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CREAR O MORIR – RESUMEN

LOS CINCO SECRETOS DE LA INNOVACIÓN

Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente


A mediados de la segunda década del siglo XXI el boom de las materias primas que tanto
había beneficiado a muchos países latinoamericanos en la década anterior llegó a su fin, y
los países que se habían confiado en sus exportaciones de materias primas —sin invertir
en educación de calidad, ciencia, tecnología e innovación— estaban empezando a sufrir
las consecuencias.
El gran desafío de la región, más que nunca, era mejorar dramáticamente la calidad de la
educación, incentivar la innovación y exportar productos de mayor valor agregado, para no
quedarse cada vez más rezagada del resto del mundo.
¿Cómo recuperar el tiempo perdido? ¿Podremos competir con Corea del Sur, Singapur,
Israel y otros países que se han convertido en potencias tecnológicas en años recientes?
Por supuesto que sí. Nuestros países deben innovar ya sea inventando nuevos productos
de cualquier orden (lo que comúnmente se llama la “innovación de producto”), o
descubriendo formas de producir más eficientemente productos existentes (lo que se llama
la “innovación de proceso”). Lo importante es innovar, crear productos procesos de todo
tipo, y de cada vez mayor valor agregado, que puedan ser vendidos globalmente y no
quedarse estáticos.

Las personas también deben reinventarse


No sólo los países, sino también las personas deberemos reinventarnos constantemente
para salir mejor parados en la nueva economía de la creatividad del siglo XXI.
La Revolución Industrial que traerán las impresoras 3D, los robots y el “internet de las
cosas” hará desaparecer muchos empleos y creará muchos nuevos.
Todo indica que cada vez más trabajaremos por menos tiempo para más empresas o para
nosotros mismos. Reinventarse será un imperativo constante de la vida laboral.
Hoy en día, los jóvenes tienen acceso a un mundo de posibilidades. Pero para que puedan
aprovechar estas oportunidades, no sólo deberemos ofrecerles una educación de mejor
calidad, sino también ofrecerles un marco propicio para el emprendimiento y un nuevo tipo
de educación: la educación creativa.

Latinoamérica: muy atrás en innovación


América Latina y el Caribe sufren de un rezago en innovación. En general, sus
emprendedores introducen nuevos productos menos frecuentemente, invierten menos en
investigación y desarrollo, y registran menos patentes que los emprendedores de otras
partes del mundo.
Parte del problema es la escasa innovación en las empresas latinoamericanas, que muchos
adjudican a la falta de visión de los empresarios de la región, y que muchos de estos últimos
atribuyen a marcos legales anacrónicos que penalizan la creatividad.
Latinoamérica representa un porcentaje insignificante en el total de inversiones mundiales
en innovación. Y la mayor parte del minúsculo 2.4% que se invierte en innovación en
América Latina se concentra en apenas tres países: Brasil, México y Argentina. Ante un
panorama tan desolador, es más necesario que nunca que nuestros países adopten
algunas estructuras esenciales para ingresar en el primer mundo de la innovación.

PRIMER SECRETO: CREAR UNA CULTURA DE LA INNOVACIÓN


Es necesario que exista una cultura que estimule y glorifique la innovación. Las
innovaciones son el producto de una cultura en que se venera a los innovadores y se les
permite realizar su potencial.
¿Qué es una cultura de la innovación? Es un clima que produzca un entusiasmo colectivo
por la creatividad, y glorifique a los innovadores productivos de la misma manera en que se
glorifica a los grandes artistas o a los grandes deportistas, y que desafíe a la gente a asumir
riesgos sin temor a ser estigmatizados por el fracaso. Sin una cultura de la innovación, de
poco sirven los estímulos gubernamentales, ni la producción masiva de ingenieros, ni
mucho menos los “parques tecnológicos”.
Cambiar estas culturas y convertir a los innovadores en héroes populares es una cuestión
de voluntad política, que pueden alentar los políticos, los empresarios, los sectores
académicos o la prensa. La clave es convertir el emprendedurismo en una política de
estado.
También hay otras formas de generar la innovación. Algunas de las más eficaces son las
campañas mediáticas de la sociedad civil para fomentar una cultura nacional y familiar de
admiración por los científicos y los técnicos, que estimule a los niños a seguir el ejemplo de
científicos exitosos. Otra forma de generar más innovación son los premios. Los premios
económicos han sido uno de los grandes motores no sólo de innovaciones específicas, sino
de cambios culturales para alentar la creatividad.

