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LA MUERTE

¿Por qué empezar con la muerte? Para sacárnosla de encima lo antes posible.

No todas las ideas tienen que interesarnos. Pero todos tenemos alguna relación con la muerte. Nos toca de alguna
manera. No es lo mismo que tratar el tema del sujeto y objeto. Uno lo estudia y no pasa nada. Pero con la muerte
es distinto. Estamos implicados y hemos estado implicados. Nos atraviesa existencialmente. Si uno los trabaja solo
racionalmente, es imposible. Algo se mueve dentro de nosotros. Cada uno tiene su propia relación personal con la
muerte.

A todos se nos ha muerto alguien. Si no cercano, sabemos que alguien se murió que conocíamos. La muerte está
cercana y siempre es la muerte del otro. Cuando nos toque no nos daremos cuenta.

Solemos tener una relación con la muerte que es de contigüidad con otro que vemos que su condición supone un
final. Todo muere. Es un problema porque es algo irremediable, algo contra lo que uno no puede hacer nada. Y es
un problema por1que el ser humano se cree con cierto dominio sobre las cosas. Se cree que todo lo puede. Todo
lo puede. Ahí el verbo poder. El ser humano es un ente que busca el poder, lucha por el poder. Desde antiguo es
un tema en las culturas.

El ser humano se construye a sí mismo desde la omnipotencia. Se pela con lo divino desde siempre por el poder.
Porque es lo divino lo que representa el poder absoluto. Podríamos decir que inventamos lo divino como
omnipotente y después nos peleamos con eso para quitárselo. Porque nosotros queremos ese poder. En algún
punto todo se puede. Ya decía Miguel de Cervantes, “todo tiene remedio menos la muerte”. La muerte es
irremediable. Por eso pega tanto. L

Lo que pega es que nadie nos queremos morir y sin embargo sabemos que todos nos vamos a morir
irremediablemente. Entonces enfrentamos una contradicción entre la voluntad y la racionalidad entre el querer y
el saber. Uno puede tener un discurso de creo en Cristo y está la resurrección y muero feliz en Cristo, etc., etc.
¿Pero es así? Uno también cree que va a encontrar el amor ideal, q1ue sus hijos lo van a hacer feliz, uno cree
muchas cosas para sobrevivir en este mundo raro.

¿Morir feliz? Bueno, uno puede llegar a la muerte de diversas formas, haciendo un examen personal de lo que fue
la vida de cada uno y creerse uno mismo que llegó su momento. Pero la verdad es que la muerte no tiene
momento. Dice Heidegger: “La muerte siempre es a destiempo”. Siempre llega demasiado pronto. Hay personas
que dicen, ya quiero que me lleve el Señor. Pero no es porque quieran estar con el Señor. Eso lo dicen quienes
tienen algún impedimento para hacer su vida sin problema. Nunca lo he escuchado de personas que tiene sus
facultades bien y pueden moverse, por muy ancianas que sean.

Los grandes relatos mitológicos que hablan de la muerte, buscan de alguna manera reconciliarnos con ella,
hallarle sentido. Según el evangelio de Juan, nos habla de la muerte de Jesús, cuando Jesús crucificado, primero
se lamenta, se siente abandonado, pero llega a Consumado es. Esta historia terminó.

La muerte tiene algo que nos coloca como al final de un relato. El punto final de un relato. Tal vez pensar la
muerte así, puede dejarnos más tranquilos. Si la vida es una novela, un relato, la muerte es el final. Después no
hay nada. Hasta donde sabemos no hay nada después. Todo relato tiene un punto final. Escuchamos una canción y
tiene unas notas finales. Leemos un poema y hay un punto final. Es punto final es la muerte. Con lo cual la muerte
no es lo que viene después de la vida. Es el final de la vida. Esta es una lectura posible. Donde además le
agregamos que ese punto final viene a cerrar una existencia de la que además suponemos que tiene un sentido
que hemos realizado o no. Entendemos que ese segundo previo a la muerte pueden suceder tres cosas. 1. Tomar
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conciencia de que me realice, de todos modos nos morimos. ¿Tranquilo porque te realizaste? Puede ser que esa
tranquilidad dure 3 segundos, pero se terminó. 2. Faltan 2 segundos para morirme y tomo conciencia de que todo
lo hice mal, al revés.

Uno en la vida elige y en general nos equivocamos. Se abren ante nosotros una amplia gama de posibilidades y
elegimos una miles, pero solo vemos unas pocas: 2. Siempre elegimos una, no podemos elegir miles. Hay mucha
mayor probabilidades de habernos equivocados en nuestra elección, porque las miles que no elegimos fueron
potencialmente superiormente a la que elegimos. No lo sabemos, pero es posible. Un escéptico piensa que en el
momento que elige está pensando en todo lo que no eligió. Es una elección pero todo lo demás queda a fuera.

Uno ha hecho elecciones y ha llegado hasta aquí. Uno podría hacer un recuento de lo que pudo haber sido y no
fue. Puede ser deprimente. ¿Qué les hubiera gustado ser? Yo no hubiera tomado algunas decisiones y hubiera
tomado otras. Uno tiene que hacerse al final de la vida, tiene que hacerse una construcción de la vida, que le de
sentido, de que pasó algo bueno, de que valió la pena.

¿Ahora bien ¿la vida tiene un sentido o es fruto del más puro azar? Si es fruto del más puro azar, para mucho de
nosotros es angustiante. Sobre todo al final, porque entonces no hay más sentido que el que le dimos. Si hay un
supra sentido, podemos sentirnos más descansados, porque entonces busco ajustarme a ese suprasentido, hay
una guía previa a mí y sobre mí. Evidentemente hay una homologación sobre el SENTIDO. Es tan insólito morirse
como haber nacido. Entonces tiene que ser para algo. Uno acepta haber llegado a este mundo porque sí. ¿Para
qué? ¿Cuál es tu objetivo en la vida?

La existencia humana no le basta con el hecho de ser y ya, tenemos que convertirla la existencia en algo. Lo que la
filosofía y todos a nivel personal llamamos realizarnos. Palabra con la que hay que pelearse. ¿Quién de ustedes
está realizado en la vida? Levante la mano. Somos unos infelices crónicos. Mientan. Digan yo estoy realizado. Ya en
serio. Podemos estar realizados en algunos aspectos. ¿En qué? ¿Qué es realizarse? Viene de ser más real. Como
que a lo largo de un lapso de tiempo llamado vida uno va alcanzando cada vez más su auténtica realidad. Como
que vivimos en el mundo para algo, hay algo en nosotros que tiene que desplegarse a lo largo de la vida. Entonces
nos realizamos. Supone una especie de direccionamiento que no se entiende cuando es el clímax, cuando
termina.. Porque la lógica indicaría, supónganse que existe la realización, cuando me realicé ya me tendría que
morir. Porque de haberme realizado, me tendría que morir, porque si no ahora qué hago el resto de mi vida si ya
me realicé. Tendría que ser otro. Tendría que desrealizarme.

