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BORKMAN // Versión para Intervención Ibsen

Escena uno (Ghunilda – doncella)


GUNHILDA.- ¿No llegó mi hijo todavía?
DONCELLA.- No, señora. Pero hay una señora que...
GUNHILDA.- Quién es?
DONCELLA.- No sé. No la conozco. (Le extiende la bandeja con la tarjeta. Ella lee y se pone en
pie, como por un resorte.)
GUNHILDA.-¿Seguro que pregunta por mí?
DONCELLA.-Sí, señora.
GUNHILDA.-¿Por la Señora de Borkman?
DONCELLA.-Eso dijo.
GUNHILDA.- (Tras una pausa.) La voy a atender en la galería. (La doncella se retira dejando la
puerta abierta. Ghunilda se asoma a la galería, en el umbral de la puerta)

Escena dos (Ghunilda – Ela)


ELA.-¿Te sorprende verme aquí?
GUNHILDA.- ¿No te habrás equivocado de puerta? El administrador vive en la casa de al lado.
ELA.- Son casi... ocho años... sin vernos.
GUNHILDA.-0, por lo menos, sin hablamos.
ELA.-Sin hablarnos. Cierto. Me viste por la ventana.
GUNHILDA.- Una vez al año.
ELA.-Cuando venía a ver al administrador. Yo también te adivinaba tras las cortinas.
GUNHILDA.-La última vez que hablamos fue una semana antes de que lo pusieran en libertad.
(Firme.) Siete días antes de que Borkman saliera de la cárcel.
(Pausa tensa.)
ELA.-No tenemos que hablar de eso ahora.
GUNHILDA.-No se puede prescindir de los recuerdos... ¡No se debe prescindir de los
recuerdos!... Nunca pude entender por qué una desgracia tan grande vino a caer sobre una
familia como la nuestra.
ELA.-Hubo otras familias...
GUNHILDA.-¿Qué me importan los demás?... Ellos sólo perdieron dinero, acciones, valores...
Mientras que yo... Erhart no era más que un niño...
ELA.-¿Cómo lo lleva?
GUNHILDA.-¿Quién? ¿Erhart?
ELA.-No. Él. Borkman
GUNHILDA.-No se lo pregunto.
ELA.-Esas cosas no hacen falta preguntarlas. Se ven.
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GUNHILDA.-¿No pensarás que vivo con él? ¿Qué lo veo? ¡Un hombre que estuvo en la cárcel!...
Cuando pienso en lo que significaba antes el nombre de Borkman... No. No quiero volver
a verlo. Nunca.
ELA.-Sigue siendo tu marido.
GUNHILDA.-Ya oíste lo que dijo en el juicio. Fui yo, con mis gastos, la causa de su ruina.
ELA.-¿Y no hay algo de verdad en eso?
GUNHILDA.- ¿Quién, sino él, me empujaba a esos gastos? Nada le parecía bastante. Había que
lucir, brillar..., ¡aparentar! Quería que todo el mundo lo acatase como a un Rey...
¡BORKMAN! iBORKMAN! ¡BORKMAN! ... ¡Todo el mundo sabía quién era Borkman!
ELA.-Entonces era alguien.
GUNHILDA.-Lo parecía… Aquel gigante tenía los pies de barro... y todo se vino abajo. (Pausa.)
Pero tengo quien lo levante de nuevo. Quien limpie de una vez por todas mi nombre, mi
honor, mi fortuna, mi familia, mi casa...
ELA.- ¿Erhart?
GUNHILDA.- Si Erhart. ¡Mi hijo! (Pausa.) No vas a decirme que te sorprende. Pensaste en eso
más de una vez.
ELA.-Nunca.
GUNHILDA.-¿No? Entonces, ¿por qué me lo arrancaste de las manos tan rápidamente?
ELA.-No estabas en condiciones...
GUNHILDA.-Y su padre no era un hombre recomendable, ¿verdad?... ¡Te lo llevaste como si
fuera tuyo!... Y tuve que esperar años para que me lo devolvieras...
ELA.-...hecho un hombre.
GUNHILDA.-¿Por qué, Ela, por qué?
ELA.- Lo quería
GUNHILDA.-¿Más que su madre?
ELA.--Quise hacer de él un hombre dichoso, enseñarle el mejor camino de la vida...
GUNHILDA.-Y decidiste educarlo... a tu manera.
ELA.-Igual que cuando hablas de Borkman. A tu manera.
GUNHILDA.-A mi manera reeduqué a mi hijo. Y a mi manera va a brillar. ¡Brillar hasta que el
resplandor impida ver para siempre la vergüenza del que fue su padre!
ELA.-¿Tan segura estás de tu hijo?
GUNHILDA.-De él... y de mi.
ELA.- Es mejor que hablemos ahora mismo sobre lo que vine a decirte. .. entiendo que Erhart
vive en la ciudad solo...
GUNHILDA.-Es necesario por sus estudios... Pero viene a verme todas las tardes.
ELA.-Lo sé. ¿Podría hablar con él, ahora?
GUNHILDA.-No llegó todavía.
ELA.-Por el amor de Dios, Gunhilda... Hace rato que lo oigo caminar en el cuarto…
GUNHILDA.-Esos pasos no son de Erhart. Es Borkman.
ELA.-¡Borkman! ¡Juan Gabriel Borkman!
GUNHILDA.-Así pasa las horas... día tras día... año tras año... minuto a minuto... de la mañana a
la noche... Así lleva ocho años.
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ELA.-¡Pobre Borkman!
GUNHILDA.- iPobre Gunhilda! ... No sé cómo lo resisto... Sus pasos a todas horas... aquí... en
mi cabeza... como un lobo enfermo en su jaula de muerte...
ELA.-Hay que terminar con esto, hermana.
GUNHILDA.-El no pone nada de su parte.
ELA.-Podrías dar el primer paso.
GUNHILDA.-Nunca... Si él prefiere vivir en su jaula... lo dejaremos morir en su jaula.
ELA.-¿Nunca se vieron desde entonces?
GUNHILDA.- No.
ELA.-¿Ni te encontraste con él... fuera de casa?
GUNHILDA.-(Con amarga ironía) ¿Dónde? ¿En el baile? El señor Borkman no sale nunca.
ELA.-¿Ni siquiera por la noche, cuando nadie puede verlo?
GUNHILDA.-Nunca
ELA.-Tiene miedo?
GUNHILDA.-Eso parece. (Pausa.) Algunas noches lo oigo caminar por los patios... Se detiene en
el umbral de la calle y vuelve sobre sus pasos...
ELA.-¿Y no viene a verlo alguno de sus amigos?
GUNHILDA.- Borkman no tiene amigos.
ELA.-Los tenía.
GUNHILDA.-Hizo lo imposible para dejar de tenerlos. La amistad de Borkman salía muy cara...
Solo de vez en cuando, viene a verlo un antiguo escribiente...
ELA.- Foldal sin duda! Siempre fueron muy amigos.
GUNHILDA.-Eso creo.
ELA.- Foldal fue una de las primeras víctimas de la quiebra!
GUNHILDA.-Oí decir que perdió un poco de dinero…
ELA.-Todo lo que tenía.
GUNHILDA.-Sea como sea, no puede quejarse. Erhart le está pagando con creces ese pequeño
detalle. Le da algunas clases a una de sus hijas. Para que pueda emplearse en algo. Incluso le
enseñó a tocar el piano. Y viene con bastante frecuencia a tocar en el que nos regalaste antes
de que lo dejaran en libertad.
ELA.- Pobre chica la hija de Foldal, tiene bastante que andar para venir desde la ciudad,
aunque sea de vez en cuando.
GUNHILDA.- Erhart también se ocupó de eso. Le consiguió una habitación cerca. En casa de la
señora Wilton.
ELA.- ¿Fanny Wilton?
GUNHILDA.- ¿La conoces?
ELA.- Erhart me habló de ella en alguna de sus cartas. (Pausa.) Divorciada, si no recuerdo mal,
ella había pedido el divorcio...
GUNHILDA.- Ahora viuda.
ELA.-¿La conoces mucho?
GUNHILDA.-Puso un hotelito cerca y viene a verme de vez en cuando. Es inteligente. Y sensata.
ELA.- Y es también... amiga de Erhart?
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GUNHILDA.-El me la presentó. Se conocían de la ciudad.


