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PROCEEDINGS OF THE

INTERAMERICAN SYMPOSIUM ON AUTHENTICITY


IN THE CONSERVATION AND MANAGEMENT OF CULTURAL HERITAGE

SAN ANTONIO, TEXAS, USA MARCH, 1996

ICOMOS Perú
LA AUTENTICIDAD Y EL PATRIMONIO CULTURAL DEL PERU

Dentro de la milenaria tradición cultural del Perú, podemos encontrar en las civilizaciones
prehispánicas, especialmente de la Costa, la arraigada costumbre o ritual de reedificar en
sucesivas capas muchas de sus construcciones, especialmente los templos: huacas o pirámides,
cosa que también se da en las similares mejicanas.

Este fenómeno lo encontramos en culturas tan antiguas como Chavín (1,000-200 aC), pasando
por la ahora famosa Moche (tumbas de Sipán), hasta la Chimú (1,100-400 dC). El imperio inca,
de corta duración (1,400-1,532) pero de gran expansión geográfica, parece haber sido la
excepción en esta costumbre de rehacer o recubrir, renovándolos, los antiguos edificios.

El material de muchas de estas construcciones: la tierra (adobe), madera y caña (quincha),


propiciaba esta periódica renovación; muchas veces quizá forzada por los grandes movimientos
sísmicos que periódicamente asolan nuestro territorio, ante los cuales las tecnologías
constructivas prehispánicas resistían muy bien, pero no tanto las superficies profusamente
decoradas con relieves de barro policromado, propicias a una periódica renovación.

Podríamos deducir pues, que el respeto a la autenticidad, aún en edificios sagrados como las
huacas, no era el mismo concepto que se maneja actualmente.

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COMITÉ NATIONAL DES ETATS UNIS DU CONSEIL INTERNATIONAL DES MONUMENTS ET DES SITES
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Los españoles dieron preferencia inicialmente a sus sistemas constructivos en piedra, inclusive
en la costa, donde era escasa, aunque también trajeron la tradicion andaluza y árabe por tanto,
del ladrillo, la madera y el yeso. Los sismos pronto los convencieron de la ventaja de estos
materiales ligeros y fácilmente renovables. Pronto tambien se retomó la tradición prehispánica
de la madera y la caña: la quincha ya mencionada.

Vemos pues que los sismos han sido factores determinantes para las renovaciones de los
edificios y por lo tanto, alteraciones a su "autenticidad", si entendemos ésta como referida a la
forma original y al "fondo", o materiales y tecnología con que este edificio nació.

En la arquitectura peruana, muchas veces se ha conservado la forma, pero se ha alterado el


fondo: los materiales constructivos. La Catedral de Lima por ejemplo, está cubierta de bóvedas
nervadas de estilo gótico, que deberían ser de ladrillo o piedra, pero en realidad fueron
rehechas en madera y caña.

El clima de la costa peruana, desértico, con mínima lluvia, permitió muchas veces que se
representaran formas que correspondían a otros fondos o materiales: grandes cornisas que son
huecas, anchos muros igualmente huecos o columnas clásicas donde lo que resiste es un pié
derecho interior y el resto una cáscara tallada en madera. Este es el carácter escenográfico de
la arquitectura limeña y costeña en general, que tanto disgustaba al notable escritor peruano
Sebastián Salazar Bondy (Lima la Horrible), quien no entendió que esta característica es
justamente una de las esencias de su autenticidad.

Las evoluciones estilísticas o las modas van a significar también periódicas renovaciones en el
lenguaje o "ropaje" de los edificios, en este caso la forma, pero muchas veces no en el fondo. Es
decir, podemos encontrar el casco de una casa colonial, con su estructura y materiales
originales, que ha sido redecorada en estilo neoclásico y que finalmente ha recibido una
fachada ecléctica. Cada una de estas modificaciones es auténtica en si y no desmerece el valor
del conjunto, sino por el contrario, lo enriquece.

