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AREQUIPA-PERÚ
2018
I. INTRODUCCION
La próstata cumple durante la vida sexual activa del varón unas funciones definidas, pero con
la edad, su tamaño aumenta y con él la prevalencia de los síntomas. La hiperplasia benigna
de próstata (HBP) es el tumor benigno más frecuente en el varón mayor de 50 años. Supone
la segunda causa de ingreso para intervención quirúrgica y la primera causa de consulta en
los servicios de urología, su incidencia aumenta con la edad. Se manifiesta habitualmente
como un cuadro obstructivo, con síntomas irritativos asociados durante la emisión de orina y
no es infrecuente la falta de correlación de la sintomatología con el aumento de tamaño de
la glándula. La similitud clínica con los procesos neoplásicos malignos así como la necesidad
de establecer el diagnóstico diferencial con otras patologías o descartar posibles
complicaciones hacen necesario unas determinaciones analíticas básicas en el estudio del
paciente con síntomas sugestivos de HBP
II. FUNDAMENTO TEORICO
2.1 LA PROSTATA
La próstata es una glándula localizada en la cavidad pélvica del hombre, detrás del pubis,
delante del recto y debajo de la vejiga, envuelve y rodea el primer segmento de la uretra justo
por debajo del cuello vesical.
Es un órgano de naturaleza fibromuscular y glandular. (Fig. 2.1); Sólo los varones tienen
próstata.
Se encarga de producir el líquido que contiene el semen, y está formada por músculos lisos
que contribuyen a expulsarlo durante la eyaculación.
Una próstata sana tiene el tamaño aproximado de una nuez grande, con una capacidad de 15-
25 mililitros.
La próstata va aumentando poco a poco de tamaño a medida que el hombre envejece.
Su peso en la edad adulta es de 20 g, lo que suele mantenerse estable hasta los 40 años, edad
en la que se produce una serie de cambios histológicos, la glándula crece y bloquea la uretra o
la vejiga, causando dificultad al orinar e interferencia en las funciones sexuales que con el
tiempo pueden dar lugar a hiperplasia benigna de próstata (HBP).
Esta glándula está cubierta por una fina envoltura conocida como cápsula prostática que
define su límite.
La próstata constituye parte del sistema urinario y reproductor, relacionándose
anatómicamente con otras estructuras como los conductos deferentes y las vesículas
seminales.
El tejido glandular de la próstata está distribuido en tres zonas histológicamente definidas,
inmersas en varias capas musculares, con escasa presencia de tejido conectivo y que
conforman tres lóbulos: dos laterales y uno medio que facilitan un mejor conocimiento de las
enfermedades de esta glándula.
Las zonas más importantes son la zona central y la periférica
Fig. N° 2.1 Prostata sana en vías urinarias
Tiene como función ayudar al control urinario mediante la presión directa contra la
parte de la uretra que rodea.
Produce una secreción líquida (líquido prostático) que forma parte del semen; esta
secreción prostática contiene sustancias que proporcionan junto con el semen,
nutrientes y un medio adecuado para la supervivencia de los espermatozoides.
Esta glándula produce y se afecta por múltiples hormonas, como la testosterona y la
dihidrotestosterona.
La mayoría de los cánceres de próstata (CP) tienen lugar en la periferia de la próstata,
mientras que en la HPB la zona de transición es comúnmente la más afectada.
2.6 SINTOMATOLOGÍA
Aunque el concepto de HBP engloba el agrandamiento de la próstata y el obstáculo mecánico
al flujo miccional, no hay siempre relación directa entre el volumen de la hiperplasia y la
intensidad de los síntomas. Próstatas mayores de 40 cm3 /40 g pueden no originar síntomas y
otras menores son fuente de intensas molestias. Los síntomas prostáticos se agrupan según sus
características, en obstructivos o irritativos (Tabla I). Aunque no siempre es fácil diferenciar
una situación de otra es importante para individualizar los tratamientos adoptando una
elección farmacológica adecuada entre alfabloqueantes o inhibidores de la 5-alfa-reductasa 9.
2.7 DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
Los aspectos de la glándula prostática que se deben evaluar en el tacto rectal incluyen:
a) TAMAÑO
La próstata normal de un adulto joven tiene el tamaño de una nuez: 2 cm x 1.5 cm
x 2 cm, y un volumen de aproximadamente 20 centímetros cúbicos (cc). Al
realizar el tacto rectal, el médico debe intentar discriminar si la glándula tiene
dimensiones normales o está aumentada de tamaño (hallazgo característico de la
HPB) y, en ese caso, intentar establecer la jerarquía del incremento en su volumen.
