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Un abordaje bíblico–cristiano para profesores y estudiantes

BIOLOGÍA
Un abordaje bíblico–cristiano
para profesores y estudiantes

H. Thomas Goodwin | Editor

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Editor: H. Thomas Goodwin
Título original de la obra: Biology: A Seventh-day Adventist Approach for Students and Teachers. Editado
por H. Thomas Goodwin - Berrien Springs, Michigan - Andrews University Press (2014)
Dirección editorial: Rafael O. Paredes, Editorial Universidad Adventista del Plata
Edición: Walter Fernando Bogorni, Editorial Universidad Adventista del Plata
Traducción: Margarita Biaggi de Wainz
Corrección editorial: Viviana Marsollier de Lehoux, Editorial Universidad Adventista del Plata
Corrección de pruebas: Julieta de Rasi, Adventus
Revisión técnica: Noemi Durán Royo, Geoscience Research Institute - Europe
Diseño de tapa e interior: Mauro Perasso, Editorial Universidad Adventsita del Plata
Es propiedad © Editorial Universidad Adventista del Plata (2018) y Adventus (2018)
MMXVIII – 300

Biología : un abordaje bíblico-teológico para profesores y estudiantes / Earl M. J. Aagaard ... [et al.] ;
contribuciones de Noemi Durán ; editado por H. Thomas Goodwin. - 1a ed . - Libertador San Martín
: Universidad Adventista del Plata ; Nuevo León : Adventus, Editorial Universitaria Iberoamericana,
2018.
242 p. ; 23 x 15 cm.
Traducción de: Margarita Biaggi de Wainz.
ISBN 978-987-765-004-4
1. Biología. 2. Teología . 3. Análisis Bíblico. I. Aagaard, Earl M. J. II. Duran, Noemi, colab. III. Good-
win, H. Thomas, ed. IV. Margarita Biaggi de Wainz, , trad.
CDD 230

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editorial.uap.edu.ar adventus21.com
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Índice

Acerca de esta serie..................................................................................xi


Presentación............................................................................................xv
Prólogo.................................................................................................. xvii
Prefacio del editor del original inglés........................................................ xix
Acerca de los autores de este libro........................................................... xxi

1.. Introducción: la ciencia y la fe como amigas sinceras............................1


2.. Genomas: lo que nos dicen acerca de la vida, la ciencia y Dios............23
3.. Lo que nos hace humanos: biología, fe y naturaleza humana...............49
4.. El alcance y los límites del proceso evolutivo.......................................83
5.. El registro fósil: perspectivas adventistas............................................115
6.. Una perspectiva adventista de la ecología.........................................145
7.. La fe adventista del séptimo día y la gestión ambiental......................163
8.. Creacionismo, darwinismo y mera ciencia.........................................187

Epílogo.................................................................................................209
Bibliografía recomendada......................................................................211
Apéndice...............................................................................................213
Acerca de esta serie

E n una de sus aseveraciones memorables, Jesús amplió una revelación ante-


rior declarando que nuestra primera prioridad en la vida es amar a Dios con
todo nuestro ser: corazón, alma, mente y fuerzas (Marcos 12,30; Deuteronomio
6,4.5). De esa manera, invitó a sus discípulos de entonces y del futuro a cultivar
un diálogo permanente entre su intelecto y su devoción a Dios. Este amor racio-
nal —enraizado en la fe y nutrido por la obediencia— demanda nuestro com-
promiso con la verdad, anclado en ciertas premisas fundamentales: Toda verdad
proviene de Dios; Jesús es la Palabra de Verdad encarnada; el Espíritu Santo nos
guía hacia toda la verdad; y la Biblia es la Palabra de Verdad.
Tales afirmaciones parecen contraculturales en una época que ha relativiza-
do la verdad, fragmentado el mundo del conocimiento y entronizado a los seres
humanos como dueños de su propio destino y exclusivos árbitros morales. Con
todo, esta situación no es enteramente nueva. Hace casi veinte siglos el apóstol
Pablo —el notable intelectual cristiano— presentó este desafío a los creyentes:
“No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renova-
ción de su mente” (Romanos 12,2 NVI). Puesto que la educación es uno de los
principales factores que moldean la cosmovisión y los valores de la siguiente ge-
neración, toda actividad que ayude a los niños y jóvenes a pensar cristianamente
requiere maestros y profesores que también piensen de una manera sólidamen-
te cristiana.
Cada día de labor ofrece a los docentes cristianos una nueva oportunidad
para reflexionar sobre la coherencia que existe entre sus convicciones religiosas
y el contenido de las materias que enseñan. Los educadores adventistas, en es-
pecial, deben autoevaluar la manera en que integran su fe con la enseñanza y el
aprendizaje. Deben, además, considerar el modelo que presentan ante sus estu-
diantes, la manera en que interactúan con ellos dentro y fuera del salón de clases
y cómo ese diálogo ayuda a los alumnos a elaborar una cosmovisión bíblico-cris-
tiana personal en la cual basarán sus decisiones y acciones a lo largo de la vida.
De ese modo, los estudiantes aprenderán a rechazar el dualismo prevalecien-
te en nuestra cultura, que separa la fe del intelecto, el conocimiento de los valo-
xii | Biología. Un abordaje bíblico–cristiano para profesores y estudiantes

res, y las creencias de la conducta. Comprenderán también que el compromiso


con la verdad no nos limita, sino que nos libera para alcanzar nuestro máximo
desarrollo ( Juan 8,32) y que, para el cristiano fiel, la vida en esta Tierra es el
comienzo de una experiencia de aprendizaje que se extenderá por la eternidad.
La integración de la fe y los valores con la enseñanza y el aprendizaje es un
proceso intencional y sistemático mediante el cual los educadores y los directivos
enfocan todas las actividades de una institución desde una perspectiva bíblico-
cristiana. En el contexto educativo adventista, el objetivo de este proceso es lo-
grar que los alumnos, al completar sus estudios, hayan internalizado voluntaria-
mente los valores cristianos y una visión del conocimiento, la vida y el destino
que se basa en la Biblia, se centra en la amistad con Cristo, se orienta al servicio
motivado por el amor, y se proyecta hacia el reino eterno que Dios ha prometido.
Los educadores interesados en la integración fe-enseñanza abordan sus pro-
pias disciplinas basados en la cosmovisión bíblico-cristiana, descubriendo en las
materias que enseñan los temas que permiten conectar naturalmente su conteni-
do curricular con la fe, las creencias y los valores cristianos. Los docentes destacan
estas conexiones en sus planes de curso, en sus exposiciones, en las lecturas y en
las tareas asignadas a los estudiantes, en los temas propuestos para la discusión,
en las tareas prácticas, en las preguntas de los exámenes y en otras experiencias
educativas con el fin de que los estudiantes tengan la oportunidad de elaborar sus
propias convicciones sobre la aplicación del conocimiento adquirido, los valores
personales y sus blancos para la vida.
Este volumen es el quinto de una serie de libros destinados a facilitar y pro-
mover la integración de la fe y los valores con la enseñanza y el aprendizaje en va-
rias disciplinas académicas y profesionales. Los autores de cada volumen son ex-
pertos en la docencia y la investigación, y transmiten lo mejor de su experiencia
como profesionales cristianos. Esta iniciativa cuenta con el patrocinio del De-
partamento de Educación de la Asociación General de los Adventistas del Sép-
timo Día.
La Editorial Universitaria Iberoamericana Adventus y la Editorial Universi-
dad Adventista del Plata se complacen en expandir la influencia de este impor-
tante proyecto por el mundo de habla española. A la vez, expresan su gratitud al
Center for College Faith de Andrews University por haber autorizado la traduc-
ción y la publicación de esta obra.
Acerca de esta serie | xiii

Es el deseo ferviente de los editores que esta serie anime a los profesionales,
docentes y estudiantes a conectar su fe cristiana con la actividad intelectual y la
vida real, buscando coherencia e integralidad. De esa manera, no solo resistirán
las fuertes tendencias secularizadoras de nuestra cultura, sino que también harán
de la docencia y la investigación una experiencia estimulante, constructiva y de
impacto trascendental.

