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Desigualdades socioecológicas.

Miradas etnográficas sobre el sufrimiento ambiental en los casos de Ventanas y Arica – En:
Desigualdades. Tolerancia, legitimación y conflicto en las sociedades latinoamericanas. RiL Editores – Desigualdades.net - COES –
ICIIS. Santiago de Chile, 2015.

Desigualdades socioecológicas. Miradas etnográficas sobre el sufrimiento ambiental


en los casos de Ventanas y Arica.

Mayarí Castillo1

1-. Introducción2
Resulta un lugar común hoy decir que Chile es uno de los países más desiguales del mundo.
Sin embargo, pese a que este diagnóstico encuentra consenso al interior de las ciencias
sociales es poca la investigación que se ha producido desde una mirada cualitativa sobre los
efectos que este fenómeno tiene en términos socioculturales. Las sociedades desiguales no
sólo nos hablan desde los grandes números e indicadores: esos grandes números e
indicadores tienen impactos específicos y visibles en la biografía de los individuos,
estructuran su experiencia cotidiana y se articulan con complejos entramados culturales e
institucionales que a la larga van marcando su reproducción y persistencia (Tilly, 2000,
Reygadas, 2004, 2008a; 2008b).
En esta línea, este artículo se enfoca en aspectos relacionados con la construcción
cultural de la desigualdad en las sociedades contemporáneas, específicamente en la
sociedad chilena. Utiliza para este acercamiento los aportes de los enfoques teóricos
recientemente desarrollados sobre el tema (Boltanski 1999; Boltanski y Chiapello, 2002;
Boltanski et al, 2006; Thévenot et al, 2011), que rescatan la necesidad de observar la
dimensión cultural a nivel de los sujetos, que hay tras la reproducción de sociedades con
desigualdades de larga data. Para estos autores, las políticas redistributivas no tienen un
efecto en sí mismo, sino en tanto son capaces de modificar patrones culturales persistentes,
que permean la cotidianeidad de los sujetos y que van estructurando mecanismos de

1
Mayarí Castillo. Antropóloga Social, Doctora en Sociología, Freie Universität Berlin. Académica de la
Escuela de Antropología. Universidad Academia de Humanismo Cristiano e Investigadora del Centro
Interdisciplinario de Estudios Interculturales e Indígenas (ICIIS). Correo electrónico:
mcastillog@docentes.academia.cl

2 Investigación financiada por Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICYT), Programa


Inserción de Capital Humano Avanzado en la Academia, Proyecto Folio Nº 79130004 y apoyada por
Centro Interdisciplinario de Estudios Culturales e Indígenas. Folio Nº: CONICYT/FONDAP/15110006.
Una versión preliminar de este texto se presentó a la 4ta versión de la Escuela de Verano “La Globalización
de la Naturaleza y Desigualdades Sociales: Estructuras – Disputas – Negociaciones” (Lima, octubre 2013).
Red Internacional de Investigación de Desigualdades Interdependientes en América Latina
desiguALdades.net
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reproducción de la desigualdad, hecho que también ha sido señalado en la última década


para el caso latinoamericano, aunque de manera incipiente (Reygadas y Gootenberg, 2010;
Castillo et al, 2011).
Desde este marco, el artículo plantea un análisis etnográfico de dos casos, tratando
de ampliar la mirada que estudia la desigualdad desde un enfoque centrado en los ingresos
de la población, trabajando con el concepto de interseccionalidad que destaca las diversas
variables que intervienen en la configuración de posiciones desiguales (McCall, 2005;
Acker, 2006) y que van configurando “un sistema complejo de estructuras de opresión que
son múltiples y simultáneas” (Crenshaw, 1991). A través de este concepto busca avanzar
desde un estudio de la desigualdad a la de desigualdades, sobrepasando el excesivo énfasis
que la desigualdad de ingresos ha tenido en los estudios del campo (Costa, 2011).
Para un análisis desde este enfoque, este artículo indaga en la construcción cultural
de uno de los fenómenos que menor espacio ha encontrado en la investigación en el campo
de la desigualdad en las últimas décadas: las desigualdades socioecológicas. Parte de la
hipótesis de que al igual que otros bienes socialmente valorados, en sociedades desiguales
como la chilena el vivir en un ambiente libre de contaminación es también un bien que
encuentra una distribución desigual: las variables que influyen de manera más decidida en
que los sujetos se vean expuestos a vivir en un territorio degradado ambientalmente y con
altos niveles de contaminación son las mismas que determinan su acceso a otros bienes: la
pertenencia étnica, de clase, género y territorial, por nombrar las más relevantes. Este hecho
ha sido profusamente analizado y documentado por el trabajo de quienes han trabajado con
los conceptos de racismo ambiental y justicia ambiental a partir de la década de los setenta
(Bullard, 1990, 1999, 2005; Dosbon, 1998; Pezullo, 2001; Checker, 2005, Cole, 2005) y ha
sido señalado también para el caso latinoamericano en la última década (Guimarães, 2012;
Auyero y Swistún, 2008; Vázquez y Salgado, 2009). Parafraseando a Auyero (2008) es
posible decir entonces que los sujetos vulnerables no sólo son afectados por bajos ingresos,
sino que también respiran peor aire, toman peor agua y se ven expuestos a mayores riesgos
ambientales y enfermedades que quiénes se encuentran en posiciones de mayor privilegio.
De la misma manera, es posible decir que los efectos de la contaminación y degradación
ambiental se ven agravados a raíz de que la exposición tóxica es un elemento más dentro de
un contexto de vulnerabilidad que dificulta los procesos de acción/reacción/protección de
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las comunidades, refuerza la extrema vulnerabilidad en la que se encuentra la población y


genera contextos de crisis que reproducen muchas veces las relaciones de dominación que
se establecen frente a los agentes institucionales presentes en la zona, ya sea privados o
estatales. En estos casos, la interseccionalidad de variables que delimitan la posición
desigual de los individuos y la construcción cultural imbricada van configurando una red de
difícil intervención, cuyos efectos para la salud y biografía de los individuos resultan
devastadores.
Desde este marco y para el análisis de los casos, este artículo recupera el concepto
de sufrimiento ambiental tal y como es utilizado por Auyero y Swintún (2008) en el análisis
del caso Inflamable en Argentina. En este estudio de caso, los autores buscan sobrepasar un
análisis meramente descriptivo del riesgo ambiental en sí en los territorios, proponiendo la
noción de sufrimiento ambiental como concepto que agrupa la experiencia de vivir en un
contexto tóxico y que sobrepasa los meros efectos biológicos. Incorporan así todos aquellos
elementos que van configurando las posiciones de desigualdad, directamente relacionados
con la exposición tóxica en la que se encuentran los sujetos, la lentitud de las soluciones y
la escasa visibilidad pública del conflicto. Con esta noción muestran que hay una violencia
invisible que se impone sobre quiénes son expuestos a contextos tóxicos: no sólo porque
hay una serie de variables que marcan que éstos vivan en estos territorios y se vean
expuestos, sino también porque estas variables influyen en nuevas formas de victimización
en el marco de la exposición, tales como malos tratos en el sistema de salud, invisibilidad
en el espacio público de sus demandas, soluciones deficientes al problema de la
contaminación, reubicaciones no consensuadas, por nombrar algunas de las más comunes.
Se utiliza este concepto para el estudio de dos territorios de alta degradación ambiental por
contaminación: el caso Polimetales en Arica y el caso de Ventanas, ambos ubicados en
Chile y estudiados durante el año 2013 y 2014. Busca establecer a través del análisis de
estos dos casos las formas a través de las que los sujetos involucrados en estos territorios –
habitantes y agentes externos – padecen este sufrimiento, interpretan las relaciones de
desigualdad socioambiental en la que se encuentran, intentan modificarlas o muchas veces
las reproducen. En los casos a analizar, los sujetos se encuentran constantemente
interpelados por una degradación ambiental visible – e invisible en el caso de los efectos
silenciosos, pero sospechados por los habitantes - y van elaborando relatos que contienen
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una “gramática de la desigualdad” que los orienta.