ELA - Así que terminó por instalarse aquí.
GUNHILDA.-¿ terminó por instalarse aquí…?
ELA.-(Evasiva.) No... Nada... Quiero decirte algo más... yo también me considero con ciertos
derechos sobre Erhart y…
GUNHILDA.-Naturalmente, después de todo lo que llevas gastado...
ELA.- ¡No se trata de eso, Gunhilda! Quiero a Erhart. Lo quiero de corazón. Y me angustia
pensar que puede correr algún peligro.
GUNHILDA.-¿Peligro? ¿Qué peligro? ¿Qué clase de peligro? ¿Quién podría querer hacerle
daño?
ELA.- Su madre en primer lugar. Y luego, la señora Wilton.
GUNHILDA.- iEstás loca! ¡Como siempre! ¡Quieres volver a interponerte entre mi hijo y yo!
ELA.-Quiero librarlo de tu tiranía!
GUNHILDA.-Lo tuviste entre tus faldas hasta los quince años. Pero hoy es mío. ¡Mío!
ELA.- ¡y voy a saber reconquistarlo!... No sería la primera vez que lucháramos a muerte por un
Borkman.
GUNHILDA - fui yo quién ganó!
ELA.-Y valió la pena?
GUNHILDA - (Tras una pausa) No.
ELA- Ahora tampoco ganarías mucho.
GUNHILDA.- iAhora tengo a mi hijo! ¡Tengo su obediencia, su respeto! ...
ELA.-En cambio yo quiero su cariño, su ternura... ¿Qué le dijiste de mí?
GUNHILDA.-La verdad.
ELA.-Tu verdad.
GUNHILDA.-La verdad, a secas. Que te debemos el poder vivir como vivimos... y hasta el poder
vivir, simplemente. Pero también lo hice reflexionar sobre lo extraño de la prolongada
ausencia de su querida tía Ela. Ni una sola visita en ocho años.
ELA -El sabe muy bien por qué no vine.
GUNHILDA.-Le quisiste hacer creer que era por delicadeza con él. (por Borkman)
ELA.-Y es la pura verdad.
GUNHILDA.- Cree, y hace bien en creerlo, que te avergonzamos. Que nos desprecias.
ELA-¡Eso es mentira!
GUNHILDA.-¿No fue por eso por lo que te lo llevaste? ¿No fue por eso que quisiste retenerlo
para siempre?
ELA.-Eso fue en los momentos más difíciles. Cuando estalló el escándalo. .. Al iniciarse el
juicio... Pero ahora... Por lo pronto, me quedo aquí.
GUNHILDA.-¿Vas a pasar la noche con nosotros?
ELA - Y, si es preciso, el resto de mis días.
GUNHILDA.-(Pausa.) La casa es tuya. Todo lo que hay aquí es tuyo: la silla en que me siento, la
cama en la que me retuerzo noche tras noche..., hasta el pan que me alimenta. Todo es tuyo.
ELA .-Sabes perfectamente que no es porque quiera. Borkman no puede, legalmente, ser
propietario de nada. Lo embargarían enseguida.
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GUNHILDA.-Lo sé. No queda más remedio que vivir de tu caridad. (Pausa.) ¿Cuándo quieres
que nos vayamos?
ELA-¿irse? ...
GUNHILDA.-(Desafiante) ¿no creerás que vamos a vivir bajo el mismo techo? ¿Juntas?
ELA.-Muy bien. (Pausa.) Si me devuelves a Erhart me voy esta misma noche.
(Pausa tensa. Tras una reflexión habla GUNHILDA con voz firme)
GUNHILDA.-Que sea él quien elija.
ELA.- ¿Serias capaz?
GUNHILDA.-¿De dejar que mi hijo elija entre su madre y su tía?... ¡Ya lo creo que soy capaz!

Escena tres (Las dos y la señora Wilton y luego Erhart)

WILTON.- ¡Buenas noches, GUNHILDA!... ¡Perdón! Creí que estaba sola.


(Entra la DONCELLA sorprendida porque la SEÑORA WILTON ha entrado en la habitación sin
que le diera tiempo a anunciarla.)
GUNHILDA.-(A la señora WILTON.) No se preocupe. (A la DONCELLA.) Traiga un poco más de
luz. (La DONCELLA sale.) Es mi hermana. Acaba de llegar.
(Por la misma puerta irrumpe en la habitación ERHART BORKMAN.)
ERHART.-( Alegre, radiante, vivo.) ¡Tía Ela!... ¡Qué sorpresa!... ¡Tía! ¡Tía!... ¡No puedo
creerlo!...
ELA.-(dejándose abrazar.) ¡Erhart! ¡Hijo mío! ... ¡Dios mío! ¡Cómo creciste! ...
GUNHILDA.-(Brusca.) Hoy llegas más tarde que de costumbre.
WILTON.- La culpa es mía. Lo entretuve.
ERHART.-Tuve que pasar primero por su casa. Para pasar a buscar a Frida. Está con él ahora
practicando en el piano…
(Silencio. Entra la doncella con una lámpara encendida que deja en cualquier parte.)
GUNHILDA.-Señora Wilton... Quiere quedarse un rato con nosotros...
WILTON.-No, gracias. No podemos. Tenemos otra invitación. Nos esperan en casa de los
Hinkel.
GUNHILDA -¿Tenemos?
WILTON.-Bueno. En realidad, me esperan a mi sola. Pero están muy interesados en tratar a
Erhart. Y aprovechando que está aquí...
GUNHILDA -(A ERHART) No sabía que conocieras a esa familia... los Hinkel.
ERHART.- Y no los conozco, casi!
WILTON.-Son gente muy alegre. Enseguida uno se encariña con ellos. Y tienen siempre la casa
llena de gente, de lindas muchachas…
GUNHILDA.-Conociendo a mi hijo como lo conozco, me atrevería a decir que esa no es una
casa muy apropiada para él.
WILTON.-¿Por qué no? Erhart es joven. ¡Y guapo!
ERHART.-Por favor, mamá... Naturalmente que no pienso ir, estando Tía Ela; voy a pasar la
tarde con ustedes.
GUNHILDA.-¡Gracias, hijo! ¡Estaba segura!
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ELA.-No, Erhart. Es mejor que vayas con tus amigos.


