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El imperio azteca1, conformado por tres importantes estados que se impusieron sobre
los demás avanzo su conquista a través de guerras y negociaciones, aunque con una
particularidad, muchas veces respetaba la cultura del pueblo sometido. Asentado en el
centro del territorio del México actual, su poder fue tan grande que llego hasta América
central. El amplio crisol cultural que el imperio Azteca supo albergar durante años se
tradujo en su arte. La confluencia de pueblos realza la mixtura artística como así
también la ritualidad, está muy vinculada a la religión y a la jerarquía social mantenida
en el imperio.
Es intención que este trabajo muestre dentro de los parámetros culturales mexicas, los
aportes que la medicina dentaria puso a disposición de los artistas. Asimismo, resaltar
la importancia de las piezas dentarias en los rituales religiosos y/o políticos, como así
también destacar el lugar que ocupo el arte dentario en la sociedad azteca. De esta
manera, recurrir a la indagación de esta temática tiene por objeto enfatizar el uso que
se le da a la odontología no solo como una ciencia médica sino también como una
forma de expresión artística que va más allá de la sanación de los males bucales sino
que representa a una cultura visual y ritual.
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También se lo conoce como Triple Alianza ya que está formado por una coalición militar que vinculó a
tres estados emergentes: los mexicas, cuya ciudad capital fue México-Tenochtitlan, famosa urbe de su
época; los Acolhua con Texcoco como ciudad primordial, considerada el centro cultural por excelencia;
y Tlacopan, que reunió a los sobrevivientes del antiguo señorío que alguna vez dominó el valle de
México.
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Este es un herbario azteca escrito en 15552 por el medico indígena Martin de la Cruz y traducido al
latín por Juan Badiano. E original se encuentra en la Biblioteca del Vaticano y fue descubierto en 1929.
curación de diversos padecimientos en las encías y los dientes e incluso señala la
importancia dada a la higiene bucal; entre ellos remedios útiles para curar heridas
bucales, astringentes para fortalecer los dientes flojos, plantas para mitigar el dolor
producido por las caries y conocimiento de cortezas empleadas como medicina para
diversos dolores. Otro de los temas que trato en sus escritos alude a datos
odontológicos específicos como lo son las caries dentarias, enfermedades de la boca,
halitosis y ulceras.
Adornar las piezas dentarias requería una delicada tarea. Se piensa que la
incrustación era realizada por los joyeros u orfebres, ya que sólo personas hábiles en
la delicada perforación de materiales duros, como el cristal de roca, podían aplicar sus
conocimientos para la horadación del esmalte dental sin romper el diente o lesionarlo,
probablemente se empleaba algún tipo de taladro delgado en forma de tubo hecho de
piedra o metal, manejado con un mecanismo semejante al usado para la perforación
de objetos de piedra; cabe señalar que no existe ninguna evidencia material, pictórica
o física de este instrumento. Hasta el momento sólo se pueden externar hipótesis de
las técnicas y los instrumentos utilizados.
Existen una gran variedad de piedras preciosas de gran valor pero solo tres tipos se
usaron para adornar las piezas dentarias, entre ellas se encuentran la pitita, el jade y
la turquesa. El primero, material modesto por su contenido de hierro que da intenso
brillo metálico parecido al del oro, conocido por esto como el «oro de los tontos», si
hoy las vemos oscuras es por estar fuera de la boca y oxidadas. El segundo, es Uno
de los materiales más vistosos, es de color verde con diversos matices, desde el muy
claro hasta el oscuro, se consideraba como un símbolo de todo lo que es valioso y
divino, era sinónimo de belleza, caracterizado por ser un mineral de gran dureza y del
cual hasta la fecha no se han encontrado yacimientos en México. El último, también de
gran dureza, en México se encuentra en forma de delgadas laminillas o bien en granos
pequeños de color azul celeste, usado en la época prehispánica para la formación de
mosaicos y de los pequeños discos que eran incrustados en los dientes.
Existieron otras piedras como la hematita, que comprende dos variantes: la hematites
roja y la parda, Sahagún menciona una piedra que los indígenas llaman éztetl, que
quiere decir piedra de sangre.
Ellos estaban familiarizados con el manejo de los materiales para incrustar y deben
haber adquirido conocimiento sobre anatomía dental; sabían que una perforación
profunda en el diente podía llegar a la cámara pulpar y producir trastornos muy
dolorosos que conducirían a la pérdida del diente. Sin embargo, existen ejemplares en
los que se observaban las huellas de lesión alveolar causada probablemente por el
aumento de temperatura generado por la fricción del desgaste, dando lugar a la
formación de abscesos en torno al vértice de la raíz o bien a la perdida de dientes
aislados.
