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ESTRUCTURA ANATÓMICA DEL SISTEMA FASCIAL

En los libros clásicos y en los atlas de anatomía se muestra, por lo general por
separado, el sistema óseo, el musculotendinoso y el sistema inerte de sostén articu-lar,
es decir, las cápsulas articulares y los ligamentos. En ese tipo de publicaciones, es
difícil visualizar, de una manera completa, el sistema de integración corporal, el
sistema fascial. Muchas veces, el aprendizaje de la anatomía se realiza de un modo
abstracto, debido a una falta de relación funcional entre los elementos básicos del
cuerpo. El análisis del sistema fascial desde un enfoque topográfico, en el que se
define la fascia como un revestimiento y como una red localizada entre la piel y las
estructuras subyacentes (como lo son, por ejemplo, los músculos y los huesos) y se la
divide en dos niveles, superficial y profundo (la cual, por una parte, cubre los músculos
individuales y, por otra, los separa en grupos) limita nuestra visión del cuerpo a un
análisis descriptivo (Thiel, 2000). Nuestro interés se centra en un análi-sis más
completo y enfocado hacia un sistema dinámico del cuerpo, incluyendo en él todas las
disciplinas que pudieran sumarse a nuestros conocimientos «en el rol de este complejo
tejido en la salud y en la enfermedad» (Bienfait, 1999).

La anatomía descriptiva reconoce los planos fasciales que envuelven, como


es-pecie de sutiles sobres, los músculos y las vísceras, fijando y protegiendo su
espacio concreto dentro del cuerpo. La continuidad de estas láminas, que al
mismo tiempo unifican y separan los músculos y las vísceras vecinas, se puede
trazar entre un área y otra. Por ejemplo, se puede dibujar la fascia que envuelve
los músculos escalenos y se continúa con la fascia de los músculos adyacentes,
como también con las vísceras de la región cervical, que asimismo está
íntimamente relacionada con los plexos nerviosos de la región cervical y torácica,
continuando hacia las membranas pleurales (Gallaudet, 1931; Bienfait, 1999;
Bochenek, 1997; Thiel, 2000). Sin em-bargo, como ya se ha mencionado, se
propone la descripción del sistema fascial de forma parecida a la de un órgano o
sistema corporal, considerando sus diversas funciones, entre las que destacan el
sostén y la conexión muscular-intermuscular como también visceral-intervisceral.
Estas funciones deben relacionarse con la sin-cronización de los movimientos
entre los músculos, las vísceras, los vasos sanguí-neos y los nervios, para los
cuales el sistema fascial forma un lecho que se muestra como el centro de
producción de la sustancia intercelular gracias a sus células, lo que convierte al
sistema fascial en el principal mecanismo protector y repara-dor del cuerpo
(Bienfait, 1995). Estas relaciones muestran la importancia del pe-ligro que supone
un desequilibrio y sus consecuencias negativas, como resultado del fracaso de
estas precisas relaciones. Cualquier tipo de tensión, ya sea pasi-va o activa,
repercute automáticamente sobre todo el conjunto del sistema (Bien-fait, 1995).

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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL

Al enfocar el sistema fascial como un sistema morfológico y dinámico del


cuerpo, deben incluirse en su análisis, no sólo las láminas que rodean los
músculos y las vísceras, sino también ese gran volumen de tejido que envuelve
cada célula viviente (formando una especie de sistema «microfascial»,
prolongación del sistema fascial descrito anteriormente), así como también al
líquido que rellena las cavidades y los espacios serosos. El análisis del sistema
fascial conduce, según el aporte científico actualmente disponible, a formular más
preguntas que respuestas. Trataremos de enfocarlo de la manera más completa
posible, según las pruebas científicas y clínicas de que se dispone hoy en día.

