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MITOS Y LEYENDAS ARGENTINAS

EL BASILISCO
(Por José Ramón Farias)
Dicen las abuelas santiagueñas que el Basilisco es una víbora con patas y cabeza de gallo.
Que tiene la mirada penetrante, que mata con solo mirar a los ojos a las personas. Además
su aliento es tan fuerte, que las plantas se marchitan cuando él exhala su aliento sobre
ellas.
Nace de un huevo de gallina puesto a la medianoche, sin yema, y empollado por un sapo.
Para matarlo se debe colocar un espejo delante de él, para que se auto fulmine. No rapta, ni
asusta a las personas. Debe tenerse cuidado de encontrarlo por el riesgo de morir fulminado
por su mirada.
La dispersión de la leyenda hace que en el noroeste argentino se afirme, que los tesoros o
"tapados" escondidos en las cuevas de las montañas, son custodiados por Basiliscos. Quizá
esta afirmación sea una transmisión no sistemática de la creencia europea de los primeros
tiempos de la minería.
Decían los mineros que en los socavones morían víctima del aliento de este terrible animal.
En realidad se trataba de gases venenosos, de cuya presencia aprendieron más tarde a
protegerse. Como toda leyenda popular, cuando un fenómeno físico sobrepasa los
conocimientos que ostenta el hombre que lo observa, encuentra una salida sencilla y
satisfactoria, mediante la fabulación.
En la antigüedad, los habitantes de la región de Cantabria (España) afirmaban conocer al
Basilisco y el arma que utilizaban para protegerse de él, era un gallo que portaba debajo del
brazo, para que cante ante la presencia del demonio, único capaz (el gallo) de contrarrestar
su poder. En antiguos tratados de Historia Medieval y China, encontramos relatos de
Basiliscos con mucha frecuencia. Además en Europa se acostumbraba bautizar las piezas de
artillería, con nombres de animales que configuraban una alegoría a su poder de
destrucción. Basilisco se llamó a una pieza de artillería, de bronce, de gran calibre, que cayó
en desuso por lo incómodo de su manejo.
A consecuencia de la imposición cultural que significó el implante forzoso de la religión
traída por los españoles, y la silenciosa resistencia a abandonar sus antiguos dioses de parte
de los nativos, se produjo un sincretismo desordenado de algunas cuestiones culturales.
Entonces es común encontrar límites imprecisos entre paganismo y religión (oficial). Así
tenemos presencia de Basiliscos en la concurrencia de Salamancas, o custodios de antiguos
tesoros en oro y plata enterrados por los aventureros españoles u Obispos poderosos ante la
posibilidad de saqueo.
EL CURUPÍ
(Por José Ramón Farias)
El jesuita José de Anchieta, notable naturalista español llamado “Apóstol de Brasil” por su
destacada labor misional en Sao Paulo (ciudad surgida de una misión fundada por el
religioso) dice de él: ... El Kurupí o Kurupiré es un demonio menor de los guaraníes. Es un
hombre pequeño, de cuero escamoso, de orejas en punta, que tiene la particularidad de
tener los pies hacia atrás, es decir, avanza con los talones. Pero su principal rasgo es su
miembro viril que da varias vueltas a su cintura y con el cual, desde la distancia puede
embarazar a una mujer...
...a veces roba criaturas mejor si son del sexo femenino y otras llega a asesinar al cazador
desprevenido que no le deja su caza, comiéndole el corazón...
De esta manera presento el mito fálico de los guaraníes, símbolo de la abundancia, de la
multiplicación de la especie. La lujuria es una característica del ser humano, que no entra en
celo estacionalmente como los animales, sino que vive permanentemente en actitud de
apareamiento. La barrera moral que impone principalmente la iglesia, ha permitido una
convivencia de respeto por el sexo opuesto. El hombre moderno se guía con reglas por él
impuestas, que acepta y acata, creando una escala de valores muy útil a su vida social.
Nuestro Curupí, tiene su equivalencia en el dios griego de los bosques, los campos y la
fertilidad. Este dios europeo, llamado Pan, tenía cuernos, orejas y patas de un macho
cabrío, por lo tanto regía la vida de los pastores y cabreros. Su fealdad hacía que las
mujeres, especialmente las ninfas (divinidad griega o romana que vivía en las fuentes, los
bosques, praderas, ríos y el mar) le escaparan. Pan, conociendo la debilidad que estas
deidades tenían por la música y la danza, construyó una flauta de cañas, con la cual las
seducía ejecutando melodías incomparables.
En el mundo guaranítico se dice que Curupí tiene el falo tan largo, que lo enrolla en la
cintura. Con él puede atraer desde la distancia a las mujeres para embarazarlas. Se lo
describe como un hombre joven, velludo, de baja estatura, que deambula desnudo en la
siesta por los bosques, buscando muchachas que caminen solitarias, para aplacar su lujuria.
