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Miradas etnográficas sobre el sufrimiento ambiental en los casos de Ventanas y Arica – En:
Desigualdades. Tolerancia, legitimación y conflicto en las sociedades latinoamericanas. RiL Editores – Desigualdades.net - COES –
ICIIS. Santiago de Chile, 2015.
Mayarí Castillo1
1-. Introducción2
Resulta un lugar común hoy decir que Chile es uno de los países más desiguales del mundo.
Sin embargo, pese a que este diagnóstico encuentra consenso al interior de las ciencias
sociales es poca la investigación que se ha producido desde una mirada cualitativa sobre los
efectos que este fenómeno tiene en términos socioculturales. Las sociedades desiguales no
sólo nos hablan desde los grandes números e indicadores: esos grandes números e
indicadores tienen impactos específicos y visibles en la biografía de los individuos,
estructuran su experiencia cotidiana y se articulan con complejos entramados culturales e
institucionales que a la larga van marcando su reproducción y persistencia (Tilly, 2000,
Reygadas, 2004, 2008a; 2008b).
En esta línea, este artículo se enfoca en aspectos relacionados con la construcción
cultural de la desigualdad en las sociedades contemporáneas, específicamente en la
sociedad chilena. Utiliza para este acercamiento los aportes de los enfoques teóricos
recientemente desarrollados sobre el tema (Boltanski 1999; Boltanski y Chiapello, 2002;
Boltanski et al, 2006; Thévenot et al, 2011), que rescatan la necesidad de observar la
dimensión cultural a nivel de los sujetos, que hay tras la reproducción de sociedades con
desigualdades de larga data. Para estos autores, las políticas redistributivas no tienen un
efecto en sí mismo, sino en tanto son capaces de modificar patrones culturales persistentes,
que permean la cotidianeidad de los sujetos y que van estructurando mecanismos de
1
Mayarí Castillo. Antropóloga Social, Doctora en Sociología, Freie Universität Berlin. Académica de la
Escuela de Antropología. Universidad Academia de Humanismo Cristiano e Investigadora del Centro
Interdisciplinario de Estudios Interculturales e Indígenas (ICIIS). Correo electrónico:
mcastillog@docentes.academia.cl
3
La investigación que da origen a este artículo se basa en cinco etnografías de casos, de los cuales para
efectos de este artículo se exponen dos. Buscó establecer criterios comparativos en función de las distintas
variables de estratificación (etnicidad, grupo socioeconómico, urbano/rural), niveles de conflictividad y tipo
de contaminación, por lo que la selección de casos se basó en los siguientes criterios generales: A-.
Territorios con antecedentes documentados de exposición sistemática a altos niveles de contaminación. B-.
Territorios cuya población supera el 50% en los grupos ocupacionales en la base de la estratificación, según
los grandes grupos del código CIUO e ingreso bajo y/o medio bajo. Una vez seleccionados los casos por
estos dos criterios, se establecieron los siguientes criterios adicionales, orientados a fortalecer un diseño
comparativo en el que se buscó una selección teórica de casos de alta variabilidad: C-. Territorios diversos en
representación de variable urbano/rural. D-.Territorios diversos en representación de variable adscripción
étnica. E-.Territorios diversos en representación de fuentes y tipos de contaminación F-. Territorios diversos
en representación de variabilidad en los niveles de conflicto, organización y judicialización.
Desigualdades socioecológicas. Miradas etnográficas sobre el sufrimiento ambiental en los casos de Ventanas y Arica – En:
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esta metodología una de las principales formas de acercamiento, pero requirió también la
realización de técnicas simultáneas como la entrevista semiestructurada, la observación
intensiva, el análisis documental y de prensa, entre otras., materiales que fueron analizados
a través de análisis de contenido (Pinuel, 2002). A continuación se presentan los resultados
preliminares de estos estudios de caso, ambos de larga historicidad y con niveles
diferenciados de conflictividad, razón por la que se exponen de manera sintética y
organizada en función de ciertos hitos demarcatorios que integran la evidencia empírica,
permitiendo la comprensión de las transformaciones que ha operado en torno a la
“gramática de la desigualdad” (Boltanski, 1999) para cada experiencia.
