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La posesión como elemento de hecho

necesario para oponerse al propietario


no registral en las ventas sucesivas
POR
VÍCTOR ANTONIO BAZÁN CARRANZA
-
SEPTIEMBRE 25, 2016
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Sumario: 1. Introducción; 2. El derecho de propiedad en el Código Civil peruano de
1984; 3. La posesión como elemento de hecho de la propiedad en el Código Civil
peruano de 1984; 4. Propietario no inscrito vs. doble venta; 5. Propietario no inscrito
vs. embargo inscrito; 6. Conclusiones; 7. Referencia bibliográfica.

Resumen

Nuestro Código Civil de 1984 regula la propiedad en el artículo 923 y señala que el
solo hecho de enajenar el bien hace propietario al adquirente, en ese sentido nuestro
sistema de enajenación de bienes inmuebles es meramente declarativo lo que
significa que para desplegar todos sus efectos jurídicos no es necesario ingresar al
registro público. Por otro lado el artículo 896 señala que la posesión es el ejercicio
de hecho de uno o más poderes inherentes a la propiedad, por lo tanto aquella
persona que ejerce la posesión de un inmueble se presume que tiene derechos sobre
aquel, por lo tanto, entendemos que cuando una persona alega buena fe al haber
adquirido un bien que en el registro aparece como de un “propietario aparente”, este
tercero tiene que tener la diligencia necesaria de verificar la situación física real del
inmueble al momento de adquirirla. En el tráfico jurídico de bienes inmuebles la
posesión tiene que ser el talón de Aquiles de los traficantes, falsificadores y
estafadores pues verificando dicho poder de hecho regulado por nuestro Código
Civil se podrá hablar claramente de buena fe –del tercero adquirente–, no solamente
por lo que diga el registro, no solamente por lo que digan los títulos archivados, sino
por lo que diga la realidad física.

1. Introducción

El Perú, en sus últimos años, se ha visto beneficiado económicamente con el


denominado “boom inmobiliario”, a todas luces positivas para nuestra economía,
pero con ello también se ha desarrollado un nivel de fraude inmobiliario
preocupante, ya sea con falsificaciones o ventas sucesivas aprovechando el no
acceso al registro de los legítimos propietarios. Ante este problema, nuestros
legisladores han creído necesario para “solucionar” el problema realizar
modificaciones en el Código Civil, in concreto el art. 2014 mediante Ley N.º 30313
– “Ley de oposición al procedimiento de inscripción registral en trámite y
cancelación del asiento registral por suplantación de identidad o falsificación” y
asimismo ha llevado a realizar una implementación de mecanismos de protección a
nivel registral como alerta registral, cierre de partidas y otros.

Es decir, el registro ya no brinda la seguridad que debería –ni a los mismos


propietarios inscritos–, tanto así que el mismo registro público tiene que crear
“nuevos” mecanismos de “protección”, es decir, el ente que debe dar “seguridad a tu
propiedad” te ofrece servicios para “mayor seguridad”.
En las últimas fechas nuestra normativa sustantiva civil y nuestro sistema registral
ha sido materia de sendos análisis y críticas al sistema que ampara los derechos
adquiridos por terceros de “buena fe” (art. 2014 del CC) pues se considera que
mediante dicha “buena fe” se han visto amparados despojos de víctimas de
falsificación, suplantación y doble venta.

El nuevo artículo 2014 del CC ha quedado redactado de la siguiente manera:

“El tercero que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho de persona que
en el registro aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una vez
inscrito su derecho, aunque después se anule, rescinda, cancele o resuelva el del
otorgante por virtud de causas que no consten en los asientos registrales y los títulos
archivados que lo sustentan. La buena fe del tercero se presume mientras no se
pruebe que conocía la inexactitud del registro” (cursivas nuestras).

Considero que dicha modificatoria en lugar de beneficiar el tráfico inmobiliario lo


único que hará es aumentar los costos pues ahora se tendrá que revisar los títulos
archivados innecesariamente, así pues no soluciona en nada el problema de fondo
que es evitar la vulneración del derecho del legítimo propietario que no ha accedido
al registro.