La hiperplasia de grado I corresponde a una próstata de entre 25 y 50 cc, la de
grado II, a un volumen de entre 50 y 100 cc y la de grado III, a una próstata mayor
de 100 cc. El tamaño prostático también puede medirse a través de la ecografía,
método complementario que, al igual que el tacto rectal, presenta el problema de
una alta variabilidad interoperador. El tamaño prostático, además de sugerir el
diagnóstico de HPB cuando está aumentado, influye en ciertas decisiones
terapéuticas. Sin embargo, es importante destacar que el tamaño de la glándula se
correlaciona mal con la presencia o ausencia de obstrucción al flujo urinario, y que
una próstata de volumen conservado no descarta el diagnóstico de HPB
obstructiva. Esto es así porque algunos pacientes tienen hiperplasia solo en el
lóbulo medio de la glándula, el cual escapa a la evaluación permitida por el tacto
rectal (que valora sobre todo los lóbulos laterales) y cuya alteración puede
determinar una importante obstrucción del tracto de salida vesical.
b) CONSISTENCIA
La próstata normal tiene una consistencia similar a la de la punta de la nariz. En la
HPB puede obliterarse el surco medio y la consistencia de la glándula asemejarse a
la de la eminencia tenar (duro-elástica). En el cáncer de próstata, la consistencia se
parece a la de la arcada zigomática; puede palparse un nódulo duro-pétreo o una
zona dura e irregular.
c) SUPERFICIE
Debe ser lisa y homogénea; la presencia de nódulos, de manera independiente de
su consistencia, debe considerarse un hallazgo patológico.
d) LÍMITES
Deben ser precisos y regulares; debe poder palparse toda su cara rectal, separada
con claridad de las estructuras vecinas.
e) SENSIBILIDAD
La próstata no debería doler si el tacto rectal es suave; la presencia de dolor
debería hacernos sospechar el diagnóstico de una prostatitis.
f) MOVILIDAD
La glándula prostática debe palparse como un órgano móvil; su fijación a otras
estructuras orienta hacia una patología tumoral.
2.9 EXPLORACIÓN
Debe incluir, al menos, una exploración abdominogenital para descartar la existencia de globo
vesical así como anomalías peneanas (fimosis, estenosis del meato) y un tacto rectal. El tacto
rectal es imprescindible e irá encaminado a descartar la presencia de lesiones sospechosas de
malignidad. Debe incluir la valoración de la Sensibilidad, el Tamaño, la Consistencia, los
Límites y la Movilidad de la próstata. Una regla nemotécnica útil para no olvidar estos
aspectos es la de Se-Ta-Con-Li-Mo. La palpación de la próstata debe ser indolora. Su tamaño
aproximado es de 3 cm de diámetro, la consistencia similar a la de la eminencia tenar cuando
el pulgar se opone al meñique y los límites deben estar conservados y bien definidos, así
como el del surco medio que sólo desaparece en grandes adenomas. Una superficie irregular,
el aumento de la consistencia, la existencia de nódulos o unos límites mal definidos sugieren
patología de carácter maligno y obligan a la derivación del paciente.
a) Analítica, además de una analítica general se deberá solicitar creatinina sérica (valorar
posible insuficiencia renal secundaria a obstrucción) y sedimento urinario con cultivo
si procede (valorar la existencia de piuria, cristaluria y hematuria). El PSA, una
glicoproteína con actividad serinproteasa, sintetizada por las células epiteliales, no es
un marcador específico de carcinoma sino de tejido prostático. Su determinación está
sujeta a variaciones pero en general se admite que en la HBP rara vez se eleva por
encima de 4 ng/ml (elevaciones superiores deben ser consultadas con el especialista)
11. El efecto del tacto rectal sobre los niveles de PSA es origen de controversia. Para
algunos autores12 no sería necesario un plazo entre éste y su determinación, pero otros
establecen quince días de intervalo para evitar falsos positivos (similares precauciones
se tienen con el sondaje vesical). La determinación del PSA es útil en el control y
seguimiento del paciente con HBP pero insuficientemente específico para distinguir la
hiperplasia del carcinoma14. Si consideramos un rango de normalidad de 0-4 ng/ml,
un valor alterado, tiene una sensibilidad de un 70-80% y una especificidad del 48-
90%. Se ha intentado mejorar la utilidad clínica del PSA realizando estudios en
relación con la densidad prostática (cifra de PSA/gramos de tejido prostático estimado
por ecografía), así como valorando la velocidad de su elevación en el tiempo, pero en
ambos casos no se han llegado a establecer criterios unánimemente aceptados para su
aplicación clínica. Las conclusiones de la última reunión de expertos de la OMS sobre
el PSA se limitan a afirmar que:
b) La medida del PSA SÉRICO, Sumado al tacto rectal aumenta la capacidad de
detección del cáncer de próstata respecto a cada una de estas exploraciones por
separado.