4 Entre éstos figuran síntomas como alergias, dolores de cabeza, pérdidas de embarazos de estado avanzado,
malformaciones en fetos y recién nacidos, problemas en articulaciones y huesos, problemas de concentración,
funcionamiento de órganos blandos, entre otros.
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Entre éstas, se decretó la incorporación de los afectados a un plan de seguimiento en salud, becas a nivel
universitario y un apoyo monetario mensual para quienes acreditasen su condición de “exposición”. También
se modificaron los territorios a reubicar según lo establecido originalmente por el “Plan Maestro”. Para más
detalles, véase: ley Nº 20.590, PROGRAMA DE INTERVENCIÓN EN ZONAS CON PRESENCIA DE
POLIMETALES EN LA COMUNA DE ARICA.
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efecto esperado, el comportamiento de los organismos de salud apuntaló las dudas de gran
parte de la población y les permitió establecer la relación – comprobable o no – entre la
contaminación y una serie de síntomas físicos y psicológicos que veían en sus propios
cuerpos y los de sus familias.
En este punto, los habitantes de las zonas afectadas comenzaron a padecer el
sufrimiento que implica no saber a ciencia cierta los efectos que los desechos tóxicos tenían
sobre su salud, a sentirse vulnerables por la acción abusiva de las autoridades políticas y de
salud, a sentir miedo por perder lo poco invertido en sus casas en caso de traslado, entre
otras cosas. Este sufrimiento, tal y como lo documentan Auyero y Swistún (2008) en el
caso de Inflamable, está estrechamente vinculados con la incertidumbre a la que se ven
expuestos los habitantes de las zonas contaminadas que se acrecienta por la vulnerabilidad
por causas previas a la exposición y que los hace, en términos de Chaterjee, no sujetos sino
“objetos de la política pública”, depositarios de la acción de un estado que los mantiene en
una permanente espera y que maneja información que resulta clave para entender la propia
experiencia. En ese sentido, el conocimiento experto, en forma de análisis y opiniones
médicas se vuelve central como mecanismo que legitima la demanda de los habitantes y sus
padecimientos: la voz de estos actores locales se vuelve relevante sólo si existe una
institucionalidad que, a través de las pruebas médicas, ratifica su veracidad y su pertinencia.
Es en este tenor que los dirigentes de la zona establecen como uno de los ejes referenciales
claves en el proceso a dos médicos toxicólogos que colaboraron con las organizaciones, los
que no sólo emitieron informes para avalar las denuncias sino que también “nos explicaron
lo que nos pasaba”, haciendo uso del poder que en calidad de expertos tenían de conformar
y construir la experiencia de un cuerpo que duele, pero que no tiene palabras con las que ser
referido. A partir de la diagnóstico, se inauguró en los habitantes de las poblaciones la
posibilidad de denunciar y, con el tiempo, de ser reconocidos como “víctimas”.
