Sei sulla pagina 1di 10

Clasificación de las obligaciones

Naturales: Las obligaciones naturales son una categoría intermediaria entre las
obligaciones civiles (o jurídicas) y las obligaciones morales.

A diferencia de las obligaciones civiles, las obligaciones naturales carecen de fuerza


coercitiva exterior para imponer su cumplimiento; en otras palabras, la obligación natural es
lícita, pero no goza de coactividad, es decir, no son judicialmente exigibles. Que sea lícita
implica que las obligaciones naturales permitan retener el pago realizado en virtud de estas
obligaciones, por lo tanto, si el pago se cumple voluntariamente, éste no es luego repetible.

Aunque es difícil encontrarlas en los códigos civiles, ésta se contempla en juegos de azar,
en casos de equivocación sin conocimiento y de pagos realizados después de la
prescripción de la deuda.

Puras: Una obligación es pura cuando no está sometida a ninguna modalidad, ya sea
condición, plazo o modo (cargo). Estas modalidades son estipulaciones accesorias que
quitan certeza a la obligación principal, o la difieren en el tiempo, o le agregan una obligación
accesoria.

Obligaciones de dar: La obligación de dar, es la que tiene por objeto la entrega de una
cosa, mueble o inmueble, con el fin de constituir sobre ella derechos reales, o de transferir
solamente el uso o la tenencia, o de restituirla a su dueño.

LA OBLIGACIÓN DE DAR CONTIENE LA DE CONSERVAR.

Las obligaciones de dar llevan consigo la obligación de conservar la cosa, de modo que es
de cargo y responsabilidad del deudor la conservación de la cosa hasta su entrega, lo que
no sólo implica mantener materialmente la cosa, sino además hacerse responsable por la
suerte que corra la cosa hasta su entrega, como los deterioros que sufra, los gastos de
mantención o incluso responder hasta del caso fortuito de que padezca la cosa si el deudor
estaba constituido en mora.

LA OBLIGACIÓN DE DAR CONTIENE LA DE RESTITUIR

La obligación de dar, es la que tiene por objeto la entrega de una cosa, mueble o inmueble,
con el fin de constituir sobre ella derechos reales, o de transferir solamente el uso o la
tenencia, o de restituirla a su dueño.

Obligaciones de hacer: Son obligaciones positivas. Las obligaciones de hacer son


aquellas cuyo objeto prestacional consiste en realizar alguna acción a favor del acreedor,
como por ejemplo el albañil que se compromete a construir una casa, o el abogado que
debe defender a su cliente o el maestro que debe enseñar a sus alumnos. La diferencia
fundamental con las obligaciones de dar es que no son susceptibles de ejecución forzada,
si esto implica ejercer violencia sobre el deudor.
Obligaciones de no hacer: Son obligaciones negativas. Las obligaciones de no hacer
son aquellas en las cuales el objeto de prestación es una abstención por parte del deudor.
Son ejemplo de estas obligaciones, la del jugador de fútbol de no jugar para otro equipo, la
del inquilino de no subalquilar el inmueble arrendado, la del depositante de no usar las
mercaderías que conforman el depósito, etcétera.

Si en violación a la obligación de no hacer el deudor hace lo que no debía, el acreedor


puede exigir judicialmente la destrucción de lo hecho si es algo material (por ejemplo si el
inquilino devuelve el inmueble pintadas las paredes de rojo, sin autorización del propietario)
cargando los costos sobre el deudor, y si fuera algo inmaterial, o que no puede deshacerse,
como en el caso del depositante que ya usó los artículos depositados, podrá exigirse
judicialmente la indemnización por daños y perjuicios.

De sujeto múltiple: Son obligaciones de sujeto plural las que corresponden a varios
acreedores o pesan sobre varios deudores, con respecto a una sola prestación debida, y
en razón de una causa única.

