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Reseña Nº 12: della Porta, Donatella & Diani, Mario (2011) Los movimientos sociales. Ed.

Complutense –
Centro de Investigaciones Sociológicas, España.

Sobre la autora y el autor

Donatella della Porta nació en Catania, Italia, en 1956. Es una politóloga, profesora de ciencias políticas y
sociología política en el European University Institute, en Florencia, además de ser directora del Center on Social
Movements Studies (Cosmos). Sus principales temas de investigación están los movimientos sociales, la violencia
política, la corrupción y la política de protestas. Entre sus libros más importantes se encuentran: Lo scambio
occulto. Casi di corruzione politica in Italia (1992); Political Violence and the State (1995); La protesta e il
controllo. Movimenti e forze dell’ordine nell’era della globalizzazione (2004); Democracy in Social Movements
(2009), entre otros.

Mario Diani es profesor de sociología en la Universidad de Trento, donde se unió desde 2001 y se ha desempeñado
como jefe del Departamento de sociología e investigación social. Antes de eso había sido Presidente de Sociología
en la Universidad de Strathclyde en Glasgow. Dentro de sus principales temas de investigación se encuentran las
redes cívicas urbanas, la teoría de redes en los movimientos sociales y la globalización. Su trabajo más
emblemático es Social Movements: An introduction, junto a Donatella della Porta.

El punto de partida que tienen della Porta y Diani es el legado histórico y teórico que han dejado los movimientos
sociales a partir de finales de los años sesenta. A su modo de ver, los movimientos sociales y las acciones de
protesta se han hecho componentes de las democracias occidentales, al punto de legitimar esa visión sobre las
sociedades en movimiento. La idea de una movilización que reivindica una justicia global desde abajo ha
significado una matriz analítica transversal para quienes escriben el texto, debido a que se conjugan elementos
como la crítica al neoliberalismo desde un ámbito regido por la globalización, que habilitan un sentido de la
organización capaz de articular expresiones sociales y políticas en eventos como los Foros Sociales Mundiales o
las manifestaciones en el centro europeo y norteamericano, dotando la acción de un carácter transnacional. Desde
esa reflexión van a poner el acento en la importancia organizativa de los movimientos sociales, como aspecto
decisivo con respecto a las acciones espontáneas y directas. Tanto della Porta como Diani van a sugerir cuatro
tipos de preguntas centrales para el análisis de los movimientos sociales: en primer lugar, las que relacionan el
cambio estructural y las transformaciones en el conflicto social, es decir, aquellas teorías que se relacionan
analíticamente el surgimiento de los movimientos sociales con los contextos de cambio socio-estructural; en
segundo lugar, aquellas referidas al rol de las representaciones culturales en los conflictos sociales; seguido de ello
se encuentran las preguntas que buscan observar los valores, intereses e ideas que motivan la acción colectiva;
finalmente, aquellas que hablan sobre la incidencia de los contextos culturales, políticos y sociales en el modo de
conformación del movimiento social y sus alcances. En la parte final, profundizarán sobre el concepto de
movimiento social, arguyendo que es un proceso social en los cuales los actores involucrados en la acción colectiva
generan relaciones conflictivas con oponentes claramente identificados, se vinculan en redes informales y
comparten una identidad colectiva diferenciada. Ese sería el primer capítulo.

El segundo capítulo cambio social y movimientos sociales por supuesto se trata de un vínculo analítico por parte
de los autores, en tanto hay un interrogante alrededor del modo en que los movimientos sociales emergen, se
activan y generan un impacto al interior de la sociedad. Della Porta y Diani se centran en los cambios en la
estructura social que tienen repercusión en lo que llaman cleavages políticos o líneas de fractura y conflictividad;
lo que se encuentra en juego, entonces, es la concepción tradicional de la asociación de los actores con un modelo
de acción colectiva que los vinculaba a: la lucha con otros por la protección de recursos o bienes materiales o
políticos; y, su definición como miembros de una clase, facción o grupo nacional, que se dieron a cabo en un
contexto de integración social a partir del mercado y el Estado-nación. La transformación del modelo productivo
desde los años sesenta en adelante reconfiguró el cleavage de clase, lo que debilitó el modelo de acción colectiva
del movimiento obrero. En una segunda medida, el fenómeno de la globalización impactó la dimensión geográfica
y territorial del conflicto, situándolo en una esfera mucho más amplia, de orden internacional. La situación anterior
supuso la irrupción de nuevos tipos de roles sociales, que no estaban ligados exclusivamente a la tradición obrera.
No obstante, della Porta y Diani aclaran al final que no resulta clara la relación causal entre cambios estructurales
y proliferación de acción colectiva, por lo que la consolidación o no de una nueva fractura política no se ancla
exclusivamente a ello.

