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K A RL M ARX
TEXTOS SELECTOS
Y
MANUSCRITOS DE PARÍS
MANIFIESTO DEL PARTIDO
COMUNISTA
CON FRIEDRICH ENGELS
ESTUDIO INTRODUCTORIO
por
JACO BO M U Ñ O Z
a
ED I T O R I A L G R ED O S
M AD RI D
CO N T EN I D O
IX
TEXTO S SELECTO S
M AN U SCRI TO S D E PARÍ S
433
M A N I FI EST O D EL PARTI D O CO M U N I ST A
577
CRÍ TI CA D EL PRO GRAM A D E GO TH A
65I
VII
M AN USCRI TO S D E PARÍ S
Traducción y notas de
JOSÉ M ARÍA RIPALDA
NOTA DE TR A D U C C IÓ N
(3." m a n u scr i t o )
435
436 Manuscrit os de París
hasta el año si gui ent e (1845); esto expl ica que M ar x no lo cite en este cont exto,
aunque había di scut ido personal mente con H ess el proyect o del art ícul o, con
huel las percept ibles en el fi nal de «La cuesti ón judía».
*2 Apar t e de estos escri tores que se han ocupado críti cament e de la
Econom ía pol íti ca, son los descubri mi entos de Feuerbach qui enes ver dade
rament e han fundado en Al em an i a la críti ca posi ti va en gener al y por t an
to también la críti ca positi va de la Econom ía nacional. Su(s Pri ncipios de la)
«Filosofía del fut ur o» y las «Tesis (provisionales) para la reforma de la fi losofía»
en los «Anécdot a», por más que sean uti l izados t áci tamente, parecen hall arse
enfr entadas a una aut ént ica conspi raci ón del silencio, l evantada por la envi dia
m ezqui na de los unos y la ver dader a fur i a de los otros.5
5 Ya hemos visto que ambas obras han ejer ci do un i nflujo fundam ental
sobre todos los escritos de M ar x de esta época, en especial sobre el manuscr i to
de Kr euznach. El edit or de las Anécdot a (Anécdot as de la act ualidadfilosófica y
publicíst ica) había sido precisament e Ruge. Las Tesis habían apar ecido en 1842,
la Filosofía del Fut ur o en 1843.
6 C f infra (págs. 549-552) el pasaje fundam ent al de los Manuscrit os de París
sobre Feuer bach.
*3 y se reduce a expr esar lo de un modo negati vo e inconsci ente: por una
part e afi r m a sin cesar una y otra vez la pur eza de su pr opi a críti ca. Por la
otra tiene que desvi ar constantemente la at enci ón del observador, y la suya
438 Manuscrit os de París
( SA L A R I O . B E N E F I C I O S. R E N T A . 9
T R A B A JO E N A JE N A D O )
SALARIO
439
44° Manuscrit os de París
10 Est a idea, for mul ada ya por Hess en Sobre la esencia del dinero, es desar ro
ll ada con más preci si ón en el li br o m de El Capi t al: «Capi t al -benefi ci os (bene
fi ci o neto más intereses), suel o-rent a, tr abajo-salari o: tal es for m a tr ini tari a
que enci erra todos los eni gm as del proceso social de pr oducci ón» ( M EW xxv,
pág. 822; O M E 44). La for m a social de este hecho eni gm át ico con el que co
m i enza enfrent ándose la col umna «sal ar i o» es expl orada paralelamente por la
col um na «Benefi ci o del capi t al », también en la i .a pági na del manuscr i to de
M ar x (repr oducida infra, pág. 454).
11 Un manchón de tinta ha hecho precisa la reconstrucción parci al del tex
to, entre corchetes. Las defini ci ones supuestas aquí por M ar x proceden de
Ad am Sm it h (op. cit ., cap. 6): «Cuan do el preci o de una mercancía no es ni m a
Pr i mer manuscrit o 441
yor ni menor que lo necesario para pagar según su cuota nat ural renta, salario y
beneficio, entonces esa mercancía se vende a su precio nat ural (pri x nat urel)».
«El preci o actual al que se vende habi tualment e una mercancía, es lo que se
l l ama su precio de vent a» [...] «y puede hallarse por debajo o por enci ma del
precio nat ural». (Ext r act ado por M ar x: M EG A 1,3, pág. 462.) Las formul aciones
del texto están t omadas del mi smo pasaje. Par a una críti ca posterior de esta
concepci ón y una redefini ción de sus conceptos «precio de vent a» a «precio
nat ural », vid. el 2 ° tomo de las Teorías ( M EW xxvi , 2, págs. 215-219).
442 Manuscrit os de París
sin que le sean ret ribuidos al obrero más que los gastos de su propia reproduc
ción. Asim ism o en el prim er párrafo de la larga cita de Schulz, un poco más
abajo, M ar x sustituye como equivalent e «precio del t r abajo», como dice t am
bién Schulz, por «salario del t rabajo».
16 El párrafo reproduce correct am ent e a A dam Sm it h («el economist a n a
cional»); pero no por eso debe ser tenido como opinión general en la Econom ía
polít ica. M ient ras que Sm it h at endía al product o brut o (la suma de producción
y consumo, es decir aquello de que realm ente dispone la población), lo único
que interesaba a Ricardo era el product o neto (el m argen de ganancia).
Pr i mer manuscrit o 447
18 Par a una cr ít i ca de los «pr om edi os» vid. los com ent ar i os a M acCu -
ll och.
19 El subtítulo de esta obra, apar ecida en 1843 (Zur i ch y Wi n t er t h ür , pie
de i mpr enta sui zo como entonces tantos libros al emanes rebeldes) era: «Un
tr atado históri co-estadísti co como fundam ent aci ón de una nueva ciencia del
Est ado y de la soci edad». Est e objet ivo de concebi r Est ado y soci edad con pr e
cisi ón científi ca en un hor i zont e hi stóri co l l ega en Schul z a la i nmedi at a cer ca
nía del m ater iali smo histórico. Su i nfl ujo sobre M ar x en este punto debe ser
m uy teni do en cuent a junto con el de Engel s. En los textos aquí extract ados
por M ar x sobre la suerte actual de los t rabajadores son otros dos aspectos de
Schul z los que sobresalen: la críti ca a los economi st as, que se olvi dan de los
hombres, los ver dader os product or es; y la de la I zqui er da hegel iana de Ber lín,
que vi ve en un m undo de abstracci ones.
Pr i mer manuscrit o 449
B EN EFI C I O S
/ .0El capital24
24 En las l ecturas que M ar x com ent a aquí el capi t al es ante todo una
cosa («st ock »); cier t am ent e los com ent ar i os de M ar x lo ent ienden ya com o
«r el aci ón soci al », aunque al go i ndeci samente y sin r i gor . Cr i t i can do a Ri car
do años después, las Teorías sobre la plusvalía ( M EW xxvi , 2, pág. 403) dicen:
«Ri car do habr ía debido habl ar no de trabajo sino dz fuerza de t r abajo. Per o
ent onces t ambi én el capit al habr ía m ost r ado que (no) es (si no) las con di ci o
nes m at er i al es del t r abajo enfr ent adas al t r abajador com o poder aut onom i -
zado. Y el capi tal se habr ía m ost r ado en segui da com o una relación social
precisa».
25 Say fue el tr aductor al francés, si stemati zador y vul gar i zador de Ad am .
Com o Say es en real idad una r eel aboraci ón de Sm i t h, Ad am Sm i t h vuel ve a
ser la refer enci a domi nante en las pr i mer as pági nas de esta 2.a col um na, «Be
nefi ci os», como antes en la i .a sobre el «sal ar i o».
Pr i mer manuscrit o 455
O sea que el capitalista gana i.°) con los salarios, 2°) con las mate
rias primas adelantadas.
¿Qué proporción guardan los beneficios con el capital?
L a t asa m ín i m a del beneficio habit ual de los capit ales debe ser siem pre
al go m ás que lo preciso para com pen sar las pérdi das im pr evi st as, a
las que siem pre se halla expuest o el em pleo del capit al. Est e excedent e
es propi am en t e la gan an cia o beneficio net o. L o m ism o vale del nivel
m ín i m o del t ipo de int erés. (Smi t h, t om o 1, pág. 196.)
/ / i i i / L a t asa m áxi m a a qu e pu eden ascen der los ben eficios n or
m ales es la qu e se apropi a t oda la rent a en la m ayor ía de las m er can
cías (i n cor por ad as en su pr od u ct o) y redu ce el sal ar i o en la m er can cía
ven d i d a al pr eci o m íni m o, a la m er a subsi st en cia del t r ab ajad or d u
r an t e el t r abajo. El t r ab ajad or si em pr e t iene qu e ser al i m en t ad o de
un a u ot r a for m a, m i en t r as est á t r abajan d o; la ren t a puede ser el i m i
Pr i mer manuscrit o 457
Según sabemos, los precios monopolistas son tan altos como posi
ble, ya que, incluso desde el punto de vista de una economía nacio
nal vulgar, el interés de los capitalistas es enemigo de la sociedad
y el incremento de los beneficios afecta al proceso de la mercancía
como si fuese a interés compuesto (Smith, tomo 1, págs. 199-201).
460 Manuscrit os de París
De este modo el pequeño capitalista tiene que elegir entre: i.°) co
merse su capital al no poder seguir viviendo de rentas, o sea dejar
de ser capitalista; o 2.0) montar por su cuenta un negocio, vender
su género más barato y comprarlo más caro que los capitalistas
más ricos, y pagar mejores salarios; o sea arruinarse, pues, dada la
fuerte competencia, el precio de mercado es muy bajo. Por el con
trario, si el gran capitalista quiere desplazar al menor, disfruta de
las mismas ventajas que tiene como capitalista frente al trabajador.
El mayor volumen de su capital le compensa de la reducción de sus
beneficios e incluso puede aguantar pérdidas momentáneas hasta
que, arruinado el capitalista menor, se vea libre de su competencia.
De este modo se apropia las ganancias del pequeño capitalista.
Además el gran capitalista compra siempre más barato que el
pequeño, porque compra en mayores cantidades. O sea, que puede
vender más barato sin por eso perder.
462 Manuscrit os de París
26 Est e pasaje del libro 11, cap. i .° de La riqueza de las naciones ha sido co
m ent ado am plia y crít icam ent e en el capít ulo 10 del libro 11 de El Capit al.
M arx ha insist ido ahí cont ra Sm it h en que capit al circulant e y fijo se refieren
Pr i mer manuscrit o 463
«D el m i sm o m od o en el t er r en o de la i n d u st r i a y en cada m an u fac
t ur a y cada fáb r i ca se coor d i n an am p l i am en t e bajo u n fi n com ún de
pr od u cci ón u n a gr an r i q u eza de m ed i os m at er i al es con facul t ades
in t elect uales y con ocim i en t os t écnicos t an n u m er osos com o var i ad os.
