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1. Historia
La historia de la parafilia es tan antigua como la del hombre y, tal vez, constituya uno de los
que más curiosidad e interés haya despertado, en todas las épocas de la humanidad. Desde
Adán y Eva, se ha estado restringiendo el que suele ser sin límites al comportamiento sexual
de los humanos. Según cada cultura o cada religión, así se permitían o se castigaban las
costumbres sexuales de una época dada.
Por ejemplo, las relaciones sexuales con animales (zoofilias), son prácticas realizadas en
personas del campo y no eran consideradas como algo malo; en cambio, en personas que
viven en las ciudades, esta actividad puede considerarse como una enfermedad mental.
Han surgido otras parafilias o se han ido trasformando, debido a los cambios que hay en
las sociedades; así encontramos que cuando apareció el teléfono surgió una nueva parafilia
cuando realizan llamadas obscenas (escatología telefónica), lo mismo sucede con la
computadora y otros medios.
GRECIA y ROMA
El estudio racional y sistemático del comportamiento sexual humano data de los griegos
antiguos. Médicos como Hipócrates y los filósofos Platón y Aristóteles, los cuales pueden
ser considerados como los antepasados legítimos de la investigación sexual.
Estos hicieron observaciones extensas y ofrecieron las primeras teorías elaboradas con
respecto a las respuestas y disfunciones sexuales, la reproducción y la anticoncepción, el
aborto, la legislación de la sexualidad y la ética sexual.
En el siglo XVIII con la influencia de la “perversión”, paso a ser patrimonio del campo
médico, privativo al sujeto. En este siglo tuvieron lugar varias obras que permitieron avanzar
en esta temática; como el libro escrito por el médico Samuel Tissot, “Onanismo” (1760).
SIGLO XIX
Las nuevas preocupaciones en cuanto a la sobrepoblación, la psicopatía sexual y la
degeneración, dieron lugar al concepto de “sexualidad”. Estos condujeron a esfuerzos para
obtener un conocimiento intelectual más firme sobre un tema, que parecía crecer
rápidamente y hacerse cada vez más complejo.
Después de la derrota de Hitler y del final de la Segunda Guerra Mundial, los europeos
tardaron muchos años en restablecer la investigación sexológica. Especialmente los
sexólogos alemanes, que se enfrentaron a enormes obstáculos, ya que la entera base
anterior de su trabajo había sido destruida. Con el tiempo hubo nuevamente algunos
escritores teóricos, pero mostraron poco conocimiento de su gran tradición perdida.
ERA CONTENPORÁNEA
Según Haeberle en las últimas décadas la atención científica ha cambiado otra vez a los
estudios médicos y fisiológicos. Principalmente por el impacto producido por otros dos libros
iniciadores, Respuesta Sexual Humana (1966) e Insuficiencia Sexual Humana (1970),
escritos por William H. Masters y Virginia Johnson.
En respuesta sexual humana plantean los procesos fisiológicos durante la actividad sexual;
sugieren un modelo de cuatro fases de la respuesta sexual: excitación, meseta, orgasmo y
resolución. Las investigaciones se han centrado en tratar las disfunciones sexuales del
individuo o de las parejas. Como resultado, las dimensiones sociales e históricas del sexo
se han descuidado en gran parte.
En 1974, Helen Singer Kaplan publica su libro La Nueva Terapia Sexual, en el que
profundiza y avanza sobre las terapias descritas por Masters y Johnson, ideando terapias
breves y de alta efectividad para los trastornos sexuales.
Shere Hite, originó una gran polémica con sus dos estudios sobre sexología y sexualidad
humana. En el primero, Informe Hite sobre la Sexualidad Femenina (1976), recopila las
respuestas de 3.019 mujeres a un cuestionario. El segundo, Informe Hite sobre la
Sexualidad Masculina (1981), recoge las respuestas de 7.239 hombres a un cuestionario.
Otra de sus obras es el libro Sexo y negocios.
Con el primer Informe Hite se escandalizó a la sociedad americana, al reflejar que, por
ejemplo, las mujeres también eran infieles (un 70% de las encuestadas), que las relaciones
amorosas entre mujeres funcionaban mejor que entre heterosexuales y que el
entendimiento entre hombres-mujeres era muy difícil.
Así, en la mentalidad pública, la Sexología está hoy a menudo asociada con “terapia
sexual”, una empresa no médica, paramédica o en cierto modo médica. Esta noción es
incorrecta, tanto sobre la sexología en general, como sobre la terapia sexual en particular.
Estas ya no están basadas en un modelo médico, sino más bien en varios modelos
aprendidos del comportamiento humano.
El estudio del sexo es, sobre todo, un estudio de ideas. Por esto, la sexología es
principalmente la exanimación crítica de ideologías. Afortunadamente, hay algunas fuerzas
antagonistas que intentan rectificar el actual desequilibrio sexológico y que aspiran a
reconectar la sexología, con su tradición larga y perdida. Una conexión importante y
significativa al pasado ha sido reconvocado en los últimos años.
2. Definición
La palabra parafilia proviene del griego παρά (para), que significa alterado, fuera de, extraño
o anormal y de φιλία (filia), que se traduce como "amor", inclinación o interés. De esto puede
deducirse que una parafilia es una conducta sexual, en el que la fuente predominante de
placer no lo constituye el coito (que sería considerado “lo normal”), sino el uso de objetos
específicos (cierto tipo de zapatos, ropa íntima, látigos, etc.), la presencia de ciertas
características físicas en el compañero (tener senos grandes, ser ancianos, tener una
discapacidad, etc.) o la ejecución de algún ritual (frotarse contra las nalgas de una persona,
tener conversaciones de contenido erótico, etc.) durante la actividad sexual que acompaña
a la copula (Escobar, 2012).
Money y Erhardt (1982) definen las parafilias como estados psicosexuales de reactividad
obsesiva a un estímulo desusado o inaceptable y dependiente de él, que buscan iniciar o
mantener una situación sexual con el fin de facilitar el orgasmo.