Necesitamos un Messi de las ciencias, un Neymar de la tecnología


Todos nuestros países deberían aplicar a la ciencia la misma pasión y disciplina que
actualmente aplican a los deportes, y crear sistemas para producir talentos.

Los premios que cambiaron el mundo


Muchas de las grandes invenciones de la humanidad surgieron como resultado de
premios económicos ofrecidos para quienes lograran superar un determinado desafío
tecnológico. Ése es, precisamente, el encanto de los premios: permiten la participación de
todo el mundo y de los que menos posibilidades tienen de ganar. Y, muchas veces, son
estos últimos los que ganan.
Los premios son una herramienta cada vez más eficaz para despertar el interés por
resolver un desafío, estimular al mayor número de talentos para que lo conviertan en
realidad, y crear una cultura de la innovación.

“Todo gran invento empezó como una idea loca”


Los premios pueden ser el acicate para producir soluciones revolucionarias. Durante
siglos, han sido un instrumento clave usado por soberanos, instituciones reales y
filántropos privados que buscaban solucionar urgentes problemas sociales, y desafíos
técnicos de sus culturas.
Los premios son fundamentales para instaurar la idea en la sociedad de que algo que se
consideraba imposible puede, de hecho, convertirse en realidad.
La idea detrás de estos premios es que el día antes de que cualquier invento salga a la
luz pública es una idea loca. Si no fuera una idea loca el día anterior, no sería un gran
invento.
Entonces, la pregunta que se le hace a las empresas, las organizaciones y los gobiernos
es: ¿tienen un lugar dentro de la organización donde se crean ideas locas?

Hay que aceptar y aprender de los fracasos


Una clave fundamental para crear una cultura de la innovación es instalar en la sociedad
la idea de que el fracaso es muchas veces la antesala del éxito. El hecho de que fracase
un emprendimiento no significa que fracase un emprendedor.
¿Premios al fracaso?
En sociedades que castigan el fracaso, tenemos que crear una admiración colectiva a los
emprendedores que toman riesgos, independientemente del resultado de sus proyectos.

SEGUNDO SECRETO: FOMENTAR LA EDUCACIÓN PARA LA INNOVACIÓN

¿Cómo estimulan los estudios de matemática, ciencia y tecnología los países más
avanzados? En muchos casos, jugando.
Tienen que hacer proyectos que sean divertidos para los niños. Y que los niños entiendan
que la ciencia es una herramienta para hacer algo que quieren hacer, y no un desierto que
tienen que cruzar para quizás encontrar un buen trabajo una vez que lo han atravesado.
La clave, coinciden todos los estudios, es hacer que las ciencias y la ingeniería sean
materias divertidas, y no algo abstracto sólo entendible para los alumnos más brillantes.
Es crucial que, desde antes de que los niños entren en la escuela, sean involucrados en
actividades científicas, especialmente las niñas y los estudiantes de familias más pobres,
que son los dos grupos más vulnerables en matemáticas y ciencias.

