Había terminado de hacer mis ejercicios, tenía mi cuerpo ligeramente lleno
de sudor, algunas gotas caían por mi frente y otras se colaban entre mis pechos, llegué a las gradas de ese viejo campo, las subí con las piernas temblorosas por el esfuerzo realizado, me senté y recosté mi cuerpo a través de las barras metálicas, por mi nariz se colaba un suave aroma a sarro y humedad. En la lejanía podía ver como en una parte de la ciudad se desataba una tormenta eléctrica, probablemente la humedad que primaba en el ambiente era esa lluvia que alegraba a la ciudad, tan cansada del sol y las altas temperaturas, fue una señal divina que el verano llegaba a su fin. Mientras mi respiración se normalizaba, observaba detenidamente como los rayos atravesaban las nubes tenues y el suave aleteo del resplandor en el cielo, me imaginé la fiereza de esa descarga; quizás por esos tonos melancólicos o el olor del ambiente, mi mente evocó su recuerdo. Sentí las ásperas manos de Jared recorriendo suavemente la piel de mi vientre, poco a poco mi cuerpo pedía mucho más, me incliné hacia él buscando su calor y más de su tacto. - Sofia, ¿estás lista para jugar? - me susurró rozando mis labios, aplicando esa lenta tortura, para Jared la vida era un juego constante. -No es justo- le debatí- sabes que me provocas y pierdo el poco control que poseo- sabía que mi cuerpo estaba en sintonía con el de Jared, no podía negarle nada, pues era arriesgar mis propios deseos y me había vuelto demasiado egoísta para ello. Arrastré mis manos hacia su cuello, acariciándolo con mis uñas hasta llegar a su cabello, se sentía sedoso entre mis manos, era uno de sus mejores atributos, la forma en que su pelo caía en su frente y el viento lo agitaba esparciendo su olor, llenándome de él. Estaba harta de esa egoísta tortura que Jared me provocaba, era mi turno, pegué mis voluptuosos senos a su pecho, sabiendo que le volvían loco, baje de nuevo mi mano hacia su cuello empujándolo hacia mis labios, arrastré mi boca por su sensible piel y su barba, mordí la parte de su clavícula que resaltaba a través de su playera, tracé un camino con mi lengua por su pecho y subí a su garganta, justo en su manzana de Adán, abrí mi boca y la chupé, su cuerpo tembló un poco por el contacto, mientras sus manos se clavaban en mi cintura. Seguía la tormenta, y me ardía la piel no sólo por el esfuerzo del ejercicio, sino por la naturaleza de mis pensamientos, mi boca estaba seca, me tomé una pequeña pausa con mi conciencia para tomar agua, se deslizó por mi garganta aliviando mi sed, estaba segura de que mi sed se debía a otro tipo de instinto humano; de pronto un fuerte rayo cruzó el cielo, iluminando por un momento todo a su alrededor. Me encontraba tan confusa que deseé, en el fondo, que ese rayo y su luz acallaran la profundidad de mis pensamientos. La acción de la naturaleza me hizo temblar y regresar a esas frías barras metálicas que se enterraban en mis muslos, ya no distinguía la ilusión de la realidad, la corriente de recuerdos atenazaba por volver a mí con toda su fuerza, ¿se convierten los recuerdos humanos en ilusiones fantasiosas sobre el pasado? ¿acaso los recuerdos nos sirven para llenar los vacíos del presente? Anteriormente había escuchado que muchas personas viven de recuerdos, poco a poco me iba convirtiendo en una de esas personas. Agité mis piernas a un cierto compás, mi mente era la cueva de los más oscuros e irracionales pensamientos. Sin embargo, no quería dejar que ellos arrebataran la paz interior que reinaba en ese momento, la pequeña brisa que soplaba, los olores que impregnaban el vacío a mi alrededor, todo ello acalló mi volátil imaginación. Sólo deseaba una ducha que arrastrara de mi cuerpo el cansancio del trabajo y el sudor del ejercicio, ponerme mi roído pijama favorita y enterrar mi rostro entre las sábanas de mi cama, buscar de una forma posesiva el olor de Jared, liberar aquello que el ejercicio o las distracciones no pueden borrar, los recuerdos. La tormenta continuaba cayendo en esa lejana parte de la ciudad, mis problemas y los de muchos otros seguían latentes, quizás muchos se deleitaban del mismo modo observando la tormenta, eso me hizo sentir menos sola y miserable; pero ¿a quién quería engañar? me había acostumbrado a la soledad, me levanté de esas barras metálicas y emprendí mi regreso a casa. A cada paso que daba hacia mi pequeño apartamento, empezaba de nuevo esa sensación de no estar donde debería, de no hacer lo que deseaba. Para la mayoría era Sofi, para mis padres Sofia; me había sumado al sistema universal: trabajar, producir y consumir; antes me preguntaba quién era y aspiraba a encontrarme en algún punto del destino, al entrar a ese sistema me di cuenta de que todas las cosas que aborrecía estaban convirtiéndose en mi rutina; ahora soy una chica independiente, lejos de la protección de mis padres; pero me consumía otra dependencia, donde sólo se vive por vivir, donde cada día era el mismo y mi ser anhelaba una sorpresa, algo que despertase mi imaginación. Fue en aquel entonces que me aventuré a la diversión espontánea, pues la misma cobardía de seguir en ese extremo de mi vida fue la que me impulso a recorrer ese camino lleno de adrenalina. Empecé a hacer ejercicio, a correr para despejar mi mente y mi cuerpo de las toxinas y los pensamientos nocivos, fui abriendo mi mente a placeres carnales como el baile y el sexo, los consentía de la misma naturaleza, dos cuerpos en sintonía, buscando placer y satisfacción, sin ningún sentimiento de por medio. ¿Qué es el sexo para mí? podría decirse que es una simple herramienta, aunque tenga orgasmos, no siento nada, solo llevan a un vacío, algo que nunca está lleno, una brecha hacia mi búsqueda. Una de tantas noches que salía al encuentro de las sorpresas fortuitas le encontré, Jared no era nada del otro mundo; era alto, su piel de un tono bronceado, con un cuerpo bien proporcionado, su camiseta se ceñía a unos músculos bien definidos y nada exagerados, su espalda era hermosa, poseía unos anchos hombros en los cuales imaginé me aferraría muy bien, una barba cincelaba su rostro, un cabello liso y sedoso pedía ser envuelto por mis manos, su mirada era un poco aniñada en comparación con su aspecto, su sonrisa tan despreocupada, enmarcada en unos labios carnosos y apetecibles, del color de la lujuria, aquella que despertó apenas le vi; ese hombre era todo lo contrario de mis antiguos amantes. Decidí no acercarme, pues su olor a pesar de la distancia atropelló mis sentidos, hubo más noches, le miraba con una chica diferente, la mayoría voluptuosas y con grandes caderas. Mi autoestima se venía a pique, me deleitaba en el deseo obsesivo que sentía por Jared; pero no entraba precisamente en la categoría de chicas que le rodeaba, yo era alta, con pechos grandes, me había puesto en forma, pero no era nada voluptuosa; admiraba algunos de sus trofeos -así les llamaba a esas chicas- que lo observaban anhelantes, llenas de esperanzas y corazones rotos, ¿me había vuelto parte del club?, la idea me pareció graciosa, por ello actuó la Sofia que se negaba a quedarse con los brazos cruzados, mi vacío perpetuo buscaba cualquier emoción que me devolviera la sensación de estar viva, por ello me acerqué a Jared. No tenía tanta prisa por llegar a mi departamento, quedaba a unas cuantas manzanas del campo de fútbol, tenía mi cuello un poco sudoroso, al secarlo también no pude evitar regresar a la primera noche que disfruté de Jared, así que dejé volar un poco más mi mente. Salía de una fiesta, había recibido un mensaje de Jared en el cual ponía su dirección y me pedía vernos, le dije que llegaría un poco tarde. Las calles estaban oscuras, las plataformas me mataban, pero pude llegar a su casa, me temblaba el cuerpo por la expectación, me armé de valor y toqué a su puerta, tardo solo unos segundos, y al abrir pude verle. Llevaba el pelo un poco largo, y le caía descontrolado sobre la frente, se miraba salvaje, quería pasar las yemas de mis dedos por ese seductor cabello. -Pensé que no vendrías- me dijo invitándome a entrar. Cerró la puerta tras de mí, pude ver que en la sala estaba la cama, no era muy amplia, quizás el típico departamento de soltero, unos cuantos muebles y una gran pantalla de televisión, el cual era lo único que iluminaba la estancia, Jared se tumbó sobre el colchón, tan despreocupado como siempre, me acerqué a la orilla junto a él, y me descalcé, me mataban los zapatos. -Te dije que vendría- le repetí. - ¡Venís borracha! - lo dijo sin tapujos ni prejuicios. Me incline sobre él, que mis pechos rozaran el suyo a través de la tela sedosa de mi camisa. - ¿Quieres probar que no lo estoy? - me lancé hacia su boca, su sabor era delicioso, me acepto sin rechistar, posé mis manos en su cuello, ¡qué bien besaba!, subí a la cama quedando a horcajadas sobre su cuerpo, pude enredar mis manos en su cabello, mi respiración se aceleró y pude sentirle excitado a través del roce de nuestros cuerpos. -Me tienes nervioso - susurro contra mis labios. - ¿Y eso por qué? - me extrañó su comentario. -No lo sé- contestó y se lanzó otra vez por mi boca, sus manos subían por mi blusa, acariciando mi espalda, desató el nudo del cuello de mi blusa y me la quitó, me empezó a acariciar los pechos, desprendió mi sostén y mis senos quedaron justo cerca de su boca. Su boca y sus manos salieron tras ellos, atraparon mi pezón izquierdo y chupó hábilmente, yo sólo me retorcía sobre él, pasó sus atenciones al derecho. -Muérdeme- le susurré en el oído, sus dientes tomaron mi pezón, lo retorcieron y luego chupó, pasando su lengua, el placer que sentí era tan intenso, quería sentir más de su piel. Tomé su camisa y fui subiéndola por su cuerpo, tenía su pecho desnudo, posé mis labios en su cuello, chupando, pasando por su clavícula y mordiendo su hombro. Su cuerpo se sacudió debajo de mí, las mordidas le gustaban y yo estaba dispuesta a seguir esa tortura, de pronto me hizo rodar sobre la cama, y me besó profundamente mientras se acomodaba entre mis muslos. -Tenías razón, besas delicioso- se escapó mi pensamiento entre el ardor de nuestros besos. -Tú también besas bien Sofia, tú eres deliciosa- volvió a introducir su lengua en mi boca, mientras deslizaba su mano por mi vientre y tocaba mi humedad. Instintivamente, abrí más las piernas para él, y pequeños jadeos se escapaban de mi boca, sus dedos salieron de esa parte de mí que tanto le necesitaba y terminó de despojarme de mis prendas, a la vez las suyas