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1. El Derecho penal. Concepto. Caracteres. Contenido. Fines.

Relaciones con las restantes


manifestaciones del Derecho. El Derecho penal, entendido como sistema de normas que obedecen a
principios comunes, es aquél que describe sucesos (así ocurre, por ejemplo, en la Parte Especial del
Código penal) cuya comisión acarreará las sanciones más graves de las que dispone el Estado; y a su vez
determina cuáles serán las condiciones para punir o no a los autores; como lo hace en la Parte General
del mismo Código.

La sanción de leyes penales es necesaria para encausar la convivencia para que se desarrolle en armonía;
por lo mismo, ningún grupo social ha prescindido –ni puede hacerlo- de amenazar con penas y de
aplicarlas cuando aquellas reglas no sean acatadas.

Forma parte del Derecho público y, como tal los particulares –por regla- no tienen facultades que les
permitan influir en el funcionamiento de sus instituciones; salvo excepciones como aquélla que
determina la existencia de delitos dependientes de instancia privada o de acción privada respecto de los
cuales es la voluntad del particular la que va a permitir poner en movimiento los procedimientos para
juzgar a los autores. Esto no significa –obviamente- que los interesados tengan atribuciones como para
modificar la ley penal, cuyo dictado corresponde exclusivamente al Estado: es irrefragable.

El Derecho penal, como ciencia, tiene como finalidad la de fijar las pautas para interpretar la ley,
encontrando los grandes principios, utilizando métodos que permiten ordenarlos y desarrollarlos. A esos
efectos y tratando de que la aplicación de la ley por parte de los magistrados sea predecible, se produce
una especia de reconstrucción intelectual de las normas. Por ejemplo: El art. 34 C.P. bajo el título
"Imputabilidad" establece cuáles son las hipótesis en las que no se aplicará pena: al Derecho penal,
como ciencia, le corresponde ordenarlas en causas de ausencia de acción, de tipo, de ilicitud o de
culpabilidad; para entender las normas y aplicarlas correctamente.

En cuanto respecta a los fines del Derecho penal, en general: El consignarlos de una forma u otra
depende de la orientación filosófica de los respectivos intérpretes: Para nosotros el fin del Derecho penal
es introducir justicia en una relación entre el autor, la víctima y la comunidad, generada a partir de un
hecho calificado previamente por la ley como delito; y al mismo tiempo tratar de conseguir que sucesos
semejantes no se repitan.
Por último, la doctrina ha dado en algunos casos, más que definiciones una idea de cómo funciona el
sistema: Cuando una acción humana, guiada por la voluntad, perturba el orden jurídico fijado por la
autoridad pública, aparece la necesidad de restaurarlo aplicando, en su caso, una pena. El Derecho penal
es, entonces, la ciencia que estudia el delito como fenómeno jurídico y las relaciones que se producen
entre esa infracción y la consecuencia prevista para restaurar el orden normativo.

Este quehacer supone llegar a un punto en el cual se consiga el saber del Derecho penal. Este se
diferencia del conocimiento característico de las otras ramas, por la sanción, que le es propia, particular;
que le pertenece exclusivamente, y es la pena.

En orden a los caracteres del Derecho penal se trata de una ciencia, rama del Derecho público, que
estudia las normas que relacionadas con el castigo; así como cumple –simultáneamente- la función de
garantizar los derechos de quienes delinquen, frente al poder del Estado.

Se trata de una disciplina cultural (se ocupa del deber ser) calificativo que se le asigna para diferenciarla
de las naturales (del ser). Es valorativa, pues las leyes penales están diseñadas de manera tal que
desvaloran los comportamientos antisociales y establecen categorías en orden a la mayor o menor
gravedad; calificación que se refleja luego en las clases y a la gravedad de la pena amenazada, según
sean los bienes jurídicos afectados y la manera en que sean agredidos.

Conforme al mandato constitucional de que debe haber una ley previa al hecho para que el autor de
éste pueda ser juzgado y, en su caso, castigado (art. 18 C.N.), la normativa penal constituye un sistema
discontinuo de ilicitudes. Todas aquellas conductas que no están previstas son libres (art. 19 C.N.). De allí
la importancia que tiene la redacción de los tipos penales, ya que deben describir con precisión lo
prohibido u ordenado bajo amenaza de pena: No puede haber zonas grises, cuya existencia podría
prestarse a la analogía; procedimiento que, en nuestro país, no puede constituir una fuente de Derecho.

