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AUGE Y OCASO DE LA TEORÍA ECONÓMICA DEL DESARROLLO

Author(s): Albert O. Hirschman


Source: El Trimestre Económico, Vol. 47, No. 188(4) (Octubre-Diciembre de 1980), pp. 1055-
1077
Published by: Fondo de Cultura Económica
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/23395022
Accessed: 06-04-2018 21:18 UTC

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AUGE Y OCASO DE LA TEORÍA ECONÓMICA
DEL DESARROLLO*

Albert O. Hirschman
(Instituto de Estudios Avanzados, Princeton, Nueva Jersey)

La economía del desarrollo es un campo de investigación relativament


joven. Nació apenas hace una generación, como una subdisciplina d
ciencia económica, mientras varias otras ciencias sociales la observaba
cierta distancia con escepticismo y envidia. Los años cuarenta, y sobr
todo los años cincuenta, fueron testigos de una proliferación notable
ideas y modelos fundamentales que habrían de dominar el nuevo camp
generar controversias que contribuyeron en gran medida a su vitalidad
esa época de notable efervescencia, la economía del desarrollo se desen
vió mucho mejor que el objeto de su estudio, el desarrollo económico
las regiones más pobres del mundo, situadas primordialmente en Asia
América Latina y África. A últimas fechas parece ser que por lo men
esta brecha particular se ha venido colmando, infortunadamente no ta
por el efecto de una aceleración repentina del desarrollo económico, s
porque el avance de nuestra subdisciplina se ha frenado notablemente.
supuesto, este es un juicio subjetivo. Todavía se escriben artículos y libr
Pero como observador y antiguo participante no puedo dejar de sentir
la antigua vitalidad ya no está allí, que cada vez resulta más difícil
contrar ideas nuevas y, lo que es más importante, que el campo no se e
reproduciendo adecuadamente a causa de su incapacidad para atraer
lentos jóvenes.**
Cuando la actividad científica se orienta específicamente hacia la s
* Por supuesto, este ensayo es una reseña muy selectiva. En particular, no se ocupa
desarrollo de nuestros conocimientos empíricos acerca del proceso de desarrollo que a men
ha incluido la verificación de teorías; aquí la deuda principal se tiene con personalidades t
como Simon Kuznets y Hollis Chenery. Recientemente han aparecido varias otras reseñas
este tipo. Véanse, en particular, las siguientes: Paul Streeten, "Development ideas in histor
perspective", Toward a New Strategy for Development, Coloquio de Rothko Chapel, Nueva Yo
Pergamon Press, 1979, pp. 21-52, y Fernando Henrique Cardoso, "The originality of a cop
cepal and the idea of development", CEPAL Review, segundo semestre de 1977, cepal, p
cación de las Naciones Unidas E.77.H.C.5, pp. 7-40. El autor agradece a Geoffrey Hawthorn
atenta lectura crítica que realizó de una versión anterior de este ensayo. La versión ingle
este artículo será publicada en un libro de ensayos en honor de Sir W. Arthur Lewis, que
tará George Allen & Unwin, Londres. [Se incluye en El Trimestre Económico con el perm
expreso del autor. Versión al castellano de Eduardo L. Suárez.]
** Un buen indicador de la incapacidad de nuestra subdisciplina para conservar su vitali
es la dificultad extraordinaria que existe actualmente para llenar las vacantes dejadas en l
cátedras universitarias sobre economía del desarrollo de quienes participaron en la excitante f
inicial y que ahora se están retirando.
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lución de un problema apremiante podemos pensar de inmediato en dos


razones que explican el desvanecimiento del interés en esta actividad des
pués de cierto tiempo. Una es que el problema esté desapareciendo en
realidad, ya sea por efecto de los descubrimientos científicos de la fase
precedente o por otras razones. Por ejemplo, la virtual desaparición del
interés por la teoría del ciclo económico a partir de la terminación de la
segunda Guerra Mundial se debió sin duda al crecimiento ante la ausenci
de fluctuaciones que lograron los países industriales avanzados durante
ese periodo, por lo menos hasta mediados de los años setenta. Pero esta
razón no puede invocarse en el caso que nos ocupa: los problemas de l
pobreza del Tercer Mundo subsisten en gran medida.
La otra razón obvia de la declinación del interés científico en el pro
blema es la experiencia contraria; es decir, el descubrimiento decepcio
nante de que no aparece al alcance de la mano una "solución" y que, s
acaso, se ha avanzado muy poco para encontrarla. Esta explicación tam
poco parece adecuada en nuestro caso, porque en los últimos treinta años
se han realizado avances considerables en muchos países "subdesarroll
dos"; aun el balance del Tercer Mundo en su conjunto parecería alentador.
En suma, las condiciones existentes para un crecimiento saludable de
la economía del desarrollo parecerían notablemente favorables: el proble
ma de la pobreza mundial dista mucho de haber sido resuelto, pero se han
logrado y se están logrando progresos alentadores. Por lo tanto, resulta de
concertante el florecimiento tan breve de la economía del desarrollo.
En busca de una explicación me parece conveniente examinar las
condiciones en que nació nuestra subdisciplina. Puede demostrarse que
tal nacimiento ocurrió por efecto de una conjunción de distintas corrien
tes ideológicas que a priori resulta improbable. La conjunción resultó ex
traordinariamente productiva, pero también creó algunos problemas para
el futuro. Ante todo, debido a su heterogénea composición ideológica, la
nueva ciencia se vio impulsada por tensiones que en la primera oportuni
dad resultarían destructivas. En segundo lugar, en vista de las circunstan
cias de su nacimiento, la economía del desarrollo se vio abrumada con
esperanzas y ambiciones exageradas que pronto habrían de contraerse. Di
cho en forma muy breve y esquemática esta es la historia que voy a na
rrar, con algunas anécdotas episódicas.

1 Véase, por ejemplo, David Morawetz, Twenty-Five Years of Economic Development: 1950
to 1975, Washington, The World Bank, 1977.

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Una CLASIFICACIÓN SENCILLA DE LAS TEORÍAS DEL DESARROLLO

Las ideas del desarrollo propuestas durante los años cuarenta y cincuent
compartían dos ingredientes básicos del campo de la ciencia económica.
También se basaban en un supuesto político implícito al que haré ref
rencia en la última parte de este ensayo.
Los dos ingredientes económicos básicos fueron lo que llamaré el re
chazo de la tesis monoeconómica y la afirmación del beneficio mutuo
Entiendo por rechazo de la tesis monoeconómica la concepción de que lo
países subdesarrollados se separan como un grupo, mediante varias carac
terísticas económicas específicas comunes a ellos, de los países industria
les avanzados, y que el análisis económico tradicional, concentrado en
estos últimos países, deberá modificarse, en consecuencia, en algunos as
pectos importantes, cuando se aplique a los países subdesarrollados. L
tesis de la afirmación del beneficio mutuo es la aseveración de que la
relaciones económicas existentes entre estos dos grupos de países pueden
configurarse en forma tal que ambos resulten beneficiados. Las dos afir
maciones pueden aceptarse o rechazarse y, por consiguiente, existen varia
otras combinaciones, como se aprecia en la gráfica siguiente.

