En el Derecho romano sistema que sirve de soporte al nuestro, el contrato aparecía
como una forma de acuerdo (conventio). La convención es el consentimiento de dos a más personas que se avienen sobre una cosa que deben dar o prestar. La consensualidad era el prototipo dominante. “La convención se dividía en (pactum) pacto y (contractus) contrato, siendo el pacto aquel que no tiene nombre ni causa y el contrato aquel que lo tiene. En este contexto se entiende por nombre la palabra que produce la acción (el pacto se refiere únicamente a relaciones que sólo engendran una excepción). La causa es alguna cosa presente de la cual se deriva la obligación. El pacto fue paulatinamente asimilándose al contrato al considerar las acciones el instrumento para exigir su cumplimiento.” “El significado etimológico del vocablo adhesión, viene del latín “adhcesio y adhasus, derivado del verbo adhaerere” que significa. Estar apegado estrechamente y se utiliza para calificar ciertos contratos. Con base a lo anterior los contratos de adhesión o por adhesión son los acuerdos de voluntades referentes a la propuesta de obligaciones y derechos inflexibles y que generalmente es u empresario mercantil o industrial que realiza una contratación en masa, establece un contenido prefijado para todos los contratos de un determinado tipo, para que el ofertado los acepte o rechace sin distinción. Como se observa, de aceptarse la propuesta del oferente, el ofertado sólo puede manifestar su conformidad adhiriéndose a la misma, pero es indispensable que la oferta se presente verbal o por escrito, lo relevante es que el consentimiento se manifieste afirmativa o negativamente, sin discusión antes como ahora en las tiendas de venta al público de objetos varios, los adquirientes se adherían a la oferta o la rechazaban sin discusión. Las modalidades de la contratación en masa han generado una serie de tendencias negóciales, como formularios, contratos cuyo clausulado es íntegramente predispuesto e incluso bloques de cláusulas individualmente consideradas que se redactan previamente y unilateralmente por una de las partes a la otra. Entre los sucesos que el derecho toma en cuenta para atribuirles efectos jurídicos destaca el acto o negocio jurídico que es una manifestación exterior de la voluntad bilateral o unilateral, cuyo fin es engendrar con apoyo en una norma jurídica o en una institución jurídica en contra o en favor de una o varias personas un estado, es decir, una situación jurídica permanentemente y general o por el contrario un efecto de derecho limitado consistente en la creación, modificación o extinción de una relación jurídica. Se ha considerado al contrato como el tipo más caracterizado del acto jurídico y el CC acepta esta postura pues establece que las disposiciones legales sobre contratos serán aplicables a todos los convenios y a otros actos jurídicos en lo que no se opongan a la naturaleza de éstos o a disposiciones especiales de la ley sobre los mismos. Determinar si todo acto jurídico bilateral (es decir, cualquier acuerdo de voluntades con efectos jurídicos) es un contrato o si este concepto es aún más restringido, es una cuestión que ha ocupado a la doctrina. Se han agrupado las diferentes definiciones en cuatro grupos. Así, tenemos la "concepción amplia" que identifica al contrato con la convención o acto jurídico bilateral y que incluye todo acuerdo dirigido a crear, modificar, o extinguir relaciones de obligación y a constituir relaciones de derecho de familia. Luego estaría la " concepción estricta" en que se separa a la convención del contrato siendo la primera el género y el segundo la especie. Esta es la posición del CC que considera como convenios a los acuerdos que crean, transfieren, modifican o extinguen las obligaciones y derechos, y como contratos sólo a los convenios que crean o transmiten dichas obligaciones y derechos (aa. 1792-1793). Para esta concepción el contrato es un acuerdo dirigido a constituir una obligación patrimonial. La "concepción intermedia" acepta que el contrato, siempre con contenido patrimonial, no sólo se dirige a la constitución de derechos y obligaciones, sino que además sirve para extinguirlos o modificarlos. Por último, la "concepción novísima", proveniente del campo del derecho público, representada por Jellinek, Hauriou y Duguit, que limita el concepto del contrato para encontrarlo solamente donde hay