Por el contrario, mediante el presente artículo compartimos nuestra opinión y


consideramos que la solución es que el tercero que alega la “buena fe” debe probarla
y el propietario que alega derechos adquisitivos anteriores debe acreditarla mediante
la posesión ejercida sobre el inmueble materia de litis, siendo así la posesión
(mediata o inmediata) la forma de acreditar la buena fe del propietario no inscrito.

2. El derecho de propiedad en el Código Civil peruano de 1984

El artículo 923 del CC señala lo siguiente: “La propiedad es el poder jurídico que
permite usar, disfrutar, disponer y reivindicar un bien. Debe ejercerse en armonía
con el interés social y dentro de los límites de la Ley”.
Asimismo el artículo 949 del mismo cuerpo sustantivo señala lo siguiente: “La sola
obligación de enajenar un inmueble determinado hace al acreedor propietario de él,
salvo disposición legal diferente o pacto en contrario”.

La propiedad es, en primer lugar, un poder jurídico. El poder adopta muchas formas.
Así, hay el poder de la fuerza, el poder político, el poder bélico. En este caso es un
poder que nace del derecho. Recae sobre un bien o sobre un conjunto de bienes, ya
sean corporales (cosas) o incorporales (derechos). Cuatro atributos o derechos
confiere la propiedad a su titular: Usar, disfrutar, disponer y reivindicar un bien.

Por usar podemos entender servirse del bien. Usa el automóvil quien se traslada con
él de un lugar a otro, usa el inmueble quien vive en ella, quien dispone el bien
inmueble, quien asume la actividad de propietario[1]. Por disfrutar podemos
entender el disfrutar del bien inmueble económicamente. Disponer es prescindir del
bien, hipotecarlo, venderlo, etc. En cualquier caso, el propietario está facultado,
mediante la acción reivindicatoria a recuperar el bien de quien lo posee
ilegítimamente.

Por otro lado, partiendo del art. 949 del CC podemos afirmar que nuestro sistema es
mero declarativo más no constitutivo como el alemán. El maestro León Barandiarán
señalaba lo siguiente respecto al sistema de transferencia de bienes inmuebles: “sin
notarios, sin abogados, sin clima propicio para imponer el requisito de la inscripción
con carácter de ineluctable obligatoriedad”. Es decir que en nuestro actual sistema
civil con la sola transferencia del bien el adquirente se convierte en propietario, sin
necesidad de inscribir dicha propiedad en el Registro Público.

Actualmente dicho sistema declarativo ha venido siendo duramente criticado por los
“extremistas” señalando que es momento de cambiarlo por uno constitutivo, igual al
alemán, donde se tiene que inscribir necesariamente en el registro para que su
derecho pueda surtir todos sus efectos jurídicos y ser reconocido como propietario y
poder ser oponible frente a terceros. Somos de la idea de que aquel cambio no es la
solución, nuestro actual sistema registral ha sido muy vulnerado por los
falsificadores, realizando ventas sin voluntad de sus legítimos propietarios que
confiando en los registros públicos han visto igualmente vulnerados sus derechos
legítimamente adquiridos, frente a esto Sunarp el ente que tiene que dar seguridad
patrimonial de la sociedad ha implementado métodos como alerta registral y cierre
de partidas, demostrando que la “seguridad” que pregonan no es tal.

3. La posesión como elemento de hecho de la propiedad en el Código Civil


peruano de 1984

El artículo 896 del CC señala lo siguiente: “La posesión es el ejercicio de hecho de


uno o más poderes inherentes a la propiedad”.

Para Savigny la posesión busca proscribir la violencia entre privados que debaten
sobre el derecho a poseer los bienes, por ello hay que proteger a quien tiene los
bienes en su poder mientras los jueces resuelven sobre el mejor derecho. Según
Thinbaut la posesión es “el respaldo a la permanencia del estado de cosas, hasta que
no se den motivos determinantes para alterarlas”. Para Röder y Ahrens el
fundamento se encuentra en la presunción de probidad, según la cual se debe
presumir que toda persona es proba y honrada de modo que si explota un bien es
porque tiene algún derecho sobre él. Por su parte Gans señala que: “la posesión se
protege porque es el comienzo de la propiedad a la que se puede acceder por vía de
la usucapión”. Puchta y Bruns señalaron que la posesión era la protección de la
voluntad de la persona que posee, lo cual a su vez es una manifestación de su
personalidad por tanto la posesión protege la personalidad del poseedor. Sthal indica
que la posesión debe protegerse de modo distinto a la propiedad porque finalmente
se trata de un comportamiento tendiente a la explotación patrimonial de los bienes,
lo cual satisface necesidades humanas y ello debe tutelarse. Finalmente Ihering,
quien ha tratado más extensamente este tema, señala que la posesión es la
exteriorización de la propiedad y debe ser protegida porque los propietarios no
siempre pueden probar el dominio .[2]

