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BUSCA DIALÓGICA DE LA VERDAD, RECEPCIÓN, CONSENSO.

LA OPINIÓN PÚBLICA EN LA IGLESIA

+ Uno de los medios -y fundamental- de confirmar la efectiva apertura a formas de


vida y modos de proceder democráticos resida en la manera como se entiende, reconoce
y practica la opinión pública en la Iglesia. Al lado de ls diversas vías
institucionales posibles que faroveren y realizan la participación de los creyentes
en la vida de la Iglesia y los consiguientes procesos de recepción, aparece el fenómeno
de la opinión pública como un camino no institucional, pero no por ello menos
importante e orden a esa participación. (BORGES, 295)

+ En el fenómeno general de la "opinión pública" se expresa "la manera común y colectiva


de pensar y de juzgar" en determinadas circunstancias de tiempo y de espacio; en
ella se manifiesta "lo que las personas generalmente piensan sobre un determinado
asunto, sobr un hecho o un problema de cierta importancia" (JP II, La responsabilibé
morale des comunicateur. Message pour la Jornée mondiale des communications sociales,
DocCat 1915 (1986) 364) (BORGES, 295, nota 31)

+ Lo que está en causa en la exigencia de una opinión pública, es antes de todo,


el reconocimiento de las posibilidad de ejercicio de derechos fundamentales de las
personas y de los grupos en la sociedad. Brotando de la libertad de conciencia, de
pensamiento o de expresión, el derecho a expresar su opinión libremente formada
pertenece a la libertad y dignidad de la persona humana y de su naturaleza social.

+ Un hecho que acentúa como la ausencia de una opinión pública indica que la vida
de una comunidad no funciona de forma saludable, que pueden llegar a incluso a
cuestionar elementos fundamentales del bien común. Se confirma así también que, a
pesar de todos los límites y riesgos que puedan afectar a la captación del sentido
que dimana de las expresiones concretas de una opinión pública y la consiguiente
valoración que se hace de ellas - y esto porque estamos frente a una realidad con
"contornos imprecisos y fluidos y sujeta a ambigüedades de intepretación, a
deformaciones o incluso a manipulaciones-, la opiniñn pública pertenece, sin embargo,
a aquellos elementos materiales que se presentan como un valor irrenunciable e hacen
de la democracia una "forma de vida". (BORGES, 296)

+ Claro que la vida de la comunidad eclesial se asienta en principio y reglas propios,


sus fundamentos, su identidad constitutiva, los datos esenciales de su confesión
de fe y los valores de vida que propone no están a debate. La verdad fundamental
de fe radicada en el Evangelio y proclamada definitivamente por la Iglesia no es
objeto de opinión sino que se entiende como interpelación y adhesión personal y firme
del creyente. Pero son no invalidad el lugar imprescindible de una opinión pública
eclesial que, en correspondencia a la dignidad humana y a la experiencia fundamental
de libertad que la fe significa y posibilita, se presenta como una legítima y necesaria
"manifestación de santa libertad de los hijos de Dios". De hecho, y como reconoce
la Instrucción Pastoral "Communio et Progressio",. publicada en 1971 para concretar
y llevar a la práctica las orientaciones del Vat II en materia de comunicación social,
es muy amplio el campo en el que el diálogo se puede y debe desarrollarse en el interior
del espacio eclesial. (BORGES, 296)

+ La mayor parte de las cuestiones que constituyen la vida normal de la Iglesia no


pertenecen a ese nucle indiscutible de la verdad irrenunciable de la fe, sino que
se sitúan en el ámbito de aquellas realidades relacionadas con la indispensable
búsqueda de una mejor expresión de la verdad, su penetración más profundas y según
parametros culturales diversos, a los medios de realización de la vida eclesial,
a la adaptación pastoral a las circunstancias de espacio y de tiempo. (BORGES, 297)

+ La historia enseña con suficiente claridad que sería un error y de consecuencias


nefastas para la propia Iglesia pensarse que deberían ser retiradas completamente
de la discusión interna eclesial aquellas cuestiones que ya han sido objeto de alguna
decisión del magisterio, pero que todavía no han sido proclamadas como verdad a creer
definitivamente por toda la Iglesia. (BORGES, 297)