caían al suelo, me quedé observando con la luz tenue que desprendía la televisión la silueta de su cuerpo, era delgado, pero con una constitución deliciosa y bien proporcionada, su pecho, su abdomen definido, sus piernas bien torneadas y su trasero ¡estaba loca por tocarlo! Volvió a posarse sobre mí, sentía todo su cuerpo, la noche había sido fría, pero él me calentaba, estaba ardiendo por él, tocaba mis pechos, metía su lengua rozando hasta el último rincón de mi boca, y deslizaba sus dedos entre mi humedad, la tortura era intolerable, toqué su erección, estaba como una roca, me deseaba y eso me gustó. Volvimos a besarnos, su miembro se apretaba en mi entrada tentándome, estaba húmeda. - Jared, ¿tienes preservativos? - susurré contra sus labios. - Claro, espera un momento- estiró el brazo debajo de una almohada, sacó el sobre y rasgó de inmediato el envoltorio, poniéndose el preservativo, se posó otra vez sobre mí, me acarició, seguía húmeda, estaba ansiosa por tenerle. Se deslizó lentamente dentro de mí, llenándome, jadié clavando las uñas en su espalda, cuando llego muy profundo salió y empujó otra vez, era suave, pero se sentía tan bien, de pronto salió de mí y sentí un vacío. Cambiamos de posición y continuó follándome, cuando empezaron sus embestidas no pude evitar jadear por ellas, puso sus dedos sobre mi clítoris, empezó a hacer círculos en él y penetrarme, con embestidas suaves pero certeras, nunca había sentido igual, acabe tan rápido entre sus dedos, estaba temblando, el orgasmo había sido fantástico, el seguía moviéndose dentro de mí, sus embestidas me estaban volviendo loca de nuevo, a veces eran suaves, otras eran fuertes, buscando un ritmo, dio unos empeñones más fuerte y se relajó dentro de mí. Sentía su respiración en mi cuello, me sentí satisfecha, seguía acariciándome; nadie había sido así conmigo en la cama, mis encuentros fortuitos eran simples y egoístas en la cama; Jared me había follado diferente, quería más, era atento con sus caricias, sus besos eran deliciosos, mi mente estaba llena de él, su olor, la forma en que me hizo suya y siguió haciéndolo toda la noche. Después de esa noche tuve miedo, en todos esos meses que me había aventurado nunca había sentido con nadie, lo que sentí esa noche con Jared. Me ha hecho desear más, su piel caliente contra la mía, su sabor en mis labios, sus tiernas manos recorriendo mis curvas, me hacen desear algo más, sé que para él es solo sexo, pero ¿qué pasaría si se sintiera diferente?, si desconectara con el mundo a como yo lo hago en sus brazos. Aunque mi cuerpo anhelaba tenerlo de nuevo y deseaba enviarle algún mensaje, frené eso, no hubo llamadas, ni mensajes en una semana, hasta el fatídico día, en que llegó un mensaje de Jared y no pude reusarme a contestar; al escribirnos, hubo un nuevo detonante de encuentros sexuales. Aparté de mi frente un poco del sudor con la pañoleta que había amarrado a mi muñeca, movía en constancia mis pies, mi cuerpo aún no bajaba el ritmo, aunque fuese una pequeña caminata, era un tic nervioso que se altera mucho más cuando mi mente decidía rememorar. Llegué al portal de mi departamento, en la primera planta de un complejo muy económico, un poco alejado de mi trabajo; pero no dejaba de ser cómodo, saqué de mi pequeña bolsa pegada a mi brazo la llave del mismo, al abrir la puerta me embargo la sensación de tranquilidad y pertenencia más frecuente que he tenido en el último año, mi departamento era mi santuario, la sala de estar decorada mayormente con muebles color marrón y negro de cuero, las paredes pintadas todas de blanco, no era muy grande, lo suficiente para mí y alguna visita esporádica de mis padres, el estilo era abierto, desde la cocina podías observar lo que sucedía en el pequeño comedor y la sala, había una puerta para un área destinada específicamente a la lavandería, luego un pasillo con las dos habitaciones a cada lado con su respectivo baño; llegué a la cocina, observé el contraste de los electrodomésticos de acero con las encimeras de granito, rellené mi botella de agua, mientras intentaba desatar el pañuelo de mi brazo. Camine hacia el área de lavandería y la tire a la canasta, la impresión de volver a mi santuario fue básicamente sustituida a través del silencio que reinaba en mi hogar, di algunos sorbos largos idealizando como el agua serviría para desenredar la opresión que reinaba en mi garganta. Fui por el pasillo hacia la habitación, una cama gigante me esperaba, empecé a quitarme la ropa mientras la arrojaba en la canasta en una esquina de la habitación, el cuarto conservaba el mismo diseño minimalista, paredes blancas, el cabecero de la cama era de un negro profundo en contraste con el color madera de las mesas a sus costados. Me deshice de la última prenda y entre a mi baño, lo que más quería era llenar la tina y tener un largo y extenuante baño, pero supe que solo empeoraría mi estado anímico con ello. Encendí la ducha comprobando si estaba en la temperatura correcta, en comparación con otras personas me gustaba el agua casi hasta quemar mi piel, entre por completo bajo el chorro, sentí un cosquilleo en mi piel, el calor se propago por mi cuerpo, ahuyentando esa pequeña opresión en mí. Recordé que Jared no me acariciaba en ese momento; que, aunque hablamos todo el tiempo, se debía a que yo insistía en tener esas conversaciones y esas atenciones con él; sin embargo, la mente humana empieza a formular un sin número de pretextos que nos alejan totalmente de la realidad; el desinterés, la baja autoestima, el egoísmo, pequeños inyectores de mi sistema destructivo, que me impulsaban a ser obstinada y masoquista. Me planteaba la existencia de la pasión y la emoción en una relación, ¿Jared y yo teníamos eso? ¿teníamos una relación? El arrebato nos consumía estando juntos, quizás algún día terminaría, teníamos planes a largo plazo, unos meses más juntos, pero ¿de verdad pasaríamos tanto tiempo juntos?; eso no lo sabía y me estaba llevando al borde de la desesperación, yo nunca le mentía, ya no follaba con otros, no pensaba en alguien más, yo solo quería pertenecerle; y el, quizás follaba con otras, o salía con otras chicas, pensaba en ellas, cuando estábamos juntos y revisaba su teléfono suspicazmente miraba que su bandeja de entrada estaba llena de mujeres esperando sus atenciones, sentía como el vacío en mi interior ardía, esa reacción no la había sentido hace varios años pues ya nada hacía que yo sintiera algo, yo nunca le mentiría, me repetía a cada segundo, esa fue la primer mentira en mi lista. Salí de la ducha envolviendo una toalla en mi cabello y mi cuerpo, tomé de mi mesa de noche unas bragas y mi roído pijama favorita, un pequeño short de algodón y un camisolín que habían visto tiempos mejores, pero eran tremendamente cálidos para mí, no me molesté en secar mi cabello lo tendí sobre la toalla que acomodé sobre la almohada. Llegaba a la parte más difícil del día, una saturación de incógnitas y emociones nublaban mi sueño, se me hacía cada vez más difícil dormir, había un vacío y no sabía lidiar con él, la mayoría del tiempo las personas huyen o se aferran a la idea que el sitio donde están es agradable y cómodo; sin embargo, todo ello es una forma de camuflar su cobardía, ya no quería seguir siendo cobarde. De pronto tocaron a mi puerta, no sabía exactamente quien podría ser, si fuera Jared me hubiera llamado o enviado un texto; pero seguramente era alguien que ya conocía el portero ya que lo dejo entrar al edificio, me levanté de la cama, le di un nuevo vistazo a mi teléfono, pero no había nada, quizás era alguno de los vecinos. Arrastré mis pies por el pasillo, al llegar a la puerta observé por la mirilla, la había instalado hace algunas semanas con Jared y me estaba sirviendo mucho, ajusté un poco mi vista y vi la frente de Jared, le abrí de inmediato un poco extrañada. - Hola Jared, revisé mi teléfono, pero no tenía ningún mensaje tuyo- le dije extrañada, tratando de averiguar el gesto sombrío que tenía su rostro. -No pude llamarte ni enviarte algún mensaje, dejé mi teléfono, ¿podría pasar la noche aquí? - me preguntó con una mirada un poco suplicante. No entendía que pasaba con Jared, él normalmente era divertido, extrovertido y muy directo, en realidad nunca me pedía permiso, yo simplemente asumía que se quedaría mientras no se vestía y se levantara de la cama. - Claro, puedes quedarte- le tomé de la mano y lo jalé para que entrará en casa, cerré la puerta, asegurándola, al voltearme Jared me estaba viendo profundamente, una expresión entre necesidad y lamento. Se lanzó por mi boca, me aferre a sus hombros, adoraba esa boca, hacia maravillas en mí, me estrelló contra la pared cerca de la puerta, me levantó un poco del suelo. - Enrolla tus piernas a mi cintura- me ordenó en un tono ronco. Había dejado de pensar o lamentarme, subí mis piernas a donde él quería, tomó mi trasero entre sus manos, rozando nuestros cuerpos, le necesitaba. En todos los encuentros que había tenido con Jared, ese había sido una locura, aparte de follar contra la pared; sin embargo, al llegar a la cama había sido un poco distante. Le contemplé con la extraña sensación de que algo le pasaba, acaricié su espalda, Jared no se reusó a mi tacto, pero su cuerpo se tensó. -Jared, habla conmigo- le susurré, yo deseaba que me tuviera confianza. - Acabo de ver a mi padre- dijo con la voz ronca, su cuerpo se tensó mucho más, quizás por la rabia o el dolor, no estaba muy familiarizada con su vida, pero sabía que su padre no formaba parte de ella. - ¿Algo está mal con él? - le pregunté, no sabía exactamente que más preguntarle, una parte de mí se negaba a que ya no hablara, quizás nunca más tendría una oportunidad de que se abriera de esa forma conmigo, quería su confianza. Tomó mi mano que aún acariciaba su espalda, haciendo que le abrazara por su cintura, me acurruqué mejor a Jared y le abracé más fuerte, su olor me embriagaba. - Él golpeaba a mi madre cuando yo era apenas un niño, no lo soportaba, siempre he renegado de él, mi madre lo corrió de nuestra casa, le amenazó con ir a la policía, luego ella me dejó, no soportaba verme, le recordaba a él, mandaba dinero con frecuencia; pero no volvió, sólo tuve a mi tío que cuido de mi- todas las palabras se precipitaron de sus labios. -Lo siento mucho Jared, ellos no te merecen, tu eres maravilloso- no sabía cómo reaccionar a su confesión, sólo dije lo que sentía, mi boca dejó escapar un jadeo cuando Jared se movió rápidamente en la