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Un dispositivo de inicio en la clínica: La entrevista de admisión.

Una revisión pertinente


Lic. Susana Osorio
“El nacimiento de un niño determina un momento fundamental en su desarrollo, la salida del útero materno
implicará para el pequeño infans un cambio espacial, temporal y orgánico marcado por su crecimiento, por su
maduración y por la herencia congénita con la que el neonato ha nacido” Esteban Levin
Introducción
El presente capítulo tiene como propósito, realizar algunas revisiones acerca de una práctica institucional, que
pertenece al dispositivo SAOP (Servicio de Atención y Orientación Psicopedagógica), y puede ser de utilidad para el
ejercicio de nuestra clínica aún por fuera de esta institución: lo que se conoce como “Entrevista de Admisión”.

El SAOP no sólo da respuesta a la demanda de atención psicopedagógica a niños provenientes de sectores de


extrema vulnerabilidad social, sino que además, a partir de las prácticas clínicas que allí se realizan, se transforma en
espacio de permanente formación para todos los profesionales que lo componen y de los alumnos de la carrera que
desarrollan sus pasantías prácticas en la mencionada institución.
La permanente revisión de nuestras prácticas, la búsqueda de respuestas en los aportes que otras disciplinas como
la neuropediatría, la genética, la psicología cognitiva, el psicoanálisis, entre otras, hace que pasados unos años desde la
creación del dispositivo institucional “Entrevista de Admisión”, nos veamos en la necesidad de profundizar algunos temas
allí presentados.
Toda consulta psicopedagógica supone un proceso de diagnóstico para el posterior establecimiento de las
estrategias de intervención; dentro de ese proceso, la entrevista de admisión se constituye en una herramienta
fundamental, ya que no sólo posibilita evaluar si resulta pertinente o no un tratamiento psicopedagógico para el niño, sino
que además permite al entrevistador la posibilidad de indagar aspectos tendientes a orientar el tratamiento, a partir de una
primera hipótesis general.

Consideramos oportuno definir el concepto de hipótesis, el cual, siguiendo a Hernández Sampieri y cools (2010),
entenderemos como aquellas “guías para una investigación o estudio. Las hipótesis indican lo que tratamos de probar y
se definen como explicaciones tentativas del fenómeno investigado”.
Vale aclarar que las hipótesis no son necesariamente verdaderas, sino explicaciones posibles, como lo mencionan
Black y Champion (1976), citado en Sampieri y cools. “una hipótesis es diferente de la afirmación de un hecho”.

En la referida obra se hace mención también al hecho de que todos y cada uno de nosotros en nuestra vida
cotidiana realizamos permanentemente hipótesis: “he estudiado lo suficiente, por lo tanto debería aprobar el examen”, lo
cual deja en claro la idea de que las hipótesis pueden surgir aunque no exista un cuerpo teórico abundante (Ib idem). La
clasificación de las hipótesis en investigación es muy amplia, pero en el caso que nos ocupa, nos referiremos únicamente a
las hipótesis que establecen relaciones de causalidad, las cuales instauran relaciones entre dos variables y la manera en
que se manifiestan; dichas variables en una entrevista de admisión, están constituidas por los datos con que contamos y las
dificultades de aprendizaje que el futuro paciente estaría presentando, de acuerdo al relato de los padres. Establecidas
dichas hipótesis de causalidad, luego serán comprobadas o refutadas durante el trabajo con el niño.

Este tipo de hipótesis estarán redactadas siempre de manera afirmativa, y atentos a la complejidad y a las
diferentes dimensiones que componen el fenómeno “dificultades de aprendizaje” (Cerdá, 2009), nos parece adecuado el
uso de verbos en condicional, para evitar caer en certezas que además de obturadoras de todo nuevo conocimiento, no han
sido puestas a prueba aún.

Mencionamos anteriormente “la complejidad y las diferentes dimensiones que componen el fenómeno
<dificultades de aprendizaje>”, y en tal sentido, adherimos al pensamiento de Edgar Morin (2001), quien plantea que el
pensamiento complejo aspira a la construcción de un conocimiento multidimensional. (el concepto “pensamiento
complejo” se ampliará más adelante).