El siguiente capítulo La dimensión simbólica de la acción colectiva se liga al papel que tienen los marcos
(culturales) en la motivación de la acción en los movimientos sociales. El debate en el que ingresan los autores
tiene que ver con el legado del momento cultural-simbólico que tienen los valores en la productividad de la acción
colectiva, a la vez que se evalúan los efectos potenciales que logra encarnar en términos del proceso de
movilización política. En cierta medida, la tradición teórica había visto el problema como dos sentidos autónomos:
por una parte, los valores que motivan la acción y por otra la oportunidad política que se aprovecha a través de
tener una conciencia del significado de la experiencia; della Porta y Diani van a intentar articular ambos lugares,
donde se aúne la conformación de valores propios de los movimientos junto a aspectos, si se quiere, cognitivos o
racionales.

Acción colectiva e identidad retoma, una vez más, la trayectoria que ha hecho la teoría de movimientos sociales,
ya que cavila sobre un aspecto transversal para la acción colectiva: la identidad. Los autores no negarán el carácter
esencial de la construcción de identidad, en tanto otorga una capacidad articulatoria entre gente dispersa que rompe
su cotidianidad en fin de conseguir determinados intereses. En cierta medida, el curso por el que transita la
identidad, a través de las conflictividades a las que está sujeta, los modos en que se negocia y se le dan aperturas
o cerramientos, la forma en que es representada, etc., supone un nodo sustancial para el análisis de los movimientos
sociales. No obstante, la identidad no es un apriorismo de la acción, como un elemento que es preexistente, sino
que, al contrario, se construye en el proceso mismo de la experiencia; ello debido a que toda acción ocurre a través
de marcar la diferencia entre un ‘nosotros’, que tiene rasgos comunes y una solidaridad latente, al tiempo que es
necesario un ‘otro’ que encarna la causa del daño o la afectación de quienes se identificaron en primera instancia.
Un punto relevante de este capítulo es valorar la multiplicidad de la experiencia que tiene la identidad,
desanclándola del lugar homogéneo y unívoco con que llegó a ser concebida en otras tradiciones teóricas.

El quinto capítulo Individuos, redes y participación busca responder a la razón por la cual los individuos deciden
participar en la acción. La respuesta estará relacionada con las redes sociales que se producen por medio de una
incidencia organizativa, ya que facilitan el ingreso, la participación y la permanencia en el tiempo. Los vínculos
personales de familiaridad o amistad influyen de gran manera en la conformación del grupo; desde allí la
posibilidad de dar resolución a inconvenientes dentro del movimiento social, al igual que aspirar a sostener de
manera activa al grupo están supeditadas al modo en que se articulan los individuos. Ahora bien, la participación
misma es una oportunidad de ampliar el tipo de lazos que conectan a quien ingresa con el movimiento social, no
solamente el tipo de relacionamiento previo, sino que la experiencia misma anima el vínculo social.

Movimientos sociales y organizaciones hace un tratamiento sobre el papel de las organizaciones al interior del
movimiento social, sugiriendo que estas son importantes herramientas en la conformación de identidad,
especialmente para los miembros, pero también con respecto a los adversarios. Si se quiere, las organizaciones
funcionan como bisagra entre la individualidad, el movimiento y la acción, permitiendo continuidad y estabilidad
en el tiempo. Así, los autores esgrimen tipos de organizaciones de los movimientos sociales: por un lado, las
organizaciones profesionales, que son aquellas donde hay un liderazgo a tiempo completo con gran cantidad de
recursos, una base de afiliación pequeña, un carácter fuertemente representativo y una búsqueda por intervenir la
elaboración de políticas que se relacionan con sus miembros. En segundo lugar, las organizaciones participativas,
donde se incluyen las organizaciones masivas de protesta y las organizaciones de base. La primera refiere a una
combinatoria entre una democracia participativa con ciertos niveles de formalización en su estructura organizativa;
las segundas tienen fortaleza a nivel organizativo y participativo a la vez que bajos niveles de estructuración
formal.