Se relaciona con las restantes ramas del Derecho: con el Constitucional porque la Constitución nacional
es la base de toda norma jurídica y ella da las pautas acerca de cómo debe ser la legislación de fondo y
de forma, así como las decisiones jurisdiccionales que se adopten tomando como base la misma. Con el
Derecho civil, en cuando el Código de materia regula las grandes instituciones; como el matrimonio, la
patria potestad, los contratos, los derechos reales, etc. Por ejemplo: El art. 34.4 en cuanto declara
impune al que obrare en el ejercicio legítimo de su derecho. Es posible que la indicación acerca del
actuar lícito se encuentre en algún precepto del Código civil. Lo mismo puede señalarse en orden al
Derecho administrativo: en el mismo precepto del C.P. se habla del legítimo ejercicio de la autoridad y la
regulación respectiva estar dada en aquella rama del Derecho.

2. El Derecho penal subjetivo. La potestad punitiva del Estado. Concepto y límites. Antes hemos
anticipado nuestra forma de pensar sobre el tema: El Estado no tiene derechos subjetivos. De todas
maneras, como la tradición sostiene lo contrario, resulta útil suministrar algunas indicaciones al
respecto, sobre todo porque algún autor encuentra así la posibilidad de suministrar alguna definición
subjetiva sobre lo que es el Derecho penal; en este orden de pensamiento, la ciencia que funda y
determina el ejercicio del poder punitivo del Estado.

Hay, por ello, quienes ponen el acento en el aspecto subjetivo, como otros lo hacen en el objetivo
(conjunto de normas) y criterios mixtos, ya que ese conjunto de normas son las que indican –y así
restringen – el ejercicio del ius puniendi del Estado.

La ausencia de tipos penales asegura la carencia de legitimación de la injerencia penal, reconociendo un


ámbito de actividad privada que la intervención penal está obligada respetar y cuidar con celosía.

El Estado debe dirigir su amenaza penal únicamente para supuestos de lesión o puesta en peligro de
bienes jurídicos.

Una vez reconocidos estos límites, corresponde a la autoridad pública actuar, conforme a las reglas
procesales instituidas, pues no quedan libradas a la decisión de los particulares las consecuencias que
surgen de la conducta delictiva. Asume con supremacía soberana, dirigiéndose por medio de normas
generales al individuo en un plano de superioridad, como persona del Derecho público. Por eso el
Derecho penal es una rama del Derecho público; y a su vez puede ser dividido en Derecho penal común
y Derecho penal especial. por el Derecho penal administrativo, el Derecho penal disciplinario, El Derecho
penal militar, el Derecho penal tributario, etc. Algunos autores agregan a esta enunciación el Derecho
Penal del Trabajo, y Derecho Penal Intelectual.

3. El Derecho Penal objetivo. 3.1. Derecho penal material, procesal penal y penal ejecutivo.
Derecho penal objetivo es el conjunto de normas: la totalidad de las leyes que tienen contenido penal. A
través de ellas se hace conocer la voluntad del Estado de reprimir las conductas antisociales más graves;
también cómo lo hará; a través de qué procedimiento. Y, finalmente, como ejecutará las penas con las
que amenaza la comisión de esos hechos. Esas etapas distinguen el Derecho penal material (también
llamado material o de fondo), el procesal penal (denominado asimismo como de forma o adjetivo) y el
penal ejecutivo.

El primero describe las conductas mandadas o prohibidas y establece cuáles serán las sanciones para
quienes incurran en ellas (p.e. en la Parte especial del C.P.) ; también establece las condiciones que
tienen que concurrir para la punibilidad (Parte general del C.P.). Por su parte, el Derecho procesal penal
es el conjunto de reglas para la administración de justicia (el desarrollo del juicio penal); en orden a esas
reglas también se genera un estudio sistemático que se denomina Ciencia del Derecho procesal penal.
Conforme al particular federalismo de nuestra organización institucional, el Código penal es sancionado
por la Nación (art. 75 inc. 12 C.N.) y los códigos de procedimientos (salvo el que organiza los juicios
federales) por los estados particulares (las provincias y la Ciudad autónoma de Buenos Aires), conforme
a la reserva que hicieron las Provincias, al organizar el sistema federal, de los poderes que no delegaron
al Estado nacional (Art. 5, 121, 122 y 123 C.N.).

