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Electroshock y Derechos Humanos en la Ciudad de Rosario.

Julián Scetti

Universidad Nacional de Rosario – Facultad de Psicología.

Ensayo Final Seminario “El Sujeto y los Derechos Humanos”1 Año 2015

S – 2099/1

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Docente: Ps. Laura Capella

Co-docente: Ps. Sol Barrionuevo


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Electroshock y Derechos Humanos en la Ciudad de Rosario

Julián Scetti

Ensayo final seminario “El Sujeto y los DDHH”.

1- Introducción. 2 - La medicina, un campo de disputas. 3 - El Dispositivo


del Higienismo Mental y las Terapias convulsivas. 4 - Electrochoque. 5 -
A modo de conclusión: la dignidad del riesgo.
1) Introducción.

Este trabajo parte de algunas de las más sencillas y mundanas preguntas. Entendiendo
que no es necesario ser un experto en Filosofía, ni un arqueólogo experimentado en las
profundidades del suelo que habitó la humanidad, mucho menos un psiquiatra (con una
lapicera de algún laboratorio que le pagó un florido viaje all inclusive a algún congreso
internacional de farmacología) para pensar algunas cuestiones.

De hecho, los siguientes interrogantes sobrevuelan al ras de la tierra y lo pueden


encontrar a uno en un hecho tan cotidiano como puede ser el detenerse en un semáforo,
mirar para ambos lados y antes de dar el primer paso en la senda peatonal, preguntarse:
¿Por qué hay personas que reciben electricidad en la cabeza? . Pregunta fundamental de la
que automáticamente, por vía asociativa, se desprenden toda una serie de interrogantes:
¿por qué yo nunca la recibí? ¿Podría algún día recibir electricidad en mi cabeza? ¿En qué
marco y contexto se establece que alguien debe recibirla? ¿Acaso yo estoy a salvo? ¿Y qué
decir de quienes no lo están? ¿Por qué no lo están?

Desde esta perspectiva, en este ensayo me alcanza con poder examinar algunos de los
significantes más comunes que circulan por el recinto hospitalario a modo de contraseñas
semánticas, en los rituales de la comunicación que fundamentan el electroshock.

¡Por fin nos podemos comunicar! (digo, identificándome con mis prójimos en el campo
de la Salud Mental). Lo único que tenía que hacer es repetir, repetir y nuevamente repetir
esas sagradas palabras que hacen el intento de introducirme a mí, un estudiante
universitario de clase media (que intenta llegar a fin de mes como Acompañante
Terapéutico) en el campo de la Salud. Sólo bastaba eso, decir las palabras correctas, las
que todos dicen y usan en los lugares correctos. Nombrando las prácticas de un modo
correcto. Después de todo soy nuevo en el campo, soy joven ¿Qué podría saber yo, un
recién llegado, más que aquello que sabe toda una gran cantidad de personas que trabajan
en el mismo lugar desde hace años?

Por ende, uno de los objetivos de este breve trabajo es poder comprender el significado
preciso de algunos términos, que si bien nunca portan un sentido único, en ciertos ámbitos
éste es unívoco y hegemónico, habitado por un poder que de un modo sutil pero cruel,
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logra que personas reciban electricidad en la cabeza. A modo de guía, este trabajo intentará
acercarse a un término bien puntual, del Diccionario de la Real Academia de la Tortura
Hospitalaria.

2) La medicina, un campo de disputas.