Humberto M. Rasi, PhD
Director Adventus
Editorial Universitaria Iberoamericana
Presentación

E sta obra forma parte de una serie dedicada a promover la integración de la fe,
la enseñanza y el aprendizaje. Está patrocinada por el Institute for Christian
Teaching del Departamento de Educación de la Asociación General de los Ad-
ventistas del Séptimo Día. Volúmenes anteriores se han ocupado de la enseñanza
de la historia, la psicología, la sociología y la educación física desde la perspec-
tiva bíblico-cristiana. Ahora añadimos uno nuevo que enfoca la enseñanza de
la biología.
Toda la enseñanza que se ofrece en los centros educativos adventistas tiene
el objetivo primordial de edificar la fe de los estudiantes no solo en el mensaje
cristiano, sino también en la comprensión bíblica del cristianismo, y capacitarlos
para cumplir una misión constructiva en el mundo. Con frecuencia, el profe-
sor adventista debe utilizar libros de texto elaborados por especialistas que no
son necesariamente creyentes y que pueden ser incluso hostiles hacia la religión.
El instructor debe tratar con material que a primera vista parece no tener sig-
nificado espiritual. ¿Cómo pueden los profesores adventistas de biología (o de
cualquier otra disciplina) fortalecer la fe en los principios del cristianismo bíbli-
co y al mismo tiempo cubrir el material esencial para una comprensión adecuada
de la disciplina?
Esta obra responde a ese desafío. No tiene la intención de ser un libro de
texto de biología. Los autores no tratan de profundizar exhaustivamente en las
diversas ramas de este campo del saber. Se trata más bien de un complemento al
que profesores y estudiantes pueden acudir en busca de ideas para integrar la fe
en su estudio de la biología. Este libro sostiene que la verdad de la ciencia puede
convertirse en la verdad de Dios si con los ojos de la fe logramos ver debajo de la
superficie de lo aparentemente secular y discernir la acción divina.
Aunque se ha diseñado para ser utilizado por profesores y estudiantes de bio-
logía en instituciones adventistas de educación superior, este libro también será
útil para adventistas que estudian la carrera de Biología en universidades no ad-
ventistas. Es de vital importancia que estos estudiantes emerjan de sus programas
xvi | Biología. Un abordaje bíblico–cristiano para profesores y estudiantes

de estudio con la fe fortalecida y un potente sentido de misión hacia Dios y su


mundo. Es con esta esperanza y con oración que publicamos este nuevo volumen
en la serie.

Center for College Faith


Andrews University
Prólogo

E ste libro se propone motivar a los lectores a considerar cómo la evidencia


científica se relaciona con la Biblia y con creencias adventistas fundamen-
tales como la creación, la naturaleza humana, el sábado y la responsabilidad de
cuidar la Tierra, mientras esperamos que Cristo regrese pronto y haga nuevas
todas las cosas.
Los autores van más allá del debate creación-evolución y no retroceden ante
los aparentes conflictos entre la fe y la razón. Tal enfoque obedece al rechazo de
la noción popular según la cual los dominios de la fe y la ciencia no se contradi-
cen porque se refieren a ámbitos de conocimiento diferentes y separados. En esta
obra, en cambio, se afrontan las cuestiones biológicas desde una cosmovisión
bíblica. El resultado es un análisis razonado que no se encuentra en los libros de
texto convencionales.
Aunque no disponemos de una teoría que explique todo lo que vemos en la
naturaleza, los recientes avances científicos en numerosos campos revelan cada
vez con más fuerza que nuestro mundo está lleno de evidencias extraordinarias
de diseño por parte de un Creador inteligente. Estas observaciones son con-
gruentes con la creación especial descrita en Génesis y destacada en los mensajes
de los tres ángeles de Apocalipsis 14.
Agradecemos especialmente a Roger Dudley, director de Publicaciones del
Center for College Faith de Andrews University, por guiar el trabajo hasta lle-
varlo a término, y a H. Thomas Goodwin, director del Departamento de Biolo-
gía de Andrews University, por reunir a los autores, escribir dos capítulos y editar
el libro. El resultado es un diálogo científico esclarecedor que refuerza nuestra fe
en nuestro Creador y Redentor.

Lisa M. Beardsley-Hardy, PhD


Directora del Departamento de Educación
Sede Mundial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día
Prefacio del editor del original inglés

D urante más de cien años, los adventistas del séptimo día hemos venido exa-
minando la relación entre la ciencia y nuestra fe, y mucho se ha publica-
do ya sobre este tema. ¿Habrá necesidad de otro libro con la misma temática?
Ofrezco dos modestas razones sobre cuál es la contribución especial de esta obra.
En primer lugar, esta obra se ha elaborado con un propósito y para un público
específicos: ser un recurso educativo o texto complementario para universita-
rios adventistas que cursan Biología (si bien otros pueden beneficiarse también).
Es una colección de ensayos —todos escritos por biólogos adventistas— conce-
bido para analizar cómo la fe adventista y la biología interaccionan a lo largo de
una serie de temas clave. Los estudiantes podrán beneficiarse si leen estos ensayos
paralelamente al contenido de sus estudios.
En segundo lugar, este libro tiene la intención de ampliar el diálogo entre la
biología y la fe adventista, incluyendo la controversia creación-evolución —el
asunto que lógicamente predomina en la mayoría de las contribuciones adven-
tistas en ese campo—, pero extendiéndose más allá de ella. Como veremos, la fe
adventista está interconectada con una variedad de disciplinas biológicas y otras
relacionadas como la ciencia cognitiva, la ecología y la biología de la conserva-
ción. De hecho, en el primer capítulo defenderé la idea de que la fe cristiana y
la ciencia (incluyendo la biología) pueden considerarse amigas sinceras, compa-
ñeras que a menudo se apoyan —pero a veces se desafían— en la búsqueda de
la verdad.
Puesto que la biología es un campo diverso, pensamos que nuestros lectores se
beneficiarían más si varios biólogos adventistas que practican —y enseñan— en
áreas específicas escribían capítulos pertinentes a sus campos de especialización.
Deseo expresar mi agradecimiento a los patrocinadores de este proyecto: el
Center for College Faith, Andrews University Press y el Departamento de Edu-
cación de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día. Mickey
Kutzner y Roger Dudley prestaron su apoyo entusiasta mientras reunía y editaba
los ensayos de este volumen.
xx | Biología. Un abordaje bíblico–cristiano para profesores y estudiantes

La mayoría de los capítulos de este libro se leyeron durante la sesión de aper-


tura del Consejo del Geoscience Research Institute, en 2009. Agradezco a su
director, L. James Gibson, por ofrecer esa oportunidad, y a los participantes por
sus útiles comentarios críticos.
Cada capítulo de este volumen ha sido revisado por entre seis y nueve exper-
tos adventistas en las disciplinas relevantes, a los cuales estoy muy agradecido.
Sobre todo, quiero expresar mi profunda gratitud a los autores, quienes de-
dicaron tiempo y esfuerzo a contribuir a este libro. Aunque algunos de ellos
presentaron argumentos con los cuales no todos los colaboradores estaban de
acuerdo (¡sí, es cierto, los biólogos adventistas no estamos de acuerdo en todos
los detalles!), creo que todos los ensayos presentan conceptos y enfoques útiles
a todos los lectores que buscan armonizar su fe bíblica con el conocimiento de
la biología.

H. Thomas Goodwin, PhD


Acerca de los autores de este libro

Earl M. J. Aagaard disfruta de su jubilación en Chico, California, después


de trabajar durante más de treinta años como profesor de Biología. Tras enseñar
a lo largo de varios años en el nivel secundario, Aagaard fue profesor en Pacific
Union College (1982-2004) y en Southern Adventist University (2004-2009).
Obtuvo una Licenciatura en Ciencias (BS) y una Maestría (MA) en Biología de
Pacific Union College, y un Doctorado (PhD) de Colorado State University.
Aagaard manifiesta un profundo interés en la relación existente entre la ciencia y
la fe, y es autor de diversas contribuciones en este campo.
Karl G. D. Bailey es profesor adjunto de Psicología y director del Programa
de Neurociencia Conductual de Andrews University desde el año 2004. Com-
pletó una Licenciatura en Ciencias (BS) de Andrews University (especialidad
en Biología y Psicología) y tanto una maestría (MA) como un doctorado (PhD)
de Michigan State University. Los intereses académicos de Bailey y sus múltiples
contribuciones técnicas están centrados en los campos de la psicología cogniti-
va, y la psicología de la motivación y la religión.
Leonard Brand es profesor de Biología y Paleontología en Loma Linda
University, donde ha enseñado desde 1969. Obtuvo una Licenciatura (BA) en
Biología de La Sierra College, una Maestría (MA) de Loma Linda University
y un Doctorado (PhD) de Cornell University. Brand es autor de varios libros
que analizan la interrelación de la ciencia y la fe cristiana, incluyendo Fe, razón y
la historia de la Tierra (Editorial Universidad Adventista del Plata y Adventus,
2011), En el principio (Asociación Casa Editora Sudamericana y Universidad
Adventista del Plata, 2007), y Choose You This Day (coautor Richard Davidson;
Pacific Press, 2013). También es autor de múltiples artículos científicos en los
campos del comportamiento animal y la paleontología.
David L. Cowles es profesor de Biología en Walla Walla University. Cowles
completó una Licenciatura (BS) y una Maestría (MS) en Biología de Walla Wa-
lla College y un Doctorado (PhD) de la University of California, Santa Bárbara.
Sus ámbitos de interés incluyen biología marina y fisiología ecológica, campos en
los que ha publicado múltiples artículos. Cowles enseñó en Loma Linda Univer-
sity (1987-2001) antes de unirse al personal docente de Walla Walla University
en 2001.
xxii | Biología. Un abordaje bíblico–cristiano para profesores y estudiantes