La tesis monoeconomica

aceptada rechazada

Econortua Economia del


aceptada
ortodoxa desarrollo
Afirmacion del
beneficio mutuo
Teorias
rechazada Marx (?)
neomarxistas

Gráfica 1. Tipos de teorías del desarrollo

Esta gráfica sencilla puede servir como una tipología sorprendente


mente comprensiva de las teorías del desarrollo de la periferia. Revela
que hay dos sistemas unificados de pensamiento, la economía ortodoxa y
el neomarxismo, y otras dos posiciones mucho menos claramente consis
tentes que, en consecuencia, tenderán a ser inestables: las ideas dispersas
de Marx sobre el desarrollo de las áreas "atrasadas" y coloniales y la
moderna economía del desarrollo. Me ocuparé de estas cuatro posiciones,

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pero prestaré mayor atención a la economía del desarrollo y a la evoluc


de sus relaciones con las dos posiciones adyacentes, que la amenazan.
La posición ortodoxa sostiene las dos proposiciones siguientes: a
ciencia económica está integrada por varios teoremas sencillos, y, sin
bargo, "poderosos", de validez universal: sólo hay una ciencia económi
("así como sólo hay una física"); b) uno de estos teoremas afirma q
en una economía de mercado, todos los participantes, ya sean individu
o países, se benefician de todos los actos voluntarios del intercambio
nómico ("de otro modo, no los ejecutarían"). En esta forma se sostien
al mismo tiempo las afirmaciones de la monoeconomía y la del benef
mutuo.

La posición contraria es la de las principales teorías neomarxistas de


desarrollo, según las cuales: a) la explotación, o el "intercambio desigua
es la característica esencial, permanente, de las relaciones existentes ent
la "periferia" subdesarroliada y el "centro" capitalista; b) como resu
tado de este prolongado proceso de explotación, la estructura política y
económica de los países periféricos es muy diferente de todo lo experi
mentado por el centro, y su desarrollo no puede seguir el mismo camino
por ejemplo, se ha sostenido que los países periféricos no pueden tener
una experiencia de industrialización afortunada bajo auspicios capita
tas. Aquí se rechazan tanto la afirmación del beneficio mutuo como la
la monoeconomía.
En la posición ortodoxa y en la neomarxista se advierte de inmediato
una cómoda congruencia interna, derivada de la simplificación (y exage
ración de la sencillez) de la realidad y, por ende, favorable para la for
mación de ideologías. Esto contrasta con las dos posiciones restantes. Debo
aclarar por qué he colocado a Marx en la casilla suroeste (se rechaza la
afirmación del beneficio mutuo, se acepta la afirmación de la monoeco
nomía). Cuando escribe en El capital sobre la acumulación primitiva,
Marx describe el proceso de la explotación a que ha estado sujeta la pe
riferia en el curso del desarrollo temprano del capitalismo en el centro.
Por lo tanto, Marx parece negar toda pretensión de beneficio mutuo
derivado del comercio entre los países capitalistas y los "atrasados". Por
otra parte, su conocida aseveración de que "el país más desarrollado en
el terreno industrial no hace más que señalar a quienes lo siguen por la
escalera industrial la imagen de su propio futuro", aunada a su concep
ción del papel "objetivamente" progresivo de Inglaterra en la India, ya
que abría el camino hacia la industrialización mediante la construcción de
ferrocarriles, sugiere que Marx no percibía las "leyes del movimiento"

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de países tales como la India como sustancialmente diferentes de las leyes


aplicables a los países industrialmente avanzados. Las opiniones de Marx
sobre este tema son notoriamente complejas y sujetas a diversas interpre
taciones, como se indica por el signo de interrogación que he colocado e
la gráfica. Pero se requirieron grandes esfuerzos para colocar firmemen
te el pensamiento rceomarxista en la casilla sureste (entre otras cosas, hub
necesidad de descartar un componente importante del pensamiento d
Marx). La historia de estos esfuerzos y revisiones ha sido narrada en otra
parte,2 de modo que aquí me ocuparé del origen y la dinámica de l
otra posición "híbrida": la economía del desarrollo.
Puede entenderse sin dificultad que la conjunción de las dos proposi
ciones —a) que ciertos aspectos especiales de la estructura económica de
los países subdesarrollados vuelven inaplicable y equívoca una porción
importante del análisis ortodoxo, y b) que existe la posibilidad de qu
las relaciones entre países desarrollados y subdesarrollados sean mutua
mente benéficas y de que los primeros contribuyan al desarrollo de los
segundos— fuese esencial para que nuestra subdisciplina naciera en e
lugar y momento en que lo hizo, o sea, en los países industriales avanza
dos de Occidente, sobre todo en Inglaterra y los Estados Unidos, a fines
de la segunda Guerra Mundial. La primera proposición se requiere para
la creación de una estructura teórica separada, y la segunda era necesari
para que los economistas occidentales se interesaran seriamente en el asun
to: que existiera la probabilidad, o por lo menos la esperanza, de que sus
propios países pudieran desempeñar un papel positivo en el proceso d
desarrollo, quizá después de ciertas reformas posibles de las relacione
económicas internacionales. Sin esta percepción no habría podido movi
lizarse un grupo grande de activistas "solucionadores de problemas".

La inaplicabilidad de la monoeconomía ortodoxa


A LAS ÁREAS SUBDESARROLLADAS

Una vez que una corriente de ideas genuinamente nueva se establece


memente y se convierte en objeto de los afanes de un gran grupo d
démicos e investigadores, resulta casi imposible apreciar la dificult
2 B. Sutcliííe, "Imperialism and industrialization in the Third World", R. Owen y B
cliffe (comps.), Studies in the Theory of Imperialism, Londres, Longman, 1972, pp. 180
P. Singer, "Multinacionais: intemacionaliçâo e crise", Cademo cebrap, núm. 28, Sao
Editoria Brasiliense, 1977, pp. 52-38. Sobre la complejidad de las concepciones de Marx,
el prefacio de El capital, donde aparece la frase arriba citada, véase Albert O. Hirschm
generalized linkage approach to development, with special reference to staples", Econom
elopment and Cultural Change, vol. 25, suplemento, 1977, pp. 92-93.

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lo nuevo para nacer y afirmarse. Tales dificultades son particularmen


formidables en la ciencia económica, dados su paradigma dominante y
tradición analítica: fuente bien conocida tanto de fortaleza como de debi
lidad de esa ciencia social. En consecuencia, debemos explicar el surgi
miento y el éxito, por lo menos temporal, de la afirmación herética —aun
que ahora familiar— de que grandes porciones del cuerpo convencional
del pensamiento económico y la política económica no son aplicables a
los países más pobres, sobre todo debido a que este movimiento intelectual
surgió en el ambiente muy "anglosajón" que había sido durante largo
tiempo el hogar de la tradición ortodoxa.
En realidad, el inicio de tal explicación está más o menos claro. La
economía del desarrollo aprovechó el descrédito sin precedente en que ha
bía caído la economía ortodoxa como resultado de la depresión de los años
treinta y del éxito también sin precedente de un ataque a la ortodoxia salido
del interior del propio "establecimiento" de la ciencia económica. Me
refiero, por supuesto, a la revolución keynesiana de los años treinta, que
se convirtió en la "nueva economía" y casi en una nueva ortodoxia en los
años cuarenta y cincuenta. Keynes había establecido firmemente la idea
de que había dos clases de ciencia económica: la tradición ortodoxa o clá
sica que se aplicaba —como le gustaba expresarlo a Keynes— al "caso
especial" en que la economía estaba plenamente empleada; y un sistema
muy diferente de proposiciones analíticas y de prescripciones de políticas
(elaboradas de nuevo por Keynes) que se aplicaban cuando había un des
empleo considerable de recursos humanos y materiales.3 El paso keynesia
no de una ciencia económica a dos ciencias económicas fue decisivo: se
había roto el hielo de la monoeconomía y había ganado una credibilidad
instantánea la idea de que podría haber aun otra ciencia económica, so
bre todo entre el grupo muy influyente de economistas keynesianos.
Entre las diversas observaciones que pretendían servir como pilares
del nuevo edificio y que en forma implícita o explícita justificaban el
tratamiento de los países subdesarrollados como un grupo de economías
sui generis sobresalen dos: la que se refiere al subempleo rural y la que
pone de relieve el síndrome de la industrialización tardía.