ERHART -Pero, ¿qué dices, tía?
WILTON.-Ya veo que voy a ir solita a la fiesta. (A ERHART) No te preocupes. Encontraré una
buena excusa para disculparte.
ERHART.-¿No te importa?
WILTON.-Claro que no. No vas a dejar sola a tu tía recién llegada. Eso sería impropio de un
buen hijo.
GUNHILDA.-¿De un buen hijo?
WILTON.-Perdón. De un buen hijo... del corazón. Aunque, para ser sincera, yo creo que una
madre adoptiva tiene tantos o más derechos, que la verdadera.
GUNHILDA.-¿Habla por experiencia?
WILTON.- ¡No!... ¡Ojalá la tuviera! Conocí muy poco a mi madre. Y si yo hubiera tenido, como
Erhart, una buena segunda madre, estoy segura que ahora no sería tan frivolona como me ven.
(A ERHART) Vamos, hijo del alma. ¡Los buenos modales dicen que hay que quedarse a
merendar con mamá y con tía Ela ! ... ¡Adiós, señora! . . . ¡Adiós, señorita!
(Las dos mujeres contestan con una leve inclinación de cabeza)
ERHART.-Te acompaño hasta la puerta.
WILTON.-No, estoy tan acostumbrada a andar sola! (Ya en la puerta, se vuelve.) Pero usted
tenga mucho cuidado jovencito…
ERHART.-¿De qué?
WILTON.-(Bromeando) De mi. La próxima vez no toleraré quedarme sola y abandonada.
ERHART.-(Bromeando) ¿Qué harás?
WILTON.-Voy a ensayar mi poder magnético y diré: "¡Erhart Borkman, levántate y sígueme!".
GUNHILDA.-¿Y usted cree que la seguirá?
WILTON.-Estoy segura.
ERHART.-(Riendo) Lo probaremos.
WILTON.-(Mira a ERHART) Seguro ¡Buenas noches a todos! (Saluda y hace mutis riéndose.)

Escena cuatro (Gunhilda, Erhart y Ela)

GUNHILDA.-¿Es verdad lo que dice?


ERHART.- iQué disparate, mamá! ¡Era una broma! ¿No la conoces todavía? .. . Ahora hay que
hacerle los honores a Tía Ela. (Va a ella. La toma de las manos.) ¿Así que por fin te dignaste a
venir a vernos? ... ¡Y en pleno invierno!
ELA.-No podía esperar más. Vine a consultar al médico de la familia…
ERHART.- ¡Cuánto me alegra que te hayas decidido por fin a ponerte en tratamiento!
GUNHILDA – Estas enferma Ela?.
ELA – Sabes muy bien que lo estoy.
ERHART - (a la madre) Cuando vivía con ella, le aconsejé más de una vez que fuera a ver a un
médico.
ELA –En aquel momento no me sentía tan mal.
ERHART.- Estas diciendo que empeoraste tía?
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ELA – Algo Erhart, ya veremos


ERHART.-Entonces lo mejor sería que te quedaras aquí una temporada.
GUNHILDA.- sí, eso piensa hacer
ERHART.-¿De verdad tía?
ELA- Sí. Acabo de decidirlo.
GUNHILDA - además todo esto le pertenece.
ELA.-Me quedo aquí, Erhart. Momentáneamente...
ERHART –Perfecto Tía. Hay cuartos de sobra... (ELA tiene un raro gesto de dolor en la cara. Se
apoya en el respaldo de una silla) debes estar cansada por el viaje. Tendrías que acostarte.
ELA -(Le mira y sonríe) sí, Erhart. Gracias, eso voy a hacer.
ERHART.-Mañana tendremos tiempo de sobra para hablar de nuestras cosas, ¿no te parece,
mamá?
GUNHILDA.-(Sin poder contenerse, se pone en pié) ¡No sigas disimulando, Erhart! ¡Sé
perfectamente que quieres irte a casa de los Hinkel, ¿no es eso?
ERHART.- Otra vez! ... Y si así fuera, ¿qué?
ELA.-. Por mí no te preocupes.
GUNHILDA.-(A ELA) ¡Estás intentando ponerlo en mi contra!
ELA.- Ojalá pudiera!
ERHART.-Mamá, te lo ruego... Deja que me vaya.
GUNHILDA.-No te importa dejarme sola. Prefieres irte a esa casa...
ERHART.- En esa casa hay luz! ¡y alegría!... ¡hay música!... Vuelvo mañana... A primera hora...
GUNHILDA.-(Se acerca a él. Le rodea con los brazos.) ¡Te necesito, hijo! ¡Te necesito... fuerte!
Tienes que cumplir tu misión.
ERHART.-¿Por qué siempre con la misma frase?... ¡Yo no nací misionero, mamá! (Se desprende
de los brazos de ella.) ...¡Hasta mañana, tía!... ¡Hasta mañana, mamá!
(Sale precipitadamente. Silencio.)
GUNHILDA.-Tenias razón, Ela. No te será difícil reconquistarlo. Pero no será por mucho tiempo.
Te lo quitarán nuevamente!
ELA -Prefiero que sea ella.
GUNHILDA -Yo también lo prefiero.
ELA - Por primera vez están de acuerdo las dos hermanas (Pausa) Buenas noches, Gunhilda.
(Mutis. GUNHILDA sola. La música del piso de arriba suena más fuerte. Los pasos del piso de
arriba suenan más fuerte. GUNILDA sola, en el centro de la estancia. Tiene frío. Se estremece.
Mira al techo. Habla con muy poca voz.)
GUNHILDA -¡Cómo aúlla el lobo enfermo!

Escena cinco (Borkman y Foldal)


(Borkman en habitación dos; entra Guillermo Foldal, con precaución desde la calle, golpea la
puerta, se asoma Borkman)
FOLDAL. — Sí; tan sólo soy yo. ¡Buenas, noches! (cansado) ufff dejame que respire, el camino
es bastante largo, sobre todo para hacerlo a pie.
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BORKMAN.- ¿No hay un tranvía que pasa por delante de tu casa?


