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DE PLAYAS Y ESPECTROS
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Rodríguez Magda
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DE PLAYAS Y ESPECTROS
Ensayo sobre pensamiento contemporáneo
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� AJUNTAMENT DE VALENCIA
PRE-TEXTOS
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Un jurado compuesto por Pilar Soriano (presidenta), Consuelo Lorente (secretaria), Miguel Catalán,
Ricardo Llopesa, Justo Serna y Ainelia Valcárcel (vocales) acordó conceder el Premio "Celia Alnorós"
de Ensayo en castellano, de los XXXIV Premios "Ciutat de Valencia': al presente libro,
del que resultó autora Rosa María Rodríguez Magda.
En coedición con
AJUNTAMENT DE VALÉNCIA
REG1co,:,,,:,. D� PATRIMON! CUL fURAL
l HE CURSOS CUL fURALS
© de la presente edición:
PRE-TEXTOS (S.G.E.), 2017
Luis Santángel, 10
46005 Valencia
www.pre-textos.com
ISBN: 978-84-16906-30-7
DEPósrro LEGAL: V-353-2017
INTRODUCCIÓN ....................•....................................... 9
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INTRODU CC IÓN
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Un libro es siempre la suma de muchos otros libros, en éste se juntan varios
proyectados, al hilo de los temas que me han ido preocupando en los últimos
1 años: la revisión de la filosofía de los setenta, la culpabilización de Occidente,
1 la identidad europea y la inmigración, el resurgimiento de los comunitarismos, la
vigencia de los valores neoilustrados.
En primer lugar, representa una mirada hacia la filosqfia más reciente, aque�
lla que se ha convertido en suelo epistémico de nuestra realidad. ¿Hasta qué
punto las aportaciones de los pensadores que bi:illaron en los setenta del pasa
do siglo (Michel Foucault, Jacques Derrida, Gilles Deleuze, Jean-Fran�ois Lyo
tard) son aplicables hoy día?, ¿pueden extrapolarse de las circunstancias socíales
en las que emergieron?, ¿los desarrollos y lecturas que han postulado sus discí
r pulos son las que se hallaban implícitas en sus creadores?, ¿cómo las habrian
aplicado ellos mismos de haber vivido unos años más y haber analizado los
cambios gnoseológicos que se han producido en las últimas décadas?, ¿dónde
r quedó ese afán rupturista que ahora percibirnos quizás un tanto ingenuo? La
resurrección de algunos de sus conceptos ¿representa una profundización o es·
r tamos asistiendo a la eclosión de una especie de filosofía zombi en la que
espectros ya muertos y enterrados se levantan de sus tumbas?
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La deconstrucción sistemática de la tradición occidental, de la Modernidad,
¿puede extrapolarse, más allá de la autocdtica, y consolidarse en un territorio
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minado, ya indefendible, convertirse en munición que aniquila los logros de
r nuestro pensamiento en beneficio de revivals premodernos? ¿Qué podemos y
debemos rescatar frente a los que pretenden sumir la aportación teórica occi
dental en la culpa, la ignominia y la irrelevancia? ¿Cómo defender el uso criti
co de la razón frente al resurgimiento de los fanatismos religiosos? Sometida a
juicio toda pretensión de universalidad, !!cuáles deben ser los criterios rectores
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innegociablcs en las actuales sociedades complejas, mul tiétnicas y multirreli -
giosas? ¿Qué imp lica que el cosmopo litismo haya sido sust ituido por el imp e-
rativo multícultu ralista? ¿Poseen los pueb los un a identid ad cu ltural? ¿Quiéne s
tie nen derecho a preservarla? ¿Cómo gestionar las masivas migraciones de quie -
nes huyen de la pobreza y de las guer ras, o simplemente buscan una vida me-
jor en el primer mundo?
El retó de una nueva ciudadanía an te la crisis del estado de l bie nestar, de lc1
repre sentaci ó n política, y la emergencia de nuevos movimientos socia les con-
figura un renovado panorama que reconstruye, cual resurrecto Frankenstein ,
un monstruo hecho de retazos cadavéricos, prótes is tecno1ógicas y sueños re-
volucionarios, esquirlas de l pasado proyectadas hacia un futuro utópico que las
gente s anhelan en tr e la incredulidad y la rabia.
De playas, pues, y espectros. Las primeras como la utop ia que soña ron los
jóvenes del 68, esa que se hallaba b ajo el pavime nto y que emergería cuando
lan záramos los adoq uin es co ntra los muros de la intransigencia. Esa playa in-
marcesible co n la que todas las gene raciones han so ñado y que un a y otra vez
se trai ciona, pues desde las más nobles luchas acaba adq uiriendo la impronta
de la barbarie . Hoy, nu evame nt e, hurgamo s bajo el asfalto, las mano s y las uñ as
llenas de polvo y barro. un barro qu e acaba siendo el adobe de renovados ído-
los. Por ello, cua l zaratustras ur bano s, es preciso sub ir a los túmulo s más altos
para ver la trampa de esos ca minos que per siste ntement e retorn an al laberin -
to, que dejan el mar y la playa, siemp re, al otro lado.
Y sí, de nuevo, un espectro recorre Europa. Tras vari as décadas en las que el
liberalismo parecía certificar el agotamiento del pen samiento de izqui erdas y
la postmodernidad nos sumergía en un universo ligth e indol oro, los int elec-
tuales ya añosos han vuelto a ver florecer su juve ntud co n la propu esta de un
pujante neocomunismo: AJain Badiou, Jacques Ranciere, Jean -Luc Nancy o Sla-
voj Zizek son alguno s de los más preclaros defensores, acompañados de quie -
nes con usos más meta.físicos reivindica n la preeminencia de '"lo común": Giorgio
Agambem, Roberto Esposito ... , o lo presentan como combativa alternativa:
Toni Negr i y M ichael Hardt. Todo ello se enmarca, en el terreno ya preparado
por el comunitarismo filosófico (Alasda ir Maclntyre, C harles Taylor, Michael
Wa lzer, Amitai Etzioni, Michael Sande l .. . ), en su controvers ia teórica con el li-
beralismo , especialmente rawlsiano. A un nivel más sociológico también hemos
visto resurgir el comunitarismo de cuño nacionalista o religioso, islámico, y po -
líticamente explicar se las emergencias de los populismos a través de las tesis de
Chanta! Mouffe y Erne sto Laclau.
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¿Deberemos, por tanto, acepta r que la no ción de individuo ha dejado de
co nstituir un co ncepto emancipador para ser sustituido por el primado de "lo
comú n"? ¿Es toda ilusión de sujeto reflejo del "individuo propietario ", capita -
lista y depredador? ¿Qué espacio queda para el contrato social cuando los pos -
testructuralistas, los com unitari stas , los impolítico s, los altermundialistas han
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decidido dar por muerto el espíritu de la Ilustr ac ió n, la Modernidad y sus si-
ia mulacros o perativos?
Ésta es la tarea que empr endo en las siguien tes página s. El pr esente volumen
11 refunde textos, co nferencias, pequeiios ensayos, que, releidos y reescrito s, com-
ponen un trayecto co ncert ado, to n sus bifur cacion es, sus vueltas atrás, el con-
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tagio y la polémica co n otros au tores, la int erpela ció n constante a los hechos
1 coetá neos. Un d_ecur so qu e finalmente tom a la urdimbre de un libro unitario ,
desde la ur gencia de pensar el presente, pero también con vocación de clarifi -
r car la genealogía de nuestros mapas conceptua les y avanza r un a prospectiva
más exigent e y lúcida.
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¿Qué pretendo al escr ibir este libro? ¿analizar la evo lución del pensamiento
( e_n los últimos cincuenta años?, ¿realizar una especie de autobiografía intelec -
tual?, ¿justificar los camb ios de rumbo , las nuevas problemáticas?, ¿evaluar los
J errores pasados, sus tremendas cegueras?, ¿justificarme a mí m_jsma? A cierta
altura de la vida una tiene suficiente perspectiva para ver con distan cia cuáles
han sido las tendencias en las que nos hemos forjado, la episteme de una épo-
ca con la que ínterpretábamos la realidad, lo que cons iderábamos cuestiones
insoslayables y hoy se perciben co mo moda s caducas, pero también los retos
que forjaron nuevos conce ptos , her ramienta s que sirvieron en su momento,
pero que, enquistadas en escolásticas, se toman ahora un lastre. La coherencia
es necesaria, sin embargo, no captar los desarrollos, a veces acertados, otras errá-
ticos, en algún caso decididamente erróneos, co nvierte la persiste ncia en dog-
matismo. Al repasar mi propia trayectoria teórica soy co nsciente de que no sólo
realizo una tarea introspectiva y personal, sino que rememoro la historia dé
toda una époc-a. ¿Cómo fuimos?, ¿cómo somos hoy?, ¿cómo era el mundo?,
¿cómo lo es ahora? Pensar el presente tiene una doble vertiente: por un lado, es
apasionante, pues uno se sitúa en el quicio de lo todavía no formulado, avanza
estrategias, forja nuevas nociones de lo que todavía no tiene nombr e o siqu ie-
ra comienza a ser perceptible; por el otro, ese terreno apenas hollado, construí .do
a través de nuestro s propios pasos, se torna después en tri llados send eros, auto-
pistas predeterminadas por donde circu lan hacendosos apicultores del concepto
carentes de toda audacia intelectual. Y es entonces cua nd o el hastío nos aleja de
nuestros primeros hallazgos, pues la reitera ció n escolar e industriosa es preci-
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samente la negación de esa fuerza creadora que nos c1rrojaba al límite mismo
de l pensamiento, intenta ndo ver lo que todavía no era sino nebulosa intuición.
La realidad no es estática, por eso una teoría que sí lo es se convierte en verbo-
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rrea gremial y obtusa. Cuando una teoría triunfa, se reitera en cliché estereoti -
pado, incapaz de procesar los nuevos datos que tiene ante las narices, se trans -
forma en celulitis intelectual , eslóganes para profesores, políticos o periodistas
más interesados en proveerse de un barni z coolo una legitimación ad hoc que
en introducir la mano en la realidad, hasta donde los tuétanos duelen.. No im -
plica ello, sin embargo, que las teorías, siguiendo la lógica del marketing con -
sum ista, sean de usar y tirar; lo que se pasa de moda no es, por así decir su
sistemática, sino la moda de su moda. Aplicadas a las nuevas circunstancias,
despojadas de sus yerros, pueden ser út1les cajas de herramientas para destri -
par nuevas coyunturas. De eso se trata, de separar la paja del trigo, saber lo que
fue error, lo que es historia y lo que todavía puede servirnos. Por tod o ello es
necesario revisar nuestro más reciente pasado int electua l. Una razón sosteni-
ble, valga la metáfora, debe tener sus proto colos de reciclaje y, en un registro
más alto, su exigencia moral permanente de autenticidad.
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siderábamos plausible: hacer una emisora de radio para el edificio , les infor -
maríamo s de las noticia s más interesante s de los vecinos, del barrio. de Valen-
cia, España e internacionales _ La resolución de los problemas técnicos no nos
preocupa ba en demasía. Nos recuerdo en la mesa del comedor de la señora Aia-
celi, la madre de Germanín, con un niño gordito, los tres senta do s y aplicada-
mente haciendo un esquema de los programas e informativos. La primera noticia
internacional que íbamos a dar aquel día era la de los tumultos estud iantil es en
París. El proyecto naufr agó antes de empezar, pero siento que, de alguna forma
imper ceptib le, aqueUa inquietud infantil tren zó una sutilísi ma red entre lo pú-
blico y las pequeñas vidas anónimas, lo relevante y lo nimio, el azar difuso que
une todo lo contemporáneo, todo lo que ocurre a la vez ignorándose. También
nosotros, de una man era ingenua, éramos realistas y pedíamos lo imposibl e.
¿Sabíam'os también que "lo personal es político' '? Españ a, en pleno auge del de-
sarro llismo, con un régimen franquista todavía no debili tado, vivía de una for-
ma más penosa los conatos de libertad políticos y univer sitarios, sin el glamour
de Berkeley o la capitaJ del Sena. Las reverberaciones del movimiento hippielle-
garon dulcificadas como una moda má s, con el fondo musical de Joan Báez o
Bob Dylan, en forma ta m bién de pegatinas con las que decorába mo s nuestros
cuadernos escolares. Flo res, símbolos y aquel eslogan: " Haz el amor y no la gue-
rra", que no levantaba suspicac ias en .mi colegio de monjas, porque quizás ellas,
como yo, pensaban que se trataba de quere r mucho al prójimo y nada más. La
influenc ia de aquellas consignas se inoculó de una manera lenta , siete años más
tarde, en la Facultad de Filosoña, las asambleas acababan siempre con una pe-
tición rotunda: "¡Disolución de los cue r pos represivos!'', y saltamos felices a la
calle, bajo la aten ta vigilancia de los grises, convenc ido s de que éste era un pun -
11 to de partida irr enunciable, una menor exigencia habría sido claudicación. Y
l me parece comprens ible que a los dieciocho años aquellos deseos se nos anto -
jaran realistas, lo qu e ho y me resulta difícil explicar es cómo ese mismo entLt-
siasrno era abanderado por intelect uales maduros e inclu so provectos. Leíamos
a Erich Fromm, a Marcuse, a Althusser, a Wilhelm Reich, a Politzer y a Marta
Harnecker. Prol.iferaron infinidad de divu lgaciones de marxismo y psicoanáli -
sis, que no han resistido el paso del tiempo . Vestíamos vaqueros, campe ras y
anchos jerseys. Y crelmos, con la seguridad de la fe, que si, que en ese .momen -
to y para nosotros, todo iba a ser posible. Pero los logros no fueron exactamente
los esperados, no todo funcionó, algo fallaba desde el pri ncipio, como aque lla
emisora de radio de la ca lle Historiador Diago. n.° 27.
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PENSAMIENTO 68
Hay que reconoc er que los franceses son únicos a la hora de publicitar sus
efemérides, otorgarles cuerpo teórico y convertidas en referent e universal. Cons-
ciente de este marketing un poco engolado que los caracteriza. utilizo, no sin
cierto desagr ado, el término qu e enca beza este apartado. La denominación fue
puesta en circulación por el libro de Luc Fer ry y AJain Renaut La pensée68,1 edi-
tado en 1998 con el fin de caracterizar el pensamien to que surgió en torno a di-
cha fecha, tomando como refer en te las obra s publi cadas por los intelectua les
franceses m ás señe ros y que mar caría n el pan o rama teóri co de las décadas sub-
siguientes: Foucault, Der rid a, Bourd ieu, AJthu sser, Lacan ... El eje, según los
autores, sería su señalado antihumanismo. Posteriorm ente , la co nm emora ción
de los cuarenta años en 20 08 estuvo presidida por una avalancha de títulos que
valoraban el desarrollo y las co nsecuen cias de aquellas tendencias. Poco antes,
durante la campaña electoral, qu e lo llevaría a la presidenc ia, Nicolas Sarkozy,
había hecho bandera de su intención de acabar con la heren cia del 68, como
causa omnímoda del relativismo intelect ual y moral.
Par a comprende r el relativismo de los sesenta, debemos retrotraernos un t
poco. La filosofia de los años cuarenta y cin cuenta había estado protagonizada
por las corrientes fenomenológicas y existencia listas. La certe z,a de los valores
1
ya no se hallaba sustentada en los sólido s fundamentos de la gra n metafísica
ontoteo ló gica; el lugar de Dio s y consec uent emente el de la ley natural por él
impuesta habían dejado pa so el hombre, al sujeto como vertebrador axiológi -
co desde su expe riencia vivida . Este humanismo es el que va a ser conte stado
desde las propu estas estructu ra listas . Los desarrollo s de la lin güistica estructu-
ral de Saussure y la antropología estructural de Lév i-Strauss ponían en tela de
juicio el papel preeminente de l hombre. En ese co ntexto, el llamado postes -
tructura lismo tenía puesta s las bases de su crítica. La afirmación foucaultiana,
aparecida en Las palabras)' las cosas, de que "el ho mbre es un a invención re-
cient e" sint et iza la tesis que pret end e denun ciar un a iluso ria au to nomía del su-
jeto, haciend o de éste un resultado de la histo ria, el lenguaje, la economía o el
sub co nscienl e. La filosofía , ent endid a com o metafísica. parec e estar exhausta y
debe ser deconstruida co n minu ciosidad, mo str ando genea lóg icamen te su ver-
tiente id eológ ica. Esta nue va filosofía de la sospecha retoma, como sus guías, a
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1 una tríad a, de cuya relectura se aliment arán Marx, N ietzsche y fre ud. La no -
ción de verdad desaparece bajo los condicionantes que, hasta ahora, habían sido
ingenuamente ignorados. El anális is del poder toma preemin encia. Las catego -
rías del pensamien to dejan de ser universales para acentuar su historicidad.
Toda una reivindicación del margen busca socava r la idea de sistema.
A pesar de la relevancia que la filosofía francesa tiene en este momento, no
podem os caer en la trampa de oto rgarle un protagonismo exclusivo: el pensa-
miento 68 es parte de las corrientes intele ctuales de los sese nta del pasado
1 siglo,}' en ese sentido su tópi ca, co mo episteme común, debe rastrearse socio-
lógicament e en los movimientos est ud iantiles que recorren Estados Un idos y
l Eur opa, y teóricamente en los pensado res de la escuela de Frankfurt emigrados
f a Norteamérica, principalmente, Erich Fromm y Herbe rt Marcuse, asi como en
el estilo contestatario de los líderes de la contracu ltura , desde los bentnik.s:Allen
1 Ginsberg, Jack Kerouac , WiUiam S. Burroughs, precursores del movimiento hip-
pie, hasta autores como Ron ald David Laing, Timo thy Leary, Alan Watts o Nor-
man O. 13rown. Por otro lado, no hay que olvidar que, en cierto sen tido , la
filosofía francesa emerge de la original relectura de la famosa tríada de autores
alemanes, arriba citados. Además de que, en referencia simplemen te a la deno -
min ación, la mayo r parte de los pensadores incluido s en el llamado "pe nsa -
miento 68" o no participaron directamente en las revueltas o incluso tuviero n
una acti tud distante.
Sea como fuere, el pensamiento de los sesen ta tiene un aire co mún que va a
sentar las bases del marco concep tu al en el que se desarrollan las tendencias do -
minante s de las dos décadas siguientes, hasta que, a mediado s de los ochenta,
comienza a notarse una inflexión de rechazo, un retorno a la ét ica, que sólo de
una manera superficial puede encuadrarse co mo reacción conse rvadora fren-
te al anarcoizquierdismo ya reciclado en izquierda de salón.
Las críticas al espíritu de l 68, ése del cua l Sarkozy quería pasar pág ina, son
recurrent es: se le acusa de relativismo, nihili smo, ind ividuali smo, narc isismo,
hedoni smo, igualitarismo, destrucción de la familia, la escue la, los valores del
trabajo y el esfue rzo, socavamiento de la ciudanía e incluso de la na ción.
Aun siendo ciertas algunas de estas aseveraciones, me parece necesario no
caer en la dialéctica po lítica o meramente superficial. Para muchos la crítica al
pensamiento de los sesenta representa una coa rtada para volver a posi cion es
previas, anu lando todas las aportac ione s teóricas ele las últimas décadas. Una
cosa es que la coyuntu ra política actual no nos permita la feliz iconoclastia de
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lo qu e, parafraseando a Lenin, podíamos denominar la enfermedad infantil de
los sesenta, y otr a bien distinta que retorne mos a un fundamentalismo acrí ti-
co. Ciertament e, ¿pod emos volver a parámet ros anden régime como si no hu -
biera pasado nad a, como si no hubi ésem os descubierto las trampa s q ue ello
rep rese nt a? Tal parece cua ndo el deba te adquiere los to nos caricature scos del
mero enfre nt am iento político. La izqui erda sigue defendiendo una serie de tó -
picos, sin darse cuen~a de en qué medida su inad ecuació n a la realidad y la no
cons iderac ión de algunas de sus consecue ncias fune stas la co nvierten, en feliz
términ o de Hora cio Váz quez-Ri al, en una " izq ui erd a reacc ion ar ia" y, co mo
siempre -pa rece que el detalle no les impo rta-, en cómp lice de los sempit ern os
y nu evos totalitarismos. La der echa sale a la calle manif estándo se en contr a del
aborto y de '' la ideología de género", defendie ndo la familia " natural ", sin repa-
rar en cuánto esa "naturaleza" reivindi cada tiene de constructo ideológico.
Qu izás la más demoledora crítica que puede hacerse al pensamiento de los
sesenta es comprobar su transformaci ó n de lo liberta rio en pose estética de iz-
qui erda: caviar,yuppies, bobo s (bur gueses-bohe mi os), elite univer sitaria y po -
lítica, que desde su poltrona - cuarenta años dan para mu cho- hacen guiños
cómplices, sin coste persona l, a los movimientos antiglobaliza ción , postcolo-
nial es, " multic ulti ': antiame ricano s, indigenistas y filoislámicos. Y qu e ahora
reav iva el predicamento de pe nsadores setento nes jaleados por el renacer de los
movimie ntos populistas comunitarios. La "crítica al sistema" parece otorgarles
un aura de exquisito maldit ismo; denigrar a Occidente, su pretendida salva-
guarda moral.
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1 de un nuevo estilo de vida se difunde sobre todo a través de la mú sica: los Bea-
1 tJes, los Rolling Stones, Janis Joplin o Jimi Hendr ix promueven una tendencia
estética y vivencia! , los estr ibillo s de sus canciones se convierten en condensa-
das cons ignas co readas por masa s de jóve nes; igualmente, la pue sta en escena
de estos grupos confo rma un ethos en el qu e las formas desafi ant es tr aslu cen
una insatisfa cción emo cional má s profund a. En agosto de 1960 el Festival for
Peaceand Music de Woodsto ck reunió a más de trei nta y dos band as e intér -
pretes, y a cas i un millón de espectadores.
Sin duda, la oposición a la guerr a de Vietnam , televisada y difun dida en mi ~
les de report ajes, es el hecho en torno al cuaJ se aglut inan los m ovimi entos so-
cíales más relevantes. Miles de jóvenes tomando las calles en Berlín, Praga, Parí s,
Nueva York, Tokio , México ... La llamada del pacifi s mo se entrelazaba con rei -
vindicaciones específicas estudiantiles o con el rechazo a Jos sistem as político s
f que, mientra s en Berlín o Nueva York podía ser el capitalismo, en Praga era el
comunismo o en G recia y España las dictaduras respe ct ivas. El rechazo aJ "s is-
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tema", la denuncia de la "v iolen cia estructural " ( Rudi Dutschke ) de las demo-
1 cracias, de la discriminación racial ( Luther Kíng), el espolio por el primer mundo
de los "'damnificados de la tierra" (Fanon) suscitaban en el imagin ario el can-
1 to a una forma de vida alternativa, ya fuera con el cambio de los patrones eró -
11 tico-afectivos (gu iados por la recuperación de la "revolución sexual" preconizada
1 por Wi lh elm Reich) , ya con el retiro a comunas rural es; la fascinación por el
11 orientalismo y la búsqueda personal en un hedonismo m ás allá de las normas
comp letaban el pro ceso. Mientras tanto en América Latina , África y Asia sur-
gía n "movimientos de libera ción' ' en lucha contra ''el imperiali s mo ". La figura
1'
del Che se convirtió en icono y el recurso a la violencia se con s ideró legítimo
para el logro de "la revolución mundial' : que implicaba el apoyo de los grupos
guerri llero s en el tercer mundo o el terrorismo en las sociedades democráticas
que protagoni zaro n organizaciones co mo Baader -Meinhof, las Brigadas Roja s
o ETA. Mar x, Engels, Lenin o Mao fueron autore s d e cabecera .
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podrá objetar que las ideas de los filósofos no tienen una incidencia dire cta en
la tópica de una época, pues se limitan al reducido ámbito de influencia aca -
démico. Esto, sin dejar de ser cierto, no lo es totalmente. Por un lado, las ideas
de los teóricos traspa san la mera esfera erudita para trasmilirse como clichés
más o menos superficial izados a través de la prensa, las reseñas deJibros , los co-
loquios, los artículos coyunturales o los debates con impacto mediáti co. Por
otro lado, los intele ctuales, más allá de la propia dinámica interna de sus disci-
plinas , se esfuerzan por pensar la actualidad, co n lo cual se impregnan de las
modas, los usos, salen a la palestra para tomar partido en las circunstancias po-
líticas. En esta doble interacción, las formulaciones teóricas acaban pen etran-
do y convirtiéndose en el sustrato racional oculto, que dibuja una tópica
generalizada. aun cuando únicamente una minoría haya leído directam ente los
textos que configuran dichas formula cio nes. Existe, en términos foucaulti anos,
una "episteme" de la época generadora de un "orden del discurso" que demar-
ca las líneas de lo que es pensable y cómo en un espacio de temporalidad. Aque -
llo que no está en el orden del discur so no es lógicamente formulable e inclu so
queda proscrito éticamente.
La revisión autocritica de los postulados de la Modernidad (entendida como
la consolidación del proyecto ilustrado de progreso, emancipación de la razón
de cualquier tutela dogmática y horizonte de los valores de libertad, igualdad y
democracia), a través del pensamiento más o menos contesta tario de los años
sesenta y setenta, tiene su momento de inflexión en la critica postmoderna que
se realiza en los ochenta. La izquierda europea , que mayoritariament e ha ido
abandonando la ortodoxia comun¡sta y convirtiéndose prime,:o en eurocornu-
nista y má s tarde en socialdemócrata, defiende los principio s de la Modernidad
y verá con suspicacia la moda postmoderna. Así, por ejemplo, Haberma s tilda-
rá a los filósofos franceses postestructurali stas, principalmente Derrida y Fou-
cauJt, de "n uevos conservado res".
El postmodernismo se desarrolla en dos tendencias, una que podríamos de-
nominar liber al y otra izq uierd isla.
La lectura liberal es la que prevalece en Euro pa, carac terizada por las apor-
taciones de Lyotard, Baudrillard o Lipovetsky, se percibe ecléct ica al glosar tér-
minos como narcisismo, individualismo, hedo nismo, si mul acro, escepticismo.
El yuppie sustituye al engngé, cierta izquierda caviar coquetea con esta versión
que guarda un estilo acratoide sin renunciar al estatus social y consumista que
propicia la bonanza económica, mientras, como hemo s visto, la izquierda más
tradicional denun ciará su ineficacia política, lo que, a sus ojos, la convierte en
cómplice del conserva duri smo . No hay que olvidar que, aunque francamente
críticos con los clichés postmodernos, autores co mo Sloterdijk en AJemania o
los nuevos filósofos (Henri-Lé vy; Bruckner, Finkielkraut. .. ) en Fran cia han con-
tribuido a debilitar los bastiones ideológicos de la izquierda. La caída del muro
de Berlín en 1989 y la difusión del rost ro totalitario del socia lismo real en la Eu -
ropa del Este parece dejar momentáneamente sin discurso ni legitim ación ide-
ológica incluso a la izquierda lighr que es la socialdemo cracia. El fin de la historia
anunci ado por Fukuyama y la gestación en Estados Un idos del movimiento neo-
con,impulsado en gra n medida por antiguos izquierdistas co nver sos a la glosa
del mercado, protagonizarán este deslizamiento a la derecha de lo que en sus
orígenes era más un a esté tica ruplurista y festiva no marcada políticamente. La
1 ' versió n frívola españo la del postmoderismo ejemplificada en la llamada movi -
11 da de los ochenta no deja de ser una manifestación del espíritu del momento.
También la eclosión de lo ciberte cnológico nos presenta a una ciudadanía que,
confiada en el estado del bienestar , abandona la política para fascinarse con el
universo virtual. Paul Virilio o Manuel Castells, entre otros muchos, son re-
presentantes de este furor por comprender el impacto en la sociedad de la re-
volución digital.
Mientras esto ocurría en Europa , el postmodernismo en Estados Unidos ini-
ciaba otra trayectoria de signo polllico b ien diferent e. Los filósofo s franceses
.r postestructurahstas , sobre todo Derrida, Foucault y BaudriUa rd fueron asidua -
mente invitados a las universid ades norteameri canas, al tiempo que en su país
1 perdían a..:tu alidad ante el empuje de la siguiente generación (Alain Renaut,
Berna r.! Henri-Lévy, Pascal Bruckner, Alain Finkielkraut, Luc Ferry ... ), crít ica
1
fren J sus mae stros, que reclamaba una vuelta al humanismo y al espíritu ilus-
tr a~ }. La FrenchTheory, leida sobre todo en dave de crítica literaria , confor mó
e' ;.ustrato co nceptual de la llamada a secas "Teoría'~ lo que consolidó al post -
lOdernismo como categoría académica. La izquierda universitaria asumió go -
zosa la muerte del sujeto, el giro lingüíst ico, la critica del poder foucaultiana, la
deconstrucción derrideana y la noción de simulacro de Baudrillard. Así, la pro -
ducción de estos au tores , deterrni nantes en el pen samiento eur opeo de los se-
senta y setenta, fue leída desd e una perspectiva diferente en Estados Unidos en
los ochenta, pasando a convertirse, a pesar de ellos, en los teóricos de la corriente
po stmoderna americana tal y como quedó formulada en filósofos corno Jarne-
son, Huyssen, Foster. .. La reivindicación postesrructuralista d e los márgene s,
15
la insurrección de los saberes sometidos, las minorías sexuales serán utilizada s
en el marco de los Cultural Studies para alimentar visiones alternativas al ca-
non occidental, propiciando la hegemonía intelectuaJ del multiculturalismo de
mano de los estudios post coloniale s y subal ternos (Homi K. Bhabha, Gayatri
Spivak ... ). Hay que resaltar un importante desplazamiento: el postestructru-
ralismo había surgido como crítica al modelo univer salista en la sociedad eu-
ropea del estado del bienestar , const ituía, de algún modo, una revisión interna
que no pretendía tanto socavar las bases del pensamiento en general, como en -
frentarse a los postulados de las corrie ntes filosófica s inmediatamente anterio-
res: metafísica tradicional, humani smo, fenomenologí a, etcétera; sin embargo,
el contexto en el que se leen en Estados Unidos, veinte años después, es total -
mente diferente. Bajo el impulso multicultural aquellas obras serán utilizadas
como armazón ideológico para una radical crítica a la cultura Occidental, y en
su desarrollo aportarán argumentos a movimientos políticos como los anti -
globalización, el indigenismo ... , en una alianza populista de la izquierda fren -
te al denostado "imp erialismo americano': supues tament e guiado por la mano
negra del sionismo (Chomsky). En su extremo, ello ha propiciado una curiosa
alianza islamo -izquie rdista, que, más allá de la incongruenc ia del apoyo a regí-
menes teocráticos, ve en el islam una fuerza revolucionaria emergente.
Una vez generado este conglomerado teórico de corrección política , la iz-
quierda exhausta de hace unos años volvía la vista, a comienzos del siglo XXI, al
entonces eje Evo Morales-Chávez -Ahmadineyad en busca de una nueva mito -
logía que-nada se aprende de'l pasado- vuelve a aceptar el totalitarismo siem-
pre que éste se enfrente a los fantasmas del "Gran Capital", el imperial ismo
depredador y el mercado , en un total desprecio por la propia democra cia de la
que se goza.
De un modo más sutil, serán los tópicos de la lectura izqu ierdista americana
de l postmodern ismo los que van introd uciéndose de forma subrepticia en el dis-
curso dominante de 1aizquierda y la socialdemocracia europeas, en síntesis con
la defensa de la Modernidad ilustrada que en principio era su referente.
Me ocupo, pues, de Mayo del 68 y del postmodernismo porque son los dos
tótems que los ncocony la derecha estig matizan como rníz de todos los males,
y porque la filosofia de las décadas de los sesenta y setenta europea, espec ial-
mente la fran cesa y,su ya señalada reformulación en Estados Unidos, en post -
26
modernismo, estudios culturales , subalternos, postcoloniales y multicultura-
[ lismo, ha construido el suelo epistemológico, el marco conceptual en el que se
inscribe la izqujerda: los pensadores del neocomunitarismo hoy en alza, deco-
1 loniales, los movimientos antiglobalización, populistas, tercermundialistas, in -
digenistas , con un repliegue identit ario que utiliza tambi én el islamismo, tanto
r el radical como el llamado moderado, en un odio común a lo que significa Oc -
cidente y en una lucha frente al "imperi alismo americano y sionista''.
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1 r UNA MIRADA ATRÁS: LA POL ÉMICA SARTRE- C AMUS
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1
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1
Jean Paul Sartre y Albert Ca mus han sido dos de las más emblemá ticas fi-
guras del intelectual francés del siglo XX y co mp arten las características propias
de un perfil que rehúy e todo academicismo: escritores, filósofos, autores tea-
trales, pe riodi stas, implicado s políticamente, aclamados por el públi co, prota-
gonistas de la vida nocturna , creado res de estiló y ambos poseedores del Premio
Nobel. Su relac ión no sólo tuvo importancia a nivel personal, sino que, en su
r confluencia, dio nombre propio a una de las corrientes más innovadoras de l
pensam iento: el existencialismo; y, en su distanciamiento, representaron dos
r posturas ideo lóg icas cuyos temas de debate se prolongan en nu estro presente.
Aun cuando ambos tenían conocimiento de sus respectivas obras , el en -
[
cuentro personal se produjo en 1943 con motivo del estreno de la obra Las mos-
[ rns de Sartre. Cam us se había trasladado a París, y trabajaba en la editorial
Gallimard, qu e ambos compartían. Éste había realizado años antes , en 1938.,
cuando tod avía residía en Argelia , una elogiosa crítica del libro de Sartre La
náu sea, en la que halló una cercanía existencial pareja a la que él mismo inten-
r taba plasmar en su novela El extranjero, qu e en ese tiempo estaba escribiendo.
Co ncom itanci as en torno a la experienc ia de la nada y el absurdo, que más tar -
1
de el propio Sartre puso también d e manifi esto en su texto acerca d el citado li-
f bro de Ca mu s y El mito de Sísifo. Pero ya en este primer int ercambio literario
aparecen motivos de disonancias, que dicho s autores plasmaron en sus corres -
1 po nden cias. Sart re seguramente se había sentido ninguneado al no haber sido
nombr ado por Ca mus junto a Nietzsche, Schopenhauer y Jaspers , sino como
"un esc ritor cont empor áneo ", lo que le llevó, de manera prepotente y despec -
tiva, a afirmar que Ca mus no siempre parecía habe rlos ent endid o bien. Sartr e,
encumbrado ya, normalien, de o rigen burgués, mira co n una cierta displicen -
(
cia al argelino de extracc ió n humild e. A pesar de ello, Ca mu s íue aceptado en
r !I
I
el círculo de amistades de Sartre y De Beauvoir: Oiga, Wanda, Queneau, Bataí-
Ue,Leiris ... , y comenzaron a verse cada vez con mayor asiduidad . Otro elemento
de rivalidad subrepticia lo representaba el terreno erótico : Camus, apuesto, te-
,
nía éxito con las mujeres; Sartre, físicamente po co agraciado, debía basar sus l
conquistas en su magnetismo intel ectual. Incluso parece ser que De Beauvoir
pretendió algún encuentro con Ca mus, que éste rechazó , en un ambiente de se-
du cciones cruzadas y resquemores común aJgrupo.
Basten estos dato s para constatar que , desde el principio, la amistad Sartr e- 1
Camus nació escondiendo zonas espi no sas que , a la larga, acabaría n por des -
gar rarla.
El periodo de mayor cercanía entre ambos autores coincidió con la época
de la Resistencia francesa a la ocupación alemana y la liberación. Ca mu s, expe-
rimentado ya desd e Argelia en el periodismo y las luchas polític as, es edi toria -
lista de Combat desde agosto de 1944. Es él qui en, invirtiendo los papeles de
tutelaje, ofrece a Sartre la posibilidad de implicarse políticamente y publicar al-
gunos artículos. Éstos aparecieron firmados por De Beauvoir y Sartre, aunque
ya anc iana Simone reconocería que los había escrito só lo ella. La experiencia
política de Sartre se reducía a la faJlida formación del grupo Socialisme et Li-
berté, compuesto por él mismo, De Beauvoir, Merleau-Ponty, Bost, Pouilloo,
entre otros, al que intentaron incorporar sin conseguirlo a Andr é Gide y André
Malraux, y que se disolvió en un suspiro. Como muy bien ha sabido mostrar
Ronald Aronson, ' Sartre logró revertir su exigua lucha política, ejemplar ízan-
do en ella la resistencia callada, pero igualment e heroica de todo el pueblo fran -
cés, que así encontró una imagen tranquilizadora y ética en la que recon ocerse,
su texto "Re pública del silencio" enlroniza y perpetua la imagen qu e la Francia
de la posguerra deseaba tener des[ misma.
El 15 de octubre de 1945 apar ece el primer núm ero de Les Tcmp.sModernes.
El grupo de amigo s co labora indistintamente en ambas publicacione s, sí bien,
desde el com ienzo Combat está más cerca na a la actua lidad y Les Temps Mo-
dernes tiene un tono más filosófico. Sus respectivas obras se suceden profusa -
mente: Calígula, Cartas a un amigo alemán, de Camus; A puerta cerrada y La
edad de la razón, de Sartre; La sangre de los orrosy las bocasinrítiles,de De Beau-
voir... Junto con su reconocimiento ex itoso, la famosa conferencia de Sartre
Ronald, Cn1111,
'J\KflNSOI", s ¡1S,1t1re,Valencia.PVV V11ivcrsítatde ValN1cia,2013. Uno d~ los libros fun-
der 18 reladón enrre ambos escritores y que seguiremos a lo largo del c11p
damentales para e111e11 1tulo.
J:!.
'1-
1-
"El existencialismo es un humanismo " desencadenará una verdadera moda me-
r- diática , que conecta con la sensación de vacío de las nueva s generaciones, su vi-
sión iconoclasta, alejada de convencionalismos y deseosa de una estética nimbada
1 de intelectualismo desencantado. Camus reaccionó pronto con desapego, pues
:r
1 El distanciamiento estalló a raíz de la publicación de El hombre rebelde, que
fue celebrado apoteósi camente por una parte de la critica. Un " libro capital" o
1
' la obra de mayor valor aparecida en Francia después de la guerra" son algunas
de las apreciaciones que podemos encontrar realizada s por Emile Henriot y Jean
Lacroix en Le Monde, Claude Bourdet en Le Nou11elObservateur o Henri Petit
en Le parisien Libéré. Una acogida que se extendía en sectores socialdemócra-
tas hasta la izquierd a antíestalinista . El libro , en cambio, fue recibido co n sus-
picacia, si no con franco rechazo. por quien es apoyaban a la Unión Soviét ica o
se encont raban cercanos al Partido Co munista francés , como comenzaba a ser
la línea de Les TempsMoriernes,a pesar de que hasta entonces la publicación ha -
bía marcado sus dista ncias con éste último.
33
Antes de prose guir quis iera hacer una matización: aunq ue utilizar ~ e1títu -
lo del libro en español, El hombre rebelde,pues así se ha traduc ido en sus obras
completas,' el adjetivo en castellano no recoge todas las connotac iones del fran-
cés revolté. Si Camus hubiera querido decir simpl emen te rebelde hubiera em-
pleado la palabra rebelle. Revolté, en cambio, tiene el sentido de rebelión, pero
también el de conturbación, movimiento interno que nos revuelve las entrañas
y nos hace sublevarnos, ese dinamismo que salta, niega y actúa.
La obra comie nza con una definición del rebelde (revolté) como el hombre
que dice no desde una dimensión metafísica que reformula el cogito cartesia-
no: '' Yo me rebelo, luego som os". A ese primer momento de negación frent e al
poder le sigue inmediatamente un movimiento afirmativo hacia una libert ad,
que debe ser conseguida con el esfuerzo de todos, en una conciencia de extra-
ñeza y lucha que incluye a todos los hombres, a "la realidad humana en su to-
talidad''. El hombre rebelde se sitúa fuera del orden sagrado y sus valores absoluto s;
ante "el silencio del mundo'' el absurdo se convierte en un primer momento
para la acción en una duda metódica que nos espolea a construi r human amente
una salida al rechazo del mal para escapar del nihilismo. El absurdo no nos pue-
de llevar al suic idio o la legitimación del asesinato. El hombre, en esta rebelión
metafísica, se alza contra su co ndi ción y la creac ión entera; más que un ateo es
un blasfemo que denun cia ante Dios el supremo escánda lo del mal. Para Ca-
mus este rechazo comienza a articularse teóricamente a finales del siglo XVIII,
se ejemp lifica en Sade y, posteriormente, en el Romant icismo, el arte será su
moral. Cuando todo está permitido, el ser humano bordea su prop io abismo .
La moral se convertirá en Nietzsche en el últim o rostro de Dios que debe ser
destruido . El rebelde, que, en pr incipio , niega a Dios, aspira a reemplazarlo. Será
la poesía, desde Lautréamont, pasando por Rimbaud, hasta los surrealis tas, la
que tantee un camino plagado de atracción hacia lo maléfico. Pero, contrariamen -
te a la valoración que de dichos autores realiza la intelectualidad del momento,
Camus, cual ha resaltado Michel Onfray, los toma como una muestra dentro
de la elaboración de su "genealogía del nih ilismo contemporáneo': Cam us ''pro -
pone una genealogía intelectual, una arqueología conceptual de los crímenes
literarios , fil9sófico s, conceptuales que han preparado los espíritus y las con-
ciencias, las inteligencia s y los entendimientos para los críme nes históri cos".>
1
C.\ MUS, A1.11rnr , op.t"1/,, p. I };.
" lbid.. pag. is11.