... A l l í d on d e la legi sl aci ón m an t i en e la pr opi ed ad l at i fu n d i st a, el ex
ceden t e de u n a población en cr eci m i en t o se vu el ca en la i n d u st r i a y
27 Pri ncipios de economía polít ica y t ribut aria. Est a cita de Ri car do, como a
conti nuación la de Si sm ondi , está t omada de Bur et, otra lectura de 1844. Las
cifras i ntercal adas en el text o cor r esponden a las edici ones de Ri car do y Si s
mondi. Est e m i smo pasaje de Ri car do había sido com ent ado ya ampl i ament e
por M ar x.
28 Jean Ch ar l es-L. Si m onde de Si sm ondi , pol ígr afo gi nebri no, fue par t i
dar i o pr i mer o de Sm i t h; pero la mi seri a del proletar i ado le hi zo vol verse con
tra el libre cambio, oponi éndose sobre todo a Say. Au n qu e fundament almente
su críti ca se movi ó en el plano de la distr i bución y sus vagas soluciones en el del
di r i gi sm o estatal, él form ul ó la i dea de la pr ogr esi va concent raci ón del capital
y de la depauper ación del pr ol et ar i ado (Keynes ha r epet ido en cierto modo su
Pr i mer manuscrit o 467
Pág- 33 8-)
«Com o es n at u r al , la acu m u l aci ó n de capi t al pr ecede a la d i
vi si ón del t r ab ajo; y por t ant o el t r abajo no puede ir se esp eci al i zan
do m ás qu e a m ed i d a qu e se va acu m u l an d o capi t al. Cu an t o m ás se
especi al i za el t r abajo, t ant o m ayor se hace la can t i d ad de m at er i al
el abor ad o por un n ú m er o fi jo de person as; y, com o la t ar ea de cada
obr er o se va si m p l i fi can d o pr ogr esi vam en t e, un a aval an ch a de n u e
vas m áqu i n as vi en e a faci l i t ar y ab r evi ar est as t areas. O sea qu e, par a
ocu p ar r egu l ar m en t e u n n ú m er o con st an t e de ob r er os en m ed i o de
un a p r o gr esi va d i vi si ón d el t r ab ajo, h ay qu e al m acen ar de an t em a
no u n a p r ovi si ón i gu al de al i m en t os y ot r a de m at er i al es y h er r a
m i en t as m u ch o m ayor qu e ant es, cu an d o t odo est aba m ás at r asado.
El n ú m er o de t r ab ajad or es au m en t a en cada r am o con la d i vi si ón del
t r abajo; o m ás bien es ese au m en t o n u m ér i co el que hace posible un a
t al clasi ficación y su bd i vi si ón .» (Smi t h, t om o 11, (p ágs.) 19 3, 194.)
explicación). El Manifiest o del Part ido Comunist a le cita como cabeza del socia
lism o pequeño burgués. El Capi t al le cita con frecuencia.
468 Manuscrit os de París
O sea, superproducción.
RENTA3'
29 La riqueza de las naciones, libro 1, cap. 10, parte 1.a «En una lot ería per
fectam ente equit at iva, los que aciert an deberían ganar todo lo que pierden los
que no han acert ado. En una profesión en la que por cada uno que tiene éxito
fracasan veint e, ese uno debe ganar todo lo que habrían ganado los veinte que
no han tenido suerte».
30 Trat ado de economía polít i ca, libro 11, cap. 5: «Ya se ve que la palabra
product o neto sólo se le puede aplicar a lo que gana un em presario part icular;
en cambio las ganancias de todos los individuos junt os, o sea de la sociedad, es
igual al product o brut o que result a de las tierras, los capitales y el t rabajo de la
nación. Est o es t um bat ivo para el sistema de los economist as dieciochescos,
que no consideraban com o rent a nacional más que el pr oduct o net o de las
t ierras, concluyendo que el consum o social sólo disponía de un valor igual a
su product o neto, como si la sociedad entera no dispusiese para su consum o de
un valor que ha creado t oda ent era».
31 Sm it h sólo habla de «rent a diferencial» y M arx le sigue en esto. El m is
m o Ricardo sólo hablaba de «rent a absoluta» para negarla. En cam bio Say es
47° Manuscrit os de París
cit ado mfra (págs. 471-472) en un pasaje que habl a de la renta como m onopo
lio, i dea que se hall a en el fondo de la noci ón de «r ent a absoluta» en M ar x y
que las Teorías sobre la plusvalía desar r ol larán con preci si ón apl icándole conse
cuent ement e la teoría del valor. Par a la defi ni ci ón de «r ent a absolut a» y «r en
ta di fer enci al », cf. Teorías ( M EW xxvi , 2, págs. 24-39; O M E 46); en ese m i smo
t omo son discuti das am pl i amente las teorías de Sm i t h y Ri car do sobre la renta.
Pr i mer manuscrit o 471
«Puest o que los h om bres, com o t odos los an i m ales, se m ult i plican
según sus m edios de subsist encia, siem pr e h ay un a d em an d a m ayor
o m en or de ali m en t os. Est os / / vi/ pueden siem pre com pr ar (...) una
por ción m ayor o m en or de t r abajo y siem pre h abr á gen t e di spuest a a
hacer al go p ar a gan ar los. Ci er t am en t e, dado lo alt os que a veces son los
salarios, no siem pre se puede com pr ar t ant o t r abajo con los ali m en t os,
com o sería el caso si el t r abajo se h allase r epar t ido de la for m a m ás
econ óm i ca posible; pero sí t ant o com o los ali m en t os pueden m an t e
n er de acu er do con la t ar i fa or d i n ar i a a que se h alla en cada país cada
clase de t r abajo. En casi t odos los casos la t ier ra d a m ás ali m en t os de
lo n ecesario par a la subsist encia de t odo el t r abajo que [los produce]
y pone en el m er cad o. (...) Est e plus de ali m en t os siem pre es m ás que
suficient e par a r eem p l azar con creces el capit al puest o en m ovi m ien t o
por ese t rabajo. A sí, siem pre qu eda al go par a d ar u n a ren t a al t err at e
nient e.» (Smi t h, t om o 1, págs. 305, 306.) «Los ali m en t os son el or i gen
de la rent a; pero adem ás t odos los pr oduct os de la t ier r a que luego
h an ido d an d o rent a, deben este desar r ol l o de la pot encia del t r abajo
a la pr oducci ón de ali m en t os por m ed i o del cu l t i vo y la m ejor a de las
t ier r as.» (Smi t h, t om o 1, 345.) «Los ali m en t os del h om br e (...) siem pre
ar r ojan (...) un a ren t a.» (Smit h, t om o 1, pág. 337.) «L a población de un
país no es pr opor ci on al a los habit ant es que puede vest ir y al ojar con
su product o, sino a los que puede ali m en t ar .» (Smi t h, t om o 1, pág. 342.)
«L as dos n ecesi d ad es h u m an as p r i n ci p al es d espu és del al i m en
t o son el vest i d o y la h ab i t aci ón -cal efacci ón . Casi si em p r e d an u n a
r en t a, p er o n o si em p r e ni con absol u t a n ecesi d ad .» (Smi t h, t om o 1,
p ági n a 338.) / vi/ /
474 Manuscrit os de París
32 «Jor nal er os» se halla escri to enci ma de «gent e del cam po».
476 Manuscrit os de París
de los intereses de los peones, como lo son los patronos con los
obreros. También el terrateniente reduce el salario al mínimo.
4.0) Puesto que un abaratamiento real de los productos ma
nufacturados hace subir la renta, los que tienen tierras se hallan
directamente interesados en que se rebaje el salario de los obreros,
en la competencia entre los capitalistas, en la superproducción, en
toda la miseria industrial.
5.0) Y si ya los intereses de los terratenientes, bien lejos de coin
cidir con los intereses de la sociedad, son hostiles a los intereses de
los arrendatarios, de los peones, de los obreros y de los capitalistas,
ni siquiera coinciden entre sí, dada la competencia, que vamos a
ver a continuación.
Ya en general la gran propiedad del suelo se halla en la misma
relación con la pequeña que el gran capital con el pequeño. Pero a
esto se añaden además circunstancias especiales, que acarrean sin
remedio la acumulación en latifundios y la desaparición en ellos
de la pequeña propiedad rural:
/ / xn/ i .°) Cuanto mayor es el capital, tanto menos t rabaja
dores se requieren en los latifundios, y esto en una proporción
como no se da en ningún otro capital. En cambio en ningún
otro caso aumentan más con el volumen del capital las posibili
dades de una explotación exhaustiva, de ahorro en los gastos de
producción y de una adecuada división del trabajo. Un campo
puede ser tan pequeño como se quiera; los aperos que precisa,
como arado, sierra, etc., tienen un límite del que no se puede
bajar, mientras que el tamaño de una parcela puede reducirse
aún mucho más.
2.0) El latifundio acumula para sí los réditos del capital que
el arrendatario ha empleado en mejorar la tierra. El pequeño
terrateniente tiene que aplicar su propio capital. Por consiguiente
carece de todo ese beneficio.
3.0) Mientras que cualquier mejora al nivel de toda la sociedad
resulta provechosa para los latifundistas, perjudica a los pequeños
propietarios, porque les exige más y más dinero contante y sonante.
4.0) Además hay que tener en cuenta dos leyes, que son impor
tantes para esta competencia:
a) «L a r en t a de l a t i er r a d ed i cad a a p r o d u ci r n u est r os al i m en t os
r egu l a l a r en t a de la m ayor ía de las ot r as t i er r as de cu l t i vo.» {Sm i t h,
vol . 1, p ág. 131.)
Pr i mer manuscrit o 477
Lo mismo que dice aquí Smith de las minas vale más o menos de
todos los bienes raíces.
por debajo del tipo de int erés, nadie quer ría com prar t ierra, con lo
que el precio volvería pront o a su nivel ordinario. Por el cont rario, si
la renta subiese m uy por encim a del tipo de int erés, todo el m undo
quer ría com prar terrenos, lo que tam bién haría volver el precio a su
nivel norm al.» (Vol. n , pág[s]. [367,] 368.)
[e l t r a b a jo en a jen a d o ] 3?
35 La parte precedente del i .er manuscrito ha expuesto con sus mismos tex
tos el esquema fundamental de la economía política y mostrado, además de su
inhumanidad y sus contradicciones, la inestabilidad del sistema económico real
que le subyace. La segunda parte del i .er manuscrito es algo así como un peque
ño pendant a La esencia del Cristianismo de Feuerbach, que se podría titular: «La
esencia de la propiedad privada». La propiedad privada es en efecto — como aún
dice M arx por entonces— el presupuesto fundamental de la economía política.
484 Manuscritos de París
36 «La actitud ética y racional del hombre con su estómago consiste sim
plemente en tratarlo como algo humano y no animal. Quien pone el estómago
fuera de lo humano, autoriza al hombre, cuando come, a la bestialidad.»
(L. Feuerbach, Werke in sechs Banden, 6 tomos [ed. Erich Thies], Frankfurt/ M ,
1975-1977, iii, pág. 319; L. Feuerbach, Aportes para la crítica de H egel [edición
y traducción de Alfredo Llanos], Buenos Aires, 1974, pág. 167.)
Primer manuscrito 489
genera vida. El tipo de acción con que vive una especie encierra
todo su carácter, le caracteriza específicamente, y la actividad li
bre, consciente, es la característica de la especie humana. La vida
misma se presenta simplemente como medio para vivir.