FOLDAL. — Es más sano caminar. Y siempre se ahorran quince céntimos... ¿Hace muchos días
que no viene Frida?
BORKMAN. — no la viste? En este momento se acaba de ir.
FOLDAL. Ah, no, y hace tiempo que no la veo... Desde que se fue a vivir con esa señora
Wilton… y si supieras cómo la extraño. Ella era la única que me comprendía un poco.
(Meneando dolorosamente cabeza.) Ninguno de los demás en casa me comprende.
BORKMAN, — Sí, ése es nuestro mal: la maldición que pesa sobre nosotros los solitarios, los
elegidos. La masa, la multitud, la mediocridad no nos comprende Foldal.
FOLDAL.— (Resignado.) ni siquiera tienen un poco de paciencia con uno. (Con lágrimas en la
voz.) Justamente antes de salir tuve una escena de familia...
BORKMAN. — ¿Sí? ¿Por qué?
FOLDAL.— (Sin poderse contener más.) Me desprecian..., los míos me desprecian. Hace tiempo
que me doy cuenta. Piensan que soy un pobre hombre, que no supe recuperarme, que sigo
con el agua al cuello…
BORKMAN. —¿Es un reproche?
FOLDAL.— (Asustado.) ¡Dios me libre! Ni siquiera se me ocurrió...
BORKMAN. —¡Siempre estás pensando en el desastre del Banco!
FOLDAL.— (Calmándole.) Pero no te echo la culpa. ¡Te lo juro! (pausa) Tampoco creas que mi
mujer es la peor de todos. Mis hijos son los que...
BORKMAN. — Era de esperar.
FOLDAL. —Bueno, ellos son más instruidos, y eso los hace más exigentes...
BORKMAN.— Ese no es motivo para que te desprecien!
FOLDAL. —Hay que reconocer que no supe abrirme camino.
BORKMAN. — (Acercándose a él) Eres un poeta Foldal! ¿no saben nada del drama que
escribiste en tu juventud?
FOLDAL.—Sí; pero parece que no les importa demasiado...
BORKMAN.—Entonces, son unos idiotas. Tu drama es bueno, soy yo, Borkman, quien te lo
dice.
FOLDAL.— (Cuyo rostro se ilumina.) ¿Verdad que sí, Borkman? ¡Ah, si consiguiese que lo
estrenaran! (Abriendo la carpeta y ojeando febrilmente su contenido.) ¡voy a enseñarte
algunas modificaciones que se me ocurrieron! pensé que un acto o dos te podrían distraer.
BORKMAN. — (Levantándose, con ademán negativo.) No, no. Otra vez será.
FOLDAL.—Bueno. Como quieras. (Borkman vuelve a pasear de arriba abajo. Foldal vuelve a
guardar el manuscrito.)
BORKMAN.— (Parándose delante de él.) Tienes razón en lo que decías hace un momento. No
supiste abrirte camino. Pero yo te juro que cuando llegue la hora del desquite...
FOLDAL. — (Haciendo ademán de Levantarse.) ¡Gracias, Borkman, gracias!
BORKMAN. — Continúa sentado. (Exaltándose poco a poco.) Cuando suene la hora de mi
desquite... Cuando se convenzan todos de que no pueden prescindir de mí... Cuando vengan
todos a esta casa, a suplicarme de rodillas que vuelva a empuñar el timón... y me ponga a la
cabeza del nuevo Banco… de ese Banco fundado por ellos y que son incapaces de dirigir...
(Golpeándose el pecho.) ¡Yo estaré aquí para recibirles! Y todo el país se preguntará qué
condiciones pone Borkman para... (Interrumpiéndose bruscamente y clavando los ojos en
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Foldal.) ¡me miras como si dudaras! ¿no crees que vendrán, que no tendrán más remedio que
venir?
FOLDAL. Claro que lo creo…
BORKMAN.— (Sentándose de nueva en el sofá.) ¡Tengo una fe tan grande en el porvenir, estoy
tan seguro de que vendrán!... Si no lo estuviese..., hace ya tiempo que me habría saltado la
tapa de los sesos...
FOLDAL,— (Inquieto.) ¡Por Dios!...
BORKMAN.— (Con aire de triunfo) ¡Pero vendrán!... ¡Ya lo creo que vendrán! A cada momento
imagino verlos entrar. Y ya ves que estoy preparado para recibirlos.
FOLDAL.— (Con un suspiro.) ¡Si al menos se apuraran un poco!
BORKMAN.--Es cierto; el tiempo y los años pasan; la vida... ¡ah!, no, no quiero pensar en ello.
(Mirando a Foldal.) ¿Sabes cómo me siento a veces?
FOLDAL. —No.
BORKMAN.—Como un Napoleón al que una bala hubiese dejado fuera de combate en su
primera batalla.
FOLDAL. -- (Con la mano sobre su carpeta.) Yo también conozco esa sensación.
BORKMAN. — (Arrebatadamente.) ¡Sí, pero yo hubiera podido crear millones! minas, canteras,
represas, dos mil yacimientos en mi mano, yo habría abierto al comercio caminos nuevos a
través del mundo, por la tierra y por el mar!... ¡ Sí, yo solo habría realizado todo eso!
FOLDAL.—Lo sé. Nada te hacía retroceder.
BORKMAN. — (Retorciéndose las manos.) ¡Y ahora me veo aquí como un águila herida,
viéndome robar por los otros mis ideas, una a una!
FOLDAL. — Yo también pasé por eso!
BORKMAN. — (Sin prestarle atención.) ¡Pensar que estuve tan cerca de la meta!... ¡me faltaron
sólo ocho días para rehacerme!... Todos los depósitos habrían sido reembolsados, Todos los
valores que yo tuve la audacia de emplear habrían vuelto a su lugar. Las formidables
compañías que yo había soñado estaban casi constituidas. Nadie habría perdido un solo
céntimo.
FOLDAL. — ¡Ah! ¡Ya lo creo que estuviste cerca de lo que te proponías!
BORKMAN.— (Con una cólera sorda.) ¡Y en ese momento, la traición! ¡En el mismo instante en
que todo iba a realizarse! (Mirando a Foldal.) El peor de los crímenes es el abuso de confianza
entre amigos. Y yo tuve un amigo de esa calaña... él fue quien me hizo pedazos.
FOLDAL. — Nadie comprendió nunca como pudo llegar eso... Aunque entonces se hicieron
ciertas suposiciones... ¿No te ofrecieron un ministerio? ¿y no estorbabas en sus planes?
BORKMAN. No fue ésa la causa de su traición. Me lo ofrecieron, pero lo rechacé. Hubo entre
nosotros... una mujer.
FOLDAL, — ¿Una mujer?
BORKMAN.— (Cambiando de tono.) Sí, sí...; pero basta de historias viejas... Y el caso es que
ninguno de los dos llegamos al ministerio y ninguno de los dos se quedó con ella.
FOLDAL.—Sin embargo, él escaló muy alto.
BORKMAN.—Y yo caí a lo más hondo..
FOLDAL.— qué drama terrible!
BORKMAN.— (Afirmando con la cabeza.) Casi tan terrible como el tuyo. Pero, viéndolo desde
otro punto de vista, hay un buen argumento para una comedia, a juzgar por el desenlace.
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Mientras nosotros estamos aquí, tu hija Frida está tocando el piano para que bailen en casa del
traidor que me arruinó.
FOLDAL.— No tenía la menor idea... (intentando excusar a su hija.) La pobrecita... no habrá
tenido más remedio...
BORKMAN.— ¡Y adivina quién está ahí también bailando! ¡Mi hijo!
FOLDAL.—Tu hijo?
B0RKMAN. — El mismo, Foldal! Frida me lo contó¿Qué te parece? Mi hijo bailando en aquella
casa. No te parece una comedia?
FOLDAL..—Entonces, no sabe nada. Estoy seguro de que tu hijo ignora lo que ocurrió.
BORKMAN. — (Con acento sombrío, tamborileando sobre la mesa.) Lo sabe todo. Tan cierto
como que estoy aquí.
FOLDAL.— Cómo crees que si lo supiera iba a querer frecuentar esa casa?
BORKMAN.— (Inclinando la cabeza.) Mi hijo no ve las cosas como yo. Juraría que está de parte
de mis enemigos. Piensa, como ellos, que al traicionarme el abogado Hinkel no hacía más que
cumplir con su maldito deber. ¿Olvidas quiénes lo educaron? Su tía primero..., desde los siete
años. Y más tarde, ¡su madre! esas mujeres! ¡Nos estropean y nos deforman la existencia!
Rompen nuestro destino, nos roban la victoria!
FORDAL.—No todas. Es tan bueno, tan dulce, pensar que puede existir, cerca o lejos de
nosotros, ¡ qué importa!, la verdadera mujer.
BORKMAN.— (Con dulzura.) ¡Naturalmente! esas vaciedades poéticas son las que te
impidieron abrirte camino. ¡Ya verás, ya verás si llego yo al poder! crees que ese momento no
llegara nunca? ¡Contesta! Si no crees que mis destino tiene que cambiar alguna vez no tienes
nada más que hacer aquí.
FOLDAL. —. ¡Pero yo no puedo creer en contra de toda lógica! para eso sería necesaria una
sentencia absolutoria... Y eso no se ve como una posibilidad...
BORKMAN. —Los hombres excepcionales merecemos otro trato.
FOLDAL.— ¡La ley no hace distinciones!
BORKMAN.— (Cortando en seco, sin contestar.) Los dos estamos perdiendo nuestro tiempo. Es
preferible que no vuelvas más. Ya no te necesito.
FOLDAL.— (Con dulzura, cogiendo su carpeta.) ¡Está bien, está bien, no hablemos más!
BORKMAN. —Veo que estuvimos engañando uno al otro. Y puede que también cada uno se
haya engañado a sí mismo.
FOLDAL. — Sí, pero después de todo, ¿no es eso la amistad, Borkman? Adiós,
BORKMAN.— ¡Adiós!
(Sale Foldal hacia la calle. Borkman queda un instante inmóvil, con los ojos fijos. Luego hace un
movimiento como si fuera a llamar a Foldal, pero se domina. Aparece Ela en patio árbol)