3 Dudley Seers recurrió a este uso terminológico establecido en su artículo "The limitations
of the special case", Bulletin of the Oxford, University Institute of Economies and Statistics,
vol. 25, mayo de 1973, pp. 77-98, en el que pidió que se reformara la enseñanza de la economía
para volverla más útil en la solución de los problemas de los países menos desarrollados. El "caso
especial" que había pretendido una generalidad falsa era, para Keynes, la economía de pleno
empleo; para Seers era la economía de los países capitalistas avanzados, por oposición a las
condiciones del subdesarrollo.

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AUGE Y OCASO DE LA TEORIA DEL DESARROLLO 1061

1. El subempleo rural
Es posible que los primeros autores que se ocuparon de este tema
hayan buscado una conexión con el sistema keynesiano más estrecha y e
pacífica aún que la provista por la proposición general en el sentido de
que diferentes clases de economías requieren clases diferentes de ciencia
económica. Tal conexión se estableció por el hincapié unánime que se de
positó en las contribuciones precursoras —las de Kurt Mandelbaum, Pau
Rosenstein-Rodan y Nagar Nurkse— sobre el subempleo como una c
racterística decisiva del subdesarrollo. La concentración sobre el subem
pleo rural se parecía lo suficiente a la preocupación keynesiana por el
¿esempleo para dar a los precursores una sensación muy apreciada de
afinidad con el sistema keynesiano, aunque también era en cierto grado
diferente para generar expectativas de un desarrollo eventual independien
te de nuestra naciente rama del conocimiento económico.
Las afinidades eran en realidad muy impresionantes. Como es bien
sabido, el sistema keynesiano tomó el desempleo mucho más en serio que
la economía tradicional y elaboró una teoría del equilibrio macroeconómi
co con desempleo. De igual modo, los primeros economistas del desarrollo
escribieron extensamente acerca del "círculo vicioso de la pobreza" —un
estado de equilibrio a bajo nivel— que puede prevalecer en condiciones
de subempleo rural generalizado. Además, se afirmaba que las caracte
rísticas del equilibrio de una economía avanzada con desempleo urbano
y las de una economía subdesarrollada con subempleo rural justificaban
por igual las políticas públicas intervencionistas proscritas hasta entonces,
estrictamente, por la economía ortodoxa. Los keynesianos hicieron hin
capié en la función de la política fiscal expansionista para combatir el
desempleo. Los primeros economistas del desarrollo fueron más allá y
defendieron alguna forma de planeación de la inversión pública que mo
vilizara a los subempleados para fines de la industrialización, de acuerdo
con un patrón de "crecimiento balanceado".
Así pues, en todos estos sentidos, la pretensión de la economía del des
arrollo de erguirse como un cuerpo separado de análisis y política eco
nómicos obtenía legitimidad intelectual e impulso del éxito anterior y las
características paralelas de la revolución keynesiana.
El enfoque del subempleo rural como la característica principal del
subdesarrollo encontró su expresión más plena en la obra de Arthur Lewis.
En su vigoroso artículo "Desarrollo económico con oferta ilimitada de
mano de obra" se las arregló —casi milagrosamente— para derivar de la

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proposición sencilla acerca del subempleo todo un conjunto de "leyes


movimiento" para un país subdesarrollado típico, así como un am
conjunto de recomendaciones de política económica nacional e inte
cional.
En virtud de que el concepto del subempleo rural sirvió como el fun
mento teórico decisivo para separar la economía del desarrollo no es s
prendente que tal concepto haya sido escogido como un objetivo privile
do por los defensores de la ortodoxia y la monoeconomía.4 Por ejemp
Theodore W. Schultz dedicó todo un capítulo de su conocido libro Tra
forming Traditional Agriculture (Yale, 1964) a tratar de refutar lo q
llamó "La tesis de la mano de obra agrícola de valor cero".8 Esto sugie
algo interesante acerca del nivel científico de la economía y de las cien
sociales en general. Mientras que en las ciencias naturales o médicas c
parten a menudo los premios Nobel dos personas que han colaborado e
un adelanto científico dado, o merecen crédito por tal aportación, en
economía parece repartirse el premio, con cierta regularidad, entre u
persona que ha desarrollado cierta tesis y otra que se ha esforzado
máximo para refutarla.
Al principio de su famoso artículo, Lewis diferenció la economía d
subdesarrollo de la economía keynesiana señalando que en el sistema k
nesiano hay subempleo de mano de obra y de otros factores producti
mientras que en una situación de subdesarrollo sólo la mano de obra e
redundante. En este sentido, mi propio trabajo puede verse como un
tento de generalización del diagnóstico del subempleo como el aspecto
racterístico del subdesarrollo. Los países subdesarrollados sí tienen re
vas ocultas —afirmé—, no sólo de mano de obra, sino también de
rro, espíritu de empresa y otros recursos. Pero los remedios keynesian
serían inadecuados para activarlas. Lo que se requería eran "instrum
tos de aceleración" pacing devices y "mecanismos de presión"; de
surgió mi estrategia del crecimiento desequilibrado.

4 Véase, por ejemplo, Jacob Viner, "Some reflections on the concept of 'disguised unem
ment' Contribuçoes à Análise do Desenvolvimento Economico (Ensayos en homenaje a
genio Gudin), Río de Janeiro, Agir, 1957, pp. 345-354.
5 Su principal argumento empírico fue la declinación real de la producción agrícola exp
mentada cuando disminuía de pronto la fuerza de trabajo en un país que supuestamente t
mano de obra redundante en la agricultura, como ocurrió durante la epidemia de influenz
azotó a la India en 1918-1919. Arthur Lewis señaló más tarde que las consecuencias que ha
obtenido del supuesto de la productividad marginal cero en la agricultura conservarían tod
validez con sólo que la oferta de mano de obra superara a la demanda al nivel salarial existe
en la industria, una condición mucho más débil que la de una productividad marginal cero. Vé
W. Arthur Lewis, "Reflections on unlimited labor", International Economies and Developm
Essays in Honor of Raúl Prebisch, Nueva York y Londres, Academic Press, 1972, pp. 75-96.

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AUGE Y OCASO DE LA TEORÍA DEL DESARROLLO 1063

Es posible que mi generalización del argumento del subempleo haya


debilitado hasta cierto punto la pretensión de autonomía y separación de
la economía del desarrollo. Como habría de demostrarlo el trabajo de Her
bert Simon sobre la "satisfacción" y el de Harvey Leibenstein sobre la
"eficiencia X", la actuación de las economías avanzadas también "depen
de menos del hallazgo de combinaciones óptimas para recursos dados
que de la búsqueda y el aprovechamiento ... de recursos y capacidades
que se encuentran ocultos, dispersos o mal utilizados"; así lo expresé en
La estrategia del desarrollo económico de los países menos desarrollados.6
Una característica que yo había considerado específica de la situación
de un grupo de economías resultaba aplicable también a otras economías.
Tal hallazgo propicia la reunificación de nuestra ciencia, pero no se trata
aquí del retorno del hijo pródigo a un padre inmutable, siempre en lo
correcto y en lo justo. Se trata, más bien, de que nuestro entendimiento
de las estructuras económicas de Occidente se ha modificado y enriqueci
do por efecto de la exploración de otras economías.
Esta clase de movimiento dialéctico —primero llega, con el examen de
grupos externos, el descubrimiento sorprendente de Ser Distintos, luego
sigue el descubrimiento más asombroso aún de que nuestro propio grupo
no es tan diferente— ha caracterizado, por supuesto, a los estudios antro
pológicos de las sociedades "primitivas" desde el principio, y ha sido, en
efecto, uno de sus principales atractivos. En el campo de la economía del
desarrollo, algo semejante ha ocurrido con las ideas propuestas por Arthur
Lewis. La dinámica del desarrollo con ofertas "ilimitadas" de mano de
obra, que se suponía típica de los países menos desarrollados, ha preva
lecido, en efecto, en muchas economías del "norte" durante el periodo
de crecimiento rápido de la posguerra, debido en gran parte a la inmigra
ción masiva, temporal o permanente, espontánea u organizada, proveniente
del "Sur".7 Una de las respuestas analíticas más interesantes a esta situa
ción es la teoría del mercado dual de mano de obra de Michael Piore y
otros autores. Esta teoría se relaciona fácilmente con el modelo de Lewis,
aunque tal conexión no se ha hecho explícita todavía, hasta donde yo sé.