Tradicionalmente, el tejido fascial no ha llamado tanto la atención a los investi-


gadores y clínicos como lo hizo, por ejemplo, el músculo. Una de las razones de
esto es que no resulta fácil concretar una definición de fascia. Los libros clásicos
de anatomía presentan la fascia como un tejido pasivo, como una membrana de
teji-do conjuntivo fibroso que cubre los músculos; y en las clases de disección, por
lo general, se considera que la fascia es un material sobrante que hay que eliminar
(echar a la basura) (Legal, 2001) para poder ver claramente el músculo y sus com-
ponentes anatómicos. Para poder adentrarnos en el tema de la definición de
fascia, desde nuestro punto de vista, debemos considerar la posibilidad de analizar
algo diferente a lo acostumbrado, atrevernos a presentar un enfoque nuevo del
sistema fascial del cuerpo humano. Podemos aventurarnos, por tanto, con la
afirmación de que el sistema fascial «no solamente une varias partes de nuestro
cuerpo, sino que también junta numerosas ramas de la medicina» (Bienfait, 1999).

Existe una disparidad de criterios en cuanto a la clasificación topográfica y funcio-


nal del sistema fascial. En nuestro análisis, tendremos en cuenta, como base, la clasi-
ficación que se halla habitualmente en los tratados de anatomía, en los que la fascia se
divide en superficial y profunda. Con frecuencia, se utilizan también los nombres de
sistema fascial subcutáneo y sistema fascial subseroso. Los dos sistemas, aparen-
temente separados uno del otro, en realidad se conectan entre sí formando un siste-
ma continuo. Las conexiones se realizan a través de la apertura superior del tórax, en
la pared abdominal y en la pelvis (Gallaudet, 1931). Estos sistemas se dividen tam-bién
en subsistemas, y el criterio de estas subdivisiones varía mucho según los dife-rentes
autores. Desde nuestro punto de vista, al enfocar el sistema fascial como el sistema
funcional único y continuo del cuerpo, el tipo de subdivisiones pasa a un segundo
plano en nuestro análisis, enfocándolo a la situación interfascial.

La fascia superficial A . Aunque forma una lámina uniforme prácticamente


en todo el cuerpo, su densidad varía según la región corporal que se estudia. Por lo
general, es más densa en las extremidades y laxa en la cabeza, la nuca, el tórax y el
abdomen, y más fina en la región del periné. En la fascia superficial se observa el

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fenómeno de la reunión, que es la capacidad de juntarse en un plano que


convierte las láminas y los niveles que rodean a determinadas estructuras en
regiones funcio-nalmente unidas.

El análisis de las estructuras profundas es mucho más complejo. La fascia pro-


funda B , según nuestro punto de vista, es el tejido de integración estructural y
funcional del organismo en ambos niveles, el macroscópico y el microscópico,
y nos referimos a las conexiones entre los distintos sistemas corporales,
como, por ejemplo, el nivel muscular, visceral, intracraneal, y también a las
conexiones dentro de cada músculo, cada nervio o cada víscera.

Según estos principios las estructuras fasciales profundas se analizarán como:

C
0 miofascia
D
1 viscerofascia
E
2 meninges
así como también las estructuras del:

G
0 tendón
I
1 tejido conectivo intramuscular
J
2 microestructura fascial
K
3 compartimientos fasciales
L
4 tejido conjuntivo del sistema nervioso
M
5 puente «miodural»
La descripción del sistema fascial y el estudio de sus propiedades no
tienen como objetivo ofrecer un análisis exhaustivo de la anatomía descriptiva
ni topográ-fica. Se analizarán las propiedades que sean relevantes para el
análisis de la patolo-gía del sistema fascial aplicable en terapias miofasciales.
Sin embargo, hay que mencionar que existen muchas subclasificaciones que
varían entre un investigador y otro. Como se expondrá numerosas veces a lo
largo de las páginas de este libro, la visión global del sistema fascial que
estamos introduciendo no se contradice con ningún tipo de clasificación
propuesta por los anatomistas, sino que más bien per-mite su unificación.

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0 FASCIA SUPERFICIAL

Todos los caminos del interior del organismo conducen a la subdermis.


Esta capa subcutánea no es solamente, como se cree erróneamente, un
depósito de tejido graso, sino que asegura, con su compleja estructura
interna, las necesidades mecánicas de sus vasos y nervios (Thiel, 2000).
Los vasos y los nervios están encerrados en el sistema fascial que,
formando fuertes franjas protectoras, los lleva hasta las capas profundas,
bien protegidos contra todo tipo de desgarro.