El animal se halla en inmediata identidad con su actividad vi
tal; no se diferencia de ella; es ella. El hombre convierte la misma
actividad con que vive en objeto de su voluntad y de su conciencia;
dispone de una actividad vital consciente; no se trata de una cua
lidad38 con la que coincide inmediatamente. La actividad con que
vive es consciente a diferencia inmediata de la de los animales; ya
sólo por eso vive a nivel de especie. Dicho de otra forma, es simple
mente un ser consciente, o sea que su propia vida es su objeto, pre
cisamente porque es un ser a nivel de especie. Sólo por eso es libre
su actividad. El trabajo enajenado invierte la relación, de modo
que el hombre, precisamente como ser consciente, convierte la ac
tividad con que vive, su esencia, en mero medio para su existencia.
La producción práctica de un mundo objetivo, la elaboración
de la naturaleza inorgánica es la confirmación del hombre como
consciente ser específico, es decir como un ser que ve en la especie
su propio ser y en sí la especie. Ciertamente también el animal
produce; se hace su nido o construye viviendas, como las abejas,
castores, hormigas, etc. Sólo que no produce más que lo directa
mente necesario para sí o para su prole; produce en una sola direc
ción, mientras que el hombre produce universalmente; produce
sólo bajo el imperio de la inmediata necesidad física, mientras que
el hombre lo hace incluso sin ella y hasta que se ha liberado de la
necesidad física no comienza a producir verdaderamente; el ani
mal no se produce más que a sí mismo, mientras que el hombre re
produce la naturaleza entera; su producto pertenece directamente
a su cuerpo físico, mientras que el hombre es libre frente a su pro
ducto. El animal no conoce otra medida y necesidad que la de la
Por eso también está claro que salario y propiedad privada son lo
mismo. Y es que el salario — que paga al trabajo con su objeto mis
mo, con el producto— es simplemente una consecuencia necesaria
de la enajenación del trabajo, igual que en el trabajo asalariado
éste, en vez de mostrarse como fin propio, se halla al servicio del
salario. Este punto lo desarrollaremos más adelante. Ahora limité
monos a sacar de él algunas conse/ / xxvi/ cuencias.
Un alza masiva del salario (prescindiendo de todas las otras difi
cultades, como que una anomalía sólo puede ser mantenida forza
damente) no sería más que una mejor remuneración de los esclavos,
sin conquistar el nivel y la dignidad humanos tanto del trabajador
como del trabajo.
Más aún, incluso la igualdad de lossalarios, exigida por Proudhon,
sólo transforma la situación del actual trabajador frente a su tra
bajo en la de todos los hombres. La sociedad pasa a ser concebida
como capitalista abstracto.
El salario es consecuencia directa del trabajo enajenado y
el trabajo enajenado es la causa directa de la propiedad priva
da. Por consiguiente ambos (, salario y propiedad privada,) son
(sólo) aspectos (distintos de una misma realidad) y tienen que
caer juntos.
2°) De la relación del trabajo enajenado con la propiedad pri
vada se deriva aún otra consecuencia: la emancipación de la socie
dad frente a la propiedad privada, etc., frente a la servidumbre, se
expresa en la forma política de la emancipación de los trabajadores-,
no porque se trate sólo de esta emancipación, sino porque en ella
se encierra la de toda la humanidad, y es que toda la esclavitud hu
mana se halla implícita en la relación del trabajador con la produc
ción y todas las formas de esclavitud no son sino modificaciones y
consecuencias de esta relación.
Lo mismo que a partir del concepto del trabajo enajenado, ex
trañado hemos ganado analíticamente el de la propiedad privada,
podemos desarrollar con la ayuda de ambos factores todas las cate
gorías de la economía nacional, y en cada categoría — por ejemplo
el usurero, la competencia, el capital, el dinero— 43no reencontra
mana», «el hombre», por más que de hecho los entienda en cada caso histó
ricamente. C f infra, nota 64.
43 Para el dinero M arx ha esbozado abstractamente esta deducción al
final de «La cuestión judía». El programa metódico implícit o en este párra
fo ha sido formulado lapidariamente por M arx en El Capit al (OM E 41, pág.
496 Manuscritos de París
( L A SI T U A C I Ó N
D E PRO PI ED A D PRI V A D A ) * 6
499
500 Manuscritos de París
49 M arx, que aún carece de una teoría elaborada del capital (sobre todo de
la plusvalía), emplea a veces, como aquí, indeterminadamente, la palabra
«Zinsen» (intereses, réditos) para «beneficios» e incluso para toda fuente de
ingresos. Por lo demás la frase entera vuelve a referirse a una idea de Ricardo
que ha impresionado al joven M arx {vid. supra, pág. 466).
502 Manuscritos de París
trayendo incluso unilateralmente de toda realidad que no sea ella misma. (Vid.
H egel, op. cit., 1956, libro 1, sección i .a, cap. 3; el problema del atomismo griego
— objeto de la tesis doctoral de M arx— se basa en esta problemática.) El adjeti
vo «necesario», referido al movimiento histórico, ya antes presente en un con
texto semejante (supra, pág. 482), presenta una indeterminación entre lógica y
material que procede también de H egel. A él se refiere no sólo una parte del
presente párrafo sino, más especialmente, la alusión unas líneas más abajo, a
que la verdad del señor es quien trabaja para él. Por lo demás el tema del señor
y el esclavo pertenece en H egel a la dialéctica del «ser-para-sí» con que comien
za este párrafo y acaba el anterior. (Cf. infra, nota *17.) El párrafo entero insiste
con ayuda de herencias hegelianas el tema que había tocado el i .er manuscrito
de la mano de la Economía política (supra, págs. 469-470).
54 «Egoísta» se halla en el manuscrito encima de «cruel».
Manuscritos de París
tución expl osiva de todas las prestaci ones personales y pagos en especie por el
pago en diner o, que t r ansform ó la economía eur opea y tr ast ornó toda su or ga
ni zaci ón social en la fase del desar rol lo del capit al ismo.
[ t e r c e r m a n u scr i t o ]
( PRO PI ED A D PRI V A D A Y T RA BA JO )
58 El 3." m anuscrit o com ienza con dos largos apéndices al t ext o perdido
del 2.0 m anuscrit o, precedidos de las referencias respect ivas a las páginas
en que se insert aban: el i .er apéndice en la pág. xxvi , el 2 ° en la pág. x xxi x
del 2.0 manuscrito. Sin embargo, estos apéndices no son extrínsecos al resto del
3*er manuscrito. A sí la part e dedicada a la división del t rabajo (/nfr a, págs.
537'543 Y sobre t odo págs. 541-543) se dedica a fun dam en t ar y explan ar la
afi rm ación con que el i .er apéndice abre el 3." m anuscrit o. Con form e al plan
de M ar x ha sido ret irado de este m anuscrit o el Pr ólogo (págs. xx xi x y x l ,
supr a, págs. 435-438) y los text os sobre H egel (xi -xm , xvn - xvn i , xxiii - xxxiv ,
infra, págs. 548-572). Apar t e de esto la num er ación or igi n al del m anuscrit o
salta por equivocación de la pág. xxi a la xxiii y de la xxi v a la xxvi .
5°7
508 Manuscrit os de Parts
60 Las Teorías sobre la plusvalía (O M E 45, págs. 13-41) han dado años des
pués un com ent ario de los fisiócrat as más preciso, pero basado en la idea fun
dam ent al que M ar x desarrolla a continuación.
5i o Manuscrit os de París
[p r o pied ad pr iv a d a y c o m u n ism o ]
63 La i ndi fer enciación («I n di ffer en z») tiene en H egel también el sentido
de i ndifer encia. La abst racci ón, en efecto, es i ndiferent e por i ndi fer enciada a
las cual idades que cont iene pot enci al mente. «I n di ffer enz» tiene por tanto un
sentido lógi co, y su m at i z psi col ógi co denot a al car ácter soberanamente acti vo
del concept o, mi entr as que en M ar x se refi ere expr esament e a concreci ones de
la acción humana. {Vid. H egel , op. cit ., 1956, li br o 1, sección 3.a, a .)
512 Manuscrit os de París
7 (Al pie de la pági na v del 3.er manuscr i to se hall a un pequeño texto se
par ado del resto de la página por una r aya cont inua. Su cont eni do parece en
cajar aquí: ) La prost it uci ón no es más que una expr esión especial de la general
prost it uci ón en que se encuent ra el t rabajador, y como la prost it uci ón es una
si tuación en la que cae no sólo el prost it ui do sino también el que le prost it uye
— y la vi l eza de éste es aún m ayor — , tambi én el capit al ista, etc., pertenece a
esta categoría.
65 «Ya sin contar con el fact or de l iberaci ón que hay en el tr abajo, es una
i magen fal sa la que se i m agi na al hombr e en un, así l l amado, estado de nat u
r al eza, en el que sólo habría t eni do si mpl es necesi dades materi ales, com o las
l l aman, y necesi tado para la sati sfacci ón de ellas nada más que de medi os como
se los ot or gaba di r ect ament e una nat ural eza casual; un estado en que, con res
pecto a las necesi dades, vi vía en li bert ad.» {Filosofía del Derecho, § 194.)
Manuscrit os de París
70 Com o se ve por este cont exto, la tesis 11 sobre Feuer bach («l os filósofos
han pensado el m undo...») for m ul ar á la susti tuci ón de la fi losofía por la pr ác
tica no sólo cont ra los fi lósofos t r adi ci onales sino cont ra el com uni sm o utópi co,
r epr esent ado aquí concretament e por Owen . Su enorm e resonanci a en el co
m uni smo francés se debi ó a sus real izaci ones prácti cas, mejor pensadas y un
Tercer manuscrit o 5£7
Ya hemos visto (al comienzo de este punto 3)) cómo, una vez
presupuesta la superación positiva de la propiedad privada, el hom
bre produce al hombre — tanto a sí mismo como al otro— ; el ob
jeto, realización directa de su individualidad, es recíprocamente su
propia existencia para el otro hombre y la del otro hombre para él
y en sí misma. Pero además tanto el material del trabajo como el
hombre en cuanto sujeto son a la vez resultado y punto de partida
del proceso (y la necesidad histórica de la propiedad privada radica
precisamente en la necesidad con la que son estepunto departida) J1
Es decir, que la socialidad es la característica general de todo el pro
ceso; igual que la sociedad misma produce al hombre como hombre,
éste le produce a ella. La actividad y el disfrute son, tanto por su
contenido como por su modo de existencia, actividad y disfrute socia
les. Sólo el hombre social es consciente de la entraña humana de la
naturaleza, pues sólo entonces se le presenta ésta como aquello que
le une con el (otro) hombre, como su realidad para el otro y del otro
para él, a la vez que el elemento en que vive la realidad humana;
sólo entonces se convierte la naturaleza en la base de su propia
existencia humana. Sólo entonces sabe el hombre transformada
su existencia de natural en humana, la naturaleza en hombre. Por
tanto la sociedad es la unidad esencial perfecta del hombre con la
naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, naturalismo
cumplido del hombre y humanismo cumplido de la naturaleza.