35
r
y morir para producir el ser que no somos, tenemos que vivir y hacer vivir para
crea r lo que somos".' Todo ello implica un desafío ético y realista. Cuando
Camus habla de mesura y límites, incluso de la libertad, no recula de forma pa-
cata ante las exigencias de la revuelta, no se convierte en un morigerado, sino
que establ ece un line amiento sutil y real ista, ilumina las antinomias mora -
les que llevan de la reacción a la barbarie, bajo el propio estandarte de la mo -
ralidad. La virtud separada de la realidad se conv ierte en prin cipio del mal, aun-
que tampoco puede asimilarse a lo real sin anularse. Una virtud ajena a la realidad,
ideal, pero aburguesada o reaccionaria olvida a los hombr es de carne y hueso
que sufren la injusticia. Una virtud que condiciona su salvación futura a las con-
dicione s h istóri cas acaba por legitimar la ti.rania y negarse a sí misma. Para Ca-
mus, debemos constatar que los valores están entremezclad os con el devenir
histórico, no existe la pureza. La mesura se convierte así en un criterio exigen-
te de realidad, en la constatación de que no somos ni enteram ente inocentes, ni
enteramente culpab les, sino que estamos manchados a la par que iluminados
por esa misma mixtificación. " La moral enteramente pura es mortífera", pero
''toda moral necesita una parte de ¡-ealismo ( ... ) El hombre no es enteramente
culpable, pues no comenzó la historia, ni enteramente inocente, pues la conti -
núa. Los que traspasan este límite y afirman su inocencia total terminan en el
furor de la culpabil idad definitiva. La rebelión, por el contrario, nos pone en el
camino de una culpabilidad calculada. Su única esperanza, pero invencible, se
encarna en el límite, en asesinos inocentes." Y es a partir de aqul que debemos
emprender la acción colectiva , desde un individualismo que se inscribe en una
dignidad común, en una "compasión orgullosa". Una rebelión, pues, realista,
realizada de abajo arriba, encaminada a aminorar el dolor, que , para Camus ,
lejos de inscribirse en el mero terreno de las ideas, bebe de las luchas sindica-
listas y libertarias, y que si no puede lograr el freno de la inju sticia sin violen -
cia, sí lo hará en el rechazo del terror. Una rebelión vigilante, un pensamiento
del mediodía, mediterráneo y antiguo: " Lo que resuena par a no sotros en los
confines de esta larga aventura rebelde no son fórmulas de optimi smo, inútile s
en nue stra extremada desdich a, sino palabra s de coraje y d e inteligencia que,
cerca del mar, son incluso virtud': ,
A pe sar de la resonancia de su obra y de la relación con el autor , Les Te111p s
Modernes guardó silencio durante vario s meses . Finalment e Sartr e le encarg ó
1
(bid., pág..21}_1.
' lbíd., ¡)á¡; . J\ 4.
1Ó
la reseña a su joven colaborado r Francis Jeanson, y se publicó en el número de
mayo de 1952- la obra se hallaba distribuid a desde octubre deJ año anterior - .'
La crítica fue minuciosa y atacó el libro en diversos frentes: por un lado, Íntro -
dujo la sospecha de que si había complacido a tanta gente, incluy endo a la de
derecha, era porque tenía un mensaje conservador. El cu idado estilo será tam -
bién para Jean so n una prueba de que la forma prevale ce sobre el co nt enido. El
crítico se centra po steriormente en desb aratar las referen cias filosóficas q ue, to -
madas de manera superficial , tienen un úni co fin: demonizar la histori a. Que-
1 1 dará así Camus retratado como un literato idealista - y reacci o nari o-, que se
sustrae a las condiciones materiales de la lucha política. En toda esta desca lifi-
1 cación Jeanson no entra realmente a refutar la legitimación de la mu ert e, qu e
1 f es el leitmotiv de la crítica cam usian a a las ideologías revolucionari as.
Camus se siente profundamente ofendido, pues ve la mano invisibl e de su,
11 ya desde ese momento , antiguo amigo Sartre. Y replica con un a misiva en la que
1
¡ evita nombrar a ambos, dirigiéndose al "se ñor direct or" de la publica ción , en
1 referencia al "autor" del artículo publi cado . No obstante , su texto muestra la
vulnerabilidad de la herida: se justifica, Sé defiende. Sus palabras traslucen el
nerviosismo de la indignación y, a mi modo de ver, pierden contundencia. No
ha sido ente ndido, y denuncia la mala fe de su enju iciami ento.
Será entonces el propio Sartre qui en firme Lacontrarréplica, en su "Respuesta
1 a Albert Camus': en un tono directo que comienza dando su ami stad por zan-
jada. El texto es demoledo r, ataca dire ctamente a Camus por su inseguridad in-
1 terior y su falta de competencia filosófica con un patemali smo altivo y desdeñoso:
l1 "Tu combinación d e vanidad monóton a y vulnerabilidad siempre disuade a la
¡ gente de decirte la verdad lisa y llana. El resultado es que te has convertido en
;! la víctima de una prepotencia depriment e que esco nd e tus problema s íntimo s
' y que tú, creo, denomin arías como mod eración mediterrán ea".
\! Con resp ec to a la denun cia que Camus hace de los campo s de co ncentra -
ción soviéticos, Sartre, por un lado, se apoya en el a rgumento de que al sit uar -
1
) se contra ellos se har ía culpables a los comun istas privándolo s de la ideología
que puede emanc iparlos, y, por el otro , repa rte la respo nsa bilid ad en los dos
bloques , pue s las acciones de Estado s Unidos provo ca n el rearm e y el rigor en
el otro bando. Debajo de todo ello, está la falacia mil veces repe tid a durante las
'He acúdido a la rt'vista SI /.:srnralmjade Oro.Burnos Aires,1964.d,mde se reu;,gc esta polemica a tra
vés de dos artículo s de leanson, la replka de Can ,us, ¡., rcspuesia de Sartre y el artkulo publicad o po: este,,
la muerte de Camus, iodos ellc,sI raducidos al cas1ellano.
1
37
1
1
décadas siguientes de que una crítica al comunismo beneficia a la derecha y
convierte a quien la hace en su cómplice.
Durant e las semanas posteriores, mientras todos los medios se hacían eco
de la ruptura, Camus se sintió angustiado, humillado. Si Sartre, a partir de ese
momento , pa sa página, en cambio Camus parece haber mantenido la herida
ab ierta du ra nte mucho tiempo. Redactó una "Défense de L'Homme révo1té':
que sin emb argo permaneció inédita hasta después de su muert e, y alguno de
sus biógrafo s aún leen su novela La caída (1956) como una rememoración del
pasado enfr ent amiento.' A pesar del éxito de su libro, éste se opone a los mitos
de los intelectuale s del momento, lo que le granjea su descrédito. Como de nue-
vo resalta Onfr ay! su visión de Sade se enfrenta a la lectura de un Apollinaire
que lo pre senLa como revolucionario y liberador , y que habría sido aceptada
por Mauri ce Blanchot, Pierre Klossowski y Georges Bataille. Critica al surrea-
lismo, oponiéndos e por ello a Breton, Éluard, Aragon, Soupault ... Descabalga
de su pedestal a Rimbaud y Laun:émont. Al denostar a Hegel, pone en tela de
juicio las lecturas de Hyppolite y de Kojeve, tan valoradas por sus entonces dis-
cípulos Lacan, Caillois, Aron, Wahl, Lévinas, Leiris . .. Con su rechazo a una par-
te de Marx, desencadena las iras de Sartre, De Beauvoir, Merlau -Ponty y de todos
los marxistas . Su libro, pues, no sólo es acusado de amb igüedad política, sino
también de inconsistencia filosófica por el grueso del mandar inazgo intelectual
de la época.
Sartre úni ca mente volverá a escribir sobre su antiguo amigo en el obituario
que publicó con motivo de su muerte.J Allí, aunque inscribe a Camus en la lis-
ta de los mora listas franceses e intenta salvar su act itud vital, no deja de retra-
tarlo de forma un tanto mezquina: "Su humanismo terco, estrecho y puro,
austero y sen sual, libraba un combate dudoso contra el acontecimiento masi -
vo y deforme de este tiempo''. Decididamente, ni aun en su canto fúnebre el fi-
lósofo abandona su tono displicente.
Dos POST URAS TEÓ RICAS IRRECONCILIABLE S. Los CAM POS DE CON CENTRAC IÓ N
Pero, volviendo a sus protagoni stas, más allá del momento de la pol émica y
sus secuela s, si ésta se produce es por una distanciamiento de planteamientos
' Para u11srguin 1iento minucioso <lelos hechos. veaseAt10N~wtop.cit.. caps. 7 y í!.
'Op. w., págs. 3.l~-J.19,
en el Fm11ce-0/1servntwr,
,1 Public<1do el 7 de enero de 196 0.
1
l de
que se venia gestando de tiempo atrás, y que se haría más patente a partir
l entonces , unida a la rivalidad soterrada, presente desde el comienzo de su rela-
ción.
[ Si bien el Sartre ex.istencia lista había sido criticado por los comu nista s y Les
TernpsModer,ieshabl a mantenido una linea de izquierdas pero alejada del Par-
so-
tido Comunista franc és, el autor ya se había posicionado a favor del bloqu e
viético al comienzo de la Guerra Fría, manifestando en el verano del 52 su adhesión
aJcomunismo, incluso en la legitima ción de la violencia. A su vez Ca mu s había
e las
declarado con anterioridad su rechazo a la Unión Soviét i.ca, y cier tament
es-
críticas al "culto de la historia" presentes en El hombre rebelde parecen estar
Si Camus había declarad o en
critas, sin nombrarlo directamente, co ntra Sart re.
"Révolte et conformisme"que ''Si la verdad residie ra en Jader echa, yo estaría allí",
Sartre hab ía afirmado con toda co ntunden cia: "Un anticomunista es un perro''.
r En la segunda parte de Loscomunistasy la paz, aparecida en el número de octu
-
bre-noviembre de Les Temps Modernes,el filósofo parece seguir replican do a Ca-
1 mu s y rechazando cualquier crí tica al Partido Comunista francés.
Cam us Jenuncia en su obra el horror de los campos de co ncentración . Una
l realidad que había sido obviada, cuando no justificada -y lo seguiria siendo
du -
-
1 rante mucho tiempo- , por los intelectuales de izquierda , co n Sartre a la cabe
za. Con ello se adelanta en más de veinte años a la denuncia del Archipiélago
l Gulngde Solzhenitsyn , que desencadenó la eclosión de les nouveaux philosop-
hes, con obras como La barbarie cotz rostro h11mat10de Berna rd-Henri Lévy o
.l
., Losmaestrospensadores de André Glucksmann. Si las leemo s hoy podemos com-
probar que la crítica de Lévy a este humani smo que justifica el tota litarismo
ann desen
es
-
la misma tesis de Camu s, y que las semillas del terror que Glucksm
que
f, mascara en su lista de pensadores canónicos es prácticamente la misma
guía la genealogía del nihilismo realizada por Ca mu s en El hombre rebelde ,lo
if cual, por un lado, pon e en entredicho la nov edad de les nouvea,,x, y por el otro,
su -
constata cómo las advertencias de Ca mus, precisamente por el rechazo que
1 ,
frió, no fueron escuchadas por la intel ectua lidad francesa e internacional, que
recordar de qué gui-
con diversos matices, sucumbió tambié n al maoísmo. Baste
-
sa volvió lo más granado de ella de un viaje a Chin a.' Pero existe una diferen
cia: si los nuevos filósofo s iniciaron con su crítica un giro hacia el liber alismo,
r '8A111,11~. Roland,DumCl ,
a, flarcelonal'Jidós,
,J,,,111 v,n,.·11C/ri11 w10 . En el cuenta el tour, org3ni1.ado
r a
p,ir la emtMia1fmaoista en l'ad~ en 197,¡, dd u de nbril al q mato, que realizó junto con otros miemhros del
grupo TelQuel: Fran~oisWahl. Ph,hppe Snlkrs, JuliJ Krisrevav Marcelin Pleynct.
)
J9
1
Ca mus , por más que se le acusa ra de connivencias con la derecha, se mantien e
en una postura de izqui erdas, con fiado en el poder tran sformador del sindi ca-
lismo libertar io.
C iert amen te la cegu era de los intelectuales del siglo X.Xcon respe cto al co-
muni smo ha sido llamativa, y así lo denunció el propio Lévy en su libro Las
aventuras de la libertad, donde, por cierto, se declara ferviente seguidor de Ca-
mu s y afirma: "Ca mu s. y Sartre . Ca mus , qu e siemp re tuvo razó n frente a Sart re.
No se dirá, no se rep etir á nunca lo bastante cuánta razón tuvo Ca mus frente a
Sar tr e y la pandilla de Les Temps Modernes.Camus y El hombre rebelde. Ca mus
y los gulags. Camus negándose a distinguir, cuando toda la izq uierda le invita -
ba a ello, entre buenos y malos muerto s, entr e víctimas sospec hosas y verdugos
privilegiado s".' Sin embargo, esta adhe sión será matizada en su po sterior obra
El siglo de Sartre, en la cual , si bien mantien e la valoraci ó n de su lucidez. en la
denun cia de los totalit arismo s, recono ce la mayor envergadura filosófica de Sar-
tre. Sólo el título del apartado dond e trat a el tema es ya mu estra elocuente y pa -
radójica: "Pourquoi l'on a, tout de meme, raison d'avoir tort avec Sartre plutot
que raison avec Camus''.2
Pero Ca mu s no fue la única voz que clamó en el desiert o. Su análisi s co nti-
núa la argumentación filosó fica del Essaísur /'esprit d'ortfwdoxie de su mae stro
Jean Grenier. Y en noviembre de 1949 David Rousset había publicado en Le Fí-
garo Littéraireu n artículo que denunciaba el gulag, al qu e siguió el testimonio
personal de Margarete Buber-Neumann, nuera de Martin Buber , que narraba
su pri sión en un campo de conce ntr ación nazi y otro soviét ico, circun stan cia
que sería glosada por el mism o Rou sset en su obra Pour la vérité sur les cnmps
co11centrationnaires1J ejemplifi cación de la realidad articul ada ya en su relev·a n-
te L'Univers concentrationnaire.~
No se puede achacar pue s d esconocimien to -el mismo Sartr e desca lifica a
Rousset en la citad a réplica a Camus- . La aceptación de la repr esión y la to rt u-
ra co mo algo ne cesario para el advenimi ento de una dictadura del pro letaria -
do ex itosa obed ecía a una co nsc iente puesta entre paréntesis de la ética y la
libertad en función de un a justicia soc ial futura, de la suspensión de la empa-
tía a favor del etlws revolucio nario , con la épica sangri enta que ha acom paña -
' V.vv, IJemard -Hcnri , {,11avf 11l11ms ne/11li l1f rt11rl, H.1rcelo na , Anag rama , 199 2, pág~. 183-2.81
1
r.tvr. l:lernard-Henri, le sii:clcde Sartre. Par is, Gr;1sscr p o che, 20 0 0 , p ág. 4;2 y ss,
! R,)1,;ss1:
1, David, Éditions clu l'avois, Paris, 1951,
4
Rnus~l·r, David, tclitio11s du Pavois, Paris, 1946.
40
1r
'L F.VY
, Bemard-Henri. ''Conversación con Prnncis )canson·: en Ln5 nve11t11m5 dL· lr1 lil.,rrt11d
. IJarcelonA,
f Anagrama, 1992 , ¡lál:\, i65 y ss.
4l
r
horror, la sangre y las represalias salpican a todos, y esa humillación de "asesi-
nos inocentes" habrá de ser asumida, pero no justificada. Camus cr itica el iz-
quierdismo del intelectual fráncés que, cómodamente desde la República, se
sacude su culpa en el pecho de otros, parece como si la metrópoli no hubier a
sabido encontrar otras políti cas que la consistentes en decir a los franceses de
Argel ia: "Reventad . Os lo hab éis merecido" o "Reventad1os . Se lo han mereci -
do"., El fin de la violencia, la reconc iliación, la reconstrucción de la conv iven-
cia en un modelo fede ral es la solución que el escritor propone. "Una Argelia
constituida por poblaciones federables y ligadas a Francia me parece preferible,
sin comparació n posible , atendiendo a la simple justicia, a una Argelia ligad a a
un imperio islámico que no representaría para los pueb los árabes sino una adi -
ción de miserias y sufrimientos, y que arrancaría al pueblo francés de Argelia
de su patria natural."•
Son éstas y ot ras manifestaciones las que lo coloca ron en el disparadero y
han alimentado las acusaciones de colonialista, pem, como muy bien desta ca
otro famoso pied-noir, el francés -j udío -argelino Jacques Derrida,3 tales aprecia -
ciones pueden hacerse también desde "u n punto de vista auténticamente anti-
colonialist a y socialista': la "complici dad objetiva" implica en múltiples sentidos
a mu chos de los sectores, más que los "silencios atormentados" d e Camus, quien
en su esfuerzo de lucidez se atrevió a decir verdades que la ortodoxia anticolo-
nialista no deseaba oír. Es esto, cier tamente, lo que no se le ha perdonado.
El resumen de su debate moral, el de alguien que conoce la situación y no
adopta posturas dogmáticas distantes, ni fanatizadas por el odio, el de quien
desea un futuro mejor para el país que lo vio nacer, viene dado por las palabra s
que le dijo a un periodista mientras se hallaba en Estocolmo para recibir el Pre-
mio Nobel. A la pregunta de ''Se le ha acusado de excesivam ente personali sta,
pero ¿puede hacerse alguna política justa abstrayéndose de la tragedia de quie -
nes están viviendo la injusticia?'', el autor respondió: "Siempre he condenado
el terror. También debo condenar un terrorismo que se Llevaa cabo de mane -
ra ciega , en las calles de Argel, por ejemplo, y que puede que algún día alcance
a mi madre o a mi fami lia. Creo en la justicia. pero defenderé a mi madre por
en cima de la justicia ".~
42
¿QUIÉN TENIA RAZON?
1
1
Pasado ya el tiempo y volviendo la vista a atrás , ¿podemos asumir la afir-
1 1 mación de Lévy de que debemos equivocamos con Sartre antes que tener ra-
:L zón con Camus?
La polémica entre el escr itor y no sólo Sartre, sino con casi todo el staff in-
r telectual francés, a cue nto de El hombre rebelde,pareció perderla Ca mus, y de
hecho, como reco noc e en sus Carnets, después de esta obr.a deja el ensayo filo-
,r sófico sensu strfrto para volver a la literatura, reduciendo su apuntalamiento teó-
1
rico al afo rismo. Nunca le abandonó la inseguridad en un campo en el que los
,r profesionales le habían restregado por la cara su mero talante de "aficionado':
11 Tampoco su esperanzado futuro para Argelia se cumplió, hubo ciertamente
1
guerra , barbarie, expulsión de los franceses argelinos, independencia y susti tu -
¡ f ción de los valores de la Republique por los de un islamismo autóctono o im-
1
:1 portado.
1 Pero nadie le puede negar a Camus su lucidez a la hora de denunciar el to -
r talitarismo comunista, mientras el grueso de los int electuales persistieron en
cerrar los ojos o inclu so en ju stifica rlo. Una realidad que cada vez se hi zo más
r evidente, y así en algurrn medida lo reconoció Sartre cuando en 1979, anciano y
decrépito, se unió a diversos pensadores: Raymond Aron, André Glucksmann ... ,
1 en su petición a Giscard d'Estaing para que apoyara a los refugiado s vietnami-
tas que huían en los boat people del régimen comunista de su país.
) La est rella de Sartre estaba en decade ncia, al igual que el marxismo co mo
\f corriente ideológica hegemón ica en tre la intelectual idad; una nu eva generación
1
de filósofos arrinconaba a la anterior. La analitica y microfisica del poder fou-
[I caultiana derruyeron la tópica marxista al respecto y tornaron caduca la Críti-
H ca de l<-1razón dialéctica. El postestructuralisrno en bloque sus tituyó la dialéctica
por el esquema saussureano significan te/ sign ificado describiendo un mundo
rizom ático y nómada (Deleuze). El Gran Relato marxista caía ante la condic ión
r postmoderna (Lyotard). Derrida elegía inspirarse en Heidegger para su crítica
r al logocentrismo. e incluso Bourdieu en Las reglasdel arte atacaba la int erpr e-
tación sartriana de Flaubert de su monume nt al El idiota de la familia. El inte -
lectual específico sus titu ye al intele ct ual orgánico, y Nieztsche se conv ierte en
una nu eva guía anarqu izante. Por si faltaba algo, la irrupción de les noi1veaux
philosophesdinamitó los restos del prestigio teóri co que pervivían del mar:Gs-
mo. Unido a ello, la ca ida del muro de Berlín en 1989 marcó una definitiva es-
43
tocada en eJ descrédi to del comunismo real. Ninguna de las bases teóricas en
las que había fundamentado su filosofía y su compromiso político el segundo
Sartre quedaban en pie y su postergación durante décadas fue el resultado.
No obstante, que, a la luz de todo ello, Camus parezca ser quien tenía la ra-
zón no le hizo salir triunfante. Las críticas a El hombre rebeldedinamitaron su
presti gio filosófico y su postura ante la gue rr a de Argelia lo convirtió en polí -
ticamente incorrecto para la nu eva ortodoxia multicultural. Queda el Ca mu s
escritor, ganador del Premio Nobel , imbatib le en su prestigio literario, ético y
luminoso. Sartre, más aUá del asesinato del padre que realizó la generación pos-
terior, retorna, disculpándosele sus errores políticos, al lugar filosófico que le
corresponde, como el autor de El ser y la nada, esa pequeña pieza de referencia
que es "el existencialismo es un humanismo'', como gigante int electual de un
siglo, que algunos, lo hemos visto, no dudan en tildar con su nombre.
La posteridad y el reconocimiento de Camus, en lo que tienen de ambiguo y
problemático, quedaron patent es con motivo del centenaíio de su nacimiento.
'h11p://www.hogg;1r.org/index.php?o¡•1
in11:c.com_co11te111&view;;article&1d: 9S2:foce-aux-menees-du-
lobby-neocolonial-~utour-dr-camus-alerte-aux-e<1nsc1 ,es-a11ticolonialistes&cat1d=94:hoggar&Itemid =36
c11
44
1 !
Para llevar a cabo la expos ición conmemorativa se eligió, prim eramente, al
historiador Benjamin Stora, quien, corno espec ialista en la guerra de Argelia,
presentó un proyecto qu e incidía de forma especia l en este suceso. Esto desa -
gradó a Cather in e Camus, hija del escritor, así como a la propia alca ldesa de
Aix-en -Provence de la UM P, el partido de Nico las Sarkozy, quien con anterio-
ridad había ten ido la int enció n de trasladar los resto s del escritor al panteón,
algo qu e tampo co se realizó pues causó polémica, además de que no co ntaba
con la aprobac ión de su hijo.
Stora abandona el comisariado. En declara ciones posteriores a Le Fígaro'co-
menta que, al parecer, para ciertos nostálgico s del pasado colonial, muy activos
en Aix, él no tenía el perfil adecuado, pero señala también la molestia de otros
ante la lu cidez de Camus al adelantarse al fracaso de las grn des ideolo -
gías colectivas revolucionarias.
q El proyecto pareció retomarse con el nombramiento de Michel Onfray como
nuevo com isario , pero finalm ente, ante las polémicas y presione s recibidas, éste
1 también renuncia y se suspende la iniciativa.
Tras tanta mezquindad y mixtifi cac ión , un libro, editado posteriormente,
( aport aba una comedida lectura apaciguadora en lo que parece ser el punto más
conflictivo: las relaciones ent re lo francés y lo argel ino. Me refiero a la novela
1 Meursault, contre-enquéte del escri to r argelino Kamel Daoud ,2 quien hace ha -
blar al hermano del Árabe, asesinado por Meur sa ult en El extranjero.A ese ara-
be sin nombre, sin rostro y casi sin importancia, pues es sólo un pretexto para
mostrar el desasimiento de Meursault ante la vida, la muerte e incluso el asesi-
nato, Daoud le devuelve una identidad , lo llama Mou ssa. Har oun, ya anciano ,
1 cuenta la historia de su hermano, umuerto en un libro", y a su vez, la historia de
un país con nomb re propio: la guerra, la independencia, el futuro incierto y
1 quizás también un mismo vacío existenc ial que lo asemeja al pr otagoni sta de
El extranjero.A través de su ob ra, Kamel Daoud interpela y completa la visión
1 de Camu s a lo largo del tiempo, lo hace con justicia pero si n renco r, como un
homenaj e al escrito r qu e supo con su literal ura ir má s allá de los posi ciona-
1
mient os co ncretos, acertados o no .J
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45
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¿POR QUÉ.CAMUS ES UN SUJETODE POLl?.Mr
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LA DECONSTRUCCIÓN DE LO PROPIO
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olvidadas, manipuladas y presentadas de modo esquemático en las escolásticas
guerrilleras de los catecismos "post" de las escuelas de los CulturalStudies,Post-
colonial Studies, estudios subal ternos, decoloniales, etcé Lera, y sus consecuen-
tes repliegues identitario s comunita ristas .
CONTRA LECTURAS
Heidegger
;o
Caracterizan todos eUos a una Modernidad, la occiden tal, que sirve así los ele -
mentos para su demonizac ión.
El olvido de la diferencia óntico-ontológica y la emergencia de la diferencia
en lugar deJ origen o el fundamento estab lecerán para el Derrida heideggeria-
no la justifi cación de la deconstrucción del logos griego-occidental, una meta-
física ontoteológica que ha pugnado por construirse en la " borradura" de la
diferencia , y a la que hay gue devolver su carácter meramente "epocal'', pues "la
tachadura es la última escritura de una época ''.
Esta visión será también desarrollada por Vattimo al caracterizar la filoso-
fía heideggeriana como "ontología del declinar". Vattimo nos recuerda cómo
para Heidegger el nombre ''Occide nt e", Abendland, definiría nuestra civiliza -
ción no só lo de manera geográfica, sino también onto lóg ica, como la tierra .del
ocaso, del poniente del ser. Y en consonanc ia, la apo rt ació n heideggeriana má s
relevante radi caría "en el hecho de haber sustituido la idea de ser co mo eterni -
dad, estabilidad, fuerza, por la de ser como vida, maduración, nacimi .ento y
muerte: no es aque llo que permanece, sino que es, de modo eminente (en el
modo del ortos on platónico), aq uello que deviene, que nace y muere. La asun -
ción de este peculiar nihilismo es la verdadera ejecuc ión del programa indica -
do por el título Ser y tiempo''.'
Occidente, pues, como tierra del ocaso, del acabamiento del Ser, y aunque
Vattimo se esfuerza en acen tuar que esto no implica un recambio geográfico en
el esplendor metafísico, inconscientemente la metáfora parece conlleva r el sen -
tido de que cuando el Sol se pone en Occidente, al mismo tiempo emerge con
todo su esp lendor en Or ient e. En cualquier caso, se incide en la noción de ex-
tenuación, acabamiento, de una tradición condenada a extinguirse por lama-
terialización ab so luti zante del mundo de la técnica y el int erés. Que Vattimo
encuentre el aspecto positivo en el horizonte de un pensiero debo/e no deja de
ser una opción fácilmente revertida como negatividad eo quienes ap recien ese
declinar de la decadencia. Queda a co11trarioabierta, cual señala el filósofo ita-
r liano, la reivindicación de la metafísica como la historia del ser y el posiciona-
r miento y valora ción de esa misma tradición occidental, pues, según su lectura,
la verdadera interpretación de la propuesta heideggeriana sería que "Occiden -
te es la tierra de l ser, la única , precisamente en cuanto es también, inseparable -
mente, Ja tierra del ocaso del ser''. Una lectura que, si bien genésica para nosotros,
vuelve a pr opiciar una obvia acusación de eurocentrismo .
ji
La French Theo ry
Como he señalado, la filosofía francesa de los años setenta, con sus grandes
nombres, fue perdiendo vigencia en su país de un modo paulatino, criticada y
sustitu ida en la esfera mediática por la nueva generación , abanderada de un
"hum anismo ant itot alitario''. fusta aJ mismo tiempo que empezaba a confor -
marse con el nombre de postmodernismo académicamente en Estados Unido s.
Hoy el co nstruccioni smo estadounidense ha trascendido fronteras y constitu -
ye un referente para los profesores y estudiantes europeos, olvidando así que
están leyendo de forma distorsionada y superficia lizada su propia tradición.
Resulta necesario realizar una arqueología y genea logía que tracen las lí-
neas de interpretación y relectu ra de los esquemas conceptuales que, con un
viaje de ida y vuelta, casi siempre con desarrollos inesperados, otras veces con
nostalgias subve rsivas y siempre con una fuerte carga ideológica, trenzan hoy
una escolástica vieja, esterilizante y muchas veces resentida_
Además de este desfase crono lógico , se da un cambio de registro imp ortan-
te. La filosofía francesa se introduce en Estados Unidos a través de los departa -
mentos de Francés y Literatura Comparada, ello hace que el hincapi é en la
textu alidad , procedent e en principio de una ruptura gnoseológica, se lea aho ,
raen clave de crítica literaria. La descripción de Lyotard de la filosofía como
narrativa facilita esta transmutación de disciplinas. Quienes promueven la di-
fusión de la corrie nte no tienen una formación filosófica, por lo que esta di -
men sión será utilizada para un campo diferente del que en principio surgió. La
noci ón de fin de los "GrandsRécits"tiene en Lyotard una intención de crítica
de los sistemas filosóficos precedentes y la impugnación de la posibilidad ac-
tual de estructu ración del pensamiento como "sistema" (en un sentido cua -
sihegeliano ); la constatación del surgimiento de microrrelatos debe entenderse
como una fracturación de los discursos, que eQcuentran en cada disciplina o
campo una coherencia interna sin la pretensión de una totalidad integrada. Se
habla, pues, del fin de la metafísica, rechazando el humani smo que presidia co-
rrientes como el existencialismo o la fenomenología, y revisando la tend encia
totalizan te del estructuralismo, no sólo lingüístico, sino preferentemente el apli-
cado a las ciencias humana s por Lévi-Strau ss, guardando buena parte de sus
conceptos, pero introduciendo la fragmentariedad propia del poste stru ct ura-
lismo. El giro lingüí st ico, propiciado por el estructuralismo, pero tambi én por
la filosofía analític a anglosajona, predominante hast a ahora en los departa-
11
1
1
ment os n orteame ri canos, abre la puer ta a este desl izam ient o. Si todo es len -
1 guaje y la antigua metafísica ya no tiene sen tido , ¿quiénes mejor que los crít i-
cos literarios pa ra tomar el relevo de la Teoría? La deco nstru cc ió n derrideana
1 de la metafísica, del logocentris mo occidental y la preeminencia de la escritu -
ra facilitan el cambio de reg istro al que contribuirá en gran medida Paul de
I Man , principal difusor de la obra de Derrida en Norteamérica. Las ob ras di -
vulgadoras del post modernismo de Fredric Jameson o Mark Poster tienen ya
ese tono de crítica cu ltur al despojada del andamiaje más estri ctamente filosó-
fico. Pues a la vez qu e se literatu ri za la filosofía , la crítica literar ia empieza a
abrirse a camp os nue vos, co nform and o el paradigma teórico y metodológico
de análisis soc iales que incorpor an nuevos objetos de estud ios más perifericos
o marginales. La crítica del sujeto de Foucault se prioriza en el aspec to de muer -
te del autor fren te al orden del dis curso, su apuesta por la insurrecc ión de los
saberes sometidos se plasma en el apogeo de estud ios de las minorí as. La filo-
sofía del deseo de Deleuze y Guattari da cuerpo a la emergencia de sexualid a-
des múltiples, analizadas de nuevo a la luz de los con ceptos foucaultianos d e
dispo sitivos sexuales y políticos y de Lami crofísi ca del poder.
Deleuze
l 55
r
r
lizan en una búsqueda de internet, en las redes sociales, procesos ambos que
van configurando redes cambiantes autogeneradas. Por otro lado, resulta tam -
bién curioso que el esquema binario de la gnoseología tradicional que el rizo-
ma desea superar, quede también aquí transformado, pues la lógica binaria de
ceros y unos se transmuta en una complejidad dinámica con centros de entre-
cruzamiento y dispersión. Así la red "no tiene ni principio ni fin, siempre tie-
ne un medio por el qu e crece y desborda". Esta multipli cidad al variar sus
dimensiones se 1' metamorfosea", esto es: genera constantemente realidad. No
responde al tipo arbore scente, que se reproduce con la estructura de árbol, y
reitera copias, su esquema no es ni centrado ni policentrado: "El rizoma pro-
cede por variación, expan sión, conquista, captura, inyección ... , un mapa que
debe ser produci do , constru ido , siempre desmontable, conectable, alterable,
modificable, con múlti ples entradas y salidas, con sus líneas de fuga'~
El sujeto deja de ser una entidad substancial para convertirse en un "agen-
ciamie nto " (age11cement)." ... lineas de articulación o de segmentariedad, es-
tratos , ter r ito ri alidades; pero también lín eas de fuga, movimientos de
deste rrito rialización y de desestrat ificación ... Todo eso, las líneas y las veloci-
dades mensurables, constituye un agenciamiento". 1 En ese flujo de partículas
asignificantes, el sujeto se convert irá en un mei:o nombre como hu ella de una
intensidad momentánea , un agenciamiento maquínico de deseo. Frente a las
unidades de sentido y significac ión y las teorías globales, por medio de las cua-
les tradicionalmente la razón ha intentado captar la realidad, se postulará una
fluida conexió n entre signos y objetos . El lenguaje deja de ser un sistema bina-
rio para converti rse en conde nsaciones de accio nes, flujos codificados, eslabo-
nes biológicos, políticos, económicos. "Los agenciamientos colectivos de
enunc iación funcionan directamente en los agenciamientos maquínicos", que,
en su multiplicidad, actúan sobre flujos semióticos, materiales y sociales ..Todo
ello según el modelo del "rizoma':
Ahora bien, en esta traslación del modelo rizomático a nuestro presente so-
cial tecnológico, habria que responder a algunas cuestiones. Efectivam ente, el
sujeto en la sociedad de la comunicación actual se convierte en un nódulo re-
cepto r-transmisor, apena s un engrosamiento en la red por el que circu lan y se
expanden los mensajes. Los "agenciamientos colectivos de enunci-ación'' actúan
sobre los indjviduos , convertidos ellos mismos en "agenciamiento s rnaquíni-
56
J cos" o, por utilizar la terminologia más reciente de Don na Haraway, "cíbo rgs':
ye Uogenera efectivamente toda una serie de flujos semióticos, mat eria les y so-
ciales. Esa incidencia puede compro barse no sólo en la creac ión de opi n ión,
trcnding topics víricos, sino en la manera como el proceso se convierte en un
medio novedoso de acción social, como ha podido comprobarse en las movi -
lizaciones del 15Modela Primavera Árabe. Sin embargo, sí bien la vigencia del
modelo rizomát ico ha superado co n mucho las expec tativ as sociognoseo lógi-
cas que presumieran Delcuz.e y Guattari, su efectividad y potencial liberador
deben ponderarse:
r ral todo queda regi strado e¡, subsiguientes memorias, desde la del propio
ordenador hasta la de la nube. Existe efect ivamente una hegemonía del pre -
J. sente, el pasado se oscure ce, se le niega su preeminencia como fuente o sustra -
io, la historia ya no es maestra, sino dato actualiza ble con criterios operativos.
ri, De forma paradójica, pues, rodo queda registrado , pero todo es etéreo y puede
perderse definitivament e. Se nos amputa nu estra memoria colectiva, el lento
j. aprendizaje de los siglo s, a la vez qu e cualquier rastro in significante puede ser
1 clasificado en una memoria centrnl. rea l o hipot ética. Se construye sobre nues -
tros actos una genealogía epid érmi ca, no para el orgu llo retroactivo , !iino para
una servidumbre volunt a ria.
57
!
1
c) Si el mode lo rizomático sirve hoy no es sólo porque socialmente no s apor-
ta claves para entender los nuevos movimientos socia les o la configuración de
la sociedad misma , sino porque describe también a la perfección el capitalismo
avanzado, la especulación financiera, los flujos de capitales, las transferencias,
la desterritorialización de la producción, la virtualidad de los patrones y cam -
bios de divisas, la desregulación de los mercados ...
Y resulta muy contradictorio que oteemos como escape los mismos meca-
nismos en los que se concreta actualmente la sociedad de cont rol. O la frag-
mentación y la dispersión, no eran tan liberadoras, pues únicamente se pensaban
frente a un poder U no y autoritario, o la sociedad postindustrial ha sido más
rápida que nosotros en utilizar en su beneficio el modelo rizómát ico.
Foucault
Michel Foucault es, junto con Derrida, uno de los autores franceses cuya
obra ha tenido más repercu sión en las universidades norteamericanas. Dos pre-
guntas son interesantes: hasta qué punto ha sido bien comprend ido y si se sen-
tiría identificado con las derivaciones que se han realizado de su pensamiento.
Debemos recordar que su primer texto traducido será "¿Qué es un autor?", con
lo cual su inicial recepc ión se circunscribe a la crítica literaria y textual, pero,
sin duda, existe n una ser ie de concep tos que posibilitan ult erio res desarrollos,
como las imbric acion es poder/saber, centro/per iferia, la crítica al humanismo,
la sociedad disciplinaria, el partage, la insurrección de los saberes sometidos ... ,
todos ellos han pasado a ser esquemáticamente utilizados en una especie de ca-
tecismo de co mbat e. Así, se suele <lar por aceptada la afirmación de que tr as
cualquier formac ión discursiva existiría una voluntad de dominio, que es ne-
cesario desenmascarar. Esto se toma muchas veces de una forma simplista-como
si efectivamente hubiera una posición incontaminada desde la cual ejercer la
denuncia-; se olvida que Foucault incide reiteradamente en el proceso norma -
lizador, cri tica la noción rep resiva del poder o de la sexualidad y acentú a el modo
como en la incitación a la liberación o a la proliferación de discursos cumpli-
mentamos una falsilla normalizadora. Ello no no s encierra, cual pretende Ha-
bermas, en la imposibilidad lógica y la ineficacia de la acción, pues cualquier
proceso de dominación presenta grietas desde donde intentar nuevos espacios
'¡- de libertad, si manten emos una actitud de alerta cons tante. La críti ca al hum a-
t'
i,
1,
nismo, que en Foucault tien e un contexto muy claro, el rechazo a las corrien-
tes filosóficas anteriores en Francia: fenomeno logía, per sonalism o, existencialis-
mo .. . , será interpretada y servirá de base a la impugnación de la tradi ción
occidental y la Mod ernid ad, y será también paradójicamente criticado, sobr e
todo desde los est udi os subalt erno s latinoamericanos, como el eu ro centri smo,
el momento en que Europa se consti tu ye en centro , desplazando a sus otros ne-
cesarios a la periferia. La socied ad disciplin aria deja de leerse el doble cara <le!
nacimi ento de las ciencias human as en Europa para co nstit ui rse en el ejercicio
de pod er de la Mod ernidad co lonizad ora. así, la insu rr ecció n d e los saber es so-
metido s será el modelo de reivindica ción de los saber es suba lternos , paso este
que se realiza como un a ampliaci ón y rechazo al supu esto eur oce ntri smo fou-
caultian o. Pero ¿es ésta una limi tac ió n del pensamiento de Fouca ult o más bien
obede ce a la circun scri pción de su propio anáJisis? Foucault hab la de Europa y
desde Francia, esto es: realiza un a críti ca de su propia tr ad ició n y no prete nd e
una descalificación global de la razó n occ idental , co mo puede co mprobar se en
su recur so - todo lo crítico qu e se qu iera pero decidido- a la Ilustración . Fou-
cault, en el mom en to en que escribe, no es un posmo dern o o un altermondia -
lista, sino un intelectual típico del postmayo franc és.
Dada la importan cia que ha adquirid o el pensami ento foucaultiano en lasco-
rriente s "post': quisiera det ener me en un aná lisis más pormen orizado de la me-
did a en que el filósofo se relaciona con el modelo ilustra do o se aproxima a
tenden cias altermondi alistas, para ello comenza ré comentando una de sus tomas
de postura má s fallida, la exp resada en sus artíc ulo s sobre la revolución iraní.
Entre septiembre y nov iembr e de 1978 Foucault se desplaza a Irán para se-
guir sobre el terreno la revolución que está tenie ndo luga r en ese país, con el fin
de enviar una serie de crónicas que le so n enca rgadas por el CorrieredellaSera.
Inmediatamente toma partido por los insu rgentes. Fren te a todos aquell os que,
de un modo lúcido, veían en los acont ec imientos una dialéctica entr e arcaísmo
y modernización, Foucault va a soste ner la arri esgada hip ó tesis de qu e "la mo -
dernización es ella misma un arca(srno"• y denuncia la impo stura de pret end er
moderni zar a la euro pea a los países ára bes, en un est ilo kemali sta que aúna la
moderniz ació n co n el naciona lismo y el laicismo. Ante este nacionalismo laico
impue sto como modernizac ión, Foucaulr cree entreve r que " la religión chii ta
5Y
es el verdad ero pr incipio de co nciencia nacional': El régimen que repres enta el
Sha, con su cor rup ción y despotismo, se ve como un a forma no sólo política y
éticament e denunciab le, sino reaccíonar ia, "arcaica ".Tó me se nota de que Fou-
cault no rechaza la Mod ern idad ni la mod erniza ción, sólo que la ve ejemplifi -
cada no en el modelo europ eo aplicado a los países islán1icos, sino en la propia
revol ución iraní.
