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ABSTRACT
The essay presents a detailed textual analysis, a contextualization of Burgos’ political activism
in Puerto Rico, a critical evaluation of academic criticism of her work, and an inquiry into her
poetics. I center my analysis on the enigma of Julia’s ‘crime’, a word that appears twice in her
poetry and that I take as fundamental to an understanding of her developing poetics. I highlight
her first book, Poema en veinte surcos, taking it as the matrix of the two-voiced poetics of Julia de
Burgos, as a voluntary outsider and made into an outlaw by the criticism of her time period.
(Many important intellectuals of the Generación del 30 preferred her second book, since it allowed
them to underscore her feminine voice in order to erase her political voice, which they deemed
too virile.) I review the difficulties Burgos faced during the thirties and forties when she tried to
assume a leadership role in the nationalist movement. Her poetry is characterized by an oscillation
between the lyrical and the epic and also by a negative and questioning will dependent on the
“scream” and the oratorical, especially evident in her first book and less audible in her second.
Despite the conventional biographical reading of her second book, we can still discern the search
for a poetic language throughout the lover’s lament. My query about this muffling effect of
criticism, which I consider mistaken, finds an echo in the word “crime” that appears in two of her
poems. “El rival de mi río” and “Pentacromía” allow us to examine the “crime” of the outsider,
partially atoned for by the confession enacted in the poem (the former poem is excluded from
the volume it chronologically belonged to). However, what the poetic voice of Poema en veinte
surcos lost is later recovered: the tension generated by two forms of address allows the voice to
keep a landscape and an interlocutor in view, to which she will return in her final poems written in
English: her poor “comrades of silence.” [Keywords: Julia de Burgos, poetry, feminism in Puerto
Rico, Puerto Rican Nationalist Party]
The author (ams389@pitt.edu) is Professor of Hispanic Languages and Literatures at the University of
Pittsburgh. She is the author of: Femina Faber: letras, música, ley (Editorial Callejón, 2004), Hilo de Aracne,
literatura puertorriqueña hoy (La Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1995), and De lengua, razón
y cuerpo (Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1987). Among her poetry books are: Sitios de la memoria
(1983), La gula de la tinta (1994), Rizoma (1998), Diseño del ala (2005), Cuerpo nuestro (2013), and Artes
poéticas (2014). She is also the editor of the anthology on Puerto Rican poetry, Red de voces (Casa de las
Américas, 2011), and the translator of Derek Walcott’s book, The Bounty, published as La providencia
(Fragmento Imán, 2010).
El delito de Julia, la outsider • Áurea María Sotomayor 67
La locura de mi alma
no puede reclinarse,
vive en lo inquieto,
en lo desordenado,
en el desequilibrio
de las cosas dinámicas, en el silencio
del libre pensador, que vive solo,
en callado destierro.
Julia de Burgos
(“Mi alma”, Poema en veinte surcos)
‘Comrades of silence’
Cuando Julia de Burgos escribió “Mi alma” todavía residía en Puerto Rico, y ya desde
entonces prefiguró en este poema su condición desterrada y solitaria. Su primer
poemario, Poema en veinte surcos (1938), abre y cierra con dos afirmaciones que
consignan el “yo” grandilocuente que signa a la poesía lírica (Culler 1985: 38).
Pero, ¿qué es lo lírico en el caso de Julia de Burgos? ¿Es acaso, como dijera
Northrop Frye, “the utterance that is overheard”?1 No se trata, en su obra, de
una voz que se escucha sin querer o que susurra intimidades. En el caso de Julia
de Burgos, la voz poética que signa sus tres libros conocidos se halla siempre
en pugna con el modo en que dice y la oralidad, en específico, la oratoria,
sostiene su primer libro, porque es una poesía derivada del grito y no de la
canción. Aún los poemas más íntimos reunidos en el volumen Canción de la
verdad sencilla podrían leerse como movidos por un gesto: el grito que declara el
fracaso de no hallar un lenguaje adecuado. Ello puede advertirse en las fisuras
que en este libro insinúan la protesta, así como en el cuestionamiento que
en medio del lamento de amor, denotan la voz del “libre pensador” en una
búsqueda metafísica y metalingüística más allá de la palabra.2
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En suma, aquello que desgarra los dos ímpetus de sus tonos preponderantes,
el íntimo y el combativo, se articula sobre la ansiedad de decir en alta voz, en un
volumen diferente al que usualmente caracteriza a la poesía lírica. La antítesis
que funda su logos genera una disputa al interior de sus textos mediante el
uso irónico del diálogo directo o indirecto, complementado con paralelismos
y anáforas; es esta oposición interna lo que tensa sus dos modos de decir. La
inquietud y la disputa que sostienen los diversos escenarios que descubren sus
textos fija además la imagen de una voz poética que es una perpetua outsider,
siempre ubicada afuera, en la contemplación, en una especie de refugio
solemne e hiperconsciente. Habita, como afirma el poema, “en el desequilibrio
de las cosas dinámicas” y, sobre todo, es una forajida de su inquieta época
al ser mujer y, de su espacio, por su pobreza. Su primer libro, Poema en veinte
surcos, establece las ramificaciones varias de ese sentido de no pertenencia por
razón de su raza, clase, género y posición política. La recurrencia textual a un
“yo” divergente consolida las bases de esa “extranjería” que devendrá, como
veremos, retóricamente delictuosa.