cama, inmovilizándome con su cuerpo. -Gracias Sofia- susurró contra mis labios antes de arrebatar de nuevo mi cordura. Se acercaba el fin de semana y me propuse ir a visitar a mi abuela, el pueblo donde vivía era muy cercano a mi ciudad; en comparación con la casa de mis padres que estaba en otra ciudad, muy lejos de mí -esa había sido una de mis decisiones para empezar con lo que creí era mi vida- así que nos comunicábamos con regularidad -lo admito, ellos se comunicaban conmigo, yo simplemente no tenía tiempo-. Las visitas a mi abuela Lita (era el cariñoso nombre por el que todos la llamamos) se habían vuelto cada vez más consecutivas, quizás por mis vacíos, o la necesidad de escucharla hablar sobre mi abuelo -del que no me acuerdo muy bien, murió cuando era muy pequeña- así que ocupaba cualquier pretexto para ir y empaparme con su sabiduría, había sido ella con su obstinada testarudez quien me había hecho aventurarme a mi búsqueda. El sábado muy temprano tomé un bus que me llevaría a las Mercedes, el pueblito donde vivía Lita, en el camino dormía por ratos, o me entretenía con mi libro favorito de viaje “Cien años de soledad” escrito por Gabriel García Márquez, extrañamente sentí que no avanzaba, era una ávida lectora, pero mi continuo desvarió emocional estaba acabando hasta con mis ganas de escapar a una ilusión mucho más placentera y creativa que me ofrecía la lectura. El viaje no duraba demasiado, pronto cruzamos el puente que daba la bienvenida junto a un hermoso riachuelo, las rocas y agua del mismo creaban a través del pueblo una fuente de belleza natural que capturaba a los pocos turistas que transitaban por sus orillas, era un buen lugar para vivir, tranquilo, lleno de árboles, el aire era diferente, las personas actuaban distinto y otra vez me di cuenta por que adoraba ese lugar y quería a Lita, podía ser otra persona ahí, un ser mucho más semejante al que mi mente proyectaba. Me bajé del autobús, y comencé la caminata a la casa de mi abuela, los sitios ahí estaban mucho más cerca que en la ciudad, a medida que me aproximaba miraba a mi alrededor, ancianos concentrados en sus debates de ajedrez me saludaban como una vieja aventurera que regresaba a su hogar, los perros correteaban en los jardines empapándose sus patas del lodo que se había formado por las constantes lluvias, reconocía de nuevo los distintos puestos, la cafetería, las tiendas de regalos, la floristería, admiraba todo con familiaridad y las nuevas cosas, las detallaba en mi registro mental, aprender algo más siempre me había gustado. - ¡Hey Sofia, Sofia! - gritaban desde el otro lado de la calle, volteé y me encontré con la hermosa sonrisa de mi amiga Stephanie, su cabello color avellana ondeaba cuando corrió hacia a mí, era un poco más baja que yo, pero el trabajo de campo le había dado un cuerpo muy torneado oculto tras sus jeans desgastados, su camisa vaquera y sus botas llenas de lodo, al llegar a mi lado nos envolvimos en un caluroso abrazo. - Hola Stephie, ¿Cómo has estado, que tal tu nuevo trabajo? -Hola Sofí, pues un poco pesado, pero las vacas y yo nos vamos entendiendo cada vez mejor- todo eso me lo dijo a una velocidad vertiginosa, así era Stephanie, una chica dulce y vivaracha, además de amante de los animales. - Pero ¿todos en la finca te han tratado bien o no? - me preocupé por ella, teníamos casi una vida de ser amigas, y siempre que llegaba a las Mercedes nos hacíamos confidencias y escapábamos al campo a hacer de las nuestras. - Pues sí, aunque he tenido que aplicarme para que esos hombres testarudos me tomen en cuenta, aunque sean más viejos y con experiencia no quiere decir que no haga bien mi trabajo- afirmó levantando el mentón, había sido la mejor de su clase en veterinaria, ahora trabajaba con una hacienda ganadera, la más grande de la zona. -Tranquila, tu demuéstrales de lo que estas hecha, verás como todos esos machotes besaran tus botas- le dije, pues estaba segura del buen trabajo que hacia mi amiga y de su carácter, cuando se proponía amargarles toda su existencia y rebanar sus cabezas duras. - Lo sé amiga, ¿vas donde Lita? - me preguntó mientras se le iluminaban sus ojos rasgados, esa mirada la conocía. - Sí, me prometió que tendría un delicioso tres leches- le solté mientras observaba su cara de total complicidad conmigo, ¡asaltaríamos la cocina de Lita! - ¿Qué tal una carrera hasta la casa? La que pierda comerá la cuarta porción de la otra- me propuso mientras me empujaba y se adelantaba unos cuantos pasos de mí. - ¡No te dejaré ganar! - le grité con todas mis fuerzas mientras me impulsaba hacia mi premio. Cuando llegué al porche de la casa de mi abuela, respiraba con dificultad por el esfuerzo de la carrera, aún con los pasos que me había adelantado Stephie, no pudo ganarme; la dejé por muchos metros atrás de mí, mi altura y mi complexión física me pusieron más fáciles las cosas. - ¡Sofi, has hecho trampa! - me discutió Stephie mientras se sentaba en las sillas mecedoras que estaban en el porche. - Te recuerdo que la que se adelantó fuiste tú- le dije con total inocencia. - Tus largas piernas me han deshonrado- bufó como si tal fuera el pretexto perfecto. - Vale, vale, no te reclamaré mi premio, pero tendrás que aceptar frente a Denis y los chicos que has perdido- le propuse, sabiendo que haría cualquier cosa por los deliciosos postres de Lita. - Está bien, lo haré- las palabras salieron de su boca mientras hacia un gracioso puchero, empezamos a reír como locas, llenas de lodo y un poco húmedas, la lluvia había empezado de nuevo. - Hola mis niñas, ¿qué les ha pasado? - exclamó mi abuela saliendo de un lado de la casa, con unas botas de hule, su cabello hecho una moñita de tomate blanco, su falda caía hasta donde terminaban sus botas y llevaba uno de sus suéteres tejidos a mano, en los cuales se afanaba mucho para crear diseños encantadores. - Una pequeña carrera, nada más- dije empezando a caminar hacia ella, la envolví entre mis brazos recordando ese viejo aroma, que tanta tranquilidad irradiaba a mi ser. - Ummmmm, mmmm - escuché carraspear por detrás de Lita, de un saltó me separé de ella y corrí a saludar a los chicos que trabajan con ella y a los que adoraba con locura. - ¡Hey pequeña! - me tomó Denis, dándome unas cuantas vueltas en el aire, cuando me bajó, Carlos y Roberto despeinaron un poco más mis cabellos y cada uno pasó sus brazos sobre mis hombros. - ¿Estas preparada para el delicioso almuerzo de Lita? - me preguntó Carlos mirando de reojo a Roberto. - Yo estoy pletórico, desde el desayuno, esas tostadas siguen apareciendo en mi mente como una tentación - exclamó Roberto pasando su seductora lengua entre sus labios, pues los chicos que trabajaban con mi abuela eran realmente sexys, altos, con un cuerpo atlético moldeado por el trabajo en el campo, pero sobre todo con un cariño infinito hacia mi Lita. - Ya dejen de torturar a mi nieta chicos, y apresúrense a entrar, en un momento tendré listo el almuerzo- los regaño mi abuela sabiendo las ansias que tenía por probar su comida cacera. - ¡Ah, les advierto que no podrán tocar el postre hasta el final! - gritó mientras los chicos entraban a empujones a la casa seguidos por nosotras impidiendo que acabaran con el postre. La tarde pasó compartiendo un almuerzo agradable entre todos, relatando la forma humillante en que le gané la carrera a Stephie, hablamos sobre el negocio de Lita junto con los chicos, ellos tenían varios viveros llenos de distintos tipos de flores, lo que había comenzado como una pequeña fuente de ingresos con los años y la dedicación habían creado un negocio sostenible, muchas floristerías de la ciudad tenían como proveedores a Lita y lo mejor es que tenía a esos tres hombres que muy pronto se convirtieron en accionistas junta a ella. A media tarde Stephie tuvo que regresar al trabajo y los chicos debían terminar su jornada del día, revisar algunos pendientes de entregas y el mantenimiento de los viveros. - Lita, los chicos me comentaron que el lugar donde sembraste tus nuevas flores será muy peligroso si sigue creciendo el riachuelo con estas lluvias- le mencioné esperando sus pequeños arranques de mal carácter y cabezonería que con la edad eran mucho más frecuentes. - Sofía, preferiría que no te metieras en mi trabajo - carraspeó levantando ligeramente su rostro y observándome con advertencia en sus ojos. - Sabes porque lo digo, así que no me veas así Lita- si a cabezonería quería jugar, yo me apuntaba al juego. - Mejor en vez de discutir sobre algo tan absurdo, porque no me cuentas ¿qué tal vas con Jared? - lo dijo con un tono que no admitía discusión, lo cierto es que con sólo la mención de su nombre mi cuerpo vibró. - Es sólo un juego abuela, como todo lo demás, un simple intento por sentir- le confesé con mucha seguridad, sabiendo que el ligero temblor en mi vientre y el rubor de mis mejillas me delataba. La primera persona con la que pude conversar a cerca de los vacíos y la repetición que vivía a diario fue con mi abuela, siempre en nuestras conversaciones ella me narraba sus experiencias y las posibles decisiones que pudo haber tomado, pero que al final desechó. Se aventuró a desobedecer a sus padres y casarse con alguien que ellos no aprobaban, mi abuelo José, quien le demostró que no importaban las circunstancias, él siempre estaría a su lado. A lo largo de sus años de casados, construyeron una familia, tuvieron altos y bajos, pero permanecieron juntos. Por eso adoraba escuchar a mi abuela, su pequeño mundo se componía de las más diversas historias y experiencias, la imagen mía que habitaba dentro de ella, era una persona que tomaba su libertad y salía al mundo orgullosa de ella. Mi abuela conocía partes de mí, que hasta yo misma desconocía, mi perpetua necesidad por encontrar algo que me sorprendiera, por tener algo más de lo que yo misma había aceptado, dejar de vivir por vivir; mis recuerdos ya no existían se habían convertido en una mancha oscura de mi vida, solamente sucumbía a la monotonía. - Sofi, te conozco y sé que has encontrado algo que no esperabas - con esa sola frase, cortó mis pensamientos y puso a latir mi corazón desesperadamente. - Jared es alguien distinto, su olor es una maldita droga para mí, he visto algo en él que me alienta a seguir descubriendo, algo que me inquieta, y esta sensación me hace sentir que puedo lograr eso que me he negado por tanto tiempo - le explique entre murmullos incoherentes debido a las palpitaciones de mi corazón. - Amor - finalizó mi