/ / vi/ La actividad y el consumo sociales no existen de ningún
modo sólo en la forma de una actividad directamente social y de un
consumo directamente social. Ciertamente la actividad y consumo
comunitarios — es decir, la actividad y consumo que se manifies
tan y confirman directamente en sociedad real con otros hombres—
t iempo m ucho más eficaces que las de Cabet en Nor t eam ér i ca. Fu e su ateísmo,
ya expr esado en Una visión nueva de la sociedad ( 1813) y profesado en públi co,
lo que com enzó haciéndole sospechoso a las clases di ri gentes. Per o su com u
ni smo guar dó en su entusiasmo ético una fuert e component e místi ca, que al
fin de su vi da desembocó en el espi riti smo.
71 La ideología alemana ( M EW m , págs. 76-77; O M E 7) ha expl icado este
paréntesis: en la fase del com uni sm o pr i m i ti vo los medi os de producci ón no
son punto de par t ida, por que aún no se han separado de la i ndi vi dual i dad,
no son al go di stinto de su act ivi dad; lo m ismo val e cor r el ati vament e de la se
paraci ón entre i ndi vi duo y soci edad. La soci edad como existencia i ndivi dual
conscientemente uni ver sal (de modo anál ogo al concept o de «especi e») es una
pot enci al idad que pasa por una fase de separaci ón antes de poder desar rol lar
todas sus vi r tual i dades humanas. En este sentido dice: «l a r azón ha existi do
si empre, pero no si empre en for m a r aci onal».
518 Manuscrit os de París
I gual m ent e los sentidos y el disfr ut e de los otros hombr es se han conver
ti do en mi propi a apropiación. Por eso, además de estos órganos i nmedi atos, se
for m an órganos sociales en la for ma de la soci edad; por ejem pl o la acti vidad
di r ect ament e en soci edad con otros, etc., se ha conver ti do en un ór gano para
proyect ar mi vida hacia fuer a y en un modo de apropi aci ón de la vi da humana.
Es evi dent e que el ojo humano tiene otra for m a de di sfrut ar que el ojo
brut o, i nhum ano; lo m i sm o val e del oído, etc.
Resumi endo, sólo si el objeto se le convi erte al hombre en objeto humano u
hombre objeti vo, sólo entonces no se pierde el hombre en su objeto. Y esto sólo
es posible, cuando el objeto se le convierte en objeto social y él mi smo se convierte
en ser social, lo mi smo que en este objeto la sociedad se le convi erte en realidad.
Por tanto a medi da que al hombre en la sociedad se le convi erte la realidad
objeti va en realidad de las facul tades humanas, en reali dad humana y por tanto
en reali dad de suspropias facultades, todos los objetos se le convi erten en la objet i
vación de sí mi smo, en objetos que confi rman y reali zan su i ndividual idad, en sus
objetos; es decir, él mismo pasa a ser objeto. Cómo se hacen suyos los objetos, eso
depende ya de la naturaleza tanto del objeto como de lafacult ad que le cor respon
da; preci samente la calidad de esta correspondenci a constituye el modo especial,
real de la afi rmación. Los objetos de la vista ni se for man i gual ni son i guales
que los del oído. Lo característico de cada facul tad es preci samente su for ma ca
racterística de ser, o sea también el modo característico de su objeti vaci ón, de su
ser vivo, objet ivo-real, / / viii/ Por tanto el hombre resulta afi r mado en el mundo
objeti vo no sólo mentalment e, sino con todos los sentidos.74
Pasando del punto de vista objeti vo al subjetivo, la música es qui en despierta
en el hombre la sensibilidad musi cal; para un oído inmusical la mejor músi ca
carece de sentido, [no] es objeto, ya que mi objeto sólo puede confi r mar al guna
de mis facultades, sólo puede existir para m í en cuanto mi facul tad exista para sí
como capacidad subjetiva, el sentido que para m í tenga un objeto (sólo lo tiene
para el sentido correspondiente) sólo llega hasta donde llegue mi sentido. Por
tanto los sentidos del hombre social no son los del hombre sin sociedad. Sól o el
despliegue en los objetos de la ri queza del ser humano produce la r i queza de su
sensibilidad subjetiva, un oído musi cal, un ojo sensible a la belleza de la forma,
en una palabra sentidos capaces de placeres humanos, sentidos que se confi rmen
como facultades humanas en parte por su cultivo, en parte por su mi sma pro
ducci ón. Y es que no sólo los cinco sentidos sino también los sentidos llamados
espirituales, los sentidos prácticos (vol untad, amor, etc.), en una palabra la sen
sibilidad humana, la humanidad de los sentidos, es produci da por la existencia
de su objeto, por la nat ural eza humanizada. "L&formación de los cinco sentidos es
obra de toda la historia pasada. Tam poco un sentido presa de una brutal necesi
dad prácti ca tiene más sentido que el de su estrechez de miras. +
Tercer manuscrit o 521
Com o se ve, la histori a de la i ndust r ia, la exi st encia que se hall a objet i
vada en ésta, es el l ibr o abiert o de las facult ades humanas, es en for m a t an
gi ble la psi cología hum ana, que hast a ahora nunca ha si do com pr endi da en
su conexi ón con la esencia hum an a si no sólo extr ínseca y ut i l i t ar i st ament e.
Y es que en el est ado de enajenaci ón no se / / i x/ era capaz de com pr ender la
r eal i dad de las facul t ades hum anas y los actos humanos a ni vel de especie más
que en la for m a de la exi st enci a gener al del hom br e, de la r el i gi ón o de una
histori a abst r act amente uni versal, comprendi da como política, arte, li teratura,
etc. Lo que en la industria corriente, mat erial (que se puede consi derar como una
parte de ese proceso general o bien como una parte especial de la industria, ya
que hasta ahora toda acti vi dad humana ha sido trabajo, o sea i ndustri a, acti vi dad
enajenada de sí) se encuentra bajo la for ma de enajenación como objetos t angi
bles, ajenos, út iles, son lasfacult ades objet i vadas del hom br e. La Psicología no
podr á conver t i r se en la cienci a real, l l ena de ver dader o cont eni do, m i ent r as
este l i br o, o sea la par t e de la histor ia más presente y accesibl e a los sent idos,
si ga sell ado par a ella. +
76 M ás que H egel la refer encia parece ser aquí la fi losofía especul ati va
de la nat ural eza de Schel l i ng. M ar x trató de consegui r una col aboraci ón de
Feuer bach sobre este tema par a los Analesfr anco -alemanes. Tam bi én En gel s se
había ocupado ya det enidament e de Schel l i ng.
* " La nat ur al eza como se desar roll a en la histori a hum ana — y éste es el
acto fundaci onal de la soci edad hum ana— 77 es la nat ur al eza real del hombre;
de ahí que la nat ural eza, tal y como se gener a en la i ndust ri a aunque en for ma
enajenada, sea la ver dader a nat ural eza ant ropológica.
77 Fr ent e a las tr adi ci onal es teorías (o mi tol ogías) de un cont rat o social
or i gi nar io, un acto punt ual e i ntenci onal , la soci edad en todas sus formas,
Tercer manuscrit o 523
Los sentidos (vid. Feuerbach)78 tienen que ser la base de toda cien
cia. Esta no es real más que cuando parte de los sentidos en la doble
figura de la conciencia sensible y de las necesidades sensibles-, o sea,
cuando parte de la naturaleza. El «hombre» tiene que convertirse
en objeto de la conciencia sensible y las necesidades del «hombre
como hombre» en las necesidades; toda la historia es historia de la
preparación, del desarrollo?? de este resultado. La misma historia
es una parte real de la historia natural, del proceso en que la natura
leza se hace hombre. En un futuro la ciencia de la naturaleza será
la ciencia del hombre y a la vez se hallará subsumida bajo ésta: no
habrá más que una ciencia.80
/ / x/ El hombre es el objeto inmediato de la(s) ciencia(s) na
turales). Y es que la naturaleza directamente sensible para el hom
bre es por de pronto la sensitividad humana (son lo mismo), pre
sente inmediatamente en forma sensible como el otro-, sólo otro
hombre hace presente la propia sensitividad como sensitividad
humana. Pero la naturaleza es el objeto inmediato de la ciencia del
hombre. El objeto primario del hombre — el hombre— es natura
leza, sensitividad, y cada una de las facultades humanas no puede
reconocerse a sí misma más que en la ciencia de lo natural, del
mismo modo que no puede realizarse objetivamente más que en
objetos naturales. Incluso el elemento en que el pensamiento existe
y se proyecta vitalmente, el lenguaje, es algo sensitivo. Realidad
social de la naturaleza y ciencia humana de la naturaleza o ciencia
natural del hombre son expresiones idénticas.*12
5) Un ser no se considera independiente mientras depende de
otro; y sólo deja de depender, cuando se debe su existencia a sí mis
i ncl uida la soci edad pol íti ca, es i nt erpret ada aquí com o un proceso nat ur al , en
el que la m i sma nat ural eza se va hom i ni zando por el tr abajo de los hombres
que for m an part e de ella. Vid. La ideología alemana ( M EW n i , pág. 30).
78 «Sól o por los sentidos reci bi mos ver dader am ente un objeto, no por
el pensami ento de por sí.» (Feuer bach, op. ci t ., 1975-1977, m , pág. 298;
Feuer bach, op. cit ., 1974, pág. 145. Cf. § 18 de la Filosofía del fut ur o.)
79 «Del desar roll o» se hal l a añadi do en el or i gi nal i nmediat ament e enci
m a de «de la pr epar aci ón».
80 Est a afi r m aci ón r eaparece en La ideología alemana ( M EW m , pág. 18),
en un pasaje tachado. Se tr ata de una afi r m aci ón no sólo pr ospect iva sino t am
bién pr ogr am át i ca, que l uego se le ha hecho pr obl emáti ca a M ar x, toda vez
que i nsi núa la posibi li dad de una total superación de la di fer enci a entre el
hom br e y el resto de la nat ur al eza (cf. El Capi t al, 1. 1, cap. 5, § 1).
12 Sal ta a la vista que un hombre rico y unas necesi dades humanas ricas
susti tuyen a la riqueza y la miseria de la economía nacional. El hom br e rico echa
Manuscrit os de París
[n ec esid a d es , pr o d u c c ió n y d iv isió n d el t r a b a jo ]
uni ver sal i dad abstracta de la dobl e negaci ón — en este caso el at eísmo, el co
munismo— se convier ta en uni ver sali dad real. Tal es la l ógica i mplíci ta en las
si gui entes líneas del párrafo.
81 bls Aq u í si gue en el manuscr i to (págs. xi - xiii ) la «Cr ít i ca de la di al éc
tica de H egel y en general de su fi losofía», que, sigui endo las i ndicaciones de
M ar x, se da al final {infra, pág. 548).
