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PENAL II (UV)

APUNTES DOC MODULO 1

MORENO ALCÁZAR, MIGUEL


16-17
ANGEL
Los delitos contra
la vida
Gonzalo Quintero Olivares
Fermín Morales Prats
PID_00181637
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 Los delitos contra la vida

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Índice

Introducción............................................................................................... 5

Objetivos....................................................................................................... 6

1. Consideraciones generales sobre la protección penal de la


vida humana....................................................................................... 7

2. Delitos contra la vida humana independiente.......................... 11


2.1. Determinación del nacimiento en el ámbito penal .................... 11
2.2. Fijación del momento de la muerte ........................................... 12

3. El delito de homicidio...................................................................... 13
3.1. La conducta típica ....................................................................... 13
3.2. Tipo objetivo ............................................................................... 13
3.3. Tipo subjetivo .............................................................................. 15

4. El homicidio imprudente................................................................ 20
4.1. Imprudencia grave e imprudencia simple .................................. 20
4.2. Imprudencia profesional ............................................................. 21
4.3. Imprudencia en el empleo de vehículos de motor o de
ciclomotores y de armas de fuego .............................................. 22

5. El homicidio agravado denominado asesinato.......................... 23


5.1. Fundamentación y tipo objetivo ................................................ 23
5.2. Tipo subjetivo .............................................................................. 28
5.3. Iter criminis.................................................................................... 28
5.4. La cláusula de hiperagravación (artículo 140 CP) ...................... 29

6. Los delitos de inducción y auxilio al suicidio.


Consideración especial de la eutanasia........................................ 31
6.1. El debate sobre la disponibilidad de la propia vida .................... 31
6.2. El suicidio como presupuesto o condición ................................. 33
6.3. La regulación de la inducción, cooperación necesaria y
cooperación ejecutiva a una conducta suicida ........................... 35
6.4. El tratamiento penal de la eutanasia. La eutanasia en España
y el debate sobre el derecho a vivir y morir ............................... 37
6.4.1. El derecho a disponer de la propia vida y la
Constitución española ................................................... 37
6.4.2. El panorama legal: las llamadas clases de eutanasia ...... 40
6.4.3. La eutanasia pasiva y la activa en el CP ........................ 42
6.4.4. Eutanasia activa y cuidados paliativos .......................... 43
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7. El delito de aborto............................................................................ 45
7.1. Cuestiones generales ................................................................... 45
7.2. El objeto de tutela ....................................................................... 47
7.3. La nueva regulación del aborto a partir de la Ley Orgánica
2/2010, de 3 de marzo ................................................................ 48
7.4. El aborto no consentido ............................................................. 49
7.5. El aborto voluntario .................................................................... 50
7.6. El aborto imprudente .................................................................. 53

Glosario........................................................................................................ 55

Bibliografía................................................................................................. 56
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 5 Los delitos contra la vida

Introducción

El Código Penal de 1995, de 23 de noviembre, realizó una ordenación siste-


mática del catálogo de delitos y faltas previstos en sus libros segundo y terce-
ro de acuerdo con la axiología constitucional. De esta forma, la relación de
delitos contra la vida se inicia con los que atentan contra la vida humana in-
dependiente (homicidio) a los que siguen el asesinato, la inducción y auxilio
al suicidio (dentro de ello, la eutanasia), el aborto, las lesiones al feto y acaba
con la manipulación genética.

Claro está que, en realidad, no todos los delitos que se analizan responden a Nota
la tutela de la vida humana. Es evidente que las lesiones al feto identifican
El significado de todas las si-
la integridad física o la salud del nasciturus como bien jurídico protegido. En glas y abreviaturas que se utili-
cambio, los delitos relativos a la manipulación genética, como se expone en zan en este módulo didáctico
lo encontraréis en el glosario.
su momento, tutelan bienes jurídicos que desbordan el contenido de la mera Sin embargo, hay que reco-
nocer que en mayor o menor
vida humana preembrionaria. medida todas las infracciones
se pueden vincular a la vida
humana como objeto material
No procede en este momento profundizar sobre la política legislativa adoptada u objeto sobre el que recae la
acción típica. Por este motivo,
en la criminalización de los delitos contra la vida. De hecho, el primer apartado y por razones eminentemente
pedagógicas, hemos decidido
del módulo está dedicado a las consideraciones generales sobre estos delitos. tratar estas infracciones con-
juntamente en este módulo.

Sin embargo, sí parece oportuno resaltar dos cuestiones:

1) El contenido del módulo didáctico no supone ningún afán de exhaustivi-


dad. Es decir, se abordan las cuestiones esenciales de cada delito.

2) En el análisis de los primeros delitos (en especial el homicidio y el asesina-


to) aparecen inevitablemente cuestiones referentes a la parte general del dere-
cho penal (como la relación de causalidad, imputación objetiva, dolo, impru-
dencia, error, iter criminis o participación). Aunque no se eludan, es evidente
que corresponde estudiarlas en la asignatura Derecho penal. Parte general. Por
lo tanto, el estudiante deberá estar atento a los conocimientos adquiridos y, si
es necesario, volver al estudio de esa asignatura. Esto, aunque puede parecer
pesado en un primer momento, se revelará enormemente útil en el aprendi-
zaje de todos y cada uno de los delitos que se examinan.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 6 Los delitos contra la vida

Objetivos

En los materiales didácticos de este módulo encontraréis las herramientas bá-


sicas para alcanzar los objetivos siguientes:

1. Analizar la configuración de los delitos contra la vida humana en el Código


Penal a partir de las valoraciones expresadas en la Constitución española
de 1978.

2. Diferenciar los delitos que tienen como objeto la protección de la vida


humana (independiente o en formación) de aquellos que presentan un
bien jurídico diferente.

3. Estudiar los elementos típicos del delito de homicidio, con una incidencia
especial en los problemas que presentan el tipo objetivo y el subjetivo.

4. Estudiar los elementos configuradores del delito de asesinato, con una re-
ferencia especial a las circunstancias calificantes.

5. Abordar el tratamiento penal de las conductas de inducción y auxilio al


suicidio, con una especial atención a los supuestos de eutanasia.

6. Analizar los presupuestos político-criminales y la regulación legal de la


criminalización de la interrupción involuntaria y voluntaria del embarazo.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 7 Los delitos contra la vida

1. Consideraciones generales sobre la protección penal


de la vida humana

Si entre las tareas encomendadas al derecho penal destaca con una fuerza in-
dudable la de proteger los bienes jurídicos más importantes contra los ataques
más graves, es evidente que nuestro ordenamiento penal debe dedicar una es-
pecial atención a la tutela�de�la�vida�humana.

La vida humana no solo preside el catálogo de derechos fundamentales


proclamados constitucionalmente (artículo 15 CE), sino que, como ha
afirmado el Tribunal Constitucional, se configura como soporte onto-
lógico de todos los demás.

Pese a esto, hay que precisar desde el primer momento que no nos encontra-
mos frente a un valor absoluto y que, al igual que el resto de los derechos fun-
damentales, se puede encontrar inmerso en tensiones y conflictos con otros
derechos, y que la resolución de estos conflictos no exigirá siempre el mante-
nimiento incólume de la vida humana.

Así pues, ahora bastará con mencionar:

• La atipicidad del suicidio y de determinadas formas de eutanasia.


• La justificación de algunas hipótesis de interrupción voluntaria del emba-
razo (supuestos indicados en el aborto).
• La más simple justificación de la muerte en legítima defensa (artículo 20.4
CP) o en cumplimiento de un deber (artículo 20.7 CP).

Esta es una primera idea que debe retenerse:

La vida, como objeto de tutela para el derecho penal no se identifica


con una realidad biológica o naturalística, sino con un valor constitu-
cionalmente amparado y engarzado en un conjunto de normas funda-
mentales.

Obviamente, el derecho fundamental a la vida no puede prescindir del sustrato


fisiológico que le sirve de referencia, pero eso no quiere decir que la presencia
del derecho sea idéntica en todo caso; lo único que sí podemos asegurar es que,
en una u otra medida, esa tutela está siempre presente. La vida que empieza
con la anidación y acaba con la muerte conoce varias fases, todas tuteladas,
pero no con el mismo criterio.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 8 Los delitos contra la vida

El derecho penal no se manifiesta del mismo modo en la tutela del feto o en la respuesta
que se vaya a dar en los supuestos de renuncia voluntaria a la vida (suicidio o eutanasia)
que en los casos de ataques intencionados contra la vida (homicidio o asesinato).

Por otra parte, no hay que olvidar que en el derecho penal la protección de
la vida y la salud de los seres humanos reaparece en otros campos delictivos
diferentes. Por citar algunos:

los delitos ambientales, los delitos contra los consumidores; muchos delitos de peligro se
configuran, entre otros motivos, para reforzar la protección de la vida humana frente a
ataques que no están dirigidos primariamente contra la vida o la salud, pero que pueden
acabar incidiendo en ella.

En suma, pues, el derecho penal describe y castiga:

1)�delitos�dolosos�contra�la�vida (homicidio y asesinato),

2)�delitos�imprudentes�contra�la�vida (homicidio imprudente),

3)�delitos�contra�la�vida�en�formación (aborto y lesiones al feto),

4)�delitos�de�cooperación�en�la�pérdida�voluntaria�de�la�vida (inducción
y auxilio al suicidio),

5)�delitos�contra�otros�bienes�jurídicos (ambiente, consumo, riesgos) en los


que la vida humana puede resultar afectada,

6)�delitos�masivos�contra�la�vida, como es el genocidio.

El conjunto de infracciones expresado queda vinculado a la vida humana co-


mo objeto material sobre el que recae la opción típica del delito. Por esta ra-
zón, y por criterios pedagógicos, se decide agrupar estas infracciones en un
mismo modulo.

Dos precisiones deben ser expresadas:

1) En el presente módulo, se exponen las cuestiones esenciales de cada delito,


pero en modo alguno pretenden ser un sustitutivo de los manuales elegidos
para el estudio.

2) En la exposición del homicidio y de sus formas agravadas, denominadas


asesinato, se insertan cuestiones relativas a la teoría general del delito, propias
de la parte general del derecho penal (relación de causalidad, imputación ob-
jetiva, dolo, imprudencia), opción metodológica que con carácter secular se
ha adoptado para la explicación de estos delitos. No obstante, el estudiante
debe tener presente que los conocimientos adquiridos en Derecho penal I son
necesarios al proyectarlos en el estudio de cada una de las figuras delictivas.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 9 Los delitos contra la vida

El derecho penal tiene como objeto esencial la protección de los bie-


nes jurídicos más importantes para la vida social frente a las conductas
atentatorias más graves contra los mismos.

En coherencia con lo anterior, el CP ofrece una tutela especial e intensa a la


vida humana.

Este bien jurídico aparece como el primer�derecho�fundamental en el catá-


logo constitucional de los bienes jurídicos que tienen relevancia en la carta
magna (artículo 15 CE). Además, como señala el Tribunal Constitucional es-
pañol, la vida humana se configura como un bien jurídico apoyo de todos los
demás derechos fundamentales de la persona.

No obstante, la resolución de los conflictos con otros derechos constituciona-


les no siempre puede basarse de manera rígida en el mantenimiento a ultranza
y sin más matizaciones de la vida humana. Por lo anterior, debe destacarse:

1) La irrelevancia penal, por atipicidad del suicidio y de determinadas formas


de eutanasia.

2) La justificación penal de algunos supuestos de interrupción voluntaria del


embarazo, conforme al sistema de supuestos que contempla el Código Penal
(sistema de indicaciones).

3) No debe olvidarse que en los delitos contra la vida cabe la justificación de


la muerte cuando concurra alguna causa de justificación con plenitud de sus
presupuestos y elementos (por ejemplo la legítima defensa, artículo 20.4 CP).

Así pues, debemos destacar que la vida humana es objeto jurídico de


tutela para el derecho penal, pero este bien jurídico no se identifica
con una realidad biológica naturalística, por el contrario debe ser visto
como un valor constitucionalmente reconocido y amparado y, por ello,
no es un valor que pueda ser contemplado en términos absolutos, sino
que debe ser contextualizado conforme a los principios y valores de la
Constitución de 1978.

También debemos tener presente que el derecho penal expresa una valoración
diferente en las distintas etapas evolutivas de la vida, que son identificables
y diferenciables desde el punto de vista biológico. El bien jurídico al que nos
referimos no constituye un concepto estático sino que se halla inserto en un
proceso sucesivo vital, que comienza con la gestación (incluso en una etapa
anterior residenciada en la fecundación del ovulo) y que culmina con la muer-
te. Lo anterior explica la diversa intensidad con la que el derecho penal inter-
viene para reprimir las formas de homicidio y las relativas al aborto. Así, la
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 10 Los delitos contra la vida

represión penal del homicidio y del denominado asesinato es más intensa y


severa que la relativa al aborto, por cuanto el legislador considera mayor rango
la vida humana independiente respecto de la vida en formación. Precisamente
la ausencia de castigo, conforme al sistema de indicaciones, para determinadas
situaciones de aborto, encuentra su explicación en esa opción valorativa del
legislador. De este modo, la concurrencia e indicación terapéutica, criminoló-
gica o embriopática determina el no castigo de los supuestos de aborto.

Lo anterior explica que la tutela penal de la vida humana se vertebre en el CP


a través de los siguientes delitos:

1)�El�homicidio, el denominado asesinato y la cooperación en el suicidio se


enderezan a la tutela humana de la vida independiente.

2)�El�aborto�y�las�lesiones�al�feto constituyen previsiones típicas que tienen


como objetivo la tutela de la vida humana en formación.

Sin embargo, la clasificación anterior debe ser sometida a algunas precisiones:

a) El listado expuesto no abarca todos los delitos en los que se lesiona la vida
humana independiente.

Así, por ejemplo, el homicidio de un jefe de Estado extranjero encuentra tipificación en


el artículo 605.1 CP, el homicidio del rey en el artículo 485 CP y el genocidio en el artículo
607.1 CP. Estas son previsiones típicas de protección de la vida humana que encuentran
una configuración típica específica en el CP.

b) En el sentido estricto, el delito de lesiones al feto se orienta a la protección


de la integridad física o salud de la vida humana dependiente y, en puridad,
este delito no entraría a formar parte de los delitos contra la vida en formación.
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2. Delitos contra la vida humana independiente

El CP destina el título I del libro II a la regulación�del�homicidio�y�sus�for-


mas, ámbito legal en el que se ofrece protección penal a la vida humana in-
dependiente. No obstante, debe precisarse que las figuras típicas relativas a la
inducción y auxilio al suicidio presentan un contenido de injusto totalmente
diverso al que ofrece el delito de homicidio.

También debemos advertir con carácter introductorio que existe un debate


doctrinal sobre el carácter autónomo o dependiente del asesinato como figura
típica.

No obstante, es común a todos estos delitos el objeto�material sobre el que


recae la opción típica. Los puntos debatidos en este contexto de figuras delic-
tivas son los siguientes:

1) determinación del momento en el que puede afirmarse que comienza a


existir vida humana independiente o autónoma,

2) el momento de la muerte.

El artículo 138, al tipificar el delito de homicidio, parece que utiliza elementos


descriptivos que no reclaman grandes interpretaciones sobre la expresión ma-
tar a otra persona. Sin embargo, la cuestión puede albergar una cierta comple-
jidad interpretativa, por cuanto el nacimiento no puede quedar identificado
con un determinado instante y constituye algo que se ubica en un proceso
que tendría comienzo en el parto y que culminaría con la plena autonomía
vital del ser vivo.

También la determinación del momento de la muerte merece precisiones, ya


que de nuevo este acontecimiento se ubica en un proceso que de manera gra-
dual se va manifestando en la afectación de los distintos órganos del cuerpo
de la persona.