Cuando sob re el terreno observa que "en las mezquitas los mu lás habl an fu-
rio same nte contra el Sha, los ame ricanos, Occ iden te y su materialismo; llaman ,
en nombre del Corá n y del islam, a la lucha co ntr a todo este régime n",' Fou-
cault inc urr e en la cegue ra del izquierdista occide ntal qu e cree ver la subve rsión
salvífica en el Otro y encue ntra un a efusió n en el autoodio, un a den un cia a su
prop ia tradición de la que su supuesta lucidez crí tica le exo nera. Asi, incapaz
de aprec iar los signos tot alitari os de las revuelt as, piensa que se encuentra ante
un gen uino caudal subversivo; su ceguera incluso le impid e aplicar su análisis
del poder pastoral cristiano al islam, pues a sus ojos queda redimido por su su-
pue sto potenc ial revolucionario com o "un a religión que no ha cesado, a través
de los siglos, de dar una fuerza irr eductibl e a todo esto que , desde el fondo de
un pueblo, puede opon erse al pod er del Estado". Y en una ingenuid ad de la que
prontamente se avergonzada llega a exclamar: "U n hecho debe quedar claro:
por 'gobierno islámico ', nadie en Irán entiende un régimen pol ítico en el cual
el clero jugaría un papel de direc ción: ' Ante las explicaciones de sus interlocu p
to res en torno a cuál sería su concreción, lejos de sospechar de afirmac iones tan
problemát icas como ''entre el hombre y la mujer no habrá desigualda d de de-
recho s, sino diferencia, pu esto que hay un a diferencia de naturaleza", en franca
contradicc ió n co n su constante critica a la naturalización del sexo, cree ver, en
general , una coi ncidencia co n las nociones base de la democracia defendida
en Occide nt e desde el siglo XVIII, e incluso admite co rno bueno el paternali s-
mo con el que su interlocutor le asevera: "El Co rán las había enunciado mu cho
ante s que vues tro s filósofos y si el Occide nte crist iano e industria l ha perdido
el sentido de ellas, el islam sabrá preserva r su valor y eficacia': 2 Si bien Foucault,
ante el desarrollo posterior de los acontecimientos, guard ará un discre to silen-
cio, dado el erro r de sus aprec iaciones, la historia pa rece repeti rse entre los in-
telectua les europeos, y frente a las revue ltas árabes de 2011 muchos adop taron
en prin cipio la misma óptica buenista. Es más, la caracterización de Foucault
1Fou<.:wl.T
. Michcl. " Téliem11: la Fede co111 e le r/111/, ", ,>p.cit., p. 686).
m Inscia". "Télrem11: la foi co111r
s?'; ibid., pág. 688 )' ss.
les lm11íe11
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6(1
de la revolu ción irani como "una revuelta con las manos desnudas", la hemos
vuelto oír treinta y dos años más tarde como la novedad de •<un a marea sú1 apa-
rato militar, sin vanguard ia, sin .partido ... las manos desnudas, sin recurso a la
lucha armada, con obstinación y coraje ... ·~·Ante las sensatas consideraciones
de "una lectora iraní", Foucault responde airado acusándola de odio y de con -
fundir islam con fanatismo; para el filósofo no s encontramos ant e la "primera
gran insurrección contra los sistemas planetarios ".~ Resulta fácil reconocer en
todas estas manif estaciones la retórica habitual del islamo -izquierdismo que
ha ido consolidándose en los últimos años. Los salafistas no necesitaron leer a
Foucault para desarrollar esa misma propaganda teórica, realmente estaba pre -
sentes en el jomeinismo la revolución iraní fue la matriz en la que se gestó el is-
lamismo moderno, y buena parte de los intele ctuales occidentales ha sido y sigue
siendo su cómplice. Foucault fue uno de los primeros en sucumbir a su seduc ~
ción. Lo curioso es que si hace treinta años hubo un consenso general en que
dicha visión mesiánica era falsa y Foucault tuvo que cargar con el fiasco de ha -
berla defendido , actua lmente -quizás ya no aplicada a Irán, pero si en generaJ
al mundo árabe-, el islamismo pretende ser, y para muchos Jo es, la rese rva es-
piritual de la revolución, de la revolución - no lo olvidemo s- contra Occiden-
te. Si damos un giro de 360 grados, precisamente por aqueUaserradas apreciaciones,
Foucault puede ser hoy para algunos un lúcido visiona rio , así lo reivindica Sey-
yed az-Zahirí, habitual de Webislam, la página más difundida del islam hispa -
no, para quien «Lo que vio Foucault en Irán, en 1978, es esa misma fuerza que
el islam representa, y que hoy se encuentra en plena efervescencia a lo largo y
ancho del planeta. La Revolución islámica, lejos de haber sido derrotada, sigue
su curso, con el permiso de Al-lah ' '.3
Pero no podemos reducir las aportaciones de un autor a un momento de
erróneo análisis sociológico, que él mismo pugoó por olvidar. La verdadera
cuestión consiste en averiguar si su postulado del origen di scip linario de las
ciencias humana s y su descripción del nacimiento de la biopolítica ju stifican
las lecturas posteriores que pretenden convertirlo en un nihili sta anarquizante
o en un constructivista radical.
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Foucault no tiene una visión totaLizante del pod er. Si bien en su método ar -
qu eo lógico-genea lógico va a mostrar la pulsión del poder tr as discip lina s que
pretendían ser neutras (incorporando la mirad a m édica en la génesis de lo pa-
toló gico, el Gran Encierro en la formulación de la locura, o los est ablecimien -
tos discip lin arios: cárceles, manicomios , escuelas ... ), en el or igen de las cienc ias
human as, nunca pensó ese ejercicio de pod er q ue ge neraba verdad como un
todo cer rad o, sin salida . A cada mecanismo de domin ació n se opo nía un espa-
cio de sub versión o resiste ncia que podía dar origen a la reversió n. Su analítica
de l pod er está dirigida tanto a qu ienes cons ideraban el saber como algo neu-
tro, cuanto a la visión marxi sta del mismo, basada en que el poder es algo que
se po see, unido a un modo de producció n y plasmad o en un a ideología, sub -
ver tibl e por la luch a de clases. Frente a ello su microfís ica del poder no s habla
de una realida d más sutil, generado ra de un "o rden del discu rso" que determi -
na aquello que pued e co nsiderarse verdadero en una época, un poder que tam -
bién penetra los cuerp os, prolongándose de forma normativa inclu so en los
sup uesto s movimientos de liberación sexual. Pero en nin gú n mom ento pre -
tend e Foucault diseñar un espacio sin salida qu e haga impo sible el ejercicio de
la razón ni las posibilidade s vit ales de escape. El filósofo, repit ámo slo, ni aun
en sus mom ento s más sesentayochistas, promuev e una impu gnación del pen-
samiento occidental. Realiza, en cambio , un a crítica de las co rri ent es filosófi -
cas hegemónicas en la Francia de l momento, de una ep istemo logía - siguiendo
a su ma estro Canguilhem- ajena a la produ cción material <le los discursos, de
un a investigac ión históri ca idealizada que no co ntemp laba las apo rtac ion es de
la escuela de los Annales, de un estwctura lismo anqui losado en plantean1ieo -
tos excesivamente lin güíst icos, de una fenom enología de la prese ncia, de una s
ciencias humana s que propo nía al " hombre" como suje to sustanc ial tra nshis -
tór ico, de un marxismo qu e consideraba inadecu ado para dar cuenta de bue-
na parte de las manifestacio nes de l poder y de un freudismo anclado en la noc ión
de represión al que se oponía una visión un tan to ingenua y salvífica del deseo.
Todo ello unid o a un a visió n política que pretendía ser alternativa. Ése es el con-
texto frente al que el filósofo reacciona.
Que la razó n, el aná lisis, la crí tica seguía n teniendo para él un sentido nos
lo mu estr a claram ent e su opúsc ulo "¿Q ué es la Ilustrac ión?''. Frente al poste -
r ior rechazo post mode rn o del mode lo ilust rado, del que se ha pretendido ha -
cer a Foucault uno de los pr incipa les propulsor es, este pequeño texto evidencia
cómo el filósofo, aun desde la denuncia de sus preten sio ne s ingenuas, seguí a
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creyendo en su posibilidad crítica como forma de acercamiento a una ontolo-
gía del presente.
Por otro lado, el segundo Foucault, el de los tomo s 2 y 3 de la Historia de la
sexualidad,abandona ciertas derivaciones maximalistas que podrían deducir-
se de su analítica del poder para centrarse en los procesos de subjetivación. La
revisión de Grecia y Roma y del primer cristianism o le sirve para profundizar
en una dimensión ética no universalista en torno al uso de los placeres y el cui-
dado de sí.
Resulta tremendamente inspirador desarrollar la noción de biopolitica , más
aUádel estudio de poblaciones. de una manera más micro física, en la produc -
ción y transformación de los cuerpos, aplicada asimismo a los procesos de sub-
jetivización presentes en una sociedad que, en las últimas décadas, ha llevado a
cabo un complejo panopticismo digital. La filosofía foucaultiana aporta pers-
pectivas muy enriquecedoras para analizar el presente, forzándo las, desarro-
llándolas, siempre que sepamos escapar de la caricatur a antisistema.
Foucault introduce la noción de "biopoder" en t976, en la \lofontéde savoir
y en el curso del Colegio de Francia, "J/ faul défendre fa société" (1975-1976),
como opuesta a la de poder soberano, al derecho de vida y de muerte. Frente a
él se alza un nuevo poder que tiene como objeto la admin istración de la vida,
una nueva tecnología del poder que aparece en el siglo xvm y suplementa las
tecnologías disciplinarias. A diferencia de la "anatomía política del cuerpo hu-
mano" que demarca la línea cuerpo -organismo-disciplina-institución) labio -
política se centrará .en la serie pobla ción -procesos biológicos -mecani smos
reguladores del Estado.' Un programa de refle.itiónque retoma en su curso de
1977-1978 "Sécurité, territoire et populatio11·;y desar rolb en "La naissancede fa
biopolit-ique':curso 1978- 1979.
El punto de partida implica, ciertamente, un abandono de las nociones de
soberanía, derecho y contrato como las más adecuada s para analizar las formas
en que el poder se manifiesta, sustituido por su concepto de gouverneme11tnli -
té. El Estado de justicia de la Edad Media se convierte a lo largo de los siglos XV
y XVIen un Estado administrativo centrado en la gestión del territorio, que dará
paso a un Estado cada vez más gubernamenta lizado orientado a la gestión de
las poblaciones.
r
La noción de gubernamentalidad implica el desarrollo de un proceso, co-
mún en Occidente, con la puesta en marcha de una serie de aparatos específi-
cos de gobierno y de una serie de saberes. Como el autor detalla: "par 'gouvernement'
j'entends /'ensemble constitué par les i11stitutions,lesprocédures, analyses et ré-
flexions, les calculs et les tactiques qui permettent d'exercer dette form e bien spé-
cijique..,quoique tres cornplexe, de pouvoir qui a pour cibleprincipal la populatíons,
pour form e majeure de savoir l'économie poli tique, pour instrument technique es-
sentiel les rlispositifs de séwrit é''. 1
Pero, aun cuand o la gub ernamentalidad define las técnicas de gobi erno que
dan paso al Estad o moderno, este objetivo sufre en sus cursos un apla zamien -
to y un a inflexión significativa. En la cuarta clase del curso "Sécurité, territoire
et population': el con cepto deja de datar se en la Modernidad para buscar su ge-
nealogía en los primero s siglos del cristianismo, adquiriendo un tono más per-
sona l izado como pa storal y cuidado de almas, un giro en el pen samiento
foucaultiano. de la analítica del poder a la ética del sujeto, que quedará eviden-
ciado en la orientación de los tomos 2 y 3 de La historia de la sexualidad y Le
sauci de soi. Por otro lado, el curso "La naissancede la biopolitique" parece de-
jarnos con la miel en los labios al extenderse en su totalidad al análisis del libe-
ralismo como la "condición de inteligibilidad" de la biopolítica, pero sin entra r
de lleno en el estudio de la misma.
El problema del neoliberalismo será cómo reglar el ejercicio global del po-
der político a partir de los principios de una economía de mercado, lo cual im-
plica que "el neolib eralismo no se va a colocar bajo el signo del laissez/aire, sino,
al contrario , bajo el signo de una vigifancia, de una actividad, de una interven-
ción permanente ".'
Pero una vigilancia y una intervención , y he aquí una lúcida visión de futu-
ro foucaultiana , que no se basa en la manipulación pasiva de los individuos, _
sino en su implicaci ó n activa como empresarios de sí mismos, dinámi cos, que
sepan optimi zar sus recur sos y libertades , en una ocultación de su no rmativi-
zación implícita.
Foucault analiza la gub ernamentalidad liberal porque es en la qu e nos en -
contramo s, por supu esto no la sacra liza, pero tampoco la demoni za, la to ma
Mich el.$¡•¡;111;,c. lctri roire el pop11lnrio1r: rnrirs nu College de Frnnce, 1979 -198 0 , París, Scu11/Gal-
' Fouc:-.u1:r.
limar<l, 2ooq, pá g. 111.
' FoUCALll.r, Michd , La 11a1s5a1Ice de la úiopoli ti c¡ue: cours 1111Cnllegede France, 1978- 1979 , París. Scuil/Gol-
lim~rd, 2004, pág. 137,
corno un hecho. También rechaza la crítica inflacionaria al Estado de los que
ven en .el estado democ ráti co del bienestar la cerca nía del estigma del totalita -
rismo nazi o fascista. No nos enfrentamos a un estado polimorfo, onmipresen-
te, todopoderoso: "El estado no es sino el efecto móvil de un régimen de
gubernarnentalidades múltiples" .•
De todo ello podemos entresacar tres conclusiones:
Primera. que la gubernamentalización no es entendida por Foucau lt como
un proc eso de domin io y alienac ión del sujeto, sino como un proceso de nor -
mativización que da lugar al propio sujeto, y que éste, aun siendo su producto
1
CONCLU SIÓ N
Tras estas suci nta s catas en el pensamiento de alguno s de los filósofos que
han provi sto de argume nto s a qui enes contribuyen y celebran el derribo de la
fi - tradi ción occidental. creo que debemos ser más prude nt es a la hora de secun -
l dar la e4uívoca fiesta del nihilismo. La crít ica a los conceptos hereda dos de la
metafísica o el modelo ilustrado abre un ca mino a la p roblematización, pero
1
:ia no a su repudio. Sabemos qu e la razón instrumental produce una borradura de
r las diferen cias, que el-sujeto no es una substancia, que las substancias no exis-
ten, que el poder no reside únicam ente en el Estado, que la histo ria no prog re-
f
,'- 'Fnuc .w1.r ,Vlichel,11¡,
. ~it., pág. 79.
65
sa de un modo mecánico , que los individuo s son normativi zados yse constru-
yen permanentemente en procesos de subjetivación que a la vez ofrecen resis-
tencias al poder que los const ituye, que nuestra sociedad es rizomátic a y no
arborescente o piramidal, que la biopolítica se configura como control pero
también como insur gencia . Hemos descubierto una realidad microfísi ca bajo
los conceptos clásicos de la filosofía y la política, pero esto sólo debe situarno s
en la exigencia de la complejida d y el matiz. Comprobar que dichos conceptos
son ficciones, no deb e hacernos olvidar que son ficciones útiles, simulacros ope-
rativos, de la misma manera que la mecánica cuántica no iJwalida la pertinen -
cia de la física newtoni ana en el espacio medio en que los individuo s se trasladan,
construyen, pero tambi én, sueña n, sienten y se rebelan. No derribemos sin más
los grandes andamiajes, sepamos utilizar sus recovecos, no nos co nvirtamo s en
talibane s del concepto, porque la nebulo sa de la diversidad a menudo true ca la
promesa del paraíso en la mueca de la anulación. Siglos de afanes a los que no
podemos defraudar nos co ntemp lan a nuestras espaldas.
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APUNTES SOBRE JUDA Í SMO Y LA NOC I ÓN
DE "OCC I DENTE"
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¿QUE ES"OCCIDENTE"?
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bativa dernonización. Y es esta última tendencia la que parece prevalecer en el
medio intelectual desde el siglo XIX.El pesimismo cultural de Jacob Burckhardt,
que Nietzsche ejemplificara en la tradición judeocristiana, halla su formulación
emblemática en el canónico libro de Oswald Spengler La decadenciade Occi-
dente. Esta caracte rización negativa de autodenostación y culpa será ya una
constante, desde Arnold Toynbee, los filósofos de la escuela de Frankfurt, el pos-
testructruralismo francés .. . hasta pensadores más recientes como Susan Son-
tag, Noarn. C hornsky, Richard Sennett o las actuales corrientes multiculturalistas
y pos tcoloniales.
'º
Agustín de Hipona o Tornas de Aquino. 1 Su destino errante será justificado como
castigo divino y su idiosincra sia pasará a ser emblema de la corrupción. Bulas
papales, restricciones legislatjvas, conversiones forzosas, guetificación y expul -
siones fueron constantes en Europa.
Los filósofos ilustrados se dividieron entre los francamen te jud eófobos como
Diderot, d'Holb ach o Voltaire y otros más ecuánimes como Mont esquieu, Rou-
sseau o Locke.
Finalmente la Europa cont emporá nea ha protagonizado numerosos ejem-
plos de racismo, desde los pogromos rusos ha sta la cul minación del Holocaus -
to nazi.
A pesar de todo ello, lo cierto es que la cultura occidental no puede enten -
derse sin la aportación judía , no sólo porque la Biblia sigue siendo el venero fun-
dacional del cristian ismo, sino también porque gran número-apabullante para
su proporción d emográfica- de intelectuales, artistas y científicos fueron ju-
díos,judfo s conscien tes tanto de formar parte de la cultura occidental, cuanto
de estar forjándo la. Pensemos, por no cit~r más, en los tres grandes nombres que
configuran los pilares de nuestra conte mp oraneidad: Freud, Marx y Einstein.
¿DE QUÉ FORMA HAN SLDO VISTOS Y SE HAN VISTO A Si MISMOS LOS JUDÍOS
l COMO OCCIDENTE?
L Cu riosamente, según las diferentes persp ect ivas y a lo largo del tiempo, los
judíos son vistos bien como parte.de Occidente, bien co mo ajenos a él aunque
ubicados en su suelo o bien como per tenecientes a Oriente.
Cuando se entiende Occiden te en el sentido de civilización cristiana los ju-
díos son percibidos como una com unidad refractaria, a la que se mira con sus -
picacia. Son un Otro en el seno de lo propio, y ello por la per sistencia de una
ident idad que siempre han alimentado, en una ama lgama que un as veces im -
plica la religión, otras la raza y otras una cierta pertenencia espiritual.
Por ejemplo, cuando Nietzsche utiliza el término "judeocris tianismo" , que
tanta difusión ha alcanzado posteriormente, y lo hace en un sent ido crít ico de
una visión del mundo negad ora de la vida, basada en la "moral de los esclavos",
en ese momento la raíz judai ca se identifica co n una cu ltur a occidental deca -
dente.
7l
Por otro lado, durante toda la etapa de consolidación de los Estados nacio-
nales, el odio a los judíos se pretende justificar por su condición de apátridas
espiritual es, su identidad, más allá de la lealtad patriótica , se siente como una
amenaza, son un pueblo sin nación. Paradójicamente, cuando al fin se consti-
tuya el Estado de Israel, se volverá a verlos como ajenos y pe ligrosos, precisa-
mente por tener una nación. Entre esos do s momentos, la figura del judío de la
diásp ora , víctima del Holocausto, el mayor escá ndalo de la Europa moderna,
se conviert e en icono de la autoco ncienci a crítica de Occidente, emb lema del
ino cente masacrado por una civilización que se pretendía racional y en sus en-
trañ as ha visto nacer el más execrable exterminio.
Es pertinente que no s detengamos un poco en cómo el pensamiento occi-
dental elabora e1 mapa conceptual de ese duelo.
Los filósofos de la escuela de Frankfurt van a realizar una relectura de la Mo-
dernidad que configura el marco de referencia del que bebe buena parte de las
corrientes del pensamiento actual. Sus representantes, inscritos en la más ge-
nuina raigam bre de la filosofía occidental, son todos ellos judíos y reelaboran
la experiencia del Holocausto como piedra de toque de la autocrí tica moder -
na. Se establece una línea interp retativa de continuidad: Occidente= Moder-
nidad = Holocausto. La pregunta será: ¿Cómo es posibl e la razón después de
Auschwitz?
La llamada escuela de Frankfurt tiene su origen en el Instituto de Investiga -
ciones Sociales creado en 1923en la Universidad de Frankfurt y financiado por
el multimillonario judío Félix Weil, con el fin de difundir d pensamiento mar -
xista; Max Horkheimer, Theodor Adorno, Erich Fromm, Walter Benjamin y
Herbert Marcuse fueron sus primeros y más conocidos representantes. Con el
ascenso de Hitler al poder los miembros del Instituto se refugian en Estados
Unidos. Su teoría crítica caracter izará la polltica social, económica y cultural de
Occidente co mo un proceso constan te _de dominio y control. El nazismo re-
presentará la culmina ción de la razón ilustrada, al portar en su seno el germen
del totalitarismo. La tecnología moderna realiza un uso instrumental y repre-
sivo de la razón. Será Erich Fromm quien procederá a fusionar el marxismo con
el psicoanálisis freudiano; para este autor el ''mie do a la libertad" const ituye la
génesis del Estado totalitario. Se genera lo que Marcuse definirá como un "hom-
bre unidim ensional ", cuya única salida será el ·'Gran Rechazo" de la sociedad
represiv a que constituye la civilLzación occidental. Estas ideas co nfigurarán el
sustrato ideológicode la "contracultura" y las revueltasestudiantilesde los años
sesenta del pasado siglo. Las minorías -étnicas, culturales, sexuales-, los mar -
ginados y explotados representarán la esperanza de una subversión radical. Di-
cha visión, directa o indirectamente recibida de sus impulsores , va a tener una
gran i11fluencia en la confo rma ción del pensamiento de la segunda mitad del
siglo X.X.La hostilidad a la r azó n totalizadora occidental es la constante de va-
rias generaciones de crít icos culturales. La reivindicación de las "micro logías"
y los saberes sometidos impregnara el pensamiento deconstruccionista de De-
rrida (judío), la analítica del poder fouca ult i.ana, la ap uesta post moderna de
Lyotard o el "pensierodebole" de Vattimo. La difusión de todo ello en Estados
Unidos sient a las bases del surgimiento de los Cultural Studies, el pensamiento
postcolonial y el multiculturalismo. Ya la pensadora judía Hannah Arendt, para
algunos precursora-fundadora de la visión postcolonial, en su libro Los oríge-
nes del totalitarismo relacionó el ei;píritu ilustrad o con el impulso colonizador
y éste a su vez con el nazismo. Para el marxista francés, posteriormente con -
verso al islam, Roger Garaudy: "Occidente es un accidente". La judía nortea -
mericana Susan Sontag afirmará con contund encia: "Mozart, Pascal, Shakespeare,
los gobiernos parlamentarios, la emancipación de las muje r es ... no redimen lo
que esta civilización ha forjado en el mundo. La raza blanca es el cáncer de la
historia human a': El movimiento postcolonial t iene un h ito importante en
la publicación de los condenados de la tierra de Frantz Fanon, para el autor la
verdadera descolonización U11plica la destrucción total de la cu ltura occidental
impuesta , con la violencia y el derramamiento de sangre que sean necesarios .
Se instaura así un ena ltecimiento, por parte de los intelectuales occidentales, de
r la figura del terrorista político del tercer mundo. Posteriormente, los indios , ra-
dicados en las universidades norteamericanas, Gaya tri Sp ivak, Dipesh Chakra -
l barty y Homi Bhabha han desarroUado las bases de la co rri ente postcoloniali sta
[ actual y de los llamados estudios subalternos . De importancia capita l, también
en este ter reno, ha sido la obra d el palestino Edward Said, quien acuñará el tér-
1 mino "orientalismo" para señalar el imperialismo presente en la cu ltura occi-
dental.
(
Dent ro de esta tendencia cabe señalar la emergencia de una corriente judía
r que va a denun ciar la co lonizac ión del pensamiento y la religión judíos por la
tradi ción cristiana. En este sentido cabe destacar a Benny Lévy,quien preconi -
za una ruptura radical con la filosofía europea, p ropugnando un retorno a la
religión jud1a y al profet ismo bíblico. Un marco metafí sico para este retorno lo
encontramos en el pensamiento del filósofo judío francés Emmanue l Lévinas.
7J
J
1
Basten estos meros apuntes para constatar cómo los pensadores judíos del
siglo XX,radicados en países occidentales, han contribuido también a constru ir
una contundente crítica a la cultura occidental, que constituye el sustrato con -
ceptual en el que hoy nos encontramos .
LA CULPABILID AD DE OCCIDENTE
74
insidiosa globalización. Un nuevo nazismo recorre el mundo , en mas ca rad o
como lucha de los desheredados de la tierra o co mo nacion alismo reactivo, y
parece que hoy, como ayer, buena parte de los int electuales, vuelven a ser cie-
gos o cómpli ces.
Europa pretende una posición conc iliadora con la qu e hacerse pe rdon ar su
pasado colonia l. Occiden te em pieza a identifi carse prio rit ariamente con Esta~
dos Unido s, cua ndo este término comien za a ser no sólo sospechoso, sino fran -
camente acusatorio.
Muchos so n los ben eficiarios de esta co nfigur ac ión ideológica hoy predo -
min ante que demoniza la cultura occidental: los int electuale s "crít icos" al esti-
lo de Negri o Ch.omsky se alzan co mo inma culados acusadores del imperialism o;
los propul sores de los est udi os postco loni ales y subalternos conso lidan su pres-
tigio académico precisamente en los departamento s de las univers idade s nor -
teamericanas cuya soci ed ad tanto denigran; los dirigente s po líticos promueve n
en los organ ismos de la Unión Europe a un int eresado ang elismo bajo la termi -
nología grandi locuente de ''Alianza de Civilizaciones'' o ''Diá logo Euro-Medi-
terráneo" ; los movimientos alterm un distas int enta n socavar las estru cturas
democr át icas en su denun cia al capital ismo global , el populi smo de Améri ca
del Sur legitima una i mpronta dictator ial en su antiameri canismo ; finalment e
el yihadi smo intern acional se beneficia de tod o esto en su lucha contra Occi -
dente y el gran Satá n. La fascinació n de la izqu ierda radical desea encontra r, en
estos elem ento s, aliado s para un renacer del impul so revolucionario .
Curi osamente, de todo s los que han contribu ido a conformar esta crítica a
la cul tur a occidental , hay un grupo que no só lo no ha resultado benefic iado,
sino que ade má s ha quedado marcado con el estigma de la igno minia: Israel.
El judío ha pasado de cons tituir el emblema de la VÍctima , humillada y perse -
guida, a convert irse en el co lono imper ialista y n azi. Por una paradój ica e ig-
nominio sa inversió n, el ser tildado de nazi in corpo ra la herenc ia de barbarie
que en el pasado promovió su propio e.Kterminio .
LANUEVA JUDEOFOBLA
75
El buen judío es el judío muerto, el que pereció en los campos de concen-
tración, al que se le rinde constante homenaj e co n los memoriales del Holo -
caust o, para salvar la buena conciencia de quien, como ha venido ocurriendo a
lo largo de la historia, considera al judío vivo un problema. Los israelíes en blo-
que, independientemente de su adscripción icleológ-ica,son asim ilados a lapo -
sición política del Estado de Israel , al qu e, si n entrar en la valora ción de sus
acciones, se le niega su derecho como nación. Los judíos de la diá spora sólo de -
jan de ser sospechosos si hacen pública profesión de fe de su antisionismo. Quie-
ro aclarar que no estoy aquí analizando la políLica exte rior de un pais, Israel, ni
enjuiciándola -e llo requeriría un estudi ó histó rico, geoestratégico, que porme-
norizara los momentos, las posturas de los di versos partidos políticos, las fases
de sus conflictos territoriales, etcétera-, úni ca mente pretendo mostrar lo que,
a mi modo de ver, constituye una visión disro rsionada, intencionadamente con -
fusionista desde el punto de vista interna cion al, en la que peligrosamente se in-
diferencian términos como ·"judío", "israelí", "Es tado de Israel", "gobierno de
Israel", "judaísmo " y "sionismo '', y configuran así un todo amalgamado que está
sufriendo un proceso no matizado de demoni zac ió n.
Diversos pensadores, principalmente judíos, vienen advirtiendo de lo que
no dudan en denominar nueva judeofobia , como pueden ser Bat Ye'or, Ber-
nard - Henri Lévy, André Glucksmann, Alain Finkie lkraut, Pascal Bruckner o
Gustavo Daniel Perednik.
Para Bat Ye'or el punto de inflexión en la política europea tiene lugar co n la
crisis del petróleo de 1973. Los Estados europeo s para evitar el boicot intensifi -
can las medidas diplomáticas que garanticen la cooperación, así se funda la Aso-
ciación Parlamentaria Europea para la Cooperación Euro-Árabe (APCEA). El
Diálogo Euro -Árabe propicia numeroso s encuentros entre el Parlamento Eu-
ropeo y la Unión Parlamentaria Inter árabe, y entre ésta última y la Asamblea
Parlamentaria del Consejo de Europa; la Co nferencia de Barcelona o el Forum
Parlamentario Euro -Mediterr áneo serán otras iniciativas. La autora remarca
cómo los países ára bes pusieron una ser ie d e cond icione s po líticas para llevar
a cabo los acuerdos de coo peración econó mica co n los países de la entonces
Co munidad Econ óm ica Europea, lo qu e implicaba un rechazo de la política is-
raelí, la vuelta a sus front eras de 1949 y la presencia de la O rganización para la
Liberación de Palestina (OLP) en todas las negociaciones . A partir de ese mo -
men to, todo s los encue ntro s euro -medit erráneos guard an un prudent e silen-
cio sob re la vulneración de los derechos democ ráticos en los paíse s árabes,
insiste n en la necesidad de cooperac ión econ ó mi ca, cultu ral, migratoria e in-
cor poran manife stacion es de rechazo más o meno s contundente s a la política
israelí. Para Bat Ye'or, lo que en principio fue un oportunismo político habría
ido generando desde las más altas instancias co munitarias un clima de anti se-
mitismo proárabe del que los europeos son las primeras víctima s.
Para Pascal Bru ckner es la culp abilización de Occ idente la qu e hace que un a
parte de la izqu ierda entroni ce el icono de Palestina co m o la punt a de lanza de
los desheredado s. La centralidad del conflicto de Oriente Próximo se manifi es-
ta prim ero como una obse sión y po ster iorm ente a trav és de una reproba ción
de Israel: "N uest ra aprehen sión de O riente Próx imo es menos política que psi-
cológica: no se trata de extinguir una fuent e de tensione s, de reco nciliar a los
hermanos enemi gos, sino de pro lo ngar sobre un teatro extranjero nuestra s pro -
pias mitologías ''.•
Una importante contribu ci_ón al análisis de este pr oceso la encontramos en
el libro de Pierre -André 1aguieff La Judéophubiedes Modernes.2 Tras un repaso
históri co del anti semitism o que iría de la Ilu str ació n a la Yihad mundiaJ, el au -
tor seña la una nu eva configuración. El actµa l odio al judío se enmarcar ía hoy
dentro de un más gene ral od io a Occ iden te, co n lo cuaJ adq uier e un tono "pro-
gresista" para bu ena part e de los intele ctua les.
En palabra s de Tagui eff: " La guerra declarad a a los 'judeo-cruzados' po r el
islamismo radi cal. sobre las base fan tasmát ica de un 'co mplot america no-s io-
nista' co ntra el islam y los musul m anes( ... ) pone en ev idencia una tran sfo r-
mación decisiva de la imagen de los judíos en la mitología antijudía contemporánea,
cuyo campo de d ifusión , lejos de reduci rse al islamismo yihadi sta, no cesa de
pro lon garse por los efecto s co n¡ugados de la co nte stac ión 'altermundialista ' y
una nu eva ola de tercermundi smo centr ada sobre un antiam eri canismo dia-
bolizador. ( . . . ) La occ identalízación de los judíos adquiere su int ens idad polé-
mica máxima en su ameri canización, la cua l cons titu)'e hoy el más potent e modo
de deslegitimaci ó n ideo lóg ico- po lítica de un adve rsar io". Ésta sería a gra nd es
rasgos la caracterizac ión de lo que Taguieff denomina " la aparición de un nue-
vo régimen de judeofobia ".1
1
r 'BRVC~NtR,P.JScal , Lt11ym111e,/1·fo pr1111r,1u:,
PJr1s,Grasscl,.wo6, pág. So
r
1
TAQU1ífPicrrc -André, La /11tlr1>pli.,l11,•
de~MC1tlernes, Paris. édítío11sOdilt Jacoh. 200ft
1TAQtllH, Pierr~ ·A11Jré, Tri111111
c 11111•1•,
nº 19, ¡ulto-ag0s to de 2008 .
r 77
j
Según esta visión , y lo ya mencionado, hemos comprobado cómo a lo largo
de la historia el pueblo judío, tantas veces señalado como opuesto a Occiden-
te, cuando esta noción era percibida como modelo universal positivo, alcanza
un punto de inflexión cuando Occidente em pieza a ser percibido como plas-
rnación de un imperia lismo mortífero. Si en un principio son los pensadores
judíos de la escue la de Fra nkfurt quienes potencian esa denuncia que inscribe
en las entrañ as de la cultura occid ental las raíces destructivas que culminan en
el Hol ocausto, p ronto dicha denun cia se volverá en contra de los propios ju-
díos . La figura del judío como icono del humillado y perseguido será sustit ui-
da por la del palestino . El estado de Israel pasará a ser la ejemplificación del Mal.
Existe un desplazamiento en el que se confund en y a veces se igualan los tér-
min os " fsrael': ''sionismo': "judí o". El antis ioni smo sería, como indi ca Jankélé~
vitch, "el permiso de ser democráticamen te antisemita''. La condena del Holocausto
actúa como coa rtad a, de forma que la crítica a Israel esté a salvo de la acusa-
ción de antisem itismo. Si en la coyu ntura actual del conflicto de Oriente Pró-
ximo, el palestino asume Lascaracterísticas victimarias que antes caracterizaban
al judío, éste sufre una perversa transformación: los actuales judíos, se dice, son
los nazi s de hoy, actúan como elJos; se realiza así una efectiva reductioad Hitle-
rum. Lo que implica un flagrante sinsentido lógico, pues lo que más caracter i-
za al naz ismo es el antisemitismo, por lo cual si nazi= antisemita, y judío=
nazi, entonces judío = antisemita.
Repasemo s el proceso de este int ercambio simbólico perverso. Cuando Oc-
cident e es potente, el pueblo judío es culpable. Cuando Occidente es culpable,
en un prim er momento el pueblo judío es la víctima, en un segundo momen -
lO el pueblo judio- integrado en el eje del Mal, Estados Unidos e Israel- es igual
a Occidente, por lo tanto, culpab le. En una tercera fase, una parte de Occiden-
te, Europ a y los intele ctuales críticos norteamericanos pretenden lavar su cul-
pa transfiri éndola a Israel como quintaesencia del Occidente culpable. As[, sólo
qued a un último e irreductible enemigo, el Mal es Israel únicamente, los judí-
os que manipulan la polít ica de Estados Un ido s.
CONCLUS IÓN
A través de lo ya seña lado, creo que he pu esto de manifi esto que la percep-
ción del pueblo j udío co n respecto a la no ción de Occidente ha sufrido y está
sufriendo un it inerario co mpl ejo. Analizar las posiciones geoestratégicas inter -
78
nacionales, la actua l situac ión del conflicto de Oriente Medio , el rechazo o crí-
tica de la política israe lí en Gaza y Cisjordania, los cauces de entendi miento en -
tre el Estado de lsrael y el pueblo palestino requeriría de un espacio y un estudio
en el que no he querido entrar. He deseado moverme exclusivamente en el te-
rreno ideológico, apunta r algunos trazos de cómo Occidente ve hoy no sólo a
Israel, sino al judaísmo. Y lo que es más relevante en el conjunto del presente
libro: cómo la aprehens ión de la identidad judía responde al propio proceso
psicológico en el que Occidente se reconoce a sí mismo. Ser consc ientes de ello
puede ayudar a entender una sit ua ción que no se resuelve en un simplista ma-
niqueísmo. Es necesario estar alerta. La ceguera ante el crecimiento del antise -
mitismo en la Alemania de los años treinta y sus terribles consecuencias deberían
servirnos de enseñanza. Los ojos de todas las víctimas inocentes reclaman un
esfuerzo de prudencia y ponderación.
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LA CULPAB I LIDAD DE OCCIDENTE
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Quisiera desarrollar un poco má s cómo opera la culpabilización de Occi -
dente en el pensamiento actual, que tiene , como acabamos de ver, una larga tra -
f dición en los intelectuales del siglo XX.Actualmente, y también lo he señalado,
el llamado "choque de civilizaciones" (Huntington) hace que los pensadores
críticos busquen situarse del lado de aquellos que denuncian el imperialismo
occidental -siendo en este caso el elemento emergente el islam - , para esto es
necesario reescribir la historia de las relaciones entre Oriente y Occidente, in-
corporando el islam como raíz de la cultura europea. Así, si volvemos la vista
al pasado, la conquista por el islam de territorios europeos deberá presentarse
como una liberación y la recuperación de las tierras ocupadas -léase Recon-
quista, fundamentalmente la hispánica tras ocho siglos de ocupación-, como
un genocidio y comienzo del colonialismo.'
Para ambos tema s me detendré en dos libros: La tyrannie de la pénitence.Es-
sai sur le masochisme occidental,2de Pascal Bruckner y Aristote au mont Saint-
f Michel. Les racines grecq11cs de l'Europe chrétierme de Sylvain Gouguenheim. -'
l
r EUROFO BIA : CUL PA Y N EGACIÓN
Lejos quedan ya aquellas obra s con las que, al final de la década de los seten -
ta, se dio a conocer Pascal Bruckner en coautorla con Alain Finkielkraut: El nue-
vo desorden amoroso y La aventura a la vuelta de la esquina; en ellas, de forma
1
Ror11\l cu~z MA(;t>A. Ro.~aMarín, lnexisrente Al A1111"/11s n los i11u,le, 111al
. Oc có111 e; rei11ve11t1111
el isln111.
[ Ovicdu,Nobel. zoo8.
'13RUC~NEk,Pa,cul, lo tyramúc de /¡¡pc,riterice. f:ssnimr le 1mrsoclti m1e occirle 111nl
, París, G rassel, 2006.
·' Gout:tiF.NIIF .IM . Sylvai11.
llrisrofo,111 m,m1Snnt·Michc/. les racincs~recc¡ues de /'E11r11p e chrénic1111c, Paris,
[ Scuil. 2008.
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ágil e irónica, se repasaban alguna s modas intelectuales y personales postMayo
del 68. Aquellos jóvenes irreverente s defendían la libertad, pero tenían ya la lu-
cidez de distanciarse de antiguo s y nuevos catecismos ideológicos . Su evolució n
teórica los ha llevado a defender posturas por las que sus crít icos los han en-
globado en el movimiento de los denominados "nuevos reaccionarios". Sin duda
tal calificativo comporta un án imo descalificador. ¿Es que no ex.iste una urgen-
te dignidad intelectual en reaccionar frente a todos los fundamentalismos? Cier-
tos discursos que se autoproclaman progresistas se hunden en los tópicos más
trasnoc hados, aunando paradójicamente el relativismo con - lo qu e es peor-,
el guiño cómplice hacia algunos totalitarísmos. ¿Por qué desde la izquierda se
sigue reiterando el erro r históri co de elegir como compañeros de viaje a los ene-
migos de la libertad?
La tyrannie de la pénitence.Essaisur le masochismeoccidentalde Pascal Bruck-
ner pone el dedo en la llaga en el tema que estamos tratando: la culpa de Occi-
dente. Una lista de grandes desmanes caracterizaría nuestra hjstori a: guerras,
persecuciones religiosas, esclavitud , colonialismo, regí.menes totalitarios . .. Nues-
tra responsabilidad actual sería asumir la vergüenza e intentar hacernos per-
donar ese pasado. Tal aseveración, que se encuen tra explícita en gran parte de
nuestros teóricos, se ha infiltrado en el inconsciente colectivo y es háb ilmente
utilizada por todos aque llos pueblos que ahora, bajo la pátina de la legitimidad,
intentan resarcirse o, sencillamente, vengarse. Pero ¿debemos sin más acepta r
esta leyenda negra?, ¿se corresponde con la realidad?
Para Bruckner el antioccidenta lismo forma parte de la propia tradición eu-
ropea de Montaigne a Sartre. Existe un olvido selectivo, fruto de un tercer-
mundismo militante, queminimiz-a el horror del maoísmo, de los jemeres rojos,
de las guerrillas suda merican as: "El Gran Timonel y sus 70 millones de muer-
tos, las masacres de masas de Poi Pot, la represión vietnam ita y el éxodo de los
boat people,la dictadura de Saddam Hussein, el delir io obscurantista de los mu-
lás en frán, el fascismo cubano, la guerra civil argelina, la deriva de los diversos
socia lismos tropicales, sin contar la corrupción, el empobrecimiento, el nepo-
tisrno''.1 Frent e a la denigración de la época colonial, se olvida que es el Africa
independient e la que ha conoc ido los mayores horrores: "El reino mortífero de
Negus Rojo , Mengistu, las bufonedas macabra s ele un Amin Dada, de un Sékou
Touré o de un Bokassa, la demencia de un Samuel Doe y de un Charles Taylor
en Liberia, los diamantes de sangre de un Foday Sankoh en Sierra Leona, in-
1 BRUCKNER.
Pascal,Uf>. cit.,lJílj;. 2j .
ventor de la mutilación short sleeve,"hasta el codo ': y long sleeve, "has ta el hom -
bro': la utiliza ción de los niños soldados, de los niños muerto s, golpeados, dro -
gados, los campos de deten ción, las violaciones colectivas, sin olvidar el conflicto
interminable entre Etiopía y Erit rea, las guerras civiles en el C had, en Sudán,
en Somalia, en Ugand a, en Cos ta de Marfil , las prácticas antropofágicas en el
Congo, los crí mene s contra la humanid ad en D!!rfour y, last but not least, el ge-
nocidio de Rua nd a y la guerra de los Grandes Lagos con sus tres a cuatro mi-
llones de víctimas de sde 1998''.1
La ide a de que somo s culpable s por "n uestra riqueza insolent e" y nuestra
''economía predadora" ha llegado a servir de justificación a los ate ntados del 11$
y los po steriores de Madrid , Londres, Parí s, Bruselas, en un a perve rsa piru eta
que transforma a las víctim as en culpable s y a los asesinos en víctimas deses -
peradas. Qu e éste sea el argumento del yihadisrno internacional no sorp rende.
lo que causa est upor es atisbar el proceso mental por el cual es defendido por
los propios intel ec tuales occidenta les. Co mo Bruckner ha señalado: "Igual qu e
hay predicadores del odio en el islamismo radical, hay predicadores de la ver -
güenza en nuestras democra cias, sobre todo en las elites pen santes, y su pro se-
litismo no es menor''. 2
El islamo -izq uierdismo cierra los ojo s ante el tota litarismo religioso, con -
fiando en la fuerza revolu cionaria del islam frente al capitali smo libera l. Esta
compl icidad aparece en amplios sectores de la izq uierda , que sitúan primero su
ant iamericanismo y su antisionismo - un antisionismo qu e openas esconde el
resurg ir de la judeofobia- frente a la d efensa de las libertad es. Al promover
el relativismo cultural, se resta legitimidad a los valores occid ent ales, rebajado s
al nivel de meros prejui cios, y el ejercicio de la crítica queda estigmatizado co n
el cafjficativo de islamofobia , co nvirtiendo el islam en un tema intoca ble, a ries-
go de ser p eligrosa mente etiqu etado de " islamófobo" . Es el racismo d e losa n-
tirra cist as. Pero una cosa so n l:ts ac titud es ant imu sul man as, en todo punto
rechazable s, y otra bi en distint a el aná lis.is libre. las acciones tota litarias que el
islamismo político radi cal pretende j ust ificar.