A comienzos del siglo XX, en la ciudad de Rosario, bajo el nombre de medicina se


sostenía una esfera difusa en la que convivían prácticas y discursos heterogéneos. Es de
reconocer el lugar de algunos personajes como adivinos, curanderos, manosantas, “médicos
escolásticos” y “naturistas”. Sin dejar de lado el famoso “recetario familiar” y toda una
gama de remedios caseros que contaban con la aceptación de un porcentaje muy alto de la
población rosarina. El círculo médico de rosario, sostiene que la introducción de la
anestesia, los avances de la “Liga contra la tuberculosis” y las intervenciones quirúrgicas
permitieron que se legitimen ciertas prácticas a las que se comienza a llamar como eficaces,
instalando en el imaginario social la idea de “una medicina oficial” y una o varias
“medicinas alternativas”. Sin embargo, hoy podemos saber que hacia finales de los años 40
´, todavía, la medicina oficial convivía con algunas prácticas legitimadas socialmente que
sin ser nombradas como científicas cuestionaban el saber médico.

La disputa por el sentido “científico” de la medicina no es sin barnizar de


reconocimiento social algunos nombres propios. Lo cual no equivale a un reconocimiento
económico. Un núcleo duro de médicos pertenecientes a la elite rosarina, participaban en la
configuración del incipiente campo. Trabajaban, en su mayoría bajo la figura de “personal
honorario” en los hospitales municipales. Espacio donde se perfeccionaban, acumulaban
experiencias y formaban. Una vez instituido cierto reconocimiento, en lo que se podría
denominar “hacerse un nombre”, se comenzaba a trabajar en algunas de las pocas clínicas
privadas. Cada hospital tenía una serie de médicos reconocidos a cargo, famosos fueron los
casos de:

1) El viejo Hospital Rosario (actual Clemente Alvarez), donde sobresalía José


Benjamín Abalos (cirujano), Ramón S. Borghi (obstetra) y Clemente Alvarez
(docente).
2) El Hospital de Caridad (actual Provincial), Saturnino Albarracin (clínico),
Bartolomé Vasallo (Cirujano) y Alejandro Carones (Cirujano).
3) El Hospital Español, donde se encontraba Rafael Araya (Ginecólogo), Artemio Zeno
(Cirujano), Roberto A. Siquot (Pediatra), Julio B. Valdez (Director), Fernando S.
Schleinsinger (Oftalmólogo) y Dermido Gómez (Clínico).
4) El Hospital Italiano, Eduardo Bondone (Cirujano).

Al frente de las Clínicas privadas había muchas personas de renombre, nos vamos a
contentar con nombrar sólo algunos: Miguel Llanos, Federico Chiossone, Jerónimo Vaquié,
José B. Abalos y Teodoro Fracassi.1

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De este modo uno, puede hacerse una mínima idea de cómo cierta medicina comienza a
disputar todo un campo simbólico, que logra hegemonizar en el momento de la
construcción de uno de los hospitales más importantes de la ciudad de Rosario y la
provincia de Santa Fe: El Hospital Centenario, nombre que rinde honor a la gloriosa
“Revolución de Mayo”. El proceso, lejos de culminar, más bien se expande a uno de sus
puntos más alto el 10 de Noviembre de 1920 cuando el Ministerio de Instrucción Pública
crea la Facultad de Ciencias Médicas, Farmacia y Ramos Menores, gracias a las gestiones
de Clemente Alvarez y el joven Raimundo Bosch.2

Tres nombres renuevan la escena de la medicina-psiquiátrica rosarina: Raimundo


Bosch, Gonzalo Bosch y el recién llegado de Italia Lanfranco Ciampi. En miras a fundar y
disputar un campo disciplinar se enfrentan con un reconocido neurólogo del ámbito
privado. Theodoro Fracassi, quién se lo conocía por haber sido el un pionero en la creación
del primer manicomio privado, al cual se referencia en la actualidad como el Neuropático
de Zona Sur.

Rápidamente los tres médicos disputan unas cuantos espacios en la flamante Facultad
de Medicina, instalándose en las cátedras de Psiquiatría, Neuropisquiatría Infantil y
Psicología Experimental. En poco menos de un par de años, logran crear el Instituto de
Psiquiatría, un Boletín científico, la Liga de Higiene Mental en Rosario , la Escuela para
Niños Retardados y la transformación de lo que era una Enfermería Anglo-Alemana
(ubicada en Santa Fe y Suipacha) en el Primer Hospital de Alienados de la Provincia de
Santa Fe. 3

3) El Dispositivo del Higienismo Mental y las Terapias convulsivas.