La pluralidad de sujetos puede ser originaria o sobreviniente. Es originaria cuando desde la


constitución de la obligación hay varios acreedores o varios deudores. Es sobreviniente
cuando habiendo comenzado la obligación con un único sujeto, activo o pasivo, pasa a
tener un sujeto múltiple, generalmente por Pluralidad es conjunta, cuando hay concurrencia
de acreedores o deudores en una misma obligación. Es disyunta si la presencia de varios
acreedores o deudores, es excluyente entre sí, de manera que la obligación de uno
descarta la de otro.

Efectos de las Obligaciones

Son las consecuencias de ellas mismas; surgen de la dinámica de la relación obligacional,


pudiendo proyectarse:

1- Sobre el acreedor (art. 730 CCC), en una serie de mecanismos y dispositivos que
facultan al acreedor a emplear diversos medios legales para lograr el cumplimiento ya sí
ver satisfecho su interés; y

2- Sobre el deudor (art. 731 y 732 CCC), quien carga con el derecho- deber de cumplir la
prestación comprometida. Se trata de un deber, ya que el deudor que no cumple
voluntariamente puede ser coaccionado al cumplimiento; pero, a la vez, se trata de un
derecho, ya que el deudor que no cumple voluntariamente puede ser coaccionado al
cumplimiento; pero a la vez, se trata de un derecho, ya que el deudor tiene el derecho de
liberarse del yugo obligacional.

Las obligaciones pueden presentar efectos inmediatos o diferidos, según que ellos operen
desde su propio nacimiento o desde una fecha posterior.

Los efectos serán inmediatos si las virtualidades de la obligación se devengan desde su


propia constitución, al no estar sometidas a modalidad alguna que demore sus efectos,
tratándose de una obligación pura y simple en tal caso. También tendrá efectos inmediatos
el supuesto de eficacia pendiente, en que una obligación inicialmente vigente se ve
sometida posteriormente a una condición resolutoria (art. 347, 2do párr, CCC), pues hasta
ese momento la exigibilidad de la obligación se posterga.
Los efectos, también pueden ser clasificados en instantáneos y permanentes;
Los primeros, también llamados de ejecución única, se agotan con una prestación unitaria,
en un solo y mismo instante en que se produce el cumplimiento, como ocurre en la
compraventa de contado con la entrega de la cosa.
Son obligaciones instantáneas las que nacen y mueren en un mismo acto, como la
compraventa de contado, o el tráfico de ventanillas, o la venta de un objeto por parte de
una máquina. En la otra punta de la clasificación están los efectos permanentes, fluyentes
o de larga duración, que son aquellos que se prolongan en el tiempo.

Esta última categoría admite, a su vez, una sub clasificación: a) Efectos continuados,
supuesto en que no hay solución de continuidad en la prestación; y b) Efectos periódicos,
fluyentes o de tracto sucesivo, en los que existen episodios prefijados de ejecución, la que
se distribuye y reitera a lo largo del tiempo preestablecido o determinable, pero no
indefinido. Las obligaciones fluyentes son aquellas que generan créditos de vencimiento
periódico, que nacen cada cierto tiempo y son susceptibles de renacer por largos períodos;
suelen ser obligaciones cualitativamente muy importantes y cuantitativamente nada
desdeñables. Tales obligaciones tienen una perdurabilidad en el tiempo y su cumplimiento
no se produce por un acto único, sino por una sumatoria de cumplimientos o pagos cada
cierto tiempo.

La excepción es que la obligación tenga efectos fluyentes o de larga duración. La regla o


paradigma obligacional del código de Vélez era el de la obligación instantánea. Ergo, sólo
excepcionalmente se estaba en presencia de obligaciones de tracto sucesivo o de efectos
continuados, por lo que tal característica de la obligación debe surgir claramente de ella y
no puede conjeturarse, siendo de interpretación estricta.

En el nuevo código civil y comercial se le dio mayor importancia que en el viejo


ordenamiento a las obligaciones de larga duración, de lo que da testimonio la inclusión de
normas detalladas destinadas a regir diversos contratos de efectos dilatados en el tiempo,
como contratos asociativos, de convenios de colaboración, de leasing, etc.