abuela. - No creo que se trate de eso, sabes que te amo a ti, a mis padres, a Stephie, a los chicos- empecé a enumerar mi gran lista, de inmediato paré porque no sabía a quién más añadir. - Pero nunca has amado a un hombre- lo dijo como si fuera lo más obvio del mundo. - Ya no te acuerdas de Michael, el de la preparatoria- saqué a una de mis conquistas, quizás la peor de la historia, el chico hasta quiso pedir mi mano y llevarme a vivir con mis suegros, ¡no me lo podía creer!, terminé con él al día siguiente de la sola mención de casamiento, ni decir que me persiguió todo el último año y me encontraba besando a un chico distinto cada semana, todo ello lo hizo disentir de su afán. Al instante la hermosa risa de Lita inundo la estancia. - ¿Sabes que pensaba sobre ese muchacho?, no sabía si me daba lastima o gracia, jugaste con él y no te hiciste cargo de tus acciones- una vez más mi abuela me conocía demasiado bien. - No sé lo que siento, lo único que sé es que él es diferente, que a veces me encuentro observándolo mientras disfruta de lo que he preparado para él, que las pocas noches que queda en casa quisiera alargarlas mucho más, pero sobre todo cuando le recuerdo algo florece en mí, algo primitivo y desgarrador, Jared me inspira- terminé con mi pequeña, pero muy concreta confesión, las palabras no eran suficientes para describir lo que él representaba para mí. - Hey mi niña, has lo que necesites por encontrar una respuesta, por encontrar ese brillo que viene y se va de ti, encuentra quien eres, no quien deberías ser- susurro Lita mientras acariciaba mis cabellos. Pronto había anochecido y cenamos entre platicas más superficiales, llegué a la pequeña cama que ocupaba en su casa, llovía de nuevo, las gotas se estrellaban contra el techo, me encontraba envuelta en una gran manta de algodón. Algunas gotas se precipitaban contra la ventana y eso me llevó a Jared, a mis nuevos y placenteros recuerdos, al día siguiente debía enfrentarme de nuevo a mi vida, a mi redundante existencia, con su continuidad deslizándose a través de mis manos, ya no podía sostenerle. Viajé de nuevo a la ciudad, no sin antes llevar un cargamento de comida debidamente almacenada, entre ellos algunos postres que me dio Lita, los comería con mucha paciencia. Me despedí de todos entre medio de la lluvia, la naturaleza irrefrenable. Sonó la maldita alarma, la apagué de un manotazo, era lo mismo todos los días: alarma, salir de la cama, entrar a la ducha, secar mi cabello, vestirme, hacer café, tomarlo junto a alguna tostada, cepillar mis dientes, tomar mi cartera, mi computadora e ir al trabajo. Llegué en unos 20 minutos a mi trabajo, tomando el transporte público, llegaba un poco temprano a las oficinas de la editorial. En el pasado había soñado con un trabajo de oficina, destinada a hacer lo que más amaba, leer y escribir. Lo admito, era una amante literaria y mis esfuerzos habían dado fruto y me habían hecho parte de una editorial excelente, logré ser una de sus editoras. Había pasado algunos años, en la misma oficina, leído manuscritos a una velocidad de vértigo, buenas historias, nuevos estilos, nuevos autores; y mi día a día se había convertido en una sucesión de acciones que aumentaban mi vacío emocional. Saludé a algunos de mis compañeros que ya estaban empezando su trabajo o hablando de la borrachera del fin de semana, tomé asiento en mi cubículo, abrí mi portátil, tomé un gran manuscrito de mi escritorio y continué su lectura. Un beso, así se llamaba el escrito, no pude evitar morder mis labios, y sumergirme en mis pensamientos. Me siento a la deriva, perdida en nuevos y atrayentes caminos, y estos me han llevado a Jared, a sus labios carnosos y con un color carmesí, al probarlos son dulces, su lengua es juguetona, su beso llena cualquier espacio entre nosotros, cualquier angustia o infortunio, cualquier decisión acertada o errónea, en sus besos puedo encontrar el tierno roce del deseo o la arrebatadora pasión. Es un fierro ardiente que quema al contacto, y llega a aquellas partes de tu cuerpo más necesitada, es un beso que te hace pedir más, más de su piel, de su olor, de sus caricias, de sus fugaces besos, pues se convierten en una letanía, algo oculto entre tus recuerdos, pero te hacen vivir. Cuando me besa con arrebato, mordiéndome hasta que la sangre fluya, y luego saboreando con su lengua, curando con cariño su brusquedad, sólo puedo mirarlo a sus ojos, dejarle sentir mis labios, y que por ellos mi grito de emociones se escape entre jadeos, Jared cuando tú me besas no hay nada mejor que empapar ese momento de ti, pues te pertenece. -Buenos días Sofia- me saludó mi jefe, un gran y reconocido editor y escritor, con su intromisión me había alejado de lo que mi mente no quería abandonar. -Muy buenos días Sr. Morris- le di mi mejor sonrisa de oficina mientras él seguía caminando hacia su despacho. Parece que otra cosa se iba a sumar a mi lista de problemas -mi trabajo-, ya no disfrutaba de él, el cúmulo de escritos ameritaba un dolor de cabeza todos los días, mi creatividad e imaginación habían decaído, estaba en lo que llaman “bloqueo de escritor”. Nunca le había enseñado a nadie lo que escribía, algunos relatos inconclusos se los había leído a mi abuela, estos habían acabado en algunos cajones de mí habitación, el aspecto más libre de mi vida contenido en palabras. Necesitaba un café, me levanté y me acerqué a la cafetera de la oficina, era una editorial y el café gratis era una prioridad, volví a mi cubículo, tomé la taza entre mis manos, entrelacé mis dedos y sentí como el calor se extendía por mis palmas, me incliné hacia la taza, observé el café oscuro. Esa noche se había quedado en casa, entre mis sabanas, su liso y sedoso cabello caía en pequeñas ondas sobre mi almohada, su respiración era acompasada, y sus labios estaban entreabiertos, desde mi posición y con la luz tenue de la vela que había encendido en mi habitación, podía vislumbrar los destellos que emanaban de su cabello. Los ases de luz penetraban en cada una de las fibras de su cuero cabelludo, en la luz del día muchas veces lo podrías confundir con un negro azabache, pero ante esa vela sus más íntimos destellos no podían ocultar su verdadero color, un café profundo y a la vez un tono suave para la vista. Observar la despreocupación de su pelo a través de mi almohada, me recordó cuanta similitud tenía con su dueño, la caída del mismo se asemejaba a la corriente continua del agua entre las rocas en una cascada, su profundo café en las raíces del cabello emanaba fuerza y vigor, algo electrizante; pero si se miraba con detenimiento a medida que se alejaba de las raíces el tono café serpenteaba aún más intenso por su afabilidad, un color lleno de vida, lleno de rudeza, un color lleno de misterios y de promesas no dichas. Recordé cuan agradable era la sensación de tenerlo entre mis manos, pasar mis dedos entre sus mechones, jalar de ellos y que un jadeo escapara de su boca, quizás todo en su cuerpo se encontraba en sintonía, en un perfecto equilibrio que lo hacía irresistible. Tomé un sorbo de café, se deslizó por mi garganta irradiando una sensación de calidez; se había convertido en un mecanismo de defensa, unos pocos minutos con esa sensación me hacían ver mis necesidades más inconscientes, respire profundamente, el olor se deslizo por mí nariz, era mi debilidad. El olor de Jared era la fórmula para mi descontrol total, debajo de ese fuerte y seductor aroma había una esencia, que lo hacía parecer más vivo, más vulnerable y sensible. La parte más íntima de él podía revelarse al dividir las capas de su olor, mi curiosidad atenazaba a cada momento en su compañía, sé que había más de lo que el mostraba. Cuando su aroma se escapaba en el aire y chocaba contra mí, su impacto me segaba, podría distinguir ese olor donde fuera, en la superficialidad de su olor se encontraba una esencia a corteza, fuerte y decidido como él, acentuaban en un segundo plano un aroma a almizcle, dándole fluidez y gracilidad a su personalidad, finalmente el tono más fresco y sutil, el que quedaba impregnado en el fondo de toda esa personalidad despreocupada y avasallante, el olor cítrico lo hacía más frágil en contraste de lo que quería mostrar, alguien más humano, alguien que no simplemente podía sonreír y resolver todo por si mismo. Dejé de lado la taza, debía seguir con mi trabajo, continué trabajando con la computadora, ahí tenía otras pilas de comentarios y ediciones a entregar, quizás con ello podría calmar mi ansia de recordar esas pequeñeces, que en cierta manera representaban para mí un gran cambio de perspectiva. Abrí un nuevo documento, dejé mi trabajo de lado, a como quería dejarlo todo, y mis dedos empezaron a vagar por las teclas, quizás mis desvaríos habían echado a pique mi bloqueo de escritor, las ideas volvían a surgir. El tiempo es una realidad que atenaza a cada momento a la humanidad. Ya han pasado muchos años y tu piel sigue oliendo igual, la inconfundible vainilla y seguirá pasando el tiempo, pero mis memorias son estáticas, serán iguales. En busca de ese aroma, de ese sabor he degustado otros, algunos amargos, otros particularmente dulces, que en su debido tiempo sirven como entretenimiento a mi paladar. Existe alguien que pueda hacerme detener en mi búsqueda, ¿Acaso el tiempo? Ahora mis memorias se alternan en las sutiles caricias de la primavera, el otoño, el verano; sin embargo, el invierno está calmo, viviendo en mi interior. Podrá algo o alguien jalar la manija de mi vida y hacer que el tiempo transcurra de nuevo, que mis memorias no se vuelvan fantasías o recuerdos vanos. Mi mente serpentea en laberintos gloriosos, llenos de vegetación, húmedos y solitarios; haciéndome adicta al suave aleteo de mi palpitar, de ningún otro más. Y así voy, recorriendo nuevas etapas, bajo destellos imaginarios de pasión, bajo lágrimas llenas de amor, bajo sonrisas y el triste adiós. Ese que te abre a una nueva y placentera ilusoria fantasía. El sonido de las sillas arrastrándose me sacó de la burbuja creativa en la que estaba, un gran grupo se levantaba y salía de la oficina, observé mi reloj de oficina, ya era almuerzo, no tenía mucha hambre. - Sofi, iremos a comer asado en un nuevo sitio que hay cerca, ¿vienes con nosotros? - me habló Leticia, una compañera muy agradable del trabajo, en ella siempre persistía una sonrisa que adornaba su rostro, hacía que todos se sintieran cómodos a su alrededor. - Estoy terminando algunos pendientes del trabajo- me