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CURSO: TEORÍA GENERAL DEL PROCESO

TRABAJO: MONOGRAFICO

TEMA: PRINCIPIOS PROCESALES

DOCENTE: ESPINOZA SILVA URPY

FACULTAD: DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS

ESCUELA: DERECHO

ALUMNO:

- TAHUA CELESTINO FRANK DEYVY

HUARAZ - 2018
DEDICATORIA

En primer lugar a Dios por habernos permitido

llegar hasta este punto y habernos dado salud,

ser el manantial de vida y darnos lo necesario

para seguir adelante día a día para lograr

nuestros objetivos, además de su infinita

bondad y amor.

A nuestros padres por habernos apoyado en

todo momento, por sus consejos, sus valores,

por la motivación constante que nos han

permitido ser personas de bien, por sus

ejemplos de perseverancia y la constancia que

los caracterizan .que me ha infundado siempre,

pero más que nada, por su amor.

A nuestros amigos por su gran apoyo y

motivación.

i
ÍNDICE

Dedicatoria……………………………………………….........................................Pg. i

Introducción ………………………………………………………………………….1

1. Concepto... .......................................................................................................... 2
2. Características de los Principios Procesales ....................................................... 3
a. Bifrotalidad .................................................................................................. 3
b. Dinamismo................................................................................................... 3
c. Practicidad ................................................................................................... 3
d. Complementariedad ..................................................................................... 3
3. Principios más Importantes ................................................................................ 4
a. Derecho a la Tutela Jurisdiccional efectiva ................................................. 4
b. Principio de Dirección e impulse procesal de oficio ................................... 6
c. Fines del Proceso e Integración de la Norma .............................................. 7
d. Principio de Iniciativa de Parte y de Conducta Procesal ............................. 10
e. Principios de Inmediación ........................................................................... 11
f. Principio de Concentración y Economía Procesal ....................................... 12
g. Principio de Celeridad Procesal ................................................................... 13
h. Principio de Socialización del Proceso ........................................................ 14
i. Principio de Juez y Derecho ........................................................................ 15
j. El Principio de Congruencia ........................................................................ 16
k. Principio de Gratuidad en el Acceso de la Justicia ...................................... 17
l. Principio de Vinculación y formalidad ........................................................ 19
m. Principio de Doble Instancia ........................................................................ 20

CONCLUSIONES…… .................................................................................................. 23
ANEXOS……………………… .................................................................................... 24
BIBLIOGRAFÍA……… ................................................................................................ 25
INTRODUCCIÓN

Los principios procesales son los principios especiales del derecho procesal, por lo tanto,

son de aplicación a todas sus ramas, dentro de las cuales no sólo se encuentran el derecho

procesal civil y el derecho procesal penal, sino que existen también otras, dentro de las

cuales podemos citar el caso del derecho procesal notarial, derecho procesal empresarial,

derecho procesal mercantil, entre otras ramas de la indicada, por lo tanto, resulta ser un

tema amplio en el estudio del derecho. Y en todo caso no hemos tenido a la vista fuentes de

información en las cuales se desarrolle de manera conveniente y adecuada el tema

estudiado. Por ejemplo en el derecho notarial se tramitan algunos procesos, dentro de los

cuales podemos citar el caso de la sucesión intestada, prescripción adquisitiva de dominio,

título supletorio, entre otros tantos, por lo tanto, se aplica en dichos casos los principios

estudiados, como son por cierto los principios procesales.

Son una herramienta clave para solucionar problemas generados por lagunas normativas, a

las cuales la doctrina peruana conoce como lagunas de la ley. Debemos precisar que no es

lo mismo los indicados con los vacíos del derecho, por lo tanto, en el derecho procesal se

debe conocer y dominar todas las fuentes del derecho, con lo cual se puede alcanzar el

conocimiento, por ejemplo si un tema no se encuentra regulado en la ley, es claro que hasta

ahí sería considerado como un vacío legal o vacío normativo, pero no sería considerado

como vacío del derecho, porque el mismo existe en otras fuentes del derecho, dentro de las

cuales citaremos dos, dentro de las más de veinte, en tal sentido, queremos citar la doctrina

y la realidad social.

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PRINCIPIOS PROCESALES

1. CONCEPTO:

Los Principios Generales del Derecho son los pilares básicos sobre los que se asienta una

determinada concepción del Derecho. No son verdades inmutables e incontrovertibles,

son concepciones del derecho que han tenido importante reconocimiento en un momento

histórico determinado.

PEYRANO señala que los Principios Generares del Proceso son

construcciones jurídicas normativas de carácter subsidiario, es decir, que se aplican ante

vacíos de la ley procesal. No suscribimos totalmente esta opinión. Creemos que no sólo

cumplen una labor subsidiaria en la serie procesal, más bien tienen una función superlativa:

subyacen a toda institución procesal, con lo que garantizan la legitimidad de las diversas

figuras procesales adoptadas en la normatividad.

