreda y Osma, F. “Colonización y explotación de la Montaña”, p. 3.


127 Resolución Suprema 19 de abril de 1892. Larraburre i Correa, Carlos. Colección de leyes, decretos., T. I, p. 353.

74
gobierno con buenas intenciones se había propuesto transformar a cada uno de estos ramos en
administraciones autónomas e independientes de la prefectura departamental, la cual perdía de esa
manera su poder fiscalizador. Por causa de estas excesivas facultades dadas a las juntas
administradoras de los caminos, los trabajos eran lentos e ineficientes, pues ésta desconocía su
obligación de rendir cuentas sobre sus gestiones y la inversión de los fondos en la forma ordinaria y
prescrita por las leyes generales128.
En enero de 1896, descartada la posibilidad de que la Peruvian Corporation construyese
el ansiado ferrocarril oriental, el Presidente Nicolás de Piérola ordenó licitar la construcción de un
ferrocarril de La Oroya a La Merced ofreciéndose a la empresa constructora una cesión de hasta
30 000 Has. de tierras de montaña respetando las condiciones fijadas para estos casos en la ley del
26 de octubre de 18 88129130. A pesar de los fondos invertidos y las gestiones realizadas durante casi
diez años, los gobiernos anteriores no habían concluido los caminos de Tarma a Chanchamayo y
San Luis de Shuaro al Pichis. Aprovechando el desencanto por estas rutas, Benito Arana planteó
privilegiar los trabajos viales en la región fluvial del Mayro, con el fin de conectar las montañas de
Huanuco y el Pozuzo con la capital,
Benito Arana tenía una amplia experiencia en colonización amazónica, pues durante el
decenio de 1860 estuvo vinculado a Loreto. Posteriormente, tuvo el privilegio de comprobar la
navegabilidad de los ríos Ucayali, Pachítea y Palcazu, en su condición de jefe de una expedición
organizada en Iquitos. Por esa ruta logró arribar al puerto del Mayro en enero de 1867, al frente de
una flotilla integrada por los vapores nacionales Morona, Ñapo y Putumayo. Sin embargo, este
descubrimiento pasó desapercibido en los años siguientes, porque los exploradores continuaron
buscando nuevos afluentes del Ucayali aptos para la navegación a vapor. Por ello, entre 1871 y
1873, la Comisión Hidrográfica presidida por el Almirante J.R. Tucker exploró los ríos Tambo y
Pichis, pero no pudo penetrar en ellos con los vapores que estaban a su disposición, limitándose a
recorrerlos en canoas hasta donde le fue posible. Otras exploraciones menores fueron realizadas
aguas abajo del Pichis y el Perenó, afluentes del Tambo, con similar idéntico resultado con respecto
a la navegación a vapor. Con todo, existía entonces mucha gente contraria a la vía del Palcazu
patrocinada por Arana .
Hacia julio de 1896, Fray Bemardino Gonzáles en carta a Benito Arana, ponía énfasis en
la necesidad de proyectar los caminos hacia el punto navegable más apropiado de los afluentes del
Ucayali. Como entonces los debates no habían dilucidado esa cuestión, Gonzáles apoyándose en
las noticias recibidas sobre el ingreso de naves por el Palcazu hasta el punto denominado puerto del
Mayro, recomendaba al gobierno adoptarlo como ruta principal para conectarse la selva amazónica.

128 “El Camino de Tarma a Chanchamayo.”, p. 3.


529 Ley 18 de enero de 1896. Larraburre i Correa, Carlos. Colección de leyes, decretos .... T. I, p. 389.
130 Arana, Benito. “De Lima al Amazonas, Vía Mayro” (II), p. 2.
75
Sin duda, las preferencias del religioso provenían de la proximidad del territorio misionero de
San Luis de Shuaro con el Mayro, pues el viaje entre ambos puntos tomaba unos seis días a
través del río Chuchurras, distancia que podía acortarse más mejorando el camino, pues
presentaba menos accidentes que el conducente al Pichis'31.
Ese mismo mes, el capitán de fragata, José Sánchez
Lagomarsino, manifestó su apoyo a la ruta propuesta por Arana.
En igual sentido se pronunciaron otros prestigiosos marinos
como los señores Melitón Carvajal y Camilo Carrillo. En
opinión de Sánchez, desde la época colonial los jesuítas de las
Misiones del Ucayali transitaban por los ríos Pachitea, Palcazu
hasta llegar al Mayro, para luego atravesar el Pozuzo en
dirección a Huanuco. Ese camino fue el único conocido hasta

Capitán de fragata, José Sánchez


1874, cuando el ingeniero Arturo Wertheman inició las
Lagomarsino
exploraciones del río Tambo buscando una salida al Perené y el
valle de Chanchamayo, lo cual finalmente consiguió después de darse una inmensa vuelta.
Un año antes, el almirante Tucker había explorado el Pichis hasta las proximidades del Cerro
de la Sal y Chanchamayo, dejando situado en el citado río un puerto bautizado con su
nombre. Muchos trabajos emprendidos para construir una trocha entre Chanchamayo y dicho
puerto fracasaron reiteradamente. Por estas razones, y aun cuando algunos no querían
reconocerlo, el camino selvático más idóneo para llegar hasta Iquitos era el de Huanuco-
Pozuzo-Puerto Mayro. A juicio de Sánchez Lagomarsino, estableciendo dicha ruta podían
utilizarse como caminos complementarios en la selva norte los de Moyobamba-Yurimaguas y
Balsapuerto-Tarapoto, lo cual no significaba necesariamente abandonar la ruta del Pichis,
sino analizar con realismo sus evidentes limitaciones.
Similares problemas veía en el camino del Perené, dada su alejada posición de los
centros colonizadores. Los partidarios de la ruta Chanchamayo-Pichis por el Pachitea, y los
de la Chanchamayo-Perené por el Tambo demandarían grandes esfuerzos para conectar la red
de ríos navegables amazónicos con el resto del país venciendo las cordilleras. En la selva
sur, los cuzquefios habían puesto sus esperanzas en el Urubamba para salir al Amazonas, Su
ambicioso plan consistía en llevar un ferrocarril siguiendo el rio Camisea al rió afluente del
Urubamba, Purús, zona donde el gobierno había hecho concesiones en 1891 a una sociedad
colonizadora francesa131132.

131 Gonzáles, Fray Bernardino. “Benito Arana”, p. 2.


132 Sánchez Lagomarsino, J. “Benito Arana”, p. 2.

76
Por otro lado, Fray Tomás Hernández, Prefecto de las Misiones del Ucayali, en carta
enviada a Benito Arana expresaba su disconformidad tanto con la vía del Pichis como la del
Palcazu. El religioso decía haber visto el vapor Putumayo pasar apuros durante su
navegación del río Palcazo, mientras que en el Pichis apenas si había logrado ingresar. Con
respecto a la ruta terrestre, reconoció no haber transitado el camino del Pichis, pues la ruta
del Mayro parecía insuperable. Sin embargo, citando a fray José Marget, quien repetidas
veces anduvo por ambas rutas, calificó la vía del Pichis como pésima en comparación con la
del Mayro, debido a sus elevadas cuestas fatigosas para el viajero por las numerosas subidas
y bajadas133. En esta ocasión, el gobierno volvió a desatender estas observaciones, y de
manera sorprendente dictó Supremo Decreto el 4 de julio de 1896 autorizando la apertura de
un camino entre La Oroya, Chanchamayo y la hoya del Pichis, hasta llegar al punto
denominado Vuelta del Diablo, situado en el Alto Ucayali134.
En ese contexto, dos eran entonces las principales ideas respecto de la dirección que
debía tomar el camino a La Merced: unos planteaban conectar dicho colonia con La Oroya, y
otros hacerlo con la zona del Pachitea. En cuanto al primero, correspondía a la Peruvian
Corporation realizarlo, pero ella no tenía intenciones de hacerlo habiendo además expresado
que en caso fuese obligada llegaría sólo al Perené y no hasta un río navegable. Según esta
empresa, un ferrocarril de Lima a La Merced seria inútil porque dicha colonia contaba con la
ruta fluvial del Atlántico para exportar el café, siendo en estas condiciones disparatado
invertir millonarios capitales con el único propósito de trasladarlo hasta el Callao. Contratar
esta obra con otra empresa era imposible, pues quien se atreviera a construirla debería cobrar
altos fletes para recuperar su inversión, pues la Peruvian Corporation, controlaba el
ferrocarril de La Oroya a Lima y le impondría fuertes tarifas por el derecho de tránsito por su
vía. Los hacendados cafetaleros también estaban opuestos a conducir su producto hasta el
Pacífico, pues el cambio de temperatura proveniente del tránsito desde el cálido
Chanchamayo hasta el frío de La Oroya, punto donde el café podía quedar depositado ocho,
quince o veinte días antes de bajar la costa, provocaba su ingreso a Europa casi fermentado.
En esas condiciones, el café sufría una importante depreciación, cotizándose en 80 a 90
francos el costal de 59 kilos, mientras el café procedente de otros países oscilaba entre 110 a
120 francos.

133 Arana, Benito. “De Lima al Amazonas. Vía Mayro" {III), p. 3.


134 Clarete, íbrahim 2o. “La Nueva Expedición a la Montaña", p. 3.

77
Para los defensores de tender un ferrocarril entre La Merced y San Luis de Shuaro no
había obstáculo invencible. Contra quienes aseguraban la imposibilidad de transportar el material
ferroviario hasta la selva, ellos responden que los llevarían en buques de vela hasta Iquitos
colocándolos luego mediante remolcadores en San Luis de Shuaro desde donde comenzaría la obra.
Muchas colonias asentadas cerca de este punto, como Oxapampa, Sogomo, Orinaque, Metraro,
Perené, Paucartambo y las de los ríos Dolores y Colorado, apoyarían sin duda este proyecto, pues
resultaba más ventajoso pagar flete por 20 ó 22 leguas para sacar sus productos al Atlántico, que
hacerlo por 65 a 70 leguas, solo por exportarlos desde el Callao535.
Entre tanto, hacia 1897, cuando aún
no estaba terminado el camino al Pichis,
conocido también como camino Capelo, el
gobierno decidió declararlo expedito
inaugurándolo en ceremonia solemne con
asistencia de varios congresistas. Este asunto
terminó complicándose cuando el ingeniero
Carlos Pérez demuestra que el camino no
terminaba en el río Pichis, sino en uno de sus
afluentes. Frente a este hecho tragicómico,
un colaborador de El Comercio escribió
desde Tarma refiriéndose en términos
despectivos del “camino Capelo senda
bastante conocida por su historia ridicula”.
Las acusaciones contra Capelo eran
ciertamente graves, porque implicaban un
gigantesco fraude en contra de las
autoridades y la opinión pública. En tono
irónico, el referido analista se preguntaba por
Vía Central o de Capelo. Bemardino Izaguirre. Historia de
las Misiones Franciscanas.,., Tomo X, p. 330. qué la comitiva parlamentaria había avalado
la entrega al tráfico de un camino que no era tal por su mal estado, y además llamado
inadecuadamente llamado del Pichis, pues no llegaba a dicho río. Pero Capelo era sumamente
hábil, y siguiendo las indicaciones del ingeniero Pérez prolonga el camino hasta la unión de los ríos
Asupizú y Chivis, lugar donde nacía el Pichis estableciendo allí un puerto. Con motivo de las
asonadas federalistas loretanas ocurridas en mayo de 1896, Capelo creyó oportuno promocionar su
camino ofreciendo al gobierno conducir por allí una división, las cuales embarcándose en el Pichis135

135 C.H. “La Merced”, p. 3.


llegarían a Iquitos en un máximo de 30 días. El gobierno envío las tropas bajo el mando de los
coroneles Eduardo Jessup y Emilio Vizcarra, El coronel Jessup sufrió un tremendo descalabro en
esta zona, pues empleó tres meses en llegar con sus soldados hasta el río Azupizú, de donde vióse
obligado a regresar por falta de embarcaciones y víveres.
Por estas razones, el furibundo analista pedía al Ejecutivo someter al ingeniero Capelo a
consejo de Guerra, porque había desinformado a los militares provocando el fracaso parcial de
algunas operaciones militares de gran trascendencia para la nación. Nada de esto sucedió, pues
haciendo gala de sus buenas relaciones con el Presidente Piérola, Capelo descargó en el coronel
Jessup toda la responsabilidad del fracaso expedicionario. En aquella ocasión, fueron construidas
dos lanchas a vapor, las cuales fueron transportadas con mil sacrificios hasta San Luis de Shuaro,
pues el mal estado del camino Capelo consumió no solo todas las bestias de carga, sino la vida de
muchos soldados para finalmente después de tres meses echar una lancha en las aguas del Pichis
El camino Capelo había sido mal trazado, pues recoma terrenos flojos de rápido
desprendimiento por la pronunciada pendiente y la acción de las lluvias. Asimismo, la vegetación
de la alta montaña crecía constantemente cubriendo la senda, mientras los derrumbes formaban
enormes atolladeros, pues los cortes en los cerros cedían con facilidad debido al debilitamiento de
los mismos. Por esas razones, se necesitaba más gente y dinero en reparar el camino y conservar lo
avanzado, que en abrir nuevas sendas. Para el citado analista, los ingenieros eran forzados por
Capelo a conservar una gradiente inadecuada, para lo cual debían construir el camino por las altas
cumbres en vez de hacerlo a través de las quebradas. Otra de sus erradas instrucciones ordenó
llevar el camino hasta el punto donde comenzaban las correcciones introducidas por el ingeniero
Pérez, consumiendo más tiempo y trabajo del necesario si fuesen tomadas soluciones más prácticas.
El ingeniero Antonio Graña, obligado por Capelo a conservar la inadecuada gradiente, subía a
las alturas de la montaña haciendo extensas curvas hasta encontrar los nudos, es decir los puntos donde
se juntaban dos cadenas de cerros para formar una quebrada, pero no descendía por ella, sino que seguía
faldeando hasta encontrar la siguiente cadena montañosa. Como resultado de ese descabellado sistema,
dos puntos separados por una quebrada más o menos profunda de 800 metros en línea recta, terminaban
unidos mediante un enrevesado camino de tres o cuatro leguas (aproximadamente 16 kms,). En
resumen, Graña profundizó los errores de Capelo, yendo por las alturas de Eneñas donde no había
terrenos sólidos, sino un tejido de raíces cubierto por una ligera capa de humus. Por esa razón, en casi
dos años de obra realizó menos de la tercera parte de la distancia proyectada, previéndose un gasto
similar o mayor de tiempo para la sección pendiente, pues tendría más dificultades para proveerse de
víveres conforme se adentraba en la montaña. El ácido analista concluía calculando el costo de los
trabajos de Capelo en 40 000 soles, y de las obras fallantes en unos 100 000 soles'36.136

136 El Corresponsal Feliciano. “Tarma ”, p. 2,

79
■Cansados de esperar la culminación del camino Capelo, los hacendados de La Merced
resolvieron emprender por su cuenta un camino de herradura hacia Oxapampa, región que estaba
siendo explorada por la prefectura de Junín. Indiferente a estas iniciativas, el gobierno insistió en
culminar el camino Capelo contratando con Bedencio Castamán la construcción del tramo final de
20 kilómetros hasta la colonia de San Nicolás de Azupizú. En ese punto el camino empalmaba con
la sección construida por el ingeniero José María Recavarren entre los ríos Maranganí y Puchalini.
El contratista emplearía el sistema de vía angosta con un ancho mínimo de ocho metros,
obligándose a entregar la obra conforme al trazo y apto para el tráfico de bestias, el 28 de julio de
1897. El Estado otorgaba un adelanto de 8 000 soles para el inicio de las obras, designando al
mismo tiempo un ingeniero para vigilar permanentemente el avance de los trabajos y dar su
conformidad parcial debiendo finalmente autorizar la recepción definitiva del camino137.
Refutando las críticas contra el camino del Pichis, en agosto de 1897, Fray Gabriel Sala
envió desde Guayaquil una carta a su secretario privado, Adolfo Reyes, pidiéndole interceder a
nombre suyo con el Ministro de Fomento, Ricardo Flórez, y el propio Presidente, Nicolás de
Piérola, para que esta obra no fuese interrumpida a pesar de la presión ejercida en ese sentido por la
prensa limeña. Las principales objeciones formuladas en contra del citado camino eran las
siguientes: a) El alto costo de los trabajos; b) La presencia de atolladeros casi insalvables; c) La
excesiva longitud de la ruta; d) No estaba conectado en su extremo final con un punto fluvial
navegable. El padre Sala descalificaba estos reparos provenientes, en su opinión, de viajeros
inexpertos e ignorantes de las montañas. Según estas personas los vapores de gran calado nunca
ingresaban a Puerto Bennúdez, lo cual era falso porque durante la época de creciente navegaban
hasta allí sin dificultades, y sólo dejaban de hacerlo en tiempo de vaciante cuando era preferible el
uso de lanchas. En cuanto a las rutas terrestres, Sala consideraba irrealizable el camino del Perené a
Pangoa, criticando a aquellos los ingenieros de Estado, que con la simple contemplación del mapa
hidrográfico de la zona, y las relaciones imperfectas, exageradas y falsificadas de algunos viajeros
persistían en querer construirlo.
De acuerdo con sus observaciones, el camino del Perené recorría una ruta larga, abrupta y
poblada por belicosos nativos, armados y resueltos a no tener relación alguna jamás con los
colonos. El grupo más numeroso y violento de los llamados “chunchos” estaba asentado desde la
zona de Yurinaqui (La Merced) hacia abajo, y desde La Cascada hasta la confluencia de los ríos
Tambo y; Urubamba. En poco tiempo habían atacado y causado muchas muertes a colonias y
estaban dispuestos a sacarlas de la región. De otro lado, el espacio comprendido entre el río
Paucartambo y La Cascada pertenecía a la Peruvian Corporation, de modo que allí sólo podía
colonizarse pagando previamente un canon a dicha corporación. En esas condiciones, no tendría

137 “Camino definitivo al Pichis”, p. 2.

80
sentido abrir un camino de Paucartambo hasta Puerto Wertheman, porque estando despoblada la
zona no había tráfico para costear su mantenimiento. Sala veía con pesimismo el futuro de la
colonización en esta zona, pues os ingleses estaban conformes en Metraro y no tenían mayor apuro
en avanzar montaña adentro, mientras los peruanos y extranjeros no estaban interesados en
convertirse en inquilinos de la Peruvian Corporation, cuando podían conseguir terrenos libres y
fértiles en otras partes libres del acoso de los nativos.
La navegabilidad de los ríos Pachitea, Alto Ucayali y Tambo, constituyó otro tema en donde
no había consenso. Quienes solo habían navegado el Alto Ucayali y Tambo en tiempo de creciente,
afirmaban rotundamente la imposibilidad de hacerlo por el Pachitea, Pichis o Palcazo. En sentido
contrario, los viajeros de estos últimos ríos descartaban al Alto Ucayali y Tambo como vías fluviales.
Ambas opiniones estaban erradas porque provenían de gente con una visión parcial de la realidad.
Convenía entonces consultar con exploradores que hubiesen navegado estos ríos durante una misma
época, apreciando debidamente el caudal del agua y la fuerza de las correntadas, y su potencial
aprovechamiento por las canoas y lanchas a vapor. A criterio del padre Sala, un buen camino terrestre
y fluvial debía cumplir las siguientes condiciones: a) Conservarse abierto al tránsito, a pie o a caballo,
en tiempo de lluvias o de seca, b) el caudal del río debía tener una profundidad capaz de soportar la
navegación tanto en creciente como vaciante con lanchas del mismo calado. El religioso estaba
convencido de que el camino del Pichis cumplía estas dos condiciones, por tanto reclamó continuarlo
porque después de haberse gastado casi 150 000 soles en su construcción, y estando en vísperas de
concluirse consideraba un grave desatino dejarlo abandonado. En el mismo sentido, la búsqueda de
nuevas rutas solo ocasionaría una pérdida de tiempo dejando finalmente incomunicada a la región
amazónica con grave perjuicio a la soberanía nacional138.
A fines del siglo XIX, los alegatos de Sala en favor de la ruta del Pichis fueron asumidos
por el coronel Pedro Portillo, quien llegaría a desempeñarse como Prefecto de Loreto en 1901. Para
Portillo las rutas del Pichis y Perené debían culminarse por obligación patriótica, en tanto eran las
más adecuadas para unir Lima con el Amazonas.
Por esta época, faltaba muy poco para concluir el
camino del Pichis, el telégrafo funcionaba hasta
Puerto Bermúdez y los tambos o pascanas
establecidos en trechos convenientes prestaban
eficiente servicio a los viajeros. Asimismo, la

Puerto Berrrtíidez
presencia del Estado comenzaba a sentirse en la zona

boscosa regada por los ríos Azupizú, Mazarategui, Chivis, Pichis, Palcazu y Pachitea. Sólo faltaba
asegurar las comunicaciones, lo cual podía lograrse mediante la fabricación de dos lanchas a vapor

138 Sala, Fray Gabriel. “Via Central del Perú”, pp. 3-4.

81
con 80 pies de escala, 18 pulgadas de calado, dotadas con turbinas especiales para navegar en aguas
sucia durante el tiempo de las avenidas.
Portillo estaba interesado en estudiar la ruta del Tambo. Por
eso, emprendió una exploración para demostrar la navegabilidad de
dicho río. Sin embargo, en dicha oportunidad, cuando pasaba por la
colonia inglesa del Perene pudo recoger de la gente impresiones
favorables sobre la ruta fluvial del río del mismo nombre, y cierta
disconformidad con la del Pichis. Creyó así haber encontrado la mejor
alternativa vial para la Amazonia, por lo que propuso construir un camino

de 50 millas (aproximadamente 80 kms.) entre la zona colonizada y un puerto fluvial en el Perené. El


terreno cascajoso y con poca vegetación, a consecuencia de las emanaciones salinas, los escasos
riachuelos en el trayecto, y la abundante madera en la zona permitían realizar la obra con comodidad
Según los cálculos de Portillo, seguir el camino La Oroya-Perené-Íquitos tomaría unos 13 días repartidos
de la siguiente forma: un día de La Oroya a Tarma, dos días de Taima a Huacapistana, tres días de
Huacapistana a La Merced, cuatro días de La Merced a las colonias; dos días las colonias al puerto en el
Perené; tres días de este puerto hasta Masisea, y finalmente cuatro días de Masisea a Iquitos.
Para evitar conflictos, Portillo comenzó a promocionar entre las autoridades la ruta del
Perené sin descalificar la del Pichis, Destacando la fertilidad y exuberancia de las montañas del
Perené, Pangoa, Tambo y Ene, así como los inmensos pastizales del valioso triángulo del Pajonal, y
sobre todo la riqueza inexplorada de sus ricas salinas, sugirió al gobierno entenderse con los
representantes de la Peruvian Corporation, a fin de obtener su colaboración para la futura obra vial
cuyos beneficios llegarían a todos. El Estado, por su parte, enviando un batallón de zapadores
militares estaba en posibilidad de terminar el camino en seis meses.
El entusiasmo por la ruta del Perené no hizo olvidar a Portillo su predilección inicial por
la del Tambo, A su juicio, ese camino podía convertir al departamento de Ayacucho en uno de los
primeros de la República. Para ello bastaba con terminar los caminos locales anteriormente
trazados y establecer la navegación fluvial sin demora. Portillo estableció el siguiente itinerario
para recorrer en diez días la ruta Ayacucho-íquítos: un día de Ayacucho al no Tambo, un día del no
Tambo a Ayna: un día de Ayna a Puerto Bolognesi; un día de Puerto Bolognesi a la boca del
Perené; un día de la boca del Perene a Cumaria: un día de Cumaria a Masisea, cuatro días de
Masisea a Iquitos. Este camino fluvial daría salida hacia Brasil y Europa a los minerales, ganado,
lanas, aguardientes, arroz, azúcar, madera preciosas y demás productos de las montañas de Huanta y
La Mar, y las provincias vecinas de Lucanas, Cangallo, Andahuaylas, Angaraes y Tayacaja. De
igual forma, habría importantes rebajas en los precios de las mercancías extranjeras gracias a la

82
facilidad en las comunicaciones. Finalmente, la fluidez comercial favorecería el incremento de
las rentas aduaneras y la disminución del contrabando.
Existían varias fórmulas posibles para financiar estos caminos: a) empleando el
producto de las salinas del Pajonal: b) formando sociedad con la Peruvian Corporation; c)
solicitando el aporte de los mineros del Cerro de Pasco, a quienes favorecía la ruta
conectándolos con las montañas de Ulcumayo y Oxabamba, y d) destinando batallones de
zapadores militares para limpiar y nivelar los terrenos. El camino del Perené por su estratégica
ubicación facilitaba la colonización del Pajonal y la explotación de los bosques del río Unini,
afluente del Ucayali. y las montañas de Pangoa. Portillo recomendaba utilizar dos tipos de
ferrocarriles, uno a vapor entre La Oroya y las colonias del Perené, y otro eléctrico desde éstas
hasta el puerto fluvial sobre el río de igual nombre. Desde esta región saldrían nuevos
contingentes de colonos hacia las márgenes del Apurímac, Mantaro y Ene. El paso siguiente
sería llegar a la cuenca del Yurúa por el norte, y a los ríos Purús y Sepahua en el sur. En esos
lugares quedarían establecidas guarniciones militares para proteger las colonias y expediciones
atraídas por el caucho distribuido pródigamente en los inmensos bosques de los ríos
, . 139
amazónicos peruanos .
En el caso de la Amazonia sur, los empresarios agrícolas y mineros movieron la
frontera colonizadora hacia las cuencas selváticas del Cuzco, Madre de Dios y Puno. En 1888
fue inaugurada la primera sección del camino Macusani - Ollaechea en el oriente puneño con
una extensión de diez leguas (aproximadamente 40 kms.). La Junta provincial estaba satisfecha
con la nueva ruta, porque ofrecía mayor seguridad a los viajeros ahorrándoles 13 leguas de
viaje con respecto a la anterior, permitiendo además el restablecimiento de la agricultura en sus
vastos y fértiles terrenos con cultivos de café, coca, caña de azúcar, así como la extracción de
productos naturales como la cascarilla, goma y maderas de superior calidad. Estas riquezas
darían origen a potenciales industrias para la prosperidad de los colonos y el Estado. Empero
la zona comprendida entre Urunhuasi y San Gaban contenía iguales o mayores riquezas, pero
no podían aprovecharse porque faltaba construir otras ocho y media leguas de camino. Por
ello, las autoridades locales acordaron solicitar la protección del Congreso y Ejecutivo para
efectuarla139140. Más tarde, durante el decenio de 1890, las sociedades mineras abrirían caminos
en la provincia de Carabaya. En 1894, por ejemplo, la Sociedad Chunchusmayo comunicó a la
prefectura departamental haber abierto un camino de doce leguas hacia Pucaramayo a fin de
continuar sus explotaciones auríferas141

139 Portillo, Pedro. Las montañas de Ayacuchoylos ríos Apurímac, Mantaro..., p. 136.
M0 Delgado, Germán y otros. “Camino a ínanvarí”, p. 4.
Ml Hudtwal, L.R. “Sociedad Chunchusmayo”, p. 2.