Estos relatos se encuentran en el corazón de las dinámicas de conflicto en torno a las
desigualdades: la emergencia de molestia, reclamo o conflictividad en torno a las nociones
de riesgo, calidad de vida y contaminación requiere un complejo proceso a través del cual
los sujetos van desmontando aquello que les parece “normal”, “merecido”, “deseable” o
“aguantable”. La emergencia de conflictividad en estos contextos va unida así a procesos de
disputa por el reconocimiento del sujeto “contaminado”, que va transformando las
subjetividades, pues tiene también una dimensión altamente violenta y contradictoria: las
comunidades deben establecer y pelear por la legitimidad de su dolor, la validez de su
reclamo y la importancia de la reparación frente a otro que muchas veces los niega. Los
efectos sobre el cuerpo son escrutados, los espacios más privados son expuestos y los
lugares colectivos son transformados en ejemplos del daño ocasionado: el logro del
reconocimiento del “sujeto contaminado” va dejando huellas dolorosas, ligando las
trayectorias vitales a las ideas de daño, pérdida, enfermedad y vulnerabilidad, a la vez con
que los sujetos deben cargar con la estigmatización que deriva de habitar en estos espacios,
que se suma a aquellos que ya suelen portar por ser población vulnerable por las variables
clásicas de estratificación.
Con el fin de dar cuenta de estos procesos, se presentan los resultados preliminares
de dos casos de los cinco casos analizados en esta investigación 3 . Estos casos fueron
tratados a través del método etnográfico, que consiste en la observación sistemática de
contextos culturales a partir de la inserción y participación del investigador en estos
espacios de manera sistemática y regular (Baztan, 1997). El énfasis de este trabajo en la
documentación de aspectos relativos a la cotidianeidad de la experiencia tóxica hace de

3
La investigación que da origen a este artículo se basa en cinco etnografías de casos, de los cuales para
efectos de este artículo se exponen dos. Buscó establecer criterios comparativos en función de las distintas
variables de estratificación (etnicidad, grupo socioeconómico, urbano/rural), niveles de conflictividad y tipo
de contaminación, por lo que la selección de casos se basó en los siguientes criterios generales: A-.
Territorios con antecedentes documentados de exposición sistemática a altos niveles de contaminación. B-.
Territorios cuya población supera el 50% en los grupos ocupacionales en la base de la estratificación, según
los grandes grupos del código CIUO e ingreso bajo y/o medio bajo. Una vez seleccionados los casos por
estos dos criterios, se establecieron los siguientes criterios adicionales, orientados a fortalecer un diseño
comparativo en el que se buscó una selección teórica de casos de alta variabilidad: C-. Territorios diversos en
representación de variable urbano/rural. D-.Territorios diversos en representación de variable adscripción
étnica. E-.Territorios diversos en representación de fuentes y tipos de contaminación F-. Territorios diversos
en representación de variabilidad en los niveles de conflicto, organización y judicialización.
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esta metodología una de las principales formas de acercamiento, pero requirió también la
realización de técnicas simultáneas como la entrevista semiestructurada, la observación
intensiva, el análisis documental y de prensa, entre otras., materiales que fueron analizados
a través de análisis de contenido (Pinuel, 2002). A continuación se presentan los resultados
preliminares de estos estudios de caso, ambos de larga historicidad y con niveles
diferenciados de conflictividad, razón por la que se exponen de manera sintética y
organizada en función de ciertos hitos demarcatorios que integran la evidencia empírica,
permitiendo la comprensión de las transformaciones que ha operado en torno a la
“gramática de la desigualdad” (Boltanski, 1999) para cada experiencia.

2. Arica. El caso polimetales y la búsqueda de reconocimiento.


El primero de los casos corresponde a las poblaciones de Cerro Chuño y Los Industriales I,
II, III, IV ubicados en la ciudad fronteriza de Arica. En estos casos se ha documentado
contaminación por polimetales - plomo y arsénico principalmente - en zonas habitadas por
población pobre y vulnerable. La presencia de metales proviene de la utilización de la zona
como acopio de desechos con altos contenidos de plomo y arsénico provenientes de Suecia
e internados al país durante el año 1984 y 1985 por la empresa Procesadora de Metales
Ltda. (PROMEL). De manera adicional, la zona ha funcionado como un basural a cielo
abierto ilegal de desechos provenientes de la ciudad de Arica, sin contar con que en las
inmediaciones de la zona residencial de Cerro Chuño se encuentra el vertedero municipal
de la ciudad, actualmente en uso. Posterior a la internación de residuos tóxicos, en la
década de los noventa una parte de este espacio contaminado fue utilizado por el gobierno
regional y el Ministerio de Vivienda para la localización de viviendas sociales destinadas a
población vulnerable y pobre, asignadas a través del sistema de subsidio a la vivienda
Social SERVIU.
Estas viviendas sociales fueron habitadas por la población durante un período breve
antes de empezar a manifestar síntomas de envenenamiento por plomo y arsénico 4 ,
denunciados por diversos actores locales y reconocidos por las autoridades oficiales tras
casi veinte años de conflicto el año 2009, en el informe presentado en el documento

4 Entre éstos figuran síntomas como alergias, dolores de cabeza, pérdidas de embarazos de estado avanzado,
malformaciones en fetos y recién nacidos, problemas en articulaciones y huesos, problemas de concentración,
funcionamiento de órganos blandos, entre otros.
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principal del Programa Maestro de Intervención en Zonas con presencia de Polimetales en


Arica, de ahora en adelante “Plan Maestro”. Este plan maestro indicó una serie de medidas
precautorias, con niveles de ejecución y logro variables al tiempo de escritura de este
artículo. El año 2012, luego de un intenso conflicto en la zona y más de veinte años de
desacertadas intervenciones, el “Plan Maestro” se convirtió en ley, entrando en ejecución
el año 2013 y decretando una serie de medidas de intervención en la zona5. El proyecto de
ley, sin embargo, sufrió numerosas modificaciones en el camino y su resultado final nunca
fue finalmente aprobado por las organizaciones involucradas, las que hasta el día de hoy
siguen apelando a la implementación del “Plan Maestro” originalmente pactado con las
autoridades de la época. Al tiempo de finalización de este artículo, existía aún un intenso
conflicto y debate en la zona, tanto en torno a las políticas reparatorias como en función de
su ejecución. Existían a la vez acciones judiciales nacionales e internacionales en curso.
Pese a lo largo y complejo de este conflicto se pueden distinguir tres hitos referenciales,
que empujaron acciones concretas por parte de los vecinos y las autoridades pertinentes,
que modificaron la forma de percibir su cotidianeidad y fueron construyendo la experiencia
tóxica. En cada uno de ellos se puede ver reflejada las diferencias de visibilidad pública y
las dinámicas de dominación, poder y conflicto entre los actores del territorio.

