Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Share
Sumario: 1. Introducción; 2. El derecho de propiedad en el Código Civil peruano de
1984; 3. La posesión como elemento de hecho de la propiedad en el Código Civil
peruano de 1984; 4. Propietario no inscrito vs. doble venta; 5. Propietario no inscrito
vs. embargo inscrito; 6. Conclusiones; 7. Referencia bibliográfica.
Resumen
Nuestro Código Civil de 1984 regula la propiedad en el artículo 923 y señala que el
solo hecho de enajenar el bien hace propietario al adquirente, en ese sentido nuestro
sistema de enajenación de bienes inmuebles es meramente declarativo lo que
significa que para desplegar todos sus efectos jurídicos no es necesario ingresar al
registro público. Por otro lado el artículo 896 señala que la posesión es el ejercicio
de hecho de uno o más poderes inherentes a la propiedad, por lo tanto aquella
persona que ejerce la posesión de un inmueble se presume que tiene derechos sobre
aquel, por lo tanto, entendemos que cuando una persona alega buena fe al haber
adquirido un bien que en el registro aparece como de un “propietario aparente”, este
tercero tiene que tener la diligencia necesaria de verificar la situación física real del
inmueble al momento de adquirirla. En el tráfico jurídico de bienes inmuebles la
posesión tiene que ser el talón de Aquiles de los traficantes, falsificadores y
estafadores pues verificando dicho poder de hecho regulado por nuestro Código
Civil se podrá hablar claramente de buena fe –del tercero adquirente–, no solamente
por lo que diga el registro, no solamente por lo que digan los títulos archivados, sino
por lo que diga la realidad física.
1. Introducción
“El tercero que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho de persona que
en el registro aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una vez
inscrito su derecho, aunque después se anule, rescinda, cancele o resuelva el del
otorgante por virtud de causas que no consten en los asientos registrales y los títulos
archivados que lo sustentan. La buena fe del tercero se presume mientras no se
pruebe que conocía la inexactitud del registro” (cursivas nuestras).
El artículo 923 del CC señala lo siguiente: “La propiedad es el poder jurídico que
permite usar, disfrutar, disponer y reivindicar un bien. Debe ejercerse en armonía
con el interés social y dentro de los límites de la Ley”.
Asimismo el artículo 949 del mismo cuerpo sustantivo señala lo siguiente: “La sola
obligación de enajenar un inmueble determinado hace al acreedor propietario de él,
salvo disposición legal diferente o pacto en contrario”.
La propiedad es, en primer lugar, un poder jurídico. El poder adopta muchas formas.
Así, hay el poder de la fuerza, el poder político, el poder bélico. En este caso es un
poder que nace del derecho. Recae sobre un bien o sobre un conjunto de bienes, ya
sean corporales (cosas) o incorporales (derechos). Cuatro atributos o derechos
confiere la propiedad a su titular: Usar, disfrutar, disponer y reivindicar un bien.
Por usar podemos entender servirse del bien. Usa el automóvil quien se traslada con
él de un lugar a otro, usa el inmueble quien vive en ella, quien dispone el bien
inmueble, quien asume la actividad de propietario[1]. Por disfrutar podemos
entender el disfrutar del bien inmueble económicamente. Disponer es prescindir del
bien, hipotecarlo, venderlo, etc. En cualquier caso, el propietario está facultado,
mediante la acción reivindicatoria a recuperar el bien de quien lo posee
ilegítimamente.
Por otro lado, partiendo del art. 949 del CC podemos afirmar que nuestro sistema es
mero declarativo más no constitutivo como el alemán. El maestro León Barandiarán
señalaba lo siguiente respecto al sistema de transferencia de bienes inmuebles: “sin
notarios, sin abogados, sin clima propicio para imponer el requisito de la inscripción
con carácter de ineluctable obligatoriedad”. Es decir que en nuestro actual sistema
civil con la sola transferencia del bien el adquirente se convierte en propietario, sin
necesidad de inscribir dicha propiedad en el Registro Público.