ALZAMORA VALDEZ, por su parte, afirma que los principios procesales son “conceptos

de orden general que definen el modo de ser del proceso en cuanto a la actividad de los

sujetos que en él intervienen y a sus relaciones”.

Los principios procesales son normas matrices o preceptos fundamentales de los cuales se

originan pautas para regular las relaciones jurídicas del proceso, así como del juez y de las

partes dentro del marco limitado en el que se desenvuelve la actividad procesal.

También es importante señalar que deja la sensación de una intención totalizadora del

legislador respecto a los principios procesales recogidos en el Título Preliminar del Código

Procesal Civil. Se mencionan principios que no son exclusivos del proceso civil y más bien

son de la teoría general del proceso o garantías de la administración de justicia. Esto no

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sería notorio si es que no se dejaran de lado principios consustanciales al proceso civil

como el de preclusión procesal, entre otros.

2. CARACTERÍSTICAS DE LOS PRINCIPIOS PROCESALES:

a. Bifrontalidad

PODETTI señala que los principios no son absolutos en sentido excluyente respecto a

los otros, sino que, por el contrario, estos se emplean según las necesidades del litigio;

por ejemplo, no existe un proceso puramente escrito, ya que se admite el principio de

Oralidad.

b. Dinamismo

Comprenden dos aspectos: uno absoluto, que permite explicar la Ratio Legis o razón

legal para la interpretación y aplicación de las normas procesales, tal como se aprecia

en el principio de Elasticidad, y otro del relativo que se aprecia al admitirla existencia

de un ordenamiento procesal determinado y que el jurista deberá encargarse de

explicitar en la aplicación de los principios.

c. Practicidad

Poseen virtudes pragmáticas partiendo de tres condiciones: No se aprecian a simple

vista, no son numerosos y son tan abstractos que son idóneos para resolverlas dudas

interpretativas.

d. Complementariedad

Se complementan entre sí para su mejor funcionamiento y así obedecer a la finalidad

del proceso en forma coherente.

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Los Principios Generales del Proceso son una especie que conforman los Principios

Generales del Derecho y sirven para poner en manifesto el sistema procesal por el que

el legislador ha optado.

Los principios consagrados en el Código Procesal Civil son manifiesta expresión de

una concepción publicística del proceso civil, es decir, considera que lo trascendente

en él, es el interés público que cumple el Estado a través del órgano jurisdiccional,

tanto para hacer efectivo el derecho como para lograr la paz social en justicia.

3. PRINCIPIOS MÁS IMPORTANTES:

El Derecho Procesal como ciencia está dirigido por principios fundamentales, a fin de que

el proceso se inicie, se devuelva y llegue a su fin. Para una mejor ilustración indicamos

debidamente analizados los principios más importantes en la ciencia procesal:

a) Derecho a la tutela jurisdiccional efectiva:

El derecho a la tutela jurisdiccional permite que toda persona sea parte en un proceso,

para promover la actividad jurisdiccional frente a pretensiones con trascendencia. Este

derecho se reconoce tanto a personas físicas o naturales como a personas jurídicas o

colectivas.

No se agota en la garantía del acceso a la justicia, sino que faculta obtener un

pronunciamiento sobre el fondo de las pretensiones deducidas, el que solo podrá ser

eludido cuando tales pretensiones resulten inadmisibles o improcedentes, de acuerdo

con las normas legales.

La tutela judicial efectiva no resulta vulnerada por rechazar una demanda ante la no

subsanación de observaciones subsanables. No implica un derecho incondicional a la

prestación jurisdiccional, sino que requiere el cumplimiento de requisitos previos e

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indispensables a través de las vías procesales legalmente establecidas. Ello tampoco

podría llevar a hablar de indefensión, cuando el recurrente ha tenido abiertas todas las

instancias y recursos, para hacer valer sus derechos; sin embargo, este derecho solo

podría ser limitado en virtud de la concurrencia de otro derecho o libertad

constitucionalmente protegido, que suponga incompatibilidad con el mismo.

En este supuesto, es necesaria la concurrencia de una causa legalmente establecida,

conjuntamente con la imposibilidad de realizar una interpretación favorable al ejercicio

del derecho de acceso, para poder denegar el mismo, sin vulnerar por ello el derecho a

la tutela judicial efectiva.

En síntesis, podemos decir que la tutela judicial efectiva garantiza que bajo ningún

supuesto se produzca denegación de justicia. Este derecho puede quedar satisfecho con

la inadmisibilidad de la pretensión, siempre y cuando, se produzca ese rechazo a través

de una resolución razonada y fundada en derecho. Se conculcaría el derecho a la tutela

judicial efectiva cuando el justiciable no obtiene una decisión sobre el fondo del asunto,

siempre que se hayan empleado las vías procesales adecuadas.