Para realizar un diagnóstico diferencial con otras conductas sexuales no patológicas el DSM
IV plantea que “las fantasías, comportamientos u objetos son considerados parafílicos solo
si provocan malestar o alteraciones clínicamente significativas, como: son obligatorias,
producen disfunciones sexuales, requieren la participación de otros individuos en contra de
su voluntad, conducen a problemas legales o interfieren en las relaciones sociales”
(Asociación Estadounidense de Psiquiatría, 2005).
No se han establecido causas demostradas de parafilias, pero "es indudable, dice Karpman,
que ellas derivan de la atmósfera familiar y social enferma en que se desarrolla el niño". El
mal manejo por parte de los padres de la ingenua curiosidad sexual infantil y de los juegos
sexuales de los mismos, tratados con represión enfermiza, evasiones, racionalizaciones y
prohibiciones estrictas, cierra el camino a un desarrollo sexual normal, e inclina al niño a
manifestaciones parafílicas.
La ignorancia que preserva la inocencia es una falacia perniciosa que ha traído muchos
males a la humanidad, entre ellos, las parafilias. Enfrentar la sexualidad con inteligencia,
amplitud, apertura y naturalidad, previene las parafilias.
Un hecho interesante es que los parafílicos provienen de familias en que no se han dado
otros casos de sexualidad parafílica. Es decir, no se hereda. Tampoco se aprende por
imitación, sino por proscripciones y represiones irracionales que cierran caminos normales
y abren otros vicariantes, anómalos, inhabituales, extravagantes, elegidos entre el rico y
variado repertorio de nuestro capital originario infantil. Si es verdad lo que afirmaba Freud
que el niño es "un polimorfo perverso", allí está la cantera de la parafilia.
Según Kolosimo, Todos somos como Jekyll, pues en cada hombre bien formado por la
educación, convive esa flor y nata de los pícaros que es el hombre de los instintos primarios.
Las parafilias nacen en la infancia y la primera adolescencia, edad en que los "deseos
secretos" son inevitables, aunque podrían dejar de serlo si educáramos por el diálogo y el
conocimiento de estas posibilidades.
No existe ninguna teoría que explique todos los casos de parafilia, o todas las parafilias en
su conjunto. Pero las teorías existentes son válidas para determinados casos. Recorramos
algunas de esas teorías que poseen mayor predicamento en el campo clínico.
2. Las experiencias infantiles repetidas. Tales como ser vestidos con ropas del otro
sexo por sus padres que esperaban tener un hijo del sexo contrario, o por las
niñeras; el mirar los genitales de los adultos o las actividades sexuales o de
excreción, así como la ridiculización de sus genitales por pequeños o feos, o de sus
capacidades eróticas, se reviven en la adultez joven con formaciones parafílicas
sorprendentemente elocuentes. Las humillaciones o castigos físicos de los padres
a los hijos, trocadas en agresiones sádicas, o masoquistas, así como la erotización
de la micción, o la clismafilia o erotización del enema, o incluso el travestismo, son
formaciones que compensan su vergüenza o humillación anterior. La parafilia
permite conquistar y superar la ansiedad vivida en la infancia. Pero como dicen
Money y Ehrhardt "niños en los que la experiencia sexual ha sido impuesta por un
compañero de juegos de más edad o por un adulto, pueden no manifestar
forzosamente efectos deletéreos a largo plazo, en especial si las consecuencias de
la experiencia son sensatamente manejadas por los adultos". Concluyen que
"parece lícito afirmar que los fundamentos de la normalidad o anomalía sexual como
las parafilias parciales o completas, se establecen mucho antes de la pubertad
hormonal. Esta última sólo establece el grado de despertar con respecto a una
imagen que ya está previamente determinada por tener cierto grado de potencia
evocadora". Se podría decir que las parafilias obedecen a un polideterminismo
secuencial multivariado.
Los mecanismos según las escuelas. En suma, el psicoanálisis señala el origen de las
parafilias en una experiencia traumática única o repetida por fijación en el Complejo de
Edipo y sirven para negar la posibilidad de la castración. La teoría de la conducta las
considera el producto de un aprendizaje incorrecto, a través del mecanismo del "modelado"
o "imprinting" de los etólogos, por experiencias sexuales del periodo de diferenciación
sexual y de la pubertad. Desde una perspectiva sistémica, la definición de Isabel Boschi
dice: "Parafilia egosintónica es una construcción particular centrada en las conductas
sexuales, organizada en forma de estructuras autísticas, por las que la comunicación con
el mundo externo parece interferido por tenaces mecanismos de mantenimiento de un
mundo cerrado."
Cada autor propone una clasificación diferente, aun después que Freud, basado en las
publicaciones de Krafft-Ebing, Moll, Moebius, Havelock Ellis, Schrenk-Notzing, Löwenfeld,
Eulenburg, Iwan Bloch y Magnus Hirschfeld, propuso el ordenamiento de las "aberraciones"
de acuerdo al objeto y al fin sexual desviado. A partir de estas clasificaciones iniciales,
donde cabía toda actividad sexual que no fuera la penetración del pene en la vagina de dos
adultos de mediana edad, han aparecido nuevos ordenamientos, aunque las desviaciones
sexuales descriptas parecen no haber variado con el tiempo, excluidas la masturbación, la
homosexualidad y el sexo oral o el sexo extraconyugal. (Flores, 1988)
c. Mercantil y venal: se fantasea con actos de prostitución sin que exista necesidad
económica para ello (Money, 1986)
e. Estigmáticas: aquellos que prefieren una parte del cuerpo, o una persona con ciertas
características: amputadas, embarazadas, etc. (Money, 1986).
Estas alteraciones no cumplen los criterios para cualquiera de las categorías específicas
citadas
Tabla 2. Parafilias no especificadas (o atípicas).
TRASTORNO DESCRIPCIÓN
PARAFÍLICO
Clismafilia Excitación sexual por recibir enemas
Parcialismo Interés sexual por una parte del cuerpo específica que
despierta tanto interés erótico como los genitales, por ejemplo,
los pies, las manos o las axilas
Necrofilia Interés en mantener relaciones sexuales con cadáveres
Hipótesis biológicas.
