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Una

Ilusión de Libertad

Por

A. H. Friede


Había terminado de hacer mis ejercicios, tenía mi cuerpo ligeramente lleno


de sudor, algunas gotas caían por mi frente y otras se colaban entre mis
pechos, llegué a las gradas de ese viejo campo, las subí con las piernas
temblorosas por el esfuerzo realizado, me senté y recosté mi cuerpo a través de
las barras metálicas, por mi nariz se colaba un suave aroma a sarro y humedad.
En la lejanía podía ver como en una parte de la ciudad se desataba una
tormenta eléctrica, probablemente la humedad que primaba en el ambiente era
esa lluvia que alegraba a la ciudad, tan cansada del sol y las altas temperaturas,
fue una señal divina que el verano llegaba a su fin.
Mientras mi respiración se normalizaba, observaba detenidamente como
los rayos atravesaban las nubes tenues y el suave aleteo del resplandor en el
cielo, me imaginé la fiereza de esa descarga; quizás por esos tonos
melancólicos o el olor del ambiente, mi mente evocó su recuerdo.
Sentí las ásperas manos de Jared recorriendo suavemente la piel de mi
vientre, poco a poco mi cuerpo pedía mucho más, me incliné hacia él
buscando su calor y más de su tacto.
- Sofia, ¿estás lista para jugar? - me susurró rozando mis labios, aplicando
esa lenta tortura, para Jared la vida era un juego constante.
-No es justo- le debatí- sabes que me provocas y pierdo el poco control que
poseo- sabía que mi cuerpo estaba en sintonía con el de Jared, no podía
negarle nada, pues era arriesgar mis propios deseos y me había vuelto
demasiado egoísta para ello.
Arrastré mis manos hacia su cuello, acariciándolo con mis uñas hasta
llegar a su cabello, se sentía sedoso entre mis manos, era uno de sus mejores
atributos, la forma en que su pelo caía en su frente y el viento lo agitaba
esparciendo su olor, llenándome de él.
Estaba harta de esa egoísta tortura que Jared me provocaba, era mi turno,
pegué mis voluptuosos senos a su pecho, sabiendo que le volvían loco, baje de
nuevo mi mano hacia su cuello empujándolo hacia mis labios, arrastré mi boca
por su sensible piel y su barba, mordí la parte de su clavícula que resaltaba a
través de su playera, tracé un camino con mi lengua por su pecho y subí a su
garganta, justo en su manzana de Adán, abrí mi boca y la chupé, su cuerpo
tembló un poco por el contacto, mientras sus manos se clavaban en mi cintura.
Seguía la tormenta, y me ardía la piel no sólo por el esfuerzo del ejercicio,
sino por la naturaleza de mis pensamientos, mi boca estaba seca, me tomé una
pequeña pausa con mi conciencia para tomar agua, se deslizó por mi garganta
aliviando mi sed, estaba segura de que mi sed se debía a otro tipo de instinto
humano; de pronto un fuerte rayo cruzó el cielo, iluminando por un momento
todo a su alrededor. Me encontraba tan confusa que deseé, en el fondo, que ese
rayo y su luz acallaran la profundidad de mis pensamientos.
La acción de la naturaleza me hizo temblar y regresar a esas frías barras
metálicas que se enterraban en mis muslos, ya no distinguía la ilusión de la
realidad, la corriente de recuerdos atenazaba por volver a mí con toda su
fuerza, ¿se convierten los recuerdos humanos en ilusiones fantasiosas sobre el
pasado? ¿acaso los recuerdos nos sirven para llenar los vacíos del presente?
Anteriormente había escuchado que muchas personas viven de recuerdos,
poco a poco me iba convirtiendo en una de esas personas.
Agité mis piernas a un cierto compás, mi mente era la cueva de los más
oscuros e irracionales pensamientos. Sin embargo, no quería dejar que ellos
arrebataran la paz interior que reinaba en ese momento, la pequeña brisa que
soplaba, los olores que impregnaban el vacío a mi alrededor, todo ello acalló
mi volátil imaginación.
Sólo deseaba una ducha que arrastrara de mi cuerpo el cansancio del
trabajo y el sudor del ejercicio, ponerme mi roído pijama favorita y enterrar mi
rostro entre las sábanas de mi cama, buscar de una forma posesiva el olor de
Jared, liberar aquello que el ejercicio o las distracciones no pueden borrar, los
recuerdos.
La tormenta continuaba cayendo en esa lejana parte de la ciudad, mis
problemas y los de muchos otros seguían latentes, quizás muchos se deleitaban
del mismo modo observando la tormenta, eso me hizo sentir menos sola y
miserable; pero ¿a quién quería engañar? me había acostumbrado a la soledad,
me levanté de esas barras metálicas y emprendí mi regreso a casa.
A cada paso que daba hacia mi pequeño apartamento, empezaba de nuevo
esa sensación de no estar donde debería, de no hacer lo que deseaba.
Para la mayoría era Sofi, para mis padres Sofia; me había sumado al
sistema universal: trabajar, producir y consumir; antes me preguntaba quién
era y aspiraba a encontrarme en algún punto del destino, al entrar a ese sistema
me di cuenta de que todas las cosas que aborrecía estaban convirtiéndose en
mi rutina; ahora soy una chica independiente, lejos de la protección de mis
padres; pero me consumía otra dependencia, donde sólo se vive por vivir,
donde cada día era el mismo y mi ser anhelaba una sorpresa, algo que
despertase mi imaginación.
Fue en aquel entonces que me aventuré a la diversión espontánea, pues la
misma cobardía de seguir en ese extremo de mi vida fue la que me impulso a
recorrer ese camino lleno de adrenalina. Empecé a hacer ejercicio, a correr
para despejar mi mente y mi cuerpo de las toxinas y los pensamientos nocivos,
fui abriendo mi mente a placeres carnales como el baile y el sexo, los
consentía de la misma naturaleza, dos cuerpos en sintonía, buscando placer y
satisfacción, sin ningún sentimiento de por medio. ¿Qué es el sexo para mí?
podría decirse que es una simple herramienta, aunque tenga orgasmos, no
siento nada, solo llevan a un vacío, algo que nunca está lleno, una brecha hacia
mi búsqueda.
Una de tantas noches que salía al encuentro de las sorpresas fortuitas le
encontré, Jared no era nada del otro mundo; era alto, su piel de un tono
bronceado, con un cuerpo bien proporcionado, su camiseta se ceñía a unos
músculos bien definidos y nada exagerados, su espalda era hermosa, poseía
unos anchos hombros en los cuales imaginé me aferraría muy bien, una barba
cincelaba su rostro, un cabello liso y sedoso pedía ser envuelto por mis manos,
su mirada era un poco aniñada en comparación con su aspecto, su sonrisa tan
despreocupada, enmarcada en unos labios carnosos y apetecibles, del color de
la lujuria, aquella que despertó apenas le vi; ese hombre era todo lo contrario
de mis antiguos amantes. Decidí no acercarme, pues su olor a pesar de la
distancia atropelló mis sentidos, hubo más noches, le miraba con una chica
diferente, la mayoría voluptuosas y con grandes caderas.
Mi autoestima se venía a pique, me deleitaba en el deseo obsesivo que
sentía por Jared; pero no entraba precisamente en la categoría de chicas que le
rodeaba, yo era alta, con pechos grandes, me había puesto en forma, pero no
era nada voluptuosa; admiraba algunos de sus trofeos -así les llamaba a esas
chicas- que lo observaban anhelantes, llenas de esperanzas y corazones rotos,
¿me había vuelto parte del club?, la idea me pareció graciosa, por ello actuó la
Sofia que se negaba a quedarse con los brazos cruzados, mi vacío perpetuo
buscaba cualquier emoción que me devolviera la sensación de estar viva, por
ello me acerqué a Jared.
No tenía tanta prisa por llegar a mi departamento, quedaba a unas cuantas
manzanas del campo de fútbol, tenía mi cuello un poco sudoroso, al secarlo
también no pude evitar regresar a la primera noche que disfruté de Jared, así
que dejé volar un poco más mi mente.
Salía de una fiesta, había recibido un mensaje de Jared en el cual ponía su
dirección y me pedía vernos, le dije que llegaría un poco tarde. Las calles
estaban oscuras, las plataformas me mataban, pero pude llegar a su casa, me
temblaba el cuerpo por la expectación, me armé de valor y toqué a su puerta,
tardo solo unos segundos, y al abrir pude verle. Llevaba el pelo un poco largo,
y le caía descontrolado sobre la frente, se miraba salvaje, quería pasar las
yemas de mis dedos por ese seductor cabello.
-Pensé que no vendrías- me dijo invitándome a entrar.
Cerró la puerta tras de mí, pude ver que en la sala estaba la cama, no era
muy amplia, quizás el típico departamento de soltero, unos cuantos muebles y
una gran pantalla de televisión, el cual era lo único que iluminaba la estancia,
Jared se tumbó sobre el colchón, tan despreocupado como siempre, me
acerqué a la orilla junto a él, y me descalcé, me mataban los zapatos.
-Te dije que vendría- le repetí.
- ¡Venís borracha! - lo dijo sin tapujos ni prejuicios.
Me incline sobre él, que mis pechos rozaran el suyo a través de la tela
sedosa de mi camisa.
- ¿Quieres probar que no lo estoy? - me lancé hacia su boca, su sabor era
delicioso, me acepto sin rechistar, posé mis manos en su cuello, ¡qué bien
besaba!, subí a la cama quedando a horcajadas sobre su cuerpo, pude enredar
mis manos en su cabello, mi respiración se aceleró y pude sentirle excitado a
través del roce de nuestros cuerpos.
-Me tienes nervioso - susurro contra mis labios.
- ¿Y eso por qué? - me extrañó su comentario.
-No lo sé- contestó y se lanzó otra vez por mi boca, sus manos subían por
mi blusa, acariciando mi espalda, desató el nudo del cuello de mi blusa y me la
quitó, me empezó a acariciar los pechos, desprendió mi sostén y mis senos
quedaron justo cerca de su boca.
Su boca y sus manos salieron tras ellos, atraparon mi pezón izquierdo y
chupó hábilmente, yo sólo me retorcía sobre él, pasó sus atenciones al
derecho.
-Muérdeme- le susurré en el oído, sus dientes tomaron mi pezón, lo
retorcieron y luego chupó, pasando su lengua, el placer que sentí era tan
intenso, quería sentir más de su piel.
Tomé su camisa y fui subiéndola por su cuerpo, tenía su pecho desnudo,
posé mis labios en su cuello, chupando, pasando por su clavícula y mordiendo
su hombro.
Su cuerpo se sacudió debajo de mí, las mordidas le gustaban y yo estaba
dispuesta a seguir esa tortura, de pronto me hizo rodar sobre la cama, y me
besó profundamente mientras se acomodaba entre mis muslos.
-Tenías razón, besas delicioso- se escapó mi pensamiento entre el ardor de
nuestros besos.
-Tú también besas bien Sofia, tú eres deliciosa- volvió a introducir su
lengua en mi boca, mientras deslizaba su mano por mi vientre y tocaba mi
humedad.