No hay que impartir conocimiento, sino enseñar a procesarlo


En la era de Google, en que podemos acceder a información sobre prácticamente todo en
cualquier motor de búsqueda en internet, ya no es necesario que nuestras escuelas
enseñen conocimientos, sino que enseñen a procesar información y a fomentar la
creatividad.
Lo que uno sabe es cada vez menos importante, y lo que uno puede hacer con lo que sabe
es cada vez más importante.
La innovación se puede enseñar en las escuelas. La clave es que los maestros, en lugar
de premiar a los alumnos con base en los conocimientos que han adquirido —o sea, lo que
“saben”— los premien según su capacidad de analizar y resolver problemas, y de aprender
de sus fracasos.
La otra gran recomendación es que las escuelas y las universidades enfaticen el
pensamiento interdisciplinario. Los problemas nunca pueden ser entendidos o resueltos en
el contexto de una disciplina individual. Las mejores universidades son las que ya están
permitiendo a sus estudiantes construir sus propias carreras interdisciplinarias.

Hay que cambiar el lente desde la niñez


En lugar de pedirles que resuelvan un problema específico tenemos que enseñarles a
reformular el problema, y partir de una pregunta mucho más amplia: ¿Cuál es nuestra meta
final?
Esta última pregunta abre toda una gama de posibilidades. Si uno piensa sobre cómo
resolver un problema en términos de las soluciones existentes, está limitando las
potenciales soluciones a un statu quo defectuoso.

TERCER SECRETO: DEROGAR LAS LEYES QUE MATAN LA INNOVACIÓN

La mayoría de los países latinoamericanos deben simplificar los trámites para abrir o cerrar
una empresa, adoptar leyes que hagan respetar la propiedad intelectual, y modificar sus
leyes de quiebras para no castigar excesivamente a quienes fracasan en un
emprendimiento. En el nuevo mundo de la innovación productiva, en el que las empresas
se inventan, reinventan, mueren y renacen constantemente, hay que hacer que la apertura
y cierre de empresas sea lo más fácil posible.
Las leyes de quiebras que castigan el fracaso
Los países que alientan la innovación tienden a alentar la reorganización en lugar de la
liquidación de empresas, y a tener procesos sumamente rápidos para resolver casos de
insolvencia.

CUARTO SECRETO: ESTIMULAR LA INVERSIÓN EN INNOVACIÓN


Los países que más invierten en investigación y desarrollo suelen ser los que más inventos
patentan, y los que más productos nuevos sacan al mercado.
El país del mundo que más invierte en investigación y desarrollo es Israel, que destina 4.3%
de su producto interno bruto a este rubro, y en relación con su tamaño es uno de los que
más patentes registra a nivel mundial. Comparativamente, Brasil destina 1.2% de su PIB a
la investigación y desarrollo, mientras que todos los demás países latinoamericanos
invierten menos de 1% de sus respectivos productos internos brutos en este rubro.
El segundo gran problema de la falta de inversión en innovación en Latinoamérica es que
la mayor parte del dinero es desembolsado por los gobiernos, a través de las universidades
públicas, y no por las empresas privadas que son las que mejor conocen el mercado.
Muchas veces, en Latinoamérica, quienes toman las decisiones sobre dónde y en qué
invertir son funcionarios gubernamentales, cuyo conocimiento y experiencia en el desarrollo
de productos potencialmente comercializables es escaso o nulo.

El papel de las empresas y las universidades


La escasa colaboración entre empresas privadas y las universidades en América Latina se
debe en gran parte a un “choque de culturas”. Mientras que las universidades
latinoamericanas se ven a sí mismas como productoras de conocimiento puro, no
contaminado por intereses comerciales, las empresas privadas se ven a sí mismas como
exclusivamente dedicadas a aumentar sus ganancias.

Los inversionistas de riesgo


El tercer gran desafío para estimular la innovación en Latinoamérica es hacer que surjan
inversionistas de riesgo, dispuestos a arriesgar sus inversiones en start-ups, o empresas
que recién empiezan y que tienen grandes posibilidades de fracasar.
Tenemos que crear esa cultura de inversión de riesgo en nuestros países, porque la
mentalidad de muchos inversionistas en Latinoamérica es: ‘Te voy a dar, pero quiero que
me garantices una probabilidad de 100% de que vamos a recuperar la inversión’. En
cambio, los inversionistas de riesgo saben que la mayoría de sus proyectos van a fallar,
pero no les importa, porque con un proyecto grande que logre triunfar van a ganar más que
con cualquier otra inversión.