Las madres suelen asustar a sus hijas para que no se aventuren solas en la selva. Si se
encontraran con Curupí, podrían quedar preñadas, y si consiguen escapar de la tentación
que les hace con señas obscenas desde las ramazones, pierden la razón, teniendo a partir
de ese momento ataques de epilepsia. Es torpe para desplazarse, por lo tanto se afirma que
es muy fácil burlarse de él, y que además, cortándole el falo se vuelve inofensivo.
Ayala Gauna lo describe como un enano cobrizo, robusto, capaz de estrangular con sus
poderosas manos, pero con un cuerpo torpe, de una sola pieza (es decir, carente de
coyunturas) y los pies dirigidos hacia atrás. Es fácil burlarlo trepándose a un árbol, pues no
puede subir. Tampoco puede nadar, o lo hace con mucha dificultad. En esta versión es
antropófago, prefiriendo la carne de los niños y las mujeres.
Juan Bautista Ambrosetti lo relaciona con el Yasí Yateré, pues cree que es una variante de
aquel, quizá debido a que en sus investigaciones recopiló que gusta secuestrar niños para
lamerlos. Otros autores lo describen como guardián del monte, confundiendo su función con
la del Pombero. Personalmente creo que es la canalización de la sexualidad exacerbada de
los habitantes de lugares apartados o solitarios. De igual, modo los europeos utilizaron la
figura del Fauno (romano) Pan (griego) o Sátiro (griego) para entender la tendencia
lujuriosa de los hombres.
Curupí fue un recurso nacido con la llegada del cristianismo, donde se mezclaron las rígidas
reglas morales de la nueva religión, con los antiguos saberes míticos. Fue utilizado por las
madres en el área guaranítica para evitar los hijos de madres solteras, o poner freno a las
muchachas ardientes, que de otro modo cargarían con numerosa prole sin padre que se
haga cargo de ellos
EL LOBIZON
(Por José Ramón Farias)
La creencia de la transformación del hombre en animal es antiquísima. Herodoto registra
historias recogidas en sus viajes, sobre un pueblo que en determinada época del año se
transforma en lobos. Cuando Sebastián Gaboto toma contacto con aborígenes guaraníes en
las cercanías de la actual Itatí, su cronista anota la conversión de hombres en tigre. La
acción de
los jesuitas en el mundo guaraní, dejó profundas huellas en la cultura desarrollada después
de su partida. Estos misioneros, disfrazaron muchas creencias nativas con ropaje religioso
para facilitar la transferencia de la nueva doctrina.
Entonces, determinados valores o reglas sociales eran transmitidas como tabúes, relatando
historias fantásticas. Si nacían 7 hijos varones, seguidos, el último sería maldito,
transformándose en lobo o perro los días viernes a la medianoche. Si el séptimo hijo era
mujer, esta sería bruja. En estas fabulaciones, que llegaron a nuestros días con pocas
variantes, Dios castigaba a los transgresores de la regla, condenándolos a sufrir horrendos
castigos.
Dicen nuestros paisanos, que el hombre lobisón, los días sábado tiene apariencia macilenta,
que sufre fuertes dolores de estómago, que su olor es insoportable. Es que el viernes a la
noche vagó por los basurales, se revolcó en las osamentas, comió carne podrida, engulló
algún niño sin bautizar, y atacó a cuanto caminante encontró, largando fuego por los ojos y
la boca. Los que afirman haberlo visto en mi provincia, dicen que es un perro negro, grande,
sin cabeza, o si la tiene luce una oreja cortita y una larga hasta el piso, que arrastra
cadenas. Produce tanto terror su presencia, que los perros gimen y se esconden al solo
olfatear su presencia. Los lugareños cuidan que el Lobisón no pase entre sus piernas,
porque de esa manera, les transfiere la maldición. No debe atacarse al Lobisón, porque no
muere, y luego la venganza es terrible. La única manera de eliminarlo es utilizar una bala
bendecida, o hacerle una muesca en forma de cruz en la punta.
En las pequeñas poblaciones, cuando una persona es rechazada socialmente, se le endilga
la maldición de ser Lobisón. Esto es causa de marginación sin vueltas. Las incontables
historias acerca de este ser maldito, dicen por ejemplo que al momento de transformarse, el
hombre siente fuertes dolores de estómago, comienza a revolcarse dando siete vueltas al
derecho y siete vueltas al revés. Mientras va girando sobre su cuerpo reza de ida 7 credos al
derecho y al volver 7 credos al revés. Luego sale a atacar, primero a sus enemigos y luego
al que encuentra. La reacción de los pobladores ha sido tan violenta en el pasado, que llegó
a lincharse a personas inocentes. Para frenar esa paranoia, en nuestro país se estableció el
padrinazgo presidencial de todo séptimo hijo.