Actualmente dicho sistema declarativo ha venido siendo duramente criticado por los
“extremistas” señalando que es momento de cambiarlo por uno constitutivo, igual al
alemán, donde se tiene que inscribir necesariamente en el registro para que su
derecho pueda surtir todos sus efectos jurídicos y ser reconocido como propietario y
poder ser oponible frente a terceros. Somos de la idea de que aquel cambio no es la
solución, nuestro actual sistema registral ha sido muy vulnerado por los
falsificadores, realizando ventas sin voluntad de sus legítimos propietarios que
confiando en los registros públicos han visto igualmente vulnerados sus derechos
legítimamente adquiridos, frente a esto Sunarp el ente que tiene que dar seguridad
patrimonial de la sociedad ha implementado métodos como alerta registral y cierre
de partidas, demostrando que la “seguridad” que pregonan no es tal.
Para Savigny la posesión busca proscribir la violencia entre privados que debaten
sobre el derecho a poseer los bienes, por ello hay que proteger a quien tiene los
bienes en su poder mientras los jueces resuelven sobre el mejor derecho. Según
Thinbaut la posesión es “el respaldo a la permanencia del estado de cosas, hasta que
no se den motivos determinantes para alterarlas”. Para Röder y Ahrens el
fundamento se encuentra en la presunción de probidad, según la cual se debe
presumir que toda persona es proba y honrada de modo que si explota un bien es
porque tiene algún derecho sobre él. Por su parte Gans señala que: “la posesión se
protege porque es el comienzo de la propiedad a la que se puede acceder por vía de
la usucapión”. Puchta y Bruns señalaron que la posesión era la protección de la
voluntad de la persona que posee, lo cual a su vez es una manifestación de su
personalidad por tanto la posesión protege la personalidad del poseedor. Sthal indica
que la posesión debe protegerse de modo distinto a la propiedad porque finalmente
se trata de un comportamiento tendiente a la explotación patrimonial de los bienes,
lo cual satisface necesidades humanas y ello debe tutelarse. Finalmente Ihering,
quien ha tratado más extensamente este tema, señala que la posesión es la
exteriorización de la propiedad y debe ser protegida porque los propietarios no
siempre pueden probar el dominio .[2]
Toda persona que usa y disfruta un bien es poseedor. La posesión tiene una enorme
importancia porque es el contenido de muchos derechos reales. El propietario
adquiere un bien inmueble con la lógica finalidad de usarlo y al mismo tiempo
aprovechar las ventajas del mismo. Nuestro Código Civil le brinda una peculiar
importancia a la posesión pues con el transcurso de aquella una persona se puede
convertir en legítimo propietario, esto mediante la figura de la prescripción
adquisitiva de dominio.
Si para ser protegido como poseedor basta demostrar la posesión, esta protección
aprovecha lo mismo al propietario que al no propietario. La protección posesoria,
establecida para el propietario, beneficia de este modo a una persona para quien no
se ha instituido. Tal consecuencia es absolutamente inevitable. El Derecho debe
aceptarla por encima de todo, para alcanzar su fin de facilitar la prueba de la
propiedad[5].
El tercero que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho de persona que
en el registro aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una
vez inscrito su derecho, aunque después se anule, rescinda, cancele o resuelva el del
otorgante por virtud de causas que no consten en los asientos registrales y los
títulos archivados que lo sustentan. La buena fe del tercero se presume mientras no
se pruebe que conocía la inexactitud del registro.
Para oponer derechos reales sobre inmuebles a quienes también tienen derechos
reales sobre los mismos, es preciso que el derecho que se opone esté inscrito con
anterioridad al de aquel a quien se opone.