El debido proceso es apreciado como principio general del derecho, como garantía

constitucional y como derecho fundamental. Para quienes sostienen que es un principio

general, señalan que el proceso justo inspira todo el ordenamiento jurídico-político y no

requiere de un reconocimiento positivo para que pueda producir sus efectos; sin

embargo, el sector que lo califica como derecho fundamental le atribuye no solo

funciones propias de un principio general sino que trasciende a valores superiores que

provienen de la dignidad del ser humano y del logro de una sociedad justa y libre;

además tampoco requiere de una norma positiva para existir.

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b) Principio de dirección e impulso procesal de oficio:

Tradicionalmente se consideraba que el proceso era exclusividad de las partes, quienes

tenían poder omnímodo no solo sobre el objeto litigioso sino con el desarrollo del

proceso, de tal forma, que solo la parte interesada, ante irregularidades formales del

proceso, podía cuestionarla. El juez no podía denunciarlo de oficio porque se decía que

este debería permanecer extraño al proceso, a fin que no pierda su imparcialidad. Bajo

el principio de no intervención del Estado, se concibió al juez como un mero espectador

de la contienda, con el único compromiso de pronunciar un veredicto al final del

proceso, sin embargo, este criterio es superado por una posición jerárquico-autoritaria

del juez en el proceso. Se ha empezado a hablar del juez-director, como una creación de

la doctrina para atemperar el rigor del juez-espectador. El juez director es considerado

por Cappelleti como el juez tropo, esto es el juez que es y sabe ser el centro del proceso;

de ahí que también este principio reciba el nombre de principio de autoridad, sin

embargo este nombre se ha dejado de lado, por la deformación que podría provocar la

idea del juez dictador o autoritario, situación que difiere del rol protagónico y principal

que se le asigna en el proceso.

En opinión de Monroy el principio de dirección del proceso es la expresión del sistema

publicístico, aparecido junto con el auge de los estudios científicos del proceso,

caracterizado por privilegiar el análisis de este desde la perspectiva de su función

pública, es decir, como medio a través del cual el Estado hace efectivo el derecho

objetivo vigente, concretado de paso la paz social en justicia. No se trata simplemente

de sustituir la actividad de las partes por la del juez sino que es preciso desplazar al

centro de gravedad del proceso, hacer del juez ese centro, manteniendo incólume el

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poder de disposición del derecho material a las partes e incluso la iniciativa de estas

para el inicio del proceso. Por otro lado, el juez en la dirección del proceso debe operar

bajo el principio de preclusión, que no permite retroceder a etapas ya cumplidas, esto es,

extinguida la oportunidad procesal para realizar un acto, este acto ya no podrá realizarse

más.

En resumen podemos decir: a) la intervención del juez en el proceso ha estado marcada

en su desarrollo por dos posiciones antagónicas: la privada, que exalta el principio de no

intervención del Estado, del juez espectador; y la pública, que enarbola una posición

jerárquico autoritaria del órgano jurisdiccional respecto del conflicto y los justiciables;

b) la conducción actual del proceso civil está influenciado por una concepción

publicista que confiere poderes vastos y hasta discrecionales al juez para el desarrollo

formal del proceso.

En relación al impulso procesal por parte del juez, se dice que este es una manifestación

del principio de dirección del proceso y por tanto de la orientación publicística. Para

Monroy “consiste en la aptitud que tiene el juez para conducir autónomamente el

proceso vale decir sin necesidad de intervención de las partes a la consecuencia de sus

fines.

c) Fines del proceso e integración de la norma

El proceso es un conjunto de actos ordenados, sistematizados, orientados al logro de un

fin predeterminado. El proceso no se agota en un instante sino que responde a una

secuencia de etapas, ello le da un carácter dinámico. Todo proceso tiene una vocación

de arribo, no tiene un fin en sí mismo sino que es teleológico. En el campo del proceso

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civil, este va a estar orientado a poner fin al conflicto de intereses y permitir la paz

social en justicia por medio de la actividad jurisdiccional.

Al conflicto de manera general lo percibimos como un conjunto de propósitos, métodos,

intereses o conductas divergentes. Atendiendo a la naturaleza del conflicto podemos

distinguir al conflicto de derecho y al conflicto de intereses. Los primeros son conflictos

jurídicos, que reclaman el incumplimiento de convenios o leyes, por citar, un trabajador

que no se le abona las horas extras estipulado en el convenio colectivo. Se parte del

supuesto que existe una disposición sobre el particular que se trata de interpretar y

aplicar. Lo importante es que el conflicto se refiera a una supuesta violación de un

derecho establecido y jurídicamente reconocido; en cambio los conflictos de intereses,

llamados también económicos o de negocios, son distintos. No se trata aquí de

interpretar el contenido de los derechos de las partes en relación con unas reglas ya

existentes sino de determinar en qué deben consistir esas reglas. Aquí no existe

necesariamente un derecho que se pueda reivindicar, por citar, un salario digno puede

justificarse por razón de justicia pero no suele haber ninguna disposición legal a la cual

remitirse para ello.