Tras este vistazo, podemos decir que se institucionaliza cierta lectura de la


Psiquiatría, sostenida epistemológicamente en el paradigma del higienismo mental. Sin
embargo, desde un posicionamiento de vanguardia, se incorporó a finales de los años 30´
las teorías que provenían del endocrinólogo italiano Nicola Pende y prácticas como las
terapias convulsivas. Es en esta lógica donde se inscriben las “terapias físicas” de coma o
shock.

Según pude encontrar, en los años que van de 1929 a 1944, se publica el “Boletín del
Instituto Psiquiátrico” (BIP). Órgano oficial del triunfante paradigma del higienismo
mental, donde los más prestigiosos médicos-psiquiatras de Rosario describen con cierto
orgullo sus experiencias sobre el coma por insulina o insulinoterapia. Práctica que en
Rosario comienza a implementarse a finales de los años treinta. En el tomo 22, del BIP
(1938) por ejemplo el Doctor Antonio Foz publica lo siguiente:

“Según nuestras observaciones, escasas en número y duración, como ya dijimos,


los episodios agudos de los frenasténicos, las formas depresivas, apáticas,
confusionales y estuporosas de los esquizofrénicos, las crisis depresivas de la
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psicosis maníaco depresivas y la psicosis confusional alucinatoria del climaterio,
se benefician con el tratamiento progresivo de la insulina, reduciendo, por lo
menos, la duración del ·episodio. . .". 5

Una amplia variedad de “enfermedades mentales” sostenidas desde la conceptualización


de esquizofrenia, pueden empezar a ser tratadas con insulina a través del siguiente
proceso:

Al interno del hospital se le inyectan entre 120 y 150 “unidades diarias” de insulina
durante una semana. Pasadas unas 10 horas (aproximadamente) de la primera inyección
baja tanto el nivel de azúcar en el sistema nervioso, que se produce una hipoglucemia
¿Qué significa esto? Algo así como que el cerebro “se apaga” por falta de azúcar,
produciendo un coma acompañado de convulsiones. Una vez que la persona sale de dicho
coma, se le asiste con “200 cc de agua y 4 cucharadas de azúcar” ¿Que ocurre luego?

“Lo primero y más frecuente que se constata es que el enfermo sale, tanto
del coma hipoglucémico, como de la crisis convulsiva, dominado por una
impresión o un fuerte sentimiento de que algo grave le ha acontecido y se
siente invadido por un intenso terror. Este terror en algunos casos es tan
activo que el enfermo se sienta en la cama, quiere incorporarse y se abraza
al médico, al que mimosamente acaricia, solicitando con vehemencia que
no le abandone, que no lo deje ahí.

Las palabras del médico son escuchadas con todo interés por el enfermo,
quien se entrega por completo al médico, del cual pide protección. A
trueque de esta protección que, el médico le ofrece ampliamente, el enfermo
se muestra pleno de sugestibilidad completamente sincera a las
insinuaciones y órdenes del médico”

Luego de este procedimiento,

“la tarea que en pro de la reconstrucción de la personalidad del sujeto


puede realizar el médico, es enorme” a través de “el examen atento de las
distintas situaciones que ocupa la personalidad de los enfermos, a medida
que el tratamiento avanza, al mismo tiempo que obliga al médico a
reconstruir un ente nuevo, socialmente útil, con los elementos psíquicos,
disociados o inertes que encuentra aprovechables, le permite ahondar el
conocimiento del mecanismo de la misma enfermedad.”6

