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Frente a la catástrofe de un régimen acabado.

“El FMI no debe suavizar sus criterios ante Macri” – dice el


Financial Times en un editorial, ni tampoco debe “brindar protección
política local a Macri” (El Cronista, 10/5). Este planteo borra
cualquier expectativa de un rescate, sea político o económico.

“El (Banco) Nación ofrecerá descuento de cheques “a tasas de


mercado” – informa el mismo diario. González Fraga, el presidente
del Banco, un macrista, sabe que estas tasas, de un 70 u 80%
anual, significa el quiebre financiero del comercio.

“Morgan Stanley advirtió, cita La Nación (11/5), que los más de u$s
55 mil millones de reservas del Banco Central no son suficientes (ni)
el stock de reservas es líquido”. Esto quiere decir que no puede
parar una corrida. El banco caracteriza que Argentina está en un
‘defol’.

Seguimos. De acuerdo a Clarín, “el FMI no quiere financiar ninguna


fuga de capitales”, o sea que exige que ‘devalúen’ hasta que las
velas no ardan. Los lectores de Prensa Obrera saben que esto es
así desde antes – ver: “Macri toca fondo”, en Prensa Obrera, que
señala el pasaje del ‘gradualismo’ al rodrigazo. O nuestra
intervención, el miércoles pasado, en “A Dos Voces”.

Argentina se encuentra en situación de ‘defol’, punto. Este es el


punto de partida de una caracterización política de conjunto. Las
Lebac han perdido casi la mitad de su valor, pues rinden alrededor
de un 50%, cuando el interés al momento de su emisión estaba en
torno al 25 por ciento. Las compran los ‘fondos buitres’ a precio de
chatarra. Si es verdad que los fondos y bancos extranjeros ya se
llevaron los dólares a casa, quienes han quedado en el pozo son los
bancos locales y los fondos comunes de inversión que
descontaban, hasta ahora, la protección de Macri. Por eso, el FMI,
el MS (Morgan Stanley) y el FT (Financial Times) no se mosquean
ante la evidencia del derrumbe.

Los dos funcionarios que ‘monitorean’ a Argentina desde el FMI, le


“dijeron a los inversores”, botonea, de nuevo, Clarín, “que la Casa

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Rosada no iba a cumplir su programa fiscal. Así, ambos le echaron
combustible a la corrida contra la Argentina”.

Macri ha ido a pedir la escupidera al mismo FMI que le armó la


corrida. La decisión del Nación respecto al descuento de cheques
indica que espera un traslado de la corrida cambiaria a los
depósitos en los bancos, en especial después que Sturzenneger le
ordenara a los bancos deshacerse de gran parte de su stock de
divisas. La devaluación disparará el ajuste de los tarifazos hacia
arriba. Devaluación y tarifazos dolarizados es sinónimo del
rodrigazo de 1975, de una corrida bancaria como 2001, y de una
hiperinflación, a término, como en los últimos días de la dictadura, el
final de Alfonsín y los dos largos años del inicio de Menem. Ahora,
además, con un barril de petróleo volando a los 80 dólares.

Una crisis de régimen político

El derrumbe financiero ya está jugado. El miércoles que viene,


cuando vencen $620 mil millones en Lebac, una renovación a tasas
de interés estratoféricas simplemente añadiría en el tiempo una
mayor presión a la crisis. El voto del pejotismo por la ley de
Mercado de Capitales lo ha puesto de cómplice de este estallido o
quizás hasta de socio. La cuestión ahora es netamente política,
porque el gobierno ha perdido autoridad para gestionar el colapso.
Lo menos que pide Bonelli, en Clarín, es el telegrama de despido
para Marcos Peña. El plan de remoción de escombros, Macri lo está
enhebrando con un grupo de exiliados: Melconián, Prat Gay,
Redrado, los fanáticos del Cema y Domingo Cavallo en una sala de
terapia intensiva. Durán Barba y Peña deben estar aliviados de que
no llegara aún al Congreso el proyecto que reduce las
indemnizaciones por despidos. Aún cuando en este caso sería con
causa. La última infidencia de Clarín es que, en el FMI, “hablan de
un reordenamiento del gabinete económico”. El gabinete de relevo
se decide en Washington – ¿lo mismo ocurrirá con el gobierno?

Todavía no tenemos una “crisis de poder”, pero hacia ahí apunta la


envergadura de la crisis económica y la capacidad política del
gobierno para contener su desenlace en gran escala.