Toda persona que usa y disfruta un bien es poseedor. La posesión tiene una enorme
importancia porque es el contenido de muchos derechos reales. El propietario
adquiere un bien inmueble con la lógica finalidad de usarlo y al mismo tiempo
aprovechar las ventajas del mismo. Nuestro Código Civil le brinda una peculiar
importancia a la posesión pues con el transcurso de aquella una persona se puede
convertir en legítimo propietario, esto mediante la figura de la prescripción
adquisitiva de dominio.

El artículo 905 del CC se refiere a la posesión inmediata y a la posesión mediata. La


primera corresponde al que posee en virtud de un título temporal (por ejemplo el
aparente usufructuario) y la segunda al que confirió el título (por ejemplo el aparente
propietario). El poseedor inmediato será tal si ejerce de hecho la conducta que
permite apreciarlo como un usufructuario (siguiendo el ejemplo) y no hay duda que
es fácil identificar a una persona en dicha actitud, pero ¿qué ejercicio de hecho
apreciable con facilidad realiza el poseedor mediato? En el esfuerzo por aplicar de
modo literal la definición de posesión y justificar la calificación posesoria en favor
del mediato, se han ensayado diversas respuestas. Por ejemplo se ha dicho que el
mediato ejerce de hecho el atributo de la disposición, o que ejerce el disfrute pues
eventualmente percibe rentas del usufructuario .[3]

¿Puede según esto la posesión representar la propiedad? Sí, porque es la propiedad


en su estado normal. La posesión es la exterioridad, la visibilidad de la propiedad.
Estadísticamente hablando, esta exterioridad coincide con la propiedad real en la
infinita mayoría de los casos. Por lo regular el poseedor es al mismo tiempo el
propietario. Podemos pues designar al poseedor como el propietario presunto[4].

El profesor alemán Rudolf Ihering señala lo siguiente:

Si para ser protegido como poseedor basta demostrar la posesión, esta protección
aprovecha lo mismo al propietario que al no propietario. La protección posesoria,
establecida para el propietario, beneficia de este modo a una persona para quien no
se ha instituido. Tal consecuencia es absolutamente inevitable. El Derecho debe
aceptarla por encima de todo, para alcanzar su fin de facilitar la prueba de la
propiedad[5].

4. Propietario no inscrito vs. doble venta

A es propietario de un bien inmueble que goza de publicidad registral. A decide


vender dicho inmueble a B, se emite la correspondiente escritura pública pero B no
ingresa dicho documento a registros y no inscribe pero toma posesión del bien que
es de su propiedad, hace vida de propiedad, cambia los datos en la municipalidad,
igualmente con los servicios de luz y agua, ejerce efectivamente su derecho de
propiedad.

Tiempo después A, quien aún aparece como propietario registral (aparente), se


percata de aquello y con el ánimo de defraudar a B realiza una segunda venta a C,
quien inscribe su propiedad; pero este nuevo comprador C nunca visitó el inmueble
que compró, no tuvo la diligencia de acercarse a verificar si efectivamente lo que le
estaban vendiendo era lo que estaba comprando, simplemente se dejó llevar por lo
que decía el registro, compró y registró. Posteriormente C, sin haber ido ni requerido
de forma alguna el inmueble, demanda por reivindicación contra B aduciendo que
ha adquirido de buena fe y en base al registro, por lo tanto solicita la inmediata
entrega del bien inmueble. Este tipo de casos son los más comunes en los pasillos
del Poder Judicial.