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Claro esta que tampoco podemos aceptar los extremos del neocolonial, el estilo que como
reacción a los modelos eclécticos importados de Europa, se nutre del lenguaje de la
arquitectura virreinal y a veces de la prehispánica, como forma de rescatar una identidad o
supuesta autenticidad cultural. El escritor García Calderón afirmaba en 1908: "En la historia
estética de un pueblo, la imitación es el primer paso del difícil y paciente aprendizaje que
permite originalidad en el futuro" (en P. Belaúnde: Perú, la Búsqueda de Raices Nacionales,
1994).

En las primeras décadas de este siglo, se llegará a pensar que el neocolonial sustituye con
ventaja, tanto de formas como de materiales (ladrillo y concreto) a los originales edificios de
adobe, quincha y hasta de piedra, perdiéndose por completo el concepto de autenticidad. Por
ejemplo, los portales de piedra del siglo XVII y casi todo el perímetro de la Plaza Mayor de Lima,
incluyendo los balcones de madera del XVIII y XIX, fueron demolidos en 1944 para dar paso a
nuevos edificios neocoloniales que debían expresar "mejor" la categoría de la antigua capital
virreinal; destruyéndose asi irónicamente una de las esencias urbanas originales de la ciudad.
En el Cusco, se demolió en esta época una manzana entera de su centro histórico, que incluía la
antigua Casa de Moneda, para levantar el nuevo hotel de turistas en neocolonial cusqueño.
Despues del terremoto de 1950, se reconstruyen, alterando proporciones varios de los portales
de la Plaza Mayor y se rehacen innecesariamente los balcones de madera de la planta alta.

Tendremos que esperar hasta la Carta de Venecia y la difusión de sus principios hecha en el
Perú a partir de 1965, con la fundación del Comité Peruano de ICOMOS, por uno de sus
firmantes, el Arq. Víctor Pimentel, para que se intente y se realice la conservación del
patrimonio "con toda la riqueza de su autenticidad". Esto en cuanto a los monumentos
históricos, ya que en el caso de los prehispánicos, muchos arqueólogos, influidos por la escuela
mejicana, van a insistir en reconstruirlos intentando darles autenticidad al utilizar los mismos
materiales, pero incurriendo en la hipótesis para completarlos, como sucedio en Puruchuco
(Lima) y un pequeño sector de Chan Chan (Trujillo).

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Como sucede siempre, del extremo de la sustitución de los monumentos, se pasó quizá a otro
de excesivo purismo conservacionista, no en cuanto a la forma, que es lo correcto, sino en
cuanto a las tecnologías y materiales tradicionales, que por cierto merecen el mayor respeto,
pero que ante los inevitables grandes sismos y otras catástrofes naturales, van a requerir por lo
general de la ayuda de refuerzos o nuevas estructuras internas, como ya lo aceptaba la Carta de
Venecia en su artículo l0o.

Pero aún dentro del purismo respetuoso de tecnologías y materiales, se continuará en los
sesenta con la costumbre de "pelar" las superficies internas y externas de los monumentos,
perdiéndose otra esencia de su autenticidad: la decoración mural, que ahora sabemos era
abundante en interiores y frecuente en exteriores.

Por otro lado, en el Cusco, muchas partes de monumentos "consolidadas" ligeramente después
del gran terremoto de 1950, se han dañado nuevamente o desplomado en el sismo de 1986, de
menor intensidad. En cambio, monumentos con refuerzos integralmente diseñados en los
setenta (Plan COPESCO-Peru/ UNESCO) resistieron muy bien. Igual experiencia se ha tenido en
Trujillo a raíz del terremoto de 1970.

Para el Perú, es muy del caso destacar el punto 11 del Documento de Nara sobre la
Autenticidad, en el que se reconoce que los valores de ésta van a variar de cultura en cultura, e
inclusive dentro de una misma cultura.

Finalmente, podemos afirmar que la realidad y experiencia cultural del Perú nos lleva a la
mayor importancia de la autenticidad de la forma (volumen, espacio interior, decoración, color,
etc.) y a la menor importancia de la autenticidad del "fondo" (materiales y tecnologías
constructivas).

COMITE PERUANO DEL ICOMOS, 1996.

Arq. José Correa, Presidente

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