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a lectura del bello texto, así se le puede calificar de entrada, escrito por el

amigo y magnífico profesor Guillermo Tobar, es una bocanada de aire


fresco, entre tanto libro que no dan lo que prometen.
Y, es que en este el tiempo que nos ha tocado vivir, la imagen a sustituido
a la realidad, la sofística a la sabiduría; por doquier campean los libros de
autoayuda, en los que el pensamiento resulta un esteticismo puramente
cosmético.
Tiene el lector en sus manos un libro que podría muy bien caracterizarse
como pensamiento vivido. Fruto, no solo de la reflexión que hace pie en el
hombre, sino también de la prudencia y sensatez de quien tiene
meridianamente claro que la vida es más que especulación brillante, pero
mortecina y que la ética no es teoría sino praxis teleia, es decir, acción con
sentido. O, como enseñaba Cicerón, un arte; el arte de vivir.
El carácter biográfico de la existencia humana está retratado de manera
sencilla y sugerente en las páginas que, con una dosis de
desprendimiento, están dirigidas a los jóvenes y desde los jóvenes. La
dirección, el sentido y la libre afirmación del propio ser, suponen un
mínimo de conocimiento de sí mismo; conocimiento que no es una especie
de repliegue sobe sí mismo, más bien es apertura generosa a los demás
que puede denominarse sin problema: amistad.
Ese salir de sí, apertura, es decir, libertad, es la condición de posibilidad
de un trato amoroso y, al mismo tiempo, respetuoso con la realidad,
contando con los demás. Dicho de otro modo, la autoafirmación negativa
del yo, el encierro del hombre en sí mismo, es en cierto sentido, la
renuncia a vivir como el hombre ha sido.
Sumido en la soledad que el encierro trae como consecuencia, la amargura
existencial hace su ingreso triunfal y con ello el desprecio de los demás,
convertidos ahora, en verdaderos infiernos. Hay que reconocer, sin
embargo; en la medida que se experimente lo vital, mi vida y la de los
demás, como puro movimiento sin finalidad, los sentimientos se
hipertrofian metastásicamente y en vez de ser la sal de la vida, provocan
desasosiego y desamor. El sentimentalismo, es la renuncia a la reflexión y
al diálogo y a la posibilidad de querer, en suma, amar a los demás y
reconocer el propio valor
personal.

El profesor Tobar, con los años de trato personal y frecuente con sus
alumnos, ha podido descubrir que muchos jóvenes viven como
trashumantes, verdaderos nómades modernos, en los que no hay lugar
para el sosiego y reposo de quién sabe vivir el tiempo o mejor dicho
el tempo y el pondus, propio de quiénes ha intentado superar la prisa y la
inmediatez que no conducen a parte alguna más que experimentar una
especie de delirio extático, tal como pensaba Platón.
No obstante, la crítica, que el autor hace de manera inteligente, al nuevo
modo de vivir la libertad como una ausencia de compromisos, siempre deja
traslucir una ventana a la esperanza. No se trata de un optimismo igenuo,
sino del más elemental realismo, el hombre es un perfeccionador
perfeccionable,
un solucionador de
problemas, alguien que precisamente por ser libre, puede ser mejor. Y, es
que nadie está completamente perdido, porque el mal no es, existe, pero
no es, solo carencia de bien.
Tenemos un texto empapado de la mejor tradición filosófica, que no da
nada por hecho, sin antes recurrir al sentido común y al consejo de
quienes a uno le quieren. La forma dialogada, que ha elegido el profesor
Tobar, es una constatación de aquello.
La vida humana es un todo de sentido y la juventud una etapa de prueba
del descubrimiento de ese sentido, ejerciendo la libertad en orden a la
realización del bien, es decir; haciendo el bien, la persona se hace buena.
La recuperación del sentido auténtico de la libertad y de la vida como un
todo de sentido y en la que se es feliz, no un mero estar feliz, pasajero y
caduco.
Aquí radica una delas tesis centrales del autor, una manera nueva y
antigua, a la vez; de entender la felicidad humana, a la que toda persona
está llamada.
Justamente, esa llamada a la existencia y la respuesta de dicha llamada,
en el origen de toda persona se gesta la vocación del hombre, en la medida
que el acto creador, consiste en que al hombre se le llama a la existencia y
eso significa que en el origen mismo de la persona hay una dependencia en
el origen. Lo que quiere decir que el hombre nunca está completamente
solo, lo que es un consuelo, para toda persona.
En fin, el texto del profesor y amigo Guillermo Tobar, es una reivindicación
del valor de la vida humana y personal que con tinte realista juntos
descubrimos el lector y autor: la no comprada gracia de la vida.

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