EL POMBERO
(Por José Ramón Farias)
Duende guaraní que nada tiene que ver con la idea cristiana del demonio. Es un asustador
característico del área guaranítica, desde donde se expandió a toda la Argentina, llevado de
la mano de la constante migración de correntinos y paraguayos, principalmente. La creencia
está fuertemente arraigada en Misiones, Corrientes, Entre Ríos, sur de Brasil y Paraguay.
Se dice que es una enano robusto, velludo, con brazos tan largos que los arrastra, manos
desmesuradamente grandes, piernas cortas rematadas con enormes pies mirando hacia
atrás (para desorientar a quien lo rastrea), no tiene “coyunturas”, es decir articulaciones del
codo y rodilla, lo que hace que sus movimientos sean torpes y grotescos, usa un gran
sombrero de paja, y anda sin ropas, aunque su miembro viril enorme es tapado por la
profusa barba que le llega hasta el suelo.
ElPomberito gusta muchísimo del tabaco y la miel. Además puede ser amigo o enemigo del
hombre, según la conducta de éste. Su función primordial es la de cuidar del monte y los
animales salvajes.
Se enoja muchísimo si algún cazador mata más presas de las que consumirá. Si eso ocurre
se transforma en cualquier animal o planta y con argucias induce al infractor a internarse a
lo profundo de la selva donde se pierde. Lo mismo sucede con el pescador, o aquel que corta
árboles que no utilizará. Su presencia no siempre puede ser advertida, porque la capacidad
de metamorfosearse, hace que vigile subrepticiamente la conducta de los hombres.
Como es muy lascivo, acecha a las mujeres, especialmente a las que no han sido bautizadas
para poseerlas, y viola a aquella esposa que públicamente pone en tela de juicio la virilidad
de su marido. Algunos investigadores han recopilado la creencia de que el Pombero puede
preñar a las mujeres, solo apoyando el dedo en su vientre. Esto ocurriría si la dama
solitaria, sin bautismo, al ser visitada en la noche por él, no le invita tabaco, miel o
cigarrillos. Quizá, de esta manera inocente e ingenua, la cultura guaranítica explica los
nacimientos extramatrimoniales, hecho muy repudiado en estos núcleos sociales.
Si el Pombero es enemigo, se está expuesto a innumerables peligros dentro del bosque,
porque siempre con engaños intentará perderlo en la espesura. Algunas veces provoca
extraños accidentes dentro de los ranchos, como por ejemplo que se cierren solas las
puertas, o caigan utensilios de la cocina, misteriosamente. Los que están enemistados con
el duende, en las noches, suelen escuchar pasos y voces en los alrededores del rancho,
como si alguien caminara por el patio en las noches.
En cambio si es amigo, pueden obtenerse grandes ventajas, puesto que él, de manera
invisible guiará al cazador hasta el lugar donde se hallan las presas más grandes y gordas,
la buena pesca o los mejores frutos silvestres que sirven de alimento. Para ganarse su
amistad, es necesario dejarle cada noche, durante treinta días sin interrupción, detrás del
rancho, potes de miel, tabaco o cigarrillos, alimentos que le gustan muchísimo. Además,
nunca debe pronunciarse su nombre en voz alta dentro de la casa, porque esto lo enoja.
El Pombero nada tiene que ver con el Diablo. Esta es la concepción cristiana del mal, por lo
tanto no debe asociarse al duende guaranítico con Satanás. La lujuria, característica común
a ambos entes, está presente en todas las civilizaciones. A Lucifer no le preocupa el
equilibrio ecológico, porque realiza el mal por el mal mismo. Digo esto, porque cuando el
sonado caso de la supuesta aparición de un Pombero en el Barrio Santa Teresita de
Presidencia Roque Sáenz Peña, en ocasión de entrevistar a la joven que afirmaba haberlo
visto y sido golpeada por él, advertí la presencia de mujeres munidas de Biblias,
representantes de un culto evangélico del barrio. Como se negaron a hablar conmigo, no
pude intercambiar ideas con ellas. Esta actitud, culturalmente irresponsable, crea mayor
confusión en cuanto a la interpretación de la mitología popular. Porque la mujer no estaba
poseída, según la concepción del cristianismo, estuvo simplemente bajo los fuertes síntomas
de una histeria, provocada por el temor hacia el Pombero, inculcado desde niña en su hogar.
Si esas mujeres hubieran conocido nuestra cosmovisión, seguramente no hubieran
confundido con tanta liviandad conceptos tan dispares.
Entre los araucanos hay también un “Pombero” llamado Peukén que persigue a las mujeres.
Es igualmente un duende bajo y lascivo que pertenece a las regiones boscosas de los
hacheros de Chile.
Como San Antonio y el Negrito Pastorero del folklore del Brasil, el Pombero interviene
también en la búsqueda de los objetos perdidos, por eso se oye decir: - ¡Pomberito,
Pomberito se me haces encontrar, (aquí el nombre del objeto perdido) yo te ofrezco
tabaquito!- Esta promesa debe ser cumplida para evitar que el Pomberito se enoje, ya que
su disgusto es de cuidado. El nombre guaraní del Pomberito es Cuarahí Yara o Dueño del
Sol.