Tercer manuscrit o 527
hace viajes; él puede darte todo eso, puede comprarl o; él es la verdader a capaci
dad de un hombre.83 Pero él, que es todo esto, no puede crearse y comprarse más
que a sí mi smo, pues todo lo demás es su esclavo y teniendo al señor tengo ya el
esclavo, que por tanto no necesito. Pasiones y acti vi dad, todo desaparece en la
codicia. El trabajador sólo puede tener lo necesario para quer er segui r viviendo y
sólo le es lícito quer er vi vi r para tener.
82 Sobr e el ascetismo capit al ista cf. El Capi t al, t. 1, cap. 22, § 3 ( O M E 41,
págs. 235-241) . Cf. t ambién infra, pág. 534, nota *17.
83 «Ver m ógen » (aquí t r aduci do por «capaci dad») tiene en al emán el do
ble sentido de r i queza en dotes nat ural es y en fort una materi al . Cf. la cita de
Shakespear e que ci er ra el i .er capítul o de El Capi t al (O M E 40, pág. 94). Las
si gui entes líneas al uden al capítul o i v, a de la Fenomenología, op. cit ., 1966.
84 Para la base empíri ca de esta afi rmación, vid. los Grundrisse ([págs. 623-
624;] O M E 22, págs. 122-123); Para su sentido teórico, vid. el i .er tomo de las
Teorías ([ M EW xxvi , 1, pág. 376;] O M E 45, pág. 420).
85 Ya Ad am Sm i t h (La riqueza de las naciones, li br o 1, cap, 4 i nfi ne) había
cont estado i nequívocament e que el «val or de uso» se hall a a m enudo en r el a
ción i nversa al «val or de cam bi o» de un objeto. Por eso no es ar bi tr ar i o leer en
esta frase de M ar x, apar te de su sentido i nmediat o, otra i dea desar r ol lada des
pués en El Capi t al (O M E 40, pág. 99): el gr ado de extensi ón de las relaci ones de
cambi o com i enza dependi endo del desar r ol lo al canzado por la pr oducci ón
de los bienes de consumo. El val or de uso no det erm i na así cuanti t at ivam ent e
el val or de cam bio, pero sí su exi stencia m íni m a. El l ujo ha t eni do una part e
m uy i mpor tant e en el desar r ol lo de la sociedad con i nt er cambio monetar io
gener al i zado. M ás abajo, al com i enzo del pr óxi m o pár r afo tachado, es el val or
de uso el que depende del de cam bio, un hecho percept ible cada día.
53° Manuscrit os de París
*14 Todo lo que es t uyo tienes que ponerl o a la vent a, o sea hacerl o útil.
Pongam os por caso que pr egunt o al economi st a político: ¿está de acuerdo con
las leyes económi cas el que gane dinero con la ent rega y vent a de mi cuerpo a
la lascivi a ajena? (Los obreros franceses l l aman a la prost it uci ón de sus m uj e
res e hijas la enésima hor a de t r abajo y lo es li teralmente.) ¿O es que no obro
confor m e a esas leyes si vendo m i am i go a los mar r oquíes? (La vent a di rect a
de hombr es en la for m a de com er cio con los conscript os, etc., ocur re en todos
los países civi li zados.) El economi st a me contestará: Con t r a mi s leyes no obras;
pero ten en cuent a lo que di r án mi s vecinas la Sr a. M or al y la Sr a. Rel i gi ón; mi
mor al y reli gi ón económicas no tienen nada que objetarte, pero...
— ¿Per o a qui én tengo que creer entonces, a la Econom ía nacional o a la
m or al ?
— La moral de la Econom ía nacional es el lucro, el trabajo y el ahorro, la
sobriedad.
— Per o la Econom ía nacional me promete la sati sfacci ón de mi s necesi
dades.
— La Econom ía nacional de la mor al es la r i queza en buena conciencia,
en vi r t ud, etcétera. +
— Per o ¿cóm o puedo ser bueno, si no soy? ¿Cóm o puedo tener buena con
ciencia si no sé nada? +
— La enajenaci ón l l eva consi go que las di ver sas i nst ancias me apl i quen
m edi das di st int as y opuestas, la m or al una, la Econ om ía naci onal ot ra, pues
cada una de ellas es una for m a pr eci sa de la enajenaci ón hum an a y cada una
Tercer manuscrit o 531
/ / x v i i / f i j a u n d et er m i n ad o ám b i t o d e l a act i v i d ad en aj en ad a d e m i s f acu l t a
d es, cad a u n a se h al l a en aj en ad a d e l a o t r a en aj en aci ó n ... +
*15 La carenci a de necesi dades como pr i nci pi o de la Econom ía nacional se
mani fi est a de la for m a más estupenda en su teoría de la poblaci ón. H ay demasia
dos hombres. H ast a la existencia de los hombres es un puro l ujo y el tr abajador,
si es «moral», será ahorrat ivo pr ocreando. (Mi l i propone al abanza públ ica para
los que se muestren cont inent es y repr ensión públ ica par a los que pequen con
tr a esta i nfer t il idad m at r i m on i al ... ¿N o es esto m or al , doctr i na de la ascét ica?)
Pr oduci r hom br e(s) es teni do por mi seri a públi ca.
532 Manuscrit os de París
86 El «Yo =Yo » se r efi ere por de pronto a Fi cht e, pero es tambi én una es
tr uct ura i mpor tant e de la Fenomenología (op. cit ., 1966, por ej., págs. 472, 553).
«La Conci enci a universal de sí m i smo» puede ser considerado com o el título
i mplíci to de toda la úl t im a parte (C) de la Fenomenología.
Tercer manuscrit o 533
la vez su esclavo y su señor,88 generoso y rui n, veleidoso, presumi do, creído, fino,
culto, brillante. Y sin embargo, lejos de haber comprendi do que se halla some
tida a un poder totalmente ajeno a sí mi sma, se ve como su propi o poder, (cuyo)
fin [úl ti mo no es] la ri queza sino el disfrute de ella. Fr ent e a este (derroche) [,..]89
/ / xxi / y a la ilusión, cegada por el brillo de la aparienci a sensible, sobre lo que es
la ri queza, se al za el i ndustrial ilustrado en este punto, trabajador, sobrio, prosaico,
económico.9° Por una parte ampl ía el ámbi to de los placeres y sus productos son
otros tantos bellos halagos a la ri queza tradi ci onal — cada uno un vil cumpli do
a los antojos del derrochador— ; pero a la vez se apropia el menguant e poder de
esa ri queza en la única for ma que a él le es útil. De modo que, aunque la ri queza
industrial haya comenzado como consecuencia de la r i queza derrochadora y ex
tr avagant e, el propi o movi mi ent o de la ri queza industrial termina desbancando
acti vamente, por su propi o di nami smo, a la ri queza tradi ci onal.9' Así el descenso
del tipo de interés es una consecuenci a necesaria y resultado del proceso i ndustrial.
Los recursos de un rentista gastador di smi nuyen por consiguiente a di ari o pre
cisamente en proporción con el creci mi ento de los medios y arti mañas del placer.
O tiene que arruinarse consumi endo su capital o tiene que convertirse en capita
lista i ndust r i al ... Ci er t o, que di rectamente \arenta del suelo sube de cont inuo como
consecuenci a del proceso i ndust ri al; pero, como hemos visto, inevi tablemente
l lega un momento, en que los bienes raíces, como todos los demás, se ven obl i ga
dos a pasar a la categoría de capital r epr oduci do con beneficio; y es que la mi sma
di námi ca de la indust ri a produce también este resultado. De modo que hasta el
terrateniente derr ochador o consume su capital y se ar r ui na, o se convi er te en
el arr endatari o de su propi o terreno, en i ndust ri al agrícol a. Pr oudhon i nter pr e
ta el descenso del tipo de i nterés como supresi ón del capit al y tendenci a a su
social izaci ón, cuando no es di r ect ament e sino un sínt oma del completo t r iunfo
del capit al pr oduct i vo sobre la r i queza pr ódi ga; es deci r, la t r ansform ación de
toda la propi edad pr i vada en capit al i ndust ri al o, lo que es lo mi smo, la victori a
total de la propi edad pr ivada sobre todas las cuali dades que aún conservan una
apariencia humana y la sumisión completa del propietario bajo la esencia de la
propi edad pri vada: el trabajo. Cl ar o que también el capitalista industrial consume
y ni se le ocurre vol ver a una si mpl ici dad cont ra natura de las necesidades; pero
su di sfrute es sólo accesorio, descanso, subordi nado a la producci ón y para col mo
un placer calculado, o sea también económico, pues es puesto a la cuenta del capital
y no puede costarle más de lo que la reproducción del capital puede reponer con
beneficios. De modo que el placer se halla subsumi do bajo el capital, el i ndividuo
en cuanto goza bajo el i ndividuo en cuanto capital iza, mi entras que antes ocur ría
lo contrario. Por tanto, el descenso del tipo de interés no es un síntoma de la
superación del capital, sino en cuanto indica que éste va l l egando al apogeo de su
poder como enajenación cumpl ida, que corre así a su superación. Tal es la única
for ma en que lo existente confi rma su contrario.
88 En la dialéctica hegeli ana del «señor y el esclavo» el señor se halla por
enci ma de la reali dad, que sólo consume, mi entras que el trabajo, subordi nado
al señor y a la reali dad materi al, es propio del esclavo. Est a dialéctica está tomada
536 Manuscrit os de París
de las clases de la soci edad precapi tali st a. En la soci edad capit al ista el señor no
se hall a en la si tuación r elat i vament e soberana del feudal ismo. De ahí tambi én
la nueva car act er i zación psi col ógi ca — a conti nuación en el texto de M ar x— ,
que cor responde a esta nueva experi enci a históri ca. A la vez se hace evi dente
— lo que H egel perci bi ó con cl ar i dad tal vez sólo en el curso de la composici ón
de la Fenomenología— que «señor - esclavo» no si gni fica una deter mi nada
época de la histori a sino una est r uct ur a di alécti ca: el señor l l eva en sí desde
siempre el esclavo y vicever sa; esto es más claro en el capit al ismo que en el
feudal ismo, precisamente por que éste — como cor respondenci a di rect a del
tema «señor — escl avo»— tiende a i dent ificar y fi jar cada factor como una
r eal idad históri ca estable. En el texto de M ar x la concepción form al del tema
se pat ent iza en el hecho de que es la «r i queza» qui en actúa como señor, no el
i ndi vi duo empír i co.
89 Aq u í un desgarr ón — que también ha obl i gado a la conjet ura del ante
ri or corchet e— ha per di do como 3 líneas del manuscri to.
90 «Económ i co» se hall a escri to enci ma de «pr osaico».
91 A di fer enci a de la di al écti ca del «señor y el esclavo» se tr ata aquí de
la di al écti ca específi ca de una t ransi ción históri ca est rictamente real. H egel ,
glosando a Di der ot , la ha t r azado anál ogament e en «La l ucha de la I lust ración
cont ra la Super st i ci ón» (Fenomenología, op. cit ., 1966, págs. 329-337).
92 Cf. un bri llant e coment ari o de este t ema en las Teorías ([ M EW xxvi , 1,
45
págs. 22-23;] O M E >Págs- 21-23).