Para Bru ck ner, esta debi lidad occidental, que busca ante toJo la no be lige-
rancia, proviene de la expe riencia de las do s guerr as mundi ales; tras el horro r,
el primado de la paz se convier te en un requ isito cap ital, que muchas veces bus-
ll
1
. Pascal, op, cit.. póg.25,
BRUCKNEII
1 ' t bid,. pág. JJ.
1
ca simplemente la tranquilidad aun a riesgo de determinadas cesiones . Así "el
Viejo Mundo, globalmente, prefiere la culpabilidad a la respo nsabilidad".•
Resulta necesario recup era r la propia estima. Ningun pueblo está libre de
momentos oscuros en su historia, pero Europa viene ejerciendo desde hace mu-
cho una saludable autocrítica, y precisamente gracias a ella ha logrado desem -
barazarse de la esclavitud, del absolutismo, del colonialismo, de los totalitarismos
fascistas y com unist as; un ejerc icio de la razón, del consenso y la democracia
que para sí quisieran tantos regímenes que hoy parecen anclados en la Edad
Media o en el primitivismo más tribal. La deuda de Occidente frente a aquellos
pueblo s que tiempo atrás dominara es, en primer lugar, reconocer dicho pasa-
do y, posteriormen te, intentar ayudarlos a lograr acceder a un régimen demo-
crático, respetuoso de los derechos humanos, pero en modo algu no debilitar
nuestros valores dejando libre espacio a com unitarismo s reactivos. La demo-
nización de Occiden te pretende establecer una línea de continu idad entre el im-
perialismo y el totalitari smo, que hoy debe ria pagar co n su desintegració n
multicultural. Los derechos cu lturales de las minoría s identi tarias, a menudo
internam en te totalitarias, lavarían las culpas en la autoinmolación de Europa.
Como si Europa no tuviera derecho a su cultura , su tradi ción, sus valores, pre-
tendida mente teñidos de ignom inia . Es la paradoja del pluralismo, ¿hasta qué
punto una sociedad abierta debe admitir las reivindicaciones de aquellas co-
munidades que la ntegan ? Un pluralismo meramente procedimenta l que re-
nuncie a todo ideal comprensivo se convierte en la cáscara vacía, debilitada e
inane. La libertad, la igu aldad, el consenso, la autonomía ... son valores carga-
dos de conten ido y de historia, que Europa debe defend er co n org ullo . La tole-
rancia no es la incüferen cia frente a los fanatismos, sino un programa que busca
garantizar las libertades para todo s, cualquiera que sea su credo u origen étni-
co, frente a la demagogi a de tantos esclavos y colonizados imaginarios. En ello
debe consis tir el verdadero diálogo intercultural. La ciudadanía no puede con-
vertirse en un salvoconducto sin contrapartidas, implica algo más profundo: la
aceptación de la identidad nacional europea, la recipr ocidad en el respeto a las
creencias, la no vulneración del Estado de derecho y el pri01ado de la autono-
mía individua l. Únicamente un fortalecimiento moral puede salvaguardarnos
de la tiranía . Hace falta acabar con el chantaje de la culpabilidad, y el libro de
Bruckner representa una valiosa invitación a reconocer cuáles son las trampas
86
en las qu e bu ena parte de la int electualidad occ idental está cayendo, qué fana -
tismo s se beneficia n d e ellas, cu ánta s compli cidades no explícita s encenagan la
lucid ez. Esta visión es tachada de neorreac cionaria y tal vez ten gan razón , por -
qu e ho y lo más urgent e es reaccionar ant es del desastre.
Las polémicas int electu ales p ueden ser terr iblemente agre sivas, pero la res-
pu esta ante la pu blicación del libr o de Sylvain Go uguenheim A ristote au rnont
Saint-Michel. Les m cínes grecques de l'Europe chrétienne mer ece un análisi s so -
ciológico qu e va más allá de las eventual es rencillas académic as .
Sylvain Go uguenh eim es prof esor de Histo ria Medieval en la Escuela Nor -
mal Sup erior de Lyon . S us trab ajos ant erior es no habían alcan zado resonancia
más allá de los ámbitos especiali stas, y, en prin cipio, el título d e su últ imo libro
no pre sagiab a las brutal es reaccion es qu e ha cosechado . Pero las tesis en él ex-
puesta s contr adicen la versión oficial, no só lo defendida por historiadores, is-
lamólo gos o esc ritores tanto o ccident ales co mo musulmanes, sino también
difundida por un a vulgata int electu al de más amplio alcance , según la cual el
renac er cul tural y científi co de la Europa med ieval e incluso del Renacim iento
sería deudor del esplendor de la cultura ar abo-musulmana, que habría preser -
vado , desarr ollado y tran smitid o el saber greco ~helenístico. Esta deuda impli-
cada la ace pt ac ión de las ra íces mu sulmana s e n la cultura europea , y, en
conse cuencia, tambi én qu e sin el co ncur so de ese islam ilustrado , Europa no
habrí a salid o de su épo ca sombría. Com o afir ma el autor: " No se trata sola -
mente-de decir que un pu eblo y su lengua han t ras mitid o un sab er, sino de atri -
buir a una civilizac ió n y a un a religió n un a sup erioridad cultu ral sobre sus
vecinos, y un pa pel d e m at riz':, Esta visió n tiene un implí cito sesgo ideo lógico,
presenta la imagen de un Occ iden te brut al, empe ñado desde su o rígenes en un
impul so destr ucto r y do min ado r, "los eu ropeos sería n una espe cie de bárbaro s
al haber ve ncido po r la fuerza d e las ar m as a q uienes eran sus m aestro s en espi-
ritualidad y en ciencias': 2 Aunqu e el auto r no lo cita, esto tambi én pu ede perci-
~ f birse en la paulatina desaparición en los te..\.1:0s
españoles del términ o "Reconquista':
sus tituid o en algu nos casos po r "colonización cristiana de los terri to rios ocu-
[
1
G OVGUtNI IF,l~I . !iylvain. op. '11., pág. 13-
1 2 lbícl.. pág. 17.
1 87
1
r
pados por los musulmanes", obviand o la conquista musulmana de la Hispania
medieva l, presentada incluso como recepción j ubilosa y cuasi pacífica de una
cu ltura superior. Se propala así una versión que , bajo un manto apare ntemen-
te conciliador de una Euro pa multi cu ltural , escond e la introy ección de la cu l-
pa occidental, lúc idam ent e mostrada por Bruckner, como hem os visto, en su
libro La tyrnnnie de la pénitence. Un autood io que acaba por igualar lo políti-
cam ente correcto con lo islámi ca mente correcto.
Frente a ello, Gougue nheim recuerda datos, que, aun no siendo desconoci -
dos para los especia listas, son a menudo tende nciosamente minu svalorados, a
sabe r: los primeros conquistadores árabes no poseían una cultura propia desa-
rrollada, el esplendor de la época abasí se nutre de los sabe res greco- helenísti-
cos mantenido s en los territorio s ocupados de Oriente Próximo, la casi totalidad
de los t raductores fuero n cristianos, sabeopa gano s, judíos, zoroastrianos .. . y
su o rigen muy diverso: egipcio, sirio, judío y sobre todo persa . No podemos sin
m ás identificar como islámica la cultu ra produ cida en árab e como lengua im-
perial de transmisión. Los texto s gr iegos clásicos jamás se perdi eron en el Im -
perio rom ano de Oriente (Bizancio). Las relacione s entre Bizanci o y Europa
fueron má s fluidas de lo que se quiere hacer ver, a pesar de la ocupacíón mu -
sulmana d el Mediter ráneo, lo que fracturó la normalidad de un intercambio
que hubier a sido natural. Se tiene constancia de traducciones de orig inales grie-
gos en la Europa del siglo XII ...
Pero Gougue nheim da un paso más. facqul;!Sde Venise hab ría traducido en
el Mont Saint -Michel la obra inte gral de Aristóteles desde 1127 hasta la fecha de
su muerte en 1150, mientras que Gerardo de C remo na no habría comenzad o
sus tradu cciones an tes de 1165. Por consiguiente, los estudio sos europeos ha-
bría n tenid o a su disposición las obras de Aristóte les, y otras tr aduc idas direc-
tamente del griego, antes de que en la Escue la de Traductores de Toledo se
co menzaran las vers ion es a partir del árabe, y por supuesto, mu cho antes de
que Guillermo de Mo erb eke a finales del siglo xm buscara las fuente s or igina-
les griegas aristoté licas. La helenización no habría realmente calado en la cul-
tura islám ica. Los intercambios ent re el islam y la cristiandad fueron mínimos,
serían los europeos quienes por sus propios medi os buscaron las obras a través
de las relacion es con Bizancio y no co mo consec uencia de las traducciones ára-
bes de España o Sicilia. La heleni zación y renac ími ento cu ltural de la Europa
medieval fue fruto de los propi os europeos. La impregnación ele-la cultura is-
lámica en la europea fue escasa: mientra s la p rim era emana del Corán y la sha-
s!l
ria, las raíces cultura les de Europa proceden de la cul tura griega, el derecho ro -
mano y la cul tur a crist iana.
No puedo aquí entrar a comentar en detalle todas sus aseveraciones . Mis
principa les discrepancias se centran en la absoluta invisibilización que hace de
España en sus análisis. Aun cuando yo he crit icado amp liamente la mitificac ión
que actualmente se realiza de al-Ánda lus' como supuesta época de conv ivencia
idílica entre las tres cu ltur as y mode lo avanl la lettrc de la Alian za de Civ iliza-
ciones, resulta mezquino obviar la importancia de la Hispania medi eval. Es le-
gitimo reconocer que, en al-Ándalus, gracias a la revolución cultural protagonizada
por el fundador de la dinastía alm ohade, Ibn Túmert, y los cal ifas posteriores,
se promulgaron los saberes y conocimien tos traducidos en Bagdad ; el califato
de Córdo ba (929-1031) configura tres siglos de apogeo cultu ral español. Y no
hay que olv idar que la mayor parte de los filósofos más relevante s de la cultu-
ra arabois lámica: Avempace, Aventofail, Aver:roes, Abenházam y Abenja ldú n
son hispanoárabes, ni tampoco que la ciencia hispanoárabe se nutre en princi -
pio de fuentes visigodas y latinas 1 así como persas y griegas. Por otro lado, las
prim eras traducciones del ár abe al latín se realizan en la Marca Hi spá nica a me -
diados del siglo x. Fru to de la huid a de los mo zárabes ha cia el norte, Ripo ll y
Vic se convierten en cen tros de gran actividad cultu ral, allí estu dia Gerberto de
Aurillac (945-1003), luego papa Silvestre H. Ya en el siglo XI encontramos un
ampl io número de tradu ctor es de l ára be al hebr eo como Ibn C hicatella de Za-
ragoza o Ish q. b. Reuben de Barcelona. A partir del siglo XII España aco ge a
múltiples eruditos, sob re todo debido a la protección del arzobispo Raimundo
(1125-1152), que pasa po r ser el creador de la llamada Escuela de Tradu ctores de
Toledo, la cual má s que una sede r epresenta la actividad de dic ho enclave, aw1-
que son diver sas las ciudades donde trabajaron. Podemos citar entre los más
conocidos a Platón de Tivoli (Barce lona), Hugo de Santalla (Tarazona) o Ge-
rardo de Cremona (Toledo ). Especial relevan cia tuvieron Juan de Sevilla, Do-
mingo Gonzalez, Moses Sefardí, Abraham b. 'Ezra. La actividad filosófica en la
España cr istiana del siglo XII se centró en las tradu ccio nes de los autores grie-
gos que se conocían por las version es árabes, en especial Aris tóte les, aunque
también cabe desta car la traducción que Juan de Sevilla realizó d el filósofo ju-
dío españo l Salomón Ben Gab iro l. Ge rardo de Cremona fue el prin cipal tra -
ductor d e Aristóteles y de alg una s obras falsamente at ribuida s a él. C iertas
y (>
LA IDENTIDAD CULTURAL EUROPEA
y L .A s p o L Í T [ e As D E I N M I G R A e I óN
IDENTIDAD CULTURAL
El principio de identidad, según la lógica clásica, afir:maba que una cosa era
igual a sí misma. Pero sabemos que esto, que parece el fundamento de todo ra-
1
zonamiento, es só lo aproximadamente preciso, dado que todo es un constante
r fluir de cambios. Ahora bien, en m ed io de ese devenir las cosas adquieren una
serie de características que nos las hacen reconocib les. Esto mismo ocurre co n
r la cultura. Si una posi ción inmovilista nos llevaría al quietismo, la postura con-
trari a disolvería el conjunto en una heterogeneidad indistinguible. Toda iden-
r tidad surge de una dialéctica entre lo Mismo y lo Otro, el afán de permanencia
l incorpora en sí elementos en principio extraños, que va asimilando, dando lu -
gar a un conjunto que adquiere nueva co herencia. Y aun cuando toda cultura
l es fruto de múltiple s influjos, resguarda unas señas propias que la hacen dis-
tinguible de otras. Entendemos aquí cultura como el conjunto de formas d e
vida, valores, tradiciones, creencias ... que caracterizan a un grupo social.
1 Las culturas poseen diversos niveles de conc reción o generalidad que con -
viene precisar. En la dimensión que nos ocupa, debemos preguntarnos si, ade-
r más de las raíces culturales indi vidua les, que pueden co incidir o no con el lugar
[ en el que el individuo reside, la cultura local propia y la cultura nacional, po-
demo s hablar de cultura supranacional, esto es: ¿existe un a identidad cultural
europea? Y en tal caso, ¿en qué medida ésta debe reconocer o integrar en su seno
las culturas locales, nacionales o los rasgos distintivo s de los co lectivos de in -
r migrantes?
Empecemos por el primer interrogante para tratar en siguientes apartados
r el segundo.
9J
Tzvetan Todorov delimitó así los trazos de la identidad cultur al europea:
"Los paí ses europeos so n todos herederos de un a civilizació n que se estab leció
en el continente hace más de veinticinco siglos, en Grec ia, después en Roma.
Han estado todos marcados por la religión cristiana , la cual se ha afirmado en
contin uid ad y oposición al judaísmo y al islam. Han apro vechado un auge tec-
nológico común, ligado al Renacimiento, y alguno s se han lanzado desde el si-
glo XVI, a conquistas coloniales en los cuatro continen tes del mundo -a nt es de
ver, siglos más tarde, a los antiguos co loni zados instalarse entre ellos en las an-
tiguas metrópolis-. Estos diversos ingredientes de su pasado, y muchos otros
todavía, los europeos no quieren ni pueden olvidarlo s".•
El listado de las claves de la cultura europea suele ser coincident e en múlti -
ples autores: Grecia, Roma, la Europa de las catedrales, la {lustraci ón, los fun -
damentos de la democracia moderna ... Ello tiene una serie de elementos a veces
paradójicos que convie ne analizar:
94
J ello obliga, por un lado, a revisar sus concepciones, su pretensión de universa -
lidad, pero no impugna su afán, y por el otro, le otorga todo su derecho a de -
11
~- fenderlo como identidad cultural propia.
:{ - En este sentido de afán cabe entende r la reivindicación de los valores euro -
t- peos que realiza Todorov en la obra citada, y que a su vez comenta Zygrnunt
1:
95
.(
1
No obstante, en cuanto principios asumidos por la civilización occidental,
no bastan para completar el rostro de la identidad europea, que bebe en la di-
versidad de sus pueblos, sus tradiciones, sus lenguas yen la voluntad de forjar -
se un futuro común. Se trata, pues, de seguir reflexionando sobre cuál es la
dimensi ó n de la identidad europea, en la que para algunos co nstituye la era
postnacional y de la globalización -si debemos aceptar tales denominaciones
de forma inexcusable -; se tra ta de considerar, como apuntara Derrida, no sólo
las fronteras geopolíticas de Europa, sino también sus "fronteras espirituales''.
Porque las fronteras se cruzan, pero existen .
¿UNAEUROPA POSTNACIONAL?
1
do para explicar el mundo actual, globalizado ; intercultural, en el qu e lasco -
-r munidadesreales responden a múltiplesidentidadesy lealtadescruzadas,y la
libertad se mide por el grado de acceso, de inclusión. Las organizaciones de la
sociedad civil, las diáspora s culturales , las regiones ...• afirma este pensador, ad -
quieren un nuevo protagonismo por encima de los tradicionales límites del Es-
tado nación. Europa tiene hoy co mo reto pres ervar su herenci a cultural y
mantener el estado del bienestar, en una coyuntura en la que el descenso de -
mográfico y el asentamiento de grandes flujos de inmigración, con el horizon -
te -a ñado yo-de una crisis económica interna cional, presentan nuevos desafíos.
A ellos, según el autor, se pretende responder con lo que denomina el "sueño
1[ europeo", que, tal y como muestra con optimismo el subtítuJo de su libro, evi -
11 denciaría "cómo la visión europea del futuro está eclipsando el sueño ameri -
1 cano. ( . .. ) Los europeos tienen ahora un nuevo sueño, un sueño más amplio
H
j
que el que han dejado atrás: disfrutar de una buena calidad de vida, respetar las
culturas de cada cual, crear una relación sos tenible con el mundo natural y vi-
'rr vir en paz co n sus semejantes . Los derechos humanos universales son la arti -
culación legal del nuevo sueño europeo".,
i[ Pero, tras estas bonitas palabras -e n las qu e ha hecho mella el paso del tiem -
po-, ¿no se esconde, en realidad, la desintegración de Europa? Un horizonte de
fr
~ bienestar y respeto de los derechos humanos es algo tan vago y tan asumible
tr por países de distintos puntos del planeta que no alcanzo a ver cómo podría ca-
l 1
racterizar ex.clusivamente a Europa. ¿No forma parte tambi én del sueño ame-
ricano? Por otro lado, la alegre aceptació n de que los Estados nación son algo
Y7
'[
nación, b) afirmar los lazos etnoculturales de Europa, de forma que pueda ser
sentida emocionalmente como una nación, superando su mera unidad buro -
crática. Si hemos dado en aceptar el afán de unjversalidad como distintivo eu-
ropeo, no podemos confundir universalidad co n globalización, con la
homog eneización del mercado que ésta última conlleva.
' KOLM(0\\ 1SKJ, Lcszek, "Oi, sont fesBarbares?Les il/11sions de 1',mivcrrnlismc 1;11/turcl':conferencia pro-
nunci:ida en el Colegio de Frnncia, publicada en la rcvis1aComme111air e, 11° 11. l9l!O y recogida posteriormente.
en Le Villa.~cm1ro11val1/c,Bruselas, Comp lexe, 1986. Véaseel excelente coment:1riode D~1v1n-E. Jacques, L'ex-
ccp1ía11 París, Michalon, 2008. y en general para toda la prohlemáti.:a del univt.'r~alismoy la cul-
e11ropéc1111c,
tu rn europ ea.
'1311
U<.:KN~11 bl,wr. P,1ris. l.e Scuil. 1983. y La l j•n11111ic
. PnsGal, Le srmglor d.: /'Jw,11111e op.
de la pr11ite11ce.
cit.
1 1
~! rada crítica hacia sí. En su "un'iversa Jismo generoso" afirma la pluralidad aun
H para aquellas culturas que no reconocen la pluralidad y utilizan la autoc rítica
L de la cultura europea para deslegitimarla, sin ejercer la autocrítica sobre sí mis-
~! mas. Ello comporta un "eurocen tri smo paradójico': pues la cultura que apues-
ta por la universalidad -la europea - superando su etnocentrismo, adquiere un
l1
cierto privilegio frente a las que se anclan en su particularismo . La cu ltura eu-
'!1 ropea aparece así como emanada desde su pa rticularidad (geográfica e históri-
ca) y "transcendental" en el sentido kantiano, esto es: condición de posibilidad
de la diversidad.
La universalidad, desde este punto de vista, debe entenderse no como un
principio de uniforrnización, sino de reconocimiento de la diversidad. Se ge-
nera consecuentemente, en acertada expresión de Derrida, más que un 11niver -
l- sum,un pluriversum.De esta manera podemos ver las.características, ya señaladas,
a( en palabras de Todorov como prin cip ios que. velan por el recooocirniento de la
1
¡- diversidad. El Racionalismo: diversidad de argumentos e ideas; la fusticia: igual-
Í dad en la d iversidad, no discriminación; la Democracia: diversidad en la re-
pre.sentación politica, pluralismo. Aun cuando me parece excesivo afirmar
rotundamente que la nacida en Europa es la única cultu ra con sentido crítico,
la única que admite la pluralidad, como pretende Kolakowski, sí que podría-
mos caracterizarla como aquella que ha hecho de este principio algo funda-
mental, principio que por su propio requerimiento de universalidad es hoy
ampliamente compartido en todo el orb e.
El espírit u crítico, la puesta en tela de juicio permanente de sus propias cer -
tezas, es reiteradamente reivindicado por múltiples pensadores como una seña
de identidad europea u occidental, que encontraría su origen en el surgimien -
to en Grecia de la filosofía y la democracia. Y es esto lo que nos ha permitido a
ff
los europeos superar tantos episodios nefastos ., como los que salpican la histo -
~:¡
I-
ria de cualquier pueblo. Según resume Castoriadis: "No dígo que todo esto bo -
rre los crímenes cometidos por los occidentales, digo simplemente: que la
especificidad de la civilización occidenta l es esta capacidad de ponerse en cues-
t'ión y de autocriticarse. Hay en la historia occidental, como en todas las otras,
r atrocidades y horrore s, pero sólo Occidente ha creado esta capacidad de con -
b·
;{ testación interna, de puesta en causa de sus propias instituciones y sus propias
ideas, en nombre de una di scusi ó n razonable entr e seres humanos que quede
11
1
l infinitamente abierta y no conoz ca dogma último ''.'
{
No se habla propiamente de superioridad, sino de diferencia que se co n -
vierte en principio de posibilidad para que emerja el valor de cada cultura. Tal
y como Dewitte concluye: "Dec ir que todos los pensami entos y las culturas hu -
manas están en cierta medida 'envueltas' por el pensamiento europeo significa
que , solamente en el campo de univer salidad fundado por este último, ellas pu e-
den ser tomadas en considerac ión por lo que son".'
La cita que abre este apartado perten ece a la carta a la vieja Europa escrita
por Jacques Derrida. En ella reconoce que , en gran medida , su trabajo füosó fi-
co se había basado en la deconstrucción del eurocentrismo , sin embargo, hoy
la situa ción ha cambiado. Y se debe, según resalta, a la necesidad de apostar por la
construcción de una nueva fortaleza europea, que ha g-afrente a la hegemonía
americana, la teocracia fundamentalista y el empuje de China. Para este fin ape -
la a la recuperación de la doble memoria europea, la lumino sa basada en la fi-
losofía, la democracia y la Ilustración , y la no cturna que asume la sombras de
su hegemonía y las monstruosidades de los totalitarismos : fascismo, nazismo,
estalinismo.
Esta misma inflexión es comp artid a por diverso s pensadores. La coyuntura
geopolítica actual nos aleja del feliz eclecticismo postmoderno. Europa debe
rastrear en sus raíces para hacer valer el orgullo de sus principios, su aporta-
ción cultu ral y enco ntr ar una posición fuerte que la haga dueña de su territo -
rio y de su presencia en el panorama internacional. También para Hab ermas
" Europa deb e cobrar una conciencia y un perfil propios", 1 preconi zando en su
caso un "patrioti smo co nstitu cional' ; qu e no es mer amente una adh esión a prin -
1011
cipios jurídico s univ ersales, sino que comporta el respaldo de éstos desde una
historia común . "El mismo contenido universa lista debe extraerse en cada caso
del cont~'to histórico y vital propio, y qu edar anclado en las formas de vida de
la cultur a propia . Toda identidad colectiva, también la postnacional, es mucho
más conc reta que el conj unto de principios morales, jurídicos y políticós en tor-
no a los que crista liza''.1
Ciertamente cada autor desarrollará esta necesidad de postular la identidad
cultura l europea según sus presupuestos ideológicos, pero todos ellos resaltan
la urgenc ia de una Europa que defina su identid ad, que recupere su fortaleza
geopolítica, que defienda la vigencia de sus valores más allá del relativismo. Y
he querido convocar en esta reflexión a autores, desde Todorov, Kolakowski,
Castor iadis, Derrida o Habermas, que se sitúan políticamente en posiciones de
izquierda o socialdemócratas·, pues existe ahora un a estrategia de cierto multi -
culturalismo izquierdista q ue pretende adscri bir a la derecha o incluso a la ul-
traderecha a quienes hoy reivindican tal identidad europea. Nada más falso,
como las citas recogidas atestiguan. Se trata de una cuestió n acuc iante en el ac-
tual, fluctuante y contestado proceso de constitución de la Unión Europea, ante
la problematicidad de sus fronteras, el aumento de la inmi gración que modifi-
ca el registro etnocult ur al y religioso de las sociedades, la guetificación mul ti-
cultural, el descenso demográfico y Ja pérdida de peso frente a potencias
hegemónicas o emerge ntes.
POL!TICAS DE INMIGRACIÓN
Toda esta problemática conlleva una dime nsión teórica, que creo haber per-
geñado, y una plasmación concreta en la reorientación de las politicas de in-
migración en LaUnión Europea. Una muestra de esto último fue. por ejemp lo,
la creac ión en 2009, por parte del gobierno francés de Nicolas Sarkozy, del Mi-
nisterio de la Inmigración e Identidad Nacional. Antes de analizar este hecho,
quisiera detenerme en el caso de Canada/Québec, que por su especificidad se
ha convertid o en referente inexcusable en estos temas.
Canadá ha desarrollado desde 1971 una decidida política multiculturalista,
compro metida con la idea de que todas las identidades cultural es pueden par-
101
ttcipar demo crática mente en pie de igualdad sin renunciar a sus rasgos propios,
que serán reconocidos y protegidos por el Estado. Este pluralismo cultural exi-
ge a cambio un sentimi ento de pertenencia y lealtad al país . Sin embargo, esta
forma de igualar todas las reivindicaciones culturales tiene, según muchos crí-
ticos, un efecto perverso . Pues no estamos hablando de lo mismo si nos referi-
mos a la identidad nacional mayoritari a, a las minorías nacionales históricas o
a los grupos etno cultural es. Según Kimlimka, las minorias nacion ales histó ri -
cas posee n unos derechos culturales legítimos , a los que no pueden aspirar los
colect ivos generados por la inmigración y que han abandonado su país. Como
apuntan diversos analis tas, igualar todas las reivindi ciones culturales sin dis-
tinguir su origen contr ibuye a disolver la identidad cultural propia , lo que tie-
ne especial repercusió n en las minorías nacionales históri cas, que, invisibilizadas
muchas veces por la identidad nacional del país en el que se inscriben , pierden
así sus rasgos distintivos. En este sentido "el multiculturalismo, como uno de
los pilares de la ciudadanía canadiense, no es el compromiso por un modelo
de pluralismo cultural que englobe derechos colectivos diferenciales, sino un
instrumento de construcción nac ional destinado a minar la primacía de cual-
quier agrupamiento colectivo concreto que reclame el der:echo de gobernar una
comunidad política democ rática separada, como parte de la estructura federal.
En otras palabras , un instrumento destinado a actua r como protección contra
la concepción multinacional del federalismo canadiense".•
Esta acción desintegradora puede extrapolarse también para las identidades
nacionales supranacionales, que se convierten en amalgamas socia les de gue-
tos separa dos carentes de cohes ión social. o en sociedad es mcdonalizada s, in-
tercambiable s bajo la enseña de un engañoso cosmopolitismo.
El plura lismo político, que nació como una manera de garantizar la liber-
tad en soc iedades homogéneas, no puede sin más aplicarse a sociedades hete-
rogéneas en las que conviven comunidades muy diferentes y cuya reivindicación
de derechos colectivos puede incluso atentar contra los principios del pluralis -
mo. El modelo democrático europeo no debe red ucirse a un formalismo neu-
tro, sino qu e emana de la adhesión a unos principios y valores considerados
como consustan ciales de Europa, y tampoco puede difuminar las identidades
nacionales que la componen. Una cosa es hablar de estados postnacionales , sien-
do consc ientes de la necesidad de construir la Unión Europ ea como instancia
!02
aglutinador a y de los retos de la globalización , y otra bien disbnt a promov er la
desapa rición rea l de las co mpetencias na cionales e inclu so de las nacion es. Los
ciudadanos europeos siguen sint iéndos e, por encima de su agrupación, c1lema-
nes, españoles, franceses, británicos ... y en este sentido deben en tend erse las
, uspicacias de ciertos paises frente a la Const itu ción Europea, no tanto un no
a la Unión, como un rechazo a la desintegración nacional. Será necesario, pues,
respetar esa sensib ilidad a la hora de hab lar de una identidad cultural común,
y en previsión del actual su rgimiento de na ciona lism os radicales reactivos.
A esta doble vertiente y a la necesidad de repensarla desde el actual fenó-
meno migratorio respondió en Francia la creac ión del cítado Ministerio de la
Inmigrac ión e Identidad Naciona l. Corno ya exp re sa ra Nico las Sark ozy e n
la campaña electoral, no parece oportuno ''dejar el mon opo lio de la nación a la
extrema dere cha ( .. . ) En el o rigen d e la crisis de ident idad na cio nal ha y u na
renu n,cia cultural':• Tras la segu nda guerra mundial y los excesos de los totali -
tarismos nacionalistas (fasc istas y nacionalsocialistas) se hizo muy difícil ha-
blar de na cio nali smo sin quedar at rapado en su rec uerdo ; toda apelación al
patrioti smo -de forma muy diferente a como ocurre en Estados Unídos- ha sido
poco menos que tildada de fascista. La inten ción de Sarkozy fue mo strar la ne-
cesidad de d eshacer esa identificación, recuperando el orgu llo por la identidad
nacional qu e aúna los valores demo cráti cos a la tradición, la historia, la leng ua
y la cultura prop ia. Segun manifestó Ernest Renan en su célebre co nferen cia
''Qu'esr-cequ'une nation?'; ésta constituye la fuerza que une a un pueblo en un a
conciencia moral común. Co rrespond e al Estado velar por la identidad n acio -
nal frente a las reivindica ciones étnicas o cultural es qu e atenten contra ella, ase-
gurar la igualdad de todos los ciudada no s ante la ley y resgua rd ar los vínculos
co mpartidos. El primado de la libert ad individual esta rá, pues, por enci ma de
las propuestas mu lticulturalistas que pretenden estab lecer el pacto social ent re
comunidades, lo qu e clausura a los individu os en identidades cerradas priván -
doles de su autonomía. Es necesario asumir de form a intrínseca la libertad in -
dividual como parte const ituyente d e la identidad nacional. Esta imbricación
entre señas propias y valores universalizables resulta constan temen te recogida
en la filosofia de los contratos de integrac ió n, que van postulándose en diver-
-l sos países, fruto de los replanteamien tos de las políticas migratorias.
l Así, el Co ntrato de Acogida y de Integración, ins crito de ntro de la Ley de
r Programación para la Cohesión Social;se aplica en Franc ia de forma generali -
.(
1()3
zada desde 2006 y su fin es facilitar la integración mediant e cursos de forma-
ción lingüística e información cívica y práctica. El inmigrant e se compromete
a respetar determinados va lores como son la democracia , la igualdad entre los
sexos, la laicidad, etcétera. Además , el Minister io de Inmigración e 1dentidad
Nacional controla las cuestiones de capacitación laboral , reagrupación familiar,
los acuerdo s bilateral es con los países de origen ... Compromisos simila res de
integra ción han sido puestos en marc ha en Bélgíca (cursos de integración ob li-
gatorios), Holanda (estat uto de integra ción y examen de in teg ración), Dina -
marca (exa men de inte gració n ), Reino Unido (examen de ciudada nía, aunque
sólo para el acceso a la nac ionalidad) o Austria. Y ya ha habido reuniones para
estudiar un posible contrato europeo de integración.
En general, los países de la Unión Europea están tomando iniciativas co -
munes, que, frente a la inmigración ilegal, buscan una inmigra ció n elegida, in-
tentando que ésta sea sostenible para el mantenimiento del estad o del bienestar
y responda a la demanda económica . En oc tubre de 2 008 los veintisiete Esta-
dos miembros ratificaron el Pacto Europeo de Inmigración. El documento , se-
gún se explicita, configura "la base de una política de inmigración y d e as ilo
co m ún, guiada por un espíritu de solidaridad entr e los Estados miembros y de
coopera ción con los países terceros ': Una polít ica que "debe repo sar sobre una
buena gestión de los flujos migrato rios, en interés no sólo de los países de aco-
gida , sino también de los países de origen y del propio inmigr an te''.
El pacto establece cinco líneas de actuació n: organ izar la inm igrac ión legal
en función de las necesidades del mercado de trabajo; luchar contra la ínmi-
gración ilegal y garantizar - en su caso- el regreso de los irregulares a sus paí -
ses de origen; aumentar el control de las fronteras; sentar las bases de una política
europea camón de asilo y crear una asociación con los países de origen y trán -
sito de la inmigración.
Se propugna un equilibrio entr e los derechos de los inmigrantes (ed ucación,
trabaj o, segu ridad , acceso a los servicios sociales . .. ) y sus deberes ( respeto a las
leyes del país de acogida, a las "identidad es" de los Estado s miembros de la Unión
Europea, así como a sus ''valores fundamentales': co mo los derechos humanos,
la libert ad de opinión, la tole rancia, la igualdad entr e homb res y muje res y la
obligación de escolarizar a sus hijos).
104
CONCLUSIONES
llJ5
[
zás en gran medida quien abandona su país y qu iere estab lecerse en otro, ún i-
camente desea ser tratado como uno más, igual, indistinguible de cualquier ciu-
dadano. Su procedencia, su bagaje vital, sus creencias representarán a posteriori
una experiencia interesante para aquellos con quienes desee compartirlas, pero
no una etiqueta que a priori lo señale como diferente.
Si queremos establecer la legitimidad de los derecho s culturales colectivos,
éstos deben estar ligados al territorio y a la historia. Las culturas locales nacio-
nales tienen estos derechos, que no pueden ser ignorados por instancias nacio-
nales o supranacionales, pero tampo co por flujos migratorios que las socaven.
Así, los individuos pos een un derecho cultural diferente si perma necen en su
lugar de origen o si se desplazan, y en este último caso, parece claro que debe
p revalece r el derecho de integración, pues de otro modo ent raría en colisión
con la cultura local o nacional que los recibe.
Europa, pues, no puede convertirse en ttn mero continente, vacío de con te-
nido, receptor moldeable de la diversidad, ni homogeneidad inte rcambiable
sustentada en las leyes del mercado, de cuyos centros hegemón icos sea mero sa-
télite. Quizás, como reclama Sloterdijk es necesaria una nueva idea imp erial mi-
to motriz, que haga salir a los europeos de su modo rra burocrática, que recupere
las ideas e ilusiones que los han impulsado, sus momentos históricos estelares,
que geste una nueva Gran Política, delimitando claramente qué amenazas y pe-
ligros se ciernen sobre el poder y la unidad de Europa.1
Europa tiene derecho, como cualquier otro pueblo, a sentirse orgullosa de
su cultura, a velar por su mantenimiento y a ofrecerla generosame nte a todos
aquellos que deseen compartirla.
106
DE LA SOC I ALDEMOCRAC IA EX ITO S A A
LA MULTlCULTURAL I DAD C ON FLICT I VA.
EL E J E M PLO SUECO•
l
O recoge las ímpresiones y rcílexiones del viaje realizado a Suecia, del i al 7 de septiem-
' El siguiente teJCt
bre de 2013, visitando las ciudades de Malmo, Lund y Estocolmo, ycon entrevistas a sociólogos, profesores. res-
ponsables de las sinagogasy mezquitas,periodistas, el director del Instituto Cervantes y el embajador de España.
El cs1ud:o se enmarca dent ro del proyecto de investigación:"Ética, religión y norma tiva de género. El proble-
ma de los pr incipios en las sociedades tradicionales y las democracias complejas·; de la UNED. Quiero agra-
decer sus aportac iones y amabilidad a todos los cnrrevistados, en especial a Eduardo Gru tzky. y sobre todo a
la doctora Ingcr Enkvist. catedrática de la Univcrsídndde Lund, quien concertó los encuentro s y nos acompa·
fió en buena parte de ellos.
]
l
l
l
]
l.
- 1
Suecia ha representado durant e décadas, al menos para los países del sur de
Europa , el paradigma de la socialdemocracia casi perfecta: servicios soc i-alesefi-
caces qu e compensaban los altos impu estos, demo cracia consolidada, libertad
de cost umbr es ... Como pequeño ejemplo anecdótico baste recordar, para nue s-
tro bochorno, que en los años setenta del pasado siglo, al comienzo de la Espa -
ña aperturista , el docum ental. sobre educación sexual sueco 1-I elga se pasó en
nuestro país en los cines S, como pelfcula cuasi pornográfica . Por primera vez
los españolitos podían contemp lar en pantalla grande un primer plano de una
vagina; poco importaba para la lascivia reprimida que la obs ervación de ésta
í 109
r
multi étnica sino multicultural. Un quince por ciento de la po blación ha naci-
do fuera del país. La inmigración no es sólo laboral, sino principalmente de aco-
gida de refugiados políticos de países en conflicto, a los cuales se les facilita la
reagrupación familiar, alojam iento y clases para que dominen el idioma, así
como educación y sanid ad. En 2012 Lassolicitudes de asilo, procedentes sobre
todo de Siria, Afganistán y Somalía, ascendieron a 43.9 00. doblando las del año
anterior. Y se concedieron 11t.ooo permisos de residen cia perma nentes (la ciu-
dadanía se puede obtener a los tres años de residencia ). A pesar de la inver sión
en atención a estos sectore s, hasta un tercio de los jóven es entre dieciséis y vein-
tinu eve a11osque proceden de familias de origen extranj ero no estudian nitra-
bajan. La población sueca es favorab le a estas políticas de acogida, pero empiezan
a oirse voces que temen no poder mantener el estado del bienesta r si esta ten-
dencia co ntinúa, además de que la generac ión de conflicto s es cada vez más fre-
cuente , Así pues, una parte de la población sueca no deja de estar dividida entre
la voluntad de acoger en su tierra a refugiado s y gozar de una soc iedad mul-
tiétnica y el asombro ante la falta de integración y ciertos compo rtamientos co-
munitarios que causan rechazo . Todo ello implica una serie de replanteamientos
sobre sus políticas de inmigración, las causas del fracaso de la integración, la
voluntad moral de acogida y el mantenimiento de unos valores liberales que
defin en su democracia. Desde fuera, resulta de sumo interé s comprender cuá-
l.es pueden ser las causas del fracaso de un Estado social, hasta ahora m odélico,
para poder preverlas en países que también se encuentran ante el reto de lograr
un a integración social exitosa. Es importante valorar la situació n desde el mar-
co teórico del prob lema de los principios en las socíedades tradicionales y las
democracias complejas, centrado en los ej~ de la ética , la religión y la norm a-
tiva de género, pues es en estos ámbito s donde aparecen más claramente las fric-
eton es.
Pocas son las noticias que no s llegan del clima social en Suecia. El 19 de di-
ciembre de 2008 la agencia EFE difundía: "Cerca de un centenar de jóvenes de
origen musulmán han provocado la pasada no che graves disturbios en la loca-
lidad sueca de Malmo, en el sur del pais, al protestar por el cierre de una mez-
quita y un ce ntro cultur al islámico ''. Durante varia s noches consecutivas los
110
jóvenes se habían enfrentado a la policía lanzando piedr:as y quemando coches,
en un clima que recordaba los disturbios de París de 2005. El centro, cuyo due-
ño había rescindido el alquil er, y que había sido ocupado, se encon traba en el
barrio de Rosengaard, de elevada población inmigrante, en su mayoría proce-
dente de Kosovo, Irak, Líbano y Bosnia.
Si buscamos informaci ó n en los medios suecos, enconlramos dos versiones
claram ente contrapuesta s.
En la página web sue ca motkraft.net de tendencia antif ascista podía leerse:
"Herr garden es un área de Ronsengaard que durante mucho tiempo ha sido
descuidada. Las guardería s temen dejar a los niños jugar fuera debido a los ho-
yos abiertos en el sue lo y a los cab les eléctr icos colgados demas iado bajos. La
gente que vive en Herrgard en (sic) no recibe atención cuando se quejan sobre
la calidad de sus pisos y el insuficiente entorno exterior ( ... ), las acciones de los
políticos': concluye el texto, "no han evitado un clima de rechazo y segregación.
Y se les acusa de intentar adaptar a los jóvenes al 'modo de vida sueco":
Por otro lado, en fuentes de ext rema derecha, se acentúa también la situa -
ción de degradación del barrio, de la que se culpa asimismo a los políticos, pero
esta vez por su bueni smo multiculturalista: "Las institu ciones están luchando
para hacer frente a la realidad mu lticultural que está poniendo todo patas arri-
ba. Malmo está co lap sad a, institución tras institución, desde la policía hasta la
oficina de correos . Mientras la ciudad está en camino de su perdición, el expe-
riment o continúa con un Gobierno que capi tula ante los inmigrantes y uno s
medios de comunicación que hacen todo lo posible para conve ncer a la pobla-
ción de las ventajas del multiculturalismo y de que todo es cu lpa de la pob la-
ción autóctona''.•
En ambos extremos ideológicos parece que haya un interés por exagerar la
situación, de la que se responsabiliza a los políticos, tanto de derecha corno so-
cialdemócratas, en un caso, po r no atender suficientemente las demandas de
los inmigrantes , y en el otro , po r plegarse excesivamente a ellas. No sé cómo era
Ronsengaard en 2 008, pero en septiembre de 2013, cuando recorrí sus calles, lla-
maban la atención las calzadas limpias, las zonas ajard inadas, las fachadas sin
pintad as y la gente que paseaba tranq uila. Un paisaje casi idílico frente a lo que
es usual en zonas de inmigra ción de ciudades espaiiolas, a años luz, por ejem -
plo, del barri o de l Raval en Barcelona.