83
Años antes, en julio de 1887, el Subprefecto
de Urubamba, coronel José Manuel Pereira,
comunicaba la formación en dicha ciudad de una
sociedad llamada "Protección Mutua", cuyo propósito
era abrir un camino entre la capital de la provincia y el
pueblo oriental de Lares, atravesando luego el paso de
Yantili, y el pongo de Mainiqui hasta llegar a las
pampas del Sacramento donde podían navegar el
Ucayali desembocando el Amazonas hasta el Atlántico.
Pereira destacaba la fertilidad de los suelos
urubambinos, lamentando al mismo tiempo la baja
densidad demográfica. De acuerdo con sus datos, la
provincia de Urubamba tenía 15 000 habitantes repartidos en una extensión de 194 leguas
cuadradas, resultando en promedio 77 pobladores por cada legua cuadrada. Esta carencia de brazos
unida a su excelente posición en la entrada de las inexploradas montañas de las provincias de La
Convención, Calca y Quispicnachis, la convertían en un lugar insuperable para despertar el
entusiasmo de los colonos. Con respecto a las comunicaciones, el río Urubamba o Santa Ana, a
excepción de las zonas adyacentes al pongo de Mainiqui, era navegable en casi toda su extensión
dividiendo la provincia en dos secciones iguales. Pereira anhelaba vincular su provincia con el río
Ucayali para atraer capitales e inmigrantes del extranjero por la ruta del Atlántico. Al respecto,
solicitaba al gobierno el envío de hachas, picos, palos, martillos y otras herramientas para
emprender trabajos exploratorios en la montaña142. Este pedido fue atendido una década después,
cuando el 25 de setiembre de 1898 el gobierno designa un fondo de 14 000 soles para ejecutar los
estudios de una vía entre el Cuzco y los ríos Urubamba y Madre de Dios.
Ese mismo año, el Diputado Federico Ríos propuso fundar una sociedad llamada
“Sindicato Sthuaniro” con el fin de construir caminos en las montañas del Urubamba. El objetivo
principal consistía en abrir una vía fluvial hacía el Atlántico desde el Cuzco, para así librar al
comercio nacional de la tutela ejercida por las rutas marítimas del Estrecho de Magallanes y
Panamá. Ríos repetía el mismo discurso grandilocuente de Pereira sobre las riquezas de Urubamba
y su futuro papel como puente comercial entre las importaciones europeas y las exportaciones
nacionales. Del mismo modo, reclamaba el establecimiento de un camino de 30 leguas entre el
Cuzco y las montañas de Urubamba, y luego otro mayor y complementario desde la hoya del Madre
de Dios hasta el Ucayali. Con ello se impediría la constante fuga del caucho hacia territorio
boliviano con el propósito de evadir el pago de impuestos.

142 “Editorial” (¡II), p. 2.

84
Finalmente, en diciembre de 1898, el gobierno contrata con Domingo Lima y Ricardo
Conroy la construcción de un camino de herradura y un ferrocarril de vía angosta entre los ríos
Yurúa y Tamaya.

2.2 VIAJES Y EXPLORACIONES EN LAS MONTAÑAS


En las décadas finales del siglo XIX, los viajes y exploraciones profundizaron los conocimientos del
espacio amazónico formulados por sus antecesores en los decenios de 1860 y 1870. En la selva norte,
cuatro eran los principales ríos: Amazonas, Ucayali, Marafión y Huallaga, cuya navegabilidad de día y
noche y durante todas las estaciones del año ya había sido comprobada reiteradamente. Los cálculos
de aquella época le asignaban al Amazonas peruano una longitud de 400 millas, desde su origen hasta
el punto donde se encontraba con el Yavarí, zona donde comenzaba la frontera con Brasil, El
Marañón se extendía por casi 600 millas desde su origen en la laguna de Lauricocha hasta su unión
con el Nauta para formar el Ucayali, siendo navegable hasta el pueblo de Borja situado al pie del
Pongo de Manseriche. El río Huallaga tenía una longitud de 150 millas y podía recorrerse fácilmente
hasta el punto llamado Quillucaca junto al Pongo de Aguirre. Finalmente, el Ucayali surgido de la
confluencia de los ríos Tambo y Urubamba, podía navegarse a lo largo de sus 1 000 millas de
extensión. Había además otra docena de ríos, cuya extensión navegable podemos apreciar en el
siguiente cuadro. En toda la cuenca nororiental peruana existía unas 4 500 millas de camino fluvial
factibles de abrirse a los vapores del mundo, los cuales recorriendo dichos territorios difundirían sus
potenciales y las leyes liberales dadas para su colonización. Existían además otros 40 pequeños ríos
de menor caudal que podían recorrerse en ciertas estaciones del año empleando naves más ligeras.

Navegabilidad de los rios en millas143

Río Yavarí navegable 475 millas


Ñapo id, más o menos 400
Nanay id. id, 100
Pastasa Id. Id, 250
Morona Id. Id. 300
Aípena Id. Id. 80
Cahuapanas Id. Id. 90
Potro Id. Id, 150
Apaga Id, Id. 60
Tigre Id. Id. 154
Tambo Id. Id. 200
Pachitea Id. Id. 100

143 “Conferencia dada en la Sociedad Geográfica de Lima,. pp. 1-4.


85
Mapa de ia región hidrográfica del amazonas peruano. Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, Tomo V, N° 10» II y 12, 1896, s/p.
Los ríos amazónicos daban vida a cientos de ciudades, pueblos, caseríos y fundos rústicos,
estos últimos surgidos inicialmente para el cultivo de la caña de azúcar, fueron posteriormente
desplazados por las casas comerciales extranjeras dedicadas a la habilitación de los patrones durante el
boom del caucho. Con respecto a la navegación fluvial, el coronel Samuel Palacios y Mendiburu,
advertía que ella no estaba sujeta como la marítima a los principios de la ciencia náutica. En los ríos
amazónicos de nada servían el compás o el sextante, pues los canales que les servían de lecho sufrían
bruscos cambios topográficos. Las tierras de aluvión de las orillas eran fácilmente arrastradas por las
aguas, provocando constantes cambios de rumbo en los canales navegables. Por ello, cada año los
ríos formaban nuevos canales, no quedando de los anteriores sino los bajos convertidos en islas. Estas
últimas terminaban dividiendo los ríos en varios brazos transformados más tarde en canales que solo
podían navegar pilotos con mucha habilidad y conocimiento de las rutas.
En los ríos orientales las naves estaban expuestas a dos clases de accidentes: vararse en un
banco de arena, o tropezar con el extremo de un tronco clavado en el cauce del río y oculto bajo la
superficie del agua. En el primer caso, la nave era liberada con hábiles maniobras o esperando la
creciente del río. En el segundo, el daño debía repararse y cuando no era posible no quedaba más
remedio que dirigirse a la orilla para desembarcas los pasajeros y la carga. Para evitar estos
accidentes las empresas navieras buscaban el auxilio de buenos prácticos. Las naves a vapor no se
afectaban con las tempestades, vientos, derrumbes de tierras en las riberas, o los troncos flotantes,
en cambio, las canoas o lanchas menores si estaban expuestas a zozobrar incluso con pequeñas
turbonadas, que era el nombre con que los lugareños conocían a las tempestades tropicales.
El movimiento civilizador de Iquitos había comenzado en 1863, cuando una comisión de
marinos enviada allí por el gobierno, designó a dicho puerto como Apostadero fluvial. Sin
embargo, la elección del punto no fue afortunada, pues equivocadamente se eligió como asiento
portuario un lugar lejano del gran caudal amazónico, por lo cual durante cinco meses del año
quedaba sin el nivel de agua requerido para embarcaciones de calado mayor a un metro de
profundidad. El gobierno compro en dicha época, parte de los terrenos que posteriormente
formaron Iquitos, edificando sobre ellos locales administrativos y la factoría. Más tarde, gastando
fuertes cantidades se promovió la inmigración para colonizar la zona y realizar nuevas
exploraciones con la flotilla de vapores nacionales integrada por las naves Ñapo, Putumayo,
Morona y el Pastaza. De esa manera, Iquitos comenzó a transformarse de miserable ranchería en un
puerto fluvial.
En aquel tiempo, el número de empleados públicos era elevado, y la guarnición fue puesta
bajo el mando del mayor Remigio Morales Beimúdez, quien sería años después Presidente de la
República. Los operarios ingleses contratados para levantar la factoría recibían un estipendio diario
de una o dos libras esterlinas. En Mainas se gastaba, según la información oficial, cantidades
importantes de los fondos provenientes del guano de las Islas de Chincha. Posteriormente, cuando
87
sobreviene la crisis financiera y la bancarrota fiscal en el decenio de 1870, Iquitos entra en franca
decadencia terminándose el ficticio progreso de los años anteriores que había costado a la nación
varios millones de soles. La carencia de circulante en este puerto fluvial debilitó la administración
pública, pues el retraso en el pago de sueldos produjo el abandono de sus cargos por los empleados
estatales y contratistas ingleses, así como la migración de los pocos colonos establecidos.
En pocos años, Iquitos fue convertido en pueblo fantasma. Las casas no tenían valor
alguno, y se ofrecía entregarlas gratis a quienes se atrevieran a vivir en la zona. La vegetación
invadió las calles, y en ciertos sectores quedaron convertidas en tupidos bosques. Los vapores
fueron vendidos a vil precio en 1878, y el servicio de transporte fluvial quedó casi paralizado. En
ese contexto, Iquitos estaba condenado a desaparecer, pero el descubrimiento del caucho dio origen
a un vigoroso movimiento de recuperación económica. Las primeras “cosechas” fueron enviadas al
Brasil en donde se vendieron a buen precio. Este hecho despertó la codicia en numerosos
aventureros nacionales y extranjeros, los cuales se lanzaron a las cuencas orientales en busca de
bosques de caucho encontrándolos en abundancia muy cerca de las orillas de los ríos. La expansión
de esta providencial industria dio vida propia a la región amazónica norte, librando a Loreto de la
tutela económica del gobierno central. Este proceso comenzó precisamente cuando el país
ingresaba a la infausta Guerra del Pacífico. Desde entonces, Iquitos se convierte en centro de un
circuito económico vinculado al Brasil y el Atlántico, distribuyendo los ingresos del caucho por
varias provincias selváticas. La concentración del comercio y las oleadas migratorias en Iquitos
crearon las condiciones para desplazar al antiguo centro colonial de Moyobamba, convirtiéndose así
en la capital política no sólo de Loreto, sino de toda la región amazónica144”.
Desde el punto de vista geopolítico, el caucho no fortaleció los vínculos de la selva norte con el
resto del país, porque dio origen a un eje vial orientado hacia el Atlántico, continuando la incomunicación
con la siena y litoral peruanos. Como hemos señalado la navegación fluvial peruana había colapsado hacia
1877. En dicho año, los vapores fueron entregados a una compañía privada bajo el compromiso de
sostener el trafico por los ríos con bandera nacional, recibiendo una subvención estatal para el
mantenimiento de los vapores "Morona", "Pastaza", "Ñapo”, Putumayo" y la lancha "Mayro". Los
empresarios incumplieron sus obligaciones y los vapores terminaron convertidos en chatarra. El caos
administrativo dio espacio para el saqueo de los bienes públicos. La venta ilegal de terrenos del Estado
usados como almacenes, y la destrucción de máquinas en la factoría, caldería y herrería de Iquitos eran el
crudo reflejo de la anarquía reinante en el manejo de los recursos públicos en dicha ciudad145.
El movimiento mercantil animado por el caucho no encontró en Loreto la infraestructura
administrativa y medios de comunicación adecuados para impulsar un desarrollo económico

iAAP.D.L. “Loreto” (I), p. 3.


M5 “Situación de Loreto”, pp. 3-4.

88
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I t i n e r a r io d ú P a c ific o a l A t l á n t i c o

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D e U rn a a Chirla 30 1 día Ferrocarril actual
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Navegavilídad de los ríos orientales peruanos en el eje vial orientado hacia el Atlántico, 1889. Carlos Fry.
La gran región de ios bosques o ríospemanos navegables..,, s/p.
sostenido. Durante el decenio de 1890, el servicio de vapores y lanchas estaba monopolizado por
empresarios brasileños y particulares, quienes obtenían pingües ganancias con el tráfico mercantil
como puede comprobarse revisando los manifiestos de entrada y salida de vapores del semanario El
Amazonas146. Como ejemplo citaremos los registros navieros de Iquitos en el mes de enero de
1893. Allí figura el ingreso de las siguientes naves; la lancha particular Bermúdez procedente del
Ucayali, la lancha Río Negro de propiedad de los señores Mourrailli, Hernández y Cía. procedente
del Yavarí, el vapor particular Hernán de propiedad de los señores Wesche y Cia. procedente del
Ucayali. A su vez, salieron del puerto el vapor brasileño Sabia de los señores Jennings y Cabral
con destino al Pará; la lancha particular Bermúdez rumbo al Ñapo llevando a bordo varios
caucheros, entre ellos los hermanos Romagnolli y Monzón; la lancha particular Samarla de Manuel
Reátegui con destino a Parinari, la lancha Loreto de Clemente Peña con destino al Yavarí, y la
lancha Rio Tigre de Anselmo del Águila con dirección a San Regis.
La economía de Iquitos no estaba sustentada en actividades agropecuarias o industriales,
sino en la concurrencia de capitales migrantes a la Amazonia para la explotación de gomas
elásticas. La falsa prosperidad animaba el comercio en las cuencas orientales introduciendo a
precios elevados mercancías extranjeras, recibiendo al mismo tiempo los productos regionales como
los sombreros y café de Moyobamba, los fríjoles, tabaco, ganado vacuno, aguardiente y un jebe de
Tarapoto, Saposoa y Yurimaguas; y el caucho y aguardiente de los ríos Amazonas, Marañón,
Ucayali, Morona, Pastaza, Tigre y Ñapo. Solo la cuenca del Yavarí se mantenía fuera de la
influencia de Iquitos, debido a su cercanía con los pueblos brasileños y los grandes volúmenes de
caucho extraídos de sus bosques. Ciertamente, los únicos artículos con fuerte demanda eran el jebe
y el caucho, mientras el resto de productos estaba sujeto a la especulación de los compradores
siempre dispuestos a pagar los precios más bajos posibles. Por el contrario, los caucheros no
necesitaban transportar su producto a los mercados regionales, porque las casas comerciales
enviaban hasta sus tierras vapores especialmente fletados para comprar allí con dinero y mercancías
la valiosa resina vegetal. En el decenio de 1890, las principales casas comerciales asentadas en
Iquitos eran las de Weiche y Cia, Mourrailli, Hernández y Cía, Morey y Águila, Kahn hermanos,
Marius y Levy y Pinto hermanos. Todas ellas trabajaban con capitales mayores a los 100 mil soles,
sobresaliendo largamente la casa alemana Weiche y Cia., capaz de movilizar hasta un millón de
soles. Estas casas y otras menores controlaban las exportaciones loretanas de caucho y otros
productos regionales. Pocos productores estaban en capacidad de enviar sus artículos directamente
al Pará o los Estados Unidos de Norteamérica.
Estas casas comerciales cumplían funciones de banco de habilitación para los caucheros o
siringueros. Ellos abrían cuentas especiales para mantener disponibilidad de fondos o efectuar

146 “Loreto, El Registro Oficial de Iquitos”, p. 3.

90
compras de materiales al crédito. En estas operaciones poco importaba la nacionalidad o
antecedentes de los patrones, siempre que estos poseyeran grandes extensiones de bosques
caucheros. En 1891 el coronel Samuel Palacios y Mendiburu quedó asombrado por la enorme
evasión fiscal imperante en Iquitos. Revisando los derechos de Aduana cobrados en dicho año,
consideraba absurda haber obtenido una recaudación de 213 mil soles recaudados, 139 mil por
importaciones y 73 mil por exportaciones, cuando el valor de los víveres y mercancías
importados de Brasil no bajaba de 3 millones de soles, y las exportaciones de caucho llegaban a
casi 4 millones de soles.
Sin duda, la Aduana de Iquitos, fundada en 1881 por el Prefecto Tadeo Terry, no
estaba cumpliendo sus funciones. Fue enviado entonces en visita fiscal el señor Idiáquez, quien
después de constatar varias anomalías en la gestión administrativa del señor Conroy recomendó
su destitución. Entre los principales desfalcadores del Estado se encontraban los caucheros,
quienes prácticamente exportaban su producto pagando mínimos impuestos fiscales. Este
delito fue descubierto cuando el Presidente del estado brasileño de Manaos, declaró haber
recibido en ese puerto solo durante el primer semestre de 1893, unos 848 437 kilos de goma
elástica de procedencia peruana, mientras los registros aduaneros de Iquitos para ese mismo
período solo contaban 558 751 kilos de goma embarcada. Sin embargo, el principal centro de
evasiones estaba en la parte peruana de la cuenca del Yavarí. Las autoridades conociendo ese
hecho evitaban enfrentarse al poder de los caucheros, pues carecían de medios coactivos para
hacer cumplir la ley.
Ciertamente, nadie sabía con exactitud cuánto recaudaba la Aduana de Iquitos.
Incluso hubo ocasiones en que paralelamente se manejaban dos o tres registros. Esta
irregularidad fue puesta en evidencia por los redactores de El Amazonas, semanario político,
comercial y noticioso de dicha ciudad, recordando cómo en setiembre de 1893 las autoridades
aduaneras dijeron al diario El Registro Oficial de Iquitos haber recaudado 56 729,08 soles en
dicho mes, mientras a ellos les aseguraron no haber cobrado sino 20 119.6, soles. Una
particularidad de Iquitos era su condición de ciudad de transito, por lo cual aunque recibía
muchos viajeros, muy pocos arraigaban en su suelo. Durante 1893, un año de mediano
movimiento fluvial, fue registrado el arribo de 132 embarcaciones con un total de 2 667
tripulantes, y la salida de otras 137 con una tripulación de 2 758 hombres. En esta vorágine de
naves y personas en tránsito permanente la carestía de víveres y productos no podía evitarse, a
pesar de que el Estado había exonerado de impuestos a varios de ellos.
En la selva central, diversas y sucesivas exploraciones señalaron una serie de rutas en
dirección al Ucayali. Quienes se internaban en estas montañas pretendían encontrar las zonas
más apropiadas para establecer colonias, construir caminos locales y fundar puertos fluviales con

91
salida al Amazonas para frenar el incontenible avance de los
brasileños en el oriente peruano. Los exploradores, particulares
u oficiales, estaban conscientes de que ese objetivo no podría
lograrse sin antes definir rutas transversales entre puertos
costeros, ciudades andinas y regiones montañosas. En la
posguerra del Pacífico el Estado carecía de fondos para
financiar grandes exploraciones como lo había hecho durante el
decenio de 1870. Este vacío fue cubierto por el esfuerzo de
viajeros, los cuales continuaron los trabajos iniciados por sus
antecesores. Así, durante 1883 y 1884, José Samanez y Ocampo explora los ríos Apurímac, Ene,
Tambo y Ucayali. Entre 1886 y 1889, Carlos Fry hace lo propio en los ríos Urubamba, Ucayali,
Amazonas, Pachitea y Palcazu, y finalmente en 1896, el coronel Pedro Portillo recorre las montañas
de Ayacucho y los ríos Apurímac, Mantaro, Ene, Perene, Tambo y el Alto Ucayali. Convencidos
los gobiernos de que no era conveniente distribuir las escasas partidas fiscales en numerosos frentes
orientales, decidieron auspiciar las exploraciones dirigidas hacia la selva central, poniendo especial
atención en construir circuitos viales tanto entre las colonias del Chanchamayo, Pichis, Pozuzo y
Sari Luis de Shuaro, como entre éstas y el río Amazonas.
De acuerdo con este objetivo, en junio de 1887, el gobierno de Andrés Cáceres encargó al
teniente coronel Manuel María Chavarri asociarse con el padre Sala para explorar juntos una vía
que comunicara el pueblo de La Merced con uno de los afluentes del Amazonas147. Dos años
después, en 1889, los ingenieros Luis Wolff y Carlos Pérez fueron enviados a explorar las montañas
de Chanchamayo y los ríos Pichis y Ucayali. En 1891, los ingenieros Joaquín Capelo y Carlos
Pérez iniciaron los trabajos para la apertura y construcción del camino al río Pichis. Al año
siguiente, el ingeniero Pérez emprende una expedición desde el río Azupizú hasta la confluencia de
los ríos Pichis y Palcazu, y luego en 1893 realiza un viaje desde Lima a Iquitos por la vía del Pichis.
Hacia julio de 1896, el padre Sala recibe comisión para reconocer el Alto Ucayali. Más tarde, en
mayo de 1897, el ingeniero Enrique Silgado relevó al religioso en las exploraciones de esta zona,
mientras el marino Roberto Suárez y el ingeniero Julio A. Morales recibieron el encargo de realizar
un viaje exploratorio entre Iquitos y el Pichis a bordo de la lancha de guerra “Amazonas”.
Las autoridades loretanas, dentro de sus limitaciones, también participaron en estas
exploraciones. En agosto de 1889, el Prefecto y Comandante General del departamento de Loreto,
Samuel Palacios, envió desde el puerto fluvial de Chuchurras una carta a la Dirección General del
Ministerio de Gobierno, manifestando que aunque la navegabilidad del Palcazu en dirección al río

147 “Sección de Obras Públicas”, p. 156.