La fascia superficial está adherida a la piel y atrapa la grasa superficial, de un


espesor variable dependiendo de la región corporal. Son las capas del sistema
fascial las que delimitan la profundidad del tejido adiposo en cada región. Por
ejemplo, en la zona del periné, la grasa es prácticamente inexis-tente; lo
contrario que en la región axilar. También varía su laxitud, que de-termina la
capacidad de deslizamiento de la piel. Por lo general, la piel es muy móvil a lo
largo del cuerpo. Sin embargo, existen zonas de movilidad muy reducida, que se
encuentran en los sitios en los que el deslizamiento excesivo no debería existir.
Son las zonas que requieren mucha estabilidad, como las palmas de las manos,
las plantas de los pies y los glúteos. En estos lugares la fascia superficial se
pega directamente a las láminas aponeuróticas.

Durante largo tiempo, los anatomistas y los cirujanos negaban la existen-


cia de la fascia superficial en el sentido de una entidad definida, a pesar de
que fue descrita por primera vez hace ya 180 años. El grupo profesional que
se dedicó en los últimos años a un minucioso análisis de este tejido fue el de
los cirujanos plásticos, quienes no sólo confirman la existencia de la fascia
superficial, sino que también subrayan su importancia funcional. Se conside-
ra que el análisis de los cambios del sistema fascial superficial relacionados
con el envejecimiento puede ayudar a explicar la presencia y el desarrollo de
las deformidades del contorno corporal y establecer las bases para su
correc-ción (Lockwood, 1996).

El sistema fascial superficial está formado por una red que se


extiende desde el plano subdérmico hasta la fascia muscular. Se
compone de numero-sas membranas horizontales, muy finas, separadas
por cantidades variables de grasa y conectadas entre sí a través de los
septos fibrosos del recorrido vertical u oblicuo (Fig. 1).

De este modo, las expansiones de la fascia superficial se conectan con la


dermis, encasillando la grasa superficial en los compartimientos verticales. En

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Fig. 1. Sección transversal de la región glútea. Se pueden visualizar múltiples niveles de


la fascia superficial con los septos interconectados entre la dermis y la fascia muscular,
encasillando, de esta manera, los lóbulos de grasa. (De Lock-wood, 1996, reproducido
con autorización de Wiley Publishers.)

su recorrido profundo, la fascia superficial, de modo similar, se conecta


con el sistema miofascial, formando junto con éste una unidad funcional.

La anatomía del sistema fascial superficial difiere atendiendo a los si-


guientes factores:

5888 Sexo. La diferente distribución del sistema fascial superficial


entre el varón y la mujer se observa en la región pectoral, e involucra a la
fascia que lleva el mismo nombre. En la mujer, al incrementarse el volumen
de los senos, las conexiones entre la fascia de éstos y la fascia pectoral se
distienden por la acción de la fuerza gravitatoria, formándose, de este
modo, un espacio denominado espacio retromamario, en el que el teji-do
adiposo se acumula. En los varones, en la región pélvica se encuen-tra la
adherencia directa de la fascia al periostio de la cresta ilíaca. En las
mujeres, la adherencia se produce más abajo, hacia la fascia muscular, a
nivel de la depresión glútea, varios centímetros por debajo de la cresta
ilíaca, formando el espacio para la acumulación de grasa.

5889 Cantidad de grasa acumulada. La grasa acumulada en los


septos formados por el sistema fascial, incluso en las personas delgadas,
puede confundir al terapeuta en el proceso de evaluación y tratamiento,
por el
cambio del contorno corporal, a veces muy drástico entre una
persona y otra.

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23 Variantes entre una región corporal y la otra. Por lo


general, la parte anterior del cuerpo acumula menos grasa a nivel
superficial en comparación con la parte posterior. En algunas zonas,
por ejemplo en el periné, la fascia superficial forma una lámina bien
definida y lisa (Co-lles, 1811).
Los puntos y las zonas de referencia topográfica del cuerpo
dependen principalmente de la anatomía de la fascia superficial o, mejor
dicho, de las zonas de su atrapamiento (adherencias) y su relación con la
cantidad de gra-sa, como también de la relación con la fascia muscular.
Las áreas donde la fascia superficial no está firmemente adherida al
periostio o a la miofascia tienden a crear formaciones, parecidas a
abultamientos, que revelan los de-pósitos de grasa.
Entre las principales funciones de la fascia superficial, a parte de su
fun-ción nutritiva, destacan el soporte y la definición de los depósitos de
la grasa del tronco y de las extremidades, así como también el sostén de
la piel con referencia a los tejidos subyacentes. Es una observación
importante, conside-rando que la suspensión del sistema fascial
superficial controla el contorno corporal estático y dinámico. De esta
forma, se puede considerar al conjun-to de:
5888 la piel (una flexible envoltura del sistema),
5889 el tejido adiposo superficial («el relleno» de la región
subcutánea), y