Money (1988) recopiló información de neurólogos que hallaban una relación entre la
epilepsia del lóbulo temporal y algunas parafilias, como el fetichismo y el travestismo
compulsivos, que con el tratamiento antiepiléptico o con terapia electroconvulsiva
mejoraron. Se trataba de pacientes varones y se acompañaba de una sexualidad grosera
y desinhibida. Sus conductas equivaldrían a fugas epilépticas o estados crepusculares
incoercibles. También se ha sugerido que estas personas podrían tener unos niveles
excesivamente altos de testosterona y que mejoran con el tratamiento con antiandrógenos
(Hernández, 2000).
Por último, hay casos en que los pacientes mejoran con litio o antidepresivos o reguladores
del humor, lo que llevó a plantear la posibilidad de que las parafilias estén relacionadas con
ciclos maníaco-depresivos heredados (Thibaut, 2012).
Hipótesis psicológicas.
Freud planteaba que la energía sexual o libido está presente de forma desorganizada desde
el nacimiento en actividades como el mamar, comer, defecar, embarrarse y posteriormente
mirar y exhibirse. Cada uno de estos actos constituye un "instinto parcial", los cuales se van
integrando en forma gradual hasta llegar al dominio genital en el adulto (Escobar, 2012).
Los instintos parciales no desaparecen del todo, ya que muchos de ellos permanecen bajo
las formas del beso, juego amatorio y el exhibicionismo, a menudo empleado como juego
presexual. En algunas ocasiones permanecerán como fuente dominante de gozo sexual en
el adulto (Escobar, 2012).
Para Freud, la razón por las que algunas parafilias se convierten en la forma dominante de
placer es la ansiedad de castración. Para el niño el primer objeto erótico es el seno materno
que le alimenta, luego este objeto de amor se completa abarcando a la persona entera de
la madre. Se da entonces, el surgimiento del deseo inconsciente del niño varón por el amor
exclusivo de su madre. Sin embargo, el padre se interpone en una suerte de “idilio2 entre
madre e hijo. Sin embargo, el niño percibe que el padre es el sujeto amoroso de la madre
(es su rival). En ese momento, el niño se comportará de manera hostil con su padre. De la
mano con el deseo de reemplazar al padre, viene el miedo a que este se vengue y le dañe.
El niño interpreta su miedo al padre en términos genitales y siente temor de que le corte el
pene, (temor de castración), que es la fuente de su placer y de sus deseos sexuales. El
niño siente tanto miedo a la castración que se ve obligado a reprimir el deseo sexual por la
madre y pasa a identificarse al padre, de esta manera, la madre deja de ser el todo para el
niño, el cual realizara un desplazamiento de sus sentimientos amorosos hacia otros objetos
(Schultz y Schultz, 2003)
La explicación que daba Freud era que, como consecuencia del terror surgido por la
amenaza de castración ante la vista de los genitales femeninos, aparecía en los niños un
horror hacia la zona púbica femenina. Ya en la edad adulta, este temor, inconscientemente
motivado, conducía a que desarrollen diferentes formas de parafilias (Feldmann, 2003)
Esta teoría plantea que las parafilias o las “perversiones” son signos de inmadurez, fallas
en la represión acontecidas en la infancia polimórficamente perversa, común a todos los
niños (Feldmann, 2003)
Desde esta óptica, las parafilias son el producto de un aprendizaje incorrecto, a través del
mecanismo del modelado (la observación de conductas sexuales en la familia o en otras
personas) o a partir de las propias experiencias sexuales durante la pubertad (Feldmann,
2003)
A través del proceso de aprendizaje, el individuo aprende a sustituir los estímulos sexuales,
comunes o estándares, por otros menos típicos. Una de las formas en que esto ocurre es
a través de la masturbación, donde se asocian diversas fantasías con el orgasmo
(Feldmann, 2003).
Otra teoría, supone que el carácter represivo de la sexualidad en ciertas culturas y algunas
características idiosincrásicas, genera en algunos individuos un condicionamiento de
bloqueo, que impide que aprendan las pautas culturales típicas desde el punto de vista
sexual y, en cambio, aprendan otras conductas que, aunque no aprobadas culturalmente,
son parte del comportamiento de los humanos (Feldmann, 2003).
Una vez que le son mostradas las distorsiones al paciente, y después de obtener
confirmación del paciente de que las entiende, se emplean estrategias para refutar
las cogniciones disfuncionales: Estrategias como la de identificar en el acto los
pensamientos irracionales cuando aparecen y utilizar argumentos ya adiestrados
anteriormente en la terapia para refutarlos y reemplazarlos con ideas que
corresponden más a la realidad. Tales estrategias tienen que practicarse hasta que
se dé el resultado buscado, o sea, hasta lograr una reducción de las distorsiones
asociadas con la parafilia tratada (Muse y Frigola, 2003, p. 60)
El Humanismo es una corriente de orden Filosófica, Intelectual y Cultural que surgió como
consecuencia del Renacimiento y se extendió por Europa a partir del siglo XV. Viene de la
palabra latina homo (hombre). Esta nueva forma de pensar confiaba en el ser humano, en
su razón y en su capacidad para cultivar todas las ramas de la sabiduría (Luna, 2012)
La psicología humanista no tiene una hipótesis específica sobre la causa de las parafilias.
Sin embargo, su planteamiento puede deducirse de sus fundamentos teóricos, según los
cuales, así como el hombre desarrolla sus propios recursos y habilidades, también, de
acuerdo con el significado que le dé a su existencia en el mundo, puede llegar a desarrollar
patologías que afecten total o parcialmente su funcionalidad. Cuando un individuo no se
encuentra en sintonía con el “afuera”, cuando sus expectativas no se corresponden con los
logros que obtiene, sobreviene la angustia, la ansiedad y se desencadenan las
enfermedades, desórdenes o trastornos (Martínez, 2012)
Sin embargo, solo aquellas parafilias que causen daño al individuo o a terceras personas,
serían consideradas por el humanismo como patológico, puesto que desde esta escuela se
sostiene que las personas pueden hacer lo que deseen siempre y cuando no dañen a
terceros, y que los que participen, lo hagan voluntariamente y con conocimiento de las
consecuencias de sus actos (Diz, 2012)
Otras hipótesis
Experiencias accidentales.