' Recogido en cspa1iQI en di ver5'1sp,igírias com o ht tp:// rnarbclla- ressiste.blog, po t.eo m.es/ 20 12/09/el-ín -
ficrn o- ,,, ullic ultu ra l-de- m a lm o.1.he,n l?zx=5e7 3ec:808d 69faJ6
111
En mayo de 2013 de nu evo vuelven a produ cirse acontecim ientos semejan -
tes, con actos vandá licos y quema de coche s. En esta ocasión los puntos neu -
rálgicos son las barri ada s de inmi gra ntes en la periferia de Estocolmo: Husby,
Kista, Rinkeby, Jakobsberg o Norsborg, las cuales, en situaciones normales, tie-
nen tambi én la apar iencia limpi a y bien dotada de espacios sociales que hemos
com entado sobre Malmo.
Segú n el profesor de Crimino logía de la Universidad de Estocolmo, Jerzy
Sarnecki , la sociedad está cada vez más segregada, con una gran población de
inmi grantes muy pob res que viven en zonas de las grand es ciudades donde el
desempleo es mucho mayor que en ot ros lugares.
LAS CAUSAS
Suecia , que ha escapado a la crisis económ ica, man tiene una abunda nt e in-
versión en servicios sociales, que, sin embargo , no son suficientes para paliar
esta creciente segregaci ón.
Para el antropólogo y profesor en la Universidad de Malmo Aje Carlbom, la
situación económica desfavorecid a en los barrios es el principal pro blema, ya
que genera efectivame nt e violen cia organ izada por líderes y con am plia partic-
ipación de la pobla ción joven masculina. A finales de la década de los noventa,
Aje Carlbom vivió, durante tres años, en la zona residencial de Rosengaard en
Malmo para estudiar las relacione s entre los suecos nativos y los inmigrantes
musulmane s. El result ado fue la tesis do ctoral El imaginariofrente al otro real.
El multiculturalismoy la representaciónde los musulmanes en Suecia(2003), un
aná lisis crítico del debate sobre la inmigra ción y la política en Suecia; Carlbom
investiga las relaciones entre el multi cultur alismo, el islam ismo y la segregación.
Según su punto de vista, es necesario profundizar en la noción de tolerancia,
p ues ésta tiene muchos sentidos, y en línea s generales, como premisa moral y
polít ica, resu lta insuficie nt e. Nos enfrentamos a otro tipo de dinámica, en la
que la noción de l honor es fundamental. Carlbom se an ima a analizar un tema
que resulta prob lemático y que muchas veces se obvia: la relación entre los pro-
blemas de integración y el islamismo. Existe una tendencia en la sociedad sue-
ca y entre sus dirigentes a acercarse a1problema desde un punto de vista económico,
esto es, achacando la falta de integración a cuestiones económi cas, de las cuales
el Estado, en última instanc ia, sería el responsable. Hay un miedo patente en
aislar los condicionantes de tipo religioso y cultural (se evita incluso lapa -labra
112
''m usulm án", para no ser acusados de "islamófobos"), lo que , según nuestro
punto de vista, hace q ue, por cuidado de no incurrir en lo p olíticamen te in -
correcto , se oculten o minimicen aspect os i mpo rtan tes de la cuestión. La so-
ciedad sueca es una democ raci a com pleja , qu e se enfre nta al crecimient o en su
seno de comunidades tradicionale s, cuyos prin cipios so n clarnrnente dife rent es
y que se rigen por unas normativ as endógamas religiosas, iden titarias y ética-
me nte restrictivas con respecto a sus mujeres. Reconoce rlo es un paso para cami-
nar hacia la so lución, po rque efectivam ent e ese rep lieg ue ident itario que se
percibe en los continge nte s de inmigrantes bajo la acentuación de la norma re-
ligiosa, tiene sus causas y responde a tLnaestrate gia de superviv enc ia y cohesión
que va más allá del mero co ndiciona nte económico. Estas comunidades piden
más servicios, subve ncione s, medios de promo ción , pero tambi én m ás der e-
chos cultu rales que, asen tados en el respeto a la dife rencia, no acaban con la
segregac ión , sino que profundizan en ella.
He utili zado diversos términos que hay que desli nd ar claram ente. No sig-
nifica lo mismo, y conviene reco rdarl o, "soc iedad multi étn ica", ''m ulticultura l",
y "multicultur alismo". La multi etnicid ad se refiere al origen racial mente diver-
so de las soc.iedades act uales. Normalmente la distinta proced encia conlleva cul-
t uras d iferen tes, que pueden ser cerrada s y excluyen tes o compartidas en una
más ampli a n oc ión de cu ltur a que incluso desde la diferen cia, se co nforman
según un os principios y norma s com un es. Dent ro de ese abanico, tenemo s en
un extremo el co munitarismo identitario y en el otro, .el cosmop o litismo. Q ue
las sociedad es sean multi ét nica s y, en ma yor o meno r medida, multicultura les
es un hecho , ahora bie n, el multiculturalísmo es una ideo logía normativa que
propone como ideal la sociedad multicultural, y si en un primer momento optó
por la visibilid ad de las diferencia, actu almente se co nforma como el manteni -
miento y acentuación de ésta 1 aun a riesgo de asum ir el relativismo norma tivo
y la parcelacíón social en com parti me nto s estancos . El multi cu ltur alismo parece
haber se co nvertido en un axioma moral incu estionab le, y probl ematizar algun o
de sus supu estos se co nviert e en un estigma sospec hoso. Nad ie quiere que le
vean como racista, pero racismo, y no otr a cosa, es pretender encerrar a los gru -
pos hum anos en sus dife rencias étn icas, cu lturales o religiosas . En este sentido ,
la defensa de los derechos individuales frente a los cultura les tiene en las cor rien-
l 113
I
tes hegemónicas actuales de pensamiento crít ico un regusto a liberalismo de-
nunciable. Es esta trampa ideológica, que iguala universalismo con imperialis-
mo, la que hace tan difícil desentrañar situaciones éticament e inaceptables bajo
el manto de la tolerancia políticamente correcta. Todo grupo se rige por nor -
mas, si pensamos que éstas son por propias incu estionables, incurrimos en un
relativismo cultura l si.n sa lida. Urge postular normas de consenso, principios
de rango superio r, que aceptados por todos, superen el conflicto. Y la cuest ión
es: ¿pueden las sociedades democráticas aportar principios que superen los con-
flictos entre las normas?
115
LA COMUNIDADJUDiA
'Vbnse al rt!Sp~c
to las declaracionesde la superviviente del holocaustonazi, Pov11s~K1, fu<l1th:h1tp://"'"'w.te-
le.¡;raph.co,uk/11ews/wurldnews/europelsweden/7278532/lews-1eave-Swedish-cíty _aftcr-sharp -rise.- in-anti-
SemitiL-hatc-, rimcs-html.
t16
camente retribuido aun sin una inserción laboral real. El problema parece es-
tar en los originarios o descendientes de países musulmanes , pues al no alcan-
zar en general un nivel de formación competitivo, u obtienen peores trabajo s
o dire ctamente viven de los subsidi os sociales, agrupándose en guetos comu-
nitario s, en los que mantienen modelo s culturales y de relación altamente dis -
criminatorios para las mujeres. Este hecho, aunque aceptado, no parece valorarse
de forma uniforme por las persona s entrevistadas, o bien lo minimizan adu -
ciendo las fuertes inversion es sociale s del Estado, cosa que nadie niega , o en
wdo caso manifiestan una auto críti ca de que éstas aún no son suficientes ni
exitosas. En el otro extremo , están aquellos que lamentan la pérdida de liber -
tad, de seguridad y de los valores democráticos atesorados por el pueblo sueco,
y que temen la imposibilidad de mantener el estado del bienestar con el gasto
que representan las atenciones a un colectivo cada vez más segregado e inclu-
so violento.
Si uno pasea por las barriadas tildadas de conflictivas, no percibe esa colo -
nización degradada que sí es evidente en otras ciudades europeas: todo parece
limpio, cuidado y apenas se ve.n mujeres con hiyab u hombres con barba y chi-
laba. Por otro lado, existe una tend encia a no señalar como problemático nada
referido al islam, pues el sueco tiene perfectamente introyectado que eso no se-
ría "adecuado". Los partidos políticos no incorporan en sus programas ningún
cambio con respecto a su filosofía de acogida, y cada vez más tienen en cuenta
a los líderes de las comunida d es musulmanas; se potencian las activ idad es y
centros sociales, gestionados por los gobiernos locales, asociaciones de vecinos
y comun idades de inmigrantes. Visto así, se diría que los que claman contra los
problemas causados po r la inmi gración son unos exagerados. Pero también da
la impresión de que es la corrección politica generalizada la que impide ver más
allá la tragedia oculta en características culturales si no bienvenidas, aceptadas.
Considerar a un grupo comunitariamente significa renun ciar a identificar las
historias indiv idu ales de quienes, a diferencia de los sue cos, no adquieren sus
derechos individuales , sino qu e son normativizados por el grupo.
En este sentido la conversa ción y los trabajos del escrit or y activista Eduar-
do Grut zky ' son especialmente clarifi cadores. Autor de un libro sobre los crí -
menes de honor en Suecia 2 que causó especial revuelo , pue s puso sobr e el tapete
'Ante mi imposibilidad de leer su libro en sueco, le pcdi a Eduardo que( in1e1izarn sus principaleside-as
en u11~niculo, que apareció en la revista Oabats n° 115, abril 20 14. Remito a ese 1ex10, "El multicuhuralismo
Y la violencia de honor en la Suecia actual': cilai1do algun(l de sus párrafos.
1
He,ler uc/1sa111
ve1e, 20 13, Fri T:inke forlag, con Lars Aberg.
117
un lema hasta ahora casi silenciado,y cuya sola mención hacía acreedor a quien
lo nombrara del calificativo de "islamófobo".
Se ha apuntado ya que los jóvenes musulmanes deben casarse con miem-
bros de su comunidad. Y se dice así, de pa.sada, sin remarcar lo que ello impli-
ca. En primer lugar, una guetificación y la impo sibilidad de hibridación e
interconexión con la sociedad sueca, lo cual es suficiente para echar a perder
cualquier proceso de integración. En segundo lugar, el hecho de que existen ma-
trimonios forzados. En tercer lugar, mantener esa endogamia genera un con-
trol disciplinario sobre los individuos. En último lugar, ese comunitarismo
exacerbado se basa en una "ideología del honor" que es fuente de violencia psí-
quica y fisica, que puede llegar incluso al asesinato.
Para Grutzky "La idea central que sostiene toda la ideología del honor con-
siste en que la sexualidad de (especialmente) las mujeres es una amenaza, no ya
para un marido celoso o un padre sobreprotector, sino para un gran número
de personas, una familia extendida que suele definirse como un clan.( ... ) Un
hecho indeseado o prohibido, supuestamen te cometido o cometido por una de
las mujeres que 'pertenece' al clan, puede desencadenar una cadena de sucesos
que termine con la vida de la mujer. No es necesario que el asunto haya ocu-
rrido en realidad: el rumor, el chisme, alcanza para que todo el clan vea su po-
sición amenazada. Así,cosas prohibidas pueden ocurrir a vecessin ser castigadas.
Pero si el rumor empieza a correr, ya no hay manera de retroceder. El honor, el
sharafdel clan está en juego. Un colectivo de este tipo, sin honor, no puede so-
brevivir en una sociedad premoderna''.
Aunque esta interpretación sitúa la violencia sobre las mujeres como eje de-
terminante de la ideología del honor, amp lia la comprensión de esta última, no
reduciéndola a ella. Grutzky establece una diferenciación entre ambas. Mien·
tras la violencia de género tiene un carácter individual y conlleva el rechazo so-
cial, la ideología del honor es una decisión colectiva, que puede ser llevada a
cabo por cualquier sujeto del clan familiar, la victima puede ser también un va-
rón y cuenta con la aceptacion de su medio social cercano. Normalmente las
explicaciones de la violencia de género que la engloban en una situación gene-
ral suelen correr el peligro de difuminarla, así, por ejemplo, cuando en demo -
cracias complejas occidentales se habla de violencia dome stica, incluyendo, las
agresiones a niños, ancianos o varones, se pierde lo que la agresión a las muje-
res tiene de específico. La ampliación del nivel de análisis sólo resulta clarifica-
dor cuando la enmarcamos en una cultura patriarcal cuya manifestac ión más
118
radical, la punta del iceberg, es la agresión e incluso el asesinato de las mujeres.
De igual manera, bajar a un nivel más específico y evaluar la violencia de gé-
nero como acciones individuales puntuales impli ca una no comprensión del
proceso. Pero, en este caso, la diferenciación entre violencia de género e ideo-
logía del honor , lejos de difuminar la primera nos ofrece un marco adecuado
en el que comprend erla en sociedades tradicionales procedentes predominan-
temente de Oriente Medio y ligadas a norma s religiosas en general islámicas.
La religión es un condicion ante fundamental, pero no exclusivo, pues encon-
tramos comport amientos semejantes en sociedades tradicionales de la misma
zona aun con religiones diferentes. La ideología del honor sería, pues, el mar-
co para comprender esta subclase de cultur a patriarcal, que tiene elementos co-
munitarios diferencia les de la cultura patriarcal todavía vigentes en sociedades
occidental es, de ahí el choque de civilizaciones que se plasma en la guetifica-
ción de ciertas comunidades inmigran res en Europa. Estas demo cracias rehú-
yen los instrumentos conceptuales para ...e mprender efectivamente unos hechos
que tienen que ver con el mantenimiento identita rio de esas comunid ades en
las democracias complejas, y frente a lu~ cuales cualquier silenc iamiento, o re-
ducción a violencia de género estándar, o vaga consideración de elemento no
aceptable dentro de una diferencia cultural que habría que respetar no hace sino
mantener el problema.
Y éste es uno de los datos relevantes: según nuestra línea de investigación,
nos encontramos con una democracia compleja (Ja sueca), que incluye en su
seno núcleos de sociedades tradiciona les que se rigen por códigos premoder -
nos. Pero el problem.1 ) l!S que tales comunidades no quieran incorporarse a
la Moder- ,;~ ~ .t' L ·• • •· -z dadas las normas que proteg en al grupo y le
(,tor(.' _, colectivo debe respetarlas para poder mantene rse, inclu-
. .,acrificar a los individuos que las incumplen, pues si no todo él
desprotegido y fuera de la comunidad.
la misma manera que Hannah Arendt explicó la banalidad del Mal y la
g~ ~sis de las sociedades totalitarias, errariamos si pretendiéramos describir el
funcionamie nto de la ideología del honor (un sistéma totalitari o) en término s
de maldad y atraso de una sociedad que no quiere modern izarse, aceptar los
derechos humanos, etcétera, o de una maldad individua l, la de un padre, tío o
herman o que no ama a su hija, sobrina o hermana y ante la ofensa moral la
mat;i No son sólo ellos los ofendidos, sino que ese incumplimiento de la nor -
ma d<'!Ihonor, pone en peligro a todo el colectivo, amenaza realmente su su-
119
1 '
pervivencia. Luego lo que hay que analizar e intentar desmantelar es esa es-
tructura comunitaria totalitaria premodern a. No es una cuestión de argumen -
tos, nada puede en esto la razon, hablamo s de una estrategia de supervivencia.
Que no consigamos variar estas actitudes con razonamientos no quiere decir
que estos compo rtamientos no tengan sus razones -es to es, sus causas-. Habi -
tualmente desde una autosuficiencia mod erna se opta o bien por la toleran cia,
cuand o los rasgos incluso inaceptables se caracterizan como propios de su cul-
tura , o si, como en este caso , son estridentemente bárbaros, por el mero senti-
miento de horror y rechazo. Ahora bien, todo acto tiene sus causas, sus razones,
aun cuando no su "razón"; comprenderlo no es justifica~lo, sino desentrañar el
camino para su desacti vación.
En este sentido el análisis de Grutzky es escla recedor. La ideología del ho-
nor se carac terizaría por dos condiciones: la ausencia de Ilustración y la au -
sencia de un Estado benefactor. En el primer caso, nos refer imos al entramado
conceptual consolidado en las sociedades occidentales a lo largo los siglos XVIII
y XIX, que denominamos Modernidad, caracterizado por u na actitud crítica
frente a explicaciones abso lutistas, que, deslindándo se de fundame ntos religio-
sos o metafísicos, propone la crítica racional bajo el ideal regu lativo de la li-
bertad individual y ve en la equidad el fundamento de la justicia. Indudablemente
no estamos hablando de logros adquiridos, sino de referentes ideológicos que
dibujan el horizont e de lo legítimo y que posibilitan , por su aceptación teórica
inexcusable, un a actitud crítica y autocrítica. El hecho de que ese sistema de va-
lores se geste en Europa no lo convierte en eurocéntrico -e ntendido este ape -
lativo como argumento para una descalificación relativista-, pues está alentado
por un afán, si no universalista, sí universalizador. Poner en la misma balanza
cód igos democráticos y códigos totalitarios no es la plasmación tolerante del
pluralismo , sino el rompimiento de las regla s de l juego. La aceptación de la di-
ferencia en virtud del principio de la aceptación de las diferencias no puede ser
la coartada para an ular este principio en el seno de la diferencia reivindkada .
En la ideología del ho nor la liber tad individual es suped itada al interé s de la co-
munidad, hasta el punto de legitimar un régimen riguro so de vigilancia y so-
metimiento. Extremos estos que, paradójicamente, no se perciben como negativos
precisamente por la aceptación del marco concep tlÍal ilustrado o moderno de
la libertad y el plurali smo.
La o tra característica es la ausem :ia de un Estado benefactor, como exp lica
Grutzky: '' En grandes áreas del mundo , lam entab lemen te, el Estado es una en-
llO
tidad hostil, y en el mejor de los casos, inexistente. La creació n de colectivos,
clanes, tribus, tiene una explicación lógica y racional. La necesidad de sobrevi-
vir nos obliga a crear estructuras capaces de defenderno s ante la arbitrariedad
y la corrup ción.
La pertenencia a un clan no conlleva solamente consecuencias positivas para
el individuo. Sí, tendremos prot ección y ayuda ante ciertas amenazas externas,
pero el clan nos cobrará por esos servicios. El pago lo har emos con autonomía,
con nuestras elecciones privadas, individuales, con una part e de nuestra liber-
tad.
El clan decidirá por nosotros en ciertos aspectos esenciales de la existencia,
1 f habitualmente, sobre los límites de la autonomía sexual, la elección de la pare-
.
1 ' ja. sobre el oficio que ejerceremos, si nos vamos a pode r educa r o si nuestro fu-
turo se limitará a cocinar y limpiar''.
Este-modelo es importado por las comunidades migranl'es, y se mantiene
como forma de cohesión identitari a en los países de acog ida. Aho ra bien, la
cuestión es que esos países de acogida sí que suelen gozar de un Estado bene-
factor. La actual crisis económica ha hecho que se reduzcan drásticamente los
beneficios que ese Estado benefactor otorga a los inmigrant es, especialmen te a
los que han llegado más recientemente, desde el rechazo por el cierre de fron-
teras, la devolución a sus países de origen, la retención en los centros de acogi-
da, la no asistencia sanitar ia a los sin papeles, etcétera. Sin embargo, el choque
cul~ural se produce, en comunidad es :asentada s, que han logrado la reagrupa -
ción familiar, la nacionalidad y cuyos hijos ya han nacido en el país de acogida.
Estos contin gentes son precisamente lo que han gozado de los beneficios so-
ciales del Estado benefactor, pero se consideran discrimin ados al ocupar las ca-
pas más desfavorecidas de la población, no completan la educación y con altos
índices de paro sobreviven gracias a los subsidios sociales. Y es aquí donde se
reactivan las señas de identidad comunitaria , los radicalismos de cuño religio-
so y la beligerancia frente a los valores "occidentales". Viven, pues, de las miga-
jas de un Estado benefa ctor en cr isis, reclam an uno s mayores derechos,
r reconocimiento y servicios y se sienten enfrentados a él. En este caldo de culti -
s vo y como reafirmación resurge la ideología del honor.
Éste ha sido el proceso en países con buena disposición a la recepción de ex-
tranjeros y servicios sociales abundantes, como es el caso de Francia. Tanto allí
como en Inglaterra la creciente guelificación y enfrentamiento, sobre todo de
las comunidades islámicas consolidadas, es un hecho. Suecia observ¡¡ estupe-
12 1
facta cómo, a pesar del abunda nte presupuesto destinado a la atención de es-
tos colectivos, la segregación se acentúa. Y es que el multiculturalismo norma -
tivo representa una trampa que no contribuye a solucionar la cuestión sino a
agravarla. Autocomplacencia moral para unos (los autóctonos) y medida de
presión y chantaje para otros (las comunidades de inmigración), olvidando en
cualquier caso la libertad individual de individuos que siendo ya europeos se
ven enclaustrados en sus comunidades de or igen. Grutzky es contundente: "La
aceptación del multiculturalismo es, en la práctica, la aceptación de un a socie~
dad racista. Una sociedad donde algunos serán tratados como individuos, po-
drán tomar decisiones sobre sus vidas, sobre su sexualidad, sobre sus estudio s,
sobre sus viajes, ropas y pasatiempos . Otros serán vistos como repr esentantes
de un colectivo, serán ' musulmanes', ' inmigrantes del Medio Oriente ', 'africa-
nos', y en función de tales se les atribuirá un catálogo de derechos diferente y
menor que el at ribuido a los individuos 'nórdicos"'.
CEGUERA MUt:rICUl:f'URAL
Los crímenes de hon or son sólo la punta del iceberg de una sociedad disci-
plinaria que emerge y se oculta ante la mirada buenista del europeo culpabili-
zado, y que con un falso sentido de la tolerancia, contribuye a alimentar. Grutzky,
como también lo hace Wassyla Tamzali, 1 por ejemplo, denunci a la miopía de la
izquierda en estos asuntos y cómo los lugares comunes de cierto progresismo
acaban siendo aliados de las posturas más retrog rada s, lo que mi gran amigo
Hora cio Vázquez Rial denominaba "la izquierda reaccionaria". 2 Hay que resal-
tar que esta crítica procede precisamente de gent es que han militado y siguen
manteniendo posturas de izquierdas.
Un Estado benefactor que dispusiera de todos los servicios pero lo hiciera
desde los dictados del multiculturalismo normativo no lograría acabar con la
segregación, sino mantener comunidade s paralelas, alimentadas en "la cultura
de la queja", e incluso acrecentar su odio , pues nunca sería suficiente, y el sub-
sidio humilla a quien Jo recibe. El problema , pues , en el caso de Suecia , no es-
triba principalmente en cuánto debemos dar a quienes se sienten o están
1
Véase TANZA I1,Wassyln, O.,rte1a Europa de 1111
n 111
111cr nesdeel Mngre/,n Europn,Madrid,Cá-
i11dig11nda.
tedra, '20l1.
' La iz;¡11i
erda reucciu1a1r1a, Barcelona, Ediciones B. 20 03 .
,u
discriminados, sino -y esto es lo que parece oculto- en la ideología que man -
tiene la legitimidad de la diferencia a costa de la libertad de los propios indivi -
duos incluidos en ella.
Resulta muy interesante reflexionar sobre el caso sueco de cara a obtener
orien tacion es para las políticas de integración en otros países de la Unión Eu-
ropea, pue s difícilmente vamos a encon trar una nación que reúna de tal modo
estos ingredi en tes: a) tenga incorporada un a voluntad tan positiva d e acogida,
b) se encuentre en una posición económica equilibrada en estos momentos de
crisis, c) aporte tanto presupuesto para coberturas sociales, d ) potencie las me -
didas educativas y f) agilice los trámites de adquisición de la nueva nacionali -
dad, y que aun así no esté logrando una int egración satisfactoria . Por lo tanto ,
las ca usas habrá que buscarlas en otros condicionantes. No ex isten recetas má -
gicas, pero segura ment e debamos seguir reflexionando en torno a determina -
das cuestiones: ¿Qué por centaje de poblac ión foránea pued e asumir una sociedad
sin perder sus señas de ident idad propias?, ¿cómo es posible vivir en una so -
ciedad multi ét nica sin que ello implique una multiculturalidad de comp arti -
m en tos estancos?, ¿qué nivel de red istribución de la riqu e7.a y de promoción
socia l es necesario para no crear bolsas de mar ginación reactiva?, ¿qu é princi -
pios comunes de la sociedad de acogida deben asumir los emigrantes para sen-
tirse ciudadanos nacional es?, ¿cuáles son los valores sociales co mpartidos que
no deben vulnerarse en aras de un falso respeto a la diferen cia cultura l? El gra -
do de libertad individual , especialmente el de las mujeres, representa una me-
dida insoslayable para el funcionamiento básico democrático.
El mantenimiento de las norm at ivas de las socie dade s tradicionales, en con -
tra de una deseable subsunción y aceptación de los principios rector es de nivel
superio r que garantizan el funcionamiento de las democracias complejas, im -
posibilita el horizonte de la convivencia, del "vivir juntos",• y genera guetos cada
vez más aislados e incluso enfre ntado s. Y ello tiene especial incidencia en la si-
tuación de las mujere s, cuyos cuerpos se consideran los reductos de la identi -
dad comu nit aria. Sean mu chos o pocos los crímenes de honor, constituyen el
sín toma de una situación co tidiana donde la discriminación y el sometimien -
to :.on moneda corriente . El surgimi en to de comunidades toralitaria s y discipli -
narias enquistadas en nuestras sociedades no puede tener la menor justificación.
porque el silencio no es tolerancia sino complicidad. Y el dere cho de los ciuda -
1
Vfa ,e TOUKAl~t.. Alain,¿Podre111
0; ,,,..,, j111110s?,
Madrid . l'Ci;. .LOLJ.
Jlj
danos -todos-, libres e iguales es un principio irrenunciable. El pot{ach del es-
tado del bienestar es cosa del pasado, ya no sirve como intento infructuoso de
frenar la cultura de la queja, toca ahora apelar a la justicia distributiva desde la
escasez. Bastante reto tenemos las democracias complejas con seguir alerta ante
nuestros prop .ios mecanismos de supervisión policiaca, los revivalsdisciplina-
rios frente a los nuevos movimientos sociales de disidencia producto de la cr i-
sis, las biopoliticas dí versas y el cibercontrol de los mas variados usos. La vigilancia
indolora postrnoderna será el desafío común cuando logremos deshacer los nu-
dos arcaicos, en los que esa libertad vigilada voluntaria representa todavía una
utopía para tantos individuos clausurados en los herrajes absolutistas.
POST SCRIPTUM
124
cada provocó que este país y Alemania también los impusieran, agravando la
situación ya producida por el cierre de fronteras en Hungría, Eslovenia, Croa -
cia, y la insostenible afluencia de refugiados en las costas griegas. Estas cir -
cunstancias serán analizadas con may,or detenimiento en el capítulo siguiente,
dado que constituyen un punto álgido con respecto a los temas que venimos
tratando, referidos a la conviv encia intercultural en sociedades comp lejas pro-
ducidas por pro cesos migratorios.
1 125
j[
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-J
J
ÉTICA Y GEOPOLÍTICA . DE LA EUFORIA SOLIDARIA
AL PRAGMATISMO C Í NICO
l
,1
J
e
La ten sión entre ét ica y política fue especialmente clara, como hemo s ade-
lantado, en la situación generada por la afluencia masiva de refugiados a Euro -
pa causada por la guerra en Siria, hecho que tuvo su periodo critico entre otoño
de 2015 y primavera de 2016. Si bien ya se habían producido otros fenómenos
similares por anteriores conflictos y la llegada de inmigrantes de África y Orien-
te Med io viene siendo habitual, es por esas fechas cuando se akanza un punto
álgido . La situación béli01 pare ce enquist:irse, imp licando a m(1ltiples ngentes
locales e internacionaJes. Europa se siente desbordada. La difusión de la foto
del cadáver del niño Aylan produce una conmoción que no habían logrado las
anteriores imágenes de la tragedia humanitaria . Surge una gran corriente de so-
lidaridad que pone en entredicho la pasividad con la que hasta ese momento
se contemplaban los hechos. Todo ello nos sirve como acicate para analizar una
situa ción compleja que implica responder a diversas cuestiones que van más
allá de aq uellas circunstancias concretas: ¿por qué se desencadena una reacc ión
emocional en un momento dado ante unos hechos que son, desgraciadamen-
te, habituales?, ¿cómo evitar Laevan escenc ia de esas puntuales empatías trági -
cas, que no sue len ir más allá de un fenómeno de masas impotente y tran sitorio?
¿hay una indignación selecti \·a?, ¿no resulta altamente hipó crita manif esta r un
rechazo mora l , , •· anti ene la si tuación que da origen al conflicto ?,
.dos éticos y políticos?, ¿por qué Europn se sien te a
. ,._, ..m.:nazada?, ¿cómo se co njuga el sentimiento de solida ri-
1 1edo a los cambio s sociales, econó mico s y culturales que un a aco-
r ~- 1 con lleva?, ¿qué criterios de integ ración deben prevalecer: inclusión,
1 129
f
ciclad de la crisis de los refugiados sirios, tiene lugar el hecho conturbador y te-
rrible de los atentados en París, el viernes 13 de noviembre de 2015 . Los m edios
de comunicación y los dirigentes político s alertaron sobre el peligro de qu e el
suceso condicionara nuestra actitud frente a los refugiado s, pero, sin duda, po-
nía en primer lugar cuestiones que ya se hallaban en el horizonte. Los atenta-
dos reivindicado s por el Daesh, se realizaron en nombre de Alá y con la afirmación
''Es to por la guerra de Siria'~lo cual nos impli caba , no co mo meros observa-
dores más o men os cómp lices, sino como enemigos de sa fiado s en esa misma
guerra. El ata qu e inm edia to de Francia el 14 Na los enclaves del grupo terro -
rista, modificó nuestra posición y forzaba, aparentemente, a un entendimien-
to más efectivo entre Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea . Y el hecho de
que los terroristas fueran musulmanes radicalizado s nac idos en Francia y or-
ganizados desde Brus elas nos enfrentaba de nu evo al problema de cómo Euro-
pa debe gestionar la convivencia en su suelo con las comunidades musulmanas,
que en el sector más juvenil y descontento son susceptibles de radicalizarse. El
inc rem ento de las medidas de control en los países europeos y una tibia y errá-
tica int ervención milit ar en la zona de conflicto no evitaron que el 22 de mar-
zo de 2 016 volviera a producirse una cadena de atentados en la misma Bruselas,
centro de organización del Daesh en Europa.
Sin duda las lineas que siguen no van a responder a todos estos interrogan -
tes, pero al menos intentan esbozar algunos trazos de análisis, que a veces pa-
recerán fríos o descarnados. Nos encontramos ante tres problemas íntimamen te
relacionados pero diferentes: el fracaso de las política s de integración, la ame-
naza yihadista y la llegada masiva de refugiado s en momentos de acrec enta -
mien to de conflictos. Hay que dejar bien claro que , en este último caso, como
en tanto s otros silen ciados y que no llegan a conmover las conciencias, nos en-
fren tamos a una alerta humanitaria. Nadie: estados, gobiernos, sociedades e in-
dividuos, debería ser pasivo ante una tragedia qu e ocurre frente a sus ojos; como
reza el adagio: "Humanos somos y nada human o nos es ajeno", pero sólo si com-
prendemos las causas del proceso y busca mos salidas reales, podremos avanzar
en las soluciones.
En un primer momento, y desd e una post ura buenista, los medios de co-
municación transmi tieron la idea de que Eur opa represe ntaba ese imaginario
130
de libertad y derecho s humanos qu e los refugiado s anhelaban, reeditand o una
versión angélica del post ulado "Europ a continente mundo' '. • Co n ello parece
sugerirse un protagoni smo por el cual nos sentimo s responsables y a la vez ha-
bitantes de un ter rito rio que es d eseable en virtud de su bienestar social y rea-
lidad democrática, frut os ambos aspectos de unos valores que nos d efinen y
deseamos compart ir. Pero a la luz de las corri ent es filosóficas más recientes?,
¿es esto así? Algo de esto ya lo hemos señalado.
1
Hab lamos de "Europa cont inen te mundo " y esto no s remite al mod elo de
1 World-systemsapproach,"sistema -mun do'' o "economía-mundo", que preten-
de explicar el devenir socia l a través de un a macroestructura basada, desde una
[ perspectiva marxista, en el desarrollo del cap italismo .
lmmanuel Wallerstein es uno de los autores que más h a popu larizado esta
(
denominación. Para él existe un centro o primer mundo industrializad o que
explotaría, mediante los mecanismos del mercado, ala semip eriferia (países en
L
vías de desarrollo) y periferia (países subdesarro llados ) a través del expo lio de
I sus mat erias primas.
El origen de nue stro act ual sistema -mundo lo sitúa Wallerstein a finales del
siglo XV y durante el siglo XVI como n acimiento d el ca pit a lismo , que, poste -
riorme n te desarrollad o por la expansión colo nial, configura Europa como cen-
tro y el resto de países como periferia.
Con el descubrinu ento de América nace la economía -m undo europea y; para
los crít icos del pensamiento deco lonial -co rrien te hoy hegemónica en Améri -
ca latina- , la gestación eur océntri ca de un a Modern idad no inclusiva, cuyo or i-
gen es colonial, si no genoci da, y que se basa en la exclusión del Otro.
Una crítica similar a la modernidad cultu ral eurocéntrica, aun que dirigida
[ al otro extremo del globo, será expuesta -co m o hemos reiterad o- por Edward
Said en su libro Orientalism (1978), en el que denunc ia la visión rom ántica y
exótica que Europa desarrolla con respecto a Or iente Medio y Extrem o Orien -
te. y que enc ubre la realida d colon ial e imperialista.
Otro de los texto s que parte n de esta visión, aunque con matices, es el libro
'l".ste fue el título general del t:idn de cnnferendas sobre la t risis de los refugiados. org,mizado por la Cá-
tedra de F.mé-rilos, en la Universidad lntcrnacional Mcnénde;,;y Pelnyo<leValencin el último trinws1r1•tk
20 15. De él emana una primer;i versión de este texto, rcvis~do poster iormente para este libro.
1
AMtlll, Sarnir, F./e11ru
cc111 , crítica de 1111
ris11111 a itlenl11gía
, México, Siglo XXI, 1989.
131
tura moderna dominante se basa en un universalismo hum anista engañoso,
ejemplificado actualmente en el modelo capitalista de libertad de empresa y
mercado, laicismo y democracia pluralista, pero que lleva en su seno la contra-
dicción , pues está sustentado en la destrucción de los pueblos y las civilizacio -
nes que se resistan a la expansión de dicho modelo , la distan cia centros/periferias
y la acumu lación desigual. La produ cción deslocalizada convierte a los indivi-
duos en fuerza de trabajo tran smigrable en un mundo globalizado y empuja a
los marginados a emigraciones masivas hacia los centros .
Hecho este breve recordatorio, qu eda clara la desautorización de la cultura
occidenta l en su voluntad de erigirse en faro de la civilización, como habían
pretendido la historiografía y filosofía del siglo XIX,con Hegel a la cabeza. Con-
trariamente, comen zará a verse como un poder depredador, infatuado de sí mis-
mo e ilegítimo en sus pretensiones de universalidad.
Así pues, debemos constatar que, a lo largo de todo el siglo X.Xse ha conso-
lidado un total desprestigio de la supuesta idea que se hallaría tras la expresió n
"Europa con tinente mundo ", como he anal izado en diversos momentos del pre-
sente libro y que paso de nuevo a sintetizar.
Ciertamente Europa ha escrit o la historia desde sí misma. La filosofía grie -
ga, el derecho romano, el cr istianismo y después la llustración han configura -
do una idea de civilización qu e pretendía asentarse sobre valores universales.
El propio sentido autocrítico del pensamiento occidental ha llevado a replan-
tearse lo que dicha visión tenía de pretenciosa ocu lta ción del Otro; frente a una
Modernidad segu ra de sí, se alzó la crítica postmoderna, surg ida en el mismo
seno de dicha Modernidad, que ha tenido como fin el decons truir dichos valo-
res universales: Sujeto, Razón, Progreso, Justicia ... , convirtiéndolos en visiones
relativa s, situadas y propias de una com unid ad particular y reduciendo su he-
gemonía a un sospechoso ejercicio de poder. Tras la impugnación de los maes -
tros de la sospecha, Freud 1 Marx y Nietzsche, las pretensiones de Verdad se
mostraron co mo pulsione s del inco nsciente, ideo logía 4ue ocultaba intereses
económicos o metáforas de resentimiento vital. En su estela, toda la historia del
pensamiento del siglo XX ha supuesto una constante autodenuncia que ha ido
socavando las bases, quizás un tanto ingenua s, en las que se asentaba la identi-
dad europea.
Sólo posturas muy conse rvador as siguen ajenas a este se ntido ele culpabili -
dad y mantienen la imagen de la lucha de una sola civilizació n frente a la bar-
barie o el atraso. En respuesta a su prepotencia, al no reconocer todas las
132
autocríticas del último medi o siglo, se alza la decostrucción que parece, pen-
dularmente, llevarnos al otro extremo .
133
que hemos de purgar el pecado de nuestro s padres, sea éste la conq uista de Amé~
rica, la esclavitud de los negros, el colonialismo o el Holocausto nazi. La tram-
pa emocional consiste en hacerno s corresponsables de un monstruo retroactivo
"el hombre blanco·: de su historia y su cu ltura, del que no reconoceremos sus
logro s, sino únicam ent e su culpa, que hemos heredado. El heroísmo consis tirá
en reducir a cenizas nuestro pasado im perio y entregarlo como ofrenda expia-
toria, íntegros así, super iore s moralmente, limpio s de toda mácula. Esta acti -
tud podemos reconocerla en gran parte de la intellige11tsiaactualmente influyente,
por eje mplo, en las brillantes denuncias de Noam Chomsky o en aquellas te-
rribles frases de Jean -Paul Sartr e en el prólogo a Loscondenadosde la tierra de
Fanon: uAbatir a un europeo es matar dos pájaros de un tiro, su primir al mis-
mo tiempo a un opresor y a un oprimido; quedan un hombre muerto y un hom -
bre libre ''.•
Dentro de ese reparto de papeles en el que a Occidente le cor respond e el de
malvado, exfaten amplias zonas que reclaman para si el de víctimas y acreedo -
ras de una sup uesta revancha histórica, todas aquellas que hao sufrido el pro -
ceso colonial: el África negra por la esclavitud, Latinoamérica por la conquista,
el mundo musulmán por la pérdida de al-Ándalus y en general los países de
Oriente Medio y Extremo Oriente. De entre ellos, el caso más chirriante sería
el de Oriente Medio, que sigue azuzando el odio a Occidente cuando algu nos
de sus Estados, verdaderos reyes de los petrodólares, son señores arrogantes de
una Europa dependiente. No importa, forman parte de los agraviados y saben
utilizar ese chantaje en su beneficio.
Ya en 1983Pascal Bruckner con la publicación de LeSanglotde l'homme blanc.
Ticrs-Mo11de,culpabilité, haine de soi,1 denunciaba el sentimentalismo tercer-
mundista de una franja de la de la izqui erda occidental qu e se complace en la
autoculpabilización. En este sentido cabe destacar también el libro más reciente
de Alexandre del Valle, Le complexe occidental. Petit traité de déculpabilisation,J
que desarrolla ampliamente el proceso de desinformación que preside la ideo -
log ía de la culpabilización, desvelando las falacias de sus mito s fundadores y
proponiendo una terapia de rearme moral.
13~
Debemos remarcar que ese sent imiento de culpabilidad eurocént rica siem -
pre se aplica al pasado, la historia, los gobiernos, los lobys... El grupo o el indi-
viduo que lo denuncia, queda ipsofactolavado de la cuJpa, héroe lúcido, autocririco
y solidario.
Una vez in ocu lado y construido discursivamente el sentido de culpa, todo
intento de reafirmación de la autoestima del grupo imputado será objeto de lo
que Leo Strau ss denominó rcductio ad f-íitlem rn, esto es, erá tildado de reac-
cionario, fascista, racista ... Una etiqueta que coloca a cualquier intele ct ual fuera
del discurso aceptable - políticamente correcto-y lo c;onvierte en un mon struo
aJque, en el mejor de los casos, se descalifica en un consensuado asesinato sim -
l bólico- y a veces incluso real.
( Esta reductio ad Hitlerum se aplica a quienes osan defender, por ejemplo, el
Estado na ción , la identidad cultural europea o nacional. Sólo el rnultic ultura -
lismo será considerado normativamente correcto, camino hacia un idílico mel-
ting pat. Aquello que se reivind ica como crucial en el reconocimiento de la
r identidad cultural de los pueblos indígenas o minorías étnicas pasa a ser un peca-
do nefando 1 impronunciable, aplicado a la cultura/culturas europeas, siendo que
ésta/éstas constituyen ya una cultura minoritaria en vías de extinción, si tomamos
r en cuenta las lenguas y tradiciones regionales, la enseñanza del latín y el griego,
el conocimiento de la iconografía religiosa , la filosofía .. . El que la actual cultura
McWorld, supe r ficial, consumista, neoliberal se haya desarrollado a partir de la
expansión europea y norteamerica na no significa que las raíces culturales de Eu-
ropa no estén en peligro de desaparición. Y es en este cont~1o, y no en el de una
[ culpa heredada , donde tenemos que analizar la prospectiva del flujo de pobla-
ciones . No es guay desaparec er como cultura, no debemos pagar ninguna cul -
1 pa. Nosotros, los individuo s de a pie que ahora vivimos y pensamos, no hemos
( conq uistad o América, ni hemos desencadenado ningún pogromo genocida, ni
hem os coloni za do nada (otro asunto es la respo nsabilidad de las grandes cor -
poraciones multin acional es) .Y previamente a eUo, deb eremo s releer co n nuevos
ojos la historia ) pues, por desgrac ia, las guerras y las atrocidades han sido muchas,
[
y no podemos acrecentar las tintas en una s y disculpar otr as. La leyenda negra
interesada es una cuerda qu e mucho s, con las manos más teñ idas de sangre , enar -
bolan para que Europa, dócilmente, se ahorque con ella.