2. La industrialización tardía

He sugerido antes que el concepto del subempleo alcanzó su posición


6 Edición en inglés de Nueva Häven, Yale University Press, 1958, p. 5; edición en castellano
del Fce, 1964.
7 C. P. Kindleberger, Europe's Postwar Grouith: The Role oj Labor Supply, Cambridge, Mass.,
Harvard University Press, 1967.

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1064 EL TRIMESTRE ECONÓMICO

de columna vertebral de la economía del desarrollo a causa de su afinid


con el sistema keynesiano y en vista del deseo de los primeros autores
colocarse, como si dijéramos, bajo la protección de una heterodoxia qu
había alcanzado el éxito recientemente. Además, había algo de arcano
el concepto, a menudo llamado también "desempleo disfrazado", que s
vía para intensificar la aureola y la posición científica del nuevo cam
Pero junto con los misterios, el sentido común del desarrollo suge
igualmente que se requería cierta revisión de las nociones tradicionale
Durante la depresión de los años treinta, y más aún durante la segun
Guerra Mundial, se puso en claro que la industrialización habría de oc
par un lugar importante en cualquier política activa de desarrollo
muchos países subdesarrollados. Estos países se habían especializado
habían sido obligados a especializarse desde largo tiempo atrás— en la
ducción de bienes primarios para la exportación a los países industria
avanzados que los proveían en cambio de manufacturas modernas. La co
trucción de una estructura industrial bajo estas condiciones de "llegad
tarde" era obviamente una tarea formidable que llevó al cuestionamie
de la doctrina recibida, según la cual las empresas industriales adecua
para cualquier país serían rápidamente iniciadas por empresarios p
picaces y atraerían el financiamiento requerido gracias al funcionamie
regular de los mercados de capital. La gran demora de la industr
zación, la falta de espíritu empresarial para aventuras mayores, y
presencia real o supuesta de una multitud de otros factores inhibitor
generaron la convicción de que, en las áreas subdesarrolladas, la in
trialización requería un esfuerzo deliberado, intenso, guiado. El nomb
y la descripción de este esfuerzo generaron una competencia de metá
ras: el gran impulso (Paul Rosenstein-Rodan), el despegue (Walt
Rostow), el gran aguijón (Alexander Gerschenkron), el mínimo esfue
crítico (Harvey Leibenstein), los eslabonamientos hacia atrás y hacia a
lante (Albert O. Hirschman). La discusión de estos conceptos utiliz
gumentos teóricos —se desarrollaron nuevas justificaciones de la prot
ción, la planeación y la misma industrialización— y la experiencia de
industrialización en el siglo xix.
En este último sentido, la lucha que libraban los defensores y los
versarios de la monoeconomía se reflejó en el debate sostenido por Ro
tow y Gerschenkron. Aunque Rostow había acuñado lo que se convirt
en la metáfora más popular (el "despegue"), había asumido en reali
una postura de monoeconomía, ya que dividió el proceso de desarrollo
sus famosas cinco "etapas", de contenido idéntico para todos los paíse

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AUGE Y OCASO DE LA TEORÍA DEL DESARROLLO 1065

independientemente del momento en que se iniciaran en el camino d


industrialización. Gerschenkron se mofó del concepto de "que el pro
de industrialización se repite a sí mismo de un país a otro, retumbando
el ritmo pentamétrico [de Rostow]",8 y demostró, por el contrario, q
industrialización tardía de los países europeos, como Alemania y Rus
difirió en algunos aspectos fundamentales de la revolución industria
glesa, debido en gran medida a la intensidad del esfuerzo de los d
rados por "ponerse al corriente". Aunque el trabajo de Gerschenkron
limitó a la Europa del siglo xix, tuvo gran importancia para la econo
del desarrollo al proveer un apoyo histórico al argumento en contra
la monoeconomía. A medida que la industrialización continuaba realm
te en la periferia, parecía que la industrialización del Tercer Mun
mediados del siglo xx mostraba características diferentes de las iden
cadas por Gerschenkron como típicas de los países europeos que se in
trializaron tardíamente.9 Pero para los economistas con orientación
tórica el trabajo de Gerschenkron aportó la misma clase de seguridad
el keynesianismo había dado a quienes tenían una orientación analític
demostró en forma definitiva que puede haber más de un camino ha
el desarrollo, que los países que deciden industrializarse tenderán a for
sus propias políticas, secuencias e ideologías para el efecto.
Las observaciones posteriores fortalecieron la convicción de qu
desarrollo industrial de las áreas menos desarrolladas requiere enfoq
novedosos. Por ejemplo, se observó que la industria moderna intensiva
capital es menos eficaz para absorber las "ofertas ilimitadas de mano
obra" disponibles en la agricultura que la industria de épocas anterio
Los avances de la industrialización se vieron acompañados a menudo
persistentes presiones inflacionarias y de balanza de pagos que plantea
algunas dudas acerca de la adecuación de los remedios tradicional
generaron, en la América Latina, las tesis "sociológica" y "estructura
ta" de la inflación que, curiosamente, han ganado ahora cierta acepta
en los países avanzados, de ordinario sin reconocimiento de su origen
8 Economic Backwardness in Historial Perspective, Cambridge, Mass., Harvard Unive
Press, 1962, p. 355.
9 A. 0. Hirschman, "The political economy of import-substituting industrialization in
America", publicado en 1968 y reproducido en Hirschman, A Bios for Hope: Essays on De
ment and Latin America, Nueva Häven, Yale University Press, 1971, cap. 3. Version al castel
en la Serie de Lecturas, núm. 5, fce, Mexico, 1973.
10 Debido a los choques inflacionarios de los años setenta, algunos de estos análisis re
cieron en los Estados Unidos y Europa Occidental. Véase Albert O. Hirschman, "The soci
political matrix of inflation: elaborations on the Latin American expérience", que aparece
un volumen con diversas colaboraciones, publicado por la Institución Brookings sobre la P
y la Sociología de la Inflación.

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1066 EL TRIMESTRE ECONÓMICO

De igual modo, el desarrollo vigoroso de la corporación transnacio


durante la posguerra planteó algunas cuestiones de "economía polít
enteramente nuevas acerca del grado en que un país debería atraer, res
gir o controlar a estos trasmisores de la tecnología y los productos m
dernos.