c) Se recomienda la determinación del PSA sérico en la evaluación de los pacientes con
expectativas de vida superiores a 10 años y en aquéllos en los que un posible
diagnóstico positivo de cáncer implique un cambio de actitud terapéutica.
d) Debe informarse al paciente de los beneficios y los riesgos que va a implicar
determinar el PSA incluyendo la posibilidad de falsos positivos con las posibles
complicaciones de una eventual biopsia indicada, sin necesidad, por estos resultados
analíticos (también se deben comentar la existencia de falsos negativos). Siendo la
principal función del médico de Atención Primaria descartar la existencia de un
carcinoma de próstata, el tacto rectal (con una especificidad del 84-98% y una
sensibilidad del 69-89% pero con un valor predictivo positivo bajo –22-34%–); si se
une a la determinación del PSA se acepta como útil (por encima de los 50 años) para
dirigir sospechas de patología maligna hacia el especialista
La HBP es una de las patologías más frecuentes en varones, existiendo una estrecha
relación con la edad. Así, la prevalencia en Europa presenta un rango desde el 14% en
sujetos de 40 años de edad, al 30-40% a partir de los 60 años; En EE.UU., la
prevalencia es del 8% entre los 31 y 40 años y superior al 80% en varones mayores de
80 años, siendo la intervención más común en varones estadounidenses mayores de 55
años. En España, la prevalencia de HBP en el total de la población masculina mayor
de 40 años es del 11,8%, oscilando entre el 0,75% en el grupo de edad de 40 a 49
años, y el 30% en los mayores de 70 años.
En Europa la prevalencia de HPB varía con la edad, siendo del 14% en varones de 40
años y de más del 40% a partir de los 60 años. Es raro encontrar varones menores de
40 años con síntomas de HPB, sin embargo se pueden encontrar síntomas prostáticos
hasta en el 50% a los 60 años, y hasta en el 90% después de los 70 años. (Veiga et al.,
2007). En la comunidad de Madrid (España) se realizó un estudio en varones de más
de 40 años, poniendo en evidencia que entre el 20% y el 30% presentaron síntomas del
tracto urinario inferior (STUI) en relación con HPB. Muchos autores indican que la
prevalencia de STUI se incrementa con la edad, y sugieren además que alrededor del
43% de los hombres de más de 60 años tienen alterada su calidad de vida debido a la
presencia de síntomas urinarios relacionados con HPB. (Fernandez et al., 2000). En
México se estudiaron 855 pacientes para buscar la relación entre el PSA y la HPB, en
donde encontraron una correlación positiva entre PSA y volumen prostático
(coeficiente de correlación de Pearson = 0.88, p < 0.01) (García et al, 2014). En el
servicio de consulta externa de Urología del Hospital de Chone (Ecuador), en el año
2012 se realizó un estudio para conocer los niveles de PSA y su relación con la
aparición de HPB en pacientes mayores de cuarenta años. El 24,8% presentó niveles
de PSA mayores a 4 ng/ml, y de éstos el 50% fueron diagnosticados de HPB
(Mendoza y Zambrano, 2013). En Cuenca Ecuador en el año 2013 se investigó a
varones de 50 a 59 años de las parroquias urbanas, para conocer los valores de PSA. El
estudio reveló que el 4% de los pacientes tenían valores superiores a 3,9 ng/ml.