disculpé- me saltare el almuerzo, no tengo mucho apetito- me encogí de hombros, esperando no insistiera. - Esta bien Sofi, te traeré un emparedado de la tienda, para que no tengas vacío el estómago- me guiñó el ojo mientras saltaba detrás de nuestros otros compañeros de trabajo. Me relajé en mi silla, observé de nuevo el computador y mis dedos seguían su viaje a través de las teclas, mi imaginación serpenteaba entre los deseos endebles de mi corazón, en última instancia era la mejor forma en que podía expresarme. Dejé que el tiempo transcurriera, entre los agobios del trabajo, la decepción perpetua, y el sexo que compartía con Jared, hubo un periodo de auto reflexión, una etapa en que observaba mucho más mi entorno, mis posibilidades, donde anhelaba volar con mi libertad. Comencé a escribir con mucha más frecuencia, relatos cortos y el inicio de una novela; sin embargo, seguían inconclusos. Mi bloqueo había cedido, pero dejaba todo sin una conclusión, quizás así estaba mi vida, una botella vacía a la deriva en el gran océano. La emancipación de mi vida era lo que más atenazaba a mi día a día; muchos confundían la libertad con el libertinaje, el libertinaje solamente se obtiene con la contraposición de las reglas que rigen a la sociedad, algo inmaduro con el simple objetivo de regocijarse en la anarquía. La libertad se acoplaba más a la naturaleza de cada persona, algunos se sentían libres mientras corrían en los campos, algunos con el aroma de una flor, otros al disfrutar una buena lectura; la libertad se cernía con acciones simples pero verdaderas, con pensamientos propios y no infundados por otros. No me sentía completamente libre; trataría de encontrar el punto de inflexión donde mi bloqueo emocional caería por completo, mi mente, mi corazón, mi vida estaba en juego. Desde la conversación intensa con Jared, en las semanas siguientes habíamos compartido más tiempo juntos, salíamos a cenar algunas noches, otras visitábamos bares y bailábamos hasta que llegábamos a mi departamento o el suyo a terminar la noche con nuestros cuerpos unidos, le notaba diferente, no de un modo en que me asustara, Jared se había abierto más a mí, me hablaba con frecuencia de su día a día, hacía algunos trabajos temporales, en mantenimiento y servicios electrónicos, era muy bueno con las matemáticas, específicamente en contaduría, había cursado unos pocos años; pero le pareció algo tedioso. Yo le comentaba algunas cosas sobre mi aburrida vida, pero la mayoría de mi conversación se centraba en mi abuela, Stephanie y los chicos, alejando de cualquier modo, algo respecto con mis sentimientos. - Sofi, ¿podrías saltarte uno de estos fines de semana y no ir a las Mercedes?, sé que ha estado lloviendo mucho, pero podríamos ir a unas cabañas cerca de un lago al norte de la ciudad, me las recomendaron para hacer camping y caminatas- le había mencionado algunos de mis viejos hábitos de chica de campo, cada verano lo había pasado de aventura en aventura, se interesó de inmediato en ello, - Me encantaría Jared- no tenía nada que pensar, ese hombre me convencía con su mirada aniñada y su sonrisa tan sexy. - Así tendremos más tiempo juntos- en su rostro se debatieron muchas cosas antes de que siguiera hablando- yo no confió en nadie Sofia, soy alguien simple, disfruto de los momentos en que puedo hacerlo, he aprendido a enfrentar todo solo; pero tú eres mi amiga, eres especial y quisiera poder hablar más contigo- todo eso lo dijo mientras me miraba directamente a los ojos. - Quiero ser una buena amiga para ti- aunque mis labios temblasen sabía que yo no solo quería ser su amiga, una parte de mi entendía que Jared era una persona herida y quería curarle, irónico para alguien que se caía a pedazos por dentro. Mi rutina continuaba, en uno de esos días muy melancólicos, que corría en el campo de fútbol, presencie un acto un tanto incómodo para mí, en la oscuridad dos hombres se encontraban y perecían ante el placer, era la única corredora regular en ese lugar, era privado en cierta manera, con algunas casetas alrededor, ellos se habían instalado en una de ellas. Escuchaba sus gemidos atravesando el espacio, pude constatar que eran personas muy adultas, quizás rondando los 45 años, los vi mientras se alejaban, cada uno por un camino distinto. No era precisamente racista en base a las orientaciones sexuales de las personas, me sentía cómoda con todos, respetaba sus inclinaciones y preferencias, tenía algunos conocidos gays que vivían establemente con sus parejas; estos señores que habían visitado este oscuro campo pensaron que era el lugar más privado del mundo, no tenía por que objetar lo contrario. Mi mente comenzó a tejer una historia, quizás ellos tenían familia, esposa e hijos; sin embargo, sentían vergüenza por su orientación, privándose de sus emociones y sentimientos, privándose de lo que ellos son; por miedo, por terror al rechazo; podrían tener padres racistas, los cuales les orientaron desde chicos que los carros son para niños y las muñecas para las niñas. La vida de las personas transcurre por muchas alineaciones, pero llega un periodo de decisión, el libre albedrío, no soy muy lectora de la biblia, pero siempre me ha gustado saber que alguien más poderoso que todo en el mundo nos ha dado a elegir nuestro camino, con obstáculos o sin ellos, siempre existe una parada para la elección. Ahora mismo, yo estaba en esa parada, en esa estación, quizás observar desde otra perspectiva la situación inusual de esos extraños ha hecho darme cuenta en donde estaba; había aceptado que algo estaba mal, me había deprimido por ello, había salido a su búsqueda, dando tropiezos otra vez, decepcionándome, sintiendo vergüenza por dejar que el rumbo de mi vida callera en las manos de un destino que yo misma debía construir y guiar; yo tenía la elección. Pronto sería fin de semana, Jared esperaba a que hubiera mejor tiempo para ir al lago, la tormenta azotaba con más vigor, así que podría ir ese fin a las Mercedes; estaba ansiosa en el trabajo terminando mi respectiva pila de manuscritos, empezaba a vislumbrar mis próximas decisiones más claro y deseaba conversar con mi abuela. Me distraje un poco con un pequeño texto, las palabras brotaban de mi pecho, Jared se cruzaba por el mismo. Hay vacíos en el alma que ni el tiempo, las palabras, los murmullos eróticos, pueden llenar. Me sigo buscando entre las huellas perdidas de aquel niño que alguna vez fui, sigo buscando las pisadas de ese alguien que me acompañaba, ese ser que le dio a mi existir un sentido. Pero se ha ido, ahora sólo quedan los vacíos, las ansias de volver a encontrarme con su adorable rostro, con su amabilidad, con su amor. En el camino he perdido los componentes que hacían de mi alguien más humano, me he vuelto alguien frio, alguien que vive por vivir, que no visualiza el mañana y ha caído en la monotonía, no es algo de lo cual me sienta orgulloso, pero tampoco es algo que niegue al mundo. En ocasiones he sido más fuerte de lo que soy, he luchado contra los fantasmas del pasado que aterraban mis sueños, llantos, golpes, y dolor. El dolor era palpable solo con hurgar un poco en mi interior, con ver a través de mí, ahí habitaba, en la cavidad más inhóspita de mi ser; no habría nada que pudiera hacer por arreglar eso, no había nadie que me impulsara a salir de la miseria en la que estaba. Poco a poco, me adapte a las noches sólo, a que no habría más murmullos de esa persona, a que pronto su olor se esfumaría por completo, y yo lo seguiría buscando en cada rincón, en cada habitación. Al final terminaría cayendo en su cama, buscando de nuevo ese sutil aroma, ese que me arropaba todas las noches, ese que me decía que el amor existía. Me he vuelto una caja cerrada, muy bien confeccionado, adaptado para mostrar sonrisas, para ser simpático, para salirme con la mía, un poco de arrogancia que tape las capas de mi misterio, pero ¿si alguien quisiera atravesar esas capas?, probablemente huiría, me alejaría de ese alguien que quiere atentar contra mi gran interpretación, pues me he convertido en el mejor actor de mi vida. Creando guiones, asignando papeles a personajes secundarios, eliminándolos, todo como un simple juego, es lo que a diario me repito, es un juego, una burla para mi carencia de creatividad, pues al final siempre es un vacío, el recuerdo permanente de abandono, de haber sido apartado de lo que representaba al mundo para mí. No podía creer como mis textos podían explicar tan bien la forma en que se sintió Jared, me confesó acurrucado contra mi pecho, como su familia había sido disfuncional, él era todo lo que pensé que podría ser bajo esa fachada de chico fuerte, Jared era sensible y tenía miedo de que otros supieran eso. Quería continuar con mi escrito, continuar y que de mi pecho emanaran todos los sentimientos que había callado, mi indudable implicación con Jared; sin embargo, mi teléfono sonó, no me acostumbraba dejarlo precisamente en silencio, tampoco muy alto, la lluvia seguía y quizás no podría escucharlo. Lo tomé, quien me llamaba era Denis, me extrañé, una alarma sonó dentro de mí; contesté de inmediato. -Hola Denis- le saludé. -Sofi, necesito que vengas inmediatamente, se trata de tu abuela- me dijo, y en los rastros de su voz detecte algo que siempre odie que sintieran hacia mí, la compasión. Tomé mis cosas con mucha rapidez, metí todo en mi bolso, y mi celular en el bolsillo delantero de mis pantalones de vestir. Corrí frenética sin importarme si me despedían, luego llamaría a mi trabajo, mis compañeros se asombraron al verme salir de la oficina. - Hey Sofia- escuché que me llamaba Leticia. Mi cuerpo actuaba por inercia, al salir la lluvia azotó contra mí, no me importó, paré un taxi y aceptó llevarme rápido al pueblo de mi abuela por una buena cantidad de dinero, la cantidad necesaria para llegar ahí en menos de una hora. Me senté en la parte de atrás, observaba por la ventana como el agua seguía su camino a través de los cristales del taxi, el hombre iba realmente rápido, y no me asusté por la velocidad. Estaba pensando que lo peor podría haber pasado, no deseé seguir hablando con Denis, sólo le dije que llegaría en una hora, mi mente también bloqueo el hecho de no saber que había sucedido, tenía miedo, pero no podía llorar, algo se había cerrado alrededor de mi garganta y en mi pecho. Retorcía mis manos en un contaste movimiento, mis pies seguían un ritmo al igual que mis manos, por mi estúpido cerebro surgieron distintas situaciones que podrían