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PARAFILIAS

1. Historia

La historia de la parafilia es tan antigua como la del hombre y, tal vez, constituya uno de los
que más curiosidad e interés haya despertado, en todas las épocas de la humanidad. Desde
Adán y Eva, se ha estado restringiendo el que suele ser sin límites al comportamiento sexual
de los humanos. Según cada cultura o cada religión, así se permitían o se castigaban las
costumbres sexuales de una época dada.

Por ejemplo, las relaciones sexuales con animales (zoofilias), son prácticas realizadas en
personas del campo y no eran consideradas como algo malo; en cambio, en personas que
viven en las ciudades, esta actividad puede considerarse como una enfermedad mental.
Han surgido otras parafilias o se han ido trasformando, debido a los cambios que hay en
las sociedades; así encontramos que cuando apareció el teléfono surgió una nueva parafilia
cuando realizan llamadas obscenas (escatología telefónica), lo mismo sucede con la
computadora y otros medios.

GRECIA y ROMA

El estudio racional y sistemático del comportamiento sexual humano data de los griegos
antiguos. Médicos como Hipócrates y los filósofos Platón y Aristóteles, los cuales pueden
ser considerados como los antepasados legítimos de la investigación sexual.

Estos hicieron observaciones extensas y ofrecieron las primeras teorías elaboradas con
respecto a las respuestas y disfunciones sexuales, la reproducción y la anticoncepción, el
aborto, la legislación de la sexualidad y la ética sexual.

En la Roma Imperial, médicos griegos como Sorano y Galeno avanzaron y sistematizaron


el conocimiento sexual antiguo. El trabajo de estos, alternado con el de eruditos islámicos
posteriores, dedicó una atención especial a las cuestiones sexuales.

SIGLOS XVI A XVIII

Los manuscritos griegos y romanos reeditados, se convirtieron en textos de lectura en las


escuelas médicas recién establecidas y estimularon el renacimiento de la investigación
anatómica en los siglos XVI al XVIII.

En el siglo XVIII con la influencia de la “perversión”, paso a ser patrimonio del campo
médico, privativo al sujeto. En este siglo tuvieron lugar varias obras que permitieron avanzar
en esta temática; como el libro escrito por el médico Samuel Tissot, “Onanismo” (1760).

Tissot se convierte en el divulgador más influyente de los peligros allegados a la


masturbación y durante los siguientes 150 años, el miedo a la “locura masturbatoria”, sigue
siendo un factor dominante en la prevención de la enfermedad y en la educación sexual del
adolescente.

El Marqués de Sade, encarcelado en la Bastilla por acusaciones morales, escribe


secretamente las extrañas, indignantes y blasfémicas fantasías de la masturbación (“The
120 Days of Sodom”). Todo esto inició una discusión vigorosa y crecientemente
secularizada sobre la ética sexual y produjo los primeros programas públicos y privados
sobre educación, nuevas clasificaciones y documentaciones sobre el comportamiento
sexual.

SIGLO XIX
Las nuevas preocupaciones en cuanto a la sobrepoblación, la psicopatía sexual y la
degeneración, dieron lugar al concepto de “sexualidad”. Estos condujeron a esfuerzos para
obtener un conocimiento intelectual más firme sobre un tema, que parecía crecer
rápidamente y hacerse cada vez más complejo.

Los avances en la ciencia fueron los siguientes:

 En 1822 el filósofo y bibliotecario alemán Friedrich Karl Forberg, publica su Manual


Clásico de Doctrina Erótica, una colección de textos griegos y romanos antiguos que
refieren a una gran variedad de comportamientos sexuales.
 Entre 1826-27 en Berlín, Wilhelm von Humboldt, proporciona una clasificación
neutral del comportamiento sexual humano, según sus cuatro objetos posibles: 1.
uno mismo, 2. el otro sexo, 3. el mismo sexo y 4. animal.

DESPUÉS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Después de la derrota de Hitler y del final de la Segunda Guerra Mundial, los europeos
tardaron muchos años en restablecer la investigación sexológica. Especialmente los
sexólogos alemanes, que se enfrentaron a enormes obstáculos, ya que la entera base
anterior de su trabajo había sido destruida. Con el tiempo hubo nuevamente algunos
escritores teóricos, pero mostraron poco conocimiento de su gran tradición perdida.

Cuando el primer sexólogo alemán de la posguerra Hans Giese, publicó un


nuevo Diccionario de Sexología, 1952, éste ni siquiera contuvo un artículo Sexología que
habría insinuado un cierto esfuerzo teórico o desafiado el establecimiento académico
existente. La Sexología todavía no se atrevió nuevamente a definirse; en realidad, la timidez
del esfuerzo fragmentario llegó a ser penosamente obvia en la primera oración del prefacio
de la obra

La investigación estadounidense produjo un cambio de escenario desde Europa a América,


fundamentalmente Estados Unidos, donde Kinsey y Masters y Johnson, tomaron la
dirección del desarrollo de la Sexología en todo el mundo, pero las universidades
establecidas han hecho menos que sus contrapartes europeas, para promoverlo dentro de
sus propias paredes.
En 1951 Clellan S. Ford y Frank A. Beach, publican su estudio Modelos del Comportamiento
Sexual. Los autores comparan a casi 200 sociedades humanas con respecto a su
comportamiento sexual. El libro revoluciona el absolutismo moral occidental tradicional en
materias sexuales.

ERA CONTENPORÁNEA

Según Haeberle en las últimas décadas la atención científica ha cambiado otra vez a los
estudios médicos y fisiológicos. Principalmente por el impacto producido por otros dos libros
iniciadores, Respuesta Sexual Humana (1966) e Insuficiencia Sexual Humana (1970),
escritos por William H. Masters y Virginia Johnson.

En respuesta sexual humana plantean los procesos fisiológicos durante la actividad sexual;
sugieren un modelo de cuatro fases de la respuesta sexual: excitación, meseta, orgasmo y
resolución. Las investigaciones se han centrado en tratar las disfunciones sexuales del
individuo o de las parejas. Como resultado, las dimensiones sociales e históricas del sexo
se han descuidado en gran parte.

En 1974, Helen Singer Kaplan publica su libro La Nueva Terapia Sexual, en el que
profundiza y avanza sobre las terapias descritas por Masters y Johnson, ideando terapias
breves y de alta efectividad para los trastornos sexuales.
Shere Hite, originó una gran polémica con sus dos estudios sobre sexología y sexualidad
humana. En el primero, Informe Hite sobre la Sexualidad Femenina (1976), recopila las
respuestas de 3.019 mujeres a un cuestionario. El segundo, Informe Hite sobre la
Sexualidad Masculina (1981), recoge las respuestas de 7.239 hombres a un cuestionario.
Otra de sus obras es el libro Sexo y negocios.

Con el primer Informe Hite se escandalizó a la sociedad americana, al reflejar que, por
ejemplo, las mujeres también eran infieles (un 70% de las encuestadas), que las relaciones
amorosas entre mujeres funcionaban mejor que entre heterosexuales y que el
entendimiento entre hombres-mujeres era muy difícil.

En 1980 Michael Storms, psicólogo de la Universidad de Kansas. Realizó un estudio sobre


sexualidad y fantasías eróticas. Su investigación parece señalar algunos problemas
conceptuales con la Escala de Kinsey.

Así, en la mentalidad pública, la Sexología está hoy a menudo asociada con “terapia
sexual”, una empresa no médica, paramédica o en cierto modo médica. Esta noción es
incorrecta, tanto sobre la sexología en general, como sobre la terapia sexual en particular.
Estas ya no están basadas en un modelo médico, sino más bien en varios modelos
aprendidos del comportamiento humano.
El estudio del sexo es, sobre todo, un estudio de ideas. Por esto, la sexología es
principalmente la exanimación crítica de ideologías. Afortunadamente, hay algunas fuerzas
antagonistas que intentan rectificar el actual desequilibrio sexológico y que aspiran a
reconectar la sexología, con su tradición larga y perdida. Una conexión importante y
significativa al pasado ha sido reconvocado en los últimos años.

2. Definición

La palabra parafilia proviene del griego παρά (para), que significa alterado, fuera de, extraño
o anormal y de φιλία (filia), que se traduce como "amor", inclinación o interés. De esto puede
deducirse que una parafilia es una conducta sexual, en el que la fuente predominante de
placer no lo constituye el coito (que sería considerado “lo normal”), sino el uso de objetos
específicos (cierto tipo de zapatos, ropa íntima, látigos, etc.), la presencia de ciertas
características físicas en el compañero (tener senos grandes, ser ancianos, tener una
discapacidad, etc.) o la ejecución de algún ritual (frotarse contra las nalgas de una persona,
tener conversaciones de contenido erótico, etc.) durante la actividad sexual que acompaña
a la copula (Escobar, 2012).

Money y Erhardt (1982) definen las parafilias como estados psicosexuales de reactividad
obsesiva a un estímulo desusado o inaceptable y dependiente de él, que buscan iniciar o
mantener una situación sexual con el fin de facilitar el orgasmo.

El DSM IV (Asociación Estadounidense de Psiquiatría, 2005) plantea que “la característica


esencial (Criterio A) de la parafilia es la presencia de repetidas e intensas fantasías
sexuales de tipo excitatorio e impulsos o comportamientos sexuales que por lo general
engloban: 1) objetos no humanos; 2) sufrimiento o humillación de uno mismo o de la pareja;
3) niños u otras personas que no consienten. Estas se presentan durante un período de al
menos seis meses.”

Otra característica (Criterio B) es que “esos impulsos, comportamientos y fantasías deben


provocar malestar clínico significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas
importantes de la actividad del individuo” (Asociación Estadounidense de Psiquiatría, 2005).

Para realizar un diagnóstico diferencial con otras conductas sexuales no patológicas el DSM
IV plantea que “las fantasías, comportamientos u objetos son considerados parafílicos solo
si provocan malestar o alteraciones clínicamente significativas, como: son obligatorias,
producen disfunciones sexuales, requieren la participación de otros individuos en contra de
su voluntad, conducen a problemas legales o interfieren en las relaciones sociales”
(Asociación Estadounidense de Psiquiatría, 2005).