El origen del nombre, quizá lo encontramos en el sur del Brasil, donde se llama “Pombeiro”
al que espía. Igualmente nuestros aborígenes pampas llamaban “Bombero” al que marchaba
en las líneas de avanzada, reconociendo el terreno, antes y durante los malones. Por su
actitud de acecho, quizá Pombero derive de estas fonías
EL UCUMAR
(Por José Ramón Farias)
Es dado comprobar cómo en las sociedades de todos los tiempos, los mayores han apelado
a la fabulación para que, de un modo sencillo, como es el relato oral, se transmitan
determinados valores o enseñanzas. Este recurso propio de los europeos de los primeros
tiempos y en la actualidad en sectores sociales con menor desarrollo intelectual, también se
verifica en nuestra América, sobre todo en grupos rurales o ciudades embrionarias. Así para
los urbanos habitantes el viejo de la bolsa es un pretexto para impedir a los jóvenes
permanecer levantados durante la siesta o el crepúsculo. El modernismo habla de cuidar el
equilibrio ecológico, y preservar las especies en vías de extinción. Los aborígenes ya
cuidaban el detalle de evitar la caza indiscriminada, atemorizando a los cazadores,
utilizando el tabú o fabulando duendes que todavía tienen vigencia. Creo personalmente,
que ése es el origen de las fabulaciones acerca del curupí, ukumar, sachayoj antiguos, etc. y
el dueño de los animales y peces de estos tiempos.
Personalmente escuché relatos de cazadores que erraban disparos a distancias para ellos
infalibles, o de persecuciones de extraños animales, o de pescadores que tuvieron lidias con
enormes peces, de comportamiento extraño. ¿Será que subyace en la memoria colectiva
desde tiempos remotos la precaución de evitar depredar, o simplemente es un secreto
mecanismo de la conciencia que dispara sentimientos de culpas por acciones irracionales,
produciendo visiones o sugestiones cuyas creaciones son los duendes rectores de esa
actividad? Lo cierto es que todos, secretamente, temen un encuentro con el dueño de los
guazunchos, o de los peces, etc.
En todo el nordeste se habla del Ucumar con la misma propiedad que lo hacen en otras
latitudes, los transeúntes de apartados lugares. Nadie puede describir con exactitud las
apariciones. Solo dan datos amorfos de los espantos que le asustan. Para la generalidad de
nuestros paisanos el Ucumar es un hombre-oso, o simplemente un oso de grandes
proporciones con algunos rasgos humanos. Dicen, que emite un gemido tan fuerte y
cortante que hiela la sangre, o en otras ocasiones imita la voz humana. Cuando los
cazadores escuchan una voz que los llama desde lo profundo de los montes, evitan dirigirse
hacia allí. Es que Ucumar llama a los desaprensivos para internarlos en la espesura y
perderlos. Escuché de mi padre, un migrante de Santiago del Estero, cuando residía en la
zona de Los Frentones, contar con preocupación, haber escuchado el llamado, desde lo
profundo del bosque, de una voz que le era familiar, pero no conseguía deducir a quién
pertenecía, que lo llamaba y, ante su concurrencia, la voz se escuchaba cada vez más lejos,
adentrándose en el monte.
En algunos lugares se asocia a Ucumar con el sexo. Dicen que se dedica a raptar jóvenes
vírgenes, para aparearse y procrear. Entonces las madres de muchachas montaraces le
recomiendan no escuchar el llamado y también no internarse solas monte adentro. Quizá
estas fabulaciones respondan a un sentimiento de lujuria propias de aquellos seres
expuestos a fuertes estímulos de su sexualidad, tan poco satisfecha. La señora Berta Elena
Vidal de Battini recogió una versión en la Provincia de Formosa donde le cuentan que una
mujer joven suele llamar a los mancebos, internarlos en el monte, aparearse para procrear
y luego perderlos. En las zonas montañosas dicen que Ucumar se baña en los arroyos.
Cuando termina la ceremonia deja las huellas de sus pisadas, que al advertirlas provoca
miedo en los solitarios caminantes.
Ucumar o Ucumarí, significa “el viejo hombre del bosque”. Él habita en lo profundo de las
cuevas ubicadas en valles alejados. A pesar de su enorme tamaño, sube con facilidad las
laderas montañosas o trepa a los árboles en busca de frutos, huevos o pichones de pájaros
para alimentarse. Los montañeses lo tienen como una deidad protectora de los montes y
montañas, que gusta asustar a los solitarios caminantes. Los espera en algún recodo, desde
donde les aparece súbitamente profiriendo horribles alaridos. Como tiene la habilidad de
transformarse en cualquier ser viviente, a veces, convertido en hombre, imita la voz de un
conocido de su víctima, llamándolo hacia lugares apartados, hasta que el confiado
caminante se pierde en las quebradas.