Escena seis (BORKMAN-ELA, luego Gunhilda)

BORKMAN.— Ela. No sabía que estabas…


ELA.—Acabo de llegar.
BORKMAN. — ¿Y qué es lo que te trae aquí... en Invierno?
ELA.— Hace tiempo que no nos veíamos así, cara a cara, Borkman.
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BORKMAN.— Sí, mucho tiempo. Un abismo de horror, toda una vida nos separa.
ELA - Toda una vida perdida.
BORKMAN.— (Con una mirada acerada.) ¿Perdida?
ELA. — Sí. Perdida para los dos.
BORKMAN.— (Secamente.) Yo no considero todavía mi vida como perdida.
ELA.—. ¿Y la mía?
BORKMAN.— La culpa es tuya Ela ¡Pudiste ser muy feliz sin mí!
ELA. — (Con acento de amargura.) Sí, con otro hombre que estaba dispuesto.
BORKMAN. — Y lo rechazaste... Varias veces, durante años. Hubieras podido ser feliz con él... Y
yo me habría salvado.
ELA. —¿Qué quieres decir?
BORKMAN.—Él me hacía responsable de tus desprecios... creía que yo era el culpable. Y
encontró el modo de vengarse: secretos, confidencias, que yo, sin reservas, le hacía… Y un día
supo usarlas muy bien..., ¡y me hundió!
ELA. — Así que haciendo bien las cuentas, resulto ser yo la deudora.
BORKMAN. —Sé de sobra todo lo que te debo. Cuando subastaron mis bienes, compraste esta
casa. Recogiste a Erhart, lo criaste, lo educaste… Pero estabas en posición de hacerlo, Ela.
Cuando por fin llegó el momento decisivo, cuando no me quedó otra alternativa que recurrir…
“con malas artes” como dicen… a los millones que me habían sido confiados en el Banco, sin
tener en cuenta familia ni amigos, hice una sola excepción…
ELA.— (Fríamente, con calma.) Yo
BORKMAN.—Exacto. Cuando vinieron a detenerme, la única cuenta que permanecía intacta
era la tuya.
ELA.-— (Con los ojos fijos en el.) Más de una vez me pregunté por qué.
BORKMAN.— (Encogiéndose de hombros.) Yo también Ela, yo también y no encontré
respuesta. Lo único que sé es que en la soledad de mi despacho, cuando secretamente lo
planeaba todo en mi cabeza, me veía a mi mismo como único tripulante, motor y capitán, de
ese globo inmenso que iba a elevarse por encima de todos… Toda aventura implica riesgos, y
cuando uno se embarca para un viaje semejante procura no llevar encima lo que le es más
querido…
ELA. — ¿y era yo lo más querido? ¡Sin embargo, poco antes me habías dejado para casarte
con... otra!
BORKMAN. — Sabés que me obligaron a hacerlo. Yo estaba en sus manos, no podía ascender
sin su ayuda. Y eras el precio.
ELA- Y ese precio se lo pagaste al contado, sin regatear...
BORKMAN. — No podía hacer otra cosa
ELA.— (Con la voz trémula, fijos lo ojos en él.) ¿Y es cierto lo que dijiste? ¿No tenías realmente
en aquel tiempo nada más querido que yo?
BORKMAN.—Ni en aquel tiempo, ni más tarde.
ELA.— (Levantándose de un salto, trémula de ira.) ¡Criminal!
BORKMAN. — (Estremeciéndose, pero dominándose.) No es la primera vez que oigo esa
palabra.
ELA.— Que me importa a mí lo que le hayas hecho a los demás, que me importan las acciones,
los valores, el dinero que robaste! yo hubiese podido estar a tu lado en aquel momento y lo
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hubiese soportado todo! tu descrédito, tu vergüenza… pero esta noche comprendo todo,
llevas ocho años hablando de traiciones y eras el traidor, traicionaste a la mujer que amabas,
¡Fuiste dos veces criminal! ¡mataste mi alma y la tuya!
BORKMAN.— (Fríamente, dueño de si.) ¡ahora si te reconozco! apasionada, indomable, Ela!
Eras lo más querido en el mundo.
ELA.— (Sumida en sus recuerdos.)¡tantas noches me hablaste de tus proyectos!
BORKMAN. – Entonces me entendías.
ELA.- Te preguntaba si querías despertar a los espíritus dormidos del oro.
BORKMAN. — (Inclinando la cabeza.) Recuerdo esas palabras. (Lentamente.) A los espíritus
dormidos del oro.
ELA.— (Con una violenta emoción interior.) Parece que una maldición cayó sobre nuestro
amor…¡hiciste de mi un desierto. Me robaste, incluso, el placer de ser madre,
BORKMAN.— Por eso te llevaste a Erhart
ELA.—;por eso me gané su alma y su cariño..., Hasta que su Guhilda me lo quitó.
BORKMAN.— (Con un resplandor maligno en los ojos.) No creo que lo hayas perdido, Ela. Esta
casa no es la más apropiada para conquistar corazones.
ELA. — ya lo perdí. Y ella lo recuperó. Aunque es posible que no lo tenga por mucho tiempo,
BORKMAN.—Entonces, ¿es para llevártelo que viniste?
ELA. — Sí. Mi salud no es precisamente de hierro. ¿No te lo dijo Erhart? no te habla de mi?
BORKMAN.— lo veo muy poco... Casi nunca. (Cambiando de tono.) Entonces, ¿estás enferma?
ELA.—Sí, y durante estos últimos meses me sentí peor, así que vine a consultar al médico de la
familia, lo ví esta mañana y me confirmó mismo diagnostico.
BORKMAN.—¿enferma? siempre hiciste una vida sana y metódica...
ELA - (Con sobreexcitación creciente.) Me muero Borkman. ¡Por eso necesito a tu hijo! ¡Lo
necesito antes de irme! no puedo hacerme la idea de que voy a abandonarlo todo, sin dejar un
solo ser que me recuerde con cariño…
BORKMAN.— (Tras una pausa breve.) Llévatelo, Ela..., es más tuyo que nuestro. Para él no soy
más que un extraño.
ELA,— tengo una cosa más que decirte, Borkman. Soy la última de los Rentheim. ¡Y es tan cruel
dejarlo todo, hasta el nombre!... ¡Permite que Erhart herede mi apellido! … Un apellido,
Borkman, es un lazo más fuerte de lo que crees.
(La puerta disimulada se abre y aparece GUNHILDA en el umbral.)
GUNHILDA. — (En una violenta sobreexcitación.) Erhart jamás llevará ese nombre!
ELA.— (Retrocediendo.) ¡Gunhilda!
GUNHILDA.— no llevará nunca tu apellido ¡Mi hijo llevará con la cabeza muy alta el nombre de
su padre hasta devolverle la dignidad perdida! ¡Y no tendrá otra madre más que YO! Su
corazón me pertenece a mi sola, y nadie me lo va a quitar. (sale)
ELA.— Borkman, Erhart va a quedar atrapado en medio de todo esto…es necesario que hablen,
que lleguen a un acuerdo con Gunhilda….
BORKMAN. — (Meneando la cabeza.) No lo sé, Ela, Es dura. Tan dura como el hierro.
ELA —¡ahora es el momento!
(van a habitación dos,)
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Escena siete (Gunhilda – Doncella)