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“La crisis es ahora de confianza y ha contagiado al Gobierno y su
credibilidad” - se aviva ahora el consultor Sergio Berensztein, ex
fogonero del macrismo (La Nación, 11/5). Berensztein detecta “una
cuasi rara cordialidad” entre macristas y pejotistas, en el Congreso,
cuando se votó el tema tarifas y la ley mercado de capitales,
insinuando algún gobierno de coalición. Quizás por causa de esto o
para no votar la continuidad del cronograma de tarifazos del
macrismo, doña Elisa Carrió se fue del recinto con todo su bloque.
Es un golpe bajo al macrismo, al menos mediático. De mayor
relevancia que esto, observa Berensztein, es que “la administración
Macri todavía considera que puede seguir haciendo más de lo
mismo”, o sea que ha petrificado el inmovilismo, precisamente
cuando la sacudida de su régimen crece a cada momento. Pero si
los de arriba no pueden seguir haciendo lo mismo, y los de abajo ya
han dejado de hacer lo mismo hace un tiempo, el horno está en el
punto de cocción. El 14 y 18 de diciembre están muy cerca en el
tiempo, y también es más frecuente el recurso a la ocupación de los
lugares de trabajo frente a los despidos. La entusiasta huelga
indefinida de la docencia, en Neuquén, podría crecer como
tendencia general.

Al ir al FMI, Macri ha querido evitar una salida ‘local’ a la crisis


política, bajo la forma de un cambio de gabinete o de un gobierno
de coalición. Esto habría comprometido su posibilidad de volver a
presentarse en 2019. Pero la ida al Fondo podría convertirse en un
paso en falso, porque sus ‘recetas’, con la corrida, podrían alentar
una rebelión popular. Por menos que eso, es lo que acaba de
ocurrir en Nicaragua.

La ‘coalición a la carta’ con el pejotismo parlamentario y provincial


se deshilacha de día en día, como lo muestra el voto para ‘sujetar’
las tarifas. La alternativa de una coalición política nueva, con parte
del peronismo, sería el fin de Cambemos e implicaría una política
de intervencionismo estatal, en detrimento relativo de bancos y
energéticas. El macrista Berensztein reclama “la unión de los
argentinos”, es decir la coalición, y hasta se atreve a adjudicar esta
misma posición incluso a “muchos operadores financieros”. El
consultor reprocha a Macri “adelantar prematuramente el debate

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electoral” y “dar por descontada la reelección”. Pero si la crisis en
curso se llevara puesta la expectativa electoral de Macri, la
supervivencia del gobierno se encuentra en jaque, porque esa
reelección se había convertido en santo y seña estratégico del
oficialismo. “El Plan Perdurar”. Si ahora la María Eugenia Vidal
pretende relevar a su tutor, la gobernabilidad inmediata se
pulveriza. Se está quebrando la línea de flotación – esto según los
propios voceros del oficialismo y del gran capital.

El carácter especial de la respuesta obrera

“Hay que tomar una iniciativa histórica”, venimos repitiendo desde


principios de febrero. Esto significa advertir a la clase obrera que se
encuentra frente a una crisis política excepcional de su enemigo de
clase, que va camino a convertirse en algo de mayor alcance aún.
Advertir que asistimos a una crisis de conjunto, de la que los
trabajadores no podrán escapar – menos que nadie. Advertir que la
continuidad del mal llamado ‘ajuste’, está condicionada al desenlace
de esta crisis.

Hemos subrayado, en numerosas oportunidades, la importancia


única de los puntos de viraje en los procesos políticos, cuando se
apoderan de una situación tomada en su conjunto. Lo vivió Bolivia,
en 2003 y en 2005, ante el retroceso de la oligarquía y la
belicosidad de las masas. Lo vivió Grecia, en 2012, que produjo la
irrupción de Syriza, y luego cuando la misma Syriza anuló un
referendo popular que había sacudido al imperialismo mundial. Se
advierte, en Argentina, la inminencia de una situación política
especial similar. Es cuando se impone el desafío de preparar
políticamente una intervención de las masas de características
excepcionales. “Preparar políticamente” debe ser entendido como
un impulso a la movilización, por un lado, y el trazado de una
perspectiva de conjunto, por el otro. Es cuando se combina el
planteo reivindicativo con una cuestión que hace al poder. Una
etapa transicional de gran alcance.

La punta del ovillo para desarrollar una intervención apropiada a la


envergadura del colapso lo constituye la vanguardia obrera que
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crece como expresión consecuente de la lucha de clases en los
lugares de trabajo, en los sindicatos y en autoridad política. Se
encuentra en desarrollo, desde hace casi dos décadas, a través de
crisis sucesivas, una subjetividad política revolucionaria. Esta
vanguardia ha ido conquistando posiciones de liderazgo en las
organizaciones obreras, incluso a través de derrotas. Ella tiene la
responsabilidad, y con seguridad siente la necesidad, de ofrecer de
un modo masivo, público y práctico un planteo de lucha y un
programa de clase frente a la crisis, de cara a todo el movimiento
obrero. Para eso debe sesionar en un Congreso de Bases
organizado por esa vanguardia, pero con las organizaciones de
clase, que ilustre el camino a seguir, o sea, el de un congreso de
bases de todas las centrales sindicales. El Congreso del Partido
Obrero comprendió esta situación cuando votó impulsar un
Congreso Obrero de bases de estos sindicatos, y hacer de este
propósito el eje de campaña del Frente de Izquierda.