Parecería que los estigmatizados continúan siéndolo, independientemente de que cambien de domicilio,
como también se narra en la última colección de cuentos de Manuel Ramos Otero, Página en
blanco y staccato (1987).
La antítesis es la forma que asume esta voz para registrar las violentas
polarizaciones que caracterizan la época. No es hasta el 1953, que la voz
poética recupera el sentido de lo que fue el paisaje descrito en los poemas que
escribió a mediados de los treinta en Puerto Rico (“Romance de la Perla”,
“Desde el Puente Martín Peña” y “Anunciación”). En esa fecha, ubicada
en Welfare Island y ostentando una forma verbal imperativa y un enérgico
deíctico de lugar (“It has to be from here”), logra dirigirse ahora en inglés a
los desposeídos y ex-patriados, los “camaradas del silencio”, reconociendo en
estos interlocutores el único poder, y cediéndoles la instancia del habla y el
espacio ocupado por la antigua voz de la “letrada”.3 Su lucidez arriba al colocar
en ellos la esperanza de poder escuchar, dicho por ellos, el apelativo poeta por
el que vivió. Acelera este reconocimiento el espacio compartido, pues cerca de
su muerte también reconoce en este paisaje el signo similar del despojo que
aúna ambos lugares y el efecto que ejerce en sus habitantes. Que el “here”
El delito de Julia, la outsider • Áurea María Sotomayor 69
estilo particular del primer libro. Pero la voz poética se adelanta a esa mirada
marginalizante y esclarece una ética. Una estructura declarativa sostiene a Poema
en veinte surcos: abre y cierra con dos poemas que operan a manera de manifiestos
y el lenguaje es contundente, hasta prosaico, y conversacional a veces. En primer
lugar, el poema “A Julia de Burgos” constituye una confrontación entre dos
subjetividades de mujer colocadas sobre el abismo de una opción generacional
que delimita una diferencia entre la “grave señora señorona” y “la vida, la
fuerza, la mujer” (2008: 51). “Ya las gentes murmuran que yo soy tu enemiga
/ porque dicen que en verso doy al mundo tu yo. / Mienten, Julia de Burgos.
Mienten, Julia de Burgos. / La que se alza en mis versos no es tu voz: es mi
voz” (2008: 51). La tendencia a la oralidad se balancea sobre formas estróficas
convencionales y rimadas, con excepción de algunos poemas en verso libre.
Cada pronombre proyecta dos realidades diferentes, una visible y otra audible,
una voz física y otra materialidad alterna que es producto del lenguaje: la
verdadera voz. Pese a que la disputa contrapone dos ‘Julia de Burgos’, es decir
la posibilidad de ser dos mujeres, la voz poética señala la escisión: el yo privado
no corresponde al yo poético, que ya se perfila como “su” voz, una voz pública
que se autodenomina “la flor del pueblo”, que confronta el mundo doméstico
de la dama sumisa y modifica su escenario al traer a lo público, en medio de
la “multitud”, la pertinencia de su acción como mujer emancipada. El vaivén
pronominal sostiene los límites de la diferencia y genera una voz poética que
crea un escenario público para tramar un discurso de justicia social. El poema
equivale, por así decirlo, a una autogénesis poética y civil. El gesto afirmativo es
tan contundente que potencia positivamente el cuestionamiento de la norma y
eleva heroicamente la figura de quien estaba “fuera de lugar”, a saber, un tipo
de mujer, una raza y una disidencia política.
En segundo lugar, “Yo misma fui mi ruta”, que concluye la colección, es
una rotunda declaración sobre el lugar de la mujer a mediados de la década,
casi un juramento solemne de futuro, otro rechazo de la convención (2008:
51–2, 87–8). La apalabrada mujer del primer poema traza su acción en el
último poema de la colección. En la estrofa de cierre concluye la travesía del
yo poético, el desenlace de un diálogo que ya no interpela particularmente a
persona o cosa alguna, sino a toda una comunidad, ubicable según la poeta
en un “suelo siempre suelo y sin orillas / de todos los hombres y de todas
las épocas”. Ambos poemas concluyen de forma similar. En el primero, la
disputa permite que el yo poético enarbole una tea entre la multitud; en el
último, la acción de la voz poética se torna crítica y desafiante al afirmarse en
El delito de Julia, la outsider • Áurea María Sotomayor 71
utiliza de esa forma. El acento esdrújulo del “dícen-me”, como si fuera una
carga impuesta, un carimbo con el que se estigmatiza a la voz poética a quien
golpean (cual ordenándole) le sirve para corresponder irónicamente al ataque
racial. Es decir, si me dicen (dícenme) negra y descendiente de esclavos, quien
lo dice (decir “negra” en esta época es un insulto) es un desvergonzado, un
inconsciente, un abusador, un amo. Es obvio que en este intercambio figurado,
quien la interpela es de raza blanca, mas la voz poética opta por describir su
acento y citar sus palabras para caracterizarlo: el “dícenme” es la clave. La
pertenencia a una raza es un hito más en la construcción del yo poético, y al
igual que en los poemas autorreferenciales antes citados, estructurados todos
en la antítesis, concluye una vez más con la propuesta política y racial: “Ay ay
ay, que mi negra raza huye / y con la blanca corre a ser trigueña / ¡a ser la del
futuro, / fraternidad de América!”. Como vemos, la outsider de género, clase y
raza incluye en su poesía los signos retóricos del manifiesto y la exhortación,
determinantes del discurso político de la época, en particular, la exhortación
albizuísta que originará la Ley de la Mordaza. Establezcamos el vínculo
revisando la actividad política de la autora alrededor del 1936.