+ La "Communio et Progressio" acentúa, pues, que "la Iglesia necesita de una opinión
pública para alimentar el diálogo entre sus miembros, condición del progreso en su
pensamiento y acción". Y, citando una alocución de Pío XII en 1950, acecienta que
se trata de una realidad indispensable para la vida de la Iglesia: "(...) con la
ausencia de la opinión pública, le faltaría algo vital, y la culta recaería tanto
sobre los pastores como sobre los laicos". (BORGES, 297)

+ Las raíces teológicas más consistentes del lugar y de la importancia de una opinión
pública eclesial se encuentra en el "sensus fidei" y en las condiciones de vida de
una Iglesia como comunión. Esta último aspecto es subrayado expresamente por la
instrucción Pastoral "Aetatis Novae", que ve en la expresión de sus necesidades y
anhelos por parte de los fieles y en la manifestación de la propia opinión sobre
lo referente al bien de la Iglesia "un medio de realizar concretamente el carácter
de 'comunión' de la Iglesia", al mismo tiempo que relaciona la **partilha** de
información y de opiniones en la Iglesia como una "igualdad natural de dignidad y
de misión que proviene del bautismo y está en la base de la estructura jerárquica
y de la diversidad de los cargos y funciones" (AEN, 10; cf. CIC 212 2 y 3). (BORGES,
297)

+ Pero es sobre todo en cuanto medio posible de expresión del "sensus fidei" que
la opinión pública eclesial encuentra su encuadramiento teológico más profundo y
explícito. Y también "Communio et Progressio" -que continúa siendo un documento
notable del magisterio católico en esta materia- afirma que es "necesario que los
católico tomen conciencia de aquella verdadera libertad de expresión de pensamiento
que el sensus fidei y la caridad le coniferen: el sensus fidei, que es estímulo y
fuerza del Espírito de la Verdad, que nos hace adherir, en unión y bajo la guía del
magisterio, a la Fe de la Tradición-adhesión profunda, y por eso mismo, continua
profundización y aplicación en la vida práctica; y la Caridad que elea aquella libertad
a comunión en la propia libertad de Cristo Redentor que, liberándonos del pecado,
nos hizo libres de todo **julgarmos** según su voluntad. Las autoriades responsables
favorezcan y procuren que exista en la Iglesia, gracias a la libertad de expresión
y de pensamiento, un intercambio legítimo de opiniones" (CP, 116). La opinión pública
aparece, así, como uno de los medios indispensablers por los que el sentido de la
fe de los creyentes se puede expresar, expresión esta que el magisterio debe escuchar
con sensibilidad si quiere cumplir con fidelidad evangélica y auténtico sentido
pastoral su misión (cf CP 32). (BORGES, 297-298)

+ Naturalmente que no se puede ver de forma simplista en las manifestaciones de la


opinión pública eclesial una inmediata expresión del "sensus fidei". Esto sería
desconocer tanto las condiciones bajo las que funciona y se manifiesta el fenómeno
de la opinión pública, como ignorar la complejidad de la tarea de discernimiento
del "sensus fidei", cuyas expresiones no están de antemano y totalmente inmunes al
riesgo de instrumentalización, por lo que no se puede apelar a ella de forma
precipitada o con excesiva ingenuidad. Por otra lado, un indicativo mayoritario por
parte de una opinión pública, si es un dato que a diversos títulos no debe ser ignorado,
no significa por sí mismo percepción exacta y completa de la verdad, expresión
auténtica e inequívoca del "sensus fidei". Pero, en cuanto "instrumento privilegiado
de diálogo" que es y, también, condición de corresponsabilidad de todos los miembros
del pueblo de Dios, la opinión pública es un medio necesario para que el sentido
de fe de la comunidad creyentes pueda expresarse y desarrollarse en auténtico y
verdadero en la fe. (BORGES, 298-299)