A su vez las conductas sexuales parafílicas no deben coincidir con el curso de


enfermedades mentales tales como retraso mental, demencia, cambio de personalidad
debido a una enfermedad médica, la intoxicación por sustancias, un episodio maníaco o
esquizofrenia (Asociación Estadounidense de Psiquiatría, 2005).
3. Causas:

No se han establecido causas demostradas de parafilias, pero "es indudable, dice Karpman,
que ellas derivan de la atmósfera familiar y social enferma en que se desarrolla el niño". El
mal manejo por parte de los padres de la ingenua curiosidad sexual infantil y de los juegos
sexuales de los mismos, tratados con represión enfermiza, evasiones, racionalizaciones y
prohibiciones estrictas, cierra el camino a un desarrollo sexual normal, e inclina al niño a
manifestaciones parafílicas.

La ignorancia que preserva la inocencia es una falacia perniciosa que ha traído muchos
males a la humanidad, entre ellos, las parafilias. Enfrentar la sexualidad con inteligencia,
amplitud, apertura y naturalidad, previene las parafilias.

Un hecho interesante es que los parafílicos provienen de familias en que no se han dado
otros casos de sexualidad parafílica. Es decir, no se hereda. Tampoco se aprende por
imitación, sino por proscripciones y represiones irracionales que cierran caminos normales
y abren otros vicariantes, anómalos, inhabituales, extravagantes, elegidos entre el rico y
variado repertorio de nuestro capital originario infantil. Si es verdad lo que afirmaba Freud
que el niño es "un polimorfo perverso", allí está la cantera de la parafilia.

Según Kolosimo, Todos somos como Jekyll, pues en cada hombre bien formado por la
educación, convive esa flor y nata de los pícaros que es el hombre de los instintos primarios.
Las parafilias nacen en la infancia y la primera adolescencia, edad en que los "deseos
secretos" son inevitables, aunque podrían dejar de serlo si educáramos por el diálogo y el
conocimiento de estas posibilidades.

No existe ninguna teoría que explique todos los casos de parafilia, o todas las parafilias en
su conjunto. Pero las teorías existentes son válidas para determinados casos. Recorramos
algunas de esas teorías que poseen mayor predicamento en el campo clínico.

1. Experiencias accidentales. Tiefer señala que las experiencias accidentales


vividas por el niño y el adolescente pueden ser definitivas en la psicogénesis de las
parafilias. "Por ejemplo" -dice- "un bebé puede excitarse sexualmente al ser tocado
en los genitales durante el cambio de pañales, y tal acontecimiento puede coincidir
con la mirada de una mujer de largos cabellos plateados. En su adolescencia, el
muchacho se masturba y fantasea con cabellos plateados, dotándolos de muchas
asociaciones eróticas. La combinación habitual del pensamiento de los cabellos y la
excitación se vuelve tan fuerte, que la persona puede llegar a dudar de su capacidad
de desempeñarse sin ella". Esta experiencia o instancia de excitación, con ser única,
puede ser suficiente. Pero en otros casos debe ocurrir constantemente para
provocar la fijación. Es muy probable, según refiere Money y Ehrhardt, "que estos
años tempranos sean de fundamental importancia para sentar las bases de los
precedentes de todas las parafilias, si bien aún no es posible definir de modo más
explícito el efecto a largo plazo de las experiencias eróticas sobre la función
psicosexual y erótica definitiva."

2. Las experiencias infantiles repetidas. Tales como ser vestidos con ropas del otro
sexo por sus padres que esperaban tener un hijo del sexo contrario, o por las
niñeras; el mirar los genitales de los adultos o las actividades sexuales o de
excreción, así como la ridiculización de sus genitales por pequeños o feos, o de sus
capacidades eróticas, se reviven en la adultez joven con formaciones parafílicas
sorprendentemente elocuentes. Las humillaciones o castigos físicos de los padres
a los hijos, trocadas en agresiones sádicas, o masoquistas, así como la erotización
de la micción, o la clismafilia o erotización del enema, o incluso el travestismo, son
formaciones que compensan su vergüenza o humillación anterior. La parafilia
permite conquistar y superar la ansiedad vivida en la infancia. Pero como dicen
Money y Ehrhardt "niños en los que la experiencia sexual ha sido impuesta por un
compañero de juegos de más edad o por un adulto, pueden no manifestar
forzosamente efectos deletéreos a largo plazo, en especial si las consecuencias de
la experiencia son sensatamente manejadas por los adultos". Concluyen que
"parece lícito afirmar que los fundamentos de la normalidad o anomalía sexual como
las parafilias parciales o completas, se establecen mucho antes de la pubertad
hormonal. Esta última sólo establece el grado de despertar con respecto a una
imagen que ya está previamente determinada por tener cierto grado de potencia
evocadora". Se podría decir que las parafilias obedecen a un polideterminismo
secuencial multivariado.

3. Las fantasías sexuales de la masturbación adolescente. Suelen tener una gran


importancia en la aparición de las parafilias, cuando esas fantasías poseen un
contenido que las favorece, como las de exhibicionismo o voyeurismo, de
travestismo. Los contenidos sexuales sádicos y masoquistas son bastante
frecuentes como temática de todas las fantasías experimentadas por las personas.
La rigidez, la limitación estrecha de la fantasía en un espectro de respuestas e
imágenes poco convencionales, suele ser una constante del futuro parafílico.

4. La búsqueda adulta de experiencias nuevas. El individuo sometido a una intensa


represión sexual en la niñez y juventud, ya en la adultez, puede buscar aventuras
sexuales, vivir experiencias variadas que salen de las fronteras permitidas, como un
acto de libertad o de liberación. Se puede experimentar con la bisexualidad, el uso
de artefactos, el cambio de parejas y todo ello puede no traer consecuencias en su
vida sexual. Pero la práctica del sexo en grupo, de mirar el coito de otros, o exhibirse
ante personas conocidas primero, y luego desconocidas, prácticas
sadomasoquistas y otras, pueden poner de manifiesto la existencia de una
disposición a las parafilias, que de otra forma no se hubieran manifestado. Además,
pueden llegar a tener un carácter adictivo: una vez traspasada la barrera, de
cometida la trasgresión con el placer consiguiente, queda insaciado. Dice Michel
Foucault que el perverso (parafílico) no se sacia nunca y esta insaciabilidad también
es erotizada. Estas eclosiones tardías de las parafilias se caracterizan por la
necesidad que tienen de codificar su actividad, y se conocen casos en que se
redactan contratos que los unen a sus compañeros sexuales. "La trasgresión
franquea una y otra vez una línea que luego se disuelve inmediatamente en el olvido,
retrocediendo así de nuevo hasta el horizonte inalcanzable. Pero para aquellos cuyo
interés en el sexo es `pura curiosidad´-dice Tiefer- y no proviene de ningún conflicto
psicológico, la experimentación en última instancia se vuelve auto-limitante".

5. Otras causas. Se ha recopilado una serie de observaciones comunicadas por


neurólogos que hallaban una relación entre la epilepsia del lóbulo temporal y
algunas parafilias, como el fetichismo y el travestismo compulsivos, que mejoraron
con tratamiento antiepiléptico o con electroconvulsoterapia. Se trataba siempre de
pacientes varones, y se acompañaba de una sexualidad grosera y desinhibida. Sus
conductas equivalen a fugas epilépticas o estados crepusculares incoercibles. Como
hay casos que mejoran con litio o antidepresivos o reguladores del humor, también
se ha planteado la posibilidad de que las parafilias estén vinculadas con ciclos
maníaco-depresivos heredados. Y los casos de hiperandrogenismo en que la
testosterona esté muy elevada, también se mencionaron como posibles causas de
parafilias, que mejoran con el tratamiento con antiandrógenos.

Los mecanismos según las escuelas. En suma, el psicoanálisis señala el origen de las
parafilias en una experiencia traumática única o repetida por fijación en el Complejo de
Edipo y sirven para negar la posibilidad de la castración. La teoría de la conducta las
considera el producto de un aprendizaje incorrecto, a través del mecanismo del "modelado"
o "imprinting" de los etólogos, por experiencias sexuales del periodo de diferenciación
sexual y de la pubertad. Desde una perspectiva sistémica, la definición de Isabel Boschi
dice: "Parafilia egosintónica es una construcción particular centrada en las conductas
sexuales, organizada en forma de estructuras autísticas, por las que la comunicación con
el mundo externo parece interferido por tenaces mecanismos de mantenimiento de un
mundo cerrado."

4. Clasificación de las Parafilias:

Cada autor propone una clasificación diferente, aun después que Freud, basado en las
publicaciones de Krafft-Ebing, Moll, Moebius, Havelock Ellis, Schrenk-Notzing, Löwenfeld,
Eulenburg, Iwan Bloch y Magnus Hirschfeld, propuso el ordenamiento de las "aberraciones"
de acuerdo al objeto y al fin sexual desviado. A partir de estas clasificaciones iniciales,
donde cabía toda actividad sexual que no fuera la penetración del pene en la vagina de dos
adultos de mediana edad, han aparecido nuevos ordenamientos, aunque las desviaciones
sexuales descriptas parecen no haber variado con el tiempo, excluidas la masturbación, la
homosexualidad y el sexo oral o el sexo extraconyugal. (Flores, 1988)

Money (1986) clasifica a las parafilias en seis categorías:

a. De sacrificio o expiatoria: como el sadismo y el masoquismo.


 El sadismo sexual es una parafilia específica en la que hay modificaciones del acto
sexual por la erotización del dolor, en la que el placer obtenido proviene del
sufrimiento ajeno. Hay grados en el nivel de sadismo: desde quien evoca fantasías
sádicas durante el acto sexual, pero que no las lleva a cabo en la realidad, pasando
por conseguir víctimas que consienten ser agredidas, hasta el último nivel que
correspondería a someter, contra su voluntad, a personas para provocarles
sufrimiento (Estevez, 2010).
 Masoquismo sexual: el modo preferido o exclusivo de producir excitación sexual es
el hecho de ser humillado o atormentado, o de participar intencionalmente de
actividades en que se es lesionado físicamente o pone en peligro su vida para sentir
placer sexual. Hay sustitución del acto sexual coital por otro que produzca dolor
(Estevez, 2010)

b. De merodeo o de presa: como el voyeurismo y el exhibicionismo.