El proceso opera con un conflicto de intereses, pero con relevancia jurídica, esto es, que

la materia en disputa esté prevista en el sistema jurídico de una colectividad. La

relevancia jurídica no puede estar asociada exclusivamente al derecho positivo sino se

ubica en las diversas manifestaciones que conforman el sistema jurídico. Según Monroy

“cuando la norma acoge la situación discutida o cuando en uso de la hermenéutica

jurídica se encuentra la norma que la contenga, estamos ante un caso justiciable, es

decir, un conflicto de intereses pasible de ser presentado ante el juez”. Bajo el supuesto

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de la juricidad, podemos mostrar al conflicto como la existencia de intereses

recíprocamente resistidos u opuestos, respecto de un determinado bien jurídico.

Otro aspecto que regula la norma es la integración frente al vacío o defecto de las

disposiciones del Código Procesal. Numerosos hechos de la vida social no han podido

ser previstos por el derecho y, por tanto, no existe para ellos una norma expresa. A este

fenómeno, que consiste en “ausencia de regulación” específica se le denomina laguna,

sin embargo, hay hechos que contando con una regulación legislativa, ella es

imperfecta. La norma recoge los dos supuestos: el defecto normativo cuando hay

insuficiencia de normas existentes para regular el fenómeno factual; y el vacío o

inexistencia de normativa, cuando no existe norma alguna para regular la realidad

concreta.

Ante las diversas interpretaciones de una misma norma jurídica, el órgano unificador

escoge y hace predominar aquella posición que corresponda al verdadero significado de

la ley, eliminando otras interpretaciones, las cuales, al no ser conformes a la única

interpretación verdadera, son también, como consecuencia, no conformes a la ley. La

casación encierra aquí un papel importante porque busca –entre otros fines– la

unificación de la jurisprudencia nacional. La Corte Suprema de la República es la

llamada a viabilizar los plenos casatorios, sin embargo, la ausencia de ellos, hace que la

doctrina jurisprudencial se vaya tornando en una espera sin fin para nuestro Derecho

nacional.

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d) Principio de iniciativa de parte y de conducta procesal:

El principio rector del proceso civil es el dispositivo, que consagra que sin la iniciativa

de la parte interesada no hay demanda.

Para este principio, aquellos asuntos en los cuales solo se dilucida un interés privado,

los órganos del poder público no deben ir más allá de lo que desean los propios

particulares; situación distinta si es el interés social el comprometido, frente a lo cual no

es lícito a la partes interesadas contener la actividad de los órganos del poder público.

Este principio no es absoluto, pues, se permite la intervención de oficio del juez en el

impulso del proceso y la prueba de oficio.

El ejercicio del dispositivo se tiene que invocar interés y legitimidad para obrar, que son

denominados en la doctrina como condiciones de la acción, para que el juez pueda

expedir un pronunciamiento válido sobre el fondo. Estar legitimado para actuar significa

tener una situación individual que permite contar con una expectativa cierta a la

sentencia. La aptitud para obrar tiene como referencia a otro sujeto, que es con quien se

va a constituir la relación jurídica procesal, la que de todos modos, tiene antecedentes en

los hechos que la preceden. Basta con afirmar como propia una situación determinada y

denunciar un demandado para que surja la legitimación para actuar.

Por otro lado, la necesidad de tutela jurídica exige un interés procesal, es decir, un

interés a la actación del derecho y al mantenimiento de la paz mediante la invocación de

los órganos de la tutela jurídica. Para Liebman, “el interés para accionar está dado por la

relación jurídica entre la situación antijurídica que se denuncia y la providencia que se

pide para ponerle remedio mediante la aplicación del derecho, y esta relación debe

consistir en la utilidad de la providencia, como medio para adquirir por parte del interés

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para obrar ha sido superado por la tutela jurisdiccional preventiva. Adelantándose a la

violación del derecho, se permite transitar por el proceso de cognición y obtener una

sentencia que solo podrá desplegar sus efectos una vez producida la violación de aquel.

En esta línea se presenta el caso de la condena a futuro regulado en el artículo 594 CPC.

Aquí ya no opera el criterio de utilidad que sostenía la concepción clásica del interés

para obrar sino que frente a cualquier deber de prestación y ante el temor del

incumplimiento por parte del deudor, puede el acreedor, sin esperar que el

incumplimiento se materialice, promover un proceso tendiente a obtener una sentencia

que condene al cumplimiento de la prestación debida, aun cuando el crédito no sea aún

exigible, pues, no ha habiendo aún incumplimiento, esto es, violación del derecho

sustancial.

e) Principios de inmediación:

Tradicionalmente el proceso civil se desarrollaba entre los abogados, las partes y los

auxiliares del juez, en ausencia de este. El juez intervenía al final del proceso para

sentenciar y apoyaba su decisión en los escritos que las partes habían intercambiado en

el proceso. El proceso tenía una connotación epistolar pues se temía que el juez perdiera

su imparcialidad si tuviera contacto directo con las partes y sus medios de prueba.