Construimos muchos sentidos para que este hecho absolutamente inaudito, azaroso en términos científicos. Basta
penar en los espermatozoides que alcanzan solo uno de millones el ovulo, en una situación que no tiene nada que
ver con lo que nosotros producimos por nosotros mismos, nada que ver con nuestra voluntad. Y uno de ellos
fecunda el óvulo y nos gusta pensar que Dios interviene y hace que el esperma correcto fecunde al óvulo. Pensar
que es por azar es angustiante. Entonces uno crea sentidos. Un “por algo”. Y en este contexto del sentido, decimos
que la muerte viene a cerrar una historia que tuvo sentido y es un final que solo lo podemos escribir muriendo.
Miramos hacia atrás y tenemos que encontrar sentido, un esto debió haber servido para algo porque si no ¿qué?

La respuesta es atroz, así como nadie te preguntó ni tuviste ningún tipo de injerencia ni de decisión en el hecho de
estar en el mundo, de nacer, así también te vas. Haya o no haya habido sentido y es lo que más nos cuesta aceptar.
Nos cuesta aceptar que la condición humana en su dimensión real, está estructurada en sus dos extremos por dos
hechos absolutamente irracionales y la mayoría de las veces involuntarios: nacer y morir. En medio está esto. La
búsqueda de sentido: venimos a cursos, tenemos hijos, votamos, hacemos cosas para sentirnos con sentido. Pero
los extremos son complejos. Generan angustia si uno los piensa con conciencia.
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El término más ligado con la muerte es angustia. La conciencia de muerte, provoca angustia. Normalmente uno no
quiere morirse. Miguel de Unamuno, muy recomendable, escribe un libro de título Del sentimiento trágico de la
Existencia. Gran título. Como otro que se titula DEL INCONVENIENTE DE HABER NACIDO de Emil Michel Cioran:
“Ser responsables de nuestra propia vida, solo tendría sentido si antes de nacer hubiéramos aceptado ser
precisamente este que somos”. “Una sola cosa importa: aprender a perder”. El Anticristo, de Nietzsche, también
se podría leer en este tema. Pero Unamuno, un pensador rechazado en los currículos filosóficos por ser católico
dice mucho. No por ser un acercamiento religioso tenemos que dejarlo de lado. De hecho el tema de la muerte no
se entiende sin los textos religiosos. No porque den una respuesta real, sino porque ayudan a pensar mejor.
Porque la tradición religiosa es la que más en serio se tomó la cuestión de la muerte. La quiso resolver y muchas
creen que la resolvieron. Es más muchos mueren felices porque creen que no mueren. Como dice Unamuno, el
éxito del cristianismo, es que dio respuesta a lo que nadie nunca pudo dar respuesta. No solo no morir, sino
resucitar.

Entre todas las opciones uno elige el cristianismo. No hay garantía de resurrección, pero es la mejor opción.
Además es resurrección de cómo somos pero mejorados. Se supone que no resucitarás cuando estaba tu cuerpo
con fractura de clavícula. Lo que plantea Unamuno del éxito del cristianismo, trata de la tensión que hay entre el
querer y el saber. La razón me explica que me voy a morir, que todos nos morimos, pero mi voluntad no quiere
morirse.

A ver. Voy al cine y veo que la película dice que dura 1:47 minutos. ¿Puedo mediante algún acto hacer que dure
más? A que el cácaro haga durar la película 1 minuto más, sobre todo en la parte más emocionante? Todo tiene
fecha de vencimiento. Ahora hasta es obligado ponerlo en los productos que compramos. La historia culmina y
precisamente el fin de la historia hace a la historia. Imagínense una historia que nunca termine. No solo es
insoportable sino que pierde sentido. Estás esperando que descubran al asesino. Ejemplo de How to Get Away
With Murder de Netflix. O que se casen o que se besen. Imagínense esa historia eterna. Imagínense Mujer Bonita,
dándole vueltas al asunto de si Richard Geere se queda con Julia Roberts y llegan ambos a los 90 años y todavía no
se resuelve. Para morirse. La historia tiene que terminar para que todo tenga sentido.

Richard Rorti: En su libro Contingencia Ironía y Solidaridad, tiene una tesis muy provocativa que dice que hay
ciertas cuestiones existenciales filosóficas, que son mucho más trabajables par los humanos, desde el arte, que
desde la filosofía tradicional. Si leemos un libro que se llame ¿Qué es la muerte? Donde nos vayan explicando las
teorías sobre la muerte, tal vez lo leamos y entenderemos analíticamente qué es morir, pero seguramente no
habrá´ emociones significativas. En cambio lee uno cuentos, novelas, ve películas, escucha música relacionada con
la muerte y empatizamos con algo y sucede algo dentro de nosotros.

Tendemos a mistificar la muerte, a no asumirla como algo natural (el último enemigo a vencer, dice Pablo),
entonces la colocamos tan arriba, que cuando la muerte llega duele mucho más. Hay personas que no resisten
que les digan que se van a morir o que alguien va a morir. Lo callan a uno o se enojan o algo pasa. Hay una especie
de pensamiento mágico allí, somos si diciéndolo la persona de verdad se va a morir porque alguien lo dice. Dicen
que la invocamos si hablamos de ella. Como si la muerte fuera un ente que llega. A ver vamos a invocar la Igualdad
Social Mundial. No pasa nada. Lo que se tiene es el miedo de que se diga: yo sé que tu morirás ahora y PUM! Caes
muerto.

Supongamos que sucede. Qué miedo. Pero en realidad no hay nada que pueda probar que eso es posible. En la
película Cría Cuervos, una película vieja, una adolescente de 13 años odia a su padrastro, alguien le dice que si
hace un potaje asqueroso y se lo da de tomar el tipo se muere. La niña hace el potaje, se lo pone en el té y el tipo
de muere. Ya era la niña algo sicópata para hacer eso, y toda la película es “tengo el poder de matar a la gente”
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Película para ver. De Woody Allen, quien trabaja el tema de la muerte con humor, desmitologizándola. Hannah y
sus hermanas. Woody está preocupado porque un médico le dice que tiene una sombra en el cerebro, por medio
de una radiografía. En realidad no es nada y el médico se lo dice, una manchita. Woody pregunta qué
posibilidades hay de que esa mancha represente un tumor cerebral. El médico le dice que 0,0001. Y Woody se
espanta. Y dice que se va a morir. Entonces Woody quiere resolver su miedo a la muerte, va a ver a su rabino y o
escucha y lo escucha y no le resuelve nada. Va y le dice al sus padres: padres, mañana me convierto al cristianismo
y ponen el grito en el cielo. Pasa por todas las religiones, buscando la solución. No hay solución. Todos morimos.
Nadie nos escapamos de eso. Por otro lado, la muerte no es un problema. No se trata de encontrarle una solución.