Instintivamente, abrí más las piernas para él, y pequeños jadeos se
escapaban de mi boca, sus dedos salieron de esa parte de mí que tanto le
necesitaba y terminó de despojarme de mis prendas, a la vez las suyas caían al
suelo, me quedé observando con la luz tenue que desprendía la televisión la
silueta de su cuerpo, era delgado, pero con una constitución deliciosa y bien
proporcionada, su pecho, su abdomen definido, sus piernas bien torneadas y su
trasero ¡estaba loca por tocarlo!
Volvió a posarse sobre mí, sentía todo su cuerpo, la noche había sido fría,
pero él me calentaba, estaba ardiendo por él, tocaba mis pechos, metía su
lengua rozando hasta el último rincón de mi boca, y deslizaba sus dedos entre
mi humedad, la tortura era intolerable, toqué su erección, estaba como una
roca, me deseaba y eso me gustó.
Volvimos a besarnos, su miembro se apretaba en mi entrada tentándome,
estaba húmeda.
- Jared, ¿tienes preservativos? - susurré contra sus labios.
- Claro, espera un momento- estiró el brazo debajo de una almohada, sacó
el sobre y rasgó de inmediato el envoltorio, poniéndose el preservativo, se
posó otra vez sobre mí, me acarició, seguía húmeda, estaba ansiosa por
tenerle.
Se deslizó lentamente dentro de mí, llenándome, jadié clavando las uñas en
su espalda, cuando llego muy profundo salió y empujó otra vez, era suave,
pero se sentía tan bien, de pronto salió de mí y sentí un vacío.
Cambiamos de posición y continuó follándome, cuando empezaron sus
embestidas no pude evitar jadear por ellas, puso sus dedos sobre mi clítoris,
empezó a hacer círculos en él y penetrarme, con embestidas suaves pero
certeras, nunca había sentido igual, acabe tan rápido entre sus dedos, estaba
temblando, el orgasmo había sido fantástico, el seguía moviéndose dentro de
mí, sus embestidas me estaban volviendo loca de nuevo, a veces eran suaves,
otras eran fuertes, buscando un ritmo, dio unos empeñones más fuerte y se
relajó dentro de mí.
Sentía su respiración en mi cuello, me sentí satisfecha, seguía
acariciándome; nadie había sido así conmigo en la cama, mis encuentros
fortuitos eran simples y egoístas en la cama; Jared me había follado diferente,
quería más, era atento con sus caricias, sus besos eran deliciosos, mi mente
estaba llena de él, su olor, la forma en que me hizo suya y siguió haciéndolo
toda la noche.
Después de esa noche tuve miedo, en todos esos meses que me había
aventurado nunca había sentido con nadie, lo que sentí esa noche con Jared.
Me ha hecho desear más, su piel caliente contra la mía, su sabor en mis labios,
sus tiernas manos recorriendo mis curvas, me hacen desear algo más, sé que
para él es solo sexo, pero ¿qué pasaría si se sintiera diferente?, si desconectara
con el mundo a como yo lo hago en sus brazos.
Aunque mi cuerpo anhelaba tenerlo de nuevo y deseaba enviarle algún
mensaje, frené eso, no hubo llamadas, ni mensajes en una semana, hasta el
fatídico día, en que llegó un mensaje de Jared y no pude reusarme a contestar;
al escribirnos, hubo un nuevo detonante de encuentros sexuales.
Aparté de mi frente un poco del sudor con la pañoleta que había amarrado
a mi muñeca, movía en constancia mis pies, mi cuerpo aún no bajaba el ritmo,
aunque fuese una pequeña caminata, era un tic nervioso que se altera mucho
más cuando mi mente decidía rememorar.
Llegué al portal de mi departamento, en la primera planta de un complejo
muy económico, un poco alejado de mi trabajo; pero no dejaba de ser cómodo,
saqué de mi pequeña bolsa pegada a mi brazo la llave del mismo, al abrir la
puerta me embargo la sensación de tranquilidad y pertenencia más frecuente
que he tenido en el último año, mi departamento era mi santuario, la sala de
estar decorada mayormente con muebles color marrón y negro de cuero, las
paredes pintadas todas de blanco, no era muy grande, lo suficiente para mí y
alguna visita esporádica de mis padres, el estilo era abierto, desde la cocina
podías observar lo que sucedía en el pequeño comedor y la sala, había una
puerta para un área destinada específicamente a la lavandería, luego un pasillo
con las dos habitaciones a cada lado con su respectivo baño; llegué a la cocina,
observé el contraste de los electrodomésticos de acero con las encimeras de
granito, rellené mi botella de agua, mientras intentaba desatar el pañuelo de mi
brazo.
Camine hacia el área de lavandería y la tire a la canasta, la impresión de
volver a mi santuario fue básicamente sustituida a través del silencio que
reinaba en mi hogar, di algunos sorbos largos idealizando como el agua
serviría para desenredar la opresión que reinaba en mi garganta. Fui por el
pasillo hacia la habitación, una cama gigante me esperaba, empecé a quitarme
la ropa mientras la arrojaba en la canasta en una esquina de la habitación, el
cuarto conservaba el mismo diseño minimalista, paredes blancas, el cabecero
de la cama era de un negro profundo en contraste con el color madera de las
mesas a sus costados. Me deshice de la última prenda y entre a mi baño, lo que
más quería era llenar la tina y tener un largo y extenuante baño, pero supe que
solo empeoraría mi estado anímico con ello.
Encendí la ducha comprobando si estaba en la temperatura correcta, en
comparación con otras personas me gustaba el agua casi hasta quemar mi piel,
entre por completo bajo el chorro, sentí un cosquilleo en mi piel, el calor se
propago por mi cuerpo, ahuyentando esa pequeña opresión en mí.
Recordé que Jared no me acariciaba en ese momento; que, aunque
hablamos todo el tiempo, se debía a que yo insistía en tener esas
conversaciones y esas atenciones con él; sin embargo, la mente humana
empieza a formular un sin número de pretextos que nos alejan totalmente de la
realidad; el desinterés, la baja autoestima, el egoísmo, pequeños inyectores de
mi sistema destructivo, que me impulsaban a ser obstinada y masoquista.
Me planteaba la existencia de la pasión y la emoción en una relación,
¿Jared y yo teníamos eso? ¿teníamos una relación? El arrebato nos consumía
estando juntos, quizás algún día terminaría, teníamos planes a largo plazo,
unos meses más juntos, pero ¿de verdad pasaríamos tanto tiempo juntos?; eso
no lo sabía y me estaba llevando al borde de la desesperación, yo nunca le
mentía, ya no follaba con otros, no pensaba en alguien más, yo solo quería
pertenecerle; y el, quizás follaba con otras, o salía con otras chicas, pensaba en
ellas, cuando estábamos juntos y revisaba su teléfono suspicazmente miraba
que su bandeja de entrada estaba llena de mujeres esperando sus atenciones,
sentía como el vacío en mi interior ardía, esa reacción no la había sentido hace
varios años pues ya nada hacía que yo sintiera algo, yo nunca le mentiría, me
repetía a cada segundo, esa fue la primer mentira en mi lista.
Salí de la ducha envolviendo una toalla en mi cabello y mi cuerpo, tomé de
mi mesa de noche unas bragas y mi roído pijama favorita, un pequeño short de
algodón y un camisolín que habían visto tiempos mejores, pero eran
tremendamente cálidos para mí, no me molesté en secar mi cabello lo tendí
sobre la toalla que acomodé sobre la almohada.
Llegaba a la parte más difícil del día, una saturación de incógnitas y
emociones nublaban mi sueño, se me hacía cada vez más difícil dormir, había
un vacío y no sabía lidiar con él, la mayoría del tiempo las personas huyen o
se aferran a la idea que el sitio donde están es agradable y cómodo; sin
embargo, todo ello es una forma de camuflar su cobardía, ya no quería seguir
siendo cobarde.
De pronto tocaron a mi puerta, no sabía exactamente quien podría ser, si
fuera Jared me hubiera llamado o enviado un texto; pero seguramente era
alguien que ya conocía el portero ya que lo dejo entrar al edificio, me levanté
de la cama, le di un nuevo vistazo a mi teléfono, pero no había nada, quizás
era alguno de los vecinos.
Arrastré mis pies por el pasillo, al llegar a la puerta observé por la mirilla,
la había instalado hace algunas semanas con Jared y me estaba sirviendo
mucho, ajusté un poco mi vista y vi la frente de Jared, le abrí de inmediato un
poco extrañada.
- Hola Jared, revisé mi teléfono, pero no tenía ningún mensaje tuyo- le dije
extrañada, tratando de averiguar el gesto sombrío que tenía su rostro.
-No pude llamarte ni enviarte algún mensaje, dejé mi teléfono, ¿podría
pasar la noche aquí? - me preguntó con una mirada un poco suplicante.
No entendía que pasaba con Jared, él normalmente era divertido,
extrovertido y muy directo, en realidad nunca me pedía permiso, yo
simplemente asumía que se quedaría mientras no se vestía y se levantara de la
cama.
- Claro, puedes quedarte- le tomé de la mano y lo jalé para que entrará en
casa, cerré la puerta, asegurándola, al voltearme Jared me estaba viendo
profundamente, una expresión entre necesidad y lamento.
Se lanzó por mi boca, me aferre a sus hombros, adoraba esa boca, hacia
maravillas en mí, me estrelló contra la pared cerca de la puerta, me levantó un
poco del suelo.
- Enrolla tus piernas a mi cintura- me ordenó en un tono ronco.
Había dejado de pensar o lamentarme, subí mis piernas a donde él quería,
tomó mi trasero entre sus manos, rozando nuestros cuerpos, le necesitaba.
En todos los encuentros que había tenido con Jared, ese había sido una
locura, aparte de follar contra la pared; sin embargo, al llegar a la cama había
sido un poco distante.
Le contemplé con la extraña sensación de que algo le pasaba, acaricié su
espalda, Jared no se reusó a mi tacto, pero su cuerpo se tensó.
-Jared, habla conmigo- le susurré, yo deseaba que me tuviera confianza.
- Acabo de ver a mi padre- dijo con la voz ronca, su cuerpo se tensó mucho
más, quizás por la rabia o el dolor, no estaba muy familiarizada con su vida,
pero sabía que su padre no formaba parte de ella.
- ¿Algo está mal con él? - le pregunté, no sabía exactamente que más
preguntarle, una parte de mí se negaba a que ya no hablara, quizás nunca más
tendría una oportunidad de que se abriera de esa forma conmigo, quería su
confianza.
Tomó mi mano que aún acariciaba su espalda, haciendo que le abrazara por
su cintura, me acurruqué mejor a Jared y le abracé más fuerte, su olor me
embriagaba.
- Él golpeaba a mi madre cuando yo era apenas un niño, no lo soportaba,
siempre he renegado de él, mi madre lo corrió de nuestra casa, le amenazó con
ir a la policía, luego ella me dejó, no soportaba verme, le recordaba a él,
mandaba dinero con frecuencia; pero no volvió, sólo tuve a mi tío que cuido
de mi- todas las palabras se precipitaron de sus labios.
