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2017

INTEGRANTE: Julieta
Rodríguez Aznarez

[PARCIAL DE ANTROPOLIGÍA
CRISTIANA]
Universidad Católica de Córdoba
INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene como objetivo comprender la importancia de las transformaciones


culturales, políticas, sociales y económicas que se produjeron con el advenimiento de la modernidad
y postmodernidad, así como su incidencia en las instituciones religiosas y la vivencia religiosa de los
individuos. Para esto es necesario tener en cuenta la diversidad de religiones existentes, así como su
clasificación para facilitar la comprensión y estudio del fenómeno religioso. Esto último será posible
gracias a la colaboración de Cordovilla (2013) con su texto Cristianismo y hecho religioso.

Posteriormente, analizaré el recorrido que ha hecho la razón en la modernidad y sus


consecuencias en el orden tanto teórico como práctico, objetivo posible a partir de la lectura de
Mardones (1995) y su libro Análisis de la sociedad y Fe cristiana. De aquí se seguirá una tentativa
explicación de auto-elaboración sobre la incidencia de la modernidad en la religión sin pretender
llegar a una respuesta absoluta, sino profundizar en el tema y obtener propias conclusiones.

Finalmente recurriré al discurso del Papa Francisco en su visita a la Organización de Las


Naciones Unidas el 25 de diciembre de 2015 para repensar la inhumanidad que caracteriza las
relaciones entre estados, entre estado y sus propios habitantes y entre los mismos habitantes. A
partir de aquí planteare líneas de acción entre las instituciones gubernamentales y religiosas para
fortalecer la democracia y eliminar las inhumanidades del sistema.

DESARROLLO

Resulta casi imposible imaginar un mundo sin religión, pues una de las primeras preguntas se hace
todo ser humano es la de su origen. Aquí es donde entran en juego las religiones, que más allá de
explicar el origen del mundo y nuestras vidas, de ellas devienen estilos de vida, prácticas y éticas.
Para muchos, la religión es una manera de darle sentido a la vida.

Desde niña, me enseñaron a pensar en el cristianismo como la religión más importante y difundida
del mundo. No supe de otras religiones sino hasta que fui mayor. Para ese entonces, ya había sido
bautizada y había hecho la primera comunión; ¿Mi camino hubiese sido el mismo de haber conocido
no sólo la existencia de otras religiones, sino su contenido en profundidad?

Probablemente no. Por esa razón consideró que es importante tener en cuenta la diversidad de
religiones así como su clasificación.

Gracias a Cordovilla (2013) me informe acerca de las distintas clasificaciones de la religión: según el
orden cronológico, según la orientación profética y mística, según el sujeto de la experiencia religiosa
y según la forma de configurar el misterio. En lo que sigue del trabajo, haré una breve reseña de las
distintas clasificaciones.

La clasificación de la religión según el orden cronológico da cuenta de la existencia de religiones de la


prehistoria, primitivas o pre-literarias, de las grandes culturas de la antigüedad y las religiones que
surgen a partir del tiempo eje. Las religiones de la prehistoria se preocupan por “el problema del más
allá y denotan la presencia de unos ritos de carácter mágico-religioso” (Cordovilla, 2013, pp. 98). Las
religiones primitivas, por su parte, consideran los fenómenos naturales como una manifestación de la
divinidad y son características de pueblos sin escritura. Por otro lado, las religiones de las grandes
culturas de la antigüedad suelen creer en la existencia de varios dioses y suele resaltar el carácter
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nacional de la vida religiosa. Por último, las religiones que surgen a partir del tiempo eje refiere al
tiempo “a partir del cual el ser humano se sitúa de manera nueva y toma una conciencia de sí mismo
y de la realidad, formula preguntas existenciales y establece categorías de pensamiento que siguen
vigentes en nuestros días (Cordovilla, 2013, pp. 98).

