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Una semblanza poco

ortodoxa para una persona


muy especial

Esta es la primera
semblanza que realizo, y es
probable que rompa todas
las normas que puedan
existir al momento de
hacerlas. Sin embargo, no
hay mejor manera de
describir a la persona que se
le dedica esta semblanza,
que poco ortodoxa. Ni se
imaginen que voy a revelar
su edad, porque para una
chica clásica como Aracelis
Acevedo la edad es solo un
número más. Pero si les
puedo decir que gracias a
referencias anteriores y
algunas historias que logro
recordar les puedo revelar
que se convirtió en la
segunda, enfermera graduada de su familia en el año 1979,
siguiéndole los pasos a su mamá. Según nos cuentan las malas
lenguas su promedio académico era de excelencia así que le
esperaba una carrera exitosa. Si tuviera que dividir la trayectoria
profesional de mi mamá, lo haría en tres categorías: los vínculos de
amistad, las transformaciones estructurales y la ética laboral. De
esta manera espero que logren entender la nostalgia y alegría que
me embarga al celebrar su retiro.

Desde pequeño lo único que conocí fue el hospital, de modo


tal que puedo decir que nací y me crié en el hospital de Aguada. Y
¿como no?, si era el bebé de Mamá y desde temprano comenzaba a
observarla en su área laboral. Mientras yo jugaba con los
expedientes de los pacientes que estaban guardados en unas
placas de metal. Cely, como le conocían en el hospital, manejaba el
“counter” de la sala de emergencia. Una ambulancia llegaba y ella
recibía a los pacientes, al personal de la ambulancia y yo solo
admiraba como mi mamá movía sus manos en los records, llamaba
a los doctores y corria a la sala de operaciones ambulatorias. Es
solo luego que me entero que cuando se desaparecía en a la sala
ambulatoria estaba o tomándole unos puntos a alguien, sacándole
un absceso en de una nalga o buscándole la vena a un bebé. Lo
primero que aprendí, o al menos así lo veía yo, era que mi mamá
era la que “mejor tenía la mano para pinchar”. Cuando decía que
era hijo de Aracelis Acevedo, la enfermera de pequitas, todo el
mundo en el hospital y en el pueblo me decía que esa enfermera
tenía una mano santa. Tal vez era por cortesía, pero aun así vivo
convencido que no lo era. Luego que trabajó en el “counter
principal” recuerdo que el hospital hicieron unas renovaciones y las
mudaron a algo que le llamaban los equipos. Para mí era una cosa
bien “cool”. Mi mamá tenía una oficina que compartía con otra
enfermera, que claro no era una oficina, era un cubículo. En ese
cubículo B compartió con varias enfermeras como Vale, Avilés,
Barbosa y Lopez. En fin, los cambios estructurales en el hospital
nunca terminaron. Luego de los equipos logró correr varias bases
dentro del hospital que incluyeron hasta vacunación y hasta fue
protagonista de la transformación del sistema de salud: de uno
público a uno privado, hasta que por último en el Programa Madres,
Niños y Adolescente. Aunque los cambios y las transformaciones
eran muchas, para este punto más eran las personas que
encabezaban en la lista de grandes amistades y colegas.

Recuerdo vivamente como Gladis Avilés siempre me decía


que ella me conocía desde que estuve en el vientre y hasta por
poco me ahogo un día en su casa. También recuerdo vivamente
muchas otras amistades, tal vez, no por sus nombre pero si por sus
características. A Taro cuando nos traía bizcocho de zanahoria y nos
hacía las historias de huracanes, a Barbosa que siempre me hacía
reír y me corría la máquina con cuanta historia loca yo le contaba, a
la coleccionista de coquíes que me dejaba fascinado cada vez que
me acercaba a su escritorio. También las nuevas grandes
amistades, Gladis Feliciano con su siempre clásica elegancia, a
nuestra siempre controversial Dra. Lugo, a la siempre diva y
explosiva Moraima y como olvidar a la alocada y siempre juvenil
Diana Ramirez. Es seguro que deje a muchas personas fuera. Pero
aun así quiero que entiendan la magnitud de personas que tocaron
la vida de mi Mamá, y a la misma vez la mía. Mientras pasaba el
tiempo, yo lograba ver como la gente dejaba de ser compañeros de
trabajo y se convertían en familia. Compartí con hijos de
compañeros de trabajo, comíamos en casa de compañeros de
trabajo y hasta celebrábamos los días festivos juntos. El hospital se
convirtió en algo más que un espacio de trabajo, era un área donde
afloraba la vida misma. El dinamismo y el calor humano que veía
que emanaba de mi mamá para con otros me era contagioso y era
un ejemplo que quería emular al pié de la letra. No existe un día
que yo pueda decir que mi Mamá se quejaba de ir al trabajo,
NUNCA. Por lo contrario, cuando se paraba frente al espejo a
arreglarse me parecía un ritual impecable. De la misma manera y
con el mismo honor que un soldado se prepara para la guerra, mi
mamá se preparaba para el trabajo. Con entusiasmo y honor, con
honra y dedicación.

Además de lograr ver como mi mamá se adaptaba tan


grandiosamente a un mundo cambiante y aun así mantenía y
aumentaban su amistades cercanas. También aprendí una
excepcional ética laboral. Observaba la importancia que le daba a
sus horas de trabajo. Siempre le preguntaba, “mami, y ¿por qué no
te vas temprano?, total, nadie se va a enterar”, y ella me respondía:
“tu sabes lo que pasa, si yo me voy temprano de trabajar y reporto
como si hubiese trabajado es como si estuviera robando, ¿tu quieres
que tu mamá robe?” “Además añadía, “ y si mientras yo estoy
afuera llega un paciente que me necesite…” La atención por el
prójimo y el calor humano envuelto todo en una dinámica de alegría
y broma eran algo siempre presente cuando la veía en su área
laboral. El poder de empatía era un talento usado diariamente y
esto son solo algunos valores que lograba notar de ella. Hoy día
logro entender que el trabajo de una enfermera es incalculable. Son
la cara el hospital, las manos del médico y las amigas del paciente y
me llena de mucha honra decir que mamá era todas esas cosas y
mucho más.

Espero que luego de esta breve descripción laboral que nace


de mi percepción y recuerdo logre crear conversación y avivar
bonitos recuerdo y hacer crecer nuevos. Más aun espero que logren
entender la increíble nostalgia y alegría que me embarga al saber
que ya mi Mamá se retira. Por las razones que antes le expuse le
puedo decir con mucha confianza y tal vez con un poco de
prejuicios que el pueblo de Aguada y de Puerto Rico se despide de
la mejor funcionaria pública que jamás haya conocido. Que la huella
que ha dejado en su área laboral siempre será recordada y que su
nombre no estará escrito en la arena. Es por eso que hoy 23 de
septiembre de 2010 se cierra un capítulo de mi vida, porque a la
misma vez, se cierra un capítulo maravilloso y se abre un tomo
nuevo para la vida de mamá.

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