haber pasado. Mi tantra ahora mismo es -Ella está bien- - Ella está bien- me repetí en todo el camino a las Mercedes. La lluvia había arreciado, no sabía que hora era, pero el sol no había asomado en muchos días, me note en una burbuja contra el tiempo, un letargo que había adormecido tanto mis sentidos como mi proceso mental. Observé a través del vidrio delantero que estábamos próximos a la casa de mi abuela - Pare ahí mismo- le dije al conductor, extendiéndole el dinero antes de salir rápidamente del taxi. Había algunas personas afuera, el coche de la policía estaba estacionado en un costado de la casa, corrí y corrí, mis pequeños tacones se enterraron en el lodo, pero no podía parar, mi cuerpo se sentía atraído al hogar de mi infancia. Llegué a las escaleras, las personas a mi alrededor me miraron, sin decir una palabra, tampoco me importaba que hablaran, yo deseaba ver a mi abuela, atravesé la sala y el comedor, Denis me intercepto de repente. - Sofi, espera- me tomó entre sus brazos, yo me retorcí entre ellos. - ¿Dónde está ella Denis? - le gruñí, mientras me apartaba de él. - Cálmate Sofi, ven siéntate, te traeré un vaso con agua-intentó jalarme al sofá de la sala, lo empujé con mis brazos mientras me tambaleaba hacia tras por el impulso. - ¡Sólo dime donde diablos esta ella Denis! - le grité, sabiendo que le tiraría los dientes si no me decía dónde estaba ella. - Está en su habitación Sofia- lo dijo sin verme a los ojos, pero vislumbré la humedad que se acumulaba en sus pupilas. Los colores del mundo se habían ido de mi vista, me encontraba en una nube roja, mi cuerpo volvió a moverse, poco a poco subí a su habitación, en su puerta estaba Sonia la enfermera; Roberto, Carlos; Stephanie se abrazaba a ellos, pude ver que los chicos y Stephie estaban cubiertos de lodo y mojados. Stephanie giró su rostro apartándose de los chicos, cuando uno de ellos le avisó que yo estaba ahí. - Sofi- se separó de ellos y estiro un brazo hacia mí. - Quiero verla- le dije mientras seguía arrastrando mis pies hacia la puerta de la habitación. - Lo siento- sollozó- no pudimos hacer nada- me dijo mientras lágrimas corrían por sus rostros. Llegué segada por mi nube roja a la puerta, la empujé abriéndola para mí, el olor de Lita impregno el aire, la humedad ya no reinaba, en cambio el aroma de un perfume floral combinado con el aroma corporal de mi abuela voló en el aire de la habitación. Ella estaba con un vestido veranero blanco que yo le había regalado hace poco, apenas le vi con los detalles de flores bordadas a mano, supe que se le vería perfecto, y no me equivocaba, una sábana escondía sus pies, tenía sus manos sobre su regazo, sus ojos estaban cerrados, con un ligero contorno que se iba oscureciendo, quizás a un color púrpura; sus labios estaban también cerrados, pero en ellos aún se miraban las arrugas que se imprimían en su rostro cuando sonría, su cabello blanco se extendía alrededor de sus hombros y parecía aun húmedo, bien cepillado a sus costados. Me acerqué poco a poco, y noté que su pecho no subía ni bajaba, estaba muy quieta, ella estaba en paz, no percibí que en su rostro se hubiera reflejado dolor alguno, llegué junto a ella, me senté a su lado, cuidé de que mi ropa húmeda y que goteaba no le tocara. Mi cuerpo se tensó, un gran peso se extendió por el mismo, viéndola; no había estado aquí para ella, yo era su niña y no le había acompañado, tomé su mano entre las mías, estaba fría al igual que yo, no tenía pulso, si no le sostenía ella caería, nuestros papeles se habían invertido, Lita ya no me sostendría a pesar de mis errores, no consolaría mis días de soledad con sus historias, no me alentaría a ir tras el amor. Esperé que las lágrimas bajaran por mis ojos, pero nada sucedió, el bloqueo seguía en mí, solo podía observarle y seguir sosteniéndole, no deseaba dejarle ir, ella debía regañarme, ella debía cuidar de sus flores, cocinar para los chicos, mí amiga y para mí, yo deseaba oler ese exquisito aroma al entrar en la cocina y abrazarla, trenzar su cabello tan largo entre mis dedos, bailar en el salón para ella, reír y escuchar el sonido de su risa cantarina a través de las paredes de la casa. - Sofi vamos, tus padres han llegado- no sabía cuánto tiempo había estado contemplándola, la parte irracional de mí anhelaba seguir a su lado, la parte racional actuó; posé su mano de nuevo en su regazo; traté de moverme, mis pies estaban un poco entumecidos, pero pude llegar junto a Stephanie. Me tomó entre sus brazos, sus sollozos retumbaron contra mi hombro, la acaricie, deseando que pudiera llorar de esa manera, por mi abuela, por la parte de mí que había muerto con ella. - ¿Qué fue lo que pasó? - le pregunté, ella se alejó lentamente de mí, tomó mi mano. - Vamos abajo con tus padres- lo dijo mientras me jalaba, creo que la burbuja cada vez tomaba otras formas y colores. Llegamos a la sala, ya no veía tantas personas como en el principio, mis padres estaban sentados en el sillón, mi madre abrazando a mi padre, tenía la cara hundida en el hueco de su garganta y podía escuchar tenuemente su llanto. Los chicos estaban sentados en otro extremo cerca de la chimenea, la enfermera Sonia preparaba un kit de instrumentos en la mesa del comedor y a su par se encontraba el jefe de la policía local. Nos fuimos acercando con Stephanie, ella me sentó cerca de la chimenea, la cual estaba encendida, desee que mi ser se calentara como esas llamas; la humedad y el frío en ese instante no me parecieron tan atractivos. - Martha, Jerry, Sofi- Denis pronunció los nombres de mis padres y el mío con la voz un poco ronca, en sus facciones se evidenciaba el dolor, atravesándolo; se aclaró un poco la voz, supe que empezaría la historia, la forma en que había muerto Lita. Los últimos días había llovido fuertemente, la tormenta estaba provocando el crecimiento del riachuelo. Lita no podía abandonar las flores que había sembrado en un terreno cerca del mismo. Les visitaba todos los días, asegurándose de su crecimiento y de su protección, era muy testaruda para dejar ese proyecto personal que había emprendido. Los chicos y yo, le pedimos que se abstuviera de visitar de nuevo las flores, el área estaba en peligro de derrumbe por el crecimiento del riachuelo, pensamos que ella se había dado por vencida. Cuan equivocados estábamos. Cumplíamos nuestra jornada, cuando a lo lejos escuchamos el derrumbe, el rio había agrietado lo suficiente la tierra para que saliera a través de la corriente, rocas, ramas de los árboles que habían caído. Ahí le vimos, había sido arrastrada casi a llegar al vivero, corrimos hacia ella, pero era demasiado tarde, el doctor determinó que no se había ahogado, quizás al caer en la corriente una roca había impactado contra su cabeza, fue instantáneo, no sufrió. Cuando Denis terminó, observaba el fuego consumir los leños en la chimenea, quizás la naturaleza no podía parar ante su empeño por destruir algo, el fuego consumía todo a su paso, la tormenta arrastro vidas humanas, mi abuela se había ido. Los chicos y los vecinos arreglaron todo para el funeral y una pequeña recepción, así todos podríamos despedirnos de mi abuela, todos me daban sus condolencias, me había cambiado, me había puesto unos jeans negros, una cómoda camiseta y zapatos bajos. Seguía sin derramar una lágrima, solo me perdía en puntos fijos, hasta que llegaba alguien y me sacaba de mi burbuja, trataba de demostrar mi interés en lo que me decía y aceptaba sus abrazos, no sentía nada. Mis padres intentaron charlar conmigo, estaban preocupados por mi estado mental, por el silencio en el que estaba consumida, intentaron razonar conmigo, brindándome sus hombros; Denis, Roberto, Carlos y Stephanie no se quedaron atrás, echándome la bronca de que debía desahogarme, no lograron nada. La ceremonia fúnebre paso como en un cine, yo era una simple espectadora, no dejaba de observar el ataúd, ya le había observado suficiente a ella, su recuerdo estaba plasmado en mi mente, ella era un libro abierto en mi alma. Era el momento de decir algunas palabras, me rehusé a decirlas, mi madre lo hizo en mi lugar. - Mi madre siempre fue una persona bondadosa, amante de la naturaleza, de sus flores, siempre le admiré desde una esquina de la cocina cuando preparaba sus deliciosos guisados y postres, le observaba en el jardín, tenía mucha paciencia con las plantas, a la vez era muy testaruda, fue la mejor- su voz se quebró- la mejor madre, la mejor abuela para mi hija, ella nos amó y le amamos- finalizó su pequeño discurso. El ataúd debía descender, me agaché y tomé un poco de la tierra fresca con la cual habían cubierto la tumba, la deje ir, no solo la tierra, mis límites, el freno que había puesto en mi vida se hundía en ese agujero con ella. Debajo de esos metros de tierra se hallaba el cuerpo frío de mi abuela, de la única persona que entendía mis desvaríos y mis necesidades más profundas, pero esa ya no era mi abuela, regresaría a la tierra, se convertiría en polvo, toqué mi pecho, donde latía mi corazón, ahí estaba Lita, en cada uno de mis palpitaciones desenfrenadas, la ansiedad me consumía, empecé a temblar no por el frío o la lluvia, sino por no saber que pasaría ahora con mi búsqueda, con mis sentimientos, con la persona dentro de mí que sabía mi abuela que existía y que encontraría, de la cual se sentía orgullosa. Luego del entierro de mi abuela, les dije a mis padres que estaría bien, aunque quisieron discutir sobre quedarme unos días con ellos, me negué. Me dieron un aventón desde el pueblo de mi abuela a mi ciudad, eso fue lo único que deje que hicieran por mí. El clima no había dado ninguna tregua, a través de la ventana podía visualizar a todos afuera, con sus grandes paraguas haciendo algo con su vida, sentí que el asiento del coche me engullía. - Podrían parar aquí- les dije de pronto a mis padres. Mi madre me observó desde el asiento del pasajero, con un gesto extraño en su rostro, detrás de todo su dolor había preocupación hacia mi estado de ánimo, hacia mi vida en su totalidad. - Sofi, está lloviendo demasiado y falta mucho para que lleguemos a tu casa- espetó de una forma cariñosa y a la vez para persuadirme. - No estamos muy lejos madre y quisiera caminar un poco, además llevo mi paraguas- di por terminada la conversación tomando mi paraguas y mi pequeño bolso, lista para bajar de ese coche que se cernía sobre mí. Mi padre me dio una mirada por el espejo, se estacionó en una pequeña parada con techo, me despedí de ellos