2.1. Determinación del nacimiento en el ámbito penal

La fijación de este momento es relevante para el derecho penal, por cuanto


cualquier conducta típica verificada con anterioridad al nacimiento deberá
tener respuesta punitiva a través de las figuras típicas de aborto o las relativas
a las lesiones al feto. Las formas de homicidio solo son de aplicación cuando
puede identificarse que ya ha acaecido el nacimiento de la persona.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 12 Los delitos contra la vida

Se han suscitado varias teorías respecto del momento del nacimiento a los Teoría que se puede
efectos penales: adoptar

Parece que el mejor criterio


1) comienzo de la expulsión del feto durante el parto; es el relativo a la expulsión o
separación plena del claustro
materno y debemos matizar
que el nacido vivo debe pre-
2) separación plena del feto del claustro materno, de manera que el nacimiento sentar una viabilidad cronoló-
gica, de modo que el estado
quedaría residenciado en la expulsión completa del mismo; embriológico del feto ofrezca
un grado suficiente para acce-
der a la autonomía vital plena.
3) el corte del cordón umbilical;

4) el inicio de la respiración pulmonar autónoma. Lectura recomendada

Sobre el desarrollo y madurez


2.2. Fijación del momento de la muerte embriológica del feto expul-
sado plenamente del claustro
materno y sobre los denomi-
La muerte constituye la fijación del límite máximo para la delimitación del nados supuestos de aborto en
hipótesis de vida fetal extra-
ámbito de aplicación del homicidio. De manera unánime, se identifica el mo- uterina, consultad la STS de
mento de la muerte con el cese�de�la�actividad�cerebral en términos absolutos 6 de diciembre de 1985, en la
que se calificó como aborto
e irreversibles, criterio normativo adoptado por el artículo 10 del Real Decreto una muerte acaecida tres días
después de la expulsión del
496/1980 de 22 de febrero, que presta el desarrollo a la Ley de extracción y claustro materno del feto cro-
trasplante de órganos (artículo 5 de la Ley 30/1979, de 27 de octubre). nológicamente inviable.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 13 Los delitos contra la vida

3. El delito de homicidio

El título I del libro II del CP recoge varias figuras que denomina formas�de
homicidio. En particular, el secular delito de asesinato aparece en sentido es-
tricto como un homicidio agravado, bajo el nomen iuris de asesinato. Junto a
las formas de homicidio, el CP contempla conductas típicas relacionadas con
el suicidio.

3.1. La conducta típica

El artículo 138 del CP señala lo siguiente:

"El que matare a otro será castigado, como reo de homicidio, con la pena de prisión de
10 a 15 años".

Se trata de un delito común en el que la esfera potencial de sujetos activos


aparece indeterminada. Por lo tanto, el tipo objetivo no contempla una con-
figuración especial en la esfera de autores, que no queda restringida por limite
legal alguno. También son genéricos los sujetos pasivos, de manera que cual-
quier persona puede ser la receptora de la conducta homicida.

En el CP de 1995, se optó por la supresión del parricidio y del infanticidio,


de manera que la muerte de los ascendientes, los descendientes, del cónyuge
o del recién nacido son conductas que quedaban abarcadas por el tipo genéri-
co del delito de homicidio, con independencia de que, en consideración a la
graduación mayor o menor del injusto o de la culpabilidad, opere la circuns-
tancia mixta de parentesco del artículo 23 CP que, como es sabido, puede al-
bergar efectos atenuatorios o agravatorios de la responsabilidad penal según
cada caso.

3.2. Tipo objetivo

1)� La� acción� típica,� en� las� modalidades� de� comisión� activa,� consiste� en
una�acción�de�matar�otra�persona,�dotada�de�vida�humana�independien-
te. Esta acción deberá producir la muerte de otro (resultado típico). En esta
sencilla estructura típica, no se hallan descritos las formas o medios comisivos
en el tipo. El homicidio es así un delito de medios indeterminados ex lege, a
diferencia de lo establecido en el homicidio calificado, denominado asesinato
(artículo 139 CP).

A la estructura típica del homicidio es proyectable la comisión por omisión u


omisión impropia por cuanto se trata de una modalidad típica de medios in-
determinados y de resultado material (cfr. infra 4.3). En este sentido, el artículo
11 CP es conjugable con el delito de homicidio, que se entenderá cometido
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 14 Los delitos contra la vida

por omisión cuando la no evitación de la muerte se deba a la infracción de


un deber jurídico especial de actuar por parte del autor, que ostenta una po-
sición de garante (cfr. Sentencia de 27 de junio de 1997 [RJ 1997, 4987]). No
obstante, en atención al tenor del artículo 11 del CP para verificar la comisión
por omisión en el delito de homicidio deberá efectuarse un juicio estructural
y normativo de equivalencia, según el sentido del texto de la ley, de forma tal
que la no evitación de la muerte por el garante equivalga a su causación. Ade-
más de todo lo anterior, la infracción del deber de actuar por parte del garan-
te deberá provenir del incumplimiento de una obligación legal o contractual
de actuar o bien de la creación por parte de aquel (omitente) de una previa
ocasión de riesgo para el bien jurídico vida mediante una acción u omisión
precedente (injerencia).

2)�El�objeto�material�del�delito�está�constituido�por�la�persona�humana
con�vida�independiente. Por consiguiente, en el homicidio coinciden y se
superponen sujeto pasivo y objeto material del delito. Con relación al objeto
material, tan solo se suscitan cuestiones relativas a la determinación de los
momentos en los que se entiende que da comienzo la vida humana indepen-
diente (límite mínimo de protección) y en los que finaliza (límite máximo de
tutela).

El derecho penal confiere una mayor protección a la vida autónoma que


a la vida dependiente (procesos de vida in fieri).

El criterio de determinación del objeto material del homicidio se debe situar en el naci-
miento, con anterioridad al mismo deben operar otras previsiones del derecho penal, en
especial el delito de aborto punible. El problema reside en esclarecer qué se entiende por
nacimiento. La doctrina mayoritaria entiende que el criterio básico al respecto debe ser
el de la completa salida o separación del feto del claustro materno (así Muñoz Conde,
Gimbernat y Bajo); esta solución aparece como superadora de las teorías centradas en el
corte del cordón umbilical o en la respiración pulmonar autónoma.

El objeto material del homicidio desaparece con la muerte de la persona.

La fijación de criterios con objeto de acotar qué se entiende por muerte del sujeto es
problemática, pues no debe bastar con criterios biológicos, es preciso formular un con-
cepto legal cohonestable con los criterios valorativos desde el punto de vista médico. La
doctrina mayoritaria (Bajo, Cobo, Carbonell, Muñoz Conde y Queralt, entre otros) sitúa
el momento de la muerte en el cese irreversible de la actividad cerebral por parte del
sujeto. Este criterio es importante, por ejemplo, a los efectos de extracción de órganos
en casos de donación (Romeo Casabona). Debe tratarse pues de una lesión o deterioro
absolutamente irreversible de las funciones cerebrales, cuestión que no está exenta en
ocasiones de problemas relativos probatorios. Al respecto, el artículo 5 de la Ley 30/1979,
de 27 octubre, sobre extracción y trasplante de órganos, señala que la extracción deberá
efectuarse previa comprobación de la muerte del sujeto; el artículo 10 del Real Decreto
426/1980, de 22 febrero, de desarrollo de la citada Ley, establece los criterios y procedi-
mientos para diagnosticar de forma certera la muerte (Romeo Casabona).
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 15 Los delitos contra la vida

3)�El�homicidio�presenta�una�estructura�típica�de�resultado�material�(de
lesión),�cifrado�en�la�producción�de�la�muerte�de�un�sujeto�con�vida�hu-
mana�independiente

Entre la acción típica y el resultado de muerte debe verificarse una relación


de�causalidad, que deberá establecerse conforme al criterio de la teoría de la
equivalencia de condiciones, cuya fórmula de comprobación es la conditio sine
qua non. Sobre esta premisa de relación causal, deberán adosarse los criterios
normativo-teleológicos de la teoría de la imputación objetiva del resultado
(creación de un peligro jurídicamente desaprobado, realización del mismo en
el resultado y criterio del fin de protección de la norma).

El Tribunal Supremo ha asumido los postulados de la teoría de la equivalencia de condi-


ciones, si bien en algunas resoluciones subyace un solapamiento del plano causal con
el estrictamente normativo, a la hora de establecer la vinculación entre la acción y el
resultado (cfr., al respecto, las SSTS de 9 de febrero de 1984 [RJ 1984, 741], de 31 de oc-
tubre de 1987 [RJ 1987, 7645], de 16 de febrero de 1988 [RJ 1988, 1083], de 19 de abril de
1988 [RJ 1988, 2820], de 23 de abril de 1992 [RJ 1992, 6783] y de 19 de junio de 1992 [RJ
1992, 5795]). La jurisprudencia más reciente tiende a diferenciar más correctamente el
plano de la relación causal y el plano normativo de la imputación objetiva del resultado;
para lo primero acude a los criterios de la denominada causalidad natural (equivalencia
de condiciones), mientras que la vinculación normativa (adecuación normativa de la ac-
ción para el resultado) se establece con criterios de selección normativo-valorativos, tales
como el riesgo creado y el fin de protección de la norma (vid. al respecto las SSTS de 26
de diciembre de 1987 [RJ 1987, 9879], de 13 de noviembre de 1991 [RJ 1991, 8299], de
28 de febrero de 1992 [RJ 1992, 1400], de 29 de enero de 1993 [RJ 1993, 215], de 21 de
diciembre de 1993 [RJ 1993, 9598], de 6 de junio de 1994 [RJ 1994, 4530] y de 26 de
junio de 1995 [RJ 1995, 5152]).

4)�El�artículo�138�CP�contempla�un�tipo�penal�de�resultado�material�de
medios�comisivos�indeterminados. Así pues, es posible matar a una persona
en comisión�por�omisión (omisión impropia). En estos casos, deben proyec-
tarse los criterios legales del artículo 11 CP, esto es, el resultado de muerte será
imputable a la omisión, cuando pueda establecerse una equivalencia norma-
tivo-material entre acción y omisión (identidad normativo-estructural, Silva),
según el sentido del texto de la Ley, y el sujeto haya infringido además un
especial deber jurídico de actuar que deriva de la Ley, el contrato o del actuar
precedente (injerencia).

3.3. Tipo subjetivo

1)� El� artículo� 138� describe� el� homicidio� doloso, en tanto que la versión
imprudente de esta figura delictiva se halla en el artículo 142 CP (homicidio
por imprudencia grave). A su vez, el artículo 621 contempla, como falta, el
homicidio debido a imprudencia�leve.

El dolo está integrado por el conocimiento y la voluntad de realización


de una acción dirigida a producir la muerte de otro.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 16 Los delitos contra la vida

En particular, por lo que respecta al dolo en los supuestos de homicidio en


comisión por omisión, la jurisprudencia señala que el dolo debe apreciarse
cuando el omitente, pese a tener conocimiento de la situación de hecho que
genera el deber de actuar y de su capacidad de realizar la acción salvadora o
garantizadora del bien jurídico, no actúa; en estos casos, el contenido del dolo
del omitente queda referido también a las circunstancias que fundamentan la
obligación de impedir la producción del resultado (vid., entre otras, las SSTS de
30 de junio de 1988 [RJ 1988, 5387] y de 27 de junio de 1997 [RJ 1997, 4987]).

2)�El�error�sobre�un�elemento�del�tipo�objetivo determinará la ausencia del


dolo y excluirá la responsabilidad en caso de ser invencible, si es vencible el
hecho será punible como homicidio imprudente; en estos casos, estaremos
ante supuestos de error de tipo (cfr. artículo 14.1 CP).

En los supuestos en los que el curso causal no coincide con el previsto


por el autor se constata una desviación del curso causal.

(1)
Esta puede ser accesoria o inesencial, en cuyo caso no se excluye el dolo sobre Por ejemplo, por faltar la impu-
tación objetiva.
el curso causal y el resultado realmente desarrollados y verificados; procede
entonces la calificación de delito de homicidio doloso consumado. Por el con-
trario, cuando el error sobre el curso causal es esencial1, se produce la exclu-
sión del dolo respecto del curso causal realmente desarrollado y la producción
del resultado. En estos casos, el hecho debe ser calificado de homicidio en fase
de tentativa.

Los casos de error�in�persona, a la vista de la desaparición del delito de parri-


cidio, generan ahora menos problemas y serán de aplicación las reglas gene-
rales del artículo 14 CP en materia de error de tipo.

En los supuestos del denominado error�en�el�golpe (aberratio ictus) el autor da


muerte a una persona distinta a la que quería matar. La doctrina (Quintano,
Antón Oneca, Gómez Benítez y Bacigalupo) considera tradicionalmente en
estos casos inesencial e irrelevante el error, por lo que postula la aplicación del
delito de homicidio doloso consumado. Por contra, otro sector de la doctrina
postula en estos casos la solución del concurso ideal entre una tentativa de
homicidio doloso y un delito de homicidio por imprudencia (así, entre otros,
Cerezo, Mir, Muñoz Conde, Cobo y Vives).

3)� El� delito� de� homicidio� admite� el� dolo� eventual. La distinción de este
supuesto con los de homicidios debidos a culpa consciente del sujeto (impru-
dencia con representación mental, infracción del cuidado debido a su perfil
externo, pero no al interno) es problemática.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 17 Los delitos contra la vida

En la jurisprudencia es mayoritaria de la teoría del consentimiento, que reclama la previ-


sión de la posibilidad del resultado de muerte, así tal circunstancia es aceptada o consen-
tida en cuanto a su producción por el autor. Por contra, un sector de la doctrina (Gim-
bernat y Mir) postula la teoría de la probabilidad, conforme a la que el dolo eventual
concurrirá cuando el autor se representa como altamente probable en la producción del
resultado. No faltan tampoco en la doctrina teorías mixtas que manejan la combinación
de ambos criterios (cfr. SSTS de 21 de enero de 1997 [RJ 1997, 193], de 15 de abril de
1997 [RJ 1997, 2931], de 11 de marzo de 1997 [RJ 1997, 1944] y de 27 de enero de 1997
[RJ 1997, 505]).

4)�La�prueba�del�dolo�en�el�homicidio�ha�sido�objeto�de�pormenorizadas
construcciones�interpretativas�en�la�jurisprudencia, al objeto de distinguir,
sobre todo, los supuestos de homicidio en fase de tentativa acabada con res-
pecto a las lesiones consumadas. En el primer caso, el autor actúa con animus
necandi, en tanto que en el segundo su actuación se produce con animus lae-
dendi.

El dolo constituye un elemento subjetivo, por lo que su prueba deberá esta-


blecerse principalmente por medio de la modalidad probatoria denominada
de indicios, lo que suscita la exigencia de realización de un juicio de inferencia
sobre los hechos y datos objetivamente acaecidos y directamente probados.
Sobre la prueba de indicios en el homicidio, el Tribunal Supremo señala lo
siguiente:

"Con frecuencia, hay que deducir el ánimo o intención de matar, que constituye el ele-
Lecturas recomendadas
mento o base subjetiva del delito de homicidio, mediante una prueba indirecta o indi-
ciaria, a través del correspondiente juicio axiológico o de valor, partiendo del conjunto
de circunstancias que hayan rodeado la perpetración del hecho, teniendo en cuenta ade- Sobre esta cuestión cfr. tam-
más cuantos actos del agresor, anteriores, simultáneos o posteriores a la acción ofrezcan bién las SSTS de 15 de no-
alguna luz sobre el secreto fondo de sus pensamientos" (STS de 23 de noviembre de 1992 viembre de 1989 [RJ 1989,
[RJ 1992, 9630]). 8641], de 28 de febrero de
1990 [RJ 1990, 2105], de 18
de abril de 1990 [RJ 1990,
Concretando aún más los referidos criterios, el Tribunal Supremo señala los 3262], de 7 de abril de 1993
[RJ 1993, 3059], de 18 de
requisitos que han de concurrir para la validez probatoria de los elementos marzo de 1994 [RJ 1994,
2336], de 24 de junio de
indiciarios: 1994 [RJ 1994, 5028] y de 5
de mayo de 1995 [RJ 1995,
3590].
a) pluralidad de los hechos-base o indicios, por la insuficiencia de uno solo,
al comportar una equivocidad probatoria;
Lecturas recomendadas
b) plena acreditación mediante prueba directa de los hechos indiciarios, peri-
Vid. las SSTS de 22 de no-
féricos a los que se trata de probar; viembre de 1990 [RJ 1990,
9141], de 17 de junio de
1991 [RJ 1991, 4725], de 7 de
c) interrelación lógica entre los hechos probados y los necesitados de prueba, julio de 1992 [RJ 1992, 6141]
y de 21 de enero de 1993 [RJ
que deben hallarse entrelazados entre sí de forma precisa y directa, según la 1993, 281].
reglas del criterio humano;

d) en la fundamentación de la sentencia deben expresarse, cuando menos, las


secuencias esenciales del razonamiento deductivo.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 18 Los delitos contra la vida

A la vista de estos requisitos, el Tribunal Supremo señala que existirá


conexión lógica con la seguridad exigible para las pruebas de cargo en
materia penal, cuando, sobre la base de los hechos plenamente proba-
dos, no cabe otra alternativa razonable y compatible con los indicios
probados.