Por vía de estos párrafos se puede establecer una gran cantidad de preguntas. Sin
embargo, entiendo, que no soy el único que se intranquiliza al leer estas oraciones, ya que
una de las preocupaciones del Doctor Antonio Foz a lo largo de su escrito es el alto precio
de la insulina, lo difícil de conseguirla en grandes cantidades y las limitaciones de este
tratamiento, que sólo se puede brindar a 3 o 4 personas al mismo tiempo debido al riesgo
de muerte que se pone en juego. El nivel de atención que exige y la cantidad de tiempo que

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le ocupa: “absorbe casi integra la mañana”. De este modo aparece en escena, el
“Cardiazol”, un medicamento con el cual

“cinco minutos bastan para desarrollar todas las maniobras que el método exige.
Desnudo el enfermo en medio de la cama, a fin de que luego no pueda lastimarse,
retiradas las prótesis dentarias movibles, si es que las tiene, y colocado entre las
arcadas dentarias un tubo de goma blanda para evitar posibles mordeduras de
lengua, se disponen dos enfermeros, uno en cada lado de la cama, para contener
al enfermo si se hiciera necesario. Se le hace la inyección de Cardiazol a la
velocidad de 1 cc, más o menos por segundo. Casi siempre, apenas retirada la
aguja, da comienzo el ataque, que, cuando la dosis ha sido suficiente reúne todos
los caracteres de un ataque epiléptico de una duración de un poco más de un
minuto.”7

La insulina comienza a ser reemplazada por una serie de medicamentos, entre ellos el
cardiazol, derivados del alcanfor, hexetón, etc.

4) Electrochoque.

En un matadero de Roma, por el año 1937, un hombre se sorprende, con cierto júbilo, al
ver como algunos cerdos recibían electricidad en sus cráneos produciendo un cuadro
semejante al de la epilepsia, con la ventaja que la muerte podía no ocurrir, según el
voltaje/tiempo de electricidad empleada. Este buen hombre, era un Neurólogo llamado
Ugo Cerletti, quién lejos de todas las certezas del método científico descubre en un
matadero una práctica de tortura para amansar cerdos agonizantes.

Es en el mismo año, cuando en un Congreso Suizo de Neuropsiquiatría un tal L. Bini


expuso sus experimentos con corriente eléctrica aplicada en la cabeza de unos perros. Su
trabajo estaba bajo la dirección de U. Cerletti.

Formado con los grandes médicos de su tiempo: Kraepelin, Alzheimer, Pierre Marie y
Dupré; es en 1938 cuando Ugo Cerletti aplica dos veces corriente eléctrica sobre la cabeza
de una persona, un paciente de la Clínica Psiquiátrica en la que estaba a cargo. Bautiza a
esta práctica como “Electrochoque”. En la Real Academia de Roma, un mes después, el
médico italiano compara su descubrimiento con las terapias físicas de choque como el
cardiazol y la insulina, haciendo principal hincapié en la efectividad de su método por
sobre los otros dos.

En el mismo año, en Argentina, algunos de los más prestigiosos médicos se disputan la


última novedad de la psiquiatría, para ver quien introduce primero las bondades del
electrochoque. Entre ellos se encontraban Osvaldo Loudet, el Dr. Castedo de la Plata y
también los doctores Orlando y Fontanarrosa. 8

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Sin embargo, es en 1942 cuando la Revista Semana Médica publica el primer artículo
sobre la temática en nuestro territorio nacional: “Nueva Terapéutica convulsionante por
electro-shock” llevaba por nombre dicho trabajo, firmado por los doctores Gonzalo Bosch,
Enrique Pichón Riviere y J. Montonaro. 9