Justamente, días antes del discurso de Julia de Burgos en el 1936, Albizu había
afirmado lo mismo, pero el sujeto no eran las mujeres: “solamente cuando el
enemigo haya conseguido pasar por encima de los cadáveres de los hombres,
es que es permisible la ofrenda de la vida de la mujer, que es la fuente de la
nacionalidad” (citado en Rodríguez Pagán 2000: 121).20 Es necesario subrayar
que en esos meses el partido prohíbe que las mujeres marchen a favor de los
presos políticos, y así también se disuelve la organización femenina patriótica
en la que Julia de Burgos fue oradora. ¿Son éstos gestos paternalistas—como
quisieron justificarlos—o son gestos autoritarios que mantienen a la mujer en
el lugar normativo?
pura sangre de nuestra sangre” (Rodríguez Pagán 2000: 134). Previo el énfasis
en el papel de la mujer como madre, parecería que aquí se invoca un hijo como
parte de esta acción, pero se trata de un “hijo” metafórico, hecho de idea, que
trasciende el “mero” acto carnal. Cónsono a la llamada, consideremos los
poemas políticos escritos por Burgos en la época (entre ellos, “Despierta”),
además de su primer libro publicado. Sutilmente, Burgos se ha apartado de
los parámetros de Albizu, quien meses antes ha desestimado la posibilidad de
una marcha que llevarían a cabo las mujeres de la organización a favor de los
presos políticos. Igualmente, dos semanas después del discurso de Burgos, y
por indicación de Juan Antonio Corretjer, se disuelve la organización bajo cuyo
amparo operaba la rama feminista de la cual Julia era secretaria, el Congreso
Nacional pro Liberación de los Presos Nacionalistas (Rodríguez Pagán 2000:
135).22
Estimo que estos dos eventos fueron suficiente indicio para Burgos de
que a nivel político organizativo en ese momento la mujer carecía de papel
directivo, de voz política. A mediados de los treinta, su rol era considerado
eminentemente simbólico, y no fue hasta dos décadas después, como
demuestra el caso de Lolita Lebrón y su ataque a la Cámara de Representantes
en 1954, que la mujer alcanza este tipo de visibilidad. La ‘súplica’ de Albizu y
el ‘mandato’ de Corretjer constituyeron un silenciamiento de su acción futura,
precisamente cuando en dos ocasiones su voz como oradora había tenido
suficiente resonancia y efecto como para convertirse en una líder nacionalista.
Consciente de su papel simbólico, a lo más que podía aspirar Burgos era a ser
llamada “la novia del nacionalismo”. De ahí en adelante, la poeta se concentra
en sus poemas, todos de orientación socialista e internacionalista. Este énfasis
político es el que opera en su primer libro, así como en los poemas no incluidos
allí que le son contemporáneos. Según testimonio del poeta Luis Lloréns
Torres, eran 23 los incluidos cuando éste leyó el manuscrito, y habría que
preguntarse por qué solo quedaron veinte. Estimo que los poemas excluidos
fueron todos poemas políticos y que estos son: “Ya no es canción”, “Despierta”
y “Anunciación”, todos escritos antes de la publicación de su primer libro y
correspondientes a la misma temática combativa. En dicho libro, a la antítesis
generada por la crisis social, lo acompaña el apóstrofe y lo suple la contundente
declaración de la voz. Ese yo poético es una declaración referente al género y
al proletariado; más que una poesía erótica, como lo será la de sus congéneres
latinoamericanas y la magnífica poesía de Clara Lair, Julia de Burgos funda en
Poema en veinte surcos una poética política cónsona a los acontecimientos sociales
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El apelativo “mostrenca”, utilizado por Matos Paoli en 1961 constituye un elogio al referirse
a la rebeldía innata de una mujer que se pertenecía a sí misma y no operaba como bien de
intercambio masculino.