El séptimo capítulo se dedica al análisis de las formas de protesta y repertorios de acción que han asumido los
movimientos sociales. Entendida la protesta como una acción no-rutinizada donde es posible abrir canales
indirectos de interlocución y donde se ven involucrados diversidad de actores sociales. En importante medida, las
acciones de protesta están imbricadas en el sistema político dominante, aunque para los autores, muchas veces los
movimientos sociales prefieren seguir un camino que se vincula a la apuesta por llevar a cabo estrategias culturales
que se orientan a cambiar los sistemas de valores existentes, aunque las estrategias políticas se sitúen en cambiar
la realidad externa al mismo. Para della Porta y Diani, las opciones de protesta suelen ser amplísimas, respondiendo
a distinta lógica (número, daño o testimonio), lo relevante para recalcar es que la elección de uno u otro tipo de
protesta es directamente proporcional al objetivo que se traza el movimiento. Con respecto a los factores que
inciden en la elección se encuentran: el carácter finito de los repertorios, en tanto responden a un contexto y una
experiencia situada; paradójicamente, el peso que tienen los movimientos del pasado sobre aquellos que actúan en
el presente; y la posibilidad de llevarlos a cabo, teniendo en cuenta el grado organizativo y de convicción que tiene
el movimiento.

El capítulo octavo se refiere a las oportunidades políticas de los movimientos sociales con relación al control
policial de la protesta. Sin duda, todo movimiento social se enfrenta a obstáculos constantes, donde hay estrategias
de coerción que se sofistican con el paso del tiempo y vuelven la acción cada vez más difícil de llevar a cabo.
Cuatro variables se han tenido en cuenta en el análisis de la constricción a los movimientos sociales: i) las
instituciones políticas que buscan un control y regulación de la acción y el movimiento; ii) la cultura política; iii)
la conducta de los oponentes de los movimientos sociales; iv) la conducta de los aliados. En ese sentido, lo que
está en juego es el concepto de oportunidad política, ya que a partir de allí se esgrimen las capacidades,
posibilidades y límites que hay en un campo específico como es el sistema político, que permite manifestaciones
sociales, culturales y políticas de distinto tipo, o que por otro lado les cierra cabida a estos proyectos.

El capítulo final Movimientos sociales y democracia básicamente se trata el impacto que ha tenido la acción
colectiva y la emergencia de la movilización mundial en las democracias alrededor del mundo. Desde la
producción de políticas públicas, pasando por la modificación en las reglas de juego con que se llevan a cabo los
momentos de contienda, hasta todos aquellos procesos de democratización de la sociedad, los movimientos
sociales han tenido protagonismo. A modo conclusivo del libro, es posible plantear que las democracias liberales,
desde las décadas finales del siglo XX, han hecho un constante reconocimiento de nuevos actores que han
modificado con relativa importancia la vida democrática de los países, ampliando fronteras en discursos
aceptables, regímenes de justicia social o distributiva, cuestionamiento a los daños de la globalización o el
neoliberalismo, etc. A su vez, la democracia misma aumenta su valor a través de estos procesos.

Comentario

Los movimientos sociales de Donatella della Porta y Mario Diani puede catalogarse como un esfuerzo valioso y
sustantivo sobre la producción teórica que se ha elaborado en el centro europeo y norteamericano en torno a los
movimientos sociales. Existe en el texto una capacidad sintética necesaria, en tanto no solamente es un recuento
superficial de las teorías, sino que se pone en diálogo con un contexto específico de globalización y emergencia
constante de movilizaciones sociales y acciones colectivas que siguen planteando interrogantes para su
comprensión. Por supuesto que tampoco es un trabajo inocente, donde solamente se expone la tradición del
pensamiento en torno a movimientos sociales, sino que busca generar suturas o articulaciones teóricas mucho más
amplias, que no se restrinjan a dicotomías o falsos debates que dificultan extender la capacidad explicativa de
categorías ya construidas y con una larga trayectoria. Ahora bien, posiblemente un límite de la obra es que no
parece dar un salto adelante más que sobre ciertos rasgos ligados a la distinción entre marcos interpretativos y
cognitivos y algunas cuestiones relacionadas a la temática de las redes.

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