El texto se encuentra estructurado en cinco partes. En la primera, se realiza una breve


historia de la novedosa práctica, donde tiene lugar el reconocimiento de una deuda teórica
con Cerletti y Bini. Una segunda, en la que se realiza una larga descripción del “aparato”
(transformador, reloj automático, conmutador y los electrodos). Una tercera, en la que se
explica minuciosamente como aplicar el Electroshock, a modo de un manual técnico, se
calculan hasta las maniobras preliminares (cortar el cabello del paciente, en lo posible, sino
lavar la cabeza el día anterior, por ejemplo). Luego de una extensa descripción del
procedimiento, nos encontramos con un cuarto punto, donde se detallan las distintas
formas de cura a través de 14 casos, que no se extienden más de 4 o 5 oraciones en cada
uno. Nicolas B, es uno de ellos:

“Esquizofrenia con autismo simple, sin actividad delirante manifiesta,


personalidad anterior fuertemente esquizoide, conflictos en el trabajo y en la
familia, desocupación. Cinco crisis convulsivas lo mejoran y en estas condiciones
es dado de alta”.10

En todos los casos, presentados, nunca se específica en qué consiste la cura y como se
relaciona el tratamiento con la mejora en la salud. Sin embargo en las conclusiones, nada
se gana en claridad, simplemente se recomienda como método para aplicar en todas las
“psicopatías” y se valoran los “efectos positivos” que produce sobre todo en pacientes con
melancolía y catatonía, que aparentemente sufren de tendencias “pasivo-masoquistas”. Al
igual que en las otras terapias de choque se reconoce que en ésta los enfermos, luego se
hacen más accesibles a una terapia ambiental, laborterapia y psicoterapia. 11

El electroshock se inscribe en una tradición que disciplina a través de un golpe en el


momento menos esperado y de la forma menos esperada. Dentro de las “terapéuticas” del
shock, golpe o estado de coma. Hasta la fecha, no se registró ninguna investigación, ni
papper que pueda demostrar científicamente cual es el sentido de dichas terapias. Cabe, la
pregunta por los fundamentos.

Enrique Pichón Riviere, En 1976 le explica a Vicente Zito Lema que, tanto ese método
como el shock insulínico precipitan al paciente en un coma que constituye una experiencia
de “muerte” o “casi muerte”, la cual oficia como una suerte de autocastigo, “disminuyendo
los sentimientos de culpa, núcleo existencial de la melancolía, que es, a su vez, el origen de
la enfermedad mental”12 .Uno de los pocos intentos, sin éxito, de fundamentar el sentido
de estos métodos.

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Me atrevo a decir luego de leer y releer varios textos sobre el tema en cuestión que a
aquello con lo que me pude encontrar –como regla y no excepción- es una reivindicación
constante a la “efectividad” más allá de sus fundamentos (que nunca están) por parte de sus
defensores:

“Confieso que nos parecieron demasiado halagüeños los resultados


consignados en los trabajos, que con insistencia cada vez mayor llegaron hasta
nosotros, y que no sin cierto receló y mayor cautela nos decidimos a esgrimir
estas nuevas armas terapéuticas. Los resultados obtenidos han adquirido ya un
valor que estimamos suficiente para merecer por unos momentos la atención de
esta ilustre Asamblea, no obstante encontrarnos todavía en franco período de
tanteos... ser escaso el tiempo -de observación ulterior y, más aún, al carecer
todavía de una explicación aceptable sobre el mecanismo de acción pese a las
numerosas investigaciones hechas en pos de las más diversas hipótesis
formuladas”.13

En 1985, Marcelo A. Villanueva, siguiendo los aportes producidos por la Cátedra de


Post-Grado de “Humanidades Médicas” de la Facultad de Medicina de la Universidad
Nacional de La Plata, enuncia algunas preguntas que lo ordenan desde una perspectiva
crítica. Una de ellas es justamente por los fundamentos epistemológicos y éticos, “¿se
justifica el uso de una técnica sin una ciencia que lo respalde? ¿Existe en los momentos
actuales ese fundamento? ¿Y en caso de que no lo hubiere (que fuera solamente empírico,
por ejemplo); cual sería el criterio a seguir mientras tanto?”14

Un estudio del 2001, revela que si algo se pudo demostrar científicamente es que en el
momento de aplicación e inmediatamente después; se producen pequeñas hemorragias
corticales y pequeños edemas cerebrales concomitantes, donde a largo plazo se observan
atrofias corticales a predominio frontal que se pueden objetivar por signos concretos como
pérdida de memoria, confusión mental y deterioro progresivo de las funciones cerebrales
superiores. 15

Las terapias de shock, hacen agua epistemológicamente, sin embargo siguen existiendo
en un pragmatismo que sostiene su efectividad. Quizás sea momento de preguntarse
¿efectividad para qué?