Así pues) se da la paradoja de que, en virtud de la defensa del pluralismo
democ rát ico, se aba nd era el imperativo norm ativo del multiculturalismo, y éste
en do s acepcio nes co n trapu estas: en su versión neoliberal como cons umo su -
135
perficial de lo étnico o exót ico y, por el contrario, como d efensa comunitarista
de las peculiaridades de aquellas culturas, por mor de las cuales esta rían dis-
pensadas de cumplir los valores universales democr áticos, pues se supone que
representaría un imperialismo depr edador. En ambo s casos, los valores que cons-
titu yen la iden tidad cult ural europea quedan socavados. Ya Popp er, en su de-
fensa de las sociedade s abiertas, advirtió de que el límite de la tolerancia en éstas
es la aceptación en su seno de aquellas tendenci as totalit arias que atentarían
precisame n te contra dicha tolerancia.
Por debaj o de la solidaridad qu e Europa se exige a sí misma sigue estando un
per sistente complejo de superiorid ad encubie rt o, tanto en la acep tació n de una
cuJpabilidad histó rica desmesurad a, cuanto en la pretensión de un a respo nsabi-
lidad omn ipote nte, capaz de solucionar los problema s globales. Deberemos acep-
tar que nuestro protagonismo, como europeos, es mu cho más redu cido; ni política
ni económica, ni milit armente estamos en sit uación de as umir tal reto, y más
cuando, en el caso de la avalancha de refugiados procedente s de la guerra de Siria,
por ejemp lo, lo que const amo s es la negativa a atajar el prob lema en su origen,
acaban do con el conflicto y garantizando a los sirios una vida democráti ca y en
paz en su paí s. Tomar conciencia de esa mod esta y condic ionad a realidad, más
allá de complicidades impuestas , nos enfrenta a un cometido perentorio: de-
nunciar la hipo cresía internacional que carga sobr e la responsabilidad moral de
Ellro pa el mant enimiento de unos intereses geopolíticos en Oriente Medio, cuyos
acto res impli cados no quieren so lventar; y ante ello, el reto europeo de preser-
varnos como nacione s; en la defensa de aquellos valores qu e hemo s co nsiderado
propios, afrontando el desafío de una posición geoes trat ég ica preca ria , una
econornia fluctuante y un a demografí a decreciente. Y es a partir de aquí que debe-
mo s encarar la solidaridad, no corno la deuda de una culpa, ni como la autosa-
tisfacción moral de un a imagen engrandecida de no sotros m ismo s, sino desde el
respeto reciproco de los derechos del Otro y la generosidad. Pues también éstos
co nstituyen valores que no s definen.
La solidaridad, conce pto de uso relat ivamente reciente, se funda y hunde sus
raíces en el derecho romano (Pandectade Justinian o), la mora l cris tian a (cari-
tas, virtud teo logal), los valores ilustrados (frat ernid ad), los movimientos fi-
lant róp icos y socialistas, la do ctrin a soc ial de la [glesia y la Declaración de los
Derecho s Humanos. Forma parte pues del horizonte moral y jurídico en el que
deseamos reconocernos. l3ien es cierto que no sería un valor est rict.:imen te oc-
cidenta l, pues la hospitalidad y acogida de l extra njero se encuentran presen tes
en las tradi ciones más antiguas del orbe. Ahora bien, y volvamo s a la doble faz
1J6
de esta exigencia, curiosamente se llaman "derechos de solidaridad" a los dere
chos de tercera generación, también denominados de los pueblos o culturales.
Entre los cuales, uno de los más fuertemente demandados es el derecho a la
identidad nacional y cultural. Pero ello se piensa siempre desde el punto de vis
ta del reconocimiento de los pueblos oprimidos, pues si intentamos reivindi
carlo desde suelo europeo, al instante aparecerá la horrorizada descalificación
y la reductio ad Hitlerum. Es, pues, su reconocimiento de doble dirección el que
puede evitar enfrentamientos identitarios en situaciones migratorias de amplio
calado.
137
de población que no conocen la lengua, con unas costu mbres , una cultura y
una religión distintas. En esa coyunt ura adquiere vital importancia cómo se
entiende el multiculturalismo: como un imperativo moral de acogida, un re-
sarcimiento de la deuda europea por su acción colonia lista mantenida o un
peligro para el mantenimiento de nuestra economía y cultura. Mientras las dos
prim eras visiones parecen prevalecer e instalars e en el discurso cosmop oHti-
ca mente correcto, cualquier referencia a la tercera, aun desde planteamientos
ponderados, sufrirá la reductio ad Hitlerum que hemos analizado antes, en-
trará dentro de lo considerado en el discurso dominante como "mons truoso':
y esto nos situará en un dilema moral: actuar éticamente frente al drama pre-
sente o propiciar salidas sociales mantenibles. Porque esa demarcación de lo
"monstruoso" ¿se construye desde un armazón consciente o inconscientemente
hipócrita? Cuando se aboga por una acogida sin restricciones, se deberían pon-
derar las dificultades prácticas que esto conlleva y las situaciones conflictivas
que genera. Más allá de la prudencia y de la inteligencia, sofocadas momentá-
neamen te por un sentimient o moral legítim o, existe la responsabilidad del re-
alismo. Y ésta fue la co nclu sión de los gobiernos, primero remisos, después
forzados por la euforia solidaria de sus ciudadanos, más tarde pragmáticos, in-
tentando que los huidos sean atendidos sin que lleguen a nuestras costas de
manera indiscriminada.
Moralmente conmocionados, desarrollamos una negativa psicológica a con-
siderar cualquier elemento objetivo que nos asimile a lo "monstruoso ': a pesar
de que esa ceguera bueuista puede acabar convirtiendo a los mismos bienin-
tencionados ciudadanos en reales monstruos.
De ese peligro nos advierte, paradójicamente, un intelectual de izquierdas
como Zizek: "Los liberales de izquierda manifiestan su indign ación ante la for-
ma en que Europa está permitiendo que miles de personas se ahoguen en el Me-
diterráneo; su propuesta es que Europa debe demos trar su solidaridad y abrir
sus pue rtas de par en par. Los populistas anti-inmigrantes reclaman que debe-
mos proteger nuestro estilo de vida y dejar que los africanos resuelvan sus pro-
blemas . Ambas soluciones son malas, pero ¿cuál es peor? ... ". Y responde de un
modo tajante: "Los mayores hipócritas son los que abogan por abrir las fron-
teras: en el fondo saben que eso nunca va a pasar porque instantáneamente da-
ría lugar en Europa a un a revuelta populista. Enca rnan el 'alma bella' que se
siente superior al mundo corrompido a la vez que participan secretamente en
él". Tras propon er una serie de medidas, el filósofo esloveno concluye: "En pri-
138
mer lugar, Europa tendrá qu e reafirmar su pleno co mpromiso de proporcionar
medios para la supervivencia digna d e los refug iados .
En segundo lugar, como consec uen cia necesaria de este compro miso, Euro-
pa debe orga nizar se e impon er norm as y regu lacion es claras. A los refugiados
debe garantizá rseles su segu ridad , pero también les debe qu eda r claro que tie -
1 nen que acep tar el lugar de reside ncia qu e les asignen las autoridades europeas ,
ademis de respetar las leyes y normas soc iales de los Estados europ eos: ni la
r más mí nim a tolerancia a la violencia religiosa, sexista o racial venga de donde
r venga, ni derecho algu no a impon er la pr op ia forma de vida o religión a los de -
más, respe to a la liberta d de cada individuo a abando nar sus costumbres co-
r munitaria s, etcé tera".'
f
Recap ituland o pues, en el lema de la aflue ncia ma siva de refugiado s a Eu-
t ropa nos hall arnos ante una actitud so cial en la que confluyen diversos aspec -
tos:
Todo ello se compl ementa, en el caso que co mentamo s y que nos sirve co mo
ejemplo paradigm ,h iu), con :
r que induye el ankuto titado, y , l.l11 i.1.1¡,1 ¡ ,,11 \r ,1n,1l1l1LJ w111..ur rdo: Jcnuncia de los tabúes de l a iiquierda.
Gitka al multiculturalismo normat,vo,nccesid~d ,k una reddinición de Europa... , temas que he desarro-
!IJJo en c;1:1s página; sin conon•, ¡,r•·vo:111 ,•111,• 11111•<1 ., ·n111ri1kncia. Mayores Jisonancins ten<lr!aen su par-
I'
1
tt' rnn cl1wva.
l l',I
r
r
e) Una situación geoestratég ica muy compleja en la zona .
f) Una informació n m ediática don de se entremezcla n y confunden los as-
pectos ideológicos, morales, políticos, económicos y religiosos.
Los hecho s, por atroces que sean, no existen hasta que no aparecen d ifun-
didos por los medios de comunicación, y éstos no alcanzan a desencadenar mo-
vimientos colectivos a menos que logren impactamos emo cionalmente. Luego
estamos hablando no de la realidad, no del raciocin io, sino de Jo emocional.
Será ese impacto emoc ional el que nos haga tener una visión de los hechos, in-
du zca un discurso exp licativo, promueva un pos icionamie nto moral y,en su
caso, un a acción social.
Esto lo sabían perfectamente los propagand istas del Estado Islámico, que
nos han ido ofreciendo los escalofr ian tes videos de sus dego llamientos y otras
ba rbar ies. Buscaban, por una parte, provocar terror en sus enemigos y aliados,
y, por otra, transmit ir una sensac ión de poder y fuerza a aque llos que milita-
ban en sus filas, para quienes los vídeos actuaban como un a llamada publicita-
ria. Junto a esto, sin embargo, consiguieron debilitar la ecuación "islam=re ligión
de paz, sólo utilizada violentame nte por algunos locos que no tienen nada que
ver con ella". El bloque "Occidente malo frente a islam bueno pero albergando
ciertos terroristas que lo utilizan", empezaba a resqueb rajarse para dar paso a:
"hay un islam malo que mata a los otros mu sulmanes (el islam bueno y verda-
dero) y a nosotros, y juntos , como en el fenómeno fe suis Charlie,debemos ha-
cerle frente". Ya no se trata de la locura provo cado ra de un George Bush invasor
junto sus aliados y merecedores en parte d e las repre salias, sino de una nega-
ción de la barbarie que, no obstante, no iba más allá de los posicionamientos
mediáticos o los rechazos masivos en los muro s de Facebook, pues los gobier-
nos de Occidente y de la zona mantenían una cínica postura de aparente re-
chazo y puntuales ataques, junto a comp licidad es encubiertas.
Las im ágenes de la guerra en Siria parecí an agolparse sin mayor respuesta:
cuerpos cercenados, mujer es vendidas como esclavas, destrucción del patri-
monio, gentes huyendo del terror ... En medio de la impotencia en que nos sume
la avaJancha mediática que testimonia la barbarie, parece que, frente a los dog -
mas soft del multiculturalismo -fusión, se acentuaba en las mentes la idea, sólo
en parte políti camente correcta, de que hay unos valores ligados a la justicia y
la libertad que deben prevalecer por encima de creencias y que Europa ha he-
cho suyos como parte de sus raíces. Esto, que aparentemente resulta obvio, ge-
1
nera una serie de conflictos si d escendemos al nivel del derecho a la diferencia,
r derechos culturales y religiosos, deber de injerencia, identidad cultural euro-
pea, plasmados cotidianamente en unas sociedades cada vez más multiétni cas
y multirreligiosas .
Abrumados por la indignación impotente , aparece de pronto la imagen de
un niño ahogado en la playa, que desencadena una masiva co nturbación emo -
cional. Pero analicemo s el hecho. Partamos del dato de que las gentes en gene-
ral no somos maJas y nos condolemos con las desgracia s, aunque la mayor parte
de las veces no vayamos más allá de nuestra empatía sentimental momentánea.
Hay, pues, un sentimiento bondadoso de intentar ayudar a los que sufren y una
indignación mo ral por las atrocidades cometidas. No obstante, el proceso por
el cual se desencadena la euforia solidaria tiene algo de artificioso. La foto del
niño ha sido preparada para causa r más impacto, el cadáver tras ladado a la ori-
lla y puesto en la posición más adecuada. La emoción ligada a la visión del ca-
dáver del niño representa un agravio selectivo ante todas las otras imágenes que,
antes y después, van a quedar eclipsadas por la suya; pocos días más tarde se
[ ahogó también una niña que no mereció la misma atención, de la que no co -
nocemos el nombre ni guardamos memoria, y despué s muchos más niños anó -
[ nimos. Igualmente representa un agravio selectivo el co nmovernos por las
penalidades de los que huyen, olvidando las de quiene s que están sufriendo la
[
guerra. Aunque no tengamos responsabilidad en ello, resulta cuanto menos pa-
radójico que, a la vez que se manifiesta un sentimiento de solidaridad por par -
te de los gobiernos, muchos de esos mismos países h ayan sostenido, estén
sosteniendo o sean aliados de quienes fomentan el confl icto . El deseo altruista
de acog ida se ve ponderado al poco por las dificultades reales, las posturas di-
suasorias o el franco rechazo. No s hallamos , por tanto, ante un fenómeno d e
r contagio emocional de masas , bienintencionado, quizás incluso justo, pero que
poco tiene que ver con el análisis racion al de la situación, y hecho desde una
información manipulada y manipulable.
f
¡-
1
ANÁLISIS REAL DE LA SITUACIÓN
Antecedentes
r del Go lfo , empeii ados en lo grar la hegemonía sun í en la zona, extendida gra -
cias al control d e la Primave ra Árabe en los paí ses rib ereños mediterráne os y la
l com plicidad de s us a liados occidentales: Estados Unidos, Europa, así co mo el
important e pape l jugado por Turquía. Qui en compra el petróleo y vende las ar -
f mas es dí recto beneficiario de una s itua ción que le co nvi ene mantener . Mien-
tras tanto Ru sia apoya a Siri a, por su deseo de tener sa lida a l Mediterr á neo
(p ue rto de Tar tús), y a Irá n, pa ra conso lidar un frente c hií. Occidente, hasta ese
I
r 1 De hecho, Robert F.Kcn11edy fr. en su anim io "WI,¡, rhe Am[)s du11·1wa111us in Syci11':P11/ir1m
publica-
Jo el 23 de febrero d e-1016 denuncia qur la guerra contra Oasharal-Ass:1d comenzó yaen 2000, cuando éste
r se negó al proyce10de C.11arde co11s1ru ir un gasoducto por valor de 10.000 millo11t'Sde dé>laresque a1rave-
sara Arabia Saudita, JorJ,1nia.Siria y Turquía.
1 l43
r
del El, ni en forzar a sus aliados a que dejen de pot enciarlo, y mantiene defa c-
to la terrible situación que se vive en Siria e lrak; únicamente cuando la llega-
da de refugiado s se ha hecho masiva, ha comenzad o a preo cuparse. Ahora bien,
do s millone s de personas no salen de un país si las fuerzas locales no permiten
y facilitan dicha salida,' y tampo co cruzan el Mediterráneo si un pais como Tur-
quía no dec ide que es el momento de que lo hagan . Los países del Golfo no ad-
miten a níngún refugiado, a pesar de que son ellos, en gran medida, los responsables
y mant enedo res del confli cto. Rusia comienza sus ataqu es contra el El y los re-
beldes, lo qu e pone de manifiesto , más allá de ataque s punt ales y cas i simb ó li-
cos, la inacción de Occidente, que aduce como excusa el apoyo de Putin a al-Asad
y la defen sa de sus propi os inter eses en la zona.
El 23 de octubre de 2015, en Austria se convoca una reunión con represen -
tantes de dieci siete países, la Unión Europea y la ONU para anali zar la situa ción.
A los repre sentantes de la Unión Europea y de la ONU se suman los cinco paí-
ses con derecho a veto del Consejo de Seguridad (Estados Unido s, Rusia, China ,
Francia y Reino Unido ), así como las potencias regionale s: Turquí a, Arabia Sau-
dí e Irán.
Los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea respaldan el plan de
acción acordado entre la Comisión Europea (CE) y Turquía de ha cer llegar a di-
cho país, Jordania y Líbano una importa n te aport ación financ iera para asegu-
rar la contención de refugiados.
Putin recrude ce los ataques al El y a los grupo s rebeldes tras la cer teza de
que la explosión de l avión ruso en Egipto el 3l de octubre, en el que muri eron
22 4 personas, se debió a un atentado.
El 13 de noviemb re de 2015 tienen lugar los atentados en París, con un primer
saldo de u9 muerte s y m ás de 300 heridos, que produjo una gran consternación
internacional, muy superior a la que causó, un día antes, el 12 de noviembr e, el
atentado, tambi én del Daesh , en Beyrouth, 43 muertos y 239 herido s. Mientras
este último , al atacar a un o de los feudos del grup o chií Hizbulá, se percibió como
parte de la inestabilidad en la zona, los atentados de Paris marcan un salto cua-
litativo en la internacion alización del conflict o, pu es el Elíseo lo con sidera una
declara ción de guerra y comi enzan los bombard eos ma sivos.
El 15 de novi embre en la cumbr e de líderes del G2 0, que se celeb ra en la ciu-
da d tur ca de An talya, Ob ama y Putin de ciden acercar pos icio nes en el co nflic-
1
Se hu sabido inclu,o que una fuenrcadicional de financiaciónes el peaje que el El uibrJ a los que
su-
puestamente huyen de elloshaci.i Eurol'ª· 1(1que ha hecho hablar J algunos comen1arist,1sde una
"inva~ión
pr(lgra mada''.
144
to, sin que se vea poste riormente un camb io significativo en la polí tíca de Es-
tados Unido s. Diversos Estados se niegan a acoger a refugiados. [gualme nt e al-
guno s pa (ses euro peos tambi én rechazan la acogida por el riesgo potencial que
supone, pues algunos de los terroristas suicidas llegaron a Europa como refu -
giado s.
Francia y Rusia se convi erten mome ntáneam ente en aliados estrat égicos. La
Unión Europea apoya nominalment e los ataq ues, pero sin accio nes significativas.
Con el recrud ecim ien to del invierno la situació n se hace insostenible para
los refugiados qu e siguen llegand o a Grecia y se enc uent ran con las fronteras
cerradas de Macedo nia. En marzo de 2016, la Unión Europea acue rda la repa-
r triación masiva de refugiado s a Turquía, a cambio de una liberali zación de los
visados para los ciudadanos tur cos, un a nu eva inyección económica de 3.000
1 millones de euros para su atención y el compromi so de agilizar su proceso de
adhes ión al club comunitari o. Una resolución m oralme nt e indi gna que anula
f
el dere cho de asilo legítimo , vuelve la cabeza ante la tragedia hum ana y, en úl-
I tima instan cia, cambia a sirios por turco s. La Europa rica paga para que otros
le alejen los problemas desag radabl es, y proyecta hacia el futuro lo que seguir á
constituyendo un problema de integración. Deja así sin resolver no sólo la cues-
tión de los refugiados, sino su origen: la guerr a en Siria.
En efecto, ya vamos viendo cuáles son las dificultades para qu e las potencias
occidental es se impliquen má s dir ectamente en una guerra contra el Daesh ( ven-
ta de armas, comp ra de crudos, cos te electoral , conflicto con aliado s ... ). Oli -
vier Roy, en una clarificadora columna del New York Times' sintetiza las claves
del porqué a los actores de la zona tampo co les inte resa acabar con el conflicto
ni co n el Daesh : "El Estado Islámico no es el principal enemig o del régimen de
Bashar al-Ássad ni de Rusia, que combaten fundamentalmente a otro s grupos
r rebe ldes; ni de Turquía, concen trada en su lucha cont ra las mili cias ku rdas si-
rias y turcas; ni de los kur dos, que se mu even dentro de sus fronteras étnicas;
í ni de los saud íes, con quienes comp arten una visión rigorista del islam; ni de
los iranies, que aspiran a contener al Ef sin que deje de amenazar al mismo tiem -
po otros grupos su níes. Hasta [srael parece satisfecho de que grupo s árabes e
islámicos peleen ent re sí, mientras el conflicto palestino queda en el o lvido. Na~
die parece tener la intención de derrotar a un El que ya ha alcanzado sus lími -
tes territoriales en territo rio suni''. i ·
' h t tp ://www.ny1i 111es.com/20 15// 11/ l 7 /opi n io 11es/th e-attack s- in -pa ris-reveal-t h a-s trat~~i c- li mi ts -of -
lsis.html
l45
La internacionalización del conflicto con la expansión por parte del Daesh
a yihad global tiene como fin transmitir un a sensación de poder y fuerza a sus
militantes, en una inversión curiosa. Tradicionalmente la propaganda lanza
mensajes energizantes antes de ir al combate, a la guerra, que es el lugar del en-
frentamiento y de la muerte. Se lucha por la libertad, la independencia, la pa-
tria, contra el enemigo devastador ... Los ideales movilizan los ánimos, después
los cuerpos sufren o mueren, pero esto queda oculto en los oropeles de las ges-
tas épicas. En este caso, es justo al contrario, la muerte, la barbarie , la sangre ac-
túan como propaganda, como significantes, de un referente simbólico: la lucha
contra Occidente. Los degollamientos, los cuerpos destrozados se convierten
en iconos que mediatizan la victoria emocional. El yihadista se siente fuerte, to-
dopoderoso; el retado, vulnerable, mendicante de un pacto prudente para evi-
tar el peligro, para no ser desafiado, renuncia a la violencia y ondea el estandarte
de la paz, hace examen de conciencia y busca en sí la culpa que le convierte en
acreedor de este ataque. El yihadista ya ha ganado la guerra psicológica.
RECAPITULANDO
147
poderío en la zona. Mientras la situación se vuelve poco a poco más compleja,
por las diversas facciones enfrentadas y el posicionamiento cada vez más tenso
entre sus aliados occidentales. Si en sus primeras fases unas medidas efectivas
hubieran requerido de un ataque militar (concertado aéreo y con apoyo de alia-
dos terrestres) y un bloqueo económico (de las fuentes de financiación como
la compra del petróleo de los pozos ocupados), con el transcurso del tiempo se
hace más necesario entrever y apoyar un proyecto de transición democrática
(supervisado y mantenido en el tiempo) con ayudas a la reconstrucción del país
que posibiliten el retorno de los refugiado s y un futuro sostenible. Dado el en-
conamiento de los grupos enfrentados, los expertos avanzan que quizás la úni-
ca soluci ón sea una división del país:·suníes, chiíes, kurdos, etcétera.'
Esto modifica la situación a la que ha sta ahora Europa se ha enfrentado,
mientras se trataba sólo de un problema migralor .io, como si nos halláramos
ante una mera cuestión moral: la izquierda pensando qu e debemos ser ejem-
plo de so lidaridad, pues promueve el dogma del multículturalísmo como un
beneficio, y la derecha propugnando la defensa de los valores culturales pro-
pios.
El choque de civilizaciones, sin dejar de ser cierto, es támbién una cortina de
humo para oc ultar intereses cruzados muy complejos, pues nuestras relaciones
comerciales con Arabia Saudí y Qatar hacen que se cierre n los ojos ante los men-
sajes contrarios a los valores occidentales, habituales en las mezquitas o en los
medios de comu nicación por ellos financiados. La partida se juega en dos nive-
les: ideológi co y pragmá tico, que no necesariamente coinciden y que con fre-
cuencia se traicionan . Pero ahí radica el fracaso de la integración que acrecie nt a
la radi calización de jóvenes musulmanes de segunda y tercera generación. El pro-
blema es que los atentados vuelven a alimentar y a hacer real el enfrentamiento
por los yihadistas, y así se resiente en
islam/Occidente, pues así se hace e>..--plícito
la derecha populista y en una cada vez mayor parte de la población. La lucha
contra Occidente es el emblema simbólico por el que se busca captar a nuevos
combatientes, enardecer a los ya existentes y sembrar el horror y la fragmenta-
ción en suelo europeo .
' Para un análisis por mcnori1..ad o de la situación véase KJ\ss1~. Randa y DEL V.~LLE.Alcxandre, le c/1ao.<
,yrie11,Dhow Editions. Collec1ioo RegardsD'Orient. w 1;. Como testimonio personal, véase Esv1NOSA , Javier
y G. l'RIET O. Mónica, Siria, el pai.,de las nlmns rotas.Madrid, Debate, 2016 .
Es falsa, aunque algu nos haga n sincero estandarte de ella, la imagen que se
quiere transmitir tradicionalmente de las potencias hegemónicas que derrocan
dictad uras e invaden territorios en defensa de una demo cracia universal , en pri-
mer lugar, porque oculta los verdaderos intereses; en seg undo lugar, porque, a
la vista de los result ados, agravaría má s la culpabilidad de Occidente, esta vez,
como exportador de caos y mu ert e en nombr e de la civilización , y en ter cer y
último lugar, porque todo ello mina la propia no ció n de democra cia y lacre -
dibi lidad occid ental.
Volviendo al tema de los refugiados, Europa ha de ser consci ente del relati -
vo nivel de protagoni smo que tien e y de que la pro blemáti ca moral en la que se
halla sumida viene produ cida , en este caso como en tantos otros, porque los ac-
to res del co nflicto no han querido acabar con la guerra de Siria ni co n el Esta-
do Islámico, que so n la causa púr la que las gentes huyen, cuando lo que desearían
es permanec er en su países en paz.
Debe mos analizar con frialdad -y no guiados por la emoció n- los cambios
que suponen para Europa la recepción colectiva de la población musulm ana de
refugiados, pue s no parece que la expulsión co lectiva sea una medida ética , ní
siquí era una so lución cin icame nt e efectiva. Este impacto económico y cu ltural
deb ilita objetivam ente a Europa en amb os asp ectos, y elio, repito, no imp o rt a
o directamente beneficia a Estados Unidos, Rusia y al islamism o. Debemo s tam -
bién replantearno s los valores y prin cipios qu e deben regir una política de in-
migración . Quizás el problema no es que hayamo s incidido poco en el
multi culturalismo, sino que lo hemo s propiciado demasiado, generando gue-
tos reactivo s, relativizando nue stro s valores ilustrad os , atrapados en un sote-
rrado sentimiento de culpabilidad histórica, rehenes de l síndrom e de Estocolmo,
yugulada la legítim a reflexión sobre nu estra identidad cultural por un a intimi -
dante reductio ad Hitl erum. Reflexio nar sobre tod o ello adquiere ahora mayor
lmportanci a si cabe a nte la situac ión de susp icacia y temor creada por los ata-
ques yihadista s.
No hay culpabi lidad her edada, hay culpabilid ad actual y real. Los eu ropeos
tcataremo s de comp orta rno s co mo seres human os so lidar ios, pero seguiremo s
actuando como to ntos útiles si no exigimo s, en este caso, que el co nflicto se so -
lucione en su o rigen. No podemos pe nsar que nu estra población se divid e en -
tre los bueno s xenófilos y los m alvados xen ófobo s, nuestra pusilanimidad
internac ional es la responsable de crea r una situación que fraccion a nuestras
sociedades . El aumento de los pa rti dos antiinmi gración, el cierre de fro nteras
no se debe n a un renacim ient o del nazismo, son ciudada nos normales los que
149
se radicalizan ante problemáticas reales, no monstruo s, y los gobiernos debe -
rían también saber oír su voz.
Se ataca al El por justa venganza por los atentados de París, pero esto no es
la solución al terrorismo yihadista, era la solución para el retorno de los refu-
giados sirios a su pat ria y no se hizo, porque ni las imágen es de las atrocid ades,
ni la muchedumbre en las fronteras fueron acicate sufici ente. Ciertamente aca-
bar con el El frenaría su estrategia expansionista, aunque mientras tanto in-
cremente el riesgo de atentados en los países implicados , pero el problema seguirá
ahi , pues se continúan dando las circunstancias para qu e nuevos grupos o lo-
bos solitarios perpetren sus acciones: el cibersalafismo no req uiere de territo -
rio y el fracaso de la integración de las comunidades mu sulmanas en Europa es
un hecho.
Con respecto a los flujos constantes de inmigración hacia Europa y sus po-
líticas de integración, ésta debe seguir reflexionando sobre cuál desea que sea
su futuro y la imagen de si misma en un mundo global.
150
ADDENDA
f
[
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r
r
1
J
]
]
r
l
(
Si la foto del niño Aylan mar có una inílexión emociona l ante la crisis de re -
fugiado s, los atentados del 13N en París dese ncadenaron la conciencia de que
estábamos rea lmen te amenazados, una reacción que representó tambi én un sal-
to. cualitativo tras un goteo constante, desde el ataque a la revista Charlie Heb-
do (7 de enero de 20 15), que a su vez habí a desencadenado otro de los momentos
globales má s s ignifi ca tivos de recha zo.
.( Los atentados a las Torres Gemelas el u de septiem br e de 2001, Madrid el 11
marzo de 2004 y Londres el 7 de julio de 2 005 fueron los macabros espectác u-
los estrella de Al Qaeda, pero el terrorismo no había dejado de actuar.
Só lo por recorda r algunos de los más significat ivos en los año s anteriores a
los de París: el i9 ele mar zo de 2012 Moh a mrned Merah asesina en las ciudades
francesas de Toulouse y Montauban a tres niños, al padre de dos de ellos y a tres
paracaidista s. El 18 elejulio de 2012 un terrorista suicida se inmola en un auto-
bús con turi stas israe líes en el aeropuerto de Burga (Bulg ar ia) y causa ocho
muerto s. El 22 de mayo de 2013 Lee Jame s Rigby, soldado británi co, fue dego-
llado en el distrito londinense de Woolwich por dos jóvenes aJ grito de "Alá es
grand e': El 14 de febrero de 20 14 , en Copenhague, mientras se celebr aba un de -
bates.obre is lam y libertad de expresión, dos terroristas dispararon co ntra los
asisten tes. El 29 de mayo de 20l 4 en el Mu seo Judío de Bélgica en Bruselas un
musulmán franc:es aca ba a tiro s con la vida de c uatro personas. En Aust rali a.,el
15d e diciembre de 20 14 tuvo lugar en un café de Sidney el secuestro de cuaren-
ta rehenes, en el que fallecieron tre s personas.
En cla ra relación co n la est rateg ia m ás reciente de l El de ampliar su área de
'l te rror , tenemos no sólo los ate nt ados e n Bruselas en marzo d e 2016, y en 20 15
los de París, sino también los ocurridos en Túnez, e l 18de marzo en el Museo
Nacional del Bardo, con veint itr és turistas extra njero s mu e rtos , y tres meses
'
'
después, los ametrallamientos en dos hoteles que acabaron con la vida de trein -
ta y siete personas. El 10 de octubre en Ankara, durante una manifestación por
la paz convocada por sindicatos, grupos de izquierda y repre sentantes del Par-
tido Democrático de los Pu eblos, todos ellos opositores al régimen, una bom -
ba causó la mue r te a casi un centenar de personas. El 31 de ese mismo mes
explotaba en pleno vuelo un av ión de la compañía rusa Metrojet , procedente
de Sharm el-Sheikh, en la pení nsula del Sinaí. Murieron 224 perso nas, en su
mayoría turistas rusos. Sin olvidar ot ros ataques terroristas islámicos con los
que concluyó 20 15. El 21 de noviemb re el grupo yihadista Al-Mourabitou n, afín
a Al Qaeda, asalta el hotel Radisso n Blu de Mali y secuestra a 120 personas, en-
tre clientes y trabajadores; alguno s rehenes que fueron capaces de recitar ver-
sos de l Corán fueron liberados , finalmente el suceso se saldó co n veintisiete
muertos. El ll de diciembre dos policías español es murieron en un ataque tali-
bán a la Embajada de España en Kabul (Afganistán).
Aunque no acarreó víctimas europeas, el terrible atentado en Lahore (Pa-
kistán) co n más de setent a y dos personas- muertas y 340 heridas , perpetrad o
po r la facción talibán Jamaa t-u l-Ahrar el 27 de marzo de 2016, trasciende la lu-
cha local y adq uiere un sentido de desafío contra Occidente, pues el objetivo
era n los cri stianos que celebraban la Pascua.
154
multitudinario vuelve a producirse tras los atentados de París del 13N de 2015,
pero la ind igna ción emocional empieza prontamente a resquebrajarse cuando
el gobierno francés decide, en respu esta, atacar Siria, pues ya no se trata de pro-
clamas ético-sentimentale s sin conse cuencia s. y ante ello vuelve a surgir el mis-
mo discu rso del " No a la guerra" de doce años antes, si bien menos monolíti co
que con respecto a la inva sión de Irak, pues ahora no nos hallamos tanto ante
la lucha geoestratégica de dos civilizaciones, que ocurre en la distancia, como
de la radicalización yihadista de los propios musulmanes europeos.
Corresponde, pues, replantearse los cri terios de convivencia en una Europa
multiétnica y multirreligio sa, y ello ha ce que, ante eJ temor de atentados en sue-
lo propi o, los intelectuales comie ncen a cuestionar -aunque sea de un modo tí-
mido - el mantra políticamen te correcto de que los atentados cometidos en
nombr e del islam no tienen nada qu e ver con el islam. Como señala el hi sto-
riador Nial! Fergusoo:"Es indudabl e que los musulmanes que viven en Europa
no son, en su inm ensa mayoría, violentos. Pero también es verdad que casi to-
dos tienen unas convicciones difíciles de conc iliar con los principios de nues-
tras democracias liberales. incluidas nu est ras ideas modernas sobre igu aldad
en tre los sexos y tol erancia ante la diversidad religiosa y ante casi todas las ten -
dencias sexua les. Por eso es muy fácil que una minoría violenta adquiera sus
armas y prepare sus ataques a la civilización en el seno de esas comun idades pa-
cíficas '~•
Dicho planteamiento se man ifiesta también en intele ctual es musulmanes,
así Abdennour Bidar afirmará: "No es só lo el terrorismo yihadista lo que nos
envía señales negativas procedentes de esta civil ización y cultura musulm ana,
sino el estado general de la misma. Es toda una cultura amenazada por la re -
gresión hacia el oscurantismo, el dogmatismo. el neoconservadurismo, el rigo -
rismo, incapaz de adaptarse al presente y a los diferente s contextos sociales ... ''.2
E igualmente Sophie Bessis denuncia que Occidente, ante la crisis del petróleo
de los años setenta, decid e tomar como int er locutor al islamismo, crea el oxí-
moron del " islami smo moderado"}' se queda ligada así a los Estados que pro -
mueven ideológi came nt e y financian el salafismo.l
1 FrncusoN, Niall, "Parí~.vitt,ma de t.,comp lacencia'; El Pnii, publicad,l el 18 dt>noviembre de 2015. Di,-
poniblcen: h1pp://e lpdis.co,nldpa1s/201SI l l/ ll!lopi111011/l4471158231_755070.html
' 010A.Abdennour, publicJdo en F.//'ni~.el 20 de noviembrede rn1, y disponible en: h11p:/lelpms.cum/d-
ra i$/21l15/I II 19/opinionl 144795 111s2_57;5sJ, li1nli
} 13~s,,. Sophie, publicado en / e /\fnnck el 1¡ de noviembre de 201, y disponible en: ltp:/fwww.lt•inon·
d~.fr/idees/arl icle/2015/ 11/07 /nou,-payoos-le, -inconsequcnccs-de-la-pol,1 íquc-francaise-au- moye11
-
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155
Pero en estas dos posturas de intelectuale s musulmanes, que en principio
parecen similares en su rechazo a la violencia, subyace un matiz relevante: mien-
tras Bidar apunta a un análisis necesario de la deriva de la cultura musulmana,
Bessis, como ya desarrollara en sus otras obra s,' acentúa la responsabilidad de
Occidente en la génesis del yihadismo .
Y es esta responsabilidad -c ulpa - la que vuelve a aparecer como argumen-
to entre alguno s intele ctual es y los sectores de la izquierda multi culturalista,
que evidencia de nuevo el ya ap untado síndrom e de Estocolmo. Cuando aún
est án calientes los cadáveres de la masacre, un a advertencia comienza a gene-
ralizarse: "¡No .sucumbamos al peligro de la islamofobia! '' Pareciera que el ver-
dadero peligro no se hallara en los propio s atentados, sino en la islamofobia
que anida en nuestras sociedad es, argumento que, como mecanismo de defen-
sa, esgrimen las propias comunidades musulmana s en lugar de reconocer, ais-
lar y denunciar la radicalización que en ellas surge. No existe un real pacto contra
el yihadismo, por un lado, por la complicidad económica y geoestratégica ex-
puesta por Bessis; por otro , porque las comunidades musulmanas en bloque se
sienten cuestionadas, y, finalmente, porque opera todo un conglome rado ideo -
lógico que da soporte a la culpabilidad occidental de una determinada izquier -
da que sigue viendo al mundo araboislámico como aliado ant iamerica no,
anticapi talista y antis ioni sta, la tríada del Gran Satán. 2
La reflexión autoinculpa~ora alcam:a diversos grados, pero todos, más que
reflexionar sobre el propi o yihadismo, dirigen el punto de mira hacia nuestras
sociedades. El primero de ellos sería acentuar el fracaso de las políticas de inte -
gración, así para el filósofo alem án TUrgen Habermas Europa debería remediar
la "patología social" de una juv entud sin raíces que está en el origen del yiha -
dismo y no sacrificar las virt ude s demo crática s en aras de la seguridad .J Esta úl-
tima aseveración da paso a un segundo grado: centrar el análisis en la tentación
de potenciar una sociedad disciplinaria . Tal es el posicionamiento de Judith Bu-
tler, qu ien tras la toma de medida s por part e de los gobiernos europeos para
prevenir futuro s atentado s, advertí a:"¿Estamos viviendo un momento de due-
lo o una sumisión a un pod er del Estado, cad a vez más militarizado, de sus -
l
J
fabricamos la exclusión, la humillación, que se nos devuelv e como vio lencia y
barbarie. En dicho vídeo acusa: 1. A Hollande, Fabius, Valls de ser los respon-
sables de lo ocurrido en París; 2. A la alianza con Arabia Saudí y Qatar que pre-
dican algo que no tiene nada que ver con el islam (y esponsorizan el fenómeno
del terrorismo); 3. A la alianza con Turquía, que ayuda a pasar a Siria a los euro-
yihadistas, que media para co mercializar el petróleo del Daesh; 4. A Estados
Unidos por utilizar el terrorismo cuando le co nvien e; 5. De nuevo a Estados
Unidos por mostrar el ejemplo de la violencia -en 2001 ya había decidido lle-
var la gue rra a Afganistán, lrak, Irán, Somalia, Sudán, Libia y el Líbano-; 6. A
Israel por crear un ambiente de odio en Oriente Medio; 7. A la discriminación
racista de los inmigrante s; 8. A la escuela; 9. A la amalgama que se hace entre
migran tes, refugiados, terroristas, islamista s ... Los refugiado s huyen de la gue-
rra que nosotros, los gobiernos occidentales , hemos llevado a su país; 10. A la
islamofobia. Y concluye: "El prob lema del terrorismo no tiene nada que ver con
el islam. Nuestros gobiernos no nos protegen , son ellos los que ha creado el ries-
go de los atentados. La guerra no es la solución pues responde a intereses. Hay
que frenar el colonialismo de Israel. Hay que detener nue stras relaciones con
Arabia Saudí y Qatar. Pon er fin a la intromisión de Turquía en el conflicto. Po-
tenciar el debate en las escuelas y los medios. Restringir la libertad de los ciu-
dadanos no es una soluc ión".
Ciertamente, algunas de las razones que aduce, y que a lo largo de nuestro
texto hemos señalado, muestran la amalgama de complicidades por las cuales
no se resuelve sino que se ha potenci ado el co nflicto en O riente Medio, ni se
ataca en su raíz el peligro del terrorismo, tornando hipócritas las muestras de
so lidaridad y de dolor. Pero, como creo haber demostrado, la situac ión es mu -
cho más compleja, y en modo alguno puede reducirse a ese canto de autoin-
culpación, que presenta a los musulmanes como meras victimas de la perversión
occidental. Hasta tal punto se desdibujan las luchas entr e facciones islámicas,
los intereses geoestratégicos de los diversos países de la zona, que cuand o Co-
llon afirma que hay varios islamismo s, únicamente distingue entre islamistas
que están en manos de Estados Unidos e islamistas que lo comba ten . Lo que no
deja de ser un paternalismo eurocéntrico. Nada importa, de cara a presentar a.l
mundo arabo-m usulmán como víctima, lo que los yihadistas dicen defender:
una religión, un califato. ¿Por qué otros países otrora colonizados no han de-
sarrollado este tipo de terrorismo, ni presentan los mismos problemas de inte-
gración? Algo habrá en la especificidad co n la qtle ellos mismos se definen. Pero
e1catecismo islamoizquierdista prefiere silenciar lo que no encaja en la letanía
del autoodio y la culpabilización.
'l. ~VY. Bernard-Henri, "La gucrrn, manunl de in~1rucóo11es''. El fhn , 17 de noviembre de 101;. Di5poni·
ble en versión digitalen: hnp://internHcíonal.elpais .com/intemacional/2015/actualidad/i4.¡770~301J76551.html
' W,. l.);f.R. Michael. Le Mo11rle,
21 de noviembre ele w 15. Dispor1ible en versión digital cn:http://kmon-
de.fr/idees/article/2015/ii/ 11/pchser-ln •dp oste_ 4814<J8
1_ ~2-32-hI n1l
159
r
l
Si las medidas propuestas por la extrema derecha en orden a recuperar una
identidad europea perdida parecen inaplicables en sociedades que ya so n mul-
tiétnicas y multirreligiosas, las proclamas multiculturales, buenista s, islamófi-
las de cierta izqui erda radical son, adem ás de ineficaces, responsabl es en cierta
medida del malestar de la población autóctona.