H. Thomas Goodwin es profesor de Paleobiología y director del Departa-


mento de Biología en Andrews University. Obtuvo una Licenciatura (BA) de
Southern Adventist University (especialidades en Biología y Teología), una
Maestría (MA) de Loma Linda University y un Doctorado (PhD) de la Univer-
sidad de Kansas. Ha publicado múltiples artículos en los campos de la masto-
zoología y la paleobiología. Goodwin enseñó en Loma Linda University (1990-
1994) antes de unirse al personal docente de Andrews University en 1994.
Floyd E. Hayes es profesor de Biología en Pacific Union College. Obtuvo
una Licenciatura (BS) de Loma Linda University, una Maestría (MS) de la Uni-
versity of Michigan y un Doctorado (PhD) de Loma Linda University. Los in-
tereses de investigación de Hayes se centran en la ecología, el comportamiento
y la biogeografía de las aves, campos en los que ha publicado numerosos artícu-
los científicos. Antes de unirse al personal docente de Pacific Union College en
2003, Hayes enseñó en Caribbean Union College (1993-1997) y en University
of the West Indies (1997-2002).
William K. Hayes es profesor de Biología y director del Centro de Estudios
sobre Biodiversidad y Conservación en Loma Linda University. Obtuvo una Li-
cenciatura (BS) y una Maestría (MS) en Biología de Walla Walla College y un
Doctorado (PhD) de la Universidad de Wyoming. Ha publicado extensamente
sobre ecología conductual y conservación de aves y reptiles, con especial interés
en los roles ecológicos de los venenos de serpientes e invertebrados. Hayes ense-
ñó en Southern Adventist University (1990-1995) antes de unirse al personal
docente de Loma Linda University en 1996.
Timothy G. Standish trabaja como científico e investigador en el Geoscien-
ce Research Institute (GRI) desde el año 2001. También enseña Genética Mo-
lecular en Loma Linda University y dicta cursos de ciencia y fe para el Adventist
International Institute of Advanced Studies y la Adventist University of Africa.
Obtuvo una Licenciatura (BS) en Zoología y una Maestría (MS) en Biología
de Andrews University y un Doctorado (PhD) de George Mason University.
Standish es autor de numerosas publicaciones sobre la relación entre ciencia y fe,
así como de una gran cantidad de artículos técnicos sobre genética molecular.
Antes de unirse al GRI, enseñó en Union College (1992-1997) y en Andrews
University (1997-2001).
1
Introducción: la ciencia y la fe como
amigas sinceras

H. Thomas Goodwin

M e enamoré de la biología durante mi tercer año de universidad cuan-


do siendo estudiante de teología, tomé dos materias de ciencia que me
cambiaron la vida. Una de ellas me mostró cómo el conocimiento científico y
las creencias adventistas pueden interactuar y a veces desafiarse mutuamente. La
otra me reveló la complejidad de los sistemas vivos, desde las células a los eco-
sistemas. Quedé enganchado y, después de veinte años de enseñanza superior e
investigación científica, ¡todavía lo estoy!
Disfruto de todas las áreas de la biología, pero mi especialidad es la paleobio-
logía, el estudio de la vida antigua preservada en el registro fósil. La paleobiolo-
gía ofrece abundantes recompensas al investigador inquisitivo y yo he disfrutado
de mi porción —por ejemplo, de la emoción de descubrir especies extintas de
animales, desconocidas para la ciencia (aunque les parezca extraño, no trabajo
con dinosaurios, sino que la mayor parte de mi trabajo se ha enfocado en ardillas
fósiles). La paleobiología también plantea preguntas intrigantes para los cientí-
ficos adventistas, que exploraremos en el capítulo 5. ¿Cómo explicamos, a la luz
del relato bíblico de la creación, la presencia de extrañas criaturas que se extin-
guieron en la antigüedad? ¿Qué nos dicen los fósiles acerca de la obra creadora
de Dios?
Preguntas como estas nos animan a explorar de qué forma las creencias ad-
ventistas y el conocimiento biológico se comunican, interactúan y a veces se de-
safían mutuamente. Esa es la misión de este libro. Como veremos, acercarse a la
biología desde una perspectiva adventista del séptimo día tiene implicaciones
que afectan a una amplia variedad de temas. Capítulos posteriores examinarán
2 | Biología. Un abordaje bíblico–cristiano para profesores y estudiantes

las interacciones entre las creencias adventistas y la genómica, la biología de la


conciencia humana, la evolución, el registro fósil, la ecología y la gestión ambien-
tal, aunque estos temas representan solo unos pocos ejemplos de posibles inte-
racciones. A lo largo del libro veremos que, aunque existen importantes desafíos,
las creencias adventistas y los descubrimientos científicos a menudo se iluminan
mutuamente de manera útil.
Sin embargo, antes de abordar temas específicos, necesitamos dar un paso
atrás para ver el panorama general en lo que se refiere a la interacción entre las
creencias adventistas y la ciencia (incluyendo la biología). Esa es la tarea de este
capítulo, a lo largo del cual espero convencerlos de tres puntos. En primer lugar
argumentaré que las creencias cristianas compartidas por los adventistas del sép-
timo día nos ayudan a juzgar de manera crítica el poder y los límites de la ciencia
como forma de conocimiento. Segundo, afirmaré el conocimiento científico que
a menudo enriquece las creencias teológicas, especialmente las que se refieren a
Dios como creador y a los humanos como criaturas formadas a imagen de Dios.
Tercero, defenderé que, aunque el conocimiento científico puede a veces cuestio-
nar las creencias adventistas, estos retos no deberían sorprendernos, sino ofrecer-
nos oportunidades para el crecimiento científico, teológico y ético. En resumen,
propondré que la ciencia y la fe adventista pueden relacionarse y funcionar como
amigas sinceras, que se apoyan mutuamente, pero a veces también se desafían.
Aunque la analogía de una amistad sincera puede resultar útil, tiene sin duda
sus limitaciones: los adventistas no abordamos el diálogo ciencia-fe de forma
neutral. Para nosotros, la Biblia es “la revelación autorizada de la doctrinas, y
un registro fidedigno de los actos de Dios realizados en el curso de la historia”
(Creencia Fundamental 1; Asociación General de los Adventistas del Séptimo
Día 2005), y este compromiso determina nuestra comprensión de la naturaleza.
También sustenta el enfoque de este libro, a través del cual exploraremos la rela-
ción dinámica que existe entre la ciencia y la fe adventista.