Para culminar, y siempre fundamentándonos en Sampieri y cools., existen también las hipótesis nulas, es decir
aquellas que constituyen “el reverso de las hipótesis de investigación”;(Ib idem). Ejemplo de ello sería: “El paciente no
presenta indicios de daño orgánico”.
Retomando las características específicas del dispositivo en cuestión, en este primer encuentro con los padres del
posible paciente se indaga acerca del motivo de consulta y la historia vital del niño, conocida habitualmente con el
nombre de “anamnesis”, término acuñado por Platón, que significa recuerdo; “Como actualidad de lo vivido, concede al
presente lo que éste del pasado requiere, recogiendo la historia para la construcción del aquí y ahora, permitiendo
planes y programas que tienen de obligado la anticipación del futuro”. 1
De acuerdo a diferentes autores, tales como Albajari, V. (1996), Manoní, M. (1981) y Bleger, J. (1971), entre
otros, existen variadas modalidades y categorizaciones en relación al tema; diversas formas de realizar una entrevista y
diferentes objetivos, el “para qué” de la entrevista condiciona cómo se escucha y qué se escucha.
En el caso que nos ocupa, este momento inicial único y quizás irrepetible, en el que los padres vuelcan en el
espacio clínico cuestiones referentes a sus hijos, podríamos definirlo, siguiendo la clasificación que realiza V. Albajari
(1996) como una “Entrevista de investigación”, en la que resulta indispensable una escucha integradora, una lectura que
pueda totalizar las dimensiones biológica, psicológica, lo cognitivo y el contexto social. Esta mirada integradora es la que
nos permite no perder de vista eventos que acontecen al interior del sistema nervioso central y que hacen a la organización
psicomotriz, del lenguaje y del espacio, pedestales fundamentales tanto para la organización psíquica como cognitiva,
evitando de esta manera atribuir una etiología “emocional” o psicológica a algunas perturbaciones conductuales cuyo
origen podría residir en factores orgánicos.
En ocasiones, nos encontramos con la mirada atónita de los padres (en las escasas ocasiones en las que concurren
ambos) que parecen no encontrar sentido a las preguntas del admisor. Mientras que ellos acuden a consultar porque su
hijo/a tiene dificultades para apropiarse de los contenidos escolares, nosotros indagamos cuestiones tales como ¿en qué
momento del embarazo comenzaron los controles médicos?, ¿con qué frecuencia se realizaron?, ¿qué estudios se
hicieron? También pedimos detalles del parto: cuánto tiempo transcurrió desde las primeras contracciones hasta el
nacimiento, características del recién nacido, color de piel, si su hijo les fue entregado inmediatamente o recibió algún tipo
de asistencia neonatal, etc. Indagamos además por antecedentes familiares, existencia o no de parientes que hayan tenido
dificultades para aprender, síndromes genéticos, etc.
Estas preguntas adquieren particular relevancia, puesto que a partir de los datos recabados y de una
jerarquización de los mismos, podremos realizar inferencias tendientes a hipotetizar acerca de la posible etiología de las
dificultades referidas y posterior dirección del tratamiento.
Si nos remitimos al concepto “jerarquización”,
La palabra jerarquizar es usada en nuestro idioma para referir a la acción a partir de la cual
ordenamos, organizamos cosas, siguiendo un determinado criterio y yendo de lo más a lo menos trascendente.
Esta jerarquización, tal como se llama al proceso de ordenar de la manera indicada dejará organizada las cosas
en cuestión, por grados o clases… es un término que se aplica a diferentes ámbitos y que aparecerá cada vez que
en los mismos sea necesario llevar a cabo una clasificación siguiendo un orden por condiciones de superioridad
que ostenten las cosas, las personas, las organizaciones o cualquier otra cuestión. (Definición ABC. web)

Vale la pena aclarar que esto de ninguna manera implica que al momento de ordenar los datos en función de la
importancia o incidencia que estos acontecimientos pudieran tener en la explicación de lo que aparentemente se
presentaría como dificultad en el niño, se torne imperioso priorizar indefectiblemente los factores orgánicos presentes (así
como ningún otro), ya que quizás no representan factores de riesgo para el desarrollo neurocognitivo del niño.

En síntesis, el/la profesional a cargo de la evaluación y tratamiento de ése niño, deberá tener en cuenta las
particularidades de los todos los factores señalados en la admisión, de cuyo análisis y según el caso, surgirá el criterio de
jerarquización correspondiente.
Retomando lo postulado por Edgar Morin (2001) en relación al pensamiento complejo, señalamos que el estudio
de cualquier fenómeno que incluya la experiencia humana ha de ser indefectiblemente multifacético. El mencionado autor
plantea concebir la mente humana no solamente como un cerebro, ya que éste no existe disociado del contexto en el cual
se desarrolla, sin tradiciones familiares, sin sus creencias, sin sus características étnicas y raciales, en suma, hablamos de
cerebros encarnados en cuerpos y culturas, hablamos de “seres biológicos y culturales” (Ib idem).
Sintéticamente lo que el pensamiento complejo nos propone es, (en oposición a un pensamiento simplificador que
intenta desintegrar en partes analizables una realidad esencialmente compleja), poder integrar las diferentes maneras
simplificadoras de pensar.