La muerte es de esas figuras filosóficas que en tanto problema no solo no se resuelven, sino que recordar
permanentemente que nos vamos a morir, es problematizar nuestra existencia y liberarnos, emanciparnos.
Bienvenida la muerte como problema que no tiene solución. Primero porque no somos máquinas. Segundo
porque la problematización no tiene que estar asociada necesariamente a encontrar una respuesta. Además,
vivimos en un mundo plagado de respuestas, de recetas, de certezas, de manuales de instrucciones, de
ordenamientos impuestos. Abran las revistas y encuentras cómo ser un empresario, un buen amante, un buen lo
que sea. Certezas sobran, bienvenida la incertidumbre, la problematización, el cuestionamiento.

La muerte es un palo en la rueda de una sociedad que busca normalizarse todo el tiempo. Heidegger que es el
pensador sobre la muerte. Foucault es el pensador sobre el poder, todo el tiempo está insistiendo en que hay que
recuperar nuestra consciencia de finitud, asumir que nos vamos a morir es liberador, es de una angustia que
libera. Porque nos hace conscientes de nuestro límites, nos baja del pedestal, nos hace comprender que si la vida
tiene un final vale la pena realmente ponerse tan mal por lo que sucede en la vida. Ponerse mal por las obsesiones
cotidianas. Este recuperar todo el tiempo la consciencia de finitud es a resquebrajar nuestra omnipotencia. Es
muy omnipotente pensar que no nos vamos a morir que todo lo que hacemos tiene una seriedad, una necesidad,
profundidad. Heidegger lo que nos señala es que la muerte como posibilidad más propia, dice él, es como la
marca o la prueba de la vida es un existencia abierta, de que todo lo que hacemos son posibilidades que tenemos
que seleccionar, que elegir.

Es muy distinto pensar las acciones o conductas o decisiones que tomamos en razón del tiempo que tenemos de
existencia de vida concreta. Sabemos, que esta vida tiene una duración de tiempo determinado. No sabemos el
tiempo exacto, pero sabemos que termina. ¿A alguien le gustaría saber qué día se va a morir? ¿Por qué no les
gustaría? ¿Porque piensan que la vida se volvería insoportable? Imagínense que les dijeran, el 18 de septiembre a
las 3:45 de la tarde vas a morir. Uno no quiere saber normalmente. A menos que uno reformule la vida.
Supónganse que sí sabemos y que tenemos 12 años de vida. Entonces comienzan a decidir. A ver ¿qué hago?
Probablemente asumiendo cuando y qué termina, muchas de las decisiones que uno en general toma, las
tomaría de otro modo. Porque mucho de lo que hacemos es cubrir el hecho de nos vamos a morir y vivir como
sifésemos eternos. Dice Heidegger, la muerte siempre es un “Todavía no” ¿Cuánto falta para que se mueran?
Mucho. Pero cuánto? Uno dice, bueno si tuviera 90 años. Sí sabe una persona de 90 años que es diferente de un
chico de 14, pero no necesariamente piensa que le queda poco. Pero también un chico de 14 se puede morir
mañana. Es la gran paradoja de la muerte. Siempre es un todavía no.

Pensar en cuándo nos moriremos, puede entrar en juego los criterios que tomo para valorar ese tiempo. Si pienso
en la cantidad de cosas que me gustaría estudiar, en los países que me gustaría visitar, etc. y en mi realidad actual,
me digo no me queda nada de tiempo ya.

SUICIDIO
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Camús, hablando del suicidio, dice que lo único que le debiera interesar a la filosofía es el suicidio. Todo lo demás
es fácil. Pero el suicidio es absurdo. Es un tema poco trabajado, por la religión y por la ley. El suicidio estaba
penado por la ley. Imaginen te falla el tiro y te meten a la cárcel porque no te mataste. Los judíos a los que se
suicidan no los entierran con el resto de la gente, sino a parte y mirando hacia abajo. Penalización postmortem.

Hay dos grandes imaginarios sobre la muerte con lo que nos vamos a pelear: que es un lugar y que es temporal,
como si la vida bien y la muerte la interrumpe, pero la vida sigue en otro lado. ¿Cómo llegamos a eso? Es como
pensar que la vida no finaliza. Como si la muerte solo dijera, hay que cambiar de lugar y de tiempo la vida.) Hasta
donde sabemos, la muerte no interrumpe nada. EL ser humano nace y muere, esa es su condición. En todo caso
podemos hablar de la “muerte antes de tiempo” (aunque siempre morimos antes de tiempo)

También hay hay que distinguir la visión científica de la muerte de la visión existencial. La ciencia es bárbara para
explicar la muerte. La explica como si fuera la muerte. El problema no es explicar la muerte. Cualquier biólogo
explica la muerte de un ser vivo. Es no nos trauma ni nos angustia. Lo que puede angustiar es la propia muerte. No
al muerte como concepto. Lo que nos atraviesa es porqué soy un ser mortal, por qué voy a morir. La ciencia no lo
explica. Todo el desarrollo que hace Heidegger en EL SER Y EL TIEMPO, sobre la cuestión de la muerte, empieza
con la distinción entre la visión científica y la visión filosófica. La visión científica explica qué es un organismo y
porqué finalizan su vida. Pero otra cosa soy yo, siendo consciente, sabiendo que me voy a morir y preguntándome
porqué me voy a morir. Es una pregunta como clamor. ¿Por qué así? Génesis dice que si comían Adán y Eva del
árbol prohibido morirían y no murieron. ¿Se refería Génesis a lo que hoy llamaríamos “muerte existencial”? Pero
lo que dice Pablo, porque afirma que la muerte es el pago de los errores humanos, lo cual convierte a la muerte
en una carga existencial y no en algo que ya viene dado en la condición humana. En todo caso, preguntarse
porqué morimos, habilita búsquedas creativas.

PELÍCULA

Una película japonesa, After Life, de 1999, en blanco y negro. Dura 3 horas. Es una especie de purgatorio, la gente
se muere, llega a un lugar. Llega un grupo de recién muertos a un lugar de tránsito, que parece una estación de
tren y se van con dirección a la eternidad. Los reciben unas personas, japoneses todos obviamente, vestidos de
traje y corbata, todos vestidos como de los años 50. Como burócratas del purgatorio. Los reciben a todos. El grupo
está formado por personas de varias edades: gente mayor, joven, adolescentes, niños. Les dicen

-Antes de seguir el viaje, tiene que pasar aquí una semana y esta semana tienten que elegir qué recuerdo único
quieren que los acompañe el resto de la eternidad.