El supuesto del beneficio mutuo

El nuevo cuerpo de doctrina y de política económica (poco unific


se construyó de este modo estaba estrechamente conectado, com
mos antes, con la proposición de que los países industriales de
podrían hacer una contribución importante, aun esencial, al esfu
desarrollo de la periferia mediante el incremento del comercio,
ferencias financieras y la asistencia técnica.
La necesidad de grandes inyecciones de ayuda financiera e
particularmente bien en las teorías que defendían un "gran impu
sostenía que tal esfuerzo sólo podría iniciarse con la ayuda consid
de los países avanzados, porque los países pobres no podrían gene
ternamente el ahorro necesario. Aquí el modelo básico era la nue
nomía del crecimiento que, en su versión más simple (Harrod
afirmaba que la tasa de crecimiento de un país está determinada
propensión al ahorro y la tasa de capital-producto. La economía d
cimiento se había desarrollado en forma independiente de la e
del desarrollo como un producto directo del sistema keynesia
conceptos macroeconómicos. Aunque se elaboró pensando primor
te en los países industriales avanzados, la economía del crecim
contró una temprana aplicación práctica en los ejercicios de pl
de los países en desarrollo, práctica frecuente en los años cincuen
ejercicios contenían invariablemente algunas proyecciones de
sión del comercio internacional y la ayuda. Su supuesto básico er
tablemente que tal aumento de las relaciones económicas entre lo
ricos y los pobres sería benéfico para ambos. Ahora, esta propos
caja muy bien en la monoeconomía ortodoxa, pero era de esperar
despertara ciertas sospechas entre los economistas del desarrollo y
se mezclara muy bien con algunos de los otros elementos y aseve
de la nueva subdisciplina. Por ejemplo, podría haberse preguntad
qué se encuentran los países del Sur en condiciones que requerirá
impulso enorme para llegar a alguna ruta de crecimiento, de acu
algunos observadores?; ¿Por qué se encuentran tan empobrecid
países, a pesar de haber participado durante largo tiempo en la f

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AUGE Y OCASO DE LA TEORÍA DEL DESARROLLO 1067

"red del comercio mundial",11 que supuestamente generaba beneficios m


tuos para todos los participantes? ¿Será tal vez porque en el proceso
gunos países han sido atrapados en la red para ser explotados por algun
araña imperialista? Pero tales interrogantes embarazosos no se plant
ban en los días felices de los primeros años de la posguerra, excepto qu
zá en tonos apagados de unas cuantas voces lejanas, como la de Raú
Prebisch. Más adelante volveremos sobre este punto.
El pensamiento orientado hacia la acción se destaca raras veces po
su consistencia. La economía del desarrollo no es una excepción a est
regla; nació de la combinación de nuevas ideas acerca de los problema
económicos especiales de los países subdesarrollados y el deseo arrollado
de avanzar rápidamente en la solución de estos problemas dentro del sis
tema internacional existente y mediante el uso de los instrumentos disp
nibles a la sazón, o que se creían disponibles, como la ayuda extranjer
en gran escala. Uno de los factores que propiciaron esta combinación, a
pesar de las incompatibilidades que supone, fue el éxito del Plan Marshall
en Europa Occidental. Aquí se realizó con notable rapidez la tarea de
reconstrucción en la posguerra, por lo menos en apariencia, en virtud de
la combinación de la ayuda extranjera con alguna planeación económica
y cooperación por parte de los receptores de la ayuda. A menudo se ha
señalado que esta historia del éxito europeo produjo numerosos fracasos
en el Tercer Mundo, que lamentablemente obstruyó una evaluación rea
lista de la tarea del desarrollo, en comparación con la tarea de la recons
trucción.

Pero este tema puede verse desde un ángulo diferente. Es cierto que
el éxito del Plan Marshall hizo que los economistas, los gobernantes y la
opinión ilustrada de Occidente creyeran erradamente que la inyección d
capital, aunada a la planeación correcta de la inversión, podría genera
crecimiento y bienestar en todo el mundo. Sin embargo —y esta es una
aplicación de lo que llamo "el principio de la mano encubridora"—, a
final de cuentas es posible que debamos alegrarnos de habernos dejado e

11 Este era el título de un estudio muy conocido de la Liga de las Naciones que hacía hi
capié en los beneficios del comercio multilateral amenazados en los años treinta por la difusió
del bilateralismo y los controles de cambios. Su autor principal era Folke Hilgerdt, un economist
sueco. Poco después de la guerra, Hilgerdt, a la sazón funcionario de las Naciones Unidas, ob
servó que el comercio exterior, con todos sus beneficios, no había contribuido adecuadamente
disminuir las diferencias de ingresos existentes entre los países. En virtud de que Hilgerdt pr
venía de la tradición de Heckscher-Ohlin y había celebrado las aportaciones del comercio mu
dial al bienestar, este ensayo, publicado sólo en las minutas de un congreso (no he podido local
zarlo hasta ahora), pudo generar dudas acerca de los efectos benignos de las relaciones económ
cas internacionales sobre los países más pobres.

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1068 EL TRIMESTRE ECONÓMICO

gañar. Si se hubiesen captado correctamente desde el principio las


cultades del desarrollo y las difíciles relaciones Norte-Sur, seguramen
no se habría producido la importante movilización intelectual y políti
generada por la empresa. En tal caso, y a pesar de los diversos "desast
del desarrollo" que hemos experimentado y que todavía están por disc
tirse, ¿no estaríamos ahora más alejados aún de un mundo aceptable?
En suma, los logros y la función histórica del surgimiento de la teo
económica del desarrollo consistieron en inspirar confianza en la fact
lidad de la empresa del desarrollo, lo que ayudó a ubicar tal empresa e
la agenda de los gobernantes de todo el mundo.
Naturalmente, cuando la ruta del desarrollo resultó mucho menos
cil de lo que se había pensado, la naturaleza híbrida de la nueva subdis
plina la condujo a dos clases de ataques. La derecha neoclásica la ac
de haber abandonado los verdaderos principios de la monoeconomí
por haber complicado, mediante sus novedosas recomendaciones de po
tica, el problema que trataba de resolver. Para los neomarxistas, en ca
bio, la economía del desarrollo no había avanzado bastante en su anális
de la miseria de los países pobres. Afirmaban que el mal era tan gr
que sólo el cambio total de su estructura socioeconómica y de sus rela
nes con los países ricos podría aliviarlo. Ante la ausencia de tal cambi
las llamadas políticas de desarrollo sólo crearían formas nuevas de
plotación y "dependencia". Las dos críticas fundamentalistas atacaron
economía del desarrollo desde direcciones opuestas y en términos tot
mente diferentes, pero podrían convergir en sus acusaciones específi
como lo hicieron en efecto, sobre todo en el importante campo de la
dustrialización. Como los defensores de la economía neoclásica y
miembros de diversas escuelas de pensamiento neomarxista viven en m
dos totalmente separados, no estaban conscientes siquiera de que actuab
al unísono. En general, casi no se ha advertido esta extraña alianza
jacto; pero desempeña un papel importante en la evolución del pe
miento del desarrollo, de modo que debemos narrar brevemente su h
toria.

La extraña alianza del neomarxismo y la monoeconomía


CONTRA LA TEORÍA económica del desarrollo

Pronto surgieron dudas acerca de la armonía de intereses de los países


desarrollados y subdesarrollados entre algunos de los principales autores
de la nueva subdisciplina. Se aceptaba ampliamente la idea de que los

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AUGE Y OCASO DE LA TEORIA DEL DESARROLLO 1069