Tiefer (1980) señala que las experiencias accidentales vividas por el niño y el adolescente
pueden ser definitivas en la psicogénesis de las parafilias. "Por ejemplo" -dice- "un bebé
puede excitarse sexualmente al ser tocado en los genitales durante el cambio de pañales,
y tal acontecimiento puede coincidir con la mirada de una mujer de largos cabellos
plateados. En su adolescencia, el muchacho se masturba y fantasea con cabellos
plateados, dotándolos de muchas asociaciones eróticas. La combinación habitual del
pensamiento de los cabellos y la excitación se vuelve tan fuerte, que la persona puede
llegar a dudar de su capacidad de desempeñarse sin ella".
Esta experiencia o instancia de excitación, con ser única, puede ser suficiente. Pero en
otros casos debe ocurrir constantemente para provocar la fijación. "Es muy probable" -dicen
Money y Ehrhardt (1982, p.16) "que estos años tempranos sean de fundamental
importancia para sentar las bases de los precedentes de todas las parafilias, si bien aún no
es posible definir de modo más explícito el efecto a largo plazo de las experiencias eróticas
sobre la función psicosexual y erótica definitiva."
Pero como dicen Money y Ehrhardt (1982) "niños en los que la experiencia sexual ha sido
impuesta por un compañero de juegos de más edad o por un adulto, pueden no manifestar
forzosamente efectos deletéreos a largo plazo, en especial si las consecuencias de la
experiencia son sensatamente manejadas por los adultos".
En este sentido, la historia de las parafilias ha estado intrínsecamente vinculado a los tres
pivotes esenciales de control social que desarrollaremos a continuación: la iglesia, el estado
y la ciencia oficial. De este modo, lo que para la iglesia es pecado, para el estado es delito
y para ciencia oficial es patología (Foucault, 2003)
Sin embargo, en este apartado haremos mención de algunos pronunciamientos legales que
han ocurrido en distintos momentos históricos y lugares con respecto a las parafilias. En
España, por ejemplo, a fines del siglo XIII, el rey castellano Alfonso X, El Sabio hizo redactar
un cuerpo normativo con el objetivo de conseguir una cierta uniformidad jurídica en el Reino,
este fue conocido como las Siete Partidas y estaba inspirada en el Código justinianeo, y en
lo que se refiere a las parafilias permitía la pena de muerte por decapitación (para los
nobles), quema (para personas "viles"), ahorcamiento o echando al criminal a las fieras, por
la zoofilia, y la sodomía (Alfonso X, 1252-1284)
En Holanda, durante el siglo XVIII, ocurrió el caso de María van Antwerpen condenada por
travestismo. María nació en Holanda el seno de una gran familia católica. Después de la
muerte de sus padres cuando ella tenía 13 años, trabajó como empleada doméstica, pero
una vez que fue despedida y no pudo encontrar otro trabajo, tomó la decisión radical de
vestirse como hombre y embarcarse como soldado. Un año y medio después se casó con
Johanna Cramers, la hija de un sargento. Después de muchas peregrinaciones, María fue
reconocida por la hija de una familia en la que había trabajado. Ella fue detenida en mayo
de 1751 y condenada por un tribunal militar a destierro (Dekker y Van de Pol, 2006)
La condena habitual era el exilio (aunque también se pedía correccional, prisión, picota o
azotamiento). Con el exilio, lograban que el matrimonio no volviera a verse. Normalmente,
la condena recaía sobre la persona travestida, culpable de transgresión en el orden
establecido. Esto se juzgaba como fraude u otros delitos, de los que el peor visto era” la
relación perversa”, o aún más, el matrimonio que “burlaba el orden natural de las cosas y
la consagración religiosa del orden divino” (Dekker y Van de Pol, 2006, p 17)
Aún hoy, la sola denuncia del interés por prácticas sexuales “diferentes” puede acarrear la
muerte, la cárcel, la pérdida de los derechos civiles y otras sanciones sociales (por ejemplo,
la homosexualidad es penada con la muerte en 7 países árabes: Arabia Saudita, Emiratos
Arabes, Irán, Mauritania, Somalia, Sudán del Sur y Yemen) (Moser y Kleinplatz, 2004)
Desde la ciencia oficial, Heinrich Kaan (1843) publicó un libro titulado Psicopatía del Sexo,
donde transformaba los pecados del cristianismo en enfermedades mentales. Así, términos
morales como "perversión", "aberración" y "desviación" pasaron al vocabulario clínico
durante más de un siglo (Blanco 2007).
Algunos años más tarde (1890), el psiquiatra alemán Richard Freiherr von Krafft-Ebing
publicó ("Nueva investigación sobre la Psicopatía del Sexo"), el primer tratado clínico
completo sobre las alteraciones de la sexualidad, lo escribió en latín, para establecer una
distancia con el discurso popular y hacerla accesible sólo a la clase académica de la época
(Blanco 2007).
Para Krafft-Ebing, toda manifestación sexual que no condujera a la reproducción era
anómala, y consideraba que, entre las causas de las perversiones sexuales, estaba la
degeneración del sistema nervioso central, la epilepsia y el consumo de alcohol (Foucault,
2044 c.p Blanco 2007)
Según Blanco (2007), históricamente, el término parafilia fue acuñado por el psicoterapeuta
vienés Wilhelm Stekel —en su libro, “Aberrations”— en 1925. Stekel fue alumno de Freud
y después perteneció al grupo de los renegados. Escribió varios libros dedicados a las
parafilias con cuadros clínicos exhaustivamente descritos. Sin embargo, la utilización de
ese término se generalizó en la década de 1950.
Parafilias y DSM-I
Antes de la publicación del DSM-I, la Psiquiatría Americana clasificaba las parafilias como
casos de "personalidad psicopática con la sexualidad patológica". El DSM-I introdujo la
palabra desviación sexual como un trastorno de la personalidad del psicópata e incluyó
entre estas a la homosexualidad, el travestismo, la pedofilia, el fetichismo y el sadismo
sexual, incluida la violación (Moser y Kleinplatz, 2004)
Parafilias y DSM-II
El DSM-II continuó utilizando el término "desviaciones sexuales", pero ahora los incluye
dentro de una categoría amplia titulada "trastornos de la personalidad y otros trastornos
mentales no psicóticos". La categoría general de la desviación sexual estaba destinado a
describir la orientación sexual de las personas que se "dirigen principalmente hacia los
objetos que no sean personas de sexo opuesto, hacia los actos sexuales no se suelen
relacionar con coito, o hacia el coito realizados en circunstancias extrañas, como en la
necrofilia, la pedofilia, el sadismo sexual, y el fetichismo " (Moser y Kleinplatz, 2004).
