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Cristina Daniela Nunez-Ballesteros


27 October 2017

Mi Historia Personal

Hay silencio completo. Lo único que se escucha es la camioneta y sus llantas rodando en
la arena. De una manera la camioneta y las llantas saben que necesitan estar calladas.
¡En un segundo las puertas se abren violentamente y hombres empiezan a gritar
“corran!” A una distancia se ven luces y oficiales de la frontera. Quisieras poder
escucharlos, pero el latido de tu corazón ocupa tus oídos. Lo único que puedes escuchar
son zapatos pegando contra la arena, mujeres llorando, otras gritando, pero tu estas
callada. Corres contra la luz y ahora no vez nada. Corres hasta que lo único que puedes
oír son los zapatos de tu madre, los tuyos, y los de mama. Pero te das cuenta que no has
oído los zapatos de ella. Tu corazón otra vez ocupa tu corazón hasta que vez dentro de la
bolsa y vez sus ojos. De una manera ella sabe que necesita estar callada. No llora o
grita. Su estómago vacío tampoco hace ruido. Encuentras un lugar donde esconderte y te
esperas. Ahora no más oyes víboras en la distancia y la presencia de animales que se
comerían una niña peceña. Te esperas en este silencio completo solo deseando por el
silencio otra vez.

No escuche a mi mama o mi abuela contar su historia de la frontera hasta que ya estaba

grande. Cuando cruzaron ellas trajearon a mí y a mi tía de ocho años y yo de dos años. En el

presente aun es su historia y no la mía, aunque supongo que es mía también. Normalmente

empiezo mi historia donde empieza mi memoria. Un condado en Illinois que opera como un solo

pueblo formo muchas de mis experiencias. Mi familia inicialmente vivió en la parte del condado

que consistía de gente Negra y Café. Aquí, muchas familias eran de bajos recursos vivían de día

a día. Mi familia no era una excepción, y era difícil pagar las facturas, cosas de la escuela, renta,

lo que sea. Ayuda del gobierno para comprar comida y lugares que daban despensa eran lugares

familiares. En esta parte del pueblo aprendí inglés y mi lugar en el mundo.

En el Kínder aprendí y domine el inglés. Instructores del inglés insistieron que necesitaba

perder mi acento mexicano. Tiempo después que era una experta en el lenguaje, atendía las

clases del inglés porque la escuela insisto que necesitaba perder mi identidad mexicana en el
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inglés. Pronto después de mi primer año en la primaria me adelantaron dos años. Los

administradores escolares empezaron por mandarme a clases de segundo y tercer año. Después

de un tiempo me mandaron a una escuela con un programa acelerado.

A mi pequeña edad estaba cansada con la escuela. Afortunadamente mis padres pudieron

comprar una casa en una parte diferente del pueblo. Un lugar nuevo significaba una nueva

escuela y un empiezo fresco. Este nuevo lugar consistía de gente Blanca, pero era un lugar más

seguro. El lugar tenía escuelas mejores, ingresos más grandes, y oportunidades. Me salí de ese

programa acelerado y regresé a la escuela normal sin ningún problema. Estaba lista para empezar

mi cuarto año de la primaria a los siete años.

Un año después, mi hermana más chica nació con necesidades especiales. En helicóptero

de la llevaron a Chicago y mi mama se fue con ella. Solo quedaba mi papa, mi hermano, mi

hermana, y yo en nuestra casa. Mi papa tenía que trabajar por dos personas y so significo que yo

tenía que cuidar a mis hermanxs. A la edad de ocho años aprendí a cocinar y cuidar a mis

hermanos para evitar extraños y cambios de hogar. También aprendí a llamar compañías, escribir

emails, y trasladar para ayudar le a mi papa. Yo y mi papa herramos un equipo, asegurando que

mi familia sobreviviría estos tiempos difíciles.

Podía sentir el ritmo de música ochentera y trova en el primer piso. Mi mama y papa
estaban escuchando su música con el volumen tan fuerte que sentía que las canciones
estaban saliendo de mi radio. Me quito las lagañas y escucho los gritos de mi papa
llamando, ¡“Daniela! Ruth! Alfredo! ¡Vengan a limpiar!” Mis hermanxs y yo estamos
bajando las escaleras preparados para decirle a mi papa que limpiar el sábado en la
mañana es un crimen, cuando nos damos cuenta que está viendo fijamente la pared.
Pausa su música, nos voltea a ver y nos dice, “Miren lo que llego.” Lo que había llegado
era el cuadro más bonito que había visto en toda mi vida. Mi papa me pregunta, “¿que
oyes?” La pregunta me confundió. No sabía que podías oír un cuadro. Mi papa me dice,
“si ves el cuadro bien, puedes oír guitaras, niños jugando y gritando. Hasta puedes oír a
la señora respirar.” Me concentre y llegue a un punto donde casi podía oír todo lo que
me describió mi papa. Nos quedamos parados por unos minutos más, admirando esta
nueva adición de la casa. De repente mi mama me da una cubeta de agua con jabón y un
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trapeador. Me dice, “¿Esta precioso ese cuadro verdad? Bueno mija, a limpiar.”
Escucho el trapeador pegar contra el agua y la cubeta cuando volteo a ver a mi mama y
papa. Se abrazan de los hombros y están admirando el cuadro. Me pongo a trapear y en
unos minutos la música regresa más fuerte y escucho sus carcajadas.