1
Universidad Argentina J.F. Kennedy. “Más allá de lo Obvio. Lo oculto desde una visión neuropsicológica"
Uno de los principales axiomas de la complejidad es “la imposibilidad, incluso teórica, de una omniciencia” (Ib
Idem)
Éste pensamiento se caracteriza por lo perturbadora, azarosa y confusa que se transforma nuestra capacidad para
definir y nombrar de manera clara los fenómenos y poner orden en nuestras ideas. La propuesta es en definitiva, alejarnos
de las certezas que nos brindan las explicaciones simplistas y reduccionistas.
Estimamos pertinente retomar las palabras de Lucio Cerdá (2009) quien nos plantea: que “Preferimos sostener la
frustración de aceptar que no alcanzaremos nunca un saber “completo”, a la falsa creencia que imagina una presunta
sabiduría satisfecha de sí misma escudada en la hegemonía de una disciplina (cualquiera ella sea) que imagina poseer
todas las respuestas”.
De allí la importancia de contar con nuestra “caja de herramientas”, de manera de poder logar que funcionen
como instrumentos de análisis y reflexión, evitando transformarlas en sistemas conceptuales cerrados (Cerdá, 2009).

Los primeros obstáculos

J. Bleger (1971) sostiene que “el entrevistador debe operar disociado; en parte actuando con una identificación
proyectiva con el entrevistado y en parte permaneciendo fuera de esta identificación (...) tiene que jugar los roles que en
él son promovidos por el entrevistado, pero sin asumirlos en su totalidad (...) fastidio, cansancio, sueño, irritación,
bloqueo, lástima, cariño, rechazo, seducción, etc., son todos indicios contratransferenciales que el entrevistador debe
percibir como tales en la medida en que se producen, y tiene que resolverlo analizándolos para sí mismo en función de la
personalidad del entrevistado, de la suya propia, y en función del contexto y el momento en que aparecen...”.
En relación a lo antedicho, son dos las dificultades que a la hora de realizar una entrevista de admisión, nos vemos
enfrentados a dirimir: por un lado, lo que los padres nos cuentan suele no ajustarse siempre a la realidad de los hechos;
algunas veces por negación de la problemática por la que atraviesa su hijo, otras por carencia de recursos simbólicos con
los que poder describir su historia vital, nos encontramos en situaciones en las que impresiona no haber un registro cierto
acerca del período de gestación, parto y primeros años del niño/a, lo cual pone en cuestión aspectos cualitativos de la
función materna y nos estaría hablando de ciertos factores de orden psicológico que podrían incidir en las dificultades del
niño.
Además de pensar en cuestiones relativas a la epigénesis 2, tomamos en cuenta las teorizaciones de Silvia
Bleichmar, quien postula que son los cuidados parentales (en especial la madre) los encargados de la libidinización del
“cachorro humano”; las fallas producidas en éste vínculo originario no serán sin consecuencia para el desarrollo psíquico
del niño.
En los orígenes de la vida, este cachorro humano no conforma unidad alguna, por el contrario, lo que lo
caracteriza es “la necesidad de afecto y un cierto grado de maduración psicofisológica endeble y desajustada”.

Es este sentido la autora plantea que todo niño es un sujeto histórico y por ende, debe realizar un recorrido que
contribuye a clivar su aparato psíquico. Este camino recorrido, estas primeras experiencias vinculares se transforman así
en una serie de “actos constitutivos” que generarán la diferenciación tópica. La unidad que se constituye es nada más y
nada menos que el YO, condición indispensable y sede de los futuros aprendizajes. (Cerdá 2009)
Nuestra escucha en consecuencia debe estar siempre abierta a la duda, a la “sospecha”. Esto es lo que nos permite
colegir que existan antecedentes que no concuerden, que en ocasiones se contradigan o no resulten verosímiles y
constituye nuestra tarea preguntar y despejar aquellas informaciones que aparezcan unas veces imprecisas, otras
ambiguas.
Y es aquí donde adviene la segunda dificultad: nuestra pregunta. Cuando comenzamos en el ejercicio de nuestra
profesión resulta un tanto difícil encontrar el punto de equilibrio entre preguntar lo que es imperioso y no sobrepasar los
límites de la discreción, es decir, mantener cierta cautela, prudencia y sensatez a la hora de realizar nuestras preguntas, con
el objeto de no generar en el entrevistado una situación incómoda, o de invasión de su privacidad.
Estamos en la entrevista de admisión con nuestro bagaje teórico, “nuestra caja de herramientas” que nos orienta
hacia los aspectos que merecen ser investigados con mayor profundidad; pero también nos acompaña nuestra propia
subjetividad, nuestras historias personales, nuestras propias imago parentales constituidas.