A-. La voz de la medicina. Estar enfermo para ser “visible”.


Uno de los elementos que llama la atención en la dinámica de este conflicto es que la
asociación entre los síntomas presentados y la presencia de metales pesados en los suelos
de la zona no fue establecida a nivel institucional, pese a la existencia de antecedentes
documentados de internación de desechos tóxicos, sino hasta la acción persistente de las
organizaciones vecinales. Estas organizaciones vecinales, impulsadas por agentes
territoriales y municipales – oficina del municipio, SECPLAN y ONGS medio ambientales-
realizan un primer diagnóstico orientado a identificar en general los problemas de la
población asociados a la pobreza y vulnerabilidad, pero finalmente condujo a las
organizaciones a considerar la situación de contaminación como uno de los principales

5
Entre éstas, se decretó la incorporación de los afectados a un plan de seguimiento en salud, becas a nivel
universitario y un apoyo monetario mensual para quienes acreditasen su condición de “exposición”. También
se modificaron los territorios a reubicar según lo establecido originalmente por el “Plan Maestro”. Para más
detalles, véase: ley Nº 20.590, PROGRAMA DE INTERVENCIÓN EN ZONAS CON PRESENCIA DE
POLIMETALES EN LA COMUNA DE ARICA.
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elementos que afectaban a la población. Asociado a este primer diagnóstico, se realizaron


tomas de muestras independientes de suelo y polvo de los techos, con resultados positivos
pero sin reconocimiento de las autoridades pertinentes. Durante este período, los habitantes
acudían a los centros asistenciales del territorio, dependientes de la Secretaria Regional de
Salud y eran remitidos de vuelta a sus casas con medidas orientadas al control de síntomas,
sin mayores indagaciones al respecto. En muchas ocasiones los entrevistados refieren a que
se desestimaban sus sospechas en las enfermedades de los niños, aludiendo a un mal
cuidado, falta de aseo por parte de las madres o negligencia.
El primer hito referencial que modificó la experiencia cotidiana de los sujetos fue el
establecimiento formal del envenenamiento por metales pesados a través de pruebas
médicas en la población expuesta. Esta toma de muestras tuvo lugar en 1998 cuando los
organismos de salud competentes se vieron obligados por una serie de denuncias a realizar
el llamado “Plan de seguimiento toxicológico de habitantes del sector Cerro Chuño - Los
Industriales”, en donde se aplicaron análisis sistemáticos a la población, que arrojaron
niveles de plomo en sangre y de arsénico inorgánico en orina mayores a los referenciales
por la OMS sobre todo en los niños6. Parte de esta toma de muestras se vio empañada por la
desacertada acción de los organismos de salud quiénes – dice la población como un secreto
a voces- adulteraron una parte de las muestras y extraviaron otra parte de ellas, desatando la
furia de los dirigentes y la desconfianza de la población. Esta situación fue denunciada
públicamente por las organizaciones posteriormente a través de la prensa y se les ofreció
disculpas públicas por parte de las autoridades pertinentes.
La ratificación a través de exámenes de los niveles de contaminación, así como su
extravío y adulteración resultó clave para las posteriores acciones realizadas por las
organizaciones, tanto a nivel judicial como a nivel de la forma de abordar el tema por parte
de los propios vecinos. Antes de que esta medición tuviera lugar, la efectiva contaminación
en la zona era aún un tema no establecido a nivel de los vecinos y los agentes
institucionales presentes en el territorio, los que poseían diagnósticos variables y
contradictorios a respecto a su presencia y sus efectos sobre la salud. A la ratificación de
los altos niveles de metales se le sumó la certeza creciente de que si las autoridades
actuaban de manera tan poco transparente “algo hay” o “por algo lo hacen”. Contrario al
6
Los niveles de referencia OMS son de un máximo de 10 ıg/l y 25 ıg/dl para plomo y arsénico,
respectivamente.
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efecto esperado, el comportamiento de los organismos de salud apuntaló las dudas de gran
parte de la población y les permitió establecer la relación – comprobable o no – entre la
contaminación y una serie de síntomas físicos y psicológicos que veían en sus propios
cuerpos y los de sus familias.
En este punto, los habitantes de las zonas afectadas comenzaron a padecer el
sufrimiento que implica no saber a ciencia cierta los efectos que los desechos tóxicos tenían
sobre su salud, a sentirse vulnerables por la acción abusiva de las autoridades políticas y de
salud, a sentir miedo por perder lo poco invertido en sus casas en caso de traslado, entre
otras cosas. Este sufrimiento, tal y como lo documentan Auyero y Swistún (2008) en el
caso de Inflamable, está estrechamente vinculados con la incertidumbre a la que se ven
expuestos los habitantes de las zonas contaminadas que se acrecienta por la vulnerabilidad
por causas previas a la exposición y que los hace, en términos de Chaterjee, no sujetos sino
“objetos de la política pública”, depositarios de la acción de un estado que los mantiene en
una permanente espera y que maneja información que resulta clave para entender la propia
experiencia. En ese sentido, el conocimiento experto, en forma de análisis y opiniones
médicas se vuelve central como mecanismo que legitima la demanda de los habitantes y sus
padecimientos: la voz de estos actores locales se vuelve relevante sólo si existe una
institucionalidad que, a través de las pruebas médicas, ratifica su veracidad y su pertinencia.
Es en este tenor que los dirigentes de la zona establecen como uno de los ejes referenciales
claves en el proceso a dos médicos toxicólogos que colaboraron con las organizaciones, los
que no sólo emitieron informes para avalar las denuncias sino que también “nos explicaron
lo que nos pasaba”, haciendo uso del poder que en calidad de expertos tenían de conformar
y construir la experiencia de un cuerpo que duele, pero que no tiene palabras con las que ser
referido. A partir de la diagnóstico, se inauguró en los habitantes de las poblaciones la
posibilidad de denunciar y, con el tiempo, de ser reconocidos como “víctimas”.
La importancia de la evidencia médica en la interpretación de la propia experiencia,
de la identidad y de la necesidad de reparación si bien ayuda a la generación de “reclamo”,
genera un efecto problemático al interior de las comunidades. Al ser la prueba médica
“positiva” uno de los hitos que inaugura la posibilidad de hablar por parte de los habitantes,
tiende a constituirse también un elemento que divide a la población entre “victimas
merecedoras” y “gente que se aprovecha”, dada la heterogeneidad en la distribución de los
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efectos al interior del mismo territorio: quiénes presentan análisis positivos y quiénes no los
tienen, pese al haber estado expuestos 7 . Esta división impide observar la condición
transversal de vulnerabilidad que ha llevado al conjunto de los habitantes de este espacio a
estar expuestos a niveles de contaminación potencialmente perjudiciales para la salud,
independiente de los resultados de los exámenes y paradójicamente, las organizaciones
terminan esperando que sus exámenes salgan positivos en tanto esto constituye la única
alternativa que poseen de ser escuchados. A partir de la molestia y reclamos que comienzan
a crecer tras el evento de la toma de muestras, las denuncias de las organizaciones y de las
conocidas como “las catorce dirigentas del plomo”, el conflicto alcanzó alguna notoriedad a
nivel local pero no se establecieron medidas a nivel del gobierno central. Frente al riesgo de
posibles acciones futuras por parte de las organizaciones, se dictaminó el traslado de una
parte de tierra con desechos tóxicos perteneciente a las zonas afectadas a un espacio
llamado la Quebrada Encantada, a pocos kilómetros de la zona habitada de Cerro Chuño. El
traslado se realizó sin asesoría técnica al respecto y el polvo en suspensión, agravado por el
contexto desértico, aumentó la dispersión de los desechos. Se establecieron a la vez algunas
medidas de mitigación básicas, como el cierre del espacio en donde se depositaron los
desechos, que fue realizado a través de muros de contención. Pese al reconocimiento de la
peligrosidad de la situación, los habitantes se mantuvieron viviendo en la zona. Frente a las
escasas medidas precautorias, las acciones de presión de las organizaciones continuaron a
través de “acampadas” en la plaza de la ciudad, marchas y manifestaciones que van poco a
poco transformando sus subjetividades a esta idea de “víctima”, “afectado” o sujeto
“contaminado”. Hay una idea de daño y reparación que se comienza a formar entre los
vecinos.