 El voyeurismo es una práctica sexual en la que el individuo experimenta excitación
sexual y procede a la masturbación al mirar a otros realizando actividades sexuales
o íntimas. Durante esta práctica el individuo puede o no desear ser visto o interactuar
con las personas observadas (Money, 1986).
 El exhibicionismo es la inclinación a mostrar los órganos sexuales y órganos
considerados como partes íntimas (tales como los genitales, glúteos, torso o pecho)
a otras personas (Money, 1986).

c. Mercantil y venal: se fantasea con actos de prostitución sin que exista necesidad
económica para ello (Money, 1986)

d. Fetichista: uso de objetos no sexuales de tipo simbólicos (látigos, tacones altos,


bondage, ataduras), (Money, 1986).

e. Estigmáticas: aquellos que prefieren una parte del cuerpo, o una persona con ciertas
características: amputadas, embarazadas, etc. (Money, 1986).

f. Incitantes o seductoras: como la pedofilia y el froteurismo


 Pedofilia. Una parafilia, en la que hay una atracción sexual intensa, urgente,
recurrente, por los niños, existiendo casi exclusivamente apetito sexual y excitación
incontrolables por los menores de 13 años (Money, 1986).
 Froteurismo. Palabra derivada del francés frotter, que significa rozar, el froteurismo
es una desviación sexual o parafilia que consiste en la excitación erótica a través
del frotamiento del órgano genital contra el cuerpo de una persona desconocida y
sin su consentimiento. El froteurista también manosea con disimulo a sus víctimas,
a las que normalmente aborda en lugares públicos y concurridos, como el transporte
urbano y las discotecas. Esta conducta no es preludio de un encuentro erótico; en
la mayor parte de los casos, la masturbación acompaña al recuerdo del acto (Money,
1986).

Según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales existen ocho


parafilias, más una categoría residual. Veamos en qué consisten (Mendoza, 1990).

Tabla N. 1. Parafilias Mayores según el DSM IV


TRASTORNO DESCRIPCIÓN
PARAFÍLICO
Exhibicionismo Exposición de los propios genitales a una persona extraña. , sin
que se pretenda luego tener relaciones sexuales con el
desconocido, aunque muchas veces el exhibicionista se
masturba al tiempo que se muestra (o cuando se imagina que se
expone). Este trastorno se presenta, aparentemente, sólo en
hombres y las víctimas son mujeres y niños
Fetichismo Lo esencial de este trastorno consiste en el uso de objetos no
vivientes (fetiches) como método preferido, a veces exclusivo,
para conseguir excitación sexual. Los fetiches tienden a ser
artículos de vestir (ropa interior femenina, zapatos) o, menos
frecuentemente, partes del cuerpo humano (por ejemplo,
cabellos). Se excluyen aquellos objetos diseñados
especialmente con fines de provocar la excitación sexual, como
el caso de los vibradores.
Frotteurismo El contacto y el roce con una persona en contra de su voluntad.
Es el contacto y no la naturaleza coercitiva del acto lo que resulta
excitante para el individuo.
Masoquismo Sexual El masoquista consigue la excitación sexual a través del
sufrimiento, es decir, siendo humillado, golpeado o atormentado
de cualquier manera. El diagnóstico debe hacerse cuando el
individuo realiza actos -hechos reales, no simulados- que
impliquen sufrimiento y no solamente cuando se entrega a
fantasías de tal género.
Pedofilia Participación en actividades sexuales con niños prepúberes.
(generalmente de 13 años o menos). El trastorno empieza por lo
general en la adolescencia.
Frecuentemente son los varones de 30 a 40 años de edad los
que prefieren la actividad sexual con niños del sexo opuesto. La
atracción hacia las niñas parece dos veces más frecuente que la
atracción hacia los niños. Cerca del 11% de los paidofílicos son
extraños para sus víctimas, mientras que en un 15% se trata de
relaciones incestuosas.
Sadismo Sexual Lo esencial aquí es la imposición de sufrimiento físico o mental
–real, no simulado – a otra persona con el propósito de obtener
la excitación sexual. La pareja del sujeto sádico puede consentir
o no este trato. En el segundo caso, la actividad sádica puede
determinar problemas legales. En casos severos los sujetos
llegan a violar, torturar o matar a sus víctimas..
Travestismo Este trastorno implica necesidades sexuales y fantasías
sexualmente excitantes, intensas y recurrentes, de por lo menos
seis meses de duración, que involucran el uso de vestimentas
del sexo opuesto (en un varón heterosexual). El sujeto con este
trastorno no desea cambiar de sexo. Debe especificarse: con
disforia sexual, si la persona no se siente bien con su identidad
o su rol sexual.
Voyeurismo Llamada también escoptofilia, se caracteriza por la observación
repetida y subrepticia a gente que está desnuda, desvistiéndose
o realizando el coito, pero sin que el voyeur busque ningún tipo
de contacto sexual con la gente observada. Esta conducta
constituye el método preferido y en los casos más graves,
exclusivo, para conseguir la excitación sexual. A menudo el
individuo se masturba durante el acto o poco tiempo después,
pero no busca tener relaciones sexuales con las personas
observadas.

Estas alteraciones no cumplen los criterios para cualquiera de las categorías específicas
citadas
Tabla 2. Parafilias no especificadas (o atípicas).

TRASTORNO DESCRIPCIÓN
PARAFÍLICO
Clismafilia Excitación sexual por recibir enemas

Coprofilia Excitación por ser ensuciado con heces humanas

Escatología Telefonica Excitación por conversaciones indecentes por teléfono

Parcialismo Interés sexual por una parte del cuerpo específica que
despierta tanto interés erótico como los genitales, por ejemplo,
los pies, las manos o las axilas
Necrofilia Interés en mantener relaciones sexuales con cadáveres

Urofilia Excitación por orinar sobre otra persona, o viceversa

Zoofilia Excitación por actuar como un animal (ladrar, llevar correa)

Tomado de Muse y Frigola (2003)

5. Factores que podrían originar las parafilias

En cuanto al origen de las parafilias, no se ha podido demostrar la existencia de alguna


alteración orgánica o psicológica que las explique de forma exclusiva, por lo que se han
formulado diversas hipótesis acerca de su causa.

Hipótesis biológicas.
Money (1988) recopiló información de neurólogos que hallaban una relación entre la
epilepsia del lóbulo temporal y algunas parafilias, como el fetichismo y el travestismo
compulsivos, que con el tratamiento antiepiléptico o con terapia electroconvulsiva
mejoraron. Se trataba de pacientes varones y se acompañaba de una sexualidad grosera
y desinhibida. Sus conductas equivaldrían a fugas epilépticas o estados crepusculares
incoercibles. También se ha sugerido que estas personas podrían tener unos niveles
excesivamente altos de testosterona y que mejoran con el tratamiento con antiandrógenos
(Hernández, 2000).
Por último, hay casos en que los pacientes mejoran con litio o antidepresivos o reguladores
del humor, lo que llevó a plantear la posibilidad de que las parafilias estén relacionadas con
ciclos maníaco-depresivos heredados (Thibaut, 2012).

Hipótesis psicológicas.

La hipótesis del psicoanálisis


Al inicio Sigmund Freud (1959) acuñó bajo el término de perversiones todos los
comportamientos sexuales que desviaban el objeto de la sexualidad, así como su fin.
Aceptó él que existieran juegos previos de tipo “perverso”, siempre y cuando estos no
llegasen a sustituir el coito. (Alvarez-Gayou, 2007, c.p Morin, Silva, Ochoa, Pimentel y
Meza, 2012)

Freud planteaba que la energía sexual o libido está presente de forma desorganizada desde
el nacimiento en actividades como el mamar, comer, defecar, embarrarse y posteriormente
mirar y exhibirse. Cada uno de estos actos constituye un "instinto parcial", los cuales se van
integrando en forma gradual hasta llegar al dominio genital en el adulto (Escobar, 2012).

Los instintos parciales no desaparecen del todo, ya que muchos de ellos permanecen bajo
las formas del beso, juego amatorio y el exhibicionismo, a menudo empleado como juego
presexual. En algunas ocasiones permanecerán como fuente dominante de gozo sexual en
el adulto (Escobar, 2012).

Para Freud, la razón por las que algunas parafilias se convierten en la forma dominante de
placer es la ansiedad de castración. Para el niño el primer objeto erótico es el seno materno
que le alimenta, luego este objeto de amor se completa abarcando a la persona entera de
la madre. Se da entonces, el surgimiento del deseo inconsciente del niño varón por el amor
exclusivo de su madre. Sin embargo, el padre se interpone en una suerte de “idilio2 entre
madre e hijo. Sin embargo, el niño percibe que el padre es el sujeto amoroso de la madre
(es su rival). En ese momento, el niño se comportará de manera hostil con su padre. De la
mano con el deseo de reemplazar al padre, viene el miedo a que este se vengue y le dañe.
El niño interpreta su miedo al padre en términos genitales y siente temor de que le corte el
pene, (temor de castración), que es la fuente de su placer y de sus deseos sexuales. El
niño siente tanto miedo a la castración que se ve obligado a reprimir el deseo sexual por la
madre y pasa a identificarse al padre, de esta manera, la madre deja de ser el todo para el
niño, el cual realizara un desplazamiento de sus sentimientos amorosos hacia otros objetos
(Schultz y Schultz, 2003)

La explicación que daba Freud era que, como consecuencia del terror surgido por la
amenaza de castración ante la vista de los genitales femeninos, aparecía en los niños un
horror hacia la zona púbica femenina. Ya en la edad adulta, este temor, inconscientemente
motivado, conducía a que desarrollen diferentes formas de parafilias (Feldmann, 2003)
Esta teoría plantea que las parafilias o las “perversiones” son signos de inmadurez, fallas
en la represión acontecidas en la infancia polimórficamente perversa, común a todos los
niños (Feldmann, 2003)

La hipótesis del conductismo

Desde esta óptica, las parafilias son el producto de un aprendizaje incorrecto, a través del
mecanismo del modelado (la observación de conductas sexuales en la familia o en otras
personas) o a partir de las propias experiencias sexuales durante la pubertad (Feldmann,
2003)

A través del proceso de aprendizaje, el individuo aprende a sustituir los estímulos sexuales,
comunes o estándares, por otros menos típicos. Una de las formas en que esto ocurre es
a través de la masturbación, donde se asocian diversas fantasías con el orgasmo
(Feldmann, 2003).

Estos estímulos adquieren un significado sexual reforzante que es exagerado por la


presencia de intimidad física, afecto recibido o sensaciones agradables. También, la
conducta sexual ante estos estímulos atípicos, puede auto reforzarse por su capacidad de
desviar la atención de estados mentales desagradables, es decir, que se refuerza también
por consecuencias no sexuales, reductoras de tensión (Giraldo, 1981).

Otra teoría, supone que el carácter represivo de la sexualidad en ciertas culturas y algunas
características idiosincrásicas, genera en algunos individuos un condicionamiento de
bloqueo, que impide que aprendan las pautas culturales típicas desde el punto de vista
sexual y, en cambio, aprendan otras conductas que, aunque no aprobadas culturalmente,
son parte del comportamiento de los humanos (Feldmann, 2003).