El crecimiento del radicalismo islámico en las barriad as desfavo rec idas de
nue stras ciudades constituye un atentado contra la soc iedad abierta. La impu-
nidad en la que este radicalismo se ha desarrollado en barrios co mo el de Mo-
lenbeek de Bru selas, centro neurálgi co de buena part e de los atentado s de París
y Bruselas , se apoya en la base ideológi ca (síndrome de Estocolm o, red11ct io ad
Hitlerum, hegemoní a del pensamient o multicultural ) que hemo s venido des-
granando. N o en otro sentido puede entend erse que se dejara escapar a uno de
los terrori stas por la prohibición de realizar det enci o nes durant e la noche. El
mundo seguro, si es que alguna vez existió, en el que no se pued e mo lestar el
sueño nocturno de la sociedad burgu esa forma parte del imagin ario del pasa-
do. Hasta dónde podemos aceptar una sociedad de control y vigilan cia en aras
de nuestra seguridad co nstituye algo má s que un mero debate teóri co. Pero so-
bre todo debemos deshacernos del complejo de culpabilidad y del relativismo
postmoderno que nos impiden reivindi car los valores ilustrado s, un republi -
canismo fuerte frente a lo que se está revelando corno un islamofa scismo del
terror. El hecho de que la revista Dabiq, órgano de propaganda del EI, an un -
ciara ataque s a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y Austral ia y
reiterara su inten ción de "conquistar Roma" o reconquistar al-Ándalus' evi-
dencia que no nos hallamos ante episodios de "lobos solitario s", sino ante una
estrategia que, como subraya Gilles Kepel, busca crear un clima de guerra en
nuestros países, que provoque reacciones de venganza cont ra comunidades mu -
su lm anas y quiebre al limite la conviven cia social. Ahora bien no debemos ol-
vidar que, además de los musulmane s de segunda o tercera gene ración, las filas
de yihadistas en Europa se alimentan de nuevo s conversos. El yihadismo es hoy
la fascinación míti ca que seduce a múltiples jóvenes insatisfechos, co mo otro-
ra lo fueron las guerrillas paramilitare s, los grupos de liberación naciona l o di -
versos movimi entos armados revolucionarios. La ép ica, heroica, viril.guerrera,
que adquier e esa dimensión promet eica por el horror que causa, está hoy re-
presentada por el Daesh. Acabar co n él puede requerir simplem ente una acción
1
VéaseREINARF.S.~ernnndo. "El Estado Islámico no ha camb[ado de estrategia': El País, 19de 11
oviembre
de 20 15. Díspvnihle en: h11p://internacionaLclpais.com/imernm:ior1al/
1015/11/19/at1ualidatl/144
7<;
48~9':¡_
164~htrnl
160
conjunta efectiva, pero cuando éste desaparezca, otro grupo, no necesariamen-
te ubicado en un país, sino alimentado por la red cibersalafista, ocupará su lu-
gar. El problema pues no es el califato sirio, sino el virtual, y para vencerlo
neces itamos medidas prácticas de control. Replanteamiento de las normas de
convivencia, respeto in negociabl e a los valores democr áticos, no más multicul-
luralismo sino menos. Laicidad , reducción de la religión a la esfera privada. To-
leran cia cero frente al fanatismo: p réd icas violentas en mezquitas , incitaciones
al odio en intern et, discrim inación ·sexua l, matrimonio s forzados, poligamia . ..
Expu lsión de los implicados en redes o de litos salafistas. (mplirnción de lasco-
munidades mu sulma nas en la detección en su seno de l radica lismo. Actuacio -
nes de regenera ción socia l en Losbarrios marginales. En este sentido Ayaan lrsi
Ali reclamaba el cier re de mezquita s y otros lugares de propaganda islamista y
el condicionamiento para la acog ida de inmigrantes del respeto a los valores
europeos. Pero además y junto a todo ello deberno s ser co nscientes de que es-
tamos perdiendo la partida ideológi ca e incluso mediática por nu estros mie -
dos, como afirma Alb er to Fernández, exd ir ector del Cen tr o Estratég ico de
Co municaciones de Co ntraterrorismo del Depa rtam ento de Estado de Estados
Unidos: "La cont ra narrativa de Occ iden te necesita más volume n, volumen con-
tra volumen . En el mercado de las ideas hay más de ellos que de nosotros':,
Una vez más, desentrañar las marañas de nuestras trampas ideo lógicas es el
paso previo para avanzar.
'De rlar;1cioncsde Frn:-iÁNDF.i. ;\lber10. rccogiJas en /:/ Pais,18 de nnviebre de 10 1;, Disponible en lmµ://in-
le rn acion~ 1.elµa is.com/in1ernílcion al/ io 1;/ 11/17/ Jctua Iiclad/1<M77il ?re!::ex,,,n iculo#cxrccs_
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UNA NUEVA CIUDADANÍA
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La noc ió n de "ciudadanía" vuelve ho y co mo un término reivindi cado des -
de múltiples opc ion es teóricas, las má s de las veces enfrentadas, que bus can lo-
grar la leg itimidad de sus pos icion es ideo lógicas en la genealogía d el co ncepto .
Pero ¿de qu é hablamo s cuando ha blarnos de ciud ada nía? ¿Qué subt exto pre -
tend emos reivindicar? ¿Qué entendemo s co mo tal? ¿Un bien univer sal?¿ Una
adscripción limitativa? Si en el pan orama polític o en el que las na cio nes, con -
vertidas ahor a en sociedad es cada vez má s multi cultur ales, mul.tiétnicas y rnu l-
tirr eligiosas, se deba te con denuedo el dere cho de ciudadanía , no es m enos cier to
que, en el plano de su fund amenta ción teó rica, las escuelas liberales, comuni-
ta ristas y rep ubli cana s reclaman para sí la co mp rensión de la verdadera ci uda -
<lanía y recha zan por erróneas las interpretaciones de las d emás.
En prin cipio conco rdamo s con que ciudadanía es la condi ción de ciudad a-
no, y éste, aqu el que pertenece a un a co munidad política , sujeto a una serie de
derechos y debere s y con la facultad de part icipar en dicha comunidad. En un
sentid o clásico co mp orta la isonomí a o de recho de igua ldad ante la ley y la ise-
goría o derecho a int ervenir en la asambl ea.
Según acentuemos cada una de estas co ndiciones obtendr emo s la prio riza-
ción d e las tendenc ias exp uestas. Si consideramos que lo relevant e es la perte-
nen cia a una comunidad, co n el arrai go en una cultura, tradición , lengua y
cos tumbre s, no s acerca remos al comunitarismo. Si creem os que la libertad in -
d ividu al esta gara nti zada fundament alm ente en el respeto del derech o y la jus-
ticia, hac iendo abstracción de las creencias perso nales, nos incli nar emo s haci a
una int erpr et ación liberal. Si pensam os qu e la pa rticipación en los asuntos pú -
blicos es un a virtud cívica, que necesar iame nte debe promoverse, co níluir emos
r co n el rep ublicani smo.
Realm ent e sólo las postu ras más rad icales, o su simplifica ció n por part e de
sus det racto res, pretenden invocar de forrna exclusiva un a de estas ca racter(s-
ticas. Más allá de las polémicas academicistas, el acercamiento a los diversos au-
tores en litigio nos ofrece un panorama más matizado en el que encontramos
opciones híbridas: frente a las posturas extremas del J'ibertarianismo y el co-
munitarismo conservador o étnico, hallamos el liberalismo clásico, el comuni-
tarismo nacionalista,el nacionalismoliberal,el republicanismoLiberal... Dejemos
pues a la Academia la cuestión de las etiquetas y vayamos al análisis de los con-
ceptos y sus derivas.
Con respecto a su dimensión, podemos entender la ciudadanía como: ciu-
dadan ía cosmopolita, ciudadanía nacional; ciudadanía transnacional, ciudada-
nía mundial. ..
ClUDADANIA COSMOPOLITA
dadaní a cosmopo lita, a través del uso público de la Razón, que, al desarrollar
los principios del derecho y de la moralidad, posibilita a los individuos el logro
l
de una constitución civil justa y el progreso continuado hacia lo mejor.
El marco de esta ciudadania es claramente universalista. A pesar de las dife-
rencias entre Hobbes, Locke,Hume, Rousseau o Kant, en torno al pacto frente
a intereses rivales,la limitación de la autoridad, la fundamentación de la socie-
dad en prácticas compartidas, en creencias comunes o en principios, el hori -
zon te ilustrado es un proyecto humano universalista (más acentuado en Locke
y Kant, más difuso como coexistencia en Hobbes y Hume). Ahora bien, ¿pode-
mos hacer una simple traslación del ciudadano cosmopolita del siglo XVlll al
ciudadano del mundo del siglo XXI?Sencillamente, no. Se le ha criticado al uni-
versalismo ilustrado su eurocentrismo, y ciertamente lo era; en las mentes de
los filósofos citados no cabía pensar que el modelo de principios universales es-
tuviera en contradicción con lo que hoy denominaríamo s la noción de "vida
buena" occidental. A partir del Romanticismo se ha tematizado profusamente
esa visión de civilización universal, oponiéndole la de culturas como represen-
tación del Volkgeist.Mas recientemente la crítica postmoderna ha propiciado
la visibilidad de un pluralismo de la heterogenidad; también el comuni tarismo
166
11
ha crit icado el universalismo liberal de Rawls por neutr o y falsamente desa-
rraigado. Por ello, cuando hoy se reclama la ciudadanía mundial incorporan-
do el derecho a la interculturalidad estamos ampliando y traicionando a la vez
el cosmopol itismo ilustrado. La interculturalidad socava, por pretendidamen -
te estrechos, los principios y valores universales, al situarlos como producto de
una cultura que debería abrirse a otras, propiciando así una nu eva síntesis cul-
tura l, ésta sí ya plenamente cosmopo lita, esto es, mundi al. Pero ¿qué ocurr e
cuando determinadas culturas rechazan el marco general, pongamos, de la De-
claración Universal de Derechos Humanos como base de entendimiento? Pue-
de ser que estemos dispuestos a aceptar que dichos valores no son universales
en el sentido fuerte y metafísico de la palabra, pero tamp oco que sean negocia-
bles desde el relativismo cultura l o francamente imperialistas, como pretenden
quienes buscan en la etnia o la religión un fundamento más alto y más restric-
tivo.
Las nuevas versiones de cosmopo litismo, al estilo de Marcha C. Nussbaum,
se enfrenta n a estas mismas contradicciones: la renovada acusación de univer-
salismo desentrañado o su mera enunciación buenista, fragmentada en la p rác-
tica por las reivindicaciones comunitarias . Las aportaciones de los diversos
participantes en su libro Loslímites del patriotismo. Identidad, pertenenciay «ciu-
dadanía m1mdial" nos muestran un panorama comp lejo frente a ambos ex-
1
167
trato soc ial en torno a unos principios que se requieren universales. Esta ciu-
dadan[a nacional implica la noción de patriotismo. Tras la eclosión radi caliza-
da de los nacionalismos, cuyo desarrollo conflictivo originó las dos guerras
mundiales, las naciones buscaron pactos internacionales que fundamentaran
alianzas de convivencia, organismos supranacionales, que, respetando la sobe-
ranía nacional, frenaran cualquier conato expansionista. El nacionalismo su -
frió un proceso de demoni.zación,ejemplificado en el rechazo frontal al totalitarismo
del nacionalsocialismo y del fascismo. La propia dinámica de desarrollo y con -
so lidación de los organismos transna cio11ales y el fenómeno de la globalización
han debilitado el papel de los Estados nación. Por otro lado , y a nivel teórico,
la crítica de la Modernidad ha legitimado ese mismo declive, dando por senta-
do el fin de su hegemonía, con una alegría a veces sos pechosa, pues ¿a qué in -
tereses sirve su acta de defunción? La fragmentación de los Estados nacionales
¿es realment e un hecho indubitable? ¿resulta deseable? Únicamente para los que
apuestan por una Europa de las regiones, para aquellos que ven en el multicu1 -
turalismo no sólo la descripción de un hecho - la multiculturalidad -, sino un
ideal normativo. Pero si la realidad nos impone la aceptación de nacion es cada
vez menos homogén'eas y más multicultur ales, ello no implica la aceptación del
mu1ticulturalismo como ideología. Frente a la noción de multiculturaJismo para
describir la actual situación europea como postnacional , me parece necesario
proponer otra conceptua lización, que recogería el hecho de la heterogeneidad
sin adhe rir se al ideal normativo del multiculturalismo. No deseamos la des-
membración postnacional, sino la construcc ión de la transnacionalidad, esto
es: el mantenimiento de los Estados nacionales y su in terconexión supranacio-
nal. Reivindicar lo transnacional en la Unión Europea implica la constatación
de la libre circulación de los ciudadanos comunita rios, el fenómeno transcul-
tural que conllevan los flujos migratorios. pero también, y esto es lo relevante ,
la perduración y defensa de valores transnacionales por encima de la identida-
des endogámicas. Valores transnacion ales que so n los propios de la tradición a
la que responden las naciones, en nue stro caso de Europa, con su legítimo de-
recho a la preservación de su iden tid ad cu ltural, la que emana de la tra dición
greco latina, la aportación históri ca crist iana y la secularización ilustrad a, sólo
por citar sus raíces más señeras.
Esta visión implica dejar de demoniz ar el patdotismo, tanto el nacional como
el transnacional, lo que en este últim o caso co nformaría un sentimiento pa-
triótico europeo . En este sentido, a pesar de mis diferencias en otros aspectos,
comparto para los europeos -y para los españole s, por supuesto - , la recomen -
dación que Richard Rorty realizara a los estadoúnidenses de no desdeñar el va-
lor del patriotismo, reconocer Ja importancia corno elemento cohesionador de
"la emoción del orgullo nacional" y del "sentimiento de identidad nacional
compartida",, en una dimensi .ón que implica y va más alJá de la "lealtad cons -
titucional " reclamada por Habermas.
í
'RonrY,Rich~rd, New Yc,rkTimes, 13 de febrero de 1994.
1 ' BEK~IUDO. Jose Man11
el, "Individualismo, 11,1iversulismo. pluralismo': en fl/1m 1limw filosófico>
'"º pnlitic(J,BERMUDO, José Manµel (Coord.), Barcelona, Horsort cdit(l(iijl, 200.3 , p. 19.
' pl11n1lis-
r 16y
pretensiones de verdad. Derrida pondrá de manifiesto el falogocent rismo de
una metafísica sentenciada a muerte. Vattimo abanderará el "pensamiento dé-
bil'' hermenéutico frente a las nociones esencialistas de verdad. Finalmente Lyo-
tard dictaminará el fin de los GrnndesRelatos o teoríassistemáticasomniexplicativas,
celebrando la emergencia de los microrrelatos, la fragmentariedad y la multi -
plicidad. Todas estas críticas gnoseo]ógicas tienen su contrapartida positiva y
política en la emergencia de los "otros" invisibilizados por los discursos hege-
mónicos: mujeres, homo sexuales, minorías culturales ... La creación de los Es-
tudios Culturales en Estados Unidos promueve esta "insurrección de los saberes
sometidos" en contra del "canon occidental ", lo que se concreta en la apuesta
postcolonial del mul tículturalismo.
Este brevísimo repaso completa un trayecto que, en apenas cuarenta años,
va de la generación de un pluralismo gnoseológico y vital, con evidentes logros,
hasta un repliegue identitario; del multiculturalismo como apertura a lo múl-
tiple, a la guetificación comunita ria, al chantaje multicultural, al revanchismo,
a lo que Robert Hughes denomi nara "cultura de la queja".
r determinadas virtudes cívicas podrían paliar este camino hacia el relativi smo.
pues en última instancia el ideal republican o no deja de defender cierta uni -
versalidad, la que estaría plasmada en un " hum anismo cívico" (al estilo, por
ejemp lo, de Pocock). El ideal republicano de ciudadanía conlleva la obligaci ón
moral de la participación por encima y como co rrectivo de una supuesta ego -
ista y denostable libertad individual, lo que impli ca una opción política y aJ-
f
17 1
f
ternativa al libe ralismo, qu e convierte la ciudadanía en un co ncepto pretendi -
damente ad scrito a las corrient es socialdemócratas. Así, de sde la opc ión repu -
blicana del human ismo cívico, se está defendiendo urra determin ada concepción
de la "vid a bue na ': qu e el Estado debe a toda costa promov er a través de la in -
culcación a los ciudadanos de determinadas virtudes. Cur iosamente, frente a la
noción fuerte de ciudadanía digamos, patriótic a, al estilo franc és o norteame-
ricano, en otros países como Canadá, Inglate rra y tam bién España asistimo s a
una no ción blan da de ciudadanía, basada en co nceptos como solidaridad, res-
peto, antir racismo ... que no s vuelve a llevar por ot ro camino a la misma meta :
el multi cu lturalismo como ideal normativo.
El socia lismo, al adoptar como nuevo alimento ideológico el repub licanis -
mo tras su abando n o del mar xismo, pretende neutralizar a do s de sus enemi-
gos: el liberalis mo y la conf esionalidad.
Si ante s había seña lado la paradoja del libera lismo, el socialismo no está li-
bre de su prop io devenir paradóji co. Al intentar atacar los valores liberales oc -
cidental es cae en el relativismo cultur al; al defender los dere chos identita rios de
las "com unid ades oprimidas " da coar tada a quienes niegan las virt ude s dvicas
de la demo crac ia, como pued e aprec iarse en ese confuso maridaje de un cre-
cient e islamoizquierdismo, pretendidarnente legitimado en la lucha contra el
imperialismo ameri cano, y el sionismo. La participación cív ica co mo gara n tía
de una ciudadanía igualitaria puede, a pesar de sus ventajas , con llevar el iguali-
tarismo de todas las op cione s cultura les. Así pues, la paradoja del socialismo se
plasma en el hecho de que, po r un lado, defiende las virtudes cívicas, una co n-
cepción de la "vida buena", lo que desemboca en un dir igismo estata lista; por el
ot ro, a la vez, po r medi o del énfasis en el coro lario de dichas vi rtudes, la solída-
ridad, el respeto y el antirracismo , a través de un bueni smo multicu ltural, cae en
el relativismo, en el pluraJismo no ax.iológico que criticaba en el liberalismo.
17 1
Volvamos ahora a la pregunta que formulaba más atrás: ¿es hoy efectivo un
mero liberali smo procedimental en un a sociedad muJticultural con un claro
avance de los comunitarismos nacionalista s y los comunitarismos identitari os,
presentes estos últimos sobre todo en las comunidades musulmana s radicadas
en Europa?
El pluralismo liberal de los o rígenes -me remito a Kant y Stuart Mil!- par -
tía, como he seña lado, de un marco común de valores univ ersa les. Ese marco
común se ha mantenido para el pensamiento conte mporáneo, aún incluso du -
rante la época de la Guerra Fría, situado en el enfrentam iento entre democra -
cia/ totalit arismo, con el supuesto izquierdist a de que la democracia liberal no
era una real democracia y el co munismo constituía un garante de la igualdad.
Tampoco esta mo s ya en la sit uación en la que los enfrentamientos académico -
políticos entre liberales y comunitarista s eran formas revisadas y criticas de pro -
fundizar en la libert ad y el arraigo de los individuos en pos de la verdadera
democracia. Ese marco común de racionalidad y valores se ha roto con el lla-
mado choque de civilizaciones Occidente/islam, en el que la dialéctica se juega
entre democracia/teocr acia, y donde inclus o las "decla raciones islámicas de de -
rechos del hombre" juzgan la Declaración Universa l de Derechos Hum anos
como producto sesgado al servicio de inter eses occidentales, frente a la sharía
como fundamentación superior, que niega la sepa ración entre el Estado y la re-
ligión , base inapelabl e del Estado de derecho en Occidente . Frente al comuni-
tarismo islámico, que utiliza en beneficio propio los argumentos del comun itarismo
filosófico y del multiculturalismo, la crítica postcolonial al imperialismo de Oc-
cidente y el sentido de culp a que éste mismo ha introyectado, necesitamos una
versión fuerte del liberalismo -en su más só lida y clásica tradición-, que sepa
oponer sus valores como co ntenidos inne gociab les y no mera metodología de
gestión del pluralismo. Y más aún si, como he pretendido demostrar, desde el
liberalismo, el republicanismo y el plurali smo postmoderno, todos los caminos
nos llevan a un enaltecimiento del multiculturalismo normativo. Pues si, como
bien ha señalado Sartori, el multiculturalismo acaba con el pluralis1no, es pre-
ciso poner de manifiesto cómo el desarrollo dirigido del pluralismo ha dado
lugar a un multiculturalismo que es su misma negación.
Desde postulados estrictamente rawlsianos, la enseñanza de las virtude s cí-
vicas deberla inculcar ünicame nte las co nd iciones de un liberalismo político.
pero no los elemento s de un liberalismo como doctrina comprensiva. Con ello
se pretende sortear el elirigismo republicanista, pero considero que, dada la ac-
17J
tual situación, negarnos a inculca r incluso los vaJores de Ja autonomí a y de la
individualidad para no caer en la defensa de un a determinada con cepc ión de
la "vida buena " torna a las sociedades occidentales extremadamente débiles
frent e a chan tajes multiculturalistas. El liberalism o no debe tener mi edo a de -
fender sus va lores co mo ideale s co mpr ensivos; la auto nom[a y la libertad no
son meras reglas de juego , co mpon en un ideal m oral y político qu e hunde sus
raíces en la im agen y la fuerza que Occi dent e ha creado de sí. Ha y que pen sar
en cuá l es la identidad comunitari a occ idental, europea, española; co n un pa -
triot is m o ligado no sólo a Ja nac ión, s ino inclu so a la civilización prop ia. La
neutr alidad axiológica co n la qu e Occide nte ha pret endido co nstruir se nos tor -
na frág iles ante qu ienes se sirven del pluralismo para afirmar su com unitaris-
mo identitari o. Si un pais, un contin ente, quiere defender sus señas de identidad ,
debe ent end er el plura lismo dentro de éstas, no como un plurali smo cultural
que relativiz a e igua la su cultura a cualquier otr a. Se es ciudadano de una na -
ció n, se es ciud adano, en nue stro caso, de la Uni ón Europea y se es ciudadano
por el compromi so y el ejercicio de los valores de libert ad, autonomía y justi -
cia qu e se enmar can en los principios universal es que hemos deseado otorgar -
no s en la her encia de nuestra propi a historia.
174
L I BERTAD, DERECHOS HUMANO S
GLOBALIZACIÓN,
Y DIFERENCIA CULTU RAL
f
1
[
r
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¡1
La globalización es, sin duda, el Gran Hecho, que de manera fáctica, tecno -
lógica y económica pugna por constituirse en el Gran Relato de nuestra con-
temporaneidad transmoderna. ' Caracterizado, a finales del siglo pasado por una
cierta totalización tecnoeufórícaque, sin emba rgo, acogía en su seno diversas re-
tóricas de la diversidad - como hemos apuntado en el capítulo anterior-, será
este legado teórico el que, paradójicamente, rearme posteriores repliegues iden -
titarios en una realidad compleja de crisis poUtica, social y económica globa l.
177
Por otro lado, la diversidad que marca a un grupo puede tener dos sentidos,
uno externo, con respecto a otro grupo, y un segundo interno, la diversidad en
el interior de la propia com unidad. Así pues, una comunidad puede ser un ele-
mento de diversidad en el marc o de un a com unidad más amp lia, pero negar en
sí todo cona to de diversidad interna, con lo que sería inapropiado adjudicarle
los beneficios valorativos que la noción de diversidad con lleva. Y habitualmente
las comunidades que se reclaman diferentes son altamente identitarias, esto es,
totalit ar ias a peq ueña escala.
La familia semántica del concepto "divers idad'' incluye el de "dife rencia': que
también suele ten er co nnota ciones positiva s, pero no debernos olvidar que loda
diferencia implica desigualdad. ¿Hasta qué punto llevados por la moda de la di -
versidad no estamos cerrando los ojos ante las desigualdades que a menudo en-
cierra?
En ese reparto de cualidades del que vengo reílex_ionando se ha pretendido,
como hemos visto, que la cultura occidental sea el paradi gma de la homoge -
neidad imperialista, cercenadora de las diferencias, con el corolario de valora-
ción negativa que esto conlleva, cuando, sin que deje de ser en alguna medida
cierto, no lo es menos que la floración de la diversidad se da por antonomasia
en las democracias occidentales. Pero es precisamente a las culturas y grupos
más identitarios a los que interesa trasladar esta imagen totalitaria y en bloque
de Occidente para legitimar un rechazo y una culpabilización, en gran medida
asumida por los propios intelectuales occidentales que así pretenden desemba -
razarse de la cu lpa.
A la luz de algunas de las trampas conceptuales que subyacen a las nociones
de globaliza ción y diversidad, parece necesario desentrañar cuál puede ser el
fundan:1ento axio lógico que nos permita postular los comportamien to legit i-
mas en estos contextos . Para ello tendremo s que ver, en primer lugar cuáles son
las formas habitual es de legitimar las diferencias, para posteriormente intentar
acercarnos a algún tipo de fundamentación ética vinculante.
fa NIVF.LDE DJFER-ENCIA
1.ECíTIMA
'
i
obsta nt e, si pretend e serlo co n legitimi dad, deberá d efend er un dis curso de ver-
dad, universal y no suje to a una mera voluntad de reva ncha. Por consiguiente,
en la crítica a determinado s di scursos no se produ ce un a real de co nstrucc ión
lóg ica y alterna tiva, sin o un a mera intenc ió n de sustit ución.
E,ciste una mec áni ca in teresada a la hora de reivindi car la propia posición
teórica. Si entend emo s que ésta es situada, esto es, que bu sca establecer su di -
ferenc ia co m o neutr a un iversa lidad, enton ces demo nizará toda diferencia su -
perior acusá nd ola de imperial ista y procede rá a negar las dif erencias int ernas
buscando un a hom oge neida d. La pos ició n hegem ó ni ca pretende dict aminar
cual es "el nivel de d iferencia legi1ima·: al nega r esa legitimidad por arriba y por
debajo. Así, por ejemplo, la na ción puede pos tular el nivel de d iferencia legíti -
17<)
r
ma negando tanto la legitimidad del nivel superior transnacional, cuanto el ni-
vel inferior: las nacionalidades subestatales. Las nacionalidades históri cas ata-
carán la unidad nacional, po r ejemplo España , como formación opresora, pero
negarán toda diversidad ínterna, la de las comunidades cultu rales o lingüísti-
cas que aún pervivientes históricamente no se ajusten a su patrón unitario . Las
ag rup acio nes trans nacionales pueden, a su vez, tener la tentación de minimi-
zar las atribuciones de los Estados nación que las co mponen , catalogándolas
como un vestigio superado del pasado. Las co munid ades étn icas sur gid as de la
inmigración pueden pote nciar su identidad propugnando como nivel de dife-
rencia legítima una sociedad multicultural , qu e pretende debilitar la cultura na -
cio nal en la que se asientan.
Este proceso estab lece una circularidad de la qu e resulta difícil escapar , pues
nos ofr ece un uso instrumental de la teoría en el que únicamente el eje rcicio
del poder garantiza el discurso pretendidamente verdadero . Éste parece más
evide nt e cuando se trata de la fuerza de los ejércitos, de la estructura política o
de las potencias económ icas, pero igualmente actúa cuando la ju stificac ió n es
religio sa o ideol óg ica. Los grupos no hegemónicos pueden, aún de sde su ca-
rencia efectiva de dominio, difun di r la legitimidad moral de su difer encia, co -
lonizando sutilmente los discursos de una época.
Para esca par de esta circularidad es necesa rio indagar un fundamento axio -
lógico que nos provea de un criterio valorativo. Y aquí nos enco ntramo s con una
seria dificultad, pues, co mo he querido mostrar, bu ena parte del pensamiento
del siglo X.,'( se ha dedicado a debilitar y hacer sospechosos concepto s como "u ni-
versal idad de los derechos", "razón", "verdad ", "pa radi gma ilustrado " ... , gene-
rando ade más un ant ioccidentalismo tanto gnoseológico cuanto político.
No podemos aquí repasar ahora lo que repre senta este sesgo de la historia
de la filosofía reciente , pero, siendo cons cientes de que nue str a contempora -
neidad se ancla en la constatación del fin de los fundamentos sólido s de la me-
tafísica, en la crítica de las ingenuidades de la primer a Modernidad, bueno será,
para sortear la deconst ru cció n efectuada por los dis cur sos postmodernos, in-
ten tar asumir lo que de acertado tení an sus consi derac iones, ev itando, no obs-
ta nt e, caer en el puro relativismo. Para ello sugiero retomar la perspectiva
180
kantiana. Ya el pensador de Konisberg afirmaba haber despertado del "sueño
dogmático de la Razón~ al constata r que únicamente podíamos analizar el rei-
no fenoménico de la experiencia por medio del ente ndimi ento, y que los jui -
cios y la metodología científica parecían remitir a una fundamentación n0tunénica,
que sin embargo quedaba fuera de nuestra experiencia . De alguna manera, toda
la pirámide del conocimiento encon tr aba coherencia si supon íamos una cús -
pide lógica, causal y esencial, que la Razón requería como necesaria, pero que
se nos revelaba como meramente especu lativa. Éste, que he dado en de nomi-
nar "descabezamiento de la pirámide kantiana ", es el marco conceptual en el
que emerge el pensamiento contemporáneo. Careceremos de este punto alfa,
vértice supremo , donde podríamos colocar las ce rte zas absolutas, e incluso a
Dios mismo, pero la coherencía del conjunto de nuestros saberes nos requiere
y posibilita ordenar nuestro conocim iento y nuestra acción en torno a unos idea-
les regulativos de racionalidad científica, que en el terreno de la ét ica estable-
cen como deseables los parámetros de la libertad, la autono mía y la emancipación
de toda tutela oscurantista.
Que el lugar donde antes estaba la Verdad, el Ser, Dios, o en su traslación
política el monarca absoluto, sea ahora el espacio de una ausencia puede cons -
tituir para algunos una nostalgia premoderna, pero si lo vemos desde un pun-
to de vista positivo, es el garante de nuestra libertad. Pues un fundamento
abso luto es algo explícita o implícitam ente teocrático, sólo nos permite la cons-
tatación, la obediencia y la sumisión. Eo camb io, ese lugar vacío, que no remi -
te a ninguna certeza incontestable, posibilita Lalibertad de creencia y, en el plano
político, es el supuesto mismo de la democracia: que la cúspide del poder no se
oc upe por derecho divino o de sangre, sino que sea elegib le y revocable. Toda
la seguridad que oblitera garanüza, en cambio, el pacto humano como meca -
nismo de legitimidad social Ese consenso revisable encuentra en la negación
del esencialismo la condición misma de su libertad, pues, como ya nos advir-
tiera Popper, ni siquiera cabría la traslación del derecho divino o natural a la
soberanía popular. No es que, de form a esencia lista, el poder resida ahora en el
pueblo, sino que, apl icando su principio de falsación a la realidad política, .icep-
tamos unas normas mientras no se hallen otras más convenientes. El sistema
democrático garantiza que ese cambio de legislación o dirigentes se realice ple-
J biscitariamente, sin una toma violenta del pod er o derramamiento de sangre.
Ésta es la verdadera C'Ondiciónde posibilidad de una sociedad abierta y del plu-
ralismo . Ahora bien, SLno dese a rnos caer en un mero relativismo pr ác tico, de -
1
~
beremos encontrar un principio rector y éste no puede ser otro que el respeto
a los Derechos Humanos como ideal regulativo, horizonte siempre perfectible,
universalizabl e más que universal.
Pero ¿es suficiente el marco de los Derechos Humanos para garantizar la li-
bertad y el pluralismo?
La aplicación de este ideal regulativo no deja de tener algunas trampas.
Las proclamas altisonantes suelen concitar retóricas adhesiones , que, no obs-
tante, a menudo ocultan disonancias semánticas, a veces de gran calado. ¿Quién
puede oponerse a principios tales como libertad, igua ldad , justicia ... ?, y, sin
embargo, entendemos por ellos todos lo mismo? Prácticamente no hay ningún
totalitari smo que no afirme defender dichos valores, lo que ocurre es que no
siempre se les da el mismo significado o bien se establece una jerarquía en vir-
tud de la cual se limita la dim ens ión de alguno de ellos. Así, por ejemplo, los re-
gímenes comunistas al pretender dar prioridad a la igualdad y la justic ia, establecen
restriccion es de las libertade s que, en su opinión, imposibilitarían las primeras.
Las declaraciones islámicas de derechos del hombre propugnan un fundamen-
to divino que, por considerarse superior a todo criterio hum ano, condiciona la
interpr etac ión correcta de esos valores. Desde diversas posturas altermund is-
tas, se reclama , como criterio de autenticidad de esos mismo s valores, el respe -
to a la diferencia, defendiendo un diferencialismo que deslegitima la universalidad
que posibilita su emergencia. La Alianza de Civilizaciones, en su afán de con-
se nso buenista, convierte en "pequeños detalles étn icos' ' las más palmarias
conculcaciones de los derechos humamos.
1
¿Cómo supera r la fatiga que produce la retórica del "derechohumanismo"?
Cada vez que emp leo sus grandes palabras no puedo sustraerme de ese deje
vacuo que las envuelve, del tufo cínico de cuantos las emplean como simple
añagaza política. Tampoco puedo ignorar la contunden te deconstrucción de
sus falacias , de la voluntad de dominio secta rio que a menudo encubren ... Y,
l
sin embargo, prescindir de ellas no s arroja a los brazos del fanatismo más irra-
cionaJ. Las necesitamos pues como precarios ideales regulativo s, como simula-
cros útiles, frente a los cuales nuestra perpetua desconfianza no les resta ni un
ápice de innegociabilidad. únicamente si no bajamos la guardia ante su uso de-
magógico podremos utilizarlas sin mancharnos las manos con la estu lticia.
182
Un paso necesario, aunque no suficiente, es desce nder del terreno filosófi-
co al jurídico. Hablemo s no tanto de Dere ch os Humanos, cuanto de la Decla-
ración Universal de los Derechos Humano s y de los desarroll.os posteriores. Y
aq uí encontraremos un prim er elemento de distinción. Pues si bien de algu nos
países con sistemas democ rát icos pod emos deci r que aun proclamándola , no
la cumpl en, co n lo cual su follo es de co herencia, la posición de o tro s paí ses,
culturas o movímientos es la de situar se al margen o en una postura franca -
mente beligerant e.
Si aceptarnos la adhesión a la Declaración Universal de Derechos Hum anos
y a los valores de mocráticos como requisito indispensable para ga rantizar la li-
berta d en nu estras sociedades, volvamos a pregunt arnos : ¿podemos decir que
son formalmente suficientes pa ra gestionar los valores legítimos ?
186
LA PARADOJADEL PLURALISMO
LADERIVA MULTICULTURAL
188
yoría de nuestros planteamientos teóricos más recientes, de manera qu e ahora
result a muy difíci l desha cerse de sus falacias.
Lo han propiciado todas las apo log ías de la div ers idad, la fragmentación, la
alteridad ... que prolif eraron en el siglo X.X.Las filosofías de la sospecha, la crí -
tica de la razón instrum ental, el pensamiento débil, los discursos postmoder -
nos ... han adq uirido no sólo una dimensión gnoseo lógica, s ino también ética,
que, má s allá de la autocrítica interna de la razón occidental, han procedido a
una deslegitimación m oral y cu lpabilización de ésta . Y ha sido dicha culpabili -
zación la que impide qu e la autocrítica de ciertos mecanismos totalizan tes de
la razón se aplique también a los discur sos emergentei;, pues al considerar a és -
tos como moralmente justos, se los exime de los criterios que gara ntizan la li-
bertad , haci endo que el mismo vocablo "libertad" y mucho más el de "liberalismo"
no só lo no sean algo íncontestablemen te exigibles, sino que devengue n inclu -
so sospechosos. Y ello lo podemos comprobar en buena pa r te de las d erivacio-
nes de l pensamiento poscolonia].
Tras la crítica a la Mod ernidad efectuada por las corrientes "post': se ha in-
tentado rernrnar a los reros pendientes ilustrados con una vuelta a la defensa
de los Derechos Humano s (espec ialmente pujante en Francia en autores como
Alaín Finkielkraut, Bem a rd -H enri Lévy, Pascal Bruckner, Luc Ferry ... ). Ello
con lleva la dificu ltad de remontar el descrédito teórico de estos filósofos y dar -
les una nueva dimensión que asuma las críticas que el humanismo, el antro-
pocentrísmo, e l androcentrismo y el eurocentrismo han ve nido justame nt e
cosechando en los últimos se tenta años. El "de rec hohumani smo" resulta hoy
fácilmente minu sva lorabl e desde las vanguardias teóricas, pues e n su versión
más vacua está desgastado por la retórica de los orga ni smos int e rnacionales y
sus compone nda s de la diplomacia políti ca, que, paradójicamente, en su afán
por evitar los co nflicto s, encue ntra en el multicultura lismo el es logan rentable
de la corrección política. Frente a los que pretenden un retorno neoilustrado a
la uni versalidad de los Derechos Humanos el desarrollo de los derechos cu ltu -
rales, en e l sentido tendencioso que vengo señalando, debilita su mism a uni -
versal idad.
l lemos visto también cómo el devenir paradójico del lib erali smo acaba por
iustíficar el multiculturalísmo al hacer valer los principi os que pretendían ga-
rantizar la libertad de los individuos e n e l pluralismo de las comun idade s, in-
cluidas aquellas que no respetanel plur.1lismo.
Lo mismo les ocu rre a las otras dos corr ient es de pensamiento que entran
en liza co n el liberalismo: el co munitarismo y el repub l1ca rüsmo. Desde el co-
189
munitarismo se legitima el multiculturalismo acentuando las diferencias y el
relativismo cultural, desde el republicanismo, promocionando la virtud cívica
de la toleran cia, hasta un e>..1:remo
en que vulnera los principios republicanos.
No fijar ningún límite al pluralismo, desde las "sociedades abiertas", impli-
ca socavar los valores básicos y aun la misma superv ivencia de esas sociedades.
Resulta preciso, además, diferenciar las incoherencias que pueden surgir des-
de las diversasposturas. La sociedad democrática defiende los valores de la igual-
dad y la libertad, los comunitarismos antidemocráticos -por supuesto no todos
los comuni tarismos lo son- reclaman su diferencia en virtud de dichos valores:
"Debes trat arme como un igual, tengo libert ad de ser como soy''. Pero ese de-
recho a la diferencia sólo será legitimo si ·en el seno de la comunidad se sigue
respetando el derecho a la diferencia, esto es: la igualdad y la libertad; si no es
así, su reivindi cación es ilegítima, pues en virtud de dichos valores se realiza
una efectiva anulación de ellos. La critica a la sociedad democrática debe reali-
zarse no sobre los valores democráticos, sino cuando éstos no son efectivamente
aplicados. Luego no podemos situa r todas las culturas o sociedades en un mis-
mo plano, ya que aquellas que dicen defender los derechos hum anos y no los
aplican podrán ser acusadas de incoherencia; aquellas que no los defienden son
sencillamente ilegítimas y no pueden reclamarlos únicamente para asegurarse
un espacio si después los rechazan.
UNA TAREAURGENTE.ALGUNASCONCLUSIONES
190 1
1
1
que se considera una libertad descarriada. Resulta urgente dotarse de un argu-
mentario teórjco consistente que establezca desde parámetros liberales la legi-
timidad de la identidad y de la diferencia.
El fundamento axiológico de los comportamientos en el espacio público y
privado no puede ser otro qu e el de los Derechos Humanos. Las críticas a su
fundamentación metafísica la resitúan en el pacto social. Los Derechos Huma-
nos so n un ideal reg ulativo. Ahora bien, éstos no pueden aplicarse desde un
mero formali smo democ rático procedimental. La neutralidad axiológica con-
du ce al relativismo. Resulta necesa rio consolidar un pacto liberal arraigado, que,
además de establecer la Declara ción Universal de Derechos Humanos como mí-
nimo común den o minador de todas las sociedades, co ntemple la legitimidad
de la ident idad cu ltural. En primer lugar, la identidad cultural de la civilización
occidental que ha producido esa misma declara ció n, pero también la identidad
cultural europe a y las identidade s nacionale s de los pueblo s europeos. Vaciar la
cultura occidental y la europea de contenido, pensando que sus señas propias
son los valores universales y la formal idad democrática , las convierten en un
mero contenedor en el que únicamente las minorías tendrían dere cho a su di -
ferencia. Los derechos culturales deben poder aplicarse también a la cultura eu -
ropea, deshaciendo las suspicacias interesadas que dicha reivindicación conlleva.
En caso de que los valores propios de una sociedad sean ajenos a una parte mi-
noritaria de su población , habrá que distinguir entre los que provienen de mino -
rías nacionales subestatales o grupos indígenas h istóricos en d territorio, y los
de las comunidades surgidas por la inmigración, corre spondiéndoles a los pri-
mero s el derecho de recono cimiento y a los segundos el deber de inte gración.
Las diferencias culturale s, de co stumb res. religiosa s o lingüí sticas de las comu -
nidades inmigrant es, siempre qu e no conculquen los derechos human os, tie-
nen su lugar en el ámbito privado y pueden ocupar el espacio público en tanto
en cuanto no entren en co lisión con el derecho que el país de acog ida tiene a
mant ener y prote ger su propia cultura. Ciertament e es la cu ltura propia la que
genera adhesión emocio nal, las virtude s cívicas pu eden también generarla siem-
pre que incorporen el sentimi en to de patrioti smo , por ello result a impr escin-
dible que los ciudadanos origin arios no vean amenazado dicho sentimi ento y
que los nuevos ciudadanos se su men a él, sin por ello negar sus peculiaridades
ni su memoria ancest ral.
La libertad nun ca es una ca rga sino una ga rantí a, y para ello debe estar su -
jeta a unas normas , aque llas precisamente que garantizan su eje rcicio. No se
trata tanto de buscar un fundamento a la libertad, pues ella misma es el fun-
damento elegido para el resto de valores. La libertad debe ser la condición para
la cohesión social, nunca la excusa para su fragmentación. No puede haber li-
bertad para acabar con la liber tad, éste es límite del pluralismo.
192.
POPULISMO, COMUNIDAD Y POSTHEGEMONÍA.