Al pesar de mi vida ocupada escolar, mis hermanxs, citas del doctor para mi hermana

pequeña, y dos trabajos mi mama y papa siempre pasaron tiempo con nosotros. Ellos se

aseguraron que era obvio que éramos una familia mexicana. Los colores, los libros, la música,

absolutamente todo era mexicano. Solo hablábamos el español, veíamos películas en español,

leíamos en español. Mi mama y mi papa compraban diferentes cuadros de segundas, tiendas, o

tianguis para encontrar tesoros mexicanos. En nuestra sala colgaron un modelo grande de la

piedra del sol. Siempre tuvimos recordatorios auditorios y visuales de nuestra herencia y

verdadero país. Aún más importante, mi mama y papa nos llenaron de la historia de nuestro país.

Ellxs se aseguraron que yo y mis hermanos supiéramos la historia, el lenguaje, lo bueno, y el mal

de México. Cuando ellxs eran niños a los dos les falto atención familiar. En esto, mi mama y

papa se aseguraron que no nos faltaban.

Mi papa creció pobre y en unos tiempos especialmente mal. Su familia consistía de 8

hermanxs y mis abuelxs. Mi papa siempre se acuerda lidiando con la depresión, pero encontró

consuelo en la música, sus guitaras, la comida, y su madre. Su papa era emocionalmente y

físicamente abusivo por la mayoría de su infancia. Los detalles de este abuso son escasos para

respetar la privacidad de mi papa, pero lo afectaron profundamente. En sus años como un

adolescente, sacaron a mi papa de la preparatoria. Por su propia determinación termino la escuela

abierta. Mi papa es un hombre dedicado a la educación, conversación, y el debate. El conoció

mama cuando tenía veinte años y estaba haciendo encuestas y creando un nombre profesional

para el mismo. Fue un joven con ambición cuando conoció a mi mama.


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Mi mama creció con bajos recursos, pero con un poco más que mi papa. Tenía cuatro

hermanxs y una relación complicada con mis abuelos. Su educación era su prioridad, pero

disfrutaba la amistad, el humor, y el baile. Mi mama estudio turismo y tenía una meta de regresar

a la escuela. Justo cuando iba a regresar, mis abuelos cruzaron para los estados unidos. De

repente ella era la encargada de la casa. Cuido a sus hermanos adolescentes y a su hermana

pequeña como su propia hija. Estaba trabajando, cuidando, y continuando su educación. La

ambición define el carácter de mi mama. Aunque fue forzada a ser responsable muy rápido, mi

mama era independiente. Durante este tiempo de su vida mi mama conoció a mi papa.

Dentro de cinco años mi mama y mi papa se casaron y tuvieron su primera hija─ Cristina

Daniela Nuñez Ballesteros. Cuando tenía un año ellxs decidieron que las oportunidades para mi

éxito eran mejor en los estados unidos. Mi papa se fue primero y un año después mi abuela

regreso y cruzo con mi mama. Mi mama y mi papa sabían que dejando México era dejar sus

ambiciones y sueños personales.

Mi celular estaba sonando. El código de área era de Chicago, IL. Sabía que era la
llamada que he estado esperando por meses. Cuando conteste mis oídos pararon de
funcionar. Podía oír que un señor me estaba dando las gracias y felicitando. Pero no
entendía sus palabras. Después escuche cuando me dijo, “Vas a ir a Loyola University
Chicago porque te has ganado la beca…” y en un instante podía oír todo. Podía oír esa
camioneta en la frontera, las víboras, los animales que me querían comer. Podía oír el
silencio de mi mama en el desierto. Podía oír la música de los sábados en la mañana.
Podía oír los cuadros y los sonidos de cosas que no tenían sonido. Por fin podía oír,
verdaderamente oír cada historia que mi familia ha contado. Las palabras lindas y las
esperanzas de mi comunidad. En ese momento por fin sentí que esos sonidos eran míos,
no prestados, pero míos.

Este nuevo capítulo de sus vidas ha sido difícil. Ellxs extrañan a su hogar, su país, y sus

familias. Algunos de sus amigxs y parientes se han muerto, ellxs sin poder atender sus funerales.

Enfrentan discriminación, racismo, y humillación constantemente. La casa que compraron nos

benefició, pero vino con el precio adherido de vecinos racistas. Sus cuerpos están cansados y
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este país solo los explota. Sus tobillos están hinchados, tienen ojeras, pero sus voces son fuertes.

Los dos tienen una pasión por la justicia, la igualdad, la recompensa, y la liberación. Ellxs saben

que el imperialismo estadounidense es la causa de su desplazamiento. Yo sé porque ellos saben.

Yo siento porque ellos sienten. Yo peleo porque ellos pelean.

Las vidas de mi mama y papa son las mías. Las vidas de mis ancestros y otros familiares

son mías también. Yo contengo cada sueño, ambición, y meta que mi familia ha tenido. Soy sus

sueños más locos y sus esperanzas más grandes. Mi historia personal es incompleta porque solo

recientemente he empezado a formarla. Estoy aprendiendo sobre el racismo institucional que

detuvo a mi mama y papa. Estoy aprendiendo sobre el machismo que me trata de detener a mí.

Estoy aprendiendo de que maneras México, yo, y mis padres somos opresivos también. Aunque

todo este conocimiento me pesa, yo sé que será la llave para la liberación de mi familia, mi

gente, y mi género. Un día tendré mi doctorado y escribiré, enseñare, y dedicarme

completamente a mi comunidad. Yo los oigo, escucho, y entiendo.

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