El Tribunal Supremo maneja los siguientes hechos o circunstancias para inferir


el dolo de matar a partir de los mismos:

a) relaciones que ligasen al autor y a la víctima (STS de 29 de febrero de 1988


[RJ 1988, 1353], fuerte discusión sobrevenida como consecuencia de reproches
y del desafío a verse al día siguiente; STS de 22 de marzo de 1988 [RJ 1988,
2069], agria discusión entre el procesado y su cuñado con posterior forcejeo;
STS de 22 de diciembre de 1989 [RJ 1989, 9750], enemistad grave entre acusado
y víctima; SSTS de 15 de septiembre de 1989 [RJ 1989, 6653] y de 2 de marzo
de 1993 [RJ 1993, 1893], existencia de disputas y resentimientos anteriores
entre agresor y víctima; STS de 19 de julio de 1994 [RJ 1994, 6653], disparó
a su yerno que acudió al domicilio del inculpado vociferando y golpeando la
puerta y amenazando con derribarla si no salía);

b) personalidad del agresor y agredido;

c) actitudes o incidencias observadas o acaecidas en momentos precedentes


al hecho, en particular si mediaron actos provocativos, palabras insultantes,
amenazas de males, carácter fugaz o episódico de las amenazas o bien reiterado
y contumaz (STS de 18 de abril de 1989 [RJ 1989, 3410], el procesado amenazó
a la víctima con que "le iba a pinchar"; STS de 23 de marzo de 1993 [RJ 1993,
2495], persecución posterior con gritos y amenazas de muerte; STS de 22 de
mayo de 1993 [RJ 1993, 4248], el procesado dice "que la iba a matar"; STS de
16 de septiembre de 1994 [RJ 1994, 6951], primer enfrentamiento verbal con
mutuas y graves amenazas, el procesado dijo "te voy a matar"; STS de 10 de
octubre de 1994 [RJ 1994, 7905], amenazas de muerte casi coetáneas);

d) manifestaciones de los intervinientes durante la contienda y del agente


causante tras la perpetración del acto criminal;

e) clase, dimensiones y características del arma empleada y su idoneidad para


matar o lesionar (SSTS de 12 de febrero de 1993 [RJ 1993, 1067], de 23 de
marzo de 1993 [RJ 1993, 2495], de 16 y de 20 de septiembre de 1994 [RJ 1994,
6951 y 7003], de 20 de enero de 1995 [RJ 1995, 24], de 28 de marzo de 1995
[RJ 1995, 2245], de 26 de junio de1995 [RJ 1995, 5151] y de 14 de enero de
1998 [RJ 1998, 10]);
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 19 Los delitos contra la vida

f) lugar o zona del cuerpo hacia donde se dirigió la acción ofensiva, con apre-
ciación de su vulnerabilidad y su carácter más o menos vital;

g) insistencia y reiteración de los atacantes vid. 14 de enero de 1998;

h) conducta posterior observada por el infractor, ya sea al procurar atender a la


víctima ya sea al desentenderse del alcance de sus actos y alejarse del lugar en
el que se perpetraron, en inequívoca actitud de huida (SSTS de 21 de diciembre
de 1990 [RJ 1990, 9743] y de 14 de enero de 1998 [RJ 1998, 10]).

No obstante, el Tribunal Supremo no otorga a todos los criterios expuestos la


misma fuerza de convicción, así la naturaleza del arma y la zona de la víctima
sobre la que se proyecta la acción, al igual que la potencialidad del resultado
vital, tienen una importancia preponderante.

La doctrina ha criticado en ocasiones los criterios manejados por la jurispru-


dencia; en este sentido señala Gimbernat que, en muchos casos, se abando-
nan los criterios del derecho penal del hecho en favor de criterios propios del
derecho penal de autor; asimismo, se critica el prolijo casuismo y el escaso
desarrollo de la doctrina sobre el proceso intelectual de inducción.

5)�En�ocasiones,�la�conducta�inicial�de�lesiones�dolosas�produce�la�muerte
del�agredido, siendo así que sobre este último resultado el sujeto actuó sin
dolo. Estos supuestos, tradicionalmente denominados de homicidio preterin-
tencional, deben ser resueltos de acuerdo con las reglas del concurso ideal de
delitos (delito doloso de lesiones en fase de tentativa acabada en concurso con
delito de homicidio imprudente consumado).
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 20 Los delitos contra la vida

4. El homicidio imprudente

El artículo 142 CP castiga con pena privativa de libertad de uno a cuatro años
a quien causare la muerte de otra persona por imprudencia grave. Si la muerte
fuera debida a imprudencia leve es de aplicación la falta prevista en el artículo
621 CP.

Como todo delito imprudente, el artículo 142 CP encuentra el núcleo de la


tipicidad penal en la violación de una norma de cuidado debido, por cuanto se
constata la infracción, la desatención o el menosprecio de los deberes objetivos
y subjetivos de diligencia o cautela.

4.1. Imprudencia grave e imprudencia simple

El artículo 142 es fiel reflejo de las denominaciones legales que han adoptado
las categorías de imprudencia en el CP de 1995.

El precepto alude así a la imprudencia grave para designar los supuestos an- Ejemplo
tes denominados (en el anterior Código Penal) de imprudencia temeraria. Por
En cambio, confundiendo las
consiguiente, el artículo 142 CP se refiere a la forma de infracción más grave categorías conceptuales en el
de violación de las normas de cuidado, que no necesariamente implica una plano dogmático con las lega-
les, vid., por ejemplo, las SS-
representación mental de la infracción de aquellas por parte del sujeto (culpa TS de 27 de marzo de 1989 [RJ
1989,2735] y de 24 de julio de
consciente). Cabe pues la imprudencia�grave tanto en los supuestos de culpa 1989 [RJ 1989, 6276], al inter-
pretar imprudencia grave o te-
consciente como de culpa inconsciente. meraria como culpa conscien-
te.

No debe interpretarse que la imprudencia grave a la que alude el precepto


abarca también formas de imprudencia simple. Esta interpretación, posible
desde el punto de vista gramatical (por cuanto lo grave en principio podría
ser más amplio que lo temerario), debe quedar descartada desde un punto de
vista normativo-teleológico. Así pues, el artículo 142 alude a la infracción del
deber objetivo de cuidado, que comporta la vulneración de las más elementa-
les reglas de cautela o diligencia exigibles en una determinada esfera de acti-
vidad (cfr. al respecto, entre otras, la STS de 17 de julio de 1995 [RJ 1995, 6827]
donde se alude a "la falta de la adopción de las precauciones más elementales
y rudimentarias", "ausencia absoluta de cautela").

Ejemplo

Por ejemplo, han sido calificadas como homicidio debido a la imprudencia temeraria
(ahora grave conforme al artículo 142 CP) conducir con exceso de velocidad en una
población (SSTS de 7 de febrero de 1984 [RJ 1984, 727] y de 12 de diciembre de 1989
[RJ 1989, 9536]); la grave vulneración de las reglas de la lex artis (SSTS de 21 de febrero
de 1986 [RJ 1986, 910] y de 23 de julio de 1987 [RJ 1987, 5619]); proferir un empujón
violento a quien tiene una pistola cargada en la mano (STS de 28 de mayo de 1984 [RJ
1984, 2688]); salirse de la calzada e invadir la calzada opuesta (SSTS de 19 de junio de
1987 [RJ 1987, 4973], de 14 de noviembre de 1992 [RJ 1992, 9634] y de 2 de febrero de
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 21 Los delitos contra la vida

1994 [RJ 1994, 1249]); inobservancia de la señal de reducción de velocidad en un cruce


(SSTS de 22 de abril de 1987 [RJ 1987, 2604] y de 26 de mayo de 1987 [RJ 1987, 3133]).

El homicidio debido a imprudencia�leve (equivalente a la simple, según la


terminología del anterior Código Penal), se encuentra tipificado como falta
en el artículo 621 CP, solo perseguible mediante denuncia de la persona agra-
viada o su representante legal (artículo 621.6 CP). Debería haberse previsto en
estos casos una regla que expresase el principio de oportunidad para conferir
al ministerio fiscal facultades en lo referente a la persecución de la infracción
penal, que pondere los intereses en presencia.

El artículo 142 CP no alude a la infracción de reglamentos en la fijación de


los criterios legales de imprudencia. Esta opción legal es acertada, por cuanto
las previsiones reglamentarias no se corresponden per se con las normas de
cuidado (no aportan datos normativo-materiales sobre la entidad y carácter
del riesgo generado sobre la previsibilidad objetiva, en el plano ex ante, del re-
sultado lesivo). En esta medida, la valoración de la gravedad legal de la impru-
dencia no puede quedar vinculada a distorsionadores criterios o parámetros
formales de enjuiciamiento.

4.2. Imprudencia profesional

La regulación de la imprudencia profesional (artículo 142.3 CP) sufrió una


profunda modificación, en cuanto a su tratamiento punitivo.

(2)
Obligación de imposición de la
Si, en el contexto del anterior Código Penal, la comisión del homicidio pena prevista para el delito impru-
dente en grado máximo, que, in-
debida a la impericia o negligencia profesional temerarias era objeto de cluso, podía ser objeto de eleva-
ción en uno o dos grados, cuan-
una agravación de pena ex artículo 565 CP/19732, en el artículo 142 CP
do el tribunal estimase que el mal
se ha optado por conferir otras consecuencias punitivas a esta modali- causado era de extrema gravedad.

dad de imprudencia.

Así, la imprudencia�profesional�grave determinará la imposición de la pena


de inhabilitación especial, con carácter acumulativo a la pena privativa de li-
bertad; de este modo, se prevé en el homicidio la inhabilitación especial para
el ejercicio de la profesión, oficio o cargo por un periodo de tres a seis años
(artículo 142.3 CP). Por esta razón, parece que en el futuro la jurisprudencia
no debe desprenderse de la diferencia entre imprudencia profesional e impru-
dencia del profesional; en este sentido, por ejemplo, la STS de 29 de octubre
de 1994 (RJ 1994, 8333) señala que el título profesional crea una presunción
de competencia, que encuentra su negación en la impericia, expresión de la
incapacidad técnica para el ejercicio de una determinada profesión; esa impe-
ricia puede encontrar su fundamento causal en la ignorancia o bien en la gra-
vemente defectuosa ejecución del acto requerido profesionalmente. Así, la ju-
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 22 Los delitos contra la vida

risprudencia distingue entre culpa del profesional y culpa propiamente profe-


sional, donde aquella es la imprudencia común cometida por un profesional y
esta la que descansa en una impericia crasa (cfr. STS de 29 de octubre de 1994).

Imprudencias profesionales

Con relación a la imprudencia profesional de agentes de la autoridad en uso de armas


de fuego, conforme a parámetros de adecuación y proporcionalidad vid., entre otras, las
SSTS de 5 de octubre de 1989 (RJ 1989, 7614), de 15 de abril de 1991 (RJ 1991, 2789), de 16
de diciembre de 1991 (RJ 1991, 9319), de 19 de diciembre de 1992 (RJ 1992, 10450) y de
16 de noviembre de 1994 (RJ 1994, 9208). Sobre la imprudencia grave de los profesionales
sanitarios vid. las SSTS de 28 de septiembre de 1992 (RJ 1992, 7472), de 13 de noviembre
de 1992 (RJ 1992, 9653), de 18 de marzo de 1993 (RJ 1993, 2420), de 7 de julio de 1993
(RJ 1993, 6057), de 26 de abril de 1994 (RJ 1994, 3357), de 31 de mayo de 1994 (RJ
1994, 4408) y de 8 de junio de 1994 (RJ 1994, 9347); respecto de la imprudencia de los
profesionales de la construcción vid. las SSTS de 15 de mayo de 1989 (RJ 1989, 6738), de 2
de octubre de 1989 (RJ 1989, 7529), de 21 de diciembre de 1989 (RJ 1989, 9744) y de 18 de
enero de 1995 (RJ 1995, 136) ("No le bastaba al aparejador para excluir su responsabilidad
la mencionada orden escrita del constructor, tenía el deber de velar por que tal orden
fuera cumplida... Entendemos que es evidente la imprudencia del aparejador, así como
su temeridad"); sobre la imprudencia de los comerciantes en el sector de la alimentación
vid., por ejemplo, la STS 23 de abril de 1992 (RJ 1992, 6783) (en el sentido de no limitar
la imprudencia profesional a las profesiones tituladas).

4.3. Imprudencia en el empleo de vehículos de motor o de


ciclomotores y de armas de fuego

Contempla la imprudencia en el empleo de vehículos de motor o ciclomoto-


res; en estos supuestos, se adosa la pena privativa del derecho a conducir (en el
mismo sentido vid. el artículo 621.4 homicidio por imprudencia leve). Sobre
todo en el contexto del artículo 621 CP se denota una elevación sustancial (de
tres meses a un año) de la sanción relativa a la privación del permiso de con-
ducir con relación a lo previsto en los artículos 586 bis y 600 CP/1973 (hasta
tres meses de privación).

El artículo 142.2 CP prevé la sanción, consistente en la privación del derecho a


la tenencia y porte de armas, para los supuestos en los que el hecho imprudente
se verifique con armas de fuego (en el mismo sentido vid. la falta de homicidio
por imprudencia leve en tal circunstancia, artículo 621.5 CP).
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 23 Los delitos contra la vida

5. El homicidio agravado denominado asesinato

5.1. Fundamentación y tipo objetivo

En el CP de 1973, las circunstancias configuradoras del asesinato constituían


elementos del delito, que determinaban que el régimen jurídico de esta figu-
ra típica quedara sustraído al tratamiento legal que reciben las circunstancias
genéricas.

En la actualidad, la regulación del asesinato sufrió variaciones en el CP de


1995.

Un amplio sector de la doctrina sustenta que cada una de las circunstan-


cias configuradoras del asesinato se fundamenta en la constatación de
un incremento del injusto o bien de la culpabilidad, pues constituyen
modos o formas de la conducta típica consistente en dar muerte a otro.

La razón de la existencia del delito de asesinato, como figura diferenciada del


homicidio, ha sido una materia controvertida. Históricamente, el asesinato
nació como delito diferenciado para ser insertado en sistemas penales que pre-
veían la pena de muerte o la cadena perpetua. El asesinato asumía así una fun-
ción simbólica que permitiera identificar criterios de identidad diversos para
justificar estas penas, mucho más graves que las previstas para el genérico de-
lito de homicidio.

La desaparición de la pena de muerte y de la cadena perpetua en la ma-


yoría de los ordenamientos penales, como ocurre en el caso del Código
Penal español, no comportó la paralela desaparición del delito de asesi-
nato como figura autónoma del homicidio.

La subsistencia del asesinato pasó entonces a ser justificada por algunos co-
mo signo de mayor peligrosidad del asesino frente al homicida, que pasaría
a constituir un delincuente menos temible. Como puede observarse, esta ar-
gumentación apela a argumentos propios del derecho penal de autor, inasu-
mibles en un sistema penal moderno basado en el principio del hecho. Por
estas razones, el asesinato solo encuentra una explicación, en tanto que figura
delictiva diferenciada del homicidio, en la identificación de un mayor grado
de injusto o bien de culpabilidad en la conducta.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 24 Los delitos contra la vida

La tipificación del asesinato en el CP de 1995 permite una interpretación se-


gún la cual estamos ante un homicidio que prevé un régimen de agravaciones
específicas, que comportan efectos penales específicos. Asimismo, el artículo
140 contempla una cláusula específica de hiperagravación para los casos en
los que concurran varios de esos agravantes específicos. No obstante, el CP de
1995 optó por mantener, ya sea por razones históricas o bien simbólicas, la de-
nominación de asesinato para la figura delictiva ahora analizada. La conside-
ración del asesinato como un homicidio específicamente agravado comporta
que en el CP de 1995 los problemas de participación y de error queden some-
tidos al régimen general del artículo 65 CP. La calificación del asesinato como
homicidio agravado no comporta la posible compensación con circunstancias
atenuantes genéricas (artículo 66 CP), por cuanto constituye un caso de agra-
vación típica específica que en virtud del artículo 67 CP queda sustraído al
régimen compensatorio de las circunstancias genéricas del artículo 66 CP.