Por último, la sentencia de condena es, como toda sentencia que resuelve la cuestión en debate, es
declarativa. Cuando ella condena, al sistema se agregan las reglas de lo que se denomina Derecho de
ejecución penal para que se apliquen la pena o la medida de seguridad que el tribunal haya impuesto.
Cuando esa condena implica encierro, la rama específica se llama Derecho penitenciario, que en nuestro
país estudia –principalmente- la ley de ejecución de las penas privativas de la libertad.

3.2. Derecho penal común y especial.

Junto al Derecho penal común, integrado por el Derecho penal material, el formal y el de ejecución, hay
un conjunto de disciplinas especiales las que, en definitiva, se desprenden del mismo tronco y, por tanto
deben respetar los grandes principios –con base constitucional y en algunos casos marcados por los
derroteros que indica la Parte general del Código Penal- que rigen toda la materia punitiva. Entre ellas se
encuentran:
El Derecho penal militar que cuenta con un contenido legislativo particular y propio, un Código
conformado por tres partes: Organización de los Tribunales militares, Procedimiento aplicable y
finalmente figuras delictivas específicas, éste último, constitutivo del Derecho penal militar sustantivo o
de fondo. La particularidad de esta rama radica en los bienes o intereses jurídicos que tutela, como el
honor militar, la disciplina militar, la eficiencia del servicio, etc.

El Derecho penal tributario destinado a sancionar los actos que violan los intereses de la hacienda
pública. Como característica específica cuenta con la pena fiscal la que, si bien en algún aspecto tiende a
imponer la disciplina en el cumplimiento de las obligaciones de esa índole, por otro lado es sanción
retributiva, en forma de multas fijas, proporcionales o sujetas a escalas de porcentaje. Estas persiguen,
aparte de cumplir la finalidad de prevenir la comisión de hechos semejantes, la obtención de ventajas
económicas para el Estado. El régimen legal, propio de la materia, tipifica los delitos tributarios (evasión
simple, evasión agravada, apropiación indebida de tributos, etc.), los relativos a los recursos de la
seguridad social, así como regla los procedimientos administrativo y penal destinados a juzgarlos.

En la misma línea de actividades, existe un Derecho penal financiero destinado a las infracciones que se
refieren a operaciones ilícitas en sociedades, negociaciones fraudulentas de banca, operaciones
bursátiles, simulaciones, alteraciones de balance, etc.

En cuanto al Derecho penal económico es aquel integrado por disposiciones especiales que tienden a la
prevención y represión de los hechos delictivos que afectan el desarrollo armónico de la economía
nacional.

El Derecho penal disciplinario en gran medida procura mantener el orden en la Administración pública
pero no se limita estrictamente a las relaciones y sujetos de ella, sino se extiende al ejercicio profesional
habilitado por el Estado y a actividades del servicio público con independencia de los sujetos
prestadores. Este Derecho penal es especial dispone de sanciones distintas a las del Código penal y a las
de las leyes penales especiales. Ellas están relacionadas a la actividad de que se trate, y se materializan
en cesantía, inhabilitación, suspensión y otras del mismo carácter. Aparte la diferencia también está dada
por la relativa indefinición de la tipicidad de las infracciones si, por ejemplo, se castigase el mal
desempeño en el servicio, sin decir –concretamente- qué faltas están comprendidas en esa imputación
genérica.
La enunciación de Derechos penales especiales puede continuar, pero no es conveniente que se
extienda, pues se corre el riesgo de alejar esas disciplinas del tronco común, con la consiguiente dilución
de las garantías que resguardan la Constitución nacional y el propio Código penal.

Sin embargo, y no obstante que el tema está vinculado al examen que se hará en el apartado siguiente,
es preciso mencionar el Derecho penal administrativo, que asocia al incumplimiento de algunos deberes
de los particulares con la Administración pública o directamente con la sociedad, como se verá luego,
que no están previstos como delitos, con una sanción que encierra diferencia con las propias del
Derecho penal común o material.

Sin perjuicio de volver sobre el tema, adelantamos que esos hechos no están previstos como delitos
pues no revelan una gravedad extrema; tanto que a esta disciplina se la llegó a denominar Derecho penal
de bagatelas.