-Lo siento mucho Jared, ellos no te merecen, tu eres maravilloso- no sabía
cómo reaccionar a su confesión, sólo dije lo que sentía, mi boca dejó escapar
un jadeo cuando Jared se movió rápidamente en la cama, inmovilizándome
con su cuerpo.
-Gracias Sofia- susurró contra mis labios antes de arrebatar de nuevo mi
cordura.
Se acercaba el fin de semana y me propuse ir a visitar a mi abuela, el
pueblo donde vivía era muy cercano a mi ciudad; en comparación con la casa
de mis padres que estaba en otra ciudad, muy lejos de mí -esa había sido una
de mis decisiones para empezar con lo que creí era mi vida- así que nos
comunicábamos con regularidad -lo admito, ellos se comunicaban conmigo,
yo simplemente no tenía tiempo-.
Las visitas a mi abuela Lita (era el cariñoso nombre por el que todos la
llamamos) se habían vuelto cada vez más consecutivas, quizás por mis vacíos,
o la necesidad de escucharla hablar sobre mi abuelo -del que no me acuerdo
muy bien, murió cuando era muy pequeña- así que ocupaba cualquier pretexto
para ir y empaparme con su sabiduría, había sido ella con su obstinada
testarudez quien me había hecho aventurarme a mi búsqueda.
El sábado muy temprano tomé un bus que me llevaría a las Mercedes, el
pueblito donde vivía Lita, en el camino dormía por ratos, o me entretenía con
mi libro favorito de viaje “Cien años de soledad” escrito por Gabriel García
Márquez, extrañamente sentí que no avanzaba, era una ávida lectora, pero mi
continuo desvarió emocional estaba acabando hasta con mis ganas de escapar
a una ilusión mucho más placentera y creativa que me ofrecía la lectura.
El viaje no duraba demasiado, pronto cruzamos el puente que daba la
bienvenida junto a un hermoso riachuelo, las rocas y agua del mismo creaban
a través del pueblo una fuente de belleza natural que capturaba a los pocos
turistas que transitaban por sus orillas, era un buen lugar para vivir, tranquilo,
lleno de árboles, el aire era diferente, las personas actuaban distinto y otra vez
me di cuenta por que adoraba ese lugar y quería a Lita, podía ser otra persona
ahí, un ser mucho más semejante al que mi mente proyectaba.
Me bajé del autobús, y comencé la caminata a la casa de mi abuela, los
sitios ahí estaban mucho más cerca que en la ciudad, a medida que me
aproximaba miraba a mi alrededor, ancianos concentrados en sus debates de
ajedrez me saludaban como una vieja aventurera que regresaba a su hogar, los
perros correteaban en los jardines empapándose sus patas del lodo que se
había formado por las constantes lluvias, reconocía de nuevo los distintos
puestos, la cafetería, las tiendas de regalos, la floristería, admiraba todo con
familiaridad y las nuevas cosas, las detallaba en mi registro mental, aprender
algo más siempre me había gustado.
- ¡Hey Sofia, Sofia! - gritaban desde el otro lado de la calle, volteé y me
encontré con la hermosa sonrisa de mi amiga Stephanie, su cabello color
avellana ondeaba cuando corrió hacia a mí, era un poco más baja que yo, pero
el trabajo de campo le había dado un cuerpo muy torneado oculto tras sus
jeans desgastados, su camisa vaquera y sus botas llenas de lodo, al llegar a mi
lado nos envolvimos en un caluroso abrazo.
- Hola Stephie, ¿Cómo has estado, que tal tu nuevo trabajo?
-Hola Sofí, pues un poco pesado, pero las vacas y yo nos vamos
entendiendo cada vez mejor- todo eso me lo dijo a una velocidad vertiginosa,
así era Stephanie, una chica dulce y vivaracha, además de amante de los
animales.
- Pero ¿todos en la finca te han tratado bien o no? - me preocupé por ella,
teníamos casi una vida de ser amigas, y siempre que llegaba a las Mercedes
nos hacíamos confidencias y escapábamos al campo a hacer de las nuestras.
- Pues sí, aunque he tenido que aplicarme para que esos hombres
testarudos me tomen en cuenta, aunque sean más viejos y con experiencia no
quiere decir que no haga bien mi trabajo- afirmó levantando el mentón, había
sido la mejor de su clase en veterinaria, ahora trabajaba con una hacienda
ganadera, la más grande de la zona.
-Tranquila, tu demuéstrales de lo que estas hecha, verás como todos esos
machotes besaran tus botas- le dije, pues estaba segura del buen trabajo que
hacia mi amiga y de su carácter, cuando se proponía amargarles toda su
existencia y rebanar sus cabezas duras.
- Lo sé amiga, ¿vas donde Lita? - me preguntó mientras se le iluminaban
sus ojos rasgados, esa mirada la conocía.
- Sí, me prometió que tendría un delicioso tres leches- le solté mientras
observaba su cara de total complicidad conmigo, ¡asaltaríamos la cocina de
Lita!
- ¿Qué tal una carrera hasta la casa? La que pierda comerá la cuarta
porción de la otra- me propuso mientras me empujaba y se adelantaba unos
cuantos pasos de mí.
- ¡No te dejaré ganar! - le grité con todas mis fuerzas mientras me
impulsaba hacia mi premio.
Cuando llegué al porche de la casa de mi abuela, respiraba con dificultad
por el esfuerzo de la carrera, aún con los pasos que me había adelantado
Stephie, no pudo ganarme; la dejé por muchos metros atrás de mí, mi altura y
mi complexión física me pusieron más fáciles las cosas.
- ¡Sofi, has hecho trampa! - me discutió Stephie mientras se sentaba en las
sillas mecedoras que estaban en el porche.
- Te recuerdo que la que se adelantó fuiste tú- le dije con total inocencia.
- Tus largas piernas me han deshonrado- bufó como si tal fuera el pretexto
perfecto.
- Vale, vale, no te reclamaré mi premio, pero tendrás que aceptar frente a
Denis y los chicos que has perdido- le propuse, sabiendo que haría cualquier
cosa por los deliciosos postres de Lita.
- Está bien, lo haré- las palabras salieron de su boca mientras hacia un
gracioso puchero, empezamos a reír como locas, llenas de lodo y un poco
húmedas, la lluvia había empezado de nuevo.
- Hola mis niñas, ¿qué les ha pasado? - exclamó mi abuela saliendo de un
lado de la casa, con unas botas de hule, su cabello hecho una moñita de tomate
blanco, su falda caía hasta donde terminaban sus botas y llevaba uno de sus
suéteres tejidos a mano, en los cuales se afanaba mucho para crear diseños
encantadores.
- Una pequeña carrera, nada más- dije empezando a caminar hacia ella, la
envolví entre mis brazos recordando ese viejo aroma, que tanta tranquilidad
irradiaba a mi ser.
- Ummmmm, mmmm - escuché carraspear por detrás de Lita, de un saltó
me separé de ella y corrí a saludar a los chicos que trabajan con ella y a los
que adoraba con locura.
- ¡Hey pequeña! - me tomó Denis, dándome unas cuantas vueltas en el aire,
cuando me bajó, Carlos y Roberto despeinaron un poco más mis cabellos y
cada uno pasó sus brazos sobre mis hombros.
- ¿Estas preparada para el delicioso almuerzo de Lita? - me preguntó
Carlos mirando de reojo a Roberto.
- Yo estoy pletórico, desde el desayuno, esas tostadas siguen apareciendo
en mi mente como una tentación - exclamó Roberto pasando su seductora
lengua entre sus labios, pues los chicos que trabajaban con mi abuela eran
realmente sexys, altos, con un cuerpo atlético moldeado por el trabajo en el
campo, pero sobre todo con un cariño infinito hacia mi Lita.
- Ya dejen de torturar a mi nieta chicos, y apresúrense a entrar, en un
momento tendré listo el almuerzo- los regaño mi abuela sabiendo las ansias
que tenía por probar su comida cacera.
- ¡Ah, les advierto que no podrán tocar el postre hasta el final! - gritó
mientras los chicos entraban a empujones a la casa seguidos por nosotras
impidiendo que acabaran con el postre.
La tarde pasó compartiendo un almuerzo agradable entre todos, relatando
la forma humillante en que le gané la carrera a Stephie, hablamos sobre el
negocio de Lita junto con los chicos, ellos tenían varios viveros llenos de
distintos tipos de flores, lo que había comenzado como una pequeña fuente de
ingresos con los años y la dedicación habían creado un negocio sostenible,
muchas floristerías de la ciudad tenían como proveedores a Lita y lo mejor es
que tenía a esos tres hombres que muy pronto se convirtieron en accionistas
junta a ella.
A media tarde Stephie tuvo que regresar al trabajo y los chicos debían
terminar su jornada del día, revisar algunos pendientes de entregas y el
mantenimiento de los viveros.
- Lita, los chicos me comentaron que el lugar donde sembraste tus nuevas
flores será muy peligroso si sigue creciendo el riachuelo con estas lluvias- le
mencioné esperando sus pequeños arranques de mal carácter y cabezonería
que con la edad eran mucho más frecuentes.
- Sofía, preferiría que no te metieras en mi trabajo - carraspeó levantando
ligeramente su rostro y observándome con advertencia en sus ojos.
- Sabes porque lo digo, así que no me veas así Lita- si a cabezonería quería
jugar, yo me apuntaba al juego.
- Mejor en vez de discutir sobre algo tan absurdo, porque no me cuentas
¿qué tal vas con Jared? - lo dijo con un tono que no admitía discusión, lo
cierto es que con sólo la mención de su nombre mi cuerpo vibró.
- Es sólo un juego abuela, como todo lo demás, un simple intento por
sentir- le confesé con mucha seguridad, sabiendo que el ligero temblor en mi
vientre y el rubor de mis mejillas me delataba.
La primera persona con la que pude conversar a cerca de los vacíos y la
repetición que vivía a diario fue con mi abuela, siempre en nuestras
conversaciones ella me narraba sus experiencias y las posibles decisiones que
pudo haber tomado, pero que al final desechó. Se aventuró a desobedecer a sus
padres y casarse con alguien que ellos no aprobaban, mi abuelo José, quien le
demostró que no importaban las circunstancias, él siempre estaría a su lado.
A lo largo de sus años de casados, construyeron una familia, tuvieron altos
y bajos, pero permanecieron juntos. Por eso adoraba escuchar a mi abuela, su
pequeño mundo se componía de las más diversas historias y experiencias, la
imagen mía que habitaba dentro de ella, era una persona que tomaba su
libertad y salía al mundo orgullosa de ella.
Mi abuela conocía partes de mí, que hasta yo misma desconocía, mi
perpetua necesidad por encontrar algo que me sorprendiera, por tener algo más
de lo que yo misma había aceptado, dejar de vivir por vivir; mis recuerdos ya
no existían se habían convertido en una mancha oscura de mi vida, solamente
sucumbía a la monotonía.
- Sofi, te conozco y sé que has encontrado algo que no esperabas - con esa
sola frase, cortó mis pensamientos y puso a latir mi corazón
desesperadamente.
