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Los Persas se habían ubicado en la parte sur de la meseta de Irán. Al igual que
los medos, al principio solo fueron un conjunto de tribus dispersas hasta que el
guerrero Aquemenes los unió estableciendo dinastía de los aquénidos.
Destacaron reyes tan importantes como el Ciro, El grande, conquistador de los
Medos y Darío I. Al vencer a los medos, el imperio de los persas se afianza y
engrandece, no solo por haber unificado a todos los pueblos de la meseta, sino
porque creó un a cultura síntesis del mundo antiguo.
Administración
En la época aqueménida (Ciro el Grande, Cambigen II, Darío I, Jerjes, Artajerjes, Darío
II, Artejerjes II, Artejerjes III, Dario III) el arte se expresa en escultura y la arquitectura,
en grandes ciudades: Pasargardas, Susa, Persépolis, fundadas por estos dos últimos.
No hay arquitectura religiosa, sólo estos altares con fuego y unas torres donde estaría
ese fuego. Los altares eran muy sencillos, a veces para proteger el fuego tenían una
pequeña bovedilla. No se han conservado pero los conocemos por relieves. Las torres
eran altas, cuadradas y sin vanos, de las que si se conservan algunos restos.
También existieron hipogeos excavados en grandes acantilados, con una fachada muy
importante esculpida dentro, con dos o tres cámaras muy sencillas. No realizaban
inhumación del cadáver por miedo a que contaminarán la tierra, por lo que sólo
conservaban los huesos.
Los palacios eran tan complejos que se formaron verdaderas ciudades-palacio. Cuando
Darío fijó la capital en Susa, el palacio de Pasagarda quedó abandonado quedando
como capital religiosa. Susa estaba cerca de Babilonia y obtiene influencias de ella.
El recinto de estos palacios estaba cerrado por murallas. Al igual que los
mesopotámicos, estaban construidos sobre terrazas. Las estructuras eran adinteladas
y empleaban cómo soporte la columna.
El palacio tenía unos propileos donde aparecían toros alados, como símbolo de poder y
majestuosidad. Había también una sala de audiencias llamada apadana. Junto a ella
había una sala de recepción y el salón del trono que era la parte pública del palacio.
La Religión en Persia
Los persas, al igual que sus contemporáneos, eran politeístas y sus divinidades
estaban asociadas con los fenómenos de la naturaleza. Los dioses persas tenían
funciones sociales, militares, económicas; además, daban forma a un código
ético que consideraba conceptos abstractos como verdad y justicia.
Un personaje influyente dentro del sistema religioso persa fue el gran profeta
Zoroastro, quién hacia el año 600. a. de C., predicó en el norte de Persia y con
sus ideas provocó varios cambios en la cosmovisión persa.
Zoroastro predicaba que el hombre tenía la necesidad de actuar acorde a la
justicia, diciendo siempre la verdad y evitar las mentiras. Zoroastro establecía un
sistema religioso de carácter dual, basado en la lucha entre la Verdad (Arta) y la
Mentira (Drug), valores y conceptos que, incluso, llegaron a ser personificados.
El desarrollo religioso de Persia, a partir de la irrupción de Zoroastro, se dividió
entre quienes siguieron a este pensador, y quienes siguieron practicando las
tradiciones religiosas politeístas y primitivas provenientes de las tribus arias.
En esta dualidad prevalecieron los seguidores de Zoroastro y su influencia llegó
hasta los círculos de poder y se establecieron varios ritos religiosos. Uno de ellos
era el sacrificio de animales y la adoración del fuego, al que consideraban la
representación de la verdad.
Como señalamos, las enseñanzas de Zoroastro tenían un carácter dualista y sus
dioses seguían esta lógica; por ello, los persas creían en dioses de carácter
contrario como era el caso de Ozmard, el dios del bien y Ahriman, el dios del
mal.
Debido a la influencia de Zoroastro y su dualismo, la cosmovisión persa
planteaba que el mundo terrenal era el campo de batalla donde se enfrentaban
el bien y el mal; por estas razones el deber de los hombres en la tierra era
ponerse de parte de Ozmard, y contribuir a su triunfo mediante la realización de
buenas acciones. Además, cada persa, según la tradición religiosa, poseía un
ángel protector que le resguardaba del mal y que se preocupaba de la comisión
de buenas acciones, ya que al momento de la muerte todos los hombres debían
enfrentar un juicio final. En este juicio final sus acciones serían juzgadas, y
dependiendo del resultado los persas se iban al cielo o al infierno.
Decadencia del Imperio persa