-Alguien pregunta ¿puedo elegir 2?

- No. Uno.

Uno dice

-Pero no recuerdo nada

Los meten en cubículos y les ponen como los videos de su vida. Y comienzan a ver todo lo que hicieron y a darse
cuenta de cómo lo hicieron. Y ahí se va viendo la historia de cada personaje haciendo sus propias elecciones.
Obviamente todos cuando vemos esa película, nos pasamos pensando qué recuerdo elegiríamos. ¿Qué recuerdo
elegirían? Uno elige el nacimiento de su hijo, otro su primer beso, una chica elige una imagen el día que la
dejaron. En una elección estúpida, se juega mucho. Pero lo que se juega es como un balance de lo que fue tu vida.
Esos balances son muy complejos. Se oscila entre el optimismo tal vez ingenuo. Como elegir el día de la boda, que
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si has tenido 20 años de casado es un momento ilusorio, porque lo que realmente ha definido el matrimonio son
los 20 años, no la ilusión ni la expectativa.

LOS PENDIENTES

El campo de los sueños, con Kevin Costner.

LO ÉTICO

Hemos asociado a la muerte el bien y el mal. El comportamiento en vida, la ética. Hay una idea firme que se
comienza a gestar en el pensamiento filosófico-religioso, platónico-cristiano de que en la mediad en que hay algo
más que la muerte, el acceso a ese lugar y a ese tiempo que es otro y que supone perfección, depende de lo que
hacemos aquí. La meritocracia. Es decir, hay que merecer la trascendencia, siendo una persona de bien. ¿Quiénes
administran qué es una persona de bien? Los que definen todo. Los que cuestionan eso van a decir que quienes
hacen eso, proponen una ética bastante subyugante. De sujeción del individuo a ese mérito para llegar a otro
mundo.

Digamos que los cristianos protestantes, no quitamos eso de encima, con la gracia paulina y con la salvación por fe
de Lutero. Ya no son necesarios los méritos, basta creer, así en abstracto, y con eso estamos salvados. No importa
que Jesús diga que hay que dar frutos o que va a juzgar las acciones humanas concretas. Pablo siempre gana, no
sé por qué.

Ahora bien, de acuerdo al as diferentes formas de pensar qué hay después de la muerte, es lo que se va impactar
de determinada manera en nuestras decisiones de vida. Lo que llamamos un determinado tipo de ética, como
decía el filósofo argentino Carlos García Moreno, Dios es un empleado en un mostrador. Si es un comerciante,
entonces la ética tiene que ver con el intercambio, con la negociación, donde tengo que cumplir con cierto
mandato para entrar en el cielo. No es que todas las religiones vayan por allí, pero hay una lectura religiosa, en
general, asociada a ganarse la vida definitiva con las acciones que hacemos en esta.

Esos requisitos son la muerte en vida como decía Nietzsche. Morimos dos veces. , porque para llegar a la muerte,
has tenido que reprimir muchas cosas, todo contra el deseo, cumplir mandatos, obligaciones, normas,
expectativas, y llega la muerte ¿y que tal que no hay nada después? Uno hace una apuesta. Si después de morir
haya un cielo o un infierno, entonces muchos transformarán su vida en un infierno para asegurar el cielo. Esa es la
lógica enferma, burguesa, en términos de ventaja, de conveniencia. Nietzsche se hace esas preguntas tontas. Te
pasaste toda la vida en función de normativas que aplacaron tus deseos y sueños, porque querías asegurar una
vida después de esta ¿y si no hay nada? Doble pérdida.

¿Qué queremos entonces? ¿La eternidad? Hagamos una distinción. Una cosa es la inmortalidad y otra la vida
eterna. La inmortalidad sería que esto que somos viva por siempre. Ya somos esto que somos. O bien, entender si
después de la vida hay un después. La eternidad no pensada como la prosecución infinita de esto que somos, sino
pensado como un lugar y tiempo otra, como otra realidad. Hay quienes han afirmado que la inmortalidad la puede
conseguir la ciencia. Que no estamos muy lejos de que encuentre formas de intervención en las células para que
no mueran. Parece una locura. Clonarse, por ejemplo. O la mezcla entre tecnología y ciencia. Volvernos ciborgs.
Todo un tema. La Bioética, que es una rama de la filosofía (sus grandes temas: clonación, aborto, eutanasia y pena
de muerte). Todavía después de que Nietzsche escribiera MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL, sigamos pensando en
términos de bien y de mal, por lo menos en los términos a los que se refiere Nietzsche, los tradicionales, aun
cuando haya cambiado la ética. Así que tenemos por un lado la inmortalidad, y por otro la idea de la muerte como
OTREDAD, que es donde más nos centramos.
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¿Desde dónde hablamos de la muerte si ninguno de nosotros murió? ¿Puede uno de verdad experimentar la
muerte? Si alguien se fue, murió y volvió, nadie le hace mucho caso. Lázaro es el mejor ejemplo de ello. A los
judíos que presenciaron eso no les hizo ninguna sorpresa que Jesús resucitara a Lázaro, es más, vieron eso como
una amenaza para el statu quo. Hay gente que dice que ve luz. ¿Por qué ve luz, si la luz es un fenómeno de la vida
tal como la conocemos? ¿No sería más creíble decir que no puedo comunicar lo que vi, porque loa experiencia no
tiene palabras? Algo como lo que ocurrió a Tomás de Aquino y que dejó de escribir o por lo que se volvió mudo
Pirrón cuando vio a Kalano prenderse fuego para decir lo que es el dolor. Experiencias que dejan sin palabras. ¿No
sería la experiencia de la muerte algo que dejaría sin palabras que no cabrían ni la palabra túnel ni la palabra luz?

Si les dieran la posibilidad de ser inmortales ¿la aceptarían? Película EL ANSIA. David Bowie. La desesperación de
lo que no pueden morir. La inmortalidad puede ser aburrida. Yo primero te compro 100 años más, pero que me
funcione todo. Dame la inmortalidad y yo después veo como no me aburro. .

Hay un cuento de Borges que se titula EL INMORTAL. La inmortalidad vista como algo negativo. La historia
muestra al inmortal como alguien que padece esa inmortalidad. Llega un momento en que queda como inerte,
porque ya nada la provoca ningún tipo de interés. Ahora bien, el tiempo en que vivimos nos afecta en nuestras
decisiones objetiva y subjetivamente. Si viviéramos 500 años, ¿a qué edad nos casaríamos? Nos afecta
objetivamente porque las instituciones están pensadas para este tiempo. La educación tiene que ver con la
conciencia de lo que la vida dura. La inmortalidad como exceso deja sin sentido ese tipo de decisiones.