¿Pero que entendemos por buena fe? Según Manuel Ossorio buena fe significa:
En tal sentido, si el fraude se comete sobre inmuebles que están poseídos por sus
verdaderos dueños o por poseedores legítimos, difícilmente el tercero adquirente
podrá alegar que tenía buena fe, ya que una diligencia mínima lo obligaba a
investigar la posesión y ahí se habría dado cuenta que el ofertante (seguramente un
delincuente) no está en control material del predio y que no guarda relación alguna
con el tenedor. El interesado en adquirir el bien tendría que haber preguntado al
poseedor ¿quién es usted y qué vínculo tiene con el vendedor? Sin estas preguntas, o
sin respuestas satisfactorias, difícilmente se podría decir que hay buena fe. El poder
de la posesión es tal que no requiere inscripción para romper la buena fe del
adquirente, ni siquiera requiere expresarse en documento alguno. Basta que del
mismo predio se observe la presencia de alguien distinto al enajenante, o que no
guarde relación con este para que el tercero pierda amparo y la propiedad
permanezca en su lugar” .[9]
En ese sentido, consideramos que dicha “buena fe” tiene que ser amparada siempre
y cuando el tercero adquirente haya actuado con diligencia debida como lo haría
toda persona consciente y sin ánimo de afectar derechos. Un comprador diligente no
solo debe basarse en lo que diga registros, es mucho más fácil, económico y real que
si una persona está interesada en adquirir un bien inmueble lo primero que tendrá
que hacer es solicitar al “vendedor” inspeccionar el bien ofertado, conocerlo, saber
qué cosa estoy comprando, y si después de aquello me doy cuenta de que existe otra
persona que alega derechos de propiedad sobre dicho inmueble pues lógicamente
evitaré perder dinero de buena fe. Podemos ejemplificarlo de la siguiente manera,
cuando una persona quiere adquirir un bien mueble –un auto usado– lo primero que
hace es observar el auto, ver sus características, sus defectos y si es posible contratar
un experto y solicitar su opinión respecto a lo que voy a comprar, una vez satisfecho
aún y solo aún nos fijamos en lo que diga el registro respecto al propietario y ahí
podemos apreciar si el que está ofertando dicho mueble es quien aparece con
facultades para vender.
Volviendo al ejemplo inicial, consideramos que si aquella persona C quien alega ser
propietaria de buena fe, antes de adquirir el bien inmueble, siendo diligente tendría
que haber solicitado al “vendedor” aparente que le muestre el inmueble que ofertaba
así se hubiera podido dar cuenta de que en dicho bien existía una persona que si
ciertamente no aparecía en el registro, si poseía el bien inmueble y alega derechos de
propiedad con escritura pública legal. En ese sentido, hay que saber que el actuar de
las personas de buena fe en nuestra sociedad siempre es diligente, siempre es
desconfiada por la misma razón de que estamos en una sociedad de riesgos, donde
los estafadores están prácticamente al asecho. La posesión es la solución a estos
problemas. Ahora si el comprador no inscribe y tampoco hace ejercicio de posesión
y otro adquiere por lo que dice el registro y porque cuando se apersonó al bien
inmueble efectivamente estaba vacío y el propietario registral –aparente– tenía la
posesión del bien, a este propietario no inscrito solo le quedará, como se dice
coloquialmente, ir a llorar al río. En definitiva, parece evidente, y en ello es unánime
la doctrina, que la buena fe constituye una regla de conducta a la que ha de adaptarse
el comportamiento jurídico de los hombres[11].
Las casaciones que han motivado a que se emita el VII Pleno Casatorio Civil han
sido la Casación N. º 5135-2009-Callao de fecha 06 de marzo del 2014 y la
Casación N.º 3014-2013-Lima de fecha 15 de mayo del 2014.
10.11. (…) Por consiguiente, cuando se susciten controversias como las aquí
presentadas, la solución la otorga los datos que brinda los Registros Públicos, de
no ser así se resquebrajaría la propia razón de ser de esta institución, los mandatos
judiciales podrían ser enervados fácilmente y se propiciaría el fraude procesal en
detrimento de quien quiso cautelar su derecho debidamente. Es, por lo tanto, el
principio de publicidad material, el principio de legitimación y el principio de
prioridad registral a los que hay que acudir para solucionar estos conflictos (…)
10.12. En ese orden de ideas, cuando el embargo se encuentra inscrito, no tiene por
qué perjudicarse al diligente que se vale de los principios de publicidad y
legitimación registrales para cautelar su acreencia, esto es la parte que es acuciosa
en el cobro de su crédito y se asiste de los datos que le proporcionan los Registros
Públicos no puede ser preterida para favorecer al negligente titular de un derecho
real que no supo cautelarlo(entiéndase inscribirlo).
