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EL CUENTO Y LA TRADICIÓN

Desde la más remota antigüedad, el hombre ha contado historias. Es una larga línea de
continuidad. Como ha dicho Francisco Rico, no nos debe extrañar que, a final de cuentas,
hay puntos de contacto que van de La Odisea a La guerra de las galaxias, de los cuentos
folclóricos tradicionales a las historietas de Supermán, de Hércules a Harry Potter.
A final de cuentas, es una forma en la cual se cuentan historias que han predominado a
lo largo de los siglos; hazañas extraordinarias, pasiones intensas, hechos que suceden en una
geografía indeterminada, donde aparecen seres de gran poder.
A final de cuentas, nos remiten lo mismo al ámbito del bosque cercano que a tierras
muy lejanas. A final de cuentas, la historia que se nos cuenta es una historia que se nos
dice que la debemos de creer, pero que no es verdad.
Por eso, el cuento se inicia con una estructura formularia. ¿Quién, cuando algo empieza
diciéndole: "Había una vez...", no sabe de qué va? Si una narración empieza con
"Había una vez", quiere decir que sucede en un tiempo y en un lugar lejano; que lo
que dice, vale la pena escucharlo, pero que, tal vez, no es verdad.
Cada tradición, cada cultura tiene estas fórmulas. En el mundo árabe, en lugar de
decir "Había una vez", se puede decir, "Un día entre los días", o se dice en otras
"Érase que se era". A final de cuentas no se nos dice cuándo; no hay un valor de verdad.
Eso es el cuento. Y el cuento tradicional, este cuento que a
veces se nos dice cuento "infantil", pero que en la vida comunitaria no es infantil,
porque lo sabemos todos, lo hemos escuchado todos, y a final de cuentas está transmitiendo
unos valores de esta colectividad en concreto.
Nuestro conocimiento de los cuentos tiene
momentos clave y uno de ellos indudablemente es la gran recolección de los hermanos Grimm,
"Cuentos del niño y del hogar", publicado entre 1810 y 1825, y el antecedente que son
"Los cuentos de mamá Gansa", o también llamados "Historias o Cuentos del pasado",
que publicó Charles Perrault en 1697. Después hemos tenido otras recreaciones. Destacan
las de Hans Christian Andersen, hacia 1835. Ellos lo que tenían era muy buen oído.
Ellos reconocen esta tradición cuentística, que deriva del saber comunitario. De este patrimonio,
que es un patrimonio intangible. Es el patrimonio que tiene la comunidad, pero que no podemos
solidificar en un objeto. Es algo simplemente que escuchamos. Son las palabras de la tradición;
las palabras que nos las traen los padres a los hijos y que se van repitiendo.
Hay una relación entre estos cuentos y otras formas literarias.¿Esto qué quiere decir?
Que el cuento tradicional no vive solamente en el ámbito de la oralidad. Hay también
una recreación por parte de otros autores. A final de cuentas, por lo general, al margen
de nuestra pequeña comunidad, conocemos otros cuentos, y estos cuentos han llegado a nosotros
porque alguien los ha recogido y puesto por escrito. Y esto a veces crea una confusión.
Si yo he leído "Caperucita roja", no quiere decir que Caperucita roja haya nacido por escrito.
Esto no quiere decir que no haya una variación
y cada uno de nosotros la sabe de manera distinta, porque el texto tradicional, como la cultura
tradicional, se refuncionaliza. Esto es, tiene que adaptarse a los valores concretos en un
momento dado. No puede ser lo mismo lo que nosotros escuchábamos hace cien, doscientos
o trescientos años, que lo que sucede ahora. Pero la historia sigue transmitiendo estos valores.
Por eso, el conjunto de creaciones que emanan
de una comunidad cultural, fundamentadas en la tradición y expresada por un grupo o por
individuos que reconocidamente responden a las expectativas de esta comunidad, en cuanto
a expresión de su identidad cultural y social, con las normas y valores que se transmiten
oralmente, por imitación o por otras maneras, son formas de lengua, literatura, música,
danza, juegos, mitología. Es lo que la UNESCO ha definido como el "patrimonio intangible"
de una comunidad. Entonces, cuando hablamos del cuento estamos
hablando de esta narración esencial; esta narración que no se va a remitir al mundo
épico, no se va a remitir a un mundo que habla de su propia historia, sino a estas
historias de hechos extraordinarios que representan o tienen la posibilidad, por precisamente
estar desubicados temporal, espacialmente de la realidad, de hablar de esa realidad,
de transmitir valores. No hace falta necesariamente estructurar la
historia a partir de hechos reales, sino que el hecho de la ficción es lo que va a caracterizar
al cuento. Y de ahí que los acervos cuentísticos se vuelvan acervos identitarios, acervos que
nos hablan de una tradición, de un hecho concreto para el cual nosotros estamos transmitiendo
a los jóvenes, a los niños los valores que nos legaron los mayores de nuestra comunidad.

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