Definamos una perspectiva cristiana de


la naturaleza de la ciencia
Antes de analizar la relación entre las creencias bíblicas y la ciencia, debemos
aclarar qué es la ciencia y cómo funciona. A grandes rasgos, la ciencia es una
forma de adquirir conocimiento acerca de la naturaleza, que intenta describir
1 · Introducción: la ciencia y la fe como amigas sinceras | 3

y explicar los fenómenos del mundo material —el mundo de los átomos y las
moléculas, los organismos y los ecosistemas, los planetas y las estrellas— de ma-
nera que pueda ser evaluada empíricamente por otros científicos. Por ejemplo,
los ecólogos registran qué especies están presentes en un ecosistema, cuándo y
dónde se encuentran activas, cómo interactúan unas con otras y con su entor-
no físico, y entonces tratan de explicar todas estas observaciones en términos
de teorías acerca de factores limitantes, competencia, flujo de energía, etcéte-
ra. Cada una de esas descripciones y explicaciones puede ser probada por otros
científicos que deseen repetir las observaciones o los experimentos realizados, lo
que constituye un elemento de control de calidad importante en el desarrollo de
la ciencia.
Por su propia naturaleza, el conocimiento científico es dinámico y siempre
cambiante, impulsado por la interacción continua de tres elementos básicos del
pensamiento científico (ver figura 1.1).
Los datos representan las observaciones, los cálculos y las medidas que los
científicos registran e intentan explicar. Las teorías son las ideas que los cien-
tíficos desarrollan para dar sentido a los datos e interpretarlos. Los principios
modeladores corresponden a las creencias fundamentales, los compromisos y los
valores de los científicos, que inevitablemente ejercen influencia sobre su trabajo,
a menudo de forma inconsciente. Los miembros de una comunidad científica
determinada suelen compartir un conjunto de teorías básicas y principios mode-
ladores que guían firmemente su trabajo (el tipo de datos que buscan, la clase de
explicaciones que proponen, etcétera).

DATOS

PRINCIPIOS
TEORÍAS
MODELADORES

Figura 1.1. Mapa conceptual que representa la interacción entre los tres componentes del
pensamiento científico (según Ratzsch, 1996). Nótese que aquí teoría se refiere a cualquier tipo
de explicación científica, desde una hipótesis tentativa a una teoría bien establecida.
4 | Biología. Un abordaje bíblico–cristiano para profesores y estudiantes

Thomas Kuhn (1970), renombrado filósofo de la ciencia, se refirió a estos


conjuntos de teorías y principios modeladores compartidos por la mayoría en la
comunidad científica como paradigmas.
Gran parte del dinamismo que caracteriza el pensamiento científico proviene
de las interacciones entre los datos y la teoría a medida que los científicos —que
generalmente trabajan dentro de un paradigma particular—intentan encajar sus
observaciones de la naturaleza en sus teorías acerca de esta. A veces, se producen
cambios porque una teoría fructífera (a menudo en combinación con nuevos
métodos) permite la obtención de más datos. Un claro ejemplo es el aumento
exponencial de secuencias genómicas obtenidas durante la última década, im-
pulsado por las modernas teorías de la genética y los nuevos métodos de secuen-
ciación del ácido desoxirribonucleico (ADN). En otras ocasiones, los cambios
ocurren porque los nuevos datos nos obligan a revisar o incluso a reemplazar
una teoría existente. Tim Standish ofrece un ejemplo personal en el capítulo 2:
su interpretación acerca del número de genes del genoma humano cambió de
la noche a la mañana —literalmente— con la publicación de nuevos datos (el
proyecto de secuenciación del genoma humano). En ambos casos, el desarrollo
dinámico del conocimiento científico requiere un diálogo permanente entre la
teoría y los datos.
Según Thomas Kuhn, en determinadas ocasiones el conocimiento científi-
co cambia de manera más amplia y radical. Kuhn afirma que generalmente los
científicos no cuestionan sus paradigmas; asumen que son ciertos y practican la
ciencia de acuerdo con ellos. Ocasionalmente, sin embargo, se producen descu-
brimientos que no se corresponden con las expectativas del paradigma predomi-
nante. Si estos descubrimientos son suficientemente importantes o numerosos,
una disciplina científica puede llegar a experimentar una crisis mientras los cien-
tíficos luchan por encontrar sentido a los datos anómalos.
Durante una crisis, un científico brillante puede proponer una manera com-
pletamente nueva manera de ver la disciplina, un nuevo paradigma. Si ese nuevo
paradigma funciona correctamente, con el tiempo la comunidad científica aca-
bará aceptándolo y se producirá una revolución científica (Kuhn, 1970). Kuhn
sugirió que tales episodios representan eventos importantes en la historia de
la ciencia porque abren nuevos panoramas a la investigación, generan teorías
nuevas más completas y animan a los científicos a estudiar una nueva gama de
1 · Introducción: la ciencia y la fe como amigas sinceras | 5

fenómenos. Las ideas de Kuhn pueden llegar a simplificarse demasiado—espe-


cialmente cuando nos referimos a disciplinas de ritmo acelerado caracterizadas
por “crisis” perpetuas y múltiples hipótesis en conflicto—, pero ofrecen una
perspectiva útil acerca de cómo el pensamiento científico ha progresado a través
del tiempo.
Todas las disciplinas científicas comparten un compromiso con la verificabi-
lidad empírica, pero varían en el modo de recolectar los datos y comprobar las
teorías. A riesgo de simplificar excesivamente, en las ciencias experimentales (por
ejemplo, física, química y muchas áreas de la biología) las hipótesis normalmente
se verifican por medio de experimentos controlados repetidos en diferentes con-
diciones. Sin embargo, en las ciencias históricas (por ejemplo, paleontología y
arqueología) no suele ser posible comprobar las hipótesis causales por medio de
experimentos, por lo que se intentan descifrar las causas del pasado (por ejemplo,
causas de la extinción de los mamuts al final de la era de hielo; ver capítulo 5)
proponiendo múltiples hipótesis y buscando evidencias físicas que discriminen
entre ellas (Cleland, 2001), lo que constituye un método alternativo de verifi-
cación de hipótesis. Esta diferencia metodológica puede tener implicaciones
importantes, como veremos más adelante en este capítulo (ver capítulo 8, por
Earl Aagaard, para un tratamiento ampliado de la distinción entre las ciencias
históricas y las ciencias experimentales).
Recapitulando, a mi entender la ciencia es una forma de adquirir conocimien-
to verificable acerca de la naturaleza, un método que impulsa tanto la acumula-
ción continua de conocimiento dentro de los paradigmas como las revoluciones
científicas ocasionales en la cuales un paradigma reemplaza a otro. ¿Cómo nos
ayudan las creencias cristianas a entender este tipo de conocimiento? A conti-
nuación, analizaremos lo que las creencias cristianas pueden decirnos acerca del
poder y los límites de la ciencia.

El poder de la ciencia
La ciencia es un poderoso método de adquirir conocimiento acerca de la
naturaleza, cuyo poder queda demostrado por dos factores. Primero, las teorías
científicas a menudo unifican observaciones diversas de forma simple y elegante,
y hacen predicciones sorprendentes acerca de la naturaleza, que resultan ser váli-
das, especialmente en las ciencias experimentales. Por ejemplo, la teoría general
6 | Biología. Un abordaje bíblico–cristiano para profesores y estudiantes

de la relatividad, de Einstein, unificó amplias áreas de la física con elegancia ma-


temática (o eso me han dicho, ya que no soy ni matemático ni físico). También
hizo sorprendentes y arriesgadas predicciones —por ejemplo, que la luz debería
curvarse cuando pasa cerca de objeto grande con mucha fuerza gravitacional—,
predicciones que posteriormente fueron verificadas de forma experimental.
Cuando las teorías científicas unifican y predicen de forma precisa lo que vemos
(y deberíamos ver), eso nos da cierta confianza en que la ciencia nos enseña algo
real acerca del mundo.
Segundo, el poder de la ciencia queda patente en la utilidad práctica de las
teorías científicas. La ciencia generó el conocimiento teórico que hizo posible
que los humanos fuéramos a la luna (y regresáramos sanos y salvos), desarrollá-
ramos tratamientos para la malaria, erradicáramos la viruela, aumentásemos de
forma exponencial la producción de cosechas por hectárea, y creásemos iPhones
y computadoras personales. De nuevo, cuando vemos que nuestras teorías han
resultado tan útiles, adquirimos cierta confianza (aunque nunca certeza) en que
la ciencia nos dice algo real acerca de la naturaleza.
Este poder manifiesto de la ciencia —de unificar y predecir mucho de lo que
vemos en la naturaleza a través de teorías que a menudo tienen una gran utilidad
práctica— plantea una pregunta intrigante: ¿por qué funciona tan bien la cien-
cia? Eugene Wigner, físico teórico, abordó esta cuestión al quedarse maravillado
ante la “irracional eficacia de las matemáticas” como método para unificar lo que
sabemos acerca de la física. A continuación, pasó a describir esa capacidad como
“un don maravilloso que no comprendemos ni merecemos” (Wigner, 1960:14).
Albert Einstein expresó sentimientos similares: “Lo más incomprensible acerca
del mundo es que es comprensible” (citado en McGovern, 2005:301).
La teología cristiana proporciona una respuesta simple pero elegante a esta
pregunta. La ciencia funciona bien porque sus premisas fundamentales, enrai-
zadas en la doctrina bíblica de la creación, son verdaderas. Consideremos dos
de estas premisas. Primero, los científicos dan por supuesto que el universo fue
formado y continúa comportándose de manera ordenada. Suponemos que los
átomos de carbono tienen las mismas propiedades en la Tierra que en las estrellas
y que la gravedad funciona del mismo modo hoy y en el pasado. Esta presuposi-
ción, que nos permite obtener conocimientos útiles acerca de la naturaleza aun
cuando solo investiguemos una minúscula fracción de la misma, no puede ser
1 · Introducción: la ciencia y la fe como amigas sinceras | 7