El art. 2014 del CC señala lo siguiente:

El tercero que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho de persona que
en el registro aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una
vez inscrito su derecho, aunque después se anule, rescinda, cancele o resuelva el del
otorgante por virtud de causas que no consten en los asientos registrales y los
títulos archivados que lo sustentan. La buena fe del tercero se presume mientras no
se pruebe que conocía la inexactitud del registro.

El art. 2022 señala lo siguiente:

Para oponer derechos reales sobre inmuebles a quienes también tienen derechos
reales sobre los mismos, es preciso que el derecho que se opone esté inscrito con
anterioridad al de aquel a quien se opone.

Si se trata de derechos de diferente naturaleza se aplican las disposiciones del


derecho común.
El segundo párrafo ha sido utilizado para hacer prevalecer el derecho de propiedad
vs. el embargo inscrito según el VII Pleno Casatorio Civil, unificando jurisprudencia
luego de tremenda patinada en casaciones con iguales hechos y diferentes
resultados.

¿Pero que entendemos por buena fe? Según Manuel Ossorio buena fe significa:

Convencimiento, en quien realiza un acto o hecho jurídico, de que éste es


verdadero, lícito y justo. El concepto tiene extraordinaria importancia en materia
contractual y de derechos reales (propiedad, posesión, servidumbre, etc.) así como
también en materia de prescripción (V. justo título) .
[6]

Igualmente nos preguntamos ¿Qué entendemos por diligencia? El mismo autor


Manuel Ossorio señala lo siguiente: “Voz con múltiples y capitales significados
jurídicos: cuidado, celo, solicitud, esmero, desvelo en la ejecución de alguna cosa,
en el desempeño de una función, en la relación con otra persona” .[7]

El maestro Fernando de Trazegnies, sobre la buena fe, señala lo siguiente:

La buena fe no puede consistir en la inocencia del ingenuo o del negligente. Si esa


persona que alega buena fe no conoció el hecho irregular que se encontraba detrás
de la situación a pesar de que cualquier persona razonable se hubiera dado cuenta
de que tras las cortinas existía gato encerrado que maullaba su irregularidad, no
estamos ante una situación de buena fe sino de necedad[8].

En esa línea Martín Mejorada señala lo siguiente: La posesión es un derecho que se


configura por los comportamientos que se aprecian en el mismo bien y que avisan
sobre alguna titularidad en ejercicio (artículo 896 del Código Civil). El derecho de
posesión se sustenta en que si alguien está en control de un predio es porque
usualmente tiene derecho sobre él. Por esta razón la posesión genera la presunción
de propiedad a favor del ocupante (artículo 912 del Código Civil).

En tal sentido, si el fraude se comete sobre inmuebles que están poseídos por sus
verdaderos dueños o por poseedores legítimos, difícilmente el tercero adquirente
podrá alegar que tenía buena fe, ya que una diligencia mínima lo obligaba a
investigar la posesión y ahí se habría dado cuenta que el ofertante (seguramente un
delincuente) no está en control material del predio y que no guarda relación alguna
con el tenedor. El interesado en adquirir el bien tendría que haber preguntado al
poseedor ¿quién es usted y qué vínculo tiene con el vendedor? Sin estas preguntas, o
sin respuestas satisfactorias, difícilmente se podría decir que hay buena fe. El poder
de la posesión es tal que no requiere inscripción para romper la buena fe del
adquirente, ni siquiera requiere expresarse en documento alguno. Basta que del
mismo predio se observe la presencia de alguien distinto al enajenante, o que no
guarde relación con este para que el tercero pierda amparo y la propiedad
permanezca en su lugar” .[9]

En ese sentido, consideramos que dicha “buena fe” tiene que ser amparada siempre
y cuando el tercero adquirente haya actuado con diligencia debida como lo haría
toda persona consciente y sin ánimo de afectar derechos. Un comprador diligente no
solo debe basarse en lo que diga registros, es mucho más fácil, económico y real que
si una persona está interesada en adquirir un bien inmueble lo primero que tendrá
que hacer es solicitar al “vendedor” inspeccionar el bien ofertado, conocerlo, saber
qué cosa estoy comprando, y si después de aquello me doy cuenta de que existe otra
persona que alega derechos de propiedad sobre dicho inmueble pues lógicamente
evitaré perder dinero de buena fe. Podemos ejemplificarlo de la siguiente manera,
cuando una persona quiere adquirir un bien mueble –un auto usado– lo primero que
hace es observar el auto, ver sus características, sus defectos y si es posible contratar
un experto y solicitar su opinión respecto a lo que voy a comprar, una vez satisfecho
aún y solo aún nos fijamos en lo que diga el registro respecto al propietario y ahí
podemos apreciar si el que está ofertando dicho mueble es quien aparece con
facultades para vender.