7
Según lo observado en los casos analizados y en la bibliografía existente, generalmente los efectos
“comprobables” por exámenes de sangre no se distribuyen de manera homogénea en la población expuesta a
niveles similares de contaminación, ya que el efecto de los agentes contaminantes interactúa con otros
elementos como edad, alimentación, género, predisposición a algunas enfermedades, entre otros elementos.
En ese sentido, muchas veces los resultados sorprenden a los vecinos y ocasionan aún mayor especulación al
no mostrarse de manera homogénea o al no aumentar con el paso del tiempo, ambos elementos que la
toxicología considera difíciles de predecir o relacionar en un modelo de causalidad directa.
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B-. La voz de la prensa. Estar en la “tele” para ser “visible”


Un fenómeno similar es posible ver en relación al segundo hito referencial: la intervención
del programa Contacto, un programa de reportajes y denuncias emitido el año 2002 por la
red de televisión abierta Canal 13. Los periodistas del programa se interesaron por la
historia de las “14 Dirigentas del Plomo”, quiénes recientemente habían visitado la ciudad
de Santiago para denunciar su problema ante la Presidencia con magros resultados.
Interesados en lo poco público que era el conflicto, indagaron respecto a información básica
y las organizaciones les facilitaron un archivo construido por la misma población, en donde
no sólo se registraban documentos, exámenes médicos y catastro de población enferma,
sino que también se había incorporado el archivo que guardaba la oficina de Medio
Ambiente y que había sido entregado a estas dirigentas. Con esta información los
periodistas elaboraron un programa que titularon “Contaminados” y que se emitió en un
horario estelar por la red abierta. La emisión de este programa fue decisiva en la acción de
las autoridades centrales en la elaboración de un plan de intervención en la zona. Las
dirigentas recuerdan que después de años de solicitar reuniones sin éxito, una semana
después del programa Contacto las autoridades centrales visitaron la zona y establecieron
compromisos concretos de acciones al respecto. El “Plan Maestro” es fruto de la
controversia generada por el programa Contacto y es el momento en el cual los sujetos se
hacen realmente “visibles” para los distintos actores políticos, ya sea a nivel municipal,
regional o nacional.
Si bien se inaugura a partir de ahí un período de grandes logros para las
organizaciones en términos de ver escuchadas sus demandas, el impacto mediático del
programa desató también un efecto inesperado y adverso: la estigmatización de la
población y las reacciones de la población de Arica al respecto. Las imágenes transmitidas
por el programa buscaron aumentar el impacto, exacerbando la representación de una zona
degradada y marginal, llena de gente enferma, basura y con altos componentes
delincuenciales, lo que repercutió directamente en el trato que los habitantes de estas zonas
comenzaron a recibir de parte de quiénes no pertenecían a la misma. Al mostrar un
territorio casi desconocido para algunos, no sólo se hizo público el problema, sino que
también se hizo pública y extendida la asociación entre pobreza, enfermedad y
marginalidad con la población habitante de estos territorios.
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Por otro lado, la emisión del Programa Contacto y su impacto mediático en la


localidad también desató la competencia interna al interior de las organizaciones que habían
estado movilizadas en torno a la denuncia de los sucesos. La figuración pública dividió la
vocería e instaló una competencia por el “capital político” que implicaban las figuras
públicas de un sector, si bien marginado, bastante numeroso en términos de padrón
electoral. Las alianzas, negociaciones y entrevistas dividieron a las organizaciones e
instalaron rivalidades que se encuentran presentes hasta el día de hoy en el territorio y que
mostraron las características diversas de las poblaciones afectadas, independientemente de
su condición compartida de vulnerabilidad. Los entrevistados hablan explícitamente desde
este momento se perdió el carácter reivindicativo y se vincularon las vocerías a proyectos
políticos de mayor alcance, lo que en algunos casos específicos tuvo efectos positivos en
términos de visibilidad pública, pero también generó relaciones clientelares en otros.

C-. La voz de la ley. Aparato jurídico en la configuración de experiencia tóxica.


El tercer hito también alude al reconocimiento por parte de una instancia externa al
territorio y su influencia en la transformación de la experiencia tóxica de los habitantes de
las zonas contaminadas. Un grupo de familias, lideradas por el dirigente Lombardo Molina,
emprendió acciones judiciales contra el estado, PROMEL y sus socios en SUECIA en el
año 1997. Luego de un largo proceso, la Corte Suprema determinó que la empresa sueca
dueña de los desechos tóxicos enterrados en la zona, debían reparar a las víctimas, además
de hacerse cargo de una serie de medidas de mitigación. Se ordenó así indemnizar a 356
personas por $2.848 millones de pesos (8 millones por persona) por la responsabilidad que
correspondía a Servicio de Salud de la Región, el que en representación del estado chileno
debió haber tomado las precauciones del caso. Esta reparación fue asignada sólo a quiénes
formaron parte de la demanda, por lo que no todos los habitantes afectados recibieran la
compensación necesaria, lo que dividió aún más a la comunidad. Sumado a esto, esta
reparación no implicó relocalización de la población de la zona afectada: en el año 2009 la
mayor parte de la población indemnizada permanecía ahí.
La reparación diferenciada dividió aún más a la comunidad, aunque sentó un
precedente clave para ratificar la situación ante los ojos de los vecinos incrédulos. Muchos
de ellos refieren a que fue en este momento cuando se vincularon al movimiento de
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protesta, bajo la idea de que “si los suecos pagaron, por algo será”. La peligrosidad de los
desechos sólo adquiere realidad entonces para algunos, al existir una entidad que está
dispuesta a reparar aunque sea de manera mínima a los afectados.
Una vez conseguida la primera victoria, en el territorio proliferaron iniciativas
legales. Muchos de los entrevistados apenas recuerdan cuántas demandas han firmado,
dirigidas a quién y con qué efectos. El rol de los “abogados” en este contexto se vuelve una
figura central en el fortalecimiento de la experiencia de vulnerabilidad e incertidumbre de
los habitantes: los abogados “aparecen” y “desaparecen” en el territorio, muchos de ellos
no vuelven a visitarlos ni contestan las llamadas de los dirigentes de las organizaciones.
Durante el trabajo etnográfico, se pudo constatar que buena parte de las gestiones de los
dirigentes estaban articuladas en torno a estas demandas y a la localización de los abogados
para obtener información respecto a los resultados. En la obtención de esta información se
jugaba también el “capital político” de los dirigentes sociales, ya que al no poder dar
información al respecto, los vecinos consideraban que no eran “eficientes”, que “ocultaban
cosas” o que no tenían capacidad para llegar a los abogados. Al tiempo de escritura de este
artículo, se acababa de admitir la demanda de una familia por parte de la Corte Suprema,
indemnizaba a cuatro personas por parte del Servicio de Salud y se encontraba en fase
probatoria una demanda colectiva ante el gobierno de Suecia, que contaba con 800
demandantes.
Respecto al caso puntual de la demanda del 1997, la reparación no tuvo el efecto
esperable por quiénes la cursaron: muchos de los que tuvieron acceso a esta reparación
gastaron sus recursos ampliando o mejorando las casas en los sitios contaminados, lo que
da cuenta de la escasa noción existente de la peligrosidad de la contaminación de la zona o,
como nos refirieron algunos de los afectados, a que el monto no estaba pensado para que se
pudieran mover, ya que no les alcanzaba para trasladarse a otra vivienda. La reparación es
vista como un “regalo” inesperado.
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D-. Intervención estatal. Reparación y revictimización.