Las inversiones colectivas del crowdfunding


Por suerte, hay otras fuentes de crédito novedosas como el crowdfunding, que les permiten
a los innovadores recaudar fondos a través de contribuciones individuales de miles de
pequeños inversionistas mediante sitios de internet.

QUINTO SECRETO: GLOBALIZAR LA INNOVACIÓN


Cada vez más, la innovación es un proceso colaborativo —muchas veces abierto y público,
que requiere estar en contacto cercano y en tiempo real con quienes trabajan en proyectos
parecidos en todo el mundo. Y para lograr eso, hace falta globalizar la educación y la
investigación.
La mayoría de los países latinoamericanos no permiten universidades extranjeras en su
territorio, ni tienen convenios de titulación conjunta con las mejores universidades del primer
mundo. Lo que es aún peor, muchas universidades latinoamericanas no exigen más que
un conocimiento básico de inglés, que —nos guste o no— se ha convertido en la lengua
franca de la ciencia y la tecnología mundial.

¿Por qué aplaudimos la globalización en el futbol y no en las ciencias?


Los países latinoamericanos tienen que alentar a sus científicos más promisorios a trabajar
con las mayores eminencias científicas del mundo, y a que regresen periódicamente a su
tierra natal para enseñar o colaborar en proyectos de investigación, así como lo hacen los
jugadores de futbol con sus seleccionados nacionales cada cuatro años para la Copa del
Mundo. Cuanto mayor “circulación de cerebros”, más competitivos serán nuestros
científicos.

Los programas estudiantiles de chile, Brasil y México


Algunos países se han dado cuenta de la necesidad de globalizar la educación, y poner a
sus científicos y técnicos a trabajar con los principales centros de investigación e innovación
del mundo.
Es cierto que algunos de los científicos e ingenieros latinoamericanos que van a estudiar o
trabajar al extranjero no volverán. Sin embargo, incluso los que se quedan en Estados
Unidos contribuyen a acelerar el desarrollo de sus países natales, ya sea como inversores
extranjeros, emprendedores, profesores visitantes o colaboradores en proyectos científicos.
El secreto es que sus países de origen les den la oportunidad de hacerlo. Hay que convertir
lo que antes se llamaba la “fuga de cerebros” en una “circulación de cerebros”, e incluso en
una “ganancia de cerebros” para los países emergentes.

Los países ya no competirán por territorios, sino por talentos


Chile y Brasil también lanzaron recientemente programas para importar innovadores.
Ambos países han creado incentivos económicos para atraer a jóvenes emprendedores de
todo el mundo, bajo la premisa de que los países que más progresan ya no compiten por
territorios, sino por talentos.

La esperanza de américa latina


Afortunadamente, lo que no falta en América Latina es talento, creatividad y audacia para
hacer cosas nuevas, tanto a nivel nacional como a nivel individual. Han estado en la
vanguardia mundial en temas como la elección de mujeres para la presidencia, los
subsidios condicionados a la asistencia escolar, la compra masiva de laptops escolares, el
casamiento gay y la legalización de la marihuana.
Muchas ciudades latinoamericanas ya están en la vanguardia de la innovación urbana.
El gran desafío, ahora, es crear ecosistemas favorables a la innovación una cultura que
fomente la creatividad, celebrando a los innovadores, admirando a los emprendedores y
tolerando sus fracasos— para que puedan florecer muchísimos más como ellos en sus
propios países.
es hora de que en Latinoamérica entremos de lleno en la era de la economía del
conocimiento, y entendamos que el gran dilema del siglo XXI será innovar o quedarnos
estancados, o para ponerlo en términos más dramáticos: crear o morir.

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