GUNHILDA.— (Sale del cuarto, estuvo escuchando, sabe que están juntos en el cuarto, trata de
oir, luego va a baranda y llama a la doncella, la doncella llega desde adelante. Con
impaciencia.) Ingrid, Ingrid, Ingrid ¿Dónde estaba? ¡Es la tercera vez que la llamo!
DONCELLA.— No podía venir como estaba! tenía q echarme algo encima.
GUNHILDA.— Sí, acabe de vestirse y vaya a buscar a mi hijo.
DONCELLA.— ¿Al joven Erhart?
GUNHILDA.—Sí; que venga en seguida. Necesito hablarle.
DONCELLA.— Habrá que despertar también al cochero del administrador para que saque un
coche. Estuvo cayendo mucha nieve.
GUNHILDA.— Eso no importa, no está tan lejos… sólo hay que doblar la esquina.
DONCELLA.—No, señora, no es tan cerca.
GUNHILDA.—Pero ¿no sabe usted dónde está la casa de los Hinkel?
DONCELLA,— ¡Ah! ¿Es allí donde está el joven Erhart esta noche?
GUNHILDA - ¿Y dónde creía usted que estaba?
DONCELLA. —Pensé que donde está siempre. En casa de la señora Wilton; dicen que va todas
las noches.
GUNHILDA.- Esos son sólo chismes. Vaya de una vez a avisarle. ¡Dígale usted que venga
corriendo!
DONCELLA, — (Encogiéndose de hombros.) Sí, señora. Ya voy, señora. (sale hacia la calle)

Escena ocho (Gunhilda, Ela, Borkman)

(Sale Ela a galería seguida de Borkman. La DONCELLA se va hacia la calle. Pausa breve.)
GUNHILDA. — (Que ha conseguido dominarse, volviendo hacia Ela.) ¿Qué quiere?
ELA. — Quiere llegar a un acuerdo.
GUNHILDA.—Jamás dio un solo paso para eso.
ELA.—Hoy quiere intentarlo.
GUNHILDA. —La última vez que nos encontramos cara a cara fue en el tribunal, delante del
juez que me pedía explicaciones.
BORKMAN.—Hoy soy yo quien viene a darlas… no hay que hablar de lo pasado.
GUNHILDA.-¿Para qué? ... ¡Todo el mundo lo sabe!
BORKMAN.-Lo que no saben son los motivos que me llevaron a hacerlo... Lo que no saben es
que me vi obligado a hacerlo, porque... porque soy Juan Gabriel Borkman. Simplemente por
eso. Y eso es lo que quiero explicarte.
GUNHILDA.-Es inútil. Nada va a absolverte
BORKMAN.-Puede servirnos a nosotros. A nosotros dos.
GUNHILDA.-Ni lo intentes. Tuve demasiado tiempo para meditar todos estos años.
BORKMAN.—Yo también. Cinco años de cárcel. Y otros ocho años encerrado en mi cuarto.
Revisé el proceso carpeta por carpeta, fui mi propio acusador, mi propio defensor, mi propio
juez! Examiné cada uno de mis actos. Desde todos los puntos de vista, sin compasión, como
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podría hacerlo el más cruel de los fiscales. Y todo me llevaba a la misma sentencia: inocente,
inocente conmigo mismo.
GUNHILDA.—Y conmigo? ¿Y con tu hijo?
BORKMAN. — En las palabras conmigo mismo están ustedes dos.
GUNHILDA. — ¿Y los cientos de personas que dejaste en la miseria?
BORKMAN.— (Con tono más violento.) ¡Tenía que hacerlo, y podía hacerlo! ¡una fuerza interior
irresistible me obligaba! Desde todos los puntos del país, desde el corazón de las rocas y lo
hondo de las minas, me llamaban los millones cautivos, pidiendo su libertad. ¡yo era el único
que oia ese grito! y pronuncié mi propia absolución.
ELA. — (Dulcemente, con voz suplicante.) ¿Estás seguro, Borkman?
BORKMAN. — (Irguiéndose.) Sobre este punto sí. Pero pesa sobre mi otro cargo imperdonable.
Malgasté ocho años de mi existencia sin el menor provecho. El mismo día en que dejé la cárcel
debí enfrentarme con la realidad. Empezar de nuevo desde abajo y subir hasta la cumbre, para
elevarme más alto, a pesar de lo pasado.
GUNHILDA – No te entiendo Borkman
BORKMAN – eso fue siempre mi peor castigo: ni una sola persona capaz de comprenderme; o
quizás sí, sólo una, pero fue hace muchos años…

Escena nueve (los mismos y Erhart)

ERHART. — (entrando) ¡Por amor de Dios, mamá!... ¿Qué pasa? (Se queda estupefacto al ver a
Borkman. Después de un momento de silencio) ¿Qué está pasando?
GUNHILDA.— (Tendiéndole los brazos.)¡Quieren arrancarte de mis brazos! pero verdad que no
te irás?
ERHART. — (Retrocediendo un poco.) ¡Ah! ¿ya te enteraste?...
GUNHILDA.—Sí. ¿también lo sabías?
ERHART. — (Con un movimiento de sorpresa, mirándola.) ¿yo? Claro, naturalmente...
GUNHILDA.— Entonces ¿lo estaban preparando a mis espaldas?...
ERHART. — (Vivamente.) Pero, mamá, ¿a qué te refieres?
GUNHILDA.—Lo sé todo. Sé que tu tía vino a buscarte
ERHART. — ¿Eso es verdad, tía Ela?
ELA. — Sí, es verdad. Porque pensaba que te perdería del todo si seguías en esta casa… me
encontraba sola Erhart… Estoy muy enferma y la muerte ya no debe estar muy lejos
ERHART.— ¿La muerte?
ELA.— Quiero que me acompañes en los últimos momentos…
ERHART. — (Con viva emoción.) Tía Ela... Fuiste una santa para mí. En tu casa pasé una
infancia tan feliz, que no creo que otro niño haya tenido una mejor… Pero lo que me pides es
muy difícil, no me siento capaz de ese sacrificio. Yo no puedo consagrar mi vida en ese gesto
de piedad
ELA.— (Dolorosamente.) Volviste a ganar
GUNHILDA.— Sí!... ¡Este Borkman también es mío!
ERHART,— (Presa de una lucha interior.) Mamá... No puedo ocultártelo por más tiempo.
GUNHILDA.— (Con inquietud.) ¿Qué quieres decir?
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ELHART.— En esta oscuridad y con este olor a encierro me ahogo. soy joven, mamá... no
puedo seguir viviendo aquí
GUNHILDA.— (Agitada, pero dominándose.) ¡Una cárcel la casa de tu madre! ¿Olvidas la
misión a la que estás obligado?
ERHART.— (Sin poder contenerse.) a la que me obligaste! ¡Sustituiste tu voluntad por la mía, tu
orgullo por el mio!... (Dirigiendo una mirada respetuosa y llena de deferencia a Borkman.) Yo
no puedo consagrar mi vida a reparar las culpas de otro..., sea quien sea ese otro.
BORKMAN. — (Avanzando hacia Erhart.) ¡Vamos, quién sabe mi hora al fin llegó!
ERHART.— (Con una fría indiferencia.) ¿Qué quiere usted decir, padre?
BORKMAN. — (Sin turbarse.) Escúchame, Erhart... Nadie puede ser rehabilitado por nadie.
Todo eso que te enseñaron en el encierro de estos cuartos, no son más que fantasías y
quimeras. Es absurdo pensar que llevando una vida de santo lograrías convertirme en santo a
mi también… Durante estos años traté de mantenerme con la esperanza de que algún día
vendrían… Pero ya dejé de soñar. Ahora quiero construirme, levantarme de nuevo. Empezar
desde abajo. Sólo el presente y, tal vez, el futuro, pueden rescatar el pasado. Quiero volver a
trabajar sin descanso, como cuando tenía tu misma edad ... Erhart... ¿quieres venir conmigo y
ayudarme a rehacer mi vida?
ERHART.— (Turbado.) No puedo.., padre!... ¡No puedo!
BORKMAN.- ¿Qué es, entonces, lo que quieres?
ERHART.— (inflamándose.) ¡Quiero vivir! ¡Vivir mi propia vida! quiero la felicidad!
GUNHILDA. — ¿Y adónde vas a encontrarla?
ERHART. — ¡Ya la encontré madre!