Como dice Mejorada nos “encontramos en un barrio peligroso” y como el derecho


es mutable, cambiante, la gente, la sociedad también lo es y no podemos de buena
fe creer que nuestra sociedad es una de inocentes.

En ese sentido podemos mencionar la siguiente jurisprudencia argentina:


La buena fe puede ser determinada, directamente, con referencia al conocimiento
mismo por el tercer adquirente de la razón o causa que obsta la legitimidad de la
transmisión en el momento de perfección del negocio adquisitivo, de forma que
pierde la protección otorgada. La carga ética de diligencia que debe emplear el
tercero adquirente se centra en el sentido negativo que presenta la extensión
conceptual de la buena fe, es decir, en la medida o grado de diligencia exigible que
hubiera permitido salir del error o desconocimiento de la situación y conocer la
discordancia existente entre la información registral y la realidad dominical de que
se trate. La carga básica de la diligencia exigible al adquirente no puede medirse
con relación a cualquier posesión o indicio de la misma que se hubiera podido
conocer, sino solo a una situación posesoria clara y manifiesta que se ejercite en
concepto de dueño y que contradiga o ponga en seria duda la exactitud de la
información registral, con relación al derecho inscrito (STS de 11 de julio de
2012 núm. 454/2012)[10].

Volviendo al ejemplo inicial, consideramos que si aquella persona C quien alega ser
propietaria de buena fe, antes de adquirir el bien inmueble, siendo diligente tendría
que haber solicitado al “vendedor” aparente que le muestre el inmueble que ofertaba
así se hubiera podido dar cuenta de que en dicho bien existía una persona que si
ciertamente no aparecía en el registro, si poseía el bien inmueble y alega derechos de
propiedad con escritura pública legal. En ese sentido, hay que saber que el actuar de
las personas de buena fe en nuestra sociedad siempre es diligente, siempre es
desconfiada por la misma razón de que estamos en una sociedad de riesgos, donde
los estafadores están prácticamente al asecho. La posesión es la solución a estos
problemas. Ahora si el comprador no inscribe y tampoco hace ejercicio de posesión
y otro adquiere por lo que dice el registro y porque cuando se apersonó al bien
inmueble efectivamente estaba vacío y el propietario registral –aparente– tenía la
posesión del bien, a este propietario no inscrito solo le quedará, como se dice
coloquialmente, ir a llorar al río. En definitiva, parece evidente, y en ello es unánime
la doctrina, que la buena fe constituye una regla de conducta a la que ha de adaptarse
el comportamiento jurídico de los hombres[11].

5. Propietario no inscrito vs. embargo inscrito


Este tema ha sido bastante criticado, principalmente, porque nuestro tribunal
supremo ha tenido muchas veces posiciones contrarias, y lo que era más
preocupante, posiciones contrarias con hechos idénticos.

Las casaciones que han motivado a que se emita el VII Pleno Casatorio Civil han
sido la Casación N. º 5135-2009-Callao de fecha 06 de marzo del 2014 y la
Casación N.º 3014-2013-Lima de fecha 15 de mayo del 2014.

La Casación N. º 5135-2009-Callao de fecha 06 de marzo del 2014 afirma lo


siguiente:

10.4. (…) En el proceso en debate, la controversia gira en torno a determinar qué


derecho debe favorecerse: el del propietario que tiene documento no inscrito
aunque con fecha cierta o el del acreedor que tiene embargo inscrito
registralmente.