demostrada directamente desde el ámbito de la ciencia. Sin embargo, surge na-


turalmente de la enseñanza bíblica de que un Dios racional y omnisapiente creó
los cielos y la Tierra (Pearcey y Thaxton, 1994:24-27).
Una segunda e igualmente fundamental premisa necesaria para la ciencia es
que los humanos tienen la capacidad mental para reconocer y entender el orden
en la naturaleza. Llegamos a la conclusión de que ese orden existe, aun cuando a
veces no sea evidente a primera vista. De nuevo, la doctrina bíblica de la creación
nos da razones para creer que esta premisa es verdadera porque Dios formó al ser
humano a su imagen (Génesis 1,27). La Biblia no define exactamente qué parte
del ser humano representa la imagen de Dios, pero una opinión común es que
Dios se refleja, por lo menos parcialmente, en la capacidad humana de pensar y
elegir libremente (Erickson, 1985:513), capacidad que depende del pensamien-
to racional, creativo y complejo, que precisamente son elementos clave para el
desarrollo de la ciencia.
Esta idea de que las creencias bíblicas apoyan las premisas esenciales de la
ciencia puede haber sido importante en el desarrollo histórico de la misma.
Melvin Calvin, quien recibió el Premio Nobel de Química por descifrar las ela-
boradas vías metabólicas de la fotosíntesis, creía que la premisa del orden en la
naturaleza podía rastrearse históricamente hasta la antigua visión hebrea de “que
el universo está gobernado por un solo Dios, y no es el producto de los caprichos
de muchos dioses, cada uno gobernando su propia provincia de acuerdo a sus
propias leyes” (1969:258). Esta interpretación sugiere que la fe bíblica jugó un
papel crucial en el surgimiento de la ciencia moderna, aunque otras fuentes inte-
lectuales (en especial la filosofía griega) también fueron importantes.

Las limitaciones de la ciencia


Aunque la ciencia ha demostrado tener mucho poder, tiene también sus limi-
taciones. Varios eruditos adventistas han abordado estas limitaciones de forma
amplia y útil, por lo que invito al lector a consultar sus obras para un análisis más
detallado (p. ej., Roth, 1998:285-295; Brand, 2009:16-39). Aquí, voy a conden-
sar las limitaciones de la ciencia en dos categorías: límites relativos al método,
que surgen porque a la ciencia la llevan a cabo seres humanos falibles, y límites
relativos al ámbito de actuación, debidos a que la realidad se extiende más allá
del objeto de estudio de la ciencia. Mi propuesta es que las creencias cristianas
8 | Biología. Un abordaje bíblico–cristiano para profesores y estudiantes

acerca de la creación y la humanidad nos ayudan a dar sentido a ambos tipos de


limitaciones.
La ciencia es una iniciativa humana, y todos los aspectos de la ciencia se ven
afectados por esta verdad. Este hecho no sorprende a los biólogos adventistas.
Los seres humanos somos criaturas finitas por creación (formados a imagen de
Dios, pero sin ser dioses), caídos y egoístas debido a la rebelión contra Dios (Gé-
nesis 3,1-12), y por lo tanto absolutamente falibles en todo lo que pensamos y
hacemos, incluyendo nuestra ciencia. De vez en cuando, los científicos manifies-
tan esa falibilidad humana en una búsqueda censurable de gratificación propia.
Casos famosos de científicos que usaron datos fraudulentos para promocionar
sus carreras de investigación en biomedicina (Couzin, 2006) nos recuerdan
claramente la pecaminosidad humana. Por fortuna, este tipo de violaciones fla-
grantes de la ética profesional no son habituales. Con más frecuencia, nuestra
naturaleza humana falible se manifiesta de formas más sutiles.
Comencemos con la recolección de datos. Los buenos científicos tratan de
recopilar datos cuidadosamente, registrando las observaciones y los resultados
de sus experimentos de forma objetiva y precisa. Sin embargo, los científicos
casi siempre reúnen datos con un propósito —tienen una teoría o una hipótesis
que quieren probar o una pregunta que quieren responder— y a menudo tie-
nen ideas previas acerca de dónde buscar datos relevantes y de cómo deberían
ser esos datos. Tales motivaciones y expectativas son esenciales para el avance
de la ciencia porque estimulan la persistencia y la atención necesarias para una
investigación científica eficaz. Sin embargo, a veces nos ciegan —por lo menos
temporalmente— a observaciones relevantes.
Aquí les dejo un ejemplo personal. Durante muchos años quise saber si la
disminución en el ritmo metabólico que ocurre durante la hibernación de las
ardillas de tierra modernas deja una marca reconocible en sus dientes, que pu-
diera detectarse en los dientes de un ejemplar fosilizado. Basándome en datos
preliminares, desarrollé expectativas respecto a qué buscar e invertí seis meses de
intensa investigación en esta cuestión. El proyecto fracasó; los datos que reuní
no respondieron la pregunta, y me dediqué a otros temas. Cinco años más tarde,
encontré un artículo que me dio una nueva idea acerca de qué buscar. Por curio-
sidad, pasé unos treinta minutos probando esta idea en algunos fósiles que tenía
a mano. Y allí estaba, ¡una clara anomalía en la estructura dental, detectable en
1 · Introducción: la ciencia y la fe como amigas sinceras | 9

los fósiles, que podría reflejar hibernación! Este descubrimiento, que llevó solo
treinta minutos, fue el origen de un nuevo proyecto de investigación, en el que
demostramos de forma convincente que la hibernación se refleja en la estruc-
tura dental de las ardillas de tierra (Goodwin et al., 2005). La evidencia había
estado allí todo el tiempo, pero yo no supe qué buscar hasta que mis expectati-
vas cambiaron.
Si el elemento humano se revela en la recolección de datos, lo hace aún más
en la elaboración de teorías científicas y en la aplicación de los principios mode-
ladores. Los filósofos de la ciencia nos recuerdan que las teorías no surgen simple
o automáticamente de los datos. Más bien, las teorías representan ideas formu-
ladas creativamente por la mente humana, y nuestras creencias fundamentales y
compromisos —nuestros principios modeladores— determinan inevitablemen-
te su elaboración y verificación (Ratzsch, 2000:18-20).
Consideremos la teoría de la evolución por selección natural. Darwin de-
sarrolló esta teoría para darle sentido a una gran cantidad de datos que había
recogido, así que podemos afirmar que los datos jugaron un papel importante.
Sin embargo, sus hipótesis fueron igualmente modeladas por las ideas econó-
micas y filosóficas de su tiempo. La perspectiva de Darwin sobre la lucha por la
existencia como resultado de la superpoblación y la limitación de los recursos
en la naturaleza se atribuye al economista Thomas Malthus, quien escribió un
ensayo abordando cuestiones pertenecientes al ámbito de la economía humana.
Igualmente, el empeño tenaz de Darwin de ofrecer explicaciones exclusivamente
mecanicistas al origen de las especies, sin posibilidad de intervención divina, re-
fleja la tendencia del pensamiento filosófico de su época (Gillespie, 1979). Así, la
teoría de Darwin representa una obra humana cuyo origen fue modelado no solo
por los datos, sino también por ideas preconcebidas y compromisos metafísicos.
El compromiso de la ciencia con las explicaciones naturales, mecanicistas,
merece un comentario adicional. En cierto sentido, ese tipo de compromiso es
esencial para la iniciativa científica porque motiva a los científicos a seguir in-
vestigando los fenómenos naturales hasta llegar a explicaciones satisfactorias;
¡no queremos que los científicos invoquen un milagro divino cada vez que un
fenómeno parece inexplicable! Sin embargo, si se convierte en un imperativo
filosófico, la exigencia de considerar exclusivamente explicaciones naturales pue-
de restringir el abanico de hipótesis plausibles consideradas para su verificación,
10 | Biología. Un abordaje bíblico–cristiano para profesores y estudiantes

