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Alumno: Dávila Hernández Zaid Moisés

Materia: Filosofía del Lenguaje

Trabajo Final: ¿Hubo continuidad entre el Wittgenstein del tractatus y el de las


investigaciones?

El propósito de este trabajo es indagar, a través de la revisión y comparación de varios


pasajes, si se puede hablar de continuidad entre el Wittgenstein del tractatus y el de las
investigaciones. Ya que a primera vista resultarían sumamente diferentes estas dos etapas;
sin embargo, sólo el estudio a consciencia resolverá esta cuestión.

Wittgenstein pertenece al grupo de filósofos denominados: analíticos. Esta corriente del


pensamiento filosófico se opone a las teorías idealistas-especulativas, como las de Kant,
Hegel, Nietszche, Marx, entre otros. Basándose en la premisa de que todos los problemas
de la filosofía no son sino problemas del lenguaje, se propone una solución con base en el
análisis lógico del mismo. El análisis de los conceptos y clarificar cuándo pueden ser dichos
con sentido, establecerá los límites de su uso. Es por ello que la lógica y su desarrollo fueron
tan importantes para esta rama de la filosofía y, tanto Wittgenstein como su maestro
Russell, tomaron como base la lógica simbólica desarrollada por Frege.

Russell y Wittgenstein son los dos principales exponentes del atomismo lógico. Sostienen
pues, que la base del conocimiento está dado por particulares; éstos mismos, que están
formados por nombre y predicado, se relacionan con las demás proposiciones atómicas por
medio de conectores y reglas de relación (de lo cual se ocupa las diferentes ramas de la
lógica). Es decir, el mundo es una totalidad de particularidades. Es aquí donde
comenzaremos nuestro estudio, ya que si bien hay diferencias entre las concepciones sobre
atomismo lógico en Russell y Wittgenstein, no son relevantes para nuestro estudio. Por lo
tanto, procederemos a un análisis del tractatus para más adelante, compararlo con el de las
investigaciones.
El Tractatus tiene características generales, las cuales se relacionan con el atomismo lógico
y su metodología. En primer lugar está lo que denominaremos esencialismo, refiriéndonos
a que, en la propuesta de Wittgenstein, no hay un paradigma lingüístico, sino que se habla
de una estructura lógica que subyace a todo lenguaje y que, por lo tanto, es independiente
de todo contexto particular. Es decir, todo lenguaje se substrae a lo que puede ser dicho
con sentido y, lo que se dice con sentido, puede ser analizado mediante la lógica. El
esencialismo es buscar la propiedad del lenguaje que hace posible que nos comuniquemos
sin errores y que no subyace en un lenguaje particular, sino en aquello de lo que participan
todos los lenguajes, a saber, su estructura lógica.

Otra característica es la del semanticismo. A lo que nos referimos con esto, es al significado
del que puedan ser parte las expresiones, en este caso, acudiendo a sus condiciones de
verdad; éstas, en el método del Tractatus, responden al estado de cosas o a la posibilidad
del estado de cosas. Para ilustrar mejor este punto es necesario ir directamente al texto. En
1, 1.1 y 1.12 respectivamente, Wittgenstein nos dice: “El mundo es todo lo que es el caso”,
“El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas”, “Porque la totalidad de los hechos
determina lo que es el caso y también todo cuanto no es el caso.” Tenemos pues, como
primera instancia, retratado el mundo en una totalidad de hechos, de particularidades, lo
que corresponde a su visión atomista. Con esto surge una nueva incógnita, la cual se dirige
principalmente a nuestro tema del semanticismo: ¿Cuál es la diferencia entre cosa y hecho?
Se dice en 1.21: “Algo puede ser el caso o no ser el caso, y todo lo demás permanece igual”
a su vez “Poder ser parte integrante de un estado de cosas es esencial a la cosa” (2.011)1.
Es decir, la diferencia entre cosa y hecho es que la cosa lleva consigo, potencialmente,
muchos estados de cosas o, mejor dicho, se puede constituir en diferentes hechos. El valor
de verdad dependerá de si lo que se dice de algo se refiere a un estado de cosas posible o
a un hecho. “En la lógica nada es casual: si la cosa puede ocurrir en el estado de cosas, la
posibilidad del estado de cosas tiene que venir ya prejuzgada en la cosa” (2.012).