La importancia de la evidencia médica en la interpretación de la propia experiencia,
de la identidad y de la necesidad de reparación si bien ayuda a la generación de “reclamo”,
genera un efecto problemático al interior de las comunidades. Al ser la prueba médica
“positiva” uno de los hitos que inaugura la posibilidad de hablar por parte de los habitantes,
tiende a constituirse también un elemento que divide a la población entre “victimas
merecedoras” y “gente que se aprovecha”, dada la heterogeneidad en la distribución de los
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efectos al interior del mismo territorio: quiénes presentan análisis positivos y quiénes no los
tienen, pese al haber estado expuestos 7 . Esta división impide observar la condición
transversal de vulnerabilidad que ha llevado al conjunto de los habitantes de este espacio a
estar expuestos a niveles de contaminación potencialmente perjudiciales para la salud,
independiente de los resultados de los exámenes y paradójicamente, las organizaciones
terminan esperando que sus exámenes salgan positivos en tanto esto constituye la única
alternativa que poseen de ser escuchados. A partir de la molestia y reclamos que comienzan
a crecer tras el evento de la toma de muestras, las denuncias de las organizaciones y de las
conocidas como “las catorce dirigentas del plomo”, el conflicto alcanzó alguna notoriedad a
nivel local pero no se establecieron medidas a nivel del gobierno central. Frente al riesgo de
posibles acciones futuras por parte de las organizaciones, se dictaminó el traslado de una
parte de tierra con desechos tóxicos perteneciente a las zonas afectadas a un espacio
llamado la Quebrada Encantada, a pocos kilómetros de la zona habitada de Cerro Chuño. El
traslado se realizó sin asesoría técnica al respecto y el polvo en suspensión, agravado por el
contexto desértico, aumentó la dispersión de los desechos. Se establecieron a la vez algunas
medidas de mitigación básicas, como el cierre del espacio en donde se depositaron los
desechos, que fue realizado a través de muros de contención. Pese al reconocimiento de la
peligrosidad de la situación, los habitantes se mantuvieron viviendo en la zona. Frente a las
escasas medidas precautorias, las acciones de presión de las organizaciones continuaron a
través de “acampadas” en la plaza de la ciudad, marchas y manifestaciones que van poco a
poco transformando sus subjetividades a esta idea de “víctima”, “afectado” o sujeto
“contaminado”. Hay una idea de daño y reparación que se comienza a formar entre los
vecinos.
7
Según lo observado en los casos analizados y en la bibliografía existente, generalmente los efectos
“comprobables” por exámenes de sangre no se distribuyen de manera homogénea en la población expuesta a
niveles similares de contaminación, ya que el efecto de los agentes contaminantes interactúa con otros
elementos como edad, alimentación, género, predisposición a algunas enfermedades, entre otros elementos.
En ese sentido, muchas veces los resultados sorprenden a los vecinos y ocasionan aún mayor especulación al
no mostrarse de manera homogénea o al no aumentar con el paso del tiempo, ambos elementos que la
toxicología considera difíciles de predecir o relacionar en un modelo de causalidad directa.
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protesta, bajo la idea de que “si los suecos pagaron, por algo será”. La peligrosidad de los
desechos sólo adquiere realidad entonces para algunos, al existir una entidad que está
dispuesta a reparar aunque sea de manera mínima a los afectados.
Una vez conseguida la primera victoria, en el territorio proliferaron iniciativas
legales. Muchos de los entrevistados apenas recuerdan cuántas demandas han firmado,
dirigidas a quién y con qué efectos. El rol de los “abogados” en este contexto se vuelve una
figura central en el fortalecimiento de la experiencia de vulnerabilidad e incertidumbre de
los habitantes: los abogados “aparecen” y “desaparecen” en el territorio, muchos de ellos
no vuelven a visitarlos ni contestan las llamadas de los dirigentes de las organizaciones.
Durante el trabajo etnográfico, se pudo constatar que buena parte de las gestiones de los
dirigentes estaban articuladas en torno a estas demandas y a la localización de los abogados
para obtener información respecto a los resultados. En la obtención de esta información se
jugaba también el “capital político” de los dirigentes sociales, ya que al no poder dar
información al respecto, los vecinos consideraban que no eran “eficientes”, que “ocultaban
cosas” o que no tenían capacidad para llegar a los abogados. Al tiempo de escritura de este
artículo, se acababa de admitir la demanda de una familia por parte de la Corte Suprema,
indemnizaba a cuatro personas por parte del Servicio de Salud y se encontraba en fase
probatoria una demanda colectiva ante el gobierno de Suecia, que contaba con 800
demandantes.