92
C O N fr íiN a O N B S

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Mapa de los ríos Apunmac, Ene, Tambo, Ucayali y Urubamba explorados por José Samanes y Ocampo en 1883 y 1884 José Samanez.
Exploraciones de los ríos peruanos..., p. 42
Pachítea presentaba ciertas deficiencias, era superior a otras vías propuestas en la selva norte como la
de Moyobamba a Balsapuerto. A su juicio, construyendo un camino de herradura entre San Luis de
Shuaro y Tingo María y de allí al citado puerto fluvial estaría resuelto el problema de la comunicación
con los ríos Ucayali y Amazonas. Para comprobar estas afirmaciones y determinar cual de las dos
vías, la del Pichis o la del Palcazu, tenían mayores facilidades para conectar el departamento de Junín
con los ríos navegables de la cercana cuenca oriental, fue enviada por la ruta de San Luis de Shuaro-
Pichis una comisión compuesta por el ingeniero Luis Wolf, el oficial de marina, Carlos Barandiarán,
el mayor de guardias Juan E. Barreto, tres prácticos y cuatro nativos cargueros.
En el informe enviado por los comisionados al Prefecto de Loreto, Samuel Palacios,
fueron establecidas cuatro posibles rutas entre el pueblo de La Oroya y un punto de la región fluvial
en donde podía comenzar la navegación a vapor en todas las estaciones del año. Dichas rutas eran:
1. La del río Perené, 2. La del río Pichis, 3. La del río Chuchurras, y 4. La del río Mairo. De ellas,
la más corta era la del río Pichis, empero la del río Chuchurras parecía la más conveniente porque
recorría montañas libres de todo peligro, provistas de abundantes recursos y susceptibles de ofrecer
al viajero todas las comodidades que estuviese resuelto a costear148.
Por estas razones, Pérez y Wolff recomendaron al gobierno
adoptar la vía de Chuchurras. Sin embargo, el explorador Carlos Fry
había sugerido solo un año antes preferir las rutas del Pichis y Palcazu,
las cuales además finalmente terminaban dando salida al río Pachitea,
que era navegable durante todo el ano. Asimismo, construyendo desde
Pasco dos caminos hacia los citados ríos convenía dejar a los viajeros en
libertad de elegir aquel que le resultara más conveniente. Fry estableció
itinerarios para ambos caminos. El de Lima-Palcazu tenía una longitud
de 90 leguas, tomaba nueve días recorrerla y podía dividirse en los siguiente tramos: 30 leguas de camino
ferroviario entre Lima y Chicla; 25 leguas de camino de herradura entre Chicla y Cerro de Pasco; 9 leguas
de camino de herradura entre Cerro de Pasco y el pueblo de Huachón; 14 leguas de camino de herradura
entre Huachón y Tingo en el valle de Huancabamba; 6 leguas de camino de herradura entre Tingo y
Cajompata; y finalmente 6 leguas de senda salvaje entre Cajompata y Chuchurras. En este camino faltaban
construir unas 12 leguas para declararlo expedito. El camino Lima-Pichis tenía una longitud de 84 leguas,
podía transitarse en 9 días y estaba repartido en las siguientes secciones: 30 leguas de camino ferroviario
entre Lima y Chicla; 8 leguas de camino de herradura entre Chicla y La Oroya: 10 leguas de camino de
herradura entre La Oroya y Tarma; 12 leguas de camino de herradura entre Tanna y el Convento de
Ocopa; 12 leguas de senda salvaje entre el citado Convento y el Cerro de la Sal, 12 leguas de senda salvaje
entre el Cerro de la Sal y el punto navegable del Pichis.

148 Palacios, Samuel. “Exploraciones de las montañas” (II), p. 5.

94
Mapa de los caminos sugeridos por el explorador Carlos Fry, Carlos Fry. La gran región del bosque..., s/p.
Como estas dos rutas coman paralelas podían unirse a la altura de Tingo en el caso del
Palcazu, y a la del Convento en el caso del Pichis, De esa manera, quienes viajaban desde Lima a las
montañas tendrían la opción de subir por una ruta y bajar por otra, recorriendo sucesivamente Cerro de
Pasco y Tarma. Asimismo, Fry propuso abrir una nueva vía del Pichis hasta el río Unini asegurando de
ese modo una salida a las cabeceras del Alto Ucayali. Cuando ese tramo estuviese concluido la distancia
entre Lima y Ucayali sería reducida a 14 días de viaje por un inmenso y feraz territorio limitado por los
ríos Ucayali y Pachitea. Para formar una gran red ñu vial era necesario construir otros caminos para
comunicar la selva central con Ayacucho, en donde corrían los ríos navegables Apurímac y Ene,
especialmente este último que reuniéndose con el Perené daba origen al Tambo149.
Estos ríos habían sido explorados entre 1883 y 1884 por José Benigno Samanez y
Ocampo. En dicha época aún estaban libres de la nefasta influencia de los caucheros ucayalinos,
quienes no entraban a esta zona por temor a los Campas, y no porque ofreciera obstáculos
materiales para la navegación a vapor, pues los ríos tenían suficiente caudal en casi toda su
extensión. En su diario de viaje, Samanez y Ocampo, quiso despejar el infundado miedo por los
Campas del Ene y Tambo, pues ellos no eran hostiles a los viajeros o colonos que navegaban de
bajada, sino tan solo contra aquellos provenientes del Ucayali, y tenían fundadas razones para
hacerlo porque los caucheros armaban partidas de Piros y Conibos lanzándolos en correrías contra
los Campas para secuestrarles sus mujeres e hijos. En su opinión, abriendo un camino de la ciudad
de Ayacucho a sus montañas inmediatas muchos inmigrantes tendrían facilidades para instalarse en
las cuencas del Ene y Tambo, sirviendo como puente para el comercio de recursos naturales
procedentes del Ucayali, como el caucho, cera y zarzaparrilla, y los productos agropecuarios
ayacuchanos, como el ganado, trigo, papas y otros.
Samanez y Ocampo también había contemplado dos rutas para darle salida al oriente al
departamento de Ayacucho. La primera conectaba Ayacucho con un puerto navegable en el Ene,
tenía una longitud de 28 leguas, demandaba tres días recorrerla y estaba dividida en los siguientes
tramos: 12 leguas de camino provincial entre Ayacucho y Ninabamba; 12 leguas de camino de
herradura entre Ninabamba y Acón; 4 leguas de camino de herradura entre Acón y Puerto
Bolognesí, lugar donde se unían el Mantaro con el Apurímac para formar el Ene. La otra ruta de 78
leguas se orientaba hacia el Ucayali, tomaba cuatro días transitarla y presentaba las siguientes
secciones: 26 leguas de navegación fluvial por el Ene entre Ayacucho y la boca del Cachingari; 22
leguas de navegación fluvial por el Ene entre Cashingarí y la boca del Perené; 15 leguas de
navegación fluvial por el Tambo entre su unión con el Perené y Majereni; 15 leguas de navegación
fluvial desde Majereni en el Tambo hasta arribar a Providencia en el Ucayali.

Fry, Carlos. La gran región del bosque , T. I, p. 82,

96
Estas rutas principales serían complementadas con otras dos para formar circuitos
regionales. La primera de ellas vinculaba Andahuaylas con un punto navegable en el río Apurímac,
tenía una longitud de 39 leguas, demoraba cuatro días recorrerla y estaba compuesta de cuatro
tramos: 10 leguas de camino de herradura entre Andahuaylas y Chincheros; 12 leguas de camino de
herradura entre Chincheros y el Mirador del Gato en Pumaccahuanca; 7 leguas de camino de
herradura entre Pumaccahunaca y la hacienda Ninabamba: 10 leguas de camino de herradura
abandonado entre Ninabamba y un punto navegable del Apurímac. La segunda ruta iba de
Ayacucho a Puerto Bolognesi, su extensión de 38 leguas podía transitarse en 5 días, presentando
también cuatro secciones: 6 leguas de camino de herradura entre Ayacucho y Huanta; 14 leguas de
camino de herradura entre Huanta y San Miguel; 14 leguas de camino de herradura abandonado
entre San Miguel y Acón; y finalmente 4 leguas de senda salvaje entre Acón y Puerto Bolognesi en
la unión del Apurímac con el Mantaro.
Comprobar el estado de los caminos amazónicos fue objetivo básico de las exploraciones
realizadas por los ingenieros de Estado, De acuerdo con esta práctica, en 1889, el ingeniero Carlos
Pérez hizo un viaje de reconocimiento entre el pueblo de La Merced y la confluencia de los ríos
Ucayali y Pachitea, En esta zona había una ligera pendiente que comenzaba en La Merced, situada
a 789 msnm, y prolongándose cinco leguas adelante llegaba hasta el Convento San Luis de Shuaro,
último punto “civilizado” del valle de Chanchamayo, ubicado a 655 msnm. El camino entre ambos
puntos resultaba de difícil tráfico para las cabalgaduras debido a que sus tres cuartas partes estaban
deterioradas, no habiendo más recurso que avanzar en zigzag evitando las pronunciadas
inclinaciones durante el ascenso y descenso del recorrido. Otro camino de 12 leguas, interrumpido
por el río Paucartambo y algunos riachuelos, se extendía entre el convento de San Luis de Shuaro y
el valle de Oxapampa, en donde residían los misioneros del Ucayali. Había además un tercer
camino de 5 leguas entre el convento de Quillasu y el valle de Huancabamba. Este último seguía el
curso del río Chorobamba y cruzaba terrenos poco accidentados, pero a causa del escaso tráfico no
recibía mantenimiento hallándose sumamente deteriorado150.
Hacía 1893 la navegabilidad del Pichis era todavía tema de discusión entre los
exploradores. Dos décadas atrás, el almirante J.R. Tucker aseguró que durante la estación de
creciente los vapores con un calado no mayor de 16 pulgadas podían navegar desde Iquitos hasta el
puerto bautizado con su nombre en la cabeceras del río Pichis, cubriendo una distancia de 1 049
millas. Por otro lado, los vapores con un calado de hasta 18 pulgadas estaban aptos para navegar en
cualquier estación del año hasta Puerto Pardo, un punto situado más abajo del río Herrera-yacu, a
unas mil millas de Iquitos. Estas observaciones fueron desvirtuadas por las informaciones
recogidas por el ingeniero Pérez, según las cuales solo los vapores de 12 pulgadas de calado podían

150 Pérez, A. Carlos. “Exploraciones de las montañas”, p. 5.

97
recorrer el Pichis. Para resolver esta contradicción, el marino Camilo Carrillo creía oportuno
realizar nuevas exploraciones en el citado río, mostrándose sorprendido con las apresuradas
recomendaciones de un grupo de comisionados para prolongar el ferrocarril de La Oroya hasta el
Pichis, cuando su navegabilidad continuaba en duda 151.
Ese mismo afio, las dificultades geográficas para comunicar selva y costa motivaron
varios debates en la Sociedad Geográfica. En uno de ellos, Pablo Patrón planteó dejar de lado dicha
ruta, prescindir del ferrocarril oriental por su alto costo, y ocuparse exclusivamente en abrir una
salida al Atlántico. A su juicio, el poblamíento de los ríos amazónicos debía iniciarse por la boca
(desembocadura) avanzando gradualmente hasta llegar a su nacimiento, y no en sentido inverso
como proponían algunos. El caso de Iquitos demostraba la conveniencia de dicho patrón
colonizador. Por otro lado, el volumen de mercancías transportables por el ferrocarril oriental no
sería lo suficientemente grande como para retribuir el capital invertido en su construcción. Con
todo, el Estado podía sacrificar recursos para ejecutarlo, pero solo cuando la montaña hubiese
alcanzado cierto grado de desarrollo económico, y plenamente consciente de que lo hacía por
necesidad política sin esperar beneficios comerciales. Para Patrón las ventajas estratégicas de los
ferrocarriles se perdían cuando eran entregados a las empresas extranjeras. Al respecto, bastaba
sino recordar los servicios prestados por el ferrocarril central al ejército chileno durante la
ocupación de Lima. Por lo demás, el ingeniero Federico Blume había expresado su opinión
contraria a prolongar el ferrocarril central hasta las montañas152. Asimismo, el camino del Pichis, a
pesar del informe aprobatorio del ingeniero Capelo, presentaba algunas deficiencias cuya corrección
exigía hacer nuevos estudios hasta encontrar un mejor trazo.
Durante la década de 1890, la población de la selva central ingresa en un lento, pero
progresivo ascenso. El censo de 1876 registró 3 834 habitantes en la provincia de Tarma. En 1880,
la revista La Geografía, publicada por los señores Martínez y Cavero, aumenta esta cifra a 4 000
habitantes. Finalmente, entre 1892 y 1894, los informes de la Peruvian Corporation calculan la
población tarmeña en cinco a seis mil habitantes153. En 1896 el coronel Eduardo Jessup realizó
interesantes observaciones sobre las colonias durante su expedición a la selva central. Entonces
describió con optimismo el desarrollo de la pequeña colonia de Metraro, dirigida por Carlos Eaton,
representante de la Peruvian Corporation. De igual forma, en Paucartambo, el asiático Juan Shan,
chacarero y comerciante, había establecido un pequeño tambo en donde daba alojamiento, comida y
vendía mercaderías a los viajeros154. Probablemente estas positivas informaciones motivaron el
interés de empresarios extranjeros en la colonización amazónica. Por eso, a mediados de 1897, la

151 “Sociedad Geográfica”, p. 2.


152 Idem.
153 “Una excursión a Charichamayo”, pp. 3-4.
154 Editores de El Comercio, “Viaje de la Expedición Jessup”, p. 3.

98
prensa anunciaba con entusiasmo el próximo arribo del acaudalado norteamericano, R.G. Rings,
quien asociado a otros capitalistas planeaba explorar las regiones del Pichis, Pachitea, Ucayali y
demás afluentes peruanos del Amazonas. Hubo entonces mucha expectativa en esta expedición,
pues los rumores decían que formaba parte de un vasto plan de trabajo en las montañas peruanas755.
Más allá de estas infundadas esperanzas, el fm del siglo XDÍ se acercaba sin que la clase
política definiera cuál sería el principal camino de penetración hacia la selva. Los partidarios del
camino del Perené habían iniciado una intensa campaña periodística a favor de su propuesta. Según
ellos este camino pondría bajo la autoridad del gobierno las cuencas del Perené, Pangoa, Ene,
Tambo, Urubamba y Alto Ucayali, de la misma manera que el camino del Pichis lo había hecho con
aquellas de los ríos Pachitea, Palcazu y Pichis. Pero la ruta del Tambo, explorada por José Samanez
y Ocampo entre 1883 y 1884, encontró un prominente defensor en el coronel Pedro Portillo, quien
en 1896 desde su cargo de Prefecto de Ayacucho decidió comprobar y ampliar todas las
observaciones hechas por el citado explorador. Portillo pensaba realizar un estudio integral de esta
ruta a fm de solicitar al gobierno el cumplimiento de una ley dada en 1891, la cual mandaba dejar
establecido un camino entre Ayacucho y un puerto fluvial amazónico, así como preparar los
terrenos de dicha zona para la inmigración15156. Samanez y Ocampo había establecido las siguientes
conclusiones: 1) los ríos Apurímac y Ene eran navegables a vapor desde la boca del Simariba, punto
divisorio de las provincias de Huanta y La Mar; 2) las montañas de esas dos provincias eran
extensas y ricas en productos naturales; 3) los pocos habitantes de estas montañas, salvo escasas
excepciones, se mostraban opuestos a emprender la explotación de ellas, actuando en ocasiones con
más violencia que los propios nativos; y 4) la distancia entre Ayacucho y un punto fluvial navegable
en el Ene ascendía a unas 25 leguas (137 kms. aproximadamente).
Portillo sólo pudo emprender viaje a las montañas del Apurímac y Ene en mayo de 1899.
Después de haber recorrido el Ene comprobó su mayor longitud respecto del Tambo. Quedó
asimismo impresionado con el aspecto desolado de sus márgenes, en donde no se hallaba colonos,
sino tan solo algunas tribus Campas, las cuales tomaban sus nombres de los ríos y valles
adyacentes. El lecho del Ene tenía una estructura encajonada y permanente, en cambio, el del
Apurímac exhibía un cauce con innumerables variaciones dejando a cada uno de sus lados amplias
playas. La navegación del Ene podía efectuarse fluidamente mediante lanchas. En general, la
cuenca de dicho río poseía vírgenes zonas boscosas ubicadas a corta distancia unas de otras
ofreciendo el mismo potencial de recursos madereros que las del Apurímac. Sin embargo, los
gomales eran aquí más abundantes que en la cuenca del Tambo. El fuerte caudal del Ene constituía

155 “Expedición Extranjera en el Pichis”, p. 1.


156 La ley del ló de setiembre de 3891 estableció un impuesto de 40 centavos de sol sobre cada 12 kgs de coca extraída de
las montañas de Huanta y La Mar; con la obligación de aplicar sus productos a la construcción de un camino de herradura
entre la capital del departamento y Puerto Bolognesi, donde comenzaba la navegación fluvial. Hasta 1896 la ley no había
sido ejecutada por miedo a crear un ambiente de conflicto con ios agricultores de esas belicosas provincias de montaña.

99
además una ventaja adicional sobre el publicitado Perené, pues éste último con mucho acarreaba la
mitad de aguas del primero.
Estas afirmaciones de Portillo fueron soslayadas por los propulsores del camino al Perené,
quienes continuaban solicitando al gobierno prolongar en 40 millas el camino construido por la
Peruvian Corporation hasta el sitio denominada La Cascada, a fin de conectarlo con el punto
donde podía iniciarse la navegación a vapor por dicho río. Ese puerto estaría ubicado casi en frente
de Pangoa, sirviendo de auxilio poderoso para comunicar las montañas de Jauja y Huancayo.
Realizar este proyecto vial requería el trabajo constante de un batallón del ejército a lo largo de las
siguientes secciones: Lima-La Oroya-Tarma-camino de la Peruvian Corporation-Puerío Perené. La
principal fuente de financiamiento de esta obra provendría de la explotación de los yacimientos de
sal ubicados en las montañas del Pajonal. La sal podría exportarse en grandes cantidades a las
hoyas del Amazonas, Bajo Ucayali, Pachitea, Alto Ucayaíi, Marañón y Urubamba, tanto para el
consumo personal, como para las salazones de pescado. Además asegurando su venta en los
mercados brasileño y portugués iban a obtenerse mejores ingresos, pues allí se pagaba entre 20 y 30
soles el quintal. En ese sentido, convenía aplicar un impuesto de 3 soles 20 centavos por la sal
extraída.
Aunque en menor número, la ruta del Pachitea también tenía sus promotores. El caudal de
este río equivalía a la mitad del existente en el Tambo, pero destacaba por la abundancia de peces y
los extensos bosques de siringa repartidos a lo largo de sus márgenes. En su curso podían señalarse
hasta cuatro puertos: Baños, Sarayacu, Huacamayo y Llullapichis, siendo navegable durante todo el
año en lanchas de poco calado. Desde mediados de la década de 1890, la migración a la cuenca del
Pachitea se había intensificado por el interés en explotar el caucho. El crecimiento de las
actividades mercantiles dio impulso a la llegada de los primeros vapores hasta la boca del Pachitea.
Hacia 1900 se habían establecido tres o cuatro casas comerciales, las cuales atendían el tráfico de
carga y pasajeros mediante una flota de seis vapores. Por esas razones, esta cuenca reunía todas las
condiciones para convertirse en emporio cauchero con la consiguiente atracción de capitales,
compañías de navegación fluvial, casas habilitadoras y oleadas migratorias.
En la selva sur las exploraciones siguieron el rumbo de los lavaderos auríferos y los
bosques de caucho. La codicia despertada por la explotación de estos recursos naturales dio origen
a una serie de exploraciones realizadas por aventureros bolivianos, brasileños y peruanos deseosos
de encontrar ricos territorios vírgenes. Ellos mismos fueron construyendo caminos de penetración y
colonizando cuencas de acuerdo con sus proyectos económicos personales. Hacia fines del siglo
XIX, casi todos los ríos de la selva norte y central habían sido explorados, determinada sus
condiciones de navegabilidad y establecido rutas terrestres aunque con algunas imprecisiones. Por
el contrario, los trabajos exploratorios estatales en la selva sur se encontraban bastante retrasados,

100
exceptuando algunos pequeños caminos en La Convención y Carabaya, la presencia del Estado
pasaba desapercibida en las montañas sureñas.
Hacia comienzos del decenio de 1890, el descubrimiento de grandes bosques de árboles
de caucho y jebe en los ríos Manu, Tahuamanu, Las Piedras y Los Amigos incorpora esta región
en los viajes exploratorios de los caucheros. En décadas anteriores, habían recorrido esa zona el
coronel Faustino Maldonado y el Prefecto del Cuzco, Baltasar de La Torre. El primero murió
ahogado en 1861 cuando navegaba el río Madeira, mientras el segundo también encontró trágica
muerte en el curso de una expedición por el río Madre de Dios. Desde entonces resultaba casi
imposible acceder a dicha región amazónica para exportar sus productos a los mercados europeos.
El camino hacia el Cuzco o Arequipa resultaba excesivamente largo, y nadie conocía aún la ruta
de los ríos Madre de Dios, Madeira y Negro, para alcanzar el puerto de Manaos y el Océano
Atlántico a través del río Amazonas. Hasta entonces el centro de los caucheros peruanos estaba
en Iquitos, siendo de imperiosa necesidad establecer una ruta fluvial que comunicara los
departamentos de Loreto y Madre de Dios. El primer paso para lograr este objetivo consistía en
hallar algún afluente del Urubamba, Purús o Madre de Dios que permitiera acceder al Ucayali.
En 1891, Carlos Fermín Fitzcarrald, el cauchero peruano
más importante de esta época emprendió la búsqueda de un paso que
sirviera de puente entre las cuencas del Madre de Dios y Ucayali. El
se propuso nacionalizar este vasto e ignoto sector de la selva sureña,
amenazado por constantes incursiones de caucheros brasileños y
bolivianos, estos últimos incluso pretendieron en 1889 crear la
República del Acre anexándose la parte norte de Madre de Dios. PIA:
Apoyado por otros caucheros y guiado por los nativos piros y Cri ';U
Fermín Fitzcarrald
campas, de quienes obtuvo valiosa información, Fitzcarrald recorrió
durante tres años la cuenca del Urubamba encontrando finalmente, pn 1 nn d p nnp.p

kilómetros entre el Serjali, afluente del Mishagua, y el Caspajali, afluente del Manu. Este punto
sería conocido desde entonces como el istmo de Fitzcarrald. Hasta 1897, cuando muere ahogado
en las aguas del Alto Urubamba, estuvo dedicado a tratar de construir un camino de herradura o
ferrocarril en el citado istmo.
Los evidentes problemas en las comunicaciones impidieron a los caucheros peruanos
explotar los recursos gomeros en los ríos Purús y Yurúa, pues esta zona de frontera se encontraba
invadida por caucheros extranjeros. El recorrido de estos ríos facilitaba este hecho, porque
atravesaban indistintamente territorios de Bolivia, Brasil y el Perú. Desde 1884, el coronel brasileño
Antonio Rodríguez Pereira Labre empezó la exploración de los afluentes del Purús. En primer
lugar, recorrió el río Ituxy hasta el kilómetro 85 animado por el deseo de encontrar algún punto de
comunicación con el Beni. Durante este tiempo, Rodríguez Pereira lleva dos vapores hasta la boca
101
Mapa de la región fluvial de Cuzco, 1899. Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, Tomo VIH, N° 7, 8, 9,1899. s/p.
del Curiqueti, a 200 millas del Purús, estableciendo allí un pueblo de caucheros y dando origen a un
fluido tráfico comercial durante la temporada de creciente. En 1887, el citado explorador realiza un
viaje terrestre entre los bosques de caucho ubicados en las márgenes del Madeira y el primer punto
navegable del río Acuiry, afluente del Purús, el cual corría en dirección casi paralela al norte del
Madre de Dios, El estudio del terreno tenía como propósito facilitar la construcción de un camino o
ferrocarril. Esta ruta también beneficiaba a la Amazonia sureña peruana, porque la comunicaba con
el nororiente boliviano, siendo factible prolongarla hasta las montañas de Paucartambo (Cuzco)
mediante la navegación del Madre de Dios157. El río Purús había sido explorado desde 1866 por el
viajero norteamericano, A.D. Piper, quien recibió concesiones del gobierno boliviano para colonizar
esta cuenca y la del Beni, En el transcurso de cuatro años, Piper navegó un espacio fluvial de 1 700
millas poniéndose a 50 leguas del Cuzco, 40 del Perené, y diez de las llanuras de Madre de Dios,
cuyos terrenos se confundían con las del Purús, Ese mismo año, el explorador británico, William
Chañóles, asociado de la Real Sociedad Geográfica de Londres, recorre mil millas del Purús,
obteniendo importantes datos confirmatorios de las observaciones realizadas por A.D. Piper, acerca
del caudal y recorrido de dicho río.
El sector peruano del Purús se extendía aproximadamente 300 leguas en dirección del
noreste al oeste. De acuerdo con las cartas geográficas de aquel tiempo, sus principales afluentes
navegables, desde el punto denominado Cabana Maloca y Gujinery en la frontera boliviana, eran el
Urbano y el Yapahá El caucho, jebe y cacao silvestre eran los principales productos de los tupidos
bosques de la cuenca del Purús. Los nativos cultivaban además el tabaco y otras plantas autóctonas
obteniendo grandes rendimientos. La fertilidad de estos suelos provenía de las profundas capas de
sedimentos depositados en sus márgenes durante las inundaciones o desbordes anuales de las aguas.
En dicha época, las pampas y pajonales de esta zona recibían toneladas de tierras arrastradas desde la
parte alta de esta cuenca. De otro lado, el rio Yurúa o Hyurubá, como lo llamaban los nativos, tenía su
origen en las colinas del este de Sarayacu, Era afluente del Amazonas y tenía una extensión
aproximada de 1 500 millas navegables. Los vapores recomían unas mil millas de este río, en donde
se habían establecido comerciantes del caucho y cacao. El explorador Chandles también navegó el
Yurúa, destacando la profundidad de su cauce y la hospitalidad de las tribus asentadas en sus orillas.
Desde Ucayali los caucheros emprendieron la conquista de los ríos Purús y Yurúa. Los
trabajos de Fitzcarrald se concentraron en el primero de ellos, mientras Araujo y Cía., José Cardoso
La Rosa, Pedro Gaviria y Cia., Antonio Maya de Brito, Agustin Cauper, José Mercedes Hidalgo, y
muchos otros se repartieron por ambas cuencas. El vertiginoso crecimiento de la explotación

157 Las informaciones sobre la exploración del Purús y Madeira por el coronel brasileño Antonio Rodríguez Pereira Labre,
fueron publicadas por el cónsul peruano en Southampton, H. Guillaume, en el Boletín de la Real Sociedad de Londres
correspondiente a agosto de 1889. El Comercio reprodujo el informe de Guillaume. “Exploraciones Amazónicas,,,", pp,
3-4.