+ Le corresponde incluso un papel insubstituible en la búsqueda dialógica de la verdad


y en los prcesos de recepción en la vida de la Iglesia. La opinión pública en la
Iglesia contribuirá a que se supere la tentación de una mera comunicación de sentido
único, el equívoco de un lenguje fechada en el propio círculo, la ilusión de un ciscurso
que pretende decir cosas decisivas para los hombres pero que no alcanzar sus verdaderas
cuestiones vitales. Ella ayudará a evitar que el pueblo de Dios sea relegado a un
papel de mero receptor de órdenes, sin posibilidad de formular sus opiniones y de
hacer abrar sus cuestiones. Estimulará aquella intercomunicación que reliza y fomenta
actitudes conrresponsables, que ayuda a crer una comunidad de personas que saben
que deben tener "un papel activo en busca de los medios por los cules la Iglesia
se esfuerza por presentar a los hombres de hoy un mensaje del Evangelio" (Cardenal
Cocognani). Dará a la autoridad unsa información indispensable sobre el modo como
los fieles se relacionan con tareas y contenidos en la Iglesia y sobre una recepción
de las decisiones tomadas, pudiendo incluso aparecer -en la eventualidad de dedisiones
discricionarias- como una exresión colectiva de opinión con innegable fuerza social.
La cualidad de la opinión pública eclesial dice mucho también sobre la forma en que
la Iglesia se entiende y realiza, sobre los aspectos de mentalidad y de comportamiento
práctico que prevalecen. (BORGES, 299)

+ El reconocimiento efectivo de una opinión pública eclesial supone, de facto, que


la autoridad eclesial posea una mentalidad abierta al diálogo y la capacidad de valorar
las expresiones proveniente de los fieles. Estas expresiones, que corresponden a
un derecho y a un deber elementales del ser cristiano y del vivir responsable en
la Iglesia, sólo pueden surgir y fructificar en un clima de libertad, consituido
a partir de la convicción de que verdad y libertad se relacionan profundamente y
condicionan mutuamente. "El sentido de la fe no pudes desarrollarse en una Iglesia
en que el acuerdo se exrpese como repetición mecánica en el seno de una masa anónima.
Sólo puede haber verdadero acuerdo entre personas que son libres y se comunican entre
si con libertad (L. Sartori). (BORGES, 299)

+ La discusión sobre cuestiones controvertidas en la Iglesia no es superada


satisfactoriamente y el verdadero consenso en la fe no se obtiene por simples medidas
disciplinares o per la limitación de la comunicación interna eclesial, sino sólo
a través de un diálogo abierto, que confía en que la verdad acabará por resaltar
en su fuerza que convence a la inteligencia y motiva la adhesión de la conciencia.
Por lo demás, sólo apelando a la libertad y responsabilidad propias, al juicio personal
crítico, la capacidad creativa y comprometida la Iglesia puede ayuda a la madureza
de la fe de los creyentes y hacerlos aptos para los desafíos que se presentan en
el mundo de hoy y que piden una fe individualmente asumida y criterios personalmente
acogidos. Una Iglesia que, también en materia de afirmación de la verdad, fuese más
sensible a los riesgos de la libertad que al peligro de extrñamiento y de inadecuación
cualtural acabararía por dar señales de poca fe. (BORGES, 299-300)

+ Está claro que el lugar que se atribuye a las expresiones de los fieles supone
la existencia de una amplia circulación interna de información como elemento esencial
para una opinión pública eclesial, *ela própia, aliás*, también al servicio de una
cada vez más viva comunicación interna. La circulación de información se presenta
como una condición básica de participación, ésta no es popsible sin una información
constante sobre los diversos acontecimientos, decisiones y proyectos de vida
eclesial. Sólo una correcta información sobre sobre las cuestiones que se debaten,
sobre los elementos disponibles para un juicio, sobre las razones que conducen a
una decisión, asegura el éxito de los esfuerzos de clarificación argumentativa, vuelve
más transparentes los procesos de decisión, crea condiciones para consensos más
amplios y más capaces de alcanzar la verdad, posibilita una mayor indentificación
de las personas con las decisiones que les atañen. (BORGES, 300)