Es aquí entonces donde cobra importancia una adecuada “disociación instrumental” (Bleger, J. 1971), ya que una
de nuestras herramientas de trabajo es, en efecto, nuestra subjetividad, la que se pone en juego en la relación establecida
con el/los entrevistado/s, puesto que al indagar la vida de los entrevistados queda implicada la revisión de nuestra propia
existencia, conflictos y ansiedades.

2
Epigénesis: Capacidad del medio ambiente para provocar expresiones génicas que de otro modo no se producirían.
Es entonces cuando se torna necesario un posicionamiento profesionalmente sólido que nos permita intervenir
desde la repregunta, los señalamientos de contradicciones y/o inverosimilitudes, teniendo como objetivo ordenar datos
que aparecen desligados, fundamentaciones “bizarras” que suelen aportar los padres, frecuentemente originadas en una
inadecuada información suministrada por los profesionales que han observado al niño previamente (neurólogos,
psicólogos, fonoaudiólogos, entre otros), y en ocasiones, como una explicación tranquilizadora que han podido elaborar
acerca de las dificultades del niño.
En cualquier caso, nuestra tarea como admisores tendrá que estar orientada a correr el velo que cubre los motivos
por los cuales ese niño no está pudiendo alcanzar el desempeño escolar esperado. Y esto es posible solo a partir de una
intervención crítica, generadora de interrogantes en relación a lo que los padres pueden relatarnos acerca de de su hijo.
La pregunta adecuada, el señalamiento oportuno, nos permite realizar una lectura más amplia y profunda y
posibilita indagar aspectos que por una aparente obviedad, pueden desviar el diagnóstico, llevándonos a atribuir una
etiología emocional a procesos francamente orgánicos disfuncionales, o por el contrario, priorizar factores que aparecen
como marcando una etiología orgánica y dejar fuera importantes cuestiones psicológicas. Como se ha dicho en párrafos
anteriores, nuestra escucha debe poder integrar datos.

Una aclaración oportuna

En relación a los aprendizajes, resulta necesario aclarar que si bien nuestros pacientes llegan a consulta en su gran
mayoría por derivación de la escuela, se trata de niños que han realizado reiteradas permanencias y aun así no alcanzan la
construcción del sistema de escritura o el nivel operatorio que los contenidos escolares establecen. A fin de comprender
este fenómeno en profundidad, es que el concepto de aprendizaje es concebido de acuerdo a nuestra formación clínica,
adquiriendo el carácter de fenómeno plural y complejo, es decir, tomando en cuenta los diferentes contextos en los que el
niño se desempeña, más allá del ámbito escolar. (Cerdá 2009)
Por lo tanto, es necesario realizar una pesquisa acerca del funcionamiento holístico del niño, esto es, cuestiones
relativas a sus vínculos tales como: si tiene amigos, cuáles son sus juegos preferidos, relación con sus pares, hermanos,
progenitores, etc.
Indagamos también aspectos referidos a la organización de su vida cotidiana y su autonomía personal, “¿se baña
solo?, ¿se viste solo?, ¿cómo están distribuidos los ambientes de la casa y dónde duerme el niño?”. Acostumbramos pedir
que los padres describan a su hijo, donde suelen aparecer calificativos tales como “cuidadoso”, “desordenado”,
“responsable”, “cariñoso”, etc., solicitamos entonces, en la medida de lo posible, que expresen el significado, el sentido
que para ellos tiene cada uno de estos adjetivos.
Esto nos va suministrando información acerca de los diferentes modos de relacionarse que tiene el niño con los
objetos del mundo y con los “otros”, pares y adultos, ya que en ocasiones refleja una modalidad peculiar a la hora de
establecer vínculos y asignar/asumir ciertos posicionamientos subjetivos al interior del seno familiar, que podrían
atravesar las dificultades que luego son detectadas en su desempeño escolar.
Por otra parte, y aquí en relación a aspectos específicamente neurofuncionales, se indaga si el niño puede atarse
los cordones, abrocharse botones, andar en bicicleta, si corre sin dificultades, cuál es su comportamiento en los juegos de
las plazas; aspectos que proveen indicios relativos a funciones gnósico-práxicas.
De esta manera, se trata de obtener datos relevantes que otorgan indicadores inherentes a los aprendizajes
concebidos como fenómeno plural y complejo, tal como se menciona en párrafos anteriores.
¿Por qué resulta necesario indagar los aspectos pre y perinatales?
En los últimos años, la neuropsicología ha realizado invalorables aportes a nuestra profesión y es por ello
necesario que los psicopedagogos ampliemos nuestra mirada clínica y abordemos la intervención con cada paciente desde
las diferentes disciplinas que la problemática de ese niño en particular nos demanda.
Nuestra experiencia en el servicio (SAOP) nos demuestra una fuerte correlación positiva entre factores tales como
ausencia o déficit de controles prenatales y/o dificultades perinatales y los problemas de aprendizaje que el niño presenta. 3
Podemos mencionar algunas cuestiones que aparecen como datos significativos en lo que respecta a antecedentes
pre-natales; como por ejemplo la edad de la gestante, cantidad de hijos, ingesta de sustancias químicas, presión arterial,
enfermedades infecciosas (TORCH), chagas, entre otros 4.