En el nuevo ordenamiento se encuentra dividida la matriz obligacional, no dándose el


rotundo predominio de las obligaciones instantáneas, que el Código de Vélez mostraba.
Ergo, en este nuevo código, cada obligación deberá ser analizada en su naturaleza para
apreciar si se trata de una obligación instantánea o de efectos fluyentes. Como sea, la regla
que vertimos supra puede conservar algún valor subsidiario y, entonces, ante la duda,
correspondería considerar que una obligación es instantánea y no fluyente. Pero sólo ante
la duda y luego de evaluar debida y detalladamente su naturaleza y efectos.

Mientras el deudor cumpla su obligación no habrá problema; pero ante el incumplimiento,


se entra en otra faceta de la obligación, que es su carácter compulsivo o coactivo, que
otorga al acreedor herramientas o remedios para forzar el cumplimiento coercitivo y, por
ende, obtener satisfacción de su interés.

Para ello, el ordenamiento le asigna al acreedor una serie de poderes y facultades, que son
derivaciones o consecuencias de la relación obligatoria de la cual es sujeto activo,
enderezadas a lograr la satisfacción de su interés, que integraba el plan prestacional de la
obligación.
Ante el incumplimiento del deudor de sus obligaciones, entra en juego el art. 730 CCC, cuya
fuente es el art. 505 CC, que establece que la obligación da derecho al acreedor:
a) a emplear los medios legales para que el deudor le procure aquello a que se ha obligado.
B) a hacérselo procurar por otro a costa del deudor; a obtener del deudor las
indemnizaciones correspondientes. Los efectos enumerados en los diversos incisos de la
norma transcripta persiguen obtener que el acreedor satisfaga su interés in natura, esto es,
en primer término obteniendo exactamente el objeto debido de la manera comprometida;
de no ser ello factible, la norma busca el cumplimiento por equivalente, es decir, que el
deudor reciba a cambio de lo originalmente previsto una cosa o una prestación de valor
equivalente a ella. A estos dos efectos se los llama principales. También existen efectos
complementarios o auxiliares, ya que coadyuvan o apoyan la virtualidad de los efectos
principales y tienden a proteger o asegurar la integridad del patrimonio del deudor, dado
que su insolvencia tornaría ilusorio al cumplimiento que se persigue forzar o sustituir por un
equivalente.

Estos efectos auxiliares se evidencian en las medidas precautorias o cautelares y en las


acciones de preservación o reconstitución de solvencia patrimonial, como las acciones de
simulación, pauliana o revocatoria y oblicua o subrogatoria. La enunciación de los efectos
de las obligaciones del art. 730 CCC, tiene un orden que, en modo alguno, resulta
caprichoso o libremente modificable. Las obligaciones se constituyen para ser cumplidas,
sea voluntariamente o por los medios que la ley proporciona para compeler a su
cumplimiento. El primero de los efectos de las obligaciones es conferir medios al acreedor
para obtener el cumplimiento forzado o compulsivo de la obligación. Es dable destacar que
este cumplimiento forzado de la obligación no consiste en ejercer violencia sobre la persona
del deudor, sino en coaccionar su voluntad por medios jurídicos para vencer su resistencia
y obligarlo a cumplir. Si la obligación fuese de transferir el dominio de un inmueble y el
deudor se negara, obvio es que no podría llevársele la mano al momento de firmar. Ya que
las medidas de coacción admitidas por el ordenamiento son jurídicas y no físicas. Si no
fuera posible vencer la resistencia del deudor, se pasa a un segundo estadío, que es facultar
al acreedor a hacerse procurar por otro la prestación, a costa del deudor.

Cuando decimos, “si la índole de la obligación lo admitiera”, tenemos presente la posibilidad


de que la obligación fuera de cumplimiento esencial por el propio deudor, no admitiendo su
sustitución en el cumplimiento (por ejemplo, la obligación del deudor de pintar un retrato del
acreedor, tratándose el obligado de un pintor famoso, como Soldi o Dalí).-

Finalmente, en último caso, cuando tampoco esto fuera posible, el ordenamiento otorga al
acreedor el último recurso:
Resolver la obligación, mutándose la obligación original en una obligación resarcitoria: el
deudor debe al acreedor la indemnización de los daños causados por su incumplimiento.
Cuando fracasa el cumplimiento específico de la obligación, previa constitución en mora del
deudor, con o sin interpelación del acreedor, procede la satisfacción de la expectativa de
éste por vía de sucedáneo, mediante la reparación de los daños y perjuicios causados por
la inejecución. En definitiva como bien dice Saleilles, todos los efectos de las obligaciones
se resumen en una sola palabra: cumplimiento.