Tercer manuscrit o 537
él m ism o fuese a cazar. Por lo tanto su propio int erés le lleva a hacer
de la producción de arcos su ocupación principal. L a diferencia de t a
l en t os n at u r al es entre los individuos (...) no es tanto la cau sa como
el ef ect o de la división del trabajo. ... Si no tuviésem os la tendencia a
t rat ar e int ercam biar, cada uno t endría que proveer por sí solo a todas
sus necesidades y deseos. Todos t endríam os que t r abaj ar l o m i sm o y
no habría esa gr an d i f er en ci a entre las diversas o cu p aci on es, sin la
que no puede haber grandes diferencias de capacidad.
»La propensión al int ercam bio no sólo produce las diferencias de
t alento entre los hom bres, sino que las hace út iles. M uchas razas
de anim ales, aun perteneciendo a la m ism a especie, han recibido de la
nat uraleza una diversidad de facultades sensiblemente m ayor que la
que se puede observar entre hombres sin cultura. L a diferencia natural
de capacidad e int eligencia entre un filósofo y un descargador de m ue
lle no es ni la m itad de la que hay entre un m ast ín y un galgo, entre
éste y un perdiguero, y entre éste y un perro pastor. Y sin em bargo
estas razas, aunque de la m ism a especie, apenas son de ut ilidad m u
tua. L a fuer za del m ast ín / / xxxvi/ no puede servirse de la rapidez del
galgo, etc. Los efectos de las diferent es cualidades e int eligencia no
pueden convert irse en bien com ún dada la incapacidad o la falt a de
propensión para el com ercio e int ercam bio, y por consiguiente t am
poco cont ribuyen en lo m ás m ínim o al bi en y al b i en est ar com ú n
de la esp eci e ... Cada anim al tiene que alim ent arse y prot egerse por
sí solo, sin poder aprovecharse en lo m ás m ínim o de la diversidad de
talentos que la nat uraleza ha ot orgado a sus congéneres. En cambio
entre los hom bres los talentos m ás het erogéneos se apoyan m ut ua
m ent e; gracias a la propensión general al com ercio e int ercam bio, los
di ver sos p r od u ct o s de las respectivas indust rias se hallan deposi
tados, por así decirlo, en un m ont ón com ún, de m odo que cada uno
puede com prar lo que necesit e del product o de la indust ria del otro. +
»Puest o que la propensión al intercambio es el origen de la división
del t rabajo, el d esar r ol l o de est a d i vi si ón se halla siempre lim it ado
por la ext en si ón que haya alcanzado esa cu al i d ad de p r act i car el
i n t er cam b i o o, en ot ras palabras, por la ext en si ón del mercado. Si
el m ercado es m ínim o, nadie se anim ará a dedicarse exclusivam en
te a un oficio, ya que no podría cam biar el exceso del product o que
produce su propio t rabajo por encim a de su consum o con la parte
equivalent e que le int eresa del t rabajo de ot ro.» +
A un nivel avan zado: «Todos los hom bres se basan en el int er
cambio y llegan a convert irse en algo así como com er ci an t es; i n cl u -
Tercer manuscrit o 539
«Si cada fam ilia produjese todo lo que consum e, la sociedad podría
seguir funcionando sin necesidad de int ercam bio. +
»Si n ser f u n d am en t al , el int ercam bio es indispensable en el
avanzado gr ado de desarrollo de nuest ra sociedad. +
»La división del t rabajo es una form a hábil de aprovechar los re
cursos hum anos. +
»Por tanto aum ent a los product os de la sociedad, su poder y sus
com odidades; pero, t om ando cada hom bre en part icular, le roba, le
dism inuye sus cualidades. +
»Sin int ercam bio no hay producción.»
Así J. B. Say.
Así Skarbe\ .
M ili presenta el intercambio desarrollado, el comercio como
consecuencia de la división del trabajo-.
«La act ividad hum ana puede ser reducida a elementos m uy sim ples.
El hom bre no hace en realidad más que producir m ovim ient o; lo que
puede hacer es m over las cosas, a/ / xxxvn/ lejarlas o acercarlas entre
sí; las propiedades de la m at eria hacen el resto (...). A l em plear el
t rabajo y las m áquinas resulta que a m enudo se puede aum ent ar su
efecto dist ribuyéndolas con habilidad, separando las operaciones que
se est orban y junt ando las que de algún m odo se pueden reforzar. En
general los hom bres son incapaces de realizar m uchas operaciones
distintas con la m ism a rapidez y habilidad que da la cost umbre para
unas pocas; por eso siem pre es vent ajoso lim it ar lo m ás posible el n ú
m ero de operaciones encom endadas a cada uno. +
»Para divi di r el t rabajo y repart ir las fuerzas del hom bre y de
las m áquinas de la m ejor form a posible, se requiere a m enudo ope
rar a gr an escala; con ot ras palabras, producir la riqueza en grandes
cantidades. A esta vent aja se debe el nacim ient o de las grandes m a
nufact uras; a veces basta con que est ablezcan unas pocas en buenas
condiciones para surt ir no sólo un país sino varios con tanta m er can
cía como puedan requerir.»
Asi M ili.
Y toda la Economía nacional moderna coincide en que la di
visión del trabajo se condiciona recíprocamente con la riqueza
de la producción y con la acumulación del capital, lo mismo que
la propiedad privada dejada en libertad, a su aire, puede producir la
división del trabajo más útil y universal.
La argumentación de Adam Smith puede resumirse del si
guiente modo: la división del trabajo le confiere a éste una pro
ductividad ilimitada. Ésta a su vez se basa en la propensión o. cam
biar y a traficar, una predisposición específicamente humana, que
seguramente no es casual sino se debe al uso de la razón y el len
guaje. La motivación del que cambia no es la humanidad sino el
egoísmo. La diversidad de los talentos humanos es más efecto que
causa de la división del trabajo, o sea del intercambio — sólo éste
Tercer manuscrit o 541
[d in er o ]
[c r í t i c a d e l a d i a l é c t i c a d e h e g e l
Y EN GENERAL DE SU FILOSOFÍA]
O también:
98 Feuerbach, op. cit., 1975-1977, m, págs. 227,238; Feuerbach, op. cit., 1974,
págs. 69, 81.
99 Feuerbach, op. cit., 1975-1977, m, págs. 321-322; Feuerbach, op. cit., 1974,
pág. 170.
100 Cf. infra, nota 103. Feuerbach, op. cit., 1975-1977, págs. 303-304; Feuer
bach, op. cit., 1974, págs. 150-151.
Tercer manuscrit o 551
101 Feuerbach, op. cit ., 1975-1977, m, pág. 279; Feuerbach, op. cit ., 1974,
pág. 124. El mismo § (21) de la Filosofía del fut ur o vuelve a ser citado implíci
tamente infra, pág. 563.
102 Toda la última frase (desde «Para Feuerbach») se halla en el manuscri
to a pie de página sin referencia a su lugar en el texto.
103 En cuant o posi t iva, la negación (especulativa) de la negación (con que
el individuo comienza negando la abstracción inicial) sería la universalización
del individuo (como individuo a nivel de especie), la recuperación de su sus
tancia, que al comienzo se hallaba extrañada de él y que en un i .er paso se ha
bía visto obligado a negar para no ser absorbido por esa realidad convertida en
inhumana (<rf. supra, pág. 525; infra, págs. 554-555, 566). En cuant o negat iva, la
negación de la negación sería la actividad con que el individuo se afirma inclu
so cuando se niega y separa de sí mismo (objetivándose en el trabajo, pág. 507),
pues esa misma negación es su obra, en ella consiste ser hombre (cf. supra, pág.
490-491). El proceso histórico a que se refiere esta fórmula abstracta, apunta,
como sigue M arx, a una recuperación total de la sustancia que el hombre se
Manuscrit os de París
hacia fuera sino sólo hacia sí. El resultado es por tanto la dialéc
tica del pensamiento puro.106 / x v i i i //
/ / xxiii/ Lo extraordinario de la «Fenomenología» de Hegel y
de su resultado — la dialéctica de la negatividad como principio
motor y generativo— consiste por tanto en haber concebido la
producción del hombre por sí mismo como un proceso, la objeti
vación como pérdida del objeto, como extrañación y como supe
ración de la extrañación; una vez percibida la esencia del trabajo,
el hombre objetivo, el hombre real y por tanto verdadero aparece
como resultado de su propio trabajo. I 0 7 Una condición es precisa
para que el hombre sea capaz de comportarse real y activamente
frente a sí mismo como especie, para que pueda activarse como un
ser realmente a nivel de su especie, es decir humano: que desplie
gue en la realidad todas lasfacultades de su especie (lo que sólo es
posible por la cooperación de todos los hombres, como resultado
de la historia), comportándose con ellas como objetos (lo que a su
vez no es posible más que en la forma de la enajenación).
La parcialidad, los límites de H egel los vamos a exponer con
detalle al tratar del último capítulo de la «Fenomenología», «El
Saber absoluto», un capítulo que no sólo resume todo el espíritu de
la («)Fenomenología(») y su relación con la dialéctica especulati
va, sino también la conciencia que tenía Hegel de ambos elementos
así como de sus correlaciones.
De momento sólo anticiparemos que el punto de vista de H egel
es el de los modernos economistas nacionales. El trabajo es para él
la esencia del hombre en el acto de confirmarse; sólo se ve el lado
positivo del trabajo, no su lado negativo. El trabajo es el reencuen
tro del hombre consigo mismo dentro de la extrañación, como hom
bre extrañado. El único trabajo que Hegel conoce y reconoce es
el abstractamente espiritual. Por tanto su esencia es la misma de la
filosofía: la enajenación del hombre consciente de sí o la ciencia extra-
106 h a Sagrada Familia ( M EW 11, págs. 40-41) repite esta i dea, apl icándol a
pol émi cament e a Ed gar Bauer — hegel iano de i zqui er da, her mano de Br uno
Bauer — y com par ándol a con el com uni smo francés. El paso de la pág. x v i i i
a la pág. x x i i i se hace por i ndicación de M ar x en este l ugar del manuscr i to.
107 Según el capítul o sobre «El Saber absolut o» de la Fenomenología,
que M ar x comenta poco después, «el m ovim ient o con que el Espír i t u deva
na de sí m ism o la for m a de su Saber es el tr abajo; con él pr oduce la historia
r eal». (.Fenomenología, op. cit ., 1966, pág. 469. Cf. el fi nal del capítul o vi : ibid.,
pág. 389.) C f La ideología alemana ( M EW m , pág. 21) y supra, págs. 490-491.
Tercer manuscrit o 557
i.°) «El objeto como tal no tiene para la conciencia más que una
fugaz realidad.»
2.0) «El qu e h aya “ cosas” se debe al ext r añ am i en t o de l a con ci en
ci a de sí.»
3.0) «Est a ext r añ aci ón t i ene un si gn i fi cado no sól o n egat i vo si no
posi t i vo»,
4.0) «y no sól o p ar a n osot r os o en sí si no (t am bi én ) p ar a l a m i s
m a co n ci en ci a».