(Galarza et al., 2014). En la ciudad de Loja, en el hospital Manuel Ignacio Monteros
Valdivieso, se realiza un estudio sobre prevalencia de HBP desde diciembre del 2008
hasta mayo del 2009, en el cual se evidenció que los varones de 60 a 69 años
presentaban el mayor porcentaje de HPB (39%). Se detectó además que el crecimiento
prostático aumentaba con la edad, y se acompañaba de mayor volumen de orina
residual, concluyendo que "todos los hombres tendrían hiperplasia prostática benigna
si vivieran lo suficiente" (Martínez, y Martínez, 2010).
CUADRO DE COMPARACION DE PREVALENCIA DE HIPERPLASIA BENIGNA
DE PROSTATA EN DIFERENTES LUGARES DEL MUNDO POR EDADES
IV. TRATAMIENTO
El objetivo consiste en mejorar los STUI y la calidad de vida e intentar prevenir las
complicaciones. Debe ser individualizado para cada paciente y siempre teniendo en
cuenta la historia natural de la enfermedad, de la que sabemos que en cinco años de
seguimiento el 40% de los pacientes con prostatismo moderado mejoran sin ningún tipo
de tratamiento, mientras que sólo empeoran el 15%. Los pilares del tratamiento de la
HBP son los siguientes: a) medidas higiénico-dietéticas, b) seguimiento periódico de los
síntomas y complicaciones; c) tratamiento médico, y d) tratamiento quirúrgico. En la
figura 1 se esquematiza la toma de decisiones terapéuticas en estos pacientes.
a) Terapia antiandrogénica
En la HBP no se utilizan ni los análogos de las hormonas liberadoras de gonadotrofinas
(GnRH) ni los antiandrógenos. Los inhibidores de la 5-α-reductasa (finasteride y
dutasteride) mejoran los síntomas de la HBP y son bien tolerados. Los inhibidores de la
5-α-reductasa inhiben el paso de testosterona a su metabolito dihidrotestosterona
(DHT), reduciendo los niveles de DHT en un 70-75% la finasterida y en un 90-95% la
dutasterida. La finasterida ha demostrado su eficacia y seguridad en varios estudios
aleatorizados y comparados con placebo. La finasterida, en dosis de 5 mg/día, reduce el
tamaño prostático en un 20-30%, mejora los síntomas (disminuye la puntuación del I-
PSS en 4 puntos), aumenta la velocidad de flujo miccional en 1,5-2,5 mL/segundo,
reduce el riesgo de RAO en un 57% y disminuye la necesidad de cirugía en un 55%. La
eficacia clínica se observa a los 3-6 meses. El número necesario a tratar es de 15
pacientes durante un período de 4 años. El principal efecto adverso es la disfunción
sexual, que afecta al 5% de los pacientes. El PSA disminuye en un 50% en los pacientes
tratados con finasterida, no afectando significativamente al PSA libre. Ya que la
finasterida puede enmascarar un cáncer de próstata, es necesario determinar los niveles
de PSA antes de iniciar el tratamiento, y durante el seguimiento considerar como valor
normal la mitad del estipulado en los pacientes sin tratamiento. El tratamiento con
finasterida es más útil en los pacientes con HBP con predominio de tejido glandular,
con próstata grande (> 40 mL o PSA > 1,4 ng/mL), con flujo urinario bajo y con
hematuria. Se recomienda el tratamiento con finasteride en los pacientes con síntomas
moderados-graves y una próstata grande. Es el único tratamiento que puede prevenir la
progresión de la enfermedad.