Efectos entre las partes: El nuevo código civil y comercial se ocupa de los efectos de las
obligaciones con relación al deudor en los artículos 731 y 732 CCC, que disponen lo
siguiente:
1- Art. 731:” El cumplimiento exacto de la obligación confiere al deudor el derecho a obtener
la liberación y el de rechazar las acciones del acreedor”.

Artículo 732 CCC: “Actuación de auxiliares. Principio de equiparación. El incumplimiento


de las personas de las que el deudor se sirve para la ejecución de la obligación se equipara
al derivado del propio hecho del obligado”.

Aunque el nuevo código no lo diga en este segmento, las obligaciones también alcanzan a
los sucesores de los sujetos obligacionales. Si se establece el principio respecto de los
contratos en el art. 1024 CCC, que dispone:” Sucesores universales. Los efectos del
contrato se extienden, activa y pasivamente, a los sucesores universales, a no ser que las
obligaciones que del nacen sean inherentes a la persona, o que la transmisión sea
incompatible con la naturaleza de la obligación, o esté prohibida por una cláusula del
contrato o la ley.”

Existen derechos y obligaciones que mueren con el causante, que no se transmiten ni


siquiera a los sucesores universales. Son los llamados derechos y obligaciones inherentes
a la persona (como los emergentes, por ejemplo, de la patria potestad, del matrimonio, etc.)

El resto de las obligaciones y derechos se transmiten a los sucesores universales. Respecto


de los sucesores singulares, la regla general es que los efectos de las obligaciones no
alcanzan a éstos. Son sucesores singulares aquellos que han recibido no una herencia,
sino una cosa determinada, como el comprador de un bien, por ejemplo. En efecto, si Pedro
ha comprado un inmueble a Juan, es evidente que las deudas quirografarias que Juan
tenga no pueden afectar a Pedro. En las obligaciones propter rem en cambio, no hay
terceros, porque si bien se trata de sucesores singulares, el comprador sucede al anterior
propietario en el dominio de la cosa y con la compra, lo desee o no, asume dichas
obligaciones que se transmiten con ella. Quien compra un inmueble debe hacerse cargo de
tales obligaciones.

Efectos con relación a terceros: Principio General: Las obligaciones son, en principio,
invocables por aquellos que han participado en su génesis, como las partes contratantes
en los contratos, el declarante en la declaración unilateral de voluntad, etc.

Son partes u otorgantes del contrato los que intervienen en su celebración por sí o a través
de un representante. Las partes son titulares de los intereses reglados en el contrato; ellas
adquieren los derechos y contraen las obligaciones establecidas en la contratación. Su
representante actúa por cuenta, en representación y en nombre de las partes;
consecuencia, no adquiere derechos ni contrae obligaciones derivadas del contrato.
El principio general de que los contratos no pueden perjudicar a terceros, no pueden
oponerse a ellos, ni invocarse por ellos (salvo algunas excepciones).

Pueden señalarse como excepciones al principio la subrogación, la cesión de derechos, y


la estipulación a favor de terceros. Pero, en verdad, no son excepciones: el subrogante, el
cesionario y el beneficiario dejan de ser terceros para incorporarse a la obligación y
constituirse en partes o beneficiarios de ella.

Efectos con respecto a los terceros: Los efectos de las obligaciones no alcanzan a los
terceros, a mérito del principio establecido en los art. 1195 y 1199 del CC. Respecto de los
terceros, las convenciones entre partes constituyen un convenio que les es inoponible (res
inter alios acta). La excepción está dada por el art. 1027 CCC, que prevé la figura conocida
como estipulación a favor de tercero.