La clasificación según la orientación profética y mística “atiende a la forma con la que el creyente de
cada religión configura la relación con el misterio” (Cordovilla, 2013, pp. 99). Las religiones de
orientación mística, tales como el budismo e hinduismo, representan el misterio de manera
impersonal y buscan la fusión con este. Las religiones de orientación profética, tales como el
cristianismo, judaísmo e islamismo presentan al misterio de una forma personal, “pues tienden a
describir la relación con Dios como diálogo, alianza, escucha, amor y obediencia” (Cordovilla, 2013,
pp. 99)

Según el sujeto de la experiencia religiosa, Cordovilla sostiene la existencia de religiones nacionales


en las cuales el individuo obtiene la salvación solo siendo parte de la comunidad, el pueblo, clan o
nación y de religiones universales, en las cuales el sujeto de la relación religiosa es el individuo. Por
último, según la manera de configurar el misterio existen religiones no teístas y teístas.

Todo lo dicho con anterioridad es de suma importancia para comprender el fenómeno religioso. Si
bien en este texto se dará mayor importancia al cristianismo por el papel que jugó en mi vida y en la
de muchos otros debido a su gran difusión por el globo terráqueo, cuando se habla de religión se hará
referencia a las religiones en un término general y no particular.

Antes de la modernidad, la religión era tan importante para las personas que era lo único que le daba
sentido a sus vidas. Los pilares de la tierra de Ken Follet, libro que leí recientemente, lo hace patente.
A pesar de que este libro trata sobre la construcción de una catedral y la vida privada de los
personajes, el elemento cristiano siempre está presente. Incluso el personaje más malvado del libro,
que no vacilaba a la hora de clavar su espada en el pecho de algún niño, se sentía aterrado por la idea
del Infierno. Incluso en la barbarie de una guerra civil, la Iglesia era un espacio sagrado y el único que
se salvaba de los motines.

Con la llegada de la modernidad, la religión, las instituciones religiosas y su manera de influir en la


vida de los individuos cambio. Junto a las promesas de la ilustración, llegaron la razón y la
racionalidad, relacionadas a algunas de las patologías de la modernidad. De la razón se derivan, según
Mardones (1995), consecuencias indeseables.

Para el siglo XIX las tres dimensiones de la racionalidad, la ciencia, la moral y el arte, se habían
autonomizado, cada una con un objetivo y condiciones de validez propias. La unidad de la razón
había terminado.

A su vez, la religión perdía relevancia social y ya no era capaz de mantener la unidad de visión
sobre la realidad. Contrariamente a la religión, la nueva ciencia tenía cada vez más relevancia, dando
lugar a lo que Mardones (1995) llama la tiranía racional científico técnica.

Así, "el éxito de la racionalidad técnica científica o funcional fue acompañada de la suplantación de la
razón". Esto quiere decir que lo científico era lo racional y quien se apartaba de lo científico era
tildado de irracional. La política, moralidad, estética, religión y educación debían adecuar sus
métodos a los impuestos por la ciencia, sino corrían el riesgo de la irracionalidad (Mardones, 1995)
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La racionalidad científica no logra el sueño de la ilustración: Una sociedad más libre, justa, racional y
humana, sino que por el contrario, representa una amenaza para este proyecto.

De lo anteriormente dicho se siguen discusiones sobre la racionalidad divididas, cuyos


exponentes sin el neoconservadurismo, el posmodernismo, los teóricos críticos y la posición
sistémica.

Tal es el caso de la contra-ilustración de los neoconservadores, cuyo mayor exponente D.Bell ve un


doble desarrollo en la racionalidad moderna occidental: el de la producción científico técnica (que
conlleva prácticas y valores tales como la disciplina, jerarquía y eficiencia) y la racionalidad estético
expresiva (cuyo centro está en el individuo y da lugar a movimientos culturales en nombre de la
modernidad).

Para Bell aquí radica la crisis de la modernidad ya que estas son demandas contrapuestas. "La
coexistencia de ambos órdenes, productivo y cultural, dirigidos por principios axiales tan diferentes,
fue posible mientras el orden técnico-productivo tuvo la batuta" (Mardones, 1995, pp. 79). Pero con
el triunfo de la racionalidad estética expresiva, se produce la crisis cultural que hoy en día vivimos.

Para los neoconservadores la ilustración capitalista representa un aporte a la salud del


sistema, "Un cinturón de seguridad para la racionalidad funcional y sus excesos en la lógica de la
competitividad y del mercado, de los valores materialistas y del consumismo desaforado"

(Mardones, 1995, pp. 80). Para ellos, la libertad democrática va de la mano de la libertad económica y
por ello su defensa a la racionalidad científica.

