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LA CULTURA POLÍTICA

(NOCIONES BÁSICAS) (PROF. BARREIRO RIVAS)

13.3.1 EL PUNTO DE PARTIDA.


En busca de respuestas satisfactorias a los interrogantes derivados de las
crisis sociales y políticas y a la limitada extensión y arraigo de las democracias,
Almond y Verba adoptaron la posición de que el sistema político de un país
incluye también su cultura política, y que el mantenimiento o el cambio de este
sistema está ligado a su cultura (Street, 1993: 98).
Su aproximación al concepto de cultura política presenta un carácter
subjetivo, como una inferencia derivada de las actitudes y comportamientos
individuales que revelan "un patrón orientativo de la acción política" (Almond,
1968: 58). Por eso insiste Almond en que la cultura política no es una teoría,
sino que hace referencia al conjunto de variables que pueden ser usadas para la
construcción de teorías, y su capacidad explicativa está abierta a la formulación
de hipótesis y comprobaciones (Almond, 1980: 26).
La clásica definición incluida en The Civic Culture se refiere a la cultura
política como:
"orientaciones-actitudes especificamente políticas hacia el sistema político y
sus diferentes elementos, y actitudes hacia el papel de uno mismo dentro del
1
sistema" (Almond y Verba, 1963: 13).

En términos parecidos se presenta la definición elaborada por Almond y


Powell, cuando establece que:
"la cultura política es un patrón de actitudes y orientaciones individuales
hacia la política entre los miembros de un sistema político. Es decir, el mundo
subjetivo que subyace y da significado a las acciones políticas" (Almond y
Powell, 1966: 50).

Las características de la definición de cultura política fueron sintetizadas


por Gabriel A. Almond en cuatro notas esenciales:

1) La cultura política está conformada por un conjunto de orientaciones


subjetivas hacia la política en una población nacional o en un sector de
esa población nacional.
2) La cultura política tiene componentes afectivos, cognitivos y
evaluativos, que incluyen el conocimiento del sistema político, las
creencias y los valores políticos asumidos, los sentimientos respecto
del sistema y el nivel de compromiso con los valores del sistema.
3) La cultura política es el resultado de procesos de socialización y
educación durante la niñez (incluidos los medios de comunicación), así
como de las experiencias adultas relativas a la actuación gubernativa,
económica y social.

4) La cultura política afecta a la estructura política y a la actuación


política y gubernativa, aunque no sea su único determinante.
Aunque el uso del término "cultura" nos abre a múltiples referencias
antropológicas y psicológicas y a una enorme variedad de campos híbridos de
investigación fronterizos con la psicología, la sociología, o la antropología, la
cultura política se refiere exclusivamente a orientaciones y actitudes de tipo
político y relativas a objetivos y procesos políticos, por lo que se configura
como un concepto propio de la ciencia política que sustenta un modelo de
análisis específico y objetivo.
Las principales ventajas de esta definición de la cultura política (y de la
subcultura) en términos de conocimientos, creencias, valores concernientes a la
política, consisten en darle a la cultura política un significado operativo
(Patrick, 1984: 277), que se concreta tres aspectos fundamentales:

a) la posibilidad de utilizar instrumentos sociométricos para describir la


cultura política. 2
b) La posibilidad de progresar en el conocimiento de las sociedades
mediante hipótesis y comprobaciones.

c) la posibilidad de establecer comparaciones que, sin excluir los valores y


las actitudes individuales, aportan explicaciones científicas a los
procesos políticos.

La definición de cultura política implica una posterior aclaración sobre el


significado de las orientaciones y las actitudes, así como una correcta distinción
entre ambos conceptos que Almond y Verba no afrontaron de forma
sistemática (Kim, 1964). Ello no obstante, la lectura de The Civic Culture nos
permite establecer que:

1) Las orientaciones son de carácter general y hacen referencia a los


aspectos internalizados de los objetos y las relaciones sociales que
conforman pautas de actuación de los actores individuales.

