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Los efectos de las relaciones de poder son los deberes inherentes a la posesión, los
derechos inherentes a la posesión y el régimen de frutos y mejoras, relacionadas con la
buena y mala fe del titular de esa relación de poder. Se encuentran en los artículos 1932
y 1933 del CCyC.
El código también establece los efectos propios de la posesión y los efectos propios
de la tenencia.
La adquisición legal del artículo 1895 del Código se refiere al caso de adquisición
de cosa mueble no registrable, no robada ni perdida, siempre a título oneroso, sobre
la cual se tiene posesión a buena fe, que permite crear una presunción de propiedad
a favor del titular de la relación de poder.
Los frutos son objetos que la cosa produce de manera renovable. Para que sean
considerados frutos es importante que su producción no altere ni disminuya la
sustancia de la cosa. Estos frutos a su vez pueden ser naturales, industriales o civiles
(según artículo 233 del Código).
En relación a los frutos se dispone que, hasta el día de la tradición, los devengados y
percibidos le pertenecen al deudor; a partir de esa fecha, los frutos devengados y no
percibidos pertenecen al acorredor.
La mejora es el aumento del valor intrínseco de la cosa; ellas pueden ser naturales o
artificiales.
Las mejoras artificiales son las producidas por acción del hombre, y se pueden
clasificar en mejoras de mero mantenimiento, necesarias, útiles y suntuarias.
Cuando hay mejoras artificiales, el deudor está obligado a realizar las mejoras
necesarias, sin derecho a percibir su valor. No tiene derecho a reclamar
indemnización por las mejoras útiles ni por las suntuarias, pero puede retirarlas en
tanto no deterioren la cosa (artículo 1938 del CCyC).
También puede reclamar el costo de las mejoras útiles, pero solo hasta el mayor
valor adquirido por la cosa.
Hay que señalar que los acrecentamientos naturales no son indemnizables en ningún
caso.
La relación entre tenedor y poseedor estará reglada por el contrato que los vincule;
lo que no impide que se fijen obligaciones legales para el tenedor que son comunes
a todos ellos.
Así, se dispone que el tenedor debe conservar la cosa, por lo que puede pedir el
reintegro de gastos efectuados por ello.