3.3. Delitos y contravenciones. No hay acuerdo doctrinal acerca de las diferencias entre ambos tipos de
infracciones: una corriente sigue un criterio cuantitativo; en orden a la gravedad de cada una de ellas. Así
la falta o contravención tendría idéntica naturaleza que el delito, solamente sería un delito en miniatura.

Sin embargo, esa idea no puede conformar, y menos ser útil en nuestro Derecho teniendo en cuenta el
federalismo que ha sido adoptado. Como que la potestad de legislar sobre contravenciones es un poder
no delegado por los Estados particulares al nacional. Si la falta fuere un delito de menor gravedad, sería
suficiente que el Congreso no considerase así el hecho contemplado por las Legislaturas locales para
llevarlo al Código Penal y así apropiarse de una facultad que no tiene.

Por lo mismo, sostenemos que la contravención, antológicamente, se diferencia del delito. Y la distinción
está en que aquella cumple una finalidad de prevención de que se cometan delitos. Constituye una
barrera para que tal cosa suceda. Se ocupa de anticiparse a que ocurran sucesos que afectan la vida
normal de una comunidad local y, si esto sucede, de castigarlos aplicando sanciones que son diferentes a
las penas que contempla el Código penal. Nunca un Código local (llámese de Faltas, Contravencional, o
de la Convivencia Social) podría contemplar la prisión, la reclusión o la inhabilitación; sí la multa, hasta
cierta entidad.

El Derecho contravencional debe observar todos los principios constitucionales, de legalidad y de


culpabilidad: también los legales recogidos por el Código Penal (la responsabilidad penal por dolo o por
culpa; nunca objetiva), así como el procedimiento que garantice los derechos del individuo sometido a
él.

3.4. Delitos comunes, políticos y conexos. Es posible enfocar la diferencia entre ellos desde tres puntos
de vista: el objetivo, el subjetivo y el mixto.

El primero pone la atención en la naturaleza del bien jurídico afectado por la acción ilícita, considerando
delitos políticos las conductas que dañan o ponen en peligro el ordenamiento institucional del Estado o
los derechos de la población, entendidos como colectivos: Con esta inteligencia, la infracción puramente
política tiene como consecuencia la destrucción o la perturbación de la organización común.

Según el enfoque subjetivo, lo que interesa es la finalidad que persigue el autor: será político si una
tendencia de ese carácter lo guía.

El criterio mixto une ambos extremos: El delito es político cuando su autor tiene como móvil atacar el
interés de mantener la estructura institucional que, para su gobierno, a adoptado la comunidad. No es
suficiente que la acción afecte los intereses del Estado (como ocurre con una malversación de los
caudales públicos) sino que es preciso que constituya un atentado contra las condiciones políticas de él,
sea cual fuese la finalidad última que guíe al agresor.

En cuanto a los denominados delitos conexos, aunque se trate de un hecho que podría también ser
común, lo que le da tónica política es que quien los comete no está guiado por móviles bajos, como la
codicia, la venganza, el odio; es indispensable que los motivos sean elevados (en el sentido del posible
beneficio general, como pueden serlo los propósitos de restaurar la libertad perdida por obra de un
poder despótico.

El delito común también puede considerarse conexo con el político cuando se ha cometido para preparar
el político o es una consecuencia del mismo, siempre que estén íntimamente vinculados.

4. El estudio científico del fenómeno penal. La Dogmática penal. La Política criminal. La Criminología.
Objeto, contenido, método y evolución de cada una. Estudio de sus relaciones. Su influencia en las
construcciones conceptuales modernas.
Por ciencia se entiende un conjunto ordenado de conocimientos y para constituir una disciplina de ese
carácter, particular, debe partir de una realidad y aplicar un método propio.

Hablando del estudio científico del fenómeno penal, resulta evidente que no puede haber una ciencia
que comprenda todos sus aspectos, pues él tiene múltiples facetas y, por lo mismo, puede ser enfocado
partiendo desde cada una de ellas.

De todas maneras, y para no extender innecesariamente el análisis, es posible circunscribirlo a tres


desarrollos: Uno, con raíz en el Derecho positivo vigente, lo que da nacimiento a la Dogmática; otro
entendiendo el delito como acontecimiento natural (es decir, fáctico) que aparece en un grupo social,
perspectiva que da curso a la Criminología. Y el tercero, recogiendo el resultado de las investigaciones de
ambas áreas y procurando hacer más amigable la vida comunitaria, culmina con la adopción de una
Política criminal determinada.