Como es posible ver, en cada uno de estos hitos es posible distinguir posibilidades para la
reparación y la acción colectiva, pero también nuevas formas de victimización de la
población expuesta. Esto misma re-victimización se ve en la posterior política reparatoria
aplicada en la zona, realizada principalmente a través del “Plan Maestro” y posterior “ley
de Polimetales”. Pese a esta dificultad de establecer los territorios afectados por la
dispersión aérea de los desechos, a través del “Plan Maestro” se establecieron zonas críticas
– “El Polígono”- sobre las que se focalizó la intervención. Según los datos del Censo 2002
disponibles al momento de la intervención del “Plan Maestro” en las zonas afectadas
residían alrededor de 12.660 personas, las que habitaban 3.752 viviendas. Sin embargo, se
consideró que la población afectada llegaba a las 5.000 personas y sobre este número se
aplicaron las medidas. Entre las medidas se contemplaba la pavimentación rápida de los
sectores afectados para evitar la dispersión por aire, la ampliación de estudios para ver la
profundidad de la presencia de metales y la “relocalización de viviendas ubicadas en el
Sector F, que incluyen las calles Renato Rocca, Alejandro Azola, Capitán Avalos, Cerro
Chuño, Calles 1, 2, 3, 4, 7, 8 y Mario Ojeda, las cuales corresponderían a aproximadamente
1880 viviendas”8 (Plan Maestro, P: 26). Se propuso también la implementación de un plan
de salud que contempló la atención en la red primaria estatal de los afectados y se elaboró
un sistema de acompañamiento de los procesos de aprendizaje de los niños en las escuelas
de las zonas afectadas, entre otras medidas.
La implementación de las medidas ha tenido una serie de problemas que han
impuesto nuevo sufrimiento sobre los sujetos. El primero de ellos, es su lentitud: el inicio
de las denuncias puede ser rastreado a mediados de la décadas de los noventa, mientras que
el primer documento “Plan Maestro” corresponde al 2009 y la ley que permite su
implementación data del 2012. Considerando que a la promulgación de la ley se le
acompañó también la elaboración de un “reglamento” destinado a definir los aspectos
operativos, los beneficios y políticas reparatorias establecidos en la ley comenzaron a llegar
al territorio a partir del 2013. Tiempos cortos en términos del aparato estatal, pero largos en
relación a la salud de la población. Durante ese período de tiempo, las organizaciones se
fraccionaron varias veces, los vecinos que tenían la posibilidad de irse, simplemente
8
Estas definiciones se modificaron en el marco de la implementación de la ley, incluyéndose sectores antes
no considerados como sectores de riesgo, a partir de la acción y reclamo de los vecinos.
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abandonaron las viviendas en el polo afectado y éstas fueron tomadas por nuevos
ocupantes, en su mayoría migrantes indocumentados o vagabundos. Las zonas donde se
debía hacer mitigación presentan escaso avance: en algunos casos se han limpiado los
techos de polvo y se han creado “plazas secas”9. Sin embargo, poco se ha avanzado en la
pavimentación total de las calles y de los patios de las viviendas, donde aún se encuentra
tierra contaminada y la población sigue siendo expuesta día a día.
Una segunda forma de sufrimiento provocada por las políticas reparatorias ha
provenido de las medidas de relocalización de los habitantes de zonas que estaban definidas
como críticas en la ley. Como primer punto, cabe señalar que éstas han sido lentas e
inefectivas, ya que buena parte de las familias que debieran haber sido erradicadas
permanecen en la zona afectada, siendo sólo parte de Cerro Chuño beneficiario de la
relocalización. Como segundo punto, en la zona en que esta medida ha sido efectivamente
efectuada, ha sido implementada en varias “olas” y en condiciones distintas entre vecinos
(unos a departamentos, otros a casas, dependiendo de la disponibilidad de recursos del
Ministerio de Vivienda). Esto no sólo ha ocasionado insatisfacción entre los vecinos y
conflictos, aumentando la sensación de que el estado otorga soluciones de “o lo tomas o lo
dejas” y de incertidumbre en los casos de los que no aceptaron las primeras condiciones de
reubicación. Por otro lado, la implementación en etapas de la relocalización también ha
implicado que quiénes se han ido han dejado viviendas abandonadas, sin agua, sin luz y que
se encuentran actualmente tomadas por vagabundos o migrantes indocumentados, lo que
aumenta la tensión entre los vecinos, los delitos y la degradación del barrio. Al tiempo de
escritura de este artículo se iba a producir una segunda “oleada” de relocalizaciones en
Cerro Chuño y las familias que permanecerían en la zona a la espera de una solución para
el año 2015 - alrededor de 50 viviendas - temían por su seguridad en un contexto donde ya
no existe transporte público, ni comercio, donde la basura se acumula por los rincones y
donde la mayor parte de las viviendas, pese a su clausura, se encontraban habitadas
ilegalmente. Esto sin contar con que las nuevas viviendas entregadas se encuentran a
escasos kilómetros de “El Polígono” contaminado.
Por otro lado, tanto en el caso de las otras poblaciones relocalizadas como las que
aún permanecen a la espera existen tensiones constantes respecto a que las viviendas

9 Espacio recreacionales completamente sellados por pavimento, sin pasto ni tierra.


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ofrecidas como solución por Ministerio de Vivienda no tienen características similares a las
que los afectados poseían ni compensan las inversiones hechas en su mejora, una tercera
fuente de sufrimiento. Fuera de una posición dialogante derivada de la responsabilidad que
le compete al estado en esta materia en virtud del daño ocasionado, se otorgaron viviendas
según el presupuesto disponible y no en función de las necesidades y demandas mínimas de
las organizaciones. Así, se cambiaron casas pequeñas por departamentos que no sólo no
tenían la misma superficie, ni tampoco el valor ni ventajas en términos de ubicación que los
que tenían sus casas originales. Por esta razón, la sensación de “perder el esfuerzo de tantos
años” y “empezar de cero” hizo que algunos de ellos rechazaran la oferta de relocalización
y prefirieran permanecer en las zonas afectadas. Por lo demás, la localización de las nuevas
viviendas a escasos metros del polígono contaminado despertó desconfianza entre los
vecinos y los instó a permanecer en sus viviendas, aún cuando muchos enviaron a sus hijos
a vivir a otros lugares. Todos estos elementos han marcado que el conflicto se mantenga
vigente y constituyen una fuente inagotable de incertidumbre y de percepción de
vulnerabilidad en los habitantes.

