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UNIDAD: 2

SESION 5. Actividad 2

MARCO – TEORICO

INTRODUCCIÓN
La presencia en los suelos de concentraciones nocivas de algunos elementos químicos
y compuestos (contaminantes) es un tipo especial de degradación que se denomina
contaminación.

Según Andersson et-al (2000), El contaminante está siempre en concentraciones


mayores de las habituales (anomalías) y en general tiene un efecto adverso sobre
algunos organismos. Por su origen puede ser geogénico o antropogénico. Los primeros
pueden proceder de la propia roca madre en la que se formó el suelo, de la actividad
volcánica o del lixiviado de mineralizaciones. Por el contrario, los antropogénicos se
producen por los residuos peligrosos (hazardous wastes) derivados de actividades
industriales, agrícolas, mineras, etc. y de los residuos sólidos urbanos. Desde un punto
de vista legal, los contaminantes antropogénicos son los verdaderos contaminantes.

La toxicidad de un elemento o compuesto químico es la capacidad que tiene ese material


de afectar adversamente alguna función biológica. Los materiales o compuestos tóxicos
no tienen origen biológico, excepto el caso particular de las toxinas que son compuestos
tóxicos biogénicos (Andersson et-al 2000).

Los contaminantes pueden abandonar un suelo por volatilización, disolución, lixiviado o


erosión, y pasar a los organismos cuando pueden ser asimilables (bioasimilables), lo que
normalmente ocurre cuando se encuentran en forma más o menos soluble. En concreto,
la posibilidad de que un elemento (contaminante o no) quede libre y pase a disolución en
un suelo se llama disponibilidad. La biodisponibilidad sería el grado de libertad en que
se encuentra un elemento o compuesto de una fuente potencial para ser capturado por
un organismo (ingerido o adsorbido) (Ntougias, 2004).

Normalmente sólo una fracción pequeña de una sustancia potencialmente contaminante


de un medio es biodisponible. Su efecto suele ser negativo, pero también puede ser
indiferente para un organismo específico. La biodisponibilidad de un elemento es función
de: a) la forma química y física en la que se encuentra en el medio; y b) la capacidad de
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los organismos para absorberlo o ingerirlo. Estos elementos pueden ser acumulados en
el organismo (bioacumulación) hasta tres, cuatro o cinco órdenes de magnitud mayores
que la concentración del medio donde vive (García, et-al, 1993).

De acuerdo con García et-al (1993), De todos los metales y metaloides que son
reportados como causantes de contaminación de suelos (Cr, Mn, Ni, Cu, Zn, As, Cd, Hg,
Pb ...), el presente trabajo se centra en el estudio de Cd y Pb como modelo de dos
metales tóxicos con alta (Cd) y baja (Pb) movilidad en el suelo.

REVISION DE LITERATURA

El municipio de Canatlán, Durango, se caracteriza por ser un área fruticula, donde


desgraciadamente el uso desmedido de fertilizantes y plaguicidas están ocasionando
problemas en los suelos debido a la acumulación de metales pesados.

Prácticas agrícolas como la fertilización y riego son fuente de metales al suelo. Borras et
al. (2010) describe a los fertilizantes de P como fuentes de Cd al suelo y a los lodos como
una de las principales vías de adición de metales pesados al suelo.

Respecto al agua de riego como fuente de metales a los suelos, destaca la reutilización
de aguas residuales en la agricultura, que ha sido objeto de amplios estudios y continúa
de actualidad (García‐Delgado et al., 2013).

Las principales vías de exposición al Cd en animales y humanos son la respiratoria y la


ingestión. Dependiendo de la forma química del Cd su absorción se produce en mayor o
menor medida, siendo la solubilidad un parámetro clave. Compuestos solubles facilitan
la absorción y los menos solubles la limitan. Una vez en el organismo, el Cd se distribuye
asociado a proteínas por el torrente sanguíneo (IARC 2012).
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La metalotioneína interviene en su transporte y detoxificación. Es una proteína con un


elevado porcentaje de cisteína que forma complejos con metales pesados. La mayoría
del Cd se localiza en los riñones e hígado asociado a metalotioneína (IARC 2012).

Su excreción se realiza principalmente por la orina. En los riñones el complejo


metalotioneína es filtrado, pero rápidamente reabsorbido en los tubos proximales donde
se rompe el complejo metálico y el Cd termina acumulándose causando daños Por ello
su excreción es baja y el tiempo de residencia del Cd en el organismo muy elevado (7‐
16 años) (IARC 2012). Los efectos tóxicos que produce son: enfermedades pulmonares
(bronquitis, fibrosis pulmonar y destrucción del tejido alveolar), degeneración irreversible
de tubos renales, hipertensión y alteraciones óseas (osteoporosis, osteomalacia y
dolores óseos) fruto de la alteración del metabolismo del Ca y el aumento de su excreción
por los daños renales (IARC 2012).