reiterándoles que estaría bien, esperé a que su camioneta se retirara hacia la carretera principal. Tomé mi paraguas, era de color negro, se sentía tan pesado en mi mano, dejé a un lado el paraguas y salí a encontrarme con la lluvia, con su llamado y todos los recuerdos que traía consigo. Las gotas bañaban a todo aquel que intentara atravesarla sin ninguna protección, ya no me sentía protegida, ni encerrada, mi mente evocó el recuerdo de Lita, con tanto amor y ternura se había portado conmigo, recordé sus estofados, sus dulces y postres, sus consejos y como se desperdiciaban en mí, no tendría toda la vida para agradecerle. La lluvia siempre me había gustado, y aunque ella había sido la que provocó el accidente de mi abuela, sólo era la naturaleza actuando a su favor, dejé que las gotas de lluvia siguieran su camino por mi cabello y mi rostro. Empecé a caminar, en realidad estaba corriendo, mis zapatos estaban empapados, mi ropa se estaba pegando a mi cuerpo, simplemente quería sentir, el golpe del agua contra la tierra, contra mi piel que ahora se tornada más pálida, quería sentir de nuevo. Tomé mi teléfono de mi bolso, tecleé el número de Jared rápidamente, tras varios timbrazos contestó. - ¿Estás ocupado? - pregunté lo más relajada que pude, quería verle. - No lo estoy- contestó. -Podrías venir a mi casa dentro de 30 min- eso tardaría en llegar a mi casa si seguía corriendo tan frenética a como lo necesitaba mi cuerpo. -Claro- respondió, quizás con la curiosidad asomándose entre sus palabras. De nuevo a correr, lo más rápido que podía, hacia mi departamento, la lluvia no paraba, el pequeño bolso iba en mi mano como un peso que no me hacía levitar sobre la tierra, la cual sentía se abría para tragarme y ahogarme con mis emociones y recuerdos. Curiosamente siempre me había gustado jugar bajo la lluvia, entre las flores del jardín de mi abuela, chapotear en los charcos, llenar de barro la cara de Stephie, pero me gustaba la forma en que mis emociones se mezclaban entre gotas y gotas; sonrisas, llanto, dolor, alegrías, todo ello afloraba bajo la lluvia, era mi aliada, la desencadenante de mis pensamientos más profundos y nostálgicos. Corrí y corrí, mis pulmones empezaban a arder por el esfuerzo, pero no me detenía, aceleraba más el paso, quizá con ello eliminaría la ansiedad que se había formado en el fondo de mi estómago, en el fondo de mi ser. Llegué a casa justo cuando miraba a Jared tocar la puerta, aún no tenía llaves, quizás nunca las tendría. Me arrojé a sus brazos, así empapada, rebusqué la llave en mi bolso y abrí como pude. - ¿Qué te pasa Sofia? - me preguntó, la sorpresa bailaba en sus pupilas. - Deseo que me poseas, que me hagas tuya, ayúdame a olvidar- le dije quitándome la ropa con prisa. - ¡Estás empapada!, ¿estás bien, te han hecho algo? - Cada vez su preocupación se hacía más palpable. - Solo hazme tuya Jared, por favor- salió como una súplica, mis brazos enredándose de nuevo tras su cuello, acercando mi pecho al suyo, desasiéndome de su chaqueta rápidamente, antes que siguiera preguntado, no deseaba hablar, solo necesitaba acabar con el temblor de mi cuerpo. - Sofia- fue lo último que pronuncio cuando se dejó llevar por mis ansias, rápido lo despoje de sus ropas, el de las ultimas mías, y nos enredamos en la cama para disfrutar de nuestros cuerpos, yo en busca de un catalizador que filtrara todos y cada uno de mis lamentos, de mis recuerdos que se estrellaban tras mis párpados. Necesitaba mi mente en blanco. El encuentro fue como los anteriores, físicamente muy bueno, Jared se encontraba a mi lado izquierdo, yo hecha un ovillo viendo correr la lluvia tras la ventana, envuelta en una sábana, mi cabello empapando la almohada, no sabía en que momento había empezado pero mis lágrimas rodaban por mis mejillas. Sentí la mano de Jared aferrarse a mi cintura, a él asomándose al escuchar mis pequeños quejidos por la fuerza de los sollozos, y ponerse rígido al saber que estaba llorando. - ¿Qué ha pasado Sofia? ¿por qué lloras? - Preguntó vacilante, su mano ya no sabía si acariciarme o dejar de tocarme. - Mi abuela ha muerto- lo dije claro y en voz alta, él no lo sabía, pensé que no tenía por qué avisarle, no teníamos ese tipo de relación, aun así, las palabras salieron con total afirmación de mi boca, hasta ese momento supe que no le volvería a ver, no le volvería a hablar de Jared, nunca le conocería. Apartó la mano de mi cintura, se acercó a mí, pude verle entre la humedad que cubría mis ojos, no deduje nada de su rostro, de pronto se levantó, se fue vistiendo poco a poco, tomó una toalla de mi armario y otra sabana, la toalla la coloco debajo de mi cabello, y la sabana la envolvió sobre mi cuerpo, se inclinó y beso mi frente. - Lo mejor es que te deje descansar- lo dijo muy serio, nunca le había visto así. Salió de la casa, apenas pude escuchar la puerta al cerrarse, ahora me encontraba sola, mojada en mi cama, y la persona con la cual me había refugiado me había dejado. De pronto ahí estaba yo, abriéndome como una flor a la espera del rocío de esperanza; sin embargo, estaba sola y vacía, como mi vida, era un simple contenedor que seguía respirando por instinto, mi abuela la única que me escucho y trato de ayudarme en mi difícil camino de reencuentro personal, ya no estaba para mí, estaba a la deriva, justo en el inicio de todo, más doloroso aún, más real con cada lágrima que empapaba mi almohada, un nuevo y pesado sentimiento se instaló en mis hombros. No lo entendía, no entendía por que no podía encontrarme, porque me había reducido a una existencia casi nula, porque mis recuerdos no eran lo suficientemente buenos, porque se borraban, tenía miedo de que Lita desapareciera, de no volver a ser yo misma, de que mi búsqueda fuera en vano, de haberme enamorado y que no me correspondieran. Jared se había ido, en el momento que quizá más le necesitaba, el ya no estaba para mí, en mis sentimientos, solo éramos un acostón, algo pasajero; pero de nuevo mi terca mente evocaba esos recuerdos, de él contándome sobre su vida, sus sueños, a él abriéndose a mí, ¿sería yo esa mujer a la que el conquistaría?, o ¿solo sería alguien vacío que aún no se encontraba a sí misma?, quizás llegaría al final de mi búsqueda o quizás no, mi abuela había muerto, una parte de mi había muerto con ella, lo que me quedaba ahora era averiguar mis demás partes y encontrar a la verdadera yo, los sollozos y los temblores de mi cuerpo no me dieron tregua hasta muy de madrugada que pude dormir, o eso fue lo que intenté. Aunque mi abuela hubiera muerto y Jared se hubiera ido, tenía que hacer algo para acallar mi mente. Había llamado al trabajo, y me habían dicho que podría tomarme algunos días libres, creí en ese momento que sería muy bueno algunos días de descanso, pero entendí que solo estaba posponiendo lo inevitable. Me arreglé y me dirigí al trabajo, nada era mejor que sumergirme de nuevo en la monotonía. Si en algún momento me había sentido incómoda en mi trabajo, insatisfecha, ahora la pesadez que me poseía era peor, mucho peor. Poco a poco, mi mente diseño un nuevo plan de búsqueda, todos y cada uno destinados al fracaso; mis compañeros de trabajo se comportaron muy bien conmigo, fueron amables y preguntaron por mi estado, algunos hasta se tomaron la molestia de mantener mi taza llena de café. La compasión nunca me había gustado, me sentía débil, frágil ante las personas. Las siguientes noches luego del abandono de Jared, habían sido buenas en cierta medida, mi bloqueo de escritor había remitido lo suficiente, tenía mucho material sentimental que extraer de mi sistema. Terminaba un día más de trabajo, caminé hasta mi casa, sin deseos de tomar el trasporte, pasé por el super para llenar mi hogar de víveres necesarios, alimentos y artículos de limpieza. Iba tan empeñada en acomodar las molestas bolsas de la compra que no me había dado cuenta quien estaba en la puerta de mi casa. Jared estaba junto a ella, sus ojos se dilataron al verme, no pude ocultar mi asombro y un poco de vergüenza, él me había visto llorar, luego de eso se había ido. Aunque no tuviera una relación formal, se podría decir que teníamos exclusividad, él no se había comportado ni siquiera como un amigo. Una vocecita en mi grito ¡él no es tu amigo! Llegué a la puerta, traté de maniobrar con las bolsas y mi cartera para sacar mis llaves. - Ven te ayudo- dijo Jared mientras quitaba de mis brazos las bolsas con los víveres. No me negué a su ayuda, hubiera sido inmaduro de mi parte, teníamos que hablar, en cambio le dije -gracias-. Fue a la encimera de la cocina y depositó las bolsas ahí, luego pondría las cosas en su lugar correspondiente. - ¿Podríamos hablar? - me dijo Jared acercándose a mí. Mi corazón empezó a palpitar, este hombre verdaderamente me atraía, era mucho más que eso, lo supe desde que le vi. - Sentémonos- susurre, mi voz no salió con demasiada fuerza por la excitación que crecía en mí, pude moverme hasta llegar al cómodo sofá unipersonal, no podría soportar tenerle tan cerca, de esa manera podría verle más cómoda cuando habláramos. - Me quisiera disculpar contigo, por la forma en que me porté contigo la última vez- lo dijo todo muy rápido y no aparto su mirada de mí, vi la sinceridad reflejada en sus pupilas- Sofia, siempre se me ha hecho difícil confiar en otras personas, nunca me ha importado lo que pase con otros; sin embargo, ese día me di cuenta de algunas cosas- se detuvo un poco, su franqueza me encantaba, era un aspecto de Jared que envidiaba en cierta medida-quiero proponerte algo. No siguió, quizás esperaba que le diera una señal para continuar. Pasé mi lengua por mis labios, extrañamente sentí mi boca muy seca, supe que lo que me diría sería muy importante. - Continúa Jared, se directo, entiendo por que actuaste de esa manera el otro día- claro que lo entendía, el muchas veces se abrió a mí, pero él se encontró a una histérica que lo sedujo, lo follo y luego hecho a llorar desconsoladamente por la muerte de su abuela, “cosas de locos”. - Sofia, lo que quiero decirte es muy importante, yo nunca- vacilo por un momento y volvió a centrar su mirada en mi- nunca le he pedido algo así a una mujer en mi vida, nunca he tenido algo como lo nuestro. Mi corazón empezó a martillar, estaba asustada, aterrada, no sabía cómo manejar lo que me decía, algo que había deseado tanto. - He hablado con mi tío, está emprendiendo su propia empresa y desea un ayudante, alguien de confianza, por ello ha hablado conmigo, desea que salga