Respecto al caso puntual de la demanda del 1997, la reparación no tuvo el efecto
esperable por quiénes la cursaron: muchos de los que tuvieron acceso a esta reparación
gastaron sus recursos ampliando o mejorando las casas en los sitios contaminados, lo que
da cuenta de la escasa noción existente de la peligrosidad de la contaminación de la zona o,
como nos refirieron algunos de los afectados, a que el monto no estaba pensado para que se
pudieran mover, ya que no les alcanzaba para trasladarse a otra vivienda. La reparación es
vista como un “regalo” inesperado.
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abandonaron las viviendas en el polo afectado y éstas fueron tomadas por nuevos
ocupantes, en su mayoría migrantes indocumentados o vagabundos. Las zonas donde se
debía hacer mitigación presentan escaso avance: en algunos casos se han limpiado los
techos de polvo y se han creado “plazas secas”9. Sin embargo, poco se ha avanzado en la
pavimentación total de las calles y de los patios de las viviendas, donde aún se encuentra
tierra contaminada y la población sigue siendo expuesta día a día.
Una segunda forma de sufrimiento provocada por las políticas reparatorias ha
provenido de las medidas de relocalización de los habitantes de zonas que estaban definidas
como críticas en la ley. Como primer punto, cabe señalar que éstas han sido lentas e
inefectivas, ya que buena parte de las familias que debieran haber sido erradicadas
permanecen en la zona afectada, siendo sólo parte de Cerro Chuño beneficiario de la
relocalización. Como segundo punto, en la zona en que esta medida ha sido efectivamente
efectuada, ha sido implementada en varias “olas” y en condiciones distintas entre vecinos
(unos a departamentos, otros a casas, dependiendo de la disponibilidad de recursos del
Ministerio de Vivienda). Esto no sólo ha ocasionado insatisfacción entre los vecinos y
conflictos, aumentando la sensación de que el estado otorga soluciones de “o lo tomas o lo
dejas” y de incertidumbre en los casos de los que no aceptaron las primeras condiciones de
reubicación. Por otro lado, la implementación en etapas de la relocalización también ha
implicado que quiénes se han ido han dejado viviendas abandonadas, sin agua, sin luz y que
se encuentran actualmente tomadas por vagabundos o migrantes indocumentados, lo que
aumenta la tensión entre los vecinos, los delitos y la degradación del barrio. Al tiempo de
escritura de este artículo se iba a producir una segunda “oleada” de relocalizaciones en
Cerro Chuño y las familias que permanecerían en la zona a la espera de una solución para
el año 2015 - alrededor de 50 viviendas - temían por su seguridad en un contexto donde ya
no existe transporte público, ni comercio, donde la basura se acumula por los rincones y
donde la mayor parte de las viviendas, pese a su clausura, se encontraban habitadas
ilegalmente. Esto sin contar con que las nuevas viviendas entregadas se encuentran a
escasos kilómetros de “El Polígono” contaminado.
Por otro lado, tanto en el caso de las otras poblaciones relocalizadas como las que
aún permanecen a la espera existen tensiones constantes respecto a que las viviendas
ofrecidas como solución por Ministerio de Vivienda no tienen características similares a las
que los afectados poseían ni compensan las inversiones hechas en su mejora, una tercera
fuente de sufrimiento. Fuera de una posición dialogante derivada de la responsabilidad que
le compete al estado en esta materia en virtud del daño ocasionado, se otorgaron viviendas
según el presupuesto disponible y no en función de las necesidades y demandas mínimas de
las organizaciones. Así, se cambiaron casas pequeñas por departamentos que no sólo no
tenían la misma superficie, ni tampoco el valor ni ventajas en términos de ubicación que los
que tenían sus casas originales. Por esta razón, la sensación de “perder el esfuerzo de tantos
años” y “empezar de cero” hizo que algunos de ellos rechazaran la oferta de relocalización
y prefirieran permanecer en las zonas afectadas. Por lo demás, la localización de las nuevas
viviendas a escasos metros del polígono contaminado despertó desconfianza entre los
vecinos y los instó a permanecer en sus viviendas, aún cuando muchos enviaron a sus hijos
a vivir a otros lugares. Todos estos elementos han marcado que el conflicto se mantenga
vigente y constituyen una fuente inagotable de incertidumbre y de percepción de
vulnerabilidad en los habitantes.