2-. Ventanas, Los Maitenes y la Greda. El vecino “polo industrial”


El segundo caso a analizar es el de los pueblos vecinos de Los Maitenes, Ventanas y La
Greda, ubicados en la Quinta región, en la comuna de Puchuncaví. Los tres pueblos eran
localidades agrarias – pesqueras hasta que a partir de la década de los sesenta comienzan a
transformarse en un distrito industrial, modificándose radicalmente en menos de cincuenta
años en términos de tamaño, composición y características de la población y niveles de
exposición a contaminación producto de las actividades de las distintas empresas que se
han ido instalando poco a poco. La primera de las empresas instaladas en la zona fue la
refinería de la antes estatal ENAMI y actual CODELCO Chile. Esta se instaló en la década
de los sesenta y fue el primer paso para la conformación de la zona como un distrito
industrial. El refinamiento de cobre es una de los procesos más contaminantes del
tratamiento del metal, pues es en él que se liberan una gran cantidad de metales pesados a
través del aire, los que eran expulsados de la planta a través de una gigantesca chimenea,
que se convirtió en parte del escudo del pueblo de Ventanas. Esta forma de expulsión de los
residuos del proceso de refinamiento del cobre tuvo efectos visibles y perjudiciales en poco
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tiempo: los animales enfermaron, los cultivos fueron cubiertos de una película oscura y en
breve también se hizo imposible el cultivo y consumo de productos agrícolas en la zona. A
finales de la década de los ochenta, estos procesos fueron normados y las emisiones de la
refinería intentaron ser controlados a través de un plan de mitigación de efectos
ambientales, que incluyó la instalación de filtros sobre esta chimenea. Pese a estas medidas,
posterior a la instalación de la refinería se han instalado otras industrias altamente
contaminantes en este polo: la refinería (CODELCO), la termoeléctrica (AES GENER), el
centro de acopio de gas natural (GASMAR), por nombrar algunas de las que más
externalidades negativas generan. En las últimas dos décadas se ha instalado sobre una
decena de empresas en el polo, pese a las restricciones en el plan regulador que operaban en
la zona10. Actualmente operan 19 empresas en total y se proyecta la construcción de tres
proyectos vinculados al rubro de energía en la zona durante los próximos años.
En 1993 el territorio fue declarado zona saturada de contaminación por anhídrido
sulfuroso y material particulado respirable. Según los monitoreos de suelos, aguas y aire
realizados por los organismos competentes y corroborados por organismos de derechos
humanos, la presencia de metales pesados supera por mucho la escueta normativa vigente.
Los efectos visibles de la contaminación en la zona se pueden observar en los niveles de
polvo en las localidades afectadas, malos olores, la muerte del estero que separa al pueblo
de Ventanas del polo industrial, el sistemático depósito de carbón sobre la playa y la muerte
de la pesca artesanal por falta de recursos marinos, similar caso que el observado en la
actividad agrícola y ganadera. De la misma forma, los habitantes reportan dolencias y
enfermedades asocian a la contaminación, tales como el gran número de casos de cáncer,
dolencias a los huesos, dolores de cabeza y problemas de contaminación en los niños.
Todos estos elementos pueden ser vistos con detalle en el informe de los observadores de
DD.HH elaborado en el año 2013.
Pese a lo visible del deterioro ambiental en la zona y la larga data de la presencia del
polo industrial, los niveles de conflictividad se mantienen bajos si los comparamos con el
conflicto de larga data de Polimetales de Arica. Una hipótesis al respecto es que la mayor
parte de estos son migrantes internos que han llegado a la zona a trabajar en el polo
industrial, por lo que cualquier acción que afecte a las empresas afecta directamente su
10
El plan regulador de la comuna fue modificado con el fin de permitir la concentración industrial en la Bahía
de Quinteros durante el pasado gobierno de Michelle Bachelet.
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fuente de trabajo. Este hecho resulta clave para comprender los niveles diferenciados de
conflictividad en la zona, ya que aquí existe un vínculo vigente con las empresas
contaminantes por parte de los habitantes, las que muchas veces ejercen presión sobre sus
trabajadores. Por otro lado, en los habitantes vinculados a las empresas de la zona se puede
encontrar un discurso basado en la idea de “pueblo que se sacrifica por el desarrollo de
Chile”, engarzado en una narrativa nacionalista dentro del cual las empresas emplazadas en
la zona tienen un rol fundamental en el desarrollo del Chile y en el cual los habitantes de
estos tres pueblos se ven como “un sacrificio necesario” en pos de la energía necesaria para
crecer. Este relato ha impactado directamente en la configuración de una “gramática de la
desigualdad” en este territorio. Pese a ello, se pueden distinguir dos hitos que han
modificado de manera directa la experiencia cotidiana de los sujetos en estos contextos
degradados y en los relatos asociados a ésta.

A-. La voz de la ley. El caso de los “Hombres Verdes”