Al otro extremo de la discusión se encuentran los posmodernos, para quienes los males de la
modernidad son culpa del proyecto capitalista e ilustrado. Lo que encuentra es "el sometimiento de
los hombres y de su razón a utopías políticas, económicas, sociales, religiosas, culturales, que no son
más que estrategias para el control" (Mardones, 1995, pp. 82). Según Lyotard, gran exponente del
posmodernismo, nos encontramos ante grandes relatos que buscan obtener reconocimiento,
aceptación y colaboración para un proyecto (Proyectos tales como el liberalismo, socialismo,
cristianismo, entre otros).

Los posmodernos "se muestran demasiado escépticos como para creer el programa ilustrado de la
generalización de los intereses y las razones universales. Desconfían de la capacidad de la razón para
conseguir tamaños resultados. Prefieren recluirse en una modesta razón que solo persigue consensos
temporales, limitados, rescindibles" (Mardones, 1995, pp. 82). En lugar de defender la universalidad,
defienden el contextualismo, la pluralidad y variedad de la realidad.

La propuesta posmoderna pretende la superación de los proyectos ilustrados a través de la


vía estético expresiva, ofreciendo una apertura a la "recuperación del símbolo, de la actitud estética y
de la autoexpresión" (Mardones, 1995, pp.83), propiciando un sesgo religioso emocional. En otras
palabras, puede propiciar la utilización premoderna, conservadora de las tradiciones religiosas,
concretamente de la cristiana.

Por encima de los neoconservadores y postmodernistas se alzan los teóricos críticos que
reconocen la existencia de contracciones tanto sociales como culturales. Para Habermas el problema
se da en la colonización de la razón funcional y su invasión en los ámbitos de la racionalidad práctico
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moral, estética o religiosa. La crisis moderna radica en que "los individuos se han convertido en
consumidores del sistema económico y clientes de la burocracia de la administración pública"
(Mardones, 1995, 84)

Por ello, para los teóricos críticos, la solución sería un uso equilibrado de ambas dimensiones, ya que
ambas aportan a la emancipación humana. Habermas propone entonces un diálogo de
racionalidades, que respete la validez de cada una de ellas y busque la unidad mediante el diálogo:
así, "la ilustración aparece como un proyecto inacabado que hoy hay que impulsar" (Mardones, 1995,
87).

En este sentido, Mardones (1995) sostiene que las comunidades cristianas tienen un papel
interesante en la moralización y el cambio social de la sociedad comercializada y funcional.

Por último ante la razón moderna, la posición sistémica, cuyo representante es Luhmann, "la
sociedad es un sistema social cuyos sujetos no son los hombres, sino las acciones del sistema"
(Mardones, 1995, 88). Las acciones son comunicaciones y se orientan a seleccionar aquellas que
sirven para sus objetivos. El sistema social desarrolla una serie de estrategias que cada vez le hacen
más complejo pero que a la vez le permiten reducir la complejidad del entorno. Así, "el conocimiento
se genera en este proceso de intercambio con el entorno, entre los subsistemas del propio sistema y
en referencia a sí mismo" (Mardones, 1995, 88).

La razón se adscribe a sujetos no antropomórficos que interactúan o acoplan sus acciones


con respecto a un entorno. Hay reglas para discernir el error de las pautas y proponer la verdad del
conocimiento. "El concepto de razón está aquí vinculado al de sistema y a todo el proceso de
autoconstitución o autopoiesis del propio sistema" (Mardones, 1995, 89).

Todo esto señala el carácter cuasi autónomo de la sociedad y sus mecanismos. Así podemos
ver a la religión como un sistema institucionalizado dotado de una vida propia que crece por encima
de los deseos de los creyentes.