La hipótesis de la psicología cognitiva.

Para la psicología cognitiva, las parafilias son consecuencia de distorsiones cognitivas.


Estas hacen referencia a formas (esquemas) equivocadas de interpretar la realidad. Cada
parafilia y más específicamente cada individuo con una parafilia tendrá unas distorsiones
cognitivas particulares, en consecuencia, las cogniciones disfuncionales tienen que ser
identificadas para cada individuo; el psicólogo necesita captar y mostrar ejemplos reales de
las ideas irracionales del mismo paciente, para poder darle estrategias para lidiar con estas
ideas irracionales (Muse y Frigola, 2003; Kaplan y Krueger, 2012).

Tabla 3. Ejemplos de las distorsiones cognitivas de un exhibicionista


CATEGORÍA DE DISTORSIÓN DIÁLOGO INTERNO
Atribución de Culpabilidad “Ella se lo buscaba vestida como iba”.

Minimización de Consecuencias “No la toqué, luego no le he hecho ningún daño”.


Justificación de Causas “Si mi mujer me diese lo que necesito, no tendría
que buscarlo en la calle”.
Tomado de Muse y Frigola (2003)

Una vez que le son mostradas las distorsiones al paciente, y después de obtener
confirmación del paciente de que las entiende, se emplean estrategias para refutar
las cogniciones disfuncionales: Estrategias como la de identificar en el acto los
pensamientos irracionales cuando aparecen y utilizar argumentos ya adiestrados
anteriormente en la terapia para refutarlos y reemplazarlos con ideas que
corresponden más a la realidad. Tales estrategias tienen que practicarse hasta que
se dé el resultado buscado, o sea, hasta lograr una reducción de las distorsiones
asociadas con la parafilia tratada (Muse y Frigola, 2003, p. 60)

La hipótesis de la psicología humanista.

El Humanismo es una corriente de orden Filosófica, Intelectual y Cultural que surgió como
consecuencia del Renacimiento y se extendió por Europa a partir del siglo XV. Viene de la
palabra latina homo (hombre). Esta nueva forma de pensar confiaba en el ser humano, en
su razón y en su capacidad para cultivar todas las ramas de la sabiduría (Luna, 2012)

La psicología humanista fuertemente influenciada por esta corriente filosófica se centra en


la persona humana y su experiencia interior, (así como en el significado que el ser humano
le da a su experiencia; enfatiza en las características distintivas y específicamente
humanas: decisión, creatividad, autorrealización, etc. Y se compromete con el valor de la
dignidad humana e interés en el desarrollo pleno del potencial inherente a cada persona;
para la psicología humanista es central la persona tal como se descubre a sí misma y en
relación con las restantes personas y grupos sociales. (Martorell, 2008).

La psicología humanista no tiene una hipótesis específica sobre la causa de las parafilias.
Sin embargo, su planteamiento puede deducirse de sus fundamentos teóricos, según los
cuales, así como el hombre desarrolla sus propios recursos y habilidades, también, de
acuerdo con el significado que le dé a su existencia en el mundo, puede llegar a desarrollar
patologías que afecten total o parcialmente su funcionalidad. Cuando un individuo no se
encuentra en sintonía con el “afuera”, cuando sus expectativas no se corresponden con los
logros que obtiene, sobreviene la angustia, la ansiedad y se desencadenan las
enfermedades, desórdenes o trastornos (Martínez, 2012)

Sin embargo, solo aquellas parafilias que causen daño al individuo o a terceras personas,
serían consideradas por el humanismo como patológico, puesto que desde esta escuela se
sostiene que las personas pueden hacer lo que deseen siempre y cuando no dañen a
terceros, y que los que participen, lo hagan voluntariamente y con conocimiento de las
consecuencias de sus actos (Diz, 2012)

Otras hipótesis

Experiencias accidentales.
Tiefer (1980) señala que las experiencias accidentales vividas por el niño y el adolescente
pueden ser definitivas en la psicogénesis de las parafilias. "Por ejemplo" -dice- "un bebé
puede excitarse sexualmente al ser tocado en los genitales durante el cambio de pañales,
y tal acontecimiento puede coincidir con la mirada de una mujer de largos cabellos
plateados. En su adolescencia, el muchacho se masturba y fantasea con cabellos
plateados, dotándolos de muchas asociaciones eróticas. La combinación habitual del
pensamiento de los cabellos y la excitación se vuelve tan fuerte, que la persona puede
llegar a dudar de su capacidad de desempeñarse sin ella".

Esta experiencia o instancia de excitación, con ser única, puede ser suficiente. Pero en
otros casos debe ocurrir constantemente para provocar la fijación. "Es muy probable" -dicen
Money y Ehrhardt (1982, p.16) "que estos años tempranos sean de fundamental
importancia para sentar las bases de los precedentes de todas las parafilias, si bien aún no
es posible definir de modo más explícito el efecto a largo plazo de las experiencias eróticas
sobre la función psicosexual y erótica definitiva."

Las experiencias infantiles repetidas.


Tales como ser vestidos con ropas del otro sexo por sus padres que esperaban tener un
hijo del sexo contrario, o por las niñeras; el mirar los genitales de los adultos o las
actividades sexuales o de excreción, así como la ridiculización de sus genitales por
pequeños o feos, o de sus capacidades eróticas, se reviven en la adultez joven con
formaciones parafílicas sorprendentemente elocuentes, ya que la parafilia permite
conquistar y superar la ansiedad vivida en la infancia (Feldmann, 2003).

Pero como dicen Money y Ehrhardt (1982) "niños en los que la experiencia sexual ha sido
impuesta por un compañero de juegos de más edad o por un adulto, pueden no manifestar
forzosamente efectos deletéreos a largo plazo, en especial si las consecuencias de la
experiencia son sensatamente manejadas por los adultos".

Las fantasías sexuales de la masturbación adolescente.


Suelen tener una gran importancia en la aparición de las parafilias, cuando esas fantasías
poseen un contenido que las favorece, como las de exhibicionismo o voyeurismo, de
travestismo. Los contenidos sexuales sádicos y masoquistas son bastante frecuentes como
temática de todas las fantasías experimentadas por las personas. La rigidez, la limitación
estrecha de la fantasía en un espectro de respuestas e imágenes poco convencionales,
suele ser una constante del futuro parafílico (Feldmann, 2003).

La búsqueda adulta de experiencias nuevas.


El individuo sometido a una intensa represión sexual en la niñez y juventud, cuando llega a
la adultez, puede buscar aventuras sexuales, vivir experiencias variadas que salen de las
fronteras permitidas, como un acto de libertad. Sin embargo, el ejercicio de estas prácticas
puede poner de manifiesto la existencia de parafilias, que de otra forma no se habrían
manifestado. Además, pueden llegar a tener un carácter adictivo: una vez traspasada la
barrera, de cometida la trasgresión con el placer consiguiente, queda insaciado (Flores,
1999).

6. las parafilias como prácticas delictivas o patológicas.

El control social es el conjunto de prácticas, actitudes y valores destinados a mantener el


orden establecido en las sociedades. El control social aparece en todas las sociedades
como un medio de supervivencia y supervivencia del grupo. Aunque a veces el control social
se realiza por medios coactivos o violentos (la prisión, la lapidación, etc.), también incluye
formas no específicamente coactivas, como los prejuicios, los valores y las creencias
(Moreno, 1989)

En este sentido, la historia de las parafilias ha estado intrínsecamente vinculado a los tres
pivotes esenciales de control social que desarrollaremos a continuación: la iglesia, el estado
y la ciencia oficial. De este modo, lo que para la iglesia es pecado, para el estado es delito
y para ciencia oficial es patología (Foucault, 2003)

Las parafilias como delito

Las consideraciones y el estado legal acerca del comportamiento catalogado como


parafílico dependen en un grado muy elevado de las convenciones sociales imperantes en
un momento y lugar determinados por lo que varían ampliamente de cultura en cultura y de
país en país. La necrofilia, por ejemplo, es considerada como un delito menor en gran parte
del mundo. Mientras que son castigadas severamente por la ley aquellas parafilias que
puedan afectar la vida de alguna de las personas participantes en el acto sexual
(Escobar,2012).

Sin embargo, en este apartado haremos mención de algunos pronunciamientos legales que
han ocurrido en distintos momentos históricos y lugares con respecto a las parafilias. En
España, por ejemplo, a fines del siglo XIII, el rey castellano Alfonso X, El Sabio hizo redactar
un cuerpo normativo con el objetivo de conseguir una cierta uniformidad jurídica en el Reino,
este fue conocido como las Siete Partidas y estaba inspirada en el Código justinianeo, y en
lo que se refiere a las parafilias permitía la pena de muerte por decapitación (para los
nobles), quema (para personas "viles"), ahorcamiento o echando al criminal a las fieras, por
la zoofilia, y la sodomía (Alfonso X, 1252-1284)

En Suecia, en 1644, los tribunales de Svea podían condenar a la decapitación a los


zoofílicos. Posteriormente, la ley decreta que la sodomía con animales fuera condenada
con la muerte en la hoguera. Era tal la extensión de esta práctica, que trajo como
consecuencia que se entre los siglos XV y XVI uno 600 suecos fueran ejecutados por
causas del bestialismo (Estefanía, 2013)

En Holanda, durante el siglo XVIII, ocurrió el caso de María van Antwerpen condenada por
travestismo. María nació en Holanda el seno de una gran familia católica. Después de la
muerte de sus padres cuando ella tenía 13 años, trabajó como empleada doméstica, pero
una vez que fue despedida y no pudo encontrar otro trabajo, tomó la decisión radical de
vestirse como hombre y embarcarse como soldado. Un año y medio después se casó con
Johanna Cramers, la hija de un sargento. Después de muchas peregrinaciones, María fue
reconocida por la hija de una familia en la que había trabajado. Ella fue detenida en mayo
de 1751 y condenada por un tribunal militar a destierro (Dekker y Van de Pol, 2006)

La condena habitual era el exilio (aunque también se pedía correccional, prisión, picota o
azotamiento). Con el exilio, lograban que el matrimonio no volviera a verse. Normalmente,
la condena recaía sobre la persona travestida, culpable de transgresión en el orden
establecido. Esto se juzgaba como fraude u otros delitos, de los que el peor visto era” la
relación perversa”, o aún más, el matrimonio que “burlaba el orden natural de las cosas y
la consagración religiosa del orden divino” (Dekker y Van de Pol, 2006, p 17)

Aún hoy, la sola denuncia del interés por prácticas sexuales “diferentes” puede acarrear la
muerte, la cárcel, la pérdida de los derechos civiles y otras sanciones sociales (por ejemplo,
la homosexualidad es penada con la muerte en 7 países árabes: Arabia Saudita, Emiratos
Arabes, Irán, Mauritania, Somalia, Sudán del Sur y Yemen) (Moser y Kleinplatz, 2004)

En Venezuela, por ejemplo, se castiga el exhibicionismo a partir de lo contemplado en


Artículo 382 del Código Penal vigente: “Todo individuo que, fuera de los casos indicados en
los artículos precedentes, haya ultrajado el pudor o las buenas costumbres por actos
cometidos en lugar público o expuesto a la vista del público será castigado con prisión de
tres a quince meses” (Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, 2000)

Las parafilias como patología

Desde la ciencia oficial, Heinrich Kaan (1843) publicó un libro titulado Psicopatía del Sexo,
donde transformaba los pecados del cristianismo en enfermedades mentales. Así, términos
morales como "perversión", "aberración" y "desviación" pasaron al vocabulario clínico
durante más de un siglo (Blanco 2007).