El primer hito que modificó la forma en que los sujetos convivían e interpretaban la
degradación ambiental fue la serie de acciones judiciales que pusieron a la refinería de
CODELCO en la mira por la muerte de trabajadores por exposición a metales pesados sin
las medidas de seguridad pertinentes. Las primeras acciones judiciales fueron emprendidas
el año 2006 por parte de un grupo de alrededor de 30 viudas de trabajadores de la refinería,
denominados el caso de “Los Hombres Verdes” por la prensa, pues la alta concentración de
cobre en su sangre les hacía adquirir una tonalidad verdosa. En el año 2012 se ordenaron
las primeras exhumaciones de cuerpos de trabajadores, con el fin de establecer si la causa
de muerte tendría relación con los altos niveles de metales a los que habían sido expuestos,
con resultados positivos de contaminación por metales. En el año 2013 se habían
confirmado los altos niveles de metales en los cuerpos de cuatro de los exhumados, pero
aún permanece en investigación el vínculo entre este hallazgo y la causa de las muertes.
Aunque el caso aún no llega a instancias reparatorias ni establecimiento de
responsabilidades, este representó un primer acercamiento de la comunidad hacia un tema
hasta ese momento tocado sólo tangencialmente: la contaminación en la zona. Por primera
vez se estableció un fallo con altos niveles de cobertura mediática que apuntaba a la
negligencia en materia ambiental de las empresas emplazadas en el territorio. Sin embargo,
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el hecho que buena parte de los demandantes no fueran residentes en la zona sino que
fueran solamente trabajadores de la refinería desplazó la atención a un conflicto por el daño
ocasionado al personal de la empresa y a la falta de condiciones laborales adecuadas, no
dejando espacio para una problematización en torno a los efectos sobre el territorio. Al
tiempo de escritura de este artículo, algunos entrevistados aludían a la demanda como una
forma de “aprovecharse” del estado o suscribían los efectos perniciosos de la
contaminación al interior de las plantas y al escaso control existente en las décadas
anteriores. En la mayoría de los casos se reconocen avances importantes por mejorar la
gestión de las empresas en torno a los pueblos aledaños, ya sea a través de los programas de
responsabilidad social empresarial o el aumento de medidas precautorias respecto al medio
ambiente. Pese a esto, el caso de los “Hombres Verdes” puso en el mapa de las
organizaciones ambientales a estas pequeñas localidades e instaló serias dudas entre
algunos de los vecinos respecto a los efectos negativos que estaba ocasionando el polo
industrial en el territorio. Precisamente, quiénes se pusieron a la cabeza pública de las
denuncias originadas a partir de este momento de visibilidad mediática fueron quiénes
residían en el territorio desde hace poco tiempo, pese a que los sindicatos de pescadores de
la Bahía de Quintero – que contempla Horcón, Ventanas, Maitencillo y Quintero - habían
realizado constantes acciones para denunciar la escasez del recurso marino como efecto de
las actividades del polo industrial.

B-. La voz de la prensa. El caso de la nube tóxica.


El segundo hecho que modificó la percepción de la comunidad fue el caso de la “nube
tóxica” de La Greda, pueblo vecino de Ventana, el que hasta ese momento no había
registrado acciones en torno a la temática ambiental o de salud de la población. En el año
2011 y producto de un cambio en los vientos, una nube con altas concentraciones de
dióxido de azufre y otros agentes tóxicos cubrió el pueblo de la Greda, especialmente la
escuela primaria ubicada en el corazón de la pequeña localidad. Los niños y profesores se
quejaron del olor en una primera instancia y luego de mareos, dolores de cabeza y otros
síntomas asociados a una intoxicación que condujo al traslado masivo de los niños a un
centro asistencial. La cobertura mediática del evento y la reacción de los padres de los
niños, obligaron a la autoridad pertinente a hacer los análisis médicos, de suelos y aguas
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pertinentes que permitieran establecer los niveles de metales en la localidad y sus


habitantes, sobre todo los más pequeños.
En algunos niños de la escuela, se establecieron niveles de plomo por sobre las
normativas vigentes, lo que sumado a los análisis de polvo y techos de establecimiento,
determinaron que la autoridad regional de salud decidiera relocalizar la escuela primaria a
un kilómetro de distancia de donde se encontraba originalmente, argumentando que se
encontraban niveles demasiado altos de plomo y otros metales pesados aún no
determinados. Los habitantes de la localidad quedaron perplejos frente a la noticia de la
contaminación de los suelos de la escuela y los niveles de plomo en la sangre de los niños,
hecho que hasta ese entonces resultaba fuera de la discusión de los habitantes. Casi dos
años después y con dos nuevos episodios similares acontecidos en la localidad, algunos de
los habitantes aún señalan que el tema de la contaminación no es más que un invento
mediático y desestiman las evidencias al respecto, según las entrevistas realizadas de
manera inicial para este estudio el año 2014.
El traslado de la Escuela de La Greda conmocionó a la comunidad y la dividió en
dos bandos: quiénes desestimaban las acusaciones y quiénes consideraban real la amenaza
de la contaminación. Sin embargo, llama la atención que un elemento compartido entre las
organizaciones fue la oposición al traslado de la escuela, por considerarla parte del
patrimonio y corazón del pueblo. Entre quienes consideraban que la contaminación no era
un problema real, aludían a que la Escuela era parte de la identidad del pueblo y que varias
generaciones habían crecido en esas condiciones sin problemas de salud evidentes. Los que
consideraban la contaminación un problema real – articulados en la organización
conformada a raíz de este episodio “Comité de Defensa de La Greda” - argumentaban que
el espacio donde se reubicaría la escuela era apenas a 1 kilómetro del pueblo y que los
niños igual debían volver a vivir y jugar a sus casas en su ambiente contaminado. Se pedía
un plan de mitigación de la contaminación de carácter más global y la permanencia de la
escuela en la zona. De la misma forma, la rápida reubicación de la escuela en terrenos
donados por las mismas empresas y anteriormente utilizadas, según lo indicado por algunos
informantes del pueblo, como relaves de desechos de la minería, despertaba la sospecha de
las organizaciones. Pero en ningún caso se realizaron demandas de relocalización, pese a
que los mismos habitantes reconocen la degradación ambiental y la contaminación de sus
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pozos de agua, los que hace años no pueden usar y que constituían anteriormente su única
fuente de agua. Hoy en día reciben abastecimiento municipal de agua.
El estrecho vínculo entre la población, algunas organizaciones sociales puntuales, el
municipio y las empresas ha convertido el tema ambiental en uno de los temas que dividen
a los vecinos y que los enfrenta. La mayor parte de la población se desempeña laboralmente
en el polo industrial y los planes de responsabilidad social empresarial de las empresas del
polo han tendido a fortalecer este vínculo a través de aportes financieros directos con casi
todas las organizaciones presentes en el territorio, con las escuelas municipales y el servicio
de salud. Entregan luz directamente al pueblo de Los Maitenes y han impulsado también
“Comités de Adelanto” en cada uno de los barrios. Este fenómeno hace que los vecinos y
agentes locales parecieran tener miedo de hacer públicos algunos de sus padecimientos. Si
bien todos los informantes reconocen la alta incidencia de cáncer y enfermedades
respiratorias, la comunidad parece resignada. Las pocas organizaciones ambientales operan
con poca convocatoria y reconocen la dificultad del contexto, puesto que la postura oficial
del municipio es de fiscalizar con mayor eficacia, pero en ningún caso cerrar las empresas
actualmente en funcionamiento, no estableciendo un reconocimiento oficial a la situación
de peligrosidad tóxica. Lo mismo ha acontecido con los servicios de salud municipal y
regional, los que han desestimado de manera sistemática los síntomas recurrentes en las
consultas médicas reiteradas de los habitantes. La convocatoria a la primera marcha en
contra de la contaminación se realiza tardíamente el año 2011 con la presencia de escasas
50 personas. Según lo señalado en el de los observadores de DD.HH del año 2013, se
realiza también una manifestación contra la instalación de la nueva termoeléctrica que
cuenta con cerca de 700 asistentes. Esta última ha sido considerada como uno de los
triunfos de los movimientos ambientalistas, aunque sus organizadores reconocen que
mucha gente no puede asistir por miedo a perder el trabajo. Por lo demás, las otras variables
de vulnerabilidad que intervienen en este caso, tal y como señalamos al principio del texto,
los pone en una situación en la que el vínculo laboral prima por sobre la noción de daño
medioambiental y colectivo. Un ejemplo de esto lo constituye uno de los eventos
etnográficos observados, en donde uno de los empleados encargados de abrir los ductos
para soltar carbón de manera “irregular” al mar le señala con tristeza a su vecino, uno de los
miembros de organizaciones medio ambientales que “ni se pasee por la playa mañana
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mejor, para que no se ponga triste”. La frase va acompañada de gestos de complicidad entre
dos sujetos que, pese a defender posiciones opuestas, parecen entender y empatizar con la
postura e impotencia del otro.