De las tres maneras de visualizar el fenómeno del delito, la única que puede llamarse, verdaderamente,
ciencia, es la Dogmática pues tiene una base firme: el Derecho positivo vigente (éste es el dogma,
entendido como verdad revelada en las creencias religiosas. Y un método que, como todo estudio
científico jurídico, es deductivo, valorativo y finalista. Esto último en el sentido de obtener un mejor
conocimiento del Derecho para una exposición ordenada y una aplicación más justa.

A su vez, es dable deducir de la Filosofía (jurídico-penal en el caso) los grandes lineamientos de lo que
debe ser una perspectiva adecuada a lo que manda una Constitución como la argentina, protectora de la
libertad y de los demás derechos individuales.

Por lo mismo, porque persigue fines, su labor no puede ser aséptica. Desnaturalizaría su condición de
ciencia si constituye una mera exposición de la ley, tal cual su texto. Por el contrario: se trata de la
reconstrucción del Derecho positivo vigente utilizando las herramientas que ella misma ha ido
elaborando. La tarea de la Dogmática no es un ejercicio de lógica pura porque lo que interesa,
fundamentalmente, es examinar los contenidos del sistema jurídico-penal, descubrir el telos de la
norma, siendo el objetivo final que las decisiones jurisdiccionales resulten predecibles.
Lo único cierto es que no realiza la crítica a los efectos de reformar la normativa, pues ésta es una labor
que corresponde a la Política criminal; tampoco debe sustituir lo que es el texto legislado por criterios
sociológicos; vicio en que incurre un sector de la doctrina contemporánea. Esta última observación
crítica viene a cuento porque, si bien interesa conocer cómo funcionan los grupos, en orden al control
social, ninguna observación al respecto, por muy acertada que sea, puede dejar de lado lo que la ley
dispone.

Es el Derecho positivo vigente el objeto de estudio. A las demás disciplinas científicas que se ocupan de
los problemas de la delincuencia, corresponde la aplicación de otros métodos no dogmáticos. La
investigación de leyes naturales, de regularidades aproximativas en los fenómenos, etc., es una actividad
experimental y preferentemente inductiva. La Antropología criminal, la Sociología criminal y la
Criminalística no se deben confundir con el Derecho penal, como ciencia normativa, y de la conveniencia
de un método determinado para aquellas investigaciones no puede deducirse la adecuación del mismo
método para el Derecho penal. Pero de este aserto no se deduce que los hallazgos de estas disciplinas
deban dejarse de lado para la que constituye el objeto central de nuestro estudio.

En un momento se creyó que la labor científica debía ser la de examinar exclusivamente la ley, y elaborar
teorías que posibiliten el dictado de sentencias previsibles.

Hoy existe la convicción de que eso no es suficiente, de que la norma es sólo una parte del objeto de
estudio mientras que a la otra la constituye el propio funcionamiento del sistema, porque de no ser éste
examinado, queda sin comprobación si se realizan o no los fines que el Derecho se propone.

Esto explica la insistencia, de una parte de la doctrina contemporánea, en que la Teoría del Delito debe
reelaborarse a partir de la pena la que, al fin y al cabo, es la única realidad que da origen a esta rama del
Derecho.

De todas maneras, sean cuales fuesen los enfoques (que en distintos momentos del siglo XX dieron lugar
a absurdamente encarnizadas "luchas de escuelas") debe presidir las conclusiones el espíritu que destila
la Constitución Nacional Argentina, según el cual la libertad y la inocencia son la regla, en tanto que los
errores humanos merecen la tolerancia que deriva de comprender que la falibilidad es una perspectiva
propia de la especie.
En cuanto a la Política criminal ha sido considerada como una disciplina integrante de la llamada
Enciclopedia de las ciencias penales, y tiene por objeto de los medios necesarios para enfrentar con
mayores perspectivas de éxito el fenómeno de la delincuencia. Desmenuzando la denominación,
tenemos que Política es el arte de gobernar, lo que unido al adjetivo criminal representa la idea de cómo
gobernar mejor en esa área de los acontecimientos lesivos que se producen en la sociedad. Los hallazgos
político-criminales guían las decisiones que toma el poder político para proteger los bienes jurídicos
fundamentales o proporciona los argumentos para criticar esas decisiones. Cumple, por ende, una
función de guía de los senderos para un mejor actuar y de crítica de las decisiones equivocadas.