del país, arreglaría todos mis papeles, tendría un trabajo seguro y estable- se detuvo ahí, quizás buscando el coraje para seguir- deseo que vengas conmigo. Mi cuerpo tembló, Jared deseaba llevarme con él, no era precisamente una propuesta de matrimonio, pero si de una nueva vida, una junto a él; sin embargo, Jared desconocía mis sentimientos, todo lo que había callado a lo largo de esa relación que colgaba en un hilo pasional que con cualquier sentimentalismo pudo haberse roto, debía decirle todo. - Jared, antes de darte una respuesta, deseo hablarte de lo que siento por ti- creo que no sonó como una de esas novelas tan trilladas de la televisión, estaba decidida a decirle, pero mi cuerpo también deseaba expresarse. Me levanté, el me observaba, me incliné hacia él, planté mis rodillas en el suelo, me acerqué a sus muslos, quedando atrapada entre ellos, levanté mis manos a su rostro, acariciando su barba, delineé cada contorno de su rostro, ese chico me había dejado sin aliento desde que le conocí, Jared había sido una sorpresa durante mi búsqueda, él logro ser mucho más que eso. - Jared, te amo- susurré, observándole con toda la intensidad que esas palabras tenían en mí, le pertenecían. Acercó sus manos a mi rostro y me beso, no sólo iba envuelto en pasión, su beso estaba lleno de algo más, no me dijo que me amaba, no esperaba que lo hiciera, nuestros cuerpos estaban en sintonía, se necesitaban con un hambre voraz, la noche transcurrió entre caricias, éxtasis y nuevas posibilidades. En la mañana me despedí de Jared, me recordó con un beso ardiente que le debía una respuesta, no estaba muy segura de que decir, tenía un trabajo, un departamento que era mi hogar, padres que estaban extremadamente preocupados por mí, una vida que muchos podrían llamar perfecta, pero a la cual no pertenecía; por una vez en mi vida supe que no me importaba nada, solo lo que yo quería, mis decisiones con las que viviría el resto de mi vida. Tomé todo el correo que se había acumulado en mi mesa, lo revisaría todo, quizás ya no tendría que pagar las cuentas. Empecé a ordenar todos los manuscritos que había en mi escritorio, esa semana había presentado mi carta de dimisión en la editorial, por mis venas corría una euforia desconocida, pretendí por años que mi cubículo era la mejor oportunidad de un empleo en mi vida, me había cerrado a la idea de hacer otras cosas, de experimentar, el confort había cerrado las puertas de mi creatividad y mis sueños. - Sofi, te echare mucho de menos- se acercó Leticia, envolviéndome en un caluroso abrazo. Le prometí que estaría bien, que tenía un nuevo trabajo y que nos mantendríamos en contacto. Nunca olvidaré el rostro de mi jefe cuando le di mi carta de renuncia, estaba estupefacto, me puso muchas trabas a lo de irme de la editorial, me ofreció un mejor puesto, tomaba mucho en cuenta mi opinión, los manuscritos y autores a los que les había dado luz verde habían sido un éxito total. La decisión ya estaba tomaba, me dieron una buena liquidación, en correspondencia por los años que pase en la editorial, serían una ayuda para emprender mis nuevos proyectos a futuro. Un futuro, algo más claro y menos tenebroso cruzo por mi cabeza, las decisiones que estaba tomando ahora, eran en sí el reflejo de mi libertad, la podía sentir con el roce de mis dedos. Mi apartamento era un completo desastre, empaqué todas mis pertenencias, mi ropa, zapatos, mis libros y algunos archivos sueltos que tenía en mi pequeña oficina, la caja con mis historias inconclusas también iría conmigo, sería un recordatorio de lo que alguna vez fui, de lo que me negué por años a ver. Fui moviendo las cajas a la sala, una parte del mobiliario seria guardado en una bodega, aun no quería deshacerme de esos muebles, habían sido mis propias adquisiciones y gran parte de mi deseaba conservarlos. Tras algunas horas de mucha agitación el departamento estaba completamente vacío, las pilas de cajas se acumulaban en una zona de la sala, los demás muebles parecían solitarios entes vagando en las habitaciones. Estaba lista para irme, había contratado a algunas personas de mudanza para que trasladaran mis pertenencias a la bodega, entregaría la copia de la llave al portero del complejo, pensaba alquilar mi apartamento, sería un ingreso extra y así no me desharía de mi hogar, aunque con él rememoraba todas esas noches de insomnio e interrogantes. Tomé mi cartera y mi maleta, en ella llevaba lo más necesario, los caminos y elecciones de las personas algunas veces pueden terminar encajonados en una simple maleta, años de experiencias, aciertos y errores, sueños y esperanzas, mi maleta estaba llena de recuerdos y de una nueva vía que se abría ante mí, la libertad. Seguramente Jared estaba esperándome, él siempre era puntual, un rasgo en contraposición de su despreocupada vida, quizás con el nuevo trabajo aplacaría su ímpetu. Estaba en el finito de mi búsqueda, en la entrega final, la noche anterior había escrito a cerca del significado de una entrega, no era algo simplemente sexual, yo me entregaría a mis sueños, a una libertad más pura y verdadera que la que alguna vez experimente, este era un sentimiento real. Quizás en ningún momento me haya entregado completamente, mi entrega no ha sido total, ha quedado bajo la influencia patética de las situaciones o de las personas, deseo no pertenecer a nadie, anímicamente encontrarme en un punto donde no espero recibir sino entregar a mí misma; dar mi cuerpo como el objeto que yo uso para mi propio placer, no para el placer de otro; suena un tanto egoísta, pero es porque aún no he encontrado aquel que me haga darlo todo, entregar mi todo, pensé que alguna vez lo entregué, es la mayor mentira que he hecho a mí misma. Alguien había dicho que necesito exteriorizar lo que sentía; le reproché el porqué de sus palabras, realmente no era una necesidad; si lo hacía, sabía que era una total mentira, serían palabras que carecerían de sustancia, de sinceridad. Siempre he querido alcanzar esas grandes realidades del universo, pero que la mayoría piensa que son mentiras inexistentes; como lo es el amor verdadero, no como lo describen la mayoría, dos personas que se convierten en simples compañeros, yo quiero pasión, desenfreno, alegrías y tristezas hasta mi último suspiro y el de mi ser amado, para mi es una promesa oculta en el empañado espejo de la vida, me quería ver reflejada a mí misma en mis deseos; sin embargo, no ha sido así. Las entregas que he hecho no son más que las frías mentiras del mundo, que claro está, los demás los matizan como explícitas realidades, follar con alguien y que luego cada cual se aburra del otro, una total distorsión de la realidad. Pues las realidades deben de proceder de los deseos innatos del hombre, el amor, la paz, la sensualidad, esas para mi eran realidades, en contraposición con su distorsión: el egoísmo, el orgullo insensato; no significan nada para mí. Me lance hacia mi entrega total. Llegué a la terminal de auto buses, pude observarle antes que Jared supiera que me encontraba ahí, seguí la curva de su esbelta espalda, seguramente mis uñas estarían repintadas en ella, mi cuerpo resintió la oleada de deseo que me sacudió, su cabello se agitaba un poco por el viento, ese día extrañamente el cielo estaba un poco despejado. Parece que mi repaso a su hermoso cuerpo también produjo en Jared reacciones, volteó casi de inmediato cuando me detenía en su respingado trasero. Corrí hacia él, me estrechó entre sus brazos, besó mis cabellos, me aferraba a su torso, las lágrimas atenazaban por desbordarse de mis ojos. Comprendí que debía hacerlo, debía irme, pues las personas a mi alrededor no tienen el poder para hacerme vivir ni lograr que los recuerdos y momentos sean únicos y trascendentales; yo misma tengo el poder para ser libre, y darle un nuevo significado a esa palabra en mi vida, puedo actuar en correspondencia a mis deseos, puedo amar a como amo a Jared, puedo llorar, reír, sentir las emociones recorriendo mi ser, entendí que son tus propias decisiones las que guían tu camino. Me alejé de los brazos de Jared, el calor se fue disipando de mi pecho, pero en él permaneció una chispa de valentía, con ella tomaría ese rumbo desconocido. - Te amo Jared, gracias por todos estos meses, por enseñarme a amar- le dije viendo a sus amplios ojos, tan intensos y a la vez tan suaves, él me miraba de la forma que yo deseaba ser observada. - Te extrañaré Sofi- esas palabras fueron suficientes para esta pequeña despedida. Me ayudó a subir mi maleta al transporte, sus labios dieron un ligero roce contra los míos, un escalofrío estremeció mi cuerpo al perder del todo su contacto cuando se alejó rápidamente, en sus ojos observé el destello del dolor, un fugaz instante antes que diera la vuelta y se fuera; nos mantendríamos en contacto, sabíamos que nuestra amistad era verdadera, nuestro vínculo innegable. Ya no deseé observarle, ante mí se habría una nueva senda de oportunidades, entre mi correo se encontraba el testamento de mi abuela, me heredó su casa y sus acciones de la empresa; sin embargo, había una cláusula donde me podía negar a recibirla y mis padres se harían cargo, tenía la decisión en mis manos, y la tomé. Amaba a Jared, le amo; pero el amor no es un motivo para apartarte de tus sueños, de tus metas, la ironía del amor es que te da la libertad de entregarte sin pertenecer posesivamente a alguien, yo me entregué a Jared y en su amor me encontré. Trabajaría con los chicos en el vivero, aprendería sobre la pasión de mi abuela, preservaría sus flores, su legado, yo me entregaría a la libertad de las palabras; mi antiguo jefe estuvo interesado en algunos manuscritos que le mencione, mi bloqueo ya no existía y viviría mi pasión, exploraría tanto internamente como externamente, no sellaría mi libertad tras el confort que imprimían las personas o las situaciones en mí, lo inesperado y espontáneo sería mi nuevo lema, había tirado del freno. Habían pasado algunos meses desde que me había traslado a vivir a las Mercedes, el recuerdo de Lita y de Jared persistía en mi memoria, me encontraba regando las flores por las cuales tanto había luchado mi abuela, eran preciosas, sus colores asemejaban una gama de rojos y purpuras, representaban vida y triunfo para mí. La vida es un vaivén de momentos, sonrisas, lágrimas, de tomar las decisiones correctas o equivocadas, al final del camino es la suma de todas esas circunstancias.
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