La IARC (2012) clasificó al Cd metal y sus compuestos como cancerígenos para


humanos (Grupo I). Respecto a animales concluyó que había limitada evidencia de la
carcinogenicidad de Cd metal, pero suficientes evidencias de la carcinogenicidad de los
compuestos de Cd. El tipo de cáncer más común asociado al Cd es el de pulmón. Se
han reportado otros tipos como el de riñón o aumento del número de muertes por cáncer
de próstata en varias áreas contaminadas por Cd en Japón (IARC 2012).

La IARC (2012) Especifica que la absorción de Pb en humanos y animales también se


realiza preferentemente por vía respiratoria e ingestión. Su distribución por el organismo
se realiza por la sangre asociado a los hematíes. Se acumula preferentemente en los
huesos, debido a la alta afinidad del Pb por los fosfatos, donde reside durante años y es
fuente constante de Pb a la sangre. También se acumula en hígado, riñones y sistema
nervioso central. La intoxicación crónica por plomo recibe el nombre de saturnismo.
Produce trastornos gastrointestinales, neuromusculares, hematológicos, renales,
reproductivos y en el sistema nervioso central. Además, el Pb es capaz de atravesar la
placenta afectando negativamente al peso del feto al nacer y al tiempo de gestación.
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Este metal también posee carácter carcinogénico según la evaluación de la IARC (2006),
siendo consideradas las sales inorgánicas de Pb como probable carcinogénico para
humanos. Sin embargo, los compuestos orgánicos de Pb no son clasificables como
carcinogénicos para humanos. En el caso de animales, no hay suficientes evidencias de
la carcinogenicidad de la mayoría de los compuestos de Pb y sólo alguno de ellos como
el acetato, cromato y fosfato presentan evidencias suficientes de su carcinogenicidad.

El impacto negativo del Cd y Pb en el medio ambiente es bien conocido y deriva


inherentemente de su toxicidad para los seres vivos. Son contaminantes ubicuos e
indexados en la lista de contaminantes prioritarios de la US‐EPA. Su principal transporte
hasta largas distancias desde su foco de emisión se debe a la presencia de estos metales
en las partículas producidas en procesos de combustión, siendo las de menor tamaño
las que pueden viajar mayores distancias (Ochoa, 2012).

En última instancia el suelo es el receptor final de estos metales. La dinámica del Cd y


Pb en el suelo es muy diferente. El Pb en el suelo se caracteriza por su baja movilidad
ya que es adsorbido por los minerales de la arcilla, oxihidróxidos de hierro y manganeso,
carbonatos, materia orgánica, fosfatos y además su solubilidad está fuertemente
influenciada por el pH, produciéndose su precipitación por encima de pH 6. El Cd también
se ve influenciado por todos estos compuestos que limitan su movilidad en el suelo, sin
embargo, su adsorción es menor y sobre todo su solubilidad no se ve tan afectada por el
pH (IARC 2006).

La movilidad del Cd y Pb (y de los metales en general) dentro del suelo es clave en su


toxicidad medioambiental. Cuanto mayor sea ésta, mayor será la capacidad de los
metales para lixiviar hasta los acuíferos y contaminar masas de agua o de ser absorbidos
por plantas incluyéndose en la cadena trófica (Marin et-al, 2012).

También los metales tienen efectos en la microbiología del suelo afectando a la


estructura de las poblaciones bacterianas y su actividad (Ntougias et al., 2004). Esta
interacción es recíproca y los microorganismos del suelo también pueden influir
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notablemente en el aumento o disminución de la movilidad de los metales por lo que el
potencial biotecnológico de bacteria y hongos en procesos de biorremediación es muy
prometedor y ya está implementándose comercialmente (Papa et-al, 1987).

Origen, toxicidad y problemática medioambiental de los hidrocarburos aromáticos


policíclicos.

Los hidrocarburos aromáticos policíclicos (Polycyclic Aromatic Hydrocarbons, PAH) son


una familia de compuestos orgánicos formados exclusivamente por carbono e hidrógeno.
Estructuralmente, son moléculas planas formadas por anillos de benceno fusionados
(V.S.R. Y Doube 1995).

La absorción de PAH se realiza principalmente por el tracto respiratorio, gastrointestinal


o la piel. Su mecanismo de adsorción está íntimamente ligado a su alto carácter lipófilo
que facilita su difusión por los lípidos y lipoproteínas de las membranas celulares. Una
vez absorbidos se distribuyen por todo el organismo, pero muestran preferencia por los
tejidos grasos. Esto hace que sean compuestos con tendencia a ser acumulados en la
cadena trófica (V.S.R. Y Doube 1995)

Dentro del organismo son compuestos biológicamente inertes, pero para facilitar su
excreción son metabolizados a compuestos más solubles (epóxidos, fenoles, dioles,
fenol‐dioles, diol‐epóxiodos, quinonas y tetroles) y conjugados con sulfato, glutatión o
ácido glucurónico para ser finalmente excretados por las heces vía ácidos biliares y en
la orina. Sin embargo, la metabolización de PAH produce metabolitos electrofílicos
reactivos capaces de formar aductos con el ADN. Estos daños en el ADN si no se reparan
pueden generar mutaciones que a su vez pueden constituir la base para la iniciación de
cáncer (Papa et-al, 1987).
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BIBLIOGRAFIA CITADA.

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