Luego de este breve recorrido, profundizo una pregunta ¿la efectividad, que tanto se
nombra no será acaso para disciplinar ciertas conductas a través de una metodología que
en nada se diferencia de otros instrumentos de tortura?

Hay algunos elementos que apuntan en esta dirección, uno de ellos, la sensación de
terror y de “que paso algo grave” según comenta el Dr. Foz en el primer párrafo que
transcribí de los BIP. Seguida de una “accesibilidad” para reconstruir una nueva
“personalidad socialmente más útil” en el paciente.

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¿Acaso el silencio de un catatónico, que luego de una decena de sesiones de
electroshock no mejora, no recuerda al silencio de las víctimas del terrorismo de Estado,
torturadas, para que “canten”?

En el periodo de la última dictadura cívico-militar, la Colonia de Oliveros conoció la


potenciación del cinismo de la lógica manicomial, cuando llevó adelante un nuevo capítulo
en la banalidad del mal, en el momento en que los enfermeros aplicaban “electroshock en
pelo” a las personas que se negaran a comer, dormir o responder de forma “positiva” a los
pedidos del personal. ¿Qué significaba esto? Se trataba de una práctica cotidiana, que
consistía en aplicarle por detrás, de modo sorpresivo, los electrodos en las sienes al paciente
sin aviso, ni preparación, mientras éste estuviera sentado o de pie. 16

Uno, con su culpa cristiana y las banderas del bien podría llegar a creer que este tipo
atrocidades forman parte de un lejano pasado donde la barbarie cometía sus más grandes
excesos en nombre de cierta cruzada civilizatoria, sin embargo en el año 2008, el CELS
denuncia un caso de electroshock aplicado en el Hospital Borda. Donde no se respetaron ni
siquiera ciertos cuidados, como es el hecho del consentimiento informado y la posibilidad
de estar anestesiado al momento de recibir el choque eléctrico.

Casi siete años después, el 20 de Julio de 2015, el diario La Nación publica una nota,
donde la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP) y la Asociación de Psiquiatras de
Argentina (APSA) se oponen a dos de los enunciados centrales del primer informe anual
del Órgano de Revisión de Salud Mental:

1) La prohibición de la utilización de Electroshock


2) Que se investiguen y se archiven como “dudosas” todas las muertes
producidas en Instituciones Monovalentes.18

Una de las pocas investigaciones sobre los modos de trabajo que existen en este tipo de
instituciones, nos revela el siguiente dato: de 1969 a 1981, en la Colonia de Oliveros se
realizaron 7639 electroshocks (registrados), 2 lobotomías y fallecieron 423 personas por
causas dudosas. También se reporta el hallazgo de un cadáver flotando en la pileta de
natación, acto seguido se aclara “tenía el mínimo de agua requerida para el
mantenimiento”. 19

5) A modo de conclusión: la dignidad del riesgo.