Algunos años más tarde (1890), el psiquiatra alemán Richard Freiherr von Krafft-Ebing
publicó ("Nueva investigación sobre la Psicopatía del Sexo"), el primer tratado clínico
completo sobre las alteraciones de la sexualidad, lo escribió en latín, para establecer una
distancia con el discurso popular y hacerla accesible sólo a la clase académica de la época
(Blanco 2007).
Para Krafft-Ebing, toda manifestación sexual que no condujera a la reproducción era
anómala, y consideraba que, entre las causas de las perversiones sexuales, estaba la
degeneración del sistema nervioso central, la epilepsia y el consumo de alcohol (Foucault,
2044 c.p Blanco 2007)

Según Blanco (2007), históricamente, el término parafilia fue acuñado por el psicoterapeuta
vienés Wilhelm Stekel —en su libro, “Aberrations”— en 1925. Stekel fue alumno de Freud
y después perteneció al grupo de los renegados. Escribió varios libros dedicados a las
parafilias con cuadros clínicos exhaustivamente descritos. Sin embargo, la utilización de
ese término se generalizó en la década de 1950.

En los años 70 y 80 del pasado siglo, el abanderado del estudio de las


parafilias fue el norteamericano John Money. Money y Lamacz las explican a
través del Love Map: para ellos el mapa de amor consiste en el camino que
debe tomar la mente del individuo para llegar al placer erótico sexual. Este
mapa se troquela en la mente a través de los estímulos captados por los
órganos de los sentidos durante los primeros años de vida. Cuando el Love
Map es desviado ocurren las parafilias y lo pueden desviar los adultos por
castigos o humillación a los niños y niñas al sorprenderlos en juegos sexuales;
también es desviado por prohibiciones y al ser el niño(a) obligado o inducido
prematuramente hacia el juego sexual, especialmente cuando se le provoca
daño físico. Podrían existir, así mismo, desvíos del Love Map derivados de
roles sexuales atípicos, por ejemplo, al recibir los niños un enema o cuando
son frotados los órganos sexuales para limpiarlos. Los niños pequeños, con
cerebros vulnerables, al sufrir estas experiencias, sus circuitos del Love Map
salen de las vías habituales y estímulos inadecuados se asocian de forma
permanente a las respuestas eróticas (Blanco, 2007, Introducción, pp, 14)
.
7. Las parafilias, los DSM y la patología

Parafilias y DSM-I
Antes de la publicación del DSM-I, la Psiquiatría Americana clasificaba las parafilias como
casos de "personalidad psicopática con la sexualidad patológica". El DSM-I introdujo la
palabra desviación sexual como un trastorno de la personalidad del psicópata e incluyó
entre estas a la homosexualidad, el travestismo, la pedofilia, el fetichismo y el sadismo
sexual, incluida la violación (Moser y Kleinplatz, 2004)

Parafilias y DSM-II
El DSM-II continuó utilizando el término "desviaciones sexuales", pero ahora los incluye
dentro de una categoría amplia titulada "trastornos de la personalidad y otros trastornos
mentales no psicóticos". La categoría general de la desviación sexual estaba destinado a
describir la orientación sexual de las personas que se "dirigen principalmente hacia los
objetos que no sean personas de sexo opuesto, hacia los actos sexuales no se suelen
relacionar con coito, o hacia el coito realizados en circunstancias extrañas, como en la
necrofilia, la pedofilia, el sadismo sexual, y el fetichismo " (Moser y Kleinplatz, 2004).

Los tipos de desviaciones sexuales enumerados en el DSM-II fueron: alteración de la


orientación sexual, el fetichismo, la pedofilia, el travestismo, exhibicionismo, voyeurismo,
sadismo, masoquismo, y "otra desviación sexual" (Moser y Kleinplatz, 2004).

Parafilias y DSM-III
El término "parafilia" fue introducido en el DSM-III como un subconjunto de la nueva
categoría de "trastornos psicosexuales". La otra diferencia que se observa en el DSM III es
que se elimina a la homosexualidad de la categoría “parafilia” (Moser y Kleinplatz, 2004).

Parafilias y DSM-IV
En el DSM IV no hubo inclusiones, ni exclusiones de otras parafilias, pero el frotteurismo
paso a ser una parafilia típica, mientras que la zoofilia, una no especificada. Y, el
actualmente llamado fetichismo travestiste, era travestismo (Moser y Kleinplatz, 2004).

Parafilias y DSM-V
El DSM-5 afirma que las parafilias no son trastornos psiquiátricos “ipso facto", y propone
una distinción entre parafilias y trastornos parafílicos. Una parafilia por sí sola no requeriría
de manera automática de intervención psiquiátrica. Mientras que un trastorno parafílico es
una parafilia que causa malestar, deterioro o daño a la persona o a los demás. En
consecuencia, una parafilia sería una condición necesaria pero no suficiente para tener un
desorden parafílico (Moser y Kleinplatz, 2004).

En esta versión, un hombre no puede ser clasificado de travesti por mucho que use
vestidos, si esto es excitante sexualmente para él, a menos que esté descontento con esta
actividad o le dañe de algún modo. Por otra parte, el sadismo sexual se convertiría en
Trastorno de Sadismo Sexual y el masoquismo sexual se convertiría en Trastorno de
Masoquismo Sexual, y así sucesivamente " (Moser y Kleinplatz, 2004).

8. Parafilias según el CIE – DSM

FETICHISMO

En el siglo XVIII se introdujeron en Francia las llamadas pommes d´amour (manzanas del
amor) con notable éxito. Este artilugio de invención japonesa, consistía en dos pequeñas
esferas de metal que se introducen en la abertura vaginal. El efecto erótico del ingenio
(Gregersen, 1988), proviene de los movimientos de las esferas y sus vibraciones cada vez
que la pelvis cambia de posición. He aquí uno de los tantos curiosos fetiches que la
humanidad ha utilizado para incrementar el placer sexual. Todos tenemos algo de
fetichistas, como lo demuestran no solamente las costumbres arraigadas en cualquiera de
las sociedades que se pueden explorar, ya hemos nombrado el estudio de Wilson sobre las
fantasías habituales, pero el fetichista parafílico se enardece fundamentalmente
fantaseando o actuando casi exclusivamente con un objeto fetiche. Al igual que en otras
parafilias, ahí está la diferencia. El fetichismo representa uno de los diagnósticos más
difíciles debido al solapamiento entre este y otros trastornos. La CIE-10 considera como
elemento primordial del diagnóstico el criterio de que el fetiche (objeto inanimado) sea la
fuente más importante de estimulación sexual, es decir, esencial para una respuesta sexual
satisfactoria (F65.0). En cuanto el DSM-IV, amplía algo más el concepto y lo define con los
siguientes criterios:

a) Durante un período de por lo menos seis meses, fantasías sexualmente


recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos que
implican el uso de objetos no vivientes (por ejemplo, ropa interior femenina).

b) Las fantasías sexuales, los impulsos sexuales o los comportamientos provocan


malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas
importantes de la actividad del individuo.

c) Los fetiches no deben ser sólo artículos de vestir femeninos como los utilizados
para travestirse (fetichismo travestiste) o aparatos diseñados a propósito de
estimular fácilmente los genitales (vibrador).

d) La especificación de que el fetiche tiene que ser un objeto sin vida evita aplicar
este código a aquellos individuos que se excitan intensamente con determinadas
partes del cuerpo como los pies, el cabello o las rodillas. Estas últimas preferencias
se aplican al parcialismo, una de las parafilias no especificadas (F65.9 CIE-10, 302.9
DSM-IV). El objeto activante bien se emplea durante la masturbación o bien lo lleva
el otro miembro de la pareja durante la actividad sexual con el fin de facilitar el
funcionamiento sexual de los fetichistas, que podrían presentar una falta de erección
si no pudieran llevar puesto, oler o frotarse contra los genitales el fetiche (sobre todo
en la autoestimulación).

e) La lista de objetos utilizados como fetiches podría ser exhaustiva; acostumbra a


incluir artículos comunes de la ropa interior femenina con variaciones como pueden
ser el uso de ligas, los clásicos objetos de caucho o goma, slips o zapatos más o
menos especiales siendo las botas específicamente del gusto de los fetichistas.
Mitchell (1954), llegó a encontrar un fetichista de agujas imperdibles que, como
veremos, presentaba una patología cerebral concreta asociada. Partes tan
atrabiliarias como los pies o el pelo pueden llegar a ser considerados
compulsivamente como objetos de erección inmediata por el fetichista. Y es que los
fetichistas pueden llegar al extremo del robo para añadir a su colección la prenda o
el objeto que les obsesiona.

f) Según McConaghy (1993) estos robos son la causa de muchas de las detenciones
que sufren los fetichistas, lo cual a su vez desencadena la consulta profesional. En
la muestra de Kolodny, Masters y Johnson (1985) uno de sus pacientes tenía como
fetiche los zapatos de tacones altos de las mujeres, y con el tiempo había acumulado
más de un millar de pares; según los mismos autores, los tenía catalogados y los
mantenía ocultos en un altillo para que su esposa no los descubriera.