Porque Julia de Burgos describe un paisaje que no halaga y dice una poesía
demasiado asertiva para provenir de una mujer, es incomprendida por la crítica
contemporánea de su época en lo que a su primer libro respecta. Mientras el
poeta Francisco Matos Paoli acertadamente la llama “mostrenca de alteridad”,
la abogada Nilita Vientós Gastón deviene su mayor crítica al tacharla de
“propagandista” y “facciosa”. Los tres adjetivos contienen repercusiones
particulares en el contexto de la época. El apelativo “mostrenca”, utilizado por
Matos Paoli en 1961, constituye un elogio al referirse a la rebeldía innata de una
mujer que se pertenecía a sí misma y no operaba como bien de intercambio
masculino. Citamos íntegramente del fino poeta y lector que casi parecería
comprender en el siguiente pasaje las etapas poéticas de Julia:
Julia, pudiste ser la ráfaga por lo incontenible del ritmo destellado. Pero preferiste la ‘leve
llovizna’ que levanta los labios hacia la inmutabilidad de Dios. Apenas te prestó ‘sus
sandalias de aire blando’ la nube. Porque estabas plena de realidad directa. Sólo hacía falta
el eco para esfuminar más el vapor pegajoso de la tierra. Ya que te habías mostrado
mostrenca, casi mostrenca de alteridad, preferiste hablar en la angustia de moda. (Matos
Paoli 1986: 142)
En otras palabras, en medio del más puro lirismo, Julia de Burgos desdibuja los márgenes lírico-
políticos de su alocución; en ese río convergen todas las aguas porque el lenguaje se instala en la
“instancia de habla” que es este río como emblema de su poesía.
Habría que pensar en las tangentes internas de estos poemas, que atañen a la
pregunta a propósito de qué viene a colación el “yo”, observando la estructura
conclusiva o cierre de cada poema. Sobre el signo de la opción se debate un
poemario que oscila entre dos tipos de lenguaje, o dos tipos de poesía, la lírica
y la “épica”. Me refiero a las formas heroicas que asumió la lucha nacionalista
en la década de los treinta y las formas en que fue aplacado el tono combativo
mediante la intervención y vigilancia constante de los Estados Unidos en
la política de la isla, además de la creación del Estado Libre Asociado, que
desvía la prioridad política de la soberanía e independencia nacional hacia la
mera sobrevivencia económica. Con ello asistimos a la creación de una élite
intelectual que apoyará el proyecto.26 Ese paisaje del adentro lírico y el afuera
combativo que maneja la poeta durante este período modula el vaivén de este
El delito de Julia, la outsider • Áurea María Sotomayor 81
Tú,
solamente tú,
Río Grande de Loíza,
podrás darme la risa para
el camino eterno,
allá, bajo tus aguas. (2008: 231–2)
estampa, siempre fugaz, la escritura; es una materia que recoge la sonoridad del
poema solo por un momento. La voz poética que se autodenomina “portavoz
ambulante de una raza de agua” (2009: 56) o “la chiquilla silvestre del sendero
de plata” (2009: 58) disuelve su cuerpo, que queda plasmado principalmente
como una boca que enuncia. Ello produce una voz “blanca sobre el lenguaje”
que se esparce por el mundo. Lo que dice el río, materia que transmite su
“mensaje”, el de la voz poética, también huye, pues se convierte en eco o en
silencio. Incluso, cuando llega al mar la voz se “pierde” o navega en la imagen
de un lirio que toma la palabra. El río es el “labio del infinito” que desemboca
en el mar de la muerte de El mar y tú. La voz poética se despliega en el paisaje
marino que convoca allí para hacer suyo los elementos que adquirirán una
dimensión cósmica. El escenario político, por performativo, de Poema en veinte
surcos muta para hacerse universal, aunque intimista en su último libro; las aguas
se tornan incoloras y la voz deviene silencio. Pero ésta no deja de mantenerse
moviéndose en la búsqueda oscilante entre un poema lírico y un poema
político. La lucha subterránea en sus dos últimos libros atañe al desarraigo, a
una quebradura o escisión de la voz poética que busca transitar “la cuerda de
su voz”.
Viene a propósito indagar en el término “canción”, equivalente al poema
lírico en su discurso. “Voces para una nota sin paz”, que lleva por dedicatoria
“Para Julia de Burgos por Julia de Burgos”, renueva el diálogo entre dos
nombres propios idénticos reducidos a una voz que expresa un canto: “Déjame
que te cante como cuando eras mía, / hermanita silvestre…” (2008: 222). El
diálogo consigo misma remite visualmente a aquella sombra que lloraba junto
a la suya en la margen del río y concluye con la exhortación indirecta que
cifra la trayectoria y ubicación de la voz: “la canción del espacio refugiada en
un río” (2008: 223). Pero lo más inquietante es que aquí la oposición se ha
reducido, y el activo diálogo que orienta su primer libro deviene monólogo
interior. De la misma manera, el aparente diálogo que sostiene con el amado
en el segundo libro, no deja de ser otra forma de comunicarse consigo misma
inventándose una segunda persona, que sólo será real segunda persona en
“Coloquio sideral”, poema donde regresa a su ironía de “Nada”. El paréntesis
que fue su segundo libro, Canción de la verdad sencilla, lo sintetiza la relación de
la voz con un río que primero es superficie donde se estampa su lenguaje y
luego es espacio de inmersión a donde conduce al amado, para estampar sobre
él su lenguaje de entonces. Ello explica su absorción lírica de este período, que
recurre a la narración:
El delito de Julia, la outsider • Áurea María Sotomayor 83
hubiera remediado el delito que relata en “Agua, vida y tierra”, que ahora
podemos leer a la luz de la pugna entre sus dos voces: la lírica y la contestataria
reflejado en dos tipos de paisaje: “Yo fui estallido fuerte de la selva y el río, /
y voz entre dos ecos, me levanté en las cuestas. / De un lado me estiraban las
manos de las aguas, / y del otro, prendíanme sus raíces las sierras” (2009: 53).