5890 la fascia superficial (el sistema de subdivisiones e


interconexiones)

como la unidad protectora y de soporte funcional para el tronco y las extre-


midades. Este sistema es capaz de proporcionar el soporte funcional a las zonas
con mayor acumulación de grasa, y por consiguiente un mayor peso, evitando
así el traslado no deseado de las fuerzas a otras regiones anatómi-cas. Se
puede concluir que los cambios (favorables y desfavorables) en el
comportamiento funcional (estático y dinámico) del sistema fascial superficial
influyen directamente en la mecánica del sistema miofascial musculoesquelé-
tico, donde cada una de sus partes se encuentra influida por la otra. La coor-
dinación motora del cuerpo estaría pues influida por la amplitud, la profundi-dad
y el número de los atrapamientos (adherencias) del sistema fascial superficial. El
análisis de la mecánica y la patomecánica del aparato locomo-tor definido por el
sistema fascial permite limitarnos a la evaluación de la función analítica (local),
siendo la fascia el ente mecánico de la coordinación motora del cuerpo,
formando el componente primordial del sistema muscu-loesquelético como factor
integrador y transmisor de las fuerzas.

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Como una información adicional, hay que mencionar que el sistema


fas-cial superficial participa también en el proceso de sudación, y que en
él nacen la mayoría de los capilares linfáticos.

En el sistema fascial superficial sano, la piel puede moverse fácilmente sobre la


superficie de los músculos. En la fibromialgia (FM) o el dolor miofascial crónico
(DMC), casi siempre está adherida, sin posibilidad de desplazamiento libre.

En resumen, debe contemplarse la fascia superficial como un ente


gene-rador y controlador a través de sus infinitas dobleces que, o se
mantienen en la superficie o alcanzan las más hondas profundidades, a
través de sus cone-xiones con la fascia profunda, agrupan los músculos
y coordinan los movi-mientos.
23 FASCIA PROFUNDA

La fascia profunda está constituida por un material más fuerte y denso que el
que constituye la fascia superficial. Su grosor y densidad dependen de la
ubicación y la función específica que desempeña. A medida que aumenta la
exigencia de las necesidades mecánica se densifica la estructura del coláge-
no, su principal componente. Esta densidad queda determinada por la pro-
porción de fibras que lo componen. Basándose en la densidad del tejido
colá-geno, la fascia se puede dividir según su función en el tejido:

5888 de unión,

5889 de revestimiento,

5890 de sostén,

5891 de transmisión.

La fascia profunda se ubica por debajo del nivel de la fascia superficial y se


encuentra íntimamente unida a ella a través de conexiones fibrosas. El siste-ma
fascial profundo soporta, rodea y asegura la estructura y la integridad de los
sistemas muscular, visceral, articular, óseo, nervioso y vascular. El cuerpo utiliza
la fascia profunda para separar los espacios corporales grandes como, por
ejemplo, la cavidad abdominal, y cubre las áreas corporales como si fue-ran
enormes envolturas, protegiéndolas y dándoles forma.

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BASES ANATÓMICAS Y FISIOLÓGICAS DEL SISTEMA FASCIAL

Con objeto de realizar un análisis más profundo, debiéramos dividirla en:


miofascia C , viscerofascia D , y meninges E . Sin embargo, hay
que recordar que las estructuras mencionadas constituyen una continua
red estructural y funcional.
23 MIOFASCIA
La anatomía considera al sistema fascial como uno de los componentes auxi-
liares de control del movimiento para conseguir un funcionamiento apropia-do del
sistema muscular del cuerpo. Se considera que el recorrido de las fi-bras de la
fascia es generalmente transverso al recorrido de las fibras musculares; sin
embargo, también se encuentra el recorrido paralelo al reco-rrido de las fibras, el
oblicuo o en forma de arco. Durante la contracción muscular, la fascia define la
posición de las fibras musculares o de todo el músculo para su función
adecuada, también asegura la posición de los ten-dones y los fija en relación con
el hueso. En el caso de los músculos del reco-rrido oblicuo, como, por ejemplo,
el sartorio, es la fascia quien fija su posi-ción, determinando la dirección de su
acción, que es, en este caso, en forma de espiral. Sin la participación de la
fascia, este músculo, al contraerse, traba-jaría de forma longitudinal. Hay que
aclarar que algunos de los músculos, como, por ejemplo, los de la cara, carecen
del soporte fascial, insertándose, al menos en uno de sus extremos,
directamente en la piel (Bochenek, 1987).

Al analizar la fascia y su relación con el músculo se debe considerar que no


solamente cada músculo del cuerpo está rodeado por la fascia, sino que también
lo están todos sus componentes: las fibras y los haces. La musculatu-ra
esquelética se compone de los haces de fibras separadas entre sí por las
láminas del tejido conectivo que finalizan en cada extremo formando el ten-dón o
la aponeurosis, para fundirse en el periostio, diferenciándose de él
principalmente por la proporción y densidad de las fibras de colágeno. Su
principal función es entonces la de entrelazar las acciones mecánicas entre el
músculo y el hueso, vínculo funcional que es posible a través del tendón o una
conexión aponeurótica. Esta conexión funcional, aunque a veces de dimensión
muy pequeña, representa una estructura muy compleja e impli-

ca a diferentes subestructuras: la unión musculotendinosa F , el tendón


G y la inserción del tendón en el hueso H .

También es importante el análisis de la microestructura del tejido miofascial,


donde destaca la compleja red de inter e intramicroconexiones, siempre con el
fin de facilitar la transmisión de impulsos mecánicos con una máxima eficacia.

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F UNIÓN MUSCULOTENDINOSA

La principal característica de esta estructura es la transmisión de la fuerza contráctil


desde las células musculares hasta la matriz extracelular (el lector encontrará
detalles sobre la histología del tejido conectivo en el capítulo dedi-cado a ese tema).
La unión musculotendinosa es un componente muy especializado, forma-do por
microestructuras conformadas de acuerdo a las necesidades mecáni-cas de los
elementos del aparato locomotor de una determinada región cor-poral. A este nivel, las
membranas celulares forman una interfase entre los componentes intercelulares de las
fibras musculares y los componentes ex-tracelulares del tejido conectivo. Las
membranas forman amplios pliegues, que permiten una interdigitación entre las células y
el tejido conectivo extra-celular. Estos pliegues permiten incrementar la superficie de la
membrana reduciendo el estrés mecánico al que está expuesta. También colocan a la
membrana en un ángulo muy pequeño en relación con los vectores de fuer-zas que
actúan sobre ella, incrementando las fuerzas de adhesión de las célu-las al tendón. Sus
propiedades mecánicas de elasticidad y viscosidad permi-ten cierto grado de
transmisión de energía mecánica en la unión musculotendinosa (Auber, 1963; Mair,
1972; Ajiri et al., 1987; Tidball, 1984; Trotter et al., 1985; Woo, 1991) (Fig. 2).

5888 EL TENDÓN

La principal función del tendón consiste en transmitir la fuerza generada por los
músculos para mover la articulación, manteniendo en esta acción una limitada
elongación. Por lo general, se considera al tendón como una estruc-tura
básicamente inerte; sin embargo, las nuevas investigaciones revelan múltiples
funciones del tendón que amplían nuestra visión sobre esta estruc-tura y confirman
las observaciones sobre la continuidad de los impulsos me-cánicos dentro del
cuerpo, controlados por el sistema fascial (Benjamin et al., 1986; Blevins, 1996;
Cooper, 1990; Hurov, 1996).

La principal diferencia entre la estructura fascial del vientre muscular y la porción


tendinosa es la densidad y la organización de las fibras de colágeno. Las fibras de
colágeno del tendón son muy densas y están orientadas de forma paralela (para más
detalles, véase el capítulo sobre la histología del tejido conectivo). Sin embargo, pueden
cambiar su orientación a lo largo de su recorrido, colocándose en diferentes ángulos,
siempre respondiendo a los requerimientos mecánicos. Esta propiedad hace que el
tendón posea la ma-

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