g) En un estudio con 48 sujetos, Chalkley y Powell (1983) encontraron que


aproximadamente el 60% prefería elementos de vestir, el 23% se activaban por
elementos de goma, el 15% escogía el calzado y el 15% prefería partes del cuerpo
(parcialismo), mientras que el resto se excitaba sexualmente por estímulos que iban
desde el cuero hasta el nailon. En esta muestra, el 44% prefería llevar el elemento,
el 23% disfrutaba viendo que el objeto lo llevaba otra persona y el 37,5% robaba
habitualmente el fetiche sea en los tendederos, en las lavanderías públicas o
entrando ilegalmente en las viviendas. Sea cuál sea el caso, la distancia que se
establece entre fetichistas y sus partners puede llegar a ser amplia si, como pasa
en otras parafilias, la pareja se resiste al juego parafílico. A destacar, que en la
mayoría de informes clínicos se han encontrado porcentajes significativos de
fetichistas que se habían visto envueltos previamente en otras parafilias (p. ej.
exhibicionismo, frotteurismo, pedofilia o voyeurismo) lo cual se repetirá en la
mayoría de las parafilias estudiadas.

h) Wilson y Gosselin (1980) encuestaron a 87 miembros de una sociedad fetichista


de la goma, a 38 miembros de un club similar de fetichistas del cuero, a 133
miembros de grupos sadomasoquistas y a 285 miembros de una organización de
travestidos y homosexuales. El hallazgo más significativo fue el solapamiento entre
los grupos: el 88% de los fetichistas realizaban actividades sadomasoquistas y el
63% estaba implicado en el travestismo. Así y todo, las controversias sobre la
concurrencia de parafilias múltiples en el mismo sujeto son constante. McConaghy
(1993) concluyó que era un hecho ocasional, contradiciendo a Abel et al (1987) que
lo consideraban muy frecuente. Nosotros nos inclinamos más a considerar raro que
una persona transporte varias parafilias y más aún que cambien de una a otra.

TRAVESTISMO FETICHISTA

En los criterios específicos del CIE-10 el travestismo fetichista (F65.1) se distingue por vestir
ropas o atuendos del género opuesto para crear la apariencia y el sentimiento de ser un
miembro de este. Esta inversión del vestir está íntimamente relacionada con el deseo
sexual; una vez alcanzado el orgasmo, hay un intenso deseo de quitarse las ropas fetiches.
Los rasgos fetichistas según la DSM-IV (302.3) incluyen:

A) Durante un período de por lo menos seis meses, intensas necesidades sexuales


recurrentes y fantasías sexuales excitantes en un varón heterosexual, que implican
el acto de travestirse.

B) La persona ha actuado de acuerdo con estas necesidades o se encuentra


marcadamente perturbado por ellas.
C) No se cumplen los criterios de trastorno de identidad sexual en la adolescencia o
en la edad adulta, de tipo transexual, o transexualismo. Todos los autores están de
acuerdo en que el travestismo como parafilia se da fundamentalmente en sujetos
heterosexuales.

En las estadísticas de Prince (1967), sólo el 29% de los sujetos consultados admiten
conductas o tendencias homosexuales; cierto que hay homosexuales que se travisten –en
aras del espectáculo, de la prostitución, simplemente por placer estético o por histrionismo–
pero ello no guarda relación con la excitación sexual. El DSM-IV es especialmente estricto
en este criterio y “elimina” a todos los hombres homosexuales que se visten con ropas del
sexo opuesto. Para Bradley (1991), en los casos en que las propiedades eróticas de vestirse
con ropa del sexo opuesto decaen con el tiempo, se debería revisar el diagnóstico y
considerar la posibilidad de un trastorno por identidad del género, todo lo cual complica el
diagnóstico diferencial para el fetichismo travestista.

En líneas generales, se trata pues de hombres heterosexuales, normalmente casados y


con hijos. En algunas ocasiones, mantienen en secreto su condición incluso para sus
esposas. Un tercio de la muestra de Croughan y de Beaumont (1981), presentaba fantasías
sadomasoquistas, pero solamente un 4% llevaban a la práctica estas fantasías. En otro
estudio de Prince (1972), el 64% estaba casado y un 75% tenían hijos. En 1/3 de los
pacientes el elemento preferido durante la relación sexual, era un camisón. En el 80% de
los casos, las esposas conocían la particularidad de sus maridos y un 50% lo aceptaban. A
destacar que el 70% de los encuestados (504 en total) se describía a sí mismo como
“hombres que trataban de expresar su lado femenino”. Según Docter (1988), los travestistas
parecen ser más ansiosos, introvertidos y emotivos que un grupo control. A pesar de que
se considera un fenómeno no raro, es difícil dar cifras de prevalencia, aunque McConaghy
(1993) la estimó en menos del 1% de la población general. Podríamos considerar tres
grupos de travestistas: en el primero, el placer se obtiene con simples prendas de vestir
femeninas (panties, ropa interior de seda o sostenes). Colocadas estas vestimentas sirven
de preludio a una masturbación o impulsan a que ocurra una relación heterosexual.

Como ya es habitual, la textura, el estilo y la calidad de estos avalorios textiles tienen un


particular para el travestista. Un paciente de nuestra muestra era uno de los mejores
expertos de Barcelona (incluidas las mujeres) en corsetería, y frecuentaba las tiendas más
refinadas, en donde era considerado un cliente exigente y riguroso. El segundo grupo se
distingue por un desarrollo del deseo alrededor del acicalamiento y vestir femeninos sea
total o parcial, y pretender incluso pasar por mujer durante un tiempo que puede oscilar
entre minutos y horas.

Si bien la excitación sexual está normalmente asociada a esta circunstancia, con el paso
del tiempo el travestismo va asumiendo un rol más asexual y se circunscribe
fundamentalmente a la reducción de la tensión y la ansiedad. El tercer grupo es el
paroxismo del segundo: el acto de travestirse se extiende a períodos de tiempo más amplios
incluyendo el equívoco femenino. Estos fetichistas son los que poseen un extenso
guardarropa, se convierten en peregrinadores de tiendas femeninas e invierten un
considerable tiempo en contemplarse travestidos ante el espejo y –sin embargo– al
contrario de los transexuales no se identifican genéricamente como mujeres, a pesar de lo
cual son los que más posibilidades tienen de desarrollar con el tiempo una condición
transexual. Aquí es donde el experto tendrá trabajo en diferenciar el fetichista que se
mantiene como tal del transexual, ambiguo primero pero que se coloca después de forma
clara en el pelotón de los que quieren invertir el género. Se trata de un pequeño grupo que
deseará el cambio quirúrgico u hormonal. Deberemos entonces, inexorablemente, cambiar
nuestro antiguo diagnóstico y considerarles transexuales.

El curso del trastorno es usualmente crónico, si bien pueden presentarse breves remisiones
espontáneas del cuadro, de meses e incluso años. Los períodos de estrés como en otras
parafilias incrementan las prácticas travestistas. Las esposas pueden tolerar más o menos
a regañadientes la situación, si bien muchas consultas vienen motivadas por los ultimátum
femeninos al marido travestista. Deberemos siempre excluir del diagnóstico aquellos casos
que son secundarios a enfermedades de otro estilo (demencia, epilepsia, toxicómanos). Por
lo común, el hábito comienza ya en la niñez o en la primera adolescencia con las primeras
masturbaciones; lo que ha disparado tanto hipótesis genéticas –nunca comprobadas– como
las derivadas del condicionamiento, sea provocado por los propios padres que visten al niño
con prendas femeninas (¿rechazo por deseo de una niña?, ¿el padre sería también un
travestido?: desgraciadamente las dos opciones se apoyan en casos individuales y parecen
más sujetos al propio folklore de los individuos que padecen el trastorno que a la realidad
comprobada).

La masturbación y el refuerzo de las fantasías y prácticas travestistas serían cardinales en


estas teorías, extinguiéndose progresivamente el placer por la práctica heterosexual
normativa. Dentro de los factores diversos que pueden operar en la eclosión del proceso,
es de suponer que algunos factores de personalidad podrían potenciar los resultados
finales: la inseguridad o la timidez podrían estar presentes previamente pero no son
condiciones sine qua non. Ya adultos, la mayoría de los travestidos realizan los cambios en
la intimidad de su hogar, si bien algunos llevan bragas durante el día. En algunos individuos,
como ya dijimos anteriormente, la excitación sexual producida por la ropa tiende a
desaparecer, aunque el travestismo continuo como antídoto para la ansiedad. En tales
casos, el diagnóstico debería cambiarse por el trastorno de la identidad sexual en la
adolescencia o en la edad adulta, tipo no transexual.

VOYEURISMO

Llamado también escoptofilia la CIE-10 (F65.3) considera que es una inclinación recurrente
o persistente a mirar a personas realizando actividades sexuales o que están en situaciones
íntimas tal como desnudándose, acompañada de excitación sexual o masturbación. El
individuo ni desea descubrir su presencia, ni expresa deseo de relación sexual con las
personas observadas. La DSM-IV (302.82) añade las fantasías sobre el tema y amplia la
observación oculta de personas desnudas o que se están desnudando. La perturbación
laboral, social o clínica forma parte del criterio de este manual diagnóstico, al igual que para
el resto de parafilias. Aunque una mujer puede ser voyeurista, son raros los casos de
dependencia femenina del voyeurismo para lograr una respuesta sexual, lo cual no es
extraño si tenemos en cuenta las diferencias interhemisféricas hombre-mujer, que
predisponen al primero a ser más visual en la excitación sexual con la persona observada,
pero en realidad esto no ocurre.

En su forma más grave, el voyeurismo constituye la forma exclusiva de actividad sexual. La


edad de comienzo por lo general, tiene lugar antes de los 15 años y el curso es crónico.
Psicopatológicamente, los datos más fiables proceden aún del antiguo estudio de Tellison
y Adams (1979) en el que nos proponen un retrato del voyeurista como un individuo con
grandes dificultades para establecer relaciones heterosexuales; su parafilia les permitiría
soslayar la relación social y sexual con las mujeres. Por lo general, se da en hombres
jóvenes, y a menudo parece esfumarse al llegar a la mediana edad.

Sujetos que prefieren atisbar ocultos a las mujeres que no conocen, lo que acentúa la
condición prohibitiva de su acción; son en su mayoría heterosexuales y su excitación
alcanza el máximo en situaciones en que corren el evidente riesgo de que les descubran.
Si bien acostumbran a ser inofensivos, un estudio de McNamara y Sagarin (1977) demostró
que existía un pequeño porcentaje que asociaba su parafilia con intentos de abuso e incluso
de violación. La muestra de “voyeur” estudiada por Abel (1987) tenía una media de 430
víctimas (mediana: 8,5). Es la falta de consentimiento de la víctima lo que distingue el
voyeurismo de la contemplación de pornografía o del “striptease”. También la diferencia del
troilismo, un arreglo en el que el hombre observa a su mujer o a su compañera habitual
realizando la actividad sexual con otro hombre. En algunos estudios (Langevin y Long,
1987) se apoya la asociación relativamente frecuente entre voyeurismo y exhibicionismo.