La voz, como decíamos desde un principio, se halla tensada entre el deseo de
esparcirse universalmente a través de las aguas y la fuerza terrestre que la atrapa
y la ataja (2009: 64—“Mi madre y el río”) en la convención (de su trágico amor
individual).
Mientras el paisaje palesiano del Tuntún se consolida sobre los sentidos y la historia política
del archipiélago caribeño, aquí el deseo individual ansía superar lo histórico y cuestiona el
convencionalismo social, utilizando el paisaje como testigo.
grifa negra”, del cual destaco en esta instancia otra estrofa. El fluir del tiempo
que transmite el agua evoca el lecho donde se hunde la noche del río de “Río
Grande de Loíza” al teñirlo racialmente en otro texto: “Ay ay ay, que la raza se
me fuga / y hacia la raza blanca zumba y vuela / a hundirse en su agua clara;
/ o tal vez si la blanca se ensombrara en la negra”, para concluir que “la negra
huye y corre a ser trigueña”. Además de la fusión racial, los verbos “correr” y
“huir” connotan los desplazamientos cimarrones en la tierra, y no en el mar.
Podríamos concluir que por el mar, el yo poético se diluye y se torna lírico, y en
la tierra se consolida cimarrona para crear fraternidad política. Viene al caso, en
este sentido la certera frase de Francisco Matos Paoli al describir la poesía de
Julia de Burgos como “mostrenca de alteridad”. La desposeída (de bienes y de
sí misma al proclamarse “nada”) se vale del arma de la alteridad para rechazar
la antítesis demasiado sólida (“si el ser el siervo es no tener derechos / el ser
el amo es no tener conciencia”) del esclavo y del amo y, paradójicamente,
afirmarse en la fluidez de la hibridez futura. La superficie sobre la cual se
contempla nuevamente es líquida y fugaz (la raza se fuga zumbando y volando
para hundirse en el agua clara de la blanca). Este procedimiento orienta la
transformación de las funciones lingüísticas del género poético en la poesía
de Julia de Burgos. Lo que aparentemente se manifiesta, de acuerdo a las
categorías de Jakobson, como “función emotiva”, es real y efectivamente
“función metalingüística” y “referencial” a su vez.
Cuando este hablante poético se autodescribe en lucha con sus circunstancias,
lo enuncia desde el contexto en que se mira, que son las aguas siempre
en tránsito del Río Grande de Loíza, y de lo que habla es del lenguaje. Lo
constatamos en el poema “Se me ha perdido un verso”, en su segundo
libro, donde remite a la fuga involuntaria de un verso que huye por razón
de su deseo de libertad (“y por no ser de todos”), declarando que no es la
exhibición de la emoción lo que le interesa y menos aún la entrada ceremonial
en un ambiente intelectual (recordemos el verso “y el homenaje se quedó
esperándome”). Ello es cónsono con su deseo “torcido” (según los valores
predominantes) de no convalidar el ritual ni los convencionalismos, y romper
con las expectativas. El que ello se enuncie en un poema en que apostrofa al
“verso” es determinante a mi propuesta de lectura. Hay toda una reflexión
sobre el acceso de la voz poética a la ciudad letrada y su eventual rechazo al
mundo prescrito por la norma. Y esto lo corrobora la forma del poema, es
decir, la ruptura con el cuarteto, y el comienzo con el verso libre para registrar
aquella alteridad mostrenca a la que se refiere Matos Paoli. Ya no el agua sino el
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Y ahora surge la pregunta. Si “El rival de mi río” fue escrito a fines de los
treinta, ¿por qué no fue incluido en el segundo libro de Julia?29 La primera y
última estrofas del poema podrían dar con la clave:
“Recuerdo que al mirarme con la voz derrotada, / las dos manos del cielo me
cerraron los párpados.” (2008: 166–7—“Donde comienzas tú”). La verdadera
muerte y el delito verdadero es una voz derrotada que se centra en el lamento
que la voz poética va reconociendo a su pesar. “Canción amarga” es una de las
repetidas despedidas, uno de los mejores poemas, donde la canción es, aunque
amarga, canción. Allí dice: “Debe ser la caricia de lo inútil/ la tristeza sin fin
de ser poeta”. Pese a la voz neorromántica de su segundo libro, donde no se
incluye el poema alusivo al “delito”, Julia de Burgos nunca se vio a sí misma
como poetisa, sino como poeta.