- Jared es alguien distinto, su olor es una maldita droga para mí, he visto
algo en él que me alienta a seguir descubriendo, algo que me inquieta, y esta
sensación me hace sentir que puedo lograr eso que me he negado por tanto
tiempo - le explique entre murmullos incoherentes debido a las palpitaciones
de mi corazón.
- Amor - finalizó mi abuela.
- No creo que se trate de eso, sabes que te amo a ti, a mis padres, a Stephie,
a los chicos- empecé a enumerar mi gran lista, de inmediato paré porque no
sabía a quién más añadir.
- Pero nunca has amado a un hombre- lo dijo como si fuera lo más obvio
del mundo.
- Ya no te acuerdas de Michael, el de la preparatoria- saqué a una de mis
conquistas, quizás la peor de la historia, el chico hasta quiso pedir mi mano y
llevarme a vivir con mis suegros, ¡no me lo podía creer!, terminé con él al día
siguiente de la sola mención de casamiento, ni decir que me persiguió todo el
último año y me encontraba besando a un chico distinto cada semana, todo
ello lo hizo disentir de su afán.
Al instante la hermosa risa de Lita inundo la estancia.
- ¿Sabes que pensaba sobre ese muchacho?, no sabía si me daba lastima o
gracia, jugaste con él y no te hiciste cargo de tus acciones- una vez más mi
abuela me conocía demasiado bien.
- No sé lo que siento, lo único que sé es que él es diferente, que a veces me
encuentro observándolo mientras disfruta de lo que he preparado para él, que
las pocas noches que queda en casa quisiera alargarlas mucho más, pero sobre
todo cuando le recuerdo algo florece en mí, algo primitivo y desgarrador,
Jared me inspira- terminé con mi pequeña, pero muy concreta confesión, las
palabras no eran suficientes para describir lo que él representaba para mí.
- Hey mi niña, has lo que necesites por encontrar una respuesta, por
encontrar ese brillo que viene y se va de ti, encuentra quien eres, no quien
deberías ser- susurro Lita mientras acariciaba mis cabellos.
Pronto había anochecido y cenamos entre platicas más superficiales, llegué
a la pequeña cama que ocupaba en su casa, llovía de nuevo, las gotas se
estrellaban contra el techo, me encontraba envuelta en una gran manta de
algodón. Algunas gotas se precipitaban contra la ventana y eso me llevó a
Jared, a mis nuevos y placenteros recuerdos, al día siguiente debía enfrentarme
de nuevo a mi vida, a mi redundante existencia, con su continuidad
deslizándose a través de mis manos, ya no podía sostenerle.
Viajé de nuevo a la ciudad, no sin antes llevar un cargamento de comida
debidamente almacenada, entre ellos algunos postres que me dio Lita, los
comería con mucha paciencia. Me despedí de todos entre medio de la lluvia, la
naturaleza irrefrenable.
Sonó la maldita alarma, la apagué de un manotazo, era lo mismo todos los
días: alarma, salir de la cama, entrar a la ducha, secar mi cabello, vestirme,
hacer café, tomarlo junto a alguna tostada, cepillar mis dientes, tomar mi
cartera, mi computadora e ir al trabajo.
Llegué en unos 20 minutos a mi trabajo, tomando el transporte público,
llegaba un poco temprano a las oficinas de la editorial. En el pasado había
soñado con un trabajo de oficina, destinada a hacer lo que más amaba, leer y
escribir. Lo admito, era una amante literaria y mis esfuerzos habían dado fruto
y me habían hecho parte de una editorial excelente, logré ser una de sus
editoras.
Había pasado algunos años, en la misma oficina, leído manuscritos a una
velocidad de vértigo, buenas historias, nuevos estilos, nuevos autores; y mi día
a día se había convertido en una sucesión de acciones que aumentaban mi
vacío emocional.
Saludé a algunos de mis compañeros que ya estaban empezando su trabajo
o hablando de la borrachera del fin de semana, tomé asiento en mi cubículo,
abrí mi portátil, tomé un gran manuscrito de mi escritorio y continué su
lectura.
Un beso, así se llamaba el escrito, no pude evitar morder mis labios, y
sumergirme en mis pensamientos.
Me siento a la deriva, perdida en nuevos y atrayentes caminos, y estos me
han llevado a Jared, a sus labios carnosos y con un color carmesí, al probarlos
son dulces, su lengua es juguetona, su beso llena cualquier espacio entre
nosotros, cualquier angustia o infortunio, cualquier decisión acertada o
errónea, en sus besos puedo encontrar el tierno roce del deseo o la
arrebatadora pasión. Es un fierro ardiente que quema al contacto, y llega a
aquellas partes de tu cuerpo más necesitada, es un beso que te hace pedir más,
más de su piel, de su olor, de sus caricias, de sus fugaces besos, pues se
convierten en una letanía, algo oculto entre tus recuerdos, pero te hacen vivir.
Cuando me besa con arrebato, mordiéndome hasta que la sangre fluya, y
luego saboreando con su lengua, curando con cariño su brusquedad, sólo
puedo mirarlo a sus ojos, dejarle sentir mis labios, y que por ellos mi grito de
emociones se escape entre jadeos, Jared cuando tú me besas no hay nada
mejor que empapar ese momento de ti, pues te pertenece.
-Buenos días Sofia- me saludó mi jefe, un gran y reconocido editor y
escritor, con su intromisión me había alejado de lo que mi mente no quería
abandonar.
-Muy buenos días Sr. Morris- le di mi mejor sonrisa de oficina mientras él
seguía caminando hacia su despacho.
Parece que otra cosa se iba a sumar a mi lista de problemas -mi trabajo-, ya
no disfrutaba de él, el cúmulo de escritos ameritaba un dolor de cabeza todos
los días, mi creatividad e imaginación habían decaído, estaba en lo que llaman
“bloqueo de escritor”. Nunca le había enseñado a nadie lo que escribía,
algunos relatos inconclusos se los había leído a mi abuela, estos habían
acabado en algunos cajones de mí habitación, el aspecto más libre de mi vida
contenido en palabras.
Necesitaba un café, me levanté y me acerqué a la cafetera de la oficina, era
una editorial y el café gratis era una prioridad, volví a mi cubículo, tomé la
taza entre mis manos, entrelacé mis dedos y sentí como el calor se extendía
por mis palmas, me incliné hacia la taza, observé el café oscuro.
Esa noche se había quedado en casa, entre mis sabanas, su liso y sedoso
cabello caía en pequeñas ondas sobre mi almohada, su respiración era
acompasada, y sus labios estaban entreabiertos, desde mi posición y con la luz
tenue de la vela que había encendido en mi habitación, podía vislumbrar los
destellos que emanaban de su cabello.
Los ases de luz penetraban en cada una de las fibras de su cuero cabelludo,
en la luz del día muchas veces lo podrías confundir con un negro azabache,
pero ante esa vela sus más íntimos destellos no podían ocultar su verdadero
color, un café profundo y a la vez un tono suave para la vista.
Observar la despreocupación de su pelo a través de mi almohada, me
recordó cuanta similitud tenía con su dueño, la caída del mismo se asemejaba
a la corriente continua del agua entre las rocas en una cascada, su profundo
café en las raíces del cabello emanaba fuerza y vigor, algo electrizante; pero si
se miraba con detenimiento a medida que se alejaba de las raíces el tono café
serpenteaba aún más intenso por su afabilidad, un color lleno de vida, lleno de
rudeza, un color lleno de misterios y de promesas no dichas.
Recordé cuan agradable era la sensación de tenerlo entre mis manos, pasar
mis dedos entre sus mechones, jalar de ellos y que un jadeo escapara de su
boca, quizás todo en su cuerpo se encontraba en sintonía, en un perfecto
equilibrio que lo hacía irresistible.
Tomé un sorbo de café, se deslizó por mi garganta irradiando una
sensación de calidez; se había convertido en un mecanismo de defensa, unos
pocos minutos con esa sensación me hacían ver mis necesidades más
inconscientes, respire profundamente, el olor se deslizo por mí nariz, era mi
debilidad.
El olor de Jared era la fórmula para mi descontrol total, debajo de ese
fuerte y seductor aroma había una esencia, que lo hacía parecer más vivo, más
vulnerable y sensible. La parte más íntima de él podía revelarse al dividir las
capas de su olor, mi curiosidad atenazaba a cada momento en su compañía, sé
que había más de lo que el mostraba.
Cuando su aroma se escapaba en el aire y chocaba contra mí, su impacto
me segaba, podría distinguir ese olor donde fuera, en la superficialidad de su
olor se encontraba una esencia a corteza, fuerte y decidido como él,
acentuaban en un segundo plano un aroma a almizcle, dándole fluidez y
gracilidad a su personalidad, finalmente el tono más fresco y sutil, el que
quedaba impregnado en el fondo de toda esa personalidad despreocupada y
avasallante, el olor cítrico lo hacía más frágil en contraste de lo que quería
mostrar, alguien más humano, alguien que no simplemente podía sonreír y
resolver todo por si mismo.
Dejé de lado la taza, debía seguir con mi trabajo, continué trabajando con
la computadora, ahí tenía otras pilas de comentarios y ediciones a entregar,
quizás con ello podría calmar mi ansia de recordar esas pequeñeces, que en
cierta manera representaban para mí un gran cambio de perspectiva.
Abrí un nuevo documento, dejé mi trabajo de lado, a como quería dejarlo
todo, y mis dedos empezaron a vagar por las teclas, quizás mis desvaríos
habían echado a pique mi bloqueo de escritor, las ideas volvían a surgir.
El tiempo es una realidad que atenaza a cada momento a la humanidad.
Ya han pasado muchos años y tu piel sigue oliendo igual, la inconfundible
vainilla y seguirá pasando el tiempo, pero mis memorias son estáticas, serán
iguales.
En busca de ese aroma, de ese sabor he degustado otros, algunos amargos,
otros particularmente dulces, que en su debido tiempo sirven como
entretenimiento a mi paladar.
Existe alguien que pueda hacerme detener en mi búsqueda, ¿Acaso el
tiempo? Ahora mis memorias se alternan en las sutiles caricias de la
primavera, el otoño, el verano; sin embargo, el invierno está calmo, viviendo
en mi interior.
Podrá algo o alguien jalar la manija de mi vida y hacer que el tiempo
transcurra de nuevo, que mis memorias no se vuelvan fantasías o recuerdos
vanos.
Mi mente serpentea en laberintos gloriosos, llenos de vegetación, húmedos
y solitarios; haciéndome adicta al suave aleteo de mi palpitar, de ningún otro
más.
Y así voy, recorriendo nuevas etapas, bajo destellos imaginarios de pasión,
bajo lágrimas llenas de amor, bajo sonrisas y el triste adiós. Ese que te abre a
una nueva y placentera ilusoria fantasía.
El sonido de las sillas arrastrándose me sacó de la burbuja creativa en la
que estaba, un gran grupo se levantaba y salía de la oficina, observé mi reloj
de oficina, ya era almuerzo, no tenía mucha hambre.