Como señala Monroy, “la tendencia a usar y abusar de la escritura dentro del proceso es

el medio a través del cual se asentó en la evolución del proceso civil el principio de

mediación.

Este principio postula la comunicación personal del juez con las partes y el contacto

directo de aquel con los medios de prueba, para llegar a una íntima compenetración

entre los intereses en juego, el proceso y el objeto litigioso. Como consecuencia de esta

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relación directa, el juez tendrá una inmediata percepción de los hechos que son materia

del proceso, tendrá mayor capacidad para discernir sobre los elementos del juicio,

recogidos directamente y sin intermediarios.

El Código impone que el acto de prueba se verifique ante el juez; en ese sentido, léase el

artículo 202 CPC que dice: “la audiencia de pruebas será dirigida personalmente por el

juez, bajo sanción de nulidad”. Esta inmediación puede ser subjetiva, objetiva y de

actividad. Es subjetiva por la proximidad o contacto entre el acto probatorio y

determinados elementos personales o subjetivos, bien sean las partes, terceros. La

inmediación objetiva se refiere a la comunicación del juez con las cosas y los hechos

materia del proceso, por citar, cuando el juez autoriza que la parte o testigo consulten

apuntes, libros o papeles; y la inmediación de actividad opera cuando se prescribe el

contacto del acto probatorio con otro acaecimiento distinto, que a su vez puede

preceder, acompañar o seguir a la actividad de prueba.

f) Principio de concentración y economía procesal:

El principio de economía que gobierna al proceso, cualquiera sea su denominación o

especialidad, procura la agilización de las decisiones judiciales, haciendo que los

procesos se tramiten de la manera más rápida y menos costosa en dinero y tiempo.

Simplificar el proceso, descargarlo de toda innecesaria documentación, limitar la

duración de traslados, términos y demás trámites naturales y, desde luego, impedir que

las partes aprovechándose de los medios procesales legítimos, abusen de ellos para

dilatar considerablemente la solución de los conflictos confiados a la actividad procesal.

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La norma pone especial énfasis en señalar que “la actividad procesal se realiza

diligentemente y dentro de los plazos establecidos” para sustentar la preclusión que

opera en el proceso. La preclusión es una limitación al poder de las partes para la

realización de la actividad procesal. Es la pérdida o extinción de una actividad procesal

por haber rebasado los límites impuestos por el legislador para el ejercicio de las

facultades o cargas procesales de las partes. Chiovenda explicaba la preclusión diciendo

que: “las etapas del proceso se obturan como las esclusas de un canal, que al abrirse la

próxima queda sellada la anterior y las demás ya recorridas”.

En razón de la preclusión, la actividad procesal de la parte no puede producir efectos

útiles porque ella ha debido realizarse en la oportunidad fijada por ley. El vencimiento

de la oportunidad produce la pérdida del derecho a ejercer válidamente la actividad

procesal. La división del proceso por etapas, impone el paso de una etapa a otra,

implicando la clausura de la anterior.

g) Principio de celeridad procesal:

El proceso judicial es dialéctico, pues, en él convergen las tesis que son contradichas

antitesis para luego el juez realizar la síntesis de estas en su decisión. El carácter

dialéctico del proceso permite la participación del juez y de las partes, no como un

monólogo sino como un diálogo donde los sujetos que concurren no solo sean titulares

de derechos, sino también de deberes.

Las partes no están frente al juez como vasallos, a quien deben obedecer pasivamente,

sino que estas tienen derechos que hacer respetar. En igual forma, el juez no solo está

dotado de poderes, sino que también es sujeto de deberes y responsabilidades frente a

las partes, como es: el dirigir el proceso, velar por su rápida solución, adoptando las

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medidas convenientes para impedir su paralización y procurar la economía procesal.

Dichos deberes están regulados en el artículo 50 del CPC.

Como señala la norma en comentario “el juez dirige el proceso teniendo a una reducción

de los actos procesales, sin afectar el carácter imperativo de las actuaciones que lo

requieran”. Véase sobre el particular, el caso del juzgamiento anticipado, que recoge el

inciso 1º del artículo 473 CPC, mediante el cual el juez comunica a las partes su

decisión de expedir sentencia sin admitir otro trámite cuando advierte que la cuestión

debatida es solo de derecho o, siendo también de hecho, no hay necesidad de actuar

medio probatorio alguno en la audiencia respectiva, como sería el caso de la prueba

documental.

h) Principio de socialización del proceso:

La norma reafirma el principio constitucional de igualdad ante la ley (artículo 2 inciso 2

Constitución Política). El artículo 7 de la Declaración Universal de los Derechos

Humanos también reproduce que “todos somos iguales ante la ley y tienen, sin

distinción, derecho a igual protección de la ley”.