103
cauchera concentró en Ucayali unos 1 500 a 1 800 peones. La ausencia de autoridades fiscales
peruanas en esos ríos daba margen a que los productos obtenidos por los explotadores de la selva no
pudieran ser exportados por nuestras vías fluviales, porque al hacerlo no podrían probar, en su
transito por la parte boliviana o brasileña, la procedencia de estos productos y por lo tanto quedaban
sujetos a pagar al Brasil los derechos fiscales y municipales cobrados sobre la goma elástica, o a
gastar mucho tiempo y no poco dinero en transportarlos, de esta arteria fluvial a las que lo comunica
con el Ucayali, por un camino difícil para el transporte de carga pesada. Por otro lado, en el sector
peruano del Yurúa había una gran cantidad de ciudadanos brasileños que explotando el jebe
existente en esas montañas lo exportan sin pagar derechos de ningún genero al Perú, así como
importan gruesas sumas en mercaderías que abonan, como los productos, sus derechos aduaneros en
el Brasil, perjudicial a las rentas nacionales158.
Por esta época, muchos exploradores entraban en contradicciones respecto del nombre y
recorrido de los ríos. En 1895, por ejemplo, Claudio Osambela propuso considerar a los ríos
Inambari y Madeira como uno solo. En este caso, según el citado explorador, quienes insistían en
referirse a estos como si fuesen caudales diferentes estaban incurriendo en un error de apreciación,
producto de la costumbre de dar diversos nombres a las secciones de un mismo río. En ese sentido,
la gran cantidad de afluentes dificultaban alcanzar la precisión en los mapas hidrográficos
amazónicos. Osambela mismo, con el afán de ensalzar su propuesta, redujo a los ríos Madre de
Dios y Beni a la categoría de simples afluentes del Inambari-Alto Madeira159.
Ese mismo año, el diario La Opinión Nacional anunciaba con entusiasmo las exitosas
exploraciones de Carlos F. Fitzcarrald, las cuales habían dado como resultado poner en
comunicación la cuenca del Madre de Dios con la del Urubamba-Ucayali mediante una vía terrestre
transitable en pocas horas. Este hecho significaba un verdadero triunfo sobre la misteriosa
geografía amazónica, pues varias exploraciones organizadas desde el valle de Paucartambo habían
fracasado en su intento de llegar a Madre de Dios. Fitzcarrald, emulando a los conquistadores
coloniales, ingresó a esta cuenca tomando posesión de ella en nombre de la Patria, e
inmediatamente roza el bosque para iniciar su obra colonizadora fundando un pueblo para detener la
influencia y avance de las colonias bolivianas repartidas en la parte baja del río.
Hasta entonces las casas comerciales establecidas en los ríos Beni y Madre de Dios habían
buscado una ruta segura para exportar sus productos, invirtiendo sin éxito una buena cantidad de
capitales en los estudios del ferrocarril Madeíra-Mamoré. Mientras tanto, el comercio afrontaba los
perjuicios del alto costo del transporte fluvial y las pérdidas causadas por los naufragios y retrasos
en la entrega de las mercancías. A consecuencia de ello, los colonos pagaban y compraban los

158 “Prensa. Ríos Purús y Yurúa”, p. 2,


159 Osambela, Claudio. “El Inambari” (II), p. 2.

104
víveres, herramientas y otros artículos a precios desmesurados. La solución a este permanente
estado de carestía pasaba por la formación de un gran mercado regional peruano-boliviano
integrado por los valles del Urubamba, Beni y Madre de Dios. El creciente comercio internacional
en esta zona auguraba un buen futuro para las colonias, pues según los datos estadísticos publicados
por los diarios La Gaceta del Norte de Orion (Beni) y El Boletín de la Delegación Nacional',
"... la producción anual acusa una cifra mayor de 100 mil arrobas de goma elástica y
los precios, a los que se cotizan los artículos cuyos similares tenemos aquí, como el
tabaco, fréjol y aguardiente son; 64 bolivianos la arroba de 32 libras, 20 bolivianos
la arroba de 25 libras, y por el garrafón o damajuana de aguardiente 80 bolivianos,
precios exorbitantes que, sin conservarlos darían un inmenso lucro a nuestros
comerciantes, levantando la agricultura del Ucayali y dando vida a la industria
tabaquera, que esta marchando a su ruina por los altos derechos con que el gobierno
brasileño ha gravado la producción peruana”160.

Correspondía a las autoridades encontrar mecanismos diplomáticos para asegurar las


fronteras fortaleciendo al mismo tiempo la integración comercial con Brasil y Bolivia. El
descubrimiento de la rica quebrada aurífera de Challuma en las montañas de Carabaya (norte de Puno)
abrió un nuevo espacio para la colonización atrayendo gran cantidad de aventureros de todas partes
del Perú y del mundo. Sin embargo, esta fiebre del oro tuvo nulo efecto modemizador en las
montañas puneñas. La ubicación agreste y lejana de las vetas, la ausencia de capitales destinados a un
proceso de industrialización, así como el nulo y escaso adiestramiento técnico de la mano de obra
contratada por las empresas mineras dieron origen a una economía marginal basada en la depredación
de los recursos naturales. Cuando Antonio Raimondi visitó Carabaya en 1864, este territorio tenía
como principal riqueza la cascarilla. Tres décadas después toda la región se había convertido en un
inmenso lavadero generando un intenso tráfico de concesiones por parte de numerosos especuladores.
Esta fiebre aurífera traspasaba la inestable frontera, pues en el lado boliviano contiguo a
Carabaya varios empresarios chilenos habían iniciado desde 1887 la explotación de los lavaderos del río
Tipuani. Informaciones aparecidas en El Mercurio de Santiago anunciaban el traslado de maquinarias
modernas para la extracción del oro y beneficio de las tierras, a fin establecer colonias provistas de todo
lo necesario para el cultivo de huertos y crianza de animales. El proyecto tenía como objetivo principal
transformar las inhóspitas selvas en verdaderos paraísos productivos aprovechando el clima y la
fertilidad de los suelos, así como asegurando las rutas y medios de transporte adecuados para abaratar la
importación y exportación de las mercancías. Entre los accionistas de esa empresa se encontraban
prominentes empresarios chilenos como Antonio Subercaseaux, Juan A. Walker Martínez, Federicio
Schwager, José Ramón Ossa, Rafael Errázuriz y Enrique Edwards entre otros161.
Sandia y Carabaya fueron convirtiéndose en la nueva panacea de los colonos. Y había
suficientes motivos para ello. En la sección minera de la Exposición Nacional de 1892, los mineros

160 “El Perú del porvenir”, p. 2.


161 Vial, Rafael, “Las Exploraciones del Beni y Tipuani y otros afluentes del Amazonas”, pp, 4-5.
105
y público en general quedaron impresionados con las muestras de oro traídas de dicha provincia.
La primera muestra, procedente de la mina Montebello perteneciente a Manuel Costa, pesaba cinco
arrobas y fue ensayada por el químico metalúrgico, Julio H. Davelouis, obteniéndose una barrita de
12 onzas de oro. La segunda muestra, extraída de la mina Santo Domingo, tenía el mismo valor y
peso. La tercera muestra provenía de las minas de Lunar Grande, Rosario, Carnaval, en el cerro
Ananea de Sandia, Sometida a ensaye por el ingeniero alemán Stumpf arrojó una ley de 42 onzas
de oro por cajón. Según cálculos de mineros expertos en producción aurífera, invirtiendo un capital
de £ 60 000 en el beneficio de nueve millones de kilogramos de mineral crudo podía esperarse una
utilidad anual de £ 90 000, correspondiendo £ 22 500 a gastos de extracción y transporte’62.
Desde 1892 los lavaderos ubicados en San Antonio de Poto y la quebrada de
Chunchusmayo concentraron las migraciones de colonos y aventureros. Precisamente en
Chunchusmayo se estableció una compañía norteamericana del mismo nombre, la cual comienza la
exploración de las tierras circundantes para encontrar una ruta por donde construir un camino entre
Sandia y Masiapo, asentado a orillas de río Huari-Huari. Pero no solo empresarios se internaron en
las selvas puneñas, también lo hicieron idílicos aventureros. El caso más espectacular fue la
exploración al Inambari encabezada a mediados de 1896 por el novelista norteamericano, Mr.
Cooper. Después de subir por las márgenes de dicho río hasta llegar a la mina de Santo Domingo,
quiso seguir adelante, pero se perdió en la montaña no teniéndose noticia de él ni de sus
acompañantes durante un mes. Cuando salieron del infierno verde dijeron haber sido sorprendidos
por los Campas logrado con suerte huir de estos162163.
A mediados de la década de 1890, la escasez de acémilas y demás elementos de transporte
desalentaron la formación de nuevas expediciones en Sandia y Carabaya. Las noticias sobre el mal
estado sanitario de estas provincias también afectaron los proyectos colonizadores. Ante ese hecho,
el gobierno estaba obligado a mejorar los caminos y la salubridad de los pueblos amazónicos. En
este aspecto hubo algunas propuestas particulares. Por ejemplo, en abril de 1897, J.R. Aguirre,
ofreció establecer un servicio de transporte, denominado Expreso de Pucará, entre Puno y el pueblo
de Para, situado éste último en el camino recto hacia el Inambari164. El entusiasmo despertado por
la explotación aurífera trajo consigo una serie de conflictos entre los mineros, la mayoría de estos
por disputas para posesionarse de los mejores lavaderos. La ausencia de autoridades, las enormes
distancias entre los pueblos, las accidentadas vías de comunicación hacía los puntos de extracción y
venta del oro, los conflictos con los grupos nativos y el rápido agotamiento de los principales
centros auríferos fueron el triste corolario de nuestra política oriental decimonónica.

162 “Editorial” (V), p, 1.


16í El Corresponsal, “Puno”, p. 3.
164 Aguirre, Rafael J. “El California en Carabaya”, p. 3.

106
CAPITULO III

LEGISLACIÓN LIBERAL DE TIERRAS DE MONTAÑA

Las sucesivas leyes republicanas referidas a la concesión de tierras de montaña estuvieron


fundamentadas en dos criterios jurídicos: el carácter baldío de los territorios orientales, y la
ausencia de derechos particulares sobre ellos. De esa manera, el Estado reivindicó su condición de
propietario absoluto del suelo amazónico, desconociendo la primacía de los numerosos grupos
étnicos en cuanto al control y usufructo de dicha región. Los gobiernos solo otorgaron pequeñas
parcelas a los nativos cuando estos aceptaban “civilizarse” en los poblados formados por los
misioneros. Por el contrario, convalidaron la posesión territorial de inmigrantes y colonos
nacionales y extranjeros, ya fuesen estos agricultores individuales o formando comunidades, los
cuales podían ampararse en dudosos títulos de la época colonial o simplemente apelando a los
derechos emanados de ocupaciones de larga data.
La política de concesiones gratuitas comenzó a aplicarse en 1832 junto con la creación del
departamento de Amazonas. En dicha época, el Presidente Agustín Gamarra, convencido de que las
provincias ubicadas en las márgenes del Marañón aportarían grandes ventajas a las comunicaciones,
comercio y civilización, dispuso mediante ley del 21 de noviembre de 1832, conceder lotes de
terrenos a los extranjeros avecindados en las nuevas reducciones, permitiéndoles además gozar de
los privilegios y exenciones contempladas en las leyes vigentes sobre posesiones de tierras eriazas.
Posteriormente, en 1845, con el objeto de proteger las misiones del Ucayali y la colonia del Pozuzo,
el gobierno de Ramón Castilla emprende el mejoramiento del camino hacia Pasco planeando
prolongarlo hasta el puerto de Mairo. Asegurar el tráfico entre estos pueblos y los demás
colindantes, constituía el primer escalón de un plan para ampliar la colonización realizando nuevas
adjudicaciones gratuita de terrenos de montaña, dictándose para dichos fines la ley del 21
noviembre de 1845165.
Otras normas establecieron nuevos requisitos para otorgar estas concesiones. Por
ejemplo, la resolución suprema dada el 25 de noviembre de 1847 para adjudicar terrenos

165 Esta ley facultaba conceder tierras de montaña a cualquier ciudadano peruano o extranjero, con la sola condición de
poblarlas y cultivarlas. De igual forma, los vecinos de las nuevas reducciones quedaban exonerados del pago de
contribuciones, ya fuesen éstas civiles, eclesiásticas o judiciales. Por otro lado, la ley amparó los derechos indígenas sólo
en aquellos puntos que entonces estuviesen cultivados.
montañosos en Junín, exigió a los funcionarios tomar en cuenta la necesidad del solicitante y su
capacidad para cultivarlos. Asimismo, fue limitado el tamaño máximo de los lotes individuales a
un cuarto de legua (poco más de un kilómetro), pudiendo aumentarse dicha longitud en proporción
al número de familiares de los pretendientes. Los nativos reducidos fueron amparados en sus
posesiones, mientras quienes no tuviesen tierras podrían solicitarlas de acuerdo a ley. Todos los
beneficiados con terrenos quedaban obligados a desmontarlos, cercarlos y cultivarlos en el término
de 18 meses so pena de perderlos. Cumplido dicho plazo podían enajenarlos o seguirlos cultivando.
El Prefecto de Junín o el jefe de la futura expedición, con el visto bueno de la Prefectura, serían los
encargados de entregar los terrenos, cuyos linderos y condiciones de tenencia quedarían registrados
en los títulos respectivos.
Hacia 1853 el gobierno de José Rufino Echenique profundiza esta política de concesiones,
dando facultades al Gobernador General de Loreto y a los gobernadores locales para otorgar
gratuitamente terrenos con una extensión de dos hasta 40 fanegadas, a todos los interesados en
asentarse en las montañas. Posteriormente se entregaría al gobierno una razón pormenorizada de
estas concesiones para la expedición de los respectivos títulos de propiedad. De acuerdo con la
jerarquía administrativa, los gobernadores locales efectuarían concesiones menores de terrenos con
un tamaño de dos a cuatro fanegadas dando conocimiento al Gobernador General, quien a su vez lo
comunicaría al gobierno. Las concesiones mayores, cuya extensión variaba de cuatro a 40
fanegadas, correspondían exclusivamente al Gobernador General. A su vez, el gobierno central se
había reservado el derecho de hacer concesiones especiales para fundar colonias, pueblos y
haciendas, mediante contratos con empresarios en los cuales se fijaban las condiciones particulares
de la colonización166.
Estas concesiones podían rescindirse cuando los terrenos recibidos no eran labrados en el
término de 18 meses, excepto en el caso de las empresas colonizadoras donde el plazo se fijaba
según contrato. Para facilitar el traslado de los colonos a los territorios concedidos, el gobierno se
comprometía a pagar el pasaje marítimo de los colonos inmigrantes, otorgándoles instrumentos
agrícolas y semillas mediante la Gobernación General de Loreto, la cual estaba obligada a mantener
los depósitos estatales con suficiente provisión de víveres. De igual forma, según la ley del 21 de
noviembre de 1832, los terrenos otorgados gozaban de excepciones tributarias y los colonos estaban
exentos de pagar contribución alguna por espacio de 10 años, según ley del 24 de mayo de 1845.

166 El gobierno crea la Gobernación General de Loreto con jurisdicción autónoma de la Prefectura de Amazonas,
delegando la administración política en los gobernadores locales de acuerdo a su jurisdicción y residencia: La zona de
Loreto a Camucheros dependía del Gobernador en Loreto; la de Camucheros a Pebas del Gobernador de Pebas; la de
Pebas a Orán del Gobernador de Orán; y ¡a de Orán a Nauta del Gobernador de Nauta. En la región del Huallaga la
distribución era la siguiente: Desde Laguna a Yurimaguas, con residencia en La Laguna; de Yurimaguas a Tarapoto, con
residencia en Tarapoto; de Tarapoto a Pachiza, con residencia en Pachiza; de Pachiza a Tingo María, con residencia en
este último lugar. En la cuenca del Ucayali, había una gobernación compuesta por los pueblos de Yapaja, Belén y
Sarayacu, con residencia del Gobernador en este último; y otra en Catalina y Tierra Blanca, con residencia del mismo en
Catalina. Decreto Supremo 15 de abril de 1853. Larraburre i Correa, Carlos. Colección de leyes, decretos,..,T. I, pp. 7-11.

108
Por otro lado, los pensionistas del Estado, civiles o militares, dispuestos a colonizar las montañas,
no solo recibían tierras sino sueldos abonados en los mismos lugares donde estuviesen asentados.
Esta nueva disposición fue aplicada en diciembre de 1853 por el Prefecto de Loreto,
Francisco Aívarado Ortiz, quien comunica a todos los pobladores blancos residentes en su región el
interés del gobierno en concederles la propiedad de los terrenos ocupados, incluyendo sus casas y
demás fanegas dedicadas a sembríos, cuando lo solicitaran conforme a la norma citada
anteriormente. En 1859 el gobierno extiende los alcances de estas concesiones a la Prefectura de
Junín para aplicarlas en las montañas de Chanchamayo, con el fin de promover con ellas la
fundación de poblaciones167. Bajo este formato continuaron realizándose las adjudicaciones
gratuitas en toda la hoya amazónica, y en 1865 el gobierno de Juan Antonio Pezet mediante ley
amplió por 20 años su aplicación, confiando en sus ventajas para atraer a los nativos a la vida
“civilizada”, estimulando al mismo tiempo la ocupación y cultivo de los territorios de las misiones y
reducciones168.
Esta norma ordenaba efectuar las concesiones de tierras sin causar perjuicio a las
posesiones de los indígenas, empero contrariando esta disposición las colonias fueron avanzando en
desmedro de los territorios nativos. Más tarde, el gobierno convalida en cierta medida estos abusos,
pues la resolución suprema del 22 de enero de 1873 ampara las solicitudes de terrenos en la margen
izquierda del río Chanchamayo, sabiendo que estas se hallaban en posesión inmemorial de los
nativos.169. La Prefectura de Junín recibe el encargo de otorgar los terrenos y apresurar su
colonización exigiendo el trabajo de estos en un plazo máximo de seis meses y no de 18 como hasta
entonces se contemplaba, de lo contrario volverían a ser adjudicados a otros solicitantes. Después
de la Guerra del Pacífico, el Presidente Andrés A. Cáceres, promulga una ley en octubre de 1887
prorrogando por diez años las concesiones en los mismo términos de la legislación precedente de
1845 y 1865170,
Poco después, otra ley de especial significado para la explotación del caucho, manda
reorganizar los servicios administrativos en Loreto y aumentar las concesiones de terrenos
montañoso, autorizando el otorgamiento gratuito de terrenos de hasta 120 hectáreas por la
Prefectura departamental a todos los solicitantes, nacionales o extranjeros, en proporción a los
elementos de trabajo con que contaran y sujetándose a las disposiciones dictadas por el Ejecutivo.
Asimismo, los subprefectos fueron autorizados a conceder hasta 12 hectáreas de terreno previa
aprobación del Prefecto171. La adjudicación de lotes con un tamaño de 120 hectáreas hasta 1 500
hectáreas estaba reservada al Ejecutivo, el cual mediante contratos fijaba las condiciones requeridas

i67Resolución Suprema 22 de Nov, 1859.


168 Por Ley 9 de enero de 1865, el gobierno decide por, prolongar por 20 años los efectos de la Ley de 24 de mayo de 1845.
169 Resolución Suprema de 22 de enero de 1873.
170 Ley 14 de octubre de 1887,
171 Ley 4 de noviembre de 1887.
109
según la extensión y uso propuesto de los terrenos planteado por los solicitantes particulares o
colectivos. En casos de adjudicaciones mayores a 1 500 hectáreas constituía requisito indispensable
la ratificación legislativa. Otra de las modificaciones introducidas por esta nueva ley fue aumentar
hasta dos años el plazo para el cultivo de una quinta parte de los terrenos como condición
indispensable para obtener los títulos de propiedad de los mismos.
La política de concesión gratuita de tierras trató de modificarse en 1896, cuando el
Ejecutivo envió al Congreso un proyecto de ley anulándola, salvo en los casos de colonización
efectiva y solo con carácter temporal. Este proyecto estableció tres formas de adquirir las tierras
selváticas: por compra, abonando cinco soles mínimo por cada hectárea; por concesión, abonando
un canon anual de un sol por hectárea en los tres primeros años para la parte cultivada, y dos soles
para la parte no cultivada; y por contrato de colonización ajustado previo pago de garantía de diez
soles por hectárea recibida572. Poco después, y en tanto el Congreso no tomaba una decisión al
respecto, el gobierno por resolución suprema del 7 de noviembre de 1896 ordenó suspender la
tramitación de nuevos expedientes solicitando tierras de montaña, excepto aquellos que quisieran
allanarse a las nuevas condiciones fijadas en el proyecto. Con todo, el problema solo fue resuelto
en. diciembre de 1898, cuando el gobierno dicta la primera ley orgánica de terrenos de montaña, en
la cual consideraba ineficaces las leyes colonizadoras anteriores, pues no habían prescrito lo
necesario para asegurar el cultivo de los lotes adjudicados ni la apertura de caminos destinados a
facilitar la salida de los productos agrícolas. En dicha ley, además de las tres modalidades para
adquirir tierras de montaña establecidas en el proyecto de 1896, el gobierno volvió a autorizar las
adjudicaciones gratuitas siempre que no fuesen mayores a dos hectáreas. Dispuso asimismo el
empleo de los recursos obtenidos por venta de tierras en la construcción de caminos en las zonas
colonizadas. Bajo este marco legal ingresaría la política colonizadora amazónica en el siglo XX.

3.1 EL REPARTO DE LA MONTAÑA: ADJUDICACIONES Y PROPIEDAD


TERRITORIAL AMAZÓNICA
Durante el período de la Reconstrucción Nacional asistimos a un nuevo proceso de reparto
territorial en la Amazonia peruana. Al amparo de la ley del 4 de noviembre de 1887, fueron
solicitadas numerosas concesiones de terrenos en Loreto, las cuales en su mayoría superaban la
extensión máxima de adjudicaciones (1 500 hectáreas) permitida al Ejecutivo. Los lotes de dicho
tamaño eran otorgados con tanta facilidad y ligereza que los interesados no tenían necesidad de
viajar a Lima para hacer la solicitud formal, como lo prescribía la norma, pues podían asociarse y
mediante un representante realizar los trámites respectivos. Muchas de estas concesiones172

172 “Ministerio de Fomento. Sección de Industrias”, p. 318.