Por otro lado, mediante Casación N.º 3014-2013 Lima, emitida el 15 de mayo del
2014, la misma Sala Civil Permanente de la Corte Suprema de Justicia afirmaba que
“en virtud de la buena fe registral, la empresa accionante adquirió el bien inmueble
sin embargo inscrito, por lo que no cabe que tal derecho personal le sea opuesto a su
derecho de propiedad”.
Finalmente este problema ha sido resuelto con sentencia del VII Pleno Casatorio
(Casación N.° 3671-2014 Lima). La referida sentencia ha declarado que constituyen
precedente judicial vinculante las siguientes reglas:
Como breve conclusión se puede señalar que la buena fe en sentido amplio tiene que
ser entendida como un todo, como un sol que ilumina a todo el derecho, como un
principio general del derecho, no solamente para los contratos, sino en general para
todo el ordenamiento jurídico. Si bien es cierto que actualmente estamos en una
sociedad peligrosa es también que al igual que el derecho, las personas evolucionan
y se adaptan a dichos cambios, la diligencia con la que debe actuar –y en lo general
actúan– debe ser tal que protejan no solo sus intereses, sino los intereses de los
demás actuando con buena fe.
7. Referencia bibliográfica
1987 | Sistema de Derecho Civil, vol. III (Derecho de Cosas, Derecho Inmobiliario y
Registral), 3.ª ed. revisada y puesta al día, Madrid: Tecnos.
Ihering, Rudolf
2004 | Homenaje a Jorge Avendaño, t. I, 1.ª ed., Lima: Fondo Editorial PUCP.
Mejorada Chauca, Martín, “La Posesión en el Código Civil Peruano”, en Derecho &
Sociedad, Nº 40, Lima: 2013, pp. 251-256. Recuperado de:
<http://bit.ly/1WGqwfk>.
Ossorio, Manuel,
Pozo Sánchez, Julio, “Sentencia del VII Pleno Casatorio: prevalece la propiedad no
inscrita”, en La Ley, 18 de diciembre de 2015. Recuperado de
<http://bit.ly/24wiOr0>.
Sala de lo Civil del Tribunal Supremo (ponente: Sr. Francisco Orduña Moreno),
Sentencia número 144/2015, Madrid: 19 de mayo de 2015.
[1] Avendaño Valdez, Jorge, Código Civil Comentado, Derechos reales , t. V, Lima:
Gaceta Juridica, 2010, p. 148.
[2] Díez-Picazo, Luis y Antonio Gullón, Sistema de Derecho Civil, vol. III (Derecho
de Cosas, Derecho Inmobiliario y Registral), 3.ª ed. revisada y puesta al día, Madrid:
Tecnos, 1987, p. 101.
[4] Mejorada Chauca, Martín, Homenaje a Jorge Avendaño, t. I, 1.ª ed., Lima:
Fondo Editorial PUCP, 2004, p. 114.
[5] Ihering, Rudolf, Tres estudios jurídicos, Buenos Aires: Bibliografía Omeba,
1960, pp. 114 y 116.
[10] Sala de lo Civil del Tribunal Supremo, 19 de mayo de 2015 (sentencia número
144/2015). Protección del tercero adquirente de buena fe en supuestos de doble
inmatriculación de una misma finca.
[11] De los Mozos, José Luis, El principio de la buena fe, Barcelona: Bosch, 1965,
p. 40.
[13] Pozo Sánchez, Julio, “Sentencia del VII Pleno Casatorio: prevalece la
propiedad no inscrita”, en La Ley, 18 de diciembre de 2015. Recuperado de
<http://bit.ly/24wiOr0>.