EXHIBICIONISMO

El exhibicionismo es ampliamente reconocido en todo el mundo como un comportamiento


anormal. Su incidencia parece haberse incrementado en los últimos tiempos. La CIE-10
(F65.2) lo considera como una inclinación recurrente o persistente a exponer por sorpresa
los propios genitales a extraños (generalmente del sexo opuesto) casi siempre acompañado
de un deseo sexual y de masturbación. No hay intención de contacto sexual con la víctima
y ni siquiera incitación. El DSM-IV añade, como ya es habitual, las fantasías recurrentes y
excitantes sobre el tema. Es plausible hipotetizar que los exhibicionistas ceden en sus
impulsos incontrolables después de los 40 años, en los que los casos se reducen,
alcanzando su punto culminante entre los 20 y los 30 años. Se ha informado de algunos
casos de exhibicionismo femenino (Hollander et al., 1977).

Muchos exhibicionistas se muestran impotentes frente a otras formas de actividad


heterosexual y parecen impelidos por una conducta compulsiva que les conlleva a
exhibirse. Stoller (1977) explica perfectamente el comportamiento de un exhibicionista: “…el
acto de exhibirse no es una anticipación de las relaciones heterosexuales, sino que es en
sí mismo el acto sexual del hombre”. De hecho, la exhibición es sólo la primera mitad del
acto; la segunda mitad es la masturbación. Masturbación que no siempre ocurre; de hecho,
para determinados individuos, el objetivo principal es provocar conmoción o miedo en las
víctimas.

Estamos ante una de las parafilias que cae con más facilidad en manos de la justicia; se
calcula que ocupa el primer lugar (34%, según estadísticas inglesas de 1981, nombradas
en un estudio de Chiswick) (30), doblando a los delitos de incesto (17%); tal parece que la
conducta de algunos exhibicionistas, prácticamente está destinada a provocar su detención.
Del 30% al 50% de las mujeres informan haber sido víctimas de exhibicionistas (Zverina et
al, 1987). En el estudio citado de Abel, el número medio de víctimas de 142 exhibicionistas
era de 514. McConaghy (1993) encontró que era más probable que los exhibicionistas
buscaran tratamiento psicológico que lo hicieran otros parafílicos. Quizá es por ello que es
una de las parafilias que cuenta con más estudios psicopatológicos, conjuntamente con la
pedofilia y la violación (que no es considerada parafilia). De los estudios de Mohr et al.,
(1964) y Smukler (1975), así como los del propio Stoller (1977) resultó una especie de
retratos-robot de los exhibicionistas que tendría los siguientes ítems: hombre, edad
comprendida entre 20-30 años, casado, coeficiente intelectual superior a la media,
adaptado a su trabajo, no trastornos emocionales graves, tendencia a la pasividad, timidez,
escasa asertividad, introversión social, inhibición sexual. En numerosas ocasiones basta un
conflicto familiar o una confrontación con una figura autoritaria para provocar un episodio
exhibicionista, que está sometido también invariablemente a reagudizaciones en
situaciones de estrés. En el alud de trabajos sobre el tema, podríamos diferenciar aquellos
en los que se utilizó el MMPI y en los que la exploración fue conseguida con otros
instrumentos psicométricos. Forgac et al., (1984) consideran que en el perfil psicopatológico
de los exhibicionistas con gran número de arrestos (seis o más) eran más psicopáticos y
sociópatas que los que habían sufrido menos arrestos. Los arrestados presentaban
mayores puntuaciones en paranoidismo (Pa), desviación psicopática (Pd), y esquizofrenia
(Sc) que los anteriormente arrestados de la misma edad; a su vez los arrestados que habían
asaltado a sus víctimas presentarían puntuaciones altas en esquizofrenia (Sc), hipomanía
(Ma) y desviación psicopática (Pd). Quiere ello decir que podríamos diferenciar 3 grupos de
exhibicionistas:

a) Grupo exhibicionista puro, con sólo 1 arresto –el que ha permitido el estudio–
serían sujetos socializados, inhibidos, pasivos y conformistas, es decir, un perfil más
neurótico.
b) Grupo muy arrestado, pero no violento, más introvertido, esquizoide y
caracterológicamente bizarro/extraño, es decir, una exageración –ya patológica– del
grupo A.
c) Grupo violento, más impulsivo, poco emotivo y con tendencias maniformes:
asociados con otras conductas delictivas.

De los estudios sin utilizar el MMPI, destaca el de los propios Forgac y Michaels (1982),
quienes suministraron una versión condensada del California Psychological Inventory; los
sujetos más violentos y con otras violaciones de la ley asociadas, presentaban menores
puntuaciones, significativas, en las escalas de responsabilidad y de socialización. Sin
embargo, esta característica –al igual que las del grupo C– no es exclusiva del
exhibicionismo; se repetirá en otros tipos de delincuentes violentos, sexuales o no (Gough,
1975; Aluja 1987). J

unto a los rasgos de personalidad, las relaciones familiares alteradas e incluso el fracaso
profesional son temas que salen a la luz constantemente en los estudios sobre
exhibicionismo, sin apuntar un rasgo común que especifique una explicación etiológica. No
debemos olvidar que una minoría de exhibicionistas son sintomáticos de una esquizofrenia,
un daño cerebral orgánico o una subnormalidad. Sin embargo, la mayoría de exhibicionistas
son gente sin nada especialmente destacable hasta que su parafilia rompe con todo su
contexto y les sitúa en la desviación. Así y todo, una serie de investigaciones siguen
insistiendo en problemáticas de personalidad asociadas, como ya hemos comprobado
anteriormente.

La historia de la mayor parte de los exhibicionistas masculinos revela un período de


exhibición preadolescente ante niñas pequeñas en juegos de tipo médicos y enfermeras, o
bien juegos sexuales adolescentes en los cuales había exhibicionismos recíprocos, o algún
acontecimiento accidental en el que un estado de exhibición inadvertida dio lugar a
turbación o curiosidad por parte de la persona del sexo femenino que lo observaba. El
proceso de condicionamiento incluye no sólo el acto de exhibición, sino todo un complejo
de acontecimientos accidentales y objetos asociados a la experiencia del aprendizaje
original.

No debería sorprendernos que las niñas y las chicas adolescentes sean víctimas
frecuentes, puesto que la situación original en que se aprendió el hábito con frecuencia
implicaba la exhibición ante las propias compañeras de juego. La esperanza característica
de los exhibicionistas de que su víctima reaccionará con sorpresa o turbación puede
considerarse como una réplica de la respuesta de curiosidad o sorpresa por parte de las
niñas ante los cuales se exhibieron en la infancia. El hecho de que un hábito frecuente en
la niñez y adolescencia no se extinga en los exhibicionistas, debemos apelar a la repetición
posterior de la experiencia a su reforzamiento por medio de las fantasías masturbatorias,
asociado a sus características de personalidad. En el diagnóstico diferencial se tendrá en
cuenta que en la pedofilia, la exposición puede presentarse como un preludio de la actividad
con el niño. Debe destacarse también en estos casos la micción pública que algunas veces
es alegada como razón de la exhibición por las personas que son detenidas.

PEDOFILIA O PAIDOFILIA

Los criterios CIE-10 (F65.4) para este trastorno consideran que es una inclinación
persistente o predominante hacia la actividad sexual con uno o más prepúberes (el DSM-
IV añade las fantasías recurrentes como es ya hábito). La persona tiene al menos 16 años
y es por lo menos cinco años mayor que los niños por los que se siente atraído.
Incidencia La incidencia de la paidofilia viene dada por los informes policiales o de los
tribunales de justicia, más que por las referencias clínicas, como ya es habitual en las
parafilias. Aquí sin embargo los datos epidemiológicos inciden en una cuestión de especial
sensibilidad en la sociedad actual: los abusos sexuales a niños, las noticias sobre este tema
son un flujo incesante en las dos últimas décadas. Sin embargo, no deben confundirse las
cifras de ofendidos con las de ofensores. De hecho, los porcentajes de niños que han
sufrido abusos no lo han sido siempre por pedófilos, aunque sí en abrumadora mayoría: en
un informe de O’Connor (1987), sobre 7.487 niños que habían sufrido agresiones sexuales,
6.201 eran víctimas de pedófilos (82,8%) mientras que el resto (1.286, 17,2%) eran el
resultado de incesto; a cada cual lo suyo, aunque sea mucho o poco.

Tipología del pedófilo Numerosos estudios han intentado catalogar al pedófilo. Tanto en el
de Cohen et al. (1969), como en el de Groth y Birnhaum (1978) se distinguen dos tipos: el
inmaduro que acostumbra a abusar de niños prepúberes y que nunca ha logrado movilizar
aptitudes de relación con los demás, sintiéndose poderosos solamente con los niños; niños
que no acostumbran a ser extraños y con los que establece una relación no impulsiva,
cortejándoles, estableciendo amistad que llega a ser cautivadora, forzando muy pocas
veces el coito. El pedófilo represivo es la imagen inversa del anterior. El estrés, dispara sus
actos parafílicos que acostumbran a ser impulsivos y casi siempre con desconocidos. El
agresivo (menos frecuente) suele presentar una historia de conducta antisocial, agrede a
sus víctimas y puede causarles daños físicos de importancia. Howells (1981) distingue entre
pedófilos de preferencia y situacionales.