tiempo: los animales enfermaron, los cultivos fueron cubiertos de una película oscura y en
breve también se hizo imposible el cultivo y consumo de productos agrícolas en la zona. A
finales de la década de los ochenta, estos procesos fueron normados y las emisiones de la
refinería intentaron ser controlados a través de un plan de mitigación de efectos
ambientales, que incluyó la instalación de filtros sobre esta chimenea. Pese a estas medidas,
posterior a la instalación de la refinería se han instalado otras industrias altamente
contaminantes en este polo: la refinería (CODELCO), la termoeléctrica (AES GENER), el
centro de acopio de gas natural (GASMAR), por nombrar algunas de las que más
externalidades negativas generan. En las últimas dos décadas se ha instalado sobre una
decena de empresas en el polo, pese a las restricciones en el plan regulador que operaban en
la zona10. Actualmente operan 19 empresas en total y se proyecta la construcción de tres
proyectos vinculados al rubro de energía en la zona durante los próximos años.
En 1993 el territorio fue declarado zona saturada de contaminación por anhídrido
sulfuroso y material particulado respirable. Según los monitoreos de suelos, aguas y aire
realizados por los organismos competentes y corroborados por organismos de derechos
humanos, la presencia de metales pesados supera por mucho la escueta normativa vigente.
Los efectos visibles de la contaminación en la zona se pueden observar en los niveles de
polvo en las localidades afectadas, malos olores, la muerte del estero que separa al pueblo
de Ventanas del polo industrial, el sistemático depósito de carbón sobre la playa y la muerte
de la pesca artesanal por falta de recursos marinos, similar caso que el observado en la
actividad agrícola y ganadera. De la misma forma, los habitantes reportan dolencias y
enfermedades asocian a la contaminación, tales como el gran número de casos de cáncer,
dolencias a los huesos, dolores de cabeza y problemas de contaminación en los niños.
Todos estos elementos pueden ser vistos con detalle en el informe de los observadores de
DD.HH elaborado en el año 2013.
Pese a lo visible del deterioro ambiental en la zona y la larga data de la presencia del
polo industrial, los niveles de conflictividad se mantienen bajos si los comparamos con el
conflicto de larga data de Polimetales de Arica. Una hipótesis al respecto es que la mayor
parte de estos son migrantes internos que han llegado a la zona a trabajar en el polo
industrial, por lo que cualquier acción que afecte a las empresas afecta directamente su
10
El plan regulador de la comuna fue modificado con el fin de permitir la concentración industrial en la Bahía
de Quinteros durante el pasado gobierno de Michelle Bachelet.
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fuente de trabajo. Este hecho resulta clave para comprender los niveles diferenciados de
conflictividad en la zona, ya que aquí existe un vínculo vigente con las empresas
contaminantes por parte de los habitantes, las que muchas veces ejercen presión sobre sus
trabajadores. Por otro lado, en los habitantes vinculados a las empresas de la zona se puede
encontrar un discurso basado en la idea de “pueblo que se sacrifica por el desarrollo de
Chile”, engarzado en una narrativa nacionalista dentro del cual las empresas emplazadas en
la zona tienen un rol fundamental en el desarrollo del Chile y en el cual los habitantes de
estos tres pueblos se ven como “un sacrificio necesario” en pos de la energía necesaria para
crecer. Este relato ha impactado directamente en la configuración de una “gramática de la
desigualdad” en este territorio. Pese a ello, se pueden distinguir dos hitos que han
modificado de manera directa la experiencia cotidiana de los sujetos en estos contextos
degradados y en los relatos asociados a ésta.