Una vez comprendida la transformación de la razón moderna, la racionalidad y las diferentes


perspectivas respecto a esta, me veo en condiciones de tomar una postura. A mi modo de ver, la
racionalidad científica no desaparecerá, se ha instaurado en el pasado y está aquí para quedarse. Pero
como todo, puede cambiar sus condiciones de validez por condiciones más humanas y no
deshumanizantes. En el ámbito de las empresas, en lugar de recalcar constantemente la necesidad de
eficiencia y aumentar las ganancias, podría resaltarse la necesidad del cuidado al medio ambiente. La
racionalidad de la cultura tampoco tiene intenciones de desaparecer y a través de esta se pueden
lograr grandes progresos: Igualdad de género, derechos para los animales, derechos sobre el medio
ambiente, derecho a llevar a cabo una vida digna. Debe ser utilizada para causas nobles. Al igual que
los teóricos críticos, creo que es posible encontrar un equilibrio entre ambas. Aun así, me veo en la
obligación de admitir la relevancia de los mecanismos autónomos presentes en toda sociedad,
aunque dando cuenta de que estos son solo una parte de la sociedad.

Las críticas a la racionalidad moderna ofrecen la posibilidad de comprender en profundidad


el discurso del Papa Francisco en su visita a la Organización de Las Naciones Unidas el 25 de
diciembre de 2015.

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En este sentido, el papa reconoció el valor de la organización internacional, sin la cual no se
podría concretar la fraternidad humana. El destaco:

La experiencia de estos 70 años, logró el objetivo último de conceder a todos los países,
sin excepción, una participación y una incidencia real y equitativa en las decisiones. Esto
ayudará a limitar todo tipo de abuso o usura sobre todo con los países en vías de desarrollo. Los
organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo sostenible de los países y
la no sumisión asfixiante de éstos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso,
someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia.

Al hacer referencia a los organismos financieros y sistemas crediticios, está claro que el Papa
hace alusión a mecanismos defendidos por la racionalidad técnica y sus consecuencias: Pobreza,
exclusión y dependencia. Es por ello que el Papa reconoce la labor de las Naciones Unidas en el
desarrollo y la promoción de la soberanía del derecho, estando al tanto que la justicia es requisito
imprescindible para obtener el ideal de la fraternidad universal.

En esta misma línea, el Papa Francisco nos advierte sobre la gran extensión de derechos que
hay hoy en día pero que a la vez son falsos derechos, dejando “grandes sectores indefensos, víctimas
más bien de un mal ejercicio del poder: el ambiente natural y el vasto mundo de mujeres y hombres
excluidos” (Papa Francisco, 2015).

El abuso y la destrucción del ambiente van seguidos de un proceso de exclusión. “El afán
egoísta e ilimitado de poder y de bienestar material lleva tanto a abusar de los recursos materiales
disponibles como a excluir a los débiles y con menos habilidades, ya sea por tener capacidades
diferentes (discapacitados) o porque están privados de los conocimientos e instrumentos técnicos
adecuados o poseen insuficiente capacidad de decisión política” (Papa Francisco, 2015). Y este afán
de poder y bienes materiales se encuentra en estrecha relación a una racionalidad técnica que solo
busca aumentar los beneficios de los empresarios y la eficiencia.

El Papa sigue su discurso advirtiendo que la exclusión económica y social es una negación de
la fraternidad humana y un atentado a los derechos humanos y al ambiente. “Los más pobres son los
que más sufren estos atentados por un triple grave motivo: son descartados por la sociedad, son al
mismo tiempo obligados a vivir del descarte y deben injustamente sufrir las consecuencias del abuso
del ambiente” (Papa Francisco, 2015).

Asimismo, ya no bastan los compromisos necesarios, para preservar el medio ambiente y


vencer la exclusión social y económica es necesaria la voluntad efectiva, práctica, constante, de pasos
concretos y medidas inmediatas por parte de los gobernantes. Se debe permitir que hombres y
mujeres sean dueños de su destino y que cuenten con una base material y espiritual para ejercer su
dignidad (Papa Francisco, 2015).

Pero el papa no se limita al cristianismo, para él la dignidad solo es posible a través de la


libertad religiosa, la libertad de espíritu y educación. Está claro que no se dirige solo a sus fieles, se
dirige a la humanidad entera sin importar su sexo, edad o religión. Nos llama a proclamar nuestro
derecho a la vida y de la misma naturaleza humana.