Los primeros tendrían una orientación sexual primariamente dirigida a los niños, estando
relativamente desinteresados por compañeros sexuales adultos. Usualmente serían
solteros, y si se casan sería un matrimonio puramente de apariencia y conveniencia.
Planearían sus ofensas y presentarían rasgos claramente compulsivos, no precipitándose
sus acciones como consecuencia del estrés; su conciencia de enfermedad es baja. Los
pedófilos situacionales presentarían una historia de desarrollo normal en sus habilidades
heterosexuales y hetero sociales, si bien a menudo expresan algunos déficits en estas
competencias, particularmente en las relaciones íntimas. Sus intereses sexuales y
emocionales van dirigidos primariamente a los adultos, considerándose a sí mismos como
anormales. Aún podríamos añadir una tercera categoría que correspondería a pedófilos
violentos y violadores (Lanyon, 1986). Avery-Clark (1984) describió las respuestas
erectivas, medidas con pletismografía ante estímulos descriptivos con audiotape. Parte de
la realidad de la existencia de dos tipos de pedófilos: los agresivos y los que no lo son. Se
estudiaron 16 pedófilos de bajo nivel de peligrosidad y 15 muy agresivos. Fueron sometidos
al estímulo de audiotape con descripciones de conductas pregenitales, intercurso sexual
sin consentimiento de la víctima, relación sexual agresiva con asalto físico de los niños, sin
conducta sexual. Se utilizó una medida de respuesta peneana mediante pletismógrafo de
volumen aplicado a canal de poligrafía. Los resultados indicaron que los ofensores sexuales
más violentos respondieron significativamente a los estímulos de tipo agresivo y no así el
otro grupo de pedófilos. Esta investigación vuelve a poner en la palestra la idea de dos tipos
de parafílicos (dentro del subgrupo de ofensas sexuales) los que utilizan la violencia y la
asocian al abuso sexual y los que no, lo cual podría indicar también diferencias
etiopatogénicas que, a su vez, podrían repercutir en el posible tratamiento.

Dejando aparte factores de personalidad –con referencias no concluyentes, pero de


importancia probablemente sustancial– los orígenes de la pedofilia como hábito
circunscrito, podrían representar un proceso de condicionamiento primitivo que no se
extinguió con experiencias posteriores más gratificantes. La historia clínica de la mayor
parte de estos pacientes indica que en la infancia y adolescencia tuvieron juegos sexuales,
experiencias nada infrecuentes en la población general; pero lo que distingue a la pedofilia
es el hecho de que no experimentan suficientes y satisfactorias actividades sexuales
adultas que normalmente sustituyen estas conductas primitivas. La naturaleza repetitiva de
sus fantasías masturbatorias pedofílicas reforzó el nivel parafílico de su conducta sexual.
Esta hipótesis –que asemeja un matrimonio morganático conductismo-psicoanálisis– es
interesante pero nunca ha sido totalmente demostrada. Prácticamente todos los estudios
de personalidad en busca de una “tipología” han sido inconsistentes, así como se ha tratado
la teoría de individuos que rondarían la debilidad intelectual: Holl (1989) no encontró
pedófilos que puntuaron por debajo de la media en tests de inteligencia.

SADISMO Y MASOQUISMO SEXUAL

El CIE-10 (F65.5) resume este trastorno con el populismo “sadomasoquismo” y considera


criterio principal la inclinación hacia un tipo de actividad sexual como receptor
(masoquismo), como ejecutor (sadismo) o como ambas formas; implica la presencia de al
menos uno de los síntomas siguientes:

1) Dolor
2) Humillación
3) Sojuzgarían.

La actividad sadomasoquista sería la fuente más importante de estimulación sexual o es


necesaria para la gratificación sexual. En el DSM-IV se asocian otros tres criterios
importantes:

1) Con una pareja que no consiente, el individuo ha infligido repetida e


intencionadamente sufrimiento psicológico o físico con objeto de obtener excitación
sexual.
2) Con una pareja que sí consiente, el modo repetidamente preferido o exclusivo de
obtener excitación sexual combina la humillación con sufrimiento corporal simulado
o ligero.
3) Tratándose también de una pareja que consiente, se la han infligido lesiones
corporales que son intensas, permanentes o posiblemente mortales con objeto de
obtener excitación sexual.
En la epidemiología del sadomasoquismo, destacan cifras diversas (Kinsey et al, 1953;
Hunt, 1974; Stein, 1978 ; Barbach y Levine, 1980) que van desde el 17% de Stein (cifra
falseada ya que el autor trabajó sobre 1.230 clientes de prostitutas, lo cual no representaba
la población general) hasta el 10% de hombres de Hunt y el 6% del propio autor. Sin
embargo, en un examen más severo de las estadísticas, queda claro que una gran parte
de estas cifras consiste más en actividades de ligera violencia, incluidas en el juego sexual
que en una verdadera parafilia. Son curiosos los estudios antropológicos que nombra
Pedersen (1988): las etnias más proclives a estas actividades resultaron ser anglosajones
y judíos de la Europa Oriental, lo cual iría a favor de factores culturales de represión de la
agresividad, más propia en ambientes no latinos.

Las variedades del sadomasoquismo cubren toda una amplia gama de posibilidades:
sujeción con todo tipo de ligaduras, golpes o latigazos, semiestrangulación, pisoteo del
cuerpo, tratamiento traumático de los genitales y pechos mediante pinzas, tenazas u otros
instrumentos, empleo forzado de consoladores de tamaño excesivo o con superficie erizada
de púas.

Algunos sádicos necesitan contar con una víctima forzada para obtener placer, en tanto
que otros se excitan con una víctima dispuesta al juego. Cuando el actor es masoquista,
tiene considerables dificultades para encontrar el compañero/a adecuados. De ahí que
algunos masoquistas recurren a la autoflagelación, lo cual en ocasiones roza la alta
peligrosidad (p. ej. colgarse por el cuello) e incluso es causa –plausiblemente involuntaria–
de muerte. Es la llamada “hipoxifilia” o la obtención de placer sexual por la privación de
oxígeno. Los encuentros sadomasoquistas a menudo conllevan una representación de
papeles en donde hay un notable desequilibrio de poder (p. ej. amo-esclavo).

Estudios recientes (Levit et al, 1994) revelan que del 20 al 30% de los masoquistas son
mujeres. El grupo más violento y criminal de sadomasoquistas es, afortunadamente, raro.
Sus acciones han pasado prácticamente a la historia, incluso novelada (Peter Kürten, el
monstruo de Düsseldorf, que experimentaba orgasmos mientras estrangulaba o apuñalaba
a víctimas, John Cristie que establecía relaciones coitales con las mujeres ya asesinadas,
etc.). Para Britain (1970) el asesino sádico es usualmente introvertido, meditabundo y
solitario. Tiene un pasado de gozo con la violencia, expresado por la crueldad con los
animales y su interés por la pornografía sadomasoquista (aunque esto es común a todas
estas parafilias).

Alrededor de esta sexualidad ha florecido toda una próspera industria que proporciona los
artilugios más diversos: esposas, cadenas claveteadas, látigos, etc. De hecho, en el DSM-
III-R (1987), se estimaba que el 10% de los violadores, cumplía el diagnóstico de sadismo
sexual. Se acepta generalmente la distinción entre la violación sádica y la no sádica. Los
violadores sádicos muestran una elevada preferencia por la actividad sexual agresiva y con
una persona que no consiente. Es difícil encontrar una explicación etiopatogénica adecuada
para el sadomasoquismo. Al igual que en el resto de parafilias, múltiples teorías los han
intentado razonar, sin que ninguna termine de complacer al estudioso del tema. Una vez
más, podríamos evocar posibles alteraciones de la personalidad, que solamente pueden
ser investigadas en el contexto individual, ya que los estudios globales son escasos y con
metodologías en general insatisfactorias.

9. Parafilias y normalidad.
Existe una gran controversia científica y política en relación con la permanencia de los
diagnósticos relacionados con el sexo, como las parafilias en el DSM, debido al estigma de
ser clasificada como una enfermedad mental (Moser y Kleinplatz, 2004).

Algunos grupos que buscan una mayor comprensión y aceptación de la diversidad sexual,
han presionado para que los cambios en la situación jurídica y médica de los intereses y
las prácticas sexuales inusuales. Charles Allen Moser, médico y defensor de las minorías
sexuales, ha argumentado que los diagnósticos se deben eliminar de los manuales de
diagnóstico (Moser v Kleinplatz, 2004).

Las parafilias se consideran inocuas excepto cuando se dirigen a un objeto potencialmente


peligroso para sí mismos o para su compañero sexual (pedofilia, sadismo, masoquismo,
etc.), o cuando impiden el funcionamiento sexual normal (asfixia erótica, auto mutilación,
etc.) (Moser y Kleinplatz, 2004).

Pomeroy (s/f. c.p Flores, 1999) plantea que se puede intentar la aplicación de cinco criterios
principales para definir la conducta sexual como normal o anormal. Estos criterios son:

1. Estadístico: Si la mitad o más de la población la practica la conducta sexual es


normal. Depende del lugar, la época, la cultura y la clase social.
2. Filogenético: si corresponde con el comportamiento sexual de los mamíferos o de
los primates superiores, es normal.
3. Moral: Los preceptos de una comunidad son muy variables en cada cultura en
diferentes épocas, pero suele haber un consenso temporal, registrado en usos,
costumbres. creencias. Preserva los valores individuales y colectivos. Por ejemplo,
las relaciones sexuales con animales (zoofilias), son prácticas realizadas en
personas del campo y no eran consideradas como algo malo; en cambio, en
personas que viven en las ciudades, esta actividad puede considerarse como una
enfermedad mental.
4. Legal: El registro de normas escritas y sanciones para defender a las personas y
sus propiedades o derechos también abarca lo sexual. Las leyes se cambian y son
diferentes en un lugar y otro, pero marcan el consenso.
5. Social: Las conductas socialmente dominantes que no dañan a la sociedad o a sus
miembros, son normales, correctas, adecuadas.

Si cada conducta sexual es pasada por el tamiz de estos cinco criterios, podemos
establecer el grado de normalidad o anormalidad de la misma.
Tabla 2. Criterios con los que se evalúa la normalidad de una conducta sexual
Criterio Masturbaci Homosexualida Sexo no Sexo oral pedofilia violación
ón d marital genital
Estadístico Normal Anormal normal normal Anormal Anormal
.
Filogenétic Normal Normal normal normal ? ?
o.
Moral Anormal Anormal anormal normal anormal Anormal

Legal Normal Normal ? ? anormal Anormal

Social Normal Normal normal normal anormal Anormal

Tomada de Flores (1999)

Como puede observarse en la tabla anterior, ninguna de las conductas sexuales


anteriormente descritas, es evaluada unánimemente desde los 5 criterios. Los intereses
sexuales condenados cambian a menudo; la masturbación, el sexo oral, el sexo anal y la
homosexualidad fueron considerados pecados, aberraciones o síntomas de trastornos
mentales, pero ahora se aceptan normalmente como parte del espectro de una expresión
sexual saludable.

De forma similar, hay condiciones que se aceptaban como "normales" en el pasado, pero
que ahora se clasifican como trastornos mentales (por ej. el deseo sexual hipoactivo (ej., el
desorden de aversión sexual, y el desorden orgásmico en la mujer). Es demasiado difícil
eliminar los factores históricos y culturales de la evaluación de los intereses sexuales poco
frecuentes (Moser y Kleinplatz, 2004)
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