La calificación del asesinato como homicidio específicamente circunstanciado


encuentra también explicación a la vista del nomen iuris que se adopta en el
título I del libro II CP, "Del homicidio y sus formas".

El criterio fundamentador de este tipo agravado específico, sustraído al


régimen general de compensación de circunstancias genérica agravan-
tes y atenuantes, debe hallarse en la constatación de un incremento del
injusto (de desvalor de acción o de desvalor de resultado).

1)�Alevosía

A la vista de la definición legal de esta circunstancia (artículo 22.1 CP), se


interpreta que el fundamento de la misma reside en el empleo de medios,
formas o modos que tiendan al aseguramiento de la ejecución del delito con
evitación de los riesgos que pudieran derivarse de la defensa de la víctima. En
la misma, se halla presente una componente de tendencia, equivalente a los
elementos subjetivos del injusto de los delitos de tendencia.

Un sector de la doctrina consigna como fundamento de esta circunstancia el


incremento�de�reproche (mayor culpabilidad), que algún autor concreta en
el abuso de confianza o de superioridad, por comportar la utilización de los
referidos medios, formas o modos de ejecución del delito un mayor desprecio
al bien jurídico protegido.

No obstante, Carbonell Mateu ha procedido a impugnar la legitimidad de la


alevosía de forma contundente:
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 25 Los delitos contra la vida

"Debe criticarse, por otra parte, la existencia de una circunstancia, la alevosía, que agrava
Lectura recomendada
la responsabilidad en virtud de que el sujeto que ha decidido llevar a cabo la muerte de
otro tome medidas para hacerlo con éxito, asegurándose el resultado y evitando riesgos.
Eso no es nada más que hacer bien las cosas. Y las cosas, aun las malas, deben hacerse Vid. J. C. Carbonell Mateu
bien. O es que, ¿se pretende que quien mata a otro lo haga poniéndose en peligro a sí (1991). "Por una regulación
mismo y tomando medidas que permitan a la víctima defenderse y evitar el resultado? de los delitos contra la vida".
Eso, más que romanticismo trasnochado, difícilmente concebible en esta clase de com- En: Propostes per la reforma pe-
nal. Barcelona.
portamientos, constituye un simple «castigo al listo»".

Para una buena parte de la doctrina, la alevosía encuentra un fundamento


material en el incremento�del�contenido�de�injusto.

Lecturas recomendadas

Vid. en la jurisprudencia sobre el fundamento de la alevosía, entre otras, las SSTS de 16


de octubre de 1985 (RJ 1985, 4996), de 2 de diciembre de 1986 (RJ 1986, 7775), de 18
de diciembre de 1986 (RJ 1986, 7956), de 25 de febrero de 1987 (RJ 1987, 8541), de 14
de octubre de 1987 (RJ 1987, 7369), de 24 de noviembre de 1987 (RJ 1987, 4991), de
15 de febrero de 1988 (RJ 1988, 1060), de 5 de abril de 1988 (RJ 1988, 2721), de 31 de
mayo de 1988 (RJ 1988, 4136), de 16 de mayo de 1989 (RJ 1989, 4201), de 29 de junio
de 1989 (RJ 1989, 8421) y de 27 de octubre de 1989 (RJ 1989, 7768). Vid. sobre las clases
de alevosía y sus requisitos, entre otras, las SSTS de 26 de marzo de 1997 (RJ 1997, 2512),
de 3 de marzo de 1997 (RJ 1997, 1821), de 9 de julio de 1997 (RJ 1997, 5838), de 2 de
diciembre de 1997 (RJ 1997, 8835), de 13 de noviembre de 1997 (RJ 1997, 8041) y de 24
de septiembre de 1997 (RJ 1997, 7166).

Más en concreto, la alevosía ligada a la acción de dar muerte a una persona


comporta un mayor desvalor de acción porque en el plano ex ante el empleo
de determinados medios, formas o modos tendentes a asegurar la ejecución
del delito y evitar la reacción defensiva de la víctima comporta una mayor
peligrosidad objetiva de la acción para el bien jurídico vida. Desde esta pers-
pectiva, los referidos medios o formas deberán ser idóneos.

Por consiguiente, la presencia de un incremento de lo injusto confiere a esta


circunstancia un fundamento�material�suficiente para su subsistencia en el
homicidio agravado del artículo 139 CP/1995.

No obstante, debe precisarse que el CP/1995 cede al ámbito de la especulación


interpretativa la calificación de los supuestos en los que se da muerte a seres
indefensos o en nítida situación de inferioridad (como niños, ancianos o per-
sonas impedidas).

Concurrencia de la alevosía

En la actualidad, la doctrina mayoritaria de la jurisprudencia del Tribunal Supremo se


inclina en estos casos por calificar el hecho como asesinato por la concurrencia de la
alevosía (vid., entre otras, las SSTS de 15 de febrero de 1988 [RJ 1988, 1060], de 29 de
febrero de 1988 [RJ 1988, 1338] y de 21 de marzo de 1988 [RJ 1988, 2046]). Esta conclu-
sión, como ha puesto de manifiesto un amplio sector de la doctrina, es contradictoria
con el carácter esencialmente tendencial de la circunstancia, que requiere que el sujeto
haya elegido o haya buscado los medios o formas de ejecución del delito (la STS de 9 de
marzo de 1989 [RJ 1989, 2563] acoge esta interpretación), por lo que en estos supuestos
la calificación más pertinente es la de homicidio con la concurrencia de la agravante ge-
nérica de abuso de superioridad.

La línea de demarcación entre los supuestos de muerte con alevosía (homici-


dio específicamente agravado en el Código Penal) y los supuestos de muerte
con abuso de superioridad con relación a seres indefensos o en situación de
inferioridad (supuesto de homicidio en el que concurre la agravante genérica
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 26 Los delitos contra la vida

de superioridad), se sitúa en la verificación o no del elemento tendencial, esto


es, en que el sujeto haya buscado o haya seleccionado los medios de ejecución
o bien, por el contrario, que se haya encontrado con la situación consustan-
cial de inferioridad o indefensión de la víctima. No obstante, parece que el
CP/1995 debería haber equiparado estos supuestos en el artículo 139 a la cir-
cunstancia específica de alevosía, en atención a la mayor�peligrosidad�obje-
tiva�de�la�acción�para�el�bien�jurídico que se produce también en este se-
gundo grupo de casos, equiparable en términos de incremento de contenido
de injusto (en particular, referido al plano ex ante del desvalor de acción) a los
casos de concurrencia de alevosía.

2)�Por�precio,�recompensa�o�promesa

La doctrina señala que el fundamento de esta circunstancia en el asesinato


se halla en la mayor�reprochabilidad de la conducta antijurídica particular-
mente, según algún autor, en el móvil económico (de lucro) que inspira la
conducta. O, como señala Antón Oneca, en móviles abyectos o fútiles, expre-
sión de una mayor culpabilidad del sujeto.

Este es un fundamento�material�insuficiente para conformar una agravación


específica en el homicidio o bien una nota de esencialidad constitutiva del
asesinato como delito autónomo. Con acierto, Torío ha precisado que las ca-
racterísticas relativas al ánimo o actitud personal del autor (por ejemplo el
ánimo abyecto o fútil) aluden a inhumanidad de este, a su brutalidad o a la
maldad intrínseca del sujeto, notas relevantes para un derecho�penal�de�la
actitud, de corte moralizador, que al ser tomadas de forma abstracta en los
tipos pugnan con la esencia individualizadora del juicio de culpabilidad sobre
el autor concreto respecto de la comisión de un acto típico e injusto concreto.

Asumiendo estas premisas críticas, se estima que la subsistencia de la circuns-


tancia de precio, recompensa o promesa solo puede alcanzar un fundamen-
to material que la legitime político-criminalmente, en cuanto que circunstan-
cia agravatoria específica del homicidio, si su ratio fuese reconducida al incre-
mento�de�contenido�de�injusto y, más en particular, al incremento�de�des-
valor�de�acción. Con probabilidad, esta es una propuesta vana, vía interpre-
tativa, ante la consolidada interpretación jurisprudencial y doctrinal de la cir-
cunstancia, desarrollada desde la idea de incremento del reproche propio del
juicio de culpabilidad, por lo que sería necesaria su reformulación legal en un
sentido limitador, que expresase el incremento de injusto o, más en particular,
el incremento de la peligrosidad�objetiva de la acción en el contexto ex ante
del desvalor de acción. En este sentido, la circunstancia sería salvable si que-
dase reconducida a la idea de que el precio o recompensa implican la idea de
profesionalidad en el sujeto que lleva a cabo la conducta letal (empleo de sica-
rios o de ejecutores profesionalizados), lo que evidentemente ex ante comporta
un mayor peligro objetivo de la acción para el bien jurídico. Esta propuesta
podría comportar, a su vez, un solapamiento de la circunstancia analizada con
la de alevosía, por lo que su subsistencia autónoma debería comportar una re-
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 27 Los delitos contra la vida

flexión en aras de detectar un ámbito aplicativo propio; tampoco puede des-


cartarse que desempeñase una función de llamada, a la vista de su signicidad
específica, a modo de singular manifestación de la alevosía. No obstante, esta
es, ante todo, una propuesta de lege ferenda, con evidentes dificultades de arti-
culación de lege lata, a la vista del tenor del artículo 139.2 del Código Penal.

3)�Con�ensañamiento,�aumentando�deliberada�e�inhumanamente�el�dolor
del�ofendido

Tradicionalmente, la doctrina ha querido ver en esta circunstancia calificadora


del asesinato un mayor�reproche�o�incremento�de�culpabilidad que desplace
el núcleo esencial de la circunstancia a los propósitos malvados del autor de
hacer sufrir a la víctima, o bien a los móviles brutales, esto es, a momentos
internos�de�la�actitud�del�sujeto. No obstante, parece oportuna la revisión
del fundamento material de la circunstancia.

De modo que el fundamento material de la misma resida en el incremento de


contenido de lo injusto (existencia de un plus de antijuridicidad), concretado
en un aumento del desvalor de resultado. Así pues, la subsistencia del ensaña-
miento en el artículo 139.3 CP/1995 parece plenamente justificada.

El ensañamiento

Una Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, de 21 de enero de 1999 (ARP
1999, 1622), por la que se castigó como homicidio un apuñalamiento múltiple sobre la
víctima, suscitó el debate sobre el ensañamiento. En el supuesto enjuiciado por la referida
sentencia, el apuñalamiento múltiple sobre la víctima se verificó en un contexto en el
que la víctima inició un acometimiento previo sobre el autor del delito con un puñal.
Este dato de partida constituye ya un serio escollo para la apreciación del ensañamiento,
pues en tal circunstancia es difícil establecer que el autor del delito ha buscado de for-
ma deliberada el apuñalamiento múltiple para aumentar inhumanamente el dolor de la
víctima. Conviene recordar que nuestra legislación penal, a partir del CP/1848, abando-
nó la conceptuación legal del ensañamiento basada en criterios estrictamente objetivos,
conforme a la cual equivalía al "tormento, acto de ferocidad o crueldad" sobre la víctima.
Esta es la razón histórica por la que ensañamiento no equivale a la desnuda brutalidad
en el crimen. En este sentido, la Sentencia del TSJ de Cataluña de 21 de enero de 1999
(ARP 1999, 1622) no se aparta de otras que, desde la segunda mitad del siglo XIX, vienen
estableciendo que el ensañamiento no depende exclusivamente del número de heridas
o acometimientos soportados por la víctima. Así pues, si ensañamiento, conforme a la
ley, es una suerte de "lujo de barbarie" en el que se combina la superfluidad del medio
delictivo con el dolor por el dolor propio de los actos de sadismo, no es de extrañar que
en la referida sentencia se indique que el hecho criminal no se hallaba inspirado "en una
maldad reflexiva dirigida a causar un daño añadido e innecesario sino en una ira homi-
cida que se desahoga en la víctima, que trata de acabar con ella cuanto antes y como sea".
Y, en tal circunstancia, en términos legales no es aplicable el ensañamiento, que además
de un hecho físico es un hecho psíquico. Lo anterior no contradice que el fundamento
normativo principal de la circunstancia resida en el incremento de desvalor de resultado,
pues ese fundamento no hace desaparecer la vertiente subjetiva de la circunstancia que
claramente queda reflejada en el tenor legal y asume una función delimitadora y perfila-
dora del ensañamiento (vid. la STS de 27 de febrero de 1992 [RJ 1992, 1357]).

La referida sentencia del TSJ de Cataluña ha sido casada por el TS en Sentencia de 6 de


octubre de 1999 (RJ 1999, 7020), en la que se aprecia la concurrencia del ensañamiento.
El TS razona que de la propia dinámica comisiva del hecho, declarada probada, se infiere
el elemento objetivo del ensañamiento, cifrado en la causación de males innecesarios.
A partir de este dato objetivo, el TS efectúa un juicio de inferencias para acreditar el
elemento subjetivo del ensañamiento. Para una configuración algo más restrictiva del
ensañamiento vid., en cambio, la STS de 4 de febrero de 2000 (RJ 2000, 301).
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 28 Los delitos contra la vida

Debe recordarse que quedan excluidos del ensañamiento los actos sobre
el cadáver, pues solo los cuerpos vivos son susceptibles de dolor.

Esto último explica que secularmente hayan quedado excluidos de la circuns-


tancia analizada actos tales como el descuartizamiento de cadáveres o aque-
llos que, pese a su brutalidad, ya no puedan ser percibidos por la víctima en
términos de dolor.

5.2. Tipo subjetivo

En el asesinato, el dolo del sujeto activo deberá proyectarse sobre el resultado


y sobre la concurrencia de las circunstancias específicas del artículo 139 CP
(por lo que respecta a su perfil objetivo). El artículo 139 no admite la versión
imprudente.

Se ha especulado en torno a si es posible el dolo eventual con respecto a la


muerte, en el caso de que el sujeto, pese a conocer (dolo directo) la presencia
de alguna de las circunstancias del artículo 139 CP, no actúa con seguridad de
producir la muerte de la víctima. Esta construcción interpretativa no parece
suscribible desde otros postulados, por cuanto las circunstancias del artículo
139 CP se enderezarían en una relación contextual de medio a fin con el re-
sultado de muerte.

Por otro lado, no es posible técnicamente sustentar la hipótesis del dolo even-
tual con respecto a las circunstancias del asesinato que, en cualquier caso, exi-
gen dolo directo. Al respecto, la doctrina es unánime. Cfr. las SSTS de 21 de
enero de 1997 (RJ 1997, 461) y de 16 de mayo de 1996 (RJ 1996, 3821).

5.3. Iter criminis

El asesinato admite las formas imperfectas de ejecución (tentativa acabada e


inacabada). Sin embargo, pueden suscitarse casos particulares en los que el au-
tor puede realizar parcialmente la circunstancia específica del artículo 139 CP
o bien supuestos en los que la realización de esta no se verifica secuencialmen-
te al unísono con el resultado de muerte. La cuestión reviste aún más trascen-
dencia si, como aquí se ha sostenido, se interpreta que el ensañamiento y la
alevosía constituyen circunstancias que incrementan el desvalor de la conduc-
ta típica (incremento de injusto). Deben diferenciarse los siguientes supuestos:

1)�Se�verifica�parcialmente�la�realización�de�la�circunstancia (no concurre


su aspecto objetivo) y�se�produce�la�muerte. En este caso, se habría verificado,
por ejemplo con relación a la alevosía, un incremento parcial del desvalor de
acción, por lo que parece debería postularse un concurso ideal entre asesinato
frustrado y homicidio doloso consumado; sin embargo, no parece que deba ser
esta la solución, pese a que la alevosía, por ejemplo, supone un incremento del
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 29 Los delitos contra la vida

desvalor de acción, no puede olvidarse que este último no constituye un mero


desvalor de intención. Así, ausente el aspecto objetivo de la circunstancia no
se verifica el incremento de injusto que, en el seno del asesinato proyecta, por
ejemplo, la alevosía, que debe suponer no solo un mayor desvalor de intención
sino una mayor peligrosidad objetiva ex ante para el bien jurídico. En estos
casos, no parece procedente pensar en las circunstancias del artículo 139 CP
en fase de tentativa, cuando se verifica la muerte. En el supuesto suscitado
estaremos ante un homicidio consumado.