Ese Congreso debe tener por eje el llamado a un paro nacional


activo de advertencia de la CGT y las CTA, para exigir el abandono
de las negociaciones con el FMI. Advertir que los obreros
rechazarán cualquier compromiso que pueda firmar un gobierno en
fase de descomposición política. Un paro previo a cualquier acuerdo
asume un carácter plenamente político, que se adelanta a las
medidas anti-obreras que emergerán de ese acuerdo. Este paro
nacional activo de advertencia será una escuela preparatoria de una
huelga general. En esta línea llamamos a convocar a una acción
conjunta a los trabajadores de América Latina y de todos los lugares
en que se encuentra en lucha, como Francia, Irán, EEUU,
Centroamérica.

Una huelga activa de advertencia implica ofrecer una salida


inmediata al derrumbe. Es así que se plantea el congelamiento de
todos los títulos de deuda financiera en circulación (ventas, pagos
de amortizaciones e intereses), y el control obrero de los bancos y
de los mercados financieros. La formación de brigadas para
requisar los cereales acaparados, ¡desde hace dos años!, y el
control obrero del comercio exterior, o sea de Cargill, Dreyfus, etc.
Este paro de advertencia debe reclamar la reconvocatoria de las

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paritarias y el ajuste mensual de salarios y jubilaciones por inflación,
y el congelamiento de las tarifas a principios de 2016. Los
pronunciamientos y las acciones deben tener un carácter político,
porque se trata de orientar a la clase obrera en su conjunto frente al
colapso financiero y el derrumbe potencial, o sea en desarrollo, del
mismo gobierno.

Este planteo debe ser desarrollado por medio de una acción


práctica de agitación y de organización de círculos obreros, que
difundan y promuevan la huelga nacional contra el Fondo y el
gobierno.

Las organizaciones obreras

La burocracia de la CGT y de las CTA han sido tomadas por


‘sorpresa’ por el derrumbe, tanto financiero como político– unas
pactando con el gobierno, otras defendiendo sus patrimonios. Es
probable que las entusiasme un ‘recambio’ más afín a sus
intereses, por ejemplo remociones en el gabinete y hasta un
pejotista en alguna cartera, ofreciendo a cambio sabotear los
esfuerzos de movilización de la clase obrera. El conjunto de la
dirección burocrática es una dirección para la derrota; para la
victoria se necesita otra. Esto debe quedar claro de entrada. Ahora
reina en ella, en la burocracia, una confusión mayor que en el
mercado secundario de Lebacs. Las golpea una crisis de su propio
régimen – el golpe a una reelección de Macri va parejo con el golpe
a “hay 2019”, que no saben, mucho menos que antes, cómo se
habrá de transitar. Hay fisuras en la burocracia, que ya se
expresaron en las movilizaciones del 14 y 18 de diciembre pasados.
Esto volverá ocurrir, porque la crisis tiene el mérito de desequilibrar
las posiciones de contención mejor armadas. Hay que golpear
ahora con un reclamo a un Congreso de Delegados de base de
todas las centrales obreras y sindicatos, por medio de
pronunciamientos y actos públicos – donde se denuncie el robo en
gran escala que están perpetrando los grupos capitalistas en el
remolino de la crisis. Denunciar la conspiración internacional del

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capital para reconstruir el poder político que se desmorona, por otro
capaz de hacer que la crisis la paguen los trabajadores.

A 50 años del Cordobazo

Hay que intervenir a la altura del desarrollo del colapso, cuya última
palabra no ha sido dada; que abarcará una etapa. La etapa de la
denuncia contra el ‘ajuste’, por parte de un gobierno que ganaba
elecciones y llevaba a su campo al peronismo, ya pasó; ahora es la
etapa de enfrentamiento a un gobierno golpeado por la crisis
capitalista y el fracaso de su política, que necesita cambiar de
equipo, y eventualmente de timonel, y de política. Solamente así
podría retomar una ofensiva política contra los trabajadores. Los
kirchneristas siguen con el relato de la ofensiva liberal, mientras ella
se desploma políticamente. Dicen que los asusta el panorama que
emerge del fracaso de esa política, y en especial los asusta la
posibilidad una intervención histórica independiente de los
explotados. Frente a esta perspectiva prefieren un salvataje del
gobierno y del régimen en su conjunto – llegar a 2019 con muletas,
como se mintió hace 43 años.

La política frente a la crisis debe ser, porque así lo es realmente, el


campo de delimitación de la izquierda revolucionaria. No existe otro
campo político. Toda iniciativa histórica es una delimitación frente a
las clases y frente al Estado que quieren mantener el orden
existente, y frente a la rutina de centro-izquierdistas, de burócratas y
de electoreros. Hay que desarrollar la delimitación política que
plantea la crisis en el campo de los sindicatos y las tribunas
populares. Delimitación significa establecer la línea estratégica de la
movilización obrera.

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