el hecho que buena parte de los demandantes no fueran residentes en la zona sino que
fueran solamente trabajadores de la refinería desplazó la atención a un conflicto por el daño
ocasionado al personal de la empresa y a la falta de condiciones laborales adecuadas, no
dejando espacio para una problematización en torno a los efectos sobre el territorio. Al
tiempo de escritura de este artículo, algunos entrevistados aludían a la demanda como una
forma de “aprovecharse” del estado o suscribían los efectos perniciosos de la
contaminación al interior de las plantas y al escaso control existente en las décadas
anteriores. En la mayoría de los casos se reconocen avances importantes por mejorar la
gestión de las empresas en torno a los pueblos aledaños, ya sea a través de los programas de
responsabilidad social empresarial o el aumento de medidas precautorias respecto al medio
ambiente. Pese a esto, el caso de los “Hombres Verdes” puso en el mapa de las
organizaciones ambientales a estas pequeñas localidades e instaló serias dudas entre
algunos de los vecinos respecto a los efectos negativos que estaba ocasionando el polo
industrial en el territorio. Precisamente, quiénes se pusieron a la cabeza pública de las
denuncias originadas a partir de este momento de visibilidad mediática fueron quiénes
residían en el territorio desde hace poco tiempo, pese a que los sindicatos de pescadores de
la Bahía de Quintero – que contempla Horcón, Ventanas, Maitencillo y Quintero - habían
realizado constantes acciones para denunciar la escasez del recurso marino como efecto de
las actividades del polo industrial.
pozos de agua, los que hace años no pueden usar y que constituían anteriormente su única
fuente de agua. Hoy en día reciben abastecimiento municipal de agua.
El estrecho vínculo entre la población, algunas organizaciones sociales puntuales, el
municipio y las empresas ha convertido el tema ambiental en uno de los temas que dividen
a los vecinos y que los enfrenta. La mayor parte de la población se desempeña laboralmente
en el polo industrial y los planes de responsabilidad social empresarial de las empresas del
polo han tendido a fortalecer este vínculo a través de aportes financieros directos con casi
todas las organizaciones presentes en el territorio, con las escuelas municipales y el servicio
de salud. Entregan luz directamente al pueblo de Los Maitenes y han impulsado también
“Comités de Adelanto” en cada uno de los barrios. Este fenómeno hace que los vecinos y
agentes locales parecieran tener miedo de hacer públicos algunos de sus padecimientos. Si
bien todos los informantes reconocen la alta incidencia de cáncer y enfermedades
respiratorias, la comunidad parece resignada. Las pocas organizaciones ambientales operan
con poca convocatoria y reconocen la dificultad del contexto, puesto que la postura oficial
del municipio es de fiscalizar con mayor eficacia, pero en ningún caso cerrar las empresas
actualmente en funcionamiento, no estableciendo un reconocimiento oficial a la situación
de peligrosidad tóxica. Lo mismo ha acontecido con los servicios de salud municipal y
regional, los que han desestimado de manera sistemática los síntomas recurrentes en las
consultas médicas reiteradas de los habitantes. La convocatoria a la primera marcha en
contra de la contaminación se realiza tardíamente el año 2011 con la presencia de escasas
50 personas. Según lo señalado en el de los observadores de DD.HH del año 2013, se
realiza también una manifestación contra la instalación de la nueva termoeléctrica que
cuenta con cerca de 700 asistentes. Esta última ha sido considerada como uno de los
triunfos de los movimientos ambientalistas, aunque sus organizadores reconocen que
mucha gente no puede asistir por miedo a perder el trabajo. Por lo demás, las otras variables
de vulnerabilidad que intervienen en este caso, tal y como señalamos al principio del texto,
los pone en una situación en la que el vínculo laboral prima por sobre la noción de daño
medioambiental y colectivo. Un ejemplo de esto lo constituye uno de los eventos
etnográficos observados, en donde uno de los empleados encargados de abrir los ductos
para soltar carbón de manera “irregular” al mar le señala con tristeza a su vecino, uno de los
miembros de organizaciones medio ambientales que “ni se pasee por la playa mañana
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mejor, para que no se ponga triste”. La frase va acompañada de gestos de complicidad entre
dos sujetos que, pese a defender posiciones opuestas, parecen entender y empatizar con la
postura e impotencia del otro.