110
favorecieron a vecinos notables de la sociedad limeña, los cuales nunca habían visitado la montaña,
pero aprovechando la liberalidad de la legislación pretendían acumular lotes para especular
posteriormente con ellos. Los requisitos exigidos por la ley vigente eran tan sencillos como los
siguientes: 1) Hallarse informado de las normas y leyes referidas a adjudicaciones, todas las cuales
se enmarcaban en lo dispuesto por la ley del 4 de noviembre de 1887; 2) Presentación de una
solicitud en Lima ante el Director General de Gobierno o Fomento; 3) Compromiso de cultivar las
tierras recibidas, no requiriéndose para ello sustentar ante las autoridades la factibilidad de los
trabajos proyectados; 4) señalar simplemente una ubicación referencial de los terrenos solicitados
bajo la promesa de precisar después sus linderos. En ese sentido, el tenor de las solicitudes estaba
redactado en condicional, a fin de determinar la ubicación de los lotes:
“...tan pronto como presente su informe la Comisión que voy a enviar a ese
territorio de acuerdo con otras personas que como yo proyectan emplear allí los
* 173
trabajos agrícolas en vasta escala.”

En algunos casos, ingresaban solicitudes referidas a una zona, pero lograban obtener
adjudicaciones en otra distinta, bastando para ello una simple comunicación del cambio por parte
del solicitante. Como ejemplo de estos irregulares procedimientos podemos citar la solicitud
presentada el 2 de setiembre de 1891 por Emilio Henrid, en representación de Juan Inga García,
Alberto Larck, Clemente Desaudes, Enrique Loutlier, Luis E. Perosset, Jacobo Lauper, Emilio
Lauper, Rodolfo H, Lacpli, Emilio Recordon y Mauricio Voisin, cada uno de los cuales pretendía
recibir 1 500 hectáreas en la margen izquierda del río Apurímac, siendo beneficiados finalmente, el
20 de febrero de 1892, con tierras en la margen izquierda del río Yavarí.574. La mayoría de
solicitantes no dejaba al azar la elección de los terrenos, por el contrario revisaban minuciosamente
los mapas orientales buscando asegurarse espacios en las comarcas más accesibles, ubicadas
generalmente a la orilla de los grandes ríos navegables o sus afluentes. En otras circunstancias,
preferían recibir tierras contiguas a caminos en construcción o grandes empresas colonizadoras,
como lo eran las sociedades mineras en Carayaba, pues éstas prometían convertirse en futuros
centros de importante movimiento comercial.
La informalidad con que se realizaban las adjudicaciones, carentes de planos o
levantamiento catastral, provocaba no pocas veces la entrega de un mismo terreno a dos personas
distintas. Los conflictos de límites a causa del defectuoso señalamiento de linderos produjo
también varios conflictos entre ios solicitantes. Por esta razón, en mayo de 1888, el Prefecto de
Loreto, coronel Samuel Palacios y Mendiburu, se vio obligado a suspender las adjudicaciones
tramitadas por varias personas residentes en ese departamento por no haberse expedido el
reglamento para ejecutar la ley del 4 de noviembre de 1887. Sin embargo, el gobierno para evitar*174

m AGN: Sección Tierras de Montaña, Leg.52, Exp.752.


174 AGN: Sección Tierras de Montaña, Leg.26, Exp.12.
111
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Solicitud de 1,500 hectáreas de tierras de montaña en Carabaya (Puno) por Lautaro Evaristo Cantuarias.
AGN -Sección 'fierras de Montaña. Legajo 52- Expediente 749, 1896,
mayores reclamos y desórdenes autoriza la continuación de las adjudicaciones con carácter ad
referéndum hasta cuando fuesen dictadas las disposiciones pertinentes. Con todo, el Ejecutivo reconoció
la necesidad de formar un catastro de las regiones amazónicas, a fin de evitar la concentración de
grandes lotes de terrenos en manos de unos cuantos adjudicatarios carentes de medios para cultivarlos175.
En cuanto a los terrenos concedidos para la explotación del caucho hubo una actitud menos
fiscalizadora. Así, en octubre de 1889, el gobierno presionado por intereses particulares a los cuales
estaba vinculado, apoyándose en el dictamen del Fiscal de la Corte Suprema desaprueba diversos
decretos promulgados por el Prefecto loretano, Samuel Palacios y Mendiburu, donde se habían
establecido reglas para la explotación del caucho, multas a los infractores y nombramiento de una
comisión especial encargada de vigilar su cumplimiento. El gobierno consideraba estas normas.
infractoras de la libertad de industria garantizada en la Constitución de la República, añadiendo la falta
de atribuciones del Estado para observar el sistema empleado en la extracción de aquella sustancia, y que
en todo caso los industriosos eran los únicos llamados a corregir los vicios en dicha actividad176.
Después de la guerra del Pacífico y hasta 1896, las adjudicaciones fueron calificadas por
el Ministerio de Gobierno, y desde 1897 en adelante esta competencia pasó a la Dirección de
Industria del Ministerio de Fomento, Los expedientes conservados en ambos ministerios fueron
posteriormente entregados para su custodia al Archivo General de la Nación, donde dieron origen a
la Sección Tierras de Montaña, en la cual encontramos gran parte de las numerosas solicitudes
presentadas entre 1884 y 1900, (periodo que nos ocupa), para obtener tierras de montaña. Otro
registro complementario de estas concesiones puede consultarse en el diario oficial El Peruano y
los anexos de las memorias de los ministros de Gobierno y Fomento.
En la selva norte, casi todos los témenos requeridos entre 1890 y 1894 tenían una
extensión de 1 500 hectáreas cada uno. Debido a esta extensión, las solicitudes fueron presentadas
en Lima ante el Poder Ejecutivo, encargándose darles trámite a los directores generales de
Industrias, Simón Irigoyen (1890-1892), y Juan Márquez Mayor (1893-1894) del Ministerio de
Gobiernp, A partir de 1896, el procedimiento regular para obtener una concesión fue el siguiente:
Presentai' la solicitud ante la Dirección General de Fomento. Después de unos días o máximo
semanas, ésta atendía el pedido mediante un Decreto Supremo, seguidamente levantaba una minuta
para convertir la solicitud en escritura de adjudicación. Intervino en estos trámites como notario
público el abogado limeño Claudio José Suárez. Todo el proceso de adjudicación de terrenos
montañosos, desde el ingreso de la solicitud hasta el otorgamiento de la escritura no tomaba más de
dos o tres meses en el peor de los casos. En el siguiente cuadro hemos seleccionado algunos
ejemplos del tiempo empleado en la tramitación de tres expedientes en 1892:

175 Resolución Suprema del 22 de mayo de 1888.


m “Ministerio de Hacienda y Comercio”, p. 357.
113
Acelerado proceso de adjudicación

EXPEDIENTES DE LA
SECCIÓN TIERRAS DE FECHAS
MONTAÑA:
24/febrero/1892: Ingreso de solicitud
Leg.46, Exp.794 8/marzo/1892: Decreto Supremo de aceptación
22/marzo/1892: Levantamiento de minuta
24/marzo/1892: Adjudicación
20/febrero/1892: Ingreso de la solicitud
Leg. 46, Exp. 796 8/marzo/l 892: Decreto Supremo de aceptación
22/marzo/1892: Levantamiento de la minuta
24/marzo/1892: Adjudicación
12/febrero/1892; Ingreso de la solicitud
Leg. 45, Exp.774 16/febrero/1892; Decreto Supremo de aceptación
16/marzo/1892: Levantamiento de minuta
21/marzo/1892: Adjudicación

Esta política liberal de concesión de terrenos montañosos no trajo resultados positivos a la


colonización amazónica. A comienzos de 1893, el Prefecto de Amazonas, José Alayza, criticaba
los “efectos contraproducentes” de la citada ley de 1887, porque el gobierno en su deseo patriótico
de impulsar una rápida colonización había concedido sin reserva todos los terrenos solicitados sin
preocuparse de exigir a los beneficiados el cultivos de ellos. En opinión de Alayza:
“ ... debiendo estar colonizadas ya las 69 500 hectáreas concedidas a orillas de los
ríos que cruzan este departamento [Amazonas] y el de Cajamarca, hasta ahora no
hay un solo colono ni una hectárea cultivada”177.

Por otro lado, quienes otorgaban las concesiones estaban dominados por prejuicios racistas y
discriminatorios. Ello explica por qué, con evidente parcialidad y sin mayor observancia, se
otorgaban lotes de 1 500 hectáreas a extranjeros, mientras los colonos peruanos recibían unidades de
menor extensión. Por ejemplo, la “Sociedad Unión Amazonas” afrontó fuerte resistencia de las
autoridades cuando pretendió obtener lotes grandes para sus colonos asociados. Contra esta injusticia,
dicha corporación envió una carta al gobierno donde quejándose de las desiguales concesiones, decía:
“Eternos visto que de algunos años a esta parte las concesiones que el Gobierno
hace son de 1 500 hectáreas por solicitante, esto hace una extensión de 15 millones
de metros cuadrados, o sea 21 467 250 varas cuadradas, que equivalen a 517
fanegadas, 23 almudes, 880 varas cuadradas por solicitante, mientras a los colonos
de "Unión Amazonas" sólo nos ha concedido 200 hectáreas por familia, que en
total hacen 2 millones de metros cuadrados a 100 hectárea por colono. Hasta la
fecha la mayor parte de las concesiones se ha hecho a extranjeros, de los cuales
algunos se encuentran incapaces de cultivar, y a algunos capitales peruanos, que
nada han hecho ni harán. Las prensa nada ha dicho, pero como ahora se trata de

177 Alayza, José. “Memoria que el Prefecto dei Departamento de A m a z o n a s p . 130.

114
concesión a favor de hombres de trabajo, y de los terrenos del Alto Marañón
ocupados por 80 100 salvajes, creen que nuestra solicitud es con el único objeto de
vender las propiedades178”.

En esta coyuntura, el Prefecto de Loreto, Samuel Palacios y Mendiburu considera


insuficiente el esfuerzo de las sociedades colonizadoras para poblar Loreto y Amazonas, pues ellas
organizaban expediciones a las montañas, pero no estaban facultadas para dictar disposiciones
liberales a favor de las colonias, pues ello correspondía al gobierno. En el caso de la selva norte, el
citado Prefecto propuso las siguientes medidas para impulsar la colonización: darle preferencia a la
apertura de nuevos caminos y mejoramiento de los existentes facilitando las comunicaciones entre
Loreto y los departamentos de Cajamarca y Huánuco. Impulsar el establecimiento de correos y
telégrafos entre Iquitos, Moyobamba, Chachapoyas y Cajamarca por el Norte, y entre Iquitos y
Huánuco por el Sur. Repartir terrenos a quienes lo solicitasen, sin más limitaciones que las impuestas
por ley con respecto al área máxima y la obligatoriedad de cercarlos. Recibir a todos los inmigrantes,
dándoles herramientas y facilidades para su establecimiento. Conceder franquicias y garantías a todos
los pobladores, y facultar al Prefecto para tomar decisiones a favor de su región, dando cuenta siempre
al Gobierno de todos sus actos administrativos. Otorgar pasaje gratis por vapor y ferrocarril, tanto por
la ruta norte (Salaverry-Pacasmayo) como la central (Lima-La Oroya), a quienes quisieran colonizar
Loreto. Asimismo, ordenar a los prefectos de La Libertad, Cajamarca, Junín y Huánuco para que
repartiesen terrenos y herramientas en cantidad proporcional a los futuros colonos. En opinión de
Palacios, este proyecto colonizador de Loreto podía subvencionarse con la mitad de los ingresos de la
Aduana de Loreto, cuya totalidad se calculaba entonces en 200 000 soles anuales179.
En el caso de la selva norte, entre 1890 y 1896, hemos registrado 95 expedientes sobre
adjudicación de terrenos de montaña, a partir de la información contenida en El Peruano y la
Sección Tierras de Montaña. De estos, 86 corresponden a adjudicaciones amparadas en el artículo
9no. de la ley del 4 de noviembre de 1887 citada anteriormente, según el cual los solicitantes
recibían gratuitamente las tierras, sin mayor exigencia que cultivar por lo menos la quinta parte de
ellas en un plazo no mayor de dos años. De los 86 expedientes, siete corresponden a concesiones
menores otorgadas por autoridades locales, y oscilan entre seis y 100 hectáreas; las 79 concesiones
restantes, copiadas en el siguiente cuadro, representan el 92% del total de expedientes atendidos con
adjudicaciones de terrenos de 1 500 hectáreas por cada individuo. Los fundamentos para otorgar
estas tierras, fueron como siempre el fortalecimiento de la agricultura y colonización,
comprometiéndose los beneficiados a introducir dos colonos adultos por cada 15 hectáreas
adjudicadas. Desconocemos si este compromiso fue cumplido.

,7S Castro, Nazario. “Amazonas”, p. 4.


i79 Palacios Mendiburu, Samuel. “Conferencia dada en la Sociedad Geográfica pp. 1-4.

115
Adjudicaciones mayores de terrenos en las montañas de Loreto
Amazonas y Cajamarca, 1890-1896

AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE


UBICADO EN:
5 de Tíburcio 1,500 Montaña del Introducir dos El Peruano, Tomo I,
mayo Eychenne hectáreas departamento colonos adultos N° 53. Lima, 8 de
1890 de Loreto. por cada quince mayo de 1890, pp,
hectáreas 419-420
1890 Simón Soyer 1,500 Margen del río AGN. Sección Tierras de
hectáreas Amazonas Montaña, Leg. 31, Exp.
882
25 de D. Baudilio 1,500 Orilla derecha Idem El Peruano, Tomo II,
agosto Fernandez y D. hectáreas del río N° 25. Lima, 28 de
1891 José Félix Marañón, agosto de 1891, p.
Torres entre los 193
departamentos
de Amazonas
y Caj amarca
Idem Juan Luna y D. 1,500 Idem Idem El Peruano, Tomo II,
Andrés hectáreas N° 25. Lima, 28 de
Garaycochea- agosto de 1891, p.
194
Idem Guillermo 1,500 Idem Idem Idem
Ferreyros y D. hectáreas
Manuel
Cevallos
Idem D. Manuel 1,500 Idem Idem Idem
Bedoya hectáreas
Idem D. Ismael 1,500 Idem Idem Idem
Idiaquez y D. hectáreas a
José Manuel cada uno
Idiaquez
Idem D. Federico 1,500 Orilla Idem El Peruano, Tomo II,
Luna y D. Fabio hectáreas izquierda del N° 25. Lima, 28 de
Ureta río Santiago, agosto de 1891, pp.
entre los 194-195
Departamento
de Amazonas
y Cajamarca
Idem D, Roberto 1,500 Orilla Idem El Peruano, Tomo II,
Galvez y D, hectáreas izquierda del N° 25. Lima, 28 de
Paulino Fuentes río marañón agosto de 1891, p.
Castro sobre el Pongo 195
de Manseriche
Idem D. Rodolfo 1,500 Orilla Idem Idem
AcebediyD. hectáreas izquierda del
Julio Cevallos río Marañón.

116
AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE
UBICADO EN:
21 de D. Manuel 1,500 Orilla Introducir 2 El Peruano, Tomo II,
agosto Portuando y D. hectáreas izquierda del colonos adultos N° 25, Lima, 28 de
de 1891 Manuel río Marañón y por cada 15 agosto de 1891, p.
Taboada orilla derecha hectáreas 195
del río
Santiago
Idem D. Genero 1,500 Orilladerechadel Idem El Peruano, Tomo II,
Garda Irigoyen hectáreas río Santiago, N° 25. Lima, 28 de
y D, Domingo lindandoconlos agosto de 1891, pp.
Elias tenenos de 195-196
Portuando y
Tabeada.
Idem D. Leónidas 1,500 Orilla del río Idem El Peruano, Tomo II,
Avendaño y D. hectáreas a Marañón, N° 25. Lima, 28 de
Salvador cada uno lindando con agosto de 1891, p.
Mariategui los terrenos de 196
los Srs.
Fernandez y
Torres
Idem D. Marcos 1,500 Orilla derecha Idem Idem
Granadino y D. hectáreas del río
Andrés Dasso Marañón
Idem D, José Manuel 1,500 Orillas de los Idem Idem
Pereyra hectáreas ríos Ucayali,
Cumaría y
Sipagna
Idem D. Estanislao 1,500 Orilla derecha Idem El Peruano, Tomo II,
Granadino y D. hectáreas del río N° 25. Lima, 28 de
Ildefonso de Marañón agosto de 1891, pp.
Loayza 196-197
Idem D. I. N. Reed y 1,500 Orilla derecha Idem El Peruano, Tomo II,
D.A. F. Whilar hectáreas a del río N° 25, Lima, 28 de
cada uno Marañón agosto de 1891, p.
197
Idem D. Carlos 1,500 Orilla derecha Idem El Peruano, Tomo U, N°
Basadre y D, hectáreas a del rio 28. Lima, 5 de setiembre
Enrique Basadre cada uno Marañón de 1891,p. 218
25 Portuando 1,500 Idem AGN. Sección Tierras
agosto Tabeada hectáreas de Montaña, Leg.
1892
1892 Francisco 1,500 Margan Agricultura AGN. Sección Tierras
Steiger (suizo- hectáreas izquerda del río de Montaña, Leg.45,
comerciante) Amazonas hasta Exp. 778
la confluencia
con el canal
Izquierdo de
Caballo Cocha
117
AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE
UBICADO EN:
1892 José Vidal, 1,500 Pueblo Idem AGN, Sección Tierras
Melchor Guerrero, hectáreas a Caballo Cocha de Montaña, Leg,45,
José Julián Avila, cada uno ~ Loreto Exp. 774
Marco Cueva,
solteros
agricultores
1892 MáximoLeón, 1,500 Pueblo de Idem AGN. Sección 'fierras
MarcelinoGutiérrez, hectáreas, a Caballo de Montaña, Leg.46,
Daniel Gomales, y cada uno Cocha, río Exp. 794
NarcisoValgas Amazonas y
Yavari
1892 Alberto Lac R. 1,500 Margen Idem AGN. Sección Tierras
hectáreas izquierda del de Montaña, Leg.46,
río Yavari, Exp. 767
1892 Francisco 1,500 Caballo Cocha Idem AGN. Sección Tierras
Arrunátegui y hectáreas de Montaña, Leg.46,
otros Exp. 788
1892 Mauricio Vorcin 1,500 Margen Idem AGN. Sección Tierras
hectáreas Izquierdo del de Montaña, Leg. 52,
río Yavari Exp. 809
1892 Luis Enrique 1,500 Margen Idem AGN. Sección Tierras
Peresset hectáreas Izquierda del de Montaña, Leg, 46,
río Yavari Exp. 810
1892 Emilio 1,500 Margen Idem AGN, Sección Tierras
Recordon hectáreas izquierda en el de Montaña, Leg.46,
río Yavari Exp. 806
1892 Federico Díaz 1,500 Pueblo Idem AGN. Sección Tierras
Bertrand hectáreas a Caballo de Montaña, Leg.46,
Lesbats y otros cada uno Exp. 796
1892 Emilio Lauper 1,500 Río Yavari Idem AGN. Sección Tierras
hectáreas de Montaña, Leg.46
Exp. 765
1892 Nicolás Reyes, 1,500 Pueblo de Idem AGN. Sección Tierras
Juan Crisanto hectáreas a Caballo de Montaña, Leg.46,
López, Marco cada uno Cocha, Río Exp. 790
Alegre y Manuel Yavari
Diáz
1892 Clemente 1,500 Margen Idem AGN, Sección Tierras
Desavíes hectáreas izquierda del de Montaña, Leg.46,
río Yavari Exp- 761
1892 JoséMarcos 1,500 Pueblo de Idem AGN. Sección Tierras
Gignoux, Manuel hectáreas a Caballo Cocha de Montaña, Leg.46,
Rivas, JuanJosé cada uno y río Yavari Exp. 798
Gomales
(ecuatoriano)y
CasimiroBalnxlli
(suizo)
118
AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN UBICACION COMPROMISO EXPEDIENTE
UBICADO EN:
1892 Agustín 1,500 Pueblo de Idem AGN. Sección Tierras-
Zambrano. Luis hectáreas a Caballo Cocha de Montaña, Leg, 45,
Rodríguez, cada uno Exp. 784
Gregorio
Arroyo y José
María Tejada
1892 Enrique Soutter 1,500 Margen Idem AGN. Sección Tierras
(suizo) y otros hectáreas a izquierda del de Montaña, Leg. 46,
cada uno río Yavari Exp. 763
1892 Juan Arturo 1,500 Pueblo de Idem AGN. Sección Tierras
Mendoza, hectáreas Caballo Cocha de Montaña, Leg. 52,
Damían Chavez, Margen Exp. 792
Luis F. Díaz y izquierda río
Manuel Navarro Yavari
1892 Manuel María 1,500 Margen Idem AGN. Sección Tierras
Briceño, Juan hectáreas a izquierdo del de Montaña, Leg,52,
Carlos Sánchez y cada uno río Yavari Exp. 800
Otros
1892 Benito Meneses, 1,500 Pueblo Idem AGN. Sección Tierras
Lizando Nieves, hectáreas para Caballo Cocha de Montaña, Leg. 52,
Manuel cada uno y margen Exp. 782
Cadenillas y C. izquierda del
Balbuena río Amazonas
1892 Enrique 1,500 Margen Idem AGN. Sección Tierras
Becerra, hectáreas a derecha del río de Montaña, Leg. 52,
Gamaniel cada uno Amazonas Exp. 812
Ledesma y otros
1892 Enrique Luis 1,500 Margen Idem AGN. Sección Tierras
Denisset hectáreas izquierda del de Montaña, Leg. 52,
rio Yavari Exp. 109
1892 Simón Vidal, 1,500 Caballo Idem AGN. Sección Tierras
Manuel hectáreas a Cocha, río de Montaña, Leg. 52,
Torcelledo, cada uno Yavari Exp. 782
Arturo Santa
Gadea y Alberto
Feirand
1892 José María 1,500 Loreto ~ Idem AGN. Sección Tierras
Frías, Moisés hectáreas a Caballococha de Montaña, Leg. 52,
Dopnayre, José cada uno Exp. 106
Carlos calle y
Alvino Llaque
1892 Samuel Dávila, 1,500 Loreto- Idem AGN. Sección Tierras
Roberto hectáreas Caball ococha de Montaña, Leg. 52,
Cuadros, Carlos a cada uno Exp, 780
Olivera y
Augusto
Gonzales
119
AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE
UBICADO EN:
11 de D, Carlos Pérez 1,500 Entre los ríos Agricultura El Peruano, Tomo I,
abril hectáreas Marañón, N° 45. Lima, 15 de
1893 Huallaga y abril de 1893, p. 354
Aipena
Idem D. Esteban 1,500 Ríos Marañón, Idem El Peruano, Tomo I,
Lazúrtegui hectáreas Huallaga y N° 45. Lima, 15 de
Aipena abril de 1893, pp.
354-355
6 D.Juan 1,500 Ríos Marañón, Idem El Peruano, Tomo I,
diciembre Castagné hectáreas Aypena y N° 71. Lima, 14 de
1893 Huallaga diciembre de 1893, p.
563
1893 Genaro Herrera 1,500 Ríos Huallaga Idem AGN. Sección Tierras
y Ramón hectáreas a y otros de Montaña, Leg. 24,
Herrera cada uno Exp. 756
17 abril D. Pedro Manuel 1,500 Montañas del Agricultura El Peruano, Tomo I,
1894 Rodríguez a hectáreas a Marañón, N° 39. Lima, 27 de
nombre de: D. cada uno prov, de Pataz abril de 1894, p. 388
Marcos, D,
Modesto, D.
Agustín Casereo y
D. Marcos A.
Barbarán, y Dña,
Badlia Uxtecho de
Barbarán, Dña.
Julia, Dña.
Natividad, Dña.
Rosa Bacilia y
Doña María
Elvira Barbaran.
1896 Salvador Soyer 1,500 Idem AGN. Sección Tierras
hectáreas de Montaña, Leg. 5,
Exp. 805
1896 Juan Castagné 1,500 Marañón, Idem AGN. Sección Tierras
(francés) hectáreas Aioena y de Montaña, Leg. 23,
Huallaga Exp. 762

1896 Juan Crisóstomo 1,500 Huallaga y Idem. AGN. Sección Tierras


M. Sotomayor hectáreas Puzana de Montaña, Leg. 50,
Exp. 1292

Las preferencias de los solicitantes estuvieron concentradas en las zonas de especulación


vinculadas al negocio del caucho. Por eso, casi todos fijaron sus miras en la margen izquierda del
río Yavarí y el pueblo de Caballo Cocha, este último situado en la margen derecha del río
Amazonas, al cual se llegaba por un pequeño caño o canal. Este pueblo empezaba a progresar por

120
ía activa explotación del caucho, el buen clima de su terreno, los abundantes pastos naturales
aprovechados por sus pobladores para desarrollar la crianza de ganado, mientras otros cultivaban el
café, la caña de azúcar y el tabaco. En 1892 esta zona registraba una población aproximada de 500
habitantes. Otras importantes zonas apetecidas por los solicitantes fueron las márgenes izquierda y
derecha del río Marañón y Santiago, ubicadas entre los departamentos de Amazonas y Cajamarca,
más allá del Pongo de Manseriche. En esta importante región aurífera, el coronel Samuel Palacios,
quiso orientar ía corriente migratoria hacia los lavaderos de oro de las riberas del río Marañón. Para
despertar el entusiasmo de los colonos, Palacios dijo:
.. hay siete meses de verano donde la extracción del oro no exige mas trabajo que
la colocación de Sluces, levantar los cascajos y arrojarles todas las aguas del río
Marañón. No hay punto de ese río desde Toyobambas, Pancas, Cochabambas,
Balzas, Chinchipe, hasta los cascajos del Ashual (abajo del Pongo de Manseriche)
donde no se encuentre oro entre los intersticios de las piedras que forman su
lecho180”.