3
Investigación (2007) “Relación entre los cuidados obstétricos maternos y los problemas neuropsicológicos de aprendizaje en niños”
(Aprobado por resolución del consejo académico n° 009/07)
4
TORCH: Toxoplasmosis, Rubeola, Citomegalovirus, Herpes.
A modo de ejemplo, nos referiremos a algunas situaciones recurrentes en nuestra experiencia realizando
admisiones.
Si en una entrevista de admisión tenemos frente a nosotros una madre de alrededor de 50 años de edad que
consulta por su hijo de 8 años, es éste un dato que no puede ser desestimado: sabido es que si bien una mujer a los 42 años
puede ser aún fértil, sus óvulos acompañan el declive general del organismo. Por lo tanto, podría pensarse que desde el
momento mismo de la concepción, las condiciones vitales para el desarrollo intrauterino pudieron no haber sido las más
apropiadas, ocasionando probablemente daños funcionales solo observables luego, a partir de indicios clínicos, así como
en otras ocasiones, las consecuencias suelen ser alteraciones cromosómicas.

Otro ejemplo que nos lleva a elaborar una hipótesis similar a la antes mencionada, es el caso de una madre de
familia numerosa, donde el niño en consulta es el 5º o más en orden de nacimiento: en este caso, el deterioro somático que
la madre padece con cada uno de los embarazos, restringen las circunstancias óptimas deseables para una nueva gestación.

Asimismo, debería generarnos al menos un llamado de atención, si entre el hermano mayor inmediato y el niño
por el que se consulta, existe un lapso de tiempo considerable, (por ejemplo 5 años o más), ya que en este caso no habría
que descartar como posibilidad el hecho de que pudieran haber existido prácticas abortivas que no llegaron a buen
término, con las posibles consecuencias en el desarrollo del feto.
Especialmente en la población que asiste al Servicio, este tipo de prácticas “caseras” forman parte de su bagaje
cultural; “la inyección que me recomendaron”; “la pastilla que le dio resultado a una amiga”, suelen ser intentos frustrados
de interrumpir el embarazo, pero el efecto que la sustancia química pudo haber tenido en el feto, es algo que quizás pueda
observarse posteriormente en las habilidades cognitivas del niño.
En el mismo sentido y con idénticas posibles consecuencias, es importante despejar si existió por parte de la
madre, la ingesta de sustancias químicas, ya sean éstas medicamentos, drogas, alcohol, tabaco, etc. Teniendo en cuenta la
vulnerabilidad del feto -especialmente en las primeras semanas de gestación-, cualquier agente tóxico tendrá un efecto
negativo sobre los órganos en desarrollo.
Generalmente y ante preguntas que apuntan a indagar los aspectos recién señalados, las madres suelen darnos una
respuesta negativa, o contestar “yo nunca, pero el padre si”.

Es el caso de una madre muy joven que se presentó a la admisión con un cierto grado de excitación y ante la
pregunta acerca de si había ingerido alcohol, medicamentos o alguna otra sustancia química durante el embarazo de su
hijo, dio una respuesta del orden de la mencionada anteriormente: “no… yo no… el padre sí,…porro, merca, pastillas…”;
avanzada la entrevista, espontáneamente comenzó a relatar que en una oportunidad, su marido la había golpeado estando
embarazada y había tenido que tomar ciertos remedios (que no recordaba su nombre) para no perder el embarazo; luego
manifestó que además, en el embarazo anterior y en el del niño por el que consultaba, le colocaban siempre una inyección
(no sabía para qué era, y al seguir indagando se pudo constatar que la señora tenía sangre factor RH negativo y se le
inyectaban los anticuerpos correspondientes).
Finalmente, manifestó de manera espontánea que “tenía problemas nerviosos” y que tomaba unas pastillas
tranquilizantes; al preguntar acerca del medicamento, no recordó el nombre y extrajo de su bolsillo un blister con
“Rivotril” (clonazepan) 5
Estos son datos que provocan en el admisor al menos dudas o sospechas: en principio, y sin ánimo de emitir juicio
de valor alguno, es un tanto dificultoso concebir que una persona que no consume drogas pueda convivir y formar una
familia con una persona adicta; en segundo término, su relato franco acerca de los medicamentos que le habían
administrado permite hipotetizar que la señora estaba intentando “blanquear” la ingesta de alguna sustancia química al
amparo de un remedio recetado.
Por último, resulta posible suponer que una persona con “problemas nerviosos” concurra a un médico y conozca
el medicamento que toma, con la dosis diaria indicada por el profesional, que excluye la necesidad de llevar un blister de
pastillas en el bolsillo del pantalón.
Si bien se trata en principio de presunciones, a la hora de elaborar hipótesis iniciales, ameritan ser atendidas;
luego en el tratamiento con el paciente podrá refutarse o corroborarse dicha hipótesis, o quizás nunca lo podamos
revalidar, en última instancia, trabajaremos siempre con lo que en el paciente aparece cómo déficit funcional, aunque su
etiología continúe siendo incierta.