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Pero lo que más interesa es el intercambio de parejas, donde él (el río voluptuoso) se sumerge con
dos mujeres distintas, mientras que él la sorprende en forma de aguacero “violando claridades y
callando suspiros”.
ordenarle al río que posea al amante (el río es su poesía: “Alárgate en su vida,
alárgate en su espíritu”) para crear una relación especular donde el hombre
se reconozca en el río como la voz poética lo ha hecho previamente en “Río
Grande de Loíza”. El hombre se hace río, por lo que al decir “tú me besaste”
o “él también me ha besado” no se sabe si se refiere al hombre o al río y lo
confirma el final de la estrofa. Las interrogaciones posteriores confirman
la dificultad de distinguir quién es el agente de la acción. Pero lo que más
interesa es el intercambio de parejas, donde él (el río voluptuoso) se sumerge
con dos mujeres distintas, mientras que él la sorprende en forma de aguacero
“violando claridades y callando suspiros”. ¿Son estas dos mujeres las dos
voces de Julia, la lírica y la épica? ¿Por qué es él quien la contempla violando la
claridad, descubriendo su alteridad, la de una raza de agua, y contrayendo una
enfermedad que adquiere en el río cuando éste la besa? Así como él la descubre
ahora, ella lo contempla a él. El poema da paso a una escena de contemplación
recíproca, agenciada por la voz poética; en esa única contemplación lo que
ella descubre es su propio delito, que ahora adquiere otro matiz: no tanto
enamorarse, sino dejarse ver: “¿Me sorprendiste acaso en algún aguacero/
violando claridades y callando suspiros/…?”
Hay un tejido que no cicatriza en el corpus de este primer libro, y tiene que
ver con su bivalencia, con la necesidad de fundir los dos espacios entre los que
se mueve, lo lírico y lo épico. La voz poética necesita ese espacio para detenerse
y ser la testigo de sí misma en la lírica que a su vez es principio de lo político.
El intimismo se metamorfosea en la posibilidad de hacerse público, lo íntimo
de lo político: “Yo lo fui contemplando desde la carne al alma: ese fue mi
delito”. La brecha entre ambos lugares la colma una actitud que deja un rastro
de tristeza y melancolía, pero sus huellas serán la ironía (“Nada”), el nihilismo,
el vitalismo, el presentismo. Casi todas se relacionan con el cuerpo físico que
la voz poética lucha por abandonar, y lo sustituye el proyecto político que le
presta otro cuerpo a la emoción. En este sentido, en su segundo libro impera la
emoción, el yo absoluto pero descarnado, encauzado en el lenguaje codificado
de la época y en la dicción femenina cuestionada antes. El cuestionamiento de
la norma, de la forma, de la convención, de la burguesía y del camino trillado,
todo ha desaparecido en el segundo. Sólo queda un testigo, la voz poética
misma contemplando el río que le permitiría trasformarse y pasar de un lado
al otro de las categorías poéticas, así como se pasea irónicamente, hay que
decirlo, entre el Don Juan y la violada. Pero a ambos poemas los une el gesto
delictual y en ambos confiesa. En el escenario de ese río verbaliza su delito
El delito de Julia, la outsider • Áurea María Sotomayor 91
N OTA S
1 La cita de Frye (“la expresión que se alcanza a oír”) forma parte de la discusión de Culler (1985).
2 El contexto en que Burgos escribe el segundo libro ha producido una lectura biográfica que asordina el
desafío, la protesta y la desilusión que este contiene. Una lectura que explore ese sentido podría enfatizar
la relación de este libro con su poética al destacar el grito, la expresión y la transformación; acaso el
obstáculo en ese momento sea un léxico poético heredado del cual la poeta aún no lograba deshacerse,
mas el sentido y la reflexión que conlleva esa búsqueda todavía están allí. Al respecto, véanse los poemas
“Transmutación”, “Principio de un poema sin palabras”, “Poema perdido en pocos versos”, “Armonía
de la palabra y el instinto”, “Exaltación sin tiempo y sin orillas”, “Poema del minuto blanco”, “Coloquio
sideral” y “Canción sublevada”. La lectura biográfica ha arruinado esa otra lectura de una poética.
3 Hoy se conoce como Roosevelt Island (East River, NY), es una franja de terreno entre Manhattan y
Queens donde se alojó a pobres, dementes, enfermos crónicos (en el Goldwater Hospital) y convictos.
Julia de Burgos recibió tratamiento médico en estas facilidades durante varios años. Según el diario New
York Times, “The city acquired the island in 1828, but the name remained Blackwell’s Island while the
city operated a prison, a lunatic asylum, a charity hospital, a smallpox hospital, a workhouse and other
Dickensian horrors there” (Pollack 2012). Ver también el ensayo fotográfico sobre Welfare Island en
http://www.dailymail.co.uk/news/article-2177073/Welfare-Island-Black-white-photos-1940s-use-New-
York-City-island.html#ixzz2r91OHBjA/.
