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Sancho Panza

Introducción a uno de los personajes principales de 'Don


Quijote'
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Gustave Doré: Don Quijote de La Mancha y Sancho Panza, 1863.


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Por Crystal Harlan
Actualizado 15 de febrero de 2017

Sancho Panza es el segundo personaje más importante de la novela El ingenioso hidalgo


don Quijote de la Mancha, obra maestra de Miguel de Cervantes.

Cuando el protagonista, don Quijote decide armarse de caballero andante y emprender


aventuras, le pide a su vecino Sancho Panza que sea su escudero. Sancho acepta
acompañarlo con la promesa de que algún día recibirá un premio por servicios, como el de
ser gobernador de su propia isla y casar a sus hijas con nobleza.

En este tiempo solicitó don Quijote a un labrador vecino suyo, hombre de bien —si es que
este título se puede dar al que es pobre—, pero de muy poca sal en la mollera. En
resolución, tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre villano se determinó
de salirse con él y servirle de escudero. Decíale, entre otras cosas, don Quijote que se
dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez le podía suceder aventura que le
ganase, en quítame allá esas pajas, alguna ínsula y le dejase a él gobernador della. Con
estas promesas y otras tales, Sancho Panza, que así se llamaba el labrador, dejó su mujer y
hijos y asentó por escudero de su vecino. (primera parte, capítulo 7)

Sancho Panza es un hombre simple, de apetito robusto y educación escasa, pero lo que le
falta en educación, le sobra en sabiduría popular, por lo que en sus diálogos con don
Quijote abundan las frases hechas y refranes, aunque a veces confunde palabras y comete
otros errores lingüísticos graciosos que don Quijote tiene que corregir:

—¿Adónde vas a parar, Sancho, que seas maldito? —dijo don Quijote—. Que cuando
comienzas a ensartar refranes y cuentos, no te puede esperar sino el mesmo Judas, que te
lleve. Dime, animal, ¿qué sabes tú de clavos, ni de rodajas, ni de otra cosa ninguna?
—¡Oh! Pues si no me entienden —respondió Sancho—, no es maravilla que mis sentencias
sean tenidas por disparates. Pero no importa: yo me entiendo, y sé que no he dicho muchas
necedades en lo que he dicho, sino que vuesa merced, señor mío, siempre es friscal de mis
dichos, y aun de mis hechos.

—Fiscal, has de decir —dijo don Quijote—; que no friscal, prevaricador del bueno
lenguaje, que Dios te confunda. (segunda parte, capítulo 19)

Sancho es un hombre pacífico que prefiere no meterse en problemas y, mucho menos,


entrar en batalla. Un ejemplo es cuando el escudero del Caballero del Espejo quiere pelear
con él. Esto es lo que Sancho le responde:

Cuanto más que yo quiero que sea verdad y ordenanza expresa el pelear los escuderos en
tanto que sus señores pelean; pero yo no quiero cumplirla, sino pagar la pena que
estuviere puesta a los tales pacíficos escuderos, que yo aseguro que no pase de dos libras
de cera, y más quiero pagar las tales libras; que sé que me costarán menos que las hilas
que podré gastar en curarme la cabeza, que ya me la cuento por partida y dividida en dos
partes

[...]

—¡Mirad, cuerpo de mi padre —respondió Sancho—, qué martas cebollinas o qué copos
de algodón cardado pone en las talegas, para no quedar molidos los cascos y hechos
alheña los huesos! Pero aunque se llenaran de capullos de seda, sepa, señor mío, que no
he de pelear; peleen nuestros amos, y allá se lo hayan, y bebamos y vivamos nosotros; que
el tiempo tiene cuidado de quitarnos las vidas, sin que andemos buscando apetites para
que se acaben antes de llegar su sazón y término y que se caya de maduras.

(segunda parte, capítulo 14)

Mientras que don Quijote cree firmemente que sus aventuras de caballero andante
pertenecen a la realidad, Sancho no siempre está tan convencido. A veces se deja llevar por
las locuras de su amo y cree todo lo que dice, pero en otras ocasiones Sancho es la voz de la
razón y trata de disuadir a don Quijote de cometer disparates y hacerlo ver la realidad. Por
ejemplo, cuando don Quijote está a punto de arremeter contra un ejército, que en realidad
es una manada de ovejas, Sancho le dice:

—¡Vuélvase vuestra merced, señor don Quijote, que voto a Dios que son carneros y ovejas
las que va a embestir! ¡Vuélvase, desdichado del padre que me engendró! ¿Qué locura es
ésta? Mire que no hay gigante ni caballero alguno, ni gatos, ni armas, ni escudos partidos
ni enteros, ni veros azules ni endiablados. ¿Qué es lo que haces? ¡Pecador soy yo a Dios!

(primera parte, capítulo 18)

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