Se supone que el Estado, como organización jurídica de la comunidad, tiene que ser conducido de tal
manera que materialice determinados proyectos. Consecuentemente tiene que existir primero una idea
de lo que, por estimárselo bueno y útil, se debe hacer y luego poner los medios de que se disponga al
servicio de esa finalidad.

También es deseable que los lineamientos sean seguidos por los sucesivos gobiernos, sin perjuicio de
que cada uno de ellos adopte las modalidades que le parezcan más adecuadas para llegar a la meta.

Trasladando estas consideraciones a la Política criminal de la República Argentina, una apreciación muy
genérica demuestra, a mi juicio, lo siguiente:

La sociedad, y quienes la representan formando parte de los órganos de conducción del Estado,
responden ante el delito con impulsos emocionales. Reaccionan ante la trasgresión de sus reglas pero no
saben bien qué hacer con los infractores.

En las dos primeras décadas del siglo XX (aunque ello haya ocurrido en muy raras ocasiones) mataba
legalmente, como que estaba vigente la pena de muerte, a los autores de los crímenes más feroces,
enviaba a la cárcel a quienes no llegaban a tal nivel de "peligrosidad" y no adoptaba ninguna medida
(que por lo menos el público pudiese percibir) para con el resto.

Salvo la supresión del castigo capital, nada cambió desde entonces y en la actualidad sigue la
desorientación.
La sociedad, como siempre, reclama seguridad con relación a la delincuencia y el Estado no tiene
respuestas novedosas y –lo que es peor- no emite señales unívocas.

Las actitudes son las tradicionales: Por un lado procura intimar. La amenaza que utiliza el Poder ejecutivo
en alguna ocasión en que hechos graves conmocionan a la opinión pública, consiste en reimplantar la
pena de muerte.

La acción legislativa concreta opera, por un lado, aumentando hasta límites inconcebibles (por el
absurdo a que en la práctica conduce y por su propia irracionalidad) el número de acciones punibles.
Asimismo, en una actitud ingenua (pero ciertamente peligrosa para los derechos individuales) aumenta
las escalas penales de las figuras tradicionales creyendo que por esa vía se logrará algún efecto en el
cuerpo social.

Decimos que la actitud es ingenua, porque a esta altura ya nadie –y menos un legislador- debería
desconocer que la pura forma de un texto legal no modifica la realidad. Transformar la realidad
implicaría que la mayor cantidad de delitos sean esclarecidos y sus autores juzgados. Para lograrlo se
requiere un esfuerzo mucho mayor que el que representa sancionar una simple corrección de la ley: se
tienen que aplicar recursos económicos para incrementar la eficiencia de la Política, para acelerar los
trámites de la Justicia y para transformar en lugares humanamente habitables las prisiones.

Aparte, y básico, se necesita la concurrencia de una auténtica voluntad colectiva de resolver los
problemas íntegramente, respetando los principios constitucionales, y entre ellos el de igualdad, de
forma que la ley se aplique a todos, parejamente.

Es imprescindible que exista un auténtico espíritu republicano, que se halle consustanciado con la
historia y las tradiciones argentinas, de manera tal que de ellas se nutra y no de la imitación de
instituciones importadas ("arrepentido", "agente encubierto", etc.) que chocan con los sabios preceptos
receptados por nuestros próceres de 1853.

La otra faceta que muestra el Estado argentino actual es de signo totalmente contrario: Suscribe
convenios internacionales (algunos incorporados ahora a la Constitución) y participa de actividades de la
Organización de las Naciones Unidas signadas claramente por la idea de humanizar el sistema penal:
propugnan desincriminar los hechos que no representan una amenaza seria para la pacífica convivencia
y reducir las sanciones a la mínima expresión que sea posible en aras a esa misma convivencia.
Aparte, son elaborados proyectos de ley (algunos lograron aprobación) que enfrentan de manera más
racional la realidad cotidiana, propiciando –entre otras cosas- alternativas a la pena de prisión,
suspensión del juicio a prueba, etc.