4 Algunos de estos programas son la FERA (Federal Emergency Relief Administration) y la Puerto Rico
Reconstruction Administration (PRRA). A fines del treinta se calculaba que un sesenta por ciento de
la población estaba desempleada (Santiago-Valles 1994: 171–2). Los poemas citados de Julia de Burgos
son contemporáneos a esta fecha y ella misma trabajó brevemente en uno de estos programas de ayuda
federal.
5 La desesperación que incentiva la emigración de sectores indigentes y desempleados funciona a manera
de puntapié para aliviar la crisis económica que el país no podía sostener. Véase el capítulo 4, “The
Origins of Industrialization: From State Capitalism to Operation Bootstrap” en Dietz (1986).
6 Manuel Ramos Otero ha narrado magistralmente la historia de este estigma en los cuentos “La otra isla
de Puerto Rico” y “Vivir del cuento” (1987). Al respecto, ver Sotomayor (1996). Valga anotar que en “El
cuento de la mujer del mar”, también de Ramos Otero (1979), el narrador-cuentista, se identifica con una
poeta que comparte algunos rasgos con Julia de Burgos.
7 La relación deíctica entre el yo poético y el lugar es crucial en la voz de los poetas que anteceden y
suceden a la ola migratoria ya nacidos en Estados Unidos, por lo que posee otros giros en la poesía de W.
C. Williams y Edwin Torres, por ejemplo.
8 Según Cresswell y Bauman, el vagabundeo polariza sectores sociales estables y reconocidos; levanta
sospechas por la incertidumbre que denota el movimiento constante (Cresswell 2004: 111). Desde una
perspectiva normativa, el vagabundeo connota a una criatura desconfiable que pone en cuestión las raíces
y que amenaza con atacar la estabilidad mental y física. Julia de Burgos es un ejemplo de la movilidad
El delito de Julia, la outsider • Áurea María Sotomayor 93
típica del puertorriqueño en los 30 y 40: del campo a la ciudad, de San Juan a Nueva York. En su caso,
habría que añadir tres ciudades que vive de distinto modo, dependiendo del sentir con que contempla La
Habana, Santiago y Nueva York en momentos diferentes. Regresamos así a Welfare Island.
9 Esta misma contraposición y debate se dramatizan en otros poemas como en “Soy en cuerpo
de ahora”, donde a través del intercambio dialógico una voz que la interpela la arroja al pasado y el
conformismo, mientras la voz poética insiste en contradecirla. Y en “Nada”, brillante diálogo entre dos
nihilistas, destaca sus extremos irónicos la frivolidad de un presentismo hedonista al reconocer en el otro
la “bien nada de tu alma / que corre su mentira en un potro sin freno” (2008: 69).
10 En “Se me ha perdido un verso” (incluido en Poema en veinte surcos) declara que “lo estático se ha roto
en tu canción”, en “Ya no es canción” reafirma el título y continúa: “Es grito. Grito proletario” (2009:
193) y en “Anunciación”: “El tren avanza, /con su mueca de humo abastecido / rompiendo la distancia /
del cañaveral. / Norte-caña. / Sur-caña. / Este-caña. / Oeste-caña. / Los cuatro puntos cardinales / del
invasor / tajeando la distancia con nostalgia de víctimas” (2009: 198).
11 Me refiero, por ejemplo, a la obra narrativa de José Luis González y a la obra poética de Juan Antonio
Corretjer, dos de los mejores escritores de la época, uno contemporáneo y otro posterior a Burgos, ambos
comunistas.
12 Véanse sus poemas a José Martí, Rafael Trejo, Pedro Albizu Campos, y los escritos en torno a la
guerra, la Revolución rusa, y contra el dictador Rafael Leonidas Trujillo.
13 El poema se incluye en “Poemas políticos” (2009: 214–8).
14 Remito a mi ensayo “Pongamos en su sitio a Julia” (inédito) leído en la Biblioteca Nacional Pedro
Henríquez Ureña de la República Dominicana en marzo de 2014, donde elaboro con mayor detalle
las fricciones entre la “ciudad letrada” (Rama), la de su muy sui generis élite intelectual puertorriqueña
(porque su encomienda se iba alineando con las políticas dependientes de los Estados Unidos que iba
creando el estado muñocista y no a España, como es el caso de la “ciudad letrada” descrita por Rama)
que se iba elaborando en Puerto Rico a través de la generación del 30, y la situación marginal—razones
políticas, raciales y de clase—de Julia de Burgos en esta. Ello ubica la obra de Burgos en el contexto de
las luchas anarquistas y comunistas pujantes en la época (de ahí el ‘activismo político’ de su primer libro)
en contraposición a los acomodos paulatinos de la generación del 30 y la manera en que evolucionó
en el estado muñocista. Su lectura de Nietzsche coincide con la que hacían Juan Antonio Corretjer y
Enrique Laguerre durante el período, como se advierte en las alusiones que en su obra hacen éstos al
filósofo alemán. Esta es una influencia que habría que estudiar con más detenimiento en el pensamiento
anarquista, socialista y comunista de la época.
15 Los poemas del 1935 en adelante se caracterizan por las formas verbales en futuro, la promesa, el
presagio, el anuncio.