2) Las actitudes son expresiones concretas y externas de las orientaciones


y constituyen la base para el análisis empírico de las culturas y
subculturas políticas.
La definición de cultura política se basa en orientaciones individuales que
deben covertirse en categorías políticas operativas, por lo que Almond y Verba
emprenden un camino que les lleva de las orientaciones individuales a la cultura
de la sociedad, y de esta a la cultura de la nación:
1) La cultura política individual es el conjunto de "orientaciones-actitudes
específicamente políticas hacia el sistema político y sus diferentes elementos,
y actitudes hacia el papel de uno mismo dentro del sistema" (Almond y
Verba, 1963: 13).

2) La cultura política de una sociedad es la forma en que su sistema político


esta internalizado en los conocimientos, sentimientos y
opiniones/evaluaciones de su población, y en este sentido se relaciona con los
procesos de inculturación política que se desarrollan en el marco general de
la socialización.

3) La cultura política de una nación es la particular distribución de las pautas


de orientación hacia los objetos políticos entre los miembros de la nación.

Para llegar al conocimiento de la distribución de orientaciones políticas


entre los miembros de una nación, necesitamos establecer una metodología que
determine las clases y los modos de orientación cultural que existen en un
sistema, cuestión que Almond y Verba abordan siguiendo una tipología
previamente elaborada por Parsons y Shils1, aunque con algunas matizaciones
importantes (Patrick, 1984: 275-6). De acuerdo con esta propuesta, las 3
orientaciones políticas son analizables en sus aspectos cognitivos, afectivos y
evaluativos (Almond y Verba, 1963: 15):
1) Orientaciones cognitivas, que hacen referencia a los conocimientos y a
las creencias que el individuo posee sobre el sistema.

2) Orientaciones afectivas, relativas a los sentimientos que desarrolla


respecto al sistema, a su propio rol y a sus actuaciones.
3) Orientaciones evaluativas, que comprenden los procesos electivos y los
juicios y opiniones que se emiten acerca de los objetos políticos, en las
que se mezclan los valores standard con los criterios personales, la
información disponible y los sentimientos.

1Parsons, T., y Shils, E.A. (1951): Toward a General Theory of Action. Cambridge, Mass: Harvard University Press. [Ed.
Castellana (1968): Hacia una teoría general de la acción. Buenos Aires: Kapelusz].
CUADRO Nº 1
DIMENSIONES DE ORIENTACIÓN POLÍTICA
(Almond y Verba, 1963: 16)

Sistema político en su Inputs o demandas Outputs o decl. de Uno mismo como


conjunto frente al sistema autoridad objeto

Conocimiento

Afecto

Evaluación

Tras este salto teórico desde la concepción individual de la cultura política


a otra concepción social, y de ésta a la nacional, Almond y Verba definen una
clasificación típico-ideal de las culturas, cuya construcción se realiza mediante
el análisis de las relaciones entre las referidas orientaciones y los objetos y
procesos del sistema político, apreciados en cuatro dimensiones diferentes:
4
1) el sistema considerado en su conjunto, en el que se incluyen
sentimientos generales (patriotismo, aprecio nacional, conocimiento y
valoración de la nación y conocimiento y valoración del sistema
político).
2) los procesos políticos (input), o de demanda social frente al sistema y
conversión de dichas demandas en principios gubernativos.
3) los procesos administrativos (output), o de aplicación de los principios
de autoridad.

4) el propio individuo como actor político, que incluye la valoración de la


propia competencia personal en relación con el sistema.

El análisis empírico de las dimensiones de orientación se representa en un


cuadro en el que se señala la tendencia hacia los niveles superiores (=1) o
inferiores (=0) de acción política (Cuadro 1), cuya combinación nos ofrece una
clasificación tipológica de las culturas políticas de las naciones (cuadro 2) que
Almond y Verba denominan como parroquial, de súbdito y participante.
CUADRO Nº 2
TIPOLOGÍA DE LA CULTURA POLÍTICA
(Almond y Verba, 1963: 17)

Sistema político en su Inputs o demandas Outputs o decl. de Uno mismo como actor
conjunto frente al sistema autoridad participante

C.P. localista 0 0 0 0
(parroquial)

C.P. 1 0 1 0
de súbdito

C.P. 1 1 1 1
participante

Los tipos ideales de cultura política nacional son:


1) LA CULTURA PARROQUIAL (o localista) se da cuando la frecuencia de
orientación hacia los cuatro objetos políticos determinados tiende a
cero.
5
2) LA CULTURA DE SÚBDITO es aquella que presenta una alta frecuencia de
las orientaciones hacia el sistema político y hacia los procesos output o
de administración (relaciones pasivas), mientras muestra una baja
conciencia de las relaciones activas con el sistema político.
3) LA CULTURA PARTICIPANTE esta definida por la elevada orientación de
los miembros de la colectividad hacia el sistema como un todo, con
plena consciencia de los sistemas los procesos políticos y
administrativos y con disponibilidad para actuar ante el sistema.