- Sofi, iremos a comer asado en un nuevo sitio que hay cerca, ¿vienes con
nosotros? - me habló Leticia, una compañera muy agradable del trabajo, en
ella siempre persistía una sonrisa que adornaba su rostro, hacía que todos se
sintieran cómodos a su alrededor.
- Estoy terminando algunos pendientes del trabajo- me disculpé- me saltare
el almuerzo, no tengo mucho apetito- me encogí de hombros, esperando no
insistiera.
- Esta bien Sofi, te traeré un emparedado de la tienda, para que no tengas
vacío el estómago- me guiñó el ojo mientras saltaba detrás de nuestros otros
compañeros de trabajo.
Me relajé en mi silla, observé de nuevo el computador y mis dedos seguían
su viaje a través de las teclas, mi imaginación serpenteaba entre los deseos
endebles de mi corazón, en última instancia era la mejor forma en que podía
expresarme.
Dejé que el tiempo transcurriera, entre los agobios del trabajo, la decepción
perpetua, y el sexo que compartía con Jared, hubo un periodo de auto
reflexión, una etapa en que observaba mucho más mi entorno, mis
posibilidades, donde anhelaba volar con mi libertad.
Comencé a escribir con mucha más frecuencia, relatos cortos y el inicio de
una novela; sin embargo, seguían inconclusos. Mi bloqueo había cedido, pero
dejaba todo sin una conclusión, quizás así estaba mi vida, una botella vacía a
la deriva en el gran océano.
La emancipación de mi vida era lo que más atenazaba a mi día a día;
muchos confundían la libertad con el libertinaje, el libertinaje solamente se
obtiene con la contraposición de las reglas que rigen a la sociedad, algo
inmaduro con el simple objetivo de regocijarse en la anarquía. La libertad se
acoplaba más a la naturaleza de cada persona, algunos se sentían libres
mientras corrían en los campos, algunos con el aroma de una flor, otros al
disfrutar una buena lectura; la libertad se cernía con acciones simples pero
verdaderas, con pensamientos propios y no infundados por otros.
No me sentía completamente libre; trataría de encontrar el punto de
inflexión donde mi bloqueo emocional caería por completo, mi mente, mi
corazón, mi vida estaba en juego.
Desde la conversación intensa con Jared, en las semanas siguientes
habíamos compartido más tiempo juntos, salíamos a cenar algunas noches,
otras visitábamos bares y bailábamos hasta que llegábamos a mi departamento
o el suyo a terminar la noche con nuestros cuerpos unidos, le notaba diferente,
no de un modo en que me asustara, Jared se había abierto más a mí, me
hablaba con frecuencia de su día a día, hacía algunos trabajos temporales, en
mantenimiento y servicios electrónicos, era muy bueno con las matemáticas,
específicamente en contaduría, había cursado unos pocos años; pero le pareció
algo tedioso. Yo le comentaba algunas cosas sobre mi aburrida vida, pero la
mayoría de mi conversación se centraba en mi abuela, Stephanie y los chicos,
alejando de cualquier modo, algo respecto con mis sentimientos.
- Sofi, ¿podrías saltarte uno de estos fines de semana y no ir a las
Mercedes?, sé que ha estado lloviendo mucho, pero podríamos ir a unas
cabañas cerca de un lago al norte de la ciudad, me las recomendaron para
hacer camping y caminatas- le había mencionado algunos de mis viejos
hábitos de chica de campo, cada verano lo había pasado de aventura en
aventura, se interesó de inmediato en ello,
- Me encantaría Jared- no tenía nada que pensar, ese hombre me convencía
con su mirada aniñada y su sonrisa tan sexy.
- Así tendremos más tiempo juntos- en su rostro se debatieron muchas
cosas antes de que siguiera hablando- yo no confió en nadie Sofia, soy alguien
simple, disfruto de los momentos en que puedo hacerlo, he aprendido a
enfrentar todo solo; pero tú eres mi amiga, eres especial y quisiera poder
hablar más contigo- todo eso lo dijo mientras me miraba directamente a los
ojos.
- Quiero ser una buena amiga para ti- aunque mis labios temblasen sabía
que yo no solo quería ser su amiga, una parte de mi entendía que Jared era una
persona herida y quería curarle, irónico para alguien que se caía a pedazos por
dentro.
Mi rutina continuaba, en uno de esos días muy melancólicos, que corría en
el campo de fútbol, presencie un acto un tanto incómodo para mí, en la
oscuridad dos hombres se encontraban y perecían ante el placer, era la única
corredora regular en ese lugar, era privado en cierta manera, con algunas
casetas alrededor, ellos se habían instalado en una de ellas.
Escuchaba sus gemidos atravesando el espacio, pude constatar que eran
personas muy adultas, quizás rondando los 45 años, los vi mientras se
alejaban, cada uno por un camino distinto.
No era precisamente racista en base a las orientaciones sexuales de las
personas, me sentía cómoda con todos, respetaba sus inclinaciones y
preferencias, tenía algunos conocidos gays que vivían establemente con sus
parejas; estos señores que habían visitado este oscuro campo pensaron que era
el lugar más privado del mundo, no tenía por que objetar lo contrario.
Mi mente comenzó a tejer una historia, quizás ellos tenían familia, esposa
e hijos; sin embargo, sentían vergüenza por su orientación, privándose de sus
emociones y sentimientos, privándose de lo que ellos son; por miedo, por
terror al rechazo; podrían tener padres racistas, los cuales les orientaron desde
chicos que los carros son para niños y las muñecas para las niñas.
La vida de las personas transcurre por muchas alineaciones, pero llega un
periodo de decisión, el libre albedrío, no soy muy lectora de la biblia, pero
siempre me ha gustado saber que alguien más poderoso que todo en el mundo
nos ha dado a elegir nuestro camino, con obstáculos o sin ellos, siempre existe
una parada para la elección.
Ahora mismo, yo estaba en esa parada, en esa estación, quizás observar
desde otra perspectiva la situación inusual de esos extraños ha hecho darme
cuenta en donde estaba; había aceptado que algo estaba mal, me había
deprimido por ello, había salido a su búsqueda, dando tropiezos otra vez,
decepcionándome, sintiendo vergüenza por dejar que el rumbo de mi vida
callera en las manos de un destino que yo misma debía construir y guiar; yo
tenía la elección.
Pronto sería fin de semana, Jared esperaba a que hubiera mejor tiempo para
ir al lago, la tormenta azotaba con más vigor, así que podría ir ese fin a las
Mercedes; estaba ansiosa en el trabajo terminando mi respectiva pila de
manuscritos, empezaba a vislumbrar mis próximas decisiones más claro y
deseaba conversar con mi abuela.
Me distraje un poco con un pequeño texto, las palabras brotaban de mi
pecho, Jared se cruzaba por el mismo.
Hay vacíos en el alma que ni el tiempo, las palabras, los murmullos
eróticos, pueden llenar. Me sigo buscando entre las huellas perdidas de aquel
niño que alguna vez fui, sigo buscando las pisadas de ese alguien que me
acompañaba, ese ser que le dio a mi existir un sentido.
Pero se ha ido, ahora sólo quedan los vacíos, las ansias de volver a
encontrarme con su adorable rostro, con su amabilidad, con su amor. En el
camino he perdido los componentes que hacían de mi alguien más humano,
me he vuelto alguien frio, alguien que vive por vivir, que no visualiza el
mañana y ha caído en la monotonía, no es algo de lo cual me sienta orgulloso,
pero tampoco es algo que niegue al mundo.
En ocasiones he sido más fuerte de lo que soy, he luchado contra los
fantasmas del pasado que aterraban mis sueños, llantos, golpes, y dolor. El
dolor era palpable solo con hurgar un poco en mi interior, con ver a través de
mí, ahí habitaba, en la cavidad más inhóspita de mi ser; no habría nada que
pudiera hacer por arreglar eso, no había nadie que me impulsara a salir de la
miseria en la que estaba.
Poco a poco, me adapte a las noches sólo, a que no habría más murmullos
de esa persona, a que pronto su olor se esfumaría por completo, y yo lo
seguiría buscando en cada rincón, en cada habitación. Al final terminaría
cayendo en su cama, buscando de nuevo ese sutil aroma, ese que me arropaba
todas las noches, ese que me decía que el amor existía.
Me he vuelto una caja cerrada, muy bien confeccionado, adaptado para
mostrar sonrisas, para ser simpático, para salirme con la mía, un poco de
arrogancia que tape las capas de mi misterio, pero ¿si alguien quisiera
atravesar esas capas?, probablemente huiría, me alejaría de ese alguien que
quiere atentar contra mi gran interpretación, pues me he convertido en el
mejor actor de mi vida. Creando guiones, asignando papeles a personajes
secundarios, eliminándolos, todo como un simple juego, es lo que a diario me
repito, es un juego, una burla para mi carencia de creatividad, pues al final
siempre es un vacío, el recuerdo permanente de abandono, de haber sido
apartado de lo que representaba al mundo para mí.
No podía creer como mis textos podían explicar tan bien la forma en que
se sintió Jared, me confesó acurrucado contra mi pecho, como su familia había
sido disfuncional, él era todo lo que pensé que podría ser bajo esa fachada de
chico fuerte, Jared era sensible y tenía miedo de que otros supieran eso.
Quería continuar con mi escrito, continuar y que de mi pecho emanaran
todos los sentimientos que había callado, mi indudable implicación con Jared;
sin embargo, mi teléfono sonó, no me acostumbraba dejarlo precisamente en
silencio, tampoco muy alto, la lluvia seguía y quizás no podría escucharlo.
Lo tomé, quien me llamaba era Denis, me extrañé, una alarma sonó dentro
de mí; contesté de inmediato.
-Hola Denis- le saludé.
-Sofi, necesito que vengas inmediatamente, se trata de tu abuela- me dijo, y
en los rastros de su voz detecte algo que siempre odie que sintieran hacia mí,
la compasión.
Tomé mis cosas con mucha rapidez, metí todo en mi bolso, y mi celular en
el bolsillo delantero de mis pantalones de vestir.
Corrí frenética sin importarme si me despedían, luego llamaría a mi
trabajo, mis compañeros se asombraron al verme salir de la oficina.
- Hey Sofia- escuché que me llamaba Leticia.
Mi cuerpo actuaba por inercia, al salir la lluvia azotó contra mí, no me
importó, paré un taxi y aceptó llevarme rápido al pueblo de mi abuela por una
buena cantidad de dinero, la cantidad necesaria para llegar ahí en menos de
una hora.
Me senté en la parte de atrás, observaba por la ventana como el agua
seguía su camino a través de los cristales del taxi, el hombre iba realmente
rápido, y no me asusté por la velocidad.
Estaba pensando que lo peor podría haber pasado, no deseé seguir
hablando con Denis, sólo le dije que llegaría en una hora, mi mente también
bloqueo el hecho de no saber que había sucedido, tenía miedo, pero no podía
llorar, algo se había cerrado alrededor de mi garganta y en mi pecho.
Retorcía mis manos en un contaste movimiento, mis pies seguían un ritmo
al igual que mis manos, por mi estúpido cerebro surgieron distintas situaciones
que podrían haber pasado.