C-. El silencio del experto y del estado.


A diferencia de lo observado en el primer caso, en este se observa un vínculo fundamental
con los agentes que generan la degradación ambiental, que media directamente en la
percepción de los sujetos y los niveles de conflictividad en la zona. Así, pese a que la
situación anterior a la observada en el caso Polimetales de Arica, los sujetos perciben los
síntomas sobre su cuerpo y perciben el cambio en el entorno (la muerte del estero, los
niveles de polvo y carbón, los malos olores, etc.) pero desestiman la peligrosidad de éste a
nivel discursivo. Esto tiene directa relación con el “silencio” de aquellos agentes que, en el
caso de Arica, constituyen a la víctima, el daño y les otorgan herramientas para constituir la
experiencia tóxica, la posibilidad de hablar y de ser escuchados: el experto “médico” y el
“interventor estatal”.
En relación al tema médico, no existen en los centros de salud de la zona protocolos
especiales para la atención de la población instruidos por la autoridad competente, y fuera
de las intuiciones de algunos funcionarios puntuales, tampoco hay un diagnóstico de la
relación entre la recurrencia de algunas dolencias que presenta la población – problemas de
aprendizaje, concentración, tasa de cáncer, dolencias musculares y cardíacas - y la
actividad industrial. Aparte de los estudios realizados en el marco del evento de la “nube
tóxica”, no se han realizado estudios toxicológicos sistemáticos en la población y no existe
reconocimiento oficial de que existe un problema de salud particular en la zona. Esto
también se encuentra mediado por el hecho que el conjunto de factores de riesgo a los que
se ve expuesta la población en la zona por las actividades del polo industrial hacen difícil la
construcción de evidencia que avale una causalidad directa, susceptible de ser considerada
por las autoridades como en el caso de los exámenes de plomo y arsénico utilizados en el
caso de Arica. Así, el elemento “prueba” capaz de acreditar la condición de “víctima” y de
“daño” es escurridizo, dificultando la posibilidad de empujar la visibilidad del sufrimiento
de los habitantes. Dado que no se ha establecido un daño, tampoco existe un
reconocimiento a nivel estatal que permita a los sujetos ser “visibles” para una intervención
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en política pública. Fuera del pronunciamiento municipal en contra del gobierno central
relacionado con la oposición a la construcción de nuevos proyectos en la zona, solo se ha
contado con un informe realizado por un consultor independiente por cargo de la autoridad
ambiental competente, el Ministerio de medio Ambiente. Los resultados altamente
preocupantes de este informe fueron oscurecidos por la imputación sobre la validez de la
metodología que este mismo organismo realizó, desestimando los efectos negativos y
poniendo a la víctima en el lugar de la “víctima imposible”: aquella que existe, es vista pero
que no puede ser nombrada11.

11
Al tiempo de cierre de este artículo, se había producido hace semanas un derramamiento de petróleo de
gran magnitud en la zona. Este evento, dada la exposición mediática y la intervención estatal producida en la
zona a partir de este hecho, lo podrían configurar como un tercer hito en la configuración de esta experiencia
tóxica.
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3-. Conclusiones
Los dos casos presentados en esta oportunidad nos muestran procesos conflictivos de
construcción de sentido en torno a la experiencia de vivir en un ambiente degradado. En
cada uno de los casos es posible ver cómo la construcción de los relatos producidos en
estos contextos está estrechamente relacionada con las relaciones de dominación que
cruzan los territorios y que delimitan quiénes son los actores autorizados y legítimos para
hablar, cómo y cuándo. Dentro de estos agentes, uno de los más fundamentales es el
“experto” que aporta la evidencia empírica y médica capaz de constituir al sujeto víctima,
dar forma a la experiencia corporal que implica vivir en un contexto tóxico y entregar
herramientas para “entender lo que nos pasa”. El momento de la prueba médica es
fundamental e inaugural tanto en la constitución de subjetividades como para instalar la
noción de daño y, por ende, la idea de reparación y responsabilidades. Luego de este
momento inicial, el proceso de obtención de reconocimiento va dejando huellas en los
sujetos y es dependiente también de los distintos actores que van moldeando estas
experiencias tóxicas: el estado, la prensa, el poder judicial.
En estos procesos de “reconocimiento” los sujetos se ven involucrados en relaciones
de dominación desde una posición de extrema vulnerabilidad, dada por la intersección de
otras variables involucradas, tales como los niveles de pobreza y desprotección social, el
género, los niveles de participación y visibilidad pública desigual. Los habitantes del caso
de Polimetales en Arica deben disputar esta visibilidad desde el lugar de quiénes ya son
invisibles: los usuarios de vivienda social, los habitantes de los márgenes urbanos. En ese
sentido, la experiencia de vivir en un ambiente degradado agudiza su violencia en la
intersección de ejes de desigualdad operando en un mismo territorio, marcado por flujos y
actores políticos y económicos cuyo alcance supera por mucho la acción de sus habitantes.
En el caso de Ventanas, La Greda y Los Maitenes, la posibilidad de “ser víctima” está
cruzada por el miedo a una posible pérdida de su fuente laboral, de la cual dependen
completamente. Esta dependencia media de manera significativa en la configuración de la
experiencia tóxica, la interpretación sobre la degradación ambiental y la emergencia de
conflicto.
Finalmente y a la luz de estos casos, me gustaría aportar en torno al por qué resulta
importante introducir la dimensión socioecológica en los análisis de desigualdad,
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legitimación y conflicto. En primer lugar, la experiencia de desigualdad socioecológica es


relativamente nueva en relación a otras variables de desigualdad persistente que han
estructurado nuestras historias nacionales. Si bien la disputa por el acceso y distribución de
los beneficios de la explotación de recursos naturales es de larga data, el debate sobre los
efectos negativos de estas actividades no tiene más de treinta años de visibilidad en el caso
chileno. En ese sentido, es precisamente acá donde es posible ver arme y desarme de
mecanismos de legitimación/ tolerancia o conflicto en torno a las desigualdades. En
segundo lugar, las desigualdades socioecológicas resultan particularmente violentas para
los sujetos pues generan efectos visibles e impactan muchas veces en el corto plazo en la
biografía y subjetividades de los individuos, al imprimir efectos sobre los cuerpos, la salud,
la forma de pensar los espacios colectivos. Finalmente, me gustaría destacar que este es un
fenómeno que se encuentra en expansión ligado precisamente a la concentración urbana y
al auge renovado del extractivismo en América Latina, que se va a acrecentar en la próxima
década. En el marco de esas tendencias y dados los niveles de desigualdad existentes en
nuestras sociedades, no podemos sino esperar una distribución fuertemente desigual de los
niveles de riesgo y sufrimiento ambiental en aumento, con efectos sobre las comunidades
que en el largo plazo resultan desconocidos y que requieren de mecanismos de protección,
regulación e intervención. Este trabajo busca aportar a este fenómeno.

4-. Referencias bibliográficas


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