Parafilias y DSM-III
El término "parafilia" fue introducido en el DSM-III como un subconjunto de la nueva
categoría de "trastornos psicosexuales". La otra diferencia que se observa en el DSM III es
que se elimina a la homosexualidad de la categoría “parafilia” (Moser y Kleinplatz, 2004).
Parafilias y DSM-IV
En el DSM IV no hubo inclusiones, ni exclusiones de otras parafilias, pero el frotteurismo
paso a ser una parafilia típica, mientras que la zoofilia, una no especificada. Y, el
actualmente llamado fetichismo travestiste, era travestismo (Moser y Kleinplatz, 2004).
Parafilias y DSM-V
El DSM-5 afirma que las parafilias no son trastornos psiquiátricos “ipso facto", y propone
una distinción entre parafilias y trastornos parafílicos. Una parafilia por sí sola no requeriría
de manera automática de intervención psiquiátrica. Mientras que un trastorno parafílico es
una parafilia que causa malestar, deterioro o daño a la persona o a los demás. En
consecuencia, una parafilia sería una condición necesaria pero no suficiente para tener un
desorden parafílico (Moser y Kleinplatz, 2004).
En esta versión, un hombre no puede ser clasificado de travesti por mucho que use
vestidos, si esto es excitante sexualmente para él, a menos que esté descontento con esta
actividad o le dañe de algún modo. Por otra parte, el sadismo sexual se convertiría en
Trastorno de Sadismo Sexual y el masoquismo sexual se convertiría en Trastorno de
Masoquismo Sexual, y así sucesivamente " (Moser y Kleinplatz, 2004).
FETICHISMO
En el siglo XVIII se introdujeron en Francia las llamadas pommes d´amour (manzanas del
amor) con notable éxito. Este artilugio de invención japonesa, consistía en dos pequeñas
esferas de metal que se introducen en la abertura vaginal. El efecto erótico del ingenio
(Gregersen, 1988), proviene de los movimientos de las esferas y sus vibraciones cada vez
que la pelvis cambia de posición. He aquí uno de los tantos curiosos fetiches que la
humanidad ha utilizado para incrementar el placer sexual. Todos tenemos algo de
fetichistas, como lo demuestran no solamente las costumbres arraigadas en cualquiera de
las sociedades que se pueden explorar, ya hemos nombrado el estudio de Wilson sobre las
fantasías habituales, pero el fetichista parafílico se enardece fundamentalmente
fantaseando o actuando casi exclusivamente con un objeto fetiche. Al igual que en otras
parafilias, ahí está la diferencia. El fetichismo representa uno de los diagnósticos más
difíciles debido al solapamiento entre este y otros trastornos. La CIE-10 considera como
elemento primordial del diagnóstico el criterio de que el fetiche (objeto inanimado) sea la
fuente más importante de estimulación sexual, es decir, esencial para una respuesta sexual
satisfactoria (F65.0). En cuanto el DSM-IV, amplía algo más el concepto y lo define con los
siguientes criterios:
c) Los fetiches no deben ser sólo artículos de vestir femeninos como los utilizados
para travestirse (fetichismo travestiste) o aparatos diseñados a propósito de
estimular fácilmente los genitales (vibrador).
d) La especificación de que el fetiche tiene que ser un objeto sin vida evita aplicar
este código a aquellos individuos que se excitan intensamente con determinadas
partes del cuerpo como los pies, el cabello o las rodillas. Estas últimas preferencias
se aplican al parcialismo, una de las parafilias no especificadas (F65.9 CIE-10, 302.9
DSM-IV). El objeto activante bien se emplea durante la masturbación o bien lo lleva
el otro miembro de la pareja durante la actividad sexual con el fin de facilitar el
funcionamiento sexual de los fetichistas, que podrían presentar una falta de erección
si no pudieran llevar puesto, oler o frotarse contra los genitales el fetiche (sobre todo
en la autoestimulación).
f) Según McConaghy (1993) estos robos son la causa de muchas de las detenciones
que sufren los fetichistas, lo cual a su vez desencadena la consulta profesional. En
la muestra de Kolodny, Masters y Johnson (1985) uno de sus pacientes tenía como
fetiche los zapatos de tacones altos de las mujeres, y con el tiempo había acumulado
más de un millar de pares; según los mismos autores, los tenía catalogados y los
mantenía ocultos en un altillo para que su esposa no los descubriera.
TRAVESTISMO FETICHISTA
En los criterios específicos del CIE-10 el travestismo fetichista (F65.1) se distingue por vestir
ropas o atuendos del género opuesto para crear la apariencia y el sentimiento de ser un
miembro de este. Esta inversión del vestir está íntimamente relacionada con el deseo
sexual; una vez alcanzado el orgasmo, hay un intenso deseo de quitarse las ropas fetiches.
Los rasgos fetichistas según la DSM-IV (302.3) incluyen:
En las estadísticas de Prince (1967), sólo el 29% de los sujetos consultados admiten
conductas o tendencias homosexuales; cierto que hay homosexuales que se travisten –en
aras del espectáculo, de la prostitución, simplemente por placer estético o por histrionismo–
pero ello no guarda relación con la excitación sexual. El DSM-IV es especialmente estricto
en este criterio y “elimina” a todos los hombres homosexuales que se visten con ropas del
sexo opuesto. Para Bradley (1991), en los casos en que las propiedades eróticas de vestirse
con ropa del sexo opuesto decaen con el tiempo, se debería revisar el diagnóstico y
considerar la posibilidad de un trastorno por identidad del género, todo lo cual complica el
diagnóstico diferencial para el fetichismo travestista.