Plotino decía que el ser humano es el punto de encuentro entre lo finito y lo infinito. Pero en la realidad ese
encuentro nunca se da. Es muy difícil pensarnos inmortales, porque somos mortales. ¿Cómo esto mortal va a
poder encarnar la inmortalidad? Este cuerpo tiene la consistencia, digamos, para durar cuando mucho 110 años.

¿Cómo fue construyendo la filosofía el tema de la muerte? Es un tema central en la filosofía. ¿Por qué queremos
saber? Porque sabemos que nos vamos a morir. Si tuviéramos experiencia de lo absoluto, no temeríamos morir,
porque el absoluto sería la respuesta para todo. Si tuviéramos contacto con el absoluto. Te encuentras con Dios,
viene y te toca con su dedo incorpóreo y ves todo. (Aleph de Borges. Un cuento en donde Borges llega a un velorio
y está el hermano de la muerta. El hermano está trastornado y le dice acabo de ver el ALEPH. ¿Qué es eso? El
todo. ¿Cómo que viste el todo? Vi todo en un segundo. ¿Todo junto? No. Todo separado pero todo. Tuve ese
contacto. Entonces va Borges a ver el ALEPH, que está en una escalera. En ese momento Borges ve todo y cuenta
lo que ve. Ve a cada persona que existió, existe y existirá en el mundo, cada una con sus propias historias,
pensamientos, transpiraciones, es decir, ve todo. El absoluto como uno y como múltiple al mismo tiempo).

La totalidad desplegada en todas sus manifestaciones vista en un segundo. ¿Qué queda? Ve su propia muerte.
Sabe todo. Con eso se acaba la cultura, el saber, etc. Todas las creaciones culturales e intelectuales. En el fondo
todas las prácticas humanas tiene un único objetivo, tratar de encontrarle sentido al sinsentido. Eso dice
Heidegger de la muerte. Cuando somos conscientes de la muerte y nos angustiamos, en vez de recibir la angustia
como signo de nuestra contingencia, tratamos de huir de la angustia. ¿Cómo huimos de la angustia? Haciendo
cosas. Yendo a la cotidianeidad. Dice Heidegger la cotidianeidad es el gran invento del ser humano para escapar a
de la muerte. Así que en vez de pensar en la muerte cocinamos un huevo frito o miramos una película o vamos a
la iglesia o tenemos sexo, etc. Hacemos cosas para encontrar sentido. Son vías de escape. Y no sirve para nada,
porque al final te mueres igual. Es lo que dice Heidegger: recuerden todos los días que se van a morir.

APORÍAS. Libro de Jacques Derridá. Aporía es la idea de que uno tiene nunca lo impasable. La muerte es la
posibilidad más propia, pero al mismo tiempo es experimentable. Nadie tiene experiencia de su propia muerte,
aunque todos sabemos que nos vamos a morir. De lo que tendré experiencia de los momentos previos a la muerte
si acaso. Pero de la muerte en sí, no.
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Heidegger dice una cosa es MORIR y otra cosa PERECER. Típico de filósofo. Elementos perecederos o no
perecederos. Perecer es un sinónimo de morir, pero nadie dice Roquito pereció. ¿Quién perece? El verbo perecer
está más ligado a organismo vivos que no son conscientes de su propia muerte. Heidegger da un paso interesante
al hacer esta diferencia. Un perro no sabe que se va a morir. No tiene consciencia. Solo el ser humano tiene
consciencia de us propia muerte.

Fallecer. Uno no dice, estoy por fallecer. No se dice falleció el burro. Fallecer es la capacidad de que un organismos
vivos de finalizar su vida. El ser humanos nunca perece porque tiene consciencia de us propia muerte. Pero no
tiene consciencia de muerte. Fallecer es la muerte humana vista como cosa y no como experiencia humana. Es
desde la mirada de la ciencia. El forense, el abogado, el médico. Falleció un cuerpo, visto desde afuera.

La muerte no tiene frontera (todos morimos) y a su vez, es una frontera (si es frontera y hay vida después,
entonces no es frontera) La metáfora que se ideo para vencer a la muerte es la metáfora del alma. Pero el alma
esta dentro de un combo, Dios, alma y muerte.

Pitágoras y su teoría de la metampsicosis. Meta, más allá, psiqué, alma. Teoría de la transmigración de las almas.
Reencarnación. Los primeros filósofos genera un una escisión al interior del ser humano, que no es natural.
Cuerpo y alma es el dúo más famoso, que surge por la necesidad de poder resolver el poder de la muerte. Hay que
despegar el alma del cuerpo. ¿Cómo hago eso? Centro el pensamiento en las matemáticas y en la lógica. De otro
modo el alma no transmigra.

El Fedón, libro sobre la muerte en Platón. Narra la muerte de Sócrates. Dice algo interesante: La inmortalidad
tiene que ver con lo que hiciste en la vida: tener hijos y hacer obras.

¿Ejercitarse para la muerte? Significa reflexionar continuamente sobre la muerte.

A uno l que lo amuela es saber que si yo muero, otros seguirán viviendo y haciendo cosas interesantes. Si uno
muriera y se murieran todos y explotara el universo fuera más fácil.

EL DILEMA DEL DOLOR HUMANO


SALMO 61

Pbro. Samuel Gallegos


1 Jehová, no me reprendas en tu enojo, Ni me castigues con tu ira.

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Éste salmo es el primero de siete salmos conocidos como “Salmos Penitenciales” (32, 38, 51, 102, 130, 143).
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2 Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; Sáname, oh Jehová, porque mis
huesos se estremecen (cura, Señor, mis huesos dislocados [Shöekel]).
3 Mi alma también está muy turbada (respiro descompasadamente, [Shöekel]); Y tú, Jehová,
¿hasta cuándo?
4 Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma; Sálvame por tu misericordia.
5 Porque en la muerte no hay memoria de ti; En el Seol, ¿quién te alabará?
6 Me he consumido a fuerza de gemir; Todas las noches inundo de llanto mi lecho, Riego mi
cama con mis lágrimas.
7 Mis ojos están gastados de sufrir; Se han envejecido a causa de todos mis angustiadores.
8 Apartaos de mí, todos los hacedores de iniquidad; Porque Jehová ha oído la voz de mi lloro.
9 Jehová ha oído mi ruego; Ha recibido Jehová mi oración.
10 Se avergonzarán y se turbarán mucho todos mis enemigos; Se volverán y serán
avergonzados de repente.