5
Clonazepán: Depresor del Sistema Nervioso Central. Derivado benzodiazepinico cuyos efectos farmacológicos son: ansiolítico,
miorrelajante, sedante, anticonvulsionante, de alto potencial adictivo, por lo que debe ser administrado bajo prescripción y estricto
control profesional. Su uso en adictos y mezclado con otras sustancias, especialmente con alcohol, es una costumbre que se ha
generalizado en el conjunto de las adicciones.
Kalina E. (1998).Clínica y farmacoterapéutica del "mal uso o uso abusivo" de moléculas benzodiazepínicas. El papel del clonazepam.
Dentro del mismo orden, es decir aspectos pre natales, el adecuado control médico iniciado ante la sospecha de un
posible embarazo, realizado con una frecuencia mensual y con los estudios bioquímicos y de ultrasonido de rutina, nos
indica la existencia de un desarrollo intrauterino controlado.
En algunos estratos sociales, estas son costumbres poco frecuentes; la madre suele concurrir al médico por
primera vez pasada ya la mitad del embarazo, (en ocasiones recién en el último trimestre), por lo tanto el seguimiento
médico que puede hacerse del desarrollo del bebé en el útero es limitado y se corre el riesgo de no detectar anomalías que
tomadas a tiempo permitirían al obstetra indagar -si fuera necesario- posibles trastornos genéticos, inadecuada nutrición,
retraso en el crecimiento intrauterino, hipertensión de la gestante, diabetes, y una gama de “pequeñas cuestiones” que a
posteriori se traducen en importantes disturbios en las habilidades cognitivas en el niño.
En relación al parto, es preciso no considerar únicamente la primer respuesta y la más común: “parto normal” ó
“cesárea”: en el primer caso, es relevante solicitar a la madre que narre los detalles de ese nacimiento, pues
frecuentemente esto nos lleva a descubrir que lo que fue calificado como “normal”, estuvo acompañado de ciertos
pormenores que complicaron el alumbramiento, donde quizás haya habido sufrimiento fetal, poniendo así en riesgo las
condiciones vitales del bebé. Existen en estos casos altas posibilidades de que se produzcan episodios de hipoxemia 6,
hipoxia7 y/o isquemia8, lo cual puede producir Encefalopatía hipóxica-isquémica 9, con las altamente probables secuelas
neurológicas, observables luego en la clínica.
En el caso en que la madre refiera cesárea, es pertinente despejar los motivos de la intervención, ya que salvo en
determinados casos en que esta intervención esté programada por antecedentes de la gestante, suele suceder que se decida
realizarla ante cuadros agudos en los cuales esté en juego la salud del bebé o de la madre, como en el caso en que se
presente un episodio de eclampsia 10, ante lo cual es pertinente no descartar la presencia de los factores de riesgo
mencionados en el párrafo anterior.
Nos resulta pertinente señalar algunas particularidades de la población que concurre al SAOP, que como se
mencionara anteriormente, pertenece a los sectores más vulnerables y de extrema pobreza de zonas aledañas a la
institución. En tal sentido, y alineados con el pensamiento de Sebastián Lipina (2006), consideramos que hoy ya no resulta
posible desligar a la neurociencia de los problemas inherentes a la pobreza sino que por el contrario, la utilidad de estos
saberes representan una posibilidad superadora tendiente a dar explicación a un sinfín de cuestiones relacionados con el
desarrollo neurocognitivo de las personas inmersas en situaciones de vulnerabilidad social (Lipina, 2006).
Desde los aportes de las neurociencias comprendemos que existen una serie de “factores mediadores”
provenientes del contexto, externos al sujeto, pero que serán los encargados de orientar de manera positiva o negativa,
según sea la calidad de los mismos, a las predisposiciones genéticas; que a partir de estos aportes (factores epigenéticos),
van a ir modelando y dando forma al sustrato neural de los sistemas de percepción y cognitivos.
Estos factores mediadores, tales como nutrición, condiciones ambientales, interacciones entre padres e hijos,
prácticas de crianza, controles de salud, características edilicias de vivienda y de la comunidad de pertenencia, cuidados
médicos prenatales, entre otros, se transforman en factores de riesgo para las poblaciones que se encuentran en
condiciones de vulnerabilidad social.
Ante un fenómeno tan complejo como es el desarrollo infantil, es indispensable un abordaje multidisciplinario, la
creación de redes sociales de contención y atención a estos sectores vulnerables.
Un instrumento de gran utilidad y que es relativamente poco tenido en cuenta a la hora de realizar en la entrevista
de admisión una anamnesis, es la Libreta de Salud que se entrega a los padres al momento de nacer su hijo/a.
6
Hipoxemia: Contenido bajo de oxígeno en sangre .
7
Hipoxia: Disminución en el suministro de oxígeno a los tejidos.
http://www.clinicasalud2001.com/diccionario/h.html
8
Isquemia: Disminución transitoria o permanente del riego sanguíneo de una parte del cuerpo, producida por una alteración normal o
patológica de la arteria o arterias aferentes a ella.
http://www.diccionario-medico.com.ar
9
Encefalopatía hipóxico-isquémica perinatal: La lesión cerebral hipóxico-isquémica está caracterizada por alteraciones
bioquímicas y clínicas secundarias a períodos de asfixia perinatal y son responsables de deficiencias neurológicas incluidas retraso
mental, parálisis cerebral infantil, espasticidad, coreoatetosis, ataxia, epilepsia y en algunos casos la muerte.
http://www.imbiomed.com
10
Eclampsia: aparición de hipertensión durante el embarazo en una mujer normotensa después de la vigésima semana de gestación.
Se caracteriza por la aparición de episodios convulsivos generalizados durante el embarazo, parto y puerperio sin que haya epilepsia
o hemorragia cerebral. Suelen aparecer antes de su instauración síntomas prodrómicos (vómitos o náuseas, mareos, dolor de
estómago). http://wikipedia.org
En dicha libreta constan datos acerca de los controles gestacionales realizados, antecedentes familiares de
enfermedades de la gestante, cantidad de partos anteriores, entre otras consideraciones, y datos relativos al parto y
nacimiento del bebé.
Con este documento podemos corroborar y/o refutar la precisión de los datos aportados por los padres, puesto que
hace referencia a semanas de gestación, peso del recién nacido, signos vitales, en ocasiones valores de APGAR,
maniobras de asistencia respiratorias (de haber sido necesarias), enfermedades de la gestante previas o contraídas durante
el embarazo, datos que poseen una gran relevancia a la hora de evaluar factores de riesgo para el neonato.