Si bien la excitación sexual está normalmente asociada a esta circunstancia, con el paso
del tiempo el travestismo va asumiendo un rol más asexual y se circunscribe
fundamentalmente a la reducción de la tensión y la ansiedad. El tercer grupo es el
paroxismo del segundo: el acto de travestirse se extiende a períodos de tiempo más amplios
incluyendo el equívoco femenino. Estos fetichistas son los que poseen un extenso
guardarropa, se convierten en peregrinadores de tiendas femeninas e invierten un
considerable tiempo en contemplarse travestidos ante el espejo y –sin embargo– al
contrario de los transexuales no se identifican genéricamente como mujeres, a pesar de lo
cual son los que más posibilidades tienen de desarrollar con el tiempo una condición
transexual. Aquí es donde el experto tendrá trabajo en diferenciar el fetichista que se
mantiene como tal del transexual, ambiguo primero pero que se coloca después de forma
clara en el pelotón de los que quieren invertir el género. Se trata de un pequeño grupo que
deseará el cambio quirúrgico u hormonal. Deberemos entonces, inexorablemente, cambiar
nuestro antiguo diagnóstico y considerarles transexuales.
El curso del trastorno es usualmente crónico, si bien pueden presentarse breves remisiones
espontáneas del cuadro, de meses e incluso años. Los períodos de estrés como en otras
parafilias incrementan las prácticas travestistas. Las esposas pueden tolerar más o menos
a regañadientes la situación, si bien muchas consultas vienen motivadas por los ultimátum
femeninos al marido travestista. Deberemos siempre excluir del diagnóstico aquellos casos
que son secundarios a enfermedades de otro estilo (demencia, epilepsia, toxicómanos). Por
lo común, el hábito comienza ya en la niñez o en la primera adolescencia con las primeras
masturbaciones; lo que ha disparado tanto hipótesis genéticas –nunca comprobadas– como
las derivadas del condicionamiento, sea provocado por los propios padres que visten al niño
con prendas femeninas (¿rechazo por deseo de una niña?, ¿el padre sería también un
travestido?: desgraciadamente las dos opciones se apoyan en casos individuales y parecen
más sujetos al propio folklore de los individuos que padecen el trastorno que a la realidad
comprobada).
VOYEURISMO
Llamado también escoptofilia la CIE-10 (F65.3) considera que es una inclinación recurrente
o persistente a mirar a personas realizando actividades sexuales o que están en situaciones
íntimas tal como desnudándose, acompañada de excitación sexual o masturbación. El
individuo ni desea descubrir su presencia, ni expresa deseo de relación sexual con las
personas observadas. La DSM-IV (302.82) añade las fantasías sobre el tema y amplia la
observación oculta de personas desnudas o que se están desnudando. La perturbación
laboral, social o clínica forma parte del criterio de este manual diagnóstico, al igual que para
el resto de parafilias. Aunque una mujer puede ser voyeurista, son raros los casos de
dependencia femenina del voyeurismo para lograr una respuesta sexual, lo cual no es
extraño si tenemos en cuenta las diferencias interhemisféricas hombre-mujer, que
predisponen al primero a ser más visual en la excitación sexual con la persona observada,
pero en realidad esto no ocurre.
Sujetos que prefieren atisbar ocultos a las mujeres que no conocen, lo que acentúa la
condición prohibitiva de su acción; son en su mayoría heterosexuales y su excitación
alcanza el máximo en situaciones en que corren el evidente riesgo de que les descubran.
Si bien acostumbran a ser inofensivos, un estudio de McNamara y Sagarin (1977) demostró
que existía un pequeño porcentaje que asociaba su parafilia con intentos de abuso e incluso
de violación. La muestra de “voyeur” estudiada por Abel (1987) tenía una media de 430
víctimas (mediana: 8,5). Es la falta de consentimiento de la víctima lo que distingue el
voyeurismo de la contemplación de pornografía o del “striptease”. También la diferencia del
troilismo, un arreglo en el que el hombre observa a su mujer o a su compañera habitual
realizando la actividad sexual con otro hombre. En algunos estudios (Langevin y Long,
1987) se apoya la asociación relativamente frecuente entre voyeurismo y exhibicionismo.
EXHIBICIONISMO
Estamos ante una de las parafilias que cae con más facilidad en manos de la justicia; se
calcula que ocupa el primer lugar (34%, según estadísticas inglesas de 1981, nombradas
en un estudio de Chiswick) (30), doblando a los delitos de incesto (17%); tal parece que la
conducta de algunos exhibicionistas, prácticamente está destinada a provocar su detención.
Del 30% al 50% de las mujeres informan haber sido víctimas de exhibicionistas (Zverina et
al, 1987). En el estudio citado de Abel, el número medio de víctimas de 142 exhibicionistas
era de 514. McConaghy (1993) encontró que era más probable que los exhibicionistas
buscaran tratamiento psicológico que lo hicieran otros parafílicos. Quizá es por ello que es
una de las parafilias que cuenta con más estudios psicopatológicos, conjuntamente con la
pedofilia y la violación (que no es considerada parafilia). De los estudios de Mohr et al.,
(1964) y Smukler (1975), así como los del propio Stoller (1977) resultó una especie de
retratos-robot de los exhibicionistas que tendría los siguientes ítems: hombre, edad
comprendida entre 20-30 años, casado, coeficiente intelectual superior a la media,
adaptado a su trabajo, no trastornos emocionales graves, tendencia a la pasividad, timidez,
escasa asertividad, introversión social, inhibición sexual. En numerosas ocasiones basta un
conflicto familiar o una confrontación con una figura autoritaria para provocar un episodio
exhibicionista, que está sometido también invariablemente a reagudizaciones en
situaciones de estrés. En el alud de trabajos sobre el tema, podríamos diferenciar aquellos
en los que se utilizó el MMPI y en los que la exploración fue conseguida con otros
instrumentos psicométricos. Forgac et al., (1984) consideran que en el perfil psicopatológico
de los exhibicionistas con gran número de arrestos (seis o más) eran más psicopáticos y
sociópatas que los que habían sufrido menos arrestos. Los arrestados presentaban
mayores puntuaciones en paranoidismo (Pa), desviación psicopática (Pd), y esquizofrenia
(Sc) que los anteriormente arrestados de la misma edad; a su vez los arrestados que habían
asaltado a sus víctimas presentarían puntuaciones altas en esquizofrenia (Sc), hipomanía
(Ma) y desviación psicopática (Pd). Quiere ello decir que podríamos diferenciar 3 grupos de
exhibicionistas:
a) Grupo exhibicionista puro, con sólo 1 arresto –el que ha permitido el estudio–
serían sujetos socializados, inhibidos, pasivos y conformistas, es decir, un perfil más
neurótico.
b) Grupo muy arrestado, pero no violento, más introvertido, esquizoide y
caracterológicamente bizarro/extraño, es decir, una exageración –ya patológica– del
grupo A.
c) Grupo violento, más impulsivo, poco emotivo y con tendencias maniformes:
asociados con otras conductas delictivas.