Hay que reconocer que también deroga el Congreso (hecho inusual porque lo corriente es que sume y
no reste) algunas figuras como la del desacato, reñida absolutamente con el espíritu republicano y
espada pendiente que en cualquier momento podía caer sobre una prensa que no fuese complaciente
con el régimen de turno.

La Criminología, por su parte, es la disciplina que estudia los factores incluyen para que se genere la
delincuencia. En la época en la cual el Positivismo criminológico tuvo su auge (fines del siglo XIX y
comienzos del XX) se distinguían dos corrientes: La Antropología criminal, que inició el médico Cesare
Lombroso y Sociología criminal, cuyo máximo representante fue el jurista y sociólogo Enrico Ferri. En las
últimas décadas del siglo XX surgió otra corriente, llamada Criminología crítica que especuló en torno de
la incidencia que el propio sistema penal tiene para generar –a su vez- criminalidad.

Desde hace unas décadas, una corriente doctrinaria vuelve sobre el tema de las relaciones entre todas
estas disciplinas descubriendo la forma en que la Política criminal se proyecta hacia el saber penal, al
proporcionar el componente teológico interpretativo. Este, a su vez, está impregnado por concepciones
ideológicas que difieren, como es lógico, según el intérprete. El resultado de estas elucubraciones tiende
a traducirse en soluciones para casos concretos, que son soluciones dadas por un poder del Estado, es
decir, actos de gobierno o, lo que es lo mismo, actos de decisión política.

Así la propuesta político-criminológica concreta es orientada por el saber penal, al ensayar la


interpretación coherente de las decisiones político-legislativas para proponerla en la solución de los
casos concretos como proyectos de decisiones judiciales, que no pueden evadirse de ese tipo de
componente político.

Qué es el Derecho Penal?

El Derecho Penal es una rama del Derecho Público Interno. Puede considerarse una disciplina científica
ya que es un conjunto sistemático de principios. Se refiere a: delitos, penas, medidas de seguridad.
¿Cuál es el objetivo del derecho penal? El objetivo es la creación del orden social y su conservación, a
través de la imposición de sanciones para evitar comportamientos que se consideran peligrosos (delitos).

Un medio de control social se define como un conjunto de modelos y símbolos culturales que son
determinados y aplicados a través de un conjunto de actos. El derecho penal es uno de los medios de
control con los que cuenta el Estado para superar las tensiones y conflictos sociales.

A pesar de que el derecho penal pueda parecer un concepto moderno, diversas sociedades y
civilizaciones a lo largo de la historia han tenido unas normas parecidas a las que establece el derecho
penal. La Ley del Talión (el ojo por ojo, diente por diente) o el derecho romano son algunos ejemplos de
la evolución que ha sufrido el derecho penal a lo largo de la historia.

Además: 10 Características del Derecho

Características del Derecho Penal

Público

La sanción no se impone respondiendo al interés de la persona perjudicada por el delito, sino


respondiendo al interés de la colectividad. Por eso, la pena sólo puede ser impuesta por el Estado, es
decir que el derecho penal es un medio de control monopolizado por el Estado. No se ocupa de la
relación entre individuos sino de la relación entre el Estado soberano y los individuos.

Tiene tres aspectos

Objetivo: En tanto conjunto de normas jurídico-penales. Las mismas establecen una responsabilidad civil
derivada del delito. Por eso, la aplicación del derecho penal presupone el crimen como hecho, cuya
legítima consecuencia es la pena o la medida de seguridad.

Subjetivo: En tanto Derecho del Estado de sancionar, “Ius Puniendo”. La facultad del Estado de crear y
aplicar sanciones a quienes infringen esas normas jurídico-penales (Derecho Penal Objetivo). Esta
facultad se ejerce a través de la Criminalización Primaria (determinación de las conductas a sancionar) y
de la Criminalización Secundaria (aplicación de las penas).

Científico: En tanto doctrina, la Ciencia del Derecho Penal es la disciplina que interpreta y estudia, de
manera sistemática el Derecho Penal Objetivo vigente.

Punitivo
Los bienes jurídicos son creados por otros ordenamientos jurídicos distintos del Derecho Penal, pero este
último es el encargado de proteger esos ordenamientos jurídicos a través de la imposición de penas. Por
eso se lo denomina accesorio y secundario en relación a las ramas del derecho que crean los bienes
jurídicos.