5.0) «L o n egat i vo en el objet o (o sea su aut osuper aci ón ) ad qu i er e
un si gn i fi cado posi t i vo par a la conci enci a (o sea, ést a sabe esa n u l i d ad
del objet o) por el h echo de qu e (es) l a m i sm a con ci en ci a (qu i en ) se
ext r añ a; en efect o, d ad a l a u n i d ad i n di vi si bl e de l a consci enci a, ést a se
pone en l a ext r añ aci ón com o obj et o o al obj et o com o sí m i sm a.»
6.°) «Por otra part e aquí t enemos a l a vez el otro aspecto, de que ade
m ás l a conci encia ha super ado y r eabsor bi do en sí la extr añaci ón y objeti
vi dad, de m odo que se hall a cabe sí en su propi a al ter i dad en cuan t o tal.»
7.0) «Tal es el proceso de la conci enci a y la t ot al idad de sus fact or es.»
8.°) «L a con ci en ci a t i ene qu e com por t ar se con el objet o según l a t o
t al i dad de sus con cr eci on es, com pr en d i én d ol o con ar r egl o a cada un a
de el l as. Est a t ot al i dad de sus con cr eci on es le con vi er t e en sí en esencia
*l8 El hombre es un ser di r ect ament e nat uraleza. Com o ser nat ur al y ade
más vi vo es act ivo, dot ado ácfuer zas nat urales, defacult ades; estas fuer zas exis
ten en él en la for m a de di sposi ción y capaci dad, de impulsos. Com o ser nat u
ral, cor póreo, sensible, objeti vo es a la vez pasi vo, dependi ent e y li mi tado, lo
mi smo que el ani mal y la plant a; es deci r, los objetos de sus i mpulsos se hall an
fuera e i ndependi ent ement e de él, a la vez que le son esenciales e i m pr esci n
di bles en cuanto objetos de su(s) necesidades) para el ejer ci ci o y desar rol lo de
sus facul tades.
El que el hom br e sea un ser corporal, dot ado de fuer zas nat ural es, vi vo,
real, sensible, objeti vo qui er e deci r que sus objetos, en los que proyect a su vi da,
son reales, sensibles; sólo sobre objetos reales, sensibles puede proyect ar su vida.
Exi st i r en for m a objeti va, nat ur al , sensible es lo m i smo que tener su objeto, la
nat ur al eza, los sentidos fuera de sí o ser el objeto, la nat ural eza y los sentidos
de un tercero.
110 Feuer bach había insi sti do en que el hombr e se define por sus objeto
sensibles {Filosofía del f ut ur o,A § 44); de él provi ene tambi én en este cont exto el
tema del hambr e (i bi d., A § 34), del sol y las plant as (La esencia del Crist ianismo,
I nt roducci ón, part e 1.a).
Tercer manuscrit o
111 «Ter cer objeto» parece una for mul aci ón descuidada par a pr opi o uso.
El i .er objeto se hall a en «un ser que no es objet o»; el 2 °, en «un ser que no
tiene objeto»-, el 3.0 es el objeto real, existente fuer a de mí. N o se trata por tanto
de tres clases de objetos sino de tres posi ci ones en que ha apar ecido «objeto».
112 Feuer bach dedi ca a esta «pasi vi dad» la parte cent ral de las Tesis pr o
visionales.
19 Per o el hombr e no sólo es un ser nat ur al sino un ser nat ur al humano;
puesto que existe par a sí m i smo — y por tanto a nivel de especie— tiene que
confi r marse por su propi a acción tanto en su ser como en su saber. N i los ob
jetos humanos son los objetos nat ural es com o se presentan i nmedi at ament e, ni
los sentidos humanos son en su real idad di rect a, objet iva, sensibil idad humana,
objeti vidad humana. La nat ur al eza no se hall a di rect ament e adecuada al ser
humano ni objet iva ni subjeti vamente.
“3 Ver sali t as del traductor.
562 Manuscrit os de París
cadopositivo para la conciencia (o sea, ésta sabe esa nulidad del objeto)
por el hecho de que (es) la misma conciencia (quien) se extraña; en
efecto, gracias a su extrañación se sabe objeto (o sea, en la unidad
indivisible de la consciencia, ésta sabe que el objeto es ella misma).
6.°) Por otra parte aquí tenemos a la vez el otro aspecto de que además
la conciencia ha superado y reabsorbido la extrañación y objetividad,
de modo que se halla cabesí en su propia alteridad en cuanto tal.
Ya hemos visto qué significa para Hegel la recuperación de la
sustancia objetiva enajenada o superación de la objetividad carac
terizada por la enajenación — una enajenación que tiene que pasar
de la extrañeza indiferente a una hostil enajenación real— ; para
Hegel se trata en parte o incluso sobre todo de superar la objeti
vidad, ya que lo enajenado e intolerable para la conciencia de sí
no es esa forma precisa del objeto sino su carácter objetivo. De ahí
que el objeto sea algo negativo, que se suprime por sí mismo, una
nulidad. Esta nulidad tiene para la conciencia también un signifi
cado positivo, toda vez que es la confirmación de la inobjetividad
por sí misma, de la / / xxvm/ abstracción, de sí mismo. La nulidad
del objeto tiene un contenido positivo para la conciencia misma,
porque la conciencia sabe que esta nulidad, lo objetivo, no es sino
su autoextrañación y sólo gracias a ésta existe...
(Según H egel) la forma en que existe la conciencia y en que
algo existe para ella es el saber. La conciencia no tiene otro acto,
nada existe para ella sino en cuanto lo sabe. El saber es su único
comportamiento objetivo. Ahora bien, la nulidad del objeto — o
sea la indistinción de objeto y conciencia, la inexistencia del ob
jeto para la conciencia— la sabe ésta, por cuanto sabe que el obje
to es la enajenación de sí misma. Es decir, que se sabe a sí misma
— (haciendo así) el saber de objeto— por el hecho de que éste no
es sino la apariencia de un objeto, una alucinación, a la vez que
idéntico en el fondo con el mismo saber; éste, oponiéndose a sí
mismo se opone una nulidad, un algo carente de toda objetividad
que no sea el saber mismo. Dicho de otro modo, el saber sabe que,
al ponerse en relación con un objeto, sólo se extrovierte, se extraña;
que sólo como objeto se hace presente a sí mismo, pues lo que se le
presenta como objeto no es sino él mismo.
Por otra parte, según H egel, el otro aspecto aquí implícito es
que esta extrañación y objetividad se hallan igualmente superadas
y reabsorbidas por la conciencia. Esta, por tanto, se halla cabe sí en
su misma alteridad como tal.
Tercer manuscrit o 563
114 Repr oducci ón li teral (en el al emán) del final del § 30 de la Filosofía del
fut ur o: «H egel es un pensador que se supera en el pensamiento: qui ere captar
la cosa mi sm a, pero (sól o) con pensarl a; salir del pensami ento, pero con el
pensami ent o».
115 M ar x ha expuesto esa concepción más ampli a — cri ti cando el § 21 de la
Filosofía delfut ur o, aquí al udido— supra, págs. 550-552.
564 Manuscrit os de París
116 Est a enumer aci ón resume las pri ncipal es art icul aciones de la Enci clo
pedi a de H egel .
566 Manuscrit os de París
"7 Est a críti ca es una de las i deas fundament ales que han gui ado la Crít ica
de lafilosofía del Est ado de H egel y se hall a ahí am pl i amente desar rol lada.
568 Manuscrit os de París
118 «La doctr i na del ser », «La doct ri na de la esencia», «La doct r ina del
concept o» son los títulos de las 3 partes de la Pequeña Lógi ca en la Enciclopedia
(equi valentes a las tres partes de la Ciencia de la Lógica). El últ i mo párr afo de
la Pequeña Lógi ca (.Enciclopedia, § 244) — cit ado más abajo por M ar x— no
sólo r esume la «t r ansición» a la «Nat ur al eza» que daba la Ciencia de la Lógica,
sino que añade una refer encia expr esa a la «i nt uici ón» de la que M ar x habl a
a cont inuación.
119 La i mposibi li dad de pasar de la abst racci ón de la Lógi ca a la Fi l osofía
de la Nat u r al eza era una críti ca fundam ent al de Schel l i ng a H egel , r ecogi da
t ambién por Feuer bach y conver t i da en clásica. El si gui ent e pár r afo se refiere
al m i sm o probl ema bajo los nombr es «abstr acci ón» - «i nt ui ci ón» (sensible,
no intelectual).
Tercer manuscrit o 569
120 Di cho en otras pal abras, H egel susti tuye esas abst racci ones fi jas por el
acto i nmanent ement e ci r cul ar de la abst racci ón. De este modo le cor responde
por de pronto el méri to de haber mostrado la m at r i z de todos estos concept os
dispersos, cuyo ori gen t empor al cor responde a di versos filósofos, de haberlos
coordi nado y haber dado así a la críti ca como objeto en vez de una abstr ac
ción, la que sea, la abst racci ón en toda su extensi ón.
57o Manuscrit os de París
Lu ego veremos por qué separa H egel el pensamiento del sujeto. Pero ya está
claro que donde no hay hombre tampoco puede ser humana la proyecci ón de su
ser; por tanto tampoco el pensamiento podía ser visto (por H egel ) como proyec
ción de un ser humano, de un sujeto humano y natural con ojos, oídos, etc., de
sarroll ando su vi da en la sociedad, en el m undo y en la Nat ur al eza. (N. del A.)
*21 Fi j ém onos un moment o en la defi ni ci ón que da H egel de la Nat u r al eza
y en la t ransi ción entre ésta y el Espír i t u. La Nat ur al eza ha r esul tado com o la
I dea en la for m a de la al teri dad. Com o la I d[ea].
Tercer manuscrit o 571
121 El texto de H egel si gue así: «Se puede deci r que toda la cul t ura y fi lo
sofía se ha di r i gi do absoluta y excl usivamente a buscar esta defi ni ci ón y com
prender su sentido y si gnifi cado; aquí apunt aba toda la reli gi ón y la ciencia;
este i mpul so es la única base para com pr ender la histori a uni versal . La pal abra
e imagen del Espír i t u fue hal l ada hace ti empo y la reli gi ón cri sti ana no tiene
otro sentido que dar a conocer a Di os como Espír i t u. La tarea de la fi losofía
es com pr ender en su propi o elemento, en el concept o, esto que se hall a aquí,
com o dato r epr esent ado y com o la esenci a en sí\ tarea que seguir á sin ser ver
dader a e i nmanent ement e resuelta, mi entras Concept o y Li ber t ad no se con
vi er t an en su objeto y al m a».