EL UTURUNCO
(Por José Ramón Farias)
En todo el norte de nuestro país, desde el límite marcado por el río Uruguay, hasta la
precordillera y de allí hasta el trazado del río Salado en Santa Fe está muy difundida la
creencia de la transformación del hombre en animal. Estas metamorfosis son justificadas de
diferentes maneras: Desde maldición divina a pacto con el diablo y su dispersión folclórica
llega a Perú, Bolivia, Chile y Paraguay. Personalmente he oído hablar (o he tenido acceso a
investigaciones sobre el tema) del Lobizón (área guaranítica), Yaguareté Avá (área
guaranítica especialmente Paraguay), Runauturunco (en Perú y Bolivia), Muturunco (en
Catamarca) y el Uturunco (en Santiago del Estero).
Recuerdo a mi abuela santiagueña que nos infundía miedo para evitar nuestras incursiones
por el monte, hablándonos del Uturunco. Decía ella, que se trataba de un hombre solitario,
ermitaño, que vivía en las cercanías, que practicaba magia negra, que había pactado con el
Diablo para convertirse en tigre (yaguareté) durante las noches o siestas y salir a comer
cabras, potrillos, o terneros según su apetito.
Aprendimos que al firmarse el “Tratado” por el cual pasado un tiempo debía este señor
entregar su alma, le fue dado en custodia un trozo de cuero (“cuerito” decía ella) el que
frotaba mientras se revolcaba por el piso cuando deseaba que se operara la transformación.
Era muy difícil matarlo, porque siempre eludía la persecución de los perros. Si ocurría la
muerte automáticamente se convertía en humano en presencia del ejecutor. Si se quemaba
su rancho con el “cuerito” adentro o alguien le robaba el amuleto, éste se entregaba para
que lo maten. Si no querían hacerlo, insultaba a algún pendenciero para que lo haga en
pelea.
Actuando como docente del nivel primario, cuando trabajé en lugares con población
mayoritariamente descendiente de santiagueños, escuché achacar al Uturunco la muerte de
sus cabras, terneros o potrillos cuando no podían identificar al león (puma) como autor de
matanzas masivas. Es característico en el yaguareté y el puma esta acción. Cuando caza,
primero sacia su hambre, luego sigue matando como parte de un juego macabro.
En las regiones argentinas de montaña donde no hay “tigres” (yaguareté) le llaman
muturunco y se afirma que la trasformación es de hombre a “león” (puma). En las zonas
quechua y aymará de Bolivia y Perú se denomina Runauturnco y por último en el área
guaranítica Yaguareté Avá. Los guaraníes afirman que solo se transforman los poseedores
de poderes especiales cedidos por Tupá, sin “trato”. Los santiagueños, catamarqueños,
salteños, riojanos adjudican la propiedad a solitarios personajes muy comunes en sus
comarcas aisladas, quienes obtendrían el poder mediante pacto con Satán.
Jorgelina Soulet dice que la transformación se produce al momento que el hombre se
revuelca sobre una piel de tigre pronunciando extrañas palabras. Afirma la misma autora
que en algunos lugares quien se transformará en tigre, no león, se sumerge en un
estanque, de donde sale convertido en Uturunco.
Hay un cierto paralelo con el Lobizón, que es una transformación en perro mediante
maldición divina. En todo el Continente Americano y en gran parte de Europa desde antiguo,
persiste la creencia de la transformación del hombre en animal, por causas que varían
según la región donde la creencia se origina.
LA DIFUNTA CORREA
(Por José Ramón Farias)
Se ha tejido una historia, una leyenda, para explicar el origen de esta creencia que convoca
anualmente a miles de peregrinos al santuario de la Difunta Correa en el Cementerio
Vallecitos en la provincia de San Juan.
Dicen, vivía en San Juan un antiguo guerrero de la independencia, que gozaba de prestigio
social, a pesar e su humilde condición, de relaciones muy estrechas con el gobernador, junto
a su esposa y su única hija llamada Deolinda.
Creció la joven de belleza singular, convirtiéndose en una mujer a la que todos miraban con
admiración o codicia.
El jefe de la policía local se enamoró de ella, pero no conseguía ser correspondido. Insistía,
pero siempre encontraba la educada negativa a acceder a sus requerimientos. El amor
encendió el corazón de Deolinda, y el responsable era un criollito del lugar llamado Baudilio
Bustos.
Desoyendo los lances de Rancagua (el jefe de policía) se "casa" con su hombre. Allí
comienzan las penurias para la familia Correa. Primero, la muerte del gobernador, que pone
a su padre en el sitio de "oposición", por lo tanto debe emigrar a La Rioja porque su vida
peligraba.