Mi tantra ahora mismo es -Ella está bien- - Ella está bien- me repetí en
todo el camino a las Mercedes.
La lluvia había arreciado, no sabía que hora era, pero el sol no había
asomado en muchos días, me note en una burbuja contra el tiempo, un letargo
que había adormecido tanto mis sentidos como mi proceso mental.
Observé a través del vidrio delantero que estábamos próximos a la casa de
mi abuela
- Pare ahí mismo- le dije al conductor, extendiéndole el dinero antes de
salir rápidamente del taxi.
Había algunas personas afuera, el coche de la policía estaba estacionado en
un costado de la casa, corrí y corrí, mis pequeños tacones se enterraron en el
lodo, pero no podía parar, mi cuerpo se sentía atraído al hogar de mi infancia.
Llegué a las escaleras, las personas a mi alrededor me miraron, sin decir
una palabra, tampoco me importaba que hablaran, yo deseaba ver a mi abuela,
atravesé la sala y el comedor, Denis me intercepto de repente.
- Sofi, espera- me tomó entre sus brazos, yo me retorcí entre ellos.
- ¿Dónde está ella Denis? - le gruñí, mientras me apartaba de él.
- Cálmate Sofi, ven siéntate, te traeré un vaso con agua-intentó jalarme al
sofá de la sala, lo empujé con mis brazos mientras me tambaleaba hacia tras
por el impulso.
- ¡Sólo dime donde diablos esta ella Denis! - le grité, sabiendo que le
tiraría los dientes si no me decía dónde estaba ella.
- Está en su habitación Sofia- lo dijo sin verme a los ojos, pero vislumbré
la humedad que se acumulaba en sus pupilas.
Los colores del mundo se habían ido de mi vista, me encontraba en una
nube roja, mi cuerpo volvió a moverse, poco a poco subí a su habitación, en su
puerta estaba Sonia la enfermera; Roberto, Carlos; Stephanie se abrazaba a
ellos, pude ver que los chicos y Stephie estaban cubiertos de lodo y mojados.
Stephanie giró su rostro apartándose de los chicos, cuando uno de ellos le
avisó que yo estaba ahí.
- Sofi- se separó de ellos y estiro un brazo hacia mí.
- Quiero verla- le dije mientras seguía arrastrando mis pies hacia la puerta
de la habitación.
- Lo siento- sollozó- no pudimos hacer nada- me dijo mientras lágrimas
corrían por sus rostros.
Llegué segada por mi nube roja a la puerta, la empujé abriéndola para mí,
el olor de Lita impregno el aire, la humedad ya no reinaba, en cambio el aroma
de un perfume floral combinado con el aroma corporal de mi abuela voló en el
aire de la habitación.
Ella estaba con un vestido veranero blanco que yo le había regalado hace
poco, apenas le vi con los detalles de flores bordadas a mano, supe que se le
vería perfecto, y no me equivocaba, una sábana escondía sus pies, tenía sus
manos sobre su regazo, sus ojos estaban cerrados, con un ligero contorno que
se iba oscureciendo, quizás a un color púrpura; sus labios estaban también
cerrados, pero en ellos aún se miraban las arrugas que se imprimían en su
rostro cuando sonría, su cabello blanco se extendía alrededor de sus hombros y
parecía aun húmedo, bien cepillado a sus costados.
Me acerqué poco a poco, y noté que su pecho no subía ni bajaba, estaba
muy quieta, ella estaba en paz, no percibí que en su rostro se hubiera reflejado
dolor alguno, llegué junto a ella, me senté a su lado, cuidé de que mi ropa
húmeda y que goteaba no le tocara.
Mi cuerpo se tensó, un gran peso se extendió por el mismo, viéndola; no
había estado aquí para ella, yo era su niña y no le había acompañado, tomé su
mano entre las mías, estaba fría al igual que yo, no tenía pulso, si no le
sostenía ella caería, nuestros papeles se habían invertido, Lita ya no me
sostendría a pesar de mis errores, no consolaría mis días de soledad con sus
historias, no me alentaría a ir tras el amor.
Esperé que las lágrimas bajaran por mis ojos, pero nada sucedió, el
bloqueo seguía en mí, solo podía observarle y seguir sosteniéndole, no
deseaba dejarle ir, ella debía regañarme, ella debía cuidar de sus flores, cocinar
para los chicos, mí amiga y para mí, yo deseaba oler ese exquisito aroma al
entrar en la cocina y abrazarla, trenzar su cabello tan largo entre mis dedos,
bailar en el salón para ella, reír y escuchar el sonido de su risa cantarina a
través de las paredes de la casa.
- Sofi vamos, tus padres han llegado- no sabía cuánto tiempo había estado
contemplándola, la parte irracional de mí anhelaba seguir a su lado, la parte
racional actuó; posé su mano de nuevo en su regazo; traté de moverme, mis
pies estaban un poco entumecidos, pero pude llegar junto a Stephanie.
Me tomó entre sus brazos, sus sollozos retumbaron contra mi hombro, la
acaricie, deseando que pudiera llorar de esa manera, por mi abuela, por la
parte de mí que había muerto con ella.
- ¿Qué fue lo que pasó? - le pregunté, ella se alejó lentamente de mí, tomó
mi mano.
- Vamos abajo con tus padres- lo dijo mientras me jalaba, creo que la
burbuja cada vez tomaba otras formas y colores.
Llegamos a la sala, ya no veía tantas personas como en el principio, mis
padres estaban sentados en el sillón, mi madre abrazando a mi padre, tenía la
cara hundida en el hueco de su garganta y podía escuchar tenuemente su
llanto. Los chicos estaban sentados en otro extremo cerca de la chimenea, la
enfermera Sonia preparaba un kit de instrumentos en la mesa del comedor y a
su par se encontraba el jefe de la policía local.
Nos fuimos acercando con Stephanie, ella me sentó cerca de la chimenea,
la cual estaba encendida, desee que mi ser se calentara como esas llamas; la
humedad y el frío en ese instante no me parecieron tan atractivos.
- Martha, Jerry, Sofi- Denis pronunció los nombres de mis padres y el mío
con la voz un poco ronca, en sus facciones se evidenciaba el dolor,
atravesándolo; se aclaró un poco la voz, supe que empezaría la historia, la
forma en que había muerto Lita.
Los últimos días había llovido fuertemente, la tormenta estaba provocando
el crecimiento del riachuelo. Lita no podía abandonar las flores que había
sembrado en un terreno cerca del mismo.
Les visitaba todos los días, asegurándose de su crecimiento y de su
protección, era muy testaruda para dejar ese proyecto personal que había
emprendido. Los chicos y yo, le pedimos que se abstuviera de visitar de nuevo
las flores, el área estaba en peligro de derrumbe por el crecimiento del
riachuelo, pensamos que ella se había dado por vencida. Cuan equivocados
estábamos.
Cumplíamos nuestra jornada, cuando a lo lejos escuchamos el derrumbe, el
rio había agrietado lo suficiente la tierra para que saliera a través de la
corriente, rocas, ramas de los árboles que habían caído. Ahí le vimos, había
sido arrastrada casi a llegar al vivero, corrimos hacia ella, pero era demasiado
tarde, el doctor determinó que no se había ahogado, quizás al caer en la
corriente una roca había impactado contra su cabeza, fue instantáneo, no
sufrió.
Cuando Denis terminó, observaba el fuego consumir los leños en la
chimenea, quizás la naturaleza no podía parar ante su empeño por destruir
algo, el fuego consumía todo a su paso, la tormenta arrastro vidas humanas, mi
abuela se había ido.
Los chicos y los vecinos arreglaron todo para el funeral y una pequeña
recepción, así todos podríamos despedirnos de mi abuela, todos me daban sus
condolencias, me había cambiado, me había puesto unos jeans negros, una
cómoda camiseta y zapatos bajos.
Seguía sin derramar una lágrima, solo me perdía en puntos fijos, hasta que
llegaba alguien y me sacaba de mi burbuja, trataba de demostrar mi interés en
lo que me decía y aceptaba sus abrazos, no sentía nada.
Mis padres intentaron charlar conmigo, estaban preocupados por mi estado
mental, por el silencio en el que estaba consumida, intentaron razonar
conmigo, brindándome sus hombros; Denis, Roberto, Carlos y Stephanie no se
quedaron atrás, echándome la bronca de que debía desahogarme, no lograron
nada.
La ceremonia fúnebre paso como en un cine, yo era una simple
espectadora, no dejaba de observar el ataúd, ya le había observado suficiente a
ella, su recuerdo estaba plasmado en mi mente, ella era un libro abierto en mi
alma.
Era el momento de decir algunas palabras, me rehusé a decirlas, mi madre
lo hizo en mi lugar.
- Mi madre siempre fue una persona bondadosa, amante de la naturaleza,
de sus flores, siempre le admiré desde una esquina de la cocina cuando
preparaba sus deliciosos guisados y postres, le observaba en el jardín, tenía
mucha paciencia con las plantas, a la vez era muy testaruda, fue la mejor- su
voz se quebró- la mejor madre, la mejor abuela para mi hija, ella nos amó y le
amamos- finalizó su pequeño discurso.
El ataúd debía descender, me agaché y tomé un poco de la tierra fresca con
la cual habían cubierto la tumba, la deje ir, no solo la tierra, mis límites, el
freno que había puesto en mi vida se hundía en ese agujero con ella.
Debajo de esos metros de tierra se hallaba el cuerpo frío de mi abuela, de
la única persona que entendía mis desvaríos y mis necesidades más profundas,
pero esa ya no era mi abuela, regresaría a la tierra, se convertiría en polvo,
toqué mi pecho, donde latía mi corazón, ahí estaba Lita, en cada uno de mis
palpitaciones desenfrenadas, la ansiedad me consumía, empecé a temblar no
por el frío o la lluvia, sino por no saber que pasaría ahora con mi búsqueda,
con mis sentimientos, con la persona dentro de mí que sabía mi abuela que
existía y que encontraría, de la cual se sentía orgullosa.
Luego del entierro de mi abuela, les dije a mis padres que estaría bien,
aunque quisieron discutir sobre quedarme unos días con ellos, me negué. Me
dieron un aventón desde el pueblo de mi abuela a mi ciudad, eso fue lo único
que deje que hicieran por mí.
El clima no había dado ninguna tregua, a través de la ventana podía
visualizar a todos afuera, con sus grandes paraguas haciendo algo con su vida,
sentí que el asiento del coche me engullía.
- Podrían parar aquí- les dije de pronto a mis padres. Mi madre me observó
desde el asiento del pasajero, con un gesto extraño en su rostro, detrás de todo
su dolor había preocupación hacia mi estado de ánimo, hacia mi vida en su
totalidad.
- Sofi, está lloviendo demasiado y falta mucho para que lleguemos a tu
casa- espetó de una forma cariñosa y a la vez para persuadirme.
- No estamos muy lejos madre y quisiera caminar un poco, además llevo
mi paraguas- di por terminada la conversación tomando mi paraguas y mi
pequeño bolso, lista para bajar de ese coche que se cernía sobre mí.