PRELIMINARES:
1. El salmo describe nexos con la enfermedad, el sufrimiento, el dolor, la angustia interior, el temor
a la muerte, la ira de Dios, la conciencia de pecado, estar enfrentando una hostilidad perversa
(los enemigos son malhechores). Podrían ser enemigos reales o una metáfora de todo lo que
enfrenta el orante.
2. Hay tres componentes básicos: a) dolor físico, que corresponde al ser corpóreo; b) pena interior,
que corresponde a la conciencia; c) enemigos, que corresponde al ámbito social. Éstos tres
componentes son una especie de cerco inexpugnable, por lo que la única salida es Dios.
3. El dolor y la enfermedad son adelantos de la muerte. Enemigos del cuerpo, se instalan en él,
pero también se instalan en la conciencia, nos cuestionan. El animal no pasa por la conciencia
del dolor. En el dolor o en la enfermedad, la muerte se adelanta en la conciencia e intensifica el
dolor.
4. ¿Piensa el salmista que está bajo la ira de Dios ó pide que lo que le pasa no sea el resultado de
su ira? La “ira de Dios” es terrible en la mentalidad hebrea. Jeremías 10:10. Mas Jehová es el
Dios verdadero; él es Dios vivo y Rey eterno; a su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden
sufrir su indignación. Job 9:5 El arranca los montes con su furor, Y no saben quién los trastornó.
5. Donde dice “no me reprendas” se usa ‫( יכח‬yakah: decidir, juzgar, probar, corregir)
fundamentalmente “hacer de Juez”. ¿La petición será no me juzgues enojado ó no evalúes mi
situación enojado?
6. Hay una relación entre enfermedad y pecado. La enfermedad hace sentir culpable al enfermo, lo
enfrenta con su modo de vivir, le sugiere que está así porque no se cuidó, porque no ha llevado
una buena vida.
7. “Mis huesos se estremecen” (v. 2) “mi respiración es descompasada” (v. 3). Los huesos son la
estructura, lo que sostiene, la respiración es el ritmo de la vida. Estructura y ritmo están en
peligro de muerte.
8. “Sepulcro” traduce la palabra hebrea ‫( לואש‬seol: la región que no es región, el ámbito que es
nada).
10

9. “Acordarse de ti”, “hacer memoria” (‫)רכז‬, “zacar”, significa recordar con alabanza. Implica la idea
de “declara, pensar, recitar, proclamar, invocar, conmemorar, confesar, meditar”.
10. En el versículo 8 hay un cambio repentino, el salmista afirma que ya lo escuchó Yavéh. Pero,
¿son la causa de la enfermedad sus enemigos? ¿De qué manera? ¿Cuáles son las dinámicas a
las que nos somete un enemigo? En todo caso importa el resultado final de la intervención de
Dios, a saber, escuchó el ruego, aceptó la oración e interviene en la situación haciendo huir a los
enemigos.

INTRODUCCIÓN
El dolor humano es un problema insoluble en ésta vida. Es un tema que ha llevado a muchos a
tratar de, por lo menos, explicarlo. ¿Por qué la gente sufre el dolor? Muchos responden, fríamente, que
por el pecado. Pero ésa respuesta no consuela a nadie que esté atravesando por un dolor. Pongamos
un ejemplo concreto.
El rabino Harold S. Kushner cuenta que su hijo Aaron cumplió tres años el día en que nació su
hermanita Ariel. Aaron era brillante y alegre, pero cuando cumplió ocho meses empezó a bajar de peso,
lo cual preocupó mucho a sus padres. Vieron toda clase de médicos y le dijeron que sería bajito de
estatura, pero normal. Se cambiaron de residencia a Nueva York, en donde conocieron a un médico,
investigador, especialista en problemas de crecimiento y le llevaron a Aaron. Después de algunos
estudios, les dijeron que tenía “progeria”, vejez prematura. Eso significaba que Aaron jamás crecería
más de un metro, parecería más un anciano que un niño y moriría en la adolescencia. ¿Cómo absorber
noticias como ésa? ¿Cómo encontrarle sentido?
El rabino pensaba toda suerte de cosas: Si él había cometido algún pecado y Dios lo estaba
haciendo pagar por ello, ¿por qué tenía que pagar Aarón en su propio cuerpo y con su propia vida? Le
habían enseñado que Dios era todopoderoso y que los protegía mejor que los propios padres, entonces,
¿por qué no los protegió de ésa enfermedad? Cuando le sucedió a otros, el rabino usualmente pensaba
que Dios era justo. Jamás se le ocurrió cuestionar a Dios y afirmaba que Dios sabía lo que hacía. Ver el
dolor en otros es una cosa, vivirlo en carne propia es otra2.
Éste salmo habla del dolor, del profundo dolor humano. Da la impresión de que el salmista está
experimentando una enfermedad, que lo ha acercado a la muerte. Ésta situación lo hace crear una
canción en donde reflexiona sobre el dolor sin tapujos, sin prejuicios. No tiene respuestas para el dolor,
sin embargo, al final, decide confiar y creer.
¿SERÁ LA ENFERMEDAD QUE TENGO CASTIGO POR MI PECADO?
1. Señor, no me reprendas en tu enojo, no me castigues en tu furor.
Una de las primeras cosas que la mente humana, víctima de una enfermedad que lo acerca a la
muerte, piensa es ¿estaré pasando por ésto porque Dios me está castigando? Parece que el salmista
no se salva de preguntarse ésto mismo. Las palabras de éste primer versículo parecen interpretar la
enfermedad del salmista como un castigo de Dios, como si Dios estuviera enojado con él por algún
pecado cometido. Nosotros nos preguntamos, ¿es realmente la enfermedad un castigo de Dios por los
pecados que comentemos? No creo que el salmista esté afirmando que así es, lo que sí creo es que es
tal su dolor, su desesperación, que siente que está pagando algo que ha hecho y así lo expresa.
Los siguientes versículos, hasta el v. 8, son lamento, tras lamento.
2
Tomada de la introducción de Harold S. Kushner, Cuando las cosas malas le pasan a la gente buena, La semana
Publicaciones Ltda. Israel, 1985.
11