La obstinación de Rancagua, determina que enrole a Baudilio en las montoneras, siendo
enviado a pelear en los llanos riojanos. Estoicamente soporta la pobreza, nuestro personaje,
sin flaquear desoye las interesantes propuestas de su enamorado. Sólo reza a la Virgen del
Valle, mientras crece en su vientre su primer hijo.
Enterada de la prisión de Baudilio, decide viajar al encuentro de su esposo. La inexistencia
de caminos, medios de transporte, y sobre todo de recursos, la hace dudar al principio. Pero
finalmente emprende el camino, atravesando los cerros desconocidos, solo horadados por
los arrieros cuyanos.
Vencida por el cansancio y la sed cae muerta. Tres días después unos arrieros aciertan a
pasar por el lugar y encuentran a la desdichada madre sin vida, pero milagrosamente su
pequeño hijo vivo, mamando de los húmedos pechos de su madre.
Los paisanos le dan sepultura, dando la noticia de que el niño se había salvado. Enseguida
comienzan a visitar el lugar, míseros campesinos sanjuaninos, novios desairados, maridos
engañados, todos los afligidos asisten erigiendo con el tiempo un santuario.
En la actualidad , una asociación civil sin fines de lucro, dirige el culto, administrando los
bienes que dejan los devotos en ofrendas. Además de flores de papel, botellas con agua,
placas metálicas con inscripciones de agradecimiento, sus seguidores se desprenden de
cosas valiosas para ellos, como televisores, bicicletas, dinero en efectivo, etc.
La festividad de la Difunta Correa, es uno de los mitos populares nacidos espontáneamente,
más importantes del interior argentino.
LA LLORONA
(Por José Ramón Farias)
Cuando los españoles sientan reales en América, comienza un proceso de mestizaje
incontenible, a pesar de los esfuerzos por evitarlo, realizados por misioneros y jefes. El
amor entre los soldados y nativas, estaba por encima de los intereses económicos y
religiosos que motorizaron la conquista. Estas relaciones, clandestinas en principio,
aceptadas gradualmente luego, generó sublimes historias, pero desnudó muchas veces la
miseria humana que expuso el español en su relación con los nativos. Encontramos aquí, es
probable, algunos elementos que conforman el origen de las fabulaciones sobre la presencia
de mujeres encarnadas en espantos americanos. Las apariciones de ellas en solitarios
caminos o apartados parajes,
tuvieron distintas justificaciones y distintos objetivos en los regentes sociales que las
generaban, esparciendo las historias mediante la transmisión oral.
Algunas veces es un alma en pena purgando pecados incestuosos, otras una mujer que
abandonó a su marido y vaga pagando su deuda, o una madre que mató a sus hijos por lo
tanto la condena es inevitable. La presencia de aparaciones de mujeres se verifica en
Colombia, Argentina, Puerto Rico, México, Chile. En cada lugar tiene un nombre carcterístico
y aparece por distintas razones. Ya sea para castigar a algún novio o marido adúltero, para
proteger con su compañía a algún alma piadosa, o simplemmente para contar su pena.
En México dicen que una princesa inca se enamoró de un apuesto funcionario español, con
quien tuvo apasionado romance. Cuando nace el hijo (bastardo para el civilizado) no podían
mostralo públicamente, por lo tanto la joven lo ahoga en un arroyo cercano a la ciudad.
Tiempo más tarde, el español debía cumplir con ciertas reglas que su círculo social imponía,
por lo tanto contrae matrimonio de conveniencia con una española. El arrepentimiento y el
dolor hicieron presa de la nativa, que pierde la razón. Todos los atardeceres llega hasta el
lugar del crimen, para derramar lágrimas y gritar su dolor. Su actitud no comprendida y su
conducta despreciada tanto por el conquistador como por los de su sangre, aceleró su
muerte. Desde entonces, afirman, cada atardecer se oberva a una mujer que vaga gimiendo
sin rumbo en las cercanías del curso de agua, y cuando alguien se aventura solo por esos
lugares, lo acompaña llorando, pidiendo que escuchen sus cuitas. Sólo consigue espantar a
los caminantes ocasionales.
La versión conocida en Costa Rica, tiene orígenes más cercanos. Dicen allí que una joven
que vino del campo a la ciudad para trabajar como doméstica en una casa acomodada, se
enamora del señorito de quien tiene un hijo. Apenas descubierto su embarazo es despedida.
También en su hogar encuentra incomprensión. Allí la rigurosa moral católica hace que sus
padres la expulsen del hogar, y sea despreciada por sus familiares y amigos. Como acto
deseperado ahoga al niño en un arroyo, lo que le produce un dolor incontenible, llevándola a
la muerte. Después de su deceso, dicen vaga la Llorona por los caminos buscando castigar a
las madres desamoradas o para contar a algún caminante su desgracia.