Los tipos de cultura no son sustitutivos entre sí a través de una dinámica


progresiva (de parroquial a súbdito y de súbdito a participante), sino que van
añadiendo orientaciones subjetivas especializadas sobre el estrato dominante, de
tal forma que constituyen culturas mixtas (Cuadro nº 3), que a su vez se
tipifican en las tres categorías de cultura parroquial-súbdita, cultura súbdita-
participante y cultura parroquial-participante.
CUADRO Nº 3
TIPOLOGÍA DE LAS SUB-CULTURAS POLÍTICAS
(Elaboración propia a partir de Almond y Verba, 1963: 23-29)

Sistema político en su Inputs o demandas Outputs o decl. de Uno mismo como actor
conjunto frente al sistema autoridad participante

C.P. parroquial- >0y<1 >0y<1 >0y<1 >0y<1


subdita

C.P. Subdita- 1 >0y<1 1 >0y<1


participante

C.P. parroquial- >0y<1 1 >0y<1 1


participante

13.3.2 IDEA GENERAL DE LA TEORÍA CULTURALISTA.


La teoría de la cultura cívica propuesta por Almond y Verba (1963) y
posteriormente reelaborada por Inglehart (1988 y 1990) postulaba que la 6
viabilidad de las instituciones democráticas está decisivamente afectada por
actitudes como la creencia en la propia capacidad de influir en las decisiones,
los sentimientos o el afecto positivo por el sistema, y la creencia en que los
otros ciudadanos son básicamente dignos de confianza.
La cultura cívica es una categoría mixta de cultura política, la denominada
cultura localista-de participante, en la que los procesos políticos input -de
demanda social frente al sistema y conversión de dichas demandas en principios
gubernativos- tienen un carácter relativamente local, mientras que los procesos
administrativos output, o de aplicación de los principios de autoridad, tienen un
carácter más amplio (nacional), están bastante desarrollados, y en los que se
produce un estímulo oficial hacia la participación política, aunque esta
participación pueda verse mermada por una colonización localista de las
organizaciones input y output.

La cultura cívica implica la noción de participación en estructuras


generalmente consideradas como legítimas pero en las que, al menos para una
mayoría de la gente, la vida ofrece un conjunto de oportunidades con
instituciones localistas o apolíticas que contribuyen a desarrollar un sentido de
la competencia potencial de la persona y un sentido de confianza hacia otras
personas (Dowse y Hughes: 288).
Desde posiciones críticas a la teoría de Almond y Verba, algunos autores
como Brien Barry (1973), Carole Pateman (1980), Jerzy Wiatr (1980), y
Philipe C. Schmitter y Terry Lynn Karl (1993) sostuvieron exactamente lo
contrario: que la cultura cívica es producto de una democracia estable, ya sea
como efecto de un determinado tipo de relaciones económicas, o como
respuesta racional a un contexto democrático estable.
En respuesta a las objeciones de B. Barry y C. Pateman, el propio
Gabriel A. Almond había reconocido la posibilidad y la lógica de una doble
causalidad, o de una influencia mutua entre la cultura y la democracia (Almond,
1990: 144), aunque fuese una concesión estratégica que le permitía reafirmar
que la cultura cívica era una condición de la democracia, y que era además la
más difícil de crear e imposible de exportar.

La base de la teoría culturalista es el concepto de orientación, que modula


la respuesta de los actores mediante pautas de conducta interiorizadas. Tal como
lo formuló Eckstein mucho más tarde, en su postulado de la acción orientada,
"los actores no responden directamente a las situaciones que se les presentan,
sino que generan una respuesta mediatizada por las orientaciones" (Eckstein,
1992: 267).
El postulado de la acción orientada modifica el modelo psicológico del
estímulo-respuesta para introducir una estructura de mediación en la que se 7
combinan factores de carácter objetivo y subjetivo. Gracias a las orientaciones
el actor elabora respuestas normalizadas y socialmente asumibles, por
contraposición a las acciones erráticas o anómicas que se originan cuando el
actor no dispone de las orientaciones o cuando estas son deficientes.