¿De qué efectividad estaríamos hablando? Probablemente de la producida, por un


paradigma tutelar, a la que según recuerda el Informe sobre Derechos Humanos en
Argentina (2012), del CELS “los prejuicios y el apogeo a su deber de evitar riesgos a la
persona internada o a la sociedad parecen haber inhibido la toma de decisiones judiciales
en el sentido de lo que los activistas de los derechos de las personas con discapacidad han

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denominado la dignidad del riesgo , que supone que todas las personas tienen el mismo
derecho a transitar por la vida asumiendo sus diversos riesgos y posibilidades”.20

Una de las críticas que establecen las asociaciones de Psiquiatras, al nuevo paradigma,
es el idealismo setentista de la Antipsiquiatría de Maria Graciela Iglesias (Directora del
Órgano de Revisión), junto con cuestionamientos acerca de cierta ignorancia de ella y su
equipo, ya que al posicionarse desde un paradigma de Derechos Humanos, deja de lado las
construcciones de la psiquiatría 21.

Me alegra mucho saber que las críticas son esas, en buena hora nos basamos en
Derechos Humanos y no en prácticas aprendidas de los mataderos de cerdos o de los
experimentos que se realizan con la insulina de vaca en humanos. No lo plantee antes, pero
las terapias de shock con insulina solo podían ser bobinas en una época en la que se
ignoraba que este mismo elemento pudiera ser producido por los seres humanos.

Este trabajo, no es más que un relevo de una de las prácticas que históricamente se
realizaron con personas a las cuales se les privó de libertad a través del aislamiento, se las
torturó, se las dejó morir o se las mató en el anonimato. Se las segregó. Por ende, se las
privó de aquellos Significantes Mínimos, necesarios, para que un Sujeto se pueda
constituir: “constitución nunca finalizada, es decir, como proceso y no como producto
acabado. Por su parte, las luchas sociales al interpelar la normatividad hegemónica,
abren brechas para la introducción de cambios en los imaginarios sociales y hacen
posibles nuevas condiciones de subjetivación a nivel singular y colectivo.22

Las históricas luchas sociales han introducido e intentan producir importantes cambios
en la ley positiva, tales como la Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas,
Niños y Adolescentes (Ley 26.061/05) –que modifica la anterior del patronato de la
infancia-, la Ley de Protección contra la violencia familiar (Ley 12.569/06) , la Ley de
matrimonio igualitario (Ley 26.618/10) , la Ley de Identidad de Género (Ley 26743/12), la
ley de Salud Mental (Ley 26.657/10) - entre otras. Estos cambios, a su vez, promueven
profundas, aunque lentas, transformaciones en las condiciones de subjetivación; por lo que
la continuidad de las luchas sociales es indispensable, tanto para la apropiación de esos
cambios por los mismos protagonistas, cuanto para la asunción de estos por la sociedad en
su conjunto”.

Siguiendo en la línea del párrafo anterior y del trabajo en su totalidad, creo, nos
encontramos en las puertas de un nuevo paradigma, que hace foco en el respeto por los
Derechos Humanos. Sin embargo, poder producir un cambio en este sentido, advertidos de
posibles actualizaciones de algunas lógicas, depende de todos los trabajadores organizados.

En esta ocasión el Estado ya marco la cancha:

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“Artículo 1º. – La presente ley tiene por objeto asegurar el derecho a la protección
de la salud mental de todas las personas, y el pleno goce de los derechos humanos de
aquellas con padecimiento mental que se encuentran en el territorio nacional,
reconocidos en los instrumentos internacionales de derechos humanos, con jerarquía
constitucional, sin perjuicio de las regulaciones más beneficiosas que para la
protección de estos derechos puedan establecer las provincias y la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires.”23

1) Referencias Bibliográficas.

1 – Bosch, R.; Historia de la Facultad de Medicina (Santa Fe, 1966) Editorial de la UNL.

2 – Allevi, j. I.; Cuando el estudio no es suficiente. Vínculos, instituciones y ciencia en la


forja socio-política de la Psiquiatría en Rosario hacia el primer tercio de siglo XX.
(Rosario, 2012). CONICET.
11 | P á g i n a
3 –Ciampi, L.; La Organización de la enseñanza psiquiátrica en la Facultad de C.
Médicas de Rosario. (Rosario, 1929). Boletín del Instituto Psiquiátrico.