Acerca del niño en admisión


Como ya se ha dicho anteriormente, existen cuestiones de orden psicológico que deben ser despejadas para
realizar una lectura clínica acerca del posicionamiento subjetivo y/o de alteraciones en la estructuración psíquica del
probable paciente, ya que esto puede influir de una manera directa o indirecta en las dificultades de aprendizaje que se le
atribuyen, y determinar eventualmente que el admisor establezca la necesidad de priorizar un tratamiento psicológico.
Además de este aspecto, existen datos que resulta adecuado conocer a la hora de pensar las causas de un supuesto
desfasaje cognitivo. En principio es importante indagar cuestiones relacionadas con pautas madurativas, desarrollo motor
y adquisiciones motrices: sostén cefálico, sedestación, gateo y adquisición de la marcha; tipo de alimentación, edad en la
que el niño realizó la incorporación de alimentos semisólidos y tolerancia a los mismos; control de esfínteres, adquisición
del lenguaje, entre otros datos que ayudan a establecer si estos logros evolutivos se adquirieron dentro de los parámetros
esperables o existe una o varias áreas en las que se presentaron desfasajes.
El relato de los padres guiará al admisor a profundizar aquellas cuestiones más relevantes; si nos encontramos con
la consulta acerca de que un niño “no habla bien”, como suelen decir los padres, es importante indagar cómo fue la
incorporación de sólidos, si hubieron dificultades para tragar los alimentos, si el niño realizó balbuceo promediando los 8
a 10 meses aproximadamente. Estos datos nos orientarán acerca de sus primeras praxias orofaciales 11, las que serán el
sostén indispensable para una posterior articulación del lenguaje.
Dentro del mismo modo, podrían ofrecerse varios ejemplos que sería extenso enumerar, corriéndose el riesgo de
realizar una categorización esquemática que no estaría condiciendo con la concepción clínica del tratamiento
psicopedagógico. Queda pues a criterio clínico del entrevistador, -en una “escucha integradora”-, la profundización de
antecedentes que aparezcan relacionados con las dificultades actuales del niño en consulta.
En ocasiones, la tardanza en la adquisición de las pautas madurativas iniciales ya nos está otorgando indicios de
un posible descenso cognitivo, que quizás pudo haber resultado desapercibido para padres y pediatras y que salen a la luz
frente a las exigencias de apropiarse de los contenidos propuestos por la escuela.
Es importante también realizar un recorrido por la historia escolar del niño que incluya edad de inicio de su
escolaridad, condiciones de adaptación a las mismas, permanencias realizadas, cambios de escuela si los hubo, datos éstos
que a la hora de realizar nuestras observaciones y una primera aproximación a la etiología de las dificultades del niño,
formarán un bloque a partir del cual se irán jerarquizando indicios significativos de manera de orientar el probable
diagnóstico y eventual tratamiento.
Consideraciones finales
Por último, nuestra tarea de admisión clínica en el dispositivo del SAOP, consiste en señalar por escrito nuestras
primeras impresiones, realizando una puntuación de las observaciones más relevantes obtenidas en la entrevista, que
quedarán como documento inicial en la historia clínica del paciente.
En éste documento, adquiere singular importancia la forma en que ordenamos los datos obtenidos y que
consideramos serán útiles al profesional al que se le asignará el tratamiento del paciente. Al momento de reconstruir por
escrito la entrevista de admisión, deberá ponerse un especial énfasis al hecho de que el texto no se convierta en un registro
descriptivo, sino por el contrario, se ordenarán los datos respetando un ordenamiento por temáticas relacionadas a partir