UNA INFLEXIÓN EN EL DEBATE
SOCIAL CONTEMPORÁNEO
1
'
Se habla mucho de populismo en los últimos tiempos en Europa. Se ha con-
vertido en un arma arrojadiza en las contiendas electorales. Los partidos al uso
temen el avance de los nuevos movimientos que impugnan las reglas del juego
de la política tradicional. A izquierda y derecha nacen contestac ione s más o me -
nos globales que dan por periclitada la representación política tal y como la ve-
nimos ent endi endo, bien es cierto que utili zando el mecanismo electora l para
lograr una aquiescencia c.:iu<ladanacada vez mayor. El rechazo alcanza diversos
niveles: el euro, la Unión Europea, el bipartidismo, la corru p ción política, el neo -
liberalismo ... La cr isis económica, el fin del estado del bienestar, el empobre-
cimiento de las clases medias, el paro y la falta de expectat ivas del sector juve nil
azuza un descontento cada vez más rad icalizado. La situaci ón no es la misma
en los diversos pa íses de Europa, y ello hace que, según las circunstancias y los
partidos en el poder, el populismo adop te una faz de derechas o de izquierdas.
El primer toque de atención fue el crecimie nto de los partidos de extrema de-
recha: Partido Nacionaldemócrata, NPD (Alemania); Partido de la Libertad ,
FPO (Austria); Ylaams Belang (Bélgica); Ataka (Bulgaria); Partido del Pueb lo
Danés, DF (Dinamarca); Partido Naciona l Eslovaco, SNS (Eslovaquia); Verda-
deros Finlandeses (Finlandia); Frente Nacional (Francia); Amanecer Dorado
(Grec ia); Jobbik (Hungría); Liga Norte ([talia); Partido del Orden y la Justicia,
TT (Lituania); Partido por la Independencia del Reino Unido, UKJP(Reino Uni-
do; Partido de la Libertad, PW (Países Bajos); Demó cratas de Partido de la Gran
Rumania, PRM (Rumania); y Suecia, DS (Suecia). Aglutinados todos ellos en el
Parlamen to Europ eo en el Movimi ento por la Europa de las Libertades y de la
Democracia (MELD) y la Alianza Europea de los Movimientos Nacionales
(AEMN), siendo el Frente Nacional de MarineLe Peoen Franciael que estades-
borda ndo todas las previsiones, llegando a ser en algunas zo nas la fuerza mas
votada . ·
Frente a ellos, el populismo de izquierda s viene repr esentado por SYRIZA,
ganador de las elecciones en Grecia, cuyo portavoz es Alexis Tsipras; el Movi-
miento 5 EstreUas, liderado por el actor y cómico italiano, Beppe Grillo, y Podemo s
en España.
En lín eas generales, se trat a de dos respu estas de signo político distinto, pero
qu e co nflu yen en su nivel d e indi gnación y en el descreimiento de los ca uce s
tradici ona les de la política (que los ha identificado mu chas veces como an-
tipolíti ca).' En aquellos países co n un gob ierno soc ialdemócra ta, la insatisfac-
ción ant e la crisis se ha unid o al hecho de que durant e su bonanza han sido
rec ep tores de inmi gración , y ahor a los .inmigrantes se ven como una amenaza
tanto para la eco nomía cuanto para la identidad cultur al dd país . La deficiente
i.ntegración les hace ocupar bolsas subsidiadas y en algunos casos (recordemos
los disturbios de París en 2005 o los de Malmb en 2008) se declaran claramen te
beliger antes con el Estado de acogida. Ello ha potenciado movimiento s na -
cionalistas, de e.xtrema derecha, y xenofobia, con la arribada de nuevos votantes
de clases populares, clases medias venid as a menos y jóv enes en paro , sectores
que ante s habían votado a op ciones más moderadas o incluso de izquierdas.
Esta misma bolsade votantes,indignados por las políticasrestrictivas,la cor -
rupción política y la falta de un futuro laboral es la que , en países gobernados
por partidos de centroderecha, ha dado lugar a un populismo de izquierdas ,
como ocurre en Italia, Grecia o España.
Pero ¿qué es el populismo? Es Ernesto Lacia u el teórico que más claramente
nos da las claves de este fenómeno.
Lada u no solamente estudia el populi smo, sino que, al hacerlo, pretend e de-
sentrañar "la vía real para comp rend er la co nstitu ción ontológica de lo políti-
co como tal",2 pues, en mayor o menor medida , todo fenóme no político entrañ a
cierta do sis de populismo . Pero ad emás, y ésta es, a mí modo de ver, su mayor
aportación, va a aplicar al estudio de lo socia l un a nu eva metodología. Si des-
de el punto de vista ma rxista se exp licaba a tr avés del materialismo históri co,
tomand o co mo motor la luch a de clases , Laclau utili zará el estru cturali smo y
el laca nismo -c on lo cual pretende sup era r un a visión en cierto modo cadu ca-
y de svelará aspec tos que la m etodolo gía marxista no podía most rar. Toda pr ác-
tica social se encuentra est ru cturada en un sistema de significac ión. La retó ri-
'V éase 1-1.wnRGA.Ren¿ 1\ 11to11io,",\11tiµolitica y rmipoµu lismo en 1\rnéri c:, latinn ': J isponíbk en ver,;ión
• relacio nes/ant.:r io res/971O/dcfaulr.hrm,
d igítal e,1: hu p:// fp.~hasque.1H.•t/
.w . F.mcstu. l11mzci11pop,disw, i\léxico. FC[' , :• ed.. !006. pag. 39.
' L,\C.:1
ca no es un epifenómeno que se aplica sobre una estructura conceptual ya defini-
da, sino que conforma y constítuye 1agestación de esa misma estructura. El dis-
curso construye la objetividad, pues ésta es un conglomerado de relaciones. De
la misma manera que desde una postura saussureana el significado emerge, no
l por la presencia de un referente ajeno al proceso lingüístico o por la preexis-
1
tencia del propio significado, sino por el Juego de las diferencias entre signifi-
JI cante s. este postulado nos da razón de la construcción gnoseológica de los
1 fenómeno s sociales. La globalización conceptual no depende de un centro es-
tructur al necesario, de un hecho preexistente que habría que clarificar,sinó que
se va construyendo por el juego de las diferencias, como un ''horizonte totali-
:: z-adorprecario': La configuración de un grupo implica la equivalencia de todas
1 las diferencias en su seno y refuerza su identidad por la diferencia excluida, esto
es, desplaza la diferencia a su exterior para construir su homogeneidad _Es lo
que he denominado "el nivel de diferen6a legítima", mecanismo por medio del
cual, como he señalado antes, se anulan los niveles de diferencias inferiores y se
demoniza el nivel superior -a rgucia que puede verse en todo proceso de gestación,
por ejemplo, de una identidad nacional, que reduce a lo regional las posibles
nacionalidades que subsume y denuncia como imperialistas las totalizaciones
identitarias supe riores-. Así pues, una instancia particular pretende arrogarse
la categoría universal. Esto, que constituye la impostura falsaria de todo meca -
nismo de poder, será analizado con toda minuciosidad por Laciau, pero, asom -
brosamente,lo hace sin el menor atisbo de denuncia, aceptándolo como descripción
del populismo que, en todo caso, será aceptable en función de los objetivos mar -
cados, pues no existe sistema democráti co ajeno al poder.
"Esta operación por la que una particularidad asume una totalidad incon -
mensurab le consigo misma es lo que denominamos hegemonía.'' 1 Llegamos
pues al concepto clave de Laclau. La hegemonía construye una totalidad que no
es un fundamento, sino un horizont e, no responde a una racionalidad final-
mente plasmada, sino a un resultado de la acción y la retórica -ta mbién aquí
"la existencia precede a la esencia''-, que Laclau denomina "totalidad fallida",
pero que, a mi modo de ver, estaría mejor descrita como "totalidad falsaria''.Por
consiguiente, "el pueblo" no es una realid.:id objetiva y fundamentante que de
forma compacta reclamaría unos dere chos, tomaría la Bastilla o el Palacio de
Invierno, o legitimaría constitucionalment e la democracia, una objetualizacíón
197
siempre aceptada bajo la afirmación de que "la soberanía reside en el pueblo",
tanto si hab lamos de democracia cuanto de revolución . Laclau abandona ese
supuesto para presentárnoslo como " la forma de constituir la unidad del grupo':•
y puesto que se trata de crear un significado, pone de manifiesto de forma bril-
lante cuále s son los mecanismos (etóricos . La dimensión pasa de la materiali -
dad al o rd en del dis c urso - yo diría .que de una forma impecablemente
transmod erna - _Evidentemente los populisrnos han existido siempre, no se tra-
ta ele que los que ahora se desarrollan, en un universo teórico que lleva décadas
entendi endo la realidad como lenguaje, tengan un carácter más lingüístico, sino
de que el pensamiento imbuido por el giro lingüístico y los estructuralismos y
postestructuralismos nos aporta una mirada más presta a captar lo que de cons-
trucción discursiva tenía un fenómeno de masas, pero caracterizado por una
adhesión ideal. No estamos hablando, po r supuesto, de un idealismo al estilo
hegeliano, donde el Volkgeistfinalmente se man ifestaría en una eclosión de rea -
lidad y Razón , ni de una falsa conciencia ideo lógica a la postre superada, sino
de la construcción contingente, real y azarosa, de una conceptualización, a tra-
vés de las relaciones entre los agentes socia les. El pueblo es el resultado de este
proceso, no su origen ni fundamento. La realidad no es el suelo firme de la ver-
dad sino una constru cció n metafórica, los signos poseen un potencial perfor-
ma tivo. Y esta tesitura, aplicada al campo soci al por Laclau, abre nuevas
posibilidades teóricas al pensamiento de izquierda tras la crisis del mandsmo,
que precisamente por aplicarse a la intelección de pi:ocesos populistas, esta llí-
dos renovados hoy en suelo europeo, adq uiere espec ial pert inencia. El popu1is-
mo ha tenido especial protagonismo en América Latina, de ahí que sus ejemplos
y estudio s sirva.o ahora, si bien con diferencias notables, al diagnóstico de la rea-
lidad europea, en la que parecían frenados desde la ascensión del nazismo. La
teoría sociológica, tradi cionalmente tan eurocéntrica, debe volverse a escuchar
dichas reflexiónes.
Introdu cidos en el marco retórico de la generación de sentido, aceptemos
que la fun ción general del lenguaje es dar nombres. "El significante vacio surge
de la necesidad de nombrar un objeto a la vez imposib le y necesario de ese pun-
to cero de la significación, que es sin embargo la precondición de cualquier pro-
ces o significante. 1 ' 2 Pero no dar nombres a algo preexistente, como sería el
postulado de la gnos eología clásica, síno generando sentido desde un punto de
19!1
l vista estructura lista. El acto de nombr ar crea lo nombrado y en este caso remi-
1 te a "un objeto a la vez imposible y necesario': la const itución de un elemento
aglutinant e: el pueblo, como esa comunidad requer ida, imposible, perdida y a
la vez inexistente, una falta primigenia. El hecho de que todo proceso de signi-
ficación opere con lo que Deleuze denominaba casillero vacío puede entenderse
en un sentido lingüístico (Saussure), antropológico (Mauss) u ontológico (Hei-
degger), y éste último resigniGcado logocéntric11mente(Derrid11)o psicoanalí-
ticamente (Lacan). Nos encontramos en una misma familia conceptual de la
que Laclau es deudor. Toda esta constelación de desarrollos nos provee de los
instrumentos con los que analizar el idealismo semán tico, que da lugar al hi-
perrealismo potenciado en el actual primado de lo virtual transmoderno. No
obstante, el análisis de este proceso de significación no puede transcender el
mero ámbito descriptivo; no puede, como realiza Laciau, incurrir en una nue-
va falacía naturalista de carácter lingüístico. El que las cosas sucedan así no las
legitima éticamente, pues nos hallamos en el núcleo profundo de una impos-
tura semán tica que remite a una carencia ontológica primordial, al desenvolvi-
miento de una fenomenología de la ausencia. La repleción de sentido de un
significante vacío es siempre ónticamente falsaria, por lo tanto , el elemento así
constituido, en este caso "el pueblo", arrastra la impostura de nomb rar el todo
siendo únicamente una parte. Su pretensión hegemónica es verdaderamenle un
efecto de significado y de poder, pero no una instancia ética legitimable. Asu-
mir ese proceso de significación implica constatar el discurso como una se-
miurgia y abandonar el suelo firme del Bedeut1mg,de la tranquilizadora ecuación
realidad-concepto, y por consiguiente debe conllevar una asunción ele esa au-
sencia primigenia mucho más radical. Nos hallamos en el terreno de la simu-
locracia, de los efectos de poder de un proceso semánticamente ilegítimo, pero
fácticamente actuan te. Pasar de la denuncia a la justificación convierte ::i Laciau
en cómplice. La hegemonía es el uso fraudulento de la razón al servicio del po-
der, el que la extendamos a todo proceso de significación no la convierte en más
legítima. En la visión marxista se mantenía la diferencia entre verdad e ideolo-
gia, entre emancipación y alienación, lo que posibi litaba entender el pueblo
como la clase oprimida, subyacente a todos los discursos que pretendfan ocul-
tar esa realidad o susceptible de desarrollar un discurso propio. Al pasar la no -
ción de "pueblo" también al terreno discursivo como constructo , su liberación
se hace más problemáti ca, pues sólo la logrará poniendo en marcha el mismo
mecanismo de significación/dom inación que otros estamentos han utilizado
199
y utilizan par a la servidumbr e más o menos voluntaria de los individuo s que
com ponen ese pueblo. La equivalenc ia entre las demandas del grupo y la ex-
trapo lación de la diferencia al elemento di cotómico "e nemig o" (Schmitt ) no
dejan de ser una anulación de las diferen cias internas en ar as de la eficacia y
una demoniw ción simplista de la diferencia como argamas a para la constru c-
ción del enemigo. La primera lleva el germ en del totalitarismo; la segund a. el
de la guerra.
La descripción del populism o en Laclau realiza un co nsta nt e des lizam iento
imp ercept ible de Lo descr iptivo a lo pres cripti vo . En cuant o que en el mecani s-
mo del populismo el significante vacío puede aglutinar los significa nt es flo-
tantes de diversa manera y ado ptar un sentido de izqu ierda s o de derechas , lo
que se mue stra es un uso instru mental de la razór. co n un efecto demagógi co,
hecho que al menos torn a sospechosa la iniciativa de propone r ese mismo pro -
cedimiento como emancipado r.
La totaliza ción parcial del grupo en base a las equ ivalencias de sus reiv indi -
caciones genera una identidad dico tómica qu e reinventa una nu eva y recreada
lucha de clases transversal y "eidética·: los de abajo con tra los de arriba , el pu e-
blo co ntr a la oligarquía , la gente frente a la casta (Podemo s). La lógica de la
equivale ncia es la del pueblo; la de la diferencia , la del Estado benefactor (cu rio-
sa inver sión nomin al de la lógica de la diferen cia, corKepto vía Deleuze altamen -
te cotizado durante las últimas décadas, frente al igualita rismo socializquierdi sta
de siempre). Laclau es co nsciente de que la diferencia debe segu ir operando
dentro de la equivaJe ncía, pu es si no ¿qué sería lo equi valente? El gran proble -
ma estrib a en có mo resguardar el poder emancipador de la singularidad. No
obstante, la histo ria nos con firma qu e la tend enc ia a la homogen eización sue-
le preva lecer frente a la fuerza dispers iva de la diferencia, pu es ésta pr esupone
un peligro late nte de fraccionamiento que el grupo no está d ispuesto a sopo r-
tar. La lucha por una nu eva hegemonía , en a ras de la eficacia, parece condena -
da a traicionar las dinámica s asam blearias en cuan to cristaliza en nu evos partido s
cuyos órganos directivos se consolidan preci samente por la excusió n de la di-
~idencia . Existe una ten den cia a la totalizac ión que coexiste co n un a totaliza-
ción imp osible. (Esta paradoja la he aplicado, au nque co n un sent ido d iferen te,
a la totalización descrita por mí en lo qu e he denom inado el Gran Relato de la
Globa lización, tota lización engañosa, como todas, pues o bien es un cierre con-
fuso o la p retensión de la parte de presentar se como todo.) Esta si nécdoqu e
fraudu lenta acumu la diver sos niveles de engai1os: en primer lugar, se post ula el
100
pueblo frente a la élite dirigente, pero, a un post eriorm ente , la plebso sector me-
nos privilegiado reclamará ser el único populus legí tim o. No obstante, un a cosa
es lo qu e un sector que pretend e conver füse en hege mó nico reclama, y otra bien
distinta qu e ello sea legitim o. ¿Qué diferencia hay entre esta arguci a y la depu -
ración que todos los sistemas totalitarios han rea lizado d e los sucesivos ele-
mentos considerados como contrarrevolucionario s? Ahí está, b ien es cierto, la
cabeza de María Anto nieta, pero tambi én la de Olimpia d e Gouges, y una lar -
ga lista de gulags y pogro m os de los que no se hayan libres los desarrollo s po-
pulistas revolucionarios latin oa merica nos.
La p lenitu d de la com uni dad es el reverso imaginario d e un a s itu ación viví-
da como deficiente. Esa tota lidad imp osible pero necesaria. De acuerdo , nece -
saria para la torna del poder, pero imp osib le por lo engañosa . La totali dad que
nombra la plebs, así co mo toda identid ad com unit aria es un ima ginario impo ~
sible, únicamente la imagen invertida de nue stras ca renc ias presentes; es por
ello qu e cuando llega el cambio, siemp re surge la decepción: "No era eso por lo
que luchábam os", "El logro ideal siempr e está más allá", trai cio nand o la j usta
care ncia de la que sur ge, no cumple las expecta tivas, y enton ces se muestra la
faz culpable por aquello y aqueUos a los qu e se sac rifi có por una meta ya asi
manchada. Es esta alerta co nstan te de denuncia la que buscan poner de mani -
fiesto las teoría s de la impolíti ca o la infrapolítica.
Como expone Laclau, las relaciones equival encia les deben cristalizar en una
identidad discursiva. '
En alguna med ida, todo poder es populi sta en cuanto qu e requiere la aquies -
cencia del pueblo. o bien por la adhesión a unas siglas democráticamente votadas,
a la idea de la nac ió n1al ideal revolucionario o a la devoción a un líder. Ello ex -
plica que esta ad he sión emoc iona l se dé inclu so en pa rtid os si n programa, lo
que echaría por tierra las teorías de la elección racional ( Buchanan, Elster).
Todo poder debe aglutinar a una masa qu e ve en la opc ié¡n defen did a el logro
futuro de una comu nidad justa y potente , y pa ra ell o debe haberse producido
un proceso de equ ivalencia ent re las reivindi caciones pa rtic ulares, entre todo s
esossignificantes flotantes benéficos: ''justicia '', '' igualdad ", ''progreso", "b ien -
estar" ... , que nodalmente se aglut inan en un significa nte vacío: "p ueb lo", "monar -
qu ía", "repub lica", "revo luci ón': "ciudada nía" o "patria': personificad os en el
ca risma de un líder. Hasta aqut resulta imp ecab le el a nálisis de Laclau. Pero ello
!OI
r
1
J
únicamente nos conduce a constatar la impostura intrínseca de todo poder. Y
si bien las nocion es d e pacto social, elección racional, democracia repre senta-
tiva son también parcialmente eng añosas, repres entan la repleción de un sig-
1
nificante vacío de un rango más mesurado, pues en alguna medida incorporan
un nivel deliberativo mayor y una carga emocional más discreta. En este caso, 1
la person a o perso nas que deben llevar a cabo el camb io socia l se per ciben no
tanto como líderes, sino como gestore s.
l
Co mo Alberto More iras ha ana lizado con termin ología clarificadora , cuan - 1
do un elem ento de la serie (significa nte vacío) es a la vez un elemento de la se-
rie y pretende esta r fuera de ella, se postu la como cuasitrans cen den tal. El
cuasitran scendenta l hegemónico organiza la cadena de equivalencias como un
l
pr incipio espúreo, realiza un efectivo ' 1contrabando t ranscendental" al atribuir }
excepcionalidad tr ansce ndental a un término dentro de la serie. Esta " impos - l
tura hegemónica '' encubre o manifiesta una "impostació n ontoteológica" del 1
pode r.'
El populi smo no impugn a la impostura del pod er, la hace más palpable al
poner de m anifiesto sus meca nismos demagógi cos. Por todo ello, concuerdo
con Moreira s en que un horizonte de libertad sólo puede rastrearse desde una
opción posthegemónica . Con struir una-¿nueva? - hegemonia sustituyendo los
agentes soc iales tradicionale s, dinam itando la noci ón marxista de clase, por un
dinamismo social tr ansversal no elimi na el talante impostor del proceso. Efec-
tivamente su éxito reside en que reconoce que la fractura social ha torn ado in-
ope rantes los conceptos de "b urgu esía" y "proletariado ", de "clase obrera' ', de
" lucha de clases", y se requier e de ot ros que den cuenta de la act ual compleji-
dad del tejido social. Pero la remi sión de éste a una lucha entre "los de arriba "
y " los de abajo" no deja de ser una simplificación para espo lear el guerrac ivil-
ismo, la acción de la turba frente a una visión economici sta de los "privilegia -
dos", que reedita, ahora, aquí, en la Europa del siglo XXl, el esquem a de la lucha
de clases o del fervor naciona lista de cimonóni cos. Y es esta semejanz a, en la
reivindicación de una comuni dad, la que nos explica el surgimiento de los popu -
1ismos de signo co ntrario que atrav iesan nuestros Estados. Sea el co munitari s-
mo tradi cio nal que se con figura en nacional ismo excluyente, el comunitarismo
islárnico en frentado a la Europ a ilustrada, las nu evas lectura s del co muni smo
(Z izek) o la más autoges tion aria reivindicación del común (Hardt , Negri). En
~ a pc1111
' MOKE11v., Albcrro, "C11n111.i de ,1,or1e'; Xornadas Albert Cnmus, Consdlo da Culrurn Galega.
tub~.com/watch1v=tZl l H wxnql,I
ói, pon ible en: hups://1V\vw.you
l02
cualquiera de los casos, y en coheren cia co n la ley del péndulo, la crisis económi -
ca actual ha hecho patent es las insuficiencias de las demo cra cias representati-
vas tanto por su propia estructura, cuanto por su su pedit ación a las insta ncias
qu e rigen el mercado neo liberal globalizado. Resulta efectivamente necesario
r rev isar los co nceptos políticos co n los que opera mo s y situarlos en el co ntexto
transmoderno en el que nos movemos. Y si la noc ió n de repre sentac ión ha sido
r duramente cr iticada desde las co rri entes de pensamiento último-y sabemos
del gra do de im pos tur a que ella con lleva-, las alternativas qu e se le proponen
1 o bien so n vagas llamadas a un esponta neismo autogestionario (Ha rdt, Negri), o
( bien reed itan un comunismo vestido a lo Laca n (Z izek), o bien afirman un na -
ciona lismo excluyente si n más programa (F ront National, ind epe ndentismo
catalán) o bien juega n desde la ambi güeda d calculada usufructuando Laindig -
nación popular ( Pode mo s, Movi miento C inco Estrellas ). El pacto en Grecia de
SIRYZA con el partido nacionalista de derechas, Griegos Ind ependientes (ANEL),
evid enció la cerca nía de los populismos. D e la misma manera observamos que
la renova da preocupación por Loco mún surge de sde el comunitarismo con-
servado r hasta el neo comunismo ( Negri , Lacia u, Zizek, Rancier e, Badiou).
103
En un nivel más socio lógico encontramos un comunitarismo basado en el
repliegu e identitario que busca recupera r las raíces propias para comunidades
nacion ales, rac iales o reli giosas, en una gra dació n que va desd e el reco noc i-
miento de la soberanía en los naci onalismos , un rechazo del univ ersalismo ilus-
trado en movimiento s indigeni stas, hasta el radicali smo del comunit arismo
islám ico.
Pero espec ial transcendencia encuentra en los últimos tiempos la reinvin -
dicación de lo común, que asume las aportac iones del postestructura lismo (Fou -
ca ult, Derr ida, Deleuze . .. ), releyend o desde ellas a Marx, Gramsci y Heidegger,
y el psicoa nálisis sobr e todo lacaniano, para aplicarlas a los nuevos movimien-
tos socia les.
Segú n Hardt y Negri, por '"co m ún' debemos ente nd er la prop ia natura leza,
y los resultados de la produc ció n e interacción social: co noc imi entos, leng ua -
jes, cód igos, inform ació n, afecto s .. . ·:, Un espacio que se ab re entr e lo púb lico
y lo privado . Al ape lar literar iamente al pensamiento de Diotima recordado por
Sócrates en El banquete platónico , los auto res citan cuasi franc iscanam ente la
pobreza y el amor , o más bien éste último como sublima ción del pri mero, de-
venido en riqueza y liberación. A través de ellos, la multitud deb e encontrar su
camino pa ra generar un mundo donde la riqueza sea com partida , incidiend o
en la producció n colectiva y el autogobierno. Frent e a la Modernid ad, la repú -
blica , la nació n, el capital, la empresa, la familia, que corrompen lo común, se
propone una alterm odemidad , en la que las identidades, prod ucida s por labi o-
política , serían sustituida s por singularidades atrave sadas de multipli cida d. Ello
impli ca analizar las estruc tura s de gobe rnan za global para entr ever las posibi-
lidades de la revolución y los pro cesos instituciona les que ésta requeriría. ' El
fin: asegu rar que todo s tengan un mínimo vital, crear las co ndi ciones para las
relacion es de igualdad y el libre acceso a la riqu eza comú n acu mul ada .
El co ncepto de biopolítica foucaultiano ha encontrado múlti ples desarro-
llos en los pensadores po steriores, otorga una visió n microfís ica del poder más
allá d el economicismo marxi sta y da las claves para inda gar có mo éste confor -
ma los pr ocesos de subj etivac ión. Sin embargo, maximizado como paradigma,
nos ofrece una visió n totalitaria del contro l soc ial y caracter iza al sujeto co mo
una mera plasmación de éste. Ese exceso lo encont ramo s en Agambem para
quien el campo de concentración se convertiría en el modelo biopolíti co de la
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. fados parecen tener un mi sm o enem igo común: el Estado de der echo , tal y
[ como lo co nocemos. Que se ataque el cap italismo global de mercado, la nación,
la democracia representativa, la tradición occidental, el individualismo depredador
f o la deca denci a moral pa rece cas i una cuestión de matiz. Tanto la episteme con-
temporánea cuant o el orde n del discurso, por decirlo en término foucaultianos,
f
parece n haber cambi ado. Las expectat ivas utópicas reniegan del individuo y
r c1ñora11 lo comunllario . Y si bien, depe ndiendo del posicionamiento político,
Jeterminadas tenden cias hacen saltar las alarmas, otra s son vistas como la sal-
r vació n radical; no resulta, por tanto, extr año que con tanta frec uenci a se hable
de tiempos mesiáni cos. Aunqu e hay una suerte de movimiento pendular en las
l modas , es necesario estudiar cómo hemos llegado hasta aquí, cuá les han sido
1 los deslizamientos semánticos, epistémicos, las trayectorias emocionales , que
han llevado a conformar el nuevo mapa conceptual, tarea cuyos tra zos es el
r co me tido del presente libro. Y una vez hecha la genea logía, desvelar el su btex-
to de los nuevos discursos, su compromiso ontológico, pues la soter iología siem-
1 pre ha estad o teñida de sangre.
r Sí, un nuevo fanta sma recorre Europa, el del comunismo r esurrecto, aliña-
do de amo r fran ciscano y mesianismo pau lin o. Si la descripción del populismo
ele Laclau/Moufle me parecía lúcida, aunque en su propuesta de una renovada
hegemo nía popular obse rvaba demagógicos peligros, la nostalgia del comunis-
1no (de un Badio u o Ranciere) me resulta claramente preocupante, por más que
se aliñe co n la difusa Commonwealth de Hardt/Negri o el este nt óreo lacanismo
de Ziz.ek. Por otro lado, las propuestas posth egemónicas de algunos autore s
(Agambem, Esposito, Nancy) despliegan una exquisita je rga ontológica, que
emba rranca, no sólo en lo impolítico, sino en la más clara ineficacia política,
dicho sea esto con toda la fascinación que su virtuosismo me tafísico me susc i-
ta . Determinar en qué sentido podemos hablar de post hegemonía estab lece un
camino que debe ser explorado, si queremos asumir las criticas "post", sin alum-
b rar nuevo s monstruos o caer en la inoperancia.
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MÁS ALLÁ DE LA PHILOSOPHIE ZOMBIE
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r Comentaba agudamente José Luis Pardo en un artícu lo• cómo los viejos
1 "nuevos filósofos' ' franceses habí an sido sustituido s por los nuevo s "viejos fi -
lósofos". Y ciertamente los pen sadores que acabarnos de comentar y que pare -
1 cen hoy abandera r la renovación del pe nsamie nto rondan o pa san la setentena,
y no só lo eso sino que, con nuevas modalidades, reivindican conceptos cierta-
f men te vetustos. ¿Qué se entiend e por avance en la teoría? Existe un movimiento
pendular qu e agota las modas y nos lleva a los extremos opuestos, y algo hay de
eso au nqu e nos parezca una valoración banal. Sin embargo, habrá que aceptar
que no todo se red uce a la reed ición de lo vetusto; esta espe cie de philosophie
zombíe pretende reconstruir lo co mún huyendo de sus peligros totalitarios, que
lo cons iga o no es otra cues tión .
Como decorado real a la espec ulació n filosófica, siempre selecta, existe otro
escen ari o, cruel, mortífero, que también hemo s querido reseña r más at rás, el
de l "ho rrori smo" - en acertada expresión de Adriana Cava rero-. Sang uinarios
dego lladores, individuos que se hacen exp lotar, muchedumbres que hu yen des-
pavo rid as, reino del terror en el que los ejec uto res y las víctimas so n muertos
vivientes, y est-as últimas nos miran a los ojos exig iendo un a exp licac ión, un
1 aná lisis de esa realidad zombi, que mata en nombre de desvaríos fenecidos y sin
embargo actuante s.
r Todo está intrín secamente enlazado. Por ello es necesa rio ir más allá del re-
r torno de lo vetu sto, que percibimos como trampa, y de la reaJidad que nos ame -
naza con la muert e en los talones. Pero, por suerte, m ientras los cadáveres deciden
levantar se o no , la decadente Europa, entre la penuria y la rabia, aún nos con -
cede una prórro ga, de nosotros d epe nd e forza r un pensam iento aurora l o al
f meno s sensato. Volvamos a ello.
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' P,ltHlí ,, foseL,115.'''C:0 111uni smo: d iio o.'l''. lre3,ma,n .0 q9, julio-diciembre de 2007 .
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El comunismo marxista no rehuía la dictadura del proletal'iado, pues creía 1
1
en la verdad, el progreso y la utopía igualitaria. Aunque a la postre embarranca-
ra en una nueva alienación tan brutal o más que la denunciada, su meta era la
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construcción de una sociedad ju sta en la que los individuos debían supeditar sus
intereses a los de la colectividad. No impugnaba ninguno de los conceptos sus-
tanciales, pero los sujetos dejaban de estar definidos por su res cogitanspara pa -
sar a serlo por su capacidad productiva, la historia abandon aba la ontoteología
'
para construirse en un esfuerzo dinámico garantizador del cambio social. La ac-
tual reivindicación de lo común parte de la critica postmod erna a la metafísica
y tiene como reto configurarse en el flujo, en el intersticio , ya no vamo s a poder
hablar sensu estricto de sujetos o individuos. Y ello, teniendo en cuenta que no
logra librarse de la nostalgia de la comunidad que nunca existió, tiene el peligro
de reintroducir sub(epticiamente totalidades en las que los individuos se dilu -
yan, pue s ya no se posee la legitimidad conceptual para reivindicar la autono -
mía. Querámoslo o no, nociones como "autonomía " y "emancipación" están
ligad as a las de "individuo" y "sujeto"; socavadas éstas últimas, va a ser muy di -
fícildistinguir el paraíso de la ind efinición de la anulación indiferenciada.
La emergencia de la totalización como destino ineluctable es algo que he
analizado en otros textos' pareciera que frente a los intentos de escapar al de -
senvolvim iento dialéctico, éste retorna como una maléfica condena hegeliana
en síntesis sucesivas qu e subsumiera n y anularan las antítesis de resistencia, crí-
tica o dispersión. Si al Ancien Régirnese opone la Revolución francesa , pronto
llegará el imperio napoleónico y LaRestauración. Ante la monarquía zarista se
alzar-á la Revolución rusa , que llevará al totalitarismo comunista, y, en terreno
de la teoría, frente a los grandes relatos sistémicos, emergerán las críticas "post"
que parecen diluirse en una totalización transmoderna. Ante lo arborescente ,
Jo rizomático y finalmente nada más nomádico que el capitalismo financiero.
Y no es sino resurrección dialéctica, esta vez conscientemente asumida, la que,
ante las democracias corruptas, pretende acentuar la oposi ción amigo/enemi -
go (Schmitt ), para reconstruir la hegemonia populista.
Frente a todo eUo se encuentran los intentos posthegemónicos de hacer emer -
ger la multitud sin que ésta quede subsumida en "categoría s supraordinale s''.2
Para Beasley-Murray, uno de los primeros impulsores del concepto, diver sos
1
Véase ROflitlCUtl. MACCJA, , cii., 1004 y 2015.
Rosa Maria, 11{1
'Véase el pur 111e11o rizado análisis de A RI>lrt. lk 11ja111
i11: t-hege111onia: la p()liliG1fuera del paradig•
" P"os
ma pos t· in~rxisla habitu al''. en C.\IRO. Heriberto y FMN~f. . IJvi" (Co mps,),t'll l'oliurn yrn /r11m , M-1clrid, l'i
blinte ca Nueva, 1.010, págs. 159-1,3.
movimientos so ciales actuales serían la prueba de la gestación de una multitu d
autopoiética: "Colecc ió n de singularidad es con una tendencia a agr egar más
singu lar idade s con el propósito de unirl as toda s en una relación de varia ció n
continua ': 1 En respu esta a la cadena d e equivalencias que buscan configurnr
agrupamientos hegemó nicos (Lacia u), se trataría de preservar una multipl ici-
dad en la cual se pr oduce un "común " a través de la comunicación ent re sin -
gularidades, entr e luchas particu lares (Negri/Hardt ). Ese reto pasa por propic iar
el afloramiento del "ser singular" (N ancy ), y en Jo social , reivindicar lo co mún
como espacio diferente entre la alternativa público/pri vado. La multitud se-re-
suelve en una activismo que rehúsa esclerotizarse en los cauces de la represen -
tación política tradicion al (Paolo Vimo ),'-qu e inteotaria reemplazar a un supu esto
demos agotado ( cosa que rechazaría, por ejemplo, Ranciere ),3 y a la vez se opo n -
dría al pueblo como ulterior fase cohesionada. El problema es cómo esa mul-
titud se conviert e en una categoría política efectiva. Todos los análisis qu e venimos
apuntando se encuentran con una extrema dificultad para pasar de la teo ría
cultural a la formula ción política, pero mientras la teoría puede decon st ruir
globalrnen te, la politic a debe gestionar la materialidad de la vida , y ése es el reto.
En este libro he deseado hacer una genealogía de algunos tópicos que mar can
lo que se pretende más novedoso del pensamiento actual, desde la crítica a la Mo-
dernidad o e1pen samiento ilustrado, y que afecta a diversos órdene s, generando,
tras un cierto relativismo propiciado por las corr ientes postmoderna s, el recha-
zo a noc iones como Occidente o Europa , que suf ren un proceso de culpabili2a-
ción; la crítica a la demo cracia representativa frente a la qu e se promueven diversas
reinvindicaciones de lo comunitario; la cultur a "univer sa lizable'' ante la qu e se
alzaría el multi cultur alismo ... ; entronizand o todos ellos una retórica "post": post -
coloníalismo, posttemini smo , postfunda cíonali smo, postnaciona lismo, po stoc-
cidentalisrno ... Curiosa ment e, en la mayoría de dichas tend encias, tras un primer
reclamo de lo múltipl e y ataque al sistema, vemos apare cer un retorno a lo iden-
titario , que las aleja del relativismo a partir del cual surgen para reclamar de nue -
vo una verdad incontestab le y combativa, su verdad.
Para tal gen ealogía del pensamiento actual me he remontado desde el Pen-
samiento 68 a los autores más iníluy ent es en las cor rient es qu e hoy goza n de
¿¡3
mayor predicamento. Mi posicionamiento es que resulta posible -y es necesa-
ria- , una lectura de la reciente filosofíadiferente de las transmitidas por la French
Theory y las escolásticas postmodernas, y rastreable en las últ imas aportacio-
nes de sus filósofos más emblemáticos: la revisión de la Ilustración del Foucault
en Omnes er sing11l ntim para construir la ontología del presente; la Carta a Eu-
ropa de Derrida, matizando la dimensión de la deconstrucción, que no impl~
ca el derribo de la tradición occidental. ..
Es ltrgenle mostrar cómo el multiculturalismo normativo representa una
trampa paradójica que traiciona su origen crítico para sucumb ir a un replie-
gue ídentitario; escapar del chantaje de la culpabilidad de Occidente; no tener
miedo a defender la identidad cultural europea, intentar salvaguardarla y com-
partirla en los actuales procesos migratorios; constru ir un nuevo concepto de
ciudadanía; defender Europa frente a los intereses geopolíticos ajenos; repen-
sar una política con futuro más allá de las demagogias.
Previamente a ello, será el considerar si nos plegamos a ese nuevo mantra
de lo comun itario que, desde tantos frentes ideológicamente diversos, entona
el requiem por el individuo y la democracia representativa. Frente a alambica-
mientos teóricos o pulsiones emocionales reclamo un retorno al sensato rea-
lismo:
21,¡
pretendiendo subsumir las si11gularidades reivindicativas múltiples, acaban por
homogeneizarla s, anularlas y trai cionarlas. La clave para frenar esta deriva to-
talitaria no puede ser otra que la de fortalecer un constante espí_ritu crítico y la
efectividad de los agentes sociales. Dicha efectividad implica una innovación
permanente., pu es los cauces de cambio social tienden rápidamente a esclero·
tizarse. Asi, po r ejemp lo, obse rvamo s que si en un determinado momento la
lucha sindical ha sido efect iva, pos teriormente, a l modificarse la misma es-
tru ctur a de trab ajo asalariado, deberemo s esperar mayores éxitos en otros ti-
po s de moviliza cion es. De igual manera, comprobamos que la configuración
asa mblearía en mar eas o drc ulos que propi ció el movimiento de los indigna -
dos pierd e su carácter insurrecc ion a! al const ituirse en un partido (Podemos)
co n un aparato y cadena de mando.
Fraccionar las identid ades colectivas, dinamitar los cauces de representación
institucional, debilit ar las estructuras de la sociedad civil en aras de una difusa
noción de pu eblo o gente, m ás que hacer emerger a una multitud salvifica, nos
desarma frente a las tramp as de renovadas totalizaciones a la postre negadoras
de las singu laridad es. Sin emba rgo, pretender sa lvaguardar ese espacio de las
singular idades sin constru ir agrupamientos socialmente efectivos nos condena
a la inoperancia. Ni la pos tulación de nuevas hegemonías, ni las utopías teóri -
cas posthegemón icas co nfiguran espacios políticos de libertad real. No es un
nuevo poder , ni la luch a co ntra todo poder, sino la proUferación de poderes, el
acrecentamiento de la pluralidad, lo que puede garant izarnos un futuro políti -
co, llarn émo sle republicanismo o regeneración democrática. Quizás esto tam -
bién constituya un espacio más sensato de posthegemonía, en el rechazo a que
alguien usurp e nu estras voces, y a qu e un capitalismo global anule las pa tri as y
culturas en las que creímos na cer.
La democra cia no es, como pretenden algunos, el fa,c;cismo biopolítico co n -
temporáneo. Aun en rns metas opuestas, el populismo no es lo contrario del
1 neo libera lismo , ni la multitud nómad a algo ajeno de l c-apitali,s m o finan ciero
~fcmin is111
'Ésrc e, el ,~sú del rra11 de lu \cglint.laola. V¿.ts~
v y del r'emioismu ,¡11eNfrent< :11fc1ni111sn10
RooRJ,;uE/ M,,GLJA , Rosa María (edl, "Llesaíic,steória,s del fen11ni smo hoy" Si11gé111·mtic d11rln,,Mn<lrid,
Biblioleci Nueva, 2,:,1;.
,1glutine la Lucha amigo/ enemig o y las corrientes teóricas "post" alejarse de una
Modernidad eurocéntrica. Sumémosles el comunitarismo islámico, que ataca
lambién dichos conceptos desde una postura religiosa premoderna, y encon-
traremos el suelo epistémico en el que hoy nos desenvolv emos, la lenta e in -
consciente construcción de la verdad de una época.
Eviden lement e no se trata de una confabulación concertada, pero sí de una
peligrosa confluencia ante la que deberemos aguzar las armas de la inteligencia
y la sospech a. Un nuevo fantasma recor re Europa, uno o varios. Caó tica su -
perproducción fil mica en la que espectros, resucit ados, zombis, salvadores de
la patria, muchedumbr es enfervorecidas y embozados sanguinario s se instalan
en el feedbackde nue stra neuronas. El fondo musica l es, si n em bar go, eufó rico,
incluso cursi y esperanzado, ang~lico, y la puesta en escena cool y atr ayente.
Únicamente, como siempre, la razó n es nue stra arma. Rebobinamos la cin -
ta, analizamos, oteamos propuestas en este nuevo tiempo mesiánico.
Sin duda habrá que ajustar los cauces de representación po lítica, incluso re-
novar el mismo concepto de represe ntación, revisar qué elementos rescatamos
del derribo, reevaluar lo s armazones teóricos, reformular el horizont e de la fi
losofía y de la política, y saber que las nociones qu e u titilamos: "individuo ",
"autonomia ': '' libertad': "igualdad '', "j usticia '' son únicamente simu lacros ope ~
rativos, ideales regulativos autocríticos, marcos permanen temente revisabl es.
Pero, sepámoslo bien, fuera de el!os só lo medran el tota litari smo, la impot en -
cia y la barbarie.
Se apaga la pantalla, salimos del cine. El film es la rea lidad. Ellos, los zom -
bis, están aquí. Nosotros también.
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