países industriales avanzados podrían contribuir en el futuro al desarrollo


de los países menos avanzados, sobre todo mediante la asistencia fina
ciera; pero en diversos círculos se expresaron dudas acerca de la distr
bución equitativa de las ganancias derivadas del comercio internacional,
tanto en el pasado como en la actualidad. En 1949 Raúl Prebisch y Hans
Singer formularon (en forma simultánea e independiente) su famosa "t
sis" sobre la tendencia secular de los términos de intercambio a evolucio
nar en contra de los países exportadores de productos primarios e impor
tadores de manufacturas. Estos autores atribuyeron esta supuesta tenden
cia al poder de los sindicatos de los países avanzados y a las condiciones
de subempleo de la periferia. El argumento se elaboró para justificar una
política sostenida de industrialización. Arthur Lewis fue llevado por su
modelo en una dirección similar: mientras que las "ofertas ilimitadas de
mano de obra" en el sector de subsistencia depriman el salario real en
toda la economía, cualesquiera ganancias derivadas de los aumentos de
la productividad en el sector exportador probablemente tenderán a obte
nerse por los países importadores. Además, en una situación en que existe
mano de obra excedente, a los salarios vigentes, los precios ofrecen se
ñales erróneas para la asignación de recursos en general y para la división
internacional del trabajo en particular. Se disponía así de un nuevo argu
mento en favor de la protección y la industrialización.
Tanto el argumento de Prebisch-Singer como el de Lewis demostraron
que, sin la intervención juiciosa del Estado en la periferia, las cartas es
taban inevitablemente repartidas en favor del centro. En conjunto, esto pa
recía el resultado de alguna fatalidad, más bien que de las maniobras
deliberadas del centro. Los críticos de la izquierda atacaron más tarde a
Arthur Lewis por considerar las ofertas ilimitadas de mano de obra como
un dato y no como un fenómeno producido sistemáticamente por los colo
nizadores y los capitalistas.12 Por supuesto, Lewis conocía bien la situa
ción y señala en forma específica que las potencias imperiales empobre
cieron la economía de subsistencia de África "al apoderarse de la tierra
de los campesinos, al exigir mano de obra forzada en el sector capitalista,
o al crear impuestos para forzar a la gente a trabajar con los empleadores
capitalistas".13 Para Lewis tales prácticas no eran una característica deci
12 G. Arrighi, "Labour supplies in historical perspective: a study oí the proletarianization
of the African peasantry in Rhodesia", Journal of Development Studies, vol. 6, abril de 1970,
pp. 197-234.
13 Arthur W. Lewis, "Economic development with unlimited supplies of labour", publicado
en 1954 y reproducido en A. N. Agarwala y S. P. Singh (comps.), The Economies of Under
development, Londres, Oxford University Press, 1958, p. 410. Existe version en castellano en El
Trimestre Económico, núm. 108.

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1070 EL TRIMESTRE ECONÓMICO

siva del modelo: después de todo, la disminución de la mortalidad inf


til podía aumentar la oferta de mano de obra tanto como un impu
per capita.
Sin embargo, parece ser que el debate librado entre los economistas
del desarrollo en los años cincuenta incluía la revisión de algunos aspec
tos antagónicos de la relación centro-periferia. Las teorías antes mencio
nadas trataban de demostrar que la ganancia del comercio internacional
podría distribuirse de modo desigual (quizá hasta el punto en que un
grupo de países no ganara nada en absoluto), pero no llegaron a sostener
que la relación existente entre dos grupos de países pudiera ser en efecto
explotadora en el sentido de que el comercio internacional y otras formas
del intercambio económico enriquecieran a un grupo a expensas de otro,
una afirmación que resultaría inconcebible dentro de los supuestos de la
teoría clásica del comercio internacional. Sin embargo, aun esta clase de
afirmación se hizo en una etapa relativamente temprana del debate acerca
del desarrollo. Gunnar Myrdal invocó el principio de la causación acumula
tiva (que había desarrollado inicialmente en su libro American Dilemma)
para tratar de explicar la razón de la persistencia y el incremento de las
desigualdades del ingreso dentro de los países; pero ese concepto se ex
tendió fácilmente a los contactos existentes entre estados soberanos. El
argumento de Myrdal sobre la posibilidad de un mayor empobrecimiento
de la región (o país) pobre se basaba en gran medida en la probabilidad
de que perdiera trabajadores calificados y otros factores escasos, y tam
bién en la posible destrucción de sus artesanías e industrias. Independien
temente de Myrdal, yo había desarrollado ideas similares: el "efecto de
retroceso" de Myrdal —los factores que propiciaban el aumento de la
disparidad— se convirtió en el "efecto de polarización" en mi libro, mien
tras que el "efecto de propagación" de Myrdal —los factores que pro
piciaban la difusión de la prosperidad de las regiones ricas a las pobres—
recibió en mi libro el nombre de "efecto de filtración" (trickling down
effect). Es probable que obtengamos la mejor terminología combinando
el efecto de "propagación" de Myrdal con mi efecto de "polarización".
Ambos sostuvimos, aunque haciendo hincapié diferente, en que debe to
marse en serio la posibilidad de que el efecto de polarización sea más
fuerte que el efecto de propagación, lo que contrariaba no sólo la teoría
del comercio internacional, sino la creencia tradicional más amplia, tan
elocuentemente expresada por John Stuart Mili,14 de que el contacto en

14 "No puede exagerarse el valor que tiene, en el bajo nivel actual del desarrollo humano,
el hecho de poner a los seres humanos en contacto con personas diferentes y con modos de pen

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AUGE Y OCASO DE LA TEORÍA DEL DESARROLLO 1071

tre grupos diferentes es siempre una fuente de progreso para todos. Quie
quiera que haya observado el escenario del desarrollo con algún cuidado
albergará dudas graves acerca de esta concepción: en la América Latina,
por ejemplo, el progreso industrial fue particularmente vigoroso durant
las guerras mundiales y la gran depresión, cuando las relaciones con los
países industriales se encontraban a bajo nivel. Para mí esto sólo signifi
caba que algunos periodos de aislamiento pueden ser benéficos, y me pa
reció que la alteración de contacto y aislamiento crea condiciones óptimas
para el desarrollo industrial.15 En todo caso, tanto Myrdal como yo cons
deramos los efectos de polarización como fuerzas que las políticas públi
cas podían contrarrestar y neutralizar; y yo traté de demostrar que, en
lugar de invocar tales políticas como un deus ex machina (como me p
rece que lo hacía Myrdal), podríamos considerarlas originadas como una
reacción ante la experiencia de la polarización.
Ocurrió algo extraño en cuanto se señaló que la interacción de los pa
ses ricos y pobres podría, bajo ciertas circunstancias, tener un carácter
antagónico, de juego de suma cero: pronto se volvió intelectual y políti
camente atractiva la afirmación de que esta era la esencia de la relación
y se observaba como una ley inmutable en todas las fases de los contacto
entre el centro capitalista y la periferia. Así como en la situación ante
rior, los educados en la tradición clásica de Smith y Ricardo no podían
concebir una ganancia del comercio internacional que no fuese mutu
para los nuevos entusiastas de la polarización se volvió imposible la per
cepción de nada que no fuese el empobrecimiento y la degradación e
cada una de las fases sucesivas de la historia de la periferia.18 Esta es la
tesis del "desarrollo del subdesarrollo, presentada por André Gunde
Frank y defendida también por algunos de los partidarios más extremi
tas de la tesis de la "dependencia". Dado el momento histórico del surgi
miento de estas concepciones, su tarea primera y primordial fue un ata
que inmisericorde a lo que hasta entonces se había creído generalme
te que contenía la promesa de la emancipación económica de los país
subdesarrollados: la industrialización. Estamos ahora a mediados de los
años sesenta, cuando la industria de algunos de los países más importantes
del Tercer Mundo estaba experimentando dificultades reales y sacrificios

Sarniento y de acción distintos de los que les son familiares ... Tal comunicación ha sido siem
pre, y lo es peculiarmente en nuestra época, una de las fuentes primordiales del progreso". J. S.
Mili, Principies of Political Economy, libro III, cap. 17, párrafo 5. Existe versión al castellano
del fce.
15 Strategy, pp. 173-175, 199-201.
16 Aníbal Pinto ha llamado a esta concepción, con buen tino, "catastrofismo".