intereses opuestos. De acuerdo con estas teorías habría junto al contrato otros acuerdos de voluntades, como el acto colectivo y la simple convención. El CC establece las reglas generales sobre contratos (aa. 1792-1859) por la razón histórica de que los contratos civiles fueron los primeros en aparecer. Ahora bien, el contrato como todo acto jurídico debe reunir para ser existente ciertos elementos señalados en el a. 1794 del CC: a) el consentimiento, que se da cuando existe el concurso de voluntades de dos o más sujetos; por lo tanto, implica la manifestación de dos o más voluntades, pero no basta, es necesario además que concuerden; b) objeto que pueda ser materia de contratación (la doctrina ha distinguido entre objeto directo del contrato que es la creación o transmisión de derechos y obligaciones y objeto indirecto que es el contenido de la obligación que se constituye en virtud de que dicho contrato; a esta última acepción nos estamos refiriendo); es decir, que sea posible tanto física como jurídicamente; de acuerdo con él a. 1828 del CC, se entiende que haya imposibilidad cuando un hecho no puede existir porque es incompatible con una ley de la naturaleza (física) o con una norma jurídica que debe regirlo necesariamente y que constituye un obstáculo insuperable para su realización (jurídica). Además de estos elementos de existencia, es necesario que se den ciertos requisitos o presupuestos de validez para que el contrato produzca normalmente todos sus efectos jurídicos y no pueda ser invalidado. El tráfico mercantil y contractual evidencian que la contratación estructurada bajo la ausencia de un acuerdo negociado de voluntades ha cobrado protagonismo en este mundo moderno. Hoy en día, en los contratos de seguros, de apertura de crédito, de transporte de pasajeros, de tarjeta de crédito, de servicio de telefonía celular, entre otros, la controversia de los efectos y los alcances de un contrato o de una o varias cláusulas se definen exclusivamente por una de las partes contratantes. Tal vez lo que ha sucedido frente a este fenómeno de la contratación en masa sea una alteración de la teoría clásica del contrato, sin que se pueda decir que se ha desdibujado o extinguido la figura del contrato, lo que sucede es que se ha propendido por una agilización en la concertación de los contratos, de modo tal, que sin suprimir el consentimiento, pueda alcanzarse muy rápidamente el acuerdo contractual, logrando una reducción en los costos de transacción y potencializando la eficiencia de la negociación. Aunque esta innegable y evidente alteración de la forma en que se manifiestan las voluntades se separe de lo que venía entendiéndose dentro de la teoría del contrato no por ello estos acuerdos dejan de ser un contrato, me parece anotar que aunque la voluntad de uno de los celebrantes se preste de una manera diferente a lo que solía ser hace años, no puede por ello negarse a estos actos jurídicos, la naturaleza contractual. Ello mismo concluyó la Corte Suprema de Justicia cuando anotó que: “Para que un acto jurídico productivo de obligaciones constituya contrato, es suficiente que dos o más personas concurran a su formación y poco importa que, al hacerlo, una de ellas se limite a aceptar las condiciones impuestas por la otra; aun así, aquélla ha contribuido a la celebración del contrato, puesto que voluntariamente lo ha aceptado, habiendo podido no hacerlo”. El único interés práctico que se encuentra en el anterior cuestionamiento es en materia de interpretación, donde corresponderá al Juez indagar si determinada cláusula, objeto del litigio, ha sido verdaderamente aceptada por las partes, teniendo los Tribunales el poder necesario para determinar, además, si dicha cláusula armoniza con las cláusulas esenciales, que constituyen la trama misma de la operación, y si ha sido conocidas y aceptadas por las partes.
Así mismo las demandas de los grupos mayoritarios de la población forzaron al
Estado para intervenir en la formación y cumplimiento de variados contratos, así como la legislación de leyes protectoras de los arrendatarios de casa-habitación y los reglamentos para fijar los costos máximos a los bienes de primera necesidad, como la Ley de Protección al Consumidor. Marco Legal: ARTÍCULO 28 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS LEY FEDERAL DE PROTECCIÓN AL CONSUMIDOR REGLAMENTO DE LA LEY FEDERAL DE PROTECCIÓN AL CONSUMIDOR