Escena diez (los mismos y la Señora Wilton)

SEÑORA WILT0N. — (Levemente intimidada, interrogando a Erhart con los ojos.) ¿Puedo
entrar?
ERHART. —Sí, entra... Ya lo saben todo.
SEÑORA WILTON. — Comprendo Sra. Borkman que todo esto puede parecerle imposible. Y
hasta absurdo. Pero es.
GUNHILDA.-¿Por qué, Erhart?
ERHART - Ella es mi felicidad madre, la felicidad que necesito…
GUNHILDA.-¡Qué bien supo usted manejarlo!
WILTON.- Erhart vino a mi por su propia voluntad. Y por mi propia voluntad salí yo a su
encuentro.
GUNHILDA.-¡No puedo creerlo!
WILTON - Señora... hay en la vida fuerzas que usted parece no conocer del todo… fuerzas que
empujan a dos seres a unir sus destinos para siempre.
GUNHILDA.- Si no estoy equivocada, usted ya "había unido para siempre" su destino con otra
persona.
WILTON.- Esa persona me abandono, pero para mí está muerto. (Firme.) Le conté a Erhart
todo lo que tenía que contarle y no le oculté nada de mi pasado. Más de una vez también le
recordé que soy mayor que él. Nada lo hizo cambiar de idea.
GUNHILDA.- Podia usted dejar de verlo, cerrarle la puerta, irse lejos.
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WILTON.-No podía, yo también buscaba la felicidad. y por más tarde que llegue no puedo
rechazarla.
GUNHILDA. — ¿Y cuánto cree usted que durará esa felicidad?
ERHART. — (Interrumpiéndola.) ¡Qué importa el tiempo, mamá!
GUNHILDA. — (Con ira.) ¡Estás ciego! ¿No ves adónde te va a llevar todo esto?
ERHART. — No me preocupa el porvenir. ¡No me preocupa nada! ¡ lo único que quiero es vivir!
GUNHILDA.— (Dolorosamente.), ¡Y eso es a lo que llamas vivir, Erhart!
ERHART. – sí, no ves lo hermosa que es?
GUNHILDA. — (Retorciéndose las manos.) ¡una vergüenza más!... Ver todos los días a mi hijo, a
mi propio hijo, unido a una.. a una...
ERHART. -- (Interrumpiéndola duramente.) ¡No tendrás que ver nada, mamá! ¡porque me voy.
SEÑORA WILTON.— (En tono firme y decidido.) Los dos nos vamos. Me voy al extranjero,
acompañando a Frida Foldal. Quiero que aprenda música en serio y voy a pagar sus estudios. Y
Erhart viene con nosotras.
GUNHILDA. — ¿De verdad? ¿Y cuándo se marchan?
SEÑORA WILT0N.—Esta noche..., dentro de un momento. Frida nos está esperando en mi
coche, frente a casa de los Hinkel.
ERHART. — Yo hubiera preferido marcharme sin despedirnos. Habría sido mejor para todos. El
equipaje estaba hecho. Todo estaba arreglado. Pero fueron a buscarme y entonces...
(Tendiéndole las manos.) ¡Adiós, mamá!
GUNHILDA.— (Rechazándole con el ademán.) ¡No me toques!
ERHART.— (Con dulzura.) ¿Es tu última palabra?
GUNHILDA.— (Duramente.) Sí.
ERHART.— (Volviéndose hacia Ela.) ¡Adiós, tía Ela!
ELA. — (Estrechando entre las suyas las manos de Erhart.) ¡Adiós. Erhart! Que vivas tu vida... y
que seas muy feliz, todo lo feliz.., que puedas ser.
ERHART. — Gracias, tía! Inclinándose ante Borkman.) ¡Adiós, padre! (A la señora wilton, en voz
baja.) salgamos, cuanto antes.
GUNHILDA.— (Con una sonrisa maligna.) ¿Y será prudente, señora Wilton, llevar con ustedes a
una jovencita?
SEÑORA WILTON.— (Replicando con una sonrisa en tono medio en broma, medio en serio.)
¡Los hombres son tan vulnerables, señora!... ¡Y las mujeres tan inconstantes!... Cuando Erhart
se canse de mí... y yo de él..., nos vendrá bien a los dos tener algo con qué entretenernos…
buenas noches señores!
GUNHILDA.— (Con las manos juntas.) ¡Ya no tengo hijo!
BORKMAN.— (Se precipita hacia la puerta.)
ELA. — (Deteniéndole angustiada.). ¿Adónde vas?
BORKMAN.-A respirar aire puro. A perderme en la tormenta. ¡Solo!... ¡Déjame salir, Ela!
ELA.- (Sujetándole) No. ¡No vayas afuera! podés enfermarte… Ayúdame a retenerlo, Gunhilda.
(Borkman sale, va a escalera y queda ahí)
GUNHILDA.-( fría. Dura.) ¡Yo no quiero retener a nadie más!... ¡Que se vaya todo el mundo! ...
¡Todos! Uno tras otro... ¡Que me dejen sola! Que me abandonen todos si quieren! ¡Que se
vayan lejos de aquí!.., ¡A donde se les antoje!... (Lanzando de pronto un grito desgarrador.)
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¡Erhart, no te vayas! (Se precipita hacia la puerta con los brazos abiertos. Ela le corta el camino,
Ela la lleva al cuarto de Gunhilda)

Borkman va al asiento plantas, gunhilda entra, ela se queda en galería en silla de ela.

Escena 11 (Bokman-Foldal)
(Llega Foldal desde calle, apresurado)

FOLDAL. (Levantando la cabeza.) ¡Santo Cielo!... ¿Borkman? ¿Fuera de la casa?


