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SERMONES
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SERMONES
DOCTRINALES, MORALES, DOGMÁTICOS, PANEGÍRICOS,
Y APOLOGÉTICOS Ó DE CONTROVERSIA CATÓLICA T SOCIAL,
EL CATOLICISMO Y LA SOCIEDAD,
defendidos desde el pulpito.
OBRA ORIGINAL,
ESCRITA POR
TOMO III.
MADRID:
IMPRENTA DE LA ESPERANZA, Á CARGO DE D. A. PÉREZ DUBRULL,
calle de Valverde, núm. 6, cuario baío.
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SERMÓN
.
tial, que está como escondido, y de él y no del mundo re
cibirás el mejor premio. E1 tesoro de vuestras buenas
obras ponedle en el cielo, donde no hay polilla ni ladro
nes, y estando allí vuestro tesoro, allí tendreis el cora
zon. Cum autem jejunatis, etc.
Voy, pues, á instruiros hoy acerca del ayuno, deber
acerca del cual se advierte en los cristianos, ó mucha ig
norancia, ó mucha negligencia. Por lo tanto, os hablaré
primero acerca del precepto ú obligacion del ayuno; y
despues, acerca de sus frutos y utilidades,
En dos proposiciones.
Ave María.
PRIMERA PROPOSICIÓN.
OTOCTÍ'' .''íííWi--;-. ' i. , . ... "; '. . .-' .:;: : '.;..i¡)--. --U
'SO! 'OUV'i i V.V-'.h' .;;':'' '-': v'i ..:.'-'(::.:,!.'vi:!: ^¡-..'MVl;
—a* r " ".
.,, El pecado original sublevó la carne contra el espíritu,
y la tiene sujeta á la tierra con la cadena de los sentidos
y de los placeres. Necesario es que aquellos que aspiren
á salvarse, ó, mejor dicho, que aquellos á quienes incum
be el deber de no omitir medio alguno de los que sean
conducentes para hacernos alcanzar la eterna salvacion,
trabajen en reprimir la concupiscencia de la carne, y en
elevar libremente su espíritu hácia Dios, con quien debe
mos por la gracia estar unidos. Ademas, y á consecuen
cía de lo que la carne nos arrastra bácia el pecad», co
metemos innumerables culpas, y por ellas debemos ofre
cer á Dios alguna meritoria satisfaccion. Convertimini ad,
me in toto corde pestro,injejunio, in fletu, et planctu.
De estos principios que dejo sentados, y que son co
mo fundamentales en la religion, deduce el doctor Angé
lico Santo Tomás la necesidad ó conveniencia del precep
to del ayuno: precepto que es de ley natural , segun que
consideramos el ayuno en comun, porque por ley natural
estamos obligados á reprimir la culpa y á elevar hácia las
cosas celestiales nuestro espíritu, que es lo que con el
ayuno alcanzar nos proponemos. De ley natural es que
para alcanzar un lio recurramos á los adecuados y opor
tunos medios. Así es como debemos considerar el ayuno
un los tiempos anteriores al Evangelio. Cuando una cala
midad amenazaba, ó cuando los profetas reprendían al
pueblo por sus maldades, ó cuando habian de tomar par
te en alguna arriesgada empresa, entonces una de las
primeras obras que se prescribian era el ayuno, el ayuno
público y general, para aplacar á Dios y tenerle propicio.
Habia, no obstante, en el antiguo pueblo cuatro épo
cas en que se prescribia el ayuno general como recuerdo
de algunas de sus desgracias.. En el cuarto mes, que es
julio, entre nosotros, ayunaban los judíos, recordando que
en él, descendiendo del monte Moisés, rompió las tablas
de la ley. En el quinto mes, que corresponde á nuestro
agosto, ayunaban, recordando habérseles prohibido subir
al monte, á causa de la rebelion ocasionada con motivo
de lo que informaron los esploradores; y porque en el
mismo mes fue abrasado el templo de Jerusalen, primero
por.Nabucodonosor, y despues por Tito. Ayunaban en el
mes sétimo, que corresponde á octubre, porque entonces
fue muerto Godolias, y quedaron en dispersion las reliquias
del puablo. Y últimamente, ayunaban en el décimo mes,
que corresponde á enero, porque en él oyó el pueblo,.
que juntamente con Ezeqaiel se bailaba caufi^cómíi %f
templo del Señor habia sidoaWuinado1n£*miiaíilii0ía9í9ííí
A esta manera , aunque no por las mismas causas nt'
en los mismos tiemp08^'lanígíei6(fti b^fy'atioMas épÜcSá Y
losdiasentpe hemos de ayunar, y tambíefli el ifloífo de
hacerlo, segun la conveniencia y utilidad de! i,püe'bloi'CTlsií
liano, que es objeto que nunca pierde de vlsta^Md' res,^t
ayuno que llamamos de la Iglesia ó eclesiástico''; y' éS'de'
derecho positivo; en cuya virtud la Iglesia determina de
un modo especial lo que es necesario en coman.
En cuanto á los tiempos en que la Iglesia ha dispues
to que observemos la ley del ayuno, no se puedamenos
de reconocer la alta sabiduría que la ha guiado al señalar
los. Porque ordenándose el ayuno á la detestacion de la
culpa y á la elevacion del espíritu hacia Dios, ha debido
establecerse que especialmente el ayuno sea un precepto
obligatorio en aquellos tiempos en que convenga se pufi^
fique el hombre de sus pecados y deba elevar á Bios to
dos sus afectos. Estas dos cosas nos incumbe maá éspe-i'
cialmente hacerlas antes de la solemnidad de la Pascua;
solemnidad en que se nos perdonan ó se perdonaban las
culpas por medio del sacramento del Bautismo, que antes
recibían los fieles en la vigilia de la Pascua, cuando es hon1-
rada la sepultura del Señor; y donde nosotros', pbí ínédlü
del Bautismo, nos enterramos tambien crin Cristo. PW
baptismum consepelimur Christo in morlem (1). 'Y' cdmo
ademas de esto la Pascua es el tiempo en que debemos
elevar nuestra mente á la gloria de la eternidad que Cris
to nos proporcionó resucitando al tercero día, ved aquí
por qué la Iglesia , guardando la tradicion apostólica , ha ins
tituido el ayuno de Cuaresma como preparacidh"fiará Ce'*
lebrar dignamente la fiesta de Pascua.: Ha' instituido tam
bien, guiada siempre poi* eNflBtátf-eápírittíV el5 tifMtí en
,-:.«<> úi. vi:-i' \b m oi.--.ení:y s ,t-'.a'i,ir.iiri.Ubj i .uiií:íiiq U'íj
H) AdBortJ/,'6. ' v
— 10 —
las vigilias de algunas festividades, para que nos prepare
mos á celebrarlas devotamente; y del mismo modo ha es
tablecido el ayuno que llamamos de las Témporas , para
que, habiéndose de conferir el sacramento del Orden , se
dispongan por medio del ayuno los que hayan de conferir
las órdenes, los que hayan de recibirlas, y todo el pueblo,
por cuya utilidad la Iglesia eleva al sacerdocio á algunos
de sus hijos. Por eso vemos que el Señor, antes de elegir
sus discípulos, subió al monte á orar, como si temiese, di
gámoslo así, no acertar en la eleccion. Erat pernoctans
in oratione Dei. «¿Qué has de hacer tú, pregunta San
Ambrosio esponiendo esas palabras , qué has de hacer tú
al principiar algun oficio de piedad, cuando ves que Cristo
oró antes de encomendar la divina mision á sus apóstoles?»
Quid te facere convenit cum vis aliquod officium pieta-
tis adoriri quando Christus missurus apostolos prius
oravit?
Quéjanse muchos fíeles, especialmente de los ayunos
que la Iglesia nos impone en las vigilias de las grandes fes
tividades, ó en las cuatro Témporas del año. Estos pre
ceptos, ó privaciones ó mortificaciones que la Iglesia nos
prescribe, ordénalos siempre á nuestra utilidad y prove
cho, queriendo que, por medio de una buena preparacion,
recibamos de Dios, en aquellas fiestas que vamos á cele
brar, muy copiosas bendiciones, y que los sacerdotes que
la Iglesia se dispone á darnos sean tales cuales los requie
ren la dignidad de su alto ministerio y la utilidad de los
fieles, para que ese ministerio ha sido instituido. ¿Os pa
rece que nada os importa el recibir del cielo abundantes
auxilios, y el tener en la tierra buenos sacerdotes? Pues
de este doble beneficio, hermanos mios, depende no solo
vuestra salvacion eterna, sino hasta vuestra felicidad
temporal. Os mostrais ingratos hijos cuando no ob
servais ó censurais este precepto de la Iglesia nuestra
madre.
— 14 —
Pero el precepto sobre el ayuuo, que mas misterios y
razones contiene, es el que se refiere á la santa Cuaresma,
en que hoy entramos. Ademas de la razon ya alegada so
bre la necesidad en que nos encontramos de prepararnos
con el ayuno, segun lo enseñaron y practicaron los após
toles, á celebrar la gran fiesta cristiana, que es la Pascua,
esto es, la fiesta de nuestra libertad, tenemos tambien á la
vista el ejemplo de Jesucristo, que con un ayuno de cua
renta dias se dispuso para comenzar la obra de su predica
cion, y para entregarse á las mas sublimes contemplacio
nes en el desierto. El ayuno cuadragesimal es tambien al
modo de un diezmo que por los dias de todo el año paga
mos á Dios, segun enseña San Gregorio. «Porquesi, segun
la ley, dice el mismo Santo, debeis pagar el diezmo de las
cosas ó frutos, así debeis pagar tambien el diezmo de los
dias. Sicut ofJerre ex lege jubemini decimas rerum, ita
offerre contendite et decimas dierum (1 ). lmpónesenos asi
mismo el precepto del ayuno cuadragesimal para que «así
como los hebreos, dice San Ambrosio (2), despues de cua
renta y tíos mansiones ó estaciones en el desierto entraron
en la tierra prometida, así nosotros, despues de cuarenta
dias de ayuno, lleguemos á la fiesta y alegría pascual. Mo
tivo por el cual, así Tertuliano y San Cipriano, como San
Ambrosio, han llamado estacion al ayuno.
La serpiente, segun dicen los naturalistas, luego que
se siente vieja y quiere renovar su juventud, ayuna ó deja
de comer cuarenta dias; y aflojándose á consecuencia de
esto su piel no tiene que hacer mas que introducirse por
un estrecho paso, y de este modo deja en él la piel vieja,
y la serpiente se queda, digámoslo así, como nueva. Pues
bien, hermanos míos , si la serpiente, cuya prudenciase
nos manda imitar, se sujeta á una abstinencia de cuarenta
dias para desprenderse de su vieja piel, ¿con cuánta ma-
SEGUNDA PROPOSICIÓN.
(1) Eccles., 2.
...
— 17 —
querido agotar ios recursos de su embelesadora elo
cuencia. E1 ayuno, dice San Gerónimo, no solo es una
perfecta virtud , sino que es fundamento de las demas , y
santificacion, y pudicicia, y prudencia, sin la cual nadie
verá á Dios (1). La abstinencia, dice San Ambrosio , es
amiga de la pureza y enemiga de la lascivia ; y el ayu
no es muerte de la culpa , ruina de los delitos, remedio
de la salud, raíz de la gracia, fundamento de la castidad,
y por él, como en una carroza , subió Elias al cielo (2); y
aquel observa verdaderamente la Cuaresma, dice el mismo
Santo, que ayunando y velando llega á la Pascua (3). Así
como el soldado nada es sin armas, dice el Crisóstomo , y
las armas nada son sin el soldado , del mismo modo la ora
cion nada es sin el ayuno, así como el ayuno nada es sin
la oracion (i). E1 ayuno, enseña el mismo Santo, es el ali
mento del alma, y hace á los hombres, segun dice San
Basilio , semejantes á los ángeles. E1 ayuno, dice San
Agustín, purga la mente , eleva el sentido, sujeta la carne
al espíritu , humilla el corazon , disipa las nieblas de la
concupiscencia, apaga el ardor de los deleites y enciende
la luz de la castidad (5). E1 ayuno, dice San Atanasio, sana
las dolencias , ahuyenta los demonios , espulsa ios malos
pensamientos, ilumina el espíritu, limpia el corazon y for
tifica el cuerpo (6). Habiendo sido, dice San Gregorio,
arrojados del Paraíso á causa de la comida , á él debe
mos hacer por volver por medio de la abstinencia. Ulti
mamente, el ayuno es el alcázar de Dios, el campamento
de Cristo , el muro del Espíritu-Santo, el estandarte de la
fe, el signo de la pureza y el trofeo de la santidad , segun
habla San Pedro de Rávena(7).
Ave María.
21
PRIMERA PARTE.
(1) Prov.,23,8.
— .' —
rielas, ó con tanto afán conservadas, ó con tanta injusticia
poseidas, vuelen de manera que, no solamente se os esca
pen de las manos, sino á larga distancia de vuestra vista
y de la de vuestros hijos, como se escapa el águila, no
solo de las manos, sino de las miradas de los hombres, y
aunde las otras aves. Han dormido los ricos, y al idesper
tar se encontraron con que estaban vacías sus «anos.
JPormierunt somnum suum, et nihil mvenemnt viri dii-
vitiarum in manibus suis.
Pasan , en efecto , de unas á otras manos las riquezas,
especialmente que con dolo ó injusticia fueron adquirida?
ó conservadas. Laban quiso eludirse de cumplir el .paeto
que hiciera con Jacob , y Laban se vió envuelto en sus
propios lazos. Faraon y los egipcios habian despojado y
oprimido al pueblo hebreo , y Dios ordenó fuesen ellos
luego despojados por Israel. Con malas ganancias-quiso -en^
xiquecer á sus hijos aquel Accán robando en Jerico, contra
la .divina prohibicion, una suma de oro; pero él y toda sa
familia fueron entregados á las llamas. Con mentirías quitó
Giezi á Ñaman una parte de los donativos que rehusó el
profeta Elíseo ; pero él y todos sus descendientes fueren
heridos de lepra. Saul se reservó , contra el precepto de
Samuel , los despojos de los amalecitas derrotados ; perjo
M y toda su estirpe fueron arrojados del reino. Acato
quitó, con manifiesta injusticia, á Nabohd una viña ; pejM)
pereció con muerte violenta, así como toda su casa. Podría
citar otros muchos ejemplos, tanto de casas antiguas .como
de familias modernas, con que haceros ver cómo Jas riqudr
.zas, y especialmente las mal adquiridas, vuelan de W&
manos á otras, dejando en la miseria y desnudez :á:los que
antes las poseyeran. Dios, en esta ,parte,'se muestra jpftfe-
lible ; pues aunque ha dicho que el Lijo no llevará ó no
espiará la iniquidad del padre, la espían en efecto,, y ja
pagan los hijos de aquellos que con fraudes .é injusticia^
trataron de enriquecerse y enriquecer á sus familia*. 'Pasad
v^^jal* JW fyWtftrikvAmfc Mtote machos de
YBflÉ9*i*?ífWi« P^^fm^^l^ia^i ir veceis , no
uno,, «km .muchos telonios de cuanto acaba, de de
cires* .i¿:$mA,hj íY-enldoi: .prftgii^iais alguna Wí;/cóino
^r%ñM*£fáWvW\Wh\^,Mvi-' fttra casa, i -esto ó la
otra/apHliar.aij^:,^,^w9vj[&nffl#ii(nM\vm:\au
flo^epjeni^? ¿$u#n ih^^^^ft^-fp^sque..veflios soa
Hi$$fA WPV ffiftíí^MÍPf e&^daneia? Pues
bÍÜ :í í.°8iijl¡íf A"6 íí»W ÍPj^¡a4#aude^ra adquirir
aquellaf. rfq^eza^ir. 6, la l^bflíen. el mflfhye usarlas* Aun-
quftjeíl$jí,.|o,g ps^^r^d^^al ad^irifid»*íkpal «sadas
riqae^, 'sej^tap, |, que. de , Jas' manes: se:? les escapen*
I%''í^iKÍW^ífnW-;¿e te Escura * aa^as ae-
w^dgi^ú >^ye', ,y, hace que las. vomitón y arrojen.
*w 'W»^J*al ^ie^eci^á, . s,us hijos aquellos,padres que les
legran. pque^^JL adquiridas;; ^que, siéndolo por buenos
títulos^ nq^eiicarg^n al tiempo do morir , como Tobias
á W.-SH' PÍ^gan con elja*.limosnas para que se libren -
delpeca4o.y,||e'himoierÍfi^iiMg m i.tMili ^Mn 1-v *.,:' .>
Otro delos argumentos que¡ alega Jesucristo para obli
garnos^ que no atemoremos, en la tierra, es porque las ri
quezas envuelven «nieblas la , razon y jno la dejan ver
la lu$. Si.aytempcylws fvpsfyerttfflquam, fotum cor-
pus tuyú ^nebr^^^erg.^,^ ejp,,, estuviese malo , se
haUaráe^tín^bWtodo^.o«erp%^ni * i:. u :v
Sea que wfa$Q¿faw.% Sai¿jua«4$«ó«tomo en
tendamos aquí, pqr, ojo la raEOft^el,#flu!ite}interno ; sea
que con San Agusün' y San Gregorjajeaiendamos la inten
cion, ó s?a accederemos esta^^ como un símil
ó ejemplo, ^Jo^to,,qae á las riqueza* hacen relacion,
equiyahena^id^ir.^e^^^eom^ estando enferma la
vista .nos encontramos siempre envuelto» en tinieblas,
del mismot n^o,jteniejdft4 w1^» y los afectos domina
dos por la pasion de atesorar, toda nuestra alma y todas
sus potencias estarán como á oscuras, tropezando siempre
— 25 —
en nuevos escollos, y cometiendo fraudes, injusticias, usu
ras y otros crímenes que nos arrastran á cierta perdicion.
Si érgo lumen quod in te ett, tenebrce sttnt , ipscn teñe-
braquánhe erunt? Si con la codicia tenemos envueltos en
tinieblas el corazon y el entendimiento, que están destina
do* á ser nuestra luz , las que en nosotros son tinieblas por
la corrupcion de la humana naturaleza , como las pasio
nes , los malos instintos , las ignorancias y las flaquezas,
¿qué serán? Ipscs tenebrce quantce erunt ? Si lo que es luz
lo convierte en tinieblas la avaricia, las que son tinieblas,
¿qué tinieblas serán 1 1psce tenebrce quantce erunt? Por
eso ba dicho tambien el Sabio, que aquel que aspira á en- ;
riquecerse pervierte su ojo ; qui qucerit locupletari, i
pervettit oculnm suum (t). Sus ojos todo lo desean y
apetecen , y aunque vean iniquidad é injusticia en los;
modos ó en los medios , paréceles que para lograr su fin
todo les *. licitó; Verdaderamente pervierten su ojo los
que no piensan mas que en enriquecerse. Por cuya razon
leemos del mismo modo en el libro del Apocalipsis: «¡Tá
dices que eres rico y que de nadie necesitas, y no sabes
que eres miserable y que estás ciego y desnudo!» Ei nes-
cisquia miser es, etcceeus, et nudus (2)!
Parécete, en efecto, al rico que es sabio, porque tiene
astucia para amontonar tesoros en la tierra ; y es que le
ciega su codicia, mirando como luz lo que no es mas que
tinieblas. Parécete al rico que es honrado y noble, porque
sostiene Con ostentacion su familia; y es que su avaricia le
ciega, haciéndole creer que hay nobleza donde no hay mas
que nn corazón de piedra para sus semejantes. Parécete
al rico que es dé todos amado 6 respetado, porque se le
tributan estertores demostraciones de veneracion; y es que
su codicia te hace ver es respeto lo que no es mas que
temor ú odio. Miserable es, y ciego está y desnudo el que
(l) Serm.21,inCant.
-,
-27 —
del oro no puede ser siervo de Dios : antes bien es siervo
de los ídolos, segun lo significa San Pablo , cuando servi
dumbre de los idolos llama á la avaricia. Idolorum ser-
vitos [i). Los avaros son verdaderos idólatras, que en stt
corazon forman de oro un idolo , y ante él sacrifican su
cuerpo y su alma, como enseña San Juan Crisóstomo (2).
Muy cerca del ateismo pueden poner las riquezas á
aquellos que con desmesurado ahinco las buscan y con
escesivo amor las conservan. Pues viniendo tras un crimen
otro, y creciendo en soberbia, en avaricia, en gula, en
injusticia y en otros crímenes los ricos que no hacen de su
dinero el uso conveniente, pasan desde el crimen al error,
desde el error á la herejía, y desde la herejía al ateismo.
De este modo les parece pueden vivir sin las mortales an
sias de su criminal conciencia, diciendo como Efraim: «Ya
soy rico; ya he hallado mi idolo : en ninguna de mis obras
habré ya de reconocer una ley , y no seré ya acusado de
ninguna iniquidad.» Dives effectus sum; inveni idolum
mihi: omnes labores mei non invenient mihi iniquita-
tem, quampeccavi (3).
Por lo cual ha dicho el gran Padre San Agustín, que en
otro tiempo, y por medio de la pobreza, se convertían los
hombres desde los ídolos al culto del verdadero Dios, y en
él adelantaban ; pero que cuando se hacían ricos , volvían
ácaer en la idolatría (4). Los hebreos fabricaron el becer
ro de oro cuando se vieron hartos; y entonces dijeron:
«Estos , Israel ; estos son tus dioses que te sacaron de
Egipto (5).»
Es imposible servir á Dios y servir al dinero. El deseo
de amontonar riquezas, dice San Pablo , es raíz de todos
los males (6); y este deseo, dice tambien el Crisóstomo, es
SEGUNDA PARTE.
(1) Crisost., Hom. 48. (2) Sup. 1.a, ad Thim., 6;.:}, -.' ) ,
— 30-
demos atesorar mercedes que nunca se acaban. El verda
dero tesoro del rico son las limosnas que pone en las ma
nos de los pobres. De pauperibus et habebis thesanrum in
calo (1). Perdiendo la sustancia terrena, se compran las
riquezas celestiales. Da el cieno y ganarás el cielo: da una
moneda, y adquirirás un tesoro. Esto no se corrompe; esto
no se pudre; esto no se pierde.
La Iglesia quiere que desde hoy juntemos la limosna á
la penitencia, para que nuestras culpas sean perdonadas.
En esto la iglesia se muestra tan benéfica hácia los ricos
como hácia los pobres ; porque al pedir á los unos que den
limosna á los otros, derrama sobre los primeros las mas
copiosas bendiciones, al mismo tiempo que ellos hacen al
pobre participante de sus riquezas. Es la limosna una es
pecie de nube que se carga en la tierra, y derrama luego
sobre sus campos los mas fecundos rocíos. Es como la es
cala que vió Jacob , por donde nosotros hacemos suban al
cielo nuestros dones, y por donde el cielo nos envia sus
mercedes. Que no haya entre nuestros prójimos ningun
hambriento, ningun sediento y ningun desnudo, mientras
vosotros tengais que dar y con que socorrer.
Principiamos hoy á buscar , digámoslo asi, á Jesucris
to, y le encontraremos luego desnudo en la Cruz; y, puesto
que le hemos de encontrar desnudo , desnudos debemos
buscarle ; es decir, desnudos del desordenado apetito de
poseer , y vistiendo y alimentando á los necesitados , para
que, al hablar al Salvador, merezcamos se nos diga: «Tu
ve hambre , y me disteis de comer ; desnudo me encon
traba, y me vestísteis ; pues lo que á uno de estos peque
ños hicisteis, á mí lo hicisteis.»
Mirad , hermanos míos, que es cosa terrible ver á Je
sucristo en la Cruz , pobre y desnudo , sin poder nosotros
presentarle pobres á quienes hubiésemos socorrido. Haced,,
»<i'iffci: ,/ltW *,i 'Mi 'lii'M ni' „ir* ,-:,. vi'"'. i'í' -*'j'*'-, . ^'ii'-'B'i'l
Ave María.
<1) In Ps. 102. (2) 2. Moral., 26, in Job. (3) Prov., 1, 27.
= » =
ryuy sensibles todas. El habia:' puesto el corazon en tas'i*¡*
gjiezas,, y. el dejarlas ^separar de ellas el corazon, es ya
una muerte. El habia puesto el corazon en los deleites, y
el ver que ha pasado el tiempo de vivir envuelto en ellos,
y que el corazon, se despide para no volver á gustarlos, es
ya una muerte, y muerte amarga. El habia derramado su
espíritu en todas las cosas de la tierra, y no mas que para
ellas habia vivido; y al ver que ese espíritu tiene de todas
ellasiquq separarse, y reducirse á la soledad, 6, mejor di
cho,, ala compañía de las malas obras que ha practicado,
esta es iambien una muerte , rodeada de desolacion. En
tonces muere todo. Muere el cuerpo, mueren los sentidos,
muere el corazon, mueren los deseos, mueren las afeccio
nes, mueren las esperanzas , mueren los proyectos. ¿Qué
será, Dios mio, una muerte donde tantas muertes concurren?
Pésima es la muerte de los pecadores , ha dicho el Espíri
tu-Santo por boca de David , y parece no puede decirse
ya una frase mas tristemente espresiva. Mors peccatorum
pessima (t).
Esa muerte, que ha venido para el pecador antes de
tiempo; es decir, antes que la esperase, segun en las San
tas Escrituras está predicho, ademas de lo dolorosa y hor
rible que le es, teniendo que separarse de las cosas de la
tierra, en que habia puesto su corazon, y separarse, digá
moslo así , de sí mismo , aun lo es mucho mas por los re
cuerdos que en aquel instante le acosan y abruman, rela
tivos á los escesos de toda su vida.
Espelidp Antíoco de la ciudad de Elimai, la mas noble
y, rica de Persia, y habiendo vuelto á Babilonia, noticiá
ronle en esta última ciudad los desastres ocurridos á los
suyos en Judea , y el rey sucumbió á la violencia de un
pesar profundo. Pero cuando se encontraba en lo mas
fuerte y agudo de sus penas, espantado de sí mismo, y sin
í,br; -'i '-,.|' ..'í ,.' :-i, . i ....' '.'i:i'l ' ."; ,: ,.'.' ...'Kj-i,í ÍvL' i-.'.idlíí
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x
SERMÓN
sobre el evangelio del viernes despue¡s de
Ceniza.
PRIMERA PARTE.
(1) Prov.,515.
— 52 —
ofensas que otro hombre le causa no pueden ser de la
misma especie y magnitud que las que causa á Dios
el hombre. Resplandece mucho la perfeccion de Dios
en no castigar ó vengarse del pecador , del malo y
del injusto sino en el momento preciso y como perento
rio de la venganza que de las culpas ha de tomar la divi
na justicia. En esto prueba Dios que es Dios. No tiene pri
sa para castigar ni para vengarse, porque es Dios; es de
cir, porque es eterno, porque sudia no pasa nunca, por
que su tiempo no reconoce límite. Por eso da , digámoslo
así, tiempo al tiempo, y no prohibe al sol que luzca sobre
los malos, como no prohibe á las nubes que envíen su ro
cío sobre los injustos. Si Dios no fuese Dios, esto es, si no
fuese eterno , se daria prisa á tomar venganza de sus
ofensas, temiendo pasase la hora en que puede hacerlo.
Luego amando á vuestros enemigos y haciendo bien á los
que os aborrecen, sois perfectos, al modo que es perfecto
vuestro Padre, que está en los cielos. Estofe ergo vos per-
fecti, sicut et Pater vester perfectus est.
El precepto de amar á nuestros enemigos y de hacer
bien á los que nos aborrecen , significa toda la perfec
cion del cristianismo , y toda la perfeccion del cristiano.
En efecto : trastornado el órden moral desde que el
hombre infringió en el Paraíso el precepto , cuya obser
vancia era su fundamento mas sólido , el género humano,
al encontrarse sin Dios , se encontró tambien , en cierto
modo , sin el hombre ; ó , mejor dicho , no se encontró
mas que con el hombre, con el individuo , con el egoismo;
un Caín , en una palabra , conspirando contra Abel.
Propiamente hablando , no hubo género humano despues
del pecado , sino homtres, cada uno con sus miras dife
rentes, cada uno con sus intereses opuestos , cada uno
con su propia soberbia , y cada uno con aversion á sus
semejantes, de quienes temiese ó presumiese que podían
servirle de obstáculo para la consecucion de sus fines. Con
— 53 —
el pecado original principia esa interminable lucha que
tantas víctimas tiene sacrificadas: esas antipatías, esos
odios , esas venganzas , esas guerras que han desolado la
tierra.
Ved, pues, lo que debia de reparar la religion verda
dera en el hecho de ser perfecta. Debia de asociar el
hombre al hombre , unir los corazones , poner corres
pondencia entre los afectos , apagar los odios , condenar
las Venganzas , proscribir las guerras , y traer , en una
palabra , otra vez el género humano á la unidad de origen,
de accion , de destino y de término , que le hizo perder la
primitiva culpa. La religion verdadera ó perfecta debia de
hacer esto , y el cristianismo lo hizo y lo hace por medio
del precepto en que se nos manda amar á nuestros ene
migos y hacer bien á los que nos aborrecen. Como quiera
que en el fondo del corazon hay una fuerte tendencia á
anteponerse el hombre á todo, puede decirse que en estos
esfuerzos ó tentativas del propio egoismo se encuentra
casi siempre el origen 6 el principio de nuestros desórde
nes, así morales como físicos. El último término ó resul
tado del escesivo amor propio , es aborrecer á nuestros
enemigos y dañar á los que nos aborrecen. Se halla esto
como identificado con la degradacion de nuestra natura
leza , y no podia suceder venir al mundo Jesncristo á
destruir la culpa sin imponer , contra una de sus conse
cuencias , el precepto evangélico que la Iglesia recuerda
hoy á los cristianos. Diligite húmicos vestros... bene-
facite his qui oderuht vos.
Tan importante es este precepto, que Jesucristo, al mo
rir en una Cruz, lo primero para que abrió sus divinos la
bios fue para pedir á su Eterno Padre el perdon de sus
erucifixores. Parece como que el Redentor teme se acer
que el último aliento sin haber orado antes por la venia y
salvacion de sus enemigos. Otros cuidados y otras peticio
nes las deja para despues : lo que primero quiere hacer, en
_. 54 —
lo que mas principalmente piensa, para lo que quiere sus
fuerzas y sus últimos momentos en la Cruz, es para orar
por sus enemigos. Pero ¿por qué enemigos? Por aquellos
que, despues de haber sido testigos de sus prodigios , le
crucificaban cruelmente, rehusando conocerle y amarle
como Salvador. Esta súplica de Jesus es como la profesion
de fe que hace en su divino testamento antes de proce
der á legar al ladron el Paraíso, á María el género huma
no, y á su Eterno Padre su espíritu, que son las tres man
das, digámoslo así , que desde la Cruz hace Jesucristo.
Antes que el buen ladron, antes que María y antes que el
Eterno Padre , son , eu cierto modo , para el Redentor
aquellos que le crucifican. Pater, ignosce Mis, nesciunt
enim quid faciunt. Ya muere satisfecho , ya muere con
esto dando muestras de que es Hijo de Dios , de un Dios
perfecto, y de que él mismo es tambien Dios.
Eramos nosotros enemigos de Dios , y Dios muere por
nosotros. Esta es, digámoslo así, toda la religion, y de ese
sublime espíritu ha de alimentarse nuestra cristiana vida.