(D E U N EX T RA C T O D EL Ú L T I M O
CA PÍ T U L O D E L A «FEN O M EN O L O GÍ A
D E L E SP Í R I T U » D E H E G E L ,
« E L SA B E R A B SO L U T O » } 122
«
4) «El objet o es así por una parte ser inmediato o cosa a secas
(nivel de la conciencia inmediata), por otra parte, al convertirse en
otro, el objeto es tanto relación, o ser-para-otro, como ser-para-sí
o calidad (nivel de la percepción), por otra parte en fin el objeto es
esencia o universal (nivel del entendimiento discursivo).»123
122 Est e ext ract o se encuent ra cosi do al 3.er manuscr i to. Los párr afos 1-13
del «Saber Absol ut o» se hal l an extract ados m uy det al l adament e con excep
ción del pár r afo 9. Los párr afos 14 y pr i m er a mi t ad del 15 son r esumi dos m uy
brevement e. Con la 2.a part e del pár r afo 15 y la i .a línea del pár r afo 16 t er mi na
abruptament e el manuscr i to, dejando sin extr act ar el úl t imo terci o del capí
tulo (párrafos 16-21). M ar x ha uti l izado una numer aci ón de 1) a 8), que no se
atiene a la di vi sión de los pár rafos en el texto de H egel ; las tres úl t imas cifr as
— 6), 7), 8)— cont ienen cada una 2 pár rafos. El pr i mer pár r afo de H egel es
el más i mport ant e para M ar x, qui en lo ha di vi di do, si gui endo la est r uct ur a
m ar cada por el m i smo H egel , en tres. La 2.a y la 3.a part e se hall an i ncor po
r adas l it eralmente — al go r educidas— en el texto del 3.er manuscr i to {supra,
págs. 557-562). Nuest r a edi ci ón sólo r ecoge los pasajes en que M ar x ha añadi
do al gún com ent ar i o, que será di st ingui do por un tipo mayor , di st int o m ar gen
y pár r afo propi o. Los puntos suspensi vos entre corchetes angulares i ndi can
pasaje omi ti do por el t raductor.
123 Refer enci a del 2 ° pár r afo del «Saber Absol ut o» a los tres pr i mer os ca
pít ulos (sección A.) de la Fenomenología. A conti nuación M ar x enumer ar á una
serie de tr íadas hegeli anas; par a m ayor cl ari dad he cambi ado l a i nt erpunci ón,
que en el manuscr i t o no es homogénea.
573
574 Manuscrit os de París
(sic)
(dinero)
124 H egel había subr ayado: «ser indiferente». M ar x, al qui tar el subr ayado
de «ser », fi ja la at enci ón sobre «indiferente». El «si c» a conti nuación, r efer i do
por tanto a «i ndi fer ent e», i ndica el desacuerdo l l evado hasta la extr añeza con
la depr eciaci ón hegel iana de la real idad i nmedi at a en cuant o no es espi rit ual
(o apr eci aci ón sólo en cuanto es real idad del espíritu). En el 3-er manuscr i to
(supra, pág. 550) Feuer bach ha si do cit ado con aprobaci ón por haber opuesto
a la negaci ón de la negaci ón lo basado posit ivament e en sí mi smo. Est e 3*er
pár r afodel «Saber Absol ut o» se r efi er eal capít ul oC. (AA.)d el a Fenomenología:
«Razón », en el cual el Sujet o absolut o com i enza a reencontrarse en su ext r a
ñación como objeto.
125 «Val i dez»: en al emán «Gel t en». «Di ner o»: en al emán «Gel d». «Obr ar »:
en al em án «H an del n », t ambién t r aducible por «com er ci ar ». Est e pár r afo 6.°
del «Saber Absol ut o» se refi ere a la últ i ma fi gur a objet iva del Espír i t u, capí
t ul o C. (BB. C.) de la Fenomenología: «El espíri tu cierto de sí mismo. La m o
r al i dad».
D e un extracto del últ imo capít ulo de la «Fenomenología 575
7)0
«Est e Con cept o (ver d ad er o) ha al can zad o su cu m pl i m i en t o de
u n a par t e en el Esp ír i t u oper ant e, de ot r a en la r el i gi ón. ... En la p r i
m er a fi gu r a la for m a no es ot r a qu e el Sí m i sm o, ya qu e con t ien e al
Esp ír i t u oper ant e, con scien t e de sí m i sm o; el sí m i sm o l l eva a cab o
l a vi d a d el Esp ír i t u Ab sol u t o. T al fi gu r a es aqu el Con cept o si m
ple, sólo qu e ah or a h a r en u n ci ad o a su esencia et er n a, ex-i st e, es d e
ci r obr a. L a di vi si ón, el d i st i n gu i r se, cor r espon d e a la p u r eza126 del
m i sm o Con cept o, t oda vez qu e ést a es la ab st r acci ó n absol u t a o
n egat i vi d ad . A él t am bi én le cor r espon de el elem en t o del ser o de su
r eal i d ad , ya qu e est e elem en t o es la i nmedi at ez sim ple, que es t ant o íét
y exi st enci a com o esen ci a;126 aqu el l o el pen sam i en t o n egat i vo, ést a el
posit i vo m i sm o.»
E l f u n d a m e n t o d e la c r í t i c a ....................................................... 3
Crítica de la filosofía especulativa ....................................... 5
El misterio de la filosofía de H e g e l............................................. 5
La conciencia m ística...................................................................... 8
De la crítica del cielo a la crítica de la t ie r r a ............................. 11
La filosofía como filo so fía ............................................................. 12
El misterio de la construcción especulativa............................... 16
677
Crítica de la polít ica y del der echo...................................... 21
Los límites de la emancipación política ...................................... 21
Los derechos del hombre y los derechos
del ci u d ad an o................................................................................ 27
La constitución .................................................................................. 34
M onarquía y dem ocr aci a................................................................. 35
La esencia del Est ado m od er n o..................................................... 37
Sociedad burguesa y estado pol ít i co............................................. 40
Crít ica de la razón política ............................................................. 43
Ideología y crítica de las ideologías............................................. 47
Las quim eras de la mente ............................................................... 47
Los productos de la consciencia aut on om izada........................ 49
L a producción de ideas y represent aciones................................ 51
Lenguaje y consciencia .................................................................... 53
Las ideas dominant es ....................................................................... 55
«N o lo saben, pero lo hacen» ......................................................... 59
Alienación ................................................................................................ 67
La disolución de todos los productos y actividades
en valores de cam b i o................................................................... 67
La paradójica exigencia de la sociedad actual ........................... 77
El t rabajo bajo el control capitalista ............................................ 85
Explot ación.............................................................................. 95
Com pra y venta de la fuerza de t r ab ajo...................................... 95
El hambre voraz de plu st r abajo.................................................... 10 6
La lucha por la jornada de trabajo n or m al ................................ 115
E l vínculo de todos los vínculos..................................................... 137
El tiempo de la venalidad universal ............................................ 137
Crítica de la economía polít i ca............................................ 139
El punto de p ar t i d a........................................................................... 139
La economía política y las furias del interés privado .............. 156
Crít ica de la economía polít ica y clase ob r er a............................ 16 0
L a cr ít i ca co m o f u n d am en t o ....................................................... 16 5
Teoría de la historia ........................................................................... 16 7
La ciencia de la historia ................................................................... 16 7
Las premisas de la historia ............................................................. 16 7
La historia universal ......................................................................... 18 6
Proceso histórico y división del t r ab ajo....................................... 18 7
Relación entre Estado, derecho y pr opi ed ad .............................. 200
Prolet ariado y r evol uci ón ................................................................ 208
678
L a anatomía de la sociedad y la prehist oria de la
sociedad h u m an a.......................................................................... 2 10
El desarrollo de las contradicciones ............................................. 2 12
L a clave del fen óm en o..................................................................... 2 12
L a historia avanza por el lado malo 2 14
La historia y el desarrollo de las fuerzas productivas 2 14
El modo de producción capit alist a.............................................. 2 17
M ercancía: valor de uso y valor de cambio 2 17
El tiempo de trabajo socialmente n ecesar i o............................... 221
La fórm ula general del cap i t al ....................................................... 230
Proceso de val or aci ón ....................................................................... 240
Capital constante y capit al vari able............................................... 253
La cuota de plusvalía ........................................................................ 26 2
Plusvalía absoluta y plusvalía relativa 269
Conversión de plusvalía en cap i t al ............................................... 280
Superpoblación y ley general de la acumulación
capit alist a........................................................................................ 296
La tendencia histórica de la acumulación capit alista
y la negación de la n egaci ón ..................................................... 3°4
Ley de la tendencia decreciente de la cuota de gan an ci a....... 30 8
Causas que cont rarrest an la l ey ..................................................... 331
El verdadero límite de la producción capitalista 34 1
El contradictorio m ovimient o civilizatorio del capit al 353
Capitalism o y ciencia ........................................................................ 35^
Capit alism o y depredación del medio natural y humano 359
Lucha de clases y conciencia de clase........................................ 36 1
Cam pesinado y proletariado .......................................................... 3^ :
Cl ases.................................................................................................... 36 6
La política marxiana: prolet ariado y emancipación 369
La humanidad doliente que piensa y la humanidad
pensante oprim ida ....................................................................... 3^ 9
Una clase con cadenas radicales .................................................... 37°
L a contradicción entre el desarrollo de las fuerzas
productivas y las relaciones de producción
y la revolución .............................................................................. 37^
Crisis y revolución ............................................................................ 3^4
La comuna como m od el o............................................................... 392
El reino de la libertad ...................................................................... 40 1
La producción soci al ......................................................................... 4o2
679
Cu e st i o n e s d e m e t o d o l o g í a y e p i st e m o l o g í a ..................... 40 3
Tesis sobre Feuerbach .................................................................... 40 5
1 ..................................................................................................... 4° 5
2 .................................................................................................... 4° 5
3 .................................................................................................... 40 6
4 .................................................................................................... 40 6
5 .................................................................................................... 4o6
6 .................................................................................................... 4° 7
7 ............................................. ...................................................... 4° 7
8 .................................................................................................... 407
9 .................................................................................................... 4° 7
1 0 .................................................................................................... 40 8
1 1 .................................................................................................... 40 8
El método de la economía polít ica ............................................ 40 9
El arte griego y la sociedadm oderna........................................ 4 21
Un último coquet eo................. ...................................................... 4 25
El interés desinteresado como valor definitorio
de la ciencia ................................................................................. 4 31
680
MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA ................................. 577
I. Burgueses y prolet arios........................................................ 581
II. Proletarios y comunistas.................................................... 595
III. Literatura socialista y comunista................................... 605
1. El socialismo reaccionario ................................................... 605
2. El socialismo conservador o burgués ................................. 6 12
3. El socialismo y el comunismo utópico-críticos................... 6 13
IV. Posición de los comunistasfrent e a los diversos
partidos opositores............................................................... 619
681
© De la traducción de Textos selectos:
Jacobo M uñoz Veiga, Javier Pérez Royo, José M aría Ripalda Crespo,
M anuel Sacristán Luzón, León Mames.
© De la traducción de textos selectos de El Capit al:
W enceslao Roces.
Cedidas por el Fondo de Cult ura Económica.
© De la traducción y las notas de Manuscritos de París:
José M aría Ripalda Crespo.
© De la traducción y las notas del Manifiesto del Partido Comunista:
Jacobo M uñoz Veiga.
© De la traducción y las notas de Crítica del programa de Gotha:
Gust au M uñoz i Veiga.
© De las fotografías: Album , M ary Evans, Aci, The Granger Collect ion,
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FO I N SA ED I FI L M FO TO CO M PO SI CI Ó N
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Depósito legal: M -43251-2011
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