1
De ahora en adelante me referiré al Tractatus de esta manera, aludiendo a la referencia específica:
Wittgenstein, L. Tractatus lógico-philosophicus. Ediciones Altaya, Barcelona, 1994.
Hay otro punto que tenemos que dilucidar en cuanto a la cosa y el hecho, ya que si bien
hemos visto que las cosas se relacionan entre sí para formar hechos y que la posibilidad de
estos hechos está escrito en la cosa misma, hace falta un elemento importante en cuanto
al lugar de los hechos. “Los hechos en el espacio lógico son el mundo” (1.13). Sin embargo,
el espacio o forma lógica no es lo que le da adhesión a los hechos para constituir el mundo,
esto supondría que el espacio lógico es una entidad que relaciona los hechos y tendríamos
que suponer otra cosa o entidad que hiciera posible la relación entre mundo y espacio
lógico, lo cual nos llevaría a una reflexión interminable. “Tenemos que recordar que la lógica
no determina ningún hecho, sino sólo qué combinaciones son posibles.”2 La lógica es la
condición de posibilidad para que el mundo tenga sentido y, por lo tanto, hacernos
representaciones de él. Que los hechos se relacionan formando el mundo es lo que muestra
el espacio lógico.

Con esto llegamos a otra de las características centrales del Tractatus, el isomorfismo. Esta
propiedad nos dice que hay una forma lógica idéntica, entre los hechos del mundo y las
proposiciones que nos hacemos de estos en nuestras representaciones. Formamos el
lenguaje a partir del mundo y, como el mundo se da en el espacio lógico, el lenguaje deberá
ser lógico para poder hablar del mundo con sentido. Es decir, es tarea de la lógica develar
la relación que existe entre hecho y mundo.

Ahora bien, cuando nos representamos el mundo, formamos proposiciones acerca de éste,
es decir, “Nos hacemos figuras de los hechos” (2.1), “La figura es un modelo de la realidad”
(2.12). La figura representa algo de la realidad en tanto se refleja la forma lógica del mundo,
y puede corresponder a diferentes estados de cosas; a esta forma de representación se le
conoce como teoría pictórica. Por ejemplo, la mujer está arriba del camión representa la
figura de un estado de cosas posibles, en la que los objetos se encuentran en cierta relación.
Así mismo, el camión está arriba de la mujer es un estado de cosas muy diferente, pero
posible.

2
Mounce, H. O. introducción al tractatus de Wittgenstein. Tecnos, Madrid, 2007. P. 34
En esta teoría pictórica antes mencionada, también se señala que el significado de los
nombres es el objeto que denota, es decir, para los nombres su significado se da
exteriormente ya que está en la cosa que denota. “A los objetos corresponden en la figura
los elementos de la misma” (2.13), “Los elementos de la figura hacen en ella las veces de
los objetos” (2.131). Sin embargo, no ocurre lo mismo para una proposición que incluya
varios nombres y diferentes relaciones, en este caso, el significado es interno. Ya que se
puede dar un estado de cosas tal y como lo describe una figura proposicional, pero aun
cuando no se dé ese estado de cosas, la proposición tiene el mismo sentido en ambos casos.
“Lo que cualquier figura, sea cual fuere su forma, ha de tener en común con la realidad para
poder siquiera –correcta o falsamente- figurarla, es la forma lógica, esto es, la forma de la
realidad.” (2.18) La forma lógica se encuentra tanto en lo representado como en la realidad.
La proposición, como figuración, sólo tiene sentido interno porque los elementos de la
misma, si bien corresponden a figuraciones de la realidad, la totalidad de una proposición
sólo puede ser partícipe de la realidad en partes; la proposición representa un estado de
cosas posible.