El Derecho Procesal ha traducido la idea de la igualdad excluyendo privilegios en el

proceso por motivos de raza, sexo o cualquier otra condición, asegurando que dentro del

proceso todas las partes gocen de igualdad de derechos y oportunidades.

La igualdad procesal de los litigantes aparece como un aspecto de socialización o

democratización del proceso que implica el tratamiento igualitario de los litigantes. En

el proceso las partes deben gozar de idénticas y recíprocas oportunidades de ataque y

defensa.

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La igualdad ante la ley, se transforma para la significación del Derecho Procesal en una

relativa paridad de condiciones de los justiciables, de tal manera, que ninguno pueda

encontrarse en una posición de inferioridad jurídica frente al otro. No debe concederse a

uno lo que se niega al otro, en igualdad de circunstancias; sin embargo, este principio se

estremece bajo un sistema social donde no hay un mínimo equilibrio en el reparto de los

medios para la subsistencia del ser humano, ni igualdad en razones de raza, religión,

idioma, condición social y política; ello implicaría que no todos los litigantes estén en la

posibilidad, no solo de ingresar al proceso, sino de afrontarlo en toda su dimensión;

además, la calidad técnica para la defensa o resistencia del derecho en debate y las

estrategias procesales que se asuman en el proceso, dependen del profesionalismo del

abogado y de los honorarios que se fijen para su retribución.

i) Principio de juez y derecho:

El artículo consagra el aforismo iura novit curia que señala “las partes deben expresar

los hechos y el juez el derecho” el cual también es reproducido en el artículo VII del

Título Preliminar del Código Civil a pesar de su naturaleza procesal.

Históricamente en la conducción del proceso se han debatido dos corrientes: la

supremacía de la libertad individual de las partes sobre el juez espectador y la jerárquico

autoritaria que postula el aumento de los poderes del juez para la dirección y

conducción del proceso así como la vigilancia de la conducta de los justiciables,

generando con ello a un juez-director del proceso.

El aforismo iura novit curia, se presenta como una restricción al clásico principio

dispositivo y al contemporáneo principio de autoridad. Reconoce la necesaria libertad

con que debe contar el juez para subsumir los hechos alegados y probados por las

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partes, dentro del tipo legal; libertad que subsiste aun en la hipótesis que los litigantes

hubieran invocado la aplicabilidad de otras disposiciones. En otras palabras, implica

conferir al juez la facultad de calificar libremente la relación jurídica en litigio, sin tener

en consideración que las partes puedan haber efectuado un encuadro diverso del hecho a

la norma.

El juez no está obligado a seguir a los litigantes en sus planteamientos jurídicos; puede

apartarse de ellos cuando los considere erróneos, invocando precisamente el iura novit

curia porque son objeto de decisión los petitorios no las razones jurídicas que expongan.

El juez debe dirimir la litis con prescindencia de las alegaciones normativas efectuadas

por los justiciables. Como señala Peyrano(1) al juez le está vedado, dentro de un

esquema procesal crudamente dispositivista, ser curioso respecto del material fáctico;

pero puede, y debe, emprender una búsqueda sin fronteras, tendiente a subsumir

rectamente aquel dentro del ordenamiento normativo.

j) El principio de congruencia:

La congruencia es un principio procesal que hace a la garantía del debido proceso, que

marcan al Juez un camino para poder llegar a la sentencia, y fijan un límite a su poder

discrecional. En el proceso civil el Juez no puede iniciarlo de oficio, ni tomar en cuenta

hechos o pruebas no alegados por las partes, y a ellos debe limitarse la sentencia: solo a

lo peticionado en la demanda. La congruencia aquí se manifiesta en la adecuación entre

lo pedido y la decisión judicial contenida en la sentencia. Ésta debe estar referida

exclusivamente a las partes intervinientes, referirse al objeto o petición (desalojo,

escrituración, incumplimiento contractual, etcétera) y a la causa (fundamentos)

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concretos en litigio, sin considerar aspectos o probanzas que las partes no hayan

aportado.

El Juez en su sentencia, debe expresar en los considerandos el porqué de su decisión,

haciendo alusión a los hechos que las partes invocaron y a las pruebas producidas y

aplicando las normas jurídicas pertinentes. A posteriori, la parte dispositiva condena,

absuelve o reconviene pero siempre de acuerdo al petitorio.

Una sentencia incongruente es arbitraria, pues excede la potestad del juez, ya sea que

decida más de lo reclamado, o menos de lo que fuera pedido, o sobre cuestiones no

articuladas.