Estas noticias serían confirmadas en 1890 por el ingeniero Luis Wolff, quien
desempeñando una comisión especial en Loreto, comparó el potencial productivo del río Santiago
con aquel existente en los yacimientos de Sandia y Carabaya del departamento de Puno, y manifestó
preferencia por el primero debido a su fácil explotación dadas las ventajosas comunicaciones y
docilidad de los pueblos nativos asentados en la zona, como los Nautipas, Aguarunas y Huambisas,
erróneamente reputados como hostiles. Wolff describió la riqueza aurífera de la cuenca norteña en
los siguientes términos:
“El río Santiago mediante observaciones y ensayes convenientes, me arrojó un
resultado de más de dos castellanos de oro por metro cúbico, y el Alto Marañón
más o menos el mismo resultado. Todo lo cual aduce para asegurar que dichos ríos
encierran en sus orillas riquezas de gran consideración. Esto aparte de otro orden de
riqueza fácil de apreciar, constituida por la naturaleza del terreno y sus productos
vegetales y minerales...”181.

En el caso de la selva central, las concesiones territoriales tuvieron menor extensión a las
otorgadas en Loreto. Aquí hubo una primacía de las pequeñas haciendas, pues la mayor parte de los
denuncios fueron de 2, 20, 25, 50 y 70 hectáreas, llegando en solo algunos casos a 200, 400 y 500
hectáreas. Del total de 187 expedientes revisados para el periodo 1887-1896, el 86%, o sea 160
adjudicaciones corresponde a denuncios menores, y generalmente son terrenos ubicados en la
región de Chanchamayo, La Merced, San Luis de Shuaro, quebrada de rio Seco, quebrada de Santa
Cruz, quebrada de Achote, quebrada de Bolognesi, quebrada Ramasú, quebrada río Chunchi, Pampa
Hermosa, Pampa del Carmen, Valle de Vitoc, la margen izquierda del río Paucartambo y el río
Pozuzo, lugares por donde estaba proyectado construir el camino al Pichis.150

150 Idem,
,8' Wolff, Luís, “Informe del Ingeniero Luis Wolff...", pp. 264-265.
121
Esta diferencia en el tamaño de los lotes concesionados demuestra el verdadero carácter
colonizador de las adjudicaciones dadas en la región de Chanchamayo, pues los pequeños terrenos
podían con mayor facilidad convertirse en unidades productivas, mientras los inmensos campos
loretanos difícilmente podían sostener dinámicos procesos colonizadores. En el decenio de 1880,
Chanchamayo fue adquiriendo un nivel de desarrollo similar al de San Ramón, La Merced y San
Luis de Shuaro. A través de dicho valle se dirigía el camino diseñado por el Estado para fundar
nuevos centros de verdadero progreso, básicamente apoyados en cultivos de cafetales, caña,
algodón, arroz, etc. Muchos de los favorecidos con estas adjudicaciones menores provenían de la
región alto andina, mientras otro grupo estaba constituido por colonos enviados por el gobierno.
Todos ellos estaban interesados en obtener la propiedad definitiva sobre estos terrenos. De esa manera,
acogiéndose al Supremo Decreto del 23
de abril de 1897, solicitaron los títulos de
sus concesiones, y para ello debieron
practicar todas las diligencias ordenadas
en la Suprema Resolución del 7 de
noviembre de 1896, entre las cuales
destacaban el levantamiento de un plano,
la verificación del lote por una comisión
compuesta por el gobernador y vecinos
notables de la localidad, estos últimos Modelo de levantamiento de plano sin escala ni coordenadas, Chanchamayo-
Junín. AGN- Sección Tierras de Montaña, Leg, 50- Exp, 769, 1896.
cumpliendo el papel de testigos.
Los colonos no solo buscaron obtener la propiedad gratuita sobre sus terrenos cultivados,
sino también lograr al mismo tiempo la adjudicación de nuevos lotes adyacentes a los suyos,
generalmente terrenos baldíos necesarios para el crecimiento de las unidades agrícolas. En ese
caso, era necesario abonar por cada hectárea un precio unitario determinado por los inspectores
oculares de acuerdo a la naturaleza del terreno. La inspección no estaba sujeta a criterio técnico
alguno, simplemente los comisionados tasaban los terrenos a ojo de buen cubero. Gracias a estas
ventajas varias propiedades duplicaron su tamaño original. Por ejemplo, en 1898, el agricultor
Eulogio Flores pagó S/, 2.55 por hectárea de los terrenos incultos de la pampa del Carmen. Por esta
época, él había cultivado una extensión de 2 603 m2 colindante con las propiedades de los señores
Morales y Rojas a orillas del río Chanchamayo. Con una inversión menor a un sol compra un lote
adicional de 2,544 m2 en la parte oeste del río Chanchamayo hacia el camino de La Merced. Fue así
como duplica la extensión de sus propiedades alcanzando un total de 5 147 m2 182.

m AGN Sección Tierras de Montaña, Leg. 36. Exp. 5 274.


Ese mismo año, la señora Carmen Ramos, viuda y residente en el valle de Chanchamayo,
poseedora de dos lotes cultivados en la pampa del Carmen, solicita no solo los títulos de propiedad
definitiva de estos, sino también un nuevo terreno contiguo a unos de los señalados conforme estaba
detallado en plano adjunto y cuyo valor abonaría previamente. La tasación fue realizada por el
Gobernador José B. Velarde, actuando como perito oficial, Roberto M. Soto, y varios vecinos.
Como resultado de este trabajo la hectárea de terreno inculto fue valorada en S/ 4.S5. Los antiguos
lotes de la posesionaría estaban situados en la margen noroeste del camino a La Merced y en el lado
posterior del río Chanchamayo, colindando con las propiedades del señor Figueroa, mientras por
sus extremos derecho e izquierdo se hallaba la parte inculta solicitada583.
La realización del procedimiento de inspección ocular correspondía a las autoridades
locales. Cuando alguien solicitaba al Prefecto un terreno ubicado a 20, 30 y 40 leguas de la capital
departamental, éste delegaba los trámites en el Gobernador del distrito donde estaba el lote
requerido, quien asimismo ordenaba al Teniente Gobernador aplicar los procedimientos
acostumbrados en estos casos. Hasta aquí no había mayores problemas, pero cuando el terreno
denunciado se encontraba a dos, tres o cuatro leguas de distancia respecto a la residencia del
Teniente Gobernador, éste no perdía tiempo ni gastaba recursos en atravesar bosques y caminos
peligrosos para verificar la ubicación del lugar solicitado. Accedían entonces a convalidar los
pedidos exigiendo convenientes pagos por ello. De esa forma, los especuladores acumulaban
terrenos, manteniéndolos incultos para luego venderlos. Como prueba de estos actos irregulares
citaremos una denuncia de Domingo Argote, quien afirmaba:
“No cabe duda, señor Prefecto, que esas autoridades se hacen pagar en algunos
casos, y en otros informan a ojo de buen cubero, trayendo con ello el maremagno en
que nos hallamos. Hay personas que hacen el negocio de denunciar varios lotes
para venderlos y que entre tanto los tienen incultos, perjudicando a otros que bien
los quisieran y que cuentan con capitales384”.

Sin duda, las obligaciones establecidas por ley para conceder títulos de propiedad a
quienes poseían tierras de montaña estaban siendo burladas reiteradamente. Por ello, el propio
Argote recomienda al gobierno conceder un nuevo y breve plazo para regularizar las titulaciones,
nombrando posteriormente una comisión encargada de dar cuenta de los terrenos poseídos
ilegalmente, para denunciarlos y ponerlos en subasta. Con esta medida podría beneficiarse a nuevos
colonos con medios suficientes para dar mayor ensanche del cultivo. Urgía además levantar un
plano detallado de toda la región, demarcando con claridad los terrenos ocupados y vacantes, así
como la zona cedida a la Peruvian Corporation, cuyos límites eran muy imprecisos. Con el

m AGN: Sección Tierras de Montaña. Leg 36, Exp,5267.


,8íf Argote, Domingo F. “Chanchamayo”, p. í.
123
producto de la referida subasta serían cubiertos los viáticos y sueldos de los comisionados, el
levantamiento del plano regional y la demarcación de los nuevos terrenos concedidos185.
La tendencia a la concentración de tierras montañosas iniciada en la posguerra del Pacifico
fue criticada por Fray Gabriel Sala en 1896. Según dicho misionero las disposiciones vigentes sobre
esta materia habían levantado en la montaña una gran confusión, de la cual evidentemente saldrían
unos pocos ricos dejando arruinados a la mayoría de pobladores. A su juicio, el gobierno debía
garantizar el acceso equitativo a la propiedad territorial en toda la región amazónica, siendo preciso
para ello redactar y publicar un reglamento sobre amparo y medición de los terrenos, el cual
facilitando y asegurando la rapidez de esas operaciones evitaría los exagerados gastos realizados por
los colonos186. Al respecto, Sala propuso acabar con las concesiones gratuitas exigiendo a los
solicitantes de terrenos la cancelación de un monto por hectárea al Supremo Gobierno. Efectuado
dicho abono, y cumplidos los demás requisitos de deslinde, el comprador podría vender, alquilar,
edificar o hacer cualquier otra cosa con sus lotes como verdadero propietario, sin que nadie pudiese
impedírselo. Asimismo, solo podrían alcanzar el título de propiedad perpetua de sus lotes, quienes
hubiesen cultivado la mayor parte del mismo por espacio de diez años y tuviesen legítimo titulo de
amparo con sus correspondientes deslindes bien marcados. Una vez conseguida esta propiedad
podían traspasarla a sus descendientes o parientes más cercanos por vía de sucesión, abonando tan
sólo el costo del papel sellado y los derechos respectivos del Ministerio de Fomento.
Con referencia al despacho de los títulos de amparo, Sala creyó conveniente seguir
concediéndolos a través de los prefectos departamentales, siempre y cuando el lote no excediera las
50 hectáreas, tuviese linderos correctamente demarcados y el informe favorable del Teniente
Gobernador y otros dos notables del lugar. Los conflictos por límites entres lotes causados por
delimitaciones defectuosas serían resueltos mediante el nombramiento de un árbitro. Éste
escucharía los alegatos de ambas partes, y después de visitar las tierras disputadas, pronunciara su
fallo dividiéndolas en mitades dando a cada litigante una de ellas, actuando con criterio de
conciencia sin tener favoritismo por el más pobre o el más rico de los litigantes. Estas medidas
pretendían poner fin a los continuos pleitos, enredos y embrollos de que tanto se quejaban los
vecinos y colonos de las montañas de Chanchamayo, San Luis, Oxapampa y Huancabamba.
En cuanto a las concesiones mayores efectuadas en la selva central entre 1887 y 1896, hemos
encontrado 27 adjudicaciones, lo cual constituye el 14% del total de expedientes registrados para esta
región. Estas concesiones fueron de 1 500 hectáreas por persona y mayormente estuvieron ubicadas en
los terrenos colindantes con las márgenes del río Pichis, Palcazu y Azupizú, tal como se observa en el
cuadro.

185 ídem.
186 Sala, Gabriel. Apuntes de viaje del R.P. Fr. Gabriel Sala: exploración de los ríos P i c h i s pp. 187-190.

124
Adjudicaciones mayores de tierras de montaña en
Junín 1887-1896

AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE


UBICADO EN:

1887 Francisco Fabio 3,000 Margen Agricultura AGN. Sección


Brenner y R. hectáreas izquierda del río Tierras de Montaña,
Zavala Azupizú Leg. 35, Exp. 672
1891 Emilio Langelais 1,500 Margen Idem AGN. Sección
hectáreas izquierda del río Tierras de Montaña,
Pichis Leg. 35, Exp, 666
1891 Alejandro 1,500 Margen Idem AGN. Sección
Montani hectáreas izquierda del río Tierras de Montaña,
Pichis Leg. 35, Exp. 641
1891 Gaspar Berly 1,500 Margen Idem AGN. Sección
hectáreas izquierda del río Tierras de Montaña,
Pichis Leg. 35, Exp. 652
1891 Eugenio Guilles 1,500 Idem Idem. AGN. Sección
hectáreas Tierras de Montaña,
Leg. 35, Exp. 640
1891 Daniel E. Pereira 1,500 Idem Idem AGN. Sección
hectáreas Tierras de Montaña,
Leg, 36, Exp. 642
1892 Alcibíades 1,500 Margen Idem AGN. Sección
Velasco hectáreas izquierda del río Tierras de Montaña,
Azupizú Leg. 21, Exp. 801
1892 Guillermo y 1,500 Idem Idem AGN. Sección
Manuel Andrade hectáreas a Tierras de Montaña,
y otros cada uno Leg. 35, Exp. 809
1892 Darlo Torres 1,500 Sobre el río Idem AGN. Sección
hectáreas Azupizú Tierras de Montaña,
Leg. 35, Exp. 638
1892 María Ratery 1,500 Ribera del río Idem AGN. Sección
Vda. De Galland hectáreas Pichis Tierras de Montaña,
y otros Leg. 35, Exp. 665
1892 Miguel P. Zavala 1,500 Margen Idem AGN. Sección
hectáreas izquierda del río Tierras de Montaña,
Azupizú Leg. 36, Exp. 634
1892 José A. Alarcón 1,500 Margen Idem AGN. Sección
hectáreas izquierda del río Tierras de Montaña,
Azupizú Leg. 36, Exp. 740
1893 Carlos Arturo 1,500 Margen derecha Idem AGN. Sección
Véíez hectáreas del río Pichis Tierras de Montaña,
Leg. 21, Exp. 663
1893 Ricardo A. Vélez 1,500 Margen derecha Idem AGN. Sección
hectáreas del río Pichis. Tierras de Montaña,
Leg. 35, Exp. 746

125
AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN | UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE
UBICADO EN:
1893 Armando José 1,500 Margen derecha Idem AGN. Sección
Vélez hectáreas del río Píchis Tierras de Montaña,
Leg. 35, Exp. 664
1893 Daniel Rubio y 1,500 Camino del Idem AGN. Sección
otros hectáreas Pichis Tierras de Montaña,
Leg. 36, Exp. 745
1893 Genaro 1,500 Margen derecha Idem AGN. Sección
Mendiburu hectáreas del rio Pichis Tierras de Montaña,
Leg. 36, Exp. 747
19 de D. Federico 1,500 Confluencia del Idem El Peruano, Tomo II,
oct. Gardini y D. hectáreas Palcazu y el N° 52. Lima, 26 de
1893 Carlos A. Sevilla Pichis, a la octubre de 1893, p.
orilla derecha, 411
19 D. José Lora y 1,500 Margen Idem El Peruano, Tomo II,
Oct. Abraham Lora hectáreas izquierdo del río N° 52. Lima, 26 de
1893 Azupuzu y octubre de 1893, p.
derecha del 412
Aynochini
6 Set. D. Ricardo A, 1,500 Margen derecha Idem El Peruano, Tomo II,
1893 Vélez hectáreas del río Pichis antes N° 56. Lima, 7 de
de la cofluencia noviembre de 1893,
con el Chivis. p. 444
Idem D. Genaro 1,500 Idem Idem Idem
Mendiburu hectáreas

6 dic. D. Otío Schmit 1,500 Valle de Pangoa Idem El Peruano, Tomo II,
1893 hectáreas en las márgenes N° 71. Lima, 14 de
del riachuelo diciembre de 1893, p.
Amargura 563
11 D. Eugenio 1,500 Camino de San Idem El Peruano, Tomo II,
Nov. Alecchi y D. hectáreas a Luis de Shuaro N° 61. Lima, 18 de
1893 Francisco Burgos cada uno noviembre de 1893,
p. 484
22 D. Eugenio 1,500 Río Colorado de Colonización. El Peruano, Tomo I,
mayo Labardie hectáreas Chanchamayo, y Introducir 10 N° 55. Lima, 3 de
1896 alN.O. de los ríos familias en el junio de 1896, p. 439
Pumsú y Samasú plazo de 3 meses
18 Ing. Joaquín 1,500 Márgenes del Adjudicación El Peruano, Tomo II,
set. Capelo hectáreas río Pichis definitiva por N° 46. Lima, 3 de
1896 resolución 6 marzo noviembre de 1896,
de 1894, por hacer p. 366
práctica la
consideración a
que se ha hecho
acreedor dicho
ingeniero por parte
del Gobierno
126
EXTENSIÓN UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE 1
AÑO ADJUDICADO
UBICADO EN:
1,500 Orilla Izquierda Idem AGN. Sección
1896 Aníbal García,
hectáreas a del río Azupizu Tierras de Montaña,
Zorrilla y
cada uno Leg. 22, Exp. 763
Otros
1,000 Chanchamayo Idem. AGN. Sección
1896 Víctor J. Vega y
hectáreas valle de Vitoc. Tierras de Montaña,
Carlos Vega
Leg. 31, Exp. 1861

Los grandes concesionarios de las montañas de Junín, entre ellos importantes funcionarios
del Estado y miembros de familias limeñas, tenían como perspectiva hacerse dueños de vastas
extensiones de caucho cercanas a importantes vías fluviales, sin embargo, los ríos Pichis y el
Palcazu no podían navegarse sino durante la época de creciente y solo con embarcaciones menores.
Este problema limitaba tanto el traslado del producto gomero al río Amazonas, como el
aprovisionamiento de víveres desde Iquitos. Por ese motivo, no surgió una poderosa corriente de
capitales e inmigrantes a esta zona. Poco había cambiado desde los años posteriores a la Guerra del
Pacífico, cuando el viajero francés, Olivier Ordinaire, recorrió la región señalando que:
“Todos aquellos con quienes hable sobre este capítulo, me afirmaron que lo más
pequeños piróscafos [vapor] que vienen de Iquitos para cargar caucho y que tratan
de remontar lo más posible los ríos secundarios, donde hacen intercambios
lucrativos, no podrían, en tiempos ordinarios, surcar el Pachitea más allá de Chonta
Isla, es decir a más de 8 leguas de su unión con el Ucayali” .

Con todo, las cuencas del Pichis y Palcazu contenían un importante potencial
minerológico. En 1888, un informe presentado por el ingeniero Luis Wolff a José Basagoitia,
Prefecto y Presidente de la Comisión exploradora del departamento fluvial de Loreto, señalaba lo

siguiente:
"... el cerro San Mafias cuyos contrafuertes tocan las aguas del Pichis era reputado
como un cerro aurífero de mucha importancia. Este estaba ubicado a muy poca
distancia de la confluencia con los ríos Palcazu y Pichis donde era posible
establecer una comunicación con cualquier oficina establecida en este cerro. El
terreno no ofrecía serias dificultades, la arena que forman las playas del río Pichis
después de su confluencia con el rió Anarqui en el puerto llamado Tucker presenta
a la simple vista una gran cantidad peróxido de fierro; indicio de la existencia de
^ 88
oro en sus playas’

En la selva sur, que comprende las región oriental de los departamentos de Apurímac,
Cuzco y Puno, entre 1890 y 1896 hubo una tendencia por solicitar concesiones de grandes
extensiones de terreno, contrario al fenómeno colonizador de la selva central, pero similar al de la
selva norte. De un total de 93 adjudicaciones, el 76% (71 expedientes) correspondieron a
concesiones mayores con una extensión mínima de 1 500 hectáreas, por persona, y el 24 % (22187

187 Ordinaire, Oiivier. Del Pacífico al Atlántico y otros escritos, pp. 126-i 28.
188 "Informe del Ingeniero Wolf." En: Larraburre i Correa, Carlos. Colección de leyes, decretos.... T. XV, p. 234.
127
expedientes) a concesiones menores. Ocho de los lotes de 1 500 hectáreas, estaban ubicados en las
riberas del río Apurímac en la ceja de montaña ayacuchana. Resultaron beneficiados con estos
lotes, Enrique Perusset, Rodolfo Schaefli, Emilio Henriod, Jacobo Lauper, Alberto Lack, Enrique
Soutter, Clemente de Saúles y Maurice Voisin. Otras 29 concesiones se efectuaron en la montaña
cuzqueña abarcando los territorios comprendidos en las riberas de los ríos Marcapata, Araya,
Pitumarca, Huaraoascay y la quebrada de Japo, correspondientes todas a la provincia de
Quispicanchis, departamento de Cuzco. Quince de esos lotes, o sea 52% del total de las
adjudicaciones cuzqueñas, correspondieron a adjudicaciones menores cuyo tamaño variaba entre
50, 100, 120, 200 y hasta 500 hectáreas, mientras los restante catorce lotes, 48% del total, llegaban
a las 1 500 hectáreas cada uno, y estaban ubicados en los ricos territorios de gomales repartidos
entre las montañas de Marcapata (Cuzco) y la cuenca del río Inambari (Puno).
En el caso de las montañas orientales del departamento de Puno registramos 56
concesiones para el período citado. Once de ellas corresponden a extensiones menores que iban
desde 3 hasta 600 hectáreas mientras otras 45 pertenecen a lotes de 1 500 hectáreas. Todos estos
terrenos estaban ubicados en las riberas de los ríos San Gaban, Ollachea, Inambari, dentro de las
provincias de Sandia y Carabaya, y eran zonas ricas en gomas y lavaderos de oro.