+ Aquí resalta como una "publicidad", el carácter público de la información a través


de una comunicación lo más amplia posible, en un movimiento recíproco y constante
de intercambio de informaciones, deseos y propuestas -también en la relación entre
las iglesias locales y la iglesia universal (y entre iglesias cristianas-, es algo
esencial para la normalidad y la cualidad del vivir eclesial. "si se garantiza un
flujo de información para todos los lados, entonces las decisiones del gobierno de
la Iglesi pueden ser comprendidas mejor. Se vuelven más practicables y, de este modo,
más receptible. La unidad entre gobierno y comunidad puede ser mantenida, sin que
los conflictos de autoridad y equívocos se vuelvan regla. El carácter público de
las informaciones que conducen a una decisión en la Iglesia es, así, una especie
de recepción anticipada, en la cual *o olhar* ya está dirigido hacia los aspectos
de una decisión que tiene significado para la vida de la comunidad" (P. Scharr).

+ No puede haber, pues, verdadera participación de los miembros de la Iglesia, en


una opinión pública viva, en procesos de recepción activos y eficaces (las tres
realidades se entremezclan y condicionan mutuamente) sin sinsistir en una
confidencialidad amplia y excesiva en lo cotidiano eclesial, sin un esfuerzo
permanente en el sentido de dar informaciones correctas y completas sobre la vida
de la Iglesia, de ultrapasar secretismos injustificados, de evitar silencios ambiguos
u medias verdades, superar la tendencia -en nombre de pretendidas consideraciones
pastorales!- de tratar a los fieles como personas menores de edad o no suficientemente
responsables. Los déficits de comunicación interna que continúan existiendo en la
Iglesia plantean, en último análisis, la cuestión bien preocupante, de si se quiere
efectivamente proporcionar a los creyentes procesos de un cada vez mayor desarrollo
personal en los caminos de madurez de la fe. (BORGES, 301)

+ La atención al necesario flujo de informaciones en la vida de la Iglesia hace también


contemplar el papel importante que cabe a los medios de comunicación eclesial propios
de la Iglesia en el desarrollo de una comunicación interna eclesial y de una opinión
pública que expresa y realice la participación creciente del pueblo de Dios. En esta
perspectiva de una comunicación interna esos medios sólo pueden entenderse como una
tribuna libre y un instrumento mediador en orden a verdadero diálogo eclesial,
informando bien sobre los acontecimientos, favoreciendo procesos de profundización
de la fe, fomentando el compatir experiencias, estimulando el debate sobre los
problemas, reflejando la unidad y la diversidad en la iglesia a través de la
confrontación de ideas y de opiniones, dando espacio a una indispensable autocrítica
sobre las condiciones concreta del vivir eclesial. (BORGES, 301)

+ Lo mismo hay que decir respecto a las posiciones adoptadas por las autoridad
eclesial, no les cabe un mero papel difusor, sino que les corresponde una tarea
reflexiva, impulsadora del debata que las profundice, interprete y cuestione en su
razón de ser, lo cual contribuye a favorecer la mejor acogida de dichas posiciones
y, en último término, contribuye a reforzar la autoridad que las toma. (BORGES,
301-302)
+ De ese modo los medios de comunicación social de la Iglesia ayudarán a un desarrollo
de actitudes y de formas de diálogo y de debate, en el reconocimiento de que, también
en la iglesia, la discusión sincera y correcta es un elementos imprescindible para
la profundización de convicciones. Se trta, además, de una tarea que no es fácil,
tanto más cuanto que, en los medios eclesiales, prevelece todavía la idea de que
siempre es mejor el silencio que el debate. Es cierto que, en este terreno, son posibles
los abusos de la libertad, las falsedades, los grupos de presión, la tendencia a
subrayar lo epidérmico y lo sensacional. Sin embargo, la solución no está en limitar
la libertad de palabra y las posibilidades de expresar la opinión: también aquí,
como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, se tienen que admitir la posibilidad
de errores y faltas y aceptar los condicionamientos concretos en el caminos histórico
de acceso a la verdad. (BORGES, 302)

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