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Cuando llega al altar, el sacerdote con los ministros hace la debida reverencia (venia),
besa el altar y, si se juzga oportuno lo inciensa. Después se dirige con los ministro a la
sede.
‒ AL PROCLAMAR EL EVANGELIO (inclinado ante el altar)
Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que anuncie
dignamente tu Evangelio.
Al bendecir al diácono antes del Evangelio:
El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su
Evangelio en el nombre + del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Al terminar, besa el evangelio y dice:
Que las palabras del evangelio borren nuestros pecados.