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1072 EL TRIMESTRE ECONÓMICO

crecientes, tras un periodo prolongado de expansión vigorosa. Se apro


chó esta situación para describir toda la industrialización como un
caso total por varias razones (no siempre congruentes): la industria
ción estaba "agotada", "distorsionada", carecía de integración, cond
a la dominación y la explotación de las multinacionales aliadas a la "bu
guesía lumpen" nacional, y creaba una distribución más desigual del i
greso, junto con un nuevo tipo de dependencia más insidioso que nun
Aproximadamente al mismo tiempo, los economistas neoclásicos, p
tidarios de la monoeconomía —como debe llamárseles de acuerdo con
la terminología de este ensayo—, estaban afilando sus propias uñas para
atacar las políticas de desarrollo que habían impulsado la industrializa
ción para el mercado interno. En contraste con la crítica múltiple de la
izquierda, los monoeconomistas se concentraban en una deficiencia singu
lar, sencilla, pero decisiva en su opinión, de tales políticas: la mala asig
nación de los recursos. En sí misma, esta crítica resultaba muy previsible
y podría no haber tenido mayor peso que las prevenciones contra la in
dustrialización emanadas esencialmente del mismo campo, diez, veinte o
cincuenta años atrás. Pero la eficacia de la crítica era ahora mayor por
diversas razones. Primero, como resultado de los escritos neomarxistas
antes mencionados, algunos de los antiguos defensores de la industrializa
ción se habían convertido ahora en sus críticos más enconados. Segundo,
las políticas específicas que en la etapa anterior habían ayudado a pro
mover la industrialización, así fuese a costa de presiones inflacionarias
y de balanza de pagos, empezaron a tener rendimientos decrecientes en
los años sesenta: lograban menor industrialización a costa de problemas
de inflación y de balanza de pagos más graves que antes. Tercero, la prác
tica de la industrialización deliberada había producido exageraciones y
abusos en varios países y podían señalarse sin dificultad muchos ejem
plos desastrosos que servían para incriminar todo el esfuerzo. Cuarto, se
volvió atractivo un conjunto nuevo de políticas que hacían hincapié en las
exportaciones de manufacturas provenientes de los países en desarrollo,
a causa de la expansión rápida del comercio mundial que se observaba a
la sazón, y algunos países como Formosa y Corea del Sur demostraron las
posibilidades de éxito de tales políticas. En estas condiciones, las críticas
neoclásicas se volvieron más persuasivas que nunca.
El objetivo de los ataques neomarxistas y neoclásicos complementarios
no era sólo el nuevo establecimiento industrial que en efecto soportó muy
bien tales ataques; en el plano ideológico, la víctima buscada era la nueva
economía del desarrollo que en efecto había propugnado el desarrollo

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AUGE Y OCASO DE LA TEORÍA DEL DESARROLLO 1073

industrial y ahora debía asumir la responsabilidad intelectual de todos


los errores. Los golpes que cayeron desde la izquierda y la derecha sobre
la subdisciplina incipiente y poco unificada la dejaron en verdad aturdi
da, hasta el punto de que la defensa más intrépida de lo que se había
logrado con los esfuerzos de industrialización de la posguerra en el Ter
cer Mundo no provino de los antiguos pilares, sino de un socialista inglés
defensor de la posición original de Marx sobre el problema de las áreas
atrasadas, el finado Bill Warren.17

La verdadera herida de la teoría económica del desarrollo

Sería tonto, por supuesto (tan tonto como el proverbio alemán Vie
viel Ehr) * afirmar que cualquier tesis o política que sea atacad
mo tiempo desde la izquierda y desde la derecha es, por esa sola r
absolutamente cierta. Ya he señalado que los críticos neoclásicos h
algunas observaciones válidas, así como los neomarxistas plantear
rias dudas serias, sobre todo en las áreas del control extranjero e
y de la distribución desigual del ingreso. Pero tales críticas debie
ducir normalmente a algunas reformulaciones y eventualmente al
cimiento de la estructura de la economía del desarrollo. Ahora no ocurrió
así. No apareció ninguna síntesis nueva.
Pueden ofrecerse varias explicaciones. Por una parte, la economía del
desarrollo había sido construida sobre un concepto, el "país subdesarro
llado típico", que se volvió cada vez menos real a medida que el des
arrollo proseguía a tasas muy diferentes y asumía formas muy distintas
en los diversos países de la América Latina, Asia y África. ¡La ley del
desarrollo desigual de Lenin, formulada originalmente para las grandes
potencias imperialistas, se aplicaba al Tercer Mundo! Se puso en claro,
por ejemplo, que para los fines de las proposiciones más elementales de
la estrategia del desarrollo los países muy poblados difieren sustancial
mente de los miniestados cada vez más numerosos del Tercer Mundo,18
así como aparecieron muy pocos problemas en común entre los países en
desarrollo exportadores e importadores de petróleo. El concepto de un
cuerpo unificado de análisis y de recomendaciones de políticas para to
dos los países subdesarrollados, que contribuyó en buena medida al sur
17 B., Warren, "Imperialism and capitalist accumulation", New Left Review, núm. 81, sep
tiembre-octubre de 1973, pp. 3-45, y "The postwar economic experience of the Third World",
Toward a New Strategy for Development, pp. 144-168.
* "Muchos enemigos, mucho honor".
18 Clive Y. Thomas pone de relieve esta consideración en Dependence and Transformation:
The Economies of the Transition to Socialism, Nueva York, Monthly Review Press, 1974, passim.

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1074 EL TRIMESTRE ECONÓMICO

gimiento de la subdisciplina, se convirtió en cierto sentido en una víct


del éxito mismo del desarrollo y de su desigualdad.
Pero había una razón más poderosa para que la economía del d
arrollo no pudiera experimentar una recuperación decisiva ante los at
ques de que la habían hecho objeto los críticos: la serie de desast
políticos que afectaron a varios países del Tercer Mundo a partir de lo
años sesenta, los que estaban claramente conectados de algún modo a
tensiones que acompañan al desarrollo y la "modernización". Estos
sastres del desarrollo, que iban desde las guerras civiles hasta el estab
cimiento de regímenes autoritarios criminales, no podían dejar de desc
certar a un grupo de científicos sociales que, después de todo, no hab
iniciado el cultivo de la economía del desarrollo después de la segu
Guerra Mundial como especialistas estrechos, sino impelidos por la vi
de un mundo mejor. Como liberales, la mayoría de ellos creía que "to
las cosas buenas van juntas",19 y daban por sentado que si podía logra
un incremento sustancial del ingreso nacional de los países participan
se obtendrían efectos benéficos en los campos social, político y cultur
Cuando se observó que la promoción del crecimiento económico co
prendía no pocas veces una secuencia de hechos que suponían un re
ceso grave en esas otras áreas, incluida en gran medida la pérdida
derechos civiles y humanos, se sacudió la confianza que en sí misma m
tró nuestra subdisciplina en sus primeras etapas. Lo que pareció una i
capacidad para montar un contrataque vigoroso contra la alianza no sa
de neomarxistas y neoclásicos pudo haberse derivado de una duda
ciente en las propias fuerzas, basada en desgracias mucho más graves
la "mala asignación de recursos" de los neoclásicos o la "nueva de
dencia" de los neomarxistas.
No todo el grande y talentoso grupo de economistas del desarrollo que
se había formado en la nueva rama del conocimiento enmudeció de repen
te. Muchos se retiraron de la posición de que "todas las cosas juntas son
buenas" a la de "la buena ciencia económica es buena para el pueblo".20 En
otras palabras, en lugar de suponer que el desarrollo económico haría pro
gresar otros campos, estos autores consideraron legítima una operación ba
sada en un supuesto implícito del óptimo de Pareto: como las reparaciones
de la plomería o el mejoramiento del control del tránsito, los esfuerzos téc
nicos de los economistas mejorarían las cosas en un área al mismo tiempo
19 Véase Robert Packenham, Liberal Am-erica and the Third World, Princeton, Princeton
University Press, 1973, pp. 123-129.
20 Una expresión atribuida a Arnold Harberger en un artículo publicado en el New York
Times, 7 de febrero de 1980.