Cabe destacar que en la cultura azteca existe una organización social3 y política4
jerárquica en la que el gobernante es la máxima figura de poder. Así mismo, la religión
guarda similar estructura con su máximo representante, el sacerdote. Teniendo en
cuenta estas características, destaca la presencia de las “mutilaciones” dentales
entre estos individuos ya que están estrechamente relacionados con el ejercicio del
poder. Los dientes, fueron objeto de culto para las sociedades americanas ya que
representaban el poder, el liderazgo y el dominio.
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La sociedad se dividió en veinte clanes llamados calpullis, donde la religión influía de un modo
preponderante, constituidos por grupos de personas vinculadas por parentesco, divisiones territoriales,
la advocación a un dios en particular y continuación de antiguas familias unidas por un lazo de
parentesco biológico y religioso que derivaba del culto al dios titular. Cada clan contaba con tierras, un
templo y un jefe o calpullec. Se dividían en tres clases; nobles, gente común y esclavos.
Nobles (Pīpiltin)
Los pīpiltin ([pī]pil-tin, «nobles», es una forma de plural formada por reduplicación a partir del
singular: pil-li, «noble») eran la élite dirigente que controlaba tanto el gobierno, como la religión.
Pagaban tributos y tenían tierras propias que eran trabajadas por los campesinos.
Gente común (Mācēhualtin)
A este grupo de la gente común (mācēhualtin) pertenecían los artesanos, los comerciantes y los
campesinos.
Esclavos (Tlātlācohtin)
Los tlātlācohtin (forma plural de tlācohtli, «esclavo») eran prisioneros de guerra, personas que habían
cometido un delito o bien personas con grandes deudas a las que no les era posible pagar a corto plazo
y se auto empleaban como sirvientes de aquellos a quienes les debían.
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La figura política principal era el tlatoani (tlahtoāni, «orador, mandatario»), una especie de monarquía
hereditaria, de descendencia tolteca, que gobernaba con un consejo de nobles prominentes. El Huey
Tlatoani (huēy tlahtoāni, «gran mandatario») o Tlacatecutli (tlācatēuctli, «señor de los hombres») era el
máximo gobernante. Se le consideraba representante de los dioses. Otros altos mandatarios eran:
El Cihuacóatl era una especie de "coemperador". Se encargaba de la administración tributaria,
los asuntos religiosos y las apelaciones judiciales.
El Tlacochcálcatl y el Tlacatécatl eran jefes del ejército.
El Huitzncahuatlailótlac y el Tizociahuácatl eran jueces principales.
Un Tlatoque (tlahtoqueh, «que tiene derecho a hablar/mandar») era gobernador de una
provincia.
Un Tecutli (tēuctli, «señor») era el juez y supervisor del pago de tributos en las provincias.
El poder estaba representado en la arquitectura y en la pintura, destacándose en los
grandes edificios que representaban templos en honor a sus dioses. En uno de ellos
puede encontrarse una referencia a la odontología, más precisamente a la limadura de
dientes. Este lugar es conocido como el Tlalocan, un espacio donde “todo es felicidad,
alegría, juegos y regocijo; allí vuelan las mariposas policromadas, de allí salen los ríos
y ríen las fuentes; las tierras son fértiles y las flores más hermosas y aromáticas”, en
palabras de Sahagún y Torquemada. Y es allí donde se encuentra la figura de un
“odontólogo con su paciente”.
A modo de conclusión, puede afirmarse que la importancia dada a las piezas dentarias
y a su tratamiento excede los fines medicinales para convertirse en una expresión
cultural y artística. La cual sobrevive hasta nuestros días reflejándose en el uso de
incrustaciones en los dientes para realzar la “belleza” o pertenecer a cierto estatus
social o grupo. Actualmente podemos observar manifestaciones artísticas
equivalentes, como son los piercing, tatuajes y deformaciones corporales que
contemporáneamente algunas culturas tienen como característica o moda.
Bibliografía:
http://www.acatlan.unam.mx/repositorio/general/Multidisciplina/Segunda-
Epoca/multi-1993-02-01.pdf
http://www.medigraphic.com/pdfs/odon/uo-2010/uo102e.pdf
https://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_azteca