A mi parecer el Papa Francisco busca impulsar un nuevo tipo de Iglesia Católica. Esta vuelta a
la Iglesia y su legitimidad en la vida de los individuos no implica retroceder a una razón pre moderna,
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sino avanzar hacia un nuevo tipo de razón en la que conviven la racionalidad económica y cultural y
en la cual la moral y la ética tienen el mismo rango que la producción. Se trata de un mundo más
equitativo en todos los sentidos: generó, raza, religión, desarrollo económico y social. La religión no
debe buscar subordinar las demás esferas de la vida, sino se debe ayudar a crear armonía entre los
estados y los habitantes del mundo. La tarea de la religión en general es no crear intolerancia, llevar a
la paz y no a la guerra que solo genera males e injusticias. El del Papa en su discurso es hacer patente
esta nueva era en la que vivimos, al tiempo que resaltar la necesidad de tolerancia y fraternidad
humana. Ya no se habla de un tipo de moralidad suprema que deba reinar y dictar la vida de los seres
humanos: Está claro que cada uno tiene derecho a su propio plan de vida y a la libertad tanto
económica como religiosa.

El papel de la religión no es señalar un modo de vida especifico, sino el de ayudar al gobierno


a encauzar un programa para terminar con la exclusión social y económica y la destrucción del medio
ambiente. Para ello es necesario realizar programas conjuntos con el mero objetivo de ayudar a la
humanidad y sin buscar posicionarse uno por encima del otro. Está claro que en la medievalidad la
relación entre Estado e Iglesia era sumamente importante, al punto que si la Iglesia no apoyaba al
rey, este corría el riesgo de que sus súbditos se sublevaran. Luego la relación se invirtió en la
modernidad, si el Estado no apoyaba a la Iglesia, está perdía importancia. Nos encontramos en un
nuevo punto en la historia, nos encontramos en un tiempo y espacio en que estas instituciones
necesitan apoyarse mutuamente para lograr algo más grande que ellas mismas: ayudar al mundo.

Como Habermas, pienso que para lograr esto es necesario el diálogo. Poner sobre la mesa
objetivos comunes, puntos de inflexión y flexión y lograr un programa conjunto. La religión debe
respetar la libertad de religión y en este sentido tener en cuenta en sus propuestas la variedad de
religiones así como tipos de creyentes o no creyentes. El Estado, por su parte, debe olvidar los
intentos pasados por parte de la Iglesia para dominar la vida de las personas y renunciar a sus
propias pretensiones de dominio para preocuparse por los individuos y su realización. Así, es posible
que ambas instituciones actúen conjuntamente para concientizar a la sociedad sobre la importancia
de cuidar al medio ambiente (ya sea mediante propagandas en la televisión o en la misa de los
domingos, entre muchas otras acciones posibles, claro) y la importancia de una base material para
lograr que cada uno realice la vida que eligió (ya sea a través de la educación, organizaciones tales
como un techo para mi país, colectas, entre otros). En última instancia es posible y necesaria una
colaboración entre las distintas instituciones, la religión puede aportar al bienestar de una sociedad
pluralista y democrática si renuncia a su pretensión de indicarle a la gente como debe vivir y ser. Esto
solo puede lograrlo a partir de políticas de tolerancia hacia el distinto, a través de la fraternidad que
nos une a todos más allá de las diferencias y promoviendo políticas que permitan la libertad en todos
los ámbitos y sentidos.

CONCLUSIÓN

Pensé que me resultaría difícil realizar el trabajo debido a que soy agnóstica. Pero al fin y al
cabo, no me resultó difícil. De hecho, me agrada la forma de pensar del Papa Francisco a pesar de no
compartir sus creencias en Dios y el cristianismo. Creo que él representa un gran avance para la
Iglesia Católica. La actividad me resultó muy útil, pues aprendí que después de todo en la Iglesia
Católica también hay grises y no sólo blancos y negros. El trabajo me resultó bastante interesante de
hacer e incluso aprendí en el camino

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BIBLIOGRAFIA

Cordovilla A. (ed.)e, Cristianismo y hecho religioso, Comillas 2013 (s encuentra en el drive).


Capítulo: 3. La diversidad de las religiones.
Mardones J. M., Análisis de la sociedad y fe cristiana, PPC, Madrid 1995 (se encuentra en el
drive). Capítulo 3. La racionalidad. La razón moderna entre la fragmentación y la comunicación.

Francisco, “Visita a la organización de las Naciones Unidas”. New York, 25 de diciembre de 2015.
http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2015/september/documents/papa-
francesco_20150925_onu-visita.html

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