Discontinuo

No prevé la intervención estatal en todas las situaciones, sino que especifica cuáles son las conductas
penadas (aquellas que resultan más peligrosas para los bienes que protege). Por eso el Derecho Penal se
considera valorativo, porque al seleccionar las conductas más peligrosas, les da una importancia a su
carácter dañino.

Regulador de conductas

Únicamente se ocupa de las acciones de las personas que exceden su pensamiento, aquellas que se
manifiestan en el exterior de la persona. Es decir que Derecho Penal no se ocupa del ámbito del
pensamiento.

Lo que se castiga son actos o hechos consumados. Sólo cuando se ha cometido una acción se puede
penar y nunca se puede aplicar el derecho penal a una persona por las ideas que tenga.

“Ultima Ratio”

El derecho penal funciona como la última instancia jurídica que sanciona una conducta, es decir que su
intervención se vuelve necesaria para penalizar las conductas más peligrosas, ante las cuales ninguna
otra intervención del Estado es efectiva.

Cultural

La concepción de qué es un delito depende de cada cultura, por eso el Derecho Penal no sanciona las
mismas acciones en todos los países, e incluso es modificado a lo largo del tiempo en un mismo Estado.

Normativo
Una norma determina las conductas permitidas y las prohibidas. Al señalar las conductas que serán
sancionadas, el Derecho Penal es normativo ya que define aquello que está prohibido.

Finalista

Tiene un objetivo específico, un fin colectivo (puede ser mantener el orden social, asegurar el bienestar
de la comunidad, garantizar la justicia, etc.)

El objetivo principal del derecho penal es el de proteger a la sociedad de comportamientos que puedan
perjudicarla. Para ello se utilizan castigos impuestos a cualquiera que infrinja las leyes. Además, estos
castigos también tienen una función preventiva, puesto que aunque no pueden revocar las acciones ya
cometidas, pueden servir para la prevención de posibles infracciones futuras.

Personalísimo

Castiga exclusivamente a las personas que cometieron la infracción, es decir que la pena no puede
extenderse a sus descendientes ni a ninguna otra persona. Además, el responsable no puede ser
reemplazado por otro en el cumplimiento de la pena.

Proporcionalidad

El derecho penal está basado en el principio de la proporcionalidad, es decir, las sanciones o castigos
aplicados deben ser consecuentes con los delitos cometidos. Además, de manera similar se aplica el
principio de mínima intervención que dice que para aplicar una pena, el delito o falta cometidos deben
de ser graves y siempre se debe aplicar la pena menos grave posible que se adecue al delito

Métodos del Derecho Penal

Método Jurídico.- El Derecho en general es ciencia cultural, su método debe ser el usado por éstas
ciencias, por ello se dice que el método del Derecho Penal es el jurídico que se funda en la dogmática
jurídica que tiene ciertos principios generales de los cuales hay que deducir las consecuencias lógicas.
Siendo el método jurídico lógico admite el análisis de los hechos, la síntesis, la deducción y la inducción.
Esto deter¬mina la exclusión de los métodos experimentales.

Otros métodos.- No obstante lo explicado, en nuestra ciencia no han faltado quienes.han pretendido
desarrollarla empleando el método experimental.

El Positivismo Penal, representado principalmente por Enrrico Ferri, quiso usar el método experimental
para que nuestro derecho sea estudiado igual que las ciencias naturales. Pero la realidad demostró que
en Derecho Penal ni en Criminología el método experimental es aplicable por la propia naturaleza de sus
contenidos. No podemos experimentar con el delito ni con el delincuente.

Franz Von Lizt, seguido posteriormente por Hippel, Treves y otros, consideraron que el método aplicable
sería el Teleológico que ha tenido algún éxito en Derecho Civil y en Derecho Penal elaboró la teoría
finalista de la pena. A través de este método "se averigua la función para la que fue creada la ley, explora
la formación teleológica de los conceptos, esclarece el bien jurídico, desentraña el tipo legal ,se vale del
método sistemático y con ello logra una correcta interpretación de la ley, desentrañando la voluntad de
esta.

La Escuela Clásica empleó el método lógico abstracto, haciendo de la ley un silogismo y considerando
que el delito y la pena son abstracciones jurídicas inmutables, que existe primero como creación
normativa para luego adaptar la conducta a los preceptos. Peca por un exceso de abstracción.

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