De los estudios sin utilizar el MMPI, destaca el de los propios Forgac y Michaels (1982),
quienes suministraron una versión condensada del California Psychological Inventory; los
sujetos más violentos y con otras violaciones de la ley asociadas, presentaban menores
puntuaciones, significativas, en las escalas de responsabilidad y de socialización. Sin
embargo, esta característica –al igual que las del grupo C– no es exclusiva del
exhibicionismo; se repetirá en otros tipos de delincuentes violentos, sexuales o no (Gough,
1975; Aluja 1987). J
unto a los rasgos de personalidad, las relaciones familiares alteradas e incluso el fracaso
profesional son temas que salen a la luz constantemente en los estudios sobre
exhibicionismo, sin apuntar un rasgo común que especifique una explicación etiológica. No
debemos olvidar que una minoría de exhibicionistas son sintomáticos de una esquizofrenia,
un daño cerebral orgánico o una subnormalidad. Sin embargo, la mayoría de exhibicionistas
son gente sin nada especialmente destacable hasta que su parafilia rompe con todo su
contexto y les sitúa en la desviación. Así y todo, una serie de investigaciones siguen
insistiendo en problemáticas de personalidad asociadas, como ya hemos comprobado
anteriormente.
No debería sorprendernos que las niñas y las chicas adolescentes sean víctimas
frecuentes, puesto que la situación original en que se aprendió el hábito con frecuencia
implicaba la exhibición ante las propias compañeras de juego. La esperanza característica
de los exhibicionistas de que su víctima reaccionará con sorpresa o turbación puede
considerarse como una réplica de la respuesta de curiosidad o sorpresa por parte de las
niñas ante los cuales se exhibieron en la infancia. El hecho de que un hábito frecuente en
la niñez y adolescencia no se extinga en los exhibicionistas, debemos apelar a la repetición
posterior de la experiencia a su reforzamiento por medio de las fantasías masturbatorias,
asociado a sus características de personalidad. En el diagnóstico diferencial se tendrá en
cuenta que en la pedofilia, la exposición puede presentarse como un preludio de la actividad
con el niño. Debe destacarse también en estos casos la micción pública que algunas veces
es alegada como razón de la exhibición por las personas que son detenidas.
PEDOFILIA O PAIDOFILIA
Los criterios CIE-10 (F65.4) para este trastorno consideran que es una inclinación
persistente o predominante hacia la actividad sexual con uno o más prepúberes (el DSM-
IV añade las fantasías recurrentes como es ya hábito). La persona tiene al menos 16 años
y es por lo menos cinco años mayor que los niños por los que se siente atraído.
Incidencia La incidencia de la paidofilia viene dada por los informes policiales o de los
tribunales de justicia, más que por las referencias clínicas, como ya es habitual en las
parafilias. Aquí sin embargo los datos epidemiológicos inciden en una cuestión de especial
sensibilidad en la sociedad actual: los abusos sexuales a niños, las noticias sobre este tema
son un flujo incesante en las dos últimas décadas. Sin embargo, no deben confundirse las
cifras de ofendidos con las de ofensores. De hecho, los porcentajes de niños que han
sufrido abusos no lo han sido siempre por pedófilos, aunque sí en abrumadora mayoría: en
un informe de O’Connor (1987), sobre 7.487 niños que habían sufrido agresiones sexuales,
6.201 eran víctimas de pedófilos (82,8%) mientras que el resto (1.286, 17,2%) eran el
resultado de incesto; a cada cual lo suyo, aunque sea mucho o poco.
Tipología del pedófilo Numerosos estudios han intentado catalogar al pedófilo. Tanto en el
de Cohen et al. (1969), como en el de Groth y Birnhaum (1978) se distinguen dos tipos: el
inmaduro que acostumbra a abusar de niños prepúberes y que nunca ha logrado movilizar
aptitudes de relación con los demás, sintiéndose poderosos solamente con los niños; niños
que no acostumbran a ser extraños y con los que establece una relación no impulsiva,
cortejándoles, estableciendo amistad que llega a ser cautivadora, forzando muy pocas
veces el coito. El pedófilo represivo es la imagen inversa del anterior. El estrés, dispara sus
actos parafílicos que acostumbran a ser impulsivos y casi siempre con desconocidos. El
agresivo (menos frecuente) suele presentar una historia de conducta antisocial, agrede a
sus víctimas y puede causarles daños físicos de importancia. Howells (1981) distingue entre
pedófilos de preferencia y situacionales.
Los primeros tendrían una orientación sexual primariamente dirigida a los niños, estando
relativamente desinteresados por compañeros sexuales adultos. Usualmente serían
solteros, y si se casan sería un matrimonio puramente de apariencia y conveniencia.
Planearían sus ofensas y presentarían rasgos claramente compulsivos, no precipitándose
sus acciones como consecuencia del estrés; su conciencia de enfermedad es baja. Los
pedófilos situacionales presentarían una historia de desarrollo normal en sus habilidades
heterosexuales y hetero sociales, si bien a menudo expresan algunos déficits en estas
competencias, particularmente en las relaciones íntimas. Sus intereses sexuales y
emocionales van dirigidos primariamente a los adultos, considerándose a sí mismos como
anormales. Aún podríamos añadir una tercera categoría que correspondería a pedófilos
violentos y violadores (Lanyon, 1986). Avery-Clark (1984) describió las respuestas
erectivas, medidas con pletismografía ante estímulos descriptivos con audiotape. Parte de
la realidad de la existencia de dos tipos de pedófilos: los agresivos y los que no lo son. Se
estudiaron 16 pedófilos de bajo nivel de peligrosidad y 15 muy agresivos. Fueron sometidos
al estímulo de audiotape con descripciones de conductas pregenitales, intercurso sexual
sin consentimiento de la víctima, relación sexual agresiva con asalto físico de los niños, sin
conducta sexual. Se utilizó una medida de respuesta peneana mediante pletismógrafo de
volumen aplicado a canal de poligrafía. Los resultados indicaron que los ofensores sexuales
más violentos respondieron significativamente a los estímulos de tipo agresivo y no así el
otro grupo de pedófilos. Esta investigación vuelve a poner en la palestra la idea de dos tipos
de parafílicos (dentro del subgrupo de ofensas sexuales) los que utilizan la violencia y la
asocian al abuso sexual y los que no, lo cual podría indicar también diferencias
etiopatogénicas que, a su vez, podrían repercutir en el posible tratamiento.
