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Después del final del auge del caucho en 1914, la región amazónica, a pesar de
representar poco más del 60% del territorio nacional, fue casi siempre estereotipada
desde Lima como un despensa desperdiciada, rica en productos naturales, un
paraíso salvaje y remoto, solo accesible a colonos aventurados. Los autores que se
refieren al tema consideran que, después del auge del caucho, la región atravesó
una fase de depresión económica. Dejaron de llegar comerciantes e inmigrantes en
busca del dinero fácil y rápido que permitió el caucho, y los que no pudieron retornar
a sus lugares de origen se internaron en la selva, siguiendo el curso de los ríos,
desbrozaron bosques y se convirtieron en colonos y agricultores dedicados a
cultivos de algodón, café, coca, tabaco y arroz.
La región de la selva central, que tuvo menos comprometida que la del norte y sur
en la economía cauchera, y más fácilmente conectada a mercados urbanos, como
los de la sierra central y la propia capital de la república, desarrolló una activa
producción agrícola a partir de las colonias europeas instaladas en la zona, en
algunos casos desde el siglo XIX.
Hacia comienzos de la década de 1940 hubo un renovado interés por parte del
gobierno, el ejército, empresarios nacionales y extranjeros, colonos de la sierra y
hasta médicos por explotar racionalmente los recursos naturales de esta región,
“civilizar” a los grupos nativos, mejorar los puestos militares de frontera, detener la
difusión de la lepra que infectó la región desde la época del caucho, y reforzar el
contacto político y control con Lima. Ello fue un esfuerzo por desarrollar una
verdadera colonización interna de una región que se había mantenido relativamente
aislada del resto del país. A ello se sumó el trabajo de algunas órdenes religiosas
como las de los agustinianos y los dominicos, que desde fines del siglo XIX enviaban
misiones que eran muchas veces verdaderos explotadores que proporcionaron
valiosas informaciones geográficas y lingüísticas. Hacia 1948 llego a la región de
Pucallpa una institución religiosa norteamericana, el Instituto Lingüístico de Verano,
que combinaban los estudios lingüísticos con la prédica religiosa, esta vez
protestante, que se consolidó en algunos lugares de la selva.
Una inversión extranjera importante de la década de los años cuarenta fue la que
realizo la Compañía Norteamericana de Reservas de Gomas (North-American
Rubber Reserve Company), organizada en 1940 por el gobierno norteamericano. El
objetivo era identificar y conseguir nuevas fuentes de goma o caucho. Se preveía
una escasez de ese producto, ya que al comienzo de la Segunda Guerra Mundial
los japoneses habían ocupado las islas del sudeste asiático donde estaban las
plantaciones de este valioso producto. Otro interés de esta empresa era conseguir
la materia prima para elaborar la valiosa quinina, oriunda de los Andes, para tratar
a los soldados norteamericanos enviados a luchar a Asia, muchos de los cuales
enfermaban de malaria.
En 1941, el país apenas producía 65.000 kilos de caucho. Para 1944 esta cifra había
crecido a 1.420.000 kilos.
Parte de estas brechas son resultado del poco conocimiento y comprensión que los
profesionales de la salud tienen sobre los contextos socio-culturales en donde se
desempeñan.
Esto se debe, en buena medida, a la formación que reciben estos profesionales, la
que no incluye un enfoque intercultural, ni cursos sobre pueblos indígenas, medicina
indígena o diversidad cultural, a pesar que desde el año 1993 la Organización
Panamericana de la Salud (OPS) recomendó que las universidades debían
promover programas de formación en salud con perfiles interculturales y que
el Convenio N° 169 de la Organización Internacional de Trabajo (OIT 1989) en su
artículo 25 establece que el Estado tiene la obligación de poner a disposición de los
pueblos indígenas servicios de salud adecuados (OIT 1989). Implementar la salud
intercultural sólo es posible si primero se cuenta con profesionales indígenas y no
indígenas capacitados en este enfoque.
AIDESEP se planteó como primer paso la formación de jóvenes indígenas como
enfermeros técnicos en salud intercultural, desarrollando una propuesta educativa
pionera nacida desde las mismas organizaciones indígenas.
MODERNIZACIÓN - AGRICULTURA
En la región San Martin, entre 1970 y 1980, se priorizó la siembra de coca para
producción de drogas, motivado por el alto precio que se pagaba por el cultivo.
Posteriormente con la implementación de programas de erradicación del cultivo de
la coca a nivel nacional, se han incorporado sembríos como el café y el cacao, que
actualmente representan un ingreso económico muy importante para las
comunidades. Anualmente a nivel nacional el café genera ciento cincuenta mil
empleos en promedio. La predominancia de café y cacao en las parcelas ha
sustituido y marginado a aquellos cultivos tradicionales. En ese contexto, entre
2011-2013, la fundación OXFAM junto a la Asociación Interétnica de Desarrollo de
la Selva Peruana (AIDESEP) y las organizaciones indígenas locales de la etnia
Kechwa, Fepikresamy Cepka llevaron a cabo el proyecto “Mujeres indígenas
rescatando las prácticas y los cultivos locales de la Amazonía” con el objetivo de
potenciar el conocimiento ancestral de las mujeres indígenas de la provincia de
Lamas para enfrentar los efectos del cambio climático, contribuyendo así a la
recuperación de cultivos amazónicos para asegurar la alimentación y mejorar su
calidad de vida.
MODERNIZACIÓN - EL ECOTURISMO
Saavedra indicó que en el 2014, en esas regiones solo fue cubierto el 54,5% de las
plazas ofertadas, mientras en Lima la demanda superó la oferta de vacantes en más
de 200%. “Esta situación se debe a que la mayoría de docentes se encuentra en la
costa y les resulta oneroso trabajar en poblados lejanos. De ahí la necesidad de que
otorguemos incentivos atractivos para los maestros y maestras”, recalcó.