de un esquema general que podría enunciarse de la siguiente forma:
Datos completos del paciente y su familia: nombre y apellido del niño, edad, fecha de nacimiento, nacionalidad,
domicilio, situación escolar, escuela a la que concurre, nombre, apellido, edad, escolaridad y ocupación de sus padres y
del grupo familiar conviviente.
Descripción del canal de derivación al SAOP: docente u otro profesional, en ocasiones iniciativa familiar, por lo
general materna.
Nombre del admisor/a, dejando a continuación el espacio a completar por el/la profesional a cargo del
tratamiento.
Descripción y análisis de la madre y/o padre: se incluirán tanto aspectos que describen características socio-
culturales de los padres: recursos simbólicos, predisposición para aportar datos, expresión verbal, organización de su
11
Praxias: Habilidades motoras adquiridas. Praxias orofaciales: referido a la motricidad de los órganos fonoarticulatorios.
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discurso, eventual compromiso con el tratamiento de su hijo/a, y en la medida de lo posible, inferencias acerca de ciertas
características psíquicas y/o subjetivas que resulten pertinentes a la hora de evaluar peculiaridades relativas a aspectos
vinculares dentro de la estructura familiar y que podrían estar interviniendo en la conflictiva por la que se consulta.
Descripción de la demanda explícita: en líneas generales, en este punto se consignan las dificultades de
aprendizaje en una o varias áreas de conocimiento y/o problemas conductuales, las cuales surgirán del relato de los padres
o de la nota de derivación.
Datos acerca de la gestación, parto y adquisiciones básicas del niño: se realizará una reseña de aquellos
indicios relevantes referidos a factores pre y perinatales, como así también pautas evolutivas, en virtud de lo ya expuesto
en los dos subtítulos anteriores del presente capítulo.
Aspectos subjetivos: en este punto el admisor debe referir las modalidades de vinculación del niño con los
sujetos y objetos de su vida cotidiana; intereses, gustos, amigos, juegos preferidos y relación con las personas de su
entorno.
Motivo de consulta a juicio del admisor/a (observaciones del admisor), o “demanda implícita” inferida a partir
del desarrollo y la dinámica de la entrevista mantenida con el/los padres.
Estas puntuaciones nos llevarán a realizar hipótesis generales acerca de la problemática y/o sintomatología y su
posible etiología, las que guiarán las sugerencias del admisor orientadas tanto al trabajo directo con el niño (observación
de aspectos funcionales tales como atención, memoria, lenguaje, presencia de signos blandos, evaluar incidencia de
indicadores que emergen relacionados con factores psicológicos, etc.), como en relación a otros ámbitos en los que el niño
se desempeña.
Al respecto, la comunicación con la institución escolar y con otros profesionales involucrados en la asistencia del
niño permitirá ampliar datos del desempeño general del niño/a, e intentar un abordaje conjunto que redunde en beneficio
del paciente.
Finalmente será el encuadre clínico del profesional lo que dirija el tratamiento, el que irá perfilando el eje de
trabajo y las estrategias de intervención pertinentes en función de las características del niño, lo cual sólo es posible
descubrir a partir del conocimiento del paciente, sus habilidades y dificultades y la incidencia que estas puedan o no tener
en su posicionamiento subjetivo.

“…ese conjunto de aspectos subjetivos de cada uno de los padres, determinará el lugar que ese hijo ocupará en
la cadena de las generaciones y en la estructura familiar. Ese lugar asignado puede muchas veces construir su
destino…” Horacio Belgich

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