especialmente en las ciencias históricas (recordemos el papel que juega en es-


tas disciplinas la presencia de múltiples hipótesis alternativas) (Cleland, 2001).
Como ejemplo, un compromiso filosófico con el naturalismo excluye automáti-
camente la creación especial como hipótesis para el origen de la vida y el diseño
biológico, sin tener en cuenta si la evidencia científica favorece o no dicha hipó-
tesis (Earl Aagaard explora este tema detenidamente en el capítulo 8).
¿Qué significa todo esto, en la práctica, para el biólogo adventista que se en-
cuentra con teorías científicas aparentemente bien fundamentadas que entran
en conflicto con nuestra comprensión de la Biblia? Las opiniones varían. David
Read, un abogado adventista que ha publicado un libro sobre los dinosaurios y
el registro fósil, sostiene que muchas teorías sobre la historia de la vida están tan
intrínsecamente moldeadas por principios ateos que deben ser rechazadas por
ser falsas (2009). Según su punto de vista, los principios modeladores erróneos
impulsan la formación de estas teorías; los datos juegan un papel secundario.
Shandelle Henson, una ecóloga matemática adventista, ofrece una perspectiva
diferente. Henson sostiene que los métodos de la ciencia, aunque inevitablemen-
te humanos y por consiguiente falibles, representan una poderosa herramienta
para mantener bajo control los prejuicios subjetivos, por medio de la continua
interacción entre los datos y el razonamiento científico, más el cuidadoso escru-
tinio realizado por la revisión de expertos antes de que una investigación pueda
ser publicada (Henson, 2009). Según su punto de vista, los datos juegan un papel
primordial a la hora de mantener las ideas científicas bien encaminadas.
Mi propia opinión es que deberíamos ser muy conscientes de la falibilidad
humana cuando evaluamos las teorías científicas, especialmente aquellas relacio-
nadas con la historia de la vida, que pueden ser difíciles de verificar de forma
rigurosa. Algunas veces los principios modeladores dominantes pueden ejercer
un rol desmesurado en la elaboración y la verificación de las teorías. Un ejemplo
clásico es cómo el empeño de Charles Lyell de interpretar la geología exclusi-
vamente en términos de procesos lentos y graduales entorpeció los avances en
esa disciplina durante décadas (Gould, 1984). Tales compromisos metafísicos,
cuando son ampliamente compartidos por la comunidad científica, dificultan
la eficacia del sistema de revisión por expertos porque llevan a los científicos a
excluir de antemano ideas comprobables científicamente, sin considerar siquie-
ra su mérito empírico. Sin embargo, con el tiempo, la naturaleza revela sus se-
1 · Introducción: la ciencia y la fe como amigas sinceras | 11

cretos a quien la estudia con paciencia. Incluso antiguos prejuicios, largamente


mantenidos, se pueden superar, especialmente cuando científicos procedentes
de distintos ámbitos y con diferentes expectativas abordan juntos los problemas,
ayudándose mutuamente a contrarrestar el efecto cegador de los prejuicios in-
dividuales. Para mí, la ciencia, siempre que se practique cuidadosamente, es un
medio excelente para aprender acerca de la creación de Dios, un medio que a pe-
sar de ser plenamente humano (y por consiguiente falible) nos acerca a la verdad.
Consideremos ahora la segunda limitación de la ciencia: el alcance de su
objeto de estudio. La ciencia posee herramientas poderosas que nos ayudan a
describir y explicar los fenómenos del universo. Sin embargo, para el cristiano, la
realidad es infinitamente más amplia y mucho más rica que el universo material,
y la ciencia nos dice poco acerca de esas otras dimensiones de la realidad. Para
empezar, Dios —no el universo material— es la realidad última en la cosmovi-
sión bíblica. La ciencia nos ofrece unos pocos indicios acerca de su carácter y su
obra en la medida que estos se reflejan en el mundo natural (Romanos 1,20),
pero nunca podrá revelar las profundidades de su carácter o los planes que tiene
para el mundo tal como se revelan a través de Jesucristo. Solo la revelación que
Dios hace de sí mismo nos da ese tipo de entendimiento.
Por otro lado, la experiencia humana exhibe dimensiones tan ricas que no
se pueden reducir a un mero nivel material. Poseemos profundas convicciones
acerca del bien y el mal, con frecuencia sentimos que nuestras vidas tienen signi-
ficado y propósito, y somos capaces de experimentar trascendencia y belleza en la
naturaleza, en nuestras relaciones y en el arte. Para el creyente, estas experiencias
reflejan dimensiones derivadas de la creación. Dios ideó la ley moral para go-
bernar la conducta humana (Salmo 19,7-11) y creó a los seres humanos con un
sentido moral básico. Desde el principio, los invistió con propósito y significa-
do (Génesis 1:26-27) y continúa haciéndolo a través de las generaciones (Salmo
139:14-17). De nuevo, la ciencia nos dice muy poco acerca de estas dimensiones
de la realidad.
Algunos científicos discrepan firmemente de esta interpretación. Afirman
que la ciencia sí explica nuestro sentido de la moral, el propósito, etcétera, como
adaptaciones evolutivas para mejorar la aptitud humana. Yo, sin embargo, es-
toy de acuerdo con Del Ratzsch (1996:96-99), quien argumenta que ese tipo
de explicaciones solo funciona cuando lo que se pretende explicar se simplifica
12 | Biología. Un abordaje bíblico–cristiano para profesores y estudiantes

en exceso, reduciéndose a algo que no representa correctamente la realidad. Por


ejemplo, la ciencia podría “explicar” nuestras convicciones morales como he-
rramientas adaptativas útiles que favorecen comportamientos que maximizan
nuestro éxito reproductivo. (Por ejemplo, si mis acciones fomentan la vincula-
ción afectiva entre los miembros de mi grupo, es más probable que otros me
ayuden cuando lo necesite y que se incrementen mis probabilidades de éxito de
criar hijos que transmitirán mis genes.) Sin embargo, esto no explica el sentido
de la moral en sí mismo. Podría explicar por qué ciertos comportamientos socia-
les resultan útiles, pero no nos ayuda a entender por qué sentimos que debemos
actuar de forma correcta, el verdadero significado de la moral.
Finalmente, la ciencia enfrenta limitaciones de alcance aun en el estudio de
su propio ámbito: el universo material. La ciencia suele funcionar bien cuando
nos preguntamos de qué están hechas las cosas, cuáles son sus partes y cómo se
integran, cómo funcionan los fenómenos naturales, cuándo y dónde tienen lugar
dichos fenómenos, y cuestiones similares. Estas preguntas a menudo comienzan
con qué, cuándo, dónde y cómo. Sin embargo, cuando hacemos preguntas fun-
damentales acerca de la naturaleza —preguntas que comienzan con un filosófico
por qué— a menudo la ciencia guarda silencio. ¿Por qué el universo está creado
de forma precisa para sostener vida inteligente? La ciencia no nos lo dice. Y, ¿por
qué existe el universo? De nuevo, la ciencia no nos dice nada. Como creyentes, la
respuesta a estas preguntas la encontramos en la Palabra de Dios.
Resumiendo, las enseñanzas bíblicas acerca de Dios y la humanidad ponen
en perspectiva la capacidad de la ciencia como fuente de conocimiento. Exis-
ten razones teológicas para confiar en la ciencia como una herramienta útil para
comprender el universo material creado por Dios, al igual que existen buenas
razones para creer que la ciencia tiene limitaciones —un doble reconocimiento
con importantes implicaciones filosóficas y prácticas para los biólogos adventis-
tas—. Desde el punto de vista filosófico, deberíamos considerar las ideas cientí-
ficas convencionales seria, pero críticamente, a la vez que desarrollamos nuestras
propias ideas acerca de Dios y su creación. Aplicando un pasaje de la Biblia a
este dilema moderno, “Examínenlo todo cuidadosamente; retengan lo bueno”1
(1 Tesalonicenses 5,21). En la práctica, hacemos bien en aplicar el poder demos-
trado por la ciencia para aliviar el sufrimiento, mejorar la calidad de vida y cum-

1
La Nueva Biblia de los Hispanos (2005).
1 · Introducción: la ciencia y la fe como amigas sinceras | 13

plir con nuestro rol como administradores de la creación, recordando siempre


que, en nuestra falibilidad, estas aplicaciones pueden acarrear consecuencias
no deseadas. El descubrimiento y el uso generalizado de antibióticos ha salvado
millones de vidas y generado superbacterias cada vez más difíciles de combatir.
La utilización extendida de fertilizantes artificiales ha aumentado considerable-
mente las cosechas y producido a la vez un grave aumento en la degradación del
suelo y la contaminación del agua. La ciencia, aplicada sabiamente, tiene un gran
poder para el bien, pero nunca será nuestro salvador.