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AUGE Y OCASO DE LA TEORÍA DEL DESARROLLO 1075

que, en el peor de los casos, dejaban otras cosas sin cambio alguno
modo que la sociedad en su conjunto mejoraría. La política del desarr
económico se degradaba aquí, en efecto, a una tarea técnica ocupada e
clusivamente de los mejoramientos de la eficiencia. Se creaba y busca
así la ilusión de que al limitarse a los problemas pequeños, eminentem
te técnicos, la economía del desarrollo podría seguir adelante a pesar
los cataclismos políticos.
Pero hubo otra reacción que habría de tener un efecto considerab
Varios analistas y practicantes del desarrollo económico experimenta
una frustración doble, por una parte a causa de los decepcionantes ac
tecimientos políticos en sí mismos, por la otra a causa de su incapaci
para entenderlos, de modo que se pusieron a observar el desempeño e
nómico mismo con ojos más críticos que antes. En un acto freudiano
desplazamiento, estos autores "trasladaron" su decepción por el aspec
político a los aspectos más débiles del desempeño económico. En los p
ses de regímenes autoritarios el desplazamiento se vio reforzado a m
do, desde luego en forma no intencional, por el hecho de que la cens
oficial era mucho más rigurosa con respecto al disentimiento político
en lo referente al desempeño económico.
En cierto sentido era la aplicación al revés de la máxima "todas
cosas buenas van juntas". Ahora que los acontecimientos políticos hab
dado un giro completamente lamentable debía probarse que la hist
económica era similarmente poco atractiva. Algunos economistas se sin
ron satisfechos cuando así se restableció el equilibrio entre el desemp
político y el económico, aunque fuese a un nivel sorprendentemente b
Pero otros se sentían más activistas. Impotentes frente a la injustici
la tiranía políticas, pero experimentando una vaga sensación de respo
bilidad, trataron de lograr algunas enmiendas mediante la denuncia d
la injusticia económica. Al actuar así prestaban escasa atención a J
Rawls, quien sostenía por la misma época, en A Theory of Justice (19
que "el abandono de las instituciones de la libertad igualitaria ..
puede justificarse, ni compensarse, por el adelanto social o económic
(p. 61). Sin embargo, fue tal vez afortunado —y una demostració
la vitalidad del movimiento en pro del desarrollo— el hecho de qu
decepción generada por la política no condujera a desencanto, sino a
intento por corregir siquiera los males que los economistas pudieran
nunciar en su capacidad profesional.
Aquí se encuentra uno de los orígenes importantes del interés
la distribución del ingreso, que se convirtió en un tema dominante d

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1076 EL TRIMESTRE ECONÓMICO

bibliografía del desarrollo a principios de los años setenta. Resultó pa


ticularmente influyente el hallazgo de Albert Fishlow, basado en el censo
de 1970, de que la distribución del ingreso del Brasil se había vuelto más
desigual y que algunos grupos de ingresos bajos podrían haber empeorado
incluso en términos absolutos, a pesar (¿a causa?) del impresionante cre
cimiento.21 Robert McNamara, presidente del Banco Mundial, hizo sonar
la alarma en su discurso anual ante la Junta de Gobernadores de 1972,
basado en este dato y en datos similares de otros países. Apareció luego
un gran número de estudios y se hizo un esfuerzo por entender el pro
ceso en que el desarrollo podría configurarse de acuerdo con las meta
de la distribución o por formular políticas que combinaran los objetivos
del crecimiento y la distribución.
Antes de que transcurriera mucho tiempo la atención se estaba enfo
cando ya no sólo sobre los aspectos relativos de la distribución del in
greso, sino también sobre el nivel absoluto de la satisfacción de necesida
des entre los grupos más pobres de la población de un país. Así nació el
interés por las necesidades básicas —de alimentación, salud, educación
etcétera—, que constituye ahora una de las preocupaciones principales de
la economía del desarrollo. Así como el concepto del "país subdesarrolla
do típico" se sustituyó por diversos grupos de países, cada uno de ellos
con sus características propias, el maximando hasta ahora único de la
economía del desarrollo (el ingreso per capita) se disolvió en diversos
objetivos parciales, cada uno de los cuales requería la consulta de expertos
distintos en materia de nutrición, salud pública, vivienda y educación, etc
Por supuesto, hay mucho que decir en favor de esta nueva concreción
de los estudios del desarrollo y en particular en favor de los grupos más
pobres. Sin embargo, la economía del desarrollo nació como la avanzada
de un esfuerzo que habría de generar una emancipación total del atraso.
Para que tal esfuerzo alcance su meta prometida habrá necesidad de afron
tar el desafío planteado por la política decepcionante, en lugar de elu
dirlo o pasarlo por alto. Ya se ha puesto bien en claro que esto no puede
hacerlo la ciencia económica por sí sola. Es por esta razón que no podrá
remediarse por completo la declinación de la economía del desarrollo:
nuestra subdisciplina había alcanzado su lustre y atractivo considerables
en virtud de la idea implícita de que podría vencer al dragón del atraso
virtualmente por sí sola, o por lo menos que su contribución a esta tarea
sería fundamental. Ahora sabemos que no ocurre así; en consecuencia
el lustre se ha ido junto con su atractivo.

21 "Brazilian size distribution of income", American Economic Review, vol. 62, pp. 391-402.

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AUGE Y OCASO DE LA TEORÍA DEL DESARROLLO 1077

En retrospectiva, todo el episodio parece curioso. ¿Cómo pudo un gr


po de científicos sociales que acababan de vivir los más calamitosos "des
carrilamientos de la historia" en varios de los países más avanzados en e
terreno económico abrigar tan grandes esperanzas para el desarrollo eco
nómico per se? Quizá pueda ofrecer aquí alguna luz citando mi trabaj
reciente sobre la historia de las ideas. En The Passions and the Interests
(1977) demostré que la intensificación de las actividades comerciales
y lucrativas de los siglos xvn y xvni se consideró a la sazón como algo
prometedor para la estabilidad política y el progreso, e hice hincapié en
que tales expectativas optimistas no se basaban en un respeto nuevo por
estas actividades, sino en la continuación del desprecio que se sentía por
ellas: al revés de lo que ocurría con la búsqueda apasionada y aristocrá
tica de la gloria y el poder, dotada de una potencialidad para el desastre
bien reconocida a la sazón, se pensaba que el dinero era "incapaz de cau
sar bien o mal en gran escala" (p. 58). Es posible que estuviese funcio
nando una percepción similar en relación con los países menos desarro
llados de Asia, África y América Latina en el siglo xx. Los economistas
occidentales que observaban estos países al final de la segunda Guerra
Mundial estaban convencidos de que no eran tan complicados: sus pro
blemas más importantes se resolverían con sólo que pudiera elevarse ade
cuadamente su ingreso nacional per capita. En una época anterior, el des
precio por los países llamados "rudos y bárbaros" en el siglo xvni, "atra
sados" en el siglo xix, y subdesarrollados en el siglo xx, había genera
do su confinación a un status permanentemente bajo, en términos de sus
perspectivas económicas y de otra índole, por efecto de factores inmuta
bles tales como el clima hostil, los recursos de mala calidad o de raza in
ferior. Con la nueva tesis del crecimiento económico el desprecio adoptó
una forma más sutil: ¡de pronto se daba por sentado que el progreso de
estos países sería ininterrumpido con la única condición de que adoptaran
el tipo adecuado de programa de desarrollo integrado! En vista de lo que
se consideraba el problema aplastante de su pobreza se esperaba que los
países subdesarrollados actuaran como juguetes de cuerda y se "dispara
ran" a través de las diversas etapas del desarrollo con ese solo objetivo
en mente; sus reacciones ante el cambio no serían tan traumáticas o abe
rrantes como las de los europeos con sus residuos feudales, sus complejos
psicológicos y su alta y exquisita cultura. En suma, como el comerciante
"inocente" y dulce del siglo xvm, se pensó que estos países sólo tenían
intereses y no pasiones.
Una vez más vemos que nos hemos equivocado.

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