2. Señor, ten compasión de mí, pues me siento sin fuerzas. Señor, devuélveme la salud,
pues todo el cuerpo me tiembla.
3. ¡Estoy temblando de miedo! Y tú, Señor, ¿cuándo vendrás?
4. Ven, Señor, ¡sálvame la vida!, ¡sálvame por tu amor!
5. Nadie que esté muerto puede acordarse de ti; ¿quién podrá alabarte en el sepulcro?
6. Estoy cansado de llorar. Noche tras noche lloro tanto que inundo de lágrimas mi
almohada.
7. El dolor me nubla la vista; ¡se me nubla por culpa de mis enemigos!
8. ¡Apártense de mí, malhechores, que el Señor ha escuchado mis sollozos!
¿COMO CREER EN DIOS EN MEDIO DEL DOLOR QUE CAUSA LA ENFERMEDAD FÍSICA?
Llama la atención que en todo lo que dice, hay un contraste entre muerte y vida. Quiere vivir, éso
es claro, y quiere vivir sintiéndose bien. Porque una cosa es segura: los muertos no oran. Pero cuando
los vivos se sienten muertos, oran a gritos. Cuando las personas estamos en una situación de dolor
extremo, nos sentimos sin fuerza, temblamos y clamamos a Dios. Poco tardamos en descubrir que el
revés de nosotros mismos es la muerte, es nuestra espalda, la zona que no vemos, caminamos con la
muerte a nuestro lado, aunque jamás lo pensemos así. La muerte siempre está presente, silenciosa y
es eficaz.
Esta es una oración que se hace en una agonía profunda, pero la agonía es mayor, cuando se
dirige la oración a un Dios que parece que no escucha, al que se le pide: Señor, ten compasión de mí,
pues me siento sin fuerzas. Señor, devuélveme la salud, pues todo el cuerpo me tiembla. ¡Estoy
temblando de miedo! Pero como la respuesta no llega pronto, y el dolor continua, hay que preguntarle:
Y tú, Señor, ¿cuándo vendrás? Parece un Dios que calla, como si dejara que las cosas seguirán
inexorablemente su rumbo, un rumbo que parece no tener solución.
Mucha gente en medio de la agonía, blasfema, casi con una blasfemia justificada, incluso latente
en éste salmo: si el Señor no es capaz de darme la vida, la salud, precisamente ahora que la necesito,
¿para qué me sirve creer? O dicho en los labios del salmista: “Nadie que esté muerto puede
acordarse de ti; ¿quién podrá alabarte en el sepulcro?”.
La enfermedad pone a prueba la vida. Es como una probada de la muerte, como el primer
encuentro con ella en donde medimos las fuerzas, nuestras pocas y escasas fuerzas frente a un
enemigo que se las sabe todas. La muerte es un enemigo paciente, que espera, que juega a vernos
sufrir y luchar contra lo inevitable. Es un enemigo que nos ve cansarnos de llorar.
La muerte sabe que vencerá al final, el hombre sabe que perderá. Y, sin embargo, el hombre no
se da por vencido, no se entrega. Hace lo imposible por prolongar sus días, aunque sea por una pocas
horas, ya sea en la inconsciencia que produce una enfermedad o entre crueles dolores que le nublan la
vista, como enemigos acérrimos.
Los hospitales están llenos de éstas vivencias. La gente apuesta a lo que conoce; Nos han dicho
que hay otra vida, pero la única que conocemos es ésta, así que a ésta nos aferramos, porque ¿quién
sabe de cierto que de verdad hay otra vida?
12

Es increíble la alegría de la gente cuando puede prolongar su vida aunque sea unos pocos años.
Antes la edad media del hombre eran 25 años, ahora se puede vivir hasta 70, en los países más
desarrollados. Es mucho... pero también es poco.
¿CÓMO CREER EN DIOS EN MEDIO DEL DOLOR QUE CAUSA LA ENFERMEDAD
PSÍQUICA?
Pero, a veces, no son solo las enfermedades físicas las que nos preocupan. Muchas ocasiones,
como dice el salmista: “Noche tras noche lloro tanto que inundo de lágrimas mi almohada”. Ésas
lágrimas que lloramos son lágrimas de una muerte más interna, más profunda. Quizá podamos afirmar
alguna vez que estamos sanos físicamente, pero nadie podemos afirmar lo mismo de la salud psíquica
o espiritual.
En los siglos pasados el hombre se vió humillado en la lepra o en la fiebre amarilla. En el
presente siglo, el hombre se ve humillado de otra manera, porque el hombre de hoy es fuerte y
vigoroso, pero al mismo tiempo está enfermo de una enfermedad que no necesita virus para
manifestarse y que se enraíza en los huesos: la enfermedad de la tristeza, de soledad, del hastío, del
odio, de la incomunicación, de la impiedad, de la injusticia, del orgullo, de la mentira, etc. Y todo ésto
lleva a la muerte de manera más sutil, precisamente porque el hombre no las ve como enfermedades
mortales.
LA ENFERMEDAD Y SU VALOR ESPIRITUAL Y HUMANO
El hombre sueña con verse libre de enfermedad. Pero es un sueño. Es nuestra condición
humana la que nos exige ser enfermos. La enfermedad tiene algo espiritual y, por ello, humano. Desde
la enfermedad el hombre se ve obligado a reconocer, aunque no le guste, que es un ser limitado, frágil,
inestable. Y desde allí, intenta agarrarse de algo más fuerte, algo a lo que siempre se le ha llamado
“Dios”.
Esto es tan verdad, que podríamos preguntarnos si el hombre llegó a pensar en Dios, solo
porque vió la naturaleza en todo su esplendor. Parece que no. Tuvo que entender otro lado de Dios,
desde la enfermedad siempre amenazante y dura, pero tuvo, también, que entender otro lado de su ser
como humano: su propia insignificancia, su incapacidad para vivir plenamente.
No es casualidad que en tiempos de Jesús fueran los enfermos los que acudieran en masa en
busca de curación: fe y salud son dos piezas estrechamente enlazadas. Y Jesús no podía ser salvador
sino fuese al mismo tiempo médico y terapeuta. De allí el valor teológico de las curaciones de Jesús,
más allá de su realidad histórica: eran el signo de que Dios efectivamente era Dios y no un cuento de
hadas.
Lo cierto es que todos buscamos más a Dios en situaciones problemáticas y de enfermedad, que
cuando nos sentimos bien. En momentos de enfermedad procuramos la salud con la ayuda de quien
sea, como si supiéramos que hay una fuerza poderosa que puede vencer a la muerte. Es entonces
cuando la fe desemboca en un callejón, sino sin salida, sí sumamente arriesgado: y si no llega la
curación ¿qué pensaremos sobre Dios? ¿Qué pasará con nuestra fe?.
FE Y REALIDAD
Éste salmo es sumamente realista, por lo tanto seámoslo nosotros también. Es un hecho
indiscutible que el ser humano, quiere verse librado de todos sus males lo más pronto posible. Como
dice el salmista: Mis enemigos, muertos de miedo, quedarán en ridículo; ¡en una abrir y cerrar de
ojos huirán avergonzados! Dicho de otro modo: quiere verse librado de las burlas de sus enemigos
13