FOLDAL. — Perdón... No te reconocía... Porque perdí las gafas en la nieve... Pero ¿cómo es
posible si no sales nunca...?
BORKMAN.— (Con tono despreocupado y jovial.) Ya va siendo tiempo de que vuelva a
acostumbrarme al aire libre. Tres años de prisión preventiva, cinco de prisión correccional,
ocho de encierro ahí...
FOLDAL.—siempre el mismo Borkman!
BOKMAN, — ¿Vuelves a mi casa, después de lo de esta tarde?
FOLDAL. — ¡Quién se acuerda de eso! Vengo a hablarte, Borkman.
BORKMAN.—Pero ¿qué te pasa en el pie? rengueas
FOLDAL.—Nada, un accidente mientras venía
BORKMAN — ¿Un accidente?
FOLDAL. — Sí, nada grave... Un coche que bajaba la cuesta rápidamente
BORKMAN. — Que pasó?
FOLDAL.—... Se me echó encima como una fiera y me sacó del camino dando tumbos por la
nieve, ahí perdí mis gafas. También el paraguas se rompió. (Frotándose la rodilla.) Y la rodilla
se me resintió bastante…
BORKMAN.--- (Con una risa ahogada.) ¿Sabes quién iba en ese coche?
FOLDAL. -.- No. Iba cerrado y con las cortinas corridas. Ni siquiera se dieron cuenta… Pero ¿que
más da?... (Con alegría.) Lo que importa es que esta noche me siento feliz!,..
BORKMAN.— ¿Feliz?
FOLDAL. — Sí, feliz... Bueno, no encuentro la palabra exacta. Pero debe ser algo por el estilo.
Acaba de ocurrirme algo tan extraordinario!... No pude resistir la tentación de venir a
contártelo, para que compartas mi alegría.
BORKMAN. — (Con rudeza.) Aquí me tienes dispuesto a compartirla. Sea lo que sea acaba
pronto.
FOLDAL. —Puedo muy bien contártelo todo en dos palabras,
BORKMAN.— (Con voz más dulce.) empieza cuando quieras. Te escucho.
FOLDAL. —esta tarde, al volver de tu casa, me entregaron una carta. Adivina de quién era...
BORKMAN. — ¿De Frida?
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FOLDAL.—Exacto! Sí; era una carta de Frida... Una carta bastante larga, que había llevado un
criado. ¿Sabes lo que decía?
BORKMAN.—Supongo que adiós a todos.
FOLDAL.—¡Lo adivinas todo, Borkman! Si; me hablaba en la carta de lo buena que es la señora
Wilton, y de que se va con ella al extranjero, a fin de completar su educación musical. ¡Si vieras
qué carta tan bonita! Larga, muy larga y cariñosa. Y qué idea tan delicada la de despedirse así,
por carta! (Riendo,) ¡Pero a la muy boba le saldrá el tiro por la culata
BORKMAN. (Con mirada interrogadora.) ¿Eh?
FOLDAL.—Me escribe que salen mañana por la mañana.
BORKMAN. — ¡ Ah!... ¿Te dice que salen mañana?
FOLDAL.— (Riendo y frotándose las manos.) Pero yo soy más listo... así que ahora pasito a
pasito me voy a casa de la tal señora Wilton…
BORKMAN. — ¿Ahora?
FOLDAL — Sí, no es demasiado tarde... Si está cerrado, llamaré, pero necesito ver a mi Frida
antes de que se vaya... ¡Adiós, hasta mañana!
BORKMAN. — Puedes ahorrarte el viaje. Por mucho que llames, nadie te abrirá en casa de la
señora Wilton.
FOLDAL. — Ya lo creo que entraré! Me colgaré de la campanilla hasta que me abran. Quiero
ver a Frida, y la veré.
BORKMAN. —¡Frida ya se fue Foldal!
FOLDAL. — (Aterrado.) ¿Que ya se fue? ¿Quién te lo dijo?
BORKMAN.—Su futuro maestro.
FOLDAL.— ¿Es que lo conoces? ¿Quién es?
BORKMAN.—Un estudiante llamado Erhart Borkman.
FOLDAL. — (Radiante de alegría.) ¿Tu hijo?
BORKMAN. — Sí; él es quien ayudará a la señora Wilton a completar la educación de Frida.
FOLDAL— ¡Bendito sea Dios! La pobrecita está en buenas manos, Pero ¿estás seguro de que ya
se fueron?
BORKMAN — Iban en el coche que te atropelló.
FOLDAL.— (Juntando las manos.) ¡mi Frida en un coche tan hermoso!
BORKMAN.—(Meneando la cabeza.) y que la llevará lejos. Y también al joven Borkman.
FOLDAL. — (Con una dulce emoción.) ¡Qué cosa tan extraña es la felicidad! Nunca se sabe de
dónde viene. Ese pobre talento, ese insignificante talento mío de poeta, que se transforma en
música dentro de Frida. Gracias a ésto mi hija conocerá ese ancho mundo que yo sólo pude ver
en mis sueños. Ah! ¿Conque ese hermoso coche?
BORKMAN.— Hermoso coche que pasó sobre el cuerpo de su padre.
FOLDAL.— (Gozoso.) ¡Y eso que importa, con tal de que ella...! Bueno, en vista de que es
demasiado tarde, es mejor que vuelva a casa a consolar a su madre, que la dejé llorando en la
cocina... (riendo)
BORKMAN.— Veo que te hace gracia…
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FOLDAL.— ¡claro, por eso me río! Pero su madre, la pobre, no ve más allá de lo que tiene
delante de los ojos... Gracias Dios mío, gracias! ¡Bueno, adiós! Adiós, Borkman! (sale,
rengueando)
BORKMAN. — (Queda un instante inmóvil, mirando ante sí.) ¡Adiós, Foldal! ¡No es la primera
vez que te pasan por encima! Y tampoco será la última…
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Escena 12 (Borkman – Ela)

ELA,— (Saliendo del cuarto de Gunhilda) ¡Qué pálido estás!

BORKMAN. — Es el aire de cárcel que se respira ahí adentro.

ELA.—Nunca te vi tan frágil.

BORKMAN. — Nunca viste, entonces, a un preso en libertad.

ELA.—Entra conmigo en la casa.

BORKMAN.— (Quedo, como presa de temor.) ¡Jamás volveré a entrar en ese cuarto! Se está
tan bien aquí, en medio de la noche!... Si entro ahora el techo bajaría y las paredes se
apretarían hasta aplastarme como a una mosca.

ELA. —¿dónde vas a ir?

BORKMAN.— ¡hacia adelante! ¡a la libertad, a la vida, a la riqueza! ¿Quieres venir conmigo,


Ela?

ELA.- Yo? ¿ahora?

BORKMAN.-- ¡Sí, sí..., ahora mismo!

ELA. -- ¿En esta noche tan negra?

BORKMAN.— (Con voz ronca, estrangulada.) ¡Ah! ¿La señorita teme por su salud?

ELA.— ¡la tuya es la que me preocupa!

BORKMAN.—no me hagas reir Ela, los muertos no tenemos salud

ELA.—¿hasta dónde iríamos?

BORKMAN.— ¡Al país de los sueños! (Sin escucharla.) ¿No ves allá junto al fiordo el humo de
los grandes navíos?

ELA.—No.

BORKMAN.—Yo sí lo veo. Surcan las aguas, y agitan la vida de un extremo a otro de la tierra.
Navíos que llevan su calor y luz a millones de almas humanas. ¡ese es el mundo con el yo
soñaba!

ELA.— (Con voz queda.) Y que no te dejaron crear.

BORKMAN. — Y que no me dejaron crear… (Escuchando.) ¿oyes ese ruido que viene del río?
¡Son las fábricas que trabajan! ¡Mis fábricas! ¡Todas las que yo quería crear! Noche y día
funcionan sin descanso. ¡Escucha! escucha como giran las ruedas, como rugen los cilindros...
¿lo oyes, Ela?
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ELA — Estás soñando de nuevo…

BORKM.AN.— (Inflamándose más y más.) Todo eso no son más que las maravillas sembradas
en las cercanías del reino.

ELA.— ¿De qué reino hablas?

BORKMAN.—¡Del mío! Del reino que iba a conquistar cuando me mataron

ELA. — De ahí sólo me llega un soplo de hielo

BORKMAN.—-Para mí es un soplo de vida. Ahí, ahí están los millones cautivos. Los veo, los
siento, tienden hacia mí sus brazos suplicantes, me rodean como fantasmas, me empujan con
su aliento, igual que la noche en que bajé a los sótanos del Banco... Pedían libertad, y yo
intenté liberarlos. Pero la caja del tesoro pesaba demasiado y caí… en el abismo…

ELA (Borkman se va hacia adelante) Adónde vas?

BORKMAN.-A respirar aire puro. A perderme en la tormenta. Solo…

Ela queda en umbral, diciendo Borkman, Borkman


Gunhilda aparece en su puerta y ve cómo Borkman se va.

Entra Track 6: The Windmills of Your Mind (Los molinos de tu pensamiento)

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