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Moda: ¿Cuál será el nuevo destino del devenir?

Andrés Felipe Bermúdez


Cada época trae consigo sus paradigmas o modos de ver el mundo propios, ligados al
contexto y el momento histórico en el que se circunscriban, por lo tanto juzgar con criterios
del siglo XXI las actividades y redes de pensamiento de siglos anteriores, más que un
anacronismo, es una ruptura con el juicio de dicha época; partiendo del anterior postulado
–foucoltiano-, podemos hacer un gran paréntesis histórico de las percepciones estéticas en
cuanto a la belleza física ligadas a las tendencias de vestir dominantes en el plano femenino
explicado a grosso modo. Empero, en la época de mercado mundial y globalización, se
difumina y constriñe la conciencia histórica de los individuos; y es que ¿alguna vez nos
hemos preguntado, si los cánones de belleza de nuestro siglo y los siglos pasados son
similares, o completamente distintos a los de siglos pasados? O es más, ¿sabemos de donde
provienen dichos modelos de belleza? ¿Quién los construyen, y por medio de que
herramientas se construyen? Un “no” atronador es, la mayoría de veces la respuesta a
dichos interrogantes.
Será el hermeneuta H.G Gadamer quien nos acerque en mi opinión de manera clara a la
definición de conciencia histórica entendida como: el privilegio de tener presente las
distintas subjetividades y la relatividad de las opiniones (Gadamer, 2000) Además su
discípulo Reinhart Koselleck acotara aún más la definición al plantear que “en el periodo
entre 1750 y 1850 una nueva concepción –basada en nuevas prácticas sociales, precisamos
nosotros– del tiempo permite el surgimiento de ciencias donde el pasado ya no es asumido
a priori como idéntico al presente”.
Georg Simmel aborda el concepto de moda desde una óptica hegeliana muy clara: “La
moda nunca se limita a ser. Existe en permanente estado de devenir’; en concordancia con
el concepto de perpetuum mobile. En Hegel el perpetuum mobile toma la forma del devenir
de una manera ontológica de un ser completamente vacío, similar a la nada, y donde dicha
interminación ser-nada se determina, se encuentra el deber ser de la historia, lo que da paso
al devenir, en constante contradicción y reformulación, es decir es una constante comunión
del todo con el todo.
De esta manera y acercándonos al plano contemporáneo vemos reflejado dicho devenir
tanto históricamente como ontológicamente, es decir, dicho devenir al servicio de la moda
se ve encarnado en la vida social que “es por su propia naturaleza un artilugio
extraordinario: hace todo lo que puede por invalidar la segunda ley de la termodinámica
abriendo para sí misma un nicho que la mantiene a salvo de la entropía.” El ser vacío, es
llenado con la lógica del mercado mundial, servil a la reproducción por medio de presión
social, siendo categorizado como un sujeto meramente receptor y reproductor, ya que “el
deseo de la cual, paradójicamente, es uno de los impulsos humanos básicos que mantienen
el proceso de la moda en su constante estado de devenir” (Bauman, 2013)
Es en el caso femenino donde se hace más evidente dicho proceso, en el cual pasamos de
un cuerpo cubierto, heredero de la moral de la época medieval, a un cuerpo más visible en
1906 pero bajo un concepto distinto. Para ser precisos en Paris, de la mano de Paul Poiret
se introdujo una nueva tendencia ligada a la cultura oriental, que da paso al inicio de una
nueva concepción de la mujer, de una mujer trabajadora, que lucha por su derecho al voto,
en ese constante devenir hizo su recorrido por el chanel y la elegancia de los 50’, los
vestidos cortos de los 60’.

Para esa misma década en 1964 el proceso daría un nuevo salto, que modifico el
paradigma y el modo de concebir la moda, el cuerpo femenino y la sexualidad; Rudi
Gernreich da paso al topless limitando su uso a la playa, aunque se ha expandido hasta la
moda urbana ayudada por la nueva lógica del capitalismo, que se encontraba en su época
dorada, y da paso a un seminudismo, que más que satanizarlo debe cuestionársele.
En mi opinión esto fue expandido por el mercado mundial y la victoria final del capitalismo
a finales de 1991 tras la disolución de la unión soviética, que trae consigo una nueva
percepción del mundo, más individualista, y con dotes ahistoricos, “la nueva historia
escrita por el capitalismo” busca negar conciencia histórica, dicha historia no pudo ser
construida sin un constante cambio histórico, a lo que le resta importancia, que se le otorga
al individuo, alimentado por el ego. Donde se encuentran explicaciones en la reproducción
de la mercancía, en el fetichismo de la mercancía. Dicho de otra manera, nos quejamos de
las modas actuales, con las que compartimos nuestra cotidianidad y hasta nuestra intimidad,
pero jamás nos hemos cuestionado sobre sus orígenes. Recorrimos la lógica conservadora y
heredera de la moralidad medieval, hasta el boom liberal del triunfo del capitalismo y su
posterior transformación a la lógica individualista neoliberal.
Bibliografía
1. Gadamer, H.G (2000). El problema de la conciencia histórica. España, Madrid: Tecnos.
2. Hegel, W. (2013). Ciencia de la lógica. España, Madrid: Alianza editorial.
3. Bauman, Z. (2013). La cultura en el mundo de la modernidad liquida. México, Ciudad de
México. Fondo de cultura económica.

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