En caso de apelación, el Tribunal de Alzada debe limitarse a decidir lo que fue motivo

de la expresión de agravios, no pudiendo modificar la sentencia perjudicando al

impugnante. El pronunciamiento de apelación debe ser expreso y debe sustentarse en la

mayoría absoluta de votos.

k) Principio de gratuidad en el acceso a la justicia:

El acceso a la justicia sirve para enfocar dos propósitos básicos del sistema jurídico por

el cual la gente puede hacer valer sus derechos y/o resolver sus disputas, bajo los

auspicios generales del Estado. Dichos propósitos señala Cappelletti y Garth deben

orientarse a contar con un sistema accesible para todos; y que brinde resultados

individual y socialmente justos. El derecho a un acceso efectivo a la justicia se

reconoce, cada vez más, como un derecho de importancia primordial entre los nuevos

derechos individuales y sociales, ya que la posesión de derechos carece de sentido si no

existen mecanismos para su aplicación efectiva.1 En ese sentido, resulta atendible la

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idea de Cappelletti, de calificar al acceso a la justicia como el derecho humano más

fundamental, en un sistema legal igualitario moderno que pretenda garantizar y no

solamente proclamar– los derechos de todos.

Como ya se ha señalada, este principio está ligado a la idea del libre acceso de los

justiciables al Órgano jurisdiccional, sin embargo, la desigualdad económica de las

personas, la lejanía geográfica de las sedes judiciales, los patrones culturales y

lingüísticos, constituyen los principales obstáculos para un efectivo acceso a la justicia.

Frente a ellos decimos que el desequilibrio económico de los litigantes, va a permitir

ventajas o desventajas estratégicas en los litigios, puesto que las personas que posean

mejores recursos financieros podrán darse el lujo de iniciar un litigio y soportar los

retrasos de este, si así fuere la estrategia trazada.

Para permitir el equilibrio entre los justiciables, no solo para el acceso sino para la

permanencia en el proceso, se ha optado por asistir a las partes económicamente débiles

a través de la figura procesal del auxilio judicial; a pesar de ello, este postulado en la

realidad no es viable porque nunca son suficientes los mecanismos que crea el Estado

para tal efecto, en tanto este propicie y mantenga la desigualdad económica entre los

hombres. De ahí que, este principio aparezca como un ideal, pues, la realidad nos dice

que el proceso civil sigue siendo costoso y el ciudadano solamente tiene real acceso a la

justicia, si dispone de suficientes medios económicos. Bajo esa óptica resulta

declarativo la gratuidad de la administración de justicia y la defensa gratuita para las

personas de escasos recursos que regula el artículo 139 inciso 16 de la Constitución

Política, pues, consideramos que existe un acceso a la justicia igualitaria de derecho más

no de hecho.

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l) Principio de vinculación y formalidad:

Una vieja creencia que ha acompañado a la práctica judicial nacional es calificar a las

normas procesales como de orden público. Monroy se refiere a ellas como normas que

contienen una propuesta de conducta, que puede o no ser realizada por una de las partes,

sin que su incumplimiento afecte el sistema jurídico o las reglas de conducta social

consensualmente aceptadas. Las normas procesales contenidas en este Código son de

carácter imperativo, ubicadas en el derecho público, sin que ello signifique que sean de

orden público.

La norma procesal recoge imperativos categóricos, tanto de mandatos como de

prohibiciones, a la voluntad de los particulares, de suerte que la observancia de la norma

no puede dejarse a la espontaneidad de los sujetos a quienes tales imperativos se

dirigen. El Derecho Procesal está adscrito al Derecho Público a pesar que en el proceso

civil se discutan derechos de índole privado por el rol que asume el Estado en el

proceso, a través de sus órganos judiciales. Estos, al ser titulares de un poder público, no

se hallan equiparados a las partes o a los terceros, sino que se encuentran en un plano

supraordenador con respecto a los restantes sujetos procesales, a quienes imponen, en

forma unilateral, la observancia de determinadas conductas.

Clásicamente se consideraba que las formalidades procesales tenían que ser de

obligatorio cumplimiento. Las actuaciones procesales eran exageradamente ritualistas

que apenas se diferenciaban de una ceremonia religiosa; esta exageración originó los

abusos y las degeneraciones del formalismo, ya que la forma fue adquiriendo un valor

esencial, por la forma misma, con prescindencia de su objeto y de su fin.

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Esta posición ha sido superada hoy en día con la influencia del sistema publicístico en

el proceso civil, atribuyendo al juez director del proceso la facultad de adecuar la

exigencia de la forma más apta para obtener el propósito perseguido en el proceso:

solución al conflicto y restablecer la paz social.

Concurren al proceso dos principios antagónicos para abordar la forma de los actos

procesales. Uno que propicia la liberalidad, sin embargo, no puede contrarrestar la

arbitrariedad y el caos que dicha posición genera; y otra, la formalidad que privilegia el

abuso de la forma y la postergación del derecho.

m) Principio de doble instancia:

En el proceso primitivo no se concebía la pluralidad de instancias porque se consideraba

que el fallo era expresión de la divinidad, por tanto, no se admitía que exista un órgano

superior a ella capaz de revocar sus decisiones. En la medida que el proceso se va fue

incorporando al orden estatal, se fue advirtiendo la conveniencia de proteger a las partes

del error o la arbitrariedad del juez.