b) Bloqueantes α-adrenérgicos
Más del 40% de la presión uretral total se debe al tono α-adrenérgico; la relajación del
tono muscular, y posiblemente del efecto del sistema nervioso central, bloqueando el
adenorreceptor α1 mejora el flujo miccional y los STUI en los pacientes con HBP. El
alfuzosin, la doxazoxina, el tamsulosin y el terazosina han sido evaluados en estudios
clínicos aleatorizados de más de un año de seguimiento, demostrando una eficacia y
seguridad similar para todos ellos. Sus efectos se notan en las primeras 48 horas,
mejoran los síntomas (reducen el I-PSS en 4-6 puntos) e incrementan el flujo miccional
en 2- 3 mL/segundo. No tienen efecto sobre el volumen de la próstata ni sobre los
niveles de PSA y no evitan la progresión de la enfermedad. Todos ellos pueden causar
un marcado efecto hipotensor con la primera dosis. Otros efectos adversos son: cefalea,
mareos, hipotensión postural, astenia, congestión nasal y eyaculación retrógada. La
JNC-VI (Joint National Committee) los recomendaba como tratamiento antihipertensivo
de primera línea en pacientes con HBP e hipertensión. Posteriomente se ha observado
que en los hombres con hipertensión y otros factores de riesgo cardiovascular, la
monoterapia con doxazosina se asociaba con una mayor incidencia de insuficiencia
cardiaca. De acuerdo con estos datos, el utilizar un α-bloqueante para tratar los síntomas
de la HBP no significa necesariamente que estemos dando el mejor tratamiento para la
hipertensión. En estos pacientes puede que la hipertensión merezca un tratamiento
aparte. Las preparaciones de liberación prolongada de alfuzosin, doxazosina y
tamsulosina representan el mejor equilibrio entre eficacia y efectos adversos. La
doxazosina se utiliza en una dosis nocturna de 4 mg de liberación prolongada. La
tamsulosina, que se administra en una dosis de 0,4 mg después del desayuno, es la que
causa menos hipotensión ortostática, pero la que da lugar a más eyaculación retrógrada.
En conclusión, son de elección en los hombres con síntomas moderados-graves con
próstatas pequeñas (< 30 mL o con PSA < 1,4 ng/mL) y, por lo tanto, con poco riesgo
de progresión de la enfermedad. Los bloqueantes α-adrenérgicos son mucho menos
eficaces que los inhibidores de la 5-α-reductasa para retrasar la progresión de la HBP;
sin embargo, la combinación de ambos parece ser la mejor alternativa al respecto.
c) Tratamiento combinado
En los primeros estudios de terapia combinadabloqueante. En el estudio MTOPS se ha
demostrado que la combinación del inhibidor de la 5 a-reductasa (finasterida) con el
bloqueante a adrenérgico (doxazosina) durante un periodo de 5,5 años, es la
combinación más eficaz para disminuir la progresión de la enfermedad, la RAO
(redución del riesgo del 67%) y la necesidad de tratamiento invasivo (reducción del
riesgo del 64%). El tratamiento combinado es el apropiado para aquellos pacientes con
síntomas graves y con factores de riesgo de progresión de la enfermedad. Los factores
de riesgo de progresión de la HBP y de RAO definidos a partir de los resultados de los
estudios PLESS y MTOPS son los siguientes: a) edad > 70 años; b) alta puntuación en
el I-PSS (> 7 puntos); c) próstata grande (volumen > 30 mL o PSA > 1,4 ng/mL); d)
baja velocidad de flujo miccional (< 12 mL/segundo), y e) residuo postmiccional > de
100 mL.
d) Fitoterapia
Los estractos de plantas (b-sitosteroles, cernilton, pygeum africanum y serenoa repens)
ofrecen cierto alivio sintomático en la HBP, pero desconocemos su eficacia a largo
plazo, su seguridad y su capacidad para prevenir complicaciones.
Resección transuretral
Es la técnica quirúrgica más utilizada. La probabilidad de mejoría sintomática con este
tratamiento es del 75% al 96%, y debe considerarse la mejor opción terapéutica. La
intervención es breve (60 minutos, como máximo), se utiliza anestesia general o
raquídea y se extrae tejido prostático por vía uretral. El paciente permanece con sonda
vesical durante tres días y luego de este período, en forma habitual, recibe el alta de
internación. La morbilidad asociada con la resección transuretral (RTU) varía entre el
5% y el 30%. Las complicaciones intraoperatorias incluyen el sangrado incontrolable
y la perforación capsular (con la consecuente absorción masiva de líquido de
irrigación y sus consecuencias: hiponatremia dilucional, insuficiencia renal aguda por
hemólisis, edema cerebral). Las complicaciones postoperatorias tempranas consisten
en la hematuria, que puede persistir hasta por seis semanas, y la infección; mientras
que las tardías comprenden la estrechez uretral, la fibrosis del cuello vesical y la
incontinencia (0,7% al 1,5%). El efecto adverso tardío más frecuente de la RTU es la
eyaculación retrógrada (66% a 80% de los pacientes operados); ésta produce
esterilidad pero no se acompaña de alteraciones en el orgasmo. Se recomienda, al igual
que en otros procesos de toma de decisiones terapéuticas, discutir con el paciente este
riesgo antes de indicar el tratamiento. El paciente puede reiniciar su actividad física y
sexual luego de transcurrido un mes de la cirugía y, por lo general, pierde entre 7 y 21
días de trabajo. Este procedimiento no debería causar disfunción sexual eréctil; sin
embargo, entre un 10% y un 15% de los pacientes presentan disfunción eréctil
psicógena luego de la RTU y se describe hasta un 2% a 5% de disfunción eréctil
provocada por la cirugía en forma exclusiva. La necesidad de reoperar debido a
complicaciones quirúrgicas se acerca al 3,3 %.