Esta norma recepta un instituto sui generis que se denomina “estipulación a favor de
tercero”. En virtud de ella, un tercero, ajeno al vínculo obligacional, en caso de ser
beneficiario, se incorpora a la obligación ya nacida. Allí, los efectos sí lo alcanzan.

Clasificación de los efectos entre las partes: Los efectos de las obligaciones entre el
acreedor y el deudor pueden ser clasificados conforme se refieran al cumplimiento de la
prestación, o a la falta de cumplimiento y sus consecuencias, y a las medidas o acciones
que se confieran al acreedor para la tutela del crédito. 1- Efectos normales o cumplimiento
directo de la prestación. El efecto esencial de las obligaciones es el deber de cumplir la
prestación prometida en la forma, lugar y tiempo estipulados o que la ley prescribe. A este
efecto se lo denomina cumplimiento directo o específico de la prestación. 2- En la hipótesis
de que el deudor no cumpla voluntariamente con la prestación, el derecho prevé medios
para compelerlo al cumplimiento forzado; si ello no es posible, ni tampoco el hacerla
ejecutar por terceros, el acreedor tiene el derecho de “obtener las indemnizaciones
correspondientes” del deudor, para lo cual le basta con acreditar la existencia del contrato
sin tener que acreditar que de no recibirlo le seguirán daños. Puede reclamar además la
reparación de los daños derivados del incumplimiento, pero en este caso debe probar
debidamente el menoscabo patrimonial y, además la reparación de los daños derivados del
incumplimiento, pero en este caso debe probar debidamente el menoscabo patrimonial y,
además, que tal menoscabo resulta una consecuencia del obrar antijurídico que se le
atribuye a un sujeto mediando entre este acto y el daño una relación de causalidad
adecuada.

El cumplimiento de la obligación:

Acertadamente, se ha expuesto que “entre los caracteres de las obligaciones se destaca


su vocación por la extinción, o sea, que están llamadas a extinguirse.

Mientras los derechos reales tienden a constituir situaciones de permanencia- salvo


excepciones, como la garantía, precisamente por su carácter de accesorios a derechos
crediticios-, las obligaciones “nacen para morir”, es decir, para ser cumplidas, y es en la
muerte en donde el acreedor encuentra generalmente la satisfacción de su interés”.

También se ha dicho que “la existencia de la obligación llama a su realización en tanto está
vuelta hacia su fin (pago), hacia el cumplimiento que es su muerte. La obligación es un ser
para la muerte y se extingue, pues de un modo natural cuando se la paga
espontáneamente, se cierra, de tal modo, su ciclo natural, vital. Esta elemental descripción
pone de relieve el modo normal, propio- auténtico, de ser- obligación.

El cumplimiento de la obligación consiste, en principio, en la ejecución exacta de la


prestación comprometida en el acto constitutivo del vínculo. El nuevo código Civil y
Comercial, siguiendo la senda de Vélez (art. 725, 1 parte), define el pago como el
cumplimiento de la prestación que constituye el objeto de la obligación (art. 865 CCC).

La acreditación del pago o cumplimiento de la obligación se encuentra a cargo del deudor


que lo invoca, pues las reglas generales del onus probando colocan en cabeza de quien
pretende beneficiarse con lo previsto por una disposición legal probar la situación de hecho
contemplada en la norma cuya aplicación pretende.

Por ende- y como establece el art. 865 CCC- el cumplimiento exacto de la obligación le
confiere al deudor el derecho de obtener la liberación correspondiente, o el derecho de
repeler las acciones del acreedor, si la obligación se hallase extinguida o modificada por
una causa legal. Ese es el principio general.