Mi padre me dio una mirada por el espejo, se estacionó en una pequeña
parada con techo, me despedí de ellos reiterándoles que estaría bien, esperé a
que su camioneta se retirara hacia la carretera principal.
Tomé mi paraguas, era de color negro, se sentía tan pesado en mi mano,
dejé a un lado el paraguas y salí a encontrarme con la lluvia, con su llamado y
todos los recuerdos que traía consigo.
Las gotas bañaban a todo aquel que intentara atravesarla sin ninguna
protección, ya no me sentía protegida, ni encerrada, mi mente evocó el
recuerdo de Lita, con tanto amor y ternura se había portado conmigo, recordé
sus estofados, sus dulces y postres, sus consejos y como se desperdiciaban en
mí, no tendría toda la vida para agradecerle. La lluvia siempre me había
gustado, y aunque ella había sido la que provocó el accidente de mi abuela,
sólo era la naturaleza actuando a su favor, dejé que las gotas de lluvia
siguieran su camino por mi cabello y mi rostro.
Empecé a caminar, en realidad estaba corriendo, mis zapatos estaban
empapados, mi ropa se estaba pegando a mi cuerpo, simplemente quería sentir,
el golpe del agua contra la tierra, contra mi piel que ahora se tornada más
pálida, quería sentir de nuevo.
Tomé mi teléfono de mi bolso, tecleé el número de Jared rápidamente, tras
varios timbrazos contestó.
- ¿Estás ocupado? - pregunté lo más relajada que pude, quería verle.
- No lo estoy- contestó.
-Podrías venir a mi casa dentro de 30 min- eso tardaría en llegar a mi casa
si seguía corriendo tan frenética a como lo necesitaba mi cuerpo.
-Claro- respondió, quizás con la curiosidad asomándose entre sus palabras.
De nuevo a correr, lo más rápido que podía, hacia mi departamento, la
lluvia no paraba, el pequeño bolso iba en mi mano como un peso que no me
hacía levitar sobre la tierra, la cual sentía se abría para tragarme y ahogarme
con mis emociones y recuerdos.
Curiosamente siempre me había gustado jugar bajo la lluvia, entre las
flores del jardín de mi abuela, chapotear en los charcos, llenar de barro la cara
de Stephie, pero me gustaba la forma en que mis emociones se mezclaban
entre gotas y gotas; sonrisas, llanto, dolor, alegrías, todo ello afloraba bajo la
lluvia, era mi aliada, la desencadenante de mis pensamientos más profundos y
nostálgicos.
Corrí y corrí, mis pulmones empezaban a arder por el esfuerzo, pero no me
detenía, aceleraba más el paso, quizá con ello eliminaría la ansiedad que se
había formado en el fondo de mi estómago, en el fondo de mi ser.
Llegué a casa justo cuando miraba a Jared tocar la puerta, aún no tenía
llaves, quizás nunca las tendría.
Me arrojé a sus brazos, así empapada, rebusqué la llave en mi bolso y abrí
como pude.
- ¿Qué te pasa Sofia? - me preguntó, la sorpresa bailaba en sus pupilas.
- Deseo que me poseas, que me hagas tuya, ayúdame a olvidar- le dije
quitándome la ropa con prisa.
- ¡Estás empapada!, ¿estás bien, te han hecho algo? - Cada vez su
preocupación se hacía más palpable.
- Solo hazme tuya Jared, por favor- salió como una súplica, mis brazos
enredándose de nuevo tras su cuello, acercando mi pecho al suyo,
desasiéndome de su chaqueta rápidamente, antes que siguiera preguntado, no
deseaba hablar, solo necesitaba acabar con el temblor de mi cuerpo.
- Sofia- fue lo último que pronuncio cuando se dejó llevar por mis ansias,
rápido lo despoje de sus ropas, el de las ultimas mías, y nos enredamos en la
cama para disfrutar de nuestros cuerpos, yo en busca de un catalizador que
filtrara todos y cada uno de mis lamentos, de mis recuerdos que se estrellaban
tras mis párpados. Necesitaba mi mente en blanco.
El encuentro fue como los anteriores, físicamente muy bueno, Jared se
encontraba a mi lado izquierdo, yo hecha un ovillo viendo correr la lluvia tras
la ventana, envuelta en una sábana, mi cabello empapando la almohada, no
sabía en que momento había empezado pero mis lágrimas rodaban por mis
mejillas.
Sentí la mano de Jared aferrarse a mi cintura, a él asomándose al escuchar
mis pequeños quejidos por la fuerza de los sollozos, y ponerse rígido al saber
que estaba llorando.
- ¿Qué ha pasado Sofia? ¿por qué lloras? - Preguntó vacilante, su mano ya
no sabía si acariciarme o dejar de tocarme.
- Mi abuela ha muerto- lo dije claro y en voz alta, él no lo sabía, pensé que
no tenía por qué avisarle, no teníamos ese tipo de relación, aun así, las
palabras salieron con total afirmación de mi boca, hasta ese momento supe que
no le volvería a ver, no le volvería a hablar de Jared, nunca le conocería.
Apartó la mano de mi cintura, se acercó a mí, pude verle entre la humedad
que cubría mis ojos, no deduje nada de su rostro, de pronto se levantó, se fue
vistiendo poco a poco, tomó una toalla de mi armario y otra sabana, la toalla la
coloco debajo de mi cabello, y la sabana la envolvió sobre mi cuerpo, se
inclinó y beso mi frente.
- Lo mejor es que te deje descansar- lo dijo muy serio, nunca le había visto
así.
Salió de la casa, apenas pude escuchar la puerta al cerrarse, ahora me
encontraba sola, mojada en mi cama, y la persona con la cual me había
refugiado me había dejado. De pronto ahí estaba yo, abriéndome como una
flor a la espera del rocío de esperanza; sin embargo, estaba sola y vacía, como
mi vida, era un simple contenedor que seguía respirando por instinto, mi
abuela la única que me escucho y trato de ayudarme en mi difícil camino de
reencuentro personal, ya no estaba para mí, estaba a la deriva, justo en el
inicio de todo, más doloroso aún, más real con cada lágrima que empapaba mi
almohada, un nuevo y pesado sentimiento se instaló en mis hombros.
No lo entendía, no entendía por que no podía encontrarme, porque me
había reducido a una existencia casi nula, porque mis recuerdos no eran lo
suficientemente buenos, porque se borraban, tenía miedo de que Lita
desapareciera, de no volver a ser yo misma, de que mi búsqueda fuera en
vano, de haberme enamorado y que no me correspondieran.
Jared se había ido, en el momento que quizá más le necesitaba, el ya no
estaba para mí, en mis sentimientos, solo éramos un acostón, algo pasajero;
pero de nuevo mi terca mente evocaba esos recuerdos, de él contándome sobre
su vida, sus sueños, a él abriéndose a mí, ¿sería yo esa mujer a la que el
conquistaría?, o ¿solo sería alguien vacío que aún no se encontraba a sí
misma?, quizás llegaría al final de mi búsqueda o quizás no, mi abuela había
muerto, una parte de mi había muerto con ella, lo que me quedaba ahora era
averiguar mis demás partes y encontrar a la verdadera yo, los sollozos y los
temblores de mi cuerpo no me dieron tregua hasta muy de madrugada que
pude dormir, o eso fue lo que intenté.
Aunque mi abuela hubiera muerto y Jared se hubiera ido, tenía que hacer
algo para acallar mi mente.
Había llamado al trabajo, y me habían dicho que podría tomarme algunos
días libres, creí en ese momento que sería muy bueno algunos días de
descanso, pero entendí que solo estaba posponiendo lo inevitable.
Me arreglé y me dirigí al trabajo, nada era mejor que sumergirme de nuevo
en la monotonía.
Si en algún momento me había sentido incómoda en mi trabajo,
insatisfecha, ahora la pesadez que me poseía era peor, mucho peor. Poco a
poco, mi mente diseño un nuevo plan de búsqueda, todos y cada uno
destinados al fracaso; mis compañeros de trabajo se comportaron muy bien
conmigo, fueron amables y preguntaron por mi estado, algunos hasta se
tomaron la molestia de mantener mi taza llena de café.
La compasión nunca me había gustado, me sentía débil, frágil ante las
personas. Las siguientes noches luego del abandono de Jared, habían sido
buenas en cierta medida, mi bloqueo de escritor había remitido lo suficiente,
tenía mucho material sentimental que extraer de mi sistema.
Terminaba un día más de trabajo, caminé hasta mi casa, sin deseos de
tomar el trasporte, pasé por el super para llenar mi hogar de víveres
necesarios, alimentos y artículos de limpieza. Iba tan empeñada en acomodar
las molestas bolsas de la compra que no me había dado cuenta quien estaba en
la puerta de mi casa.
Jared estaba junto a ella, sus ojos se dilataron al verme, no pude ocultar mi
asombro y un poco de vergüenza, él me había visto llorar, luego de eso se
había ido. Aunque no tuviera una relación formal, se podría decir que
teníamos exclusividad, él no se había comportado ni siquiera como un amigo.
Una vocecita en mi grito ¡él no es tu amigo!
Llegué a la puerta, traté de maniobrar con las bolsas y mi cartera para sacar
mis llaves.
- Ven te ayudo- dijo Jared mientras quitaba de mis brazos las bolsas con los
víveres.
No me negué a su ayuda, hubiera sido inmaduro de mi parte, teníamos que
hablar, en cambio le dije -gracias-. Fue a la encimera de la cocina y depositó
las bolsas ahí, luego pondría las cosas en su lugar correspondiente.
- ¿Podríamos hablar? - me dijo Jared acercándose a mí.
Mi corazón empezó a palpitar, este hombre verdaderamente me atraía, era
mucho más que eso, lo supe desde que le vi.
- Sentémonos- susurre, mi voz no salió con demasiada fuerza por la
excitación que crecía en mí, pude moverme hasta llegar al cómodo sofá
unipersonal, no podría soportar tenerle tan cerca, de esa manera podría verle
más cómoda cuando habláramos.
- Me quisiera disculpar contigo, por la forma en que me porté contigo la
última vez- lo dijo todo muy rápido y no aparto su mirada de mí, vi la
sinceridad reflejada en sus pupilas- Sofia, siempre se me ha hecho difícil
confiar en otras personas, nunca me ha importado lo que pase con otros; sin
embargo, ese día me di cuenta de algunas cosas- se detuvo un poco, su
franqueza me encantaba, era un aspecto de Jared que envidiaba en cierta
medida-quiero proponerte algo.
No siguió, quizás esperaba que le diera una señal para continuar. Pasé mi
lengua por mis labios, extrañamente sentí mi boca muy seca, supe que lo que
me diría sería muy importante.
- Continúa Jared, se directo, entiendo por que actuaste de esa manera el
otro día- claro que lo entendía, el muchas veces se abrió a mí, pero él se
encontró a una histérica que lo sedujo, lo follo y luego hecho a llorar
desconsoladamente por la muerte de su abuela, “cosas de locos”.
- Sofia, lo que quiero decirte es muy importante, yo nunca- vacilo por un
momento y volvió a centrar su mirada en mi- nunca le he pedido algo así a una
mujer en mi vida, nunca he tenido algo como lo nuestro.