2)� Se� verifica� la� realización� consumada� de� la� circunstancia,� pero� no� la
muerte,�que�se�produce�ulteriormente�sin�la�concurrencia�de�aquella. Este
supuesto se suscitó en la STS 12 de noviembre de 1958; la solución correcta
para este supuesto es la del concurso ideal de delitos entre asesinato frustra-
do (por ejemplo, con concurrencia de la alevosía) y el homicidio doloso con-
sumado. Solo cabe matizar que, en el caso de que haya existido un lapso de
tiempo entre ambos hechos, debería postularse la solución del concurso real
de delitos.

3)�El�delito�se�comienza�a�ejecutar�sin�la�concurrencia�de�la�circunstan-
cia�específica�y�no�llega�a�perfeccionarse;�con�posterioridad�se�alcanza�el
resultado�de�muerte�(consumación)�con�la�presencia�de�aquella. En este
caso, las soluciones deberían ser matizadas: si entre un hecho y otro se pro-
duce un lapso de tiempo nada empece para la solución del concurso real de
delitos entre tentativa de homicidio y asesinato consumado; si, por el contra-
rio, los hechos se ubican en el contexto de una sola acción y el autor aprove-
cha deliberadamente la situación de indefensión de la víctima (por ejemplo,
porque después del primer intento ha quedado inmóvil) la calificación deberá
ser la de asesinato consumado; en cambio, si el autor no se ha aprovechado
deliberadamente de la situación de indefensión, procederá la calificación de
homicidio consumado (después del primer intento de acuchillar a la víctima
de frente, en el fragor de un largo forcejeo, se verifica finalmente una puñalada
mortal en la espalda).

5.4. La cláusula de hiperagravación (artículo 140 CP)

El artículo 140 CP contempla una cláusula de hiperagravación exacerbada de


la pena, en el caso de concurrencia de varias circunstancias previstas en el
artículo 139 CP, dado que prevé una pena de prisión que va de diez años a
veinticinco años de privación de libertad.

Debe reseñarse en primer lugar que, en los supuestos de concurrencia en el


hecho típico de una de las circunstancias agravatorias específicas del artículo
139 CP con una circunstancia agravante genérica, quedará excluida la aplica-
ción del artículo 140 CP. En estos casos, procederá calificar el hecho conforme
al artículo 139 con la concurrencia de la agravante genérica y deberán operar
las reglas generales de determinación de pena del artículo 66 del Código Penal.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 30 Los delitos contra la vida

Observación
El salto de penalidad que provoca la regla específica del artículo 140
es excesivo, aun desde postulados reinterpretativos de incremento de Recordemos además que en
la circunstancia de precio, re-
injusto, identificable en las circunstancias específicas del artículo 139 compensa o promesa es difi-
cultosa tal operación interpre-
CP. tativo-restrictiva, vid. supra.

En efecto, la desmedida hiperagravación del artículo 140 CP acerca la solución


penológica de la concurrencia de varias circunstancias del artículo 139 CP a
las soluciones que, con respecto al anterior Código Penal, postulaban el con-
curso ideal de delitos en estos casos. Por un expediente técnico diverso al del
concurso de delitos, se llega a soluciones penológicas similares. Debe indicar-
se, pues, que la cláusula comentada viene a comprometer las bondades técni-
co-dogmáticas que presenta el artículo 139 (al ser contemplado junto a la des-
aparición del parricidio); el legislador, contradiciendo los postulados técnicos
y político-criminales de partida, se ha dejado llevar por la diáspora del inde-
seable derecho penal simbólico.

El tenor del artículo 140 CP parece señalar que basta con la concurrencia de
dos circunstancias específicas para su operatividad. Al objeto de restringir el
ámbito de la indeseable cláusula analizada, se sugiere que sea precisa la concu-
rrencia de las tres circunstancias del artículo 139 CP para que pueda operar el
artículo 140 CP. Así, dado que una de las circunstancias se toma para calificar
el hecho conforme al artículo 139 CP, serían precisos otras dos concurrentes
para acceder a los dominios de la cláusula del artículo 140 CP. Sin embargo,
este expediente interpretativo tiene pocos visos de prosperar, ante el tenor del
precepto.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 31 Los delitos contra la vida

6. Los delitos de inducción y auxilio al suicidio.


Consideración especial de la eutanasia

Dispone el artículo 143 CP lo siguiente: Nota

"1) El que induzca al suicidio de otro será castigado con la pena de prisión de cuatro a El autor de este apartado es
Gonzalo Quintero Olivares.
ocho años.

2) Se impondrá la pena de prisión de dos a cinco años al que coopere con actos necesarios
al suicidio de una persona.

3) Será castigado con la pena de prisión de seis a diez años si la cooperación llegara hasta
el punto de ejecutar la muerte.

4) El que causare o cooperare activamente con actos necesarios y directos a la muerte


de otro, por la petición expresa, seria e inequívoca de este, en el caso de que la víctima
sufriera una enfermedad grave que conduciría necesariamente a su muerte, o que produ-
jera graves padecimientos permanentes y difíciles de soportar, será castigado con la pena
inferior en uno o dos grados a las señaladas en los números 2 y 3 de este artículo".

6.1. El debate sobre la disponibilidad de la propia vida

El derecho penal español trata conjuntamente problemas que en buena parte


son diferentes. En el artículo que examinamos, se reúnen la tipificación de las
conductas de inducción y cooperación al suicidio de otra persona y, por otra
parte, los supuestos de lo que comúnmente se denominan casos de eutanasia.
La diferencia con los supuestos de homicidio y asesinato que se integran en
el módulo girará en torno a la disposición�del�ser�humano�sobre�su�vida,
además, por supuesto, de la inexistencia de dolo�homicida en el autor.

Es importante advertir, para comprender el sentido de los tipos, que la ley


no parte de un reconocimiento�incondicional del derecho a la libre dispo-
nibilidad de la propia vida, lo que lógicamente se sitúa en la clave de todos
los debates sobre estos problemas, a partir del obligado reconocimiento de la
presencia de otras consideraciones que, invocando el fin de proteger la vida
humana, se traducen en limitaciones o restricciones al derecho absoluto a la
libre disposición.

A diferencia de algún ordenamiento extranjero, en derecho español el suici-


dio es una conducta ajena al derecho, por lo que no se concibe el castigo del
intento de suicidio. Pero un sector de la doctrina española ha sostenido que
es obligado aceptar que para nuestro sistema el suicidio es un acto�injusto,
pues solo así se podrá explicar el contenido de antijuricidad que corresponde
a la inducción y al auxilio.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 32 Los delitos contra la vida

Para ese sector de opinión, la declaración constitucional de que "todos


tienen derecho a la vida" (artículo 15 CE) es la base en la que se funda
la prohibición de la eutanasia, pero no es la fuente del supuesto dere-
cho del individuo a la libre disposición de su propia vida y por ello no
puede consentir válidamente su muerte, por lo que es justo en castigo
del homicidio consentido.

Ese�razonamiento�no�puede�aceptarse:

• el suicidio es un trágico suceso ajeno al derecho penal, y lo que el derecho


penal hace es tener por injustas las conductas de promoción e instigación
al suicidio de una persona que, de no ser, por ello no se habría quitado
la vida;

• en segundo lugar, la Constitución no establece una obligación de vivir


como traducción de la proclamación del derecho fundamental a la vida,
por lo que habrá que dar entrada a una regulación jurídica especial de la
eutanasia.

Hay que partir, como es lógico, del reconocimiento constitucional del derecho
fundamental a la vida; sin embargo, al igual que todos los demás, ese dere-
cho es susceptible de ponderación en su colisión con otros intereses o valores
constitucionalmente proclamados. Mayores dificultades que con la eutanasia
habrá para explicar el contenido antijurídico de la cooperación al suicidio li-
bremente decidido.

Existe un amplio consenso constitucionalista en torno a la idea de que la dig-


nidad humana es la clave de bóveda para la interpretación de todos los dere-
chos fundamentales, comenzando por el derecho a la vida. Se sostiene en pa-
ralelo que la dignidad humana no admite ninguna instrumentalización de la
vida en nombre de la salvaguarda de principios esenciales para unos pero no
para todos y, en particular, para el sujeto que libremente quiere disponer de
su vida. Por eso mismo, y mal que pese a determinados idearios religiosos o
morales, el derecho al libre desarrollo de la personalidad conduce a tener que
proclamar que el acto del suicidio es una de las manifestaciones del mencio-
nado derecho al libre desarrollo de la personalidad.

El Tribunal Constitucional ha realizado pronunciamientos dispares sobre esta


cuestión. Inicialmente (vid. las SSTC 120/1990, de 27 de junio, y 137/1990, de
19 de julio [RTC 1990, 120 y 137]) se limitó a proclamar el derecho a la vida
como fuente de la obligación de los poderes públicos de respeto y protección
frente a terceros. Al hilo del hecho cierto de la no prohibición del suicidio,
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 33 Los delitos contra la vida

consideró posible reconocer el derecho a la disponibilidad de la propia vida,


pero lo que no hacía era ubicar ese derecho en el marco y, como consecuencia,
de los valores dignidad humana y libertad.

La consecuencia más importante es que se hace difícil encontrar el fun-


damento constitucional del deber de tutelar la vida contra la voluntad
de su titular y, por lo mismo, el de la incriminación de los comporta-
mientos de ayuda (participación) en un suicidio libremente deseado de
forma expresa e inequívoca.

Cuestión diferente es que la justificación se quiera buscar en raras interpreta-


ciones de la Constitución o en razones extraconstitucionales de índole moral
o religiosa. A pesar de todos esos problemas de fundamentación constitucio-
nal, el artículo 143 del CP castiga la inducción y la cooperación necesaria en
el suicidio ajeno. La consecuencia es que la vida no deseada por su titular se
proclama indirectamente como bien�jurídico�protegido y, por lo tanto, la ley
penal relativiza considerablemente el reconocimiento del derecho a disponer
de la propia vida.

Pero a pesar de la visible discrepancia entre lo que declara la Constitución


y lo que establece el Código Penal será preciso no olvidar lo que la primera
proclama –y es la norma fundamental– cuando se tengan que interpretar los
límites de cada una de las figuras y, en especial, las limitaciones al deber de
suministrar tratamiento médico y la respuesta que dar en los problemas de
mantenimiento y prolongación de la vida sin esperanza alguna, acción que
a su vez podría chocar con el respeto a la dignidad de la persona y llegar a
constituir tratos inhumanos o degradantes.

6.2. El suicidio como presupuesto o condición

El artículo 143 CP prevé el castigo para la inducción y determinadas formas de


cooperación en el suicidio de una persona. La realidad del suicidio delimita las
diversas hipótesis frente a los supuestos de homicidio y dota de autonomía y
especificidad a los tipos relacionados con el suicidio. La función técnico-jurí-
dica del suicidio en relación con las conductas punibles (inducción y auxilio)
ha sido descrita de diferentes maneras:

1) Para algunos estamos ante conductas típicas autónomas cuyo castigo de-
pende del cumplimiento de una condición�objetiva�de�punibilidad (la muer-
te del suicida).
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 34 Los delitos contra la vida

2) Para otros, se trata de formas de participación en un hecho ajeno elevadas


a la condición de delito autónomo. Pero esta segunda opción tropieza con la
dificultad, derivada de la teoría de la accesoriedad, de establecer una conducta
de participación referida a un hecho�atípico.

Las explicaciones favorables a la idea de que se trata de formas de participación


se complican cuando se llega a los supuestos del número 3 del artículo, pues
el que auxilia puede llegar a ser el que ejecute por sí mismo la muerte.

Es cierto que no es aceptable, recordando lo que antes se dijo sobre la


perspectiva constitucional, entender que se trata de un homicidio con
la peculiaridad del consentimiento de la víctima, ya que esa visión del
problema desprecia abiertamente el significado y valor de la decisión de
quien demanda la ayuda para dejar de vivir como acto de plena libertad
y dignidad.

Por otro lado, y sin cuestionar que partimos del hecho de que alguien ha eje-
cutado la muerte de otra persona, no por ello la calificación de homicidio es
viable. La significación jurídica del homicidio no se cumple exclusivamente
con algunos elementos del tipo objetivo, sino que requiere algunos elemen-
tos esenciales más, a lo que se puede añadir que tanto el número 3 como el
número 4 del artículo 143 CP se refieren a cooperar hasta la ejecución de la
muerte o con actos necesarios y directos.

Formas de participación
De ese modo, resulta evidente que el artículo 143 CP parte de la admi- elevadas a delito
sión de la relevancia del derecho a la libre disponibilidad de la propia
La discusión sobre si estamos
vida, aunque muchos entiendan que una regulación plenamente cohe- ante formas de participación
elevadas a delito es, por eso
rente con ese reconocimiento hubiera debido conducir a otro plantea- mismo, de poco interés, no
miento legal. porque no sea importante re-
cordar la teoría de la inducción
y la de la cooperación, sino
porque se trata de unas califi-
caciones que se detienen en
En otro orden de valoraciones, hay que situar la presencia del derecho y del los aspectos objetivo-descripti-
vos de los hechos.
derecho penal en este ámbito de problemas. La exigencia de coherencia con
lo que la Constitución permite, proclama y no prohíbe puede llevar a rechazar
la justificación del castigo; pero el siempre presente deber de protección de
la vida humana obliga a la precisión rigurosa de las condiciones bajo las que
esas conductas podrían ser impunes, y todo ello giraría sobre la obligada y
comprobada�presencia�de�un�acto�de�libertad, de una decisión consciente y
libre, que ciertamente sería cuestionable en los casos de instigación al suicidio.

Algunos autores, a propósito del suicidio y para señalar las condiciones bajo
las que se ha de producir el respeto y la ajenidad al derecho penal, han trans-
portado la teoría del dominio del hecho, al sostener que la participación en
suicidio habrá de ser impune si ha habido dominio del hecho por el suicida.
Tal interpretación solo es aceptable en parte, pues el dominio del hecho re-
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 35 Los delitos contra la vida

quiere una capacidad de interrumpir el curso causal que no se daría en el lla-


mado auxilio ejecutivo. Otra cosa es que se tenga que exigir que quien desea
quitarse la vida mantenga en todo momento dominio sobre la decisión de su
muerte. En el auxilio ejecutivo al suicidio, será preciso un consentimiento
expreso�y�actual, o sea, con eficacia permanente hasta el último instante de la
ejecución. Si no existiera ese dominio sobre la decisión final, entendido como
posibilidad de revertirla hasta el último momento, no sería posible afirmar la
naturaleza suicida de la conducta.

El importante problema de la capacidad� para� consentir afecta a todas las


conductas reunidas en este artículo. La capacidad para consentir en la propia
muerte se asocia en primer lugar, y como es lógico, con la condición jurídi-
co-penal de imputable (artículos 19 y 20.1, 20.2 y 20.3 CP). La muerte de un
inimputable decidida por él no podrá ser tenida como decisión libre y, por lo
mismo, ni la cooperación ni el auxilio podrán ser tratados con arreglo a lo dis-
puesto en este artículo, sino como intervenciones (de autoría mediata) en ho-
micidio. Ahora bien, hay que reconocer que la atribución del dominio del he-
cho al tercero y la reducción de la víctima a la condición de instrumento, por
el�solo�hecho de la imputabilidad, no puede ser afirmada automáticamente y
sin reservas. Puede haber casos de instrumento imputable y no por ello dejar
de haber autoría mediata y, al contrario, no pueda afirmarse que por tratarse
de un sujeto afectado por un trastorno mental o tóxico se esté necesariamente
ante una autoría mediata.