Por eso, habiendo preguntado á un anciano maestro cier
to discípulo, qué cosa debería observar para ganar con
ella el cielo, le respondió : ¿puedes ser injuriado, y su
frirlo y callar? Pues hé aquí una cosa grande y sobre to
dos los mandatos. Preguntado tambien un santo anciano
por los infieles de Alejandría , qué era lo que Jesucristo
nabia hecho que fuese maravilloso ó sobrenatural, díjoles:
aquí lo teneis; esto hizo; que siendo yo injuriado por vos
otros, no me mueva á indignacion. Santa Isabel, reina de
Hungría, conociendo que el precepto de amar á los enemi
gos y de hacer bien á los que nos aborrecen , es , digá
moslo así , el gran precepto cristiano , y el distintivo mas
característico de nuestra religion, pedia siempre á Dios que
á los enemigos que la hubiesen causado alguna injuria ó
daño, les hiciese algun señalado beneficio. Es, repito, este
precepto tan esencial en el cristianismo , que casi estoy
—* 65 —
por decir que, asi como deja de ser cristiano el que pierda
la fe, deja de serlo el que no perdona á su enemigo. «¿Qué
crimen es este, pregunta San Cipriano; qué crimen es este
que ni el martirio puede lavarle?» Quale crimen est noite
dimitiere, quod martyrio non potest exorari (1)?
A nosotros mismos se nos obliga á no pedir que sean
remitidas nuestras deudas mientras no hubiésemos nosotros
perdonado las ajenas. Perdónanos, decimos á Dios en la
oracion instituida por Jesucristo ; perdónanos nuestras
deudas, asi como nosotros perdonamos á nuestros deu
dores. Nos quedamos, hermanos mios; nos quedamos sin
esperanza de perdon , mientras nosotros no perdonemos.
No podemos pedir con la oracion que mas agrada é Dios;
no podemos llamarle Padre ; no podemos dirigir al cielo
nuestras plegarias mientras no amemos á nuestros enemi*
gos y hagamos bien á los que nos aborrecen; ó, lo que es
lo mismo , mientras no perdonemos á nuestros deudores.
No abras los labios ¡oh cristiano! para pedir á Dios te per*
done , mientras en tu corazon abrigues odio ó venganza
contra tu prójimo; porque tu oracion se vuelve contra tí,
y tus palabras son saetas que el cielo devuelve hechas as
cua para que atraviesen tu pecho.
Pidiendo á Dios que te perdone como tú perdonas , no
perdonando á tu prójimo, aunque sea tu enemigo, equiva
le tn oracion á pedir que Dios no te perdone. Ta mismo
te envuelves en tu propia malicia , y amontonas sobre ttt
cabeza los carbones de fuego que , perdonando A ta ene
migo, amontonarías sobre la suya. No mires, joh venga
tivo! á la Cruz, pues la Cruz te condena : no mires á Je
sucristo, pues Jesucristo te acusa : no pongas el pie en el
templo, pues en el templo no puedes orar sin maldecirle
á ti mismo. Tú no tienes un Padre en el cielo á quien di
rigir tu plegaria enmedio de tus necesidades cotidianas;
(l) Cipr.deOrat.
PfBWtá msfwkümmeftro, y no siendo tú para tu pró-
jta^uujieríiai'o, sino un vengador , no puedes llamarte
Lyo de $i$&dre. Aquüodo está li^dfl bB* podemos üa-*
tiWrKjtoíÍre Á jJHOfiíSii n& te,|lan#mo*.ito<ií'<! '«««síro ;,*s
'tecir^ fíinto^secH^sw #<uniQ<&fflí»iy':confe8ajn»s htr-
WIKtygol fi n9id b90fid y '«BiiÍBlsq geaiíiín ana oon t.vi!'
onií-qáigtiííBajaJtadiPWís hállánse fuera del camino de sal
vacion, hállanse fuera de la leycriatiaaa^íháHaBse ya como
condenados en 4a:'tiBCrav yi icondenados, por- su' propia peti-
(¿9fbiíteifl8e'á sus:eaeaíigbs «tí ama» y-no bacenbien á
los que los aborrecen. Ni vive ni muere como cristiano,
aunque apaceiite vijíip y morir como tal, el que en su co
razon guarda rencor para con su prójimo. Figurome que
soȒ machas, la* almas que descienden al infierno por el
desprecio que se hace, de este precepto de Jesucristo. Hay
pocos Davides que , teniendo á su enemigo Saul entre las
manos, le perdonen', yrepEesdan á losque no saben guar-
darle. Hay pocos que, como el emperador Segismundo,
digantiicYo juatoiá m* enemigo perdonándole, y le hago
nji.amjgp elevándote.* Hay pocos que> como César, se
gun dice Ciceron, no sepan olvidar mas que las injurias.
Hay pocos que, como aquel emperador de quien habla la
historia, no hagan, al tiempo de morir, mas encargo á sus
hijos que el que se olviden para siempre del veneno con
que le causaban la muerte sus enemigos (1). Hay pocos
que, como Caton, respondan al que les revela el nombre
de su ofensor, que no se acuerdan de haber sido ofendi
dos. Hay pocos que, en vez de hacer de los amigos enemi
gos, hagan de los enemigos amigos, como aconsejaba de
bía hacerse Pitágoras (2). Hay pocos que, como César, quie-
ran^afirmw'#uftieftftluas prohibiendo derribar las 'de- su*i~
Val ftOflipfltfOíHip ,6l0uba©3 Íiifllkííl8¡ .{>) ofenvMiro ,vli.'\s.
?odscííl v ,áQafiiíim noldouq ^oí n oí&i'oni onwo #' 'w.-o
(1) Focion, obligado por los atenienses á beber el veneno.
(2) Diog., Laer, in Pittac. í> ,ijn .Oj „vü {>).„ .
Todos estos testimonios son de personajes que no habían
visto morir en una Cruz al Redentor del mundo, ni oidole
pedir por sus crucifixores. ¿Qué deberemos decir, y en
señar, y practicar nosotros, hijos de esa Cruz y discípulos
de ese Redentor divino? Amad á vuestros enemigos, os
digo cou sus mismas palabras, y haced bien á los que os
aborrecen. No solo se os piden afectos y palabras, sino
obras, obras positivas en favor de vuestros prójimos, aun
que os hayan ofendido y agraviado. No basta no hacerles
daño, sino que es preciso les dispenseis bienes y favores
cuando la necesidad lo reclame. Solo así podreis ser per
fectos, y ser llamados hijos del Padre que está en los cie
los, y que hace luzca el sol sobre los malos como sobre
los buenos. Cerrais todas las puertas á la gracia, y os co
locais, en cierto modo, fuera de la ley cristiana, mientras
no ameis á vuestros enemigos y no hagais bien á los que
os aborrecen. Considerad, á vista de esto, si es grande la
importancia que, bajo el aspecto cristiano , tiene el pre
cepto de amar y hacer bien á nuestros ofensores, de que
hoy nos habla el Evangelio. Oid, pues, ahora su inmensa
importancia bajo el aspecto social.
U -Y.. . .. i
(1) Liv. 30, cap. 42. , ' ni ... -.1 ' -' /! (.')
— 58 —
que vemos influir de una manera tan funesta los mutuos
odios y rencores enios males de que la Europa se encuen
tra amenazada 1 .-.''..
Ya he dicho antes que, á consecuencia del pecado ori
ginal y del desórden que introdujo, aun entre las potencias
del mismo hombre, siéntese este como en lucha con Dios
y con sus semejantes, y dominado por un individual egois
mo, que le hace sacrifique á su privado interes todos los
intereses de la tierra. Con el hombre del pecado original,
con el hombre que todo lo subordina á su interes, con el
hombre que en cada uno de sus semejantes ve un enemigo,
no es compatible la idea de una sociedad, idea que va uni
da á otra idea de propio sacrificio. No dice el Evangelio
que no tendremos enemigos, sino que los amemos y íes
hagamos bien; y ordenando esto, corta los inconvenientes
que no puede dejar de producir en la sociedad el egoismo
ó individualismo humano.
No puede verse ni leerse cosa alguna que se asemeje
al espíritu social del cristianismo. En él todo se hace por
amor y por sacrificio; al paso que en las sectas ó sistemas
que se llaman de fraternidad ó socialistas , se recurre á la
satisfaccion de las propias pasiones, para encontrar en
ella, no la unidad real y efectiva de los corazones, que es
la unidad fundamental y fecunda, sino la unidad del inte
res y de los placeres , cimentada sobre una teoría falsa,
irrealizable y absurda. La sociedad es el sacrificio , y no
el ensanche de la humana corrupcion. Hay que curar al
hombre para que sea miembro ó parte útil en la sociedad.
Contra su egoismo , ante todo , hay que buscar un freno;
contra sus deseos un límite; contra sus apetitos una ley, y
contra sus odios á todo el que se le opone, un amor que le
haga benéfico para con sus semejantes. Este, y no otro,
es el hombre social. Fuera de este hombre, que es el
hombre tal cual el cristianismo le forma, no hay mas que
elementos de muerte para la sociedad; es decir, mietn-
— 59 —
bros podridos ó dañosos para el cuerpo de que se dice son
parte.
Considerados bajo este punto de vista la sociedad y
el hombre, y es el único bajo el cual deben ser considera
dos, no puede negarse que es inmensa la importancia so
cial del precepto que nos manda amar y hacer bien á nues
tros enemigos. En virtud de este precepto, el cristianismo
devuelve á la sociedad el hombre perdido , refrenando en
él sus perversos instintos, y haciendo de la ley del amor
la condicion precisa de su misma social existencia. A
medida que causa espanto la general discordia en que se
observa viven los pueblos, discordia que necesariamente
ha de traer, mas tarde ó mas temprano, su ruina, es con
solador oir la alta y divina máxima cristiana, en que se
manda amar a los enemigos y hacer bien á los que nos
aborrecen. Al cristianismo no hay que juzgarle por lo que
hagan los cristianos, sino por lo que sus doctrinas y pre
ceptos sancionen. Figuraos que el precepto de amar y ha
cer bien á nuestros enemigos fuese generalmente obser
vado, así de nacion á nacion, y de familia á familia, como
de hombre á hombre: ¿qué males habría ya que lamentar
en la tierra? ¿Qué delitos se cometerían? ¿Qué crímenes
veríamos perpetrados? Las familias, los pueblos, las nacio
nes, ¿qué serian sino una reunion de hermanos? ¿Qué se
ria la sociedad humana mas que un solo hijo del Padre que
está en los cielos?
Así como respecto del individuo se dice que permane
ce en la muerte si no ama, qui non diligit, manet in
rnorte ; del mismo modo , y con mayor razon aun, puede
decirse que está muerta una sociedad donde el efectivo
amor de los hombres entre sí , sin esceptuar los enemi
gos, no sea una ley umversalmente observada. Manet in
morte. Aunque veais numerosas flotas recorrer los mares;
aunque veais fuertes y aguerridos ejércitos llenar la tier
ra ; aunque las arcas públicas no puedan contener los te
— 60 —
soros; aunque legisladores prudentes dicten leyes utilísi
mas; aunque un comercio é industria florecientes Layan
traido una nacion al estado mas próspero; y lo que es aun
mas, aunque no deje de haber preclaras virtudes entre
los ciudadanos , nada de esto, ni todo esto junto, puede
evitar la ruina de un pueblo , si no es conocida en él la
máxima de que debemos amar á nuestros enemigos y ha
cer bien á los que nos aborrecen. Manet in morte.
i ¿De qué aprovechó á los romanos la reverencia que
guardaban á sus templos, el respeto con que miraban á sus
superiores, y la exactitud con que observaban las pres
cripciones de la justicia distributiva? ¿De qué aprovechó
á los cartagineses el celo con que procuraban conservase
cada ciudadano el puesto que á la naturaleza y á sus ac
ciones heróicas debia? ¿De qué sirvió á los atenienses la
solicitud con que trataban de refrenar la avaricia de los
ricos , y desterrar el ocio de los pobres y la ignorancia de
los jueces? ¿De qué sirvió á los de Rodas y Lacedemonia
su honestidad, su modestia , su odio al lujo y su igualdad
en los bienes y riquezas? De nada. Manet in morte. Vi- ,
vieron una vida puramente artificial, y de nada les apro
vecharon sus conquistas, sus riquezas, sus leyes y sus
cualidades morales, faltándoles el sentimiento del amor
m utuo, fundado sobre algo mas que sobre las naturales in
clinaciones. Nada puede sustituir al amor cristiano de los
hombres entre sí, al paso que este amor puede suplir la
falta de otras virtudes y de otros elementos sociales. Ma
net in morte.
Por eso, ahora que la discordia se ha apoderado de
todos los ánimos; ahora que en los pueblos reinan tan pro
fundas divisiones; ahora que la sociedad yace medio muer
ta en las manos de los que la despedazan, el precepto cris
tiano de amar y hacer bien á sus enemigos es una necesi
dad pública y social, tan imperiosa que sin él no veo po
sible el detener, antes de que lleguen al abismo, los pue
— 61 —
blos que, á causa de la interior discordia, eu su fondo se
arrojan y precipitan. Todas cuantas teorías puede forjar
la política, y cuantas leyes puedan dictar los mas hábiles
legisladores , no solo no podrán hacer que el hombre ame
y favorezca á sus adversarios, sino que ni aun pueden
siempre conseguir que deje de dañarse á los mismos ami-í
gos. Sin embargo, tan necesario como es el que el hombre
no perjudique á sus semejantes, lo es que ame y favorezca
á sus rivales. Si lo uno lo exige la justicia, lo otro lo exi
ge la paz: si lo uno lo aconseja la razon, lo otro lo recla
ma la concordia: si lo uno lo prescribe la ley natural, lo
otro lo ordena la ley revelada. Por ser hombres estais obli
gados á lo primero; por ser cristianos estais obligados á lo
último. Ego autem dico vobis. Aquí no se nos dice que
oigamos á la razon, ni á los filósofos, ni á los legisladores,
ni aun á vuestro corazon, sino al mismo Jesucristo que lo
ordena. Ego autem dico vobis.
A los que os llamais amantes de la sociedad , os digo
que sois enemigos de ella no amando y haciendo bien á
vuestros mismos enemigos ; y á los que os llamais cristia
nos y os teneis por virtuosos, os digo que no lo sois; por
que, como dice San Gregorio, la prueba de la santidad no
es hacer milagros, sino amar como á sí mismo al prójimo,
creer respecto de Dios la verdad , y pensar del prójimo
mejor que de sí mismo. Probatio sanctitatis non est sig
na facere, sed proximum ut se diligere, de Deo vera, de
proximo meliora quam de se sentire (1).
No pudiendo, sin la observancia de este precepto, ni
salvarnos ni salvarse la sociedad, inferid, hermanos mios,
si deberemos considerarnos obligados á guardarle. Depo
ned los odios, perdonad las injurias , olvidad las ofensas,
abominad la venganza, amad á vuestros enemigos, y haced
bien á los que os aborrecen. Que os lo dice Jesucristo, y
-. ',i'
(1) Lib.20,Moral.,8.
— 62 —
os lo manda con su ejemplo. Ego autem dico vobi$'. dili-
gite inimicos vestros , benefacite his qui oderunt vos.
Haciéndolo asi encontrareis la eterna merced en el cielo,
que á todos deseo. Amen (1).
(1) El orador puede aplicar toda esta doctrina á los escesos que
sepa se cometen en el pueblo donde predique; como pleitos, homici
dios, venganzas, persecuciones, etc., etc.
SERMONES
SOBRE EL MISMO ASUNTO.
i :
Ave María.
x
— 71 —
relajacion de los sacerdotes en la pérdida de la fe , que
han esperioientado y esperimeotan algunas naciones; y
para evitar esta pérdida es para lo que al sacerdote se le
exigen tantas cualidades de espíritu y de corazon, signifi
cadas en las vestiduras y adornos de que usaba en la an
tigua JLey. Todo debia y debe ser en él pureza y castidad.
Sus mismos defectos estaban obligados todos á ocultarlos;
pues no qjuiere decir otra cosa lo que se prescribe en el
Leyjtico, respecto de reducir á cenizas, y arrojarlas fuera
de los reales, la piel y todas las carnes, y la cabeza y los
pies y Otros despojos del becerro que se ofrecía por el pe
cado del sacerdote (1). Y á esto mismo atendía el emperar
dor Constantino cuando dijo que si llegase á presenciar
el crimen de algun obispo, le cubriría con su manto, para
que su vista ó ejemplo no llegase á dañar por parte ninguna
á los que le mirasen ó viesen. Tanto en la reserva que s§
da á entender en el Levítico debe guardarse respecto de
los pecados de los sacerdotes, como en esta especie de to
lerancia que muestra el cristiano emperador, no tienen por
objeto el disimular ó el pedir que se disimule el pecado de
los sacerdotes, sino el evitar que su culpa, sirvicudo á
otros de escándalo, los arrastre á perdicion.
Uno de los consuelos que hoy podemos abrigar enme7
dio de las tribulaciones y peligros que nos amenazan, es ej
ver al clero tan morigerado y virtuoso como por lo ge
neral observamos es en los presentes dias. Se le ha yitu,p/?:
rado, se le ha ofendido, se le ha privado de sus jejjtyioíws
bienes; pero mostrándose á la altura de su ministerio y eje
su mision, ha logrado el no pequeño triunfo de que ]p,s.
fieles se mantengan constantes en la religion de sus ma
yores, enmedio de los ataques que contra ella no han de
jado de dirigir , no uno , sino diferentes enemigos, ^
puertas del infierno no prevalecerán, ni aun achoca ,qu$ w
1» m«M».'
—JSW...-.
hallan tan abiertas coatea,-Jaiglesia de Jesucristo, porque
el Redentor está con sus discípulos hasta el fin de los si---
glos, poímediode la gracia y, de la virtud. Sien otrosí
tiempos ,e^ifia¡% te.fliiBjna^iideiaiide la época hacia á tos
eclesiásticos menos virtuosos de: lo? que deben serlo , pudo
propagarse el error, escudado con la conducta sacerdotal,
poce morigerada, hoy es ya otra cosa, ta Iglesia , poruña
parte^no^ieiw y»:eqsar.algunji que hacer en punto á dic
tar leyes para la reforma de nuestras costumbres ; y por .'
otrojlado' la>esperiencia ha enseñado al clero cuál es el
camjnpji|u$,Ip conviene seguir, y su ilustracion y sus vir
tudes, Jte han ayudado en tan santa empresa. Estos dias no
son la, edad mecfeu ni tampoco son el siglo xvi, ni siquiera
el siglo xvu*j y debemos abrigar la esperanza de que,
mostrándonos, nosotros firmes en nuestro puesto , firmes
por la ciencia y la virtud , desaparezcan los errores y
mentiras con que se trata de fascinar á las naciones. Yo,
lo digo con franqueza, no temo nada mientras vea al clero
católico adornado de virtudes, asi como lo temo todo si
causa escándalo á los pueblos,
Y cuando digo que no temo nada, hablo de las tiranías v
y de la irreligiosidad filosófica. Firmarán los tiranos sen
tencias de muerte , y las ejecutarán los verdugos ; pero
mientras un sacerdote virtuoso pueda tomar en su mano
una Cruz y ofrecérsela á los pueblos, revivirá en estos
con doble fuerza el sentimiento religioso ; y si hay mar
tirios y sangre, cada gota será una fecunda semilla, y cada
patíbulo un campo de abundante cosecha. Un solo sacer
dote,, pronunciando el nombre de Dios por la virtud
del Espír\tu«Santo, levantará de su inercia las masas, y las
hará venir como corderos á ofrecerse en sacrificio ante la
Cruz perseguida.
Hó aquí por qué el Apóstol, en su segunda carta á loa
de Corinto, quiere que en el tiempo aceptable y de salud,
cual es^Ley de Gracia, ayuden los sacerdotes i que con
sigan sa salvacion los fieles, no itfándéles motivo de espá
dalo, pac* que no sea vilipendiado stt alto ministerio, y
dejen de recibir las gracia» que por este conducto se les
comunican. Exige antes bien el Apóstol que en todo nos
mostremos como ministros, de Dios. En mucha paciencia, '
para' gana» con esto: á los fieles, como ganaran á los saP Vi 1
vajes del Japon San Francisco Javier y otro compañero ?
suyo, sufriendo* sin abrir sus labios, las bofetadas que les ?
daban y burlas que les hacían. En las tribulaciones, an- 3
Rustías, cárceles, trabajos y vigilias, para dar con esto °
un ejemplo á los fieles de la buena voluntad con qué deben 5
llevar la cruz, patrimonio y única riqueza del cristiano'. 'J
En castidad, para que nuestra pureza nos haga, no yá '
angélicos, sino divinos hombres, y los fieles aprendan á ' 3
vencer los estímulos de esta carne, rebelada siempre con- '
tra el espíritu. En ciencia, en dulzura y en no fingida i
caridad, para que, mientras nos veamos obligados á com- ' n
batir á diestra y siniestra el error con las armas de la
justicia, no nos olvidemos nunca de la compasion y mise-** ':,::'
ricordia hácia los estraviados y seducidos. Que alcance
mos gloria, ó que se nos infame; que se nos mire como
hombres de verdad, ó como seductores; aunque parezca- I
mos muertos, estando vivos, ricos en la pobreza, y pose- ;
yéudolo todo sin poseer nada, el Apóstol quiere que en
cualquiera situacion nos manifestemos como ministros de '-'..
Dios, para ayudar á los fieles á conservar la gracia de la ?'''
reconciliacion. Adjwantes autem exhortamur, netñ'vi- ^
cuum gratiam Dei recipiatis.
Quiero haceros notar que eí Apóstol, al exhortar á los
de Corinto á que no reciban en vano la gracia de Dios', v)
les dice que los exhorta ayudándolos. Adjwantes áuiék
eahortamur. No basta, para que cumplamos nuestro mr.-;^1
nisterio, el exhortar á los fieles á que, con los auxiíioá (té:-
la gracia, procuren practicar buenas obras, sino qué de- .'
bemor ayudarlos con nuestro ejemplo á vencer Jas din* !
-fa
cultades que se les presenten. Porque ¿de qué les servi
rían nuestras exhortaciones, si con nuestra conducta no les
enseñásemos que es practicable la virtud? ¿De qué les ser
virían nuestros sermones y discursos, si viesen que nos
otros sucumbiamos á las sugestiones de la culpa? ¿De qué
les serviría nuestra doctrina, si observasen que con las
obras la destruíamos ? Exhortemos ; pero exhortemos
ayudándolos, que es como San Pablo exhortaba á los fieles
de Corinto.
Nuestra mision es hoy altísima. Eu tanto descrédito
han caido las doctrinas de los hombres, y los escesos han
llegado, por otra parte, á tal colmo, que no veo para los
males de la sociedad mas remedio que el que pueda apli
carles el sacerdote católico, como maestro é intérprete de
una ley que tiene virtud para curar las mas hondas llagas
de la humanidad. Nuestros pecados ó escándalos tienen
hoy una doble repugnancia y trascendencia , por cuanto
no solo ofendemos con ellos á la Iglesia , de quien somos
ministros, sino que privamos á la sociedad del único
apoyo y sosten con que cuenta en sus actuales vaivenes.
¡Gran gloria está reservada al sacerdote católico que com
prenda su mision y la cumpla en los presentes diasl Pero
si deja pasar indolente esta ocasion que la Providencia le
depara para que salve otra vez al mundo, y recobre por
este medio el cristianismo el terreno que ha perdido ; ó si
con sus escesos hace sea vituperado un ministerio que en
cierra las esperanzas de la sociedad , temblemos ante los
juicios de Dios y ante los juicios de los hombres. Unos y
otros nos condenarán inexorables ; y cuando queramos
salvar el templo, diciendo que es templo del Señor, tem-
plum Domini, templum Domini est, veremos ya el tem
plo reducido á cenizas , y á la sociedad llorando su irre
mediable ruina.
No dudeis, hermanos míos, que han de venir tiempos
de mucha tribulacion, y que, con prevision debemos tener
— 75 —
en nuestra ciencia y en nuestra virtud escudos impenetra
bles para rechazar los ataques y armas hábilmente afila
das, para sostener á diestra y siniestra la causa de Dios y
la causa de los hombres.
No defraudemos las esperanzas de la sociedad, y no
hagamos llorar á la Iglesia. Mostrémonos en todo como
ministros de Dios, y recibiremos la corona eterna en la
gloria. Amen.
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Sii8 iíobo) ,(íOí'.'iiii son ''i' m'M h nboj 'v:;' ,t'7:;í^.-.í íiiii 'v..';
-Si Qiníup Olí fibíV iiv /.boj v bcbioilí,l iit: i'kn ,,-u}í'&-:-,,
-óniovBín Sfi vgvííih'jísai ¡iOríminq üo! s 'jnf: ib-iV '.:hi.v-l,
.sisasteis mmm swArn í-ítóuq &v¡' oh w-u .'!, ijvvi'
jsulas el noxsios íi& nn nv:!n. íiup jir^ií 'sí sb k^;: :-.: '.ii't
bfibehos ^{iwbj'i iib bí.fíí'¡ooí ; cÍsiono Inicuo»: bubs i -
BSOVÍY %'p bbbubO* íiri'J . j,-S'i?.ÍCíí* .,Í' ¡H,l: ['..,.: ;.'--íl.¡vi.'l' '!...
eci'oupioq '-í'i,r'ji:íU-nli í;b;i'-.íi $/ , .?'.--., ....iiií'r:=-:''.iv 'iJ-.-'
Ave María.
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.iw'.í-í'.,.'.'. ;.;.: .. . r. :';'- ' .:....,.. :.-..::? . -ío
' . ií,,i,i.
Ave María.
(1) Super Luc, 4. (2) Suma 3.,p. quest. 41. (3) Ibid.
(4) Tob., 12, 13.
comunicó, para resistir , segun afirma San Pablo. Fi-
delis autem Deus qui non patitur vos tentari supra id
gvodpotestis, sed faciet eíiam cum tentatione proven-'
tittn, ni possilis sustinere (4). Permite Dios, en efecto,
que seamos tentados para que nos conozcamos á nosotros
mismos, es decir, nuestra propia debilidad; para que no
dejemos nunca de ser humildes, viendo que ni un instante
podemos creernos seguros sin Dios , sin cuya gracia no
vencemos la tentacion; y para que probemos nuestra fide
lidad, haciendo ver que nada puede separarnos do su
amor. Quis nos separabit á chántate ])ei (2)?
De la misma manera que al general á quien un go
bierno quiera ensalzar y engrandecer le envia al lugar
del peligro, proporcionándote al propio tiempo los necesa
rios recursos, así al cristiano á quien Dios quiere coronar
con la aureola de la gloria, permite le tiente Satanás, pero
sin negarle Dios los auxilios de su gracia: auxilios que en
cierto modo está obligado Dios á concedernos , toda vez
que el mismo Jesucristo esperimentó lo hábil que es el in
cansable enemigo de las almas para tenderles lazos y per
derlas. ¿No hay tentacion? ¿No hay lucha? Pues no hay
corona: y Dios, que nos tiene preparada la corona, permite
por eso la tentacion.
He dicho haber esperimentado Jesucristo lo hábil que
es el demonio para tender lazos á nuestras almas , y voy á
esplicarlo. Satanás nos tienta siempre en aquello hácia
donde nos ve inclinados. A los soberbios los tienta por los
honores; á los hartos, por el ocio; á los iracundos , por las
contiendas; á los avaros, por las usuras; á los impuros,
por los placeres, y á cada uno, por el gusto ó aficion parti
cular de que le ve dominado. Por eso á Jesucristo, á
quien vió hambriento, como hombre, le tentó con pan.
Dic ut lapides isti panes fiant. Así es que al vencerle Je-
^ Ád Titó., ^6, 9.
— 99 —
No puede pintarse con mas fíeles colores lo horrible
que es la tentacion de las riquezas. Quedar presos en los
lazos del diablo de tal manera, que ni á la diestra ni á la
siniestra podamos movernos sin voluntad , es condenarse
á una espantosa esclavitud , que es el preludio de la es
clavitud eterna. Y como que hallándonos entre los lazos
del diablo no dejan de atormentarnos deseos aun de poseer,
deseos inútiles, porque no se realizan , y nocivos, porque
ann realizándose nos mortifican y dañan, resulta que la
tentacion de las riquezas nos conduce á segura y funesta
ruina. Qui volunt divites fieri, etc.
¿Qué armas, pues, debemos tener preparadas para
vencer la tentacion ? Voy á decíroslo. La oracion es para
esto muy uecesaria; porque, como dice San Pedro Crisó-
logo, el que no va á la oracion, va á la tentación. Ad
tentationem vadit, qui ad orationem non vadil (I). No
hay que cesar de pedir á Dios que no nos deje ó no per
mita caigamos en la tentacion: oracion que diariamente
debemos dirigirle , porque á toda hora el demonio nos
pone asechanzas. Acordaos , os diré con Judit; acordaos
de que nuestros padres esperimentaran tentacion... y
Abraham fue declarado amigo suyo porque en la tentacion
fue hallado fiel. Isaac, Jacob, Moisés y cuantos á Dios han
agradado, soportaron con fidelidad muchas pruebas ; pero
aquellos que no recibieron con temor de Dios las tentacio-
aes y profirieron impaciencia é improperio de murmura
cion contra el Señor, fueron esterminados por el estermi-
nador, y los hicieron perecer las serpientes (2).
El ayuno es tambien un escudo de fino temple contra
la tentacion, pues es una de las armas de la justicia que
enumera el Apóstol (3). El que no quiere ayunar, aio
quiere vencer, sino ser vencido.
Ultimamente, os diré con San Pablo , confortaos en el
.. . . . ,. . . '..' 1
. .. >
1.° Los fieles están obligados á escuchar con frecuen
cia y docilidad la doctrina del sacerdote catolico. Segundo
tomo, pág. 125.
2.° La predicacion evangelica no producé entre los
cristianos los frutos que debe producir , porque nos faltan
las disposiciones con que debemos oir la palabra de Dios.
Tomo ir.
. '. H. ..-: . -. ;
.. I.
... i i)
SERMÓN
sobre el evangelio del miércoles de la primera
semana de Cuaresma.
(i) AdEphes.,4.
— 408 —
nos dice que no puede dejar de haber un Primer Ser; que
á este Primer Ser, en razon de tal, le es debido un culto;
y que ese Primer Ser es remunerador, castigando al per
verso y premiando al virtuoso. Tres verdades importan
tísimas, y que son fundamentales en religion. Por eso acer
ca de ellas llevamos dentro de nosotros mismos ciertos
como naturales anuncios ó semillas.
Hé aquí por lo que he dicho antes que para no ser
el hombre cristiano tiene el hombre que dejar de ser hom
bre. Esto es una gran gloria para el cristianismo. Su iden
tificacion, digámoslo así, con la parte mas noble de la hu
manidad, que es la razon y el sentimiento moral, prueba
que es la única religion aceptable á los seres inteligentes
y morales, y que es la única verdadera.
i Si por una parte llevamos dentro de nosotros mismos,
segun he dicho antes, una semilla de la fe, tambien lleva
mos, á causa de la corrupcion de nuestra naturaleza , una
propension á olvidarnos de Dios y á no oirle, aunque , co
mo á Adan, nos llame. Las generaciones humanas, despues
del pecado, fueron paulatinamente caminando de culpa en
culpa , y de vicio en vicio , y de esceso en esceso , hasta
llegar á la idolatría , que es el total olvido del verdadero
Dios. La historia de la idolatría no es mas que la historia
de los corazones corrompidos , que de un paso en otro
llegan al término final de su corrupcion. El pecado con
duce á la idolatría.