Mi corazón empezó a martillar, estaba asustada, aterrada, no sabía cómo
manejar lo que me decía, algo que había deseado tanto.
- He hablado con mi tío, está emprendiendo su propia empresa y desea un
ayudante, alguien de confianza, por ello ha hablado conmigo, desea que salga
del país, arreglaría todos mis papeles, tendría un trabajo seguro y estable- se
detuvo ahí, quizás buscando el coraje para seguir- deseo que vengas conmigo.
Mi cuerpo tembló, Jared deseaba llevarme con él, no era precisamente una
propuesta de matrimonio, pero si de una nueva vida, una junto a él; sin
embargo, Jared desconocía mis sentimientos, todo lo que había callado a lo
largo de esa relación que colgaba en un hilo pasional que con cualquier
sentimentalismo pudo haberse roto, debía decirle todo.
- Jared, antes de darte una respuesta, deseo hablarte de lo que siento por ti-
creo que no sonó como una de esas novelas tan trilladas de la televisión,
estaba decidida a decirle, pero mi cuerpo también deseaba expresarse.
Me levanté, el me observaba, me incliné hacia él, planté mis rodillas en el
suelo, me acerqué a sus muslos, quedando atrapada entre ellos, levanté mis
manos a su rostro, acariciando su barba, delineé cada contorno de su rostro,
ese chico me había dejado sin aliento desde que le conocí, Jared había sido
una sorpresa durante mi búsqueda, él logro ser mucho más que eso.
- Jared, te amo- susurré, observándole con toda la intensidad que esas
palabras tenían en mí, le pertenecían.
Acercó sus manos a mi rostro y me beso, no sólo iba envuelto en pasión,
su beso estaba lleno de algo más, no me dijo que me amaba, no esperaba que
lo hiciera, nuestros cuerpos estaban en sintonía, se necesitaban con un hambre
voraz, la noche transcurrió entre caricias, éxtasis y nuevas posibilidades.
En la mañana me despedí de Jared, me recordó con un beso ardiente que le
debía una respuesta, no estaba muy segura de que decir, tenía un trabajo, un
departamento que era mi hogar, padres que estaban extremadamente
preocupados por mí, una vida que muchos podrían llamar perfecta, pero a la
cual no pertenecía; por una vez en mi vida supe que no me importaba nada,
solo lo que yo quería, mis decisiones con las que viviría el resto de mi vida.
Tomé todo el correo que se había acumulado en mi mesa, lo revisaría todo,
quizás ya no tendría que pagar las cuentas.
Empecé a ordenar todos los manuscritos que había en mi escritorio, esa
semana había presentado mi carta de dimisión en la editorial, por mis venas
corría una euforia desconocida, pretendí por años que mi cubículo era la mejor
oportunidad de un empleo en mi vida, me había cerrado a la idea de hacer
otras cosas, de experimentar, el confort había cerrado las puertas de mi
creatividad y mis sueños.
- Sofi, te echare mucho de menos- se acercó Leticia, envolviéndome en un
caluroso abrazo.
Le prometí que estaría bien, que tenía un nuevo trabajo y que nos
mantendríamos en contacto.
Nunca olvidaré el rostro de mi jefe cuando le di mi carta de renuncia,
estaba estupefacto, me puso muchas trabas a lo de irme de la editorial, me
ofreció un mejor puesto, tomaba mucho en cuenta mi opinión, los manuscritos
y autores a los que les había dado luz verde habían sido un éxito total. La
decisión ya estaba tomaba, me dieron una buena liquidación, en
correspondencia por los años que pase en la editorial, serían una ayuda para
emprender mis nuevos proyectos a futuro.
Un futuro, algo más claro y menos tenebroso cruzo por mi cabeza, las
decisiones que estaba tomando ahora, eran en sí el reflejo de mi libertad, la
podía sentir con el roce de mis dedos.
Mi apartamento era un completo desastre, empaqué todas mis pertenencias,
mi ropa, zapatos, mis libros y algunos archivos sueltos que tenía en mi
pequeña oficina, la caja con mis historias inconclusas también iría conmigo,
sería un recordatorio de lo que alguna vez fui, de lo que me negué por años a
ver. Fui moviendo las cajas a la sala, una parte del mobiliario seria guardado
en una bodega, aun no quería deshacerme de esos muebles, habían sido mis
propias adquisiciones y gran parte de mi deseaba conservarlos.
Tras algunas horas de mucha agitación el departamento estaba
completamente vacío, las pilas de cajas se acumulaban en una zona de la sala,
los demás muebles parecían solitarios entes vagando en las habitaciones.
Estaba lista para irme, había contratado a algunas personas de mudanza
para que trasladaran mis pertenencias a la bodega, entregaría la copia de la
llave al portero del complejo, pensaba alquilar mi apartamento, sería un
ingreso extra y así no me desharía de mi hogar, aunque con él rememoraba
todas esas noches de insomnio e interrogantes.
Tomé mi cartera y mi maleta, en ella llevaba lo más necesario, los caminos
y elecciones de las personas algunas veces pueden terminar encajonados en
una simple maleta, años de experiencias, aciertos y errores, sueños y
esperanzas, mi maleta estaba llena de recuerdos y de una nueva vía que se
abría ante mí, la libertad.
Seguramente Jared estaba esperándome, él siempre era puntual, un rasgo
en contraposición de su despreocupada vida, quizás con el nuevo trabajo
aplacaría su ímpetu.
Estaba en el finito de mi búsqueda, en la entrega final, la noche anterior
había escrito a cerca del significado de una entrega, no era algo simplemente
sexual, yo me entregaría a mis sueños, a una libertad más pura y verdadera que
la que alguna vez experimente, este era un sentimiento real.
Quizás en ningún momento me haya entregado completamente, mi entrega
no ha sido total, ha quedado bajo la influencia patética de las situaciones o de
las personas, deseo no pertenecer a nadie, anímicamente encontrarme en un
punto donde no espero recibir sino entregar a mí misma; dar mi cuerpo como
el objeto que yo uso para mi propio placer, no para el placer de otro; suena un
tanto egoísta, pero es porque aún no he encontrado aquel que me haga darlo
todo, entregar mi todo, pensé que alguna vez lo entregué, es la mayor mentira
que he hecho a mí misma.
Alguien había dicho que necesito exteriorizar lo que sentía; le reproché el
porqué de sus palabras, realmente no era una necesidad; si lo hacía, sabía que
era una total mentira, serían palabras que carecerían de sustancia, de
sinceridad.
Siempre he querido alcanzar esas grandes realidades del universo, pero que
la mayoría piensa que son mentiras inexistentes; como lo es el amor
verdadero, no como lo describen la mayoría, dos personas que se convierten
en simples compañeros, yo quiero pasión, desenfreno, alegrías y tristezas hasta
mi último suspiro y el de mi ser amado, para mi es una promesa oculta en el
empañado espejo de la vida, me quería ver reflejada a mí misma en mis
deseos; sin embargo, no ha sido así.
Las entregas que he hecho no son más que las frías mentiras del mundo,
que claro está, los demás los matizan como explícitas realidades, follar con
alguien y que luego cada cual se aburra del otro, una total distorsión de la
realidad.
Pues las realidades deben de proceder de los deseos innatos del hombre, el
amor, la paz, la sensualidad, esas para mi eran realidades, en contraposición
con su distorsión: el egoísmo, el orgullo insensato; no significan nada para mí.
Me lance hacia mi entrega total.
Llegué a la terminal de auto buses, pude observarle antes que Jared supiera
que me encontraba ahí, seguí la curva de su esbelta espalda, seguramente mis
uñas estarían repintadas en ella, mi cuerpo resintió la oleada de deseo que me
sacudió, su cabello se agitaba un poco por el viento, ese día extrañamente el
cielo estaba un poco despejado.
Parece que mi repaso a su hermoso cuerpo también produjo en Jared
reacciones, volteó casi de inmediato cuando me detenía en su respingado
trasero.
Corrí hacia él, me estrechó entre sus brazos, besó mis cabellos, me aferraba
a su torso, las lágrimas atenazaban por desbordarse de mis ojos.
Comprendí que debía hacerlo, debía irme, pues las personas a mi alrededor
no tienen el poder para hacerme vivir ni lograr que los recuerdos y momentos
sean únicos y trascendentales; yo misma tengo el poder para ser libre, y darle
un nuevo significado a esa palabra en mi vida, puedo actuar en
correspondencia a mis deseos, puedo amar a como amo a Jared, puedo llorar,
reír, sentir las emociones recorriendo mi ser, entendí que son tus propias
decisiones las que guían tu camino.
Me alejé de los brazos de Jared, el calor se fue disipando de mi pecho, pero
en él permaneció una chispa de valentía, con ella tomaría ese rumbo
desconocido.
- Te amo Jared, gracias por todos estos meses, por enseñarme a amar- le
dije viendo a sus amplios ojos, tan intensos y a la vez tan suaves, él me miraba
de la forma que yo deseaba ser observada.
- Te extrañaré Sofi- esas palabras fueron suficientes para esta pequeña
despedida.
Me ayudó a subir mi maleta al transporte, sus labios dieron un ligero roce
contra los míos, un escalofrío estremeció mi cuerpo al perder del todo su
contacto cuando se alejó rápidamente, en sus ojos observé el destello del
dolor, un fugaz instante antes que diera la vuelta y se fuera; nos
mantendríamos en contacto, sabíamos que nuestra amistad era verdadera,
nuestro vínculo innegable.
Ya no deseé observarle, ante mí se habría una nueva senda de
oportunidades, entre mi correo se encontraba el testamento de mi abuela, me
heredó su casa y sus acciones de la empresa; sin embargo, había una cláusula
donde me podía negar a recibirla y mis padres se harían cargo, tenía la
decisión en mis manos, y la tomé.
Amaba a Jared, le amo; pero el amor no es un motivo para apartarte de tus
sueños, de tus metas, la ironía del amor es que te da la libertad de entregarte
sin pertenecer posesivamente a alguien, yo me entregué a Jared y en su amor
me encontré.
Trabajaría con los chicos en el vivero, aprendería sobre la pasión de mi
abuela, preservaría sus flores, su legado, yo me entregaría a la libertad de las
palabras; mi antiguo jefe estuvo interesado en algunos manuscritos que le
mencione, mi bloqueo ya no existía y viviría mi pasión, exploraría tanto
internamente como externamente, no sellaría mi libertad tras el confort que
imprimían las personas o las situaciones en mí, lo inesperado y espontáneo
sería mi nuevo lema, había tirado del freno.
Habían pasado algunos meses desde que me había traslado a vivir a las
Mercedes, el recuerdo de Lita y de Jared persistía en mi memoria, me
encontraba regando las flores por las cuales tanto había luchado mi abuela,
eran preciosas, sus colores asemejaban una gama de rojos y purpuras,
representaban vida y triunfo para mí.
La vida es un vaivén de momentos, sonrisas, lágrimas, de tomar las
decisiones correctas o equivocadas, al final del camino es la suma de todas
esas circunstancias.


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