16 “La mujer ha sido creada por Dios como símbolo de la unidad sagrada de la vida, que fecundiza en
la maternidad. Ella es el centro del hogar, que irradia su amor, su abnegación y su ternura a todos lados”
(Rodríguez Pagán 2000: 133). Compárese con el cuestionamiento del lugar de la mujer en la sociedad de
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la época, tal como se desprende de poemas de ese mismo período, como “A Julia de Burgos”, “Yo misma
fui mi ruta”, “Soy en cuerpo de ahora” y “Pentacromía”.
17 El llamado de Burgos esclarece la clase social a quien se dirige al interpelar a las mujeres que poseen
alhajas y dinero y exhorta al retraimiento electoral en las elecciones coloniales, concluyendo con un
llamado a la mujer de la “América nuestra”, la “hispánica”.
18 No se provee la fecha del poema, pero entre los poemas políticos se ubica cronológicamente entre “Ya
no es canción” (publicado el 4 de diciembre de 1937) y “España, no caerás” (publicado en abril de 1938),
lo que me hace pensar que se escribe entre el 37 y el 38.
19 Según declaración de Lloréns, Poema en veinte surcos estaba constituido por 23 poemas. Por los temas,
el tono y la forma, estimo que “Despierta”, “Anunciación” y “Ya no es canción” son los tres poemas
suprimidos del libro. “Ya no es canción” (un poema proletario) corresponde a diciembre del 37 y
“Anunciación” (llamado proletario y representación paisajística del avance del capital cañero en la isla) fue
escrito en el 1936 y publicado en el 38. Estos poemas son cónsonos, por el énfasis en el proletariado y por
el quiebre de la “canción” en grito proletario, con “Amaneceres” y “Se me ha perdido un verso”, ambos
incluidos en su primer libro. Respecto a la ordenación cronológica, consúltense los “Apuntes para una
ordenación de la obra dispersa de Julia de Burgos” (Burgos 2009: 9–19).
20 En carta enviada por Albizu a la presidenta del Frente Unido Femenino, a fin de evitar la marcha de las
mujeres a favor de los presos políticos porque teme que ocurra una masacre ese día.
21 “El juramento tiene como función provocar un compromiso moral en el juramentado. El juramento
es un acto de habla que opera en un contexto comunicativo o pragmático y se adopta en un acto público,
político y solemne. Posee carácter de contrato y, por lo tanto, un elemento voluntarista entre partes el
cual surge después de una exposición de tipo ilocutorio (el discurso político) donde se invita a hacer a
los oyentes. Para los creadores de la Ley de la Mordaza, tiene importancia el discurso, pero lo que más
concierne de él es la ejecutoria que se exige del otro, el juramento mediante el cual se sucita la acción del
oyente. Es ello lo que convierte a Albizu, según este razonamiento, en “autor intelectual” (Sotomayor
1995: 192).
22 Ver su poema a Thelma Fiallo de Cintrón, maestra dominicana también nacionalista, “Saludo a
Thelma”, retitulado posteriormente “Saludo en ti a la nueva mujer americana” (2009: 207).
23 Esta es una de las primeras reseñas del libro, la cual se publica originalmente en 1939 (Vientós Gastón
1953—énfasis suplido).
24 Como señala la poeta y crítica Eavan Boland, “[W]hen a woman writer leaves the center of a society,
becomes a wife, mother and housewife, she ceases automatically to be a member of that dominant
class which she belonged to when she was visible chiefly as a writer. (…) whatever her writing abilities,
henceforth she ceases to be defined by them and becomes defined instead by subsidiary female roles”
(2004: 565).
25 Otros verbos imperativos son: enróscate, apéate, busca, confúndete, déjame.
26 Ver “Debates culturales en una época de crisis: las interpretaciones nacionales de la década del treinta”
El delito de Julia, la outsider • Áurea María Sotomayor 95
y “Política y cultura durante la hegemonía del PPD”, en Ayala y Bernabe (2011). También los trabajos
específicos relacionados con los intelectuales de este periodo escritos por Carlos Gil Ayala, María Elena
Rodríguez Castro y Silvia Álvarez Curbelo.
27 Este poema (“El rival de mi río”) no figura en el segundo poemario de la poeta, aunque el poema se
escribe durante ese periodo.
28 Me remito a algunas cartas citadas en el libro de Jiménez de Báez, en particular las escritas desde
La Habana, en las que alude a sus poemas proletarios. Lamentablemente, no he tenido oportunidad de
examinar las cartas de Julia de Burgos, las cuales serán publicadas por Ediciones Folium, de San Juan,
Puerto Rico en este año de 2014 bajo el título Cartas a Consuelo, editadas por Eugenio Ballou y con un
estudio introductorio de Lena Burgos-Lafuente.
29 Según testimonio de Rodríguez Pagán, “El rival de mi río” se escribe a fines de los treinta. Incluido en
Burgos (2009: 13).
30 “Canción de mi sombra minúscula”, parte de los poemas agrupados bajo “Confesión del sí y del no”.
Énfasis suplido; lo minúsculo y lo inútil son adjetivos recurrentes utilizados durante este período.
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