La valoración del consentimiento del suicida no ha de hacerse solamente par-


tiendo de la imputabilidad, sino además examinado si en el caso concreto es-
taba en condiciones de comprender y valorar la significación y trascendencia
de lo que quería hacer. La falta de imputabilidad es un criterio orientador de
primer orden, pero no puede ser el único porque sería excesivamente apriorís-
tico, además de que algunas fuentes legales de inimputabilidad son de impre-
cisos contornos y variable apreciación, como es el caso de la inimputabilidad
derivada de la drogodependencia, que oscila entre la plena exención, la semi-
eximente y la atenuante de análoga consideración; así las cosas, y solo es un
ejemplo, la condición de drogodependiente de quien quiere quitarse la vida
no bastaría, por sí sola, para calificar la conducta del auxiliador.

6.3. La regulación de la inducción, cooperación necesaria y


cooperación ejecutiva a una conducta suicida

Como ya afirmamos antes, el artículo 143 reúne problemas diferentes: los de


la inducción y auxilio al suicidio, la cooperación ejecutiva al mismo y la eu-
tanasia o algunas de sus manifestaciones, cuyos problemas exigen un análisis
separado de los casos anteriores. El Código español respeta solo relativamen-
te el derecho a la libre disponibilidad de la propia vida, que no extiende su
capacidad legitimadora a la intervención de terceros; lo que, como ya antes
hemos señalado, es comprensible en relación con la inducción, no lo es en las
conductas de cooperación que lo son en un acto lícito libremente asumido por
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 36 Los delitos contra la vida

el titular de la vida no deseada, siempre, por supuesto, que se reúnan todas las
garantías, cautelas y requisitos precisos para asegurar la auténtica naturaleza
suicida de la decisión.

La amenaza de pena es poco cohonestable con la libertad de disposición


sobre la propia vida.

1)�La�inducción

La conducta de quien induzca al suicidio de otro es la primera que tipifica el


artículo 143 CP. La interpretación de lo que ha de entenderse por inducción
se ha hecho siempre en sintonía con la interpretación que a su vez se dé a la
inducción al delito (artículo 28 a) CP); por lo tanto, es transportable todo lo
dicho a propósito de esta, incluyendo, como es lógico, la necesidad de que el
suicidio se produzca y que eso haya sido precisamente por la intervención
del inductor, sin perjuicio de que haya de aceptarse que la especial situación
anímica de la víctima, conocida y utilizada por el inductor, sea un elemento
adicional determinante.

Ejemplo
De la remisión a la inducción común creemos importante destacar que
la condición de directa no desaparece porque sea encubierta o astuta, Así, por ejemplo, podría ser
considerada inducción la ex-
sino que lo importante es que el inductor�desee�específicamente�que hibición de unos resultados
analíticos médicos falsos, de
el�inducido�tome�una�decisión, en este caso, quitarse la vida. los que se derivara la muerte
inexorable, sabiendo, por co-
nocer a la persona, que esa
noticia le llevaría probable-
También aquí se ha querido encontrar, incorrectamente, la respuesta penal a mente a la decisión fatal.

los suicidios colectivos que a veces se han producido en sectas en las que uno
o muchos de los adeptos han seguido el dictado del líder. Pero la acumulación
de problemas sobre imputabilidad, libertad, convicción, por equivocada que
a los demás parezca, hace muy difícil la calificación de inducción.

Otro problema que se ha planteado a veces como forma de inducción –y otras


como autoría mediata– ha sido el del suicidio por desesperación o como trágica
manera de escapar a situaciones de violencia o pánico. Es muy difícil establecer
a priori criterios de calificación; sin duda, la conducta de quien, con amenazas
graves o con violencia de la que la víctima no puede sustraerse, da lugar a
que esta tome una decisión como la de quitarse la vida puede no ser atípica.
Asegurar por�adelantado que siempre se tratará de hipótesis de inducción al
suicidio o de autoría mediata de homicidio (estimando que la víctima, una vez
trastornada mentalmente por el agresor ha quedado reducida a instrumento)
resulta excesivo, aunque tampoco hay que descartarlo.

2)�La�mera�cooperación�y�la�cooperación�ejecutiva
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 37 Los delitos contra la vida

El artículo143 CP tipifica seguidamente la conducta del que "coopere con ac-


tos necesarios al suicidio de una persona". Lo primero que se aprecia es que ha
de tratarse de una cooperación necesaria, también en el sentido de la corres-
pondiente interpretación de esa forma de participación, y que deja fuera del
tipo la llamada complicidad o auxilio no necesario. A su vez, la pena depende
de que la cooperación haya llegado o no al extremo de ser ejecutiva, lo que
se interpreta como intervención directa en la causación de la muerte.

La cooperación ha de ser dolosa en todo caso, entendiendo como tal


la orientada conscientemente a ayudar a que el suicida realice su pro-
pósito.

Por otra parte, solamente la culminación con la muerte del suicida puede po-
sibilitar el castigo de esta conducta, sin que sea posible ni hablar de coopera-
ciones imprudentes ni tampoco de ejecución imperfecta en los casos en los
que no se haya producido la muerte. Si no se trata de cooperación ejecutiva,
la hipótesis de que se hayan causado lesiones deviene atípica. En cambio, si
existen lesiones causadas�por�el�cooperador�ejecutivo, se podrá plantear su
tipificación como tales, si bien esa subsunción tropezará con el insalvable obs-
táculo de que faltará el animus laedendi propio de los delitos de lesiones.

6.4. El tratamiento penal de la eutanasia. La eutanasia en España


y el debate sobre el derecho a vivir y morir

6.4.1. El derecho a disponer de la propia vida y la Constitución


española

El derecho fundamental a la libertad y a la intimidad y desarrollo libre de la


vida, declarado en el artículo 10-1 de la Constitución tendría que ser el marco
jurídico de referencia para decidir si existe o no un deber de vivir. Pero el
derecho español ni siquiera menciona la palabra eutanasia. El otro elemento
de especial consideración es la frontal oposición de la jerarquía�eclesiástica
a cualquier flexibilidad en esta materia. Se olvida que la lógica de la eutanasia
forma parte de la cultura europea desde la antigua Grecia, pues defensores
suyos fueron Platón y Epicuro. Pero si se prefiere acudir a un pensador católico
fuera de duda, basta con leer a Tomás�Moro, que en 1516 escribió que quienes
sufren de enfermedades curables deben de ser tratados y asistidos, pero cuando
la enfermedad no solo sea incurable sino también terriblemente dolorosa, los
jueces y los sacerdotes deben concederles la merced de la muerte; los que son
convencidos se dejan morir de hambre o reciben su muerte mientras duermen
y sin darse cuenta (Utopía, libro II, capítulo g, págs. 11 a 18), si bien los sectores
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 38 Los delitos contra la vida

más conservadores sostienen que se trata de una interpretación inadecuada


del texto latino, pues Moro relataba, según ellos, lo que sucedía, no lo que
debería ser.

El planteamiento profundo del problema es ya antiguo en nuestra cultura ju-


rídica, desde que en 1910 Bernaldo de Quirós publicó El doble suicidio por amor,
al que seguiría algunos años después Luis Jiménez de Asúa, que en 1929 es-
cribió una pequeña obra titulada Libertad de amar y derecho a morir, en la que
abiertamente sostenía que ninguna potestad civil o religiosa puede impedir el
derecho de una persona a salir de este mundo, al afirmar lo siguiente:

"[...] el problema de la muerte dada por compasión al enfermo incurable y dolorido, cons-
ciente de su mal y de su estado, que desea abreviar sus padecimientos, debe ser resuelto
con justicia y humanidad".

Tiempo después, y era en pleno franquismo, Quintano Ripollés, en su Tratado


de la parte especial del derecho penal (1961), a propósito de la incriminación de
la eutanasia como homicidio consentido, calificaba al Código Penal español
de severo y arcaico, a la vez que reclamaba que se llegara a la impunidad del
homicidio eutanásico en nuestro derecho, al añadir lo siguiente:

"dado que en la verdadera eutanasia la muerte es irremediable en corto plazo, siempre


será un mal menor, y lo es subjetivamente sin duda alguna para los interesados, morir
sin padecer, que morir padeciendo, por lo que sea causa aquel mal para evitar este...".

Cabe añadir que, desde entonces, esa ha sido la opinión mayoritaria en la


doctrina penal española, que se puede sintetizar en los siguientes puntos:

• Está fuera de duda el valor constitucional de la vida humana y del derecho


a la vida, la salud y la integridad, y así lo proclama el artículo 15 de la
Constitución española.

• Los derechos fundamentales, y también el derecho a la vida, tienen que ser


interpretados de acuerdo con otro derecho constitucional también funda-
mental, que es el derecho al libre desarrollo de la personalidad.

• La libertad es el valor supremo de la Constitución, y no es contradictorio


con la importancia del valor vida. Los valores fundamentales, como la vi-
da y la libertad, no son monumentos estáticos, sino realidades dinámicas
configuradoras de la dignidad de la persona. La interpretación del artículo
15 de la Constitución (el derecho a la vida), en coherencia con el derecho
al libre desarrollo de la personalidad, lleva a considerar que solo la vida
libremente deseada por su titular puede merecer para el derecho y el dere-
cho penal, el calificativo de bien jurídico protegido.

• La Sentencia del Tribunal Constitucional de 11 de abril de 1985 declaró


que el Estado tiene el deber de proteger la vida, que para el ciudadano es un
derecho. El Estado tiene por deber impedir las acciones que vayan contra
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 39 Los delitos contra la vida

ese derecho y también las que vayan contra el derecho al libre desarrollo
de la personalidad.

• Siendo la función del derecho penal tutelar la vida en su significación


constitucional y esa vida es la que en uso de su derecho desea libremente
su titular, cuando no exista el deseo de vivirla, no puede admitirse una
intervención del derecho penal de signo contrario.

• Contradictoriamente, el Tribunal Constitucional afirma que el derecho a


la vida es la base del ejercicio de todos los demás derechos, pero que no
se puede configurar como un derecho de la voluntad que incluya el dere-
cho a la propia muerte. Pero, y ahí aparece la contradicción, el Tribunal
Constitucional reconoce que, siendo la vida un bien de la persona que se
integra en el ámbito de su libertad, pueda aquella fácticamente disponer
de su propia muerte, acto que la ley no prohíbe (STC de 27 de junio de
1990). Pero esa tolerancia del Tribunal Constitucional deja en la penum-
bra el tratamiento por dar a los actos de ayuda al que desea dejar de vivir.

• La Constitución no puede imponer al ciudadano deberes basados en va-


lores independientes de su libertad y su dignidad. En ese sentido, debe re-
chazarse la existencia de un deber constitucional de tutelar la vida contra
la voluntad de su titular.

• Si el suicidio, y así lo admite el propio TC, no es un acto prohibido, no


es posible encontrar un fundamento constitucional a la punición de los
actos de colaboración o ayuda al suicida, que son contribuciones a actos
que son ajenos al derecho y al derecho penal en especial.

• La vida impuesta contra la voluntad de su titular no es un valor constitu-


cional ni puede configurarse como un bien jurídico digno de protección
penal y provoca la aparición de infracciones penales incomprensibles, co-
mo es la contribución a la muerte por eutanasia, figura en la que resulta
obligado mantener la absurda conclusión de que el perjudicado es el que
desea dejar de vivir.

Naturalmente que este planteamiento del problema no es unánime, y no nos


referimos solo a las opiniones de sectores vinculados a la jerarquía eclesiástica,
sino a la propia doctrina penal. Aunque se trate de una posición minoritaria,
son bastantes los que entienden que ese supuesto derecho a disponer de la
propia vida como parte del derecho al libre desarrollo de la personalidad, que
está en la clave de todo el desarrollo argumental, no puede ser admitido, ya
que eso equivale a resolver el problema solo desde una perspectiva antropo-
lógica liberal, pues la autodeterminación moral absoluta a la que tenderían
ambos intereses nos priva del tercer elemento objetivo, que ha de ser la digni-
dad humana. La eutanasia atenta a la dignidad humana y, por lo mismo, deja
en nada los derechos fundamentales. El ser humano reconoce, pero no crea
normas morales e igualmente reconoce, pero no inventa un catálogo de dere-
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 40 Los delitos contra la vida

chos humanos. Normas y derechos se han de relacionar, estos derechos con


un fin objetivo que los dote de un contenido material bien delimitado. Otro
argumento repetido es que quien toma la decisión de solicitar la eutanasia es
un paciente que posiblemente no se encuentra en las adecuadas condiciones
psíquicas.

El Tribunal Constitucional apenas ha analizado el tema, pues los conflictos


que han llegado a su conocimiento han versado sobre el derecho al suicidio
(preso que se declara en huelga de hambre a muerte), libertad de creencias
(testigo de Jehová que impide la transfusión de sangre a su hijo y da lugar a
la muerte).

Así pues, la situación es diferente de la de los Estados Unidos –cuyo constitu-


cionalismo ha sido muy influyente en el Tribunal Constitucional español–,
ya que no se ha producido un pronunciamiento constitucional sobre la exis-
tencia del derecho a la ayuda para el suicidio, posiblemente porque tampoco
ha habido una decisión judicial que autorice una eutanasia ni tampoco un
proyecto de ley que quisiera regularla, por lo que España no cuenta con un
pronunciamiento sobre el problema, que hubiese podido provocarse si algún
juez hubiera considerado inconstitucional la regulación que ofrece el Código
Penal, a la que seguidamente nos referiremos.

6.4.2. El panorama legal: las llamadas clases de eutanasia

1)�Eutanasia�activa

La eutanasia activa está integrada por actos ejecutivos que suponen un


acortamiento de la vida del paciente.

Se puede diferenciar entre eutanasia�activa�directa, abiertamente dirigida a


producir la muerte del paciente, y eutanasia�activa�indirecta, que pasa por
asumir que los medios terapéuticos empleados provocarán, con una alta pro-
babilidad, la muerte del paciente. Esta situación se da en los casos en los que
el comportamiento del médico que los emplea o que pudiera emplearlos está
dirigido a aliviar los sufrimientos del paciente al suministrarle medios analgé-
sicos que, casi con total seguridad, acabarán provocando la anticipación de la
muerte. Lo más importante es asumir que la finalidad del médico no es oca-
sionar la muerte, sino ahorrar un sufrimiento innecesario.

2)�Eutanasia�pasiva

Esta provoca menos problemas jurídicos.


CC-BY-NC-ND • PID_00181637 41 Los delitos contra la vida

Consiste en no adoptar medidas tendentes a prolongar la vida o en la


interrupción de un tratamiento médico instaurado con anterioridad, en
ambos casos con resultado de muerte.

Ello exige la petición expresa, seria e inequívoca del paciente de renunciar al


tratamiento médico instaurado o a interrumpirlo. Hay que recordar que la Ley
General de Sanidad, de acuerdo a su vez con la Constitución, reconoce el de-
recho del enfermo a que sea respetada su personalidad, dignidad e intimidad,
así como establece el requisito necesario del consentimiento del enfermo para
ser sometido a cualquier intervención y se afirma de manera expresa su dere-
cho a negarse a recibir tratamiento médico.

Si el paciente está inconsciente en el momento en el que se ha de ejecutar la


decisión, se tendrá que respetar, si existe, el testamento�vital si en él consta un
consentimiento expreso de forma previa, que sea también serio e inequívoco.
En doctrina se producen dos opiniones, respecto del testamento vital:

a) la de quienes entienden que la petición recogida en un testamento vital,


concurriendo los supuestos de voluntariedad, seriedad e intención inequívoca
de morir, con voluntad persistente, es suficiente en todo momento para auto-
rizar la actuación médica cuando el enfermo no está en condiciones de decidir;

b) la de quienes entienden que el consentimiento ha de ser renovado en cada


momento y niegan validez a las decisiones anunciadas en un momento ante-
rior pero no reiteradas, aunque admiten que se ha de dar valor al testamento
vital, que es un documento, siempre que se tratara de una situación que de
acuerdo con la lex artis tuviera la consideración de tratamiento tendente al
mero mantenimiento o prolongación irracional de la existencia

Hay que advertir que ninguna postura cuestiona el valor absolutamente esen-
cial del consentimiento. Si el paciente expresa su voluntad y su deseo de so-
portar la agonía y rechaza la administración de todo tipo de analgésicos que
pudieran provocarle colateralmente la muerte, el médico tiene la obligación
de respetar esa voluntad. Ello significa que, por muy fuerte que pudiera llegar
a ser la presión por parte del entorno familiar o de amistad del paciente, la
voluntad que cuenta es siempre la de este.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 42 Los delitos contra la vida

El problema surge cuando el paciente no puede opinar y tampoco hay familia Dolor inútil
ni amigos que puedan hacerlo. Cuando eso sucede, el médico no tiene otra
En la doctrina penal española,
alternativa que mitigar el dolor, a riesgo de provocar la muerte, o no hacer se sostiene que la utilización
nada y dejar sufrir al enfermo. de sedantes o de medicamen-
tos analgésicos en procesos
terminales no solo es correc-
ta, sino que sería tipificable la
6.4.3. La eutanasia pasiva y la activa en el CP conducta del médico que per-
mite el dolor inútil, pues po-
dría considerarse omisión del
No impedir o dejar morir al que desea que no se le alargue la vida (eutanasia deber de socorro.

pasiva) es una práctica que en principio no produce ningún conflicto. Por su-
puesto, están fuera de consideración los casos de muertes que no se debían
producir y que se han producido por dolo o negligencia. Los problemas apa-
recen cuando se interpreta la voluntad del enfermo. Ahí desarrolla una gran
función el testamento vital, si existe, al que ya nos hemos referido antes.