Es indudable que estos relatos practicados en ruedas nocturnas especialmente, despertaban
el interés de auditorios jóvenes y de seres temerosos. Advertida esta característica por los
ancianos, aprovecharon éstos, para transmitir mediante estas historias determinados
valores morales. En aquellos lugares olvidados de dios, no había escuelas, es decir que la
transmisión sistemática de la cultura se hizo mediante estos relatos. Por eso en toda
América, se atemorizó a las muchachas, para que resistan ante el llamado irresistible de sus
impulsos amorosos, muchas aprovechado despiadadamente por inescrupulosos señoritos.
LA LUZ MALA
(Por José Ramón Farias)
La Luz Mala, Fuego Fatuo, o Farol de Mandinga es una de las creencias populares más
arraigadas en el norte argentino. Finalizada la conquista territorial y espiritual de esta parte
de América a mano de los españoles, las huellas que dejaron son indelebles, y este se
verifica en la conformación de muchas leyendas que circulan aún la actualidad.
En cuanto a la Luz Mala, dicen se trataría de antiguos tesoros en oro y plata perdidos por los
conquistadores, cuando fueron asesinados en emboscadas por los nativos. Esos bienes se
enterraron producto de la erosión, o simplemente fueron escondidos por sus dueños, cuya
ubicación algunos afirman conocer, tejiéndose cuentos del tío victimando a cándidos
paisanos.
En el noroeste argentino, afirman que las luces son los brillos del metal dirigidos por las
almas de sus antiguos dueños, que intentan atemorizar a quien acierta a pasar por el lugar
donde está ubicado. Se afirma que el día de San Bartolomé (fecha en que el diablo no tiene
la
vigilancia de los ángeles) es el propicio para descubrir el lugar de ubicación de un "Tapado"
(Tesoro) Ese día Satán busca almas ingenuas que se aventuren movidos por la codicia a
esos lugares. Indudablemente el miedo a la muerte, y la concepción religiosa del mal,
generan en la intimidad del pensamiento estas fabulaciones.
Esos avistamientos de luces serían almas en pena, que buscan contar sus cuitas a quien
quiera escucharlos, pidiendo eleven oraciones que ayuden a obtener el perdón divino. Por
supuesto que producen terror a quien la divisa. En las regiones central y sur del Chaco son
moneda corriente las historias de apariciones de Luces Malas. Incluso yo he tenido la
oportunidad de observar su presencia, de distintas formas, experiencia que resume todo lo
referente a esta creencia. Es decir nunca fui molestado, ni observé extrañas formas o
ruidos. Escuché relatos de golpizas, de asustar cabalgaduras, de frenar violentamente los
biciclos, y floridas especulaciones respecto de contratiempos sufridos a causa de la luz.
Quizá se deba a algún sentimiento de culpa muy íntimo, que actuó sobre la psiquis del
paisano instalándose en su sector consciente, una ficticia experiencia de castigo por la falta
que carga.
La explicación más corriente a este fenómeno real, es el de creer que se trata de gases
fosforescentes generados por la descomposición de huesos o metales nobles. Serían gases
con esa propiedad física, que por tener una densidad distinta al aire que lo contiene no
adopta su forma, aglutinándose en forma de bolas, y por su peso específico
infinitesimalmente distinto al aire de la atmósfera, serían movidos por la menor brisa.
Nuestro organismo no siempre percibe el movimiento de la masa de aire, lo que explicaría el
movimiento de traslación del fenómeno. También nuestro territorio fue surcado por
españoles portadores de cargamentos de metales preciosos traídos del sur del Imperio Inca.
Además podría haber acumulación de huesos de animales producto de sequías, o de
cementerios de nativos. Todas especulaciones de dan fuerza a la creencia de la
descomposición de estos elementos, como generadoras de la Luz Mala.
LA MACHI
(Por José Ramón Farias)
En todas las culturas sudamericanas, tuvieron enorme prestigio los personajes que conocían
los secretos para curar las enfermedades, para predecir el futuro, para comunicarse con el
más allá, trátese del bien o el mal, y también para ofrecer el sabio consejo, o la palabra
justa en los momentos de aflicción. En las sociedades con mayor desarrollo cultural se llamó
sacerdote o sacerdotisa, según el sexo. En los grupos primitivos, fue Payé, Chamán,
Gualicho o Machi. Hay una diferencia sustancial entre éstos guías espirituales y los
modernos sacerdotes (que solo atienden cuestiones del alma). La Iglesia Cristiana no
permite ejercer el sacerdocio a las mujeres, éstas realizan funciones secundarias, en
cambio, el chamanismo en muchos casos, es practicado por mujeres. Un claro ejemplo: La
Machi.
Para los araucanos y mapuches, Huecuvú, es espíritu maligno que trae la enfermedad y la
muerte. Ninguno puede enfrentarlo. Sólo la Machi (hechicera) conoce los secretos para
contrarrestar los males que el genio del mal da a los hombres y mujeres de la Patagonia.