De otro modo, debiera pensarse que sólo el cumplimiento exacto de la obligación libera al
deudor, lo que no es cierto, incluso a tenor de reiterados fallos de la Corte Suprema, donde
apelará al esfuerzo compartido y donde liberarse a deudores con deudas pesificadas, lo
que lejos estaba de configurar el cumplimiento “exacto” de la prestación. Como pauta
general, el derecho sólo protege intereses serios, razonables, sustentables y no cobija
nimiedades, caprichos o tonterías. Por ende, la exactitud del cumplimiento a que alude el
art. 865 CCC-y su fuente, art. 725, primera parte, CC- no constituye una circunstancia
enteramente objetiva, habida cuenta de que la falta de correspondencia entre lo debido y
lo pagado no obsta necesariamente a la exoneración del deudor, como ha resuelto
atinadamente alguna jurisprudencia.

El incumplimiento de la obligación, para ser jurídicamente relevante, debe ser una


desviación importante en el plan prestacional, una divergencia significativa y determinante
entre lo comprometido y lo entregado.

La extinción de la obligación: A diferencia del código de Vélez, que tenía una norma (el
art.724 CC) que disponía que las obligaciones se extinguen por el pago, la novación, la
compensación, la transacción, la confusión, la renuncia de los derechos del acreedor, la
remisión de la deuda y la imposibilidad del pago, estableciendo un catálogo no taxativo, el
nuevo ordenamiento sancionado por ley 26.994 no contiene una norma tal, sino que a partir
del art. 865 y hasta el 920 se ocupa del pago, desde el 921 en adelante va desgranando
diversos medios de extinción obligacional.

Así, la compensación (art. 9211 a 930 CCC), la confusión (art. 931 y 932), la novación (art.
933 a 941 CCC), la dación en pago (art. 942 y 943 CCC), la renuncia y la remisión (art. 955
y 956 son los medios extintivos que se ubican en ese segmento del nuevo código.

Pese a su ubicación en dicho capítulo, claramente se trata de un listado no taxativo de


medios de extinción obligacional. Que este elenco de medios de extinción no es taxativo
surge claramente de considerar que en otros segmentos del nuevo ordenamiento se ubican
otros medios extintivos ni siquiera mencionados aquí, lo que constituye otra muestra
acabada de asistematicidad y técnica legislativa fallida del nuevo código.

Otros medios de extinción de las obligaciones son: 1) el cumplimiento de la condición


resolutoria (art. 348 CCC); 2) el vencimiento del plazo resolutorio (art. 350 CCC); 3) la
declaración de nulidad de los actos de creación de la obligación (art. 390 a392 CCC); 4) la
prescripción liberatoria (art. 2554 y ss. CCC); 5) la caducidad de la obligación (art. 2566
CCC).-
El pago como medio de extinción obligacional: El pago es uno de los medios de
extinción de las obligaciones que contempla el art. 865 CCC.

El pago disuelve la relación contractual que existe entre las partes, realiza la obligación y,
al realizarla, la líquida; con el pago, por tanto, el vínculo alcanza su plenitud y, a partir de
entonces, deja de surtir efectos, salvo la subsistencia de la responsabilidad por evicción y
vicios ocultos, o la posibilidad de la ulterior invalidación del pago que hace renacer la
obligación.

La prestación cumplida, para configurar un cumplimiento o pago válido y liberatorio, debe


amoldarse al plan prestacional; sabido es que la prestación se inserta en un programa o
proyecto de la conducta futura del deudor, al establecer ese plan de prestación el interés
del acreedor y el objeto esperado por éste de la obligación. A diferencia de los derechos
reales, las obligaciones no son permanentes, tienden a realizarse y desaparecer.

Concepto: En sentido estricto, pago es el cumplimiento de la prestación debida, ya


se trate de una obligación de dar, de hacer o no hacer. En el art. 725 el Código de Vélez
define el pago como “el cumplimiento de la prestación que hace el objeto de la obligación,
ya se trate de una obligación de hacer, ya de una obligación de dar”. La forma de
cumplimiento por antonomasia de una obligación es el pago, que no necesariamente
consiste en la entrega de una suma dineraria. Así por ejemplo, podrían ser formas de pago,
tanto la entrega de una suma de dinero como el otorgamiento de una escritura traslativa de
dominio, la edificación de una casa, la realización de un cuadro, tratándose de una
obligación de hacer, etc.

La principal forma de cumplimiento de la obligación se verifica por el pago de la misma. Es


éste un medio calificado de extinción de las obligaciones. Según el profesor Rodolfo De
Ruggiero, “el derecho de crédito es por su naturaleza una relación perecedera. No vive
perpetuamente y su fin es proporcionar al acreedor una ventaja patrimonial. Cuando realiza
este fin, satisface el interés del acreedor y el vínculo carece de razón de ser, es decir, de
objeto”.

Los créditos no nacen para su mera contemplación sino que lo hacen para ejecutarse; la
obligación tiene una vida corta, determinada en el tiempo, que afecta el patrimonio del
deudor.

La palabra “pago” se emplea, sin embargo, en un sentido más restringido, ya sea: 1) para
designar el cumplimiento de una obligación de dar cantidades de cosas, o 2) en el lenguaje
vulgar, para significar la entrega de sumas de dinero. Este último es el pago por
antonomasia.-
Pago y legitimación: Legitimados para el pago:

Sujetos del pago---------------SOLVENS (o sujeto activo del pago)--------Quien se halla


obligado al pago.-

ACCIPIENS (o sujeto pasivo del pago)------Quien recibe el pago o prestación o en cuyo


favor se hace.-

Solvens: Dos normas del Nuevo Código establecen quienes se hallan legitimados para el
pago: Art. 879 CCC: “Legitimación activa. El deudor tiene el derecho de pagar. Si hay varios
deudores, el derecho de pagar de cada uno de ellos se rige por las disposiciones
correspondientes a la categoría de su obligación”.-

Art. 881 CCC: “Ejecución de la prestación por un tercero. La prestación también puede ser
ejecutada por un tercero, excepto que se hayan tenido en cuenta las condiciones especiales
del deudor, o hubiere oposición conjunta del acreedor y del deudor.

“Tercero interesado es la persona a quien el incumplimiento del deudor puede causar un


menoscabo patrimonial, y puede pagar contra la oposición individual o conjunta del
acreedor y del deudor”.
La legitimación activa del solvens está tratada de manera bastante más prolija de lo que
estaba en el código de Vélez, al recortar algo, la amplísima legitimación que éste acordaba
para el pago. Algunos ordenamientos del mundo siguen el principio general del código
francés, tomado de la doctrina clásica francesa de que “no cualquiera puede pagar”. No se
trata de un criterio antojadizo: habilitar a cualquiera a pagar genera desorden y litigiosidad,
pues quien paga sin tener interés en hacerlo puede buscar inmiscuirse en una relación
jurídica ajena, inclusive para causar un grave daño al deudor o extorsionarlo luego. No
siempre da lo mismo que sea creedor una persona que otra. Si bien, como principio, las
obligaciones son impersonales y los sujetos no importan tanto como el contenido, no
siempre es lo mismo que el acreedor sea Juan o Pedro, porque hay situaciones que pueden
no ser neutras o indiferentes: a lo mejor una de las personas tiene un lazo de parentesco
secundario con la otra, que lo llevaría a no ejecutarla, y quien compra la deuda no tiene ese
lazo y directamente ejecuta.

Legitimación pasiva para el pago: Accipiens: Este como principio general, debe aceptar
el pago de quien se lo realice, sea el deudor, un representante de éste, un tercero
interesado o aún un tercero en contra de la voluntad del deudor; ello salvo que se dé alguna
de las dos situaciones de excepción que contempla el art. 881.

El art. 883 CCC, consagra una legitimación descendente: el primer legitimado, sin duda, es
el acreedor, su cesionario o subrogante, lo que es lógico, dado que el acreedor es el primer
legitimado para recibir pagos, siendo un pago hecho a éste, en condiciones normales,
inatacable, extintivo y de efectos definitivos e incuestionables. Lo demás ya son situaciones
de excepción, que deberán analizarse en cada caso puntual. Si el acreedor ha cedido el
crédito o los derechos sobre la cosa ha dejado de estar legitimado para recibir válidamente
el pago, por lo que el pago deberá hacerse al cesionario en ese caso, conforme los art.
1614 a 1631 CCC.

Potrebbero piacerti anche