que se ríen de los despojos de una fe que parece impotente. Esa es la gran humillación del hombre
creyente: su Dios tiene todas las apariencias de no existir o de ser incapaz, al menos, de acudir en
defensa de los que le invocan.
En tiempos de Jesús, para justificar ésta situación, cierta teología afirmaba que la enfermedad
era signo del pecado del paciente. El evangelio recuerda el caso del ciego de nacimiento de quien se
sospechaba que debía ser un gran pecador, o él o sus padres 3. Sin embargo, Jesús declaró que nada
tenía que ver su pecado con su ceguera, ya que ésta iba a ser la ocasión para que se manifestara la
gloria de Dios, quien daría luz a un hombre que los demás habían desahuciado.
Pero no todos tenemos la misma suerte que aquél ciego, en la realidad Jesús no viene y nos
sana y entonces nuestra oración puede tomar un tinte de blasfema ironía: “si ahora no nos curas Señor,
¿de qué vale que te alabemos cuando estemos en el reino de los muertos? Una vez muerto el hombre,
le será difícil acordarse de un Dios misericordioso, lo mejor sería ver tu misericordia ahora mismo”.
Efectivamente, el hombre no está dispuesto a olvidarse de ésta vida para conseguir una futura
mejor. Dicho en un refrán: “más vale pájaro en mano, que ciento volando”. El hombre moderno sigue
siendo realista en su planteamiento: si éste Dios no nos ayuda precisamente ahora en que más lo
necesitamos o, no existe o su existencia nos resulta inútil. La afirmación de que existe una vida futura
es teóricamente válida, pero no prácticamente segura. Ése es su lado débil. Si muchos pueden creer en
ella, otros muchos pueden tener el mismo derecho a dudar o a negarla, dado que no hay suficiente
pruebas.
CONCLUSIÓN
Aventuremos una primera conclusión: la fe en Dios que nace exclusivamente de que cree que
Dios sanará toda enfermedad o que nos protegerá de toda debilidad humana, puede terminar en un
callejón sin salida en la medida en que Dios no responde a los ruegos del hombre.
No ignoramos que hay muchos creyentes cristianos y de otras religiones que creen en la salud
eterna después de la muerte, pero es importante que comprendamos que muchos otros, incluso
nosotros mismos, tenemos derecho a dudar.
Ésto nos lleva a una segunda conclusión: una fe será válida en el mundo moderno en la
medida en que signifique una real solución a los problemas del hombre. Teóricamente la hipótesis es
válida, pero ¿qué significa en la práctica? ¿Que Dios ha de resolver nuestros problemas? ¿Que el
propio hombre de fe debe solucionarlos como expresión de que cree en un Dios salvador? Pero, en éste
segundo caso, ¿qué distingue al hombre de fe de aquél, que sin creer en Dios, soluciona igualmente
sus problemas con capacidad, sinceridad y eficacia?
La experiencia nos enseña que no hay que ser creyentes para enfrentarse con valentía a la vida,
ni para corregir los impulsos de muerte. Es cierto que el no creyente no vence definitivamente a la
muerte, pero ¿a caso lo logra el creyente?
El salmo 6 no resuelve el problema del dolor, pero el salmista prefiere aceptar la hipótesis de que
Dios lo ha escuchado y de que sus enemigos burlones han de huir confusos y aterrados. Es de
admirarse su fe en un Dios que parece no responder y que, sin embargo, no parece sordo.

3
Juan 9.
14

¿Qué pensamos de todo lo dicho? En realidad el interrogante de la vida y, por lo tanto, de Dios
es tan grande, nos sobrepasa de tal manera que nadie, sino el que esté interesado en resolver el
enigma tendrá que responder adecuadamente a sí mismo.
Pero ya que estoy en el dilema intentaré responder, más pensando en voz alta, no para
convencer a nadie, sino para sacar a la luz lo que está en el fondo de mí mismo.
Primero: no creo que la enfermedad humana sea un camino apto para acercarse a Dios, el
único camino apto para acercarse a Dios es Jesucristo. Como hombre que soy, estoy consciente de la
situación humana y todo lo que es auténticamente humano debo asumirlo como tal: ya sea
resignándome (cosa a la que me opongo) o intentando superarlo hasta el límite posible de las
circunstancias.
Segundo: Por ser hombre acepto ser limitado, enfermo y candidato a la muerte. No le pido a
Dios que me libere de ésta situación, pues sería como pedirle que me ayudara a dejar de ser hombre.
Acepto el desafío de la vida, tal como está planteada: acepto luchar contra lo imposible, contra toda
forma de muerte, pero acepto que en el final de ésta vida seré derrotado por ella. Pero como yo
entiendo la vida a partir de Jesucristo, puedo decir, que si hay resurrección o no, es un asunto teórico y
de la fe y no me importa, lo que sí me importa es que en ésta vida pueda vivir y ser como Jesucristo.
Sé, y soy plenamente consciente de ello, que ésta postura no es fácil. Hay otro yo en mi interior
que reclama la evasión de la existencia de dolor y de muerte y que por lo tanto me enfrenta con un Dios
imposible y que parece que no es todo poderoso. Otra vez éso no importa, porque lo que me acerca a
Dios no es que Dios me resuelva todos mis problemas, sino que viva a Jesucristo. Es entonces que
descubro el camino de mi madurez: voy a ser lo que soy, nada más de lo que soy, pero, éso sí, todo lo
que puedo ser, en Jesucristo. Ésa es la lucha que tengo que sostener en ésta vida. Ésto es lo primero:
asumir toda mi responsabilidad de hombre, desde Jesucristo, aún en las situaciones límite como la
enfermedad y aún en la muerte, pues Jesús también enfrentó el dolor y la muerte y, en su dolor y su
muerte me acerco a Dios.
Mi vida tiene que ser realmente “vida”, en Jesucristo, hasta que agote todas mis reservas.
Entonces, será el fin: un fin con el que vengo sellado desde mi nacimiento y al que no puedo renunciar o
sería muy bien considerado cobarde y éso me haría infiel a Jesús.
Hasta ése instante solo podré decir cosas muy parecidas a las que dice el salmista en éste
salmo. Si Dios me la dado la vida y no puedo entender el dolor y la muerte ¿qué puedo hacer? El resto
queda en sus manos como una incógnita, como una respuesta a una ecuación ahora insoluble.
Entiendo que Dios permanezca mudo, porque ya ha dicho la última palabra: Jesucristo. Así pues
interpreto su silencio en Jesucristo, amo su silencio en Jesucristo. Su silencio es el momento de mi
responsabilidad como hombre, para vivir a Jesús, inclusive sin entender el dolor y la vida.

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