El concepto de orientación está enraizado en tres tradiciones analíticas


diferentes: la sociología comprensiva de Weber (el método Verstehen)2, el
psicoanálisis y la antropología freudiana3, y la psicología social conductista4
(Almond, 1977: 412-6).

2 De Weber, a través de Parsons, recoge Almond la noción de orientaciones a la acción. También importa de Weber el
concepto de "acción social subjetivamente motivada" y la de "significado subjetivo de la acción", que aportan el componente
subjetivo de la acción política.
3 Sobre la base de anteriores trabajos de Freud, Malinowsky, Margaret Mead y Harold D. Lasswell, todos ellos de
orientación psico-cultural, establece Gabriel A. Almond la relación entre la cultura política y los modelos de socialización
infantil, así como la existencia de motivaciones subconscientes de la acción y de otros mecanismos psicológicos que la
condicionan.
4 De la psicología social, con referentes claros en los trabajos de Adorno, Stouffer y Lewin, elabora Almond la noción de
"variación de la estructura actitudinal de los individuos", sobre la que se asienta el análisis de la formación y transformación
de las actitudes políticas y sociales, así como la valoración de la influencia directa que producen diversas formas de
persuasión sobre las actitudes personales,
La teoría cultural de Almond y Verba supone una distinción analítica

LA ORIENTACIÓN A LA ACCIÓN (ESQUEMA DE ECKSTEIN)

Orientaciones (valores,
sentimientos, creencias)

Situaciones (estímulos) Actitudes (expresión concreta


de las orientaciones)

Acción política culturalmente


orientada

entre el ambito de las orientaciones y actitudes y el de la acción, que, aunque


induce a una interpretación psicológica de la cultura y a una visión subjetivista
de la política, permite elaborar explicaciones a partir de los comportamientos
políticos.

8
La cultura política no tiene sólo un rol pasivo, como resultado de la
interiorización de un sistema. Bien al contrario, la cultura política es autónoma
con respecto al sistema, lo que se traduce en dos afirmaciones de singular
importancia:

a) Que la cultura política puede no ser congruente con las estructuras


del sistema, y que puede impulsar la necesidad de un cambio del
sistema (Almond y Verba, 1963: 21).
b) Que los procesos de socialización operan en una doble dirección,
haciendo que los ciudadanos actúen en función de lo aprendido y
aprendan a través de las propias acciones (Almond y Powell,
1966).

El panorama sociopolítico de la post-guerra mundial se define para


Almond y Verba por una diferente difusión de las estructuras del mundo
occidental, ya que, mientras la tecnología y la cultura administrativa son de fácil
transmisión, y son bien recibidas por los países emergentes, la cultura
democrática que sustenta un sistema político abierto resulta de difícil
transmisión, y aboca a muchos países a una situación de incongruencia entre el
sistema y la cultura que provoca una fuerte inestabilidad (Almond y Verba,
1963: 5-6).
La idea consecuente con esta preocupación es la de que la cultura política y
el proceso de socialización están íntimamente ligados, en cuanto que el proceso
de socialización política se resume en la orientación hacia una determinada
cultura política, para generar una serie de cogniciones, valores estándar y
sentimientos relacionados con el sistema político en su conjunto, con los roles
que lo definen y con los poseedores de esos roles.
Ello significa que la socialización política cumple una función fundamental
en el sistema político, que permite la congruencia del sistema y la perpetuación
de las estructuras políticas, así como la identificación de aquellos elementos que
entran en el sistema o que son modificados, y que fuerzan a una adaptación de
las pautas culturales o a una alternativa modificación de las estructuras políticas.

La cultura política, sin embargo, no funciona como una ideología, como un


instrumento de debate interno que anula total o parcialmente la argumentación
del contrario (Mannheim, 1966: 108). Frente a la explícita y sistemática
orientación de la ideología, Almond opone la vaguedad y generalidad de la
cultura política, que puede ser compartida por actores políticos encontrados en
el debate político interno.

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