4 – Cuaranta, N.; Influencia de la Doctrina de las Constituciones en la Clasificación de las


Enfermedades Mentales de Gonzalo Bosch y Lanfranco Ciampi de 1930. (2014). Tesina de
la Carrera de Especialización en Psiquiatría. Facultad de Ciencias Médicas de la
Universidad Nacional de Rosario.

5 –Foz, A.; La insulina y el alcanfor en la terapéutica de las enfermedades mentales. Pág.


24. (Rosario1938). Boletín del Instituto Psiquiátrico.

6 – Ibidem. Pag. 30
7 – Ibidem. Pag. 27
8- Villanueva, M, A.; Historia y Actualidad de la Terapia Electroconvulsiva en la
Psiquiatría Argentina (1985). Quirón, volumen 16 – Nº 1.
9 – Bosch, G. Montanaro, J. Riviere, E. P.; Nueva Terapéutica convulsionante por electro-
shock. (1942). La Semana Médica.
10 – Ibidem. Pag. 1584.
11 – Idibem. Pag. 1585
12 – Stagnaro, J. C.; Enrique Pichon-Riviere, Introductor de la psiquiatría dinámica en la
Argentina. (Buenos Aires, 2014) en Fabris Fernando A. (compil.) Pichon-Riviere Como
Autor Latinoamericano.
13 - 5 –Foz, A.; La insulina y el alcanfor en la terapéutica de las enfermedades mentales.
Pág. 24. (Rosario1938). Boletín del Instituto Psiquiátrico. Pag. 23.
14 - Villanueva, M, A.; Historia y Actualidad de la Terapia Electroconvulsiva en la
Psiquiatría Argentina (1985). Quirón, volumen 16 – Nº 1. Pag. 35.
15 – Gualtieri, G.; Memoria y Verdad: Del horror a una clínica posible en la Colonia
Psiquiátrica de Oliveros. (Rosario, 2001). Pag. 3.
16 – Ibidem. Pag. 4.
17 –“Lo iban a dormir un rato”. Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). 11 de
Junio de 2009.Diario Página 12 - Psicología - Derechos de las personas con discapacidad
mental.

12 | P á g i n a
18 – “Salud mental: tratamientos y derechos humanos, eje del debate”. Fabiola Czubaj. 20 de
Julio de 2015. Diario La Nación.
19 - Gualtieri, G.; Memoria y Verdad: Del horror a una clínica posible en la Colonia
Psiquiátrica de Oliveros. (Rosario, 2001).
20 – Derechos Humanos en Argentina. Informe 2012. Centro de Estudios Legales y
Sociales. Pag. 252.
21 - “Salud mental: tratamientos y derechos humanos, eje del debate”. Fabiola Czubaj. 20
de Julio de 2015. Diario La Nación.
22 – Capella, L. C. y Barrionuevo, M, S.; .Programa Seminario “El Sujeto y los Derechos
Humanos”. Fundamentación de la Propuesta. (Rosario, 2015).
23 – Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657.

2) Anexo.
El seminario, a mi entender es una excelente propuesta que se ajusta a establecer cuáles
son las problemáticas en cuanto a Derechos Humanos. Sería injusto decir que solo suple un
“área de vacancia”, la propuesta es mucho más potente y va muchos más allá de esos
límites. No se trata de un hueco dejado en una góndola a la cual hay que rellenar con un
“producto DDHH”. En este sentido, un aporte crítico que les puedo dejar, sería el de
incorporar contenidos para pensar el lugar de los Derechos Humanos en la lógica (si es que
la tiene) del Plan de Estudio y por ende de la Formación de los futuros Psicólogos y
Psicólogas. Desde este punto de vista, podríamos pensar a que paradigma estamos
apuntando como Institución, cuando los Derechos Humanos no tienen un lugar central,
sobre todo cuando existe una producción de la talla y trayectoria de este seminario. Mis
más sinceras Felicitaciones.

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