Adjudicaciones mayores de tierras de montaña en la


selva sur 1890-1896

AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE


UBICADO EN:
27 de D. Carlos 1,500 hectáreas Provincia de Introducir 2 En: El Peruano:
marzo Wagner, en Carabaya. 500 Has. colonos adultos Tomo I, N° 38.
1890 representación de en margen izquierda por cada 15 hác Lima, 28 de
D. Patricio del rio San Gaban, y marzo de 1890,
Gibson, D. las restante a p. 301
Guillermo continuación del
Harmsen y otros mismo río hacia el
Norte, punto que
designara Wagner
5 de D. Juan Manuel 1,500 hectáreas Regiones de Idem El Peruano,
mayo Peña y Costa Ollachea, San Gaban Tomo I, N° 53.
de y el Inambari. Lima, 8 de mayo
1890 Provincia de de 1890, p. 420
Carabaya
Idem D. Mariano 1,500 hectáreas Idem Idem Idem
Ignacio Prado y
Ugarteche
Idem D. Ricardo de las 1,500 hectáreas Idem Idem Idem
Casas.
Idem D. Manuel 1,500 hectáreas Idem Idem Idem
Cevallos
128
AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE
UBICADO EN:

2 de D. Francisco 1,500 hectáreas Margen de los ríos Introducir 2 El Peruano,


junio Malaga Quillabamba y colonos adultos Tomo I, N° 74.
1890 Ayapata, prov. De por cada 15 Lima, 18 de
Carabaya hectáreas junio de 1890,
p. 585
Idem D. Guillermo 1,500 hectáreas Valle de Ollachea, Idem Idem
Bailón entre las márgenes de
los ríos San Gaban y
Piquetire y en la
Pampa San José
Buenavista, provincia
de Carabaya
Idem D. Femando G. 1,500 hectáreas Pampas Idem El Peruano,
Alvizuri comprendidas entre Tomo I, N° 74,
los ríos Chía y Pampa Lima, 18 de
Chauni y el Michi junio de 1890,
Michi, Prov. de pp. 585-586
Carabaya
Idem D. Víctor Felipe 1,500 hectáreas Región de Ollachea Idem El Peruano,
Lira entre la pampa de San Tomo I, N° 74.
Gaban y los ríos Lima, 18 de
Quillabamba y junio de 1890,
Esquibaya p. 586
Idem D. Manuel 1,500 hectáreas Márgenes de los ríos Idem Idem
Alvarez Calderón San Gaban e
Inambari, Prov. de
Carabaya
Idem D. Guillermo R. 1,500 hectáreas Zonas de los ríos Idem El Peruano,
Griffith Ollachea y Tomo I, N° 76.
Quillabamba, Prov. Lima, 21 de
Carabaya junio de 1890,
p. 604
Idem D. Víctor Hugo 1,500 hectáreas Región Ollachea, Idem Idem
Mac Cord márgenes de los ríos
San Trifon, Blanco y
Carini y la del
Inambari, Prov.
Carabaya
Idem D. Santiago 1,500 hectáreas Región Ollachea Idem Idem
Beaumont márgenes de los
ríos íripata,
Caballuni,
Ollachea y
Lanlacuni, Prov.
Carabaya
129
AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE
UBICADO EN:

ídem D, Alejandro 1,500 hectáreas Orillas del río Conforme a la El Peruano,


Parró Inambari, provincia posesión del 29 Tomo I, N° 71.
Sandia marzo de 1892, Lima, 14 de
se resuelve diciembre de
aprobar la 1893,p. 563
posesión por el
Juez de lera.
Instancia de
Prov. Sandia
1890 Enrique Barrón 1,500 hectáreas Carabaya, margen del Explotación y AGN. Sección
río San Gabán e colonización Tierras de
Inambari Montaña, Leg,
23, Exp. 760
1890 Guillermo 1,500 hectáreas Carabaya- región ídem AGN. Sección
Ferreyros Oílaechea, San Tierras de
Gabán e Inambari Montaña, Leg.
23, Exp. 827
1890 Manuel Amat y 1,500 hectáreas Carabaya, valle ídem AGN. Sección
León Oílaechea Tierras de
Montaña, Leg.
23, Exp. 759
1890 Miguel del Valle 1,500 hectáreas Carabaya. Margen ídem AGN. Sección
izquierda del río San Tierras de
Gabán Montaña, Leg.
23, Exp. 636
1890 Belisario Gálvez, 1,500 hectáreas Carabaya, Ollaceha ídem AGN. Sección
A Reymin y a cada uno San Gabán e Tierras de
otros Inambari Montaña, Leg.
23, Exp. 821
1890 Manuel Cevallos 1,500 hectáreas Carabaya, Oílaechea, ídem AGN. Sección
San Gabán e Tierras de
Inambari Montaña, Leg.
35, Exp. 742
1890 Carlos Morgan 1,500 hectáreas Carabaya, Ollachea, ídem AGN. Sección
San Gabán Tierras de
Montaña, Leg.
51, Exp. 808
1890 Clarence Maris 1,500 hectáreas Sandia y Carabaya ídem AGN. Sección
Tierras de
Montaña, Leg.
49, Exp. 825
1890 Femando G. 1,500 hectáreas Sandia Río Inambari ídem AGN. Sección
Alvizuri Tierras de
Montaña, Leg.
51, Exp. 16

130
AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE
UBICADO EN:

1890 Carlos Ferreyros 1,500 hectáreas Carabaya Idem AGN. Sección


Tierras de
M ontaña,
Leg. 52, Exp.
752
1890 Lautaro Evaristo 1,500 hectáreas Carabaya Idem AGN. Sección
Cantuarias Tierras de
Montaña, Leg.
52, Exp. 749
1890 José M. 1,500 hectáreas Carabaya Idem AGN. Sección
Cantuarias, R. a cada uno Tierras de
Villalva y.H. Montaña, Leg.
Sánchez 52, Exp. 756
1891 Juan Y. García y 7,500 hectáreas Huanta - La Mar Establecer una AGN. Sección
otros empresa Tierras de
agrícola Montaña Leg.
25. Exp. 623
1891 Enrique Perusset 1,500 hectáreas Margen izquierda Río Cultivos AGN. Sección
Apurímac Tierras de
Montaña Leg.
26, Exp. 75
1891 Rodolfo Schlaefli 1,500 hectáreas Margen izquierda Río Agricultura AGN. Sección
Apurímac Tierras de
Montaña Leg.
26, Exp. 47
1891 Jacobo Lauper 1,500 hectáreas Río Apurímac. Agricultura AGN. Sección
Tierras de
Montaña Leg.
26, Exp. 37
1891 Alberto Lack 1,500 hectáreas Margen izquierda Río Agricultura AGN. Sección
Apurímac Tierras de
Montaña Leg.
26, Exp.36
1891 Enrique Soutter 1,500 hectáreas I. Río Apurímac Agricultura AGN. Sección
Tierras de
Montaña Leg.
26, Exp. 44
1891 Clemente de 1,500 hectáreas I. río Apurímac Agricultura AGN, Sección
Saúles Tierras de
Montaña Leg. 26,
Exp. 26
1892 Maurice Voisin 1,500 hectáreas I. Río Apurímac Cultivo AGN, Sección
Tierras de
Montaña Leg,
26, Exp. 7
131
AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE
UBICADO EN:

1892 Andrés Julio 1,500 hectáreas Sandia- Sandia, orilla Cultivo AGN. Sección
Selmer del río ínambari Tierras de
Montaña Leg.
23, Exp. 818
1892 Dago F. Thomas 1,500 hectáreas Río Inambari Cultivo AGN. Sección
Tierras de
Montaña Leg.
25, Exp. 633
1892 José Luis Arce 1,500 hectáreas Sandia Valle de Cultivo AGN. Sección
Pacaramayo Tierras de
Montaña Leg.
33, Exp.824
1892 Carlos Ludonicg 1,500 hectáreas Valle de Marcapata Cultivo AGN. Sección
Tierras de
Montaña Leg.
30, Exp. 804
1892 José Cantero 1,400 hectáreas Calca -Valle de Cultivo AGN. Sección
Laceo- Oriente del Tierras de
valle Laceo Montaña Leg.
33, Exp. 823
1892 Julio Lodowieg 1,500 hectáreas Quispicanchis - Valle Camino, cultivo AGN. Sección
de Marcapata Tierras de
Montaña Leg.
33, Exp. 807
1892 Leonardo Silva 1,400 hectáreas Monte Bello Colonización AGN. Sección
Tierras de
Montaña Leg.
39, Exp. 853
1893 José Manuel 1,500 hectáreas Valle de Marcapata Camino AGN. Sección
Cantuarias Tierras de
Montaña Leg.
33, Exp. 37
1893 Tomás Prentice 1,500 hectáreas Oriental Colonización y AGN. Sección
cultivos Tierras de
Montaña Leg.
40, Exp. 744
1894 Norman Evans 1,500 hectáreas Río Paucartambo Cultivos AGN. Sección
Tierras de
Montaña Leg.
52, Exp. 863
1894 Germán Franty 1,500 hectáreas Carabaya, río Cultivo AGN.
Inambari Sección
Tierras de
M ontaña Leg,
23, Exp. 487

132
'
AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE
UBICADO EN:

1894 Tomás Dago 1,500 hectáreas Carabaya, río Cultivo AGN. Sección
ínambari Tierras de
Montaña Leg.
23, Exp. 765
1894 Roberto Allison 1,500 hectáreas Sandia y Carabaya, Cultivo AGN. Sección
margen oriental del Tierras de
río Inambari Montaña Leg.
23, Exp. 742
1894 Einar Rosenquist 1,500 hectáreas Sandía y Carabaya, Cultivo AGN. Sección
margen oriental del Tierras de
río Inambari Montaña Leg.
23, Exp. 653
1894 Alfredo Cáceres 1,500 hectáreas Carabaya, margen Cultivo AGN. Sección
derecho del río Tierras de
Inambari Montaña Leg.
23, Exp. 658
1894 Germán 1,500 hectáreas Carabaya, margen Cultivo AGN. Sección
Abrahansohm derecho del río Tierras de
Inambari Montaña Leg.
23, Exp. 755
1894 José A. Ramírez 1,500 hectáreas Sandia, margen Cultivo AGN. Sección
Perañes oriental del río Tierras de
Inambari Montaña Leg.
23, Exp. 767
1894 Manuel María 1,500 hectáreas Carabaya, orilla Cultivo AGN. Sección
Forero derecha del río Tierras de
Inambari Montaña Leg.
23, Exp. 643
1894 Bernabé Revilla 1,500 hectáreas Sandia y Carabaya, Cultivo AGN. Sección
orilla del río Inambari Tierras de
Montaña Leg.
23, Exp. 766
1894 Franz Germán 1,500 hectáreas Carabaya, margen Cultivo AGN. Sección
Rep. De FloyB. derecha del río Tierras de
Wílson ínambari Montaña Leg.
23, Exp. 632
6 D. Gonzalo Silva 1,500 hectáreas Orilla derecha del río Agricultura El Peruano,
marzo Santiesteban Inambari, provincia Tomo í, N° 24,
1894 Carabaya Lima, 13 de
marzo de 1894,
p. 213
17 D. Franz 1,500 hectáreas Idem Idem El Peruano,
abril Germann, en Tomo I, N° 37,
1894 representanción Lima, 20 de abril
de D. E. Wielh de 1894, p. 314
133
AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE
UBICADO EN:

2 mayo D. Einar 1,500 hectáreas Márgen oriental del Agricultura El Peruano, Tomo
1894 Rosengvist. río Inambari entre las I,N° 44. Lima, 8
prov. Sandia y de mayo de 1894,
Carabaya pp. 380-381
Idem D. Roberto 1,500 hectáreas Idem Idem El Peruano,
Allison Tomo I, N° 44.
Lima, 8 de mayo
de 1894, p, 381
Idem D. José Antonio 1,500 hectáreas Idem Idem Idem
Ramírez Perales
Idem D. Bernabé Revilla 1,500 hectáreas Idem Idem Idem

1895 Esteban Calderas Bellavista 120 Quispicanchis- M.I. Hacienda AGN. Sección
e hijos hectáreas a R. Marcapata Tierras de
cada uno Montaña Leg.
22, Exp. 1907
1895 Julio Arianzen y Misión de Convención - Cultivos AGN. Sección
otros Cocabambilla- M.D.R, Chirumbia Tierras de
1,500 hectáreas Montaña Leg.
a cada uno 22, Exp. 2381
1895 José Rivera, 1,500 hectáreas Quispicanchis - Valle Colonización AGN.Ó&xwi
Gabriel Martínez a cada uno de Marcapata Tierras deMontaña
y otros Leg. 33, Exp. 568
Miguel 1,440 hectáreas Paucartambo -Valle Cultivos AGN. Sección
Estanislao de Paucartambo Tierras de
Montaña Leg.
34, Exp. 8027
1896 Francisco 1,500 hectáreas Valle de Marcapata Ganadería, AGN. Sección
Massiotti vacuno, ovejuno Tierras de
y cabrio Montaña Leg,
22, Exp. 68
1896 Francisco 1,000 hectáreas Quispicanchis - Cultivos AGN. Sección
Masciotti Pitumarca, Valle de Tierras de
Marcapata Montaña Leg.
33, Exp. 673
1896 Adolfo Hilñker 1,500 hectáreas Quispicanchi, Valle Cultivos y AGN. Sección
de Marcapata camino Tierras de
Montaña Leg.
34, Exp, 675
1896 Gabriel Martínez 1,500 hectáreas Distrito de Corani, Cultivos AGN. Sección
y Solar provincia Carabaya, Tierras de
margen derecho del Montaña Leg.
río San Gaban, orilla 23, Exp. 969
izquierda del río
Inambari
134
AÑO ADJUDICADO EXTENSIÓN UBICACIÓN COMPROMISO EXPEDIENTE
UBICADO EN:

1896 Pío León Cabrera 1,300 hectáreas Sandia, Valle Grande Cultivos AGN. Sección
Tierras de
Montaña Leg.
23, Exp. 761
1896 Julio Villanueva 1,500 hectáreas Carabaya, río Cultivos AGN. Sección
Inambari. Tierras de
Montaña Leg.
49, Exp. 855
1896 Gerardo Holguín 1,500 hectáreas Carabaya, río Cultivos AGN, Sección
Inambari Tierras de
Montaña Leg.
51, Exp. 1940

Hacia fines del siglo XIX, la provincia de Carabaya había sido visitada por diversos
exploradores. Antes había sido conocida como Curaya y Collahuaya, vocablos que finalmente
dieron origen al de Carabaya. En 1864, Antonio Raimondi, recorrió estas montañas constatando la
riqueza aurífera de la quebrada de Challuma, levantando después un plano de Carabaya y Sandia.
Más adelante, Modesto Basadre hizo varios viajes a esta zona, refiriéndose a su potencial
minerológico con las siguientes frases:
"Cada quebrada de las provincias de Carabaya y Sandia, encierra un río, aumentado
en su curso por innumerables riachuelos y vertientes: todos esos ríos desaguan al
ínambari, éste al río Madre de Dios, éste, tras largo curso al Madera y éste al
Amazonas. Todos los cerros que están al Este de esos nevados, en más o menos
abundancia, tienen vetas de cuarzo con oro, otras de plata; en todas las quebradas,
en sus playas, se encuentran placeres y lavaderos de oro, de más o menos
riqueza”189.

Dentro de las montañas de Carabaya, en el espacio comprendido entre San Gaban,


01 lachea y Carani, existían abundantes aventaderos, rebosaderos y lavaderos de oro. Desde allí
hasta las inmediaciones del río Inambari había grandes extensiones de bosques de caucho (jebe).
En 1889, un informe presentado al gobierno por el explorador Manuel César Vidal, puso énfasis en
la necesidad de emprender la construcción del camino entre Macusani e Inambari siguiendo las
márgenes del río San Gabán. En caso el Estado no tuviese recursos para ejecutar dicha obra podía
contratarla con una empresa particular, la cual con una inversión máxima de seis mil soles plata
tendría acceso a los ricos depósitos de caucho, incienso, plantas medicinales, maderas finas, etc190.
De igual forma, los expertos mineros elogiaban el incomparable potencial aurífero de la región

189 Basadre, Modesto. Riquezas peruanas, p. 33.


190 “Viaje de exploración a las montañas y regiones auríferas del río San Gabán,,.", p. 173.

135
Mapa del río San Gabán recorrido por M. César Vidal en su viaje a Carabaya en 1889.
Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, Tomo VI, N° 1, 2, 3., 1896, s/p.
depositado en su cordillera de estructura pizarrosa bajo la forma de vetas, filones, capas y pequeños
mantos, donde el codiciado metal era extraído en trozos, pepitas o polvo191.
Hasta 1896 el Estado había concedido grandes lotes de tierras de montaña a diversas
compañías e individuos, sin preocuparse de que estos les dieran uso provechoso para el país. La
negligente actitud del gobierno en la política de concesiones territoriales incitó la codicia de
hombres inescrupulosos, los cuales en pocas semanas conseguían lotes convirtiéndose en
hacendados de papel, pues realmente no lo eran ni tenían intenciones de serlo. Estos guardaban sus
propiedades para venderlas al mejor postor o utilizarlas en oscuras combinaciones. En opinión de
El Comercio, los representantes de la aristocracia limeña defendían los planes de colonización
rápida, exigiendo la entrega de los más grandes y mejores lotes a las personas de su círculo
negándoselos a personas y compañías pequeñas con recursos limitados. Ellos pedían no hacer
adjudicaciones a favor de exploradores desconocidos, carentes de fortuna y posición social, y
menos si estos no habían salido del país, porque careciendo de relaciones en el exterior sería
imposible conseguir capitales y brazos para fundar colonias192*.
La ley prevenía la pérdida de las adjudicaciones en caso de que el beneficiario no tuviese
medios materiales para iniciar el trabajo de la tierra, pero sólo después de cumplido cierto plazo. No
obstante, este requisito podía burlarse aparentando haber realizado algunas labores. Incluso cuando
ocurría abandono de lotes, no podía disponerse de ellos sino vencidos los plazos legales y mediante
procedimientos engorrosos para reformar los títulos de amparo. El incremento en la venta irregular de
lotes no cultivados motivó la dación del decreto supremo del 19 de setiembre de 1896, según el cual
todas las concesiones efectuadas y las que se hiciesen en adelante sólo tendrían el carácter de amparos
provisionales sujetos a ratificación previo cumplimiento de la obligatoriedad de cultivar los terrenos.
En ese sentido, se establecieron los siguientes plazos para regularizar la tenencia de lotes: dos meses
en el valle de Chanchamayo, y seis para el resto de la República, Vencidos dichos plazos las tierras
de aquellos cuyo título no hubiesen sido saneados serían de libre disposición del Estado.593.
Décadas de política liberal en la adjudicación de tierras de montaña no habían favorecido
la colonización de la Amazonia. El gobierno confió en que todos los solicitantes de lotes estaban
dispuestos a cultivarlos, de manera que mientras más concesiones hiciera lograría incrementar la
extensión de tierras agrícolas indispensables para la colonización. Empero, millares de hectáreas
pasaron de la propiedad del Estado al dominio de individuos y compañías con nulos efectos
productivos, pues la montaña continuó ajena a los proyectos civilizadores. La mayoría de los
poseedores de esas tierras, dominados por una mentalidad vaga y fantasiosa, confiaba en que su
esfuerzo personal bastaría para constituir haciendas o empresas extractivas. Ciertamente, muchos

m Áivarez Maza, Carlos. La región de Carabaya en el Perú.... p. 12.


192 “Editorial” (IX), p. 2.
m “Terrenos de montaña^, p. I.
137
de los proyectos colonizadores eran simples aventuras especulativas. Por ello, a mediados de 1896,
el gobierno decide intervenir para controlar rigurosamente el régimen de tenencia de las tierras de
montaña. A criterio de los funcionarios públicos, convenía al Estado otorgar simples amparos
provisionales sujetos a caducidad reservándose el derecho de propiedad. El gobierno de Nicolás de
Piérola decidió entonces introducir cambios en la política de concesiones.
Como consecuencia de ello, en agosto de 1896, el Ejecutivo a través del Ministerio de
Fomento envía al Congreso un proyecto de arrendamiento y venta de los terrenos de montaña.
Dicho proyecto, sustentado por Javier Prado Ugarteche y Alberto Ulloa, contemplaba el uso de los
fondos provenientes por este sistema en la construcción de caminos para facilitar el acceso y
colonización de esas mismas regiones. Asimismo, dividió los terrenos montañosos en tres
categorías: 1) Terrenos actualmente adjudicados; 2) Terrenos de libre adjudicación y 3) Terrenos
reservados por el Estado. En el primer caso, se reconocía como título legitimo las adjudicaciones
obtenidas conforme a las leyes y resoluciones supremas, siempre que los beneficiarios hubiesen
cumplido estrictamente las condiciones impuestas por ellas. Quienes habían acatado parcialmente
sus obligaciones, solo tendrían propiedad sobre la parte cultivada de los terrenos hasta la fecha en
que fuese promulgada la respectiva ley. El Estado reconocía además sus derechos de preferencia
para comprar los terrenos adyacentes, conforme a las nuevas condiciones impuestas por ley,
siempre que efectuasen los trámites dentro del plazo de seis meses después de su promulgación.
Los terrenos de libre adjudicación podían otorgarse gratuitamente o por titulo oneroso.
Los lotes gratuitos concedidos a individuos tenían una extensión de 100 hectáreas a 1 000 hectáreas,
mientras aquellos dados a las compañías iban de 5 000 hectáreas a 10 000 hectáreas. Las
adjudicaciones mayores a dicho tamaño requerían autorización legislativa. Los beneficiarios se
obligaban a cultivar no menos de la tercera parte del lote recibido dentro del plazo máximo de tres
años. Las adjudicaciones por título oneroso eran realizadas mediante la venta de terrenos, los
cuales podían cancelarse al contado o por partes en un tiempo límite de tres años. Las ventas de
tiernas estaban sujetas a la siguiente escala de precios: tres soles por hectárea de terrenos de primera
clase; dos soles por hectárea de los de segunda clase; y un sol por hectárea de los terrenos de tercera
clase. Las adjudicaciones por título oneroso no podían superara las 15 000 hectáreas, en caso
contrario se requería autorización especial del Poder Legislativo194.
De igual forma, el gobierno había planeado crear en la Sociedad Geográfica de Lima una
Oficina General de Catastro dependiente del Ministerio de Fomento. Las funciones de dicho organismo
serían las siguientes: 1. Llevar el registro administrativo de propiedades en la región oriental. 2. Formar
el catastro general de la República. 3. Levantar las cartas y planos necesarios para el perfecto
conocimiento de los terrenos adjudicados, y aquellos disponibles y reservados. 4. Informar al Supremo

194 Prado Ugarteche, Javier y Alberto Ulloa. “Proyecto de la ley sobre adjudicación pp. 2-3.

138
Gobierno sobre todos los expedientes de adjudicaciones y expedición de títulos de propiedad en la
región fluvial. 5. Formar y conservar un archivo especial de los expedientes administrativos sobre
propiedades en la región fluvial, los cuales serían entregados por el gobierno para dicho objeto. Con
respecto a los terrenos reservados, como las selvas, lagos, ríos, canales, minerales y yacimientos, el
Estado los manejaría como bienes propios para fundar sobre ellos centros de población, puertos fluviales
u otros establecimientos necesarios para sus proyectos colonizadores195.
Aunque este proyecto fue rechazado en el Congreso sirvió de base para la aprobación de
la Primera Ley Orgánica de Terrenos de Montaña de 1898. En esta última fueron contemplados
cuatro modos de adquisición: por compra, por concesión, por contrato de colonización y por
adjudicación gratuita. Asimismo, dispuso la inversión de los fondos provenientes por venta de
tierras en la construcción de caminos, mensura de lotes, formación de catastro y otros trabajos
indispensables para facilitar la adjudicación de los terrenos y el conocimiento de las necesidades de
cada región196. Con esta nueva ley, el gobierno creyó posible controlar el reparto de las tierras
amazónicas asegurando de paso la presencia del Estado en ellas. No obstante, los verdaderos
dueños de la Amazonia de entonces fueron los barones del caucho cuyo ejercicio de la propiedad
territorial estaba al margen de las disposiciones normativas peruanas.
Bajo esta nueva ley orgánica de terrenos de montaña, el gobierno de Eduardo López de
Romaña, otorgó el 10 de marzo de 1900 dos concesiones a Lionel Rupert Stuart Weatkerlei. En la
primera, cuya extensión era de 102 500 hectáreas y estaba ubicada en las márgenes de los ríos
Santiago, Ñapo y Curarai del departamento de Loreto, debían formarse colonias con 50 familias de
inmigrantes ingleses en plazo de tres años. En la segunda, situada en la parte no explorada del río
Santiago y con una extensión de 2 500 hectáreas, iba a practicarse el cateo de minas. Este contrato
reglamentaba además la explotación de gomales.197. En 1899 se otorga por arrendamiento 10 000
hectáreas a Mariano Eusebio Cárdenas en los valles de La Convención y Uchatari, a orillas del río
Quiteni, en el departamento del Cuzco198. Ese mismo año, se arrendaron otras 10 000 hectáreas en
Carabaya, Sandia y Marcapata del departamento de Puno, a varias sociedades formadas por Manuel
Julio Salas, Fortunato Gómez y otros199; Enrique Espinoza y otros200201; Sociedad Espinoza y
Giannon205; Eugenio A. Guillet y Enrique Puyo202; Enrique Puyo203; Lorenzo Miranda Oblitas y
Ruperto Oblitas204. Asimismo, en la zona de montaña comprendida entre los ríos Tamaya y

195 “Editorial” (XI), p. 1.