10.11. (…) Por consiguiente, cuando se susciten controversias como las aquí
presentadas, la solución la otorga los datos que brinda los Registros Públicos, de
no ser así se resquebrajaría la propia razón de ser de esta institución, los mandatos
judiciales podrían ser enervados fácilmente y se propiciaría el fraude procesal en
detrimento de quien quiso cautelar su derecho debidamente. Es, por lo tanto, el
principio de publicidad material, el principio de legitimación y el principio de
prioridad registral a los que hay que acudir para solucionar estos conflictos (…)

10.12. En ese orden de ideas, cuando el embargo se encuentra inscrito, no tiene por
qué perjudicarse al diligente que se vale de los principios de publicidad y
legitimación registrales para cautelar su acreencia, esto es la parte que es acuciosa
en el cobro de su crédito y se asiste de los datos que le proporcionan los Registros
Públicos no puede ser preterida para favorecer al negligente titular de un derecho
real que no supo cautelarlo(entiéndase inscribirlo).

Principalmente podemos señalar que esta sentencia casatoria usa el


término diligente y las relaciona con el derecho de publicidad y legitimación para
amparar el derecho del embargo inscrito vs. la propiedad, razonamiento criticable
que no compartimos porque vacía de contenido al artículo 70[12] de la Constitución
Política del Estado que protege inexorablemente a la propiedad, así como también,
vacía de contenido al sistema declarativo del cual se basa nuestro ordenamiento
jurídico que como ya sabemos no es necesario acceder al registro para gozar de la
propiedad de los bienes adquiridos.

Por otro lado, mediante Casación N.º 3014-2013 Lima, emitida el 15 de mayo del
2014, la misma Sala Civil Permanente de la Corte Suprema de Justicia afirmaba que
“en virtud de la buena fe registral, la empresa accionante adquirió el bien inmueble
sin embargo inscrito, por lo que no cabe que tal derecho personal le sea opuesto a su
derecho de propiedad”.

Finalmente este problema ha sido resuelto con sentencia del VII Pleno Casatorio
(Casación N.° 3671-2014 Lima). La referida sentencia ha declarado que constituyen
precedente judicial vinculante las siguientes reglas:

1. En los procesos de tercería de propiedad que involucren bienes inscritos, debe


considerarse, de conformidad con lo dispuesto en la segunda parte del artículo
2022 del Código Civil, en concordancia con los artículos 949 y 1219 inciso 1 o
del mismo cuerpo legal, que el derecho de propiedad del tercerista es oponible
al derecho del acreedor embargante, siempre que dicho derecho real quede
acreditado mediante documento de fecha cierta más antigua que la inscripción
del embargo respectivo.
2. El Juez de Primera Instancia, de oficio, una vez que sea admitida la
demanda, deberá velar por la legalidad de la certificación de la fecha cierta del
documento que presente el tercerista. Para tal fin, podrá oficiar al notario, juez
y/o funcionario que haya emitido tal certificación, a efectos de que informe
sobre la autenticidad o falsedad de la misma.
3. En caso de que el notario, juez o funcionario correspondiente no reconozca la
autenticidad de la certificación que se le atribuye en el documento presentado
por el tercerista, la demanda deberá ser declarada INFUNDADA, debiéndose
expedir las copias certificadas correspondientes al Ministerio Público, para
atribuciones .
[13]
6. Conclusiones

Como breve conclusión se puede señalar que la buena fe en sentido amplio tiene que
ser entendida como un todo, como un sol que ilumina a todo el derecho, como un
principio general del derecho, no solamente para los contratos, sino en general para
todo el ordenamiento jurídico. Si bien es cierto que actualmente estamos en una
sociedad peligrosa es también que al igual que el derecho, las personas evolucionan
y se adaptan a dichos cambios, la diligencia con la que debe actuar –y en lo general
actúan– debe ser tal que protejan no solo sus intereses, sino los intereses de los
demás actuando con buena fe.

En el tráfico jurídico de bienes inmuebles la posesión tiene que ser el talón de


Aquiles de los traficantes, falsificadores y estafadores pues verificando dicho poder
de hecho regulado por nuestro Código Civil se podrá hablar claramente de buena fe,
no solamente actuando guiados como corderos por lo que diga el registro, no
solamente por lo que digan los títulos archivados, sino por lo que diga la realidad
física. Si actúas con buena fe tienes que actuar con diligencia, si actúas con
diligencia no serás estafado por tu buena fe. Considero que la modificación realizada
por la Ley 30313 respecto al análisis de los títulos archivados, deviene en
innecesaria pues solo aumentará los costos de transferencia, la solución es simple y
es que cuando se actúa de buena fe todo es correcto, por lo que dicho extremo del
artículo 2014 debe ser eliminado.