Modernamente la organización judicial puede presentarse, según los grados de

conocimiento, en instancia única o en instancia plural. Según Monroy, los que han

incorporado y consolidado procesos de instancia única, son aquellos que han logrado

una considerable evolución del Derecho y del proceso, así como un elevado desarrollo

en la solución de sus problemas básicos; por esa razón, estando al proceso de evolución

de los estudios procesales en el Perú y de solución de sus problemas esenciales, no sería

oportuno por ahora concretar legislativamente procesos de instancia única”.

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Por otro lado, los que asumen la posición de pluralidad de instancias la justifican como

la garantía del individuo frente al Estado, frente a las providencias de los jueces, para

que sean revisados por otros jueces de superior jerarquía el control de legalidad y

justicia. La legislación suele limitar sus instancias a dos o a un máximo de tres. El

derogado Código de Procedimientos de 1912 es una expresión de la pluralidad de

instancias, al permitir no solo que los jueces de las salas civiles de la Corte Superior

conozcan del recurso de apelación sino que, a través del recurso de nulidad, se permitía

la intervención de las salas de la Corte Suprema. La Constitución Política del 93

también regula la pluralidad de instancia (artículo 139 inciso 6) a diferencia del Código

Procesal Civil que lo restringe a la doble instancia.

El principio de economía procesal es el principal sustento para los partidarios de la

instancia única pues consideran que la multiplicación de instancias, so pretexto del

control de legalidad, permite la presencia de procesos eternos y costosos; sin embargo,

los valores jurídicos de seguridad y orden no se encuentran en función directa con el

número de instancias, y los postulados de economía y celeridad pueden darse

igualmente en ambos tipos procesales: la instancia única y la plural.

Sobre el número de jueces que deben fallar en el mismo grado de conocimiento, existen

dos criterios: la intervención de un juez (los unipersonales o singulares) y la

intervención de varios jueces (los pluripersonales o colegiados). En los regí- menes

sometidos a la doble instancia se reserva al primer grado a los unipersonales, mientras

que al segundo grado a los pluripersonales; en los ordenamientos procesales de instancia

única, existe la tendencia hacia los jueces pluripersonales. Nuestra legislación procesal

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opta por el doble grado de conocimiento, como juez único en el primero y múltiple en el

segundo, pero con las adecuaciones de la celeridad en el proceso.

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CONCLUSIONES

Toda norma procesal se construye sobre la elección de algún lineamiento o principio, de

donde es posible encontrar su razón de ser. Para interpretar una norma procesal, no es

suficiente el análisis exegético de la misma, sino es necesario tratar de encontrar en el

conjunto normativo las líneas directrices que le sirven de sustento y desarrollo.

En nuestro medio, bajo la tradición de concebir el proceso únicamente como

procedimiento, no ha existido preocupación por indagar respecto de los principios

procesales, creyendo que el procedimiento es una mera secuencia de etapas, sin ligazón

alguna, sin una "viga" que lo sustente de principio a fin. Por ello, las dificultades ante los

vacíos de la ley, ya que las soluciones eran de lo más caprichosas, porque no estaban

referidas a los principios. Las interpretaciones exegéticas tienen sus limitaciones, carecen

de horizonte cuando las mismas no están referidas al conjunto normativo y a los principios

que lo sustentan.

Ha existido la concepción que el proceso es un asunto de la práctica, con un claro y

ostensible desdén por los aspectos teóricos. El estudio de los principios procesales

demuestra la tremenda ligazón entre lo teórico y lo práctico. La práctica se enriquece

cuando las soluciones provienen de lo teórico, y, a su vez, lo teórico profundiza ante los

casos prácticos.

Y aun cuando el desarrollo de los principios procesales corresponde a la doctrina y a la

jurisprudencia, el legislador peruano ha optado por considerarlos expresa y taxativamente

en el Título Preliminar del nuevo Código Procesal Civil.

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ANEXO

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 OTEIZA, Eduardo. El debido proceso. Evolución de la garantía y autismo procesal. En:


Debido Procesal. Pág. 03 y sgs.

 TICONA POSTIGO, Victor. El derecho al debido proceso en el proceso civil. Pag. 81 y


sigs.

 MONROY GALVEZ, Juan. Introducción al Proceso Civil. Pag. XVI.

 V. TICONA POSTIGO. “Análisis Y Comentario al Código Procesal Civil”, Tomo I,


Pág.33

 V. TICONA POSTIGO. “Ob. Cit”,. Pág.38

 V. TICONA POSTIGO. “Ob. Cit”, Pág.45

 L. ENRIQUE PALACIOS. “Manual del Derecho Procesal Civil”, Pág.83.

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