en política pública. Fuera del pronunciamiento municipal en contra del gobierno central
relacionado con la oposición a la construcción de nuevos proyectos en la zona, solo se ha
contado con un informe realizado por un consultor independiente por cargo de la autoridad
ambiental competente, el Ministerio de medio Ambiente. Los resultados altamente
preocupantes de este informe fueron oscurecidos por la imputación sobre la validez de la
metodología que este mismo organismo realizó, desestimando los efectos negativos y
poniendo a la víctima en el lugar de la “víctima imposible”: aquella que existe, es vista pero
que no puede ser nombrada11.
11
Al tiempo de cierre de este artículo, se había producido hace semanas un derramamiento de petróleo de
gran magnitud en la zona. Este evento, dada la exposición mediática y la intervención estatal producida en la
zona a partir de este hecho, lo podrían configurar como un tercer hito en la configuración de esta experiencia
tóxica.
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3-. Conclusiones
Los dos casos presentados en esta oportunidad nos muestran procesos conflictivos de
construcción de sentido en torno a la experiencia de vivir en un ambiente degradado. En
cada uno de los casos es posible ver cómo la construcción de los relatos producidos en
estos contextos está estrechamente relacionada con las relaciones de dominación que
cruzan los territorios y que delimitan quiénes son los actores autorizados y legítimos para
hablar, cómo y cuándo. Dentro de estos agentes, uno de los más fundamentales es el
“experto” que aporta la evidencia empírica y médica capaz de constituir al sujeto víctima,
dar forma a la experiencia corporal que implica vivir en un contexto tóxico y entregar
herramientas para “entender lo que nos pasa”. El momento de la prueba médica es
fundamental e inaugural tanto en la constitución de subjetividades como para instalar la
noción de daño y, por ende, la idea de reparación y responsabilidades. Luego de este
momento inicial, el proceso de obtención de reconocimiento va dejando huellas en los
sujetos y es dependiente también de los distintos actores que van moldeando estas
experiencias tóxicas: el estado, la prensa, el poder judicial.
En estos procesos de “reconocimiento” los sujetos se ven involucrados en relaciones
de dominación desde una posición de extrema vulnerabilidad, dada por la intersección de
otras variables involucradas, tales como los niveles de pobreza y desprotección social, el
género, los niveles de participación y visibilidad pública desigual. Los habitantes del caso
de Polimetales en Arica deben disputar esta visibilidad desde el lugar de quiénes ya son
invisibles: los usuarios de vivienda social, los habitantes de los márgenes urbanos. En ese
sentido, la experiencia de vivir en un ambiente degradado agudiza su violencia en la
intersección de ejes de desigualdad operando en un mismo territorio, marcado por flujos y
actores políticos y económicos cuyo alcance supera por mucho la acción de sus habitantes.
En el caso de Ventanas, La Greda y Los Maitenes, la posibilidad de “ser víctima” está
cruzada por el miedo a una posible pérdida de su fuente laboral, de la cual dependen
completamente. Esta dependencia media de manera significativa en la configuración de la
experiencia tóxica, la interpretación sobre la degradación ambiental y la emergencia de
conflicto.
Finalmente y a la luz de estos casos, me gustaría aportar en torno al por qué resulta
importante introducir la dimensión socioecológica en los análisis de desigualdad,
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