La resección transuretral bipolar es una variante que utiliza la energía bipolar para
la resección de próstata; esta técnica no requiere de una placa de bisturí ni del uso de
líquido de irrigación hiposmolar, por lo cual no presenta el riesgo del síndrome de
absorción de este último, y no tiene límite de tiempo quirúrgico, por lo que pueden
operarse próstatas de mayor volumen con iguales resultados que la RTU convencional
o monopolar.
Laser de próstata
En la actualidad existen varios procedimientos con dispositivos laser para el
tratamiento de la HPB, que permiten el uso de solución salina como medio de
irrigación (con las mismas ventajas que la RTU bipolar) y se realizan en forma
ambulatoria con un requerimiento de sonda vesical que promedia las 24 a 48 horas.
La enuclación con láser Holmium, emplea una técnica que, de manera similar a la
cirugía abierta, consiste en resecar los lóbulos medio y laterales desde el veru-
montanum hasta el cuello vesical y luego triturar el material quirúrgico en la vejiga
para su estudio anatomopatológico. Este procedimiento permite enuclear próstatas de
hasta 200 cc. El uso del láser Holmium, cuya energía es absorbida por el agua tisular
que transforma en vapor de agua, permite el corte y vaporización del tejido prostático
evitando su carbonización, lo que se acompaña de una disminución de los síntomas
irritativos, de la utilización de solución de irrigación y de la tasa de sangrado. Hoy en
día, el láser Holmium de próstata es un procedimiento quirúrgico eficiente que ofrece
resultados comparables a la RTU y la cirugía abierta con menor morbilidad y estadía
hospitalaria.
La ablación con láser, por su parte, es una técnica que emplea diferentes tipos de
laser tales como el Holmium, Tulium, Laser verde (KPT) y laser Diodo, y consiste en
vaporizar el tejido glandular hasta lograr un canal prostático adecuado. Las
desventajas de este procedimiento incluyen la imposibilidad de obtener material para
biopsia y un tiempo de disuria suele ser mayor que con la RTU; mientras que las
ventajas frente a esta última son un menor tiempo de internación, de sangrado
posterior y de requerimiento de sonda vesical.
Otras técnicas quirúrgicas poco invasivas
La incisión transuretral se usa solo en próstatas menores de 30 cc, consiste en
realizar una o dos incisiones para reducir la constricción uretral sin remover tejido
prostático y puede hacerse en forma ambulatoria. Suele ofrecerse a pacientes jóvenes,
para quienes es muy importante conservar la eyaculación anterógrada. La termoterapia
transuretral por microondas es un procedimiento ambulatorio, muy sencillo, que dura
una hora y se realiza con anestesia local. Otras técnicas quirúrgicas, como la ablación
por radiofrecuencia y la electrovaporización transuretral, también son efectivas, pero
su uso es muy poco frecuente, y ninguna de ellas ha conseguido superar a la RTU.
Adenomectomía a cielo abierto
Se emplea para próstatas excesivamente grandes (mayores a 70 cc) o cuando existe
patología vesical asociada (litiasis, divertículos). Aunque existen distintas técnicas,
todas se basan en extraer parte de la glándula prostática por vía abdominal, con
preservación de su cápsula. Se utiliza anestesia peridural o general y el paciente debe
permanecer internado durante cuatro días. La probabilidad de mejoría sintomática es
del 80% al 99%, con una pérdida de días de trabajo de 21 a 28, una morbilidad
asociada a la cirugía del 7% al 42% (disfunción sexual eréctil en el 19 %, eyaculación
retrógrada variable entre el 36% y el 95%) y una mortalidad cercana al 1%.
Cabe destacar que con cualquiera de los procedimientos quirúrgicos mencionados
persiste cierto tejido prostático remanente, por lo que el paciente puede presentar, a
largo plazo, cáncer de próstata o HPB recidivada.
V. CASO CLINICO