Por último, en lo que respecta al Tractatus, debemos tocar un tema que será importante
cuando lo comparemos con las investigaciones filosóficas, el solipsismo. “Los límites de mi
lenguaje significan los límites de mi mundo” (5.6), “El mundo y la vida son una y la misma
cosa” (5.621). El solipsismo sostiene que sólo puede ser conocido el propio yo y, si los límites
del mundo son el sujeto, entonces el mundo queda subyugado a las limitaciones del mismo.
Este sujeto, del cual hablamos, no está en el mundo, sólo es la condición de posibilidad de
que haya mundo. Si no preguntáramos por cómo sería el mundo si no existiese el sujeto, la
respuesta sería un rotundo “no sé.” Porque el mundo es la representación que nos hacemos
de la realidad. En esta visión del Tractatus, el humano construye el lenguaje a partir del
mundo.

Es momento de pasar a las investigaciones y mostrar las diferencias con el Tractatus. Ya


desde los primeros parágrafos, Wittgenstein apela por el uso del lenguaje. Este uso
responde a una manera primitiva del modo en el que se da el lenguaje y, aunque no sea
mencionado explícitamente por nuestro autor, se opone a la idea del lenguaje ideal de sus
primeros escritos. La manera primitiva en que se da el lenguaje, según Wittgenstein,
responde a situaciones particulares, contextuales. Por ejemplo, tenemos a dos jugadores
de póker que hacen equipo para ganar en las mesas de apuestas, ambos han creado un
sistema de señales que sólo cuando apuestan tiene sentido; lejos de este contexto, este
sistema de señales, este lenguaje no tiene sentido.

Y esto debe decirse en muchos casos en que surge la cuestión: « ¿Es esta representación
apropiada o inapropiada?» La respuesta es entonces: «Sí, apropiada; pero sólo para este
dominio estrictamente circunscrito, no para la totalidad de lo que pretendemos
representar».3

Básicamente, Wittgenstein está oponiéndose a la idea del esencialismo. Al apelar al


contexto, se está diciendo que ningún lenguaje puede escapar a sus circunstancias
inmediatas. Lo que importa, por decirlo de otra manera, son las condiciones de
acertabilidad y no las condiciones de posibilidad de acuerdo a la estructura lógica del
mundo; de hecho, en la concepción de este segundo escrito: se construye el mundo
mediante el lenguaje y no viceversa, como se planteaba en el Tractatus.

Ahora bien, para acertar dentro de un lenguaje contextualizado es necesario un


adiestramiento más que una explicación, no hay tal cosa como una expresión lógicamente
perfecta que traduzca la experiencia. Las expresiones que adoptamos son por instrucción,
no es que podamos acudir a sus condiciones de verdad, sino al contexto en que son
emitidas. Las expresiones y su uso correcto dependen tanto del contexto que “imaginar un
lenguaje significa imaginar una forma de vida.”4 Es decir, las palabras tienen significado en
tanto tienen un uso, pero el uso no es el significado.

Cada contexto pues, tiene lo que Wittgenstein denomina un juego del lenguaje, en el cual
las personas aprenden por adiestramiento. Sin embargo, para hablar de un lenguaje
debemos también hablar de regularidad; pues una regla lingüística no nace de la noche a la
mañana, sino a través de la costumbre es que se establece como tal.