196 Ley deí 21 de diciembre de 1898.
197 Resolución Suprema, 10 de marzo de 1900.
!9R AGN, Sección Tierras de Montaña, Leg.33, Exp. 6474.
199 “Dirección de Obras Públicas” (V), p. 228.
200 AGN, Sección Tierras de Montaña, Leg. 8, Exp. 7132.
201 AGN, Sección Tierras de Montaña, Leg, 8, Exp. 6333.
202 “Dirección de Obras Públicas” (Ví), p. 63.
202 “Dirección de Obras Públicas” (Vil), p. 192.
2(M “Dirección de Obras Públicas” (VIII), p. 174.

139
Urubamba, afluentes del Ucayali, y entre dicho río y una línea paralela al oriente hacia la
conñuencia de los ríos Manú y Madre de Dios, fueron arrendados lotes de gomales de 10 000
hectáreas a varios solicitantes, entre los cuales destacaba Augusto B. Leguía205

3.2 PRESENCIA BRASILEÑA Y BOLIVIANA EN LA SELVA SUR


PERUANA
Durante el siglo XIX la selva sur permaneció en estado de abandono por los sucesivos gobiernos
peruanos. La ausencia de soberanía nacional en la vasta Amazonia tuvo su contraparte en la agresiva
política de colonización hacia el oeste alentada por el Imperio del Brasil. La larga historia de pérdidas
territoriales se inicia en 1851 con el tratado suscrito entre Bartolomé Herrera y Duarte Da Ponte Ribeiro,
el cual consolida el avance brasileño hasta la cuenca del Caquetá. De igual manera, en las montañas
situadas al oriente de Paucartambo, Carabaya e Inambari una progresiva invasión boliviana organizada
desde el departamento de Caupolicán fue estableciendo posiciones en la cuenca del Madre de Dios.
Las bases jurídicas para la demarcación republicana provenían de los tiempos coloniales. En
virtud del Tratado de San Ildefonso, celebrado en 1777 entre las coronas de España y Portugal, fUeron
reconocidos los derechos de las colonias españolas sobre el territorio encerrado dentro de un triángulo
imaginario cuyo límite norte nacía en la cuenca baja del río Madera, siguiendo desde allí una línea recta
en dirección este oeste hasta terminal' en la margen derecha del río Yavarí, a su vez el límite sur estaba
fonnado por el recorrido de los ríos Madera y Beni. Durante el período republicano estos territorios
permanecieron inexplorados, pero estaban considerados como parte integrante de las provincias de
Carabaya y Paucartambo por dos razones fundamentales: el origen peruano de los ríos que los regaban, y
su carácter de continuación geográfica de nuestra Amazonia sur-oriental.
Después de la Independencia los antiguos territorios de las misiones de Apolobamba pasaron a
formar parte de la República de Bolivia, y a partir de 1842 constituyeron la provincia de Caupolicán.
Ésta última se extendía hasta el sur del río Madidi, primer gran afluente del Beni por su margen
izquierda, por eso nadie en aquella época puso en duda la soberanía peruana sobre toda la zona
extendida al norte de dicho río, la cual estaba marcada por aquel triángulo fijado en el Tratado San
Ildefonso, dentro del cual caían los ríos Inambari y Madre de Dios. Sin embargo, en 1867, el Presidente
boliviano Mariano Melgarejo celebró un tratado de límites con el Brasil, cediendo a dicho país la mitad
de aquellos territorios como si fuesen suyos. Asimismo, pretendió apropiarse de otra mitad fijando
como frontera con el Perú una línea imaginaria entre el nacimiento del río Madera y las fuentes del
Yavarí; pero sin precisar los límites occidentales que podían haber llegado maliciosamente hasta el
Cuzco. El gobierno peruano protestó contra ese tratado notificándolo a los dos gobiernos signatarios.

205 “Dirección de Obras Públicas” (IX), p, 354.


140
El Imperio del Brasil, obviando los derechos territoriales del Perú, se apresuro a tomar
posesión de la parte ilegalmente cedida por Bolivia fundando en 1871 la colonia militar de Lábrea en las
orillas del río Purús, La ocupación continuó con el establecimiento de los poblados de Canutama (1874)
y Boca do Acre (1878). En 1882 surge una empresa de explotación del caucho en un lugar donde
posteriormente fundarían la ciudad de Río Branco. Hacia 1894 el caucho comercializado por los
colonos brasileños, según cálculos del explorador alemán Ehrenrhelt, estaba avaluado en £ 900 000
anuales. Mientras tanto, la escasez de colonos y capitales no había permitido a Bolivia ocupar la parte
de territorio peruano usurpada por el referido tratado de 1867. No obstante, en abril de 1894, el
Presidente boliviano Mariano Baptista anunciaba el envío de comisionados para tomar posesión de
territorios en el Alto Madera, Madre de Dios e Inambari. Esta acción formaba parte de una campaña de
exploraciones en el oriente para encontrar nuevos gomales. La usurpación territorial fue asegurada
mediante la fundación en dicho año de la villa de Riberalta en la confluencia de los ríos Madidi y Madre
de Dios.
Varios factores conspiraban contra los deseos peruanos por nacionalizar esta región sur
oriental. El agreste plano topográfico, el desconocimiento de rutas fluviales, la ausencia de colonias
militares y poblaciones cercanas impedían organizar una ocupación sostenida de estas cuencas. Dentro
del ángulo formado por los ríos Mamoré y Beni funcionaba la aduana boliviana de Villa Bella para,
cobrar los derechos de exportación del caucho por el Amazonas. Esta oficina estaba rodeada por 20 ó 30
cabañas con una población fija de 100 habitantes, que en ocasiones podían aumentar hasta 300. En las
orillas del Beni y Madre de Dios existían varios de estos establecimientos fundados por iniciativa de los
colonos bolivianos. Allí no existían autoridades judiciales, policía u otro cuerpo de fuerza pública,
correos, escuelas o institución estatal alguna, excepto la aduana para cobrar impuestos. La abundancia
de la goma, especialmente en la cuenca del Alto Madera, sostenía este proceso de colonización
boliviana206.
En octubre de 1894, Claudio Osambela calculó la población asentada en el espacio
comprendido entre el Alto Madera y el Beni en unos 10 000 habitantes. De ese número sólo 300 eran
peruanos, los cuales habían migrado allí en 1892 desde Arequipa y Puno, para establecerse en el río
Madidi, principal afluente del Beni. Otros 200 eran brasileños y europeos, estos últimos ocupaban los
mejores empleos. De manera excepcional, una casa comercial francesa radicada en Arequipa había
abierto sucursal en dicha zona207. Osambela recomendaba frenar el creciente avance brasileño y
boliviano fijando varios destacamentos peruanos en las siguientes zonas: a) En el punto Santa Rosa
cerca de la desembocadura del Madidi sobre el Beni; b) En el sector de la frontera con Brasil, demarcado
por la unión del Guaporé y el Mamoré. Este destacamento tendría salida a través de la vía Fitzcarrald

205 “Editorial” (X), p. 2.


207 Osambela, Claudio. “El inambari” (í), p. 1.

141
hacia los ríos Urubamba y Madre de Dios, y proveyéndolo con dos lanchitas a vapor podría abrir la
navegación hasta las cascadas del Madera, atrayendo el comercio de las provincias del departamento
boliviano del Beni, así como de la región brasilera de Mojos; c) En el Guaporé para navegar por el
Mamoré y Beni hasta salir al Madre de Dios, donde podía conectarse con una futura línea férrea hacia el
Urubamba.
Asimismo, recomendaba situar un puesto militar en el Punís cerca de la boca del Ituxi, pues
dicha zona estaba bajo influencia brasileña desde cuando el explorador de ese país, el coronel Lábrea,
había navegado el Madera peruano, cerca de San Antonio, punto de partida del proyectado ferrocarril del
Mamoré y lugar hasta donde llegaban los vapores del compañía Amazonas. Dicho lugar era idóneo para
establecer un puesto peruano destinado a cobrar a dichos vapores los derechos de aduana hasta la altura
del río Marmellos en la margen izquierda del Madera. De otro lado, el gobierno podía establecer
aduanas mixtas en los ríos Yavarí y Madera, desde el punto en que estos pertenecen a ambos Estados.
En ese contexto, algunos analistas tenían planes audaces para afianzar la soberanía peruana en esta
región, como celebrar un nuevo tratado con Brasil cediéndole un sector del Madera, a cambio de la
construcción de un ferrocarril siguiendo la ruta de los ríos Madera, Beni y Madre de Dios hasta el
Urubamba208 .
En la última década del siglo XBC, la convulsa política interna impidió al Estado peruano
atender el problema de las fronteras orientales. Hacia 1896 toda la vasta zona situada al oriente del
Ucayali, integrada por los territorios de los ríos Yurúa, Purús y Madre de Dios habían sido abandonadas
por la autoridad oficial, y sólo algunos caucheros trataban de afianzar su dominio reclamando la
peruanidad de los territorios frente a sus competidores brasileños y bolivianos. A pesar de estos
esfuerzos, nada pudo detener el inicio del proceso irreversible de pérdidas territoriales peruanas en la
selva sur, convalidado más tarde por los tratados de 1909 con Bolivia y Brasil. Con todo, la prensa
limeña recordaba constantemente la antigua pertenencia de estas regiones amazónicas al Perú tratando
de despertar en el gobierno sentimientos nacionalistas favorables a su conservación.
Al respecto, El Comercio hizo varias precisiones. Por ejemplo, el río Madre de Dios, llamado
Amarumayo por los antiguos peruanos, nacía en la cordillera de Paucartambo y formaba una red común
con el Inambari. En ese sentido, era completamente peruano no solo por razones geográficas y derecho
histórico, sino porque durante mucho tiempo albergó varios establecimientos agrícolas de colonos
nacionales destruidos posteriormente a causa de sucesivos ataques de los nativos. La línea demarcatoria
de la frontera peruano-boliviana seguía el curso de los ríos Madidi y Bajo Beni, dejando toda la hoya del
Madre de Dios dentro del territorio peruano, y por tanto toda presencia boliviana en esas comarcas debía
reputarse como usurpación Por su parte, el Alto Purús y su afluente el Aquiri, según la línea
convencional trazada por el Tratado de San Ildefonso, pertenecían al Peiú y por consiguiente brasileños

208 Saulo. “Iquitos. No tenemos Patria”, pp. 2-3.

142
y bolivianos estaban violando la soberanía peruana con sus permanentes incursiones. Por iguales
razones, el río Yurúa desde su nacimiento hasta el paralelo 7 dividía los respectivos dominios del
Brasil y Perú en esa zona de la hoya amazónica209.
El alevoso desconocimiento de los derechos peruanos había comenzado en abril de 1867,
cuando Bolivia reivindicó como suyas en un tratado con Brasil las regiones del Beni y Purés hasta las
cabeceras del Yaraví. Desde aquella fecha, mientras el Perú ceñía su estrategia al terreno diplomático,
los gobiernos bolivianos avanzaron lentamente sobre el Madre de Dios y luego incluso pretendieron
poner bajo su jurisdicción varios pueblos, aldeas y caseríos peruanos de Carabaya y Sandia, y hasta
establecer una aduana fluvial en la provincia de La Convención, muy cerca del Cuzco210. Solo a fines
del siglo XIX, el Estado peruano toma la decisión de enfrentar enérgicamente la usurpación territorial
boliviana, pero la carencia de estudios exploratorios le impidió definir rutas terrestres y fluviales para
enviar y sostener fuerzas militares en las citadas cuencas. Mientras tanto, la prensa y escritores de La
Paz emprendieron una activa campaña propagandística a favor de su política expansionista oriental. En
el Perú, los trabajos de Antonio Raimondi, Mariano Felipe Paz Soldán y Casimiro Ulloa refutaron los
argumentos bolivianos, pero no circularon profusamente como hubiese convenido entonces.211

Territorio en litigio. Avance brasileño y boliviano sobre la región oriental peruana, S. XIX.
Jean Claude Roux. “Bolivia-Brasil: una confrontación h is tó ric a ,.p . 200.

209 “Editorial” (XII), p. 1.


210 “Editorial” (XIII), p. 1.
211 “Limites con Bolivia en la región oriental”, p. 3,

143
CONCLUSIONES

El Estado peruano, en los años posteriores a la Guerra del Pacífico, diseña una estrategia
geopolítica basada en la integración transversal de las principales cuencas orientales con el resto del
territorio nacional. Sin embargo, para dicha tarea continuó apoyándose en el viejo y errado modelo
colonizador, cuyos fundamentos racistas pusieron a los pueblos nativos al margen de la
"civilización”. En la década de 1880, los misioneros Bemardino Gonzáles y Gabriel Sala,
exploraron la selva central colocándola en los planes políticos de la Reconstrucción Nacional. A
ellos se deben los esfuerzos para poblar el valle de Chanchamayo (Junín), habiendo fundado
además, junto con otros religiosos franciscanos, las misiones de Huancabamba, San Luis de Shuaro,
Cerro de la Sal, Quillasu y Sogorno. En sus inicios los frailes parecían estar arando en el mar, pues
sus pueblos nativos desaparecían poco después de haberse formado. Los neófitos, como llamaban
entonces a los indios convertidos, fugaban a la montaña rechazando el estilo de vida impuesto por
los religiosos. En otros casos, las misiones eran saboteadas por codiciosos hacendados,
comerciantes y caucheros, quienes veían en ellas una traba para esclavizar y traficar la mano de
obra indígena. Ambas situaciones convencieron a los misioneros de que era más ventajoso
adoctrinar en las reducciones forzadas, impuestas por caucheros y militares, pues de ellas
difícilmente los nativos podían huir. Asegurada la permanencia de su feligresía en dichos lugares,
los frailes podrían edificar en ellos capillas para expandir el cristianismo civilizador.
El Estado favoreció la colonización de la selva central financiando el ingreso de colonos
europeos en los valles de Chanchamayo. Estos planes, fuertemente impregnados de darwinismo
social, fracasaron porque los blancos no estaban físicamente preparados para conquistar la montaña.
No en vano, en la década de 1870, el ingeniero italiano Félix Giordano dijo al respecto: “... el
blanco o europeo, bueno es repetirlo debe andar con cautela en los países nuevos y especialmente de
clima más o menos tropical, alimentarse sustanciosamente, no trabajar demasiado al sol ni a la
humedad del campo, limitar su acción en lo posible a dirigir y vigilar, haciendo ejecutar los trabajos
materiales más recios, por individuos de raza de color...” 212. Esta incapacidad del colono blanco

212 Giordano, Félix. “Memoria del Ing. F. Giordano.. pp. 223-224.


para las rudas faenas colonizadoras se vio agravada por la escasez de mano de obra, y la
imposibilidad económica de estos para contratar a los cholos de las montañas vecinas o los
inmigrantes chinos que llegaban a la selva. La fragosidad de los caminos y la insalubridad del
clima frustraron esta experiencia colonizadora patrocinada por el Estado.
El descubrimiento del caucho y del oro, produjo en el norte y sur oriental oleadas de
inmigración que no llegaron a formar colonias, porque estuvieron compuestas básicamente por
comerciantes, aventureros y especuladores cuya presencia se limito al tiempo necesario para hacerse
de fortunas expoliando los recursos gomeros y mineros de la región mediante los enganches,
correrías y esclavitud de los indígenas. Este fenómeno despobló los pueblos de origen colonial y
fueron remplazados por campamentos caucheros de corta vida que duro el tiempo de la existencia
del boom cauchero.
En la zona selvática sureña la colonización estuvo concentrada en las regiones auríferas
de Sandia, Carabaya y Macusani del departamento de Puno, y en menor medida en las montañas del
Cuzco. Las labores de explotación cauchera y recolección de frutos naturales, así como de las
colonias de la selva peruana recayeron sobre los hombros de los indios serbilizados por los colonos.
Un grupo colonizador heterogéneo compuesto por mestizos y los extranjeros de diversas
nacionalidades arribados a Loreto se ocuparon del movimiento comercial interno y la importación
de mercaderías europeas fomentando su consumo en las clases inferiores y extrayendo con auxilio
de ellas los productos de la selva. Este grupo dedicado exclusivamente a la especulación y
esclavitud de los aborígenes competía con sus pares brasileños por el control de los mercados
amazónicos peruanos.
Los capitales estaban concentrados en manos de los caucheros, no existiendo recursos
para el establecimiento de otras industrias. La actividad agropecuaria prácticamente no existía, y
los principales artículos de consumo diario, importados de Europa y especialmente de Portugal
alcanzaban subidos precios. El caucho convirtió al río Amazonas en el principal camino oriental
con grandes ventajas para el Brasil, pues éste controlaba la salida al Atlántico. Recién a fines del
siglo pasado se abrió el primer camino de herradura desde la costa hacia la hoya amazónica: la vía
del Pichís, la cual aunque deficiente, larga y penosa, sirvió bastante para comunicar Lima con el
Oriente.
En ese contexto, diversas regiones trataron de construir sus propios ejes viales para
insertarse en las nuevas rutas comerciales. En el norte el gobierno hizo esfuerzos para construir el
camino Moyabamba-Balsapuerto-Yurimaguas encargando al ingeniero Carlos Pérez (1889), que no
concluyo porque este se distrajo con los trabajos del camino del Pichis y otras obras en Loreto. En
(1886) en el centro el Estado desembolso fuertes sumas de dinero para aperturar la vía hacia el
Pichis a cargo del ingeniero Joaquin Capelo, camino que costo muchos recursos y rectificaciones.

146
Diversos factores hicieron fracasar los proyectos para prolongar el Ferrocarril Central
hasta Chanchamayo y conectarlo con un camino de penetración cuyo final sería un punto navegable
del río Pichis. La falta de una política geográfica y estudio previo de la topografía del terreno,
aunado a la crisis fiscal impidió su oportuna realización. Muchos de esos pocos caminos
aperturados no satis facieron la salida de las colonias ya establecidas y las que se abrieron con la
intención de persuadir al poblamiento de esas regiones terminaron prontamente cerrados por la
maleza del bosque por falta de mantenimiento.
Colonias y caminos constituían un binomio fundamental en la política colonizadora, pues,
si se traía colonias y las dejaban sin vía de comunicación, estas se morían de hambre o quedaban sin
vigor para progresar. Por el contrario si se hacia caminos sin traer colonias, los caminos terminaban
perdiéndose devorados por la maleza del bosque. El camino daba vida a la colonia, como la colonia
al camino.
En la selva sur, los cuzqueños habían puesto sus esperanzas en el Urubamba para salir al
Amazonas, Su ambicioso plan consistía en llevar un ferrocarril siguiendo el río Camisea al rió
afluente del Urubamba y Purús.
En el caso de la Amazonia sur, los empresarios agrícolas y mineros movieron la frontera
colonizadora hacia las cuencas selváticas del Cuzco, Madre de Dios y Puno. En 1888 fue
inaugurada la primera sección del camino Macusani - Ollaechea en el oriente puneño con una
extensión de diez leguas (aproximadamente 40 kms,). Más tarde, durante el decenio de 1890, las
sociedades mineras abrirían caminos en la provincia de Carabaya. En 1894, por ejemplo, la
Sociedad Chunchusmayo comunicó a la Prefectura departamental haber abierto un camino de doce
leguas hacia Pucaramayo a fin de continuar sus explotaciones auríferas.
El río fue adoptado como elemento básico para la realización de las exploraciones
orientales, empero, se presentaron dos barreras infranqueables a la navegación a vapor en la Selva
Norte y Sur: el Pongo de Manseriche y el Pongo de Mainique. Los estudios de los viajeros
revelaron la necesidad de construir un tipo de vapor adaptado a las corrientes y ancho de los ríos
que debían navegar. Hasta finales del siglo XIX los trabajos de exploración fluviales sólo podían
considerarse definitivos para el caso de ríos como el Amazonas, y el Ucayali pues en los demás sólo
se habían efectuado observaciones preliminares, y hasta el punto en el cual se consideraba
navegables, siendo éste muy variable según las épocas del año.
La distancia de la capital con la Selva Norte y Sur produjo que las exploraciones de esas
regiones no encontraran apoyo en el Gobierno, por lo que fueron los caucheros o los explotadores
de oro quienes se internaron hacia el Putumuyo o Madre de Dios en informal representación del
Estado peruano, situación que sólo sería corregida durante el siglo XX con una nueva generación de
exploradores.

147
La presencia del Estado peruano en la zona nororieníal se reducía a las autoridades
portuarias de Iquitos y pueblos inmediatos a la ceja selva del norte, centro y sur, existiendo una
ausencia absoluta de ellas en la zona de várzea del Bajo Amazonas bañada por el río Yavarí, Yurua,
y Purus, zonas de frontera con el Brasil, y Bolivia.
Brasil impedía a los buques peruanos el acceso sin su previo consentimiento a los ríos
Yuruá, Purus y Madeira por el sur, mientras por el Norte restringía la navegación del Putumayo.
Esto sucedía aun cuando estos ríos pertenecían en gran parte de su recorrido al Perú. Estos abusos
obligaron a los comerciantes nacionales a cambiar la bandera de sus embarcaciones.
La carencia de un proyecto colonizador para la Amazonia norte y sur ocasionaría el
despojo progresivo de nuestras tierras de montaña por los estados vecinos, quienes dedicaron los
esfuerzos convenientes para ocupar aquellas zonas lejanas de la capital peruana.
Por otro lado la legislación peruana orientada a favorecer la entrega masiva de tierras a
cambio del surgimiento de colonias, así como la ayuda económica estatal destinada a subvencionar
los gastos de instalación de los migrantes europeos no pasaron de buenas intenciones. Durante el
período de Reconstrucción Nacional, el fisco careció de recursos para sostener proyectos
colonizadores de vasta escala, pues apenas cubría las obligaciones del Presupuesto Nacional. Sin
embargo, en 1890, muchos tuvieron esperanzas de ver poblada la región del oriente peruano cuando
el gobierno otorga dos millones de hectáreas en el Perené a la compañía inglesa Peruvian
Coorporation que en nada quedo.
En forma paralela el Estado regaló a manos llenas enormes terrenos amazónicos. Los
favorecidos fueron grupos oligárquicos de Lima o provincias vinculados a las esferas oficiales,
cuyos nombres podemos encontrar en el cuadro de adjudicaciones figurando entre ellos: Joaquín
Capelo (Ingeniero que dirigió la construcción de la apertura del camino central, Vía Pichis), Carlos
Pérez (ingeniero y responsable de la construcción del camino oriental del norte, Vía Marcapata, y
continuador de la rectificación del camino al Pichis), el capitán de navio Carlos Ferreyro, y su
hermano Guillermo Ferreyros, Carlos Basadre (geógrafo, abuelo del historiador Jorge Basadre),
Enrique Basadre (médico), José Manuel Pereyra (articulista de El Comercio, escribió en 1896 sobre
las Colonias Militares), Domingo Elias (hijo del poderoso hacendado y político peruano también
llamado D. Elias), Mariano Ignacio Prado (militar y político, fue presidente del Perú en dos
ocasiones)213, Manuel Alvarez Calderón (ministro peruano que negocio con Chile en 1901, el
plebiscito de Tacna y Arica), Don Augusto B. Leguía, (todavía civilista y en los inicios de su
carrera política, más tarde llego a ser Presidente del Perú en dos ocasiones), entre otros.

213 Como presidente enfrentó el inicio de la Guerra del Pacífico, y al ver las derrotas decidió viajar a Europa
aparentemente para comprar armamento al ejército peruano el 19 de diciembre de 1879, llevándose un cuantioso botín de
dinero, joyas y objetos de valor recolectado por las Damas de Lima para la defensa del país, y dejando como presidente
provisorio a Luis La Puerta. No regresó al país sino hasta el final de la guerra en 1887, ni dio cuenta del dinero y joyas
que se le dieron para las armas.
148
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157
INDICE

Introducción 5

Capítulo I 9
Colonizando la Amazonia y reconstruyendo
la patrxa
1.1. La nueva campaña misionera amazónica 10

i .2. El ocaso de las colonias del oriente 20

Capítulo II 55
Exploraciones y vías de comunicación
2.1. Los conflictos por nuevas rutas y caminos amazónicos 58

2.2. Viajes y exploraciones en las montañas 85

Capítulo III 107


Legislación liberal de tierras de montaña
3.1. El reparto de la montaña; adjudicaciones y propiedad
territorial amazónica 110

3.2. Presencia brasileña y boliviana en la selva sur peruana 140

Conclus iones 145

Bibliografía 149
HISTORIA
ISBN: 978-9972-231-18-6

AHDTHA

Seminario de Historia Rural Andina


789972 231186 UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

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