1) Dolor
2) Humillación
3) Sojuzgarían.
Las variedades del sadomasoquismo cubren toda una amplia gama de posibilidades:
sujeción con todo tipo de ligaduras, golpes o latigazos, semiestrangulación, pisoteo del
cuerpo, tratamiento traumático de los genitales y pechos mediante pinzas, tenazas u otros
instrumentos, empleo forzado de consoladores de tamaño excesivo o con superficie erizada
de púas.
Algunos sádicos necesitan contar con una víctima forzada para obtener placer, en tanto
que otros se excitan con una víctima dispuesta al juego. Cuando el actor es masoquista,
tiene considerables dificultades para encontrar el compañero/a adecuados. De ahí que
algunos masoquistas recurren a la autoflagelación, lo cual en ocasiones roza la alta
peligrosidad (p. ej. colgarse por el cuello) e incluso es causa –plausiblemente involuntaria–
de muerte. Es la llamada “hipoxifilia” o la obtención de placer sexual por la privación de
oxígeno. Los encuentros sadomasoquistas a menudo conllevan una representación de
papeles en donde hay un notable desequilibrio de poder (p. ej. amo-esclavo).
Estudios recientes (Levit et al, 1994) revelan que del 20 al 30% de los masoquistas son
mujeres. El grupo más violento y criminal de sadomasoquistas es, afortunadamente, raro.
Sus acciones han pasado prácticamente a la historia, incluso novelada (Peter Kürten, el
monstruo de Düsseldorf, que experimentaba orgasmos mientras estrangulaba o apuñalaba
a víctimas, John Cristie que establecía relaciones coitales con las mujeres ya asesinadas,
etc.). Para Britain (1970) el asesino sádico es usualmente introvertido, meditabundo y
solitario. Tiene un pasado de gozo con la violencia, expresado por la crueldad con los
animales y su interés por la pornografía sadomasoquista (aunque esto es común a todas
estas parafilias).
Alrededor de esta sexualidad ha florecido toda una próspera industria que proporciona los
artilugios más diversos: esposas, cadenas claveteadas, látigos, etc. De hecho, en el DSM-
III-R (1987), se estimaba que el 10% de los violadores, cumplía el diagnóstico de sadismo
sexual. Se acepta generalmente la distinción entre la violación sádica y la no sádica. Los
violadores sádicos muestran una elevada preferencia por la actividad sexual agresiva y con
una persona que no consiente. Es difícil encontrar una explicación etiopatogénica adecuada
para el sadomasoquismo. Al igual que en el resto de parafilias, múltiples teorías los han
intentado razonar, sin que ninguna termine de complacer al estudioso del tema. Una vez
más, podríamos evocar posibles alteraciones de la personalidad, que solamente pueden
ser investigadas en el contexto individual, ya que los estudios globales son escasos y con
metodologías en general insatisfactorias.
9. Parafilias y normalidad.
Existe una gran controversia científica y política en relación con la permanencia de los
diagnósticos relacionados con el sexo, como las parafilias en el DSM, debido al estigma de
ser clasificada como una enfermedad mental (Moser y Kleinplatz, 2004).
Algunos grupos que buscan una mayor comprensión y aceptación de la diversidad sexual,
han presionado para que los cambios en la situación jurídica y médica de los intereses y
las prácticas sexuales inusuales. Charles Allen Moser, médico y defensor de las minorías
sexuales, ha argumentado que los diagnósticos se deben eliminar de los manuales de
diagnóstico (Moser v Kleinplatz, 2004).
Pomeroy (s/f. c.p Flores, 1999) plantea que se puede intentar la aplicación de cinco criterios
principales para definir la conducta sexual como normal o anormal. Estos criterios son:
Si cada conducta sexual es pasada por el tamiz de estos cinco criterios, podemos
establecer el grado de normalidad o anormalidad de la misma.
Tabla 2. Criterios con los que se evalúa la normalidad de una conducta sexual
Criterio Masturbaci Homosexualida Sexo no Sexo oral pedofilia violación
ón d marital genital
Estadístico Normal Anormal normal normal Anormal Anormal
.
Filogenétic Normal Normal normal normal ? ?
o.
Moral Anormal Anormal anormal normal anormal Anormal
De forma similar, hay condiciones que se aceptaban como "normales" en el pasado, pero
que ahora se clasifican como trastornos mentales (por ej. el deseo sexual hipoactivo (ej., el
desorden de aversión sexual, y el desorden orgásmico en la mujer). Es demasiado difícil
eliminar los factores históricos y culturales de la evaluación de los intereses sexuales poco
frecuentes (Moser y Kleinplatz, 2004)
Referencias
Dekker. R y Van de Pol. L (2006) “La Doncella Quiso Ser Marinero. Travestismo Femenino
En Europa (Siglos XVII-XVIII)” Ed. Siglo XXI de España Editores, Madrid, 2006.
Money, J. (1988). Mapas del Amor dentro de las Parafilias, Victimas de Patologias y
Victimas de estas Víctimas. Anales IV Congreso Latino americano de Sexología y
Educación Sexual, T.2, p. 13-29, AAPF, Buenos Aires
Morin, A., Silva, A., Ochoa, C., Pimentel, J. y Meza, S. (2012) Parafilias, Alternativas de
Comportamiento Sexual. más allá del Placer. Recuperado el 8 de febrero de 2013
de .http://www.acmor.org.mx/cuamweb/reportescongreso/2011/biolgquimsalud/210PA
RAFILIAS.pdf