3
Wittgenstein, L. Investigaciones filosóficas, UNAM/Crítica, Barcelona, 1988. P. 5
4
Ibíd. P. 8
No puede haber sólo una única vez en que un hombre siga una regla. No puede haber sólo
una única vez en que se haga un informe, se dé una orden, o se la entienda, etc. — Seguir
una regla, hacer un informe, dar una orden, jugar una partida de ajedrez son costumbres
(usos, instituciones). Entender una oración significa entender un lenguaje. Entender un
lenguaje significa dominar una técnica.5

Como vimos, enseñar una regla no es explicar su significación; nos vemos remitidos a la
conducta común de los hombres, al enfrentamiento directo con la realidad, con lo que surge
de su naturaleza. Es importante hablar en plural, pues no existen reglas privadas del
lenguaje, es decir, un código que pertenezca a una sola persona; incluso para poder
comunicar esa regla, que se pretende privada, a los que se les comunica deben entenderla
y estar de acuerdo. Wittgenstein menciona que el solipcista podría argumentar que nadie
tiene acceso a sus sentimientos y padecimientos, de eso solo él tiene compresión cabal; lo
cual podría parecer un lenguaje privado.

Bueno, ¡supongamos que el niño es un genio e inventa él mismo un nombre para la


sensación! — Pero entonces no podría ciertamente hacerse entender con esa palabra. —
¿Así es que él entiende el nombre pero no puede explicarle a nadie su significado? — ¿Pero
qué quiere decir que él 'ha nombrado su dolor'? — ¡¿Cómo ha hecho eso: nombrar el dolor?!
Y, sea lo que fuere lo que hizo, ¿qué finalidad tenía? — Cuando se dice «Él ha dado un
nombre a la sensación», se olvida que ya tiene que haber muchos preparativos en el
lenguaje para que el mero nombrar tenga un sentido.6

Toda pretensión de innovación en el lenguaje debe ser aprobada por más personas, pues
es la costumbre lo que da al mismo su uso correcto. El uso de una expresión está dado
socialmente, no de manera solipsista. Es decir, los criterios para justificar los estados
mentales o sensoriales se dan con base en reglas o juegos del lenguaje.

Con esto nos pueden ser claras las diferencias entre el Tractatus y las investigaciones
filosóficas; por una parte se propone el esencialismo, una lógica que subyace en todos los
lenguajes y, por otro lado, un pluralismo de lenguajes, en los que cada uno tiene usos

5
Ibíd. P. 54
6
Ibíd. P. 61
específicos de los conceptos. Al semanticismo podríamos otorgarle cierta continuidad, ya
que si bien en las investigaciones no podemos apelar a las condiciones de verdad
subsumiendo las proposiciones a la lógica, si podemos señalar cuándo una frase se usa
correctamente de acuerdo al contexto, lo cual podríamos asumirlo como una proposición
verdadera. El isomorfismo y el solipsismo serán las grandes diferencias entre las dos etapas
de nuestro autor; de una parte tenemos que el mundo y el lenguaje no comparten una
misma forma lógica, sino que con el lenguaje construimos el mundo, la realidad; El
solipsismo se vuelve insostenible, ya que el lenguaje le da forma a nuestro mundo y los
juegos del lenguaje sólo se dan en sociedad (esto también parece ser una consecuencia
necesaria del antiesencialismo lingüístico).

Sin embargo, podemos establecer una clara continuidad en Wittgenstein en lo que respecta
al fin último de sus escritos: que en ambos casos busca establecer los límites de lo que
puede ser dicho con sentido. Su metodología cambia, pero el lenguaje es la base de su
investigación. Podemos siempre buscar la manera de clasificar a los autores; pero sólo hace
falta voltear hacia nosotros mismos para reconocer que ninguna idea permanece estable.
El devenir siempre será parte de nuestra constitución ontológica, la manera en que
entendemos el mundo no puede sino tener el mismo destino.

Bibliografía:

- Wittgenstein, L. Tractatus lógico-philosophicus. Ediciones Altaya, Barcelona, 1994.


- Mounce, H. O. introducción al tractatus de Wittgenstein. Tecnos, Madrid, 2007.
- Wittgenstein, L. Investigaciones filosóficas, UNAM/Crítica, Barcelona, 1988.

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