Ella sabe su oficio, desde diagnosticar, curar, hasta tener visiones reveladoras. También
controla el equilibrio entre lo material y espiritual. Muchas veces vence las fuerzas de la
naturaleza apelando al sacrificio de animales y hasta humanos.
Para diagnosticar, la hechicera, pone en contacto el cuerpo de un cordero u otro animal con
el del enfermo, para que el mal se transfiera. Luego carnea el infeliz animal para analizar
sus vísceras, y su fallo es infalible. A partir del allí realiza la curación, que tiene dos formas:
El Lahuentrún (cura mágica utilizando hierbas medicinales) o El Machitún (ceremonia
mágica que puede ser diurna o nocturna).
Cuando el Machitún es diurno, participan muchos parientes y amigos. La Machi, canta y
danza al compás del sagrado Cultrún (especie de caja) mientras dos niños elegidos dan
vueltas con sus caballos alrededor de la ruca donde yace el enfermo. La médica en trance se
refriega contra los sudorosos pechos de los equinos, luego corre, implora, como si viese otra
dimensión. Cuando el Machitún es nocturno, la excitación y el misterio son más solemnes.
Siempre al compás del Cultrún entra en éxtasis, donde recibe la revelación del mal causado
por Huecuvú. Comienza a pronunciar extrañas palabras y sonidos que solo ella entiende.
Luego la espera, si triunfa la salud, se agiganta el prestigio de La Machi, si la enfermedad no
cede ¡No quiso Nguenechén! (Dios supremo de la Araucanía)
A veces utiliza alucinógenos, los que toma de plantas consideradas sagradas, ingiriendo de
muchas formas: fumando, inhalando, bebiendo o masticando. En pleno trance recibe
revelaciones sobre sonidos, formas y colores que luego simboliza en extraños dibujos
pintados en cuevas sagradas, u ornamentos utilizados en los rituales. También conoce todas
las leyendas que encienden la imaginación de los patagónicos, tanto como los mitos.
La tradición patagónica sigue manteniendo en la actualidad, la figura de La Machi entre las
comunidades aborígenes. Pero la presencia de la “civilización”, y la imposición brutal de una
nueva religión, cambió los códigos con los que se manejaban antiguamente, estas mujeres.
Ahora son curanderas, que elevan oraciones católicas o tienen en sus “santuarios” íconos de
esta confesión religiosa, y solo las anima una pueril intención de lucro. Cobran visitas o “lo
que quiera dejar” (subliminalmente inducidos a abonar la visita), a sus ingenuos clientes,
que muchas veces escapan a la medicina científica por su situación económica de
marginalidad.
En el año 1960, cuando terribles terremotos y maremotos azotaron el cordón meridional de
Chile, en la reducción indígena de Collileufú, hubo ceremonias rituales y sacrificios humanos
practicados por los guardianes del equilibrio material y espiritual. El orden volvió. ¿Fue obra
de la naturaleza, o la mediación de las machis araucanas?
La mayoría de nuestros nativos creía que los chamanes (hechiceros) nacían con este
designio. Esta cualidad no se heredaba. El signo más evidente para saber quien ocuparía tan
importante función social, era la característica enfermiza, de estómago delicado, y la salud
quebrantada. Ya hecha Machi, por tratarse de un ser sagrado, primero se curaba ella y luego
comenzaba su misión con los demás. Estas prestigiosas mujeres al igual que sus pares
Shamanes guaraníes, debían cumplir un rito especial a la hora de recibir los “poderes” del
que, por vejez, abandonaba tan delicada tarea. Esta característica fue aprovechada por los
evangelizadores y una de sus consecuencias es la aparición de San la Muerte, producto de
reciclar ancestrales creencias, vistiéndolas con ropaje de su religión, lo que produjo un
sincretismo irresponsablemente dirigido
LA SALAMANCA
(Por José Ramón Farias)
Llegó al Chaco junto con los santiagueños que se desplazaron hacia nuestra provincia
atraídos por la zafra algodonera y la gran demanda de mano de obra que en ese tiempo
ofrecía la actividad forestal. Algunos de ellos fueron conducidos por sus "Patrones" (los
colonos) que viajaron expresamente a buscarlos. Otros simplemente arrearon sus míseros
ganados, cargaron sus pocos enseres en zorras o volantas e hicieron el viaje hasta el sector
noroeste del Chaco, donde se afincaron como pequeños criadores de ganado criollo.
Desarrollaron una agricultura de subsistencia y muchos de ellos estacionalmente
participaban de la cosecha del algodón en los alrededores.
En las noches, en ruedas de fogón, contaban a sus jóvenes historias sobre la LA
SALAMANCA. El gran interés que despertaron estas narraciones hizo que sea un excelente
recurso para infundir miedo, aumentar su prestigio de "hombres experimentados" y sobre
todo, transmitir

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