La eutanasia activa solo está regulada a contrario sensu en el CP (artículo 143-4).

Regular a contrario quiere decir que no hay una descripción expresa de


supuestos de eutanasia lícita, sino solo una tipificación de una situación
lógica de eutanasia en la que se incluye una amenaza penal.

El CP castiga "al que causare o cooperare activamente con actos necesarios y


directos a la muerte de otro, por la petición expresa, seria e inequívoca de este,
en el caso de que la víctima sufriera una enfermedad grave que conduciría ne-
cesariamente a su muerte, o que produjera graves padecimientos permanentes
o difíciles de soportar, será castigado con la pena inferior en uno o dos grados
a las señaladas en los números 2 (cooperación necesaria en el suicidio de otro)
y 3 (cooperación ejecutiva) de este artículo".

Por si no fuera bastante contradictorio, el panorama se complica todavía más


en la bibliografía penal:

1) Los sectores más conservadores estiman (sin base legal) que ese régimen de
"homicidio consentido especial" solo tiene que admitirse en el ámbito médi-
co-asistencial y nunca en una relación extrahospitalaria. Según esa restrictiva
interpretación (sin base legal), la disminución de pena por eutanasia activa no
cabría en una relación entre el enfermo y su familia o sus amigos. Su petición
es que debiera crearse un delito especial que exigiera en el autor la condición
de médico o en otra persona bajo su dirección (al modo de Bélgica y los Países
Bajos, pero olvidando que en esos sistemas esta exigencia se establece para la
exclusión de tipicidad).

2) Los penalistas más progresistas, por su parte, entienden que la regulación


incriminadora de la eutanasia activa no excluye la posibilidad de apreciar la
eximente de estado de necesidad (en la subforma de colisión de deberes).
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 43 Los delitos contra la vida

Así pues, no existe una regulación legal específica (de hecho en Europa sola-
mente la tienen los Países Bajos y Bélgica), sino directamente una amenaza de
pena para aquel que ayude a morir a quien pide expresa, seria e inequívoca de
este porque está sufriendo una enfermedad grave que conduce necesariamen-
te a su muerte o que produce graves padecimientos permanentes o difíciles de
soportar. Hay que suponer que el criterio del derecho es que incluso en esa
situación, el que ayuda comete un delito.

6.4.4. Eutanasia activa y cuidados paliativos

La aplicación de cuidados paliativos, aun cuando aceleren la muerte, no se ha


tratado normalmente ni como ayuda al suicidio ni como eutanasia activa.

• Objetivamente porque la causa eficaz de la muerte no es la sustan-


cia que disminuye el dolor, sino los factores previos que hayan des-
encadenado el proceso mortal.

• Subjetivamente porque la intención directa y principal no es ace-


lerar la muerte, lo que se acepta o se tolera como un efecto malo
pero finalmente inevitable y ahorra al enfermo un dolor injusto que
a nada conduce.

En la profesión médica, hay importantes sectores que opinan que el médico


tiene�el�deber�de�mitigar�los�dolores�insufribles, aunque así pueda adelan-
tarse la muerte. Se dice que eso sería eutanasia activa indirecta, en tanto que no
hacer nada, sin tampoco intentar prolongar la vida, lo que sería una eutanasia
pasiva pero dolorosa. También se entiende que el suministro de sedantes o de
medicamentos analgésicos en procesos terminales es considerado adecuado al
tratamiento médico contando, como es lógico, con el consentimiento, si es
posible. Entre los penalistas abundan los que estiman que la negativa a sumi-
nistrar sedantes, y permitir terribles dolores, podría ser calificada como delito
de omisión del deber de socorro.

La eutanasia pasiva puede tener relevancia penal si los actos que constituyen
la cooperación en la muerte de otro se ejecutan activamente, aunque el pa-
ciente no haya podido manifestar su consentimiento. En los casos de omisión
o de no prolongación del tratamiento médico sobre enfermos incurables en
fase terminal, o inconsciente, según la doctrina penal mayoritaria, estaremos
ante el derecho a una muerte natural respetuosa con la dignidad del hombre,
aunque el enfermo irreversible no pueda manifestar su voluntad y, en conse-
cuencia, no pueda prestar su consentimiento.

Los avances de la medicina permiten hoy en día el mantenimiento o prolon-


gación artificial de la vida hasta límites casi inverosímiles. La falta de con-
sentimiento por imposibilidad de prestarlo no puede excusar una correcta ac-
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 44 Los delitos contra la vida

tuación médica ante el sufrimiento. Lo contrario sería constitutivo de un en-


carnizamiento terapéutico incompatible con la prohibición constitucional de
someter a una persona a tratos inhumanos o degradantes (artículo 15 de la
Constitución).
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 45 Los delitos contra la vida

7. El delito de aborto

7.1. Cuestiones generales

El tema del aborto viene generando polémicas desde que se aprobó la Consti- Nota
tución en 1978, debates que no vamos a trasladar y reproducir aquí porque
El autor de este apartado es
sería desmesurado, máxime en una obra cuya función es comentar la ley pe- Gonzalo Quintero Olivares.
nal, por supuesto que con la crítica que merezca, pero no la de realizar ensayos
monográficos sobre todos y cada uno de los problemas.

La intervención penal en las fases de vida anteriores al nacimiento de la per-


sona se despliega en el delito�de�aborto y, previamente, en la manipulación
genética y en las lesiones�al�feto. En estos delitos, se contempla la tutela de
la futura persona, ya que desde la anidación existe un desarrollo embrionario
dirigido ya a la configuración de una persona y, sin entrar ahora en todos los
problemas de la ponderación de intereses que en algunos casos harán no pu-
nible la interrupción voluntaria del embarazo, el derecho ha de contribuir a
que nazcan libres de daños que pudieran condicionar toda su futura existencia
e, incluso, en el peor de los casos, su propia viabilidad. Se trata de delitos que
han de enmarcarse además en el ámbito de los avances�de�la�ciencia�médica
que permiten hoy intervenciones en el periodo prenatal, desde las que lo sean
sobre el embrión hasta las que lo hagan sobre el feto. Esa ampliación de posi-
bilidades comporta lógicamente una reconsideración de los límites del riesgo
permitido y resitúa la frontera de la actuación contraria a la norma de cuidado
en consonancia con las nuevas fuentes de peligro.

En el ámbito concreto del delito�de�aborto, los problemas se han cen-


trado en la tensión entre los derechos de la embarazada y la protección
de la futura vida.

La ponderación entre esos dos valores jurídicos y la necesidad y los límites de


la intervención penal ha marcado una evolución que ha ido desde la prohibi-
ción de cualquier supuesto de aborto –sin perjuicio de la genérica aplicabilidad
del estado de necesidad a los supuestos de riesgo para la vida de la madre– a
lo que siguieron sucesivas modificaciones del Código Penal, que pasaron por
un sistema de indicaciones que autorizaban el aborto, sistema que duró desde
1985 hasta hace pocos meses. De acuerdo con él, se establecían las indicacio-
nes terapéutica, ética o criminológica y eugenésica o embriopática, lo que de-
terminaba que no sería punible el aborto practicado por un médico siempre
que se diese alguna de las siguientes circunstancias:
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 46 Los delitos contra la vida

1) que fuera necesario para evitar un grave peligro para la vida o la salud
física o psíquica de la embarazada;

2) que el embarazo fuera consecuencia de un hecho constitutivo de de-


lito de violación, siempre que el aborto se practique dentro de las doce
primeras semanas de gestación;

3) que se presuma que el feto hubiera de nacer con graves taras físicas
o psíquicas, siempre que el aborto se practicara dentro de las veintidós
primeras semanas de gestación.

Ese sistema de indicaciones se ha visto sustituido en la actualidad por el régi-


men establecido por la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de Salud Sexual
y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (LSSRIVE) que,
a su vez, al tiempo de escribir estas páginas, se encuentra recurrida ante el Tri-
bunal Constitucional.

Por lo tanto, y mientras no se produzca ese pronunciamiento, analizaremos


el derecho positivo de acuerdo a su configuración a partir de la citada Ley
Orgánica 2/2010.

"Artículo�145

1) El que produzca el aborto de una mujer, con su consentimiento, fuera de los casos
permitidos por la Ley será castigado con la pena de prisión de uno a tres años e inhabili-
tación especial para ejercer cualquier profesión sanitaria, o para prestar servicios de toda
índole en clínicas, establecimientos o consultorios ginecológicos, públicos o privados,
por tiempo de uno a seis años. El juez podrá imponer la pena en su mitad superior cuan-
do los actos descritos en este apartado se realicen fuera de un centro o establecimiento
público o privado acreditado.

2) La mujer que produjere su aborto o consintiere que otra persona se lo cause, fuera de
los casos permitidos por la Ley, será castigada con la pena de multa de seis a veinticuatro
meses.

3) En todo caso, el juez o tribunal impondrá las penas respectivamente previstas en este
artículo en su mitad superior cuando la conducta se llevare a cabo a partir de la vigésimo
segunda semana de gestación.

Artículo�145�bis

1) Será castigado con la pena de multa de seis a doce meses e inhabilitación especial para
prestar servicios de toda índole en clínicas, establecimientos o consultorios ginecológicos,
públicos o privados, por tiempo de seis meses a dos años, el que dentro de los casos
contemplados en la Ley, practique un aborto:

a) sin haber comprobado que la mujer haya recibido la información previa relativa a los
derechos, prestaciones y ayudas públicas de apoyo a la maternidad;

b) sin haber transcurrido el periodo de espera contemplado en la legislación;

c) sin contar con los dictámenes previos preceptivos;

d) fuera de un centro o establecimiento público o privado acreditado. En este caso, el


juez podrá imponer la pena en su mitad superior.

2) En todo caso, el juez o tribunal impondrá las penas previstas en este artículo en su
mitad superior cuando el aborto se haya practicado a partir de la vigésimo segunda se-
mana de gestación.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 47 Los delitos contra la vida

3) La embarazada no será penada a tenor de este precepto."

7.2. El objeto de tutela

Según la opinión mayoritaria, el bien jurídico protegido en el delito de aborto


es la vida humana en la fase de desarrollo embrionario que va desde la com-
pleta anidación del óvulo fecundado en el útero materno hasta el nacimiento;
y de acuerdo con ello el preembrión no podrá ser objeto material del delito.
El objeto de tutela en el delito de aborto se configura y se delimita a partir de
la anidación del óvulo fecundado en el útero materno, esto es del embrión.

La aplicabilidad de las normas penales reguladoras del aborto se pro-


yecta, pues, sobre el embrión y el feto, pero no sobre el preembrión o
embrión preimplantatorio.

La doctrina partidaria de esta concreción del objeto de tutela en torno al cri-


terio de la anidación parte de razones de política criminal fundadas esencial-
mente en que a la vista del índice de mortalidad natural del óvulo antes de
la anidación, surgirían problemas de prueba insalvables para la aplicación de
un tipo penal en ese periodo.

En segundo lugar, si se aceptara que la tutela penal comienza con la fecun-


dación, serían típicas conductas como la destrucción de los preembriones so-
brantes de una fecundación in vitro o la interrupción de un embarazo extra-
uterino. También habría que tratar como supuestos típicos prácticas anticon-
ceptivas de implantación de mecanismos intrauterinos aun cuando el sistema
consista, precisamente, en evitar la anidación del óvulo fecundado.

La vida posterior a la anidación o siguiente a la transferencia del óvulo


fecundado in vitro a la mujer ha de tener un valor jurídico superior.

Del contenido del derecho fundamental a la vida se deriva una distinta valora-
ción para la vida humana en formación y la vida de la persona, que en opinión
de muchos es la única destinataria de la declaración del artículo 15 CE. Por
otra parte, en la conocida y central STC de 11 de abril de 1985 se afirma que
el nasciturus no puede ser titular del derecho fundamental a la vida [F 5 y 7],
lo que es compatible con la necesidad de su tutela en la doble configuración
de los derechos fundamentales como derechos subjetivos frente al Estado, por
una parte, y componentes estructurales básicos del orden jurídico objetivo [F
4], por la otra parte. La vida en formación es un bien�jurídico�constitucional,
aunque su categoría jurídica se sitúe por debajo de los derechos fundamenta-
les. La protección de la vida humana en formación deriva del derecho funda-
mental a la vida de la persona, pues la vida humana se concibe como
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 48 Los delitos contra la vida

"[...] un devenir, un proceso que comienza�con�la�gestación, en el curso de la cual una


realidad biológica va tomando corpórea y sensitivamente configuración humana, y que
termina en la muerte" (STC 53/1985 [RTC 1985, 53]).

Pero se trata de un proceso gradual y, por eso mismo, el derecho penal no


puede igualar como un mismo bien lo que en la Constitución está jerarquizado
de mayor a menor.

Que no exista un derecho fundamental a la vida del óvulo fecundado no obs-


ta para que, como antes dijimos, sean castigadas las manipulaciones abusivas
sobre preembriones. Esta interpretación es coherente con el contenido de la
Ley 35/1988 de Reproducción Asistida Humana, que establece una nítida di-
ferencia de valor entre la vida humana antes y después de la anidación del
óvulo fecundado y, por eso mismo, autoriza la destrucción de preembriones
sobrantes, así como la posibilidad de realizar tareas de investigación, bajo de-
terminadas condiciones, en preembriones in vitro, todo lo que solo puede ex-
plicarse desde una menor valoración jurídica de la vida preembrionaria.

7.3. La nueva regulación del aborto a partir de la Ley Orgánica


2/2010, de 3 de marzo

El 14 de mayo del 2009 el Gobierno aprobó el Anteproyecto, en el que desta-


caba no solo la introducción de un sistema de plazos, sino también que las
menores de 18 años pudieran decidir abortar sin conocimiento de sus padres.
Ese solo punto fue el que provocó que algunos parlamentarios, conformes con
la Ley, discreparan de ella. Posteriormente, se introdujo una enmienda para
garantizar que las menores tengan que informar a sus padres, excepto cuando
ello les suponga "violencia intrafamiliar, amenazas, coacciones o malos tratos".
El 24 de febrero del 2010, el Senado aprobó la Ley por 132 votos a favor, 126
en contra y una abstención.

En junio del 2010, el Gobierno aprobó dos reales decretos de desarrollo par-
cial de la nueva Ley, que regulan aspectos como el consentimiento informado
de las mujeres que vayan a acogerse a alguno de los supuestos contemplados
por la Ley, así como la composición y funciones de los comités clínicos, la
acreditación de centros o el procedimiento que se debe seguir en los casos de
menores, que era uno de los puntos más controvertidos de la Ley, y que de-
terminan que las menores deberán ir acompañadas por uno de sus padres o
tutores, salvo que aleguen conflicto familiar.

Los cambios más significativos de la nueva regulación pueden resumirse así:


CC-BY-NC-ND • PID_00181637 49 Los delitos contra la vida

1) El aborto es libre y ajeno al derecho penal hasta la semana 14 de gestación y hasta


la 22 en caso de que haya riesgo para la vida o salud de la mujer o de graves anomalías
en el feto; de ese modo, se sustituye el llamado sistema de indicaciones por un sistema
de plazos.