Consideremos la ciencia como un medio para enriquecer las


creencias y la práctica cristianas
En la sección anterior sostuve que las creencias cristianas compartidas por
los adventistas del séptimo día (particularmente las doctrinas de la creación y la
caída) proporcionan un marco sólido para comprender el poder y los límites de
la ciencia como iniciativa humana para entender el mundo natural. Centrare-
mos ahora nuestra atención en la segunda premisa de este capítulo: los descubri-
mientos de la ciencia a menudo enriquecen nuestras creencias y nuestra práctica
como adventistas.

Dios como creador y sustentador del cielo


y de la Tierra
La creencia fundamental número 3 de los adventistas del séptimo día declara
que “Dios, el Padre Eterno, es el Creador, Originador, Sustentador y Soberano
de toda la creación” (Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día,
2005). Muchos descubrimientos científicos, cuando se observan a través del pris-
ma de la fe, apoyan esta creencia al sugerir que numerosos aspectos del universo
y de la vida en la Tierra reflejan intencionalidad y planificación por parte de un
Creador sabio. Los biólogos que defienden la existencia de diseño en la naturale-
za se sienten especialmente impactados por los complejos sistemas bioquímicos,
altamente integrados y exquisitamente regulados, que se encuentran en todas las
células vivas. Estos biólogos afirman que no existe ninguna explicación plausible
de cómo estos sistemas pudieron evolucionar por medio de procesos naturales
no guiados, y ven en ellos evidencias del diseño divino (p. ej., Behe, 1996; Brand,
2009; capítulos 2, 4 y 6 de este libro).
14 | Biología. Un abordaje bíblico–cristiano para profesores y estudiantes

Tal como señala el físico adventista Gary Burdick, la historia de la ciencia


ha revelado un diseño concienzudo en muchos otros descubrimientos (2008).
Burdick relata la historia de cómo los físicos llegaron a entender el proceso de
formación de los elementos carbono y oxígeno en los hornos nucleares de las
estrellas. Se calculó que estos elementos solo podían formarse en las proporcio-
nes correctas para sustentar la vida si cada uno de ellos exhibía un estado de ex-
citación energética muy preciso. Descubrimientos posteriores demostraron que
el carbono y el oxígeno exhiben exactamente esos estados de excitación, lo cual
dejó a los científicos preguntándose:¿por qué?, ¿por qué el universo está forma-
do de tal modo que este proceso, esencial para la vida tal como la conocemos,
funciona de manera óptima? El creyente no puede evitar ver esto como una clara
evidencia de diseño divino.
Algunos cristianos llegan a la conclusión de que la evidencia científica esen-
cialmente obliga a creer en un Dios-creador. Ariel Roth, quien desde hace mu-
cho tiempo contribuye al pensamiento adventista sobre fe y ciencia, ofrece esta
perspectiva en su esclarecedor libro La ciencia descubre a Dios, el cual analiza las
evidencias de diseño procedentes de la cosmología, la química y la biología. “Los
propios datos científicos nos obligan en esencia a concluir que algo inusual ha
sucedido —sostiene Roth— dando la impresión de que un Dios sabio y trascen-
dente estuvo implicado en la creación de los intrincados sistemas revelados por
la ciencia, cuya complejidad aumenta a medida que avanzan los descubrimien-
tos” (2009:10). Para otros creyentes la evidencia es sugerente, pero no coercitiva.
John Polkinghorne, un físico que se convirtió en sacerdote anglicano, después
de examinar la asombrosa belleza racional de la naturaleza y la exquisita exac-
titud de las características del universo que permiten sostener la vida inteligen-
te, afirma que una interpretación teísta del universo, aunque no “lógicamente
coercitiva”, ofrece una “comprensión intelectualmente satisfactoria de lo que de
otro modo sería en gran parte ininteligible” (1998:10). En cualquier caso, am-
bas posiciones entienden que el conocimiento obtenido por medio de la ciencia
suele ser congruente con la convicción cristiana de que el universo fue creado
por Dios.
La ciencia también puede iluminar nuestra percepción del papel de Dios a
través de Cristo, como sustentador de toda la creación. Los escritores bíblicos
atribuyen a la acción divina muchos de los procesos del mundo natural: el cre-
cimiento de las plantas y el sustento de la vida animal (Salmos 147,8,9); las in-
1 · Introducción: la ciencia y la fe como amigas sinceras | 15

clemencias del tiempo y el viento (Salmos 147,16-18); y el desarrollo humano


(Salmos 139,13), por nombrar algunos. Sin embargo, como Frank Marsh co-
rrectamente señala, la Biblia no dice “nada acerca de cómo Dios realiza” la obra
de mantener la creación, y por lo tanto “se permite al hombre que descubra [su]
método de operar” (1947:65). Desde este punto de vista, los hallazgos de la cien-
cia sugieren que Dios cuida de su creación sosteniendo las leyes naturales que él
mismo estableció (un tema que David Cowles analiza en el capítulo 6).
Tal vez la contribución más importante del estudio científico a nuestra creen-
cia en Dios es que nos da la oportunidad de vivir esa creencia de forma práctica:
“Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”1
(Apocalipsis 14,7). Muchos científicos —incluso no creyentes— expresan asom-
bro y sobrecogimiento ante la grandeza y la complejidad de sus objetos de estu-
dio, y es común que describan esta experiencia en términos trascendentes, casi
religiosos (p. ej., Wilson, 2006:55-61). Los biólogos cristianos pueden llevar esta
experiencia un paso más adelante. Cuando junto al patriarca Job somos testigos
del poder de Dios manifestado en la naturaleza indómita ( Job 39-41), se nos
recuerda nuestra pequeñez, nos arrepentimos de nuestros orgullosos caminos y
adoramos a nuestro Creador ( Job 42:1-6).
Aunque el estudio de la naturaleza puede iluminar las creencias cristianas,
debemos reconocer que lo hace de forma compleja y ambigua. Recuerdo una
mágica tarde de viernes en el sur de Florida, cuando un grupo de estudiantes se
maravillaba junto con sus profesores ante el comportamiento exquisito de una
araña que construía su telaraña. Más tarde esa noche algunos mencionaron esa
maravilla del diseño en las reflexiones del culto. Sin embargo, el sábado por la
mañana, un estudiante atento señaló que la hermosa telaraña era en realidad una
trampa mortal y reflexionó acerca de su significado. La naturaleza está llena de
ese tipo de paradojas, que complican los argumentos simples a favor de la exis-
tencia de Dios a través del diseño en la naturaleza. En un mundo caído vemos a
través de un espejo, oscuramente.


1
Las citas bíblicas (a menos que se indique de otra manera) pertenecen a la versión Reina-Valera 1995,
Sociedades Bíblicas Unidas.
16 | Biología. Un abordaje bíblico–cristiano para profesores y estudiantes

El concepto adventista de la humanidad


El relato del Génesis nos dice: “Jehová Dios formó al hombre del polvo de
la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente” (2,7).
Esta narración enseña dos importantes verdades acerca de la naturaleza humana.
Primera, compartimos mucho con el resto de la creación porque fuimos hechos
del mismo material (las aves y las bestias también fueron formadas “de la tierra”,
Génesis 2,19). Segunda, nuestra condición de “seres vivientes” refleja una unidad
indivisible entre el cuerpo y el espíritu. Los adventistas del séptimo día hemos
formalizado esta idea en la creencia fundamental número 7 que declara: “[Cada
persona] es una unidad indivisible de cuerpo, mente y espíritu, que depende de
Dios para la vida, el aliento y todo lo demás” (Asociación General de los Adven-
tistas del Séptimo Día, 2005). El compromiso adventista con un estilo de vida
saludable e integral parte de estas convicciones: para cuidar de mi alma, debo
cuidar mi ser entero —cuerpo, mente y espíritu—.
Los descubrimientos científicos continúan iluminando estas creencias y
compromisos. La bioquímica nos muestra que compartimos mucha de la ma-
quinaria molecular fundamental para la vida con otras criaturas, y la ecología
revela que los seres humanos están integrados de manera crítica en los ecosiste-
mas naturales. A nivel práctico, conocimientos recientes en nutrición y bienestar
han confirmado el compromiso adventista con un estilo de vida saludable (p.
ej., Fraser 1999). En un ámbito más teórico, los descubrimientos científicos nos
están ayudando a comprender la naturaleza holística del ser humano, pero toda-
vía tenemos mucho que aprender en esta área. (Ver el capítulo 3, en el que Karl
Bailey explora cómo el conocimiento científico arroja luz sobre nuestra creencia
de que la conciencia humana representa una unidad entre el cuerpo y la mente).

Aceptemos que las creencias adventistas


y los descubrimientos científicos pueden
en ocasiones desafiarse mutuamente
Hasta aquí, he puesto énfasis en las interacciones positivas entre la ciencia
y las creencias adventistas. Sin embargo, debemos reconocer que a veces los ad-
ventistas del séptimo día se encuentran con desafíos cuando intentan compa-
ginar las creencias bíblicas y el conocimiento científico. El conflicto se centra
especialmente en el estudio de la historia de la vida. Los adventistas aceptamos
1 · Introducción: la ciencia y la fe como amigas sinceras | 17

como históricos los relatos del Génesis (p. ej., Davidson 2003) que describen
la obra creadora de Dios en seis días literales seguidos por el sábado (creencia
fundamental número 6; Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día,
2005), pero la interpretación moderna de los descubrimientos científicos nos
habla de un proceso de formación gradual de la vida a lo largo de un extenso
período de tiempo. ¿Cómo podemos unificar la evidencia de la Biblia y de la
naturaleza en un cuadro coherente de la creación?
Capítulos posteriores explorarán las respuestas adventistas a desafíos especí-
ficos que presentan la teoría de la evolución (capítulo 4) y el estudio de los fósiles
(capítulo 5). De momento, aquí consideraremos cuatro principios generales para
un diálogo constructivo que afirme la autoridad de la Biblia, estimule el creci-
miento de nuestra comprensión tanto de la Biblia como de la naturaleza y facilite
conversaciones respetuosas entre los participantes.1
Primero, debemos afirmar la autoridad de las Escrituras y no forzar inter-
pretaciones de la Biblia que se acomoden a la ciencia. Por ejemplo, algunos cre-
yentes han interpretado los días de Génesis 1 de forma no literal, representando
períodos indefinidos de tiempo (p. ej., Ross, 2004). Esta interpretación ayuda a
resolver la discrepancia temporal entre la geología y el Génesis, pero los eruditos
adventistas la han rechazado porque es inconsistente con la evidencia del propio
texto bíblico (Hasel, 1994; Davidson, 2003).
Segundo, debemos ser honestos con la evidencia empírica de la ciencia y no
forzar interpretaciones de esta evidencia para resolver tensiones. Como creyen-
tes es natural que deseemos armonizar lo que aprendemos de la naturaleza y de
la Biblia, los dos libros de Dios. No obstante, debemos ser cuidadosos en nuestra
práctica científica y no extender nuestras conclusiones más allá de lo que la evi-
dencia indica, publicando honestamente nuestros hallazgos, incluso cuando lo
que descubrimos no se corresponde con nuestras expectativas. Los arqueólogos
adventistas son conocidos y respetados por seguir este enfoque en su disciplina
(Younker, 2004).
Tercero, debemos buscar la integración. Aunque los estudios bíblicos y cien-
tíficos tienen sus propios métodos de investigación y verificación, existe una


1
Estoy muy agradecido a Ben Clausen por las ideas básicas que se describen en esta sección, y uso estas ideas
con su permiso. Clausen, geofísico del Geoscience Research Institute, ha contribuido durante mucho
tiempo al diálogo fe-ciencia.
18 | Biología. Un abordaje bíblico–cristiano para profesores y estudiantes

manera apropiada para promover el diálogo en los puntos de desacuerdo: cada


parte debe animar a la otra a reexaminar interpretaciones sostenidas durante
mucho tiempo y a considerar alternativas. En el pasado las ideas científicas han
ayudado a los creyentes a identificar interpretaciones bíblicas incorrectas (por
ejemplo, la afirmación de que la Biblia defiende un universo geocéntrico). Tam-
bién se ha dado el caso de conceptos bíblicos que han sugerido nuevas líneas
de investigación científica, llevando a descubrimientos que han contribuido a
reducir la tensión entre las teorías científicas y nuestra comprensión de la Biblia
(ver ejemplos en el capítulo 5).
De manera ideal, la integración debería eliminar el conflicto entre nuestra
comprensión de la ciencia y la Biblia, pero en la práctica persisten algunos con-
flictos. Dichos conflictos pueden ser profundamente frustrantes, pero no debe-
rían sorprendernos: ¡todo nuestro conocimiento es parcial y sujeto a la fragilidad
humana! Es más, son justamente estos puntos de conflicto los que pueden suge-
rir nuevas líneas de investigación y producir nuevos descubrimientos. Por otro
lado, ser conscientes de que no podemos saberlo todo modera nuestro ego, esti-
mula la humildad y fomenta la honestidad intelectual. Así pues, la presencia de
tensión no resuelta puede llegar a ser, en lugar de un enemigo, un siervo útil de la
fe cristiana, que anime a los creyentes a crecer tanto en conocimiento como en
carácter, mientras permanecen fieles a la Palabra de Dios (Goodwin, 2008).
Finalmente, debemos ser respetuosos en nuestro diálogo unos con otros. Las
conversaciones acerca de la ciencia y la Biblia son a menudo acaloradas y airadas,
incluso entre cristianos. Tal vez seríamos más respetuosos, amables y generosos si
recordáramos nuestra propia fragilidad, y la orden de Cristo de amarnos unos a
otros —que se aplica incluso cuando debatimos vigorosamente en un intento de
armonizar la Palabra de Dios y el estudio del mundo que él creó—.

Esbozando el plan de este libro


Hemos visto hasta aquí cómo la ciencia y la fe cristiana pueden funcionar
como amigas sinceras. Las creencias cristianas proporcionan el marco apropia-
do para entender la ciencia como forma de conocimiento. Los descubrimientos
científicos arrojan luz sobre las creencias bíblicas acerca de Dios y la humanidad,
y aunque en ocasiones se desafían mutuamente, el conflicto entre ellas puede ser
fuente de nuevas y mejores explicaciones.
1 · Introducción: la ciencia y la fe como amigas sinceras | 19

El resto del libro va a explorar esta amistad sincera a través de un amplio ran-
go de temas biológicos. Los capítulos 2 y 3 abordan la pregunta general: “¿quié-
nes somos?”, y analizan cómo se relacionan los descubrimientos científicos de
los campos de la genómica y la cognición humana con las creencias adventistas.
Los capítulos 4 y 5 se refieren a la cuestión de los orígenes: “¿de dónde vini-
mos?”. El primero explora el alcance y los límites de la evolución, y el segundo
reflexiona sobre la comprensión adventista del registro fósil. En los capítulos 6 y
7 se responde a la pregunta: “¿cuál es nuestro lugar en el mundo?” y se aborda la
ecología primero desde una perspectiva filosófica y más tarde de forma práctica,
instándonos a asumir la primera vocación dada por Dios a la humanidad: una
mayordomía responsable de la creación. A partir de los temas desarrollados en el
libro, el capítulo 8 ofrece perspectivas sobre los roles de las definiciones, los pre-
juicios (especialmente los derivados de las distintas cosmovisiones), y el diseño
inteligente en la discusión fe-ciencia. Finalmente, el epílogo te invita, como lec-
tor, a reflexionar sobre cómo el diálogo entre la biología y la fe adventista puede
modelar y dar sentido a tu vida, no importa el camino profesional que puedas
elegir o en el que estés comprometido en este momento.
Los autores de este libro proceden de cinco universidades adventistas del
séptimo día y un instituto de investigación, y representan varias especialidades
dentro de la biología. A pesar de nuestra formación y perspectivas diversas (¡no
estaremos de acuerdo en algunas cosas!), compartimos algunos compromisos
profundos: el amor por la biología, la pasión por nuestra fe y el deseo de integrar
ambas en una vida con sentido pleno. Nuestro objetivo para este libro es desa-
rrollar esos compromisos y animarte, lector, a unirte a nosotros en la aventura de
pensar —y vivir— como estudiantes adventistas de la creación de Dios.
¡Disfruta del viaje!

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