7. Referencia bibliográfica

Avedaño Valdez, Jorge

2010 | Código Civil Comentado, t. V, Derechos Reales, Lima: Gaceta Jurídica.

De Trazegnies Granda, Fernando, “Desacralizando la buena fe en el derecho”,


en Advocatus, N.° 17, Lima: diciembre del 2007.

De los Mozos, José Luis


1965 | El principio de la buena fe, Barcelona: Bosch.

Díez-Picazo, Luis y Antonio Gullón

1987 | Sistema de Derecho Civil, vol. III (Derecho de Cosas, Derecho Inmobiliario y
Registral), 3.ª ed. revisada y puesta al día, Madrid: Tecnos.

Ihering, Rudolf

1960 | Tres estudios jurídicos, Buenos Aires: Bibliografía Omeba.

Mejorada Chauca, Martín

2004 | Homenaje a Jorge Avendaño, t. I, 1.ª ed., Lima: Fondo Editorial PUCP.

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Aires: Heliasta

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<http://bit.ly/24wiOr0>.

Sala de lo Civil del Tribunal Supremo (ponente: Sr. Francisco Orduña Moreno),
Sentencia número 144/2015, Madrid: 19 de mayo de 2015.
[1] Avendaño Valdez, Jorge, Código Civil Comentado, Derechos reales , t. V, Lima:
Gaceta Juridica, 2010, p. 148.

[2] Díez-Picazo, Luis y Antonio Gullón, Sistema de Derecho Civil, vol. III (Derecho
de Cosas, Derecho Inmobiliario y Registral), 3.ª ed. revisada y puesta al día, Madrid:
Tecnos, 1987, p. 101.

[3] Mejorada Chauca, Martín, “La Posesión en el Código Civil Peruano”,


en Derecho & Sociedad, Nº 40, Lima: 2013, pp. 251-256. Recuperado de:
<http://bit.ly/1WGqwfk>.

[4] Mejorada Chauca, Martín, Homenaje a Jorge Avendaño, t. I, 1.ª ed., Lima:
Fondo Editorial PUCP, 2004, p. 114.

[5] Ihering, Rudolf, Tres estudios jurídicos, Buenos Aires: Bibliografía Omeba,
1960, pp. 114 y 116.

[6] Ossorio, Manuel, Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales, 29ª


ed., p. 139.

[7] Ibid., p. 347.

[8] De Trazegnies Granda, Fernando, “Desacralizando la buena fe en el derecho”,


en Advocatus, N.° 17, Lima: diciembre del 2007.

[9] Mejorada Chauca, Martín, “La posesión en un barrio peligroso”, en La Ley, 4 de


diciembre de 2015. Recuperado de <http://bit.ly/1UwMkKq>.

[10] Sala de lo Civil del Tribunal Supremo, 19 de mayo de 2015 (sentencia número
144/2015). Protección del tercero adquirente de buena fe en supuestos de doble
inmatriculación de una misma finca.
[11] De los Mozos, José Luis, El principio de la buena fe, Barcelona: Bosch, 1965,
p. 40.

[12] “El derecho de propiedad es inviolable. El Estado lo garantiza. Se ejerce en


armonía con el bien común y dentro de los límites de ley. A nadie puede privarse de
su propiedad sino, exclusivamente, por causa de seguridad nacional o necesidad
pública, declarada por ley, y previo pago en efectivo de indemnización justipreciada
que incluya compensación por el eventual perjuicio. Hay acción ante el Poder
Judicial para contestar el valor de la propiedad que el Estado haya señalado en el
procedimiento expropiatorio”.

[13] Pozo Sánchez, Julio, “Sentencia del VII Pleno Casatorio: prevalece la
propiedad no inscrita”, en La Ley, 18 de diciembre de 2015. Recuperado de
<http://bit.ly/24wiOr0>.





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