2) En orden a decidir sobre la interrupción voluntaria del embarazo la mayoría de


edad se fija en los 16 años, aunque en el caso de las mujeres de 17 y 18 años se ha
de informar a uno de los padres o de los tutores legales de la decisión de abortar. Se
exceptúan los casos en los que esa información haya de provocar a la embarazada un
conflicto grave con riesgo de amenazas, coacciones o malos tratos, en cuyo caso la
decisión la deberá tomar el médico. Además, la menor deberá estar acompañada por
al menos uno de sus padres o representantes legales.

3) Serán punibles los abortos practicados fuera de los plazos y supuestos indicados y
los que se realicen sin contar con los informes preceptivos o en un centro no autori-
zado y será castigado también quien consienta o practique un aborto después de la
22.ª semana de gestación, con excepción de las situaciones extraordinarias previstas.

4) Los abortos podrán practicarse en centros de la red sanitaria pública o en centros


autorizados y vinculados a la red pública. Se admite la objeción de conciencia de los
profesionales implicados en la interrupción del embarazo.

7.4. El aborto no consentido

Dispone el artículo 144 lo siguiente:

"El que produzca el aborto de una mujer, sin su consentimiento, será castigado con la
pena de prisión de cuatro a ocho años e inhabilitación especial para ejercer cualquier
profesión sanitaria, o para prestar servicios de toda índole en clínicas, establecimientos
o consultorios ginecológicos, públicos o privados, por tiempo de tres a diez años.

Las mismas penas se impondrán al que practique el aborto habiendo obtenido la anuen-
cia de la mujer mediante violencia, amenaza o engaño".

Lógicamente, esta es la modalidad más grave de aborto, castigada con pena


de prisión de cuatro a ocho años e inhabilitación especial de tres a diez años.
Según la doctrina, se ha explicado esta dura respuesta penal en atención al
doble ataque que supone: la destrucción de la vida prenatal y el grave ataque
a la libertad de la embarazada, sin cuyo consentimiento se ejecuta la acción.

Esta clase de aborto ha sido regulada de modo similar desde antes de la entrada
en vigor del CP de 1995. El tipo no señala medios de realización de la acción
por lo que cualquiera cabe, siempre que sea apto y dolosamente orientado a
conseguir el resultado. La destrucción de la vida prenatal integra el resultado
del delito y, en el caso de que eso resultado no se produzca, pero sí se hayan
causado lesiones al feto o a la madre, se deberá acudir a las reglas propias del
concurso de delitos (con los de lesiones al feto o lesiones comunes).

Entre los problemas técnico-jurídicos que se han señalado destaca, en primer


lugar, la cabida del dolo eventual en los casos en los que se ejerzan violencias
o se suministren sustancias a la embarazada que puedan provocar el aborto,
aunque no sea ese el objetivo primordial del autor. La respuesta ha de ser cla-
ramente afirmativa si se cumplen con las condiciones de previsibilidad y pro-
babilidad del resultado y, en algunos casos, como sucede con el homicidio de
mujer que se sabe embarazada, no tendrán que resolverse acudiendo a la fór-
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 50 Los delitos contra la vida

mula del dolo eventual, sino que será de aplicación el concepto de dolo indi-
recto. En segundo lugar, se ha planteado también la posibilidad de que este
delito pueda cometerse por omisión – si se dan las condiciones del artículo11
CP– a lo que también hay que dar respuesta afirmativa.

El tipo equipara el aborto sin consentimiento al aborto contra la voluntad de la


mujer y al aborto con consentimiento obtenido mediante violencia, amenaza
o engaño. La violencia empleada, en su caso, tendrá que ser calificada como
corresponda.

7.5. El aborto voluntario

En este es donde se ubica la casi totalidad de los problemas jurídicos y políti-


co-criminales.

La regulación legal la tenemos en los artículos145 y 145 bis CP.

"Artículo�145

1) El que produzca el aborto de una mujer, con su consentimiento, fuera de los casos
permitidos por la Ley será castigado con la pena de prisión de uno a tres años e inhabili-
tación especial para ejercer cualquier profesión sanitaria, o para prestar servicios de toda
índole en clínicas, establecimientos o consultorios ginecológicos, públicos o privados,
por tiempo de uno a seis años. El juez podrá imponer la pena en su mitad superior cuan-
do los actos descritos en este apartado se realicen fuera de un centro o establecimiento
público o privado acreditado.

2) La mujer que produjere su aborto o consintiere que otra persona se lo cause, fuera de
los casos permitidos por la Ley, será castigada con la pena de multa de seis a veinticuatro
meses.

3) En todo caso, el juez o tribunal impondrá las penas respectivamente previstas en este
artículo en su mitad superior cuando la conducta se llevare a cabo a partir de la vigésimo
segunda semana de gestación.

Artículo�145�bis

1) Será castigado con la pena de multa de seis a doce meses e inhabilitación especial para
prestar servicios de toda índole en clínicas, establecimientos o consultorios ginecológicos,
públicos o privados, por tiempo de seis meses a dos años, el que dentro de los casos
contemplados en la Ley, practique un aborto:

a) sin haber comprobado que la mujer haya recibido la información previa relativa a los
derechos, prestaciones y ayudas públicas de apoyo a la maternidad;

b) sin haber transcurrido el periodo de espera contemplado en la legislación;

c) sin contar con los dictámenes previos preceptivos;

d) fuera de un centro o establecimiento público o privado acreditado. En este caso, el


juez podrá imponer la pena en su mitad superior.

2) En todo caso, el juez o tribunal impondrá las penas previstas en este artículo en su
mitad superior cuando el aborto se haya practicado a partir de la vigésimo segunda se-
mana de gestación.

3) La embarazada no será penada a tenor de este precepto."


CC-BY-NC-ND • PID_00181637 51 Los delitos contra la vida

La regulación penal del aborto, como ya antes dijimos, ha experimentado una


transformación muy profunda a partir de la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de
marzo, de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del
Embarazo.

En la nueva situación legal de la regulación del aborto destaca la impor-


tante vinculación de la ley penal a la legislación administrativa y sani-
taria, pues en ella es donde se encuentran buena parte de los elementos
esenciales de la figura y, en concreto, para conocer la descripción de
cuáles son los casos permitidos por la ley.

Los cambios que ha supuesto la modificación legislativa ya han sido mencio-


nados antes.

El 1 del artículo 145 CP castiga a quien produzca el aborto de una mujer, con su
consentimiento, fuera�de�los�casos�permitidos�por�la�Ley. A ello se añade una
especial calificación de la pena por�razón�del�lugar cuando el aborto se lleve
a cabo fuera�de�un�centro�o�establecimiento�público�o�privado�acreditado.
Esta descripción del delito genera alguna duda:

1) En primer lugar, los casos permitidos por la ley solamente pueden ser en-
tendidos como aquellos determinados por el periodo de gestación o, en su
caso, la concurrencia de circunstancias extraordinarias (riesgos de salud o de
malformación). Quiere eso decir que la falta de los informes médicos o la au-
sencia de información, cuando esta proceda, a los padres o tutores, si se cum-
plen las condiciones esenciales, no podrán ser tratados como casos de abortos
no permitidos, pues son abortos permitidos que se han practicado sin todos
los requisitos legales, sin�perjuicio de que puedan dar lugar a la responsabi-
lidad penal señalada en el artículo 145 bis. Pero no se tratará de abortos no
permitidos en el sentido exigido por el artículo 145 CP.

2) Por lo tanto, la calificación de la pena que se prevé solamente puede proce- Observación
der cuando se trate de un aborto en�sí�mismo�delictivo, condición que no se
Cabe destacar también que
genera automáticamente por el mero hecho de no haber sido practicado en un la embarazada solo puede ser
centro autorizado, pues el tipo se refiere a la práctica de los abortos descritos castigada con multa de seis a
veinticuatro meses, de manera
en el mismo precepto, que son los ilegales. Es patente que la intención del que nunca puede ser condena-
da a pena privativa de libertad.
legislador ha sido penalizar especialmente a los autores de abortos delictivos,
que nunca hubieran podido practicarse en una institución sanitaria autoriza-
da y que, por eso mismo, son jurídicamente clandestinos. Pero si se dieran las
condiciones de un aborto legal no podría sostenerse que pasa a ser aplicable
este tipo por el solo hecho del lugar de su práctica.

Las formas de responsabilidad penal descritas en el artículo 145 bis recogen


lo que por algunos se percibió como un vacío de la legislación anterior, que
dejaba en la incertidumbre el tratamiento que se podía dar en los casos en
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 52 Los delitos contra la vida

los que el aborto, aun cuando se dijera que se correspondía con alguna de las
indicaciones, no fuera acompañado de los requisitos preceptivos, exigidos en
el Código o en la legislación�administrativa. Tras la reforma 5/ 2010, el in-
cumplimiento de la preceptiva administrativa no genera solamente una res-
ponsabilidad de esa clase sino que es razón suficiente para producir responsa-
bilidad penal, claramente formalista, pues solo puede entenderse como un
complemento sancionador de la reglamentación sanitaria, lo que no parece
razón suficiente para configurar un delito, sobre todo si se parte del hecho de
que no se trata de una sospecha de aborto ilegal, sino puramente de la falta
de cumplimiento de esos requisitos.

En concreto, se tipifican como delitos, aunque la pena sea la de multa de seis


a doce meses e inhabilitación especial para prestar servicios de toda índole en
clínicas, establecimientos o consultorios ginecológicos, públicos o privados,
por tiempo de seis meses a dos años, una serie de conductas que tienen como
común denominador el que el aborto practicado se correspondía con uno�de
los�casos�contemplados�en�la�Ley, lo que significa que la delictuosidad nace
exclusivamente de la omisión de los requisitos y controles y, por esa vía, se de-
clara delictivo practicar un aborto (adecuado a derecho) sin que conste que la
mujer haya recibido la información previa relativa a los derechos, prestaciones
y ayudas públicas de apoyo a la maternidad o sin haber aguardado el tiempo
de espera legalmente establecido, que es de un plazo de al menos tres días,
desde la información citada y la realización de la intervención (artículo14 de
la Ley) o sin contar con los dictámenes previos preceptivos que se exigen para
determinados abortos (artículo15 de la Ley).

Nada se dice respecto de los casos en los que la embarazada menor de 18 años
(de 16 o 17 años) no esté acompañada de uno de sus padres o tutores, pese
a que la Ley exige que al menos uno de los representantes legales, padre o
madre, personas con patria potestad o tutores de las mujeres comprendidas
en esas edades deberá ser informado de la decisión de la mujer, aun cuando
ese requisito pueda ser evitado, como sabemos, en determinadas situaciones
de conflicto.

La nota no explicitada de sospecha de aborto ilegal se manifiesta en la moda-


lidad delictiva consistente en practicar un aborto fuera de un centro o esta-
blecimiento público o privado acreditado, pues por ese solo hecho es posible
imponer la pena en su mitad superior. La praxis futura determinará el futuro
de esta regla cuando se demuestra que, pese a esa cuestión del lugar, el aborto
entraba plenamente dentro de los supuestos legales.

Una ulterior calificación merece comentario: si el aborto se practica a partir


de la 22.ª semana de gestación, las penas se impondrán en su mitad superior.
Evidentemente solo se puede tratar de un aborto legal con la única salvedad
del plazo. La LSSRIVE declara que fuera del plazo ordinario de catorce sema-
nas es posible el aborto si no se�superan�las�veintidós�semanas�de�gestación
siempre que exista grave riesgo para la vida o la salud de la embarazada y así
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 53 Los delitos contra la vida

conste en un dictamen emitido con anterioridad a la intervención por un mé-


dico especialista distinto del que la practique o dirija. En caso de urgencia por
riesgo vital para la gestante, podrá prescindirse del dictamen. Se admite tam-
bién el aborto antes�de�las�22�semanas�de�gestación si existe riesgo de graves
anomalías en el feto y así conste en un dictamen emitido con anterioridad
a la intervención por dos médicos especialistas distintos del que la practique
o dirija.

A la vista de esa limitación, y considerando que la propia LSSRIVE declara que


es posible el aborto, sin límite temporal, cuando se detecten anomalías fetales
incompatibles con la vida y así conste en un dictamen emitido con anteriori-
dad por un médico especialista, distinto del que practique la intervención, o
cuando se detecte en el feto una enfermedad extremadamente grave e incura-
ble en el momento del diagnóstico y así lo confirme un comité clínico, habrá
que concluir que el mencionado aborto realizado más allá de la 22.ª semana
conduce al intérprete a un callejón sin salida, pues la LSSRIVE solamente ad-
mite, más allá de las 22 semanas (artículo 15 c) el aborto llamado eugenésico.
Por lo tanto, la calificación del artículo 145 bis CP solo referida a los abortos
que cupieran dentro de los casos permitidos por la Ley pero se hubieran prac-
ticado tardíamente. Es censurable, de cualquier modo, que la previsión legal
del posible aborto eugenésico sin�plazo no se haya extendido al aborto tera-
péutico, que tendrá que someterse a la disciplina de la eximente de estado de
necesidad.

Por último, cabe destacar que en los supuestos descritos en este artículo no se
contempla pena alguna imponible a la embrazada como autora, sin que por
ello puedan descartarse posibles formas de participación, como puede ser la
inducción.

7.6. El aborto imprudente

Se describe en el artículo146 CP, así:

"El que por imprudencia grave ocasionare un aborto será castigado con la pena de prisión
de tres a cinco meses o multa de seis a 10 meses.

Cuando el aborto fuere cometido por imprudencia profesional se impondrá asimismo la


pena de inhabilitación especial para el ejercicio de la profesión, oficio o cargo por un
periodo de uno a tres años.

La embarazada no será penada a tenor de este precepto".

La protección penal a la vida en gestación se complementa con la específica


previsión del aborto imprudente. De esa manera, solamente queda excluido
de la ley penal el autoaborto imprudente, pues el doloso está expresamente
contemplado (artículo 145-2 CP).

En este ámbito, se ha destacado el delicado problema de las intervenciones


intrauterinas que hoy forman parte de lo científicamente posible, sin que por
ello sea desdeñable el riesgo que comportan, que ha de ser objeto de informa-
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 54 Los delitos contra la vida

ción y aceptación por la embarazada. La imprudencia punible se produciría


allí donde se diera una actuación fuera del cuidado debido. La autoría se suele
circunscribir (infundadamente) a los terceros que como médicos o facultativos
practiquen actos de intervención o de tratamiento sobre la madre. Pero esa li-
mitación de autores no se deriva del tipo, aunque se prevean penas específicas
para los profesionales, puesto que una actuación imprudente sobre una mujer
que se sabe que está embarazada y que provoque el aborto podría ser incluida
en estos supuestos, en especial si no hubiera base suficiente para apreciar el
dolo eventual.

Se ha sugerido en doctrina la posibilidad de incluir aquí los casos de impo-


sición de condiciones de trabajo insanas que produzcan el aborto, hipótesis
aceptable con la salvedad de que los hechos puedan ser subsumidos en la más
severa tipicidad del artículo 316 CP.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 55 Los delitos contra la vida

Glosario
aborto  f  A efectos jurídico-penales, conducta humana que provoca voluntariamente la
interrupción del embarazo, en principio constitutiva de delito salvo en los casos en los que
la ley establece lo contrario.

alevosía  f  Provocación de la muerte de otro de modo que se tienda a asegurar la ejecución,


evitando los riesgos que puedan derivar de la acción de defensa de la víctima.

asesinato  m  Homicidio agravado por la concurrencia de alguna de las circunstancias pre-


vistas por la ley.

CE  f  Constitución española.

CPE  m  Código Penal español.

eutanasia  f  Provocación voluntaria, por acción u omisión, de la muerte de una persona


con la finalidad de evitar su sufrimiento físico o psíquico.

homicidio  m  Causación de la muerte de una persona.

homicidio preterintencional  m  Causación de la muerte de otro como consecuencia de


una acción intencionada pero sin dolo de matar.

indicación  f  Cada uno de los supuestos en los que la ley permite la práctica del aborto en
los sistemas que siguen esta técnica.

muerte  f  Final de la vida humana independiente que se produce en el momento en el que


cesa la actividad bioeléctrica cerebral.

STC  f  Sentencia del Tribunal Constitucional.

STS  f  Sentencia del Tribunal Supremo.

suicidio  m  Acción por la que una persona causa de modo voluntario su propia muerte.
CC-BY-NC-ND • PID_00181637 56 Los delitos contra la vida

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