Pues entonces, se me dirá, alguna escusa tiene la in
credulidad si llevamos dentro de nosotros mismos una es
pecie de disposicion natural para llegar hasta ella. No os
equivoqueis, hermanos mios, no os equivoqueis. Estudiaos
á vosotros mismos, estudiad los misterios, digámoslo así,
de vuestro espíritu, y no necesitais mas para condenar vues
tra voluntaria incredulidad. Figuraos que en esas terribles
inquietudes de vuestro corazon os habeis decidido por no
creer nada, para vivir tranquilos en vuestros crimeu.es...
— 109 —
¡Qué dudas tan amargas asaltan vuestro espíritu! ¡Qué
vacilaciones tan dolorosas! Vuestra misma decision , que
presumíais habia de traeros la tranquilidad y el descanso,
os causa mayores sobresaltos. Se os conoce que vais co
mo fuera de vosotros mismos , que vivís en una posicion
violenta, y que os domina uno de esos pensamientos que
ocupan y embargan todo el hombre y todo su espíritu. A
costa de este sacrificio que haceis de vuestra propia tran
quilidad, es como podeis ser incrédulos ; y en esta situa
cion horrible, ó teneis que oir á Jonás, y á Jesucristo, que
es mas que Jonás, ó no podeis encontrar mas término que
una catástrofe al fin de vuestros pensamientos ó de vues
tra carrera. Ahora bien: ¿habeis de llamar natural á esta
situacion en que os veis colocados? ¿Os figurais que para
sosteneros en ella habeis de hallar disculpa?
Observad ahora, por la parte contraria, al hombre que,
despues de la lucha entre su corazon pervertido, y la Juz,
bien sea débil, que llevamos dentro de nosotros , bien sea
resplandeciente, con que nos guia la fe ; observad , digo,
al hombre que, despues de esta lucha , se ha decidido,
ayudado con la gracia, á negar la razon á su corazon pa
ra dársela á su entendimiento; figuraos á este hombre, que
reconoce ha obrado mal , pero que, confesando hay una
ley, una verdad, un Dios que le condena, se arroja en sus
brazos, se acoge á la luz y huye de las tinieblas; mirad á
este hombre y vereis en qué dulce calma y serena tran
quilidad queda su espíritu. Entonces se muestra lo que es;
entonces se muestra hombre ; entonces se muestra con la
majestad de soberano á quien su padre tiene preparado un
reino. Nada hay de violento en esta situacion. Su semblan
te apacible revela la tranquilidad de su espíritu. El hom
bre cristiano muestra allí en cierta grandeza al hombre
vulgar. No hay dudas tremendas que le tengan como des
pedazado, ni problemas, en punto á su futuro destino, que
w halle en la religion claramente resueltos.
— 410 —
Este es el verdadero hombre , y lo es porque es el
hombre cristiano.
Jesucristo hace tambien en el presente Evangelio un
argumento á los escribas y fariseos , deducido de la soli
citud con que la Reina del Austro ó de Sabá vino desde
los confines de la tierra á oir á Salomon y practicar sus
consejos. «Y vosotros, les dice, no quereis oirme á mí, que
soy mas sabio que Salomon.»
Este argumento puede hacerse igualmente á los incré
dulos, que lo son por la perversidad del entendimiento; per
versidad que es la segunda raiz ó fuente de la incredulidad.
La Reina de Sabá , educada entre gentiles , viene á
Oir á Salomon; y tan alta y maravillosa le parece su doc
trina, que la recibe y la practica. Jesucristo, mas sabio, y
mayor 'y mejor que Salomon, predica á los judíos las
roas sublimes y consoladoras verdades , y los judíos le
crucifican. A este modo, las naciones gentiles se han con
vertido á la fe oyendo á los apóstoles ó ministros de Je
sucristo predicar su celestial doctrina; pero los incrédulos,
teniendo perturbada su razon, ó no la reciben, ó, despues
de recibida, la niegan. La sabiduría de Salomon se hace
oir á lo lejos; y la divina doctrina de Jesucristo no quie
ren admitirla los incrédulos teniéndola tan cerca.
No tienen escusa, no, los incrédulos. La Reina del
Austro les condenará en el dia del juicio. ¿ Por ventura
no es mas aceptable la doctrina de Jesucristo, que admi
rable fue la sabiduría de Salomon? ¿Y tendrán disculpa
'por no aceptarla, habiendo aceptado la del sabio Rey la
Reina de Sabá? Los impíos ó incrédulos profesan un prin
cipio de perturbacion intelectual que no puede menos de
arrastrarlos hasta el abismo en que se encuentran. Ese
principio es la libertad de pensar , sin que los contenga
ningun freno , ni tos haga moderados el respeto á una
autoridad. Este principio, que es comun á los incrédulos
y á los protestantes , y que por lo mismo hace que no
haya un medio entre el catolicismo y la incredulidad;
este principio, digo, estravia hasta tal punto la razon del
hombre y la pervierte , que destruye en ella todas las
verdades, aunque sean tan sublimes y provechosas como
las verdades católicas.
Porque debo haceros notar que apenas hay un incré
dulo ó un enemigo del catolicismo que no reconozca y
confiese que la doctrina de Jesucristo es una doctrina ad
mirable; uno que, considerándola como una ley que con
dena los vicios y hiere su orgullo , ó no quieren que á
ellos se les aplique , ó la interpretan de tal manera que
hagan conciliables con ella su orgullo y sus pasiones.
¡Sacrilega pretension! Estos llamados sabios y libres pen
sadores quieren que no recibamos ni practiquemos la doc
trina de Jesucristo , al mismo tiempo que ensalzan hasta
las nubes las doctrinas , no digo de Salomon , cuya sabi
duría resonó por toda la tierra , sino de cualquiera escri
tor , ú orador , ó aventurero que anuncia una teoría de
problemática exactitud ó certeza , con tal que halague de
algun modo sus vicios ó sus intereses.
La libertad de pensar acerca de materias religiosas, lle
vada fuera de los límites que la están señalados, no puede
menos de producir la incredulidad con todos sus escesos.
Esa libertad es la que ha herido todas las verdades, tra-
yéndolas á discusion ante el tribunal del individuo ; y la
sociedad moderna , acusada de atea ó de indiferente , ó se
acoge á la autoridad, es decir, al catolicismo, ó de preci
picio en precipicio irá á perderse en la noche de todos los
errores. Un nuevo paganismo amenaza al mundo ; y la
Providencia , que ha visto y está viendo son inútiles para
las generaciones contemporáneas los escarmientos que no
há mucho esperimentaran otras por haber proclamado la
incredulidad, tiene sin duda preparadas algunas leccio
nes , lecciones terribles para nosotros ó nuestros inmedia
tos sucesores , que somos tan indóciles.
—m—
No hay escusa para la incredulidad. Todos los dogmas
y todas las verdades han sido combatidas , y del combate
han salido con nueras coronas. Hoy , para ser incrédulo,
hay que ser un ignorante , ó un corrompido. La religion
está , digámoslo así, resucitando cada dia , y saliendo del
vientre del abismo donde quieren arrojarla sus enemigos,
y del sepulcro donde, no tres dias, sino por todos los si
glos, quisieran tenerla oculta sus adversarios é impugna
dores. Ahí están los ninivitas, que los confundirán, y la
Reina de Sabá, que los condenará en el juicio. Aquellos
fueron dóciles á la voz de .Tonás , y la Reina del Austro á
la palabra de Salomon ; y los incrédulos no quieren so
meterse á Jesucristo , que es mayor que Jonás y que el
hijo de David.
No pidais milagros para satisfacer vuestra curiosidad.
Ahí teneis el milagro de Jesucristo, que resucita al tere ero
dia , segun lo había anunciado. Ese milagro basta para
probar la divinidad de nuestra religion. Someted vuestro
entendimiento y vuestro corazon á esa ley , para que,
conociéndola y practicándola, ganeis la vida eterna. Amen.
Wiii
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i'Oltíilip/' .Oillilll ;' í'.' í ' . víi '-.Í ''}-.!„' * íii K-'i..ll
QUE PUEDEN APLICARSE AL MISMO EVANGELIO.
o? í!í)tjíuj' cu rv-Í„I-:. a -of if }noi»-ii.<':.hfitdíifiqri
TOMO 111.
:'»»$
Señor:
$V'í Víín/w .;.'.' '} )..: :. .. :: '.' ';:.- ' . '' '\ ' . . X . ..'v :íi- ''U
V.J*\ lííy ..-'' W i-.i, -l. 2,: :y ¡ - -, . . '. . i .;...:. ,, i ,„<;í\
. 'Uií niI V , k'!'' 'l: !.:.! '.i' .':. il'i .''-. ' v.'.í ' \ n ,'íV" O í'''íf#
tomo m. 9
SERMÓN
sobre el mismo evangelio.
Ave María.
"..)
,,, -. - -. -«3-
r La muerte y los demas defectos corporales tienen,
dice Santo Tomás (i), una doble causa ; á saber: la con
trariedad de principios , y el pecado. Sin la culpa no ha
bríamos esperimentado enfermedades. Por donde se ve
que ya sea el original , ya sean los actuales , siempre en
nuestras enfermedades figura de un modo muy principal
el pecado.
Supuesta esta verdad, en cuya esplanacion no creo
necesario detenerme, porque es tan obvia , ocurre desde
luego á nuestra razon y á nuestro sentido comun , que no
puede ser el vernos padeciendo una enfermedad y olvi
darnos de que , de un modo ó de otro, de aquella enfer
medad es causa el pecado. En el momento en que princi
piamos á padecer nos acordamos de la fragilidad de la vida
y de la comun desdicha que nos trajo la culpa. Entonces
conocemos que somos criaturas muy débiles y flacas, á
la manera que las enfermedades convencieran al gran
Alejandro de que no eraDios, segun él presumía. En aquel
instante desaparece á nuestra vista el mundo con todas
sus ilusiones y vanidades ; el dinero con todo su poder; y
la gloria mundana con todas sus mentiras ; y nos queda
mos solos, digámoslo así, en el lecho de nuestros dolores;
solos con nuestra conciencia, que nos acusa , y con Dios,
que pronto quizá ha de juzgarnos.
Natural era , á vista de esto, que de lo primero que
el hombre se acordase al sentirse enfermo, fuese de Dios,
á quien no puede prescindir de considerar ofendido , y de
su propia alma, que no puede dejar de interesarle viva
mente.
Y todavía este deber del hombre se hace mas impe
rioso y sagrado teniendo en cuenta que muchas de las
enfermedades provienen de nuestros vicios y escesos,
como enseña el Espíritu-Santo cuando dice que la gula
" ,. -' -
i , , , ,
Ave María.
; \ . ...: . .
.í . ' ' '. '
(i) Ad Hebr., 13, 14, {%) Job-, 24, i». (3) ai, 4, .
— 150 —
tuvo de condenar á una mujer cogida en adulterio ; pero
Jesucristo no dijo que no mereciese el castigo que exigian
para ella los escribas y fariseos que la acusaban. Antes
bien reconoció que le merecía, toda vez que á sus acusa
dores les dijo : «Aquel de vosotros que esté sin pecado,
que la tire la primera piedra.» Ninguno de ellos quiso
apedrearla; y entonces la dijo Jesucristo : «Si ellos no te
condenan, ni yo quiero condenarte. Anda , y no vuelvas
á pecar.»
A fin de evitar el cometer adulterio, se nos impone el
precepto , no solo de no lujuriar , sino de no desear la
mujer de tu prójimo. No mires, dice el Espíritu Santo;
no mires á la mujer de otro hombre, ni preguntes á su
criada, ni permanezcas junto á su lecho (1). A la mujer,
para que no sea ocasion de adulterio , se la exige mucha
modestia y circunspeccion, de tal manera que ni en sus
miradas, ni en sus palabras ni acciones haya cosa alguna
que provoque al pecado.
Ahora era preciso que mis ojos se convirtiesen en dos
fuentes de lágrimas para llorar los escándalos que en esta
parte presencian todos los pueblos. Ni la santidad del ma
trimonio , ni la fidelidad jurada , ni el bien de los hijos,
ni la paz de las familias, nada respetan las gentes, ni na
da las detiene para no cometer los escándalos que tanto
daño causan en las costumbres públicas , que tantas con
secuencias traen bajo muchos aspectos, y que con lágri
mas de sangre deberían ser llorados. Las leyes divinas y
las humanas se muestran inflexibles con los adúlteros , y
la sociedad debe abominarlos como uno de sus mas gran
des males.
Yed, ¡oh adúlteros ! cuán grande es la gravedad de
vuestro pecado. Profanais la santidad del sacramento, vio
lais la mutua fidelidad jurada en presencia de la Iglesia,
Ave María.
— 155 —
El hombre es naturalmente sociable , porque natural
mente es, digámoslo así, indigente. Considerado el hombre
en sí mismo, es, en efecto, muy pobre, toda vez que, aun
suponiéndole en posesion de muchas riquezas, nobastaria
esto para que pudiese ver satisfechas sus primeras necesi
dades si otros miembros de la sociedad, sin esceptuar los
que al parecer son mas despreciables, no le ayudasen á
satisfacerlas. ¡Admirable economía social, que hace no pue
da vivir el rico sin el pobre, así como no puede vivir el po
bre sin el rico! No hay, señores, mas que un solo cuerpo,
y de este cuerpo son miembros tan necesarios los que dic
tan las leyes, como los miserables que dentro de la caba
na campestre trabajan la estera, hacen sombreros de paja,
ó forman jaulas para pájaros. Los oficios y las artes mas
humildes son tan sociales, es decir, tan necesarios á la so
ciedad en su género y línea, como la dignidad mas en
cumbrada. Todos necesitamos de todos, y nadie puede de
cir que no necesita de la cooperacion ó del trabajo del
mas despreciable de sus semejantes. Esto es lo que llamo
trato humano ó social, y para él es tan indispensable la
buena fe, que sin ella no cometeremos mas que trascenden
tales injusticias, atacando en su base á la misma sociedad.
Sin la buena fe ó la probidad en el trato humano,
cada cual no pensará mas que en engañar á su prójimo ; y
desde el momento en que nuestras mutuas relaciones no
tengan mas objeto que la decepcion de nuestro prójimo,
no habrá sentimiento, por sagrado que sea, que no llegue
á adulterarse, ni intereses que no lleguen á resentirse. El
reconocimiento, la amistad, la justicia, el amor, la cari
dad, los vínculos de la sangre, todo va desapareciendo á
medida que la buena fe ó la probidad falta entre los hom
bres. Muchos, como Cain, sacan ó llevan al campo á los
inocentes Abeles, y es para sacrificarlos: muchos, como
Labán, dejan de cumplir la palabra que tienen dada y la
remuneracion que tienen ofrecida á los que por siete años,
— 456 —
como Jacob, les sirvieran : muchos , como los hermanos
de José, ocultan á su anciano padre sus propias maldades,
engañándole con presentarle una túnica manchada, que les
sirve para revelarle una desgracia y ocultar su horrible
crimen: muchos, como David adultero, dañálos Urías
cartas de muerte: muchos, como Ananías y Sátira, ocultan
el verdadero precio de las cosas para mentir al Espíritu-
Santo y engañar á sus hermanos.
Las Sagradas Escrituras contienen los mas terribles
anatemas contra las personas en cuyo corazon reina el
dolo, y en cuyo trato falta la buena fe ó la probidad. «Pro
vocan la ira de Dios, dice Job, y morirá su alma en tem
pestad.» Simulatores et callidi provocant iram Dei...
morietur in tempestóle anima eorum (4). «El Señor, dice
David, abomina al hombre que derrama sangre y al que
engaña.» Yirum sanguinum et dolosum abominatur Do-
minus (2). Es objeto de abominacion para el Señor, se
gun se lee en el libro de los Proverbios , todo el que en
gaña á otro. Abominatio Domini est omnis illusor (3).
Y no solamente incurre en estos anatemas de Dios el
hombre doloso ó engañador que pone lazo3 ó asechanzas á
su prójimo, sino que se pierde á si mismo, atrayendo so
bre su cabeza los rayos de su propia iniquidad. Infixce
sunt gentes in interitu, quem fecerunt , in laqueo isto
quem absconderunt, comprehensus est pes eorum (4). No
verán la mitad desus dias, dice el mismo real Profeta,
los hombres de sangre y de dolo. No hallará , leemos en
el libro de los Proverbios (5) ; no hallará su ganancia el
hombre de mala fe y de fraude. El que engaña á los jus
tos en el mal camino, dice el Espíritu-Santo en el mis
mo libro (6), caerá en su ruina, y los sencillos ú honrados
poseerán sus bienes. ¿Por ventura, dice el Señor
'"
por Ma-
*
(V) Job, 33, 13. (i) Ps. I!, 7. (3) Píov., 3, 32.
(4) Ps.8, 18, (B) Prov,, 3, 84. (8) Id., 14, 17*
— 457 —
laquías, no he de visitar á gentes como estas, y no se ha
de vengar de ellas mi alma (1)?
No os engañeis, hermanos mi os, unos á otros. Miem
bros sois todos de un mismo cuerpo, y así como nuestro pie
no engaña á nuestra mano , ni nuestro ojo á nuestro oido,
de la misma manera no debemos unos á otros engañarnos en
el trato social. Destrúyese la sociedad por subase, faltando
la buena fe y la probidad entre las gentes. Porque ningun
hombre irá con otro por un camino , ninguno confiará á
otro un secreto, ninguno entregará á otro un depósito mien
tras no esté convencido de la buena fe ó de la probidad de
su compañero ó amigo. Los contratos y convenciones hu
manas , y los mas insignificantes empeños de hombre á
hombre, habrá que asegurarlo todo con garantía y pública
escritura, y aun así y todo, faltando la buena fe, dejarán
de cumplirse sagrados compromisos. El trato social, en tal
caso, está reducido al arte de engañarse los hombres unos
á otros, con mengua de sí mismos , con escándalo y per
juicio de los pueblos, y arrancando lágrimas á la religion,
que quiere que no haya en sus hijos mas que un solo co
razon y una sola alma.
En lo que, sobre todo, se advierte una general falta de
buena fe ó de probidad, es en las compras y ventas, pare-
ciéndoles á muchos que no faltan en ello á la ley de Dios,
y que quedan exentos de toda responsabilidad en el en
gaño con que han tratado á su prójimo. Los que venden,
ocultan al que compra los vicios ó defectos de la cosa ven
dida; ó pesan ó miden mal las especies y frutos; ó exigen
una ganancia que no está en proporcion con el trabajo - ó
los sacrificios empleados en adquirir la cosa y conservar
la. El comercio y la negociacion son en sí cosas buenas,
toda vez que, no bastándose á sí mismo nadie en la vida hu
mana, hay necesidad de que otros, por una justa ganancia
Ave Alaría.
— 163 —
El hombre es señor de sus actos por la razon y por la
voluntad; y como las acciones que proceden de alguna po
tencia son causadas ó producidas por esta, segun la razon
de su objeto, resulta que, siendo el fin el objeto de la volun
tad, todas nuestras acciones, es decir, todas las acciones
humanas, que son las libres ó deliberadas, han de tener
precisamente un fin. El hombre, pues, no puede obrar sin
un fin; para la vida humana tiene que haber un último fin;
y en apetecer este último fin todos los hombres convienen!
aunque no convengan en cuanto á aquello en que la razon
del último fin se encuentra, segun dice el angélico doctor
Santo Tomás (1). Conviene, pues, que el último fin, por el
cual obra el hombre, llene y satisfaga de tal manera todo su
apetito, que nada le deje ya que desear ni temer. Este úl
timo fin, segun dice el grande Agustino, es la felicidad ó
la bienaventuranza. Omnes homines conveniunt in appe-
tendo ultimum finem, qui est beatitudo (2).
Por manera , hermanos mios , que tanto como somos
hombres, es decir, tanto como somos racionales y li
bres, tanto es natural en nosotros el apetecer y buscar la
gloria eterna, ó nuestra eterna dicha y felicidad. Ser hom
bre, y obrar por un fin, y subordinar este fin á otro que
tiene que ser último, y que al mismo tiempo tiene que ser
tm primer principio, como dice Santo Tomás, todo es una
misma cosa. El hombre tiene que renunciar á ser hombre
para no acordarse de su eterna felicidad, ni de buscarla: á
lo que sin duda atendió tambien el gran Tertuliano cuando
dijo que el alma era naturalmente cristiana.
En efecto, no se comprende el hombre, bajo este punto
de vista como bajo de otros, sin el cristianismo. Los que
combaten el cristianismo, combaten, por lo tanto, al hom
bre en sus mas íntimas necesidades. Si prescindimos de la
Biblia, si cerramos los ojos á las luces de la revelacion,
(O Part. i.% quest. i, wt. 7. (2) Aug., 13, <je Fin,, c. i,] ,
— 164 —
si el Evangelio no dicenada á nuestra pobre inteligencia,
el hombre, su destino y su fin serán para nosotros proble
mas llenos de tormento, como lo fueran para los antiguos
filósofos, que no conocieron la revelacion. Para ese enten
dimiento que nunca comprende tanto que no pueda aun com
prender mas, es necesaria una primera verdad , la única
verdad que le ilumine y le llene; y para esa voluntad que
va buscando el bien, que es su propio objeto, es necesario
un bien, el único bien que puede satisfacerla. Esta verdad
y este bien es Dios ; y fuera de aquí , fuera de Dios, y
fuera de los caminos que á Dios conducen, digo y puedo
decir que el hombre no es hombre.
Porque ¿qué es el hombre mas que un constante de
seo? ¿Qué es el hombre mas que una existencia animada
y movida siempre por un deseo ó por una infinita serie de
deseos? Y como quiera que en la tierra no encuentra cum
plida satisfaccion para este deseo, ni en las riquezas, ni en
la ciencia, ni en el mando, ni en los honores, ni en los
placeres, ni en los bienes del cuerpo; ó habremos de decir
que el Criador ha sido para el hombre el mas cruel de los
tiranos , dándole deseos que jamás pueda ver satisfechos,
ó hay que confesar que el destino natural, digámoslo así,
del hombre es la posesion de Dios, de Dios, que, como bien
universal, es el único que puede Henar y aquietar nuestra
voluntad; de Dios, que, como primera y única verdad, es
el único que puede llenar de luz nuestro entendimiento; de
Dios, en fin, que, como dice David, llena y colma de bie
nes nuestro deseo. Qui replet in bonis desiderium
tuum (I). Cuando se posee á Dios es cuando únicamente
podemos decir con San Pedro: JBonum est nos hic esse.
Este es mi destino, este es mi descanso, esta es mi feli
cidad.
Me admiro, señores, de ver la general aberracion de
Ave María.
—m-
La ambicion es el desordenado apetito de los honores y
dignidades. El hombre se siente arrastrado por su propia
degradacion 6 corrupcion á desear le tributen sus se
mejantes el honor que él no mereee ; porque siendo el
honor el testimonio de la propia escelencia, el apetecerle,
pedirle ó exigirle supone en el hombre un gran fondo de
soberbia, toda vez que él mismo se supone digno del honor
que por todos los medios va buscando. El apetito del honor
puede alguna vez dejar de ser pecado ; y es cuando al
alcanzar ese honor no le referimos á nuestro merecimien
to i sino á Dios, de quien tenemos aquello en que sobre
salimos; y cuando no para satisfaccion y utilidad propia,
«no para utilidad de nuestros prójimos, apetecemos ó
aceptamos el honor que se nos concede. Todo lo que no
lea tener siempre presente nuestra propia indignidad , y
que á Dios lo hemos de referir todo , y que para utilidad
de nuestros semejantes ha de ser el honor buscado ú ob
tenido, es faltar, es delinquir, es cegarse, es poner el pie
sobre el borde del mas hondo precipicio.
Ahora bien ; entre los que tanto se agitan por obtener
honores, dignidades y altos puestos, ¿hay muchos que se
atengan á los dos importantes principios que, apoyado en
la doctrina del doctor angélico Santo Tomás (1), dejo con
signados? ¿Hay muchos que soliciten los primeros puestos
únicamente para referir el honor y la gloria á Dios, y para
ser útiles á sus semejantes? Ni muchos, ni pocos, sino nin
guno ó muy raro es el que, en el apetito del honor, se deja
gobernar por estos saludables principios. Por eso la ambi
cion causa tan horribles estragos en la sociedad; pues
donde ni á Dios ni al prójimo se mira, no pueden menos
de sentirse males á todas luces funestísimos.
Jesucristo ha establecido la doctrina mas provechosa
para la sociedad al decir que entre los suyos el que quiera
Ave María.
PRIMERA PARTE.
SEGUNDA PROPOSICIÓN.
Ave María.
PRIMERA PARTE.
SEGUNDA PARTE.
ULTIMA PARTE.
(J) Sap.,8,21.
— 209 —
cipal instrumento de esta justicia será el fuego , fuego
verdadero que, aunque ignoremos el modo, atormentará las
almas, y, despues de la resurreccion , tambien á los cuer
pos. Discedite á me maledicti in ignem ceternum quod
paratum est diabolo , et angelis ejus (1). Apartaos de
mí, malditos, dice Jesucristo, al fuego eterno que está pre
parado para el diablo y sus ángeles. Si te escandalizare tu
mano, dice tambien el Salvador , córtatela ; porque mejor
es para tí entrar débil en la vida eterna , que descender
con dos manos en el infierno, en un fuego inestinguible,
donde... el fuego no se apaga. Et si scandalizaverit te
manus tita, abscide Mam: bonum est Ubi debilem in-
troire in vitam, quam duas manus habentem ire in ge-
hennam, in ignem inextinguibilem , ubi vermis eorum
non moritur , et ignis non extinguitur (2). Si tu pie te
escandaliza, añade el mismo Jesucristo, es decir , si te da
ocasion ó motivo para pecado, córtatele ; porque mejor es
para tí entrar cojo en la vida eterna , que bajar con dos
pies al fuego inestinguible... que nunca se apaga. Si pes
tuus te scandalisat, amputa illum: bonum est Ubi clau-
dum introire in vitam ceternam , quam duos pedes ha
bentem mitti in gehennam ignis inextinguibitis... ubi
ignis non extinguitur. Si tu ojo te escandaliza , vuelve á
repetir el Salvador, sácatele; porque mejor es para tí en
trar con un ojo solo en el reino de Dios, que el ser conde
nado, teniendo los dos , al fuego inestinguible, que nunca
se apaga. Si oculus tuus scandalisat te , ejice eum: bo
num est Ubi luscum introire in regnum Dei , quam
duos oculos habentem mitti in gehennam ignis, ubi ver-
mis eorum non moritur, et ignis non extinguitur.
Jesucristo repite tres veces en un mismo discurso la
amenaza de que seremos condenados á un fuego eterno
si no evitamos la culpa. Sus palabras están bien terminan-
(1) Job, 20. (2) Isai., 6b. (3) Deut., 32. (4) Apoc, 20.
(5) Luc, 16. (6) Ad Theodor. (7) De Civ. Dei, c. 2.
(8) Lib. 9, Mor., 39.
— 212 —
esünguible, gusano inmortal, hedor insufrible, tinieblas
palpables, horrendas visiones de demonios, y confusion de
pecadores. (1). Temo la muerte , dice San Cirilo, porque
es acerba. Temo el infierno, porque es eterno. Temo las
tinieblas, porque no dan luz. Temo el rio de fuego que
corre ante el tribunal de la divina justicia (2).
¿Han temido los Santos cuando se han puesto á conside
rar las penas del infierno , y no temeremos nosotros,
siendo tan grandes pecadores? ¿Quién de vosotros podrá
habitar entre ardores sempiternos? Quis habitabit ex
vobis cum ardoribus sempiternas? pregunta Isaías .(3).
¿Quién de vosotros , que no podríais estar dos minutos en
un baño de agua hirviendo, podrá luego habitar entre ar
dores sempiternos? Quis ex vobis habitabit cum ardori
bus sempitemist ¿Quién de vosotros, que no podeis sufrir
un solo instante en vuestra mano una chispa de fuego, po
drá habitar entre ardores sempiternos? Quis ex vo
bis, etc.? ¿Quién de vosotros, que no podeis soportar sin
rendiros la fiebre de una hora, podrá luego habitar entre
ardores sempiternos? Quis ex vobis, etc.? ¿Quién de vos
otros, que no podeis acercaros mucho á la llama del fuego,
podrá luego habitar entre ardores sempiternos? Quis ex
vobis, etc.? ¿Quién de vosotros, que no podeis soportar ni
aun la idea de vivir en una fétida cárcel, podrá despues
habitar entre intolerables olores? Quis ex vobis, etc.?
¿Quién de vosotros, que no podeis tomar una medicina un
poco amarga, podrá luego alimentarse con veneno de áspi
des por toda una eternidad? Quis ex vobis, etc.? ¿Quién de
vosotros, que no podeis tener levantada una mano un cuarto
de hora sin cansaros, podrá vivir luego por eternidades en
una situacion violentísima como la de los reprobos? Quis
ex vobis, etc? ¿Quién de vosotros, que miraríais como un
insufrible tormento el estar de pie sin moveros, no digo un
(1) Pongo sermon sobra esta epístola, por la materia que presta
para tratar de un punto importante de moral , como es la envidia.
— 216 —
to, sabida es de todos, y apenas habrá uno solo que ig
nore la crueldad de los hijos de Jacob con el hermano que
temieron fuese su rey. La envidia les hizo cometer una
doble gran maldad ; pues vendieron al hermano y afligie
ron impíamente al anciano padre. Jacob estuvo inspirado
cuando, al ver la ensangrentada túnica de su hijo, esclamó:
«Una fiera pésima le ha despedazado : una bestia ha de
vorado á Josef.» La envidia , en efecto , que es implaca
ble fiera y bestia atroz, le habia vendido. Fera pessima
devoravit eum.
Observo generalmente que hay muchos envidiosos, y
que son muy raros los que fijan su atencion en la envidia
para detestarla , como uno que es de los pecados capitales.
Es una fiera, y nadie parece la teme. Es una bestia, y na
die parece la abomina. Es fuego , y nadie huye de él. Es
un basilisco, y nadie evita su encuentro. Es una peste, y
nadie teme ser su victima. Es, en una palabra, consuncion
y muerte para el envidioso, y nadie busca contra ella una
medicina.
En los presentes tiempos, en que la soberbia tiene le
vantado su estandarte y hace diariamente tantos proséli
tos , la envidia , compañera suya , está secando tambien
muchos corazones , sacrificando muchos intereses , per
turbando la tierra y llenando de almas el infierno. Carbo
nes encendidos, ¡oh envidiosos ! llevais en vuestro pecho,
y no lo sentis.
Voy, pues, á llamaros la atencion sobre este im
portante punto de la moral cristiana > haciéndoos ver que
La envidia es un pecado capital de funestísimos re
sultados.
Ave María.
— 217 —
Consiste la envidia en la melancolía , tristeza ó pesar
que nos causa el ver á otros en mas ó menos ventajosa
ó feliz situacion , presumiendo que su fortuna es un impe
dimento ú obstáculo para la nuestra. Es un pecado muy co
mun en el mundo , aunque no nace en el mundo ; y digo
que no nace en el mundo , porque nace en el corazon del
demonio , desde donde se comunica al nuestro con toda la
malicia y la peste que en él puede reunir el rebelde án
gel , envidioso de la gloria de Dios , y la infernal ser
piente , envidiosa de la dicha del hombre.
Todos los pecados , en el hecho de tener su origen en
el corazon del demonio, cuya malicia es tan grande , y de
refugiarse al corazon del hombre , cuya malicia no es pe
queña , son funestamente fecundos para producir otros , y
no dejar una parte sana , digámoslo así , en el corazon hu
mano : pero entre todos tiene la envidia una fecundidad
tal para causar males , que con razon puede considerár
sela como la raíz de todos ellos , el origen de todas las in
justicias, el principio de todos los desórdenes y la mate
ria de todos los pecados. Late patet , ha dicho San Ci
priano, seli multiplex et facunda pernicies. Abrid el
corazon del demonio , y vereis qué es lo primero que de
él brota y se desprende. Vió á Dios en su trono de gloria,
brillando con los rayos de su divinidad y resplandeciendo
como un sol que toma de sí mismo su inmensa luz. Le vió
Señor de sí mismo y Señor de todas las cosas , indepen
diente de otro, y dependiendo de él todo el universo, y
llenando el cielo con su poder y majestad. Le vió tan gran
de , y, envidiándole su grandeza , dijo : «Seré semejante á
él, subiré al cielo y ocuparé un trono.» Pero su envidia
le trajo su ruina , y descendió tanto cuanto alto era el
puesto que pensó usurpar. Yió despues al hombre en po
sesion de un Paraíso, y lo que aun era mejor , en camino
de una felicidad cuyas puertas estaban ya para él cerra
das, y, envidiándole su suerte, dijo: «Le. haré perder
— 218 —
este huerto de delicias, y le pondré en camino del infierno,
donde yo domino;» y su envidia causó la ruina de todo el
género humano. Hlnc et periit primus et perdidit, dice
el mismo San Cipriano ; y antes habia dicho el Espíritu-
Santo, que por la envidia del diablo entró la muerte en el
mundo. Invidia diaboli mors inlravit in orbem terra-
ruin (1). Calculad las consecuencias de esta doble ruina
causada por la envidia , y os convencereis de la fecundi
dad ó malicia de semejante pecado para inundar la tierra
en iniquidades y crímenes.
En efecto: inmediatamente despues del pecado princi
pia ya este monstruo de la envidia á sacrificar víctimas.
Ve Cain que Dios acepta las oblaciones de Abel , y Abel
es sacrificado por su envidioso hermano. Ven los hijos de
Jacob el especial amor que á Josef tenia su padre , y sa
crifica su envidia no solo al inocente hermano, sino al an
ciano y venerable padre, cuyo corazon pártese de dolor
cuando los crueles hijos le hicieron creer que una fiera
habia devorado á Josef. En aquel tierno corazon de aman
te padre, ¿cuánta amargura y dolor no derramó la inhu
mana envidia de los hijos? Una fiera, en efecto, ha devo
rado á Josef. En vano Ruben y Judas tratan de librarle de
la ruina, alegando que eran todos una misma sangre y una
carne. Frater enim et caro riostra est. Las fieras no en
tienden este lenguaje; y careciendo al mismo tiempo de
corazon para evitar un hondo disgusto á un anciano padre,
hácenle sentir á este todo el dolor de una muerte desas
trosa, verificada en su querido hijo. Saul, en cuya presencia
habia hallado gracia el jóven hijo de Isaí, que venció al
soberbio Goliat, luego que el pueblo le consagra alaban
zas, comparándole con Saul, este pone varias veces ase
chanzas á la vida de David. Y sobre todo la gran víctima
de la envidia la vemos en Jesucristo, entregado, vendido y
(1) Joan., H. (2) Mará, 15. (3) Hom., 22, 47, in Genes.
(4) In vita Moisés.
— 220 —
Turbacion en las familias, discordias en los Estados, cis
mas en la Iglesia, desórdenes son todos estos que, exami
nándolo bien, nacen de la envidia que reina entre los hom
bres. El odio es el hijo primogénito de la envidia, así como
son tambien hijas suyas las murmuraciones y detraccio
nes. Pero no es esto solo; sino que la envidia es natural
mente homicida, y si no lo es siempre de hecho, lo es de
deseo. Por eso San Pablo, hablando de la envidia, la junta
con el homicidio, como quien está persuadido de que el
envidioso tiene que ser necesariamente cruel. Plenos ñi-
vidia, et homicidio, dice el Santo Apóstol escribiendo
á los romanos y hablándoles de los paganos entregados á
sus propias pasiones (1). El mismo Apóstol, enumerando
las obras de la carne, pinta tambien estos dos crímenes, la
envidia y el homicidio, invidias, homicidio., considerán
dolos estrechamente unidos (2).
En todo aquello en que toma parte el hombre envidio
so, derrama el veneno de su diabólico corazon. ¿Sobrevie
ne una desgracia á un hombre honrado, arrebatándole la
muerte su esposa ó sus hijos? Pues allí se presenta el en
vidioso, que no podia soportar la fortuna de aquel hombre,
aparentando tomar parte en su desgracia. Habla, en efec
to, de ella, habla de las buenas cualidades de la esposa
perdida, de los hijos arrebatados, de la fortuna disipada,
y habla en los mas lisonjeros términos; pero ¡ay! que todo
esto no es mas que para aumentar la pena del desgracia
do, y envenenar la punta de la espada que atraviesa su
corazon. Cuando toma parte en los sucesos lisonjeros del
amigo cuya prosperidad le levanta la bilis, suele darle al
gunos avisos ó hacerle algunas como misteriosas adverten
cias, que le vende como obsequios; pero ¡ay! todo es allí
veneno; todo tiende á amargarle el placer en que supone re
bosa el corazon del favorecido. ¿Hay cosa roas abominable
(i) Homil., delnvid, (2) Ciril. , lib. 2. Apolog. moral., cap. 29.
— 223 —
le hace querer lo que el diablo quiere, y no querer lo que
do quiere. Lo que es bueno para el diablo, lo considera
como bien suyo el envidioso; y lo que para el diablo es
un daño ó un mal, como un daño ó un mal propio el en
vidioso lo considera.
Y advertid, ¡oh envidiosos! advertid que vuestra mis
ma envidia coopera ó sirve para la exaltacion de aquellos
mismos á quienes odiais , y cuya fortuna os causa tantas
tristezas. Ved á esos hermanos de Josef vender envi
diosos al querido hijo de Jacob. Vendiéronle por no ado
rarle, y luego le adoraron por haberle vendido. Nuevo
motivo que da mucho en que padecer á los envidiosos;
pues sea que realmente el mérito ó la fortuna ensalce á
otros hombres , ó sea que la acalorada imaginacion del
envidioso vea en abultadas dimensiones el honor ó el bien
estar de su prójimo, ello es que siempre se le figura verle
creciendo en prosperidad, y la envidia es para él como
una sierra que parte el alma , ó una aguja que la
atraviesa.
Ahora bien , señores ; despues de cuanto llevo dicho,
no de mi propio dictámen , sino con las palabras de las
Santas Escrituras y sentencias de los Santos Padres, ¿habrá
uno solo entre vosotros que se resista a abominar la envi
dia, y no arroje de su corazon este monstruo que le de
vora ? Fácil es aplicar remedio á esa herida si la teneis
abierta. Amad á Dios y á vuestros prójimos , y ya lo ha
beis hecho todo. Amando á Dios , celebrareis que difunda
sus dones, de que le resulta gloria ; y amando al prójimo,
los bienes suyos los considerareis como bienes vuestros,
y sus males como propios males. De este modo cesarán
las envidias , odios y rivalidades que reinan en los pueblos.
Cesarán las discordias , y se disminuirán los escándalos.
Amad á Dios, que es autor de todo don, y amad á vuestro
prójimo, que le recibe de sus generosas divinas manos. No
os olvideis de que dice el Espíritu-Santo que el que en la
— 224 —
ruina de otro se alegra , no morirá sin haberlo espiado.
Qui lastatur in ruina alterius , non erit impunitus (1).
Todos somos un mismo cuerpo ; y lo que á un miembro
de este cuerpo se concede, á los demas se concede. Todos
somos hermanos y una misma sangre : luego el bien de
mi prójimo he de considerarlo como bien mio.
Infundidnos, Señor, el espíritu de caridad para que,
amándonos como debemos amarnos , y amándoos á tos,
merezcamos entrar en la gloria. Amen.
(1) Prov.,17.
SERMÓN
sobre el evangelio del mismo dia (1).
Ave María.
•
Dios tiene derecho á pedirnos todos los dias los frutos
de las virtudes, de penitencia y santidad que le debemos,
no solo como á dueño y señor de nuestra alma, que es viña
suya, sino como proveedor del agua de la gracia con que
es regada, y con que al mismo tiempo, como con sol vi
vificante , recibe incremento. Y Dios , en efecto , no dejó
nunca de pedir de tiempo en tiempo esos frutos á los hom
bres. Pidelos siempre por medio del grito de nuestra con
ciencia, que no cesa de decirnos: ipse fecit nos, et non ipsi
nos; pero de tiempo en tiempo pide estos frutos de una ma
nera oficial ó solemne, primero, por medio delos patriarcas
representantes, digámoslo así, de su autoridad en el seno
de las familias; despues, por medio de los profetas, cuya
voz no deja nunca de oirse en su pueblo; y, últimamente,
por medio de su divino Hijo, que viene á reunir bajo sus
alas á los hijos de Jerusalen, como la gallina recoge bajo
las suyas á sus polluelos.
Los oidos de los hombres estuvieron casi siempre cer-
— 228 —
vados á las voces de los siervos ó ministros de Dios, que les
pedían los frutos delasbuenasobras. ¡ Jerusalen, Jerusalen,
esclamaba Jesucristo, heredero de la viña; Jerusalen, que
matas los profetas! El mismo heredero no tuvo luego mejor
suerte. Crucificado por los colonos de la viña , cuando él
mismo vino á recoger los frulos que debian á su Eterno
Padre, el Señor tuvo que sentenciarlos á perecer, y á verse
privados del reino de Dios para dársele á otros colonos ó
naciones. Ved aquí la reprobacion de los judíos. '
Parecía ya que , precediendo este ejemplo , horrible
por su crueldad, y horrible por el castigo que esa cruel
dad trajo sobre el pueblo judío, el mundo, y sobre todo el
mundo cristiano, á quien se trasfirió el reino de Dios, pa
garía al Señor de la viña los frutos que le son debidos,
toda vez que él es un perenne testimonio del castigo que
se impuso al pueblo que se atrevió á negarlos. Pero ¡oh
gran Dios! todavía sigue el mundo despreciando á vuestros
siervos, y matando á vuestro Hijo , heredero de la viña,
cuando le piden los frulos de las buenas obras ; obligán
doos de este modo á que les arrebateis el reino de Dios
para dársele á otras gentes y naciones. Yo temo mucho se
verifique esta sentencia de Dios respecto del antiguo mun
do cristiano. Auferetur á vobis regnum Dei.
Para evitar que venga sobre nosotros este terrible cas
tigo, que es el mayor que puede sobrevenir , pues es una
reprobacion, deben, ante todo, los pueblos recibir y tratar
á los ministros de. Dios, que anuncian la divina palabra,
como se recibe y trata á las personas á quienes, por senti
mientos de gratitud y respeto, estamos obligados.
Quizá Dios, Señor de la viña , tuviese ya resuelto el
castigarnos con la privacion de su divina palabra , viendo
que á tantos predicadores, ministros suyos, les hemos ne
gado los frutos de santidad que nos pedían. Quizá hubiese
ya dicho, como dijo en otro tiempo por boca de Isaías: «Yo
05 contaré con la espada, y todos perecereis, porque llamé
— 229 —
y no respondisteis; hablé, y no oisteis (1).» Quizá hubiese
dicho el Señor lo que en otro tiempo dijo por boca de Je
remías: «Yo quitaré de este lugar, en vuestros ojos y en
vuestros dias, la voz del gozo y la voz de la alegría, la voz
del esposo y la voz de la esposa... El Señor envió á vos
otros sus siervos los profetas desde muy temprano, y no
oisteis, ni quisisteis inclinar vuestros oidos para oir (2).»
Quizá, repito, á los últimos predicadores, á quienes oisteis
sin oirlos, dijese Jesucristo: «Salid de ese pueblo ó de esa
ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies, ya que no os
recibieron como debian, ni oyeron vuestra voz (3).» Por
último, acaso esos mismos predicadores dijesen, al salir de
vuestro pueblo, como San Pablo dijo á los blasfemos ju
díos: «Caiga vuestra sangre sobre vuestra cabeza, que yo,
limpio de ella, voy á predicar á las gentes.» Mundus ergo
ex hoc ad gentes vadam (4).
Decia que tal vez el Señor hubiese ya resuelto el que
no volviéseis á oir la divina palabra , y que quizá á los
mismos ministros de Dios que la anuncian les seais deu
dores de que con sus ruegos , como Moisés, hayan conse
guido para vosotros el beneficio de que oigais otra vez á
los evangelizadores que vienen á anunciaros la paz y el
modo de alcanzar inapreciables bienes. Ellos son á la vez
mediadores y profetas, y con sentimientos de fina y cor
dial gratitud debeis de recibirlos.
Porque los ministros de Dios, cuando vieneu en su
nombre á pedir los frutos, ¿piden algo para sí? ¿Vienen
por su comodidad, ó vienen por vuestra salvacion? Ellos
buscan tambien la suya; pero quieren unirla á la vuestra,
dándoos á entender que aspiran á salvarse, salvándoos á
vosotros- De aquí nace su heroismo para soportarlo todo.
Se ven á sí mismos en vosotros. Vosotros sois su alegría y
(1) Matt.' 10, 40. (2) Luc, 10, 16. (3) Joan., 13, 20,
— 232 —
gamos fe; mientras creamosla divinidad de Jesucristo;
mientras creamos su mision divina; mientras creamos que
ha instituido un apostolado ó un sacerdocio visible que
continúe en la tierra su celestial mision ; y, últimamente,
mientras veamos cómo á los pueblosi se íes! arrebata el
reino dela verdad y de la luz cuando no quieren oir una
ni ver otra, no podremos dejar de temblar siempre que á
los siervos del padre de familia , que vienen en su nom
bre á pedirnos frutos de virtudes , no los recibamos con
el amor, y oigamos con el respeto que , por latlto^s títulos,
les son debidos. Si creeis la divinidad del Hijo, teneis que
creer la divinidad de su mision ; y creyendo la divinidad
de su mision teneis que creer la divinidad de la misión
que el sacerdocio católico desempeña, que es una misma.
Sicut misil me Pater, et égo mifío vos, !
Si no atendeis á las exhortaciones de los ministros de
Dios, es despreciar la mision y el sacrificio del Hijo , y los
soberanos y bondadosos designios del Padre. Crimen hor
rible, superior, en cierto modo, al de los mismos judíos, á
quienes, por eso, se les arrebató ei reino de Dios. No
debemos estrañar nada de cuanto nos hace derramar
lágrimas en la sociedad de nuestros tiempos. Porque pres
cindiendo de que es un grave delito no dar en cualquiera
tiempo á Dios los frutos de santidad que le debemos , y
prescindiendo igualmente de que cuando no se oye á los
ministros de Dios las costumbres se pervierten' por el ol
vido en que caen aun las mas necesarias verdades, lo cual
no puede dejar de traer el desconcierto y el desórden, hay
que añadir el público desprecio que se hace de Dios
cuando se desprecia ó no se oye á sus ministros. Enton
ces se arrebata el reino de Dios á los ingratos, se les deja
en la oscuridad , y se anuncia la divina verdad á otras
gentes que , oyéndola , den dignos frutos de docilidad, ar
repentimiento y penitencia.
A los señores Obispos , así cuando visitan los pueblos
— 233 —
de su diócesis como cuando . dirigen á sus diocesa
nos palabras de amonestaciones ; á los párrocos cuando,
como buenos pastores, apacientan con sana doctrinaí á sus
ovejas; y á los predicadores y misioneros que vienen á
anunciarosla palabra de vida eterna, debeis recibirlos y
oirlos como si fuese el mismo Dios el que os hablara. La
palabra de, Jesucristo no puede estar mas terminante : ú
oír, ó ser reprobados. Fidcs ex auditu. :, i ..; -
Cuando Dio» envía sus siervos es prueba de que os:
quiere iSalvaes: «aprueba de que aun confia en que los
habeis -4e oir. ^Os resistireis, pues; os resistireis á coope
rar álas gracias que quiere dispensaros? Meditadlo antes,,
pues ios momentos pueden ser decisivos y estar contados;
y ¡ ay de vosotros si suena en el reloj de la divina justicia
la última hora! ¡Ay de vosotros! jAy de la ciudad! ¡Ay
del templé! í-t ?.ol ."!' .'.^i'úwr.aj* -i.i -.i'..! '
NonosqtiteisvDios-niio, la viña de vuestra fe para
dársela á: oíros mas fieles colonos. Nosotrosla cultivaremos,
y daremos á vuestros ministros los frutos de buenas obras
que para vos nos piden. Hablad, Señor, hablad. Que ven
gan y hablen vuestros ministros. Tened piedad de nosotros,
que al pie de los altares prometemos recibir y oir á vuestros
ministros como si fuéseis vos mismo c) que viniese y habla
se. No queremos que se nos arrebate ei reino de Dios, sino
hacer dignos frutos de penitencia para alcanzar la gloria-
eterna. Amen,r' '' .'t...: f ^.u\I-^ - . . - „ i- .. ;
:;: l" íil --íÍhi:ÍV'r '? -i ,?*,'' '. .'. -"--: *l\ r-p '.-'.;.
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Ave María.
(1) Salm. 18. (2) 1.a ad Thim., 4, 16. (3) Salm. 118, 8.
(4) Rom., 5, 20—1. Cor., 15,—Ad Ephes., 3. (S) Salm. 18.
(6) Salm. 118, 72, 127.
— 243 —
trina es la sabiduría que funda las instituciones sociales,
como enseña Esdras (I); y es la vida del corazon y de la in
teligencia, como se lee en el libro de los Proverbios (2); y
nos hace conocer el bien que debemos obrar, como dice
Job (3), la mala inficiona á los que se alimentan con ella,
como se lee en Isaías (4) y en el libro de los Prover
bios (5) ; y pervierte la conciencia , como se lee en el li
bro de la Sabiduría (6) y en el Salmo (7), pervirtiendo
el espíritu.
¿Cómo podeis decir, ¡oh apóstoles de la mentira! cómo
podeis decir: «Somos sabios, y con nosotros está la ley de
Dios?» Quomodo dicitis: sapientes nos sumns, et lexDo-
mini nobiscum est? Vere mendacium operatus est stylus
mendax scribarum (8). Esos apóstoles de la mentira pre
dican con el nombre de libertad los escesos de la licencia,
como dice Oseas (9), y San Pedro (1 0), y con el de igualdad
los escesos de la anarquía, como dice San Pablo (1 1), con
sagrando á la vez la impiedad y la rebelion , como enseña
San Judas (12), y de cuyos principios execrables seria una
consecuencia la completa disolucion de la sociedad , como
dice Oseas (13). Los pueblos han recogido siempre los
amargos frutos de la licencia de los discursos y escritos,
como dicen Jeremías (1 4), Isaías (15), y el autor del Sa
grado libro del Eclesiástico (16).
Si no diéseis crédito á lo que el Espíritu-Santo , por
condueto de los inspirados escritores , nos enseña, dirigid
vuestra vista á la Francia, áese pais donde, por haber sido
mayor la desenfrenada licencia de hablar y de escribir,
moni?,
,' . í. í'- ;:.:.'. i .'u ' !'-- - 'vvi.iiii: Ki'i ' :i ''j''.' * .'"'! i' .'' :.: -v. ",í
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SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE A ESTA MISMA EPÍSTOLA,
Ave María.
— 253 —
Que Jesucristo , ó que el verdadero Mesías, habia de
arrojar de la tierra al demonio, anunciado estaba, espe
cialmente en la profecía de Zacarías , donde, hablan
do del dia en que estuviese ya abierta la fuente de David,
se dice que desaparecerían los idolos y seria espulsado de
la tierra el espíritu inmundo. Spiritum immundum aufe-
ramde terra (1). Y el mismo Jesucristo, muy próximo ya
á su pasion, dijo á sus discípulos : «Ahora voy á juzgar al
mundo; ahora va á ser arrojado fuera su infernal prín
cipe.» Nunc princeps hujus mundi ejicietur foras (2).
Mientras Jesucristo estuvo en el mundo, convenia que so
bre los demonios ó contra ellos obrase algunas veces mi
lagros ó ejerciese su divina potestad ; significando con
esto la que tenia para vencerle y derrotarle en el imperio
que ejercía en el mundo por medio del pecado. . ?
En el Evangelio de este dia leemos uno de I03 triunfos
del Salvador sobre los espíritus infernales, pero con tales
circunstancias, que la razon se ve obligada á someterse á
la evidencia de tan insigne hecho, y á la divinidad de la
virtud que le produce.
Vió Jesucristo entre las gentes que le seguían, un hom
bre poseido del demonio, y que , á consecuencia de esta
situacion, era ciego, y mudo, segun claramente lo dicen
los Santos Evangelistas; y sordo, segun añaden los espo-
sitores. Jesucristo espelió de este hombre al demonio, y
el mudo principió á hablar, con gran admiracion de las
turbas que lo presenciaron.
Este es el hecho ó el milagro: examinemos ahora sus
circunstancias para ver si él revela la divinidad del que se
dignó obrarle. Conviene ante todo hacer, con el angélico
doctor Santo Tomás (3), tres advertencias acerca de la po
testad que, antes de la pasion de Cristo, ejercía el demo-
(i) Act., 19, 14. (2) Matt., 12. (3) Id., 17.
gp 257 sm
el reino de Dios, que había de traer á los judíos su liber
tad, la cual se manifestaba en el hecho, de arrojar impe
riosamente Jesucristo á los demonios, que eran y son los
terribles y mas terribles enemigos de ias almas. El reino
de Dios venia con Jesucristo , segun San Juan habia ya
anunciado (I); y no podía dejar de ser el deseado Mesías,
el constante triunfador de los demonios aquel á quien estos,
lejos de poder resistir, dijeron: «Has venido antes de tiem
po á atormentarnos.» Venisti ante tempus torquere nos.
Por manera que los mismos demonios, viéndose espelidos,
le reconocen por Mesías ; al paso que los escribas y fari
seos, viendo cómo espele á los espíritus infernales, lo atri
buyen á virtud infernal. .... .,,..,,>., ,¿
Quiero aprovechar esta ocasion para deciros que en
este reino de Dios que se acercaba, es decir, en la Iglesia,
habia de haber potestad conferida por Cristo á sus miáis-,
tros para espeler los demonios, aun de las cosas inanima
das con que pudieran dañar á los hombres. Signa autem
eos qui crediderint, hoec sequentur: in nomine meo dce-
monia ejicient (2). Estas señales acompañarán á los que
crean ; á saber : en mi nombre arrojarán los demonios.
«Reunidos, dice San Lúeas, los doce discípulos, les dió Je
sucristo virtud y potestad sobre todos los demonios.» Dedil
illis vjirtutem el potestatem super omnia dcemonia. (3).
Potestad que la Iglesia ejerce por medio de los ministros
inferiores, llamados exorcistas, como agentes secundarios é
instrumentales , segun enseña Santo Tomás ; y por medio
de los sacerdotes, como ministros principales , segun afir
ma el mismo Santo (A). ..,.... . '
. Y ved aquí lo que significan ciertas ceremonias que
preceden al bautismo. «Ninguno se acerque, dice el papa
San Celestino, ya sea niño, ya sea adulto, á recibir el bau-
(\) Isai.,37.
263 —
hombre asista á su juicio. ¿Qué será aquel asomento, gran
Dios , en que el blasfemo vea rodeado de tanta gloria al
Señor, á quien con la blasfemia quitó lo que le era propio,
o le atribayó lo que no le convenia?
Interesa mucho el que llame vuestra atencion sobre
este horrible pecado, y al efecto os mostraré
Su gravedad y sus funestas consecuencias.
Ave María.
Ave María-
— 2?3 —
Si supieras, ¡oh pecador! qué es lo que haces cuando
cometes un pecado , no solo no lo hicieras, sino que esco
gieras no existir antes que pecar. Pues que siendo cierto
que el hombre, pecando, pone en una balanza á Dios y á la
criatura, haciendo, segun se esplica Oseas, se incline el pe
so antes á esta que aquel, in manu ejus statera dolosa,
bien se deduce de aqui cuál sea su gravedad, y el aumen
to que tomará esta por la reincidencia. Luego si el pecado
por sí mismo asi es horrible, ¿qué será repetido, faltan
do á la firmeza de los propósitos que se formaron para su
detestacion? ¡Ahí que sordos y obstinados, los que asi fal
tan á ellos, se precipitan de abismos en abismos, por no
querer apartarse de aquellos medios que á ellos les con
dujeron. Porque ¿cuál, si juzgais, os parece ser la causa
de la comun reincidencia en los pecados? No es sin duda
otra que el no huir de las ocasiones de ellos mismos. E1
permanecer en aquello mismo que sabemos ha sido el mo
tivo de nuestras pasadas caidas. Y, por decirlo de una
vez, el que el corazon camina á un endurecimiento mas
formidable que el que se encuentra en las mas fuertes
piedras. Este, pues, es el fin, y aquellos tos principios.
Conque, para evitar aquel , necesario será detestar antes
estos.
Sí, hermano mio: una mirada libre, una conversacion
un poco halagüeña, una chanza con demasiada satisfaccion,
este fue sin duda el primer motivo de tu primera caida.
Pero por no evitarla despues de reprendida, por no escu-
sarla despues de corregida, ha sido la causa, es el motivo
de una nueva reincidencia. Ello en su principio tal vez no
hizo mucha impresion en el corazon; pero despues, ya afi
cionado; despues, ya engolosinado con la apariencia del
deleite, con mas facilidad cae á la segunda vez que busca
el peligro, que lo hizo en la primera. ¡Oh, qué bien dijo
Isaías: de radice colubri nascetur regulusl De aquella
misma ligera mirada, de aquella conversacion halagüeña,
tomo ni. <8
— ítt-
y de aquella simple satisfaccion, que fue como serpiente
de poca ponzoña, nació despues el horrible basilisco que
consume y devora. De aquí, de este principio, tan pequeña
al parecer, se ha seguido que, poco á poco, aquella alma
desgraciada añade pecados á pecados, jamás encuentra bar?
tura en el deleite, y suministra armas al demonio para he
rir á otras muchas. Llega á ser escándalo del pais, la tur
bacion de los parientes, y la ruina de su pobre casa , y,
por consiguiente, su corazon se endurece como piedra, se
gun la espresion de Job: Cor ejus indurabitw tamquam
lapis.
Así, ni las voces de los predicadores, ni los consejos de
los confesores, ni las continuas é interiores ilustraciones
con que el Señor acude para corregirla, nadía basta. Antes
parece que todo esto chopera mas para endurecerla, como
el yunque se endurece mas con los golpes del martillo:
el strigetur, tamquam malleatoris incus. Pues engen
drándose, por la repeticion de los pecados , una facilidad
para obrar mal, se da libre entrada á los pensamientos
torpes, no se pone reparo en oir las conversaciones mas
obscenas, y, no contentos con esto, se pasa á ejecutar las
acciones mas escandalosas. De modo que la repeticion de
los pecados, no solo hace que se cometan con facilidad,
sino , lo que es mas , el pecar por cualquiera ocurrencia.
Yed, pues, aquí con cuánta razon debereis vivir recelosos
de vosotros mismos despues que tuvisteis la desgracia de ha
ber una vez caido; pues al modo que el lobo, habiendo he-
ícbo una vez la presa, se enfurece mas para hacer otra nue-
ya, y se escita en él la sed para beber nueva sangre, así,
igualmente, si una vez caimos como miserables en la culpa,
si no nos armamos, lejos de apagar el deseo de otra nueva,
le escitaremos de nuevo, no apartándonos de lo mismo que
nos fue ocasion de la primera caida. Por lo que podreis
entender muy bien que la recaida será mucho mas fácil y
jOTffyty fij no p» Iffl medios para ejüar las causas qm
w 275 -r
motivaron la primera; siendo, por consiguiente, de mas
fatales consecuencias, segun la espresion del Salvador
Et fiunt, etc.
¡Oh, y cómo, si tuviérais esto presente, no viéramos
con lágrimas á tantos cristianos que, á manera de perros,
apenas acaban de arrojar el vómito cuando vuelven á tra
gárselo! Pero ¿cómo no hade ser así, si hacemos, por
esplicarme con San Ambrosio, de la misma medicina mo
tivo para recaer en la enfermedad? Pues no habiendo otro
remedio para salir del pecado que la penitencia, por la
falta de sinceridad, de actividad y de constancia en el pro
pósito que por ella formamos, hacemos inútil este pode
roso y eficaz remedio. Siendo esto, que debia ser causa
de nuestra victoria, ocasion para que el espíritu maligno
triunfe de nosotros mismos. Remedium nostrum, diaboli
est triumphus (1). Sí, hermanos mios : proseguir en las
compañías peligrosas, tratarse personas de diferente sexo
con demasiada frecuencia, conociendo haber sido esta
la causa de las pasadas caidas, es hacer despues de la
penitencia, que es remedio para sanar de ellas, mo
tivo para una muerte eterna. Remedium, etc. Sí, herma
nos mios: conociendo que la frecuencia en el juego ha sido
el motivo de los juramentos y blasfemias que escitan aho
ra tu dolor, continuar en ellos con la misma frecuencia
es hacer de la materia de tu victoria ocasion de que
triunfe el demonio de tí mismo de nuevo. Remedium, etc.
No te engañes, pues, amado pecador mio; no es bas
tante para no volver á reincidir en el pecado el arrepen-
Urte de él momentáneamente, si no haces efectivo el arre
pentimiento, huyendo de la ocasion que le ha motivado
No se puede, pues, triunfar del pecado sino huyendo de él
como lo hizo el casto José cuando se halló tentado por su.
impúdica señora. No se puede evitar la recaida sino ha-
Ave María.
— 285 —
Era natural que el protestantismo se declarase enemi
go de las tradiciones católicas, toda vez que no admite
mas regla de fe que la Sagrada Escritura , tal como la in
terprete el juicio ó inspiracion individual , y no como
la espone la Iglesia católica. Si en la antigüedad encon
traban los protestantes la condenacion de sus arbitrarias
interpretaciones, claro es que de la antigüedad debian de
emanciparse, y para esto el primer paso era romper con
la tradicion, y proscribirla como regla de fe. De esta ma
nera no les quedó ya en la mano mas que la Biblia, con
su letra muerta y con sus lugares oscuros, donde no á to
dos les es dado penetrar; y los fieles á quienes se dijo que
ellos mismos eran los jueces de la doctrina, ó se forjaron
ridículos sistemas ó principios, ó tuvieron que seguir á los
delirantes doctores de la secta, que pretendieron para sí
mismos la autoridad que disputaban á la Iglesia católica.
Estaba, pues, lógico el protestantismo al condenar la tra
dicion; pero con esto se colocó, no solo fuera de la religion
verdadera, sino fuera tambien de las sectas que han aspi
rado á llamarse religiosas.
En el tiempo de la ley natural, ó sea desde Adan has
ta Moisés, hubo una religion revelada , la misma que hoy
profesamos, aunque no estuviese tan desenvuelta como en
el segundo estado, ó sea desde Moisés hasta Cristo , ni tan
perfeccionada como lo está ahora. Pues bien: dúdase que
en la ley natural hubiese libros escritos por inspiracion de
Dios ; por manera que allí la religion revelada era pura
mente tradicional , trasmitiéndose de padres á hijos,
del mismo modo que se trasmitía la vida. Es decir, que si
la revelacion fue necesaria para que los hombres cono
ciesen la religion verdadera , no lo fueron las Escrituras,
toda vez que sin su auxilio se conservó la fe en un período
tan largo de tiempo. Si desde la Ley natural pasamos á
la Ley escrita, ó sea al período que corre desde Moisés
hasta Jesucristo, observaremos que, si bien la divina re
— 286 —
velacion está ya escrita, np lo fue tan completamente que
no se reservase para la tradicion, bien una parte secreta,
bien las esplicaciones ó interpretaciones de la ley misma.
Orígenes (1), y San Hilario (2) y otros, opinan así ; y los
fariseos sabido es que con frecuencia invocaban y recur
rían á esas mismas tradiciones : tradiciones que ellos , es
verdad , llegaron á corromper, pero que al fin eran tra
diciones. A estas tradiciones corrompidas ó adulteradas
alude sin duda Jesucristo cuando les dice: «¿Por qué vos
otros traspasais con vuestras tradiciones el precepto de
Dios?» Quare et vos transgredimini mandatum Dei
propter traditionem vestram?
He dicho antes que el protestantismo , no admitiendo
la tradicion, se coloca tambien fuera de las sectas que
han aspirado á llamarse religiosas ; porque en todas estas
ha habido siempre y hay una parte de creencias, ó secre
tas ú oscuras, que no se ha permitido fuesen entregadas á
Ja vulgar, digámoslo así, inteligencia. Los druidas, anti
guos sacerdotes de las Galias, consideraron como una cosa
nefanda el entregar á las letras los preceptos de la disci
plina. Entre los egipcios se representaban con geroglíficos
los arcanos de la sabiduría. De los misterios de los grie
gos no hablan nada los escritos paganos. Y aun en las sec^
tas filosóficas observamos otro tanto. Pitágoras no ense
ñaba mas que por la palabra; y otros filósofos únicamente
por la tradición recibieron las artes ó preceptos de sus
mayores.
Viniendo ahora á considerar las tradiciones católicas,
se nos presenta con mayor fuerza aun esta verdad, ó, me
jor dicho, esta necesidad de admitir como regla de fe y
de costumbres una palabra divina que no está escrita, y
que es lo que llamamos tradicion. La Iglesia existió mu
chos años sin tener aun escritos los Santos Evangelios, y
.i'\':i'-.:;i -,' ';,~ ..'.".i. '.'t ?"'' .í1'' ':v:?: 'ís , níjwo o!':,:í-:r
" .: , . í- ..'.:'. . ' . .;. ''?.'.'i .'.' i\° p^iio '''ni :-' -.: v-i: .?:,p
Ave Alaría.
PRIMERA PARTE.
(i) Levít.,19. i
— 296 —
En as sangre -está el virus ó veneno que le consume la
vida;'peroc©n»oJa,serfiente le hirió en silencio, no acier-
tan^ílaíqpftaf.fleígaTilalJBn arte silencio va su muerte.
©ojo tanto sucede respecto del detractor ó murmurador,
segun- el dioho 4lel Espíritu-Santo: Si mordeat serpens
in silcntio, nihil minus habct qui occulté detrahit (1).
No'biere menos el oculto detractor ó murmurador que la
serpiente que muerde en silencio.
Meditad, hermanos mio», sobre estas palabras , y ve
reis que no pueden dejar de causaros horror. Ha puesto
el murmurador veneno en el corazon de su prójimo, le ha
introducido la muerte en sus venas , y la víctima no siente
por de pronto sus heridas , ó no sabe de dónde han partido
las flechas que se las han abierto. De este modo es mas
difícil aplicarles remedio. Serpientes son, en verdad, los
murmuradores, de cuya boca no sale mas que mortífero
veneno. Afilaron sus lenguas, dice el real Profeta, afila
ron sus lenguas como una espada, y estiraron su arco para
asaetear en oculto al hombre inmaculado. Exacuefuni ut
gladium linguas suas, intenderunt arcum rem amaram,
vf sagitient in occultisimmaculatum (2). No se infiera
deaqui que el santo rey David hable solamente de las
detracciones ó murmuraciones coya lengua hiera al ino
cente ó inmaculado, sino que presenta la malicia ó maldad
de los murmuradores, diciendo que no perdonan ni aun al
inmaculado , y que quizá !e zahieran porque sigue los bue
nos caminos, como sucedía á David .censurado por sus
enemigos. Qiti tribuunt mihi mala pro bonis detrahe-
bantmiñi quoniamsequebar bonitatem ('.)). Lenguado
serpiente, lengua como espada, lengua como una flecha:
hé aquí la lengua del murmurador. Lengua que inficiona,
lengua que divide, lengua que hiere.
Que sea inocente , óque sean ya públicos, ya secre*
SEGUNDA PARTE.
(i) Salm.lH.
— 304 —
¿Murmuras, delante de un avaro, de otro cuyo corazon es
de piedra para los pobres? Pues el avaro que le oye re
cibe, digámoslo así, un diabólico consuelo al saber hay
oíros que le acompañan en el pecado, y quizá se esfuerza
á serlo aun mas si presume que otro ha de disputarle la
presa. ¿Murmuras, delante de un lujurioso, de otro para
cuyos carnales apetitos nada hay sagrado ó respetable?
Pues allá en su corazon se regocija, pensando que la mul
titud de pecadores ha de disminuir la gravedad ó malicia
de los pecados. ¿Murmuras, delante de un impío, de otro
que en su corazon diga: «No hay Dios?» Pues le alientas
á que continúe en su impiedad, oyéndote decir que no es
él solo el que disputa á Dios su existencia. Los malos no
desean mas que saber tienen compañeros en la maldad.
Mirad, hermanos mios, que es gravísima la responsa
bilidad que esto os trae. Oficio de demonios hace el mur
murador contribuyendo á que su prójimo permanezca en
la culpa y se alegre de las de otro; y de los crímenes que
cometa, y de los malos ejemplos que siga dando, y de la
condenacion de aquella alma, tú, ¡ oh murmurador! eres
responsable. No necesita, no, agitarse mucho el demonio
en la tierra mientras en ella haya murmuradores.
Si son buenas las personas con quienes de otras mur
muras, ¡oh, y qué graves consecuencias puede traer para
ellas tu murmuracion ! Quizá hables de culpas que ellas
no conozcan , y que entren en curiosidad de cometer.
Quizá hables de pecados cuyo solo nombre , ó alguna de
las circunstancias que en la murmuracion refieres, sea
para ellas una perenne tentacion. Quizá las hagas aborre
cer ó mirar con desprecio á aquellas personas de quienes
murmuras. Quizá, viéndose los que te oyen libres de los
defectos que en otros censuras, caigan en la tentacion de
decir como el fariseo: «Yo no soy como los demás hom
bres.» Quizá, al ver que tantas faltas ó culpas cometen los
demas , se atrevan tambien los que te oyen á arrojarse al
— 302 —
camino de las iniquidades. ¿Has calculado, murmurador,
el daño que por esta parte puedes hacer, y de lo que así te
constituyes responsable? Sedens adversus fratrem tuum
loquebaris, et adversus filium matris tuce ponebas scan-
dalwm (1). «Sentado, dice David, hablabas contra tu her
mano, y ponias escándalo contra el hijo de tu madre.»
Sí: los que te oyeron ¡oh murmurador! los que te oye
ron se han perdido por tí; ó, por lo menos, siempre debes
estar en la horrible incertidumbre de si habrán tropezado,
de si habrán caido, de si habrán delinquido por tu culpa.
Sedens adoersus fratrem tuum loquebaris, etc. ¿Y si de li
han aprendido á murmurar? ¿Y si, enseñados por tí, han
enseñado ellos á otros á que murmuren? ¿Y si toda su
vida ha sido luego una continua murmuracion? ¿A cuántos
pecados, pues ; á cuántos pecados no los ha arrastrado tu
lengua? ¿Cuántas piedras has puesto delante de sus pies
para que tropiecen? Sedens adversus fratrem tuum lo
quebaris , et adversus filium matris tuce ponebas scan-
dalum.
Ved ahora , vosotros los que ois al murmurador; ved
en esto si os interesa mucho el cerrar los oidos , el re
prender, el huir, en último caso, cuando principia á ha
blar. Aunque os parezcan suaves las palabras del de
tractor, llegan , sin embargo , á lo mas íntimo de vues
tros corazones. Yerba susurronis quasi Simplicia,
et ipsa perveniunt ad intima cordis (2). No te jun
tes á los detractores , porque de repente vendrá su perdi
cion, y ¿quién sabe si á los dos os cogerá la ruina? Et
ruinam utriusque, quis novit (3)? Mientras al murmura
dor le oigan, no faltará la murmuracion, como no falta
el fuego mientras en el monte haya leña. El demonio está
con el que murmura y con el que oye. El que murmura le
tiene en la lengua, y el que oye le tiene en los oidos. Po-
TERCERA PARTE.
(1) Eccl., 28. (2) Ad Rom.. 1, 10. (3) lii Genes , cap. 18, 7.
murmuracion se propaga entre las gentes. María fue echada
siete dias fuera de los reales ó campamentos, para ense
ñarnos que al murmurador debe arrojársele de la socie
dad. ¿Quién ignora que Coré, Datan y Aviron fueron tra
gados por la tierra, en castigo de haber murmurado tam
bien de Moisés ? h w el' ebiuD .anddíq sol iníq«3
Pero yo voy á llamar vuestra atencion hácia otro punto
mas importante ; tanto, que si conservais una pequeña
chispa de fe, no podreis oirme sin estremeceros. Considero,
¡oh murmurador! considero como cierta , como certísima,
como inevitable, tu eterna condenacion. ¿Qué dices? se
me preguntará ; ¿qué es lo que dices, ministro de Dios?
Oidlo, y juzgad vosotros mismos.
Es un principio inconcuso que no se perdona el pecado
mientras no se restituya lo hurtado, ya sean riquezas, ya
sea fama y honra lo que hayamos usurpado á nuestro
prójimo. Pues bien: el que ha usarpado alguna cantidad
á su prójimo, puedeMdewkérle ó devolver á sus herede
ros el cuádruplo de lo que robó, y resarcir los perjuicios
que por estoje sobrevinieron. iPero ¿puede hacerse esto
mismo, por los «urmuradares qae ha» perjudicado á su
prójimo-en suJama? Ney, ns^veees no. Luego se conde
narán.,, sí' mil veceis, sí* ; ;j j>fojJWi *:'!'' -
. , Aupq,ue el murmurador aviesa decidida voluntad de
restituir la fama á aquellos ú quienes se la hubiese quita-
do, no puede hacerlo, segun debo hacerlo para que la
restitución sea lo que debe ser. £1 murmurador se separó
Q.sfí despidió del$s'pei$o»«s eeaquteneshabia murmura
do: estas persona* murmuraronlluego sobre\\» mismo eon
otras; estas.cpft^trasy otras, :qiie' Juego ise han dispersa
do; por manera qt*e Bp puede calcularse,ni saberse hasta
qué punjo ha perdido su,, buen nombre por nuestra culpa
nuestro prójimo, y, por consiguiente, hasta qué punto es
preciso devolvérsele ó restituírsele. Tú, ¡oh murmurador!
no hablaste -mas que con una ó con dos personas; mases-
TOMO III. 20
— 306 —
las hablaron con diez; las diez hablaron con cincuenta; las
cincuenta hablaron con ciento; las ciento hablaron con mil;
y lo que mas es de notar, agravando siempre la falta de
M prójimo, de quien murmuraste. Tu eres responsable de
todo , sin que los otros dejen tambien de serlo. Sobre ti
pesa 'la inmensa carga de culpas que van cometiendo los
demás. En todas las murmuraciones la sangre de tu her
mano clama contra tí; y la voz de la justicia, de la justi
cia humana vde la divina, te dice: Redde quod debes.
Paga, joh murmurador! lo que debes: paga ojo por ojo,
diente por diente, alma por alma. Redde quod debes. Y
¿cómo has de pagar tu deuda, si no sabes á cuánto as
ciende? Ouizá á cien leguas de lí tiene perdida por tu
murmuracion su honra tu prójimo, y tú no lo sabes. Quizá
á mil leguas suceda otro tanto, y tú lo ignoras. Y lo que
tu ignoras, ¿cómo vas á restituirlo? Si pues no hay resti
tucion, no hay remision; y si no hay remision, no hay mas
que condenacion. ¿No te llegan, murmurador; no te llegan
al alma estas razones? ¿No te convierten? ¿Gon tanta indi
ferencia miras tu eterna ruina? ¿Has de seguir permitiendo
que un miembro tan pequeño como la lengua te cause tan
grandes males? ¿Han de ser domadas hasta las bestias
mas feroces, como dice Santiago (I), y no ha de poder
serlo la lengua?
Huid la murmuracion, os diré concluyendo el discur
so. Cuidad, os diré con San Gerónimo , de no tener in
quieta la lengua y los oidos para hablar de otros ú oir á
los que hablan (2). Huid la detraccion, os digo con San
Juan Crisóstomo, costumbre que el demonio ha introducido
para que no cuidemos de nuestras faltas é incurramos en
mayores reatos (3). La murmuracion, os diré con el mis
mo Santo, es un demonio turbulento ; destruye las casas,
turba la paz, introduce la guerra en los pueblos mas sen
i
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE A ESTE EVANGELIO.
.1 ...v-.
Excmo.Sr. (1): .
' i
<1) Cic. de Nat. Deor. (2) Plat., Iib.2, de Leg. (3) íd., lib. 4.
''
~m— '-..-.
Ierar ningun otro. A Salomon, Asa, Josafat, Joas, Ama
sias y Azarías, reyes por otra parte piadosos, se íes hace
cargo, y en sus alabanzas hay esta mancha, de que tole
raron otros 'cultos. Verumtamem excelsa non abstulit.
Siendo de advertir que no siempre estos cultos eran tribu
tados á los idolos, sino al verdadero Dios; pero como esto,
por el peligro de la idolatría, se hallaba prohibido el ha
cerlo mas que en Jerusalen, á los reyes se les hace un
cargo de que lo permitiesen ó tolerasen. Verumtamen ex
celsa non abstulit.
Están, últimamente, los pueblos obligados á sostener
el culto y sus ministros; y en España, á medida que el culto
fue mas magnífico, la nacion fue mas rica y poderosa.
Los pueblos reciben públicos y generales beneficios en el
órden espiritual y en el temporal : luego con amor y
homenajes públicos y generales deben de ser agrade
cidos.
Venid al templo á tributar á Dios el verdadero culto,
culto en espíritu y verdad, con limpio corazon y alma pu
rificada. Así quiere el Padre nuestras adoraciones , y así
es como, cumpliendo nuestros deberes en la tierra, gana
remos el cielo. Amen.
.:.'
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'..'.
tomo n\. 21
SERMÓN
sobre el mismo evangelio.
Ave María.
- .
.;. 7
. i . i, . i
... ; i I
SERMÓN
sobre la epístola del cuarto domingo de
Cuaresma.
Ave María.
— 337 —
E1 aposto! San Pablo designa á la Iglesia con cuatro
caractéres, cada uno de los cuales es bastante por sí mis
mo para exigirnos todo nuestro amor bácia ella. Nos dice
el Apóstol que la Iglesia viene ó nace de lo alto , que se
llama Jerusalen, que es libre, y que es nuestra madre.
Illa autem quce sursum est Jerusalem libera est; quce
est mater riostra.
E1 primer titulo que la Iglesia presenta para exigirnos
nuestro amor, es que no tiene su origen en la tierra, si
no que ha descendido del cielo como una ciudad prepa
rada por Dios, y adornada, segun leemos en el Apoca
lipsis, como una esposa para su esposo. «Ya está, dijo una
gran voz que salia del trono; ya está el tabernáculo de
Dios con los hombres, y habitará entre ellos , y ellos se
rán su pueblo, y Dios será su Dios (I). Pero ¿qué venta
jas reportará este pueblo donde se ha colocado el taber
náculo de Dios? «No llorará mas, sigue diciendo el profeta
del Apocalipsis , ni estará sujeto á la muerte , ni luto, ni
clamor , ni dolor se oirá ya en él, porque pasaron los pri
meros tiempos.»
Jesucristo, que es la cabeza de la Iglesia , descendió
del cielo para fundarla, y subió luego al cielo, desde don
de la gobierna y rige. La virtud de sus sacramentos es ce
lestial, y al autor de ellos, sacramentado, la Iglesia le tie
ne y reverencia en sus altares. Viene del cielo la Iglesia,
y en el cielo tiene ella su corazon y su tesoro. Del cielo
ha venido, y hácia el cielo camina en busca de la eterna
corona y descanso que está ofrecido para sus trabajos
mientras milita en la tierra.
La Iglesia baja del cielo adornada de todas las virtudes,
con fragante olor en sus vestidos, y con rosas y lirios embe
llecida. Hermosa como la luna, escogida como el sol, y ter
rible como un ejército bienord«nado, todos cuantos la ven,
(1) Inseptent.,221.
— 340 —
esclavitud de las pasiones y de los vicios, que es la escla
vitud que trae en pos de sí todas las afrentosas servi
dumbres.
En efecto: si estudiamos la historia de la esclavitud, la
encontraremos identificada con la ignorancia ó con el vo
luntario olvido de las santas máximas que la Iglesia católica
enseña. No es la Iglesia la que hace esclavos, sino la que los
liberta: la soberbia del hombre es la que le hizo mirar á
otro hombre, no solo como inferior á sí, sino hasta dife
rente de sí. Pero desde que el cristianismo dijo: «Ama á
tu prójimo como á tí mismo ; todos sois hijos de un mis
mo Padre; todos sereis juzgados por una misma ley; todos
sois llamados á un mismo destino,» dió un golpe de muer
te á la esclavitud, al mismo tiempo que, para no provocar
revoluciones, encargó á los siervos que obedeciesen á sus
señores. La muerte de la esclavitud por la Iglesia habia
de ser lenta, pero segura é infalible. No tuvo, ni tiene
nunca necesidad de decir mas que lo que ha dicho, y aca
bo yo de repetir , porque con eso queda confundida la so
berbia del poderoso, y rehabilitada la humilde y desespe-
radora condicion del mendigo.
Nadie sino la Iglesia puede gloriarse de este grande
hecho. Lo que á cada paso proclaman y se atribuyen las
diversas civilizaciones en punto á la abolicion de la es
clavitud, no es mas que ideas y sentimientos tomados del
Evangelio, y aplicados por ellas á su imperfecto código
moral. Si la Iglesia no guardase este Evangelio, desapare
cería por completo el espíritu benéfico y humanitario que,
tomándole del Sagrado libro, predican hoy los políticos,
filósofos y moralistas. Porque sin ella el hombre de la re
generacion volvería á ser otra vez el hombre originaria
mente degradado, sin que pudieran evitarlo ni los fogosos
discursos de los oradores de tribuna, ni las frias lecturas
de libros ó tratados de beneficencia. Mas hace la voz de
un Papa , hablando de cincuenta en cincuenta años una
— 341 —
sola vez contra la esclavitud , que las diarias y repelidas
arengas de los libres publicistas.
Sí, hermanos mios; la verdadera, la racional, la nece
saria, la útil libertad, ála Iglesia se la debe el mundo. Y de
tal manera lleva en su seno la Iglesia á la libertad, que
si se observasen los preceptos de Dios y los suyos pro
pios, ni leyes serian necesarias; porque, corregido el vicio
en su misma raiz, sus escesos serian nulos. ¿Cómo habia
de robar el que sabe no le es lícito ni aun desearios bie
nes ajenos? ¿Cómo habia de perjudicar á otro el que sabe
debe restituir diente por diente y ojo por ojo? ¿Cómo ha
bia de asesinar el que supiese que no le era permitido
decir á su prójimo ni una palabra ofensiva?
La Iglesia es la madre de la verdadera libertad; y di
go verdadera, porque hay libertad falsa, que es la liber
tad de las pasiones, la licencia, el libertinaje, la rebelion;
libertad que con sus escesos trae luego la tiranía y la
esclavitud.
La Iglesia, por último, es libre; es señora como Sara,
y no esclava como Agar, á quien con su hijo se le arroja
de la casa de su señor. La Iglesia es libre, y no reconoce
sobre si poder alguno en cuanto á su gobierno. Sabe der
ramar su sangre, sabe inmolarse , sabe morir; pero no
puede quitar á Dios lo que es de Dios, así como no quita
al César lo que por verdadero y legítimo derecho es del
César. No sabe pelear y resistir mas qu e con la palabra y
la protesta, y con sus armas espirituales; pero sabe morir,
y esto la basta para ser inmortal y eterna.
Esta Iglesia, que ha descendido de lo alto, que se llama
Jerusalen y que es libre, es tambien nuestra madre. Quce
est mater riostra. Y es el último motivo que presento para
obligaros á amarla.
La Iglesia es verdaderamente la madre del género
humano, por cuya salvacion se muestra tan solícita. La si*
nagoga, representada en Agar, no es masque madre de
— 342 —
un hijo; es decir, no engendraba hijos mas que de los ju
díos; pero la Iglesia, representada en Sara, es madre de
un hijo de promision, cuya descendencia ha de igualar á
las estrellas del firmamento. No ya de los judios, sino de
los gentiles, y de toda tribu y nacion, da hijos á Dios, que
fue el criador de ellos. Por todas partes va buscando hijos
para su esposo Jesucristo, que dejó en el Calvario virtud
para engendrarlos. «La Santa Iglesia, dice San Ambrosio,
es inmaculada en la carne, pero fecunda en el parto; es
virgen por la castidad, pero fecunda por la prole; pare
sin conocer varon, pero llena de espíritu; nos da á luz, no
con dolor de miembros, sino con la alegría de los ánge
les (1).» Ni los mares, ni los desiertos, ni las nieves, ni
el calor, nada la detiene para ir en busca de nuevos hijos
que engendrar en su espíritu. Por nosotros todo lo sufre.
Sacrifica sus Pontífices, sacrifica sus Obispos, sacrifica sus
sacerdotes, sacrifica sus fieles, para llevar á regiones des
conocidas el nombre de su Esposo, y salvar á los que re
nacen oyendo el nombre de Jesus.
San Bernardo, considerando á la Iglesia nuestra ma
dre, esclama entusiasmado: «Salve, ciudad Santa , ciudad
del gran Rey, señora de las gentes, princesa de las pro
vincias, posesion de los patriarcas, madre de los profetas y
de los apóstoles, gloria del pueblo cristiano, y tierra de
promision que, en vez de leche y miel, produce para el
mundo remedios de salud y alimentos dcvida. La memo
ria de tu abundante suavidad la anuncian en todas partes los
que te vieron, y hasta los estrenaos de la tierra hablan de
la magnificencia de tu gloria á los que no te han visto.
Grandes cosas dícense de tí, ¡oh ciudad de Dios (2)!»
Y á la Iglesia, que es nuestra madre, ¿no hemos de
amarla? Sus sacrificios de amor, ¿por qué con otros sacri
ficios de amor no hemos de pagarlos? A las madres que
Fs nuestra madre.
Ave María.
Ave María.
PRIMERA PARTE.
(1) SanL&cas.
— 363 —
han sembrado. Fcecundus est ager pauperum citó do-
nantibus fructum reddit; via cceli est pauper, per quarn
venitur ad Patrem. Empieza, pues, á repartir de lo mu
cho que, tal vez con iniquidades, tendrás atesorado, si no
quieres errar, lncipe erogare si non vis errare. Si quie
res, pues, ser un opulento mercader, si quieres llegar á
ser un logrero afortunado , incipe erogare. Empieza á re
partir eso mismo que no puedes retener ; empieza á dis
tribuir esos bienes superfluos , de quienes son dueños los
pobres, y recibirás, dice el citado Padre, lo que para siem
pre no podrás perder.
Recibirás un tesoro de gloria eterna y de merecimien
tos para ella , que se posee sin miedo de ladrones y sin
peligro de ser corroido por la polilla. Da modicum, ut
recipias centuplum. Da poco para recibir duplicado ; da
la posesion temporal para conseguir la heredad eterna.
«Bienaventurado, dice el padre San Ambrosio, aquel pode
roso, de cuya casa jamás sale el pobre con el seno vacío.»
Beatusplané de cujus domo, nunquam pauper sinu vacuo
egreditur. «Pues que nunca puede ser uno, prosigue, mas
dichoso quq> cuando entiende y mira para socorYer la ne
cesidad del pobre y aliviarla calamidad del enfermo.» «Da,
pues, dice el Crisóstomo; da al pobre la tierra, para que
te se dé á tí el reino; da la migaja, para que te se dé á tí
todo; da, en fin, para que te se dé á tí; pues lo que dieses
al pobre tú lo tendrás , mas lo que le negases lo tendrá
otro.» ¿Quieres, pues, mas, oh rico codicioso ? ¿ Quieres
frutos espirituales de mayor monta que estos? Pues si aun
no estás satisfecho de lo mucho que redunda á tu alma de
bienes por la limosna, atiende y verás, supuesto que eres
tan carnal, en lo temporal de cuanto bueno es causa.
Para cuya prueba puedes preguntar al patriarca Abra-
ham qué utilidad le resultó de haber, con caridad, hospe
dado á aquellos tres ángeles que, en traje de pasajeros,
se le presentaron, estando sentado á la puerta de su casa,
— 364 —
cuando habitaba en el valle Mambré. Y él te dirá que por
la caridad que usó con ellos , sin esperar alguna recom
pensa de su parte, pues los reputaba por unos pobres hom
bres, le vino la bendicion sobre toda su casa, y á Sara, su
esposa, ya anciana, se le promete una fecundidad gloriosa,
con la concepcion y parto del deseado Isaac. Si á Abigail
prudente preguntases cómo fue elevada á ser reina, por
esposa de David, ella misma te dirá que la caridad que usó
con este y sus soldados cuando descendían del desier
to de Taran, despues de la muerte de Saul, de cuyas ase
chanzas huia él con sus tropas. De este mismo modo verás
en la Judea, cuando era mayor el hambre y estaban los
árboles secos, cómo no faltaba harina ni aceite en la casa
de aquella pobre viuda sareptana, que con caridad recibió-
á Elias en su casa, y partió con él del puñadito de harina
que solo le habia quedado , el cual , comido, no le queda
ba mas arbitrio que la muerte. No sucedió ni redundó
menor beneficio con aquella mujer de la ciudad de Sunam,
la que , por caridad , haciendo detener y hospedar al pro
feta Elíseo en su casa, fue acreedora á que en la senec
tud de su marido fuese bendito su matrimonio, ¿con la su
cesion de un hijo. Cuando San Pablo navegaba para ir á
Roma en confirmacion de su pastoral ministerio fue azo
tado por una fiera tempestad ; mas habiendo salido con
felicidad de ella, y arribando á la isla de Malta, la cari
dad con que le recibe , y á sus compañeros , Publio, pre
sidente de ella, es motivo para que el. Santo Apóstol al
cance la salud para su pobre padre , afligido de malignas
fiebres y disenteria, no haciendo menores prodigios con
todos los demas isleños que se hallaban oprimidos de va
rias enfermedades. Bien pronto son consoladas las infeli
ces viudas , huérfanos y demas miserables que , rodeando
eldifuntocuerpo.de la caritativa y compasiva Tabilha,
llamada Dorcas, que acababa de morir en Joppe, tienen
la dicha, de verla resucitada en premio de su caridad, por
— 365 —
las oraciones del apóstol San Pedro. Y, por decirlo de una
vez , la recuperacion de la vista del anciano Tobias , el
feliz éxito del matrimonio de su hijo , y el haber tenido
este por compañero en su camino nada menos que á un
ángel del Señor , no fue otra la virtud que le granjeó
tanto bien en la presencia de Dios, que las lágrimas que
su compasion le hacia derramar sobre la necesidad aje
na, el esmero en enterrar los cadáveres de los pobres, y
el cuidado en sustraerse hasta de su misma comida para
alimentar á los necesitados.
Pues, hermano mio, si tantos bienes aun temporales
resultan de la limosna , no sé , no sé , no sé ciertamente
cómo no abres tus graneros, y en el tiempo de la calami
dad pública tienes corazon para ver caerse muertos por
esas calles á los pobres por no tener pan que llevarse á la
boca. No sé cómo tienes ánimo para oir los lamentos de
tantos tiernos niños que, pidiendo pan , mueren de ham
bre porque no hay quien se lo parta. No entiendo ni pue
do entender cómo tu corazon es de carne cuando veo el
regalo y delicadeza con que vistes, el esplendor y brillan
tez de tus galas , y sabiendo la desnudez del mendigo , la
miseria del necesitado y la pobreza del afligido enfermo,
que ni aun cama tiene en qué recostarse , estás como si
fueras una piedra insensible.
¡Ay.pues, de vosotros, hombres inhumanos ! ya que
no quereis moveros á la compasion y á la limosna vien
do los frutos preciosos que de su práctica os resulta,
oid, para vuestra confusion, los horribles castigos con
que aun en esta vida sabe Dios tomar venganza de los que
no usan de caridad con sus hermanos.
s
— 366 —
SEGUNDA PARTE.
Ave María.
(1) Joan., U.
— 375 —
para que ese cielo eucarístico se introduzca en nuestro
mortal pecho? San Bernardo, siendo tan gran Santo , con
sideraba como una de las grandes miserias de su vida el
atreverse á acercarse ála sagrada Mesa.» Con orgullo, de-
cia aquel Santo, me acerco á un Dios humillado; con im
paciencias á un Dios dulcísimo; con crueldades á un Dios
misericordioso ; y lo que mas aumenta mi vergüenza y
hace mi condenacion.es que Dios humillado sufre al hom
bre soberbio, Dios dulcísimo al hombre iracundo , y Dios
misericordioso al hombre cruel.» Patitur humilis elatum,
mitis iratum, et mi$ericors crudelem.
Todos, es verdad; todos os acercais al sacramento de
la Penitencia antes de acercaros al de la Comunion; pero
¿cómo os acercais á aquel, y cómo en su consecuencia os
acercais á recibir esta? Causa espanto el pensarlo. Des
pues de algunos meses, ó de un año , ó de muchos años,
envueltos en pecados, se hace un ligero exámen en menos
de una hora , se lee en algun libro , ó se reza por rutina
alguna oracion , y esto ¡oh dolor! se cree que basta para
acercarse al tribunal de la penitencia , y desde allí , des
pues de una confesion hecha á la ligera, á la mesa de los
ángeles. A muchos Lázaros vemos á cada hora que lle
vando, ya no cuatro días, sino muchos años en la sepul
tura del pecado, vienen á pedir que se les resucite , y se
les dé en el instante un asiento en la mesa del Señor.
¿Llamais á esto, amados fieles; llamais á esto confesion y
penitencia?
No trato yo de exigir á los que hayan de acercarse á
la sagrada Comunion tal cúmulo de requisitos que sea
imposible encontrar en la tierra una alma que los reuna;
pero yo veo que San Agustín, hablando de las tres especies
de penitencia, y de las relaciones que en la primitiva Igle
sia tenían esos tres órdenes con la Comunion, dice que la
participacion del Cuerpo de Jesucristo estaba absolutamen
te prohibida á los que hacían penitencia por los pecados
— 376 —
mortales cometidos antes del bautismo, es decir, á los ca
tecúmenos. Que esta participacion era frecuentemente per
mitida á aquellos que hacían penitencia por sus pecados
veniales, cometidos despues del bautismo; pero á aquellos
que hacían penitencia por los pecados mortales cometidos
despues del bautismo, se les diferia la comunion á causa
de que su penitencia tenia que ser mas austera. Graviar,
et luctuosior. Por miedo de que no incurriesen en con
denacion y muerte eterna, acercándose indignamente al al
tar, se les privaba de la participacion del cuerpo de nues
tro Señor Jesucristo. Esto es lo que yo veo, y esto es lo
que hace se sequen los huesos de mi cuerpo, penetrados
de terror.
¿Cuándo habeis espiado los crímenes con que de nue
vo habeis crucificado á Jesucristo? ¿Cuándo habeis reparado
los escándalos? ¿Cuándo habeis pedido perdon á vuestro
prójimo por las ofensas que le habeis hecho? ¿Cuándo ha
beis restituido lo que no es vuestro? ¿Cuándo habeis de
vuelto el honor usurpado á vuestro prójimo? ¿Cuándo os
habeis reconciliado con vuestro enemigo? ¿Cuándo habeis
dejado los tratos y amistades criminales? ¿Y cómo, sin ha
ber hecho todo esto, os atreveis á acercaros á la sagrada
Comunion, ó, lo que es lo mismo, á consumar el acto mas
grande del cristianismo? ¿Cómo podeis unir esa altanera
cabeza á aquella cabeza traspasada? ¿Esos ojos soberbios á
aquellos ojos tan humildes? ¿Esas bocas llenas de blasfemia
á aquellos labios tan santos? ¿Esas manos teñidas en san
gre á aquellas manos tan inocentes? ¡Oh union escandalo
sa! ¡Oh profanacion sacrílegal
Notad cómo las turbas tuvieron que seguir á pie á Je
sucristo antes de ser alimentadas con los panes tan mila
grosamente multiplicados. El que no sigue á pie, es decir,
el que no sigue á Jesucristo por los caminos de su Cruz,
no aspire á comer el pan milagroso. Quédese abajo, al
pie del monte, en el abismo de sus culpas y padeciendo
— 377 —
insaciable hambre aquel que no quiera seguir á Jesucristo
por el camino de la Cruz, qne es por donde subimos al
monte en que el Salvador hace sus milagros de amor para
alimentar nuestras almas con el pan del cielo. Advertid,
ademas, cómo Jesucristo manda á sus apóstoles que orde
nen á las turbas sentarse sobre la yerba, en lo cual hay que
advertir dos cosas: primera, que el Salvador queria ver á
las turbas obedeciendo á sus ministros; y segunda, que,
mandándoles sentarse en el suelo,, parecía darles á enten
der que para comer el pan milagroso era preciso concul
car las cosas de la tierra. Obedienoia y desprecio, que son
el fundamento de la vida cristiana. Porque ¿cómo se atre
verá á comer el sagrado cuerpo de Jesucristo el que no
obedece y respeta á aquel á quien ha obedecido el mismo
Dios, poniéndose, al imperio de su voz, bajo las especies
sacramentales? ¿Cómo se atreverá á tomar el divino Pan el
que no se ha sentado ó cogido bajo sus pies las cosas terre
nas? ¿Practicais lo que el confesor os manda practicar al ab
solveros de vuestras culpas? ¿No? Luego no debeis comer
el pan bajado del cielo. ¿Está vuestro corazon lleno de las
cosas de la tierra? ¿Sí? Luego no puede haber en él cabida
ó lugar para Jesucristo sacramentado.
¿Qué decís, católicos; que decís? Yo veo á las turbas,
de quienes habla hoy el Evangelio, empeñadas en procla
mar á Jesucristo como rey, por haber visto la milagrosa
multiplicacion de los panes, y presumir que, en lo suce
sivo, siendo su Rey los libraría del hambre y de las car
gas que soportaban. Y veo ademas que, cuando el Salva
dor les habla del pan de Dios que baja del cielo y da la
vida eterna, le responden: «Danos, Señor, siempre ese
pan.» Domine, semper da nobis panera hunc. Viendo
esto , no puedo dejar de admirarme de que los cristianos
no'quieran reconocer como Rey de su corazon á Jesucristo,
que nos da el pan de vida eterna; y que con frecuencia no
le pidan ese pan, viviendo, para poder dignamente reci
— 378 —
birle, en inocencia de costumbres, ó en penitencia y mor
tificacion de sentidos. Porque claro es que no quiere re
cibir á Jesucristo como Rey en su corazon el que, no un
trono, sino un nuevo patíbulo le tiene en él preparado; y
claro es que no quiere recibir ese celestial pan el que ma
liciosamente se pone en disposiciones contrarias á la santi
dad que su recepcion exige en el alma.
Habrá, quizá muchos pecadores que se arriesguen á
decir: «No comulgaré; mas vale no comulgar, que hacer
lo indignamente.» Esa es una verdad, hermanos mios;
pero es una verdad que tiene mucha fuerza respecto de
aquellos que se encuentran en pecado y carecen de los
medios necesarios para salir de tan triste situacion. Pero
tú, pecador; tú no te hallas en ese caso. Tú recibes á cada
instante, por uno ú otro camino, las inspiraciones de la
gracia: tú puedes hacer penitencia ; tú tienes sacerdotes
que te absuelvan; tú puedes, si quieres, huir de todas las
ocasiones de pecado ; tú puedes purificarte: luego no pue
des ni debes abstenerte de la Sagrada Comunion. Lo que
quieren esos que así discurren es emanciparse, digámoslo
así, del Cuerpo de Jesucristo, para entregarse á toda es
pecie de escesos. No es que dejen de comulgar por res
peto al Sagrado Cuerpo de Jesucristo, sino por vivir mas
libremente entregados á los desórdenes de sus pasiones.
Oid , para vuestra instruccion , la alternativa en que
se encuentra el pecador. Si comulga indignamente, cruci
fica de nuevo á Jesucristo, como dice San Pablo (i); le
deshonra, como dice San Juan (2); le hace traicion, como
dice San Lúeas (3); se hace culpable de su cuerpo y de su
sangre (4), y consuma su reprobacion (5), como dice el
mismo Apóstol de las gentes ; y entrega al demonio su
alma, como dice el Evangelista amado (6).
(i) Joan., 6,32. (2) I<J.,íd., 35. (3) Id., id., 55.
(4) Id., id., 54.
— 380 —
os debe exigir y lo que estais obligados á cumplir vos
otros. De este modo os obliga á que purifiqueis vuestra
conciencia, á que enmendeis vuestra vida, á que corrijais
vuestras costumbres, á que dejeis de dar escándalos. Si
asi no lo haceis, los impíos se burlarán, diciendo: «¿Y es
este el pueblo que participa del cuerpo de Jesus? ¿Y se
alimenta con su carne y con su sangre? Ubi est Deus
eorum? ¿Es este el pueblo que se acerca al altar para
convertir su vida en una vida, digámoslo así, divina? Ubi
est Deus eorum? ¿En qué lo manifiesta? ¿No hay en él
mas vicios quizá que en un pueblo de herejes ó genti
les? ¿No se figuran muchos , ¡qué horror! no se figuran
muchos que en habiendo ya comulgado pueden volver
acaso con mas ímpetu á correr los caminos del liber
tinaje?»
Retiraos, Señor, retiraos al monte vos solo: allí las es
trellas del firmamento y las yerbas y las flores os recono
cerán como Rey, ya que aquí, en la sagrada Eucaristía, se
os crucifica tantas veces. Retiraos, Señor, que yo no veo
haya en los ánimos disposiciones y propósitos para digna
mente recibiros.
Almas cristianas: Dios nos va á abandonar, ya que nos
otros le hemos abandonado y perseguido. Detenedle con
vuestras lágrimas y vuestro arrepentimiento , que son me
dios muy poderosos para aplacarle y ganar la vida eterna.
Amen.
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE AL MISMO EVANGELIO.
Ave María.
— 385 —
El universo es el gran lemplo de Dios, si es que para
Dios pudiera haber un templo grande. En él, ¡parece in
creible! en él todas las criaturas, menos el hombre, reco
nocen el supremo dominio de Dios, y á su modo son sus
predicadores y encomiadores. Alumbrando el sol y las es
trellas ; sucediéndose unas á otras las estaciones; brillando
por un instante el relámpago , y bramando horrísono el
trueno; siguiendo majestuosamente su curso el agua de los
rios; luciendo por la noche la luna, como una reina, acom
pañada de astros por corte ; moviendo el ciprés su punta
de aguja al mas pequeño soplo, al paso que su tronco hace
retroceder á los huracanes ; los árboles dando sus frutos
y conservando ó perdiendo sus hojas; las plantas brotando
sus flores y embalsamando la atmósfera; la tierra devol
viendo al hombre con mucha usura lo que le ha dado; las
aves, los animales, los montes, los valles, las fuentes, to
do, señores, todo, en este gran templo de Dios, que se
llama universo, alza su voz entonando cánticos al Criador
Supremo, y rindiéndole, á su manera, culto y adoracion.
Todo cumple su destino, todo hace la voluntad do Dios; y
cumpliendo su destino y haciendo la divina voluntad, las
criaturas rinden homenaje al que las sacó de la nada.
¿Y el hombre? ¿Y la criatura inteligente? ¿Y la mas
noble de las obras de Dios? ¿Qué hace? ¿Dónde alaba á
su Criador? ¿Dónde le adora? Parece que en un templo
aun mayor que el universo, si fuere posible , ha de ado
rarle, y con homenaje y cultos dignos de Dios y del
hombro mismo. Pero ¡ oh dolor! ha habido quehacer para
Dios un templo pequeño donde le adore el hombre. Ha
habido que hacer, en cierto modo, pequeño á Dios para
que el hombre le adore.
No habia un templo donde colocar el arca, y David
prometió erigirle. El profeta Natán le anima á realizar su
propósito; pero el proyecto era tan santo, y el tem
plo que se edifica para Dios es tan digno de respe-
TOMO III. 25
— 386 —
to, que, á causa de estar manchadas con sangre las
manos de David, no permitió el Señor que fuera este, sino
su hijo Salooion, el pacífico , quien le construyese. Ved
ya desde ahora si será casa santa el templo de Dios, cuando
para erigirle fue un obstáculo el que David tuviese las
manos con sangre, y se hubiese hallado casi siempre en
guerras, donde tanta se derrama. Para ocuparse de la
construccion del templo , para dirigir sus obras y para
verle levantado, se imposibilita David por tener sus manos
manchadas; luego para penetrar en ese templo, para orar
en él, para pedir en él, para hablar desde él con Dios y
para recibirle sacramentado, ¿sabreis decirme cuánta
pureza será necesaria, cuánto respeto, cuánto recogi
miento? Pero hay todavía mas. Mientras se edificaba este
templo, en tiempo de Salomon, no se oyó allí golpe de
martillo, ni de segur, ni de hierro , sino que desde otra
parte se llevaban ya labradas las piedras y las maderas;
Pues bien: todo esto era por respeto al templo mismo;
porque hubiera parecido ya profanada la casa de Dios si,
mientras se edificaba, se hubiese sentido en ella el ruido
y tumulto que era consiguiente hiciesen tantos brazos re
unidos. Si pues siendo tan natural y necesario el ruido
en la construccion de un edificio, y de un edificio como
el templo de Salomon, aun se evita ese ruido por reveren
cia al templo, ¿qué me direis, sacrilegos profanadores;
qué me direis de los que, dentro del templo, no guardan
silencio; de los que, á sus puertas, se reunen para hablar
impiedades ó para satisfacer curiosidades pecaminosas, y
de los que en sus paredes esteriores escriben palabras im
puras, ó juegan con ruidosos entretenimientos? El templo
de Salomon no estaba aun construido , y se impidió reso
nase en él el ruido y algazara de los que trabajaban la
piedra, el hierro y la madera; y los cristianos, dentro del
templo y casa de Dios, hablan, censuran y alborotan co
mo si se hallasen en el sitio mas despreciable de la üer
— 387 —
ra. En el templo de Salomon no se habia de colocar mas
que el arca construida por Moisés segun el ejemplar que
se le habia mostrado; y allí, desde que principia su cons
truccion, principia tambien el silencio del respeto; pero los
cristianos en el templo, donde, no ya el arca, sino el mis
mo Dios sacramentado reside, entran y permanecen con
menor respeto del que guardarían en casa de su vecino.
Pues el castigo está decretado, y la ira de Dios , ó, me
jor dicho, su justicia, no perdona al sacrilego profanador.
Oza, hijo de Abinadab , viendo que el área se inclinaba
á un lado al llevarla desde la casa de su padre á la ciudad
de David, alza su mano, y la contiene y sujeta. ¿Quién no
habia de mirar como accion ó movimiento natural y lau
dable este de Oza? Sin embargo, el Señor se indigna con
tra él, y castigó su temeridad haciéndole en el acto perder
la vida. Sobrecogiose David tanto con esto, que ordenó
volviese otra vez el arca á casa de Abinadab. Por lo que
toca al templo de Jerusalen, cuando los judíos, refugián
dose en él en los asedios de sus últimos dias , le profana
ron, dieron la señal de que la ira de Dios iba á descargar
sobre ellos los mas terribles golpes de su justicia. «Guando
veais, dijo á sus apóstoles, la abominacion de la desolacion
en el lugar santo, como predijo David, huyan entonces los
habitantes de Judea á los montes; y el que esté en su casa,
no se ocupe, al huir , en tomar nada de ella; y el que esté
en el campo, no se ocupe en ir por su túnica. Cruel tri
bulacion será aquella, como jamás la hubo desde el prin
cipio del mundo hasta este dia, ni la habrá en lo sucesivo.»
Cura videritis abominationem desolaíionis... stantem
in loco sáneto... Erit enim tune tribulatio magna, qua-
lis non fuil ab initio mundi usque modo, ñeque fiet (i ).
Si Oza, porque con buena intencion tocó el arca, y
los judíos que, encerrándose en el templo cuando se vie-
(1) Matt.,24.
t- 388 —
ron sitiados, le profanan, fueron lan severamente casti
gados, ¿no lo han de ser los cristianos que, ante la santí
sima Majestad figurada en el arca, no guardan el profun
do respeto que le es debido? ¿Cómo no lo han de ser esos
que se llaman cristianos y penetran en el templo, cubier
tos con la oscuridad, á usurpar al Padre de la luz los do
nes que la piedad ha ofrecido para las necesidades del cul
to? ¿Cómo no lo han de ser esos que, con sus manos impías,
sacan del sagrario el copon, arrojan las sagradas Formas,
y no dejan, ni para Dios ni para las sagradas imágenes de
su Madre y de los Santos, un adorno, con tal que puedan re
ducirle á dinero? ¿No vemos repetirse todos los dias estos
atentados en las iglesias que no están bien resguardadas?
Lloremos, lloremos estos sacrilegos desmanes, porque á
tal abominacion de desolacion en el lugar santo, preciso es
siga muy pronto una horrible tribulacion. Cum videritis
abominationem desolationis... stantem in loco sancto...
erit enim tune tribulatio magna... Yo la temo, yo la
estoy sintiendo, yo casi la veo ya sobre nosotros.
Aun tengo que haceros notar que en lo interior del
templo erigido por Salomon no se veian ni aun las pie
dras, pues estaban cubiertas de tablas de cedro , y dentro
de la casa de Dios no se veia mas que mármol, cedro,
oro y plata. Todo esto indica la santidad del lugar, y la re
verencia, el respeto y la admiracion que Salomon quiso
infundir á los judíos con la magnificencia del templo. Si el
sabio Rey hubiese visto que dentro de aquel templo se
faltaba al respeto debido al Dios de sus padres, ¿qué ha
bría hecho? Si hubiese visto que de las paredes y del altar
se arrancaban los objetos preciosos, ¿cómo no se habría in
dignado? Y si viviese hoy entre nosotros, y viese copones
y cálices, y patenas y cruces usurpadas á la Iglesia y al
templo verdaderamente santo, ¿cómo podría comprender
lo en hombres que se llaman católicos? Pues esto vemos
posotros, esto lloramos , esto sufrimos. Lo ven tambien
— 389 —
los ángeles de paz, y lloran amargamente. Lo ve Dios, y
lo sufre.
En el templo, ó ante el altar de Dios, todo es santo. A
Moisés, para que se acercase á la ardiente zarza, le orde
nó Dios se quitase el calzado; y los cristianos se acercan
al altar donde está reservado Dios, convertido en fuego de
amor, cubierta quizá la cabeza, y cubierta el alma de mil
iniquidades. Pero lo que aun me llama mas la atencion es
el mandato dado por Dios á Moisés para que no subiese
por gradas ó escaleras al aliar de piedra, y de este modo
evitase el revelar á los circunstantes ninguna parte de su
cuerpo en que conviene guardar el decoro. Non aseen-
des per gradus ad altare meum, ne reveletur turpitudo
iva (1).
Confúndanse y tiemblen ante este mandato de Dios las
personas que , en el templo mas santo, y ante el altar don
de está reservado el Santísimo, se presentan con escan
dalosa desenvoltura; no buscan sus ojos mas que objetos
impuros ó que llevan á la impureza ; no habla su lengua
mas que palabras de profanacion, y salen del templo car
gadas de dobles crímenes. ¡Insensatos! No ve mas que en
sueños Jacob al Señor en la escala por donde subian y ba
jaban los ángeles, y, al despertar, dice lleno de respeto y
temor: «Verdaderamente está el Señor aquí... ¡Qué terri
ble es este lugarl No hay aquí mas que la casa de Dios y la
puerta del cielo.» Y el cristiano despierto, el cristiano que
ve á Dios en el Sacramento con los ojos de la fe con mas
certeza que si le viese con sus propios sentidos, parece,
al ver cómo entra y pómo está en la iglesia, parece decir:
«Aquí no está el Señor... Este lugar ó sitio es desprecia
ble... Este no es mas que un punto de reunion, y la puerta
de todas nuestras pasiones.»
Al ver el esquisito cuidado oon que Dios instruye á
Ave María.
IlXMO. Sr.:
Ave María.
— 405 —
Los milagros son los poderes con que Dios autoriza á
sus siervos, para que estos sean recibidos como verdade
ros plenipotenciarios de la Divinidad entre los hombres y
los pueblos. Pero es necesario poner sumo cuidado en dis
cernir los verdaderos milagros de los que no lo son ; y al
efecto, convendrá advertir que un milagro puede ser sos
pechoso cuando no se refiere sino despues de mucho tiem
po de haber sucedido ; cuando no se publica en los mis
mos lugares que han sido teatro de este acontecimiento,
sino en partes remotas ; y cuando , no haciéndose obje
cion alguna , no ha podido hacerse tampoco un exámen
atento y especial. Nada de esto tiene lugar en los diferen
tes milagros que refiere el Evangelio. Porque ¿dónde su
ceden la mayor parte de ellos? ¿En los desiertos, en los
rincones, ó en la oscuridad? No. Se verifican enmediode la
sinagoga, en las plazas, en las ciudades. Si algun enfermo
ha sido curado, los Evangelistas dicen su nombre , el de
su familia, su pueblo y el lugar que habita. No hay mo
tivo alguno para ponerlos en duda; hay que rendirse y
reconocer el dedo de Dios.
Uno de los milagros mas ilustres que hizo Jesucristo fue
la resurreccion de Lázaro. Los incrédulos se han esforzado
en hacerla dudosa; pero la narracion del Evangelista pre
senta unos caractéres de verdad tan visibles, que no es
posible oscurecerlos. Cualquiera que los examine sin pre
vencion se convencerá de que no tuvieron ninguna parte
en ese milagro la casualidad, el error, el fraude ni la im
postura. Lázaro era un hombre rico y que gozaba de con
sideracion entre los judíos, lo cual se prueba por el modo
con que de él habla el Evangelio, por la cantidad de per
fumes que gastó su hermana para honrar á Jesucristo, por
la atencion de los principales judíos de Jerusalen, que vi
nieron á consolar á Marta y á María , afligidas con la
muerte de su hermano. Un hombre de esta clase, ¿hubiera
querido deshonrarse y hacerse odioso á su nacion por un
— 406 —
fraude concertado con Jesucristo? Hubiera sido preciso
que entrasen en el complot las dos hermanas de Lázaro,
sus amigos y sus criados. ¿Cómo era posible ñngir la en
fermedad, la muerte, los funerales y el embalsamamiento
de un hombre de consideracion, á media legua de Jerusa-
len, sin peligro de ser la ficcion descubierta? El temor de
que se resintiesen los judíos debia ser un obstáculo para
los cómplices del fraude: habia ademas una escomunion
fulminada por el consejo de los judíos contra todos los que
reconociesen á Jesus por Mesías, y sus enemigos habian
tratado ya de prenderle. ¿Se hubiera atrevido el mismo
Jesucristo á proponer siquiera semejante fraude á una fa
milia que le manifestaba el mayor aprecio, y á quien
tanto amaba el Salvador ?
Jesus no estaba en Betania cuando Lázaro cayó enfer
mo, y murió, y fue sepultado; estaba en Betabara, al otro
lado del Jordan, y distante de Betania mas de doce leguas.
Sus hermanas le enviaron un mensajero para decirle que
estaba enfermo su amado. Pasaron por lo menos cinco días
desde la salida de este mensajero hasta la llegada de Je
sucristo. Es necesario advertir que, sin recibir la noticia
de su muerte , Jesucristo la anunció ya á sus discípulos:
Lasarus amicus noster dormit, sed vado uí á somno es-
citem eum. Llega Jesus, y Lázaro llevaba ya cuatro dias
en el sepulcro. El dolor de sus dos hermanas tenia todas
las señales de sinceridad ; los judíos que vinieron de Jeru-
salen piensan que María , cuando salió á recibir á Jesus,
iba á llorar á su hermano al sepulcro. «Señor, le dicen: si
hubieras estado aquí, no habría muerto nuestro hermano.»
El diálogo admirable entre las hermanas y Jesus , las lá
grimas de María, las respuestas que da el Señor á las dos
hermanas , y el asombro de los circunstantes, que dicen:
«Este hombre, que curó á un ciego de nacimiento, ¿no pudo
impedir la muerte de su amigo?» Todo, como veis, anun
cia aquí sinceridad y buena fe.
— 407 —
Al ver Jesus tanto llanto, se turbó: infremuit Spiritu.
«(¿Dónde está? preguntó.-^-Señor, aquí está; venid y ved.» A
presencia de las dos hermanas , de los judíos de Jerusa-
len y de sus discípulos, se acerca á la caverna en que Lá
zaro estaba sepultado. No se buscan tantos testigos para
representar una impostura. Mandó Jesus quitar la piedra
que cerraba el sepulcro, y entonces Marta le dice: «Huele
ya mal, porque hace cuatro diasque está en el sepulcro
Cree, mujer, dice Jesus, y verás la gloria de Dios.» Jesus
levanta los ojos al cielo , invoca á su Eterno Padre, y con
pavorosa voz, grita : «Lázaro , sal afuera. » Atado de pies;
y manos, el muerto se levanta; quítanle las ligaduras se
pulcrales, y se llena de vida. Muchos judíos, testigos de este
prodigio, creyeron en Jesucristo; y si la religion no tuvie
ra otro que alegar en su favor, era este muy suficiente para
probar su divino origen.
Si Lázaro no hubiera muerto , le habría sido imposible
permanecer tantas horas con las ligaduras , con el rostro
cubierto, y en un sepulcro cerrado por una gran piedra. Y
notad que salpicaban el cuerpo y empapaban las ligaduras
con secantes, que muy pronto atraían la disolucion: y si no
hubiese sido sepultado de este modo, como se hacia con los
muertos de calidad, los judíos que estuvieron presentes á
su resurreccion no se hubieran sorprendido, ni se dejarían
engañar por una falsa sepultura : hubieran mas bien acu
sado á Jesus, á Lázaro y á sus hermanas como solemnes
impostores. Muchos creyeron entonces en Jesucristo: mu
chos vinieron de intento á Betania por ver á Lázaro resu
citado, y todos le vieron. La fama de este milagro llegó á
Jerusalen, y proporcionó á Jesus el triunfo de la entrada
que verificó algunos dias antes de la Pascua. Los judíos,
enfurecidos con este triunfo, resolvieron hacer morir á Je
sucristo y al mismo Lázaro, porque su resurreccion au
mentaba el número de los partidarios del Nazareno. Así
que, todas las circunstancias anteriores á este milagro, el
— 408 —
modo con que se verificó y los efectos que produjo, con
curren á la demostracion de esta verdad, y recibe todavía
mas fuerza con la narracion sencilla y circunstanciada que
de ella hace el Evangelio.
Los judíos mismos, que vieron á Lázaro enfermo y
asistieron á sus funerales , fueron testigos de la tierna es
cena en que Jesucristo manda levantar la piedra del sepul
cro; vieron á Lázaro muerto y embalsamado; le vieron sa
lir del sepulcro á la voz de Jesucristo ; pudieron conversar
con él eu aquel mismo momento, y algunos de ellos fueron
á referir estos hechos á los jefes de su nacion. Los incré
dulos objetan que es imposible que unos hombres raciona
les viesen un milagro como este sin creer en Jesucristo;
pero este argumento no tiene fuerza cuando se habla de
los judíos. Desde la resurreccion de Lázaro, ¿no han visto
cumplirse todas las profecías? ¿No vieron en la muerte del
Mesías hendirse los peñascos, temblar la tierra , eclipsarse
el sol, trastornarse toda la naturaleza? ¿Y han creido por
ventura? El Mesías debia nacer en el segundo templo, y este
ya no existe : debia ser de la raza de David , y esta ya ha
finalizado : la misma dispersion del pueblo hebreo por el
mundo prueba que ya vino el que habia de venir , y era
la esperanza de las naciones. ¿Y cree por eso aquel pueblo?
Luego ¿qué estraño es que no creyeran en Jesucristo
por la resurreccion de Lázaro, cuando no creyeron por
otros muchísimos milagros ? No se me diga que no fue so
metido á examen ese milagro : tampoco sometemos á exá
men si el sol alumbra ó si el fuego quema , porque todos
lo vemos, y el negarlo seria un contrasentido. ¿Qué me
jor examen que haber visto todos á Lázaro muerto , se
pultado, y vuelto despues á la vida ? Aquí no tiene lugar
el exámen, á causa de la autoridad y de la evidencia. Y
por lo mismo que era un hecho tan público , tan evidente,
tan manifiesto , que ni se podía ocultar ni negar, los prin
cipes y sacerdotes conspiraron contra la vida de Lázaro,
— 409 —
Pero ¡qué necedad I ¿El que le resucitó muerto, no podría
resucitarle decapitado? ¡Qué parecidos eran aquellos hom
bres á los incrédulos de nuestros tiempos!
Los impíos del siglo xvm y del xix proyectaron en el
acceso de su furor acabar con una religion que condenaba
sus crímenes y su vida , y hubieran querido que ni vesti
gio de ella quedara sobre la tierra , para que ni memoria
de Dios, cuya obra es, pasara á sus descendientes; pero
fueron confundidos en su locura , y la hoya que tenian
abierta para sepulcro de la religion recibió las fétidas y
execrables cenizas de sus mas crueles enemigos. ¡ Qué
leccion tan importante ! La desmedida impiedad es la en
fermedad , digámoslo así , de la religion, de que hablé al
principio ; pero no hay cuidado , la religion no muere;
antes bien , saldrá mas rica y brillante del nuevo combate
en que está empeñada , como salió de todas las pruebas
con que sus enemigos quisieron combatirla.
Los milagros de Jesucristo , y, por consiguiente , las
pruebas de la divinidad de la religion cristiana son he
chos ; hechos palpables, hechos públicos , hechos que no
se pueden tergiversar de manera alguna. Hay que negar
los hechos que se palpan , y, por consiguiente , el hombre
tiene que dejar de ser hombre, para negar la verdad de los
milagros de Jesucristo, y, por lo tanto , la divinidad de la
religion que profesamos. Si los milagros de Jesucristo se
niegan , no queda en la historia ni puede quedar un solo
hecho asegurado; pues ninguno de cuantos hechos histó
ricos en ella se consignan tiene en su favor mas testimo
nios de verdad que los que tienen los hechos milagrosos
de nuestro Salvador.
Pidamos todos al Señor que levante de sobre el espí
ritu de muchos hombres la losa de la indiferencia ó incre
dulidad , y que salgan del sepulcro del error y de la muer
te, donde yacen. Que vuelvan á la vida, » á la vida de la fe
y á la vida eterna. Amen,
SERMÓN
sobre el mismo evangelio.
Ave María*
— 413 —
El hombre es siempre un pobre enfermo, á consecuen
cia del original pecado que, á modo de herencia , le legan
sus padres. Erat quídam languens. Esta enfermedad va
desarrollándose despues con el calor de lo que llamamos
fomes peccati; y si bien para curar nuestras dolencias, Je
sucristo, amigo de los hombres , ha dejado en su Iglesia
eficaces medicinas, no siempre, á causa de la natural ma
licia, llama al médico el enfermo , ni el doliente recurre
adonde está su verdadera salud. Viene , pues , á suceder
que aquel Lázaro, que aquel enfermo por naturaleza , si el
Señor no viene otra vez á Judea, es decir, en socorro suyo
con auxilios de gracia , muere por el pecado , como Lá
zaro murió por la enfermedad. Lazarus mortuus est. Ese
mismo enfermo que muere, cae luego ó le arrojan sus cul
pas en profunda hoya, desde donde despide á lo lejos he
diondo olor, y de la cual no puede salir si Jesucristo no
brama en su espíritu, y Hora, y llama con aterradora voz.
Jam fcetat.
Entiende , entiende , ¡oh pecador de costumbre! lo que
pasa por tí, y cómo te arrojas a la hoya , y cómo despides
olor pestífero, y cómo haces llorar á Jesucristo, y cómo le
obligas á que , si ha de librarte, dé una voz que penetre
en los abismos de tus culpas. He de decirte , pecador de
mi alma , cómo llegas á tan triste estado ; y para que me
escuches con docilidad y santo temor, te advertiré de an
temano que Jesucristo no resucitó mas que á un Lázaro:
lo que debe obligarte á evitar, por todos los medios posi
bles, el caer en el pecado , y hacerte pecador consuetu
dinario.
El hábito ó la costumbre de pecar se contrae á fuerza
de repetir los pecados , aunque estos sean en un principio
faltas leves. El cristiano no debe mirar ninguna falta como
leve para el caso de evitarla; pues si bien es cierto que las
faltas ligeras no matan al alma , la enferman y debilitan.
Por pequeño que nos parezca el enemigo, el hombre pru
— 414 —
dente no le desprecia nunca. ¿Quién mas pequeño que el
hijo de Isaí, y quién mas fuerte que el j ¡gante Goliath? Sin
embargo, el grande desprecio al pequeño , y con el caya
do y la honda del pequeño, fue destruido el grande. Esto,
que sucedió en un combate físico ó corporal , sucede lo
mismo en las luchas del espíritu. El pecador que no evita
las primeras caidas ó pecados, que son las primeras en
fermedades y accidentes, languens, en ellas mismas en
cuentra luego la muerte. Porque nuestro comun enemigo
no entra de un golpe á derribarnos en tierra, como Sanson
hizo con las columnas y el templo , sino que se introduce
con lentitud, encubriendo hábilmente su malicia. Por eso
San Pablo, escribiendo á los de Efeso, nada les aconsejaba
con mas esmero sino el que evitasen el dar entrada al dia
blo. Nolite locum dare diabolo (i). Si una vez logra en
trar, todo lo ensancha y para sí lo amplifica. Le concedis
te un pensamiento leve , te permitiste una palabra ligera,
hiciste una accion do dudosa malicia ; ya abriste entrada
al diablo: y tú verás , tú verás cómo desde aquel pensa
miento, y desde aquella palabra, y desde aquella obra, que
consideraste ligeras enfermedades, vasá caer en otras ma
yores, hasta llegar á morir, sepultarte y podrirte. El pen
samiento destempla tu alma; el deleite la enferma ; el con
sentimiento la mata; y la mala costumbre la entierra.
Lo que hay que oir es el trabajo , digámoslo así, que
cuesta luego sacar el alma del sepulcro, donde ha princi
piado ya á corromperse. Por mas que lloren las hermanas
María y María, y vengan muchos judíos á consolarlas, Lázaro
no se levanta de la tumba. Es preciso para esto que Jesu
cristo venga otra vez con sus discípulos á la Judea: es pre
ciso que Marta le salga al encuentro llorando la muerte de
su hermano; y que María llore, y lloren los judíos que las
acompañan, y que llore Jesus , y se conturbe dentro de si
(1) Cap. 4.
— 415 —
mismo, y despues de hecha, como hombre, oracion al Pa
dre, diga con fuerte voz: Lázaro, sal fuera. En todo esto
se ve que Jesucristo parece tuvo que hacer un esfuerzo de
su poder para sacar de la tumba á Lázaro, que llevaba ya
cuatro dias en el sepulcro.
La casa de Marta y Maria es una figura de la Iglesia
donde se llora la muerte espiritual del pecador. ¡ Cuántas
lágrimas cuestan á la Iglesia, nuestra madre, las enferme
dades espirituales de sus hijos! No cesa de dirigir por su
conversion oraciones al cielo, y de derramar lágrimas
por traerlos al verdadero arrepentimiento de sus culpas.
Domine, ecce quem amas, infirmatur. El que amas, Señor,
dice á Dios; el que amas, el que por tí ha sido criado, el
que por tí ha sido redimido, se encuentra enfermo. ¿Cómo
has de permitir que muera, si le tienes tanto amor que
por él has querido ser crucificado? Ven otra vez á la Ju-
dea, ven; ven con la gracia á su alma, que esto no es
tanto como ser clavado en una cruz. Vos sois la resurrec
cion y la vida, y el Hijo de Dios vivo que viniste al mun
do, no á llamar á los justos, sino á los pecadores. No pue
de el pecador pedir por sí , y tienen que hacer la caridad
de pedir por él otras almas.
Jesucristo no puede ver á la Iglesia llorar sin conso
larla, como no pudo ver con indiferencia llorar á las her
manas de Lázaro sin sacarlas de su afliccion. ¿ Dónde
está ese cadáver? ¿Dónde está ese pecador? ¿Dónde le han
puesto sus culpas? Tan perdido queda el hombre por el
pecado, que ni el mismo Dios sabe dónde está. Ven, Se
ñor; ven, y mira: mira esa infeliz alma, donde la corrup
cion ó podredumbre del pecado ha borrado tu imágen y
semejanza. Veni, et vide.
Luego que , por mandato de Jesucristo, quitaron la
piedra que cubría la entrada de la gruta donde estaba el
cadáver de Lázaro, Marta, como queriendo apartar á Jesus
de aquel hediondo espectáculo: Huele ya, Señor, le dijo,
— 416 —
pues lleva aquí cuatro días. El pecador despide olor pestí
fero permaneciendo, por costumbre, en la culpa. Jam fcetet,
quatriduanus est enim. No lleva solos cuatro dias el peca
dor consuetudinario en el sepulcro de sus culpas, sino me
ses y meses, años y años. ¿Cómo no ha de corromperse?
¿Cómo no ha de oler? Jam faetet. Despide olor su cabeza,
por la corrupcion de sus pensamientos; despide olor su
boca, por la corrupcion de sus palabras; despiden olor sus
manos, por la corrupcion de sus obras; despide olor su
corazon, por la corrupcion de sus deseos; despide otor su
entendimiento, corrompido por falsas ideas ; despide olor
su voluntad, viciada con tantos apetitos; despiden olor sus
ojos, no mirando mas que objetos corrompidos, y sus oí
dos, no oyendo mas que voces de pasiones. Jam fcetet.
¿Cómo vais á acercaros, Señor; cómo vais á acercaros á
este pecador, á quien la costumbre de pecar hace despida
un olor tan hediondo?
No es fácil se levante pronto quien tiene sobre sí una
piedra. Esa piedra hay que quitarla; y para que nuestra
conversion sea meritoria , ó, mejor dicho, para que nues
tra conversion se verifique, quiere el Señor que nosotros
quitemos la piedra, dándonos él fuerza para ello. Tollite
lapiden. Antes ¡oh pecadorl tienes que quitar la piedra
de las ocasiones donde has encontrado tu muerte. Tollite
lapiden. Mientras eso no realices ó no estés en el pro
pósito de realizarlo, Jesucristo no alza su voz, ni te saca
de tu sepulcro. Y advierte que ha de costarte gran trabajo
remover los esteriores impedimentos de tu salvacion: ad
vierte que no es una hoja de árbol la que tienes sobre tí,
sino una piedra; pero una piedra que tu costumbre de pe
car ha ido haciendo cada dia de mas grande y durísima
mole. Esa piedra la tienes tú que quitar para demostrar á
Dios que quieres salir del sepulcro. Mientras tú no re
muevas esa piedra, Jesucristo no te restituye á la vida;
pues no es resurreccion mas que para los que quieren re-
— 417 —
sucitar , y no es vida mas que para los que quieren vivir.
Tollite lapidem. tu.
Aun removida la piedra, como que el pecador consue
tudinario se encuentra en el sepulcro, pudriéndose ya, y
atado con ligaduras, no puede salir de allí sin una gran voz,
sin una gran gracia, sin un gran esfuerzo del divino poder.
Voce magna clamavit: Lazare, veni foras. Al resucitar
Jesucristo á la hija de Jairo, jefe de la sinagoga, dijo so
lamente: Levántate, yo te lo mando: y al resucitar al hijo
de la viuda dijo otro tanto. Pero al resucitar á un hombre
que llevaba ya cuatro dias en el sepulcro, ademas de tur
barse y llorar, tiene que decir en alta voz : Lázaro , sal
fuera. .j _.. \ . , : . ii, i i'. .. . , , -iM. i:
Para sacar del sepulcro al pecador consuetudinario no
basta una gracia comun, sino que se necesita una eficací
sima. Las manos, y los pies, y la cabeza, lodo lo tiene ata
do ese pecador, y con las ligaduras de la culpa está impo
sibilitado de hacer ningun movimiento. ¿Y te parece.ama-
do mio, que Jesucristo se halla en el caso de venir á cada
bora á sacarte del sepulcro? ¿Has leido ó lees que el Sal
vador resucitase muchos Lázaros? ¿Presumes que en el dia
que tú quieras, y en la hora que tú señales, y en el mo
mento en que lo necesites, ha de venir Jesucristo á bus
carte, turbado y llorando, como buscó á Lázaro? ¿No has
de temer el morir, confiado en que una gran voz de Jesu
cristo te sacará del sepulcro? ,,,.,. \
¡Cómo te engañas, ¡oh pecador! cómo te engañas! Tié-
nente ligado, y sepultado y corrompido tus culpas; tienes
sobre ti una piedra: has principiado á podrirte : no hay
casi esperanza para tí. Una gracia ordinaria ó comun po
dría romper tus ligaduras; una gracia fuerte podría levan
tar la piedra; pero ¿cómo, hallándote ya en corrupcion ó
disolucion, has de volver á la vida? Con razon recurrió
Jesucristo, como hombre, á su Eterno Padre para que le
oyese su oracion por Lázaro; dando á entender que se te"
tomo ni. 27
— 448 —
nian que poner de acuerdo y unirse la misericordia del
Hijo y el poder del Padre para sacar del sepulcro un ca
dáver que llevaba allí ya cuatro dias. Hay aquí un gran
esfuerzo de voluntad y de poder por parte de Jesucristo,
y eso nos significa lo mucho que le cuesta sacar de la culpa
al pecador consuetudinario, ó sepultado y corrompido.
Ál pecador consuetudinario difícilmente le falta algun
vicio. Un abismo llama á otro abismo. Está corrompido
por todas partes. No hay parte sana en su alma. La mano
no puede ayudar al pie, ni el pie puede ayudar á la ma
no. La cabeza no puede dirigir al cuerpo, ni el cuerpo
puede sostener la cabeza. Todo está ahí muerto é inerte.
Ese pecador es una piedra de inmensa mole en el fondo
del Océano. Es preciso hacer un grande esfuerzo para sal
varle: es preciso que la Iglesia, madre de inagotable cari
ño, llame á Jesucristo por medio de sus ministros y de las
oraciones de los fieles, para que otorgue el don del arre
pentimiento á tantos pecadores sepultados en el abismo de
las culpas.
Los ministros de Dios claman todos los dias con fuerte
voz, diciendo á los Lázaros: «Salid fuera.» Exi foras.
Pecador, sal del sepulcro de la lujuria. Pecador, sal del
sepulcro de la envidia. Pecador, sal del sepulcro de la so
berbia. Pecador, sal del sepulcro de la avaricia. Pecador,
sal del sepulcro de la indiferencia. Exi fQras. Pecador,
sal de esa casa, que es para tí un sepulcro. Pecador, deja
ese oficio, que es para tu alma una tumba. Pecador, huye
de esa compañía, que te conduce á la muerte. Exi foras.
Así gritan, en nombre de Dios, sus ministros, y nadie oye.
El pecador permanece en su corrupcion y en su sepulcro.
Asombraos: un cadáver oye una vez la voz de Jesucristo,
y se levanta; y el pecador oye muchas veces las voces de
aquellos en quienes el Salvador delegó su potestad de atar
y desatar, y aun de hacer cosas mayores que las que Jesu
cristo hiciera, y permanece quieto. Pues bien, hermanos
— 419 —
mios: el que á nosotros no nos oye, no oye á Jesucristo:
el que á nosotros no nos quiere oir, no quiere oir á Dios:
el que á nosotros nos desprecia, á Dios desprecia. Y des
preciando ya, por hábito y por costumbre, á Dios, ¿os pa
rece ha de venir Jesucristo á buscaros? No, no es esa la
conducta ordinaria de Dios; como no lo fue el resucitar á
todos los que se hallaban en iguales circunstancias que Lá
zaro. Dije antes que puede resucitarlos á todos para que
confiemos en su misericordia ; pero que no resucitó mas
que á Lázaro para que nos infunda temor su justicia.
No quiero dirigirme ahora al pecador consuetudinario,
pues, despreciando mi voz, agravaría su crimen, y seria
una piedra mas sobre su sepulcro, y una ligadura mas en
su cadáver. A vosotras, almas cristianas; á vosotras os
ruego que pidais á Dios por la conversion del pecador.
Domine, ecce quem amas, infirmatur. Está enferma el al
ma que á tu imágen y semejanza criaste. Ven á salvarla,
lú que eres la resurreccion. Ven, Señor, y mira dónde es
tá. ¡Qué horror! Lleva muchos días pudriéndose; pero vos
sois la vida, y, al eco de vuestra poderosa voz, Lázaro sal
drá fuera. Hacedlo asi, Redentor mio, y no permitais pe
rezca ninguno de los que os ha entregado el Padre. Levan
tadlos del sepulcro de la culpa, y llevadlos á reinar con
vos en la gloria. Amen.
SERMÓN
sobre la Encarnación del Hijo de Dios .
Ave María.
Excmo. Sr.:
Ave María.
Excmo. Sr.:
Ave María.
Ave María.
— 459 —
La vida de Jesucristo es histórica; es decir , está toda
ella tan identificada con hechos, y hechos importantísimos,
que es la existencia histórica por escelencia que mas brilla
en los anales del mundo.
Antes de venir al mundo el Salvador realízanse hechos
que son como la preparacion de su llegada. La unidad del
imperio romano , nueva faz , digámoslo así, que el mundo
toma para la realizacion de los designios providenciales,
es como la recomposicion artificial de un mundo en cuyas
entrañas va á depositar de nuevo el cielo el germen de la
mas abundante vida. Ese imperio, que todo lo absorbe,
carece de fuerzas para dejar sin cetro y sin rey á la na
cion judáica. Pierde, es verdad, pierde Judá su principa
do; pero nace constituido ya Rey de los judíos aquel ad-=
ihirable, Dios, fuerte, que lleva sobre su hombro el prin
cipado eterno. No te has de quedar ¡oh Judá! sin Rey:
túte negarás á reconocerle; pero él te ofrecerá abun
dantes testimonios de ser lo que te asegura que es.
La época en que viene al mundo Jesucristo es la mis
ma que tan claramente han señalado los profetas , y todas
las circunstancias de su venida le presentan realmente co
mo el Mesías que habia de venir á llenar los deseos de las
Daciones. Oseas y Malaquías habian dicho que vendría el
Salvador en los diasdel segundo templo, y así se verifica.
Isaías habia dicho que una Virgen seria su Madre , y de
una Virgen nace. Miqueas le señala por cuna á Belen , y
Belen le vió nacer.
Pero los propios hechos de Jesus es aquí lo mas admi
rable. Desde que se deja ver en público para realizar los
designios del cielo , su vida es una larga serie de hechos
sobrenaturales que le dan á conocer tal como es. Su Eter
no Padre le proclama en las riberas del Jordan, ante un
inmenso pueblo , su Hijo querido. En cuanto mueve su
lengua , sale de su boca un rio de doctrina divina, pura y
sublime , dulce y misteriosa como la lengua del cielo. To*
— 460 —
da la naturaleza se pone á sus órdenes para no reconocer
mas ley que su palabra. Los males y miserias parece hu
yen delante de Jesus; y los enfermos y desgraciados con
que logren tocar su vestido recobran su salud. Los cora
zones no tienen para él secretos : los pensamientos y los
siglos, todo lo tiene ante su vista. Jerusalen, los judíos, sus
apóstoles , el mundo entero, oyen de su boca sus futuros
destinos. La tempestad le escucha, y se humilla. El mar le
recibe sobre sus olas, y sufre humilde el pie de su Criador.
Su palabra alimenta á la multitud innumerable que le si
gue. La muerte ha dejado de ser inexorable, y cuando la
pide sus víctimas se las devuelve con docilidad. Los ca
dáveres se mueven entre las prisiones de sus sepulcros.
Los sordos oyen, los mudos hablan, y los ciegos ven.
Todos estos hechos ó prodigios son públicos, y no hay
uno que no tenga en su favor innumerables testigos. Los
sagrados evangelistas los consignan escribiendo en el mis
mo país y ante los mismos hombres que los presencia
ron , ó que, no habiéndolos presenciado, habrían po
dido negarlos. Los que escriben los libros del Nuevo
Testamento , hácenlo como quien está convencido de
que todos saben lo que ellos afirman. Designan el
tiempo , la ocasion , los sitios , las familias , los nom
bres. Apenas acaban de morir esos sagrados escrito
res que nos cuentan los milagros de Jesucristo ,. y ya el
cristianismo era conocido en todo el universo. Atenas, An-
tioquía , Jerusalen y Roma acogen la palabra cristiana y
adoran la Cruz del Calvario. Si negais la realidad de los
milagros de Jesucristo, os vereis obligados á reconocer el
mas estupendo milagro en que el mundo se haya conver
tido á Jesucristo sin milagros.
Dos grandes enemigos tenian contra sí los apóstoles y
cualquiera otro que tratase de atribuir á Jesucristo mila
gros que realmente no hubiese hecho: el judaismo y el po
liteísmo. Ambos no pierden de vista á Jesus, y nada de
— 461 —
cuanto á él se refiere les puede ser indiferente. Así como le
siguen y observan mientras mora en la tierra , observan y
siguen, luego que desaparece, á sus apóstoles y discípulos.
Lo que dicen , lo que enseñan , lo que predican , lo que
escriben, todo se examina. ¿Y contradicen los judíos ó los
politeistas lo que afirman los apóstoles respecto de los mi
lagros de su Maestro? No: lo atribuyen unos á operaciones
de magia , y otros á relaciones secretas con el demonio;
pero los hechos no pueden ser negados ni puestos en duda.
Tiberio propuso al Senado que Jesucristo fuese colocado
en el número jde los dioses; y Antonino y Alejandro Seve
ro quisieron erigirle altares.
Enmedio del empeño con que los escribas y fariseos
trataban de apartar de Jesus á las turbas que le seguían,
el convencimiento de la verdad arranca á los judíos una
réplica ó una confesion importante. «Lo que este hombre
enseña .dicen, no es de persona que tenga al demonio:
¿por ventura, ei demonio puede abrir los ojos de los cie
gos?» Por manera que los hechos sobrenaturales de Jesu
cristo son hechos reconocidos, confesados, públicos, so
lemnes.
Pero quiero llamar ahora vuestra atencion sobre otro
hecho que teneis á vuestra vista: hecho que está pasando
delante de nosotros, despues de haber atravesado por en
tre cien y cien generaciones. Hablo del hecho de existir,
despues de diez y nueve siglos, la obra de Jesucristo. Este
solo hecho bastaría para testificar la divinidad del Sal
vador.
Nada subsiste, señores; el tiempo es el mas grande
enemigo de todo. Lo que á pesar del tiempo permanece,
ya puede decirse que no es hijo del tiempo, y que para ello
sale la vida por las puertas de la eternidad. No quiero de
tenerme mucho en examinar el hecho, tambien importan
tísimo, de haberse establecido y afirmado la obra de Je
sucristo contra dos fuerzas inmensas, tales como el imperio
— 462 —
romano y la idolatría, que le oponen resistencia tenaz. Algo
significa, me parece, en pro de la divinidad del Salvador
el ver cómo su obra, por medios tan débiles, vence obstácu
los tan fuertes, y por palabras tan poco cultas confunde
la humana sabiduría. Notad que en la época de Jesus Ro
ma brillaba con su civilizacion: no era una ciudad oscura,
metrópoli de un imperio bárbaro. Y mudarse esa Roma, y
caer á tierra los templos de sus dioses, identificados con
sus victorias y conquistas, á la voz de rústicos y desvali
dos apóstoles, ese es un prodigio, el gran prodigio, el pro
digio por escelencia.
Pero este prodigio se hace todavía mayor y mas visi
ble estudiándole en su permanencia y conservacion. El
tiempo destruye y el tiempo edifica: siempre está destru
yendo, y siempre está edificando. Las dinastías mas pode
rosas no han tenido mayor enemigo que el tiempo; y otras
tambien ilustres, al tiempo deben su formacion. Pero de
esta ley general vemos esceptuada la obra de Jesucristo,
que permanece eterna en eLtiempo, inmutable al lado del
que todo lo muda, indestructible al lado del que todo lo
destruye. Aquí el tiempo no destruye nunca, sino que edi
fica; levanta, nunca abate. Aun cuando para destruir to
ma por auxiliares al error y la espada, sale de la lucha
cada vez mas victorioso y brillante el grande hecho de Je
sucristo, su obra, su fe, su Iglesia.
Lento tenia que ser su triunfo ó su establecimiento. No
se cambian de repente las ideas, ni se derriban de un gol
pe tantos altares. Sin embargo, basta tener valor para re
petir el Credo ó símbolo por- el período de tres siglos sin
temer la muerte, para que el imperio de la Cruz sea un
imperio tan universal como el romano. La obra de Jesu
cristo la acepta al fin oficial y solemnemente el mundo;
pero es digno de notarse que si la Iglesia principia á des
cansar de las materiales persecuciones, comienza también
contra ella una nueva era de luchas, la incesante lucha
. — 463 —
de las herejías en su propio seno, especie de discordia que,
pudiendo matar al mas fuerte reino dividido contra sí mis
mo, solo deja de matar al que tiene en el cielo su gobierno
y su cabeza.
No viene un siglo sin que traiga para el Hijo de Dios una
corona de espinas. Habla condenando los vicios, y los vicios
quieren apedrearle. Cuando el error no niega ó combate la
verdad, la corrupcion le azota las espaldas. Los reyes con
su soberbia , los filósofos con su orgullo, los ricos con sus
vicios , las sectas con sus artificios, los sectarios con sus
pasiones, los ignorantes con su ignorancia, los sabios con
su necia sabiduría, las revoluciones con sus verdugos y sus
injusticias , todos apedrean á Jesucristo porque siendo
hombre se bace Dios. ¡Ob ciegos, ciegos! No era mas na
tural le dijeseis : «¿Cómo siendo Dios , te haces hombre?»
Porque, efectivamente, las pruebas y testimonios de que
Jesucristo es Dios son tantas y tan evidentes, que mas se
debe disimular el error de aquellos que han dicho no era
verdadero hombre , que el de los que le niegan Dios.
En el mundo se verifican á tiempo revoluciones socia
les que cambian todo el aspecto de la tierra, y hacen en
trar á la civilizacion en otros caminos. Todo cambia en se
mejantes casos. Elementos vivos mueren, y elementos
muertos reviven. A la violencia de semejantes trastornos,
auu las instituciones mas robustas desaparecen ; y cuanto
veamos se conserva enmedio de ese trabajo de renovacion
ó de destruccion , es señal de que en la tierra no tiene sus
raices. ¿Cómo, teniéndolas, no habia de desplomarse por
la fuerza del vaiven general?
Pues hé aquí la obra de Jesucristo conservándose so
bre todas las obras , y asegurándose mas á medida que
tantas otras se debilitan y desaparecen. ¿No dice esto nada
á vuestra razon? Cualquiera hubiera creido que al disol
verse el imperio romano, hecho ya cristiano, el cristianis
mo sufriria quebrantos; pues no, señores, no. Hijos suyos
— 464 —
hace tambien á los bárbaros, y la nueva faz que toma la
Europa es eminentemente cristiana. No me detendré á con
siderar otros sucesos que, en proporcion de su magnitud,
dan parecidos resultados contra las previsiones humanas;
pero no omitiré el deciros que, cuando apareció el protes
tantismo en Europa, hubo quien consideró llegada la últi
ma hora de la Iglesia católica. A tantas fuerzas reunidas, á
tantos elementos contrarios, á tantas desastrosas complica
ciones, creyeron algunos no podría resistir la que llama
ban vieja institucion. Si hoy , señores ; si hoy apareciese
Lutero en la Europa , creo se avergonzaría , como casi se
dolía ya en su tiempo , de ser el padre de una seda que
no sabe mas que fraguar errores; al paso que seria grande
su asombro ó su rabia viendo á la que él llamaba Babilo
nia, viendo á Roma engendrando hijos para Jesucristo en
todos los rincones del mundo.
Los enemigos de la Iglesia ó de la obra de Jesucristo
pueden estar ya desesperados de destruirla. Cuando esta
obra no ha sucumbido ya, es porque no puede sucumbir,
teniendo, como tiene , su primer anillo en el cielo, y su
piedra angular en Jesucristo. No aduzcamos ya mas prue
bas de la divinidad del Salvador. El hecho de subsistir su
obra basta para demostrarla. ¿Subsiste esa obra? Sí: luego
es divina; luego es divino su autor. Y cuando doy tanta
fuerza á este argumento de existir la obra de Jesucristo,
no me olvido de que tambien subsisten las sectas; pero
prescindiendo de que estas, para subsistir, no han tenido
que luchar, como la Iglesia, no puede olvidarse que nada
tiene de estraño subsistan, si bien estacionarias , algunas
sedas en que encuentran halagos las pasiones , cuando en
la Iglesia no hay para ellas mas que frenos. Las sectas se
conservan ayudadas por las pasiones; pero la obra de Je
sucristo subsiste á pesar y contra las pasiones. Luego es
divina; luego es divino su autor; luego es el Hijo de Dios;
luego es una misma cosa con su Padre, que es lo que Je
— 465 —
sucristo quería probar á los judíos cuando les presentaba
el argumento de sus propias obras.
Opera quce ego facio in nomine Patris mei, testimo-
nium perhibent de me...
Pues ¿cómo no creen los judíos? ¿Cómo no creen los
filósofos de nuestros dias ? Hay para esta pregunta una ter
rible respuesta del Salvador. Sed vos non creditis, quia
nonestis ex ovibus meis. ¡Ay, qué desgracia! No creeis,
porque no sois ovejas mias; porque no quereis serlo; por
que á mí no me quereis por pastor; á mí, que doy la vida
por mis ovejas; y quereis serlo del diablo, que devora las
suyas.
Creed vosotros, amados mios; creed y adorad. Cristo
vence, Cristo triunfa, Cristo reina. Con Cristo hemos de
vencer, con Cristo hemos de triunfar, con Cristo hemos de
reinar en los cielos. Amen.
tomo m. 30
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE A ESTE EVANGELIO.
Ave María.
(0 3Reg.,ia.
— 474 -
senteneia de muerte que estaba escrita contra todo el gé
nero humano. ¿Pensaban en esto , ni en lo que antes he
indicado, los judíos que se reunen en consejo para matar
á Jesus, so pretesto de que irian los romanos á destruir
la ciudad y gente que como rey le reconociesen ? Pues
ahí teneis ios cálculos de la política , fallidos cuando son
contra Dios.
La historia profana nos suministra, en confirmacion de
esta verdad, tantos testimonios , que podríamos llamarla
con razon la historia de la Providencia, mas bien que la
historia de los hombres y de los pueblos.
Diré poco del imperio romano. Sus políticos pensaron
ahogar en sangre á la Iglesia , y quien se ahogó fue el co
loso en la sangre de los mártires. No hay proyectos con
tra. Dios. Parécele al hombre que triunfa, y no es mas que
un dia. Luego busco al impío , y no encuentro ya de él ni
sombra. Siempre ha sido lo mismo.
Despues del tenaz empeño del imperio romano en aca
bar con el cristianismo , me parece no se ha presentado
contra la Iglesia una conspiracion mayor y mas temible
que el protestantismo organizado con todos los elementos
que en lo humano podian ayudarle y sostenerle ; intere
sada en su progreso y conservacion la codicia alimentada
con los bienes eclesiásticos arrebatados á la Iglesia; ha
lagados los príncipes temporales con la perspectiva de un
aumento de potestad que tanto apetecían, y seducidos los
pueblos, no solo con la idea de gozar la omnímoda liber
tad que se les ofreciera, sino hasta con la esperanza de
hacerse dueños de los bienes de los nobles, todo parecía
hallarse aquí tan hábilmente combinado, que la Iglesia
católica tuviera que refugiarse áun nuevo mundo bus
cando la paz, y dejando abandonada la Europa á sus pro
pios estravíos. Pero todo salió de un modo muy diverso
de como lo esperaban los fautores del protestantismo.
Unicamente vieron sus deseos satisfechos (en este
— 475 —
mundo) los que en los países protestantes se apoderaron
de los bienes de la Iglesia; y digo satisfechos, sin dete
nerme ahora á examinar si su conciencia pudo estarlo
viendo á su antigua madre, la Iglesia católica, despojada;
y viéndose arrastrados, por su propia posicion, ellos y sus
sucesores á oponer, como se verificó, innumerables obs
táculos á la reconciliacion que alguna vez pensaron llevar
á efecto ciertos hombres distinguidos. Dejando, pues,
esto á un lado, quiero os detengais á considerar cómo se
volvieron contra los hombres los pensamientos de ellos
contra Dios.
Los reyes que. ansiosos de dar ensanche á su poder,
favorecieron de un modo ó de otro la reforma protestan
te , labraron para sí ó para sus sucesores la mas horrible
ruina. Porque , encargándose la razon de desenvolver las
teoríasó los principios que para levantarse contra Roma
fraguaba la secta , los príncipes afilaron ellos mismos la
cuchilla con que habian de ser decapitados, y la cual, co
mo la espada de Damocles, está siempre pendiente sobre
sus cabezas. Respecto de los pueblos que buscaban su li
bertad haciéndose protestantes ó enemigos de la Iglesia,
no encontraron al fin mas que su esclavitud. £1 senado de
Tiberio no fue menos vil que el parlamento de En
rique VIII; parlamento que declaró fuese considerada co
mo ley la sola voluntad del tirano, fundador de la Iglesia
anglicana.
Los que proyectan crucificar á Cristo se crucifican á
sí mismos. No se sostiene el órden social ó público mas
que con los eternos principios de moderacion y justicia, de
que la Iglesia es depositaría; y una vez abolidos ó despre
ciados esos principios, viene irremediablemente la espia-
cion sobre las generaciones culpables ó sobre sus hijos; y
Dios sigue siendo Dios, la Iglesia siendo la Iglesia, y
Cristo siendo Cristo. Dios,, Cristo y su Iglesia , no se mue
ven nunca; y cuando el hombre estraviado pensó que
— 476 —
Jesus estaba bien encerrado ya en el sepulcro, al volver
los ojos le ve resucitando glorioso. Hubo primero víctimas
en la Iglesia ; pero las hubo luego tambien entre los ver
dugos: y la causa de Dios no perdió un palmo de terreno,
al paso que todo lo perdieron los que la combatían.
Esto es lo que vemos, señores , y ante esta importante
verdad nos interesa mucho tener fe en Jesucristo, que,
con su muerte, causa la salud para todo el género hu
mano , y congrega á las gentes que andaban dispersas.
Solo Jesucristo, solo la Iglesia, solo las doctrinas católicas
unen y salvan : todo lo demas no hace sino separar y des
truir. Parece algunas veces como que se esconde Jesu
cristo , segun vemos lo hace al verse perseguido por el
Sanedrín en la ocasion de que habla hoy el Evangelio;
pero es que no ha llegado la hora de que se realicen los
designios de su Eterno Padre; y llegado el momento de
llevarlas á efecto , aparecerá la virtud de Dios brillando
como brilla el sol despues de una deshecha tempestad.
Cristianos: quid facimus? Quia hic homo multa signa
facit. Los mismos enemigos de Jesucristo se quedan co
mo perplejos viendo sus prodigios; y nosotros, que no
somos enemigos suyos , sino hijos y hermanos , ¿ qué ha
cemos? Quid facimus? ¿Le seguimos á Efrem con sus
discípulos, ó conspiramos contra su vida como los judíos?
Quid facimus? Este Hombre, este Hombre-Dios, ha hecho
y hace tales milagros, que no podemos dejar de reconocer
su divinidad; y, venga lo que viniere, no podemos dejar de
adherirnos á su doctrina. Quid facimus? No podemos dejar
de pertenecer á esta Iglesia católica, que es la congrega
cion ó reunion de todas las gentes bajo un solo Pastor,
Jesucristo, y su vicario el Papa. Quid facimus"! No po
demos dejar de observar la santa ley de Dios, puesto que
el que nos la impone prueba con tantos milagros la auto
ridad que tiene para dárnosla' Quid facimusl Quia hic
homo multa signa facit,
— 477 —
Seguid á Jesucristo, que es como únicamente se en
cuentra la verdad y la vida ; y por ningun miramiento
dejeis de reconocerle como Dios para amarle y adorarle.
Asi os concederá su gracia , que es la prenda segura de
la gloria, que á todos deseo. Amen.
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE A ESTE EVANGELIO.
Ave María.
(1) Joan., U.
— 486 —
diencia culpable. Si no se cree antes que todo obediente
desconoce la primera condicion de su estado, se sale fuera
de la atmósfera donde únicamente le es dado vivir, y re
trocede á su antigua condicion de esclavo , quizá pro
clamándose libre. Ya conocereis qué dilatado campo se
me presentaba ahora para rectificar algunas de las pre
ocupaciones que en punto á la obediencia se propagan, con
gran daño para la sociedad; pero dejando para despues el
hacer sobre esto alguna oportuna indicacion , siga
mos ahora el camino por donde la obediencia conduce á
Jesucristo hasta sufrir la muerte. Obediens usque ai
mortem.
Miedo á la muerte mostró Eva al responder, cuando
el demonio, por conducto de la serpiente, preguntó por
qué no comían del árbol que estaba enmedio del Paraíso.
Praicepit nobis Deus ne comederemus, el ne tangere-
mus illud, ne forte moriamur. Mandonos el Señor no
comer de él y no tocarle, porque moriríamos. De ninguna
manera morireis, respondió la serpienie^nequaquam morte
moriemini; y , perdido ya el miedo, la mujer tomó el
fruto y comió, y dió á Adan para que tambien comiese.
Desobedecieron, pues, perdiendo el temor de morir: luego
Jesucristo debia obedecer muriendo, y muriendo en logar
de todos y por todos, como obedecía en nombre de todos.
Precisamente á esta obediencia, es decir, á la virtud
ya anticipada de esta obediencia, fue debida la venia otor
gada por Dios á nuestros primeros padres en el momento
de su prevaricacion; y por consiguiente, á ella es debida
la salvacion aun corporal ó temporal del género humano.
Adán y Eva debieron morir en el acto mismo de pecar : en
las generaciones sucesivas la malicia obligó mas de una
vez á Dios á no dejar sobre la tierra vestigio de hombre:
cuarenta siglos de trasgresiones ponen todos los días en la
justiciera mano de Dios la cuchilla de la muerte para cas
tigar á. la raza culpable; y, sin embargo, Dios perdona,
— 487 —
Dios protege, Dios ayuda, Dios salva. ¿Qué motivo, qué
mérito podrá haber aquí, que venciese, digámoslo así, al
mismo Dios? . Uua obediencia prevista, ó, mejor dicho,
vista, y una muerte aceptada por obediencia: lié aquí, se
ñores, á lo que atiende Dios cuando deja pasar casi como
impunes los estravíos de cien y cien generaciones culpa
bles. ¿Qué suponían tantas desobediencias y rebeliones al
lado de la grande obediencia de Jesucristo? En la balanza
de las divinas justicias debia pesar mas la obediencia de
Jesus que la desobediencia de todos los hombres y de to
das las generaciones; porque desobedeciendo el hombre, sa
crifica ó destruye, en cuanto está de su parte, la autoridad
de Dios; pero obedeciendo Jesucristo se sacrifica el mismo
Dios. Mas puede dar Dios á Dios, que lo que quita Dios
al hombre. Muriendo Jesucristo por obediencia, dió mas
gloria á Dios que ofensa le causó el primer pecado y to
dos los pecados. La obediencia sola habría sido ya abun
dante; pero la obediencia con muerte ha sido abundantísi
ma. Y hé aquí por qué el Apóstol dice que sobreabundó la
gracia donde abundó el pecado; y por qué la Iglesia llama
feliz ála culpa que nos trajo tanta gracia; es decir, á la
desobediencia que nos trajo una muerte por obediencia.
Era conveniente la muerte del justo por obediencia, ya que
se habia hecho necesaria una muerte general por culpa. La
palabra de la serpiente se realiza. Nequáquam morte mo-
riemini. No morireis, puede decirse ahora; no morireis
en el cuerpo y en el alma, aunque desobedezcais, porque
va á morir, ó ha muerto, Jesucristo obedeciendo.
¿Comprendeis, señores, lo que hay de sublime y me
ritorio en la muerte del Hijo de Dios, por obediencia?
Quiero recordaros el mérito de la obediencia de Abra-
ham , así como el mérito de la obediencia de su hijo, para
que aprecieis el inmenso valor de la de Jesucristo.
Abraham obedece para realizar un sacrificio; pero lo que
sacrifica no es su propia vida ; é Isaac se presta á llevar
— 488 —
la leña, pero ignora quién es la víctima ; y cuando llega el
caso de sacrificarle, la Sagrada Escritura nos hace notar
que Abrahana sujetó á su hijo para colocarle sobre el al
tar. Cumque obligasset Isaac filium suum... Lo que quie
re decir que, en este sacrificio, Abraham dió la voluntad,
pero no se dió á sí mismo por víctima; y que Isaac daba la
víctima, pero quizá no daba toda la voluntad. Pues bien, se
ñores; si á consecuencia de este sacrificio, cuyo mérito
tanto, y con razon, se ensalza , así por Dios como por los
hombres, diciendo Dios á Abraham : «Te bendeciré y mul
tiplicaré tu generacion como las estrellas del cielo... y po
seerá las puertas de tus enemigos ; y en ella serán bende
cidas todas las gentes de la tierra, porque obedeciste á mi
voz...» Quia obedisíe voci mece; si estas bendiciones, di
go, trajo una obediencia menos completa ó perfecta que la
dé Jesucristo, ¿de cuántas no será para nosotros origen y
causa la obediencia del Hijo de Dios , que le lleva hasta
sufrir la muerte? Nosotros somos , en verdad , las gentes
bendecidas , la generacion numerosa , porque el mejor
Abraham ha obedecido, y el mejor Isaac, por obediencia,
ha sido sacrificado. Adan nos perdió á todos: Cristo á to
dos nos ha librado. Adan trasmitió un solo pecado á sus
descendientes: Cristo nos libra ademas de todos los actua
les. Por Adan hemos quedado reducidos á un estado como
de pura naturaleza : por Cristo hemos sido elevados á un
estado mas espiritual y sublime que aquel en que Adan
fue criado. Adan nos ha hecho semejantes á las bestias:
por Cristo nos asemejamos á los ángeles. Adan nos privó
del árbol de la vida : Cristo nos da el pan que desciende
del cielo, y que nos comunica la vida eterna. Todas estas
son bendiciones ganadas para nosotros por el divino Abra
ham, que obedece, y por el mas paciente Isaac , que solo
por obediencia se sacrifica.
Esta obediencia hasta sufrir la muerte , de que Jesu
cristo da ejemplo , nos enseña hasta qué punto hemos de
— 489 — .
llevar nosotros el sacrificio de nuestra voluntad cuando nos
encontremos en el caso de renunciar á ella por obedecer
los preceptos divinos, y aun los humanos. Es verdad que
al hombre hánsele dado su razon y su libertad para que,
conociendo el bien, pueda seguirle, y conociendo el mal,
pueda evitarle : es verdad que Dios le ha dejado en la
mano de su consejo, para que tenga el mérito de las accio
nes buenas, así como la responsabilidad de las malas; pero
esto no impide , antes bien supone la divina ley á que
debe obedecer y someterse. El hombre, á consecuencia
del pecado original, quedó en su razon con muchas tinie
blas, y en su voluntad con mucha malicia. Fue, pues, ne
cesario que Dios, por medio de leyes naturales primero, y
por medio de leyes escritas despues, le guiase y goberna
se , del mismo modo que á un enfermo le damos el brazo
para que, al andar, se sostenga. Ego Dominus Deus íuus
apprendens manum tuam. Por manera que la razon y la
libertad humana no rechazan la idea de la ley, sino que la
suponen; y no solamente la suponen, sino que la gracia y
la libertad que constituyen el hombre moral, y, por consi
guiente, el hombre que es llamado á tan gloriosos desti
nos, no las concebiríamos ni esplicaríamos si no se nos
diesen como auxilios para cumplir plena y meritoriamente
la ley. El hombre necesita de la ley para que siempre vaya
ordenada su razon y dirigida su voluntad; de tal modo,
que tanto como quiera ser racional, tiene que ser obediente
á la divina, y aun á la humana ley; y para que lo sea, y
no para otra cosa, se le dan como dones y auxilios la gra
cia y la libertad.
Ved el gravísimo error en que se hallan muchos su
poniendo que, por ser criaturas racionales ó libres, pue
den ya dejar de obedecer las leyes, tanto divinas como
humanas; siendo así que el ser racionales y libres es para
que las obedezcan y observen. Si al hombre no le hubiese
impuesto Dios sus santas leyes, hubiera equivalido á de
— 490 —
jarle en la mas horrible oscuridad al lado de innumerables
precipicios. Dos cosas, digámoslo así, tenia Dios que con
ciliar en el hombre moral: la obra de Dios y el mérito del
hombre; y para esto, al darle Dios la ley, le da tambien,
por relacion á ella , y no contra ella , la gracia y la li -
bertad.
Propáganse hoy , acerca de la obediencia debida á las
leyes de Dios y á las de los hombres, errores muy tras
cendentales, que es preciso ir arrancando de este campo
donde tanta zizaña ha sembrado el hombre enemigo. Des
de el instante en que al hombre , tan propenso á sacudir
el yugo , se le signifique que la obediencia es un deber
puramente convencional , desde entonces todas las demas
virtudes que la obediencia guarda, y todos los demas de
beres que la obediencia, hija de la caridad, defiende, des
aparecen de un golpe; y las sociedades, lo mismo que las
familias, lo mismo que el individuo, entran en el horrible
y ensangrentado camino de los trastornos y revoluciones,
y esperimentando el castigo de tener que obedecer al ha
cha del verdugo, ya que no quisieron someterse á la dulce
ley de Dios ni á la suave vara de la justicia humana. ¡Decis
que el hombre es librel pero la libertad no mata la ley,
sino que la respeta, y vive y crece bajo de ella. Si os pro
clamais libres para no obedecer , vuestra libertad no es
ese don precioso que Dios nos ha otorgado para ob rar
bien, ni ese derecho político que no debe tener otro ob
jeto mas que realizar los designios de Dios en las socieda
des humanas; sino la libertad de los salvajes en el desierto,
la libertad de los monstruos que mutuamente se devoran.
' Obedeced, señores, obedeced, que el primer obediente ha
sido Cristo.
Se humilla Cristo hasta sufrir por obediencia la muer
te; pero notad qué género de muerte es el que sufre.
Mortem autem Crucis. Desobedeció Adan tocando al ár
bol prohibido; y Cristo obedece muriendo en el árbol de
— 491 —
la Cruz. Muere, sí, en una Cruz elevada á lo alto , para
enseñarnos que nuestra patria es el cielo, y que no debe
mos tocar la tierra mas que con la punta del pie. Mue
re en una Cruz, estendidas sus manos sacrosantas, para
llamar con una mano al pueblo judío y con otra al pueblo
gentil. Muere en una Cruz , para que todo el universo le
vea elevado, reconozca su soberanía y majestad , como,
en efecto, ha sucedido. Porque el imperio de la Cruz es
el verdadero imperio universal. «Salomon, decia Tertu
liano, no reinó mas que desde Dan hasta Betsabé; Darío
sobre los partos y babilonios; Faraon sobre los egipcios;
Nabucodonosor desde la India á la Etiopía; Alejandro no
dominó nunca toda el Asia, y ningun conquistador ó im
perio ha dejado de encontrar un límite para su domina
cion. Pero el nombre y reino de Cristo , prosigue el pro
fundo apologista , por todas partes se estiende , en todas
partes se cree, en todas partes se le da culto, en todas par
tes reina, en todas partes es adorado, igual para todos,
para todos Rey, para todos juez, para todos Dios y Señor.
Ómnibus cequalis, omnibus Rex , omnibus Judex, om
nibus Deus et Dominus est[\).
Esa Cruz, instrumento de muerte para Jesus, es prin
cipio de vida para el género humano. Esperanza de los
cristianos la llama San Juan Crisóstomo , resurreccion de
los muertos, guia de los ciegos, camino de los desespe
rados, báculo de los tullidos, consuelo de los pobres, freno
de los ricos, ruina de los soberbios, pedagogo de los jóve
nes, sustento de los necesitados, piloto de los que navegan,
puerto de los que peligran, muro de los sitiados, consejero
de los justos, magnificencia de los reyes, sabiduría de los
insensatos, libertad de los esclavos, filosofía de los empe
radores, ley de los impíos, pregonero de los profetas, anun-
Et praeparabitur in misericor
dia solium. (Isaías, 16, S.)
(i) Oseas, C, 4,
-m-
sobre Jos cuatro vientos del universo las aguas de sus bon
dades. María abre y cierra , á su voluntad , las cataratas
de ese cielo, como en otro tiempo lo hacia el profeta de
Dios con las nubes. No la separeis nunca de las oraciones
que dirijais á Dios para obtener sus favores. Ahí está, al
pie de la Cruz, para infundiros confianza y pediros corres
pondencia. Orad con una, y pagad con otra. No dejemos
pasar el tiempo vanamente; somos usufructuarios no mas
de las horas, y no cogeremos mas que lo que hayamos
sembrado. Ganad, señores, la eternidad con el tiempo.
Vosotros, herederos de la piedad de aquellos religiosos
españoles que, á principios del siglo xvii, instituyeron esta
ilustre y real congregacion para dar culto á Jesucristo,
primero bajo el título de la Paciencia, y despues bajo el
consolador de la Misericordia, estad firmes en la fe ; no
os dejeis fascinar y seducir por errores que no causan mas
que ruinas; trasmitid á vuestros hijos esa misma piedad
que, en las tempestades de que han de ser testigos y quizá
víctimas, ha de ser su áncora. Mas que en legarles rique
zas, poned cuidado en que hereden vuestra fe. No los de
jeis en este mar proceloso sin una estrella que los conduz
ca. Educadlos antes que todo cristianos. Que les sirva á
ellos de norma este espléndido celo con que sosteneis los
cultos á Jesucristo, y el lustre de esta real y religiosísima
corporacion.
Ahora, pues, bendecid al Señor, porque su misericor
dia es para siempre. Al que hace maravillas solo, porque
su misericordia es para siempre. Al que hizo los cielos con
inteligencia, porque su misericordia es para siempre. Al
que afirmó la tierra sobre las aguas, porque su misericor
dia es para siempre. Al que hizo el sol para que presidie
se al dia , y la luna y las estrellas para presidir á la no
che, porque su misericordia es para siempre. Al que sacó
á Israel de Egipto con mano poderosa y brazo escelso,
porque su misericordia es para siempre. Al quellevó su
— S07 —
pueblo al traves del desierto, porque su misericordia es
para siempre. Al que nos redimió de nuestros enemigos,
de la muerte, del pecado y del inñerno, porque su mise
ricordia es para siempre.
Sed con nosotros, Padre misericordioso; otorgadnos la
gracia, y abrid despues la puertas de la gloria. Amen.
SERMÓN
sobre el evangelio del mismo domingo.
Ave María.
Ave María.
tomo ni. 34
i-, . í ',í
SERMÓN
sobre el mismo asunto.
Ave María.
(O Tert,, 39,
— 538 —
Señor, y de antemano procuradle con vuestra devocion
consuelos para sus prótimos sufrimientos y dolores.
Deponed esta tarde todos vuestros odios ante Jesucris
to, que laVa los pies á sus discípulos con aquellas manos
donde el Padre habia puesto todas las cosas; y lava los
pies del ingrato Judas con aquellas manos que han fabri
cado el cielo. Amaos los unos á los otros, para que, reco
nociéndoseos como discípulos del Salvador, recojais los
frutos de su Pasion y logreis entrar en la gloria, abierta
con su muerte. Amen.
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE O TENERSE PRESENTES EN
ESTE ASUNTO.
PRIMERA PARTE.
SEGUNDA PAUTE.
(1) Mnssillon.
— 588 —
ahora todos los prodigios que entonces sucedieron: pues
¿qué locura no será esperar el milagro de que se convier
ta de veras un pecador que agoniza? Jesucristo no vuelve
ya á morir, ni se abren los peñascos, ni la tierra se cubre
de tinieblas , ni los impenitentes que agonizan se con
vierten. •
No son únicamente los judíos y el ladron el objeto de
los cuidados de un Dios agonizante ; lo son tambien sus
amigos y escogidos. Jesus se despide de su Madre, enco
mendándola al discípulo amado, y del discípulo se des
pide encomendándole á su Madre. Ye ahí á tu Hijo...
ve ahí á tu Madre... El género humano tiene ya una Ma
dre en María , y la que es Madre de la santidad acepta
por hijos á los pecadores. ¡Dichosa filiacion ! Esta mater
nidad es el consuelo del género humano.
En esto Jesus ve consumirse su vida gota á gota... un
sudor frió corría por todo su cuerpo, y sus mejillas , pá
lidas y marcadas con el sello de la muerte , se marchita
ban visiblemente. El Padre Eterno parece que tambien le
abandona. La augusta víctima eleva al cielo sus lánguidas
miradas, y con una voz que penetró en lo alto , hizo tem
blar la tierra y confundir los abismos, dijo: ¡Dios miof
¡Dios mio! ¿Por queme habeis desamparado! Clamé en
el huerto, y enviásteis un ángel : clamo en la Cruz, y me
dejas sin consuelo. Mis enemigos mas me miran como
gusano que como hombre: soy el oprobio de los hombres
y el desecho de la plebe, que me juzga como indigno de
vivir. Ut quid dereliquisti mel Cercáronme por todas
partes mis enemigos como toros furibundos. Acometiéron
me como leones que rugen rabiosos de hambre y se aba
lanzan, con la garganta abierta, á la presa. Como rauda
les de agua han hecho correr toda la sangre de mi cuer
po... todos mis huesos están descoyuntados... ya están sin
vigor mrs miembros... ya puedo contarme con los muer
tos... Ut quid dereliquisti met ¡Terrible desamparo! Pero
convenia, dice el erudito Calmet, que se manifestara sordo
el Eterno Padre en cuanto á los clamores sensibles y ester-
nos, para que todo el mundo viese la justicia que hacia coa
su Hijo humanado, cuyos clamores internos siempre estaba
oyendo. Así, pecador, te desamparará Dios á tí ; pero con
la diferencia que tú serás desamparado á causa de tus
propios pecados, y el Redentor lo fue por los nuestros.
En tanto que así clamaba Jesucristo, un temblor es
pantoso, esfuerzo fugitivo y último de la naturaleza huma
na, se difunde por todos sus miembros: su lengua se con
sumía en el ardor de la muerte, y , casi exánime, pro
nuncia con trabajo esta quinta palabra: Tengo sed. Almas
cristianas, socorred la sed que padece Dios. No diré yo
que esta no fuese una sed natural, nacida de los trabajos,
del dolor, de los tormentos y de la mucha sangre que la
víctima habia derramado; pero otra sed le atormenta mas,
nacida de su ardiente amor. Soberbio , Jesus tiene sed
de tu humildad; avaro , Jesus tiene sed de tu cora
zon; impuro, Jesus tiene sed de tus afectos; pecadores,
Dios tiene sed de vuestra salvacion... Una mano bárbara
humedece sus labios, mas no apaga su sed. Estremécense
sus desfallecidos miembros, la palidez sepulcral de la
muerte se estiende por todos ellos, y el Cordero inmacu
lado, con voz sonora y espresiva:
Consummatum est, dijo. Esta bebida de vinagre que
se le presenta era cabalmente la ultima de las circuns
tancias señaladas por los antiguos profetas que no habia
recibido aun su plenitud. Crucificado, repasa en las pro
fecías lo que le falta que hacer, acábalo, y dice en fin:
Todo está consumado. Pronunciadas estas palabras, mu
da Jesus la faz del universo. En este momento finaliza la
ley y principia el imperio del Evangelio. Esta época, para
siempre memorable , fue como una muralla levantada en
tre el mundo antiguo y el nuevo. A un lado de este muro
de division, ved cómo se retiran y destierran la ley , los
— 560 —
sacerdotes, sus sacrificios y ceremonias : al otro, mirad
cuán majestuosamente se avanza el Evangelio y estiende
sos instituciones respetables. El soberano sacrificador se
despoja de su urim y su tumin , abandona el pectoral, sus
vestiduras y su incensario, y el Cristo del Señor se entrona
y se hace de una vez el sacrificador único de todas las ge
neraciones futuras. Consummatum est. En el momento en
que Jesus pronuncia estas palabras, cae el muro de
separacion que dividía por tantos siglos al judío y al
gentil, y se reunen bajo el estandarte del Evangelio los
creyentes de todas las familias y de todas las nacio
nes. El conocimiento del verdadero Dios no será ya el
privilegio esclusivo de un pueblo, ni su culto se en
cerrará en los muros de un templo solo. Consummatum
est. El cielo ha cumplido sus promesas; el tiempo de
las figuras ha pasado; las sombras han desaparecido.
De hoy en adelante la oblacion de los sacrificios será
mas pura, la victima mas preciosa, el sacerdocio mas san
to, el pueblo mas fiel, las ceremonias mas nobles, los sa
cramentos mas eficaces, las gracias mas fuertes, y la alian
za mas estrecha. Con esta palabra Jesucristo triunfa de las
potestades tenebrosas , destruye su trono y pone fin á su
imperio. La guerra que por tan largo tiempo mantenía el
reino de las tinieblas contra el de la luz , llegó entonces á
su crisis. Jesus da la señal de ruina al usurpador, rompe
su trono, y vésele caer como el rayo de los cielos. Finaliza
el reino de la idolatría; la sabiduría de los filósofos queda
confundida ; los templos paganos tiemblan en sus mismos
cimientos ; caen de sus pedestales las estatuas de los falsos
dioses; los sacerdotes huyen despavoridos de los santua
rios que amenazan ruina , y los oráculos callan ya para
siempre. Si Jesus triunfa de Satanás , la misma victoria
.consigue tambien del mundo, su cooperador. Antes habia
despreciado sus placeres, y ahora se rie de sus terrores:
ahora puede decir que ha crucificado al mundo. El último
— 561 —
enemigo del hombre , la misma muerte, ha sido desterra
da por el Rey de la vida. Es verdad que el espectro con
serva todavía su rostro formidable, pero se le ha arran
cado el aguijon. Consummatum est. El decreto de nuestra
condenacion no subsiste; nuestras deudas quedan pagadas;
el mundo ha sido rescatado ; el cielo se ha reconciliado con
la tierra ; la justicia del Eterno Padre está satisfecha ; la
mision del Hijo felizmente concluida, y su ministerio fina
lizado. Consummatum est.
Pronunciadas estas palabras, pasan unos momentos de
triste silencio... y Jesus habla por última vez inclinando
su cabeza. Clama con voz fuerte para que todos oigan que
muere por la salud del género humano : clamor que, se
gun San Buenaventura, se oyó en los infiernos, llenó de
horror á los judíos, partió el velo del templo, y obligó al
Centurion romano á confesar su divinidad : clamor que
resonó en los oidos de aquel sabio del Areópago, y le
obligó á decir que la naturaleza daba el último suspiro.
En tus manos, Señor, dijo, encomiendo mi espíritu...
La Cruz tiembla... los ojos se eclipsan... el pecho se al
za... inclina la cabeza... muere Jesus... ¡ Ay, Jesus mió!
¡Ayl ¡Ay!
Católicos: anima quce afflicta non fuerit die hdc, pe~
ribit de populis suis. Quien no se aflija y llore hoy, pe
recerá sin remedio. Ha muerto nuestro buen Jesus... y ha
muerto despues de haber sufrido por nosotros frio, calor,
cansancio, hambre, sed, pobreza, necesidad, persecucio
nes, deshonras, menosprecios, injurias , traicion de su
discípulo, desamparo de los suyps, prisiones, calumnias,
azotes, escarnios, bofetadas, desnudez, tormentos, Cruz,
muerte.
Mira, hombre , y atiende. Dios es escarnecido para
que tú seas honrado ; el inocente es afligido para que
tú seas consolado; el justo sufre para que tú seas absuelto;
muere el Cordero sin mancilla para darte de comer , y
iomo m. 36
— 562 —
ábrese áu costado para que bebas aguas saludables. To
das las clases intervienen en su afliccion. El rey Herodes
le escarnece, el presidente le sentencia, el discípulo lé
vende, los apóstoles le desamparan, los pontífices y fari
seos le ácusan, ltfs gentiles le azotan, el pueblo le conde
na, los soldados le crucifican. Aquella cabeza, que hace
temblar ál cieto, es atravesada con crueles espinas ; aquel
rostro i mas hermoso que todos los hijos de los hombres,
es manchado con salivas de infernales bocas; sus ojos,
mas resplandecientes que el sol , están oscurecidos con la
presencia déla muerte; los oidos, que oyen cantares de
angeles, tienen que oir escarnios y blasfemias de pecado
res; la boca, que enseña á tos espíritus soberanos, gusta
feiel amarguísima; las manos, que dieron salud á tantos
enfermos, han sido traspasadas con duros clavos ; los
pies , cuyo escabelo es adorado por ser santo , están
atravesados en un madero ; el sagrado pecho arroja
sangre, yi todo el cuerpo, formado por virtud del
Espíritu-Santo , queda desnudo al aire, al frio y á
vieta de todo el mundo. Anima quce afflicta non fue-
rií) «te.
¿Quieres oir mas, pecador; quieres oir mas? Pues oye:
con las manos enclavadas, pagó por nuestras malas obras;
con los pies traspasados, pof nuestros malos caminos; cori
la lanzada de su sagrado pecho, por la deshonestidad dé
nuestros pensamientos; con sus espaldas azotadas , por los
deleites sensuales de nuestra carne; con gus ojos entriste
cidos, por la codicia y ansiedad de los nuestros; con la hiél
y vinagre de su boca, por los apetitos de nuestra gula; coa
su corona de espinas, por las galas deshonestas... ¿Quién
no se afligirá en este dia? ¿Quién no amará á tal Reden
tor? ¿Quién no amará á tal amador? ¿Quién tendrá cora
zon de piedra que no se ablande con el calor de esté fue
go (loma el Cristo), pues las piedras con él se deshacen7
Yo veo á mi Jesus sin figura... mis pecados le han cruci
— 563 —
ficado... ¡Perdon, Redentor mio! ¡Perdon, Padre mio!
¡Perdon , Salvador mio ! ¡Salvadnos , Señor ; salvad
nos! Viva la Cruz, viva la gracia, muera el pecado,
muera para siempre. (Se concluye con el acto de con
tricion.)
SERMÓN
sobre la Pasión de Nuestro Señor Je
sucristo (1).
-
Cerca de diez y nueve siglos hace que la Iglesia, con
virtiéndose en un Calvario, nos representa todos los años
la Pasion y muerte del Salvador, y aun no se ha cansado
el espíritu humano de considerar tan triste escena. Cada
año parece es mas nuevo el interes que inspira á los cora
zones cristianos el suplicio del Hombre-Dios que derrama
su sangre para redimirnos. Los afectos que la realidad del
sacrificio esciló en los corazones de algunos de los espec-
(1) Hom, 84, supar loan. ' ' . !' .' V .' :
— 571 —
ginal, sino de los actuales. Habemus fiduciam in inlroitu
sanctorum, insanguine Christi{\).
En la Pasión y muerte del Salvador todos sus hechos
aparecen con un sello divino que los distingue de los de-
mas. Ya desde el sábado, antes de la entrada triunfal en
Jerusalen, habia anunciado de un modo muy terminante
su muerte el Salvador cuando en casa de Simon, el leproso,
escusó la generosa accion de la Magdalena , que ungió con.
precioso ungüento su cabeza y sus pies. Ha ungido mi
cuerpo para la sepultura, respondió Jesucristo á sus dis
cípulos, que querían hubiese sido para los pobres el pre
cio del ungüento. El traidor Judas, que ya tenia entonces
en su pensamiento proponer á los enemigos de Jesus la
venta de su Maestro por la cantidad que gustasen darle,
realiza su idea, y acepta treinta monedas que le ofrecen
por el que es el precio de la redencion de todo el mundo.
Cuando la hora se aproxima , y despues de haber co
mido Jesucristo con sus discípulos el cordero pascual é
instituido la Sagrada Eucaristía , quiso que el huerto de
Gethsemaní fuese testigo de los sudores que le causaba la
idea de su Pasion, cuyos tormentos acepta voluntariamen
te, sometiéndose á las disposiciones de su Padre. Allí , en
la oracion, confortado, digámoslo así, por los ángeles , se
sacrifica ya con su voluntad, y principia á padecer, luego
que llega Judas para entregarle á sus enemigos. Judas,
uno de los dos discípulos ; Judas, uno de los que fueron
admitidos á la participacion de los divinos favores; ese es
el que con un beso le da el veneno y le pone en manos de
sus crucifixores. ¡Cuántos cristianos que, oyendo hoy la
perfidia de Judas, la abominan, no abominan ellos la que
cometen con el Redentor cuando, acercándose al altar en
ademan de adorarle y besarle , es mas bien para entre
garle al demonio que está tras el alma que sacrilegamente
{{) Ad hebr., 1 0. :-
— 572 —
se acerca á la comunion! Por fin, al decir Jesus Yo soy,
caen á tierra como obcecados sus mas crueies enemigos;
pero el sacrilego cristiano , al oir á Jesucristo que desde
la hostia le dice Yo soy, se queda como impasible.
San Pedro, que, como mas vehemente, sacó la espada
y cortó una oreja á Maleo, criado del príncipe de los sa
cerdotes, fue reconvenido por Jesucristo por este acto de
fuerza; pues no era con la espada material, sino con la es
pada de su palabra , con la que habia de ser vencido el
mundo. En el caso de querer ser defendido, habría pues
to á su disposicion el Eterno Padre mas de doce legiones
de ángeles; pero tienen que cumplirse las Escrituras que
anuncian la redencion del género humano.
El seguir á los malos é impíos ofrece siempre peligros.
Habiendo entrado Pedro en el atrio de la casa de Caifas
para ver el resultado de la prision de Cristo , allí encontró
su ruina ; allí negó que conociese al Salvador; allí cayó
aquel espíritu fuerte que liabia ofrecido morir antes que
negar á su Maestro. ¡Cómo, Dios mio! El discípulo á quien
en el Tábor rodeásteis delos rayos de vuestra gloria, y á
quien el Eterno Padre reveló los secretos de vuestro na
cimiento , ¿ese discípulo dice que no os conoce? El gallo
canta, Pedro recuerda las palabras de Jesus, Jesus le mi
ra, y principia el llanto donde no habia faltado el afecto, y la
fuente del amor lavó las palabras del miedo, segun dice el
Padre San Leon. Abundavil fletus, ubi non defecit affec-
tus, et fons charitatis lavit verba formidinis (l). Le
mira Jesucristo , y aquel corazon principia á derramar
amargas lágrimas. ¡Oh infinita misericordia del Salvador!
Está ya declarado reo de muerte Jesus , y parece como
que, olvidándose de sí mismo, no se acuerda mas que de
buscar á Pedro , y de mirarle para traerle á camino de
salvacion. (Pecador! Si á las dulces miradas de Jesus se
I.
(i) Esta plática es siempre muy breve, á causa ilc que hay que
dejar tiempo para la procesion.
— 582 —
Sí: el universo, con su dolor, me está diciendo que Je
sus es mi Dios. No permitamos que siga clavado en la
Cruz, donde le han puesto nuestras culpas. Lo que nues
tros pecados han hecho, que lo deshaga nuestro amor.
Vamos, pues, con Josef de Arimatea á pedir el cuerpo de
Jesus para darle sepultura. Dádnosle, sacerdotes del Se
ñor, para ponerle en el sepulcro